Navidad ALREVES
Navidad ALREVES
Navidad ALREVES
Ya se acercaba la Navidad, la época favorita de Pablo. Este año tenía muy claro qué juguetes iba
pedir a Santa Claus y ya había empezado a escribir su carta de Navidad.
Este año he sacado muy buenas notas. Me he portado bien, aunque Diego diga lo contrario, pero
es que él siempre me está molestando pidiéndome mis cosas y no me gusta tener que prestar mis
juguetes. Pero por lo demás he sido un niño obediente, aunque a veces me enfado con mamá y
papá porque no quieren entenderme…pero vamos, que ellos piensan que soy un niño bueno.
Por eso, creo que me merezco los regalos que te voy a pedir: un juego de consola, un balón, un
avión teledirigido, un robot espacial, un juego de mesa….
Como cada año, la carta para Santa Claus estaba lista con bastante tiempo de antelación. Pablo
insistía en echarla al buzón el día 1 de diciembre, para que no se le adelantase ningún niño. Así su
carta llegaría la primera, antes de que se agotasen los juguetes en la fábrica de Santa Claus.
– Pablo, tienes que revisar la carta que has escrito a Santa Claus. Creo que le has pedido
demasiadas cosas y ya sabes que no hay que ser egoísta. Al fin y al cabo, Santa Claus tiene que
repartir juguetes a todos los niños del mundo. – Dijo el padre de Pablo.
– Con las buenas notas que he sacado, Papa Noel no dudará en traerme todo lo que está en mi
lista. Además, no pienso dejárselos a Diego…es un pesado…él nunca se trae sus juguetes al colegio
y siempre me está pidiendo los míos. – Dijo Pablo en tono despectivo.
– Pero, Pablo, eso que dices es horrible. Si piensas así, Papa Noel no te va a traer nada. Sacar
buenas notas es importante, pero aún lo es más ser un buen amigo. – explicó su padre con
bastante enfado.
– Ya, pero él nunca trae juguetes. En su cumpleaños dijo que le habían regalado un montón de
cosas y nunca las trajo al cole. Sin embargo, siempre me pide los míos. ¡Yo paso de dejárselos!
– ¿Sabes que Diego tiene tres hermanos más? No creo que sus padres puedan comprar tantos
regalos por sus cumpleaños como los que tú recibes. Tú eres hijo único y no tienes que compartir
con nadie, así que deberías ser más generoso con tu amigo Diego, ¿no crees?
– …bueno, tampoco es tan amigo, no es de los guay. – dijo Pablo en voz baja para que su padre no
le escuchase y dejase de soltarle el sermón.
Sólo faltaban 5 días para llevar su larga lista de peticiones al buzón y Pablo no podía pensar en otra
cosa. Lo que él no sabía es que sus palabras iban a desencadenar una serie de acontecimientos
que cambiarían su vida para siempre.
Llamaron al timbre…
– Si, abre la puerta, será tu amigo Diego. Le hemos invitado a jugar en casa.- dijo la madre de
Pablo desde la cocina.
Pablo se paró en seco y se quedó inmóvil ante la puerta. Cuando recuperó el aliento corrió a la
cocina, y con la cara desencajada miró a su madre para que le explicase por qué había invitado a
Diego a su casa.
– ¿Qué pasa Pablo? ¿No vas a abrir la puerta?- dijo mamá con absoluta calma.
– …pero, por qué, si yo no…, – Pablo no podía articular palabra – ¡mamá, no quiero que Diego me
quite mis cosas…seguro que me pide prestado algún juguete! ¿por qué no has invitado a uno de
mis amigos? ¡Pablo no es de los guay de clase…!
La madre se quitó el delantal y con gesto muy enfadado le dijo – Pablo, espero que dejes de decir
esas cosas de tu amigo. Los juguetes no son importantes, pero los buenos amigos son para toda la
vida. No quiero que seas desagradable con Diego, él es un buen niño y no se merece que le
desprecies, aunque no sea tan guay como tú dices. – después, fue a abrir la puerta a Diego y a sus
padres, que llevaban un buen rato esperando en la calle.
