NINA. Monólogo PDF

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NINA

Por Patricia Suárez

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Rusia, 1902
Teatro de Arte de Moscú
Un vestidor del Teatro, pequeñito, casi un desván debajo de una escalera
Una mujer de unos 40 años, compuesta y sonriente, cuelga y cepilla los abrigos del
público en el vestidor.

Escena 1
NINA:
Cepillando un sacón corto.
Lo hago por gusto.
Casi nunca se dan cuenta, pero cuando se dan cuenta me gano una propina.
Ustedes me oyen y se preguntan a quién le estoy hablando: a ustedes. Ya no es moderno
que una, desde acá, les hable a ustedes. Pero si no hablo, no me oigo la voz. Y si no
entreno la voz, ¿quién me va a llamar para que actúe arriba del escenario?
Acá me llaman la Gaviota, me lo puso el estúpido del acomodador, que seguro quiere
tener algo conmigo. Acá en el teatro desde el más chiquito al más grande, son todos
unos babosos. Los chicos porque quieren ganar experiencia y los viejos, unos viejos
verdes. Pero me dice la Gaviota porque siempre estoy hablando de irme a descansar al
mar.
Unos días, al mar.
Igual, mucho apodo, mucho apodo, pero el acomodador no me invitó para que nos
fuéramos al mar. No importa: el mar en compañía me trae malos recuerdos. No voy a
contar ahora la cosa penosa que me pasó con el nene. De eso no voy a hablar, no. No
hablo de eso.
No quiero aburrirlos tampoco.
Si me están escuchando a mí, es porque bien que se aburren con la obra que están dando
ahí dentro. Tres hermanas, una obra del maestro Antón Chéjov. No hay canciones, no

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hay bailes, todos sufren. A la gente no le gustan los espectáculos donde se sufre mucho,
porque para eso está la gaceta con las malas noticias.
Y está la vida, claro. ¿A quién no le pasan cosas malas en la vida?
A veces hasta se ensaña con una, sin que una le haya hecho nada.
¿Y por qué, digo yo, por qué?
No nos vamos a poner a filosofar ahora.
(en tono de chimento)
La actriz principal es la esposa del autor.
Entre nos, ella no es nada buena actriz. Yo le escuché los gritos, los retos, al maestro
director Stanislavski cuando le decía que ella no servía para nada. La Olga Knipper. A
mí, si un director me dice una cosa así en el teatro voy derecho al río Moscova y me
suicido en sus aguas heladas. Pero las actrices de ahora no se suicidan más, pasó de
moda el suicidio, el tener dignidad, o será que éstas son todas una avivadas, unas
trepadoras. Ella, la Olga Knipper, le dice: “Maestro director, voy a estar bien en el papel
en tres o cuatro funciones”. Ahí se oyeron unos gritos de Stanislavski que nos pusieron
los pelos de punta a todos los que estábamos foyer y tuvimos la desgracia de oír.
“¡Insolente, inútil, usted tiene que estar bien catorce ensayos antes de salir a la función,
no mejorar en la función!” Sentimos un golpazo fuerte, pensamos, ¿le habrá pegado el
Maestro director? Porque pegarle a una mujer, por mucha razón y sabiduría que tenga
él, no está bien… Pero no: fue la Olga Knipper que se cayó al suelo desmayada y como
está gorda como una vaca se oyó un sonido de terremoto. Uno de los viejos le alcanzó
una jarra con agua y cuando entró a la sala para animarla, el Maestro Director le dijo:
“Ponga matarratas en el agua, por lo menos que muera como una señora.”
Ser digna, es lo que yo siempre digo. Una cosa importante.
A mí me encantaría tener un asunto con el Maestro Director.
Esto, entre nos.
Me dijeron que no le gustan las mujeres.
Igual, me gustaría que un día me diga “Nina, quiero probarla a usted en el papel de
alguna de estas insulsas que no le llegan a los tobillos.” Si eso pasa, yo por esta cruz que
les juro (se besa los dedos) voy de rodillas y le pongo una lápida de bronce grabada a
mi angelito. Que lo tengo enterrado sin lápida. La losa, sí, y apenas una inscripción, el
nombre del angelito y la fecha, las dos fechas.
(se tapa la boca, muy emocionada por el recuerdo).
Perdón, me vino el recuerdo.
Pasa unos instantes en silencio.
Ya está, ya está. ¿Dónde estaba?
Ah, sí. Si el Maestro Director supiera que existo.

