APO - TEMA 2 - La Literatura Apocaliptica

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ASIGNATURA: LA APOCALÍPTICA BIBLICA

TEMA II: LITERATURA APOCALIPTICA


Preparada y facilitada por docente Lic. F. Adalid García R.

OBJETIVOS EDUCATIVOS:

- Saber los libros que integran el género apocalíptico tanto en el AT como en el NT., y
su contenido.

LOS ESCRITOS APOCALÍPTICOS.

El primer paso que se impone para una comprensión de la apocalíptica es una verificación de los escritos que la
expresan. Aun cuando la atribución de la mayor parte de los textos al género literario apocalíptico no presenta
ninguna dificultad, sobre algunos de ellos los autores no están de acuerdo.

A. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

En realidad, no todos los escritos apocalípticos lo son en el mismo grado. Pero algunas características literarias
típicas permiten trazar un cuadro bastante completo. El primer apocalíptico en orden cronológico que se señala
como tal es el libro de Ezequiel, que, especialmente en los capítulos 38-39, parece expresar, junto con la
conciencia aguda de la misión profética y la exuberancia de la forma literaria, un primer síntoma del paso de la
profecía a la apocalíptica.

También el libro de Isaías contiene algunas partes reconocidas como apocalípticas: el gran apocalipsis de Isaías,
que comprende los capítulos 24-27, y que puede fecharse en el siglo V o más tarde, así como el pequeño
apocalipsis de Isaías, que comprende los capítulos 34-35, de fecha más reciente.

Encontramos luego, siguiendo siempre un probable orden cronológico, al Segundo Zacarías (Zac 9-14), que hay
que situar después del destierro, y el libro de Daniel, que más que cualquier otro escrito del AT presenta las
características literarias de la apocalíptica. Se compuso probablemente entre el 167 y el 163 a.C.

B. EN LA LITERATURA APÓCRIFA DEL A.T.

1) En torno a Daniel encontramos todo un florecimiento de literatura apocalíptica: el


representante más completo es el Libro de Henoc. Escrito en arameo, sólo nos ha llegado entero en la
versión etiópica (por eso se le llama también el Libro etiópico de Henoc), que a su vez es traducción de
una versión griega. El material es muy amplio: los 104 capítulos se dividen en secciones: libro de los
Vigilantes (cc. 1-36), libro de las Parábolas (cc. 37-71), libro de la Astronomía (cc. 72-82), libro de los
Sueños (cc. 83-90), epístola de Henoc (cc. 91-104). La fecha varía según las diversas partes; a excepción
de algunos añadidos más tardíos, se piensa que el libro se formó entre el 170 y el 64 a. C.

El Libro de Enoc (o Libro de Henoc, abreviado 1 Enoc) es un libro intertestamentario, que forma parte del canon
de la Biblia de la Iglesia ortodoxa etíope pero no es aceptado como canónico por las demás iglesias cristianas, a
pesar de haber sido encontrado en algunos de los códices por la Septuaginta (Códice Vaticano y Papiros Chester
Beatty).

El nombre del patriarca Henoc sirvió para dar cobertura a dos obras importantes: Henoc 1, conocido como Henoc
etíope por haberse conservado sólo en el Canon etíope, y Henoc II o eslavo, por haberse conservado sólo en esa
lengua.

Henoc etíope gozó de gran popularidad en los primeros tiempos de la Iglesia; su composición se remonta a los
siglos II- I a. C. y consta de cinco libros (pentateuco henóquico): el de los vigilantes (cps. 1-36), el de las parábolas
(37-71), el de la astronomía (72-82), el de los sueños-visiones (83-90) y las admoniciones (91-107). Su influencia

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alcanzó tanto al judaísmo como al cristianismo primitivo; la Carta de Bernabé y Tertuliano lo citan como
«Escritura» y se perciben puntos de contacto con el NT.

Henoc eslavo, cronológicamente posterior a Henoc etíope, es una obra completamente distinta. Debió
componerse antes del 70 d. C. Sobre su posible influencia en el judaísmo y cristianismo no existe unanimidad.
Orígenes conoció y citó un «libro de Henoc» cuyas doctrinas cosmológicas nos son conocidas sólo por el Henoc
eslavo.

Partes

El libro que hoy se conoce fue editado tal vez en el siglo I de nuestra era, y consta de varias partes escritas entre
los siglos III a. C. y I d. C. Estas partes son:

Libro del Juicio


Capítulos 1 al 5, trata las palabras de bendición de Enoc a los justos, que vivirán cuando los impíos sean
condenados. Se estima que su composición data de antes del 200 a. C..

Libro de los Vigilantes o Caída de los ángeles


Capítulos 6 a 36, se centra en el tema de los Vigilantes (ángeles) que interpretando Génesis 6:1-5, dice que estos
ángeles tuvieron relaciones sexuales con mujeres y engendraron gigantes (nephilim), seres famosos que
desataron la violencia sobre la tierra y pervirtieron a la humanidad. Además, el Libro de los Vigilantes se
caracteriza por unir y complementar las historias de los Vigilantes con la historia del Diluvio universal, presentes
en el génesis, y hace una descripción detallada del mundo y los cielos en las fábulas e imaginería popular judáica
de su tiempo. Fue escrito antes del 160 a. C.

