Documento N22 Juego Educacion Inicial PDF
Documento N22 Juego Educacion Inicial PDF
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Serie de orientaciones pedagógicas para la 20 21 22 23 24 25
educación inicial en el marco de la atención integral
El juego en
la educación inicial
Referentes técnicos para la educación inicial
en el marco de la atención integral
Serie de orientaciones pedagógicas para la educación inicial
en el marco de la atención integral
Documento N. 20
Sentido de la educación inicial
Documento N. 21
El arte en la educación inicial
Documento N. 22
El juego en la educación inicial
Documento N. 23
La literatura en la educación inicial
Documento N. 24
La exploración del medio en la educación inicial
Documento N. 25
Seguimiento al desarrollo integral de las niñas y los niños en la educación inicial
Guía 50
Modalidades y condiciones de calidad
para la educación inicial
Guía 51
Orientaciones para el cumplimiento de las condiciones
de calidad en la modalidad institucional de educación inicial
Guía 52
Orientaciones para el cumplimiento de las condiciones
de calidad en la modalidad familiar de educación inicial
Guía 53
Guías técnicas para el cumplimiento de las condiciones
de calidad en las modalidades de educación inicial
Guía 54
Fortalecimiento institucional para las modalidades
de educación inicial
El juego en la
educación inicial
coordinación del proceso
de elaboración de la serie
Ana Beatriz Cárdenas Restrepo
Claudia Milena Gómez Díaz
E d i c i ó n , DISE Ñ O
Y corrección de estilo
Rey Naranjo Editores
Impresión
Panamericana Formas e Impresiones S.A.
B o g o tá , C o l o m b i a
2014
ISBN 9 7 8 9 5 8 6 9 1 6 3 1 8
Esta serie de orientaciones pedagógicas para la educación inicial retoma elementos del documento
base para la construcción del lineamiento pedagógico de educación inicial del Ministerio de
Educación Nacional, 2012. Así mismo, desarrolla lo expuesto en el documento “Estrategia de
Atención Integral a la Primera Infancia. Fundamentos Políticos, Técnicos y de Gestión” elaborado
por la Comisión Intersectorial de Primera Infancia, 2013.
El contenido parcial de este documento puede ser usado, citado y divulgado siempre y cuando se
mencione la fuente y normas de derechos de autor. La reproducción total debe ser autorizada por
el Ministerio de Educación Nacional
E QU IPO T ÉCNICO
Profesionales especializados
Doris Andrea Suárez Pérez
Hellen Maldonado Pinzón
Coordinadora
Constanza Liliana Alarcón Párraga
La escenografía����������������������������������������������������������������������������������������������27
Bibliografía���������������������������������������������������������������������������������������������������������46
Carta de la ministra
Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio
social, y que la educación será su órgano maestro. Una educación,
desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire
un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en
una sociedad que se quiera más a sí misma. […] Por el país próspero y
justo que soñamos: al alcance de los niños.
190,5x98.4mm
14 · Serie de orientaciones pedagógicas para la educación inicial
El juego, entonces, hace parte vital de las relaciones con el mundo de las personas
y el mundo exterior, con los objetos y el espacio. En las interacciones repetitivas y pla-
centeras con los objetos, la niña y el niño descubren sus habilidades corporales y las
características de las cosas.
El momento de juego es un periodo privilegiado para descubrir, crear e imaginar.
Para Winnicott (1982), “el juego es una experiencia siempre creadora, y es una expe-
riencia en el continuo espacio-tiempo. Una forma básica de vida” (p. 75). En este senti-
do, se constituye en un nicho donde, sin las restricciones de la vida corriente, se puede
dar plena libertad a la creación.
De la misma manera, el juego, desde el punto de vista social, es un reflejo de la cultura
y la sociedad, y en él se representan las construcciones y desarrollos de un contexto. La
niña y el niño juegan a lo que ven y juegan lo que viven resignificándolo, por esta razón
el juego es considerado como una forma de elaboración del mundo y de formación cul-
tural, puesto que los inicia en la vida de la sociedad en la cual están inmersos. En este
aspecto, los juegos tradicionales tienen un papel fundamental, en la medida en que con-
figuran una identidad particular y son transmitidos de generación en generación, prin-
cipalmente por vía oral, promoviendo la cohesión y el arraigo en los grupos humanos.
En este mismo sentido, el proceso por el cual la niña y el niño comparten el mundo de
las normas sociales se promueve y practica en los juegos de reglas. Según Sarlé (2010):
esencia como actividad autorregulada y voluntaria, como lo afirma Bruner (1995): “el
juego que está controlado por el propio jugador, le proporciona a este la primera y más
importante oportunidad de pensar, de hablar e incluso de ser él mismo” (p. 219).
