Año Jubilar Lasallista - Hno. Javier Lorenzo PDF
Año Jubilar Lasallista - Hno. Javier Lorenzo PDF
Año Jubilar Lasallista - Hno. Javier Lorenzo PDF
Hemos comenzado este momento de encuentro con esa aclamación que utilizamos habitualmente y
que suscita gran entusiasmo en los grupos de alumnos cuando se utiliza. La verdad es que, a veces, siento
que alcanza incluso un tono marcial no muy adecuado. Claramente ha pasado a ser el “santo y seña” del
mundo lasallista, de la misma manera que otros grupos y asociaciones tienen su frase identificativa.
Quisiera iniciar este tiempo de reflexión, profundizando brevemente en el origen, desarrollo histórico y
en el lugar que hoy podría ocupar el “Viva Jesús en nuestros corazones”, para responder a la finalidad para
la que fue creado.
Hay algo que me parece no es muy conocido: en el ámbito de los Hermanos nace con el carácter de ser
una breve oración, se mueve en el terreno de lo espiritual. El art. 64,1 de la Regla de los Hermanos lo
expresa con claridad: “en la plegaria “Viva Jesús en nuestros corazones. ¡Por siempre!” los Hermanos
encuentran a la vez la seguridad de la presencia constante del Dios Trinidad y la llamada a ser, en
Jesucristo, mediadores de su amor” (R 64,1).
Parece claro que fue Juan Bautista de La Salle quién elaboró esta oración para los Hermanos. Al hacerlo
no es totalmente original ya que otros autores espirituales de aquel momento recogen textos similares
que responden evidentemente a la espiritualidad francesa de la época. Un historiador del Instituto de los
Hermanos, Rigault, nos dice: “La Salle no busca ser original: sintetiza, asimila, adapta…, crea fórmulas
propias para el uso de la nueva familia religiosa”.
Esta pequeña plegaria no se pensó para la escuela. Los Hermanos la utilizaban en el marco de la vida de
comunidad. Por ejemplo, al levantarse por la mañana un Hermano decía “Viva Jesús en nuestros
corazones” y todos respondían “¡Por siempre!”. A la hora de acostarse el Hno. Director despedía a los
Hermanos con esta oración. Poco a poco se extendió el uso de la frase y se fue utilizando para comenzar
o finalizar bastantes actos internos y exclusivos de los Hermanos.
Algún Hermano empezó a utilizarla en la escuela, al comenzar las actividades del día, aunque siempre
tuvo la peculiaridad de ser más propia de la vida comunitaria de los Hermanos. A lo largo de los siglos
esta oración mantiene su fuerza como la invocación principal del Instituto y así ha llegado hasta ahora.
En todo ese tiempo encontramos declaraciones de los Superiores Generales y de los Capítulos Generales
que refuerzan su papel.
Hoy sigue entre nosotros como algo que identifica. Al iniciar este año en recuerdo de los 300 años del
fallecimiento de Juan Bautista de La Salle me gustaría invitarles, a ustedes educadores, a utilizarla cada
vez más como una pequeña plegaria. Pienso que con los alumnos no es ya muy fácil, aunque podría ser
posible, despejarla de su aire marcial, sin más.
Al asumirla como una breve oración podemos dejar que penetren en nosotros, especialmente, dos
sentimientos: a) la fe en la presencia de Jesús en el interior de nuestro ser; el corazón es un símbolo que nos
habla de sentimientos y emociones, de aquello que verdaderamente mueve la vida, por encima de ideas
y razonamientos. Queremos identificarnos con Jesús para adoptar sus actitudes y valores y vivir
comprometidos, como él, con el sueño de Dios para nuestro mundo. Esta expresión nos invita a
encontrar en nuestro interior la vitalidad y la creatividad que animó a Jesús a descubrir y vivir su misión.
b) la dimensión de lo comunitario, no decimos “en mi corazón” sino “en nuestros corazones”. En palabras
de La Salle somos “ministros y embajadores”, anunciamos juntos el Evangelio.