El gesto enfadado de la madre se transformó en una amable sonrisa cuando fue a saludar a
losCUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés. invitados.
– Pasad por favor, ¿queréis tomar algo? – dijo en un tono amable la madre de Pablo.
– No, gracias, tenemos que ir con los hermanos de Diego para llevarlos a una fiesta de cumpleaños
a la que les han invitado. Diego lleva todo el día emocionado por venir a jugar con su amigo Pablo.-
comentaron sus padres.
Pablo no entendía nada. ¿Por qué habían tenido que invitar a Diego sus padres? –Ellos saben que
no me gusta que jueguen con mis cosas- pensó muy enfadado.
– Diego, déjame tu abrigo que voy a ir a buscar a Pablo. Si quieres puedes coger unas galletas que
acabo de preparar para que merendéis. – dijo la madre de Pablo.
– Genial, ahora también va a comerse mis galletas, esto es el colmo – pensó Pablo.
La mamá de Pablo salió del salón y fue a buscar a su hijo que estaba petrificado en la cocina.
– ¿Pero se puede saber qué te pasa? ¿es que no vas a ir a saludar a Diego? Espero que seas
amable con tú amigo y le prestes tus juguetes. Él sólo quiere jugar contigo, deja de comportarte
como un egoísta o te quedarás sin amigos. Si Papa Noel ve cómo te estás comportando seguro que
no quiere ni leer tú carta.
Las últimas palabras de su madre hicieron que Pablo reaccionase y saliese disparado al salón. Él
solo pensaba en sus nuevos juguetes, y si tenía que ser amable con Diego para conseguirlo, lo
haría, aunque lo de prestar sus juguetes seguía sin gustarle ni un pelo.
La situación empeoraba por segundos. Pablo había tomado una actitud horrible ante su amigo
Diego y todo aquello estaba a punto de explotar en sus propias narices.
Pablo entró en el salón con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando un falso entusiasmo por la
visita de Diego. Por suerte, ni Diego, ni sus padres, fueron conscientes del teatrillo.
Pablo observó el atuendo de Diego, pues además de no querer prestar sus juguetes, se estaba
convirtiendo en un sibarita de la ropa de marca. Al ser hijo único, nunca había compartido ropa
con nadie y tenía muy claro que jamás se pondría unas zapatillas que no estuviesen de moda.
Diego iba muy arreglado. Seguramente el jersey que llevaba puesto perteneció a alguno de sus
hermanos mayores, pero su ropa era bonita y sus zapatillas, aunque no eran de marca, eran
completamente nuevas. Además todo eso no parecía importarle, pues al ver a su amigo, se
levanto de un brinco para saludarle. Estaba claro que Diego estaba entusiasmado.
– Hola Diego – dijo Pablo sin mostrar una milésima parte del entusiasmo de Pablo.
– ¿A qué vamos a jugar? Mira, me he traído mi robot espacial para que podamos jugar los dos-
Dijo Diego.
CUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.Todos guardaron silencio, mientras que a Pablo se le
descolgó la mandíbula y se le puso la cara colorada al comprobar que Diego no había mentido con
lo de sus regalos de cumpleaños. De hecho, Pablo había pedido ese mismo robot en su carta a
Santa Claus y estaba totalmente alucinado porque Diego lo tuviese antes que él.
El silencio se rompió con un fuerte ruido en la calle. La madre de Pablo salió para comprobar que
había podido ocasionar semejante golpe y al abrir la puerta se encontró con una niña que iba y
venía con su patinete, así que dedujo que habría sido la pequeña la causante de dicho alboroto.
Cuando se cerró la puerta, Pablo notó como si le faltase aire. Tuvo una sensación muy rara,
aunque no se lo dijo a nadie, porque pensó que todo se debía a la envidia que le había provocado
el juguete de Diego.