Libro de las parábolas o El mesías y el reino


Capítulos 37 a 71, de carácter mesiánico, profetiza la venida del Hijo del Hombre, la caída de los reyes y
poderosos y el día del Elegido. Es la única parte que no se ha encontrado en los manuscritos de Qumrán. Escrito
después del 63 a. C. a finales del siglo I a. C. o en el siglo I.

Libro del cambio de las luminarias celestiales o Libro astronómico


Capítulos 72 a 82, expone en detalle el antiguo calendario solar hebreo, en concordancia con el Libro de los
Jubileos, que en 4.17 cita este libro de las luminarias del cielo. Fue escrito entre el 250 y el 190 a. C.

Libro de los sueños


Capítulos 83 a 90, refiere dos visiones apocalípticas obtenidas por Enoc en sueños; la primera simplemente
anuncia que la Tierra será destruida y la segunda es una historia de la humanidad y de Israel hasta el fin de los
tiempos, en la que los actores son representados como animales simbólicos. Escrito entre los años 161 y 125 a. C.

Carta de Enoc y Apocalipsis de las semanas


Capítulos 91 a 105, divide la historia en diez «semanas», interpretando el pasado y proyectándose
escatológicamente al futuro. Escrito después del año 135 a. C., probablemente entre el 110 y el 60 a. C.

Fragmentos
Capítulos 106 y 107, parecen ser una parte del Libro de Noé, que se ha perdido pero que está presente en los
manuscritos del Mar Muerto. Predice los crímenes de la humanidad y el advenimiento de tiempos mesiánicos
con el triunfo de los justos. El capítulo 108 explícitamente dice que es otro Libro de Enoc y falta en varios
manuscritos.

Los cristianos y el Libro de Enoc

Este libro se cree que fue muy apreciado por parte de los primeros cristianos, a partir la referencia de la epístola
de Judas 1:14-16, que cita un pasaje del Libro de Enoc (1 Enoc, 1, 9); la referencia en 2Pedro 2:4; y la Epístola de
Bernabé (16:4), que cita como Escritura un versículo (1 Henoc 89:56) y en 4:3 se refiere a 1 Henoc 80:2.

Muchos Padres de la Iglesia y cristianos destacados se refieren al libro, y lo citan en sus obras. Autores como
Justino Mártir (100-165), Atenágoras (170), Taciano (110-172), Ireneo (130-208), Orígenes, Clemente de Alejandría
(150-220), Tertuliano (160-230), Lactancio (260-325), Metodio de Filipo, Minucio Félix, Comodiano y Cipriano de

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Cartago, entre otros, consideraron el libro de inspiración divina. Un defensor de este libro fue el obispo
Prisciliano, quien fue el primer cristiano condenado a muerte y ejecutado por cristianos por supuesta herejía, en
385.

Referencias a Enoc se encuentran en múltiples versículos del Nuevo Testamento, por ejemplo, pero no
directamente al escrito que lleva su nombre Mateo 3:12, 5:4-12, 11:28, 13:31-32, 24:14, 24:27, 26:64; Marcos 13:24-27,
Marcos 14:21, Marcos 14:62; Lucas 1:52, Lucas 2:13-14, Lucas 6:24, Lucas 9:35,16:13, Lucas 16:23-31, Lucas 24:36; Juan
3:20; 1Corintios 6:2-3; Efesios 3:18,5:13; Filipenses 1:18; 2 Thessalonians 2:2; 1Pedro 3:19-20; Judas 1:6; Apocalipsis
3:17,6:10, Apocalipsis 8:2, Apocalipsis 12:16, Apocalipsis 16:14, Apocalipsis 19:19, Apocalipsis 20:1-3, Apocalipsis
21:23-24.

Mientras que la mayoría de los estudiosos creen que la actitud de Judas hacia el Libro de Enoc es positiva,
algunos otros consideran que es ambigua. Algunos han preguntado por qué el autor de la epístola de Judas usó la
frase "blasfeman de las majestades angélicas" (Judas 1:8) porque si la historia de los pecados de los ángeles, como
se describe en el Libro de Enoc, es verdad, ¿por qué es una "difamación", una "calumnia"?
En realidad, la carta de Judas adopta el punto de vista de 1 Enoc sobre los ángeles caídos:

A los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propio hogar, los ha guardado bajo
oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.

2) El Libro de los Jubileos (llamado también Apocalipsis de Moisés o Pequeño Génesis) se interesa
especialmente por la historia: presenta su desarrollo en períodos "jubilares" de cuarenta y nueve años;
cada período se divide a su vez en siete semanas de años. Escrito en arameo, fue traducido al griego y
del griego al etiópico; es ésta la traducción que tenemos. La fecha es discutida, pero ordinariamente se
piensa que fue escrito en el siglo II a.C.

