Jelin Resumen

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Reseña: "Desigualdades de clase, género y etnicidad/raza: realidades históricas, aproximaciones analíticas"

Jelin, Elizabeth

Datos del libro: publicado en 2014, 30 páginas. En: "desigualdades.net Working Paper Series 73,
Berlín: desigualdades.net International Research Network on Interdependent Inequalities in Latin
America. The paper was produced by Elizabeth Jelin during her fellowship at desiguALdades.net
from 04/2013 to 06/2013.

Reseña realizada por Vanesa Salazar en abril 2019.

Ideas principales del texto: Resumen


En este texto se presentan y analizan algunas de las conceptualizaciones sobre las múltiples
desigualdades en el pensamiento social latinoamericano en las décadas de los años sesenta y
setenta del siglo XX. En ese momento histórico, la preocupación de analistas y de gobernantes
estaba centrada en la cuestión del “desarrollo”. En este marco, el texto presenta una cuestión
específica que se inscribe en el campo de las ideas de la época: la manera en que las y los analistas
de la época discutieron e interpretaron la interrelación entre lo que consideraban la dimensión
central de las desigualdades sociales – las clases sociales – y otras dimensiones y clivajes sociales,
fundamentalmente el género (Saffioti, Larguía), la “raza” (Fernandes) y la etnicidad
(Stavenhagen).

Estructura del texto: es un paper.

Consideraciones generales: Partiendo de esta centralidad de las clases sociales, las


interrelaciones con otras dimensiones son consideradas. Los análisis son por lo general de dos
dimensiones a la vez: clase y etnicidad, clase y “raza”, clase y género.
Las relaciones de clase se combinan con las subordinaciones de género, raza y etnia de manera
específica, pero cuya desigualdad central es la desigualdad de clase, en base a esta primera
diferencia se refuerzan las demás desigualdades, sobre todo en América Latina donde el particular
desarrollo del capitalismo incrementó las otras desigualdades.
Reseña:

En este texto se presentan y analizan algunas de las conceptualizaciones, interpretaciones y


explicaciones que pensadores latinoamericanos han dado a los procesos productores y
reproductores de desigualdades múltiples en la región (América Latina a mediados del siglo XX).

Durante este periodo la preocupación de analistas y de gobernantes estaba centrada en la cuestión


del “desarrollo".

Durante la Posguerra se dio la discusión sobre la necesidad de igualar los derechos, dando
surgimiento a los DD.HH y se dieron los procesos de modernización y el desarrollo de la periferia,
donde las mujeres fueron olvidadas en las legislaciones sobre reforma agraria en los países que las
implementaron y las desigualdades de género se hicieron más notorias. En las áreas urbanas,
aumentó la participación femenina en la fuerza de trabajo, pero solamente en ciertas categorías de
empleo, especialmente el empleo doméstico informal, provocando una aguda segmentación del
mercado de trabajo, así como discriminación salarial.
Además se incrementó también la desigualdad entre lo urbano y lo rural, lo mismo ocurrió con los
indígenas.

La primera forma de explicar esta profundización de desigualdades la dio la CEPAL con el


concepto de capitalismo periférico. El eje de la desigualdad estaba puesto en lo económico y como
mucho en lo racial y étnico; recién en la segunda mitad del siglo se empiezan a teorizar las
desigualdades de género y de la mujer.

Partiendo de esta centralidad de las clases sociales, las interrelaciones con otras dimensiones
podían ser consideradas. Los análisis son por lo general de dos dimensiones a la vez: clase y
etnicidad, clase y “raza”, clase y género.

Clase, raza y etnicidad

Florestan Fernandes: capitalismo y raza

Rastrea las desigualdades a partir de la conformación – incompleta, específica – de las clases


sociales en el desarrollo capitalista dependiente. Así, liga el origen de la situación del negro a
mediados del siglo XX con la abolición de la esclavitud (a partir de 1888), explicando así el estado
de indefensión en que queda el “ex esclavo” frente a la competencia del trabajador europeo. Dado
el tipo de desarrollo capitalista, el autor se pregunta sobre las predisposiciones y habilidades que
distintos grupos humanos tienen para ingresar en las relaciones de producción requeridas por el
“orden social competitivo”. ¿Quiénes son los potenciales trabajadores predispuestos y preparados
para insertarse en ese sistema?

El negro y el mulato son pensados como sujetos que tienen que encarar su libertad, en un contexto
económico y de vida social para el cual su experiencia anterior no los preparó. Fernandes
introduce una dimensión psicosocial – algo que décadas después entraría en lo que se
conceptualiza como “subjetividad” y “capacidad de acción (o de agencia)” de los sujetos
subalternos. Nuestro autor pone su mirada sobre las (limitadas) opciones abiertas a los negros, y
cómo sus maneras de actuar, aprendidas en el pasado esclavista (lo que Bauman 2011, llama la
“memoria de clase”), influyen en su proceso de integración en la sociedad de clases.

Rodolfo Stavenhagen: desarrollo capitalista agrario y etnicidad

Durante todo este período, las relaciones coloniales y las relaciones de clases se entrelazan.
Como el capitalismo no se desarrolló de forma endógena en América Latina, sino como producto
de la conquista, tanto en el sistema colonial como las relaciones de clase subyacían a las relaciones
interétnicas.
Las relaciones eran definidas en clave de discriminación étnica, segregación, inferioridad social y
sujeción económica. Las relaciones de clase, por otro lado, se definían en términos de relaciones
de trabajo y propiedad, por lo que las relaciones laborales no eran entre dos sociedades sino entre
sectores específicos de una misma sociedad. Las relaciones coloniales respondían al
mercantilismo, las de clase al capitalismo.

