Escoger Su Herencia. Roudinesco-Derrida
Escoger Su Herencia. Roudinesco-Derrida
Escoger Su Herencia. Roudinesco-Derrida
Élisabeth Roudinesco
Y MAÑANA, QUÉ…
Prólogo
“¿De qué estará hecho el mañana?”, interroga Victor Hugo en uno de
sus poemas de Les chants du crépuscule [Los cantos del crepúsculo]. Y
como introducción subraya: “Hoy todo, tanto en las ideas como en las
cosas, en la sociedad como en el individuo, se halla en estado de
crepúsculo. ¿De qué índole es ese crepúsculo, qué lo seguirá?”1 Este
fue nuestro punto de partida.
Fruto de una larga historia, cuyo primer momento se remonta a
treinta años atrás, este diálogo responde a la definición clásica del
género en filosofía y en las humanidades en general: un intercambio
cuya lógica se construye con el correr de dos discursos que se cruzan
sin fusionarse jamás, y se responden sin oponerse realmente. Así se
enuncian diferencias, puntos de convergencia, descubrimientos de uno
por el otro, sorpresas, interrogaciones; en suma, una suerte de
complicidad sin complacencias.
La palabra viva fue primero grabada y luego transcripta2 para permitir
un primer pasaje de lo oral a lo escrito. Luego, cada uno de nosotros
volvió a trabajar el escrito para fundirlo en un verdadero texto, un texto
a dos manos, donde cohabitaran dos “idiomas”, dos maneras singulares
de expresarse en una misma lengua.
1
“Espectro siempre oculto que lado a lado nos sigue./ ¡Y que llamamos mañana!/ ¡Oh!
Mañana es la gran cosa!/ ¿De qué estará hecho el mañana?”, Victor Hugo, “Napoléon
II”, en: Les chants du crépuscule (1835), París, Gallimard, Bibliothque de la Pléiade, t.
I, 1964, pp. 838 y 811.
2
Agradezco a Colette Ledannois por la rapidez y la calidad de su trabajo.
Las notas redactadas por Jacques Derrida llevan la mención J.D.
))((
1. Escoger su herencia
(fragmento)
ÉLISABETH ROUDINESCO: Ante todo me gustaría evocar el pasado,
nuestra historia común. Hoy es de buen tono reprobar a los pensadores
de los años setenta y exigir de quienes los reivindican un “deber de
inventario” o, peor aún, un “arrepentimiento”. A las obras de dicha
época, signadas por la coyuntura tan particular del “estructuralismo”, se
reprocha desordenadamente: la valorización excesiva del espíritu de
rebeldía, el culto del esteticismo, un apego a cierto formalismo de la
lengua, el rechazo de las libertades democráticas y una profunda
incredulidad para con el humanismo. Me parece que esta proscripción
es estéril y conviene encarar nuestra época de una manera muy
diferente. Esta consiste en “escoger su herencia”, según sus propios
términos: ni aceptarlo todo ni barrer con todo.
3
Se la encuentra en Robert Luis Stevenson, y es retomada por un personaje de Fritz
Lang en Les contrebandiers de Moonfleet (1954).
4
Utilizado por Jacques Derrida por primera vez en 1967 en De la grammatologie
(París, Minuit) [Trad. cast.: De la gramatología, México, Siglo XXI], el término
“deconstrucción” está tomado de la arquitectura. Significa deposición o
descomposición de una estructura. En su definición derridiana, remite a un trabajo del
pensamiento inconsciente (“eso se deconstruye”) y que consiste en deshacer, sin
destruirlo jamás, un sistema de pensamiento hegemónico o dominante.
De algún modo, deconstruir es resistir a la tiranía del Uno, del logos, de la
metafísica (occidental) en la misma lengua en que se enuncia, con la ayuda del mismo
material que se desplaza, que se hace mover con fines de reconstrucciones movibles.