El juego es una de las actividades rectoras de la infancia, junto con el arte, la literatu-
ra y la exploración del medio ya que se trata de actividades que sustentan la acción pe-
dagógica en educación inicial y potencian el desarrollo integral de las niñas y los niños,
también deben estar presentes en acciones conjuntas con la familia a través de la valo-
ración e incorporación de su tradición lúdica, representada en juegos, juguetes y rondas.
Al otorgarle un lugar al juego en la educación inicial se les da pleno protagonismo
a las niñas y los niños puesto que, como hemos visto, son los dueños del juego, pueden
tomar decisiones, llegar a acuerdos, mostrar sus capacidades, resolver problemas y, en
definitiva, participar:
Ahora bien, desde una perspectiva educativa, se han identificado dos orientaciones
en el juego: la primera se origina en la escuela activa, con autores como Decroly (Decroly
y Monchamp, 2002), en la que se retoman los planteamientos de Froebel; estos autores
apuestan por la experiencia y la educación de los sentidos, ya que el supuesto básico del
que parten es que manipular es aprender (Michelet, 1998). Dicho abordaje influyó tam-
bién sobre María Montessori en lo que respecta a considerar el juego como una manera
de enseñar a las niñas y a los niños pequeños una mayor gama de habilidades.
La segunda orientación es la propuesta del juego-trabajo desarrollada por Frei-
net (1971), en la cual se plantea que el juego, como actividad placentera, y el tra-
bajo, como tarea establecida para llegar a un fin, pueden articularse dentro de un
proceso pedagógico indisoluble para iniciar a la niña o al niño al trabajo a través
del juego. La idea es que en las niñas y los niños no hay necesidad natural de jue-
go, lo que hay es necesidad de trabajo, ya que con el trabajo se estimula el deseo
permanente, propio de la infancia. Desde esta concepción, Freinet entiende que
el trabajo en la escuela no debe estar subordinado a la adquisición de la formación
intelectual, sino que debe considerarse como un elemento constitutivo, propio
de la actividad educativa y, por tanto, integrado en ella, en su vínculo con el juego.
Al respecto, Sarlé (2006) sostiene:
prácticas de las maestras, los maestros y los agentes eduativos, cuando dejan que el
juego se dé en una libertad absoluta, casi con cierta apariencia de abandono, pues se
piensa que si se hace algún tipo de acompañamiento se desdibujan esas características
que constituyen la condición misma del juego (Fandiño, 2001).
En definitiva, entre las dos situaciones anteriores (un juego abandonado y un “jue-
go” controlado), se propone el reconocimiento del juego como una práctica social que,
en sí misma, es un factor de desarrollo. Un juego que merece tener un lugar, un tiem-
po, unas condiciones para su despliegue y unos adultos sensibles, con una actitud de
acompañamiento, de empatía y de escucha, en cualquiera de los entornos en los que las
niñas y los niños habitan y reciben atención. Estos elementos son los que se tratarán
en el siguiente apartado.
La puesta en
escena del juego
El juego se potencia dependiendo de las condiciones de contexto, se orienta según la
cultura y las costumbres y se vive de acuerdo con los saberes específicos de cada terri-
torio, del grupo poblacional, de las niñas, los niños, las maestras, los maestros y agentes
educativos. Se parte de la firme convicción de que las maestras, maestros y agentes
educativos tienen en su experiencia un saber pedagógico y un saber desde y sobre la
infancia que debe ser recuperado y, al mismo tiempo, recontextualizado en función de
ciertos planteamientos actuales, como los que propone este documento.
Siguiendo con esta perspectiva, se invita a los adultos a observar y reconocer el juego
de las niñas y los niños en la primera infancia con la certeza de que ello constituye el punto
de partida para implementar acciones pedagógicas, con miras a potenciar su desarrollo.
El adulto debe ser sensible a la diversidad de manifestaciones lúdicas que se pueden
dar en los momentos y lugares más insospechados, esperando un transporte, cami-
nando por la carretera, en el mercado, en la sala de espera, en el baño, durante las ruti-
nas diarias o en los “tiempos vacíos”, mientras se cambia de una actividad otra: ¿a qué
juegan las niñas y los niños? ¿Cómo juegan? ¿Dónde juegan? ¿Con qué juegan? ¿Qué
pasa cuando las niñas y los niños juegan? En la medida en que se pueda dar respuesta
a estas preguntas se irán estableciendo las estrategias, los materiales, los tiempos, los
escenarios y adecuaciones necesarias para darle visibilidad al juego como actividad
rectora de la infancia.
A continuación se presentan algunas pistas acerca de cómo juegan y a qué juegan las
niñas y los niños de primera infancia.