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Si el supiera que existo, le diría el primer texto que dije en mi vida, la primera vez que
me subí a un escenario:
«¡Gentes! ¡Leones! ¡Aguilas y codornices!... ¡Ciervos astados! ¡Gansos! ¡Arañas!
¡Peces silenciosos que poblabais el agua! ¡Estrellas del mar y demás seres que el ojo
humano no alcanza a ver!... ¡Vidas todas, vidas todas, en suma..., que girasteis sobre
vuestro triste círculo y os apagasteis!... ¡Hace ya mil siglos que la tierra no contiene ni
un solo ser vivo, y que esta pobre luna enciende en vano su farol!... ¡En el prado, ya no
despiertan con un grito las grullas, ni se oye el chasquido del escarabajo en la arboleda
de los tilos!... ¡Frío, frío!... ¡Vacío, vacío, vacío!... ¡Miedo, miedo, miedo!... (Pausa.)
¡Los cuerpos de los seres vivientes desaparecieron en lo vano, y la materia los
transformó en piedra, en agua, en nubes..., mientras sus almas se unían hasta formar una
sola!... ¡Esta alma total del universo..., soy yo!... ¡Yo!... ¡En mí vive el alma de
Alejandro el Grande, de César, de Shakespeare, de Napoleón y de la última
sanguijuela!... ¡En mí, la conciencia humana se unió al instinto de los animales y lo
recuerda todo, todo, todo..., volviendo a revivir estas vidas!».
Fue hace mucho tiempo, ¡tanto tiempo!, y lo tengo presente como si lo hubiera recitado
ayer.
Sí, fue más bien un recitado, que una actuación. Por eso no gustó tanto.
Pero lo único que tengo por ahora es el sacón este mugriento… ¿de quién será? Hay
que venir al teatro con esta caspa y este gastado en los codos; no ponerle un parche, un
remiendo... Este sacón debe ser de una aspirante a actriz, una cantante, Dios sabrá.
Muestra el sacón a público.
Hay que tener un saco feo, eh? Para venir al teatro con esto.
Mejor no lo cepillo más a ver si se me quedo con los harapos en la mano.
Qué viejo es este sacón, qué arruinado está.
A ver qué hay acá?
Revisa un bolsillo
Un pasaje de tranvía, pelusa. Más pelusa.
Qué ruindad!
Apagón.

Escena 2
Con un abrigo de piel en la mano
Un día, me dejaron acá uno de armiño. Una cosa tan bella, tan blanca ese animalito, que
no se podía creer. Viéndolo, yo pensé, los armiños deben conocer un puente secreto por
el que suben a la luna y se revuelcan ahí, en la luna, por eso son así de blancos. Nunca
pude saber de quién era el tapadito; me lo dejó un criado y lo recogió después un criado.