El Libro de los Jubileos, también denominado Génesis pequeño, Testamento de Moisés, Libro de las Divisiones
de los Tiempos según sus Jubileos y Semanas, Jubileos o Libro de la Distribución de los Días de la Ley, es un texto
religioso de origen hebreo escrito en torno al año 100 a. C.

Es un texto canónico para la Iglesia ortodoxa etíope y un texto apócrifo o de los pseudoepígrafos para las demás
iglesias cristianas.

Entre los Manuscritos del Mar Muerto, descubiertos en 1947 en Qumrán, se han encontrado 14 fragmentos
hebreos de varias copias de este libro. Fue escrito en hebreo, según James Vander Kam por un precursor de los
esenios, cuya mentalidad produjo más adelante el cisma esenio. Davenport cree que los autores fueron varios, ya
que establece que una parte fue escrita a finales del siglo III o comienzos del siglo II a. C., otra parte hacia el 166
a. C., y su redacción y edición final entre el 140 a. C. y 104 a. C. Rowley propone para la redacción final el 130 a. C.,
época de la primera ocupación de Qumrán.

El propio título original del libro sugiere su objetivo, defender un calendario antiguo, diferente al que fue
adoptado tardíamente por el judaísmo oficial y en particular por los fariseos.

De menor importancia, pero también significativo, es el libro III de los Oráculos sibilinos. Pertenece a una
serie de libros llamados precisamente Oráculos sibilinos (15 en total, pero de los que se han perdido el IX, el X y
el XV), que, copiando el estilo hermético de las sibilas, se esforzaban en presentar el mensaje judío o cristiano en
los ambientes paganos.

De naturaleza muy bien cuidada, el libro III fue escrito en parte a mediados del siglo II y en parte en el siglo I a.
C.; algunos capítulos pueden fecharse en el siglo I d. C. Se refiere eminentemente a la ley de Moisés (la Sibila que
habla es la nuera de Moisés), que, una vez puesta en práctica, acabará trayendo la paz escatológica.

Los oráculos sibilinos son una colección de 15 libros que pretenden poner en la boca de la Sibila, importante
adivina o profetisa de la antigüedad, una serie de profecías intencionadas. Recogen textos desde el siglo II a. C.
hasta el siglo V y posiblemente fueron confeccionados por judíos helenísticos y cristianos.

Se caracterizan por utilizar un personaje importante de la religión pagana Sibila para atacar el propio paganismo
y anunciar su fin.
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3) El Testamento de los doce patriarcas, escrito en hebreo, nos ha llegado entero sólo en la traducción
griega. El libro se presenta como expresión de las últimas voluntades de los 12 hijos de Jacob y tiene un
carácter predominantemente parenético. La parte más propiamente apocalíptica está contenida en el
"Testamento de Leví".

4) Los Salmos de Salomón constituyen una colección de 18 salmos, escritos en hebreo, pero que se han
conservado en griego y en una traducción siríaca dependiente del griego, completada hacia la segunda
mitad del siglo i a.C. Los salmos de carácter apocalíptico son sobre todo el 17 y el 18.

5) La Asunción de Moisés, escrita probablemente en arameo, nos ha llegado en una versión latina. Más
que de una asunción propia y verdadera (descrita en una parte que se ha perdido), se trata de una
predicción interpretativa de la historia desde la entrada en Canaán hasta los días del autor (6 a.C.-30
d.C.); la perspectiva final se abre a la conclusión escatológica.

C. EN LOS DOCUMENTOS DE QUMRÁN

También en la literatura de Qumrán encontramos varios escritos reconocidos como apocalípticos, por ejemplo,
el libro de las Doctrinas misteriosas (1Q Myst), la descripción de la Nueva Jerusalén (5Q JN), la Oración
de Nabónides (4Q Pr N), el Pseudo-Daniel (4Q Ps Dan) y el Rollo de Melquisedec (11Q Melch).

D. EN EL NUEVO TESTAMENTO

También en el ámbito del NT encontramos algunos escritos apocalípticos. Antes del Apocalipsis de Juan se
encuentran ya elementos claramente apocalípticos, pero que no pueden separarse del cuadro de conjunto en que
están insertos.

El más conocido es el Apocalipsis sinóptico, el discurso escatológico de Jesús (Mc 13,131; Mt 24,1-44; Lc 21,5-
36): la narración de Marcos es reelaborada por Mateo y Lucas, pero siempre dentro de un estilo típicamente
apocalíptico, que se aparta claramente del que es usual en los evangelios.

También algunos trozos de Pablo presentan las caractérísticas del estilo literario apocalíptico, como 1Tes 4,16-17;
2Tes 2,1-12; 1Cor 15,20-28. Esta misma observación vale para 2Pe 3,1-13 y, aunque en proporción menor, para la
carta de Judas.

La apocalíptica, presente sin duda en el NT, no se detiene en él, sino que continúa desarrollándose
posteriormente durante algunos siglos en dos filones distintos, aunque con influencias mutuas: el judío y el
cristiano.