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Cuando un bebé juega, hay un intercambio comunicativo en el que los cuerpos y las
disposiciones corporales de cada sujeto implicado hablan. Los gestos, las caricias,
los balbuceos, las miradas, las sonrisas y todas las manifestaciones corporales son
evidentes y recíprocas y esto es justamente lo que transforma a quienes juegan, pues
en medio de este proceso dialéctico se resignifican las experiencias vividas.
El juego como interacción y expresión implica reconocer la expresividad como una
construcción en la que el contexto social, cultural e histórico confluyen. En el juego,
las niñas y los niños comunican con su cuerpo unas maneras particulares de ser, de
existir, de actuar, de entender el mundo y de estar en él; en otras palabras, esas maneras
particulares se encuentran y es a partir de este intercambio que las niñas y los niños más
pequeños van estructurando su totalidad corporal, todo ese sentir que surge. Por ejemplo,
el contacto físico que emerge de los juegos se va inscribiendo en su cuerpo como memoria
de sensaciones y emociones que se manifiestan a través de la expresión corporal.
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Juegan explorando
La exploración es un proceso que se destaca dentro del juego con los bebés, puesto
que de esta manera conocen el entorno, a los otros y a sí mismos por medio de los
sentidos; esta exploración profunda de los objetos es muy importante porque a partir
de ello pueden llegar a otorgar otros significados a los objetos, lo cual es primordial
dentro del juego.
El fenómeno de la exploración, según Garvey (1983), se evidencia cuando un objeto o
juguete no es familiar para la niña o el niño y, por ende, tiende a establecer una cadena de
exploración, familiarización y eventual en-
tendimiento, una secuencia que, repetida
con frecuencia, conduce a conceptos más
maduros acerca de las propiedades físicas
(tamaño, textura, forma) de los objetos.
Al respecto, Bruner (1984) hace re-
ferencia a tres de las características del
juego en la primera infancia: el juego es
en sí mismo un motivo de exploración, es
una actividad para uno mismo y no para
los otros, es un medio para la invención
(p. 164). Este autor reconoce que el juego
y la exploración están íntimamente re-
lacionados y no pueden estar el uno sin
el otro, pues los dos se complementan.
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Juegan construyendo
Los juegos de construcción se pueden entrelazar con los juegos simbólicos en la medi-
da en que se construyen escenarios para desarrollar en ellos creaciones con persona-
jes, como si fuera la selva, la ranchería, etc. Son juegos a los que las niñas y niños se en-
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Los juegos tradicionales, son testimonios vivos de una historia, de una cultura, de una
sociedad; dicho de otro modo, los juegos tradicionales se hacen lenguaje porque re-
presentan sentidos y significados articulados con prácticas sociales que solo se com-
prenden con referencia a una comunidad, a un momento histórico y en el marco de
una relación específica con la infancia. Los juegos tradicionales tienen relación di-
recta con los juegos corporales en la medida en que implican un compromiso corporal
y la interacción directa con los otros, como en el caso de los balanceos acompañados
del “aserrín, aserrán” o las rondas en las que se
imitan movimientos característicos de los ofi-
cios, como el de carpintero.
Lo anterior implica reconocer que los jue-
gos tradicionales tienen una riqueza simbóli-
ca, pues a partir de ellos se vislumbran, de al-
guna manera, las dinámicas de la sociedad en
la que se encuentra cada niña o cada niño. A
propósito, Martha Glanzer (2000) manifiesta
que “tanto la práctica de los juegos como los
juguetes fueron siempre infinitamente varia-
dos y las diferentes colectividades los han ido
marcando con sus características étnicas y so-
ciales específicas” (p. 220).
En ese sentido se puede afirmar que los jue-
gos tradicionales, como los arrullos y las rondas,
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generan identidad, en tanto que en ellos se diferencian los roles y actitudes de un contex-
to particular; por ejemplo, las rondas del Pacífico son diferentes a las de la región Andina,
y en los contenidos de letra y música se logra identificar características que, de alguna
manera, dejan ver lo que es cada región y a quienes la habitan.
En cuanto a los juegos reglados, se necesita haber jugado muchos juegos motores y simbóli-
cos antes de construir la comprensión de la regla dentro del juego, dado que ello implica una
serie de asuntos complejos que se inician con el fenómeno de la cooperación y en los cuales
se involucra un proceso de descentración que lleva a ponerse en el lugar del otro y, de esta
manera, a comprender el sentido de la competencia, el significado del turno y cómo este
determina las propias acciones, el diseño de estrategias y la resolución de problemas. En
otras palabras, es necesario desarrollar operaciones en las que se comprenda la estructura
profunda del juego, es decir, en las que se perciban los marcos del problema que se plantea
en juegos tan complejos como el fútbol, las escondidas, el parqués y el dominó, entre otros.
