El Perro Alano

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EL PERRO ALANO

El perro de agarre en montería por excelencia

Por Carlos Contera (*) carloscontera @ ctv.es

El nombre y la leyenda del perro alano han configurado un mito entre monteros y
cinófilos españoles, que se dio por perdido a mediados de siglo XX en España. Es
obligado destacar la pericia y el esfuerzo de un grupo de veterinarios y cazadores,
que rescataron del olvido en los años 1980 los últimos vestigios de una noble raza
que se extinguía. Hoy el Alano es una raza con nombres propios en la
recuperación/localización de ejemplares: los perseverantes viajes a Extremadura,
Salamanca y las Encartaciones del equipo cinófilo de Carlos Contera, Luis Arribas,
Luis Centenera, Juan Manuel F. Ahedo. Y la reintroducción inicial en la caza: el
testimonio de Juan Gangoiti, Juan P. Cabanillas, Luciano Chamorro, José Cortijo,
Pedro L. Martinez, Olimpio Pérez. La raza ha continuado criándose y recientemente
se ha publicado un estándar oficial, se admite en registros por la Real sociedad
Canina de España.

Los perros de presa llegaron a la península ibérica posiblemente con los bárbaros
alrededor del siglo IV. El pueblo alano se diseminó por muchas zonas del norte y el
oeste peninsular; sus topónimos y tradiciones ligadas al perro son reconocibles en
heráldica, pinturas miniadas polícromas y esculturas hasta el siglo XV. Los códices
miniados del Libro de la Montería de la Biblioteca de El Escorial y la Cartuja de
Sevilla reflejan cómo era la raza hacia 1400. España ha conservado la tradición de
los perros de sujeta o presa durante siglos, vinculados a la necesidad de manejar
el ganado autóctono de tronco ibérico. El Alano es el perro de alcance y agarre por
excelencia utilizado en la montería española. Los testimonios gráficos de la raza en
la edad moderna son abundantes: Velázquez, Goya, Blanchard, Perea ...

La fórmula visigótica de “aperrear” a los reos de muerte –barbara costumbre- ha


quedado en nuestro lenguaje con esa temida frase de “echarle a uno los perros...”
La utilización de perros de presa en la guerra fue una practica frecuente en la
reconquista contra los moros en Andalucía en el siglo XIV. La misma técnica se
trasladó a la colonización de las Indias a partir de 1492. Existen documentos y
numerosas crónicas que describen el uso de alanos y lebreles en el acoso a los
indios en la Nueva España (Gómara, Bernal Diaz del Castillo, Fernández de
Oviedo...). Aunque justo es decir que las primeras expediciones españolas llevaban
los perros para abastecer de caza mayor a los expedicionarios. Cuentan que los
nativos del caribe demostraron tanto horror por las armas de fuego como por los
grandes perros, lo que los convirtió en armas arrojadizas de infantería. Se puede
hablar de nombres propios como “Becerrillo” y “Leoncico”que acompañaron a
Balboa en el descubrimiento de los mares del sur (Pacífico). Solo los flechazos de
los indígenas pudieron acabar con sus vidas.

Genuino tipo alano: el patrón de Alfonso XI


En la agrupación de perros de presa ibéricos se presentan dos castas o tipos
definidos: por un lado, los perros chatos de cabeza redonda, voluminosos, de
cuerpo recogido, de poco aliento –perfil facial cóncavo- y de magnifica presa, de
irreductible carácter, definidos en el siglo XIX como ‘perro de presa español’ y que
quedaron especialmente dedicados a labores de ganado. Los perros de presa son
más chatos, cortos y pesados, óptimos para la sujeción de reses en distancias
cortas. Aquellos perros de presa españoles –los ‘perros de toros’- son el origen de
todas las razas modernas. En Inglaterra nacería el Bulldog, en Burdeos reconocen
el origen español del dogo que lleva el nombre de la ciudad; los bullmastiff. En
Alemania el Bulenbeiszer (agarra-toros) sería el antecesor del Boxer.
Por otro lado, los perros de alcance y agarre, de cabezas cuadradas, hocicos más
largos, carrera rápida, insensibles al dolor, de tipo algo galgueño –sublongilíneo-
de cuello y proporciones largas, de cabezas cuadradas y mirar fiero, de ojos
pequeños oblícuos (pequeños y un poco longuetes, como dice el códice
esculiarense) y movimientos veloces: el llamado ‘perro alano’, siempre empleado en
la caza mayor de montería o de ronda nocturna que ha ocupado las descripciones
clásicas.

