05 Diagnostico Psicologico - Maria Concepcion Sendin PDF
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diagnóstico
¿PSICODIAGNÓSTICO O EVALUACIÓN PSICOLÓGICA?
Es preciso iniciar este tema con una aclaración lingüística, en relación a
la utilización como sinónimos de los términos psicodiagnóstico y evaluación
psicológica que, tomados literalmente y en estricto sentido, podrían implicar
diferentes matices semánticos.
La palabra psicodiagnóstico (del griego, psique: mente; través de;
gnosis: conocimiento) es la más antigua y, en opción-de la autora, la que
mejor refleja etimológicamente, el carácter procesual de esta tarea, ya que
se refiere a un conocimiento diacrónica de los aspectos más relevantes del
funcionamiento psíquico. Aunque en la actualidad se entiende con
connotaciones-mucho más amplias, este término ha estado asociado en
exceso a su procedencia del campo médico y a un enfoque del diagnóstico
con especial insistencia en objetivos clasificatorios, propios de la época en
que se introdujo en el lenguaje psicológico (a principios del siglo xx). Ello
provocó su rechazo en ciertos sectores y una encendida defensa de su
sustitución por el de evaluación, nomenclatura anglicista que ha ido
ganando terreno de modo espectacular.
A pesar de que los partidarios del término evaluación insisten en su
neutralidad y suelen rehusar el uso del vocablo psicodiagnóstico, por
considerarlo unido a una forma determinada de entender la tarea,
evaluación implica, en lengua castellana, la noción de valoración más que la
de conocimiento y es una palabra que también va estrechamente asocia a
un modelo especifico, el conductual, de dónde procede.
En castellano, se hace referencia con el único término de evaluación, a
dos palabras inglesas: assessment y evaluatíon. En inglés, assessment alude
al diagnóstico o evaluación de sujetos (individualmente o en grupo) y se
utiliza para hablar de evaluación psicológica propiamente dicha, mientras
que evaluatíon supone la atribución de un valor a un objeto de estudio:
proyecto, programa, organización, servidos asistenciales, etc.
Al aparecer fundidas ambas palabras en un solo término castellano, en
puridad, sería necesario especificar a qué se hace referencia cuando se
habla de evaluación. Salvo indicación contraria, siempre se usará en este
texto en el sentido de assessment y se emplearán indistintamente los
términos evaluación, psicodiagnóstico y diagnóstico psicológico como
referidos al proceso mediante el cual se accede al estudio de las
características psicológicas de un sujeto en un determinado contexto y con
unos objetivos concretos, aún a riesgo de que, al emplearlos como
sinónimos, se pueda caer en un cierto grado de incorrección lingüística.
EL DIAGNÓSTICO PSICOLÓGICO COMO PROCESO
Como ocurre con todo objeto complejo, es difícil lograr una definición
totalmente satisfactoria de la evaluación psicológica, pero se ha alcanzado
un nivel de consenso suficiente en algunos puntos, como para precisar
algunos aspectos como, por ejemplo, la idea de que el diagnóstico
psicológico se entiende actualmente como un proceso. Ello supone la
inclusión comprehensiva de una serié de fases, de diversas fuentes
informativas y de muestras diferentes de conducta, con una especial
atención a las interacciones que se producen entre distintos sistemas
relaciónales.
El profesional que realiza la tarea evaluativa se enfrenta, a lo largo de
todo este proceso, a una gran cantidad de variables de diverso tipo que
interactúan entre sí. No solo debe registrarlas, sino también, mediante un
trabajo que implica el acceso progresivo a distintos niveles de inferencia,
integrarlas y elaborarlas, de manera que alcancen una significación
psicológica. Solo así podrá captar, conceptualmente, el funcionamiento del
sujeto evaluado, sus conexiones con las redes relacionales en que está
inscrito y los elementos esenciales en los que basarse para diseñar una
intervención psicológica ajustada a sus características específicas.
Es obvio que se está hablando de una labor complicada y que requiere
una especial preparación, tanto en el área de la evaluación psicológica
propiamente dicha, como en otros campos de la Psicología. Se trata de
conceptualizar y no de acumular informaciones pardales, de intentar
aprehenderlo que está ocurriendo y su significado psicológico y no de hacer
un listado de características que, por muy exhaustivo que fuera, no
permitiría alcanzar un nivel conceptual.