En este tipo de juegos, las niñas y los niños construyen variadas rutas que recono-
cen a los otros como adversarios y que implican razonamientos para pensar en qué y
cómo lograr cooperar con el fin de llegar a la meta del juego y resolver el problema que
este plantea. Por ejemplo, en el juego de las escondidas la niña y el niño deben resolver
el problema de esconderse, y en ese sentido, ponerse en el lugar de quien los busca y
pensar en dónde deben ocultarse sin ser descubiertos; pero, así mismo, el que empren-
de la búsqueda debe pensar como el otro, resolviendo el problema que propone el juego,
y preguntarse “¿en dónde se escondió mi amigo para que yo no lo encuentre?”. En ese
sentido, debe pensar en los posibles lugares y en los posibles razonamientos que lo lle-
varon a escoger el lugar del escondite para ubicarlo.
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La escenografía
En este sentido, hay que pensar en la potencialidad lúdica del ambiente, tanto del
entorno educativo como de otros entornos en los que se desenvuelven las niñas y los
niños, un espacio seguro, accesible y estimulante que invite, por ejemplo, a balancear-
se, a esconderse y aparecer, a saltar de cuadro en cuadro. Un lugar que no tenga una
estructura rígida, que permita la transformación del mobiliario para convertirse en
la casita, la tienda, el bus. Una zona vacía que invite a crear juegos con líneas, círculos,
espirales y laberintos, en la arena o la tierra, vinculándolos con el arte y la expresión.
Para ello hay que valorar los “accidentes” del espacio que pueden ser objeto de juego
y transformación, es decir, las columnas, las rampas, los escalones y la diversidad de
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Se tiende a pensar que las niñas y los niños necesitan para jugar objetos altamente so-
fisticados, juguetes con mecanismos complejos y costosos. Sin embargo, en palabras de
Ulloa (2008), “el principal rasgo que debería mantenerse a la hora de seleccionar estos
objetos es el potencial lúdico del material. Esto es, un objeto que abra el campo de jue-
go, que permita entradas múltiples a la creación de situaciones lúdicas” (p. 80). Desde
esta mirada, y observando detenidamente a las niñas y a los niños, es evidente que no
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necesariamente tiene que haber un juguete como tal para que se dé el juego: unos palitos
y piedritas pueden ser los elementos más interesantes para hacer una construcción; la
caja de los zapatos que se desecha es la casita del bebé; los discos compactos son espejos
y platos. Esto sin dejar de lado la tradición lúdica regional para la construcción de jugue-
tes no industrializados, como los elaborados con semillas, madera, tela y barro.
Conviene, entonces, hacer un balance de los objetos de los que se dispone y revisar
sus características como potenciadores de diferentes acciones lúdicas, analizar qué re-
presentan desde el punto de vista cultural y los valores que transmiten, por ejemplo, en
relación con el género, los roles asignados tradicionalmente, los ideales de belleza, etc.
También hay que revisar qué nivel de participación le deja el juguete a la niña o al niño,
como en el caso de los juguetes que funcionan de manera electrónica porque, como lo
plantea Glanzer (2005), entre más elementos tiene el juguete, más se empobrece el
juego de la niña y el niño: por ejemplo, las muñecas que hablan, lloran y cantan restrin-
gen las posibilidades de imaginar y de hacer como si, por parte de las niñas y los niños.
Otro aspecto que fundamental es el valor afectivo de los juguetes, que generalmente
son dados a manera de regalo y que para la niña y el niño se constituyen en represen-
taciones simbólicas del vínculo que tienen con el adulto. En ese sentido, también los
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objetos lúdicos se convierten en mediadores afectivos con los que las niñas y los niños
pueden expresar todas sus emociones y sentimientos.
Sin dejar de lado los planteamientos anteriores, no se puede desechar de plano
aquellos objetos que por tradición han hecho parte de la educación inicial, como los
dones de Froebel, que consisten en una serie de bloques de madera con diferentes con-
figuraciones que contribuyen a establecer las relaciones entre la parte y el todo, los
tamaños y figuras geométricas, o el material Montessori, ideado para trabajar el desa-
rrollo sensorial y la autonomía. Así mismo, los juguetes diseñados a partir de investiga-
ciones sobre el desarrollo infantil que buscan enriquecer las experiencias de los bebés,
como los juguetes para incentivar la relación causa-efecto, en los que al presionar de
determinada manera se produce un sonido.