En el filón judío encontramos la Ascensión de Isaías (su primera parte se llama también Martirio de Isaías). El
libro nos ha llegado en etiópico y, parcialmente, en latín. Con algunos elementos de clara tradición judía (como
el martirio de Isaías partido en dos) se mezclan otros de origen cristiano, hasta tal punto que es imposible
establecer una distinción clara.

E. EN LOS APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO

6) Visión y ascensión de Isaías.

Los tres títulos corresponden a partes de una obra heterogénea que se conoce de forma global como Ascensión
de Isaías. El producto literario que ha llegado hasta nosotros no es una obra judía, sino cristiana. Sin embargo, al
analizar el escrito en su conjunto, la investigación moderna ha llegado a descubrir que dentro de él se han
amalgamado tres obras distintas:

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1 – El llamado Martirio de Isaías, de origen judío, que anuncia la perversidad de Manasés y la muerte del profeta
Isaías. Se ha conservado en una traducción etíope clásico. El autor del Martirio de Isaías era un judío
palestinense. Es posible que el original, redactado en hebreo o arameo, se compusiera entre el siglo I a. de C. y el
siglo I d. de C.
2 – Un Testamento de Ezequías, que es una visión o apocalipsis de origen cristiano, que anuncia a Cristo y
previene contra los efectos de la llegada del Anticristo, encarnado en el emperador Nerón vuelto a la vida. Pero
este apocalipsis se basa en una obra anterior, probablemente judía, este Testamento/visión se ha conservado
dentro, y mezclado, con la obra anterior. El ultimo autor, cristiano, es desconocido. Es probable que su escrito
proceda del siglo II d. de C.
3 – La titulada Visión y ascensión de Isaías, es de origen cristiano. En ella se relata una segunda visión del profeta
en la que este cuenta su visita a los siete cielos, guiado por un ángel, y su visión de la vida de Jesús. Su autor o
redactor final es quizá el mismo que el de la obra anterior.
Además del etíope clásico, fragmentos de estas tres obras se han transmitido en un papiro de lengua griega
(denominado Papiro Amherst).

7) Todavía en la línea judía encontramos la Vida de Adán y Eva, escrita en arameo, reconstruida según las
varias versiones, especialmente latinas y griegas (estas últimas llevan impropiamente el título de
Apocalipsis de Moisés). Escrito probablemente en la primera mitad del siglo I d.C. (antes del año 70), el
libro es un comentario midrásico a los datos bíblicos relativos a Adán y Eva.

8) Mayor importancia tiene el Apocalipsis de Abrahán: poseemos el texto eslavo, traducido del griego. El
grifo parece haber sido escrito a finales del siglo I d.C. La parte propiamente apocalíptica (cc. 9-32) nos
presenta una visión de Abrahán que, en contacto directo con Dios, ve el devenir de la historia en su
sentido religioso: el hombrees responsable de ello y será castigado o premiado en el juicio que se
avecina: las fuerzas paganas serán destruidas por el fuego, y Dios, al sonido de la trompeta, reunirá a sus
elegidos.

Esta obra parece haber surgido en círculos esenios no mucho antes de la caída de Jerusalén (70 d. C.). Su
contexto es el mismo que el del IV Esdras y los Apocalipsis de Baruc. Conservado sólo en lengua eslava, la obra
consta de dos partes netamente diferenciadas.

La primera (caps. 1-8 es un midrash haggádico sobre Gn 11, 31 ss y 15, 9-17). La segunda (caps. 9-32) es la sección
propiamente apocalíptica. Elevado al séptimo cielo, Abrahán contempla el trono de Dios y el decurso de la
historia. El futuro final es presentado con caracteres lúgubres. Al final, sonará la trompeta y el elegido de Dios -el
Mesías- reunirá a su pueblo y condenará a sus enemigos al fuego.

En la primera parte, (cerca de 1/3) se describe la conversión de Abrahán del politeísmo al monoteísmo. En la
segunda parte propiamente apocalíptica Abrahán es testigo de la consigna al demonio Azazel de los infiernos y
de la purificación del templo de Jerusalén de los cultos idólatras. Es de origen judío con algunas interpolaciones
cristianas sucesivas.
Aspectos generales

El Apocalipsis de Abraham es un apócrifo que se conservó solamente en el eslavo eclesiástico (Knigy Otkrovlenija
Avrame) y que ha llegado a través de unos veinte manuscritos copiados entre los siglos XIV y XVII. El idioma
desde el que se tradujo fue el griego, y probablemente éste es a su vez una traducción de un texto semítico. La
gran cantidad de semitismos nos hacen pensar en un original hebreo o arameo.

Este libro se puede datar no muchos años después de la caída del templo de Jerusalén, entre los años 70 y 120.
Varios elementos corroboran la datación. El capt. 27 describe la destrucción del Templo de Jerusalén; el capt. 30
describe las plagas que el Imperio Romano sufrió en esa época, junto con el incendio de Roma del 64 y la
erupción del Vesubio el 79. El Ap.Ab. comparte en muchos rasgos el contexto de 4Esdras, y el Apocalipsis de
Baruc (sir. y gr.).