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Me puso un rublo en la mano, que hoy por hoy, con lo que cuesta ganarlo, es un
montón.
Habrá sido una condesa la dueña del tapadito, una duquesa…
Eso fue hace bastante tiempo, un año quizá. Daban una obra del Maestro Alexei Tolstoy
sobre un zar. Aclaro el nombre del autor para que no se lo confundan con el gran
maestro, el escritor León Tolstoi. No hay por qué saberlo todo, y la gente que escribe
teatro es la gente que escribe teatro y la gente que escribe libros es la gente que escribe
libros. La muerte de Fiodor Ivanovich¸ se llamaba la obra.
Ahí fue, en esa obra cuando se conocieron el Maestro Chejov y la Olga Knipper. El vive
en Yalta, vino de Yalta al teatro y ella andaba ahí, viboreando. Hacía un papelito, un
papel, y parece que el Maestro Chejov se deslumbró con la Olga Knipper. Ojo, que él
no era ningún tonto, pero le gustaban las actrices. No hay nada que hacer y eso aunque
las actrices que actúan bien, la mayor parte, no hay una linda de verdad.
Capaz si yo estuviera arriba del escenario en lugar de acá, sería bien feúcha.
Se sufre mucho arriba del escenario.
Esto no lo digo yo, lo decía la señora Arkádina.
Una actriz famosa de las tablas rusas; ahora casi nadie se acuerda de ella. Pero era bien
famosa, llegó hasta ser muy rica y compró una dacha. Yo la consideraba a la señora
Arkádina una maestra en el arte. Casi mi maestra. Siempre que abría la boca, yo la
escuchaba atentamente. Ella no me quería mucho.
Aunque la verdad es que mucho no quería a nadie.
Era una mujer egoísta.
A veces el arte hace que las personas sean egoístas.
O que estén siempre en la luna, pensando en sus cosas, en sus delirios. Y cuando les
hablan, cuando los necesitan, no están, no oyen. Una vez un actor me dijo que si era
necesario robar a su madre, carne de su carne, para viajar a hacer una audición a San
Petersburgo, la robaba.
El teatro de San Petersburgo se está poniendo muy de moda. Antes era una provincia
nada más. Ahora marca la tendencia de lo que es el buen teatro. Ya dije que éste actor
amigo que tengo, es capaz de robar a la pobre madre para ir ahí…
Así, unos pasan, otros pasan, nadie queda para semilla.
Oye.
Dice?
¿Se acordó usted quién era?
Una mujer bellísima la señora Arkádina; se cuidaba la piel de una manera como a
ninguna de estas arrebatadoras de cartera le he visto hacer.
Oye.

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Esa, la misma.
No pasó del todo al olvido entonces.
Tuvo el suceso desgraciado de la muerte de su hijo, pobre muchacho. Quería ser
escritor. El, quería ser escritor. Ella, en el fondo pienso que no quería que él fuera
escritor. Esto, entre nos. Porque si una cada vez que viene un hijo le dice por un lado
Qué lindo y por otro lado Esto es lo más necio que oí en mi vida, el muchacho acaba por
volverse loco. Que es lo que le pasó y se pegó un tiro ahí mismo, en el salón de al lado
donde ellos estaban tomando té. Hasta salió en las noticias.
Entre nos, el muchacho estaba enamorado de mí.
Sí, sí.
De mí.
Yo era mucho más hermosa, antes, y joven, claro. De esto hará veinte años. Tenía unos
ojazos así de grandes. Después, con la pena de lo que me pasó con mi nene, se me
pusieron opacos. No voy a hablar de lo del nene, no. No hablo de eso.
La Popova que es una actriz de carácter me dio un frasquito con colirio para los ojos.
Ella también lo usa para quitarse la irritación.
Maliciosa
La irritación de que todos los papeles se los quite la Petrova.
Mete la mano en el tapadito de piel. Saca una esquelita.
Ríe maliciosa, lee
La espero a usted en la habitación 38 de Le Royal Meridien. Use lo que me gusta. Suyo,
Yura.
Un silencio
Ay, si yo me dedicara al chantaje, ¡lo rica que me haría!
Lástima que siempre me gustó la actuación, el teatro.
Esa fue mi desgracia, la verdad.
Era así de chiquita, un almita que no valía nada y ya se lo decía a mi maman. Mi
maman era muy buena, una mujer santa, nunca me salió con que ese es un oficio de
putas y esa clase de cosas ominosas. Me mandó a la dacha de la señora Arkádina para
que aprendiera algo, y el señorito se enamoró de mí, qué castigo.
Qué desgracia el amor cuando le cae a uno como una granizada.
Largo silencio.
Quise decir una tormenta de granizo.
Que uno no se puede atajar.
Otro silencio; silba un poco