– Diego, ten mucho cuidado con el juguete – indicaron sus padres – La verdad es que no le
dejamos llevar cosas al colegio, porque ya ha perdido dos juguetes allí en lo que va de curso. Así
que es la primera vez que le damos permiso para sacar un juguete de casa. Cuando va a jugar a
casa de otros niños de la escuela no le dejamos llevarlos, pero hoy ha sido tan insistente que
hemos claudicado, así que esperamos que seas responsable, Diego.- explicaron los padres de
Diego a la madre de Pablo.
CUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.De todo lo que dijeron los padres de Diego, Pablo se
quedo con dos ideas que le parecieron sorprendentes. La primera era que Diego había llevado
juguetes al colegio y él no se había enterado. La segunda, que Diego iba a casa de otros niños a
jugar, cosa que no podía creer, porque no era un niño demasiado popular. Algo estaba pasando.
Parecía que Diego no era Diego, es decir, los padres de Diego contaban cosas como si hablasen de
otra persona.
De repente, Pablo dejó de sentirse tan importante y superior a Diego. Algo había cambiado.
Pablo pensó que tal vez se sentiría mejor si salía del salón.
– ¡Guau Pablo, que suerte tienes, menuda habitación y cuántos juguetes! –exclamó Diego
totalmente asombrado.
– Bueno, la verdad que ya está todo muy viejo. Pero estoy seguro de que Santa Claus va a traerme
todo lo que le he pedido, y entonces sí que vas a alucinar.
– Pero si ya estoy alucinando. Lo que no entiendo es cómo tú no lo haces. Es decir, tienes todo lo
imaginable y no estás contento.
En cuestión de minutos, Pablo había pasado de sentirse superior a Diego a sentirse cada vez más
pequeño a su lado. Lo cierto es que su amigo estaba en lo cierto. Tenía un montón de juguetes a
los que apenas prestaba atención, porque en seguida se aburría de todo.
– El otro día fui a casa de Carlos. Él y su hermano mayor habían construido una ciudad de Lego
alucinante. ¡Seguro que te encantaría! – dijo Diego.
– ¿Por qué crees que me gustan los Legos?– preguntó Pablo que estaba totalmente sorprendido
por la nueva popularidad de Diego.
– Bueno, tienes dos cajas llenas de piezas ahí arriba y he pensado que… – indicó Diego mientras
señalaba la estantería de juguetes.
– Ah, bueno, la verdad es que los he puesto ahí arriba porque casi nunca los uso.
– Pues si quieres podemos montar una estación espacial para nuestros robots.
Pablo estaba incrédulo ante la situación, necesitaba preguntar a su amigo por qué no había
compartido sus juguetes con él en el colegio. Además, no entendía cuando habían cambiado los
papeles, pues Diego parecía el chico más popular del colegio y él comenzó a sentirse solo y, por
primera vez, sintió que sus amigos preferían a Diego antes que a él.
– Si, si, es solo que me preguntaba…bueno, tus padres han dicho que alguna vez te has llevado
juguetes al colegio y … bueno, esto, no sé por qué no me lo habías dicho…
– Pero Pablo, claro que te lo he dicho. Lo que pasa es que tú no habrás escuchado. A veces te
hablo y tú no me haces caso, estás como ausente con tus juguetes y sólo te diriges a nosotros con
un “no os lo voy a prestar”. Por eso todos nos vamos y jugamos con nuestros juguetes, pero yo
siempre te busco para que juegues con todos los demás.
– CUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.¿Cómo que no tengo amigos? ¡Qué cosas dices
Pablo! Ya sabes que en clase siempre alguien se trae algún juego o algún juguete, pero si nadie ha
traído nada pues imaginamos que somos detectives en busca de pistas para descubrir un
misterioso asesinato.
– Pues no sé Pablo, a veces te encierras en tus cosas y no quieres saber nada de los demás.
