Una Fe Victoriosa
Una Fe Victoriosa
Una Fe Victoriosa
Además de esto, Juan dice: “y todo aquel que ama al que engendró, ama
también al que ha sido engendrado por él“. Esa fe sobrenatural,
maravillosa, ese regalo hermoso que hemos recibido de parte de Dios
tiene 2 implicancias poderosas: amamos a Dios y amamos al que ha sido
engendrado por El, esto es a Cristo mismo y a los hermanos en la fe. Si he
nacido de nuevo y soy un creyente amo a Dios y amo a los hermanos,
amo la iglesia del Señor, amo congregar, amo servir, amo cantar a mi
Dios, amo su bendita Palabra, amo pasar tiempo con los hermanos, amo
predicar el evangelio, amo las cosas que Dios ama y empiezo cada vez
más a aborrecer lo que Dios aborrece. Una vida victoriosa es una vida
donde dejamos de hacer las cosas del mundo, el pecado y sus terribles
consecuencias y empezamos a hacer de corazón la voluntad de Dios.
Ahora, dado que la fe es sobrenatural y dada por Dios las evidencias de
esa fe deben manifestarse en la vida de todo creyente. Esto quiere decir
que para el creyente que está en plena comunión con el Señor esto no
debe ser un esfuerzo o una carga, sino todo lo contrario, es algo que fluye
de manera natural. Si pecamos o no tenemos comunión con Dios, si
andamos en desobediencia, entonces el corazón se endurece, la mente se
cierra y se vuelve necia, el servicio se vuelve una carga, los problemas nos
agobian y nos volvemos egoístas, centrados en nosotros mismos, no
queremos saber más de nadie ni queremos que nadie sepa de nosotros.
Nos aislamos y pensamos que así estaremos bien, pero eso no es lo
correcto. Dios nos llama a amarle y amar a los hermanos. Vivir en amor,
en libertad, en fe, en servicio, en esfuerzo, en gozo es lo que Dios quiere
de sus hijos. No hay paz más grande que poner tu cabeza en la almohada
y saber que no tienes asuntos pendientes con Dios, ya te has arrepentido
y has confesado todo pecado ante El; y que tampoco tienes asuntos
pendientes con ningún hermano.
Pero ¿quién es el que vence al mundo? ¿El más preparado? ¿El que tiene
riquezas? ¿El que tiene muchos amigos? No, el que vence a este mundo,
el que vence al pecado, el que vence la basura, la derrota, la tristeza, la
depresión y vive con gozo, con esperanza, lleno del Espíritu Santo, con
alegría sirviendo a Dios y siempre puede salir victorioso de todos sus
problemas es aquel que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios, que se ha
rendido a los pies de Dios, que le ama a Dios y por ende ama a sus
hermanos en la fe y le obedece a Dios. Aquel que vive de rodillas delante
del Señor, obedeciéndole, siendo agradecido con lo que Dios nos da, sea
poco o mucho, aquel que esta tan enamorado de Dios que obedecer no es
penoso ni una carga. Aquel que tiene su corazón escondido en Dios, que
ante cualquier circunstancia solo mira a Dios, ese es el vencedor, ese es el
que sigue adelante. Hermanos, quiero que medites en Daniel. Llego como
un jovencito a Babilonia. Fue arrancado de su familia y llevado a una
nación extraña, aprendió costumbres extrañas, fue alejado de todos, tuvo
muchos enemigos en su vida, gente que lo quería destruir. Vio el castigo
de Dios al pueblo de Israel por su incredulidad y desobediencia. Pero
¿sabes qué? Pasaron reyes, pasaron reinos, pasaron imperios, pasaron
personas y años y nadie pudo derrotar a Daniel. Pasó Nabucodonosor,
pasó Dario, pasó Ciro, pasó Belsasar, pasaron todos y Daniel permaneció
firme como una roca. ¿Por qué? Porque este era un hombre que amaba a
Dios, que le obedecía de manera radical, que ante cualquier situación el
prefería obedecer a Dios. Si tenía que escoger entre su trabajo o Dios, el
prefería a Dios. SI tenía que escoger entre su vida o Dios, el escogía a
Dios. Por eso, porque puso siempre a Dios en primer lugar, Dios le dio el
mejor de los trabajos y le dio una vida larga; porque cuando buscamos
nuestra vida la perdemos pero cuando la entregamos a Dios, entonces la
ganamos.