La deconstrucción es “lo que ocurre”, aquello de lo que no se sabe si llegará a destino,
etcétera. Al mismo tiempo, Jacques Derrida le confiere un uso gramatical: el término
designa entonces un trastorno en la construcción de las palabras en la frase. Véase
“Lettre à un ami japonais” (1985), en Psyché. lnventions de l’autre, París, Galilée,
1987, pp. 387-395. En el gran diccionario de Emile Littré puede leerse: “La erudición
moderna nos testimonia que en una comarca del inmóvil Oriente, una lengua llegada a
su perfección se ha deconstruido y alterado por sí misma por la sola ley del cambio
natural del espíritu humano”.
5
Claude Lévi-Strauss, Tristes Tropiques, París, Plon, 1955 [Trad. cast.: Tristes
trópicos, Barcelona, Paidós, 1997]; Michel Foucault, Histoire de la folie à l’âge
classique (1961), París, Gallimard, 1972 [Trad. cast.; Historia de la locura en la época
clásica, México, Fondo de Cultura Económica, 1976]; Les mots et les choses, Paris,
Gallimard, 1966 [Trad. cast.: Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias
humanas, Madrid, Siglo XXI, 1999]. Louis Althusser, Pour Marx, París, Maspero, 1965
[Trad. cast.: Para leer “El Capital”, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1985]. Jacques
Lacan, Écrits, París, Seuil, 1966. [Trad. cast.: Escritos, Siglo XXI, 1987].
6
Jacques Derrida, De la grammatologie, ob. cit.; L’écriture et la différence, París,
Seuil, 1967 [Trad. cast.: La escritura y la diferencia, Rubí, Anthropos, Editorial del
hombre, 1989].
7
Véase al respecto Elisabeth Roudinesco, Généalogies, París, Fayard, 1994, y
François Dosse, Histoire du structuralisme, 2 vols., París, La Découverte, 1992.
8
Este coloquio reunía a intelectuales de todas las tendencias, y más particularmente a
escritores cercanos a tres revistas: Tel Quel, Change, Action Poétique. En esta
oportunidad presenté una ponencia en la cual mostraba que las tesis de Derrida
estaban inspiradas en una visión heideggeriana de lo arcaico cercana a las de Carl
Gustav Jung. Narré este episodio en Histoire de la psychanalyse en France, t. II
(1986), París, Fayard, 1994, pp. 544-545 [Trad. cast.: La batalla de cien años: historia
del psicoanálisis en Francia, Madrid, Fundamentos]. Véase también L’inconscient et
ses lettres, París, Mame, 1975. Jacques Derrida me respondió en Positions, París,
Minuit, 1972 (Trad. cast.: Posiciones, Valencia, Pre-Textos, 1976].
9
Jacques Derrida, Points de suspension, París, Galilée, 1998, p. 139. Véase también
“Rencontres de Rabat avec Jacques Derrida. Idiomes, nationalités, déconstructions”,
en Cahiers Intersignes, 13, 1998.
10
Jacques Derrida, “Violence et métaphysique” (1964), en L’écriture et la différence,
ob. cit.
11
Luc Ferry y Alain Renaut, La pensée 68, París, Gallimard, 1986.
12
Jacques Derrida es el autor de poco más de cincuenta libros, a los que se añaden
cuantiosos prefacios e intervenciones en obras colectivas. Participó en alrededor de
un centenar de entrevistas.
*
El giro utilizado es s’ en prendre. (N. del T.)
**
En toda esta frase hay un juego entre prendre y s’éprendre (agarrar y prendarse). A
continuación la versión original: “une déconstruction qui se prend, qui se fait prendre et
se laisse prendre dans ce qu’elle comprend et prend en considération tout en s’en
éprenant”. (N. del T.)
***
En el original: “Ia prise ou la maîtrise conceptuelle”. (N. del T.)
13
El idioma (idiome) es una lengua particular, y el término remite por extensión a la
manera de expresarse propia de una época, de un grupo social, de una persona.
