Qué Puede Cambiar Una Nueva Constitución
Qué Puede Cambiar Una Nueva Constitución
Qué Puede Cambiar Una Nueva Constitución
L
a pregunta que muchos se hacen hoy en día es qué se puede cambiar a través de una
nueva Constitución Política (en adelante CP), considerando que muchos alertan sobre
la ineficacia de recorrer ese largo y controvertido proceso, por cuanto los verdaderos
cambios que la movilización social hoy parece exigir se pueden lograr, se afirma, a través
de la aprobación de simples leyes (no de una nueva constitución) que rectifique las
asimetrías e injusticias sociales y económicas: reforma del sistema de pensiones; sistema
de salud y otros muchos.
El argumento que más sobresale para afirmar la necesidad de una nueva CP se encuentra
en que la actual carece de legitimidad fundacional, característica esencial de una
Constitución, porque emana de una Junta Militar y fue ratificada en un plebiscito que no
contó con los requisitos y estándares mínimos de un proceso eleccionario democrático.
En ese sentido puede conjeturarse que la demanda por una nueva Constitución tiene una
cierta autonomía, que es independiente de los cambios de fondo que podrían lograrse
a través de ella, circunstancia que debe considerarse en su propio peso, pero que no
exime de la necesidad de revisar algunos de los aspectos más relevantes de nuestra
estructura que sólo podrían revisarse o sustituirse a través de la aprobación de una nueva
Constitución, que es el tema a que nos referimos a continuación:
Para aquilatar debidamente dichas restricciones debemos tener en cuenta que el sistema
democrático debe operar bajo el principio de la mayoría, no requiriéndose el voto
favorable del perdedor para poder implementar o modificar una política pública; la regla
contraria anula o impide las decisiones adoptadas democráticamente. De esta manera,
puede afirmarse que nuestra actual CP otorga un poder de veto excesivo a la minoría
parlamentaria y tiende a perpetuar el statu quo, a lo cual se suma el control preventivo
obligatorio que tiene el Tribunal Constitucional, configurándose así un sistema institucional
“antimayoritario”. Ello claramente incide en los términos de las decisiones públicas,
producto de lo cual el sistema democrático pierde su capacidad de representación.
• Tribunal Constitucional.
En esta materia hay varios aspectos sobre los que actualmente hay debate. Por una
parte, el Tribunal está integrado por 10 miembros, tres designados por el Presidente;
cuatro elegidos por el Congreso Nacional y tres por la Corte Suprema, habiéndose
llegado a una integración que se asimila a la contingencia política del momento, lo
cual es preocupante toda vez que el Tribunal realiza una labor de carácter más bien
político que jurídico, ya que crea más que aplica el derecho. El sistema actual permite
que sus miembros sean personas que hayan desempeñado cargos de elección popular
o funciones en el Gobierno de turno en cargos de exclusiva confianza del Presidente de
la República, o que hayan sido directivos de partidos políticos. Los miembros del TC
deben contar con un mínimo de imparcialidad en sus decisiones y estar alejados de la
política contingente.
Por otro lado, los jueces del TC no responden ni política ni jurídicamente.
• Régimen de Gobierno.
Chile cuenta con un régimen presidencial lo cual implica que el Presidente concentra el
poder decisorio del Estado y a la vez cuenta con facultades de colegislador (iniciativa
de ley, iniciativa exclusiva, urgencias, veto, decretos con fuerza de ley), conduce las
relaciones internacionales, entre otras materias. Esta concentración de poderes se
ejerce en desmedro del rol del Congreso Nacional. Por otro lado, ello incide en que
no existe un mecanismo apropiado para resolver el conflicto denominado de las “dos
soberanías”, el cual proviene de la legitimidad separada que tiene el Poder Ejecutivo
(Presidente) y el Poder Legislativo (Congreso). Ambos son elegidos directamente por la
ciudadanía mediante elecciones separadas y por tanto son “dos soberanías”.
Nuestro sistema solo cuenta con un mecanismo para intentar resolver el conflicto
entre ambas soberanías: las acusaciones constitucionales, las cuales han demostrado
ser insuficientes y defectuosas. En el caso que las fuerzas políticas dominantes en
ambas ramas (Gobierno y Congreso) sean divergentes, se suele generar una crisis
de gobernabilidad o bien un quiebre institucional. La experiencia muestra que los
quiebres institucionales han sido más frecuentes en sistemas presidencialistas que
parlamentarios (desde el año 1978, 17 presidentes latinoamericanos han debido
abandonar el poder antes de terminar su mandato al perder apoyo parlamentario y
apoyo popular).
Por otra parte, se ha venido discutiendo en las últimas semanas las alternativas
existentes en relación al mecanismo para que el país proceda a adoptar una nueva CP.
En esta materia, bien sabemos que la vía institucional actual es el Congreso Nacional,
el cual ha sido elegido por el voto popular. Las posiciones contrarias a ello, sostienen
como argumento principal que el problema está justamente en que la redacción y
debate de una Carta Fundamental debiera ser realizada por personas que no estuvieran
ejerciendo cargos originados en nuestra actual Constitución, agregándose además
argumentos que aluden a la baja adherencia popular que parecen tener actualmente
los integrantes del Congreso.
De otro lado se propone que el medio más idóneo sería una Asamblea Constituyente,
que es el mecanismo que ha sido usado por 11 de las 18 constituciones de
Latinoamérica, partiendo de la base que dicha Asamblea debe ser producto de un
proceso institucional; para estos efectos se propone que en lo inmediato se produzca
una reforma a la actual CP que permita recurrir a la instancia de la Asamblea
Constituyente (para tal modificación se requiere 2/3 de senadores y diputados en
ejercicio si se modifica el actual Capítulo XV y 3/5 si se crea un nuevo Capítulo en
la CP). Por otro lado, es requisito de legitimidad básica que dicha Asamblea sea
elegida de manera representativa y que su resultado final sea ratificado por la
ciudadanía a través de referéndum constitucional. Bajo esta figura se podrían elegir
personas que cuenten con la idoneidad para poder debatir la Carta Fundamental y
que a continuación de realizar esa tarea queden inhabilitados para ejercer cargos de
elección popular o de carácter público por un lapso prolongado de tiempo. También
existen fórmulas en que parte de los integrantes de la Asamblea sean parlamentarios
dispuestos a renunciar a sus cargos y otras personas destacadas que generen consenso.