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2 Teoría del equilibrio.

Esta segunda concepción de la economía política, considera que su


objeto es determinar la mejor combinación de los elementos económicos, que por ser la
mejor, se mantiene indefinidamente si no es alterada por alguna causa, o tiende a
restablecerse si es alterada y, por lo tanto, es un estado de equilibrio. Ahora bien, no hay una
sola mejor combinación, sino una entre otras. Los supuestos de esta teoría son dos: a) hay
diversas posibilidades u opciones en la realidad económica; b) entre las varias opciones
posibles, una sola es la más conveniente y está determinada por leyes económicas.
El supuesto (a) expresa el giro decisivo que la economía política tomó cerca de 1870, al
abandonar uno de los principios de la teoría clásica, la doctrina del valor-trabajo. La teoría
clásica y su orden económico natural y necesario, no permitía a los individuos elegir, éstos sólo
pueden seguir sus instintos económicos, cuyo efecto natural e inevitable es el orden
económico. En tal orden, el valor, que es el fundamento de las relaciones económicas, debe
ser tan natural y necesario como el orden mismo; por ello la economía clásica, de Smith a
Marx, ve el principio del valor en el trabajo. El trabajo, como decía Marx (El capital, I, 1, p. 1),
posibilita medir con exactitud el valor porque se lo puede calcular por su duración. Éste era el
valor de cambio, ya que el valor de uso había sido identificado con la utilidad (capacidad que
tiene un objeto para satisfacer una necesidad). Porque había tropezado con varias dificultades,
esta teoría del valor fue sustituida por la nueva doctrina de la utilidad marginal, gracias a
Jevons, Menger y Walras. Y dice que el valor es “la importancia que damos a determinados bienes
porque sabemos que la satisfacción de nuestras necesidades depende de poder disponer de tales
bienes”. El valor nace porque los bienes son limitados y sólo esta limitación da carácter
económico a los bienes. Los bienes cuya cantidad es ilimitada, el aire, por ejemplo, no tienen
valor económico, ya que disponer de una fracción de tales bienes no tiene utilidad alguna. O
sea, la rareza o escasez de los bienes disponibles hace que exista el valor económico. Y se
establece también una relación entre escasez y valor, por la cual, a medida que aumentan las
fracciones de una mercancías disponibles, el valor de cada fracción de esa mercancía
disminuye. Entonces el valor de una mercancía consiste en el “grado final de utilidad” (Jevons),
“rareza” (Walras) y “utilidad marginal” (Marshall), o sea, en la utilidad de la última fracción de
la mercancía que satisface una necesidad. Walras definía en términos matemáticos la utilidad
marginal como “la resultante de la utilidad efectiva en relación con la cantidad poseída ”. Los
supuestos de esta teoría fueron enunciados por Menger ( 1883), que fue una crítica decisiva a la
escuela histórica de la economía. Menger observó que el punto de partida y el de llegada de
toda actividad económica están rigurosamente determinados por la situación económica
actual. Así, las necesidades de cualquier sujeto económico están determinadas por su
naturaleza y evolución; los bienes que dicho sujeto tiene a su disposición están igualmente
determinados por la situación económica. Entre estos dos polos se desarrolla la actividad
económica del individuo. Ahora bien, aun cuando los puntos de partida y de llegada de la
actividad económica sean algo dado, no por ello está rigurosamente determinado a priori el
camino que el individuo debe seguir para satisfacer sus necesidades. “El libre albedrío, el error y
otras causas pueden hacer, que el hombre tenga libertad para seguir diferentes caminos. Es cierto, sin
embargo, uno solo es el camino más conveniente ”. Por lo tanto, si el sujeto económico puede
seguir innumerables direcciones, la más conveniente es una sola: la económica, y ella sola es
rigurosamente determinable. A la dirección realista de la escuela histórica (y que tomando
como objeto “los fenómenos reales de la economía” no podía nunca llegar a “leyes exactas”),
opuso Menger la dirección exacta que “examina los fenómenos de la economicidad, rigurosamente
determinados, y así llega a establecer no las leyes exactas de los fenómenos reales, que en parte son
antieconómicos, sino las leyes exactas de la economicidad ”. La economía exacta fue denominada
“economía pura” por Walras. Menger, insiste que es necesario realizar determinadas
abstracciones igual que las efectuadas por las otras ciencias. “ No conocemos y no conoceremos
nunca fenómeno concreto alguno en todos sus detalles; podemos solamente conocer fenómenos ideales
que cada vez se acercan más al fenómeno concreto ”. Al igual que la astronomía limita sus
investigaciones a la forma genérica de la Tierra, la geografía suministra una segunda
aproximación y la topografía una tercera, pero ninguna descripción de la Tierra logrará tener
presente los mínimos detalles, así “ la economía pura indica la forma general del fenómeno; la
economía aplicada suministra una segunda aproximación que indica las perturbaciones producidas por
causas que habían sido dejadas de lado en la primera aproximación, pero ninguna teoría llegará nunca a
decirnos de qué manera se regulará la vida económica de cada individuo ”. Por consiguiente, es
necesario distinguir los fenómenos principales de los secundarios, y no debe confundirse “ el
estado de equilibrio con el estado de transición que es el paso de un equilibrio a otro ”. Así, el estado de
equilibrio es el verdadero y propio objeto de la ciencia económica. Ésta está dirigida a
determinar, en cada caso, el optimum de la situación económica. A veces se han distinguido
dos métodos de la teoría económica del equilibrio: el geométrico, o de los equilibrios parciales
(Marshall); el algebraico, o del equilibrio general (Lausana). Pero tanto los equilibrios parciales
como el equilibrio general son construcciones ideales o soluciones límites de problemas, cuyos
datos, si bien son tomados de la experiencia, reproducen sólo en forma idealizada y corregida
el curso de los fenómenos empíricos. Menger había expresado con claridad el supuesto de la
teoría del equilibrio: “La regularidad de los fenómenos económicos –y por lo tanto, de una economía
teórica—no es sólo el dogma de un interés individual, sino también el de la infalibilidad y la omnisciencia
del hombre sobre cuestiones económicas ”. Como teoría del equilibrio, o sea, como determinación,
mediante leyes necesarias, del optimum económico, la economía política, por lo tanto, debe
presuponer la infalibilidad y la omnisciencia del sujeto económico.
Este punto revela la analogía entre esta teoría económica y la mecánica clásica. Ésta
presuponía que existe un orden necesario de la naturaleza, determinado por leyes inmutables
y la existencia de un sujeto físico, infalible y omnisciente, que puede procurarse toda la
información sobre este orden sin interferir en él. La teoría del equilibrio presupone también, la
existencia de un equilibrio económico determinado por leyes necesarias y la existencia de un
sujeto económico, infalible y omnisciente, capaz de procurarse toda la información posible
sobre este equilibrio sin interferirlo. Pero así como ha ocurrido en la física, estos supuestos han
chocado con dificultades de orden empírico. Se ha demostrado que los resultados logrados por
la teoría del equilibrio a menudo están en oposición con la realidad económica o son aplicables
solamente a casos límite muy circunscritos. La teoría del equilibrio ha hecho gala de su
“pureza” o “exactitud”, de su “rigor” y la “necesidad” de sus conclusiones, pero a la vez ha
mostrado ser incapaz de describir los fenómenos económicos más complicados y de preverlos
con suficiente aproximación. Ésta es una situación paradójica porque se mide la validez de la
ciencia por su capacidad de previsión que permite obrar en el correspondiente campo de los
fenómenos.