El diagnosticador se ve obligado a realizar una serie de pasos que
suponen cambios de nivel epistemológico, si no quiere convertirse en un
mero aplicador de tests o reducir su cometido a la simple clasificación de los
sujetos en categorías preestablecidas. Aplicar pruebas o clasificar sujetos
son tareas que pueden formar parte del proceso, pero han de subordinarse
a otros objetivos de rango superior como describir el funcionamiento
psicológico o diseñar la intervención, que se detallarán en el siguiente
capítulo. En caso contrario, los resultados presentarán escasa utilidad para
una verdadera comprensión de las características de los sujetos evaluados y,
sobre todo, para la planificación de su tratamiento.
Así, se deben llevar a cabo al menos tres pasos o cambios de nivel en
el trabajo de procesamiento de la información recogida. Se trata de tres
tipos, cualitativamente diferentes, de transformaciones o traducciones de
los datos recopilados, hasta llegar a convertirlos en conceptos que resulten
operativos:
1) Transformación de las conductas del sujeto evaluado, verbales, no
verbales, gráficas o de resolución de problemas, observables en una
entrevista o prueba psicológica, en un indicador de prueba significativo.
Se trata de una lectura de la conducta en el contexto de una técnica o
prueba.
2) Transformación del indicador de prueba en un signo o indicador
psicológico. En este paso se traduce ¡a muestra de conducta al contexto
del funcionamiento global de ese sujeto; dicho de otro modo, se realiza
una lectura psicológica de los datos.
3) Integración de ese indicador psicológico con otros indicadores
observables en el resto del proceso diagnóstico, elaboración de hipótesis,
contraste de las mismas mediante validaciones cruzadas y formulación de
conclusiones. Se produce así el paso del dato empírico al nivel conceptual
Para poder efectuar estos “saltos" de lo meramente empírico, como
descripción de resultados, listado de rasgos u obtención de perfiles, a lo
conceptual, como formulación de hipótesis, contraste y elaboración de
conclusiones, a través de la integración progresiva de la información
procedente de distintas fuentes, es necesario tomar conciencia del nivel de
amplitud y diversidad que alcanza el conjunto de las numerosas variables y
las casi infinitas interacciones que se ponen en marcha durante un proceso
diagnóstico. Se comentaran aquí algunas de ellas con el propósito de ofrecer
una visión general que pueda servir de punto de partida para reflexiones
ulteriores.
ESQUEMA DE LAS VARIABLES IMPLICADAS EN UN PROCESO
DIAGNÓSTICO
Gráficamente y de manera muy simplificada, se podría describir esta
situación con el siguiente esquema:
Cálculo de probabilidades
El proceso diagnóstico consiste también en la obtención de una serie
de conclusiones, cotejadas a través de cálculos de probabilidades. A tal fin se
confrontan dos amplias bases de datos:
Los conocimientos teórico-técnicos del observador.
Todas las informaciones obtenidas del sujeto y su contexto.
Para ello es necesario, como se ha venido repitiendo, observar los
fenómenos, organizar toda la información, realizar validaciones
convergentes y seleccionar los datos relevantes qué permitan establecer
una descripción, pronóstico y plan de intervención para cada persona
concreta.
Se trata de un proceso que se ha desarrollado, históricamente, a
través de una doble vía: a) fenomenológica y b) sintomatológica o de
criterios.
d) Vía fenomenológica: En ella se trata de describir el modo particular
de experiencia y conducta del evaluado y su relación con el entorno;
orientándose a recoger las características individuales y propugnando
una visión holística.
e) Vía sintomatológica o de criterios: Según esta vía se seleccionan
algunos aspectos, de la amplia gama de datos disponibles, a los que se
dota de una especial significación; con ello se ganará en rigor y
precisión, aunque a expensas de una mayor simplificación reductiva.
Actualmente se empieza a pensar que ambas vías, aunque se han
planteado como excluyentes, pueden ser complementarias, si se entiende el
psicodiagnóstico como un proceso dialéctico, con una parte retrospectiva y
otra predicativa o anticipatoria, donde el síntoma o el fenómeno simple se
va interconectando hasta formar parte de una visión global del
funcionamiento psíquico.