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Está queriendo distraerse de un pensamiento.
La señora Arkádina no me quería porque le robé el amante.
Ya dije que yo era muy hermosa; no voy a estar excusándome a cada momento.
No: ningún escándalo. ¿O qué? Ustedes nunca tuvieron una gran pasión y la siguieron?
No estoy aquí en tren de juzgar, ¿pero tuvieron o no tuvieron una gran pasión? ¿O
tuvieron la dicha de vivir siempre infelices, alegres, sin sobresaltos?
Mi gran pasión era actuar y el amante de la señora Arkádina era un gran autor. Todos
ustedes lo leyeron; todos ustedes lo admiraban. Está el maestro Tolsoi, Alexei y León,
los dos; el maestro Chéjov, las obras viejas de Pushkin y está el maestro Trigorin, para
muchos y por mucho tiempo, el mejor de todos ellos; el que se elevaba por sobre todos
ellos. Se arrastraban para oírlo de función en función y de pieza en pieza.
Trigorin.
Y él ¡se arrastraba ante mí!
Era una persona voluble.
Era capaz de llorar porque se le había perdido un botón de la camisa.
Un día cuando recién lo conocí, lo encontré pescando y tenía una alegría que le dije…
(Hace memoria). Me puedo acordar palabra por palabra lo que le dije:
“¡Qué extraño resulta ver llorar a una artista célebre..., y además, por una causa tan
trivial!... ¡También se le antoja a una raro que un escritor famoso, favorito del público,
sobre el que escriben todos los periódicos, cuyo retrato se vende en todas partes y cuyas
obras son traducidas a todos los idiomas extranjeros..., se pase el día entero pescando y
se ponga tan contento cuando pesca dos carpas!... ¡Yo imaginaba a la gente célebre
orgullosa..., inabordable..., despreciando a la masa por conceder esta más valor a la
nobleza, a la casta, a la fortuna, y vengándose de ella con la gloria y el brillo del
nombre!... ¡Y, en realidad, lloran, pescan, juegan a las cartas, se ríen y se enfadan como
todo el mundo!”
Un silencio
Está muy bien hasta donde yo sé; vive en París, monta sus obras en París. Es bastante
feliz, una felicidad que le alcanza para vivir decentemente.
Oh, viene el intervalo.
Guiña un ojo, alegre
Seguro que los que se durmieron durante la obra aprovechan a huir ahora.
Saluda a la gente que se acerca
Buenas noches, buenas noches.
Tenga buenas noches usted.
Apagón

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Escena 3
La historia del amor
Metida en un saconcito peludo, con un sombrero con una pluma o un pájaro, muy
ridículo.
NINA:
Lo feo del amor es que cuando se termina las personas se guardan rencor.
Hay actitudes muy diferentes, eso también es cierto.
Por ejemplo, algunos guardan los recuerdos de lo que pasaron juntos, como los niños en
la playa, juntan caracoles que arrastró el mar.
Otros no, otros están llenos de odio.
Yo creo que hay un poco y un poco.
En mí.
Porque yo no puedo decir que aun esté rabiosa con Trigorin.
Hubo un tiempo en que lo estaba y me parecía que ese tiempo no iba a terminarse
nunca.
Un buen día, me desperté y ya no estaba la rabia. La rabia se fue.
Como cuando pasa la tormenta.
De pronto, el cielo azul.
Por eso, cuando se fue la rabia, cuando se agotó, pude recordar cómo fue. La aventura
que fue nuestro amor, como escalar una montaña. Los dos, de la mano, juntos,
escalando la montaña del amor. Si yo me tropezaba, él me levantaba -porque yo era una
plumita en aquel tiempo-. Y si él se tropezaba, yo apartaba las piedritas del camino con
las que él había tropezado. Mucho más no hubiera podido, porque él era un hombrón
alto, pesado.
(Nostálgica)
El primer beso, fue a escondidas del mundo.
Fue un beso secreto.
Un beso muy ardiente, pero muy educado.
Yo tenía el hombro desnudo, llevaba un vestidito que dejaba los hombros descubierto
y… ¡era verano!... y él me dio un beso, chiquito, un beso apenas apoyando los labios,
pero que me quedó ardiendo. Después me dijo: Perdone, Nina, no pude sujetarme.
Nos tratábamos de usted al principio. Tratarse de usted es una manera de mantener la
distancia. Hasta cuando hicimos el amor por primera vez, hablamos de usted.