9) El Testamento de Abrahán constituye igualmente un apocalipsis judío cuyo texto griego actual es la
traducción de un original semita escrito en el siglo I d.C. Presenta una acentuación marcadamente
escatológica e individual; se aparecen en visión a Abrahánlos tres tipos de juicio que se llevarán a cabo y
en los que se decidirá el destino de cada alma.

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10) SEGUNDO LIBRO DE ENOC

El Segundo Libro de Enoc (usualmente abreviado como 2 Enoc, y conocido también como Enoc eslavo o Los
secretos de Enoc, es un texto apocalíptico seudoepigráfico de fecha incierta y autoría desconocida.

Descripción
No está relacionado con el más antiguo 1 Enoc ni con otros dos libros de Enoc (3 y 4); la numeración fue puesta
por los estudiosos para distinguir los dos textos. Sólo se ha conservado en eslavo eclesiástico, pero se sabe con
certeza que es una traducción de un original en griego. Se piensa que la versión griega (desconocida) podría
proceder a su vez de un original hebreo o arameo. Se han propuesto fechas de elaboración que van desde el siglo
I hasta el siglo X de nuestra era, aunque la más aceptada es la primera.

Fue descubierto por el profesor Matvej I. Sokolov en 1886 en los archivos de la Biblioteca Pública de Belgrado.
Hoy el texto se conoce por cinco manuscritos, que transmiten dos versiones diferentes (conocidas como “versión
larga” y “versión corta”, de las cuales la segunda parece más fiel a un hipotético original). Algunos comentaristas
de la obra han hallado ciertas influencias cristianas, aunque no está claro si corresponden al texto original o a sus
posteriores traducciones y reelaboraciones.

El libro comienza con el relato de Henoc, en primera persona, de un viaje a través de los diez Cielos que culmina
en un encuentro con Yahvéh. Sigue una discusión sobre la creación del mundo, y las instrucciones de Dios a
Enoc para que regrese a la Tierra y difunda lo que ha aprendido. Las enseñanzas de Enoch duran treinta días; a su
término Enoc regresa al Cielo y se transforma en el ángel Metatrón. A partir de este momento, la narración pasa
a la tercera persona y cuenta las historias de Matusalén, Nir (el hermano pequeño de Noé) y Melquisedec.

11) EL LIBRO IV DE ESDRAS

La designación proviene del orden en que los diversos «Esdras» aparecen en la Vulgata: Esdras 1 (= Esdras
canónico), II (= Nehemías canónico) III (un apócrifo que describe la historia de la Pascua desde Josías hasta
Esdras) y el IV, nuestro texto. Escrito entre los años 70-100 d. C., puede dividirse en dos secciones: la de los
diálogos (caps. 3,1- 9,26) y la de las visiones (caps. 9,27-14,47).

Los capítulos 1-2 y 15-16 son adiciones cristianas.


En la primera, Esdras expone a Dios su angustia y estupor del modo divino de proceder respecto de Israel y del
mundo en general. Tras evidenciar la incapacidad congénita del hombre para escrutar el designio divino, se le
garantiza a Esdras que al final se desvelará el misterio. La segunda sección incluye tres visiones (la mujer
desconsolada, el águila y el ángel, y el Hijo del hombre) y un epílogo en el que Esdras aparece como el Nuevo
Moisés. El nivel teológico de la obra es notable, sobre todo en su reflexión respecto de la soteriología, el
mesianismo y el más allá.

Contenido
La parte del libro que se considera proveniente del original hebreo (capítulos III a XIV de la versión latina) puede
dividirse en siete revelaciones, a las que se ha denominado Las siete visiones de Esdras.2 El contexto es la
humillación del pueblo elegido por Dios y el triunfo de sus adversarios. Los protagonistas son Esdras y el arcángel
Uriel.

En la primera visión, Esdras le pregunta a Dios: «¿Acaso Babilonia es mejor que Sion?». Uriel le responde con una
reflexión sobre la incapacidad humana para comprender los planes de Dios, la transitoriedad de la situación
presente y la llegada de la recompensa de los justos «cuando se complete su número» (Apocalipsis 6:10-11, 1
Henoc 47:2).

Esdras pregunta ahora: «¿Por qué has entregado este pueblo a las multitudes? ¿Por qué has deshonrado esta raíz
entre las otras? ¿Por qué has prodigado tu único bien a muchos, y aquellos que creían en la Ley han sido
pisoteados por los enemigos de tu alianza?». En la segunda visión, Uriel contesta que el Día del Juicio llegará para
todos a su tiempo y que todos serán juzgados, primero por el Hijo del Hombre y luego por Dios, y anunció las
señales del fin de los tiempos.