3 Teoría de los juegos. El primer asalto a la teoría clásica del equilibrio fue llevado a cabo por
Keynes, quien en 1936 escribía: “ Aunque la doctrina clásica permaneció fuera de toda duda para los
economistas ortodoxos hasta nuestros días, su completo fracaso respecto a la posibilidad de predicción
científica ha dañado enormemente el prestigio de sus seguidores, ante la falta de concordancia entre los
resultados de su teoría y los hechos observados; una discordancia que el hombre común y corriente no
ha dejado de observar, resultando en una creciente renuencia a conceder a los economistas el respeto
que tiene con otros grupos científicos, cuyas conclusiones teóricas son confirmadas por la observación
cuando se aplican a los hechos ”. En particular respecto al problema de la ocupación, Keynes
observaba que “puede que la teoría clásica represente el camino que nuestra economía debería seguir;
pero suponer que lo hace así es pasar por alto las dificultades reales que es incapaz de afrontar ” (Teoría
general de la ocupación, el interés y el dinero, cap. 3, p. 3, 1936 ). Pero el mismo Keynes utilizaba los
procedimientos de la teoría clásica, que consideraba verificables en determinadas condiciones
(ibíd., cap. 24, p. 3). Y en realidad, solamente en los últimos años se ha subrayado, en el campo
de la economía, una nueva dirección que abandona el presupuesto de la teoría del equilibrio,
basado en la infalibilidad y omnisciencia del sujeto económico. La teoría de los juegos parte del
presupuesto de que el individuo no controla todas las variables de las cuales depende el
resultado de su comportamiento. En efecto, no se encuentra en la misma condición que
Robinson Crusoe que conoce perfectamente sus necesidades y los elementos que deben servir
para satisfacerlas y que, por lo tanto, controla todo aquello de lo cual depende su utilidad
total. La realidad económica es completamente diferente, porque varios individuos están en
mutua relación y el éxito del comportamiento de cada uno depende de diferentes variables , de
las cuales controla sólo una parte, las demás dependen de otros individuos. Pero el éxito
general depende al mismo tiempo de todas las variables. Ahora bien, “ esta situación no puede
ser definida como un problema fundamental, cualesquiera que sean las limitaciones y condiciones.
Estamos aquí frente a una situación lógico-matemática, que la matemática no había sabido hasta ahora
representar; la economía teórica no tiene nada de común con el cálculo de las variaciones, con la teoría
de las funciones, etc., sino que es una novedad conceptual. Es necesario, por lo tanto, examinar la
posibilidad de resolver el problema de la manera en que se debería comportar un individuo o una
empresa, para que su comportamiento pueda ser considerado ‘racional’. La palabra ‘racional’ no tiene
por ahora significado en esta construcción y lo podrá tener sólo en caso de encontrar una teoría que
pueda ser empleada en toda situación económica ” (“Teoría del juego”, en la industria, 1951, p. 319).
Por esto, la teoría de los juegos rechaza toda analogía con los sistemas físicos porque en la
física no existe nada que corresponda a situaciones típicamente económicas, y para hacer sus
cálculos se sirve de un modelo muy diferente: los juegos de estrategia. En estos juegos la
victoria del individuo depende, más que de sus jugadas, de las de los otros y de un
componente casual. Todo jugador puede elegir entre diferentes estrategias o modos mediante
los cuales puede jugar su partida. Se comporta “racionalmente” cuando, entre todas, elige la
estrategia “óptima”. Determinar esta estrategia resulta de especiales procedimientos
matemáticos con fundamento estadístico (Neumann y Morgenstern, Theory of Games and
Economic Behavior, 1944).