Siguiendo con el tema de los objetos lúdicos, no se puede dejar de lado una estra-
tegia metodológica llamada “el cesto de los tesoros” (Goldschmied y Jackson, 2007),
especialmente diseñada para trabajar con bebés desde que son capaces de sentarse
hasta que empiezan a caminar, en la que se disponen, en un canasto grande, una serie
de objetos de origen natural y de uso cotidiano, caracterizados por brindar diferentes
sensaciones de tipo táctil, sonoro, olfativo y visual. La interacción de los bebés con esta
variedad de objetos los lleva a preguntarse: ¿esto qué es? Y, posteriormente, ¿qué puedo
hacer con esto?
Para las niñas y los niños más grandes se proponen los juegos heurísticos (Golds-
chmied y Jackson, 2007), en los que las niñas y los niños descubren por sí mismos las
características de los objetos: estos, en general, son los mismos que se plantean en el
cesto de los tesoros, sin embargo aquí lo que varía es la cantidad y su organización.
Se aconsejan objetos de 15 variedades y de cada uno no menos de 20 o 30, los cuales
deben estar guardados en bolsas. Para cada niña y cada niño se disponen no menos
de 15 objetos y dos o tres tarros. El juego heurístico tiene dos momentos: el del juego o
exploración en sí, en donde la idea es que la niña o niño elija los objetos, explore y actué
sobre ellos (los encajará, los apilará, los agrupará, etc.). El segundo momento es el de la
recogida, en donde las maestras, maestros y otros agentes educativos les pedirán a las
niñas y los niños que guarden los objetos en sus bolsas correspondientes.
Ahora bien, si queremos que se genere una cultura que respete y reconozca la im-
portancia del juego en la educación inicial, es pertinente la inclusión de la familia y la
comunidad en esta labor. Se puede recurrir a los talleres de recuperación de la tradi-
ción lúdica de la región o zona, a los mayores, a los abuelos y las abuelas y elaborar un
registro escrito, ojalá documentado con fotos y esquemas, que permita llevar la memo-
ria de los juegos y rondas. Hay otras actividades útiles como la elaboración de juguetes
y el mantenimiento de los existentes, o la construcción de baúles o maletas lúdicas
que puedan viajar a los hogares y a los diversos entornos donde transcurre la vida de
las niñas y de los niños. También se pueden generar alianzas con comerciantes para
la consecución de materia prima necesaria para la organización de espacios de juego,
como cartones, botellas de plástico, etc., y buscar fortalecer los vínculos con las auto-
ridades que pueden garantizar la adecuación de los espacios públicos para las niñas y
niños, teniendo en cuenta, además, condiciones particulares.
32 · Serie de orientaciones pedagógicas para la educación inicial
A partir de lo anterior se plantean unos principios que contribuyen a clarificar este rol
de acompañamiento en los diferentes entornos en los que la maestra, el maestro y el
agente educativo interactúa con las niñas y los niños.
Las interacciones en el juego se relacionan con el placer que produce estar con otros,
comunicarse con ellos, interpretar sus gustos, intereses, necesidades y expectativas; no
obstante, para que esa comunicación realmente sea efectiva, oportuna y pertinente, es
importante la empatía, el conocimiento y el lazo afectivo que se haya construido entre
las personas que interactúan en el juego.
El acompañamiento del adulto desde su ser corporal es fundamental para potenciar
y enriquecer los momentos de juego de las niñas y los niños; se necesita de otro que
propone, que espera su turno, que desea que el otro continúe las acciones, que encuen-
tra en el cuerpo del otro un potencial afectivo que da rienda suelta a la generación de
vínculos, de risas y de complicidad en el juego.
La implicación corporal que se establece entre el adulto y las niñas y los niños en
sus primeros años desencadena diálogos que posibilitan la construcción de diferentes
juegos. Las maestras, los maestros, los padres y las madres y los agentes educativos
son sensibles a las manifestaciones corporales de las niñas y los niños más pequeños.
Podría afirmarse que a medida que se conocen y construyen un vínculo, construyen
también una serie de significados que están llenos de afectos que, sin lugar a dudas, se
revierten en el juego, donde el placer y la seguridad son evidentes.
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El juego puede ser potenciado por el adulto, ya sea por iniciativa propia, a través de ex-
periencias especialmente diseñadas o porque retroalimenta el juego espontáneo de las
niñas y los niños. El acompañamiento por medio de la interacción tiene una gran carga
afectiva que se evidencia en el contacto físico. Esto, sin lugar a dudas, les da seguridad y
confianza en ellos mismos y en los demás.