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El fue muy suave, muy amable conmigo esa vez. Y cuando todo acabó y yo ya me
estaba subiendo las medias, él me preguntó: “Le gustó, Nina?” ¡Y yo tuve un ataque de
risa tal, que no podía parar, que hasta lo hice a él ponerse colorado!
Cuando me fui con él a Moscú, también fui feliz…
Estaban las luces de la gran ciudad y estaba él.
Me gusta decir que me fui con él, no que él me llevó.
Fui yo. Yo como una punta de flecha a clavarme en su corazón.
Hicimos el amor mil noventa y cinco veces ese año.
El primer año de nuestro amor. Nunca me hice la pregunta si hacer tanto el amor , es de
verdad el amor.
(Se pega en la frente, se corrige)
Miento!
Estuvo el viernes santo, que nos contuvimos por respeto al Señor. El precepto cristiano
que dice que no hay que comer carne, ni… ya saben.
Así que habrán sido … (cuenta y no le sale la cuenta, hace la cuenta con un lápiz en un
papel, murmura números) mil noventa y dos veces, exactas, las que hicimos el amor. Sí,
si no me fallan las cuentas.
Yo llegué a conocer su cuerpo más de lo que conozco el mío.
Nunca pensé que una mujer pudiera conocer tanto el cuerpo de alguien.
No hay mujeres doctoras. Y si las hubiera, estudiarían una parte del cuerpo u otra del
paciente. No todas juntas a la vez, no toda la intimidad de ese cuerpo que tiene guardado
dentro y sólo la amante puede descifrar.
La verruga, el aliento a la mañana.
Sí una madre, puede conocer completamente el cuerpo de su hijo. Se lo concedo. Pero
un hijo es otra cosa, es harina de otro costal.
Yo conocía sus lunares, sus cicatrices, dónde y de qué color le nacía el vello…
Yo entonces decía. Esto es el amor.
Esto es el amor, así decía y así pensaba.
Me gusta creer que él pensaba lo mismo que yo. No sé si lo hacía, pero quiero darle el
beneficio de la duda. Quiero hacerme el regalo de pensar que él me quería sin medida,
que yo era para él el amor de su vida.
Yo vivía en la espuma de su cariño.
Nunca hablamos de matrimonio, nunca. Casi hasta el final, nunca. Hablar de
matrimonio siempre es para complicaciones. Sea honesto usted también, no me lo
niegue. ¡Si hasta en las obras de teatro, cuando aparece el asunto del matrimonio uno

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siente que se vuelven tan aburridas como atarse una piedra al cuello! Además yo
hubiera tenido que pedir permiso a mi padre, que en ese momento estaba furioso
conmigo…
No sé por qué me puse a hablar de él, ahora, a ustedes.
Debe ser para que nadie crea que le guardo resentimiento.
En una revista leí… O me lo contó una actriz, ya no recuerdo, que estar resentido hace
que los huesos se atrofien, les viene esa enfermedad de los viejos, pero antes. Hasta un
joven la puede tener si está lleno de resentimiento. Artritis, artrosis: nunca me sale la
palabra.
Con él viví un año entero de amor y no me puedo quejar.
Un año de huevos fritos y pan tostado.
Un año de paté de ganso.
Un año de despertarse tarde.
Un año de reírse hasta el dolor de tripa.
Un año de borgoña todas las noches
Un año de quedarse dormido encima del otro.
Un año de acechar sus pasos detrás de la puerta y correr a abrirle.
Un año de rezarle a la Virgen para que él no mire a otra mujer en la calle. Que no bese a
otra ¡ni en el escenario!
Un año entero de amor… ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
Usted, tuvo una historia de amor que le durara un año completo?
Y, usted, caballero? No me mire así sorprendido, ¿la tuvo?
Yo tuve una historia de amor, del mejor amor, lo mejor de mi vida un año entero.
Entonces nació nuestro hijo.

Escena 4
Con un abrigo en la mano, revolviendo los bolsillos
¡No! ¡Ojo, no se confundan conmigo! Yo nunca robo a la gente. Me podrían echar por
robar a la gente y a mi edad y en mi condición, ¿qué otro trabajo podría conseguir? Me
gusta leer los sobrecitos, las cartitas, las esquelitas con mensajes de amor, citas
clandestinas, declaraciones indecorosas. Los viejos boletos de tren, de lugares y países
adonde yo podría huir, vivir, ¡soñar! Idioteces que una hace para matar el tedio-
A veces, entre los abrigos del público, guardo los abrigos del elenco, de los actores.
Este, por ejemplo, cortito y al modo del Ejército, es del asistente del maestro director
Stanislavski. Discreto, prudente, a la hora del día, propio como es el asistente del