– ¿Cómo? ¡qué yo me encierro! ¡pero si eres tú el que no juegas con nadie! ¿Es que el mundo se
ha vuelto del revés?
Pablo comenzó a marearse, la cabeza le daba vueltas y más vueltas. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo
se había dado la vuelta todo? ¿Pero si él siempre había jugado con todos los compañeros de clase?
¿Era como si alguien hubiese cambiado su vida?
Pero Diego no parecía escucharle, su amigo no paraba de hablar sobre construir una ciudad de
Lego y de lo bien que se lo pasaba en el colegio.
Pablo decidió ir a por su madre. Cada vez se sentía peor. Cuando consiguió llegar al pasillo que
separaba su dormitorio de la cocina le pareció ver un animalito correteando por allí. Se agarró a
las paredes para no desplomarse y entonces todo empezó a dar vueltas, vueltas y más vueltas.
Con tanto movimiento Pablo había perdido de vista al animalito y cuando intento buscarlo de
nuevo se dio cuenta de que estaba boca abajo en el pasillo de su casa. Las puertas de la cocina y
de su habitación habían desaparecido y sólo se veía una luz tenue al final del pasillo.
Pablo tenía miedo de moverse por si se caía, pero algo tenía que hacer, no podía quedarse allí
parado.
Primero movió un pié, después otro y así sucesivamente hasta que sus piernas caminaban de
manera automática, lo cual no habría sido tan fascinante si no fuese porque Pablo seguía estando
del revés.
Paso a paso, consiguió llegar a la luz del final del pasillo que procedía de un pequeño agujero que
había en la pared. Era una diminuta entrada sólo apta para ratones y Pablo pensó que tal vez el
animalito que había visto era un ratón. El problema era que con su gran tamaño nunca podría
entrar por ese agujero… ¿o tal vez sí? Su cuerpo se había hecho tan pequeñito que ahora ya podía
entrar por la diminuta puerta. – ¡Todo esto debe ser una pesadilla! – pensó Pablo – pero, ¿por qué
no despierto? – se preguntaba el niño mientras se pellizcaba el brazo.
Decidió entrar por la puerta y, una vez dentro, le sorprendió la preciosa y cálida decoración de la
casa. Se parecía mucho a un hogar humano, pero todo era diminuto y eso lo hacía aún más
encantador.
Pablo comenzó a curiosear por todos los rincones. Estaba claro que había llegado a aquel lugar por
algún motivo, así que lo mejor que podía hacer era averiguarlo lo antes posible y así volvería a su
vida real, donde él era el importante y no ese farsante de Diego.
De repente, escuchó un ruido que procedía de la parte trasera de la casa. Casi sin tiempo para
reaccionar, se dio de bruces con una enorme rata.
Pablo y la rata guardaron silencio mientras ambos se observaban con cierto recelo.
La rata iba vestida como un chico joven, de hecho, Pablo pensó que él tenía una camisa
exactamente igual que la que lucía el roedor.
El niño se quedó sin aliento. Era el sueño más raro y terrorífico que jamás había tenido. Estaba
muy confundido con toda la situación y no sabía si debía contestar, es más, no sabía si le saldría la
voz, pues el miedo y la desconfianza apenas le dejaban respirar.
– Bien, voy a avisar a mi madre. – dijo el ratón confiado. Parecía que le estuvieran esperando. –
Mamá, ya está aquí el niño que estabas esperando – grito el roedor.
– Pues tráele a la trastienda, que tenemos que seguir trabajando en los encargos de Santa Claus y
no podemos perder un minuto en comenzar con su recuperación. – dijo la madre desde el otro
lado de la casa.
Pablo no sabía qué pensar. Habían hablado de Santa Claus, pero ¿sería el Santa que todos
conocemos?, ¿cómo podía ser que unos simples roedores conocieran al gran Santa Claus?, y lo
más extraño de todo ¿por qué le estaban esperando a él?, ¿de qué recuperación hablaban?
Lo único que tenía claro, era que no tenía nada claro.