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Esdras pregunta a Dios: «Si has creado el mundo para nosotros, ¿por qué no lo poseemos como herencia?». En la
tercera visión, Uriel contesta que la felicidad solo se consigue después de muchas dificultades. Y así, de la
preocupación por su nación, Esdras se proyecta hacia una preocupación por la humanidad y le pide al ángel que
explique por qué se salvarán tan pocas personas. Uriel responde que quienes se salvan son como el oro y las
piedras preciosas: que, aunque su número sea reducido, tienen mucho valor. Sin embargo, Dios no quiere que los
hombres perezcan, prodiga su misericordia a todos, y, «si no aligerara la carga de las faltas de los pecadores, el
género humano no viviría».

Dos temas doctrinales afloran en la tercera visión precisamente en el capítulo que falta en la versión latina (o
laguna de 7:35-36). Por una parte, Esdras pregunta qué pasará luego de la muerte, cuando el alma abandone el
cuerpo. «¿Estaremos en reposo mientras llega el tiempo del Juicio?», inquiere. El ángel responde con una
exposición de lo que ha llegado a ser la creencia dominante en la cristiandad: las almas de los justos van a Dios, y
las de los impíos «no entran en la morada eterna, sino que andan errantes y son castigadas, atormentadas y
afligidas».

El otro asunto es el de la imposibilidad de que los justos intercedan por los pecadores en el día del Juicio Final. A
la versión latina que se conserva en la Biblioteca Nacional de París8 le falta una página, que fue arrancada2
(7:102-112), precisamente donde se trata este asunto. A la pregunta de Esdras "En el día del juicio, ¿podrán los
justos interceder por los pecadores ante el Altísimo?"(7:102) Uriel responde (7:105), «cada uno responderá por su
propia justicia o injusticia».

La cuarta es la visión de una mujer que, luego de haber sido estéril durante treinta años, tiene un hijo que muere
el día de la boda. La mujer sufre y desaparece, y en su lugar aparece una ciudad inmensa. Uriel le explica a Esdras
que la mujer es Sion, y la muerte de su hijo, la ruina de Jerusalén, pero luego se ve la gloria de la nueva ciudad
santa.

La quinta es la visión de un águila que simboliza el Imperio romano o cualquier otro que «ocupó toda la tierra,
hizo padecer toda clase de tormentos a aquellos que la habitaban y oprimió al mundo [...] ha perseguido a los
justos, oprimido a los inocentes, odiado a los hombres virtuosos». Uriel sentencia: «Por eso desaparecerás, águila,
así como tus alas pecadoras, tus cabezas culpables, tus garras malvadas y tu cuerpo perverso, a fin de que la tierra
esté en reposo y liberada de todos tus tormentos». Tal águila se identifica (12:11) como la cuarta bestia de Daniel
7:7,23-26.

La sexta es la visión de un hombre que salió del mar y voló por las nubes, así como de numerosos hombres que se
reunieron para combatirlo. Sin embargo, cuando lo atacaron, «él no levantó la mano contra ellos ni la espada ni
ningún arma, sino que de la boca salió una bola de fuego, de sus labios una llamarada y de su lengua carbones
ardientes como un torbellino, y todo se mezcló y fue como una tempestad que descendió sobre la multitud de los
que le habían atacado y los consumió» (Apocalipsis 19:11-21).

En la séptima visión, Esdras se encuentra a la sombra de un árbol, cuando oye la voz de Dios, que le anuncia que
será arrebatado del mundo. Esdras le pide a Dios que envíe sobre él el Espíritu Santo para que pueda «escribir lo
ocurrido en el mundo y lo que está escrito en la Ley». La voz de Dios le indica que debe alejarse con cinco
escribas por 40 días, durante los cuales encenderá en su corazón «la lámpara de la sabiduría» hasta que acabe
todo lo que tiene que escribir. Esdras bebe de una copa, se llena de sabiduría y durante los 40 días escribe 94
libros. «Entonces Esdras fue arrebatado y colocado al lado de quienes se parecen a él». La séptima visión incluye
tanto la división de la historia en diez partes, propia del Libro de Henoc (93:3-10, 91:15-17), como una concepción
que fue destacada por los cabalistas: una parte de la revelación es publicada y otra ocultada para que la conozcan
solo algunos (14:6,26).

Los dos primeros capítulos, añadidos a la versión latina, exponen cómo Israel, por su pecado, hizo que Dios
buscara otras naciones e ilustran sobre cómo recibir la salvación, la «luz perpetua», huyendo de «las sombras de
este siglo», «haciendo justicia a la viuda, al huérfano, al pobre» (Isaias 1:16-20).

Los dos últimos capítulos, también añadidos al texto original, tratan sobre el final de los tiempos: «La baja de
precios será tal sobre la tierra que se imaginarán que la paz les es concedida, pero entonces la tierra verá que
aparecen males, la espada, el hambre y grandes disturbios». Anuncian grandes desastres que precederán a la
liberación de los justos.

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12) LOS APOCALIPSIS DE BARUC

Como en el caso de Henoc, también el personaje de Baruc sirvió para dar legitimidad a algunos escritos
apocalípticos: Baruc siríaco y Baruc griego.

