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3 Teoría de los juegos. El primer asalto a la teoría clásica del equilibrio fue llevado a cabo por
Keynes, quien en 1936 escribía: “ Aunque la doctrina clásica permaneció fuera de toda duda para los
economistas ortodoxos hasta nuestros días, su completo fracaso respecto a la posibilidad de predicción
científica ha dañado enormemente el prestigio de sus seguidores, ante la falta de concordancia entre los
resultados de su teoría y los hechos observados; una discordancia que el hombre común y corriente no
ha dejado de observar, resultando en una creciente renuencia a conceder a los economistas el respeto
que tiene con otros grupos científicos, cuyas conclusiones teóricas son confirmadas por la observación
cuando se aplican a los hechos ”. En particular respecto al problema de la ocupación, Keynes
observaba que “puede que la teoría clásica represente el camino que nuestra economía debería seguir;
pero suponer que lo hace así es pasar por alto las dificultades reales que es incapaz de afrontar ” (Teoría
general de la ocupación, el interés y el dinero, cap. 3, p. 3, 1936 ). Pero el mismo Keynes utilizaba los
procedimientos de la teoría clásica, que consideraba verificables en determinadas condiciones
(ibíd., cap. 24, p. 3). Y en realidad, solamente en los últimos años se ha subrayado, en el campo
de la economía, una nueva dirección que abandona el presupuesto de la teoría del equilibrio,
basado en la infalibilidad y omnisciencia del sujeto económico. La teoría de los juegos parte del
presupuesto de que el individuo no controla todas las variables de las cuales depende el
resultado de su comportamiento. En efecto, no se encuentra en la misma condición que
Robinson Crusoe que conoce perfectamente sus necesidades y los elementos que deben servir
para satisfacerlas y que, por lo tanto, controla todo aquello de lo cual depende su utilidad
total. La realidad económica es completamente diferente, porque varios individuos están en
mutua relación y el éxito del comportamiento de cada uno depende de diferentes variables , de
las cuales controla sólo una parte, las demás dependen de otros individuos. Pero el éxito
general depende al mismo tiempo de todas las variables. Ahora bien, “ esta situación no puede
ser definida como un problema fundamental, cualesquiera que sean las limitaciones y condiciones.
Estamos aquí frente a una situación lógico-matemática, que la matemática no había sabido hasta ahora
representar; la economía teórica no tiene nada de común con el cálculo de las variaciones, con la teoría
de las funciones, etc., sino que es una novedad conceptual. Es necesario, por lo tanto, examinar la
posibilidad de resolver el problema de la manera en que se debería comportar un individuo o una
empresa, para que su comportamiento pueda ser considerado ‘racional’. La palabra ‘racional’ no tiene
por ahora significado en esta construcción y lo podrá tener sólo en caso de encontrar una teoría que
pueda ser empleada en toda situación económica ” (“Teoría del juego”, en la industria, 1951, p. 319).
Por esto, la teoría de los juegos rechaza toda analogía con los sistemas físicos porque en la
física no existe nada que corresponda a situaciones típicamente económicas, y para hacer sus
cálculos se sirve de un modelo muy diferente: los juegos de estrategia. En estos juegos la
victoria del individuo depende, más que de sus jugadas, de las de los otros y de un
componente casual. Todo jugador puede elegir entre diferentes estrategias o modos mediante
los cuales puede jugar su partida. Se comporta “racionalmente” cuando, entre todas, elige la
estrategia “óptima”. Determinar esta estrategia resulta de especiales procedimientos
matemáticos con fundamento estadístico (Neumann y Morgenstern, Theory of Games and
Economic Behavior, 1944).
Desde este punto de vista teórico y metodológico, la economía política de los últimos decenios
se ha caracterizado: 1) por utilizar cada vez más la teoría de los juegos y los lenguajes
formalizados de tipo matemático; 2) por asimilar cada vez más el principio de ignorancia y
falibilidad del sujeto económico; 3) por rechazar toda doctrina omnicomprensiva y por una
multiplicidad de juegos o modelos no reducibles a un único juego o modelo de alcance
universal; 4) por un proceso de integración entre macroeconomía y microeconomía; 5) por un
insistente debate epistemológico del objeto, los métodos y el estatus disciplinario de la
economía (¿ciencia, arte, doctrina o técnica?). Respecto a los contenidos, el desplome del
comunismo, si por una parte produjo el fortalecimiento de las tendencias neoclásicas o
marginalistas y el triunfo de filosofías económicas neoliberales –en detrimento de varios
“ismos” (neomarxismo, neokeynesianismo, neorricardismo, etc.) que, a partir del decenio de
1960, han procurado contraponerse al paradigma dominante—, por otra planteó las premisas
para atenuar los conflictos ideológicos entre las diversas escuelas económicas.
Otra importante novedad es el renovado encuentro entre economía política y ética. Partiendo
de la convicción de que el estímulo del obrar económico no es sólo el renacentista y moderno
de lo “útil” y que el problema de fondo de la sociedad posindustrial no es sólo el de elegir los
medios mejor adaptados para alcanzar una meta determinada, sino (también) de elegir entre
opciones delicadas (o sea, entre idealidad y valores divergentes), grupos de estudiosos, entre
los cuales sobresale el filósofo-economista A. K. Sen, han insistido en la necesidad de una
reconsideración ética de la economía, decididos a responsabilizar a los estudiosos de esa
disciplina en las discusiones sobre la globalidad de los problemas humanos (John Stuart Mill,
para evitar reducir lo antropológico al elemento económico, ya había asegurado que “ no es
buen economista quien sólo es economista”).
Uno de los resultados más significativos de este renovado entrelazamiento, o deseada síntesis,
entre economía ética y sabiduría –en antítesis al criterio weberiano de la valuabilidad de las
ciencias sociales y al modelo neopositivista de la economía como “ciencia pura”—es el
esfuerzo por conferir la ciudadanía teórica a los aspectos morales del discurso económico,
insistiendo en una plataforma mínima de valores humanos ampliamente compartidos
(dignidad, solidaridad, etc.) y la llamada business ethics (ética de los negocios).
IUSNATURALISMO: Teoría del derecho natural de los siglos XVII y XVIII a partir de Hugo Grocio (1583-
1645) y de la cual son representantes principales, Grocio, Thomas Hobbes (1588-1679) y Samuel
Pufendorff (1632-1694). Tal doctrina, defendida por numerosos escritores políticos, ha servido de base
para reivindicar las dos conquistas fundamentales del mundo moderno en el campo político: el principio
de la tolerancia religiosa y el de la limitación de los poderes del Estado. De estos principios, en efecto,
ha nacido el Estado liberal moderno. El iusnaturalismo se distingue de la teoría tradicional del derecho
natural porque no considera tal derecho como la participación humana en un orden universal perfecto
que es Dios mismo (como lo consideraron los escritores medievales), sino como reglamentación
necesaria de las relaciones humanas, que el hombre descubre confiándose a la razón y que, por lo tanto,
es independiente del querer mismo de Dios. El iusnaturalismo representa así la reivindicación, en el
campo moral y político, de la autonomía de la razón que el cartesianismo afirmó en el campo filosófico y
científico.