En el período pos-independencia no transformó la esencia de las relaciones entre los indios y la


sociedad global. Pese a la igualdad jurídica, varios factores actuaron para mantener las relaciones
coloniales.

Aunque la estratificación interétnica no se corresponde con las emergentes relaciones de clases –


“no estamos diciendo que indios y ladinos son, sencillamente dos clases sociales” – en tanto está
profundamente arraigada en los valores de los miembros de la sociedad funciona como fuerza
conservadora, deteniendo el desarrollo de relaciones de clase.

Frente al desarrollo capitalista – que parece ser ineluctable e inevitable – las reacciones de los
indígenas pueden ser de diverso tipo: la aculturación, que puede implicar la adopción de los
símbolos de estatus de los ladinos (en bienes de consumo, por ejemplo), aun cuando se mantenga
la identidad cultural de los indios. Pero también puede darse la asimilación y ladinización
individualizada, que implica abandonar la comunidad e integrarse a la sociedad nacional,
seguramente en un proceso de proletarización.

Clase y género: Heleieth Saffioti, Isabel Larguía y John Dumoulin

¿Cuál es el efecto del desarrollo capitalista en la posición de las mujeres?

Los efectos analizados no son homogéneos para todas las mujeres.


En el mundo de la organización productiva, según Saffioti, el desarrollo del capitalismo margina a
las mujeres. Y lo hace de manera compleja. El advenimiento del capitalismo representa una
disminución de las funciones directamente productivas hasta entonces desempeñadas por las
mujeres. Quedan como mano de obra barata, a ser utilizada cuando el capitalismo así lo requiere. A
su vez, su baja capacidad de reivindicación permite una mayor explotación, y al mismo tiempo una
mayor expoliación, por su inserción en formas no dominantes y ya superadas de producción de
bienes y servicios.
De manera complementaria, enmascara la realidad de la explotación a través de una apelación a
“factores naturales” como el sexo y la raza, y esto intensifica la marginación y favorece el
mantenimiento de la dominación de las capas privilegiadas. En este esquema, la mujer representa
el “anticapitalismo”, tanto en lo referido a su actividad económica como a la distancia que se
establece entre ella y las metas culturales de las sociedades de clases.

La autora analiza los procesos de urbanización y la abolición de la esclavitud que, junto a la


inmigración europea, producen cambios significativos en la organización familiar, especialmente
la desestabilización de la familia patriarcal. La urbanización produce transformaciones en la
posición social de las mujeres urbanas: ensanchamiento de horizontes culturales, limitación de la
natalidad, divorcio. La cuestión que queda sin resolver en su análisis es la articulación entre la
división sexual del trabajo en el ámbito doméstico y la familia por un lado, y la estructura
productiva capitalista por el otro.

Este es el tema que abordan Larguía y Dumoulin. Mucho se decía sobre los “modos de
producción” pero casi nada sobre los “modos de reproducción”. La contribución del debate
feminista marxista y especialmente la de Larguía y Dumoulin se ubican en este tema.
El autor señala que el capitalismo se apoya en la “comunidad doméstica”, sea a través de sus
poderes imperialistas que llevan a la migración laboral hacia los espacios donde hay demanda de
mano de obra, o a través de su transformación moderna, la familia bajo el capitalismo, que aunque
haya perdido sus funciones productivas mantiene las reproductivas.

¿En qué consiste la comunidad doméstica? ¿Qué es la familia? ¿Qué es lo que estas instituciones
producen?

El modo de producción capitalista depende así para su reproducción de una institución que le es
extraña, pero que ha mantenido hasta el presente como la más cómodamente adaptada a esta tarea
y, hasta el día de hoy, la más económica para la movilización gratuita del trabajo – particularmente
del trabajo femenino – y para la explotación de los sentimientos afectivos que todavía dominan las
relaciones padres-hijos. El patriarcado, como sistema de subordinación de las mujeres en la familia
y en la comunidad doméstica, cobra importancia analítica en esta perspectiva. Si la atención está
centrada en el hogar-familia como la institución social a cargo de la organización de la vida
cotidiana y la reproducción, importa su organización interna y los roles diferenciados de hombres
y mujeres. Como señalan Marx y Engels:

"La división del trabajo [...] descansa en la división natural del trabajo en la familia y en la división de la
sociedad en diversas familias contrapuestas; se da al mismo tiempo la distribución desigual del trabajo y
sus productos, es decir la propiedad, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los
hijos son los esclavos del marido. La esclavitud latente en la familia es la primera forma de propiedad
[...]" (Marx y Engels, La ideología alemana)

Fue sólo con el surgimiento de la familia patriarcal que la vida social quedó dividida en dos esferas
nítidamente diferenciadas. La esfera pública y la esfera doméstica. A partir de la disolución de las
estructuras comunitarias y de su reemplazo por la familia patriarcal, el trabajo de la mujer se fue
limitando a la elaboración de valores de uso para el consumo directo y privado.
El debate teórico fue intenso: ¿qué producen las mujeres cuando se dedican a su familia y a su
hogar?, ¿quién se apropia de su trabajo?

En suma, las relaciones de clase se combinan con las subordinaciones de género de manera
específica, tanto en el mercado de trabajo (como en el ámbito de la domesticidad (organización de
la reproducción social). Esta combinación – pensada como “doble jornada.

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