Baruc siriaco es una obra muy relacionada con el IV Esdras, aunque un poco posterior; su lengua original fue
semita (hebreo o arameo), aunque a nosotros ha llegado en siríaco, de ahí su denominación. Como en IV Esdras,
el tema fundamental es la pregunta por el sorprendente gobierno de Dios respecto del mundo: por qué permite
el éxito de los malvados mientras el justo es marginado y humillado. Habrá un juicio en el que se superarán las
contradicciones de esta vida, es la respuesta de Dios. En el tema mesiánico distingue dos momentos: el reino
mesiánico (en este mundo), en el que la distinción entre buenos y malos es sólo parcial, y el reino de Dios (en el
más allá) que tendrá lugar tras la vuelta del Mesías al cielo y la resurrección de los muertos; entonces la
distinción entre buenos y malos será absoluta.

El Apocalipsis siríaco de Baruc, también conocido como Libro II de Baruc, o 2 Baruc, es un escrito apócrifo
israelita del Antiguo Testamento de finales del siglo I, después de la caída de Jerusalén (año 70) o de comienzos
del siglo II.

Aunque es considerado apócrifo, y ni para el judaísmo ni para el cristianismo hace parte del canon bíblico, se
encuentra en la Peshitta, la versión siríaca de la Biblia. Tiene 87 capítulos.
Aunque el Libro de Jeremías canónico presenta a Baruc como secretario de Jeremías, el Apocalipsis de Baruc lo
trata no sólo como profeta, como el Libro de Baruc, sino que además le otorga un papel aún más importante que
el de Jeremías.

Este libro apocalíptico tiene un estilo similar a las escrituras atribuidas a Jeremías ― una mezcla de oraciones,
lamentaciones y visiones ―. Los eruditos lo consideran como una reacción a la caída de Jerusalén, y
particularmente del templo. Según el texto, los objetos sagrados del templo fueron rescatados de la destrucción
por ángeles, y están reservados para cuando sea reconstruido.

La primera parte del libro se estructura en tríadas ―tres ayunos, cada uno seguido por tres visiones y luego por
tres discursos al pueblo―. Las visiones son notables para su discusión de la teodicea, el problema del mal, y un
énfasis en el predestinación. En los capítulos 56 y 74, el ángel Ramiel hace una interpretación mesiánica de la
visión de Baruc de «las aguas negras y las aguas blancas», descifrando el sentido de la historia del pecado y la
redención.

La segunda parte del texto es una larga carta de Baruc a «las nueve y media tribus» (76-86), que muchos eruditos
creen que era originalmente un documento separado, que discute la importancia y la primacía de la Ley judía.

Baruc griego, escrito a finales del s. 1 d. C., probablemente en Egipto, es una obra inspirada en la destrucción de
Jerusalén. Se inicia con una lamentación por tan lamentable suceso; sigue la interrogación por tal desgracia y se
concluye con la alabanza a Dios, quien, con sus respuestas, tranquiliza al vidente. El argumento se desarrolla a
través de un viaje por los cinco cielos, donde contempla cómo Dios ejerce la justicia. En esta obra no se habla del
más allá, y la retribución a la que se alude parece ser intramundana.

También en un filón específicamente cristiano se desarrolla la apocalíptica, a partir del Apocalipsis de Juan.
Contemporáneo o algo posterior al Apocalipsis de Juan es el capítulo 16 de la Didajé (100-150), que recoge las
ideas y las imágenes del apocalipsis sinóptico y de 2Tes 2.

Del Apocalipsis de Pedro, escrito en griego por el 135, nos quedan un largo fragmento (llamado "fragmento de
Akmin", publicado en el 1887) y una traducción etiópica (publicada en el 1910). En el gran marco de la conclusión
positiva de la lucha entre el bien y el mal, presentada con mentalidad sincretista, se dedica una atención especial
al premio escatológico de los buenos y al castigo de los malvados.

Lic. F. Adalid García R.


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El Pastor fue escrito por Hermas por el 150. Su plena pertenencia a la literatura apocalíptica es discutida por
los autores. Su punto de contacto con la apocalíptica es la forma literaria de visiones.

El Pastor de Hermas es una obra cristiana del siglo II que no forma parte del canon neotestamentario
y que gozó de una gran autoridad durante los siglos II y III. Tertuliano e Ireneo de Lyon lo citan como
«Escritura», el Codex Sinaiticus lo vincula al Nuevo Testamento y en el Codex Claromontanus figura
entre los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo.

La primera versión de la obra fue escrita en griego, y de ella no se ha conservado el texto completo,
pero inmediatamente fue traducida al latín quizás por su propio autor, Hermas de Roma.

La referencia al papa Clemente I que se hace en la obra situaría las dos primeras visiones entre los
años 88 y 97 periodo en el que se sitúa el pontificado del mismo. No obstante el análisis del lenguaje
utilizado, el lenguaje teológico transmitido y la similitud con textos como el Apocalipsis de San Juan,
parecen fijar la época de la obra hacía la primera mitad del siglo II, más específicamente entre el 130 y
140.