RESUMEN
Como ya se indicó, el campo de la evaluación psicológica se ha
ampliado de manera significativa en los últimos años. En muchos casos,
sobre todo con niños, puede incluso considerarse como una especie de
intervención preventiva ante problemas o fenómenos sociales cada vez más
frecuentes, que suponen un riesgo potencial para la aparición de
dificultades psicológicas futuras, como divorcio, emigración o violencia
doméstica.
También se utiliza en contextos de salud para estudiar, por ejemplo,
las repercusiones psicológicas de enfermedades físicas crónicas y se realizan
evaluaciones de clima o ambiente en situaciones de interacción social, con
familias e instituciones.
Por otra parte, la introducción de avances tecnológicos como el uso
generalizado de los ordenadores permite realizar estudios epidemiológicos y
llevar a cabo investigaciones poblacionales con relativa facilidad, sobre todo
al haberse simplificado el registro de datos y los análisis estadísticos, casi
imposibles de realizar en otras épocas con muestras numerosas.
Todo ello supone que el ámbito de la evaluación está evolucionando y
no queda restringido a los límites de la relación sujeto/diagnosticador, sino
que parece aspirar a Convertirse en un sistema de recopilación de
información amplio, flexible y útil para múltiples aplicaciones y áreas de la
investigación psicológica.
Evidentemente, cada una de estas aplicaciones requiere técnicas y
controles metodológicos específicos, pero todas, a distintos niveles, entran
dentro del campo del diagnóstico de dimensiones o aspectos psicológicos, lo
que puede entenderse como una muestra de la gran vitalidad de esta área
de conocimiento, tanto en su vertiente de investigación, como en la de sus
aplicaciones prácticas. En este libro, como se señalaba en la Introducción,
solo se abordará una modalidad de evaluación, la que exige que la relación
evaluador-sujeto sea directa y curse en una serie de fases sucesivas.
Los comentarios expuestos pretenden alertar de los numerosos
riesgos de error y mantener en él lector una actitud crítica hada su propio
trabajo como evaluador. Los interrogantes planteados requieren una
investigación continuada que trasciende la mera utilización de las
alternativas metodológicas que se van a presentar.
A continuación se revisarán otros aspectos relevantes del proceso
diagnóstico, como el encuadre, los objetivos y las fases mediante los cuales
se articula, a fin de ofrecer una visión de conjunto antes de abordar los
problemas que surgen en su aplicación práctica.
Fases básicas
Las tres fases básicas a través de las cuales se desarrolla un psicodiagnóstico
son las siguientes:
1. Entrevista inicial.
2. Entrevistas de aplicación de pruebas psicológicas.
3. Entrevista de comunicación de resultados, que incluye la
confección de un informe escrito.
Todas ellas presentan aspectos diferenciales y objetivos específicos
pero, al mismo tiempo, íntimas conexiones recíprocas, formando un
conjunto inseparable.
Para avanzar eficazmente en esta secuencia, no se puede pasar a la
fase siguiente con expectativas de lograr sus objetivos si no se han cubierto
los objetivos de la anterior. A la vez, las informaciones recogidas en cada una
revierten y retroalimentan las obtenidas en las demás.
A fin de entender mejor este proceso de retroalimentación conviene
recordar nuevamente el paradigma de la circularidad en la transmisión de la
información enfatizado, entre otros autores, por Watzlawick (1981), desde
la teoría de la comunicación humana que, superando el paradigma lineal
estímulo respuesta, ofrece en este punto una explicación más satisfactoria.
Habitualmente, son necesarias todas estas fases para cubrir los
objetivos básicas de un diagnóstico pero, en ciertas ocasiones, dependiendo
de los resultados de la entrevista inicial, del tipo de información obtenida
por otras fuentes y/o de las características de la demanda, estará indicado
alargar, acortar o incluso eliminar la fase de aplicación de pruebas
psicológicas, si no se consideran necesarios sus aportes. En cambio, la
primera y las últimas fases resultan siempre imprescindibles para poder
efectuar un proceso diagnóstico completo.
