Fundamentación Antropológica de La Etica

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Fundamentación Antropológica de la Etica

El ser humano en sus inicios evolutivos fue nómada, y de a poco se fue


constituyendo en un ser capaz de relacionarse con los demás y de ir formando
grupos sociales o ayllus que se caracterizaban por tener costumbres, que las iban
aprendiendo y desarrollando en la actividad diaria de caza, agricultura, pesca, y de
guerra para protegerse de otros grupos sociales que les arrebataban sus mujeres,
niños y varones con el fin de constituirlos en esclavos.
Desarrollo social que les permitía compartir tradiciones, fusionar leyendas, mitos y
hasta los mismos lenguajes se iban perfeccionando con el pasar del tiempo y el
desarrollo de las nuevas familias, sociedades y civilizaciones.
El ser humano, tuvo que aprender a sobrevivir y a vencer al más débil para
someterlo, así empiezan a desarrollarse las clases sociales de señores y siervos.
Comienzan los privilegios, los malos tratos, la explotación y marginación del más
poderoso en recursos, guerreros y armas, en contra de los pueblos poco
desarrollados en el arte de la guerra.
En este desarrollo social fue experimentando el amor y el odio, la vida y la muerte,
la libertad y la esclavitud, la riqueza y la pobreza, la marginación y la explotación, la
sobriedad y el hambre, la salud y la enfermedad, la sabiduría y la ignorancia, el
poder y la impotencia; es decir, fue descubriendo y desarrollando sobre el bien y el
mal.
El pueblo comienza a necesitar de alguien que los dirija, que los guíe, los instruya,
así, se forman hombres y mujeres más dotados en fuerza física, mental y espiritual.
La sociedad necesita de normas y reglas para poder evitar el caos personal, y social.
Se van organizando en comunidades políticas, económicas, religiosas, y
educativas. Surge la estructura social menguada de diferentes actores sociales que
se deben ir instruyendo en el lenguaje, la escritura, la fe, las artes y la política.
Aparece la clase privilegiada en todos estos saberes, son los que mandan, y
ordenan normas para que los otros las cumplan. Surgen los poderosos que se
imponen con sus reglas, e impuestos que deben ser cumplidos y pagados por los
menos afortunados en conocimiento.
Es la estructura social que castiga al que quiera revelarse, al que no se somete, lo
mandan a encerrar, torturar o matar delante de todo el pueblo para que aprendan
que, si hacen eso, terminaran mal. Se impone la ley del más fuerte sobre el más
débil. El que tiene poder se hace más poderoso económicamente, y el que no lo
tiene, se vuelve sumiso, pobre, marginado y esclavo.
Ante esta situación emergen ciudadanos, personas que buscan desde su bondad,
y amor por los demás, cambiar este sistema de poder. Y así, el ser humano
reflexiona y busca formas de mejorar la sociedad no por la fuerza, el odio, la
matanza o la servidumbre, sino por el diálogo, el consenso y la construcción de
normas y leyes que involucren a todos, los sancionen y exijan por igual.
Aparece, la conciencia moral personal, que reflexiona que las cosas pueden ser de
otra manera, que se puede vivir de otra forma. Quizás más libre, o vivir de forma
más armónica, más justa y equitativa entre unos y otros, evitando la barbarie y el
descontento. Seres humanos que se van sumando y constituyen un nuevo
pensamiento, el pensamiento moral; y se dan cuenta que es necesario reflexionar
sobre lo que sucede para no quedarse indiferente o renegado ante la realidad o
situación de otros seres humanos, que son explotados, perseguidos o torturados.
En Oriente, tenemos el código de Hammurabi; los diez mandamientos de los Judíos;
y en Occidente, la primera sociedad que se fue constituyendo en el pensamiento
moral fue la Grecia antigua. Son los griegos en el siglo VI a.C, los que reflexionan
sobre lo bello, lo bueno, lo verdadero, lo noble, que existe en las personas, animales
y en la naturaleza donde encuentran como fundamento la armonía. A lo bello, fuerte,
valeroso, y bueno, lo llaman areté. Así aparece el areté del caballo, del guerrero, de
la naturaleza, en su expresión de belleza y majestuosidad.
Los filósofos griegos que amantes de la verdad, reflexionan, educan y logran
grandes debates públicos sobre lo que es bueno, bello y verdadero. Así Sócrates
decía, cuando ya cansado de tantas preguntas y respuestas, “solo sé que nada sé”.
Argumento que se constituía en la nueva palestra del saber, y convocaba al ser
humano a seguir debatiendo, argumentado y escribiendo aquellas frases que sus
maestros y sabios decían.
Aparece la Sophia1, la sabiduría, desarrollada por seres humanos amantes de la
Verdad; se llamaron maestros, filósofos, que fueron seguidos, admirados y
elogiados, así como perseguidos y desterrados cuando su pensamiento
cuestionaba la forma de poder perverso e injusto de parte de reyes, o nuevas
autoridades.
Los filósofos se dan cuenta que se debe formar al ciudadano noble, fuerte, valeroso,
y bello a partir de la educación de las artes, la gimnasia y la ética, desde la cual de
sebe educar al niño como persona moral, quién necesita desarrollar su conciencia
moral, que le permitirá descubrir lo que es permitido y lo que tiene prohibido realizar.
Entonces, comienza a valorar su acción como buena o mala, permitiéndose corregir
o enmendar su mal proceder a partir de la formación de la conciencia moral.