años de la Pascua de
Juan Bautista de La Salle
El 7 de abril de 1719, Juan Bautista de La Salle fallecía en la ciudad de Rouen. Es el acontecimiento clave
de las celebraciones en las que nos vamos a ver inmersos. La Salle entra en la plenitud de la vida, se
encuentra con el Dios al que ha dedicado su existencia, descansa en sus brazos de Padre, entregándole
lo que en sus 68 años de existencia ha sido su aportación gozosa a la construcción del Reino: un grupo
de maestros, consagrados a Dios, para que el conocimiento de la verdad y la salvación lleguen a esos
hijos de los “artesanos y pobres”, cuyos padres no pueden hacerse cargo de su educación. En las
meditaciones 1 y 2 de las “Meditaciones para el Tiempo de Retiro” podemos leer una hermosa reflexión
de La Salle al respecto. Conseguir que esos niños y jóvenes sean “buenos cristianos y buenos ciudadanos”,
es la tarea que al momento de su muerte llevan en sus manos 100 Hermanos en Francia y 1 en Roma.
En enero y febrero de 1719 ya fueron apareciendo en La Salle señales de que su salud se deterioraba y
estaba próximo su final. El 19 de marzo, fiesta de San José, sintió una repentina mejoría, y tuvo fuerzas
para levantarse y celebrar su última Eucaristía. El 2 de abril, Domingo de Ramos, comenzó la Semana
Santa y la recta final de Juan Bautista. Días de recibir a sacerdotes y amigos que venían a despedirse,
redacción final y firma ante notario de su testamento, palabras de despedida a los Hermanos… El
miércoles recibió el viático, su última comunión, y el Jueves Santo la unción de los enfermos. A
medianoche del jueves, en el comienzo del Viernes Santo, entró en agonía. En un momento, el Hno.
Bartolomé le preguntó si aceptaba los dolores que estaba pasando y La Salle pronunció las que fueron
sus últimas palabras: “Sí, adoro en todo el proceder de Dios para conmigo”. A las cuatro de la madrugada
juntó las manos, elevó los ojos y expiró. Inició su camino a la eternidad.
Se han cumplido 68 años de vida. Un constante caminar en la presencia de Dios. Ir descubriendo nuevos
caminos con una permanente escucha de la voluntad del Padre. No ha sido fácil. Pero Dios ha estado
siempre cerca de él con una pedagogía que le ha llevado a dar un paso tras otro. Tarea cumplida.
Para nosotros queda un modelo vital. Alguien al que dirigir la mirada. Su vida y sus obras están ahí, a
nuestro alcance. En lo formal muchas cosas pertenecen a una época pasada. En lo profundo pueden ser
objeto de lectura y asimilación en nuestro tiempo. Para todos: Hermanos, maestros, alumnos… sigue
siendo nuestro “Padre y Fundador”.
Durante los dos últimos años de su vida trabajó en completar varias de sus obras, especialmente la
“Explicación del Método de Oración”, revisó la Regla, tal como le habían pedido los Hermanos, continuó
con su extensa correspondencia de contacto con los Hermanos y apoyó con todas sus fuerzas al Hno.
Bartolomé, que le había sucedido como Superior General. El Hno. Robert, Superior General actual, en una
de sus circulares de preparación de estos acontecimientos que vamos a celebrar, dice lo siguiente: “Sus
últimos años se caracterizan por su generatividad, es decir, por su preocupación práctica y fraterna de
la próxima generación de los Hermanos”.
Desde esa constatación nos hace el Hno. Robert una invitación a todos los lasallistas a tener una
preocupación activa por las siguientes generaciones de lasallistas que ocuparán nuestro puesto de
educadores, a estar ideando, con energía, pedagogía contemporánea basada en los principios lasallistas.
Me atrevería a resumir esta invitación en dos palabras: Futuro y Esperanza.
Juan Bautista de La Salle siente que con él no se acaba la gran misión iniciada. Hay un Futuro y ese futuro
está teñido de Esperanza. ¿Vivimos nosotros esos sentimientos o nos limitamos sencillamente a cubrir el
expediente de nuestro hoy concreto repitiendo sin más lo hecho en el pasado?
El Hno. Alvaro Rodríguez, anterior Superior General, se expresó así en una ocasión: “¿Estamos
convencidos que más importante que administrar un pasado es mirar hacia delante, a pesar de todo, y
convertirnos al futuro?”