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maestro director. Éste, con vivos de zorro que parece comadreja raída, (sonriente,
vengativa) es el abrigo de la Olga Knipper. Un día le encontré una cartita de amor en el
bolsillo.
Ya les dije, yo tengo debilidad por las cartas de amor. Me la iba a quedar, porque la
harpía no se la merece. Después pensé que mejor no, porque ella era capaz de hacer un
escándalo y lo único que faltaría es que yo terminara de patitas en la calle por la infame
esa. Así que la copié y la llevo siempre conmigo. Es mi amuleto de la suerte.
¿Les leo?, ¿tienen todavía tiempo para oír una cartita?
Ojo, que esta es una historia de amor y sábanas de verdad, caliente, caliente.
Saca un papelito estrujado y lee
Estoy mejor de salud, pero he pasado una tos muy fuerte. No ha llovido nada y hace
calor. Masha se va el cuatro y llegará a Moscú el seis. Me dices que le enseñaré tu carta
a Masha. Gracias por la confianza. Por cierto, Masha no tiene la culpa de nada. Tarde o
temprano te darás cuenta tú misma. Empecé a leer la obra de Naidenov. No me gusta.
No tengo ningunas ganas de leérmela entera. Envíame un cable cuando te traslades a
Moscú. Estoy cansado de escribir a las direcciones de otros. Y no te olvides de mi caña
de pescar, envuélvela en papel. Estate alegre y no triste, o al menos, intenta parecer
alegre. Sofía Sredina vino a verme; tiene un montón de cosas que decir, ninguna de ellas
interesante. Lo sabe todo acerca de tu enfermedad y sobre quien estuvo a tu lado y quien
no. Madame Sredina, la mayor, ya está en Moscú. Si te parece beber vino, dímelo y te
traeré un poco. Escribe y cuéntame si tienes dinero y si te las arreglarás hasta que yo
llegue. Chaleyeva está viviendo en Alupka. Vive muy pobremente. Estuvimos cazando
ratones. Escribe y cuéntame qué haces, en qué papeles repites y qué otros nuevos estás
ensayando. No eres tan perezosa como tu marido, ¿verdad? Querida, sé mi esposa, sé mi
amiga, escríbeme buenas cartas y deja de sembrar melancóleras, no me tortures. Sé una
esposa gentil y amable, la esposa que eres en realidad, al fin y al cabo. Te quiero más
intensamente que nunca, y como marido soy completamente inocente. ¿Por qué no le
entiendes, alegría mía, mi pequeño garabato? Adiós. Sigue bien alegre. No dejes de
escribirme todos los días. Te beso, muñequita, y te abrazo. Tuyo, A.
Ay, ojalá el maestro Chéjov se metiera con otra!
A veces, ella ni siquiera le dice en qué lugar de Moscú está viviendo.
Entre nos, hay rumores de que la Olga Knipper tiene un amante.
Pero como van las cosas parece que el maestro Cheojv no se meterá con otra y hay
quien dice que él está tan enfermo que se muere. Que le queda un año o a lo sumo dos.
¡No te mueras, maestro, antes de que yo suba al escenario! ¡Espérame, maestro!
Se pone el abrigo de Olga Knipper.
Apesta a perfume barato.
A la gente
Afuera, hay un muchacho vendiendo bebida.

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Es amigo mío, vaya y cómprele, que seguro le hará descuento.
Afuera, hay una muchacha que vende violetas. Ramitos de violetas
Afuera, hay un viejito que vende bombones.
Afuera, hay un perro muerto de frío subido a un pescante.
Afuera, hay …
Afuera, está el mundo, ¿verdad?

