The Red-Hot Cajun - Sandra Hill PDF

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Créditos

Moderadora: Sonia Argeneau

Traductoras Correctoras
La maga
Lectora
Mir
SabineP Nanis
Niki26 Maye
Rihano Khira 3
Pachi15 Fatima85
Yanli Malu_12
Mokona Viriviri
Elizabeth
Malu_12
Nelshia
Crys
Fmaryd
Agus901
Clau

Revisión final: Nanis


Diseño: Jenn
Indice

Sinopsis Capítulo 11
Capítulo 1 Capítulo 12
Capítulo 2 Capítulo 13
Capítulo 3 Capítulo 14
Capítulo 4 Capítulo 15
Capítulo 5 Capítulo 16 4

Capítulo 6 Capítulo 17
Capítulo 7 Capítulo 18
Capítulo 8 Capítulo 19
Capítulo 9 Capítulo 20
Capítulo 10 Epilogo
Sinopsis

El largo y caluroso verano de Luisiana sólo se hizo más caliente para Rene
LeDeux.
Se ha quemado en la política de C. C. y sólo quiere construir su cabaña en paz.
Pero si su loca casamentera, tía abuela, se sale con la suya, el hijo pródigo del Bayou
Negro estará enganchado antes de que pueda decir ¡totalmente desnudo! Ese honor
le corresponderá a Valerie "Hielo" Breaux, némesis de la escuela secundaria de Rene
y presentadora de noticias de Trial TV, que ha sido secuestrada por los activistas
amigos de Rene.

¡Mon Dieu! Ya es bastante malo haber sido secuestrada y tener su traje encima 5
de sus muslos. ¿Tenía que aterrizar en el regazo del más irritante sexy pedazo que
ella alguna vez puso sus ojos en cima? Ahora Val está varada en la remota cabaña
de Rene, asediada por los incontenibles familiares LeDeux, por no hablar de un dúo
baboso para salvar el pantano.
¡Esto será una ola de calor, ga-ran-ti-za-do!
Val jura que va entregar su corazón al chico malo cajún cuando los cocodrilos
vuelen.
Rene jura conseguir a la chica que se escapó.
Nunca estará más caliente en los bayous como cuando dos personas están al
rojo vivo por el deseo… y más que listas para el amor.
Capítulo 1

El largo y caluroso verano acaba de ponerse más


caliente

―Ese Richard Simmons es todo un galanazo.


¿¿¿Quéééé??? Rene LeDeux dejó a un lado la pistola de silicona que había
estado usando para unir las tablas de su casa en proceso, y miró anonadado a su tía
abuela Louise Rivard, quien acababa de hacer tan impactante declaración. Tante
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Lulu, como era conocida, descansaba en una hamaca en el jardín tan fresca como un
pepino cajún.
En defensa contra el incineraste calor del verano más caluroso de la historia de
Luisiana, él sólo llevaba puesta una bermuda, un cinturón de herramientas y un par
de pesadas botas de trabajo. Se secó la frente con el antebrazo, tanto para reunir
paciencia como dulzura antes de hablar.
―¡Tante Lulu! Richard Simmons no es un galanazo. Bajo el concepto de la
imaginación de nadie.
―Sí, en la mía. ¡Yeeja! ´ecuerdo cuan´o se ponía esos pantaloncillos con los que
simplemente me derretía.
Esa definitivamente no era una imagen que necesitara. Intentó imaginarse a su
tía de setenta y nueve años con una sobrecarga de hormonas. ¡SÓLO DE
PENSARLO! Pero sí explicaría su atuendo de hoy: una diadema rosa apretando sus
blancos rizos, un top rojo con el logo ¡EJERCÍTALO!, calzas púrpuras de
entrenamiento, y zapatillas blancas con pequeños cadenas en la parte de atrás
sosteniendo pompones rosas.
Ella es un paquete flachuco de piel arrugada, lo cual la hacía la última persona
en el mundo que necesitaba ejercitarse. El hecho de que fuera una traiteur, una
curandera, mientras que al mismo tiempo era un poco excéntrica, era una
contradicción que él y sus hermanos habían aceptado en sus vidas.
Amaba a la vieja esta. Todos lo hacían.
Comenzó a caminar hacia ella y se estrelló una de las pantorrillas contra la
enorme caja de madera en medio del porche.
―¡Au, au, au! ―chilló fuerte, mientras por dentro gritaba palabras bastantes
desagradables y retrocedía unos metros.
―Te dije que debía´ pone´ tu baúl dentro ―dijo tante Lulu tras levantar
ligeramente la cabeza para ver a qué se debían todos sus quejidos―. No va´ a quere´
que se moje con la lluvia, o se ensucie con caca de pájaro.
De hecho, adentro de no era muy diferente que afuera cuando se trataba de la
cabaña de Rene. Tenía techo y columnas, pero no ventanas, sólo pantallas.
Se trataba solo de un cuarto grande con una galería sin terminar, además del
baño, el cual era operacional sólo gracias a una cisterna que se llenaba con lluvia. Un
generador a gasolina proveía electricidad para el refrigerador y el horno. A
excepción de una mesa, dos sillas plegables, una estantería y una cama con tela
mosquitera, no había más muebles. Así era como le gustaba. Todo eso sería más que
suficiente hasta que la construcción estuviera lista. 7
Por supuesto, ahora le quedaba un baúl para agregar entre su amueblado. Y
cómo podría olvidarse la estatua mediana de San Judas colocada en el jardín; otro
de los “regalos” de tante Lulu. San Judas era el patrono de las causas perdidas. Rene
no era tonto. Sabía que tante Lulu le estaba queriendo dar un mensaje con sus dos
regalos.
―Tííta, hay algo que necesito decirte. Mi vida es un desastre ahora. Renuncié
a mi trabajo. Estoy totalmente en quiebra. Ni siquiera se te ocurra tratar de
emparejarme con alguna mujer. No estoy en el mercado por una esposa.
Cuando fuera que su tía abuela pensara que era hora de que uno de sus
sobrinos sentara cabeza, ella se ponía en eso. Fundas bordadas, mantas de nupcias,
individuales por el amor de Dios. Era como un ejército de una sola persona cuando
atrapaba a una abeja en sus redes casamenteras.
Ahora mismo, él era la abeja.
Tante Lulu ignoró todo lo que dijo y continuó hablando sobre el gurú del
ejercicio.
―Charmaine intenta consegui´nos entra´as pa´ ir a ve´ a Richard, me gusta´ía
llama´lo Richard o Dickie, para cuando venga pa N'awlins1.
¿Rickie? ¡Mon Dieu!
―Tal ve´ hasta sea elegi´a pa´salí´ en uno de sus espectáculo´ en televisión.
Ese era el deseo con menos posibilidades de cumplirse que hubiera escuchado
alguna vez. Esperaba. ¡San Judas no te atreverías! ¿No te atreverías, verdad?
Charmaine era su media hermana y tan cabeza hueca como su tía abuela. El
prospecto de tante Lulu haciendo saltos mortales en la televisión era algo
espeluznante. Aunque, ahora que recordaba, ella y Charmaine habían entrado hacía
no mucho a un concurso de baile de vientre. Así que… tal vez no fuera tan imposible.
―Tal ve´ pue´as veni´ al espectáculo con nosotras. Tal ve´ conozca´ a una chica
allí. Entonce´ no tendría que empareja´te.
Sí, claro. Esa sería mi cita soñada, ¿cómo no?
―Ni se te ocurra intentar emparejarme.
―Y Charmaine me va a consegui´ el último vídeo de “Sudando con las
Viejecitas” por mi cumpleaño´ en se´tiembre. ¿No te gustaría que te traiga uno a ti
también? 8
―No, no quiero un vídeo de ejercicios. Además, pensé que Charmaine te iba a
dar una gran fiesta como regalo.
―¿Acaso no pue´e una chica tener dos regalos? ¡Jesús! ―Lo miró de reojo―.
De hecho, estaba esperando tres regalos.
Al principio no entendió. Entonces levantó ambas manos en protesta.
―¡No, no, no! No me voy a encadenar a alguna mujer sólo para darte un regalo
de cumpleaños. ¿Qué te parece si te llevo a las carreras de nuevo este año como
regalo? Igual que hice el año pasado
Ella negó con la cabeza.
―Nop, este cumpleaños es uno de los grandes. Espero regalos grandes. ―Lo
miró significativamente.
―¡NO!
―Por supuesto que bien podría esta´ muerta. Entonces no tendría´ que da´me
na´a, eso lo reconozco.
Se tuvo que reír por las ocurrencias de este viejo pajarito. Haría lo que fuera
para salirse con la suya.