1. La Conciencia
Conciencia lo mismo que en latín, conscientia, está en conexión con el saber, y
abarca el conocimiento de la realidad, se da cuenta del engaño, del error, de los
deseos, de los actos de voluntad, afectos, sentimientos y emociones. Permitiendo
a través de la reflexión de nuestra conciencia sobre nosotros mismos, y tener una

1
Del griego Σοφία "Sofía (sabiduría)"
conciencia de nosotros mismos (conciencia de sí). Siendo el presupuesto necesario
para el conocimiento y la libertad.
Algunos estudiosos de la conciencia expresan desde “la Filosofía analítica, que los
conocimientos de los fenómenos de la conciencia no pueden deducirse del saber
objetivo de las ciencias naturales, lo cual demuestra que la conciencia no puede
reducirse a procesos materiales”. (Brugger Walter, 2014, pág. 90)
Entonces, la conciencia nos permite tener lucidez de otros objetos, por tanto, existen
ciertos grados de claridad de la conciencia. “la cual, no pudo surgir de una vez en
la historia de la evolución, sino que necesitó formas previas de la conciencia animal,
a la que le faltaba todavía la espiritualidad, o sea, la conciencia explícita de sí mismo
y de la libertad, la reflexión y, también el conocimiento conceptual, abstracto, que
va más allá de lo sensible”. (Brugger Walter, 2014, pág. 90).
Una vez analizado el tema de la conciencia, se desarrolla el sentido moral de la
conciencia desde el aspecto filosófico.

2.- La Conciencia moral.