Escena 5 – El número de vodevil


NINA:
(bajo)
Es que acá no puedo.
Me van a echar del trabajo si me ven haciendo monerías…
(haciendo sólo la mímica con las manos)
Yo hacía así con los pañuelos. A ver si encuentro pañuelos…
(Saca pañuelos del guardarropa, tal vez pañolones del bolsillo de los sacos de
hombres).
Avisen, si ven a alguien que…
(Espiando si no la ve nadie)
Acá hay uno más alcahuete que otro, por eso.
Me ponía así, de perfil y según el teatro, me alumbraba una luz azul, como si fuera el
claro de luna. Era para hacer el número más romántico. La canción romántica sienta
muy bien en el vodevil y además los pañuelos eran de gasa transparente y le daban al
número un efecto mágico… Yo iba haciendo mi truco; tenía las manos mucho más
hábiles en ese tiempo. Y además, más flexibles que ahora, porque tal vez ahora
Ya saben, la vida…
(se acaricia los nudillos, las falanges)
Tal vez puede que se me hayan puesto duras de la época del odio, la que vino después
del gran amor, cuando … cuando pasó todo, todo, todo, después que se terminó el gran
amor.
(Transición, se repone)
Cantaba una canción, que era muy suave.
A la gente le gustaba; alguna que otra vez, uno del público se emocionaba.
Una noche de viernes, hasta me mandaron una rosa blanca al camarín.

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No era el camarín, precisamente, era el toilette… Pero la rosa era blanca, fragante,
recién cortada. Podía haberla mandado un hombre o una mujer. Yo supe enseguida que
esa rosa quería decir gracias. El público de los teatros de provincias es muy agradecido.
(Apenas tararea, tímida)
Tus ojos, tus ojitos bellos, que me veían morir de amor
entre tus brazos…
qué recuerdo tu caricia y
el gitano que nos dijo,
No bailan a la luz de la luna, no
porque hechiza.
A todos les llega el momento, le llega al caracol,
le llega al cangrejo, le llegó al rey y al dragón;
le llegó a mi alma, cuando llegaste,
Y era un día de viento
Y también te llegó a vos…
Tus ojos, tus bellos ojos negros,
Que me veían morir de amor
Oh, cuánto los anhelo…
(Suspira, no se sabe si es parte o no de la canción)
Oh, Dios…
(Hace un silencio, una reverencia)
Sht. No aplaudan, no aplaudan.
Llegan a oír los aplausos y le van con el cuento al gerente. Me corren enseguida del
teatro, adiós trabajo. Podría haber cantado mejor, más clarito, pero, ya saben. Hay que
cuidar el puesto de trabajo.
(Acomoda los pañuelos de donde los sacó.
(Sonríe a público con una sonrisa triste).

Escena 6
Mirando un reloj de pared con atención
La obra ya debe estar por terminar. La Olga Knipper actúa haciendo largos sus decires,
para durar más tiempo arriba del escenario. Es de las personas a las que les gusta durar y
no quemarse, como una. Ustedes me ven así, vestidita con estos andrajos y no les voy a
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contar cómo tengo de remiendos la enagua! Es chiste, es chiste. Está muy sana mi
enagua. Pero nunca se imaginarían quién soy yo.
Ojo, que nos voy a salirle con que soy la hija escondida de la zarina.
Pero yo también soy actriz.
Era muy buena. (Rie) Todas las actrices dicen que son muy buenas. Brillantes, excelsas.
Qué linda palabra excelsa.
Y después de la función, saludan a público con una reverencia o una mano en el
corazón, y corren como locas a los camarines a encerrarse a llorar porque comprenden
que son un desastre.
Al principio, hice una obra del maestro Trigorin, el gran Trigorin. Un papelito menor;
porque Trigorin me decía: Capullito, es mejor que empieces de abajo. Sino, el público,
los críticos, dirán Está ahí porque es la amante del autor. No por sus propios méritos y
talentos. Y yo creo en el mérito.
Por esta cruz lo juro, por mi maman que me lloró cada día después que la dejé para irme
atrás de ese… ese… de una ilusión.
La noche que se decidió mi vida yo estaba parada en la casa de Arkádina, y él, que
todavía era su amante, llegó y me preguntó:
-¿Qué hace? ¿Qué tiene en la mano?
-¡Lo que tengo en la mano es solo un garbanzo!... ¡Estaba echando a suertes el hacerme
o no artista!... ¡Si tuviera a alguien que me aconsejara!
Y después nació el nene. No voy a hablar del nene acá.
No tengo ganas de que nos pongamos tristes.
Había otra en la que yo podía actuar, otra obra de él, y él me dijo: Capullito, es mejor
que no aparezcas demasiado. No, piénsalo bien; para que no haya ningún escándalo.
Que la gente no diga el maestro Trigorin pone en el protagónico a su querida, su
manceba, con quien tiene un hijo…
Entonces el nene se murió.
Digo entonces, pero no es que ocurrió por el desprecio de Trigorin.
De una pulmonía se me murió.
Frío, frío en los pulmones. El mismo frío que tengo yo acá dentro, en el alma. Hay que
cuidarse mucho del frio en este país.
Pero la vida sigue, qué cosa.
Qué manía.
Ay, si la vida se pudiese detener.
Ay, si la vida pararía de hacer daño alguna vez.