Desde este punto de vista teórico y metodológico, la economía política de los últimos decenios
se ha caracterizado: 1) por utilizar cada vez más la teoría de los juegos y los lenguajes
formalizados de tipo matemático; 2) por asimilar cada vez más el principio de ignorancia y
falibilidad del sujeto económico; 3) por rechazar toda doctrina omnicomprensiva y por una
multiplicidad de juegos o modelos no reducibles a un único juego o modelo de alcance
universal; 4) por un proceso de integración entre macroeconomía y microeconomía; 5) por un
insistente debate epistemológico del objeto, los métodos y el estatus disciplinario de la
economía (¿ciencia, arte, doctrina o técnica?). Respecto a los contenidos, el desplome del
comunismo, si por una parte produjo el fortalecimiento de las tendencias neoclásicas o
marginalistas y el triunfo de filosofías económicas neoliberales –en detrimento de varios
“ismos” (neomarxismo, neokeynesianismo, neorricardismo, etc.) que, a partir del decenio de
1960, han procurado contraponerse al paradigma dominante—, por otra planteó las premisas
para atenuar los conflictos ideológicos entre las diversas escuelas económicas.
Otra importante novedad es el renovado encuentro entre economía política y ética. Partiendo
de la convicción de que el estímulo del obrar económico no es sólo el renacentista y moderno
de lo “útil” y que el problema de fondo de la sociedad posindustrial no es sólo el de elegir los
medios mejor adaptados para alcanzar una meta determinada, sino (también) de elegir entre
opciones delicadas (o sea, entre idealidad y valores divergentes), grupos de estudiosos, entre
los cuales sobresale el filósofo-economista A. K. Sen, han insistido en la necesidad de una
reconsideración ética de la economía, decididos a responsabilizar a los estudiosos de esa
disciplina en las discusiones sobre la globalidad de los problemas humanos (John Stuart Mill,
para evitar reducir lo antropológico al elemento económico, ya había asegurado que “ no es
buen economista quien sólo es economista”).
Uno de los resultados más significativos de este renovado entrelazamiento, o deseada síntesis,
entre economía ética y sabiduría –en antítesis al criterio weberiano de la valuabilidad de las
ciencias sociales y al modelo neopositivista de la economía como “ciencia pura”—es el
esfuerzo por conferir la ciudadanía teórica a los aspectos morales del discurso económico,
insistiendo en una plataforma mínima de valores humanos ampliamente compartidos
(dignidad, solidaridad, etc.) y la llamada business ethics (ética de los negocios).

IUSNATURALISMO: Teoría del derecho natural de los siglos XVII y XVIII a partir de Hugo Grocio (1583-
1645) y de la cual son representantes principales, Grocio, Thomas Hobbes (1588-1679) y Samuel
Pufendorff (1632-1694). Tal doctrina, defendida por numerosos escritores políticos, ha servido de base
para reivindicar las dos conquistas fundamentales del mundo moderno en el campo político: el principio
de la tolerancia religiosa y el de la limitación de los poderes del Estado. De estos principios, en efecto,
ha nacido el Estado liberal moderno. El iusnaturalismo se distingue de la teoría tradicional del derecho
natural porque no considera tal derecho como la participación humana en un orden universal perfecto
que es Dios mismo (como lo consideraron los escritores medievales), sino como reglamentación
necesaria de las relaciones humanas, que el hombre descubre confiándose a la razón y que, por lo tanto,
es independiente del querer mismo de Dios. El iusnaturalismo representa así la reivindicación, en el
campo moral y político, de la autonomía de la razón que el cartesianismo afirmó en el campo filosófico y
científico.

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