La Índole Reflexiva de La Modernidad (Pp. 45-51)
La Índole Reflexiva de La Modernidad (Pp. 45-51)
La Índole Reflexiva de La Modernidad (Pp. 45-51)
De esta manera, gracias a que los actores han adquirido un carácter reflexivo
sobre la vida social, ese mismo conocimiento les permite modificarse a sí mismos
constantemente. En la era moderna, el conocimiento reflexivo de los agentes
interviene en todos los aspectos de sus vidas, así como en la intervención tecnológica.
Podría decirse que lo característico de la modernidad (y, por tanto, del conocimiento
sociológico) es la reflexión sobre la naturaleza de la propia reflexión (Giddens, 1990).
La razón, sustituta de la tradición, está lejos de ofrecer certidumbre; vivimos en un
mundo construido sobre las bases de un conocimiento aplicado reflexivamente, y
como conocimiento científico está sujeto al principio de falsación popperiano. Así, no
podemos tener seguridad de que el conocimiento que aplicamos reflexivamente no
será revisado posteriormente.
«La modernidad flota libremente bajo las entrañas de la ciencia dura» (Giddens, 1990:
47).
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Giddens (1990: 31) señaló tres razones por las que la separación del tiempo y espacio son esenciales en
el “dinamismo extremo” de la modernidad. Primero, es una condición para el proceso de desanclaje,
pues «la separación tiempo-espacio […] corta las conexiones que existen entre la actividad social y su
“anclaje” en las particularidades de los contextos de presencia». Segundo, facilita la organización
racionalizada, y tercero, la historicidad radical vinculada a la modernidad, «la “historia” como
apropiación sistemática del pasado que ayuda a configurar el futuro».
Ángela Olcina, María Cateura, César Mollá. Apuntes Teoría Sociológica Contemporánea.
Tal y como sugiere Giddens (1990), las estadísticas están inmersas en el mundo
social en el que se toman, y son claves para el Estado y muchos otros medios de
organización social. De esta forma, el tratamiento de las estadísticas oficiales es por sí
mismo una tarea de índole reflexiva. Por supuesto, esta reflexividad no solo inmiscuye
al Estado. Es bien sabido que las personas tenemos en consideración la tasa de
divorcialidad a la hora de contraer matrimonio, y este conocimiento puede afectar a la
decisión misma de casarse, así como otras respectivas decisiones.
«Prácticamente cada persona que contempla la posibilidad de casarse tiene alguna
idea de cómo ha cambiado la institución familiar, de los cambios acaecidos en la posición social
y el poder relativo entre hombres y mujeres, de las alteraciones en las costumbres sexuales,
etc. […] El matrimonio no sería lo que es hoy si no hubieran sido tan profundamente
“sociologizados” y “psicologizados”» (Giddens, 1990: 50).
Así, los conceptos de las ciencias sociales adquieren una especie de circularidad
con respecto a lo que significan ellos mismos, reestructurando reflexivamente el sujeto
de su análisis. De esta forma, Giddens (1990) asegura la Sociología es la ciencia que
provee conocimiento experto sobre la vida social, y se encuentra estrechamente ligada
a la modernidad. Giddens (1990) desmiente la idea de que a mayor conocimiento de la
vida social más control poseemos sobre nuestro destino; eso sería así si el
conocimiento de la vida social estuviese separado sobre la vida social misma, o bien
que este podría imbuirse en las razones de la acción misma incrementando la
racionalidad de las mismas acciones. En este sentido, Giddens sostiene que estas dos
condiciones se alejan sustancialmente de las pretensiones de la Ilustración, debido a
cuatro factores que actúan concomitantemente:
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Giddens (1990) lo ejemplifica valiéndose de conceptos de la Economía. Algunos de ellos como
«capital», «inversión» o «mercados» se desarrollaron junto a los albores de la disciplina en el siglo XVIII
y comienzos del XIX. Tal y como subraya «(estos conceptos) no podían, y no pudieron permanecer
separados de las actividades y acontecimientos a los que se refieren» (Giddens, 1990: 48). Sin duda, sin
la apropiación reflexiva de los sujetos de estos conceptos la vida económica no tendría la forma que hoy
tiene.
Ángela Olcina, María Cateura, César Mollá. Apuntes Teoría Sociológica Contemporánea.
muestran incapaces de criticarla desde un punto de vista superior. Así, resulta difícil
hablar de postmodernidad como reemplazo a la modernidad, pues no consigue dar
coherencia a la historia y definir nuestro lugar dentro de ella. Tal y como asegura
Giddens (1990) la filosofía de mediados del siglo XIX de Nietzsche era un intento de la
modernidad por tratar de comprenderse a sí misma, y no como una forma de
superarla. Se trataban de visiones providenciales, ya que hay que tener en cuenta que
la Ilustración y la cultura occidental surgen de un contexto religioso.
