HORA SANTA Catalina Rivas
HORA SANTA Catalina Rivas
HORA SANTA Catalina Rivas
HORA SANTA
HORA DE REPARACIÓN
Adorámoste eternamente en el Santísimo Sacramento del Altar. Con la
Virgen María, compartamos el Pan de la Vida.
INTRODUCCIÓN
Dado a Catalina Rivas por la Santísima Virgen María, incluyendo oraciones tradicionales
y versos de la Biblia. De esta Devoción, el Arzobispo de Cochabamba, Mons. René
Fernández Apaza, escribió en el 1998 de marzo:
Permita Dios, en su infinita misericordia, que cada oración sea pronunciada con el corazón,
como nos lo pide la Santísima Virgen María. Que el hombre de hoy, desde el lugar en el
que el Señor lo ha puesto, comprenda que Jesús debe ser el centro de su vida. Que la
humanidad redescubra el valor de la Santa Eucaristía, pan de vida al cual nos lleva María.
Estamos seguros de que la Santísima Virgen María protegerá a todos los fieles que se unan
con Ella en esta Hora Santa, pidiendo por la redención del mundo y, particularmente, por
la renovación eclesial que tanto anhelamos, para que nuestra Iglesia sea verdaderamente
una comunión de fe y fraternidad.
PARTE 1: ADORACIÓN
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Creo, oh Jesús, con mi más viva fe, que estás realmente presente, aquí, delante mío, bajo
las especies Eucarísticas; Tú, el Verbo eterno del Padre, engendrado desde todos los siglos
y encarnado luego en las entrañas de la Virgen Madre, Jesucristo Redentor y Rey. Creo,
realmente, que estás presente en la verdad inefable de Tu Divinidad y de Tu Humanidad.
Jesús, eres el mismo de Belén, el divino Niño que aceptara por mí, el aniquilamiento, la
pobreza y la persecución. Eres el Jesús de Nazaret, que por mi amor abrazó el
ocultamiento, las fatigas y la obediencia. Eres el Divino Maestro, aquel que vino para
enseñarme las dulces verdades de la fe, a traer el gran mandamiento del amor: Tu
mandamiento. Eres el Salvador Misericordioso, el que te inclinas sobre todas mis miserias
con infinita comprensión y conmovedora bondad, pronto siempre a perdonar, a curar, a
renovar. Eres la Víctima Santa, inmolada para gloria del Padre y bien de todas las almas.
Eres el Jesús que por mí sudó sangre en el Huerto de Getsemaní; quien por mí sufrió la
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Ese adorado Corazón, inmenso como Tú, Dios mío, porque te contiene, es también mi
morada, pues me ama. En El me encuentro con Tu divinidad y, al verme en este Sagrado
asilo, Tu justa ira se aplaca y Tu justicia se desarma.
Te adoro, Dios Padre, por Jesús y en Jesús. Adoro a Jesús, Tu Hijo, quien por Su
Humanidad es mi hermano y por Su Divinidad es mi Dios. Te amo por Jesús y con Jesús.
Te amo por el Corazón de Jesús, que el amor hizo mío. Te amo en Jesús. Por El Te llega mi
amor, por El puedo alcanzarte y abrazarte.
R/: Dios mío, reconozco que Tú eres la Bondad Infinita y creo en Tu amor por mí.
En el misterio sublime de la Unidad de Tu Naturaleza y de la Trinidad de Tus Personas,
R/.
En la armonía de Tus perfecciones innumerables, R/.
En la riqueza inagotable con que haces los seres de la nada, R/.
En la pacífica posesión de Tu eterna Bienaventuranza, R/.
En la sabiduría infinita con que gobiernas todas las cosas, R/.
En la bondad inefable con que elevas al hombre a la dignidad de hijo Tuyo, R/.
En la Misericordia infinita con que toleras y conservas al pecador, R/.
En el misterioso decreto que estableció la Redención, R/.
En el infinito abajamiento de Tu Encarnación, R/.
En las humillaciones, en los ocultamientos, en los trabajos de Tu vida terrena, R/.
En los oprobios de Tu Pasión y muerte, R/.
En la gloria de Tu Resurrección, de Tu Ascensión y de Tu triunfo en los Cielos, R/.
En Tu divino Corazón, abierto por la lanza en el Calvario, R/.
En Tu divino Corazón revelado a Tus Santos en el transcurso de los siglos, R/.
En Tu divino Corazón que late de amor por nosotros en Tu pecho adorable y presente en
nuestros Sagrarios, R/.
En Tu divino Corazón, desbordante de misericordia para los pobres pecadores,
especialmente en el Sacramento de la Penitencia, R/.
En Tu Sacerdocio, que a través de los siglos continúa Tu obra de Misericordia y de
salvación, R/.
En Tu Vicario, que te representa visiblemente en la tierra, R/.
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En la Iglesia, que conserva y dispensa a las almas los tesoros de Tu divina gracia, R/.
En su magisterio infalible, en su sabio gobierno, en su inefable poder de santificación,
R/.
En María Santísima, Tu Madre, enriquecida con tantos privilegios y constituida también
Madre, Corredentora y Abogada nuestra, R/.
En la exuberante fecundidad con que produces Santos, R/.
En la conmovedora generosidad con que dispensas tus dones, R/.
En el misterioso trabajo de la gracia en la intimidad de las almas, R/.
En el don purificador de tu Cruz, R/.
En la maravillosa providencia con que sigues a cada criatura en el curso de su vida, R/.
En Tu gloria infinita, que comunicas a Tus elegidos haciéndolos eternamente felices en
el Cielo, R/.