CAMBIOS CONCEPTUALES
Esta idea, presente desde hace años en el campo de la evaluación
psicológica, supone otro giro importante con respecto al enfoque
tradicional, en el que se daba absoluta prioridad o casi exclusividad, a la
aplicación de pruebas, minimizando o incluso suprimiendo las otras dos
fases. No obstante, es preciso señalar que la expresión "enfoque tradicional”
es demasiado genérica, y se utiliza aquí para hacer referencia a la forma
mayoritaria de entender la evaluación hasta hace unas décadas; sin
embargo, hay que puntualizar que nunca existió un “enfoque tradicional”
único y homogéneo, sino un conjunto muy variado de conceptos y
procedimientos.
En el trabajo diagnóstico, las modificaciones conceptuales y sus
consecuentes aplicaciones prácticas se han ido produciendo en estrecha
conexión con los avances teóricos, pero también en una relación dialéctica
con los cambios en el rol del psicólogo, que se abordarán con más detalle en
el siguiente capítulo.
Tales cambios se produjeron a medida que se fue logrando una mayor
autonomía y diferenciación de la identidad y funciones profesionales. Así,
partiendo de un tipo de actividad que, durante muchos años, se limitó a ser
la de un mero auxiliar testista de otro profesional que asumía la dirección y
la responsabilidad del caso, se ha pasado a disponer de una visión más
compleja del cometido, a través de un pensamiento crítico que propició
nuevas conceptualizaciones sobré la propia tarea evaluativa.
Paralelamente, han tenido lugar importantes movimientos
conceptuales en cuanto a los objetivos diagnósticos, pasando del énfasis
exclusivo en el registro de los aspectos patológicos al interés por una
descripción global e integrada del funcionamiento de los sujetos, que da la
misma prioridad a la detección de sus recursos adaptativos potenciales,
sobre los que va a basarse el diseño de la intervención. Al ampliarse el foco
de atención, se produjo un desplazamiento desde una postura clasificatoria
y estática hacia otra, más dinámica y encaminada a identificar las
posibilidades de producir cambios.
En esta línea, la oportunidad de observar y comparar el
funcionamiento del sujeto en distintas fases de un mismo proceso favorece
la identificación de sus recursos adaptativos y de los factores pronósticos, ya
que los cambios relacionales que se van produciendo a lo largo de las etapas
del diagnóstico presentan una conexión directa con la flexibilidad y
capacidad de acomodación de cada individuo a las variaciones de los
estímulos ambientales.
RESUMEN
Sintetizando lo expuesto en este capítulo, se podría concluir que
aspectos como el encuadre y los objetivos diagnósticos son los que
diferencian el trabajo de evaluación psicológica de otro tipo de actuaciones
profesionales.
El encuadre se mantiene relativamente constante para todos los
sujetos, creando un marco uniforme o situación estándar, que sirve de
contraste para registrar las variaciones interindividuales.
El alcance de los objetivos diagnósticos varía, tanto en función del
contexto y de los recursos con los que cuente cada caso concreto, como de
la formación y sensibilidad del evaluador para registrar informaciones no
explícitas y trabajar con múltiples variables simultáneamente.
Por último, el hecho de que la evaluación se lleve a cabo a través de
distintas fases sucesivas e interconectadas: entrevista inicial entrevistas de
aplicación de pruebas entrevista de comunicación de resultados,
proporciona la oportunidad de realizar observaciones diacrónicas y
comparar el funcionamiento del sujeto en distintos momentos y sus
reacciones ante diferentes estímulos interactivos. Todo ello favorece la
identificación de los recursos adaptativos y el registro de factores
pronósticos presentes en el individuo o grupo evaluado.
En cualquier caso, dada la extraordinaria variedad de las variables a
observar, se insiste en la necesidad de mantener la conciencia de que las
estimaciones finales siempre estarán sujetas a un cierto margen de
incertidumbre y los resultados diagnósticos no pueden absolutizarse.
Antes de pasar al estudio detallado de cada una de estas fases, se analizarán
con mayor detenimiento en los dos siguientes capítulos las particularidades
que esta tarea presenta en el contexto clínico y en el educativo, a fin de
poder profundizar algo más en la evolución de los conceptos de encuadre y
objetivos del proceso evaluativo.
Se discutirán también las características diferenciales que aparecen en el
diagnóstico psicológico de niños y adolescentes, por tratarse de una
demanda muy frecuente en el ámbito clínico y de la más habitual en el
educativo.