«No es sorprendente que la defensa de la razón liberada de ataduras sólo remodelara
las ideas de lo providencial en lugar de sustituirlas. Un tipo de certeza (la ley divina) se
reemplazó por otro (la certeza de nuestros sentidos, la certeza de la observación empírica), y la
divina providencia se reemplazó por el progreso providencial. (…) La idea providencial de razón
coincidió con el auge del dominio europeo sobre el resto del mundo» (Giddens, 1990: 54).
entre diferentes contextos sociales o regiones que se convierten en una red a lo largo
de toda la superficie de la tierra» (Giddens, 1990: 67), de forma que los acontecimientos
locales se configuran por sucesos que ocurren en lugares muy lejanos, o viceversa. De
este modo, la transformación local debe comprenderse como una parte de la
mundialización y la extensión de las conexiones espacio-tiempo. Si bien, hay que tener
en cuenta que el resultado no es una serie de cambios que actúan uniformemente,
sino que muchas veces se trata de tendencias opuestas entre sí.
«La creciente prosperidad del área urbana de Singapur podría estar causalmente
relacionada, a través de una complicada red de conexiones económicas mundiales, al
empobrecimiento de un barrio de Pittsburgh, cuyos productos locales no son competitivos en
los mercados mundiales» (Giddens, 1990: 68).
Sin duda, esta cita resulta análogo al efecto mariposa que propuso Edward
Norton Lorenz. Otro ejemplo que puede ofrecerse es el de los nacionalismos locales;
en efecto, el desarrollo de relaciones sociales mundiales puede disminuir los
sentimientos nacionalistas vinculados al Estado-nación, pero también pueden estar
implicados en intensificar sentimientos nacionalistas localizados.
Observaciones finales (pp. 164-166)
En este punto, Giddens repasa alguna de las ideas fundamentales para la
comprensión del capítulo. En primer lugar, nos encontramos en un periodo de alta
modernidad, que ha roto con la seguridad ontológica que proporcionaba la tradición,
“anclada” al dominio de las instituciones occidentales. Mientras que los que llevaron a
cabo el dominio de Occidente propusieron permutar el dogma por la certidumbre, «la
modernidad implica efectivamente la institucionalización de la duda» (Giddens, 1990:
164), pues todo conocimiento debe poseer “circularidad”. Empero este término tiene
significados distintos en ciencias naturales y sociales; en las primeras, concierne al
hecho de que todo conocimiento es susceptible de ser descartado, mientras que las
sociales presuponen de una circularidad bidireccional (doble hermenéutica) que
constituye las instituciones modernas, y las pretensiones de validez del conocimiento,
que son revisables y, concomitantemente, revisadas mientras circulan dentro y fuera
del entorno que describen.
Así mismo, la modernidad tiene un carácter globalizador, que sumado a la
circularidad de su carácter reflexivo se aúna un “universo de acontecimientos” donde
riesgos y peligros adquieren un nuevo carácter. Las tendencias globalizadoras propias
de la modernidad conectan a individuos con sistemas de gran escala fruto de una
dialéctica del cambio. En este sentido, mucho de lo que usualmente se llama
“posmoderno” se refiere al vaciamiento del progreso al son que la circularidad se
afianza e incrementa la cantidad de información que implica vivir en “un mundo”. Si
bien, esto no es la disolución del sujeto inmerso en un mundo de signos, sino un
proceso de transformación de la subjetividad y de la organización social global.
«La modernidad está inherentemente orientada-al-futuro, hasta tal punto, que el
futuro posee status de modelador contrafáctico» (Giddens, 1990: 165).
Ángela Olcina, María Cateura, César Mollá. Apuntes Teoría Sociológica Contemporánea.
Giddens arguye que las previsiones del futuro se hacen del presente, reincidiendo
sobre las formas en que se desarrolla el futuro; a esto lo llama realismo utópico. Para él, las
utopías del realismo utópico son contrarias de la reflexividad y la temporalidad de la
modernidad. Estas prescripciones, según Giddens, obstruyen el carácter abierto de la
modernidad. En un mundo postmoderno, tiempo y espacio dejarían de ordenarse a partir de
su interacción con la historicidad; seguramente proporcionaría a muchos individuos seguridad
ontológica a raíz de la creencia de la capacidad humana para controlar el mundo social, a partir
de un complejísimo entrelazamiento de lo local y lo global.