Pablo estaba ausente en sus pensamientos cuando algo lo devolvió a la realidad. La rata posó su
mano sobre el hombro del niño y le dijo:
– Vamos chaval, ya has oído a mi madre, te toca trabajar a ti. ¿Qué has hecho para estar aquí?
– Pues no tengo ni idea. Mi vida era perfecta hasta que el pesado de Diego vino a mi casa y decidió
descolocarlo todo. Creo que se quiere hacer pasar por mí. – dijo Pablo con gran indignación,
buscando la comprensión de la joven rata.
– Caramba, pues si que necesitas ayuda, estas peor que el niño del año pasado. – afirmó el ratón
en voz baja, pero suficientemente alto como para que lo escuchará Pablo.
Pablo decidió callarse, porque cada vez que hablaba de Diego la cosa se ponía aún más fea y
parecía como si todos pensaran que él era una mala persona.
CUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.Por fin, llegaron a una especie de trastienda que
había en la parte posterior de la casa. Era un pequeño taller de reparación de juguetes, donde
trabajaba toda la familia de la rata que le acompañaba. Pablo pensó que las ratas no daban tanto
asco como siempre había creído. Además, eran amigos de Santa Claus, así que no debían ser tan
malas al fin y al cabo.
La rata madre hizo una señal a su hijo para que se aproximase al mostrador donde ella estaba
trabajando.
– ¿Todo esto es por Diego? ¡Lo que me faltaba! Pero si ha sido él el que ha cambiado toda mi
vida…verá señora Rata, yo soy un niño normal y tengo muchos amigos, pero esta tarde Diego se
está haciendo pasar por mí y va diciendo que él es amigo de mis amigos….no sé si me explico, pero
…CUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.
– Te explicas perfectamente, no debes echar la culpa de todo lo sucedido hoy a Diego. Nosotros
hemos hecho que tu vida se cambie por la de tú amigo. Queríamos que comprobases lo que se
siente al ser Diego. Sé que no es el mejor modo de hacerlo, pero te hemos intentado mandar
señales durante todos estos años para que dejases de ignorar a tú amigo, pero no has hecho caso
de nuestros avisos. Por eso hemos tenido que tomar medidas de emergencia.
– ¿Qué señales? Yo no he visto ninguna señal y por qué soy yo el culpable de todo. Yo no he
ignorado a Diego, es que él siempre se queda sólo.
– ¿Recuerdas cuando Diego y tú erais pequeños? ¿Recuerdas lo bien que os llevabais? Vosotros
sois amigos desde hace mucho tiempo, pero todo cambió cuando tú decidiste dejarlo de lado y
juntarte con otros niños. El no ha cambiado, él sigue siendo tú amigo, pero tú ya no quieres jugar
con él.
– Pero es que nunca quiere traer sus juguetes al colegio y siempre me pide los míos y los demás
niños se traen los suyos y si no tienes juguetes pues no puedes jugar con los demás.
– ¿Y quién ha puesto esa ridícula norma de que si no tienes juguetes no puedes jugar?
– Pues …creo que fue Carlos. Él tiene los juguetes más chulos y siempre los trae al colegio.
– Bueno, es que si no me quedo sin amigos y Diego pues, a él creo yo que no le importa.
– ¿De verdad crees que a Diego no le importa quedarse sólo y sin amigos? ¿Cómo te has sentido
esta tarde cuando has visto que Diego era popular y tú no? ¿Te ha gustado?
– La verdad es que no. Me he sentido muy sólo y me moría de envidia y he culpado a Diego de
todo lo que estaba pasando..
– No te has portado bien con él. Ven, ponte este abrigo, vamos a salir a la calle para que veas
cómo trabajamos los amigos de Santa Claus.
La rata abrigó a Pablo como sólo una madre sabe hacerlo. No quedaba un sólo hueco en el cuerpo
de Pablo por el que pudiera colarse algo de frío.