Los libros de caza describen generalmente los perros utilizados para la montería,
con desatención frecuente de las razas de perros dedicadas al ganado. En el siglo
XIV se registró la más pormenorizada descripción del perro alano, miniaturas
incluidas, del ‘Libro de la Montería’ (1340) del rey Alfonso XI el Justiciero de
Castilla. A partir de ese texto clave, se producen nuevas y muy explícitas
descripciones, representaciones en pintura y escultura, coetáneas y acordes con
los detalles del rey castellano. Las magnificas libreas que exhiben los alanos, sus
agresivas expresiones, sus vientres recogidos y protegidos, sus cincelados cuerpos,
sus orejas recortadas, sus potentes mandíbulas, sus largos hocicos y recortados
labios, sus enceradas capas, sus bocas negras... No hay lugar a duda. La
descripción alfonsina es tan minuciosa y completa que constituye el patrón de la
raza. Ningún autor posterior la ha contradicho. El alano para ser hermoso debe
cumplir los siguientes requisitos: “que haya la cabeza de talle de congrio, et bien
cuadrada, et bien seca, et la nariz blanca e bien abierto de boca, et las presas
grandes, et los ojos bien pequeños, et que cate bien a la nariz, et las orejas bien
enfiestas, et bien redondas; pero que esto de las orejas todo va en el que lo faña en
facergelas bien tajadas, o mal, et que haya el cuello luengo; pero que siga bien, que
non sea muy grueso, nin muy delgado; et que haya los pechos bien abiertos, et los
brazos que los haya bien enfiestos, et non delgados, et la cuartiella pequeña, et las
manos redondas, et altas, et el arca colgada et grande, et que non se le parezcan las
tetas; et que haya el lomo bueno, et non cargado en las caderas, et que se le
parezcan à mala vez los huesos del espinazo; et la cola que sea más contra gruesa
que contra delgada, et que sea bien espigada, et que la traiga bien; et las corvas que
las haya bien anchas, et bien arregazadas, et los pies que sigan a las manos, et que
sea de buen cabello, et blando, et de cuerpo que non sea muy grande sin razon. Et el
alano que estas fechuras hobiere, será fermoso, et de razon debe seer tomador”.

La cabeza es la llave de la raza. La tradición castellana del congrio en salazón ha


hecho de la cabeza de este pez un referente muy usado al describir las razas
caninas. El congrio es un fisóstomo marino, de forma parecida a la de la anguila,
de la cual se diferencia por tener la mandíbula superior más larga que la inferior.
La descripción del libro real es tan fina y tajante que no debe dejar dudas, ni en la
conformación (talle) de la cabeza cuadrada, de poco belfo (bien seca); también en
lo que se refiere al cuerpo atlético, cuello largo, caja torácica grande, radios óseos
derechos, de vientre recogido, de lomo musculoso y de tercio posterior escurrido
(no cargado) .

Un zootecnista brillante como el Dr. Montero Agüera , de la Facultad de Córdoba,


nos ilustró en plena tarea de recuperación del tipo, allá por el año 1982, con su

trabajo publicado en el Simposium de Razas Caninas Españolas. Montero estudia


a través de15 obras artísticas y 50 referencias caninas los diferentes tipos caninos
que participan en las fiestas taurinas. Compara diferentes tipos representados y
llega a lagunas conclusiones dignas de ser rescatadas: Distingue entre alano y
perro de presa español, hasta diferenciar índices y dibujar las siluetas de ambas
razas. Los alanos son más frecuentes en las representaciones pictóricas
estudiadas: aparecen en doble numero porcentual que los perros de presa.

ALANO ESPAÑOL
.
ALTURA: MACHOS, 60 A 70 CM.
HEMBRAS, 55 A 65 CM.

PESO: MACHOS, 35 A 45 KG.


HEMBRAS, 30 A 40 KG

Proceso de conservación y selección


En las postrimerías de los años setenta, quien esto escribe y un grupo de futuros
veterinarios con visión de pasado y de futuro nos emperramos en conocer qué
quedaba del mítico alano, dándole a priori por desaparecido como parecían todos
los cinófilos estar de acuerdo. Antes, un fuerte trabajo de investigación
bibliográfica nos permitió conocer todo lo publicado antes y después de la Guerra
Civil. Un viaje por Extremadura en compañía del muy conocedor del terreno Luis
Esquiró nos dejó claro que la raza estaba bien rarificada cuando no desaparecida
de su última presencia en Plasencia y Sierra de San Pedro. Nuestro modelo era
aquella magnífica imagen del “Cazalla” del Duque de Arión, fotografiado como
modelo de la raza a principios de siglo. En Andalucía y Extremadura se conservaba
la memoria de la raza, incluso los perros disecados, los anchos collares de
protección... aunque habían desaparecido los ejemplares.