Señor: La Iglesia, en la recitación del Gloria de la Santa Misa, me invita a darte gracias
por Tu Gloria, me invita a agradecerte, glorificarte y alabarte por lo que Tú eres, Dios mío.
Por este motivo, me es grato repetirte: Te doy gracias, porque eres el Amor Infinito.
Después de haberme postrado para adorarte en el Corazón de Jesús, quiero agradecerte.
Te agradezco, mi Dios, porque Tú eres el Amor y te agradezco por los dones de Tu amor. Y
ya que los dones más preciados, los de la vida sobrenatural, nos los diste por Jesús, es
también por El, con El y en El que quiero elevar hasta Ti el himno de reconocimiento.
En unión con Jesús te agradezco, Dios Padre, por todas las gracias personales que me has
concedido. Tú me diste la vida, sacándome de la nada y me la conservaste día a día hasta
este momento. Pero Tú Me has dado otra vida más valiosa, la de la gracia, que me hace
partícipe de Tu misma vida divina y, después de la primera gracia con la que me
santificaste en el día del bautismo, ¡cuántas gracias me han sido concedidas, que
conservaron, aumentaron y, tal vez, reconquistaron la vida sobrenatural!
Pienso en los dones de tu amor de los que tanto he gozado:
En la Iglesia, que me has dado para que sea mi maestra y guía hacia la eternidad.
En los Sacerdotes, que me han otorgado los dones de Tu amor.
En los perdones continuadamente renovados.
En la Eucaristía, que ha sido para mí, alimento, sostén y consuelo.
En la Virgen, que es mi buena Madre, mi consoladora, mi ayuda, mi especial protectora
en cada instante de mi vida.
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Pero no quiero y no puedo darte gracias sólo por mí. Te doy gracias también por todos los
dones que Tu Amor ha derramado en la Iglesia. Por los beneficios otorgados a los Angeles
y a los Santos, alabanzas perennes de Tu Amor y sobre todo, por los beneficios
innumerables que has hecho a María Santísima, nuestra dulce Madre. Te doy gracias por
haberla hecho tan grande, tan santa, tan hermosa. Te doy gracias por los privilegios que
le concediste, por el trono de gloria sobre el cual la colocaste, por la misión que le confiaste.
Te doy gracias por haber hecho de esta criatura predilecta, una madre en la que puedo y
debo colocar todas mis esperanzas.
Para que mi reconocimiento sea más eficaz me permito, oh Señor, vivificarlo con el amor.
Por eso Te digo y Te repito: que Te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda
mi mente y con todas mis fuerzas.
A Ti, que eres el amor infinito, R/: Te amo, Dios mío.
A Ti, que me has salvado por Tu amor, R/.
A Tí, que me ordenas amarte, R/.
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Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo
pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame:
quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oir el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me
arrojes lejos de Tu rostro,
no me quites Tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los
malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, rebosante de amor por El y por
nosotros, y pide Su perdón.
Recuerda, oh Jesús, que mayor que todas nuestras culpas es Tu misericordia. Viértela, oh
Jesús, sobre el mundo culpable. Busca las ovejas que se alejaron de Tu redil y muéstrales
cuán grande es la potencia de Tu amor de Salvador.
Y ya que Tu Corazón está herido por las culpas de los más íntimos, para los que renuevan
el beso de Judas o la negación de Pedro, también para ellos, oh Jesús, invoco Tu perdón.
Que ninguno de ellos cumpla el gesto desesperado de Judas, sino que Tu gracia los induzca,
como a Pedro, a una reparación de amor.
Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial,
R: Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, R/.
Dios Espíritu Santo, R/.
Trinidad Santa, un solo Dios, R/.
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre. R/.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, R/.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al
Verbo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus complacencias, R/.
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PARTE 5: SÚPLICA
Antes de alejarme de este Santo Sagrario quiero, oh Jesús mío, recurrir a las riquezas
infinitas de Tu Corazón divino.
Consagrado a Tu amor, creo que no puedo pedir nada mejor que la satisfacción de Tus
mismos deseos. Son estos, Tus deseos divinos, los que quiero presentar al Padre antes de
terminar este tiempo de gracias y en Tu nombre suplicar que los escuche.
El primer deseo de Jesús es la salvación de las almas; redimir al mundo mediante el amor,
establecer el Reino del Amor Infinito en toda la tierra.
Permite pues, oh Jesús, que exprese mi ardiente voto de que se establezca en todo el mundo
el Reino de Tu Amor. Oh Amor Infinito, viviente en el Divino Corazón de Jesús, hazte
conocer de los hombres a fin de que ellos Te amen como Tú quieres ser amado.
Señor, para que todos Tus ministros sean luz del mundo y sal de la tierra, R/.
Oh Jesús, Sacerdote Santo, Te pedimos con la mayor humildad del alma, que aumentes las
vocaciones sacerdotales y que los formes según los designios de Tu amante Corazón. Sólo así
conseguiremos Sacerdotes santos y pronto en el mundo no habrá más que un sólo rebaño y un sólo
Pastor. Amén.
Haz, oh Jesús, que la Obra de Tu Amor responda siempre plenamente a los fines para los
cuales la quisiste; haz que se extienda y se consolide y conquiste todas las almas al Reino
dulcísimo de Tu Amor.
Oh, Jesús, he pedido Tu Reino. No es necesario que pida nada para mí,
tendré todo el resto por añadidura. Tú conoces lo que necesito; mira y haz lo que Tu
Corazón Te sugiera. Yo me confío a Tu Corazón, me abandono en Tu dulce Providencia y,
mientras, Te doy gracias por el don de estas horas de intimidad Contigo. Te agradezco
desde ya, unido a María, por todos los beneficios que Tu Amor me reserva aún en el tiempo
y en la eternidad.