– Bueno jovencito, dentro de las casas se está bien, pero estamos en el hogar de Santa Claus – dijo
mientras señalaba un viejo mapa que había colgado en la pared – Estamos en el Círculo Polar
Ártico. Te hemos traído hasta aquí para que aprendas algo sobre el respeto y la amistad.
La señora Rata abrió la puerta de la trastienda del taller de juguetes. El aire era tan frío que dolía
hasta al respirarlo.
Aquel lugar era increíble. Las calles estaban decoradas con guirnaldas, luces y todo tipo de bolas
de colores. Todo el mundo parecía estar muy ocupado y corrían de un lado a otro con regalos y
trineos cargados de lazos y papel para envolver. Sin embargo, a pesar de las carreras, iban
sonriendo y se saludaban amablemente los unos a los otros.
Los ojos de Pablo se iluminaban a cada paso que daba, puede que por el reflejo de las luces o
sencillamente por la magia navideña que inundaba todo lo que allí había.
Llegaron a una pequeña y humilde casa y la rata llamó a la puerta. Todas las casas estaban
perfectamente decoradas, pero esta tenía algo muy especial, desprendía un dulce olor a canela y a
Navidad que las otras casas no tenían.
Una mujer de rostro amable abrió la puerta. Su vestimenta roja dejaba claro de quién se trataba.
¡Era la Señora Claus! y por tanto estaban en la casa de Santa Claus. Pablo no podía creer todo lo
que le estaba pasando.
– Adelante Pablo. Espero que el paseo con la señora ratona te haya servido para aprender algo. –
dijo la Señora Claus.
– ¿Algo? ¿A qué se refiere? Bueno, no estaba seguro de la existencia de este lugar, pero ya nunca
volveré a dudar. ¿Se refiere a eso?CUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.
– No pequeño. Me refiero a si te has fijado en las personas y animales que trabajan junto a Santa
Claus.
– Ya veo, bueno, puede servir como punto de partida… ¡Ya está aquí el joven que esperabas!- dijo
en voz alta la Señora Claus.
Tantas emociones y nuevas experiencias estaban pasando factura al joven Pablo, pero decidió
hacer un gran esfuerzo y consiguió mantenerse despierto y bien atento para lo que venía… ¡iba a
conocer a Santa Claus! ¡Seguro que era Santa Claus!
– Gracias Señora Claus, vamos a ver qué podemos sacar en claro de este muchacho- dijo con voz
pausada el topo.
– Pero, ¿dónde está Santa Claus?, yo creía que usted lo había llamado para conocerme.- dijo Pablo
totalmente confundido por la situación
– ¿Por qué crees que Santa Claus querría conocerte? – dijo el topo.
– Pues en este caso he sido yo el que te ha hecho venir. Santa Claus está muy ocupado con otro
niño. Se trata de un pequeño que no lo ha pasado muy bien en los últimos años. Creo que tú le
conoces, se llama….Diego, sí, eso es, Diego. Un niño encantador, por cierto, ¿tú qué piensas? –
susurró el topo mientras posaba sus garras en la cabeza del muchacho.
CUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.Pablo no entendía nada. Él estaba con un simple
topo y Diego había conocido a Santa Claus. El pequeño pensó que se estaba cometiendo una
terrible injusticia. Al fin y al cabo, él no se había burlado de Diego, ni le había pegado ni nada por el
estilo. Le estaban juzgando por haber preferido juntarse con los niños más populares en vez de ir
con Diego. No creía que fuese su culpa que Diego se quedase sólo, bueno, tal vez un poco sí, pero
no toda la culpa era suya.
Pero algo estaba cambiando en la cabecita de Pablo. La experiencia que estaba viviendo le había
hecho pensar sobre lo que Diego estaba sufriendo, cosa que jamás había hecho, porque ni siquiera
se había planteado lo que podía sentir su amigo. Él le culpaba de no traer sus juguetes, pero nunca
pensó en sus sentimientos. También le culpaba de no integrarse en el grupo, pero nunca pensó
que necesitase ayuda para hacerlo. Por último le culpaba de no ser divertido, pero nunca pensó en
aceptarle tal y como era. Pero lo peor de todo era que cuando los demás le ignoraban, él permitía
que lo hiciesen, a Diego, a su amigo de la infancia.