La conciencia en sentido moral designa “la capacidad que tiene el ser humano de
juzgar acciones y fines de la acción de acuerdo con normas éticas, así como de
experimentar un deber vinculante y los correspondientes impulsos para la acción en
vivencias de exhortación, aliento, justificación, culpa, arrepentimiento y satisfacción.
La conciencia es la base de la responsabilidad moral”. (Brugger Walter, 2014, pág.
92)
A nivel histórico, la Roma del siglo I a.C, presenta a Cicerón y Séneca, como autores
que fundamentaron sobre “la conciencia como fuente de una libre orientación moral.
Tomás de Aquino atribuye a la conciencia la capacidad de conocer los principios
generales de la acción moral, dispuesta por la naturaleza y radicada en la razón.”
(Brugger Walter, 2014, pág. 92)
En el siglo XX, Erick. Fromm, manifiesta que la “conciencia reflexiva puede
considerarse psicológicamente como el ámbito de la autodirección humana
especializada en valores éticos. Filosóficamente, la norma fundamental de hacer el
bien y evitar el mal es una evidencia que no requiere de una prueba ulterior, por lo
que la persona consciente de la responsabilidad ha de elaborar principios y normas
morales mediante la formación de la conciencia, y aplicarlos a casos particulares o
individuales a través de la examinación de la situación, teniendo en cuenta una
pluralidad de circunstancias, consecuencias y alternativas de la acción. Por esta
razón, han de respetarse también decisiones de conciencia de otros que se
consideren erróneas, siempre que estas no lesionen los derechos de los demás
ciudadanos”. (Brugger Walter, 2014, pág. 93)
La conciencia es el juicio moral que posee el ser humano para decidir actuar bien o
mal, correcta o incorrectamente, y que permite saber si actuamos
responsablemente o pasionalmente, por tanto, reconocer si un acto es bueno o
malo, si es voluntario, es decir, realizado con plena autonomía, conciencia moral, y
libertad.
Al respecto Blanco, plantea que “nuestro entendimiento se ve guiado e iluminado
por la conciencia. Esta es la brújula que se encarga de señalar el rumbo y distinguir
el bien del mal; es la misma inteligencia en cuanto es capaz de discernir el bien
moral. No se trata de una voz misteriosa ni de un oráculo profético; es, simplemente,
la razón que juzga la bondad o maldad de nuestras acciones. La conciencia se
presenta como exigencia de nosotros a nosotros mismos. No es una imposición
externa sino las razones que resuenan dentro del ser. Confucio la define así: “luz
de la inteligencia para distinguir el bien y el mal”, y se encuentra en todos los
individuos y en todas las sociedades. Para los cristianos es el santuario del alma en
donde se escucha la voz de Dios”. (Blanco, 2013, pág. 214)
La conciencia moral es muy necesaria al momento de actuar, sin esta realidad moral
en la persona existiría una deficiencia intelectual que conlleva a la ausencia de
valores morales y por ende a la acción inmoral, que corrompe y despersonalización
a la persona. Por ello, es necesario ser consciente de nuestros actos, ante los
cuales, debemos asumir las consecuencias de estos, como lo expresa Max Weber,
en ética de las consecuencias.
Solamente la claridad del sentido y significado de la conciencia moral, permitirá
analizar si el acto o acción ejecutada es moral o inmoral, es decir, si es lícito o ilícito.

3.- El Acto Moral

El acto moral es la acción ejecutada de manera libre y voluntaria, llevada a cabo en


la reflexión consciente y la inclinación personal, sea dada por interés, deseo, pasión;
interviniendo en el acto realizado, la conciencia, la libertad y la voluntad.
Así, todo acto moral tiene una intencionalidad y plena conciencia del acto que debe
ser voluntario y con una finalidad. Aristóteles en la Ética a Nicómaco señala que
para alcanzar un fin se requieren medios, es decir una serie de “acciones rectas”
(Aristóteles, 2014, pág. 55) . Acciones cuya finalidad es un bien mayor: “Toda arte
y toda investigación, igualmente toda acción y libre elección parecen tender a algún
bien; por esto se ha manifestado, con razón que el bien es aquello hacia lo que
todas las cosas tienden”. (Aristóteles, 2014, pág. 23). Se escogen los medios para
lograrlo, se tienen estímulos, y motivos que llevan a emprender esa acción, la misma
que tiene un resultado, que puede o no coincidir con el fin propuesto.
Sin embargo, la moral se interesa por la eficacia de los medios, siempre que el fin
sea moralmente bueno, exigiéndose la búsqueda de los medios más adecuados. El
“querer el fin es estar dispuesto a poner los medios. Por ejemplo, no diríamos de
nadie que intenta ayudar a alguien si no pone los medios para prestar tal ayuda.
Esto sucede porque, en primer lugar, es imposible querer ayudar a alguien sin estar
dispuesto a buscar los medios necesarios para hacerlo. En segundo lugar, porque
resulta increíble que alguien esté dispuesto a poner tales medios sin ponerlos, a no
ser que tenga una explicación satisfactoria”. (López, 1991, pág. 353).
Poner los medios adecuados es de gran ayuda, por lo que se convierte en un acto
moral bueno, donde se implica el valor de la solidaridad y la libertad como la
capacidad que tiene la persona de actuar de forma responsable, respetuosa y
voluntaria. Así, la conciencia moral, discierne el sentido de la acción moral,
evaluando la misma como acto moral correcto, o incorrecto, lícito o ilícito, y de esta
manera se va fortaleciendo o relativizando el valor moral.

