Educación Literaria y Lectura de Textos Teatrales
Educación Literaria y Lectura de Textos Teatrales
Educación Literaria y Lectura de Textos Teatrales
Una
Secundaria Obligatoria
Resumen
Thus, its quality works can also be fully enjoyed for the
hace aquí muy activo y rico al tener que imaginar por uno
llamadas didascalias o cotexto: dramatis personae,
el estilo conversacional,
su resolución,
el dinamismo de las situaciones, etc.
señalado William Layton (1989):
de su personalidad.
Educación literaria y textos teatrales
competencia literaria.
estrategia de la intertextualidad.
El lenguaje de la comedia está muy presente en el teatro,
cotidianos posmodernos.
peripecia escénica...
-Comicidad verbal: basada en repeticiones y omisiones
normas anticuadas...
o sobrenaturales...
degradante, etc.
seleccionado.
1998 y 2001).
busca tanto o más la risa del adulto que la de los niños. Son
Carles Cano.
ruge el bakalao!
(p. 17). Y en el Epílogo el autor, al abrigo de la gramática
televisiva.
su amor al lobo.
La ruptura con el lenguaje o las acciones que cabría
de la publicidad! (p. 22).
triunfar!» (p. 28).
libros que uno no puede dejar de leer, los que nos emocionan
o nos hacen pensar, reír o llorar, los que nos hacen, los que
clásicos.
La selección ofrece variedad temática y un abanico de
controvertidos temas.
Eduardo Haro
Tecglen
Los textos teatrales y la lectura
olvidada
La literatura dramática, hoy por hoy, está casi absolutamente al margen de la
educación literaria y de los canales de animación a la lectura de nuestros niños y
jóvenes.
Sin embargo, hemos de seguir insistiendo en que, como toda obra literaria de
calidad, también el género teatral puede ser disfrutado por el valor en sí mismo de su
lenguaje artístico. Y así, la lectura individual y en solitario, junto a la lectura
colectiva de escenas y piezas breves en clase, si se ofrecen unas determinadas
condiciones de emisión y de recepción, se convierte en una actividad de gran
atractivo estético y pedagógico para la educación literaria.
Es bien cierto que el texto dramático tiene por finalidad última ser interpretada
por actores ante un público. Su recepción entonces supone que las palabras llegan a
los espectadores por los oídos y por los ojos, convertidos los contenidos en imágenes
y emociones encarnadas por seres vivos. Este es un principio fundamental que
diferencia la literatura dramática del resto de los géneros literarios, como recuerda
Alonso de Santos en su estudio sobre la especificidad de la escritura de las obras
teatrales (1998, 311). Pero también, nos dice, el texto teatral puede, evidentemente,
ser leído y lo que ocurre entonces es que el lector se lo tiene que imaginar
interpretado.
Así pues, la adecuada lectura de las obras de teatro implica que la
representación suceda en la mente de los lectores. Esta circunstancia del proceso de
lectura de literatura dramática cobra singular importancia si la analizamos desde la
teoría de la recepción. El diálogo interactivo texto lector, inherente a toda lectura, en
el cual el lector actualiza el texto, atribuye los significados, formula las
interpretaciones e interrelaciona todos sus saberes, se hace aquí muy activo y rico al
tener que imaginar por uno mismo la traducción simultánea de múltiples códigos de
signos verbales y no verbales.
Efectivamente, el texto es virtual hasta que un lector le confiere una existencia
real. Pero leer no es sólo descodificar, interaccionar y comprender; leer es, sobre
todo, interpretar, dotar de sentido personal a un texto (Mendoza, 1998, 2001). Frente
a la actual relegación del género teatral de los programas de desarrollo de la
competencia lectora y de la competencia literaria, considero que las obras de teatro
constituyen un buen medio en la conquista del placer y el hábito de la lectura, así
como en todo el proceso de la educación literaria de nuestros niños y jóvenes.
La lectura individualizada de piezas dramáticas y, muy especialmente, la lectura
colectiva en voz alta, es una actividad motivadora tanto para quienes leen como para
quienes escuchan y, además, favorece el proceso de apropiación de una lectura
comprensiva y placentera. La presentación de un texto dramático leído de manera
expresiva por dos o más niños/as posee atractivo para los receptores y a los sujetos
lectores les otorga un papel protagonista que potencia la asimilación e interpretación
del mensaje. Desde el punto de vista de su aplicación didáctica en las clases de
Lengua y Literatura, algunos de sus méritos más destacados son los siguientes:
En primer lugar, contribuye eficazmente a la mayor comprensión del texto. Los
lectores tienen que entenderlo bien para poder comunicarlo con intención y sentido.