1 N´awlins: Es una forma de pronunciar Nueva Orleans.


―Sólo tengo treinta y cinco. Me queda mucho tiempo.
―¡Treinta y cinco! ―exclamó―. To´os tus jugos van a termina´ secándose si
esperas tanto.
―Mis jugos están perfectos, muchas gracias.
¡Jesús! La próxima me va a preguntar si aún se me para.
―Aún puedes hace´lo, ¿verdad?
Se rehusó a contestar eso.
―Quiero arrullar a uno de tus bebés antes de mori´.
―¡No! ¡No, no, no!
―Ya veremos. ―Tante Lulu sonrió y saludó a la estatua de San Judas―.
Recuer´a cariño. Cuando el rayo golpea, no hay ayuda pa´ eso.
Rene había oído sobre estos rayos desde que era un pequeño niño
escondiéndose junto a sus hermanos Luc y Remy de su padre alcohólico.
Siempre corrían hacia la acogedora casita de campo de tante Lulu. El rayo
representaba el amor, en el libro de la anciana.
Él tenía noticias para ella. Él podría tener una casa en Baton Rouge, pero este 9
pedazo de tierra era todo el amor que necesitaba, aun si era un lugar solo para fines
de semana o vacaciones. La verdad, era que ese era todo el amor ―o mejor dicho
problemas―, que podría manejar en eso momento. Decir que su vida era un caos
era subestimarlo.
Recientemente había dejado su trabajo en Washington como activista
ambiental, cansado después de años de golpearse la cabeza contra la pared con
industrias petroleras, pescadores deportivos, contratistas y corporaciones que
destruyen los pantanos sobre los que tan apasionado era. Cerca de sesenta
kilómetros cada año de las costas de Luisiana se estaban hundiendo en el Golfo de
México.
En algunos lugares, la línea costera ya se había reducido unos cincuenta
kilómetros. Pero la protección ambiental cuesta dinero. Las estimaciones indicaban
que se necesitarían millones en los próximos cincuenta años. Pero el gobierno de los
Estados Unidos tiene sus propios problemas caros ―terrorismo, pobreza, lo que se
te ocurra― y Luisiana era un estado pobre debido a fraudes fiscales, corrupción y
pérdida de las reservas de petróleo y gas. Por cada batalla que Rene había ganado
para proteger las costas de Luisiana, había perdido una guerra.
En su vida, había sido pescador de camarones, cada tipo de obrero que se te
pueda ocurrir, músico (tocaba el acordeón), defensor ambiental y activista.
Demonios, si alguna vez hubiera terminado su tesis doctoral probablemente
también sería profesor en la universidad.
Pero nada de eso tenía sentido. Había fallado en su trabajo más importante: el
pantano. El fuego en su vientre se había transformado en frías cenizas. La joie de
vivrese2 se había ido de su vida.
Así que había colgado los guantes y regresó al sur de Luisiana y retomó su
trabajo en esta cabaña ―o campamento de pesca, como se lo conocía por ahí―, en
la muy remota región de Bayou Black.
Amaba este trozo de propiedad que había comprado hacían diez años. Incluía
una amplia sección de un lento arrollo. A la derecha de la cabaña, el arroyo se dividía
en dos direcciones separadas por una pequeña isla que era el hogar de cada ave que
te puedas imaginar en el mundo, incluido la elegante garceta blanca. La única
manera de acceder a esta tierra era por hidroavión, o por un duro viaje en balsa de
tres días desde Houma. Sin supermercados. Sin carreteras. Sin barrios
estandarizados. No había dudas del porqué lo había comprado tan barato. Nadie
más lo querría.
―Creo que oigo un avión. ―Tante Lulu interrumpió su ensimismamiento―.
Ayúdame a sali´ de ´ta cosa. Estoy atora´a. 1
Él se inclinó y la levantó de la hamaca. La cabeza de ella apenas le llegaba al 0
pecho.
―Debe ser Remy ―dijo escrudiñando el cielo.
Su hermano Remy era piloto, Había traído a tante Lulu ayer, para que pasara
la noche, prometiendo regresar por ella hoy.
Pero no, no era Remy, pronto descubrieron. Eran los amigos de Rene, Bob y
Maddie Doucet, quienes sólo podían ser descritos como hippies de época. Ambos
llevaban el cabello largo colgando hacia atrás, negro pero con algunos mechones de
gris. A los cincuenta y sin hijos, eran devotos el uno del otro y al pantano, donde
generaciones de sus familias habían vivido y “cosechado” camarones. Eran los
amantes de árboles por excelencia, y no parecían aceptar que Rene hubiera dejado
la pelea… por ahora.
―¡Seño´ de la misericordia! Son esos extraños amigos tuyos ―dijo tante Lulu
al ver la pareja bajarse del viejo hidroavión y anclar en la costa atando las cuerdas
de sus flotantes en un roble cercano.
Que tante Lulu llamara a alguien extraño era como si un cocodrilo dijera que
las serpientes de agua son mojadas. Pero sí que eran excéntricos. Como ahora, que

2 La joie de vivre: La alegría de vivir, en francés.


J. B. llevaba puesto su viejo traje de camuflaje de la marina; lo único que le faltaba
eran el rifle y un cinturón con municiones. Maddie llevaba un traje entero que
probablemente le perteneciera a un mecánico aéreo o un preso. Probablemente un
preso. Ella y J. B. habían quedado tras las rejas en una ocasión cuando su
participación en protestas pacíficas se volvió no tan pacífica. J. B. era un soldado
condecorado que había vuelto a casa para emerger como “soldado en causas
domésticas”
―¡Santos caracoles! ¿´ónde consiguen esos do´ sus ropas? ¿El ejé´cito de
salvación o de la caridad religiosa? ―le susurró tante Lulu.
No le dio tiempo de responder o de advertirle a su tía de que fuera amable. No
que fuera a herir a nadie a propósito… a menos que percibiera una amenaza a su
familia. Sólo que tenía la tendencia a no ser muy sutil.
―Hola, Joe Bo. Maddie. ¿Qué e´tán haciendo acá? ―preguntó tante Lulu
mientras se acercaban.
Síp, para nada sutil. Rene gruñó por dentro, pero sonrió.
―J. B., Maddie. Qué bueno verlos tan pronto.
¿Qué están haciendo acá?
1
No le devolvieron la sonrisa. 1
Oh, oh. La expresión seria en sus rostros puso en alerta a Rene. Algo pasaba.
―¿Qué sucede? ―preguntó.
―Rene, Rene. No te enojes con nosotros hasta que te terminemos de contar
―lo urgió Maddie.
Los vellos en su cuello se erizaron.
―¿Por qué iba a enojarme con ustedes?
La última vez que había perdido su temperamento con ellos, fue dos años atrás
cuando usaron su bote de pesca de camarones como ariete contra un bote deportivo
de cien mil dólares en el Golfo. El crimen de la pesca deportiva: cazar las especies de
peces nativos casi en extinción, sólo por diversión, lo cual significaba que los
devolvían al agua, sí, pero muertos. Le había costado toda la experticia legal de su
hermano Luc, liberar a J. B. y Maddie de ese desastre.
―Has avanzado muchísimo desde la última semana ―reconoció J. B.,
ignorando las palabras tanto de su esposa como las de Rene. El idiota obviamente
quería sacar una conversación amable para cubrir el hecho de que estaba tan
nervioso como un gato en un cuarto lleno de sillas mecedoras.
―Ni se te ocurra empezar con las vueltas. ¿Qué pasa? ―insistió Rene en saber.
Fue Maddie quien contestó.
―¿Recuerdas esa vez cuando dijiste que necesitábamos en el pantano a alguna
celebridad que apoyara nuestra causa? Como Dan Rather, o Diane Sawyer.
Reporteros o algo que pudieran pasar una semana o dos aquí para ver de primera
mano cómo está siendo destruido el pantano. Ponernos en las noticias, o algún
documental exponiendo la corrupción.
Demonios, Oh demonios, odio cuando la gente me cita en cosas que no recuerdo haber
dicho.
―¿Sí…? ―dijo dudoso―. ¿Así que trajiste a Diana o a Dan?
¡Ja! ¡Como si eso fuera a pasar!
―Bueno, de hecho…. ―empezó J.B.
Rene se paralizó.
Tante Lulu silbó.
―¡Vaya canicas calientes!
Ahí fue cuando Rene notó que J. B. y Maddie no dejaban de dar miraditas hacia
atrás, al avión.
1
―¿Qué está pasando? ¿Qué hay en el avión?
2
―¡Santo Jeremías! Deben habe´ traí´o a Dan Rather aquí ―dijo su tía abuela
goleándose la rodilla con júbilo―. ¡Gran idea! Siempre quise conoce´ a Dan Rather.
¿Creen que me dé un autógrafo?
―No es Dan Tather ―dijo Maddie, su rostro sonrojándose de una extraña
manera.
Extraño, porque nada avergonzaba a Maddie. Nada.
Esto debe ser muy malo.
―Escúpanlo de una vez. Si no es Dan Rather… ―no podía creer que acabara
de decir eso―… entonces ¿quién es?
―Oh, ¡mon Dieu! Deben se´ Diane Sawyer entonce´. Siempre he queri´o su
autógrafo también. Te apuesto a que ella puede presentarme a Richard Simmons.
―¿Qué asuntos tienes con ese descarado de Richard Simmons? ―preguntó J.
B.
Tante Lulu le pegó en el brazo.
―Muéldete la lengua, niño. Él es un galanazo.
―¿Estás loca? ―preguntó Maddie.
―No má´ que tú ―le disparó tante Lulu.
―¡Increíble! ―dijo Rene tapándose la cara con las manos. Después de contar
hasta diez, se volvió hacia J. B.―. ¿Hay un ser humano en ese avión?
J.B. asintió.
¡Ahí está! ¡Hijo de puta! Puedo sentir el desastre avecinándose. Un desastre
monumental. Y pensar que escapé aquí para tener paz y tranquilidad.
―¿Por qué ese ser humano no sale del avión? ―preguntó lentamente,
esperando desesperadamente que sus sospechas fueran infundadas.
―Porque el ser humano está atado. ―J. B. también habló muy lento.
¿Atado? ¡Mierda! ¡Puta madre que lo parió! Me va a dar el más puto dolor de cabeza.
San Judas, ¿dónde estás? Me vendría bien algo de ayuda.
Una voz en su cabeza respondió:
No cuando usas esa lengua así. No, no, no.
O era San Judas, o se estaba volviendo loco. Apostaba que lo segundo.
Una celebridad que pudiera grabar un documental. Eso es lo que habían buscado.
―¿Una presentadora de noticias? ―finalmente preguntó, aún inocentemente 1
creyendo que no podían estar así de locos. Mejor asegurarse, sin embargo―. 3
¿Secuestraste a una presentadora de noticias de una cadena importante?
―Algo así ―dijo Maddie.
No es la respuesta que quiero oír. Le clavó furioso la mirada.
―¿Qué demonios significa “algo así”?
―No de una cadena importante. Y no es presentadora, más bien una analista
de noticias. ―Miró a su esposo y dijo―: Te dije que Rene se iba a enojar.
Enojado ni siquiera empieza a expresar como me siento.
―¡¿Qué puta significa que no es de una cadena importante?!
―Ella está en Trial TV. Y no tienes que gritar.
Aún no sabes lo que es un grito, Maddie.
―¿Ella? ¿Secuestraron a una celebridad de televisión femenina?
Su dolor de cabeza se transformó en un martilleo, e imágenes de abogados
empezaron a bailar la rumba en su cerebro.
Trial TV.
Celebridad.
Mujer.
Miró a tante Lulu, y tante Lulu lo miró a él. Al mismo tiempo, rodearon al
desequilibrado dúo ―¡quienes se agarraban de las manos, por el amor de Dios!―, y
exclamaron:
―¡Valerie Breaux!
―Síp ―contestó el dúo demente.
―¿Secuestraron a Valeria “Hielo” Breaux? ―Se atragantó Rene―. ¿La
presentadora de "The Trial Television Network”? ¿La prima de mi cuñada?
J. B. y Maddie le sonrieron, como si acabara de felicitarlos en vez de
horrorizarse con la comprensión.
―¿Por qué ella? ―preguntó entre dientes apretados. Valerie Breaux era tan
recta como una flecha, que probablemente delatara a su madre por probar uvas en
el supermercado. Incluso peor, él y Val se conocían de antes, y no en el buen sentido.
J. B. se encogió de hombros.
―Ella estaba disponible. Es de Luisiana. Y escuché que tuvo un
enamoramiento por ti, una vez.
―Oíste mal. Valerie Breaux no me soporta. 1
4
―Ooophs ―dijo Maddie.
―Tal vez puedas encantarla ―le aconsejó J. B.―. Puedes ser tremendamente
encantador cuando te lo propones.
―Que te encanten el culo ―respondió, dándole a J. B. el dedo de en medio.
Afortunadamente tante Lulu no estaba mirando.
―Ella es la respuesta a nuestras oraciones ―aseguró Maddie.
―¡Oh, no! Ella no pue´e se´ la elegi´a ―gritó tante Lulu, ahora que finalmente
procesaba las implicaciones de su conversación―. No dejaré que esa entrometi´a
muchacha sea la elegi´a. Ella es tan meti´a que hasta se ahogaría en agua de lluvia.
Recuerdo una ve´ cuando me preguntó si alguna ve´ me había mira´o al espejo sólo
po´que le dije que bien podría usa´ una faja. Ella no es cajún. Ni siquiera tiene un
nombre cajún. A su familia le gusta olvida´se de ese esqueleto Breaux en su closet
desde hace seis generaciones atrá´, lo que la hace sólo uno coma diez, tal ve´ uno
coma veinte por ciento cajún. Nop. Ella e´ criolla. Su sangre e´ tan azul que le da un
mal nombre al cielo. Nos mira como inferiores cajunes. To´os los Breaux en su
familia lo hacen. Llévensela. No quiero que sea la elegida pa´ Rene. San Judas, ha´
algo pronto.
La mandíbula de Rene se quedó colgando. No estaba seguro de qué lo
sorprendía más.
Que sus amigos consideraran a Valerie Breaux como la respuesta a sus ruegos,
la misma mujer que más de una vez lo había llamado “cajún imbécil” de niños al
crecer juntos en Houma. O que tante Lulu pudiera pensar por un instante que esa
mujer fuera su alma gemela. Como si la princesa de hielo fuera a dejar que se le
acercara a más de un metro. No con su historia. No después del desgraciado, umm,
incidente.
Habían tenido quince. Habían estado en una fiesta. Él había estado
perpetuamente excitado como todos los adolescentes. Ella y sus amigas habían
estado chupando de manera sugerentemente paletas dulces de helado de fresa. De
más está decir que terminó desnudo con Val en el cuarto de alguien. De más está
decir, que esa noche se convirtió en miembro oficial del Club Gatillo Sensible. De
más está decir que ella aún conservaba su virginidad después de ese fiasco. Y si eso
no hubiera sido lo suficientemente vergonzoso, ella había saltado de la cama luego
para vomitar restos rosados sobre su instrumento de no placer. ¡Un infierno
adolescente!
Se ruborizo solo de pensar en eso, y él casi nunca se ruborizaba.
1
¿Podía ponerse peor? 5
¡Sí!
J. B. había regresado a su hidroavión, y ahora estaba cargando a “la respuesta
a sus oraciones” sobre su hombro. Ella se sacudía salvajemente, pero era incapaz de
decir nada porque, por supuesto, los idiotas le habían puesto cinta en la boca.
Eso debía bastar para contar como un crimen grave, en la lista de muchos otros
junto a las restricciones con las que habían atado sus muñecas y tobillos juntos en la
espalda.
Pero eso no era lo peor de todo… o lo mejor dependiendo del punto de vista
desde el que se viera. Y el punto de vista de Rene ahora mismo estaba clavado en el
trasero desnudo de Valerie Breaux.
Los iba a matar a todos por esa indignidad, después de presentar cada cargo
legal existente en el mundo en contra de ellos.
La celebridad de Trial TV, llevaba lo que podía llamarse un traje de poder tipo
Sex and the City, lo cual implicaba una falda muy muy corta. Una falda muy corta
que se le había subido por los muslos exponiendo su finísima tanga.
El sol sí que brillaba en la retaguardia de Valerie Breaux.
Y qué buena retaguardia, por cierto.
―¿Nos e´tá saludando? ―quiso saber tante Lulu.
―Nunca entendí por qué las mujeres usarían esos hilos. ―Se rió Maddie―.
Me dan la impresión de ser muy incómodas, metiéndose en la raja de tu trasero y
eso.
―Me gustan ―dijo J. B.
Maddie probablemente hubiera golpeado a su marido si no hubiera tenido sus
manos llenas de Valerie. En su lugar, se encogió de hombros.
―Úsalas tú, cariño. ―Cariño no fue dicho con mucho amor.
Rene sentía ganas de arrancarse el cabello, de una raíz a la vez por la
irrelevancia de su intercambio. Mientras tanto, el tentador atuendo de Valerie
revoloteaba en el viento.
J. B. se giró ligeramente y Rene consiguió darle un buen vistazo al rostro de
Valerie. Su corto y ondulado cabello negro colgaba despeinado por todos lados, pero
aun así fue capaz de ver sus oscuros ojos criollos, los cuales destellaban con enojo.
En contra de la cinta gritó algo que sonó como “¡Joeeeteeee!” Probablemente
no fuera un saludo.
Sacando un cuchillo de su caja de herramientas, caminó hacia J.B. y la quitó de 1
su hombro. Ella quedó trastabillando sobre sus altos tacones, pero se las arregló para 6
pararla contra un árbol y cortar las restricciones.
Dejó la cinta para el final.
Una vez que la cinta quedó fuera, lo primero que ella hizo fue acomodar su
falda. Entonces los fuegos artificiales comenzaron.
―¡Rene Ledeaux! Debí saber que tú estabas tras estos animales.
―Oye, yo no tuve nada que ver con esto.
―Guárdatelo para el juez, estúpido.
Rene miró la estatua de San Judas y murmuró:
―Ahora sería un buen momento para un milagro, porque me siento sin
esperanzas.
Podría jurar que escuchó una voz en su cabeza respondiéndole.
Estás por tu cuenta, muchachote.
Capítulo 2

Una vez pícaro, siempre pícaro…

Cuando Valerie Breaux había perdido su trabajo la semana pasada como


analista de noticias de prueba en TTN, había pensado que su vida no podía ser peor.
Pero haber caído, prácticamente trasero desnudo, en el regazo de Rene LeDeux, su
peor pesadilla, bueno, eso tenía que clasificar a la altura de momentos miserables
definitivos de la vida. Ella y Rene tenían la misma edad y habían ido a la misma
escuela en Houma, Luisiana, durante doce años, cada minuto que el pícaro había
elegido para atormentarla con sus maneras de tomarle el pelo. Luego hubo ese 1
incidente humillante, aún más humillante que esto. 7
Alguien iba a pagar.
―Vas a pagar, a lo grande, señor ―le dijo a Rene, que estaba allí viéndose
guapo y demasiado pícaro, como de costumbre, en su escaso vestuario. ¡Y un
cinturón de herramientas! Santo Jesús, parecía un modelo para un calendario
beefcake3. Tenía los hombros muy anchos y una muy pequeña cintura y las caderas.
Infierno, su trasero era probablemente más grande que su pequeño lindo trasero.
¡Por encima de Dios! Si había aterrizado en el infierno y estaba viendo el culo del diablo. Su
cabello negro era demasiado largo, y sus oscuros ojos cajún bailaban con maldad.
Ella estaba en un gran problema, y no tenía nada que ver con ser secuestrada.
―Yo no tengo nada que ver con esto, Val ―dijo, sonriéndole.
―En primer lugar, no me llames Val. Segundo, no me jodidamente sonrías. En
tercer lugar, ¿de propiedad de quién es esto? ―Ella le dio una amplia mirada a la
elevada casa de campo en curso y la remota propiedad en el bayou.
―Mío ―admitió.

3Las revistas beefcake (pastel de carne) eran un tipo de revistas que se publicaban en Norteamérica
entre los años 1930 y 1960 que mostraban fotografías de hombres jóvenes, guapos y musculosos en
poses atléticas.
―¡Ajá! ―dijo ella―. Dos bribones me secuestran afuera del aeropuerto del
estacionamiento de Houma y me liberan en tu propiedad. Ni siquiera me dejan sacar
mi maletín de mi auto o usar el baño de mujeres primero. Estoy pensando que son
los cómplices y tú el autor. Hazte una idea de cómo se vería en un tribunal de justicia.
―No tan bueno, pero te juro que no tenía nada que ver con esto. ―Sus palabras
sinceras fueron desmentidas por su sonrisa. Probablemente estaba imaginando su
trasero desnudo.
―¡Por Dios! Creo el rayo es´á golpeando ―pronuncio tante Lulu tristemente.
El nombre de la anciana era Louise Rivard, pero todo el mundo la llamaba tante
Lulu―. El aire ´tá prácticamente zumbando con electricida´ entre ustede´ do´.
Nunca debí veni´ aquí con la esperanza en el pecho. Debí habe´ deja´o a San Judas
en casa. Tendría que habe´ espera´o ha´ta el próximo año pa´ ayuda´te a obtene´ una
buena chica cajún. San Judas si olvidas que ´ta snob arrogante alguna ve´ vino aquí,
voy a deci´ cinco novenas… tal ve´ incluso diez. ―Tante Lulu estaba sentada en un
viejo tocón, gimiendo sus dudas acerca de truenos y algo santo. Tonta, ¡como de
costumbre!
―¿Acerca de qué balbucea? ―preguntó Valerie a Rene. Su gran tía, muy
conocida en todo el sur de Luisiana por su extravagancia, era fiel a su estilo actual,
1
su pequeño cuerpo envuelto como una quinceañera en un traje de ejercicio, a pesar
de su ser más vieja que la suciedad.
8
―Ella piensa que el rayo de amor me ha golpeado y tú eres ese.
―¿El qué?
Él movió las cejas.
―Estás bromeando.
―Te lo advie'to, Rene, cariño, siempre y cuando molestas a una se´piente, se
va a da' la vuelta y te va a morde', tan seguro como un tiro al suelo.
―No tengo ninguna intención de molestar nada ―protestó.
Tante Lulu le dio a Valerie una mirada de disgusto de resignación.
―Bueno, si ere´ la elegi´a, ere´ la elegi´a. ¿No se supone que ya tiene' una colcha
de novia? No. Que ve'güenza. Creo que voy a tene' que empeza' a cose'la.
Era difícil seguir la línea de pensamiento de tante Lulu, si lo hacía, de hecho,
nunca pensaba de una manera lógica.
―Por otro la’o, tal ve´ debe´ía queda´me aquí y trata´ de rompe’ el hechizo de
amor. Supongo que mejo´ le llamo a Remy y le digo que no venga por mí hoy.
¡Santas robaletas! Es´á más caluroso que en el trasero de una cabra en un día del
pimiento.
Ella ya estaba estirándose por el teléfono satelital de Rene en el porche.
―Señor, Señor, ¡Valerie “Soy Perfecta” Breaux en mi familia! Charmaine se la
comera viva. O tal ve´ ella se comerá vivo a Charmaine. Tenemo´ que para´ es´a cosa
antes que explote.
Pasaron varios momentos para que Valerie digiriera todo sobre lo que la
anciana divagaba. Cuando tante Lulu terminó su llamada telefónica a Remy con un
"Adiós, cariño," Valerie movió su dedo índice en la sien.
―Señora, no se atrevas a coser cualquier cosa por mí. En cuanto a los hechizos
de amor, olvídese de eso. Yo soy inmune.
―Nadie es inmune una ve´ que lo golpea un rayo ―pronunció tante Lulu.
Para JB y Maddie, quien se encogió en el fondo tratando de ser invisible,
Valerie ordenó:
―Llévame de vuelta a Houma inmediatamente… justo después de usar el
baño. ―Antes de que tuvieran la oportunidad de resistirse, le preguntó a Rene―:
Tienes un inodoro en este basurero, ¿no?
Él asintió, no del todo satisfecho por su referencia a su casa como un basurero,
que dijo ella. Pero ella estaba en un estado de ánimo malo. 1
―Por favor no me digas que es una letrina. Esa sería la indignidad final. 9
Él se burló y dijo algo en voz baja, pero la condujo por las escaleras.
Probablemente estaba comiendo con los ojos su trasero; humillante como esa
perspectiva era no estaba a punto de darle la satisfacción de comprobar.
El interior de la cabaña era una habitación grande con muy pocos muebles.
Paredes de madera a la vista y vigas abiertas. Los pisos de madera. Cocina
básica. Desván inacabado. Gran ambiente si te gustaba rústico, que a Valerie no.
Pensó en su pequeño apartamento nuevo en Manhattan con su portero, sus
elegantes antigüedades, y el acceso a todas las comodidades que la ciudad tenía que
ofrecer.
El contraste en sus moradas correlacionada con las diferencias en sus
personalidades. Siempre había sido tosco, crudo y salvaje, mientras ella había sido
lista, ambiciosa, y en control, incluso a una edad temprana.
No siempre fui así, pensó de repente, sorprendiéndose. Hubo un momento en que
me gustaba ir de pesca en el bayou con papá. Perezosos días pasados colgando. Comer
nuestras capturas sobre un fuego abierto con crujiente francés pan que compramos en el
camino a una tienda en la carretera. Viniendo a casa tarde, sucia y cansada. Pero muy, muy
feliz. Aun cuando madre se lanzaba a nosotros cuando regresábamos a su bonita casa prístina.
Eso fue antes de cumplir ocho. Antes de que su padre, Henri Breaux, les dejara a ella
y su madre en Luisiana y saliera pitando a Francia a llevar una buena vida. Él nunca
regresó.
Los siguientes dieciocho años, hasta que había egresado de la facultad de
derecho, habían sido pasado bajo el pulgar de su madre rígida, ya veces abusiva,
Simone Fontenot Breaux, una agente inmobiliaria de Houma. Todas las mujeres en
Breaux, si eran Breaux por sangre o matrimonio, eran ambiciosas, perfectas y frías
como el hielo. Si no nacían con el gen de hielo, eran golpeadas con él. Val lo sabía
muy bien.
Todos los hombres son unos cerdos, Valerie. Deja de quejarte sobre tu no-buen padre.
Todos los hombres dejan en el final. Sé independiente. Trabaja duro. Mantén tus emociones
bajo control. Deja de ser un bebé. Eres una Breaux. Actúa como una.
¡Dios Mío! ¿Por qué estaba pensando en todo eso ahora? Agua debajo del
puente. ¡Tales pensamientos sensibleros apenas porque tante Lulu empujo sus
botones!
Sacudió la cabeza, llamándose de nuevo al presente.
Rene le señaló hacia una puerta cerrada. Una vez que hizo sus necesidades, se
lavó las manos. Echando un vistazo a su imagen en el espejo sobre el lavabo, no
pudo evitar un chillido de angustia por su apariencia. 2
Hurgando en el cajón del tocador de lavamanos, se encontró con decenas de 0
paquetes de aluminio ―¡asqueroso hombre!― bajo los cuales descubrió una banda
de goma y un cepillo. Hizo un trabajo rápido tirando su cabello hacia atrás con
fuerza de la cara en una coleta alta. No tenía maquillaje para cubrir las marcas rojas
alrededor de su boca causadas por la cinta adhesiva. Cepillo las arrugas de su traje
de seda gris de Donna Karan, suspiró. Era lo mejor que podía hacer.
Había un dicho en el sur que los animales transpiraban, los hombres sudaban,
y las mujeres brillaban. Bueno, con este calor de cuarenta y seis grados, con
alrededor del noventa por ciento humedad, se sentía como un invernadero, y Valerie
estaba brillando como un cerdo engrasado.
¡No era una buena imagen!
Cuando salió, Rene estaba en el mostrador de la cocina vertiendo dos vasos de
té dulce helado. Le dio una, revisando su aspecto en un desconcertante, manera-
demasiado-mala, escrutinio, de la cabeza a los pies.
Esa es la forma en que siempre había sido. Malvado. Crudo. Desconcertante.
Probablemente la había mirado de la misma manera cuando eran adolescentes.
¿Por qué más debería ella dejarle convencer de tener sexo con él? ¡Ja! ¿A quién
engaño? Yo era probablemente la que le hacía proposiciones, fortificada con todo que el
alcohol.
Se apoyó contra la pared, todavía observándola de cerca. Como si pudiera leer
su mente. Dios mío, espero que no.
Se sentó en una de las sillas plegables, asegurándose de que la falda no se
levantara demasiado alto en caso de que él se diera cuenta.
Sí, lo hizo. Sus ojos fijos en sus piernas.
―Me gusta el cabello suelto mejor ―dijo perezosamente.
―Bueno, caramba, caramba, eso sin duda hará que lo deje suelto ―respondió
ella―. ¿Debo correr de nuevo y cambiarlo para ti?
Él ignoró su sarcasmo y cambió de tema.
―Entonces, ¿qué hay de nuevo, nena?
―No mucho, nene… Que no sea ser secuestrado.
―¿Aún trabajando para Trial TV?
―No. ―Tomó un sorbo de la bebida fría―. ¿Sigues trabajando como medio
2
ambientalista?
1
―No.
―Esto es un poco de conversación. ―Dejó el vaso en el mostrador―. ¿Por qué
no estás trabajando aún en Washington D.C. por la Asociación de Camaroneros?
Se encogió de hombros.
―Lo deje.
Ahora, eso la sorprendió. Nunca había esperado que Rene hiciera gran cosa.
Con los años, cuando venía de vez en cuando a casa, escuchó de él siendo un
pescador de camarones, un acordeonista en una banda de bar bajo, un montón de
puestos de trabajo de remate. Luego, hace unos años, había sido sorprendida al oír
hablar de su trabajo como medio ambientalista. Tuvo que admitir, que había
quedado impresionada. No le preguntó por los detalles de su renuncia ahora, sin
embargo, porque no quería que él pensara que le importaba.
No es que él ofreció más información. Después de un largo silencio, dijo:
―¿Por qué no sigues con Trial TV? Yo creo que eso es un lugar asombroso
para una chica como tú.
Ella se erizó.
―Primero, yo no soy una chica.
Él sonrió de la manera más pecaminosa como diciendo que sabía muy bien lo
que era ella No era una chica nunca más… y que le gustaba la mujer que se había
convertido.
―Dos, era un lugar asombroso. Tres, detente con ese “una chica como tú" de
mierda. Y cuatro, me despidieron.
―¡Oh, demonios! Lo siento, Val. ―Ella debió haberlo fulminado porque
inmediatamente dijo―: Quiero decir, Val-er-ie. ―Ella hubiera estado mejor con él
llamándola Val, porque la forma en que dijo Val-er-ie, sonaba sedoso y sensual en
su lengua, la forma en que un hombre podía murmurar su nombre en medio de sexo
caliente. No es que ella había tenido sexo caliente en mucho, mucho tiempo. Acaso
nunca―. ¿Qué pasó?
Un águila legal más joven estaba esperando con sus alas listas para tomar mi lugar.
Me negué a ceder en una cuestión ética. Tengo un problema de actitud. Las calificaciones
están abajo. Escoge uno. Eso es lo que pensaba, pero lo que dijo fue:
―Todo esto es parte del juego.
Él no se lo creía, podía decir.
2
―Bueno, esto ha sido divertido ―dijo ella, de pie―. Ustedes van a escuchar 2
de mi abogado.
Justo en ese momento un motor fuerte rugió fuera.
Ella miró a Rene, y la expresión de su rostro alarmo la inmediatamente a ella.
―¡Ellos no lo harían! ―gritó con incredulidad y corrió hacia la puerta. Ella lo
siguió muy de cerca.
El avión estaba despegando del agua hasta estar en el aire, y tante Lulu estaba
de pie en la orilla del arroyo saludándoles.
―¡Vuelve aquí! Tienes que llevarme de regreso a Houma ―gritó Valerie, su
voz estridente en sus propios oídos.
―Tú no eres el jefe de ´ta op ―dijo tante Lulu, a continuación explicó―: Op e´
abreviatu´a de operació´ entre los agentes del gobierno. No e´ que seamos agentes
del gobierno. Somos nuestros propios agentes. Pa´ protege´ "el pantano".
Ella sonrió como si acabara de ser nombrado CIA Jane.
―Yo… quiero… irme ―dijo Valerie, muy despacio para que su mensaje
llegara a tante Lulu.
―Tú… no tiene… que irte ―dijo la misma lentitud tante Lulu.
Valerie gritó su indignación.
―Vamos, no te exaltes, chere. Voy a llamar a mi hermano Remy para venir por
ti ―le aseguró Rene. Estaba buscando en todo el porche, jurando algo acerca de
"asesinato" e "idiotas" y su "peor pesadilla".
Ja, ella tenía la primicia en su "peor pesadilla".
―Deja de hacerme perder tiempo. ¿Dónde está tu maldito teléfono? Dame la
cosa, por el amor de Dios. Voy a llamar a alguien para venir a buscarme. No quiero
tener nada que ver contigo o tu familia chiflada o amigos.
―¡Oops! ―dijo al fin, después de caminar de un lado a otro a lo largo del
porche.
No le gustaba el sonido de eso "¡Oops!" Tampoco le gustaba la débil sonrisa de
disculpas que él le dio.
―No me digas.
―Deben de haber tomado mi teléfono.
―Te dije que no me lo digas. Te lo juro, estarás con una cadena de presos por
años cuando termine contigo.
―No es mi culpa. 2
3
―Voy a demandar al culo de todos ustedes.
Tante Lulu se acercó a ellos.
―No hay que preocuparse, Valerie. Volverán por ti una ve´ ustede´ es´én de
acuerdo en ayudarnos.
―¿Nosotros? ―preguntó Rene―. ¿Nosotros? ¿Desde cuándo te involucras,
tante Lulu?
¿O yo, para el caso?
Ella ignoró su pregunta y se golpeó las rodillas con deleite.
―¡Santos cangrejos! Eso e´ casi tan diverti´o como vel un espectáculo de
Richard Simmons. ¿Hay alguien de humor para gumbo? Es´oy pensando que nos
haré una taza de gumbo pa´ la cena. La alegría de ser una agente hace un cuerpo con
hambre.
Valerie no le iba a preguntar lo que quería decir sobre Richard Simmons.
Y no iba a discutir alguna loca elección de menú del bayou, o bien, o tante Lulu
siendo un agente, secreto o no.
―Sabes, Valerie, consegui´ás líneas gruñonas alrede´or de tus ojos y boca si la
mantienes frunci´a así ―ofreció tante Lulu cuando pasó por delante de ellos y fue a
la cabaña.
―¿Gruñonas? Matar es una defensa legal en algunas partes de Luisiana, ¡sabes!
Tante Lulu sólo se rió.
Valerie levantó sus manos en garras detrás de la espalda de la mujer.
―¡Mierda, Val! Te ves como Lizzie Borden4 debe verse justo antes de levantar
su hacha.
Ella respiró hondo varias veces. Tan bien como se podía sentir, perder el
control no era la respuesta. Cálmate, Valerie, la voz de Simone Breaux hizo eco en su
cabeza, como un dolor de muelas que no desaparecía. Las rabietas no ganan nada. Tal
vez una hora en el armario te ayudará a controlar tus emociones. Tal vez la próxima vez
tendrás una A en matemáticas. Nosotros no nos conformamos con una B en esta familia.
Inhalando y exhalando, Valerie finalmente consiguió que sus furiosos latidos
volvieran a la normalidad.
Poco a poco, se volvió y enseñó los dientes a Rene, quién era el único la mitad
de lo normal de persona en este esquizo-drama, y que no estaba diciendo mucho.
2
―¿Cómo puedo salir de aquí? ―preguntó ella. 4
―Maldito sea si lo supiera.
―Deja de bromear.
―Ojalá lo estuviera haciendo.
―¿Hay un barco?
―Una piragua ―dijo, señalando una canoa normalmente utilizada en arroyos
bajos del bayou―. Pero probablemente tomaría tres días llegar a Houma en esa cosa.
No lo intentaré.
―Yo tampoco ―dijo tante Lulu desde el interior de la cabaña donde estaba
haciendo traqueteo con ollas y sartenes, espiando abiertamente―. De ninguna
manera voy a un viaje en barco de tre´ días a travé´ de los pantanos. Ni siquiera si
Richard Simmons stuviera remando mi canoa.
Richard Simmons de nuevo.
―¿Qué le pasa a tu tía con Richard Simmons? ―Entonces―. No importa.
―Hizo un gesto con la mano en el aire, como para descartar el tema por completo―.

4Lizzie Borden, nacida en Nueva Inglaterra y la única sospechosa de los asesinatos de su padre y su
madrastra, que tuvieron lugar en su casa el 4 de agosto de 1892, también conocida como “La loca del
hacha”
¿No sueles mantenerte en contacto por teléfono? ¿Cuánto tiempo pasa antes de que
alguien se preocupe y venga a ver cómo estás?
―No lo sé. Un día o dos. Tal vez una semana. A menos que…
―¿A menos que qué?
―A menos que tante Lulu estuviera involucrada. A menos que ella llamara a
Remy y le dijera que no viniera hasta que ella le diga. Entonces no habría dudas
cuando nadie se presentara aquí. Supongo que una semana.
Un significativo silencio resonó desde el interior de la cabaña.
―¿Por qué esa vieja urraca se involucraría?
―Ya te lo dije. Ella podría pensar que, si estamos atrapados aquí juntos el
tiempo suficiente, vamos a volvernos locamente enamorados. La vieja cosa del amor
como un rayo.
―O podría querer detener que suceda el rayo ―sugirió tante Lulu desde el
interior, ya no más silenciosa.
―¿Una semana? ―gritó Val, con un largo y fuerte gemido de frustración―.
¡Nooooooo!
Alrededor de mil pájaros chillaron, cantaron y volaron fuera de la isla. 2
5
La gente probablemente la escuchó en Big Mamou. Seguro que ella lo esperaba.
―Bueno, eso habrá pelado la corteza de todos los cipreses dentro de un
kilómetro ―comentó Rene, golpeando el lado de su cabeza con la palma de la mano
como para aclararla.
―Bien ―dijo. Entonces gritó hacia el interior de la cabaña―: ¿Hay algo bueno
para comer allí, Sra. Rivard?
―Por supues´o que sí ―respondió tante Lulu―. Traje un lote de buñuelos
conmigo.
Rene la miraba fijamente con preocupación. Probablemente preocupado de
que ella estaba perdiendo los papeles con este rápido cambio de tema. Extendió una
mano para darle palmaditas a su antebrazo.
Ella apartó su mano de un golpe.
―He estado a dieta los últimos diez años, para mantener la imagen perfecta de
TV. ¡Lo mucho que me sirvió!
¿A quién demonios le importaba ahora? Tiempos desesperados requerían
medidas desesperadas.
―Si voy estar atrapada en el infierno la siguiente semana ―le informó a
Rene―, estoy segura que no voy a estar a dieta.

Más información de la que cualquier varón sano


necesita saber...

―No he tenido sexo en dos años.


Val lo sorprendió con esa asombrosa revelación después de caminar, descalza,
fuera hacia el porche con la puerta de la pantalla cerrándose tras ella. Tenía uno de
los buñuelos de tante Lulu en una mano y una botella de agua en la otra.
El azúcar recubría sus labios, los cuales procedió a lamer.
Lamer, lamer, lamer.
Lo bueno es que soy inmune a los encantos de esta mujer.
2
Y, en realidad, más azúcar y ella va a estar rebotando por las paredes como un chico 6
con Kool-Aid.
En las últimas dos horas, había comido casi todo a la vista, arreglado sus
gabinetes de la cocina y la nevera, ordenado por color su variado lote de toallas,
puesto en orden alfabético las varias docenas de libros sobre su pequeña estantería,
y quería poner diminutas etiquetas a todas sus herramientas, excepto que él no tenía
diminutas etiquetas a mano. ¡Gracias a Dios!
Incluso tante Lulu se estaba volviendo un poco loca con la necesidad
analmente obsesiva de Val de organizar el mundo.
En realidad, un poco más loca, se corrigió Rene, ya que tante Lulu ya estaba un
poco loca.
Así que tante Lulu puso una cinta de casete de Richard Simmons, a todo
volumen, e hizo saltos por toda la cabaña. ¡Hablando de eso! Él pensó que Val jamás
se recuperaría de esa visión. Tampoco lo haría él.
Después de eso, Val decidió hurgar en su arcón de ajuar, lo que causó que a
tante Lulu casi le diera un ataque.
―Esos son pa’ la novia de Rene. Si no planeas se’ esa novia, entonces mantén
tus garras fuera de sus cosa’.
Val simplemente se rió.
Fue entonces cuando tante Lulu sabiamente decidió tomar una siesta hasta que
la cena estuviera lista.
Y ahora Val traía a colación el sexo, pour l'amour de Dieu. La mujer estaba
poniéndolo como una cabra.
¿Podría posiblemente estar pensando sobre esa vez pequeña, insignificante, y poco
importante que estuvimos juntos?
Espero que no.
Él había hecho todo lo posible en los últimos años para ponerlo atrás, olvidar
que hubiera sucedió. Pero una pequeña parte de él quería otra oportunidad, para
demostrar que era mejor. Pero eso sería problemas en camino. Totalmente,
absolutamente, fuera de cuestión.
―Disculpa ―dijo con tanta falta de interés como pudo reunir. ¿Dos años?
Mientras tanto, su ya-saben-qué saltó por atención sin falta de interés.
De hecho, estaba definitivamente interesado. Habían pasado dos semanas
desde que había tenido sexo, pero las semanas eran como los años de perro en el
termómetro de testosterona masculina. 2
Al menos, eso es lo que su hermano mayor Luc siempre solía decir. Luc había 7
sido el experto para todos los chicos en Houma desde los doce años, cuando había
robado una copia de Penthouse de los estantes de la tienda Boudreaux General. ¿Dos
años?
―Escucha, estúpido, no he tenido sexo en dos años ―repitió.
―Te escuché la primera vez ―gruño, dejando su herramienta tintineante. Sin
pensarlo, tomó el cubo de agua que utilizaba para limpiar sus herramientas, y lo tiró
por encima de su cabeza, esperando que enfriara su cuerpo… y su otra herramienta.
El comentario provocativo de Val era probablemente alguna estrategia de abogada
listilla para poner un hombre fuera de balance antes de entrar a matar. Él sin duda
había quedado fuera de balance, pero estaría condenado si la dejaría ganar alguna
batalla.
Después de peinar su cabello con los dedos fuera de su cara, la miró. ¿Dos años?
―¿Y estás compartiendo esa información conmigo por qué?
Ella lo miró con aparente fascinación mientras el agua goteaba de su cabello y
cara sobre su pecho desnudo. Luego sacudió la cabeza con un estremecimiento de
disgusto. Eso era más como ella. Valerie Breaux le considera en el mismo nivel que
las babosas, serpientes y otras criaturas viscosas, y siempre lo había hecho. A
excepción de esa única vez, cuando su juicio se había coloreado por un Slo Gin Fizzes
rosa.
―Es sólo que no quiero que te hagas ilusiones ―explicó, inclinando su cabeza
hacia atrás para tragar casi un litro de fluido.
―¿Sobre qué? ―¿Dos años?
―Sexo.
―¿Contigo? ―¿Dos años?
―No. Con ese sapo allá. ¡Por Dios! Tal vez eres tonto como un ladrillo, como
siempre pensé.
Rene apretó los dientes y contó hasta diez, y luego añadió otros cinco por si
acaso. Val seguía bebiendo. Observó su largo cuello con cada sorbo que daba. Pero
no estaba mirando más bajo. Uh-uh.
Se había quitado la chaqueta y la blusa de seda blanca estaba desabrochada
hacia la tierra de nunca jamás.
Nunca jamás para él, de todos modos.
―No estaría teniendo ideas si no hubieras sacado el tema. ―Contrólate, hombre,
se aconsejó. Sueno como un patético tonto. 2
8
―Me secuestraste. No voy a dar nada por sentado contigo.
―No tuve nada que ver con estas… vacaciones forzadas.
Ella se puso rígida, transformándose rápida como una lamida en modo
abogado. Greta Van Breaux estaba a punto de darle una feroz tesis jurídica sobre su
elección de palabras.
―Secuestro, chico grande. Eso es un crimen federal.
―No estuve involucrado en eso ―argumentó.
―Está bien, entonces. Cómplice antes del hecho. Ayuda y complicidad.
Obstrucción de la justicia. Componen un delito grave. Agresión.
―¿Agresión? ―interrumpió su lista de cargos, algunos de los cuales
probablemente quedarían.
―Fui contenida y magullada. Mira mi boca. Todavía está herida por la cinta.
―¿Agredida con cinta adhesiva? ―soltó con incredulidad.
Su rostro se volvió de color rosa, pero ella levantó la barbilla.
Estoy bien jodido.
―Tal vez sólo voy a alegar demencia.
―Ahí tienes ―estuvo de acuerdo, demasiado fácilmente.
Decidió tratar de aligerar su humor.
―¿Cuántos abogados toman para cambiar una bombilla? ―preguntó, luego
respondió él mismo―: Uno. El abogado sostiene la bombilla mientras que el resto
del mundo gira a su alrededor.
―¡Oh, Dios! Estoy en medio del infierno y estoy siendo sometida a bromas
sobre abogados.
―¿Sabes lo que está mal con los chistes de abogados, cariño? Los abogados no
piensan que son divertidos, y el resto del mundo no los considera chistes.
―¿Estás tratando de molestarme? ¿O simplemente estás tratando de cambiar
de tema?
―Sí. Lo último. ―¿Dos años?―. Está bien, voy a morder. ¿Qué tiene que ver
conmigo tu vida sin sexo?
―Tienes reputación.
―¿Sobre qué? ―preguntó indignado.
―Ser suave.
2
Hombre, eso es justo lo que dijo J.B. ¿Quién lo diría? Tal vez nosotros, los hombres
9
LeDeux tenemos un gen suave. Sonrió ante la idea.
Val hizo un gruñido bajo ante su sonrisa.
A él como que le gustó su gruñido. Sí. Patético.
―Sólo no creas que tu tonta suavidad funcionará conmigo. De hecho, teniendo
en cuenta mi estado de debilidad, ni siquiera lo intentes. Encontraré alguna manera
de agregarlo a los cargos en tu contra, que se están agravando según pasan los
minutos.
Recostado contra un poste del porche, sonrió. No pudo evitarlo.
―¿Te pongo débil? ―¿Dos años?
―Consigue una vida. Estoy débil a causa del calor y el estrés de estar
secuestrada. Yo era consultora de jurado antes de conseguir ese trabajo de Trial TV.
Y abogada defensora antes de eso. Una buena. La mejor defensa es un buen ataque.
Cuando te he dicho que no he tenido sexo en dos años, lo hice para advertirte. No
estoy de buen humor.
―Estar caliente le hace eso a una persona a veces.
―No seas agradable conmigo.
Él le guiñó un ojo.
―Voy a clavar tu sentido culo a la pared más cercana de Angola, señor Suave.
―¿Qué? ¿Ser suave es un crimen ahora?
―No eres y nunca has sido atractivo para mí. Y viceversa.
―Bueno, en realidad, hubo una vez ―espetó antes de tener la oportunidad de
cortar el motor en su lengua.
―Los extraterrestres deben haber robado mi cerebro. No te atrevas a traer eso
a colación ahora.
―Está bien ―aceptó rápidamente, levantando sus manos en señal de
rendición.
―¿La palabra repulsivo hace sonar alguna campana en esa cabeza hueca tuya?
Justo ahora, cualquier cambio de tu parte será inmediatamente transparente para
mí.
Rene se estremeció interiormente. ¡Vaya! Espera un minuto. Ella me dijo que fue
consultora de jurados una vez. ¿No estudian los movimientos del cuerpo de las personas y
esas cosas? ¿No pueden decir cuando una persona está mintiendo? ¿No pueden
prácticamente leer la mente de la gente? Será mejor que tenga cuidado. En un tono tan
distraído como pudo, le preguntó: 3
―Me tienes todo descifrado, ¿eh? 0
―Sí. ―Se dejó caer en una silla de madera acolchada y apoyó sus piernas arriba
en la baranda.
Si él estuviera en el patio, probablemente conseguiría un vistazo de su tanga al
estilo Bajos Instintos… otra vez.
―Sabes, me la has tenido jurada desde que te convencí sobre mostrarme tus
pantis de Barbie.
Ella le dio uno de esas miradas de “¡despierta!” para las que las mujeres son
tan buenas.
―Tenía siete malditos años. Y tú ya te estabas mostrando como eras
verdaderamente, sobre todo cuando le soltaste la lengua a todos los otros chicos en
la escuela Nuestra Señora del Bayou, después. ―Ella vio que estaba a punto de
defenderse y levantó una mano―. Y, pooor favor, no trates de decirme que me
correspondiste al mostrarme las tuyas de Superman. Una vez idiota, siempre idiota.
A veces las cosas tontas que los hombres hacían, volvían para morderle el
trasero; en este caso, años de venganza de Val por ese pequeño vistazo a sus Barbies.
A partir de ese punto en adelante, Val se había convertido en un dolor clase
mundial en su culo. En ese momento, le había parecido valer la pena.
Pero, Jesús, Rene se había olvidado de esos calzoncillos de superhéroes. Tante
Lulu le había dado a él y a sus hermanos sus propios conjuntos individuales una
Navidad particularmente sombría cuando su padre había estado ausente en una de
sus juergas alcohólicas.
Esos eran los días antes de que Valcour LeDeux hubiera vendido las tierras de
la familia a las compañías petroleras. El alcohol aún fluía después de eso, sólo que
era de una mejor marca de licor. Pero esa Navidad, tante Lulu había llevado a los
chicos a su cabaña en el Bayou Negro y les hizo sentir seguros, aunque sólo fuera
por una semana o dos. Y entre sus regalos habían estado los tontos calzoncillos. Él
había conseguido a Superman, Luc había sido Spiderman, y Remy había conseguido
a Hulk. Él había usado los suyos hasta que prácticamente estaban rotos en pedazos.
―¡Yoo-hoo! ¡Tierra a Rene!
―¿Eh? ―dijo, volviendo al presente. Sacudió la cabeza para despejarse, lo que
provocó que gotas de agua volaran―. Tú fuiste la que comenzó todo al convertirte
en una soplona de clase mundial. De hecho, ese era el apodo que nosotros los chicos
te dimos en la escuela primaria. Siempre podríamos confiar en que tú reportarías
todas nuestras maldades a la hermana Clotilde.
Ella se encogió de hombros. 3
―Había un montón de ellos. 1
―Bueno, ha sido genial charlar de los viejos tiempos, querida, pero tengo
trabajo que hacer.
―¿Qué se supone que debo hacer?
Él la miró con atención para ver si hablaba en serio. Todavía estaba en su
posición de tanga asomando, lo que le dio ideas que no se atrevería a sugerirle.
Como, ¿Qué hay de otra oportunidad?
―¿Cómo te sientes acerca erec… uh, del trabajo duro? ―Mon Dieu, estoy
perdiendo mi puta mente.
―¿Te refieres al tipo que tú vas a hacer?
―No. Quiero decir cortar leña.
Ella bajó la mirada hacia sus uñas cuidadosamente pulcras, pintadas de un
cremoso color blanco.
―No en esta vida.
―¿Por qué no te vas a nadar?
Ella arqueó las cejas hacia él.
―¿Estás sugiriendo que salte en el riachuelo?
―Precisamente. ―Tal vez voy a saltar, también. Tal vez podamos refrescarnos
juntos. Tal vez podamos hacer algo respecto de ese tema de los dos años. Tal vez pueda
mostrarte la capacidad de resistencia que he perfeccionado con los años.
―Tal vez lo haga. Sólo para refrescarme, hasta que el avión regrese. Estoy
segura de que tus tontos amigos se darán cuenta del peligro legal en el que te han
metido y volverán aquí pitando antes de la noche.
―Oh, sí. Por supuesto. ―No apostaría por ello.

3
2
Capítulo 3

Cuidado con las serpientes con acento cajún

Usando unos shorts de Rene y una camiseta de Bite Me Bayou Bait Company
anudada a la cintura, Valerie camino hacia el arroyo y procedió a sumergirse, hasta
la cintura.
El movimiento lento del agua era deliciosamente frio. A pesar de tener color té
―por siglos de cortezas de árbol sumergidas― era lo suficientemente pura para
beberla. Salpicó agua en sus brazos, su rostro y la parte de atrás de su cuello, el cual
estaba expuesto gracias a su coleta alta. 3
3
Una serpiente negra de agua cruzó, muy cerca, pero ni un poco interesada en
ella. Su labio superior estaba fruncido con disgusto. Habiendo crecido cerca del
pantano, conocía las serpientes no venenosas del lugar, una lección que aún
recordaba de su padre. No les tenía miedo, aun así no le gustaban las criaturas.
―Cuidado con las serpientes ―le dijo Rene, riendo.
Ella se volteó y sin pensarlo, le enseño la lengua. Era un gesto inmaduro que
Valerie no había utilizado desde que era una niña, probablemente hacia él. Pero, oye,
el abuso acumulativo del pícaro y sus locos amigos ameritaban la lengua, en su
opinión.
Él solo se rió un poco más.
―¿Eso es lenguaje de señas de abogados?
―Sí. Recibirás mi factura.
―Oye, si van a cobrarme por la lengua, la quiero de una manera diferente. Y
no me refiero a con cátsup.
Ella rodó sus ojos.
Él se paró en uno de los escalones de la cabaña, los que estaban sobre pilotes,
una necesidad cuando estaban muy cerca de un arroyo que frecuentemente se
desborda. Sosteniendo un taladro en una mano, limpió su frente con el dorso de su
otro brazo. Estaba construyendo un riel en la parte superior de las escaleras.
―¿Quieres oír un chiste de abogados? ―preguntó de repente, sus ojos azul
oscuro danzando con picardía.
―No.
―¿Escuchaste sobre el nuevo bar de sushi que abastece a los abogados?
―No, significa no, amigo. Además ese es tan viejo como las montañas.
―Se llama Sosumi.
―Ja, ja, ja. ¿Por qué no vas a hacer un hoyo con ese taladro en algo… como en
ese globo hueco arriba de tu cuello?
―¿Cuál es la diferencia entre Dios y un abogado?
―No estoy escuchando.
―Dios no cree que es un abogado.
Con su siesta aparentemente terminada, tante Lulu salió al porche, cargando
un balde metálico.
―Es´á má´ caliente que una novia en junio en un colchón de plumas. 3
―Después la llamó―. Voy a ir a recoge´ arándanos pa´ el postre ya que te acabaste 4
todo´ los buñuelos.
Qué amable de su parte recordármelo.
―¿Quieres venir conmigo?
¡Demonios, no!
―No, gracias. ―La vieja bruja probablemente la aventaría a arenas movedizas
o hacia la mandíbula de un cocodrilo para deshacerse de ella, con tal de que su
estúpido hechizo de amor, o rayo, o como fuera que lo llamara, no surtiera efecto.
Tante Lulu no la consideraba lo suficientemente buena para su sobrino. ¡Ja! Se
sumergió en el agua y nado. Era muy oscuro como para ver mucho, pero al menos
había acallado las bromas de Rene y las locuras de la anciana.
Cuando emergió, estaba aproximadamente diez metros más abajo y más cerca
de la pequeña isla que causaba la bifurcación del pantano. Decidió caminar el resto
del camino y explorar un poco.
La isla era pequeña, aproximadamente del tamaño de la mitad de un campo
de fútbol. Bien podría desaparecer la próxima vez que el golfo fuera golpeado por
una gran tormenta. Así era el pantano, constantemente reinventándose a sí mismo.
Si fuera una amante de la naturaleza, probablemente estaría impresionada por
los robles majestuosos con su musgo goteante o por los cipreses tan antiguos como
Dios, pero era una chica de ciudad. Todo lo que veía eran árboles. El canto de las
aves llenó el aire, sonaba estridente en vez de melódico. El aroma de las flores de
magnolia y rosas silvestres era empalagoso por su intensidad.
Probablemente había cocodrilos en el vecindario, pero no vio ninguno. Si lo
hacía, con ese humor, probablemente le habría lanzado una patada karateca, lo
hubiera volteado de adentro hacia afuera y lo hubiera hecho un bolso.
Sentándose en la orilla del banco, balance sus piernas en el agua. La presión de
los dos días pasados cayó sobre ella. Si fuera el tipo de chica que llora, ahora sería el
momento para soltarlo. Pero la conmiseración no era la cosa de Valerie, no lo había
sido por un largo, largo tiempo. Para ese lloriqueo Valerie, la voz de su madre irrumpió
de nuevo. Tu padre nunca va a regresar. ¡Nunca, nunca, nunca!
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Rene estaba perforando con fuerza la barandilla, con una venganza. Tal vez
estaba frustrado por cómo las cartas del destino lo habían tratado, también. Casi
considero sentirse mal por él. Casi.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam! 3
¿Qué me poseyó para decirle que no había tenido sexo en dos años? Mi cerebro 5
probablemente se está derritiendo por todo este calor.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Valerie apretó los dientes mientras continuaba su incesante golpeteo. Cada
maldito pájaro en el pantano chilló en protesta.
Bam, bam. Squawk, squawk. Chirp, chirp. Eek, eek. Bam, bam… Era suficiente para
volver loco a cualquier persona cuerda. No es que ella se sintiera particularmente
cuerda.
Rene alcanzó su cinturón de herramientas para más clavos y bendijo el silencio
que reinaba.
Pero solo por un segundo.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Valerie siempre había sido una creadora de listas desde que era una niña
pequeña. Probablemente un rasgo innato de las mujeres de la familia Breaux. Eran
mujeres de negocios, congresistas, consultoras jurídicas, jueces de corte, químicas.
En cualquier caso, el primer paso para resolver un problema era entender el
problema y siempre comenzaba con una lista.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Decidió hacer una lista ahora… de todas las razones por las que detestaba a
Rene LeDeux.
No 1: Hacia mucho ruido.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
No 2: Desperdiciaba mucho tiempo sin sentido, como construyendo una
cabaña, cuando debería estar haciendo algo más grande, como hacer grandes
cantidades de dinero, o influenciando a la sociedad, o inventando la cura para el
cáncer. Incluso intentando preservar el medio ambiente de Luisiana, a pesar de que
ella sabía que esa era una batalla perdida.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Él debería remar esa piragua por el pantano y conseguir ayuda, incluso si
tomara tres días. Ella esperaría aquí por él, claro, bebiendo julepe de menta y
bombones. Muchos bombones. Probablemente había bombones escondidos en ese
bolso tamaño Vermont que tante Lulu cargaba.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
No 4: Debería dejar de lucir tan malditamente tentador. Incluso con sudor 3
cayendo de sus músculos, incluso con esa molesta sonrisa modesta, incluso con 6
tantos músculos, era un espécimen de primera. No el tipo de ella en absoluto, pero
de primera sin embargo, tenía que admitir.
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Está bien, demasiado de Rene. Ella tenía suficientes problemas.
Cuando Elton Davis, el productor de TTN’s “Daily Update”, la había llamado
a su oficina dos días antes, ella había estado impactada por recibir una carta de
despido. No tan impactada cuando descubrió que su reemplazo era Sonja Smith,
una pasante de veinticuatro años, que también era la novia de Elton. Sonja, eres
demasiado buena para labrar tu camino en las sábanas.
Valerie debió haberlo visto venir. Cinco años de jurado analista debieron darle
todas las pistas. Estaba dormida al volante ―uh, micrófono― esta vez. Pensó que
conocía como nadar con tiburones, pero aparentemente había apagado su radar.
Por meses, Elton había insinuado que podría querer considerar la cirugía
plástica para reducir unas pocas arrugas. ¡El descaro! No tengo arrugas, incluso si tante
Lulu dice que tengo unas líneas de enojo. Tal vez una línea de sonrisa o dos. Pero
definitivamente no arrugar. Tengo solamente treinta y cinco, ¡por Dios!
Después estaba el problema de su “frialdad”. Elton de hecho había tratado de
anotarla en clases de personalidad.
Ella le había dicho, en términos muy claros: “La única persona en la habitación
que necesita un trasplante de personalidad tiene pene. Uno pequeño, por cierto”.
El colmo debió de ser que ella se negó a darle vida a sus noticias de análisis de
juicios para hacer más segmentos tipo “National Enquirer”. Él imbécil alineó, sin su
permiso, actores para volver a promulgar un caso de una violación de celebridad, el
cual aún estaba proceso del sistema judicial. Ella había salido ese día, pensando que
estaba tomando el camino grande. Poco sabía sobre ese camino llevándola hacia el
desempleo.
Pudo haberse quedado y luchado por el trabajo. Pero en vez, decidió, regresar
a casa y pensar.
Años de escuela de leyes y entrenamiento de la corte le habían enseñado a
nunca actuar con prisa. Calmarse, planearlo, después tomar a tu oponente por
sorpresa.
Difícil de hacer cuando estás secuestrada, sin embargo.
Aún puedo formar una estrategia.
3
Los peces gordos de los juicios de TV probablemente ya me están buscando. Elton está 7
sin duda en problemas. Ellos me rogaran que regrese.
Si pueden encontrarme.
Hmmm. Necesito pensar sobre qué pedir antes de regresar. No, si es que regreso.
¿De dónde salió ese “si es que”? Por supuesto, regresaré, con los incentivos correctos,
¿cierto?
Incluso si me suplican regresar, es humillante ser puesta en esta posición. Doblemente
humillante si consideras que he sido despedida y secuestrada prácticamente el mismo día.
Alguien va a pagar. Y no solamente el tipo con su pene pequeño.
Pero basta de conmiseración. Como ese viejo chiste de abogados, pon cien abogados en
el sótano y ¿qué tienes? Una bodega de gemidos. Valerie se rió entre dientes.
Las cosas deben estar realmente mal si estoy contándome chistes de abogados.
Y Rene piensa que no tengo sentido del humor. ¡Ja!

¿Alicia en dónde?
―Me siento como Alicia en el país de las Maravillas después de que cae en la
madriguera del conejo ―dice Rene, colocando su mentón en una mano, con el codo
recargado en la mesa―. Mi mundo ciertamente se ha convertido en caos y sin sentido.
Hace una hora aproximadamente, había ido a la cabaña donde la cocina de
tante Lulu había logrado una temperatura imposiblemente caliente para escaldar, lo
que lo convertía en una tortura en el interior de la sala. Como resultado, él, tante
Lulu y Val estaban teniendo su propia versión de la reunión loca del té fuera de la
cabaña, su mesa era una vieja puerta de madera colocado sobre dos caballetes. Había
té dulce pero, en vez de las tartas de la reina de corazones, su tía sirvió gumbo cajún,
pan francés crujiente, ensalada de diente de león y vinagre y un delicioso brebaje
que su tía caprichosamente llamaba “Blueberry Huckle Buckle.
Él sentado en una silla alta y las dos damas en sillas plegables. Su festín tuvo
lugar bajo un ridículo mosquitero en forma de tienda, el cual él había levantado ante
la insistencia de su tía de mantener alejados a los molestos mosquitos y no-moscas,
esos diminutos moscos que plagaban el pantano.
―Alex en el país de las maravillas se parecería más ―dijo Val con una ligera
sonrisa, que probablemente había intentado como una risa. Tenía una sonrisa muy
bonita, Rene tenía que admitirlo, cuando no estaba disparando contra él, lo que hacía
la mayoría del tiempo.
3
8
― Bueno, si tú puedes se´ el personaje principa´, supongo que yo tengo que se´
el conejo blanco ―remarcó tante Lulu con una risa mientras acariciaba sus rizos
blancos―. O tal ve’ el gato. ―Miró de él a Val en la manera más extraña, como si
ella supiera algo que ellos no.
―Olviden esa parte de Alice/Alex. Soy mucho más parecido al sombrerero
loco. ―Cien por ciento, sobre el caso de enfermedad mental. Ese soy yo. Rene guiño hacia
Val para mostrar que solo estaba bromeando.
Ella se quedó quieta y él se preguntó si usualmente era tan fría, Val podría ser
afectada por su guiño.
Algunas mujeres lo estaban, Rene lo sabía por experiencias pasadas. Hmmm.
Un poco de información que guardar para futuras referencias.
―¿Quién será´ tú? ―le preguntó tante Lulu a Val.
―No puedo creer que ustedes estén jugando mientras mi vida se derrumba.
Charadas de escenas del crimen―. Jesús. ―Se encogió de hombros―. Está bien,
puedo jugar también. Supongo que sería la Reina de Corazones.
Preferiría que fueras la tarta de la reina de corazones, bebé, sobre todo con esos dos años
empaquetados. No, no, no, yo no pensé eso. Solo fue un desliz.
―Bueno, si tu ere la Reina de Corazones, entonces Rene tendría que ser el Rey
de Corazones.
¡Santa mierda!
―¿Por q…? ―empezó a preguntar Valerie.
―No preguntes. ―La interrumpió.
―Porque uste´es son almas gemelas. Jesús, ¿aún no captas el mensaje, niñita?
Val rodó sus ojos.
―No somos almas gemelas, pero asumamos esa absurda hipótesis y digamos
que lo somos. Pensé que no querías que Rene y yo estuviéramos juntos.
―No lo hago, pero algunas veces solo tienes que ir con la corriente.
―¿Cuál…?
―No preguntes ―le ordenó de nuevo.
Demasiado tarde otra vez. Ella termino.
― ¿… corriente sería esa?
―El rayo. Bendito tu corazón, Val, pero no ere´ muy brillante cuando se trata
de amor, ¿cierto? 3
9
Val sacudió la cabeza ante la inutilidad de discutir con la tía de Rene, algo que
él y sus hermanos habían aprendido años atrás.
―Aparentemente, no.
―Aun así, puede que no sea muy tarde. Tal ve’ si me quedó como chaperona…
―¡Whoa! ¡Whoa! ¡Whoa! ―dijo Val―. Tener una chaperona implica que algo
está sucediendo entre Rene y yo, lo que no es cierto. No ahora, ni nunca.
No estoy tan seguro sobre eso. Existió esta ocasión. Y nada en esos “dos años”. Hombre,
oh hombre, ¿Por qué sigo pensando en eso? Tendrían que nominarme para el hombre tonto
del Hall of Fame.
Tante Lulu continuó como si Val ni siquiera hubiera hablado.
―Como chaperona, tal ve’ podría dirigi´ el rayo en otra dirección. Recuerda
que las chicas cajún lindas se comprometen so’o una ve´, ¿Rene? Francine Pitre. Tal
ve’ debería invitarla a venir aquí. Eso debería servir como un disparador del rayo,
lo apuesto.
― No te atrevas. ―¡Que idea! Podríamos convertir la fiesta loca de té en la fiesta
demente de té. Ja ja ja.
―¿Estuviste comprometido? ―preguntó Val. Ahora ella era la que tenía el
mentón acunado en una mano, con el codo en la mesa. Ella lo miró fijamente con
incredulidad.
¿Qué? ¿Un tipo como yo no puede comprometerse nunca?
―No estuve comprometido. Yo estaba… comprometido a estar
comprometido.
―E´ lo mismo. ―Tante Lulu sacudió una mano en el aire.
―Y fue hace diez años, por el amor de Dios.
Val continuó estudiándolo.
―¿Qué sucedió?
―Lo cancelamos. ―Él podía sentir su rostro calentarse, lo cual era realmente
extraño en esa atmosfera tan caliente.
―¡Pfff! Frannie quería casarse y tener bebés. Rene quería fiesta. Eso e´ lo que
pienso. ―Tante Lulu tenía una opinión de cada cosa en el mundo, pero estaba a
nada de acertar con esa. Al menos ese había sido el plan original de Francine… antes
de descubrir algo importante sobre ella misma.
―¿Qué hace esta Francine ahora? ¿Está casada? ¿Con un montón de hijos? 4
0
―Demonios, ¡No! ―Rene dijo―. Es modelo de Victoria’s Secret, no se casó
nunca, sin hijos.
¿Victoria’s Secret? Val articuló en silencio hacia él.
―La vi el mes pasado en N´awlins y preguntó por ti. Ella aún cree que está
enamorada de ti.
Otra opinión de tante Lulu, esta vez tan lejos de acertar que sacudió su mente.
La verdad era, que Francine era lesbiana y había vivido un largo tiempo con
su amante. Ella probablemente fue bisexual en algún punto, cuando ellos
comenzaron a salir. Pero después descubrió su Ellen DeGeneres interior y había
estado fuera del juego a partir de entonces. Los juegos de mujeres, eso es. Qué clase de
hombre soy. Vuelvo gay a las mujeres gay, esa clase.
―¿Un enamoramiento? Por favor tía. Las mujeres de treinta y cinco no tienen
enamoramientos.
―¿Por qué no? ―preguntó Val.
Él le dirigió una mirada que esperaba transmitiera que no alentara a su tía.
―Y, wow, treinta y cinco y una modelo de Victoria’s Secret. Ella debe ser otra
cosa.
―Lo es ―dijeron Rene y Tante.
La expresión más peculiar cruzó el rostro de Val. Él la entendió solamente
cuando ella se miró a sí misma. Aunque fuera solo en eso, Val era como cualquier
otra mujer que había conocido. Ella pensaba que su cuerpo era todo menos perfecto.
Francamente, él pensaba que su cuerpo estaba sencillamente bien, no es que
fuera a decir eso en voz alta alguna vez. Su tía no tenía tantos tapujos, sin embargo.
―Francine era demasiado delgada. Eso sí ―dijo tante Lulu, palmeando a Val
en el antebrazo.
―¡Ha! Yo siempre estoy a dieta y nunca soy lo suficientemente delgada.
Tante Lulu intentaba ser amable.
―Todos dicen que las personas se ven cuatro kilos más pesados en TV.
―Sí, añade a eso los cuatro que necesito bajar fuera de cámara y obtendrás el
resultado.
Rene sonrió. A él le gustaría ver dónde estaba escondiendo esos cuatro kilos.
―Deja de sonreír ―dijo Val, notando la dirección de su mirada, la cual estaba
en el slogan Bite Me de su playera. ¡Hablando de vergüenzas!
4
Síp, había algunas partes de su cuerpo que se veían lo suficientemente buenas para
1
comer… eh... morder… Rene pensó.
Miró hacia una estatua de San Judas situada fuera de la tienda. Oye, chico
grande, estoy teniendo pensamientos impuros aquí. ¿No puedes hacer algo al respecto?
¿Cómo qué?, dijo una voz mental en su cabeza.
Como limpiar mi paladar mental.
¿Te refieres a un exorcismo de lujuria?
Bueno, no sé sobre eso. ¿Involucraría vomito verde?
Tsk, tsk, tsk. Ves demasiadas películas.
Así qué… ¿vas a ayudarme?
No.
¿Por qué?
Porque el Señor tiene un plan para ti.
¡Uh – oh!
Todo lo que escuchó entonces fueron risas psicóticas, lo cual era muy raro, para
empezar no es que tener una charla telepática con una estatua de plástico no fuera
raro.
Locura, ahí es a donde se dirigía. Se dio la vuelta para ver a Val de nuevo.
―¿Podemos cambiar de tema?
―Por favor ―dijo Val.
―Tenemos que discutir de lo que vamos a hacer con esta situación aquí.
―¿Te refieres a la situación del secuestro? ―preguntó dulcemente.
Tante Lulu hizo un sonido de desaprobación chasqueando la lengua mientras
ella empezó a recoger los platos para llevarlos adentro para lavar. Se enredó en el
mosquitero, pero finalmente logró liberarse. Una vez dentro de la cabaña, debió de
haber encendido la radio porque la suave música cajún les llegó.
―Me preocupa demasiado el pantano, Val, a pesar de que no estoy trabajando
más para la Asociación de Camaroneros. Y entiendo la desesperación que te
ocasionan J.B. y Mad, equivocados como estaban. Tú piensas que es un delito el que
te hayan obligado a venir aquí, lo cual probablemente es, pero también es un crimen
lo que le están haciendo a la tierra en el sur de Luisiana. 4
―Pero no es mi crimen. 2
―Me doy cuenta de eso.
―Entonces déjame ir.
―No puedo.
¿Por qué no?
―A pesar de no haber estado involucrada al principio, lo estoy ahora. JB y
Maddie son buenos amigos. Si te llevo de vuelta ahora, en tu actual estado de ánimo,
los meterás en la cárcel. No puedo permitir eso.
― ¿Permitir… permitir que…? ―farfulló.
Él asintió.
―Puede que no haya tenido nada que ver al traerte aquí, pero no voy a
sentarme de cuclillas para ayudarle a regresar. A menos que…
Ella entrecerró los ojos hacia él.
―¿A menos que qué?
―A menos que accedas olvidar que todo este incidente pasó. No presentas
cargos. No publicidad. Nada.
―¡Ja!
Se encogió de hombros.
―Entonces, bienvenida al Club Med Bayou, chere.
Ella le enseñó sus dientes.
―Simplemente no los entiendo a ustede´ do´ ―dijo tante Lulu, levantando la
red y regresando a la mesa con más platos―. ¿De ´ónde viene to´a es´a hostilidad?
―Viene de regreso ―le dijo Val.
Por favor, no le digas a tante Lulu sobre el incidente.
―¿Todavía estás traumada por el incidente de la ropa interior? ―preguntó.
―¿Qué incidente de la ropa interior? ―Tante Lulu quería saber.
―Su precioso sobrino me convenció para que le enseñara mis bragas de Barbie.
―Val cruzó los brazos sobre su pecho y lo miró.
¡No el incidente! ¡Gracias, Dios!
Puedes agradecerme también, dijo San Judas, o su conciencia hiperactiva.
Lo que sea. Al menos había esquivado otra bala.
4
―¡Rene! ―Tante Lulu lo reprendió. 3
―Sólo tenía siete años ―dijo a la defensiva―. Y, ¿qué hay de la vez que le
dijiste a la hermana Clotilde que puse pica pica en los asientos del inodoro en el baño
de los maestros?
―Bueno, lo hiciste.
―¡Rene! ―dijo su tía dijo de nuevo, aunque una pequeña sonrisa curvó sus
labios.
―Pero no tenías que decirle ―se quejó con Val―. Ese día me gané diez golpes
en los nudillos con la regla de la hermana.
―Luego hubo esa vez en que me pellizcaste el trasero en la sala de abrigo
―agrego Val a su lista de agravios.
―Tú también me pellizcaste. ¿Qué hay de la vez que les dijiste a los otros niños
que tenía piojos?
―¿Qué hay de la vez que me enseñaste el trasero?
―Le estaba enseñando el trasero a toda la tropa de niñas scouts, no sólo a ti.
―¡Señor misericordioso! ―exclamó tante Lulu.
―Siempre me estabas molestando.
―A lo mejo´ te molestaba porque le gustabas ―dijo tante Lulu―. Y a lo mejo´
se las regresabas porque él te gustaba.
Él y Val ignoraron esos comentarios.
―Tú me dijiste imbécil más de una vez ―le recordó a Val.
―¡Tsk-tsk! ―opinó tante Lulu por su lenguaje.
―Lo eras ―replico Val.
―No lo era.
―¡Suficiente! ―gritó tante Lulu. Ambos la miraron. Con puños apoyados en
ambos lados de sus diminutas caderas, parecía una Rambo mayor de edad y
enana―. To´o eso e´ historia.
―Obviamente no ―dijo Rene. No sabes todo, tía.
―Una serpiente no cambia sus manchas ―dijo Val.
―Se supone que es un leopardo, no una serpiente ―la corrigió.
Ella le sacó la lengua.
―Es la segunda vez en el día que me sacas la lengua, panquecito. ¿Estás
tratando de mandarme un mensaje? 4
Ella gruñó algo en voz baja que sonaba mucho como “¡Estúpido!”, 4
―¿Quieren sabe´ lo que pienso? ―preguntó tante Lulu.
―¡No! ―dijeron Val y él al mismo tiempo.
―Creo ustede´ do´ se han esta´o atacando des´e que eran niños. Creo que e´
momento de que ustede´ do´…
Hizo una pausa para el efecto dramático.
Rene gimió.
Val, quien podía ser a veces tan tonta, preguntó:
―¿Qué?
―Besarse y hacerlo ―declaró su tía, radiante.
―Tienes que estar bromeando ―dijo él.
―No en esta vida ―dijo Val.
―No apostaría por eso ―dijo tante Lulu, mirando fijamente a la estatua de San
Judas.
Rene podía jurar que el viejo les sonrió.
Capítulo 4

Sólo conversación de chicas...

―¿Qué e´ ese ruido que hace tictac?


―Debe ser un insecto. O un pájaro carpintero.
―Oh. Pensé que podría se´ tu relo´ hormonal haciendo tictac. Te está´
acercando esa eda´, querida.
Val apretó los dientes y se contuvo de estrangular a la anciana, que compartía
la cama con ella. 4
Dos años sin sexo, ¿y qué consigo? ¡Yo y la abuela de Moisés en la cama juntas! ¡Una 5
fiesta de pijamas de la AARP5! ¿Puede la vida ser mejor que esto?
Rene estaba afuera en un saco de dormir bajo la tienda de mosquitos. ¡Tipo
inteligente! Poner un poco de distancia entre él y la Emparejadora del Infierno. O incluso
peor, de la Emparejadora del infierno.
Cada mosquito e insecto volador en Luisiana parecía estar aquí esta noche,
atraídos por su sangre humana excesivamente caliente. La temperatura se sentía
como a 45 grados, y dormir estaba resultando imposible. Por lo tanto, Val tenía una
conversación de medianoche con “tengo una opinión acerca de cada jodida cosa en
el mundo” tante Lulu.
―¿Se te ha ocurrido pensar que no toda mujer anhela ser una máquina de
bebés?
―Tiene’ las caderas pa’ ello.
Valerie se erizó.
―¿Estás diciendo que estoy gorda?

5AARP: es una organización estadounidense sin ánimo de lucro independiente, que atiende las
necesidades e intereses de las personas mayores de cincuenta años.
―No. Sólo que algunas mujere’ tratan de negar lo que’s obvio.
―¿Y eso sería?
―Que están hechas pa’ se’ madres.
―¿Qué te hace pensar que yo sería una buena madre…?, no