La más importante reserva de perros de presa autóctonos españoles se conservó en


la Encartaciones, comarca a caballo entre la comunidad de Cantabria y la
provincia de Vizcaya. Esos valles cantabros y vizcaínos ofrecían condiciones
especialísimas para la conservación de la raza vacuna monchina y su explotación
extensiva, lo que obligó a la conservación del perro de presa como auxiliar
necesario en el manejo del ganado. En los años setenta y ochenta, cada familia de
aquellos caseríos ostentaba en propiedad entre 50 y 300 vacas de monte
autóctonas. En un entorno de monte espeso, no vale otro auxiliar que el perro de
presa para manejar el ganado. Esta fue la razón de que las Encartaciones
constituyeran el último reducto de conservación de perros de presa en su ancestral
función, en número suficiente y tipo tradicional. Repetidos viajes desde 1980,
tuvieron siempre como protagonitas a Luis Arribas, Luis A. Centenera y Carlos
Contera, guiados por Juanma F. Ahedo, conocedor de Carranza y descendiente de
un familia local de ganaderos.

El perro de presa había sido usado en las campas cuando algunos días al año, las
crías se hacían descender al valle y eran apresadas en una operación de manejo
que permitía y aconsejaba el uso de perros potentes de recorrido corto. De entre
las poblaciones de perros de presa aparecen perros menos cóncavos de perfil y más
eumétricos. La cerrazón progresiva del monte de repoblación –pino y eucalipto-
comenzaba a dar más oportunidades a los perros más ligeros, de hocico cuadrado
y velocidad que comenzaban alrededor de 1980 a despuntar entre sus congéneres.
El trabajo consistía en localizar los ejemplares más en el tipo ‘alano’ y prever la
conservación del tipo con medios propios. Sin embargo, algunos ganaderos
decidieron atajar en el proceso, cruzando los perros de presa con los perros
llamados allí villanos, careas locales (muchos de ellos cruzados de Collie), que
usaban los ganaderos en el acoso y esa ruidosa conducción de las vacas antes de
la acometida del perro de presa.

En diez años de búsqueda y selección de ejemplares, nuestro trabajo se centró en


descubrir perros del tipo “alano”, minoritario entre aquella población numerosa de
‘perros de presa del país’ que ya habían definido y potenciado los veterinarios
locales en los concursos de los años cincuenta y sesenta. Fue un trabajo contra
reloj en el aprovechamiento reproductivo de los escasos machos viejos de tipo
‘alano’. Reproduzco a continuación unas notas mías del año 1989, que dejan claro
la dificultad del trabajo inicial: “En ambos tipos dominan las mismas capas y
colores: barcinos, encerados, negros, pardos, blancos con o sin manchas (nuca
moteados). De una misma camada salen ejemplares próximos a uno y otro tipo, pues
la tarea se selección del campesino ha perseguido siempre objetivos funcionales y
nunca exterioristas o morfológicos.”
Desde 1980, el camino atractivo fue la recuperación y reivindicación del mítico
perro Alano. A ella consagramos doce años de trabajo de crianza en común Luis A.
Centenera y yo mismo. Resultaba el camino más difícil, aparecieron menos
ejemplares aunque de excelsa calidad y comportamiento bravísimo. En principio
usamos la “Loli”, una vieja hembra de Arroyo de la Luz (Cáceres), punto de partida
al programa de cría. Aparecieron el célebre “Limón”, el “Chacur” y el “Navarro”... A
medio proceso criamos el nunca muy ponderado “Alajú Godo”. Todos ellos de
magnifico porte y correctísima mordida en tijera, cabeza cuadrada, esencia del tipo
alano propiamente dicho. Y con ellos salvamos la estirpe, fijamos el tipo y lo
extendimos en cinco generaciones, reimplantando decenas de ejemplares en las
Encartaciones y lo vimos difundido por toda España.

La función del alano en la caza


El Alano ha desarrollado enormemente su instinto de caza, la facultad de apresar
seres vivos en movimiento. Debe ser de carácter inquieto y seguro de sí mismo.
Desde pequeño, el cachorro de alano debe demostrar instinto de persecución y
fuerte indolencia frente a heridas, golpes o mordiscos en juego. Debe hacer
ostentación de velocidad y potencia. Decía Gaston Phoebus que “el buen alano debe
correr tanto como el lebrel y, si alcanza su presa, debe clavarla los dientes sin
soltarla, ya que un alano, por su naturaleza, mantiene con más fuerza su presa que
tres lebreles juntos, los mejores que se pudieran hallar”.

Tanto en la actividad ganadera como en la caza, se han empleado perro


auxiliares:”buscas” como los denominaba Covarsí o “villanos” (perros del pueblo,
de la villa) como en los años setenta denominaban los ganaderos del norte de
España. Su misión es acosar, entretener e incluso conducir a la res hasta la
llegada del resolutivo alano: “Lo que necesitan es que otro perro cualquiera llame de
parada o ladre; entonces el alano, sin tener en cuenta lo que es, arremete y apresa,
porque entiende que esta es su única obligación”.