4.- El Valor moral.

El ser humano en el desarrollado de la conciencia moral posee la capacidad de


determinar su escala de valores, ya sean estos religiosos, sociales, de la profesión,
que le permiten responsabilizarse de las consecuencias de su acción en relación
con otro ser humano, que exige ser tratado como un fin y no como medio para
alcanzar ese fin. Así lo argumenta, la teoría de los Derechos Humanos declarados
por la UNESCO, donde toda persona posee una inviolabilidad que brota de la
justicia, por tanto, se constituye en un Valor y no en un objeto o cosa. De esta
manera, una persona se va desarrollando como virtuosa, lo que a largo plazo se
constituirá en la felicidad de la persona en beneficio de la sociedad que es la
encargada de ir integrando una escala de valores que le dan una identidad social.
La escala de valores permite vislumbrar toda acción concreta que es valorada por
la persona y los demás a partir de un juicio moral, es decir, el valor del
comportamiento moral que se determina contrastándolo con las normas, principios
y valores que rigen un grupo social. Allí, se emite un juicio de valor “es infiel”, que
tiene la base en una norma, como: “la infidelidad es mala”, y en un valor: “La
fidelidad es buena”, o en un principio: “No desear la mujer, ni nada de tu prójimo”.
Así las normas, valores y principios se han establecido a nivel social a partir de
comportamientos concretos.
Según Rodríguez, “para ser una persona asocial que busca y lucha, la moralidad no
puede ser más que un constreñimiento necesario pero que no es bien recibido. Pero
para los que valoran la participación, la moralidad del acuerdo, a pesar de ser fuente
de constreñimiento, hace que su actividad compartida sea mutuamente bienvenida
y, por tanto, estable, asegurando de este modo la ausencia de engaño” (Rodriguez
Lopez, 2006, pág. 147).
Como vemos, es el sujeto el que valora el objeto a partir de una valoración y juicio
de valor, demostrando que tiene la capacidad y la voluntad de decidir para aceptar
o no lo que ha valorado. Al respecto, un ejemplo social donde: “la valoración de la
participación no tiene en ningún sentido un carácter moral, ahora bien, la cuestión
fundamental es si esta valoración de la participación, que sin duda se da, es una
solución a las situaciones del dilema. Para saber esto antes es preciso saber si la
participación tiene valor como medio o como fin.” (Rodriguez, 2006, pág. 148)
Todas las personas participan dentro de una cultura y sociedad, la misma que posee
costumbres morales, y de ellas se derivan las “preferencias personales que son
reales, típicamente basadas en sus propios intereses personales y en los intereses
de aquellos que le son más cercanos; así, son sus preferencias en el sentido de la
palabra, las que cada individuo tiene realmente y que determinan su función de
utilidad.” (Rodriguez Lopez, 2006, pág. 170). Entonces, las culturas y sociedades
poseen diversas escalas de valores que le dan identidad, por tanto, esto se
constituye en un valor moral.
Argumentada la fundamentación antropológica de la Ética a partir de la conciencia
y valoración moral desde una perspectiva personal y social, se presenta la situación
ética a nivel de una fundamentación filosófica.

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Jumbo, Italo (2018). Etica y ciudadanía, Quito: Universidad Politécnica Salesiana

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