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(se recompone)
Un vodevil, otro vodevil
Medio riendo
Rodando de vodevil en vodevil, recuperé la alegría de vivir.
Porque el teatro le devuelve las ganas de vivir a…
(Negando)
Estoy exagerando.
Al final el vodevil tampoco paga bien.
Yo soy sola, pero tengo que comer.
Yo tengo que vivir, porque alguna vez me voy a subir ahí (señala el escenario,
exaltada). ¡Ahí! ¿Ven, lo ven? Ahí voy a estar y ustedes se van a poner de pie para
aplaudirme y yo les voy a decir: Gracias, gracias, porque gracias a ustedes viví.
Un silencio
Trigorin, él…
La gran Arkádina, ella
… sabían decir que el talento se tiene o no se tiene.
… que es más digno aceptar vivir con decencia, que afanarse en un sueño si una no
tiene ningún talento.
Eso, ¿quién lo puede saber? Tengo mi amuleto de la suerte (aprieta frente a los demás
la carta de amor de Cheojv) ¿Alguna vez podré brillar yo, clara y evidente? ¿Que el
cielo se vista de fiesta porque estoy yo, brillando, que nada, nadie, por una vez sola,
empañe el escenario para mí? Y yo haré, majestuosamente, así
Se inclina en una reverencia profunda ante el público.
Se oyen los aplausos de la obra Tres hermanos que ocurre en el teatro.
Ya terminó la función.
(Nina saca los polvos, se arregla un poquito y sonríe con su sonrisa profesional)
Todos esos aplausos rotundos son para todos los actores, ahora hacen una reverencia
profunda… A la Olga Knipper le cruje la cintura cuando se inclina profundo… y
además lo hace con falsedad, porque tiene miedo que se le desarme el peinado. Al
público hay que saludarlo como si una fuera un pájaro que se posa, una gaviota, como
me dicen a mí, precisamente, una gaviota sobre un risco.
Así.
Hace su reverencia.

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Nada de tirar besos a la platea, que eso es una cursilería, una grosería. La Olga Knipper
cuando vino el maestro Chéjov, lo hizo claramente. Una mona loca. Para que se hiciera
noticia la relación de ellos. Pobre maestro Chéjov, pobre alma mía. La primera vez que
pusieron sus obras, fue un fracaso absoluto, los críticos lo trataron de imbécil. El
maestro Tolstoy, León, al que él tanto venera, le dijo que escribía muy mal teatro, pero
no tan mal como Shakespeare. Entonces el maestro se rió con su risa linda y franca que
lo hace más buen mozo todavía. Porque, no sé si lo notaron, es muy buen mozo el
maestro Chéjov. Pero después sus obras fueron un éxito. Al maestro Chejov, parece,
según interpreto yo, que el fracaso y el éxito lo tienen sin cuidado. Lo vive como
cuando una mira el cielo y pasa una estrella fugaz, a veces pasa, a veces se hunde la
mísera estrella en forma de roca dura, en medio de un pantano.
Cepillando el abrigo de pana que ella tiene puesto.
Que no me vayan a ver desaliñada.
Los maestros de la actuación le enseñan a las actrices que el arte imita la vida.
El arte debe imitar la vida, chillan.
Pero yo digo que no. Mirénme a mí, sino.
Esto solo les digo y me pongo a trabajar.
Sonríe alegre pero adentro está muy triste.
Es al revés:
La vida imita al arte.
Piénsenlo.
Nina Sarechnaia, recuerden mi nombre. Por si vuelven a saber de mí, sepan a quién
están aplaudiendo arriba del escenario.
Bueno, a moverse.
Ya terminó la función.
Ya terminó la función.
Apagón.
Fin de la obra

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