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Ahora bien, el acompañamiento del juego desde la interacción es, según Martha
Glanzer (2000), disponernos a respetar sus iniciativas y manifestaciones; ponderar
y respetar los límites de sus posibilidades físicas e intelectuales, alentar sus propios
logros y aceptar sus esfuerzos, aunque aún no alcancen los resultados esperados. El
respeto hacia cada niña y cada niño, y sus juegos es una de las bases para comprender
los esfuerzos que realiza para entender el mundo en el que está inmerso (p. 33).
Los juegos de escondite o de persecución, por ejemplo, se convierten en acciones
simbólicas en las que tanto las maestras, los maestros y los agentes educativos como
las niñas y los niños cumplen papeles complementarios, como el ser perseguido y per-
seguir, los cuales se van consolidando en el transcurso del juego.
Asumir un rol dentro del juego implica compromisos que para las niñas y los niños
son fundamentales, pues el hecho de que el adulto se asuma como par en estos espacios
contribuye a hacer eco en los juegos propuestos por ellos y ellas y a potenciarlos con
nuevas ideas que contribuyen a construir el universo lúdico. Es importante destacar,
como se señalaba arriba, que el juego de la niña o del niño se enriquece con la capacidad
de jugar que tiene quien lo acompaña.
Este acompañamiento en la interacción también puede estar dado por las pregun-
tas que hace el adulto frente al juego que está observando, del tipo “¿qué pasaría si…?”,
para buscar complejizarlo y enriquecerlo.
El juego tiene una intencionalidad que busca encauzar las propuestas de las niñas y
los niños. Dicha intencionalidad tiene que ver con la observación, la exploración, la
construcción de estrategias y la transformación de objetos y espacios. El juego se debe
pensar desde sus propias características para respetar su carácter autotélico, es decir,
que la finalidad del juego está en el proceso mismo del juego. Dicho de otro modo, la
finalidad del juego es jugar, sin caer en objetivos que conlleven a la instrumentaliza-
ción del mismo como, por ejemplo, el juego para hacer clasificaciones o para alcanzar
habilidades y destrezas motrices. Si bien es cierto que no se puede negar que dentro
del juego se consolidan estos aprendizajes, no son su finalidad: más bien contribuyen a
enfrentar el reto mismo del juego.
La planeación de las experiencias y momentos para promover el juego debe ser
flexible y acorde con las necesidades e intereses de las niñas y los niños. En ocasiones,
los juegos surgen de manera espontánea, sin planearlos, y esto apunta a que se prevén
experiencias, pero cada uno las asume de acuerdo con sus posibilidades, comprensio-
nes e interpretaciones. Por ello las experiencias pueden tomar rumbos distintos a los
que la maestra, el maestro y el agente educativo esperaban.
Las planeaciones de experiencias pedagógicas deben ofrecer diferentes opciones
para que la niña y el niño puedan identificarse con un espacio, unos objetos y una pro-
puesta y comenzar a desarrollar sus propias experiencias desde sus intereses. Es im-
portante reconocer que todos juegan diferente, no porque tengan condiciones parti-
culares, sino porque todos tienen historias diferentes y vienen de distintos contextos.
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En ese sentido, es necesario reconocer que en las situaciones educativas que se dan
en la educación inicial ocurren encuentros y desencuentros, que allí convergen perso-
nas con culturas e identidades propias, en permanente construcción. Por ello preten-
der homogeneizar por medio de las propuestas, sin tener en cuenta a cada niña o cada
niño y sus particularidades, es no reconocer que la diferencia es lo que construye y, a su
vez, permite que los contextos y las historias de vida de cada uno se encuentren y dejen
huella en los ambientes, los objetos y los juegos que cada quien espontáneamente desa-
rrolla desde esos referentes culturales, políticos, sociales y económicos (Durán, 2012).
Patricia Sarlé (2010) propone que una de las labores de la maestra, el maestro o agente
educativo es enseñar juegos. Se refiere al juego como contenido a enseñar y, específi-
camente, a los que no surgen espontáneamente, como los juegos tradicionales o deter-
minados juegos de reglas que las niñas y los niños no conocen y los adultos poseen en
su acervo cultural.
36 · Serie de orientaciones pedagógicas para la educación inicial
Un factor que se relaciona directamente con el rol del adulto es el del tiempo y los mo-
mentos para jugar. En la perspectiva que se está desarrollando, el juego no puede estar
limitado a un momento específico dentro de la rutina diaria, sino que hace parte integral
de la vivencia de la niña y del niño. Por lo tanto, hay que darle tiempo al juego. A veces los
adultos, al no estar realmente atentos al juego de las niñas y los niños, lo interrumpen o
no dejan que dure lo suficiente para que ellas y ellos lo practiquen hasta volverse expertos
o encontrar variaciones. También se deben respetar las particularidades de cada niña y
niño, ya que todos tienen diferentes ritmos para entrar en el juego y para desarrollarlo.