Según Jacques Derrida, lo idiomático es “una propiedad de la que no es posible
apropiarse. Lo rubrica sin pertenecerle. Solo se le aparece al otro y a uno le vuelve
únicamente en destellos de locura que reúnen la vida y la muerte”, en Points de
suspension, ob. cit., p. 127. [En francés, idiome no es una palabra muy utilizada, y
significa lo que É. Roudinesco expresa en la primera oración de la nota. Normalmente
se emplea langue. N. del T.]
14
Véase Jacques Derrida, L’écriture et la différence, ob. cit.
É. R.: Usted trata ese tema del enemigo, el amigo y el adversario más
particularmente en un seminario donde deconstruye la obra de Carl
Schmitt.16 Usted subraya que, según Schmitt, la diferencia política
procede de una discriminación entre el amigo y el enemigo. Sin esta
discriminación no hay política. A esto opone una concepción más
freudiana de la política, la que “inscribiría el odio en el propio duelo de
nuestros amigos”.17 Y cita la famosa historia de los erizos que Freud
había tomado de Schopenhauer. Unos puercoespines renuncian a
apretarse unos contra otros para luchar contra el frío. Sus pinchos los
lastiman. Obligados a volver a acercarse en tiempo de helada, terminan
por encontrar, entre la atracción y la repulsión, entre la amistad y la
hostilidad, la distancia conveniente.
15
Jacques Derrida, Spectres de Marx, París, Galilée, 1993. Véase nuestro capítulo 6:
“El espíritu de la Revolución”. [Trad. cast.: Espectros de Marx: el Estado de la deuda,
el trabajo del duelo y la nueva Internacional, Madrid, Trotta, 1998].
16
Jacques Derrida, Politiques de l’amitié, París, Galilée, 1994, pp. 93-129 [Trad. cast.:
Políticas de la amistad, Madrid, Trotta, 1998]. Carl Schmitt, La notion du politique,
théorie du partisan (1932), París, Flammarion, 1992 [Trad. cast.: El concepto de lo
político, Madrid, Alianza, 1998].
Carl Schmitt (1888-1985), jurista alemán y alumno de Max Weber, participó en la
vida política de su país a fines de la República de Weimar y comienzos del régimen
hitleriano. Amenazado por la SS, renunció a sus actividades en 1936. Detenido por los
Aliados en 1945, fue juzgado en virtud de sus lazos con el nazismo y beneficiado
luego con un sobreseimiento.
17
Jacques Derrida, Politiques de l’amitié, ob. cit., p. 145. Véase Sigmund Freud,
“Actuelles sur la guerre et la mort” (1915), en: Œuvres completes (OC), XIII, París, PUF,
1988, pp. 125-137 [Trad. cast.: Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1998];
Psychologie des masses et analyse du moi (1921), OC, XVI, París, PUF, 1991, pp. 1-83
[Trad. cast.: Psicología de las masas, Madrid, Alianza, 2001].
sociale des Indiens Nambikwara, París, Société des Américanistes, 1949; Les
structures élémentaires de la parenté (1949), La Haya, Mouton, 1967 [Trad. cast.: Las
estructuras fundamentales del parentesco, Barcelona, Paidós, 1998].
20
Jacques Derrida, “Cogito et histoire de la folie” (1963), en: L’écriture et la différence,
ob. cit.
21
“¿Y cómo podría negar -escribe Descartes- que estas manos y este cuerpo sean
míos, de no ser que me comparase con ciertos insensatos cuyo cerebro está tan
trastornado y ofuscado por los negros vapores de la bilis que aseguran
constantemente que son reyes cuando son muy pobres; que están vestidos de oro y
de púrpura cuando están totalmente desnudos o que se imaginan como cántaros o
con un cuerpo de gusano? ¡Cómo! Son locos, y no sería yo menos extravagante si me
ajustara a sus ejemplos.” En “Propos sur la causalité psychique” (1946), en: Ecrtis, ob.
cit., Lacan ya deja entender, como más tarde lo hará Derrida, que la fundación del
pensamiento moderno por Descartes no excluye el fenómeno de la locura. Véase