Entonces el topo quitó sus largas uñas de la cabeza de Pablo y éste se sentó en el sofá totalmente
agotado. El topo le había hecho ver las cosas de otro modo y el joven sintió, por primera vez,
emociones confusas y entendió el sufrimiento de Diego.
– ¿Quién es usted señor topo? – acertó a decir Pablo – ¿porqué estoy aquí con usted y mi amigo
con Santa Claus?
– Yo soy el mejor amigo de Santa Claus, su brazo derecho. Para hacer lo que yo hago hay que tener
grandes conocimientos sobre la Navidad y sobre la bondad de estas fechas y no todo el mundo
puede hacerlo. Yo entiendo mejor que nadie las emociones y aconsejo a Santa Claus sobre qué
niños son merecedores de una segunda oportunidad, como tú. Hemos querido traerte aquí para
que pudieras ver, que en la ciudad de Santa Claus todos somos respetados con independencia de
nuestra raza, especie, carisma, altura o lo que quiera que nos diferencie de los demás. Aquí
respetamos y valoramos a todos por igual. No nos fijamos en cosas materiales, sino que
trabajamos juntos para conseguir hacer felices a todos los niños del mundo. Y lo que jamás
hacemos es dejar de lado a un amigo, porque aquí ayudamos a todos a integrarse para sentirse
queridos y seguros.
Fíjate en la familia de ratas, los duendes enanos, yo mismo, un simple y viejo topo, todos tenemos
una misión y nunca rechazamos a nadie por ser distinto.
Diego ha podido conocer a Santa Claus porque estaba necesitando, desde hacía mucho tiempo, un
poco de comprensión e ilusión. Santa Claus le está ayudando a confiar en sí mismo, pero hay una
persona que podría ayudarle aún más, tú. Si Diego siente que te tiene a su lado y le ayudas a
integrarse con el resto de niños, a él le será más fácil hacer amigos y los demás dejarán de
ignorarle, porque te tiene a ti apoyándole. ¿Lo entiendes pequeño? ¿Ves lo importante que eres
para Diego?
– Sí señor, lo entiendo. No me he portado demasiado bien con mi amigo, pero me voy a esforzar.
ECUENTOS DE NAVIDAD. Una Navidad al revés.l pequeño no podía más. Estaba totalmente
agotado con todo lo vivido y, finalmente, cayó en un profundo sueño.
De nuevo todo comenzó a dar vueltas. Las imágenes se rebobinaban en su mente como si se
tratase de una película.
Todo iba hacia atrás. Pasó volando sobre la habitación donde jugaban él y Diego, continuó con la
escena del salón, hasta que las imágenes se pararon en el mismo momento en que el fuerte ruido
de la calle sorprendió a todos en el salón de su casa.
El viaje de Pablo se detuvo entonces. Pablo se adelantó a su madre para abrir la puerta. Quería ver
que había sucedido fuera. Estaba seguro de que su viaje había comenzado en ese instante.
Al abrirla observo a la niña con el patinete. Su cara le resultó familiar, aunque algo cambiada.
Entonces un pequeño gesto la delató: ese movimiento de nariz…era la señora Rata.
Cuando entró en el salón, Diego no dejaba de mirarle. Los dos niños se dieron cuenta de que
habían vivido una experiencia mágica y que había sido real, no un sueño, pues los dos podían
recordar todo lo sucedido.
Rápidamente Diego se levantó y dio un beso a sus padres para despedirse de ellos.
Y los dos niños respiraron tranquilos, porque sabían que todo iba a salir bien y que juntos
conseguirían que la magia de la amistad formara parte de sus vidas.
FIN
Autora. Beatriz de las Heras García
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