Para cerrar este apartado se verá un ejemplo que permita reconocer la puesta en
escena del juego en la planeación pedagógica, tanto para los centros de desarrollo como
para los encuentros educativos con las familias.
Este momento se caracteriza por tener al cuerpo como protagonista de la acción lúdica.
La niña y el niño, a través del movimiento y los sentidos, entran en contacto consigo
mismos y con el medio que les rodea; esta vivencia corporal da paso a la imitación, en la
que se ejecuta una acción que reproduce algo de manera diferida: por ejemplo, simulan
que están durmiendo.
Al comienzo de la vida, la exploración se constituye en un eje sobre el cual gira el
juego. En los primeros meses el bebé configura su identidad a partir del reconocimien-
to de su cuerpo y el de los otros, del entorno y de los objetos, y vale la pena destacar que
en estas edades los bebés realizan sobre todo juegos sensoriomotores chupar, manipu-
lar objetos, golpear, chapotear, girar, etc.
Generalmente los objetos con los cuales juegan los bebés constituyen referentes
afectivos con los que se sienten seguros, pues estos remiten a personas cercanas con
quienes han construido vínculos y que siempre están acompañándolos. Es interesante
que el ambiente se estructure de forma tal que el bebé pueda ejercer su acción motriz
sin restricciones y a su ritmo, posibilitando los cambios posturales y la búsqueda y ex-
ploración de los objetos del medio.
Se encuentra que, en el primer trimestre de vida, los juegos que más les agradan a
los bebés son aquellos que involucran sus sentidos:
• Los juegos con objetos sonoros como: sonajeros, maracas u objetos con
semillas variadas, elaborados por sus familias, maestras, maestros y agentes
educativos que lo acompañan.
• Juegos con texturas como: guantes, telas, cepillos, plumas, etc.
• Juegos con objetos que están suspendidos.
• Juegos de acercarse y alejarse con el cuerpo, con títeres o con muñecos.
• Juegos de mecer o acunar en los brazos, en telas o en hamacas, que realizan las
familias, las maestras, los maestros y agentes educativos de manera natural.
Continúan los juegos sonoros, estos ya no solo son propuestos por el adulto, sino
que es la misma niña o niño quien inicia su proceso de agarre de las cosas, quien tiene
la iniciativa de mover los objetos y experimentar los diferentes sonidos para compar-
tirlos con quienes le acompañan. También, en la medida en que los bebés se hacen más
dueños de su cuerpo, realizan actividades como:
• Jugar con las manos y los dedos, contando y cantando historias; o las cosquil-
las, que generan gritos y gorjeos.
• Juegos de aparecer y desaparecer con telas.
• Juegos de arrastre en diferentes superficies.
• Juegos de balanceo en hamacas, telas y pelotas grandes.
• Juegos que involucran movimientos hacia adelante y hacia atrás, hacia un
lado y hacia el otro.
Cuando la niña y el niño se sientan, el cambio de postura hace que vean el mundo de
manera diferente y las manos empiezan a ser herramientas valiosas de manipulación.
Como juguetes, los objetos sencillos y cotidianos los elementos de la naturaleza, los
llaveros, los collares o los espejos, entre otros son fundamentales en estas edades, pues
dan lugar a exploraciones e interacciones que se vuelven complejas debido al placer
que producen en sus protagonistas y por la comunicación que se suscita entre ellos. Es
un momento crucial para realizar experiencias con el “cesto de los tesoros” y compleji-
zar los juegos con texturas, introduciendo otros materiales como masas elaboradas con
harina, fécula de maíz y agua; también se usan anilinas vegetales para añadir colores.
Además realizan actividades como:
• Juegos con agua, empleando juguetes y objetos que se hunden y flotan en el
agua y que puedan presionar, hundir o lanzar.
• Juegos de introducir y sacar objetos de una canasta y de trasvasar de un
recipiente a otro.
• Juegos de apilar bloques de madera o de plástico.
• Juegos con un espejo en el que el adulto aparece y desaparece.
• Juego con pelotas de tamaños medianos, con el fin de lanzarlas y rodarlas.
• Juegos en el piso, tanto en superficies estables como inestables: colchone-
tas, rampas o túneles para que la niña o el niño las recorra de manera libre y
espontánea, decida cómo desplazarse y resuelva el problema de superar cada
obstáculo. También podrá decidir cuándo entrar y salir de los túneles.
• Juegos con telas grandes en el piso o suspendidas del techo.