La misión del alano en la montería es el agarre de reses. Cuando un cochino


navajero se acula por herida o cansancio, allí se necesita un perro con gran boca y
arrojo, indolente y rápido. Los punteros corren peligro, los podencos que van
llegando y van entrando pueden morir porque la ventaja en para el navajero. En
esas situaciones, el alano debe llegar rápido, a galope ciego, y agarrar al jabalí
hasta inmovilizarlo, para que otros perros de busca o de sujeta permitan la llegada
del perrero con seguridad. Bastan dos a seis perros de presa en la recova para
inmovilizar un jabalí. Allí será acosado o muerto por podencos o sabuesos, incluso
antes de que el montero sumerja el chuzo en el codillo del cochino que seguiría
dando dentelladas sino estuviera sometido por la presa de los alanos. El coraje
debe ir acompañado de velocidad de llegada, afición a la caza, fuerte insensibilidad
al riesgo o al dolor, presa fija y boca inexpugnable. José Jiménez Simón, alias
‘Bigotes’, recordaba en una entrevista sonada que en los años sesenta había
tenido un alano, Tarzán, que se quedaba con las orejas de los guarros...

Lo primero que aprecian vaqueros y monteros en el alano es su boca bien formada,


de mandíbulas potentes y caninos ajustados. Como dicen los vaqueros las”llaves” (
4º incisivo y colmillos) deben ajustar a la perfección. El ajuste mandibular trae
como consecuencia el ajuste dentario. Por mucha fijeza y pasión, aguante y
disciplina que un perro demuestre en el agarre, se verá obligado a soltar si sus
dientes ceden o sus belfos le impiden respirar en la agitación de la presa.

El uso de perros de presa y bóxer en las rehalas ha llegado a extender la especie de


que el alano no es útil a la rehala, porque resultan perros lentos. Todo lo contrario,
el alano debe comportarse como perro con afición a cazar y con velocidad, con
aliento y con carrera. El pesar es que algunos criadores modernos enfocan su
trabajo a aspectos morfológicos y a perros no testados en montería. El alano en el
monte debe mostrar buen oído, mejor velocidad y ciego arrojo.

Juan P. Cabanillas, ingeniero y rehalero en los montes de Toledo, escribía en los


años noventa unos párrafos elocuentes que los aficionados de verdad a los perros
de montería apreciarán en lo que valen: “A todos los rehaleros nos gustan los perros
que agarran, pero sobretodo nos gusta ese perro que es el primero que se agarra, que
no duda, que tiene mucho valor y que no da de parado, que se engancha
directamente, que se deja pegar y no suelta. Ese perro es poco frecuente y cuando al
final lo mata un cochino, nos encomendamos a la Diosa Fortuna para tener la suerte
de que nos vuelva a salir otro perro igual.
Si el perro reúne las características anteriores, no es indispensable que además
cace, ya es bastante con que agarre de verdad; pero si además caza y caza de
verdad, estamos hablando de perros hasta ahora excepcionales, digo excepcionales
en cuanto a poco frecuentes, raros.
Pues bien yo en mi experiencia personal, tras más de 150 monterías cazando con
alanos, sin contar ganchos y etcéteras, he comprobado que el alano español es así,
con las características de ese perro excepcional.”

La vida media corta del alano es inherente a su oficio. Es por eso difícil que la raza
mantenga su demografía en las rehalas. Sólo fueron quedando perros de presa en
las jaurías de caza alrededor de núcleos ganaderos donde se crían perros. Poco a
poco, las montería se han ido transformando en un rito comercial donde lo que
más interesa es que la res, apretada por los perros, entre a la línea de fuego. Así
las cosas, un perro de carrera veloz, de alcance rápido y agarre contumaz servirá
para salvar a los podencos de accidentes en el monte, aunque es mal visto por las
orgánicas que contratan la rehala. Los cazadores audaces de cuchillo y los
rehaleros con casta son los menos; ellos son quienes conservan y alaban la
presencia de alanos en sus recovas.

Algunos monteros crían y conservan su propia raza de alanos de caza. Sin


embargo, actualmente la selección para la caza está amenazada. Un colectivo no
demasiado extenso de criadores orienta su oferta al mundo urbano y a la
morfología, incluso a la exportación. La raza que recuperamos de entre lo perros de
presa extremeños y cántabros da señales de adulteración fuera del ámbito de la
montería.

(*) Carlos Contera es veterinario, especialista en razas caninas españolas,


recuperador del Pachón Navarro y del Alano Español, con la marca “Alajú”.

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