Si el camino cotidiano, personal y colectivo, está marcado por el descontento y la amargura que nos
encierra en la lamentación, en permanente nostalgia de caminos inexplorados y sueños no realizados,
entonces se convierte en un camino solitario y estéril. Una escuela anclada “en lo que ha sido”, por muy
grande que haya sido, sin introducir en su vida y su historia “lo que será”, por muy inseguro e incierto que
pueda ser, no responde al ideal de escuela para hoy y para mañana.
Mirar hacia el futuro con esperanza permite generar un modelo nuevo de persona, de ciudadano, que
deberá implicarse en la construcción de una sociedad más justa.
Para recoger de forma gráfica lo que se quería expresar en la celebración del Tricentenario de la Pascua
de Juan Bautista de La Salle, se ha creado el logo del tricentenario. La idea y la elaboración nació y se
plasmó en Filipinas.
El logotipo es un círculo que representa la plenitud de la vida. Dentro del círculo se halla el número 300,
en apariencia ascendente para significar la vitalidad continua del Instituto y la celebración de la entrada
de La Salle a la plenitud de la vida.
El círculo tiene aberturas en lugar de una curva cerrada. Los números, 3 0 0, en el 300, tienen también
aberturas en lugar de ser tres números cerrados y separados. Las aperturas indican que la Misión
Lasallista está abierta a ir más allá de sus propias fronteras. Son como portales donde los lasallistas
pueden fácilmente romper barreras en sus propios itinerarios vocacionales y ser uno con aquellos que
viven en las periferias.
Alrededor del círculo se ha colocado el texto del lema para definir claramente la celebración del
tricentenario. Aunque la muerte puede haber separado a los lasallistas de su fundador, el texto alrededor
del círculo expresa el modo en que los lasallistas de todo el mundo continúan mostrando con el corazón,
el compromiso y la vida su unidad en la Misión Lasallista.
El color azul fue elegido por ser uno de los colores utilizados habitualmente en el Instituto.
CORAZÓN. UN C
UN OM
9
1
PR
20
OM
A SALLE 1719-
Celebrar este aniversario es invitarnos a seguir dando vida en la historia a la misión lasallista. El tiempo
es para darlo, para entregarlo. Cada persona conoce cuando su tiempo es tiempo compartido, tiempo
para amar y construir un mundo mejor. Juan Bautista de La Salle nos envió a ofrecer nuestro tiempo,
nuestra vida para la “educación humana y cristiana de los niños y jóvenes, especialmente de los más
necesitados”. Educar necesita tiempo, paciencia, esfuerzo, dedicación… y también dar vida a los sueños
y las ilusiones.
Pero la celebración no se agota en lo que hasta ahora hemos presentado. El 2019 va a ser igualmente
“Año de las vocaciones lasallistas” y la Santa Sede, el Vaticano, ha declarado un “Año Jubilar” lasallista con
motivo del 300 aniversario de la muerte de San Juan Bautista de La Salle.
Año Lasallista
El Año Jubilar comenzará el 17 de noviembre de 2018, que es la fiesta de la Dedicación del Santuario de
San Juan Bautista de La Salle en la Casa Generalicia de Roma, donde están sus reliquias más importantes,
y concluirá el 31 de diciembre de 2019, al final del Tricentenario y del Año de las Vocaciones Lasallistas.
En Quito ya se ha señalado que comenzará con una Eucaristía que tendrá lugar en la Catedral el 17 de
noviembre, presidida por el Sr. Arzobispo.
¿Qué es un Jubileo o Año Jubilar? Es una tradición de la Iglesia Católica, que tiene su origen en la
tradición judía del jubileo que se celebraba cada cincuenta años. A un determinado lugar, iglesia o
santuario, o a una fiesta o acontecimiento religioso significativo (sería nuestro caso) se le concede
durante un tiempo concreto, que es por una vez o se repite con una determinada regularidad, la
posibilidad de que los cristianos que participen en algunas ceremonias o visiten esa iglesia o lugar,
obtengan gracias espirituales que se denominan indulgencias, cumpliendo ciertas condiciones, unas de
tipo más espiritual (oraciones concretas, participación en la Eucaristía y en el sacramento de la
Reconciliación, peregrinar a lugares significativos…) y otras de carácter caritativo o social de ayuda a los
más necesitados.