40 · Serie de orientaciones pedagógicas para la educación inicial
En la medida que las niñas y niños se desplazan de manera independiente por el espacio,
se posibilita que los juegos corporales y de exploración continúen y se complejicen. En
los juegos de construcción hay nuevas conquistas motoras, las niñas y los niños hacen
trenes y torres, encajan fichas en recipientes con orificios y ensartan aros de diferentes
tamaños en bases de diferentes dimensiones. También se pueden experimentar los jue-
gos heurísticos. Los objetos utilizados son más diversos y los juegos involucran acciones
contrastantes:
• Juegan con pelotas de diferentes tamaños, a lanzarlas y a encestarlas en aros,
cajas, canastos y diversos recipientes.
• Juegos de armar y desarmar, entrar y salir, meter y sacar, reunir y separar y
acumular objetos.
• Juegos de envolverse y desenvolverse.
• Juegos con carros, trenes y objetos con ruedas para desplazarlos.
• Juegos de persecución, que disfrutan las niñas y los niños. Generalmente el
adulto hace como si persiguiera a la niña o al niño mientras
tratan de escapar de él.
• Inicio de juegos de escondite que ya son propuestos por el adulto. Para estos
juegos son oportunos los espacios diseñados, donde la niña o el niño logran
esconderse por momentos de la mirada del adulto.
• Juegos de rondas: es en esta edad en la que las niñas y los niños comienzan a
imitar las acciones referenciadas en las canciones infantiles o rondas que se
le proponen, a mover su cuerpo, hacer palmas y otros movimientos al ritmo
de la melodía.
juego · 41
De la imitación a la simbolización
En el juego de roles se asume el papel de otro. Las niñas y los niños sienten un gran placer al
representar, al actuar como otro y hacer creer al compañero de juego que el papel asumido
es caracterizado de manera fiel a la realidad. Se puede organizar el ambiente y disponer los
materiales por rincones, según los roles y situaciones que se quieran representar.
42 · Serie de orientaciones pedagógicas para la educación inicial
A medida que las niñas y los niños crecen el juego de roles se va haciendo mucho más
complejo, así como la estructuración de las secuencias en el juego. Los diálogos son
más organizados, los escenarios que inventan para jugar tienen más detalles y los ajus-
tes son mayores a sus interpretaciones y lecturas sobre la realidad.
Las niñas y los niños comienzan a encontrar sentido a los turnos y a reconocer al
otro en el juego; se configuran las primeras reglas, y muestran interés por los juegos y
rondas tradicionales, los juegos de persecución o con un personaje central. Se practi-
can los juegos de mesa como el dominó o el parqués con mayor conciencia de la meta
y las estrategias para ganar. También logran hacer construcciones más elaboradas de
naves espaciales, parques, huertas, etc., con diferentes tipos de material y objetos coti-
dianos. Se dan los juegos motores y de reglas como:
• Juegos con pelota.
• Juegos de lanzamiento, como el cucunubá y la rana.
• Juegos con objetos como el trompo, la coca, la pirinola, canicas y maras.
• Juegos de atrapar, como “la gallina ciega”.
• Juegos de competencia motriz en los que las niñas y los niños se retan y com-
paran buscando cada vez mayores logros, como la yuca, saltar lazo y la lleva.
juego · 43
Créditos Archivo fotográfico Ministerio de Educación Nacional:
fotográficos Portada, páginas 19, 22, 23, 24, 25, 43.
Laura Micaham:
Página 27.
Anissa Thompson:
Página 35.
Bibliografía Abad Molina, J. y Ruiz de Velasco, Á. (2011). El juego simbólico.
Barcelona: Graó.
Duran, S. (2012). Los rostros y las huellas del juego. Tesis doc-
toral. Granada, España, Universidad de Granada, Facultad de
Ciencias de la Educación.
Documento N. 20
Sentido de la educación inicial
Documento N. 21
El arte en la educación inicial
Documento N. 22
El juego en la educación inicial
Documento N. 23
La literatura en la educación inicial
Documento N. 24
La exploración del medio en la educación inicial
Documento N. 25
Seguimiento al desarrollo integral de las niñas y los niños en la educación inicial
Guía 50
Modalidades y condiciones de calidad
para la educación inicial
Guía 51
Orientaciones para el cumplimiento de las condiciones
de calidad en la modalidad institucional de educación inicial
Guía 52
Orientaciones para el cumplimiento de las condiciones
de calidad en la modalidad familiar de educación inicial
Guía 53
Guías técnicas para el cumplimiento de las condiciones
de calidad en las modalidades de educación inicial
Guía 54
Fortalecimiento institucional para las modalidades
de educación inicial
DOCUMENTO NO. 22
Serie de orientaciones pedagógicas para la 20 21 22 23 24 25
educación inicial en el marco de la atención integral
El juego en
la educación inicial