Composición y contenido

El Pastor se compone de cinco visiones de género apocalíptico, doce mandatos y diez parábolas. El
tono de la obra viene dado por la utilización de la primera persona del singular presente desde el
inicio de la primera visión:

El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años la encontré de
nuevo, y empecé a amarla como a una hermana.

La primera visión es más bien una amonestación al mismo Hermas por su amor a Roda y su
condescendencia con sus hijos. En la segunda visión Hermas es invitado a dar a conocer el contenido
de un libro que en resumen es una exhortación al arrepentimiento. La anciana que le habló en la
primera visión se muestra como la Iglesia, pero también le dice que el libro ha de ser completado aún.

En la tercera visión ve una torre que también simboliza a la Iglesia y en la cuarta le es profetizada una
tribulación simbolizada en un gran monstruo. La última visión presenta al Pastor que le mostrará y
enseñará las parábolas del resto de la obra.

Así, la siguiente parte, dedicada a los «mandatos» trata de diversas virtudes cristianas y humanas: la
fe, el temor de Dios, la continencia, la inocencia, la sinceridad, la castidad y el matrimonio cristiano.
En el sexto «mandato» se habla de los dos caminos.

La tercera parte es muy dispar en la traducción manuscrita y tendría unas 10 parábolas.

La utilización de un lenguaje alegórico se extiende por toda la obra, la cual transmite un mensaje
optimista y lleno de esperanza. Sin embargo, se duda de la unidad del texto debido a que el Pastor no
es mencionado en las primeras visiones y se presenta más bien como una especie de enlace entre la
segunda y la tercera parte. Más aún, existen dos versiones (la copto-sahídica y la del papiro 129 que se
encuentra en la Universidad de Michigan) que no contienen las primeras cuatro visiones. Por tanto, al
menos habría dos momentos de composición aun cuando ya desde muy pronto se le habrían unido
las primeras cuatro visiones.

De la composición fácilmente se pasa a la diversidad de autores. Y ahí se ha dado aunque el estado de


las investigaciones no permita demostrar que el texto del Pastor tenga en realidad varios escritores.
Philippe Henne ha intentado demostrar la unidad del escrito a partir de diversos puntos de vista: el

Lic. F. Adalid García R.


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testimonio de los demás padres de la Iglesia, la tradición del texto, el vocabulario empleado y el
contenido teológico.2

Dos son los temas principales de la obra: la Iglesia, que es presentada en sí misma, en su aspecto
histórico y en su tiempo final o escatológico. Al autor le interesa hacer notar la identificación entre las
tres. Por eso, la anciana (que simboliza a la Iglesia en sí misma, afirma sobre la histórica:

La torre que ves en construcción, soy yo, la Iglesia que has visto ahora y antes
Visión III, 3, 3.

Habla además de la relación de Cristo con la Iglesia, usando imágenes de fuerte resonancia bíblica
como la «puerta» o la «roca».

La penitencia se presenta como el modo de entrar a esa Iglesia que sería el único canal de salvación.
Se ha discutido largamente si el Pastor muestra que no existía en su tiempo una posibilidad de
penitencia tras el bautismo. Esta situación no era del gusto de Hermas (todo a partir de una exégesis
del texto de la visión II (2, 4-5) y la criticaría a través de su obra. Pero también se puede interpretar
como un sostener la segunda penitencia que existía y que era criticada por algunos considerados
como rigoristas.

El resto de su teología depende mucho del ambiente judío: considera al Espíritu Santo más como el
espíritu de Dios y no parece haber una teología trinitaria en el escrito.

El Apocalipsis de-Pablo se compuso en griego en la primera mitad del siglo III. De naturaleza ecléctica, la obra
presenta dos visiones de Pablo, que ha subido hasta el tercer cielo. Pablo ve toda una serie de cuadros, que le va
explicando un ángel: los justos son premiados, los malvados son castigados según diversas categorías, con
interrupciones momentáneas (los domingos) de sus penas.

El juicio de san Agustín (" ... personas frívolas, con una presunción loca han inventado el Apocalipsis de Pablo...,
lleno de no sé cuántas fábulas", recogido por M. Erbetta es quizá demasiado severo. Pero estamos ya en el ocaso
de la verdadera apocalíptica -que apreciaba san Agustín- y se va cayendo en una pura y simple descripción
imaginativa del más allá, del juicio, de las penas, de los premios. El estilo se va haciendo cada vez más artificioso.

Volvemos a encontrar estas características decadentes en la serie de "Apocalipsis" tardíos, que a veces se
conservan tan sólo en fragmentos, como el Apocalipsis de Tomás (¿antes del siglo v?), el Apocalipsis de Sofonías
(el texto copto fue escrito por el 400), el Apocalipsis de Elías (¿finales del siglo iv?), el Apocalipsis de Zacarías,
tres Apocalipsis de Juan (ss. v, vi-vii, xi), dos Apocalipsis de María (ss. vii, ix), el Apocalipsis de Esteban (s. v, del
que sólo hay noticias indirectas).

Lic. F. Adalid García R.


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