El Hno. Superior General en la circular en que anunciaba la concesión de este Año Jubilar al mundo de La
Salle, hacía hincapié especialmente en dos de esas condiciones. Cito textualmente esa parte de su texto:
“Un año de Jubileo ofrece la oportunidad de expresar nuestra fe a través de acciones concretas a favor de los
más necesitados. Los invito a todos a celebrar el Jubileo a través de actos prácticos de bondad y servicio a los
jóvenes que anhelan misericordia y compasión.
Tradicionalmente, un Año Jubilar es también una ocasión para peregrinaciones. El objetivo de una
peregrinación es visitar lugares imbuidos de significado espiritual y la experiencia de la presencia de Dios.
Animo a cada uno de ustedes a convertirse en peregrinos durante el Año Jubilar. Deje que su peregrinación le
lleve “más allá de las fronteras” a lugares que lo inspiren con un sentido de la presencia de Dios y a las personas
pobres y vulnerables que son ocasiones de encontrar a Jesucristo”.
En las palabras del Superior hay una invitación a acentuar la dimensión social en la celebración de este
Año Jubilar. Acercarnos a los jóvenes que anhelan misericordia y compasión y a las personas pobres y
vulnerables, es peregrinar y sentirnos en la presencia de Dios, dimensión muy propia de la espiritualidad
lasallista. Peregrinar no es únicamente visitar bonitas iglesias o santuarios de la Virgen, quizá hoy en día
peregrinar es mucho más acercarnos a los lugares de sufrimiento y pobreza, extender nuestra mano para
tocar y ayudar a esos “cuerpos de Cristo” y “templos del Espíritu” que caminan por la vida sin ilusiones y
esperanzas. Para nosotros, educadores, peregrinar puede ser dirigir la mirada y extender una mano llena
de afecto hacia esos muchachos de nuestras aulas que necesitan ser acompañados, ser amados. Hacer
trabajar nuestra experiencia, nuestros conocimientos, nuestra sensibilidad para dar respuestas nuevas,
creativas, a las necesidades de los niños y jóvenes. Que seamos capaces a lo largo de este año de
peregrinar “más allá de las fronteras”.
La vocación es algo dinámico, está en constante desarrollo y crecimiento. Vivir en clave vocacional, sea
cual sea nuestra opción, nos permite recorrer nuestro camino con ilusión, optimismo, alegría,
compartiendo con los demás cuanto de vida encontramos al caminar. Nos exige confiar en Dios,
fidelidad, compromiso y coherencia en la opción hecha.
Quizá alguno de ustedes se ha sonreído al escucharme la invitación a “entender la vida como vocación”.
Han pensado, y puede ser que con razón, que ya han caminado bastante en su vida, que han conseguido
establecerse y tener muchas cosas fijas, que no les apetece moverse, ni hacerse muchas preguntas…
Para los que piensen que es bueno moverse, hacerse preguntas, sentir que la respuesta creativa de Juan
Bautista de La Salle hace más de trescientos años a la llamada de Dios para abrir el corazón a los niños y
jóvenes pobres y necesitados, es un movimiento que hoy sigue interpelando, llamando a hombres y
mujeres del siglo XXI, les invitamos a caminar con nosotros, los Hermanos, en este año para intentar
profundizar y comprometernos en la Misión Lasallista, no todo está dicho y realizado, hay muchas
puertas que abrir, ventanas a las que asomarse para ver y descubrir llamadas. Aunque algunos me dirán
que no lo notan, hay Hermanos que en Ecuador y a lo largo y ancho del mundo, nos sentimos felices de
poder compartir con toda la comunidad educativa la tarea de anunciar el evangelio a los pobres. Este año
es una invitación a convertirse en auténticos protagonistas de la misión lasallista. Quedan invitados a dar
el paso.
