Modelo de Programas
Modelo de Programas
Modelo de Programas
EL MODELO DE PROGRAMAS
3.1. CONCEPTO
El término programa se utiliza con mucha frecuencia por parte de diversos tipos de
profesionales, entre ellos los orientadores, es decir, los profesionales de la intervención
psicopedagógica. Sin embargo, no se dispone de una definición del concepto
“programa” que pueda ser unánimemente aceptada.
En cualquier caso, las distintas definiciones suelen coincidir en los siguientes puntos:
Uno de los aspectos que no quedan delimitados son los requisitos mínimos para reunir
la condición de programa. A veces lo que para unos es un programa (por ejemplo, de
métodos de estudio, de orientación vocacional, de prevención de
drogodependencia, etc), para otros, sólo es una parte de un programa más amplio de
orientación con múltiples aspectos. En general, hablaríamos de “macro” programas,
cuando por su duración o extensión, o por la diversidad de campos implicados,
sobrepasan la posibilidad de ponerse en práctica por parte de una sola persona. Los
“micro” programas son actuaciones muy breves o de un ámbito muy concreto,
puestos en práctica con una mínima dedicación de tiempo y personas.
Para su puesta en marcha cuentan con personal docente y orientador, así como
con recursos materiales en el centro.
Los recursos del centro y de la comunidad son cada vez más amplios y eficaces.
c) Los recursos en la intervención por programas son en realidad todos los del
centro educativo y su entorno inmediato: el currículo, la metodología, los
equipamientos, los distintos profesionales, etc.
g) El papel de los discentes es activo, en la mayor parte de los casos estos son
conocedores de las necesidades y potencialidades y de los beneficios y mejoras
que su desarrollo conllevará, por lo que son parte activa en el mismo.
Nos parece oportuno recoger la clasificación que realizan Álvarez Rojo y Hernández
(1998) ya que su amplitud permite que prácticamente todas las posibilidades se hallen
incluidas:
Antes de iniciar la acción orientadora hay que realizar un análisis del contexto hacia el
que va a dirigirse el programa. Este análisis será más o menos breve, dependiendo, en
gran medida, de la implicación del orientador con el contexto donde se va a poner
en práctica (centro educativo, centro social, barrio, etc). En síntesis se requiere
información de:
- Análisis de las características del centro o lugar donde se piensa intervenir. Nivel
socioeconómico y cultural, profesiones, recursos de la comunidad. Si además es un
centro educativo; estructura y organización, recursos, situación del profesorado, clima
y cultura.
Hay que procurar ser lo más claro posible en la formulación de los objetivos. Éstos
pueden ser concretos y operativos o bien, como señalan Jiménez y Porras (1997),
expresados en términos de principios de procedimiento que son estrategias de acción
que definen el fin educativo para el que se establecen, al tiempo que especifican
criterios de actuación y decisión. En este segundo caso, los objetivos así concretados
se centran sobre todo en la actividad docente y no en lo que los alumnos deben
lograr.
- Estrategias.
- Sistemas de evaluación
- Evaluación inicial.
- Temporalización.
- Logística necesaria.
- Relaciones públicas.
- Diseño de evaluación.
- Personal.
- Material.
Responsabilidades
Gibson, Mitchell y Higgins (1983) se ocupan del liderazgo del orientador en la dirección
de programas, incluyendo los diversos estilos de dirección. Se señalan las siguientes
responsabilidades del líder:
a) Organización y dirección.
b) Coordinación y comunicación.
c) Toma de decisiones.
g) Supervisión.
Baker y Shaw (1987) presentan una serie de pasos para la implantación de programas
de orientación como son:
Evaluación.
No contamos aún con el suficiente capital material y humano para intervenir por
programas.
Bisquerra (1998:100), citando a Miller (1971), expone las principales
ventajas de una actuación por programas: