Viacrucis para Adolescentes
Viacrucis para Adolescentes
Viacrucis para Adolescentes
En el momento en el que cargas con la cruz sobre tus hombros, ya sabes con
seguridad que no te la quitarán hasta que te encuentres clavado a ella en el
monte Calvario. Pero la aceptas igual. La cruz son todos los problemas, y los
problemas nadie los quiere. La cruz no es nada dulce, pero es algo que forma
parte de nuestra vida humana. No creo que te pueda prometer que buscaré
la cruz a lo largo de mi vida, pero lo que sí te prometo es que intentaré
llevarla cuando me la envíes Tú.
Has perdido mucha sangre, oh Cristo, por el brutal trato que has recibido.
Estás débil y a punto de desmayarte de dolor. Y ahora caes al suelo. Nadie
parece dispuesto a ayudarte, tampoco. Los soldados te dan empujones y
patadas y te gritan que te levantes y sigas caminando. Caes de debilidad,
pero de alguna manera logras encontrar fuerzas para levantarte y seguir tu
camino. Sigues con lo que has empezado.
En medio de los gritos y los insultos que te dirigen tantas personas,
finalmente encuentras a alguien que te quiere bien y que siente dolor por ti.
Es tu Madre. Ella no puede hacer mucho para detener tu sufrimiento, pero
te dirige una mirada que te muestra que está sufriendo contigo, y eso te
ayuda en tu camino. Alguien te entiende.
Los soldados tienen miedo de que no seas capaz de llagar hasta el monte,
para la crucifixión. Estás cada vez más débil. Por eso llaman a un hombre en
la multitud, un hombre llamado Simón de Cirene, el Cirineo, y le obligan a
llevar tu cruz durante un rato. Él no quiere, pero le obligan. A él le gustaría
más bien estar allí, mirando, viendo lo que pasa. Él no había venido para
ayudarte: pero ahora está llevando tu Cruz.
Oremos: Tengo que confesar que yo soy bastante como este Simón. Cuántas
veces podría haber ayudado a otras personas: por ejemplo, cuidando a mis
hermanitos pequeños, o ayudando a un compañero de clase en los estudios, o
prestándome a ir a la tienda o a preparar los platos de la mesa. Ayúdame a
hacer algo más que estar ahí y contemplar lo que pasa a mí alrededor.
Ayúdame a ayudar a los demás.
Es la segunda vez que has caído en el camino de la Cruz. Esta vez te costará
más levantarte. El peso de esa cruz se te hace cada vez más pesado. Pero te
esfuerzas y pronto estás de nuevo en pie, para continuar tu marcha, la
marcha que te llevará a tu muerte y a nuestra salvación.
Oremos: Hay tantas cosas que intentan hundirme a mí. Yo no las entiendo
todas. Todo eso que leo en los periódicos y veo en la televisión sobre
muertes y crímenes. Ayúdame a levantarme de todo eso. Ayúdame a
continuar mi camino, como lo hizo tu Hijo Jesús.
A lo largo del camino que Tú sigues, hay un grupo de mujeres que te están
contemplando. Cuando pasas junto a ellas, te das cuenta que están llorando.
Te detienes un poco para dirigirles tu palabra. Quieres darles un poco de
alivio para su dolor. Es muy propio de Ti: están llorando por Ti, por tu dolor
y Tú te paras y quieres ayudarles para que no sufran ellas.
Te estás acercando al monte Calvario. Y una vez más caes bajo el peso de la
cruz. La cumbre de esa colina significa el final de tu vida humana, pero es
también el lugar en el que vas a salvar a la humanidad cumpliendo la voluntad
de tu Padre. Sobreponiéndote a la debilidad que ha llenado tu cuerpo, la
vista de esa montaña te da las fuerzas que necesitas para levantarte una
vez más y seguir tu camino. Te levantas. Coges tu Cruz. Sigues.
Oremos: Estas tres caídas son toda una lección para mí. Me estás diciendo
que no importa cuántas veces pueda yo caer en desobediencia, en descuidos,
en mentiras, en engaños: lo que yo necesito cada vez es saber levantarme y
probar una vez más. Y si yo lo intento, Tú me ayudarás. Y cuando trabajamos
juntos, Tú y yo, yo puedo ser el que Tú quieres que sea.
Estás ahora extendido sobre la cruz y los soldados han empezado a clavarte
los gruesos clavos en tus manos y en tus pies, cosiéndote al madero. Todos
se ríen de ti. Los soldados se han jugado a los dados tus vestidos. Todos
parecen haberse vuelto locos. Tú no les has dado más que amor y bondad, y
todo lo que te ofrecen ahora son unos clavos a través de tus manos y tus
pies.
Oremos: El hombre parece a veces más un animal que un ser humano. Nos
hacemos daño los unos a los otros burlándonos del color de la piel, o de los
defectos en el modo de hablar, o de los vestidos pobres; cosas que no tienen
ninguna importancia. Haz que nunca sea yo quien clave un clavo en el cuerpo
de otros con mis desprecios o mis injusticias o mi fanatismo.
Pequé, Señor, pequé.
¿Qué te diré? Voy a hacer silencio durante unos momentos para hablarte
con mis palabras, desde dentro, y decirte cuáles son mis sentimientos y mi
amor por ti. (Silencio).
Oremos: Yo viviré en esta tierra puede ser que diez, veinte, sesenta o
setenta años. Ayúdame a hacer felices a todos los que vivan a mi lado.
Ayúdame a ser amable en mis palabras y en mis acciones para con ellos,
mientras viven. Si les ayudo a ser felices, también yo seré más feliz.
Oremos: Por difíciles que parezcan las cosas, no podrán llegar a lo dura que
fue la vida de tu Hijo. Y a pesar de sus sufrimientos, todo acabó bien al
final. Tú nos prometes también a nosotros la victoria final, y por eso
queremos permanecer contigo. Ayúdame a seguir siempre el camino de
Cristo Jesús: aceptando lo que no podemos cambiar, cambiando lo que
podemos por el bien de la humanidad, siguiendo de cerca el camino que Tú
has pensado para mí en los años que me toque vivir en este mundo.
15. La resurrección