Los Hermanos también estamos convencidos de que el Señor sigue llamando a algunos jóvenes para ser
Hermanos y queremos en este año comprometernos con fuerza en el ministerio pastoral de las
vocaciones, pero creemos que no es algo que nos corresponde hacerlo solos. Es una tarea de la
comunidad educativa, cada uno desde el puesto y la tarea que ocupa. Una palabra de ánimo a un
muchacho que expresa una inquietud en ese campo, una oración en el aula, en la capilla, en una
convivencia…, un evitar que hablar de los Hermanos vaya casi siempre unido a ironías y críticas, valorar
positivamente la tarea de ser maestro, educador…, ser un modelo desempeñando esa tarea, apoyar las
actividades pastorales de este centro…, no ser la fuente habitual de bromas sobre los chicos que
participan en esas actividades…, ser capaz de invitar a algún alumno a plantearse esta opción…
Al releer el párrafo anterior me doy cuenta que me he quedado centrado en lo masculino, “propongamos
a los alumnos la vocación de Hermano”. Sin embargo lo justo es que igualmente les invite a plantear a
nuestras alumnas la vocación religiosa femenina. Junto a nosotros, aquí en Ecuador, están las Hermanas
Guadalupanas de La Salle, que ellas se hagan presentes también en la inquietud vocacional de nuestra
institución.
Nos hemos acercado en una primera visión a lo que puede ser el conjunto de celebraciones que se
insertan en este curso 2018-2019. Ya he sugerido algunos planteamientos y actividades que se podrían
hacer y asumir en este tiempo. Quisiera ahora ahondar un poco en lo que se nos ha planteado como lema
de este tricentenario: “Un corazón, un compromiso, una vida”.
El enfoque de este año: Profundizar nuestras motivaciones como lasallistas e intensificar nuestro
servicio a los pobres y vulnerables.
El objetivo: Manifestar nuestra unidad global y fortalecernos para trabajar por el mejoramiento de la
humanidad.
Se trataría, por tanto, a partir de nuestra identidad lasallista, de fortalecernos y h acer visible
nuestra unidad, trabajar para mejorar la sociedad, sirviendo a los pobres y vulnerables.
Me imagino que ya han escuchado la canción que a nivel de todo el Instituto se ha creado para el
Tricentenario. Su estribillo es bonito recordarlo para comprender lo que nos traemos entre manos:
Compartimos un corazón,
un compromiso,
una vida para vivirla con todos los demás.
Un amor, una vida, un compromiso
vive en nuestro corazón por siempre.
Lo anterior podemos sintetizarlo en una pregunta a plantearnos a nivel personal o colectivo: ¿Estamos
dispuestos a compartir un corazón, un compromiso y una vida tal como lo hizo San Juan Bautista de
La Salle, posibilitando estos 300 años de historia viva?
Dos textos breves que he tomado del Hno. Carlos Gómez, pueden ayudarnos a enmarcar esta pregunta
que he planteado:
“¿Qué sueños queremos construir? ¿Qué horizontes queremos alcanzar? ¿Qué caminos queremos recorrer?
¿Qué riesgos estamos dispuestos a asumir?”
“La audacia podría llevarnos a fracasos; pero es infinitamente mejor equivocarse buscando, que morir de
aburrimiento. En los riesgos podríamos acrecentar la fe, y en la audacia florece la esperanza. De eso trata:
innovar o desaparecer; crear o perecer”
Compartir un
Compartir un corazón
corazón
El lema “Lasallistas de corazón”, a través de su simpática canción, nos acerca a sentir lo que puede ser
poner en el centro el corazón, con todo el simbolismo que lleva consigo.
La Salle y los primeros Hermanos fueron personas abiertas a la acción de Dios, se dejaron “Tocar el
corazón” por Él. Dios les tocó en lo más profundo de su ser y los guió para mover el corazón de aquellos
que caminaban con ellos. Dios les regaló la gracia de ser el corazón de un nuevo carisma en la Iglesia y
para el mundo.
Un carisma recibido gratuitamente como un don para el bien de quienes Dios nos ha confiado y son el
centro de nuestra misión: nuestros alumnos, especialmente los más empobrecidos y vulnerables. Como
dice La Salle en uno de sus textos: “Procurad dar señales sensibles de que vosotros amáis a aquellos que
Dios os confía”.
Debemos tener el arte de tocar, conquistar y mover el corazón de nuestros alumnos, empeñarnos en
mover su corazón y afecto. Se trata de cuidar la relación positiva educador-alumno sabiendo que esto
contribuye a un aprendizaje más eficaz y a un crecimiento de la persona. La Salle comentaba a los
primeros Hermanos que el afecto que les profesaban los alumnos era un medio para conducirles a Dios.