En segundo lugar, desarrolla su expresividad oral: dicción, volumen,
entonación, distinción de matices, etc.
En tercer lugar, enriquece su capacidad de comunicación global, ya que han de
perder miedos y superar inhibiciones, atreverse a levantar la voz del suelo, llegar a
imponerse ante el auditorio de los compañeros, etc. (Young y Vardell, 1993; Galán,
1994; Tejerina, 1996).
El acto lector de los textos dramáticos exige una gran concentración, porque el
diálogo dramático tolera mal las distracciones y dificulta o impide las
interrupciones. También requiere, sin duda, un cierto esfuerzo. Sobre todo, un
esfuerzo de imaginación para recrear las escenas, caracterizar a los personajes, etc.,
a partir de la fusión mental de dos textos: el texto literario y el texto espectacular.
El texto literario lo forma el diálogo que mantienen los personajes y el texto
espectacular son las indicaciones informativas del autor en el texto, las
llamadas didascalias o cotexto: dramatis personae, acotaciones explícitas e
implícitas, prólogo, etc. (Bobes, 1987; Alonso de Santos, 1998). Pero, por otra parte,
existen elementos característicos del género que facilitan y dinamizan esa lectura
como son:
el estilo conversacional,
la sencillez aparente de su lenguaje literario,
el uso del diálogo,
las frases breves,
la presencia de un conflicto que sostiene la intriga hasta su resolución,
el dinamismo de las situaciones, etc.
Una misma frase puede contener mil maneras distintas y válidas de decirse.
Elegir el «cómo» decir una frase es el final de un largo proceso y depende al cien
por cien del «qué dices», «a quién» se lo dices, «dónde» lo dices y «para qué» lo
dices. También analizar el significado intencional de los diferentes tipos
de subtextos escondidos en los puntos suspensivos, los silencios, las acciones, los
cambios de tema... revelar cuántos datos nos ofrecen sobre las razones secretas de la
actuación de los personajes o sobre los prismas de su personalidad.
Coda final
En definitiva, considero que la literatura dramática merece un espacio en la
educación literaria y pienso que, desde muy diversos temas y tratamientos, estas
doce obras infantiles y juveniles pueden ofrecer una lectura gratificante, enriquecer a
sus lectores y ayudarles a disfrutar y comprender mejor uno de los lenguajes de
símbolos más profundo y hermoso que ha creado el ser humano: la literatura.
Relación de los textos teatrales
seleccionados
Alonso de Santos, José Luis, 1994, Besos para la Bella Durmiente, Valladolid:
Castilla Ediciones, Colección Campo de Marte.
Álvarez Nóvoa, Carlos, 2000, Cigarras y hormigas, León: Everest.
Cano, Carles, 1995, ¡Te pillé, Caperucita!, Madrid: Bruño, Colección Altamar.
Cañas Torregrosa, José (Adap.), 1998, De pasos y entremeses. El retablo de las
maravillas de Miguel de Cervantes, León: Editorial Everest, Colección Punto de
Encuentro.
García Padrino, Jaime y Solana, Lucía, 2002, Teatro de Pinocho: El duquesito de
Rataplán de Magda Donato y El príncipe no quiere ser niño de Antoniorrobles ,
Madrid: Editorial CCS, Colección: Galería del Unicornio.
González Torices, José, 1998, Cuatro estaciones: teatro para niños, Madrid: SM.
Lalana, Fernando, 1999, Edelmiro II y el dragón Gutiérrez, Madrid: Bruño,
Colección Altamar.
Matilla, Luis, 1996, Las maravillas del teatro, Madrid: Editorial CCS, Colección:
Galería del Unicornio.
Miralles, Alberto, 1996, En busca de la isla del tesoro, Madrid: Editorial CCS,
Colección Galería del Unicornio.
Rodríguez Almodóvar, Antonio, 1996, La niña que riega las albahacas, Madrid:
Ediciones de la Torre, Colección Alba y Mayo Teatro.
Romera, Juan Pedro, 1996, El pirata Lagartijo, Murcia: Acción Teatral.
Varios autores, 2001, Teatro cómico popular. Los pobres y Los culpables de Carlos
Arniches, Edición de Pérez Sánchez y Muñoz Calvo, Castalia, Madrid.