Mover los corazones es un don y un arte. Como don lo recibimos de Dios y debemos pedírselo. Como arte
es necesario cultivarlo, formarse en él. Desde la pedagogía del corazón los educadores acompañamos en
su crecimiento a la otra persona, la ayudamos a aprender y a desarrollar habilidades, actitudes, valores
personales y sociales.
Esta pedagogía del corazón no sólo tenemos que aplicarla en la relación educador-alumno. Debemos
aplicarla igualmente en el marco de la relación entre los adultos que juntos y con diferentes ritmos y
motivaciones caminamos en la institución educativa. El Hno. Jeanpierre en su circular de comienzo de
curso recogía un pequeño párrafo en esta línea que me parece interesante: “Implica descubrir a la
persona, mirarla con empatía y confianza, sin prejuzgarla, sin ser invasivos. Asumir con respeto la
diversidad. Encontrar el tesoro que hay en el otro con generosidad y respeto. Aprender a escuchar y mirar
al otro, dejándose cambiar por él”.
Quienes nos sentimos parte de la familia y misión lasallista tenemos que dejarnos tocar por Dios y sentir
una llamada renovada a ser “juntos y por asociación” corazón, memoria y garantía del carisma lasallista.
Ser lasallistas de corazón.
Un compromiso
Las respuestas que La Salle quiso dar a las llamadas de Dios le llevaron a una vida de compromiso hacia
los demás: “…de modo que un compromiso me llevaba a otro, sin haberlo previsto en los comienzos”.
El espíritu de La Salle sigue presente entre nosotros y nos toca actualizar sus respuestas, respondiendo
así a las necesidades de los niños y jóvenes de este momento histórico.
Se nos pide comprometernos en comunidad apostando por una educación integral y una cultura
vocacional que ilumine la búsqueda humana de la verdad que da sentido a la vida. Se nos pide optar por
el diálogo, la humildad, el respeto a la diversidad, por la justicia, la paz y la integridad de toda la creación,
desde una solidaridad activa con los más necesitados.
Algunas dimensiones concretas a vivir en nuestra escuela pueden ser respuesta para actualizar la
llamada al compromiso de ser continuadores de la obra y el espíritu nacidos con La Salle.
Los pobres son los dueños de la historia. No pueden dejar de estar en el horizonte de nuestra escuela. En
el 2004 el Hno. Álvaro Rodríguez Echevarría, Superior General en ese momento, nos instaba a “inventar,
las respuestas nuevas que corresponden a los cambios sociales, económicos y políticos de los pueblos en
donde nos hemos encarnado, atentos especialmente a los niños y jóvenes que quedan excluidos de los
beneficios de la globalización tanto en los países ricos como en los países pobres”.
La insistencia del Papa Francisco en hablar de las periferias y las fronteras, invitando a caminar hacia ellas,
tiene aquí su cabida. Nuestra escuela debe descubrir las nuevas marginalidades y caminar hacia ellas en
un camino de éxodo. Empleando otra figura con fuerza actualmente podemos decir que el camino de
éxodo de nuestras escuelas de cara al futuro sería el camino del “centro a las periferias”. La Salle debe
comprometerse a renovar sus obras actuales y crear obras nuevas para responder creativamente a las
nuevas y antiguas formas de pobreza.
El Hno. Robert, actual Superior General, en su circular de Navidad de 2016 nos transmite esta reflexión:
“Nuestro compromiso lasallista en favor del bien común, con un enfoque preferencial y práctico hacia los
vulnerables y los pobres, es un movimiento impulsado por el Evangelio para ir “más allá de las fronteras”.
Desde el principio hay que reconocer que la dinámica del “más allá de las fronteras” es compleja, laboriosa,
incómoda y centrada en Cristo”. Más allá de donde esté geográficamente la comunidad de Hermanos y la
obra educativa, la promoción de la justicia social y la lucha a favor de la causa de los pobres, es tema de
todos los que nos decimos parte de esta identidad lasallista.
El ser cristiano de nuestra escuela lasallista todavía es identificado en algunas ocasiones, por la presencia
de símbolos religiosos y la participación del alumnado en celebraciones y oraciones. No se trata de
rechazar esos símbolos y esas celebraciones, sino de ser conscientes que tenemos que ir más a lo
profundo. Ser ámbito de construcción del Reino y testimonio de ese Reino, exige dirigir la mirada a Jesús
y su mensaje.
Para Jesús hablar del Reino es hablar de su propia experiencia de Dios, un Dios misericordioso cuya
bondad no tiene límites. ¿Nuestra escuela es o quiere ser reflejo de esa misericordia, de ese amor
profundo del Dios de la vida por el mundo y la humanidad? El contenido de la respuesta a esta pregunta
nos da pistas para la definición de nuestra escuela como escuela cristiana.
Concretando un poco más podemos decir que nuestra escuela es fundamentalmente cristiana cuando
en ella se dan, entre otros, rasgos como los siguientes:
Si hay una palabra que ha subido en el ranking del vocabulario escolar es la palabra “excelencia”, a la que
se unen otras dos: “eficacia” y “eficiencia”. No cabe duda que suponen una aportación a la manera de
organizar la gestión de los centros escolares, pero a la vez no hay que olvidar de dónde nace ese modelo
de excelencia. La empresa, inmersa en el sistema capitalista, es su cuna de nacimiento. Esto nos enciende
una luz de alarma. Necesitamos escuelas excelentes, pero igual no desde el modelo de la organización
empresarial.
La búsqueda del rendimiento administrativo pasa a ser el imperativo que mueve a la práctica educativa.
Se trata al final que el cliente, padre de familia, esté satisfecho de un servicio que paga, obtenga
satisfacción por el producto que contrata. Hay que buscar una escuela cuyos procesos de calidad se
muestren resistentes a las formas de vida generadas desde el capitalismo y se conviertan en alternativas
sociales para generar una sociedad que asegure una vida digna para todos.
Nuestra escuela es una escuela que se mueve en el marco de la Evangelización, es una acción
evangelizadora. Midamos especialmente su calidad por su ajuste a los valores del Reino.
El Hno. Álvaro Rodríguez, el año 2009, en el Discurso de clausura de la Asamblea que creó el Distrito
ARLEP, unión de todos los Distritos de España y Portugal, incluyó este claro y significativo párrafo:
“Evangelio vs. Empresa. El reflexionar sobre estas dos antítesis me parece importante. Es lícito y bueno
buscar la excelencia educativa, pero no es suficiente ni es lo más importante. Juan Pablo II nos decía que
nuestra misión es llevar el Evangelio al mundo de la educación. Muchas veces se mide la excelencia con
criterios empresariales, me encantaría tuvieran en el nuevo Distrito una tabla de evaluación a partir de los
valores evangélicos, que autenticara si realmente nuestros centros en los distintos niveles, son realmente
lasallistas. No se trata sólo de prestar algunos servicios, sino sobre todo de ayudar a encontrar sentido a la
vida e invitar a dar la vida.”
D) Vivencia de una dimensión comunitaria
En el marco de la Pedagogía lasallista la dimensión comunitaria es esencial ya que a través de ella se crece
como persona, como familia, como institución. En este sentido, hay que reconocer que actualmente son
muchas las acciones emprendidas en las instituciones educativas de La Salle, para trabajar en esta línea
con alumnos, padres, profesores y resto de personal de las instituciones. Es una importante perspectiva
de futuro que debe potenciarse.
Cada miembro de la comunidad educativa debe ser consciente del valor de su presencia y su trabajo para
alcanzar los propósitos de la misión. Se requiere trabajar para generar mayores vínculos entre los
Hermanos y laicos que forman parte de la obra a fin de hacer realidad el postulado de trabajar en
comunidad y por asociación. Desde esta dimensión comunitaria los Hermanos deben optar
decididamente en la animación de las obras por modelos participativos donde la autoridad se ejerce en
espíritu de corresponsabilidad y subsidiaridad.
La vida de La Salle fue una vida en constante búsqueda de la voluntad de Dios. Leer la realidad y dar una
respuesta. Dios le fue llevando hacia los niños “hijos de los artesanos y los pobres”. Los encontró y su vida
se sintió llena cuando “acompañando a” y “acompañado por” unos sencillos maestros, que como él
descubrían el plan de Dios para esos niños, pudo dar una respuesta.
En esa búsqueda de una vida llena quisiera aportarles una pequeña reflexión sobre algunos rasgos que
me parece son importantes hoy en la vida de un maestro. Es claro que se pueden añadir otros y se puede
optar por perspectivas distintas. Pero aquí está mi reflexión de hoy.
a) Siento que el maestro debe ser alguien que “sabe mirar”. Mirar a esos niños y jóvenes que se sientan en
su aula y leer la vida que encierran, sus alegrías y dificultades, la familia en la que crecen, las ilusiones con
las que caminan, las lágrimas que derraman porque igual les falta cariño… Mirar a la sociedad en la que
esos niños y él viven, leerla y sentir lo que debe cambiar para introducir en sus mentes y en sus corazones
el anhelo de algo nuevo.
b) Hay dos palabras que me parecen peligrosas para hablar del maestro que me gustaría caminase hoy
por el mundo: el “funcionario” y el “profesional”. Y son palabras que no me gustan porque siento que
quieren resaltar la neutralidad. El maestro como alguien que cumple estrictamente sus funciones y no se
complica la vida. Prefiero el maestro que “se moja”, que asume opciones en su vida y deja que esas
opciones impregnen su tarea y se vean, que transmite algo más que conocimientos.
c) En nuestra cultura actual se insiste bastante en la necesidad de que el maestro sea alguien que domine
la cultura tecnológica, y evidentemente no es algo objetivamente malo. Pero me parece más urgente
tener maestros que sean capaces de conducir a sus alumnos al mundo de la interioridad, que les
acompañen a entrar en lo profundo de su persona y encontrar allí la clave de su vida. Y esa capacidad de
conducir implica que se ha hecho el camino.
d) Me gusta que el maestro sea alguien que siente la presencia de Dios en su vida. Un hombre de FE, y
que desde esa fe lee el mundo, la cultura… y hace una valiosa síntesis de la que es testigo. ¿No se puede
ser maestro sin ser creyente? Evidentemente que se puede ser, pero lo que quiero expresar es que me
llena más el maestro que hace a Dios alguien que mueve su vida.
e) Un ser con capacidad de crear, de innovar. Alguien que mira al futuro desde una perspectiva de
novedad. Creo que ya no es valioso el maestro que repite sin más lo que se está dando. Esa capacidad de
crear debe comenzar por aplicarla a él mismo, vivir con un dinamismo de cambio. Transmitir a sus
alumnos las ganas de hacer surgir lo nuevo.
Vivir una vida plena como docentes, como educadores, no es algo que en el correr del tiempo está
resultando más fácil, podemos decir incluso que resulta un poco más difícil. Un modelo de educación
rígido, cuadrado…hacía teóricamente más fácil la tarea del maestro, no había que romperse la cabeza en
innovar y el orden y la disciplina estaban asegurados. Hoy se busca un modelo educativo dinámico,
cercano, creativo… ¿más complicado? No cabe duda que sí, pero a la vez me atrevería a decir que más
pleno, más realizador de la persona del docente si de verdad quiere implicarse. La Salle y los primeros
Hermanos fueron innovadores: los pobres son educados, una nueva metodología grupal, lo religioso y lo
profano se unen en la escuela, una metodología detallada que se recogerá en la “Guía de las Escuelas”,
libro que tras la muerte de La Salle los Hermanos siguieron publicando, renovado en cada edición, hasta
comienzos del siglo XX… Está claro que de ellos hemos recibido una rica herencia, ¿queremos
continuarla?, ¿queremos llenar y enriquecer nuestras vidas siendo constructores de un modelo
educativo enfocado hacia el futuro, un modelo que nos plenifique y llene nuestras vidas?
Hemos llegado al final de lo que les quería transmitir. He procurado exteriorizar lo que siento, lo
que me nace del corazón, como Hermano de La Salle, al celebrar los 300 años de la Pascua de San
Juan Bautista de La Salle. Espero que algo de lo que he dicho les permita a ustedes, que participan
de la misión lasallista, vivir igualmente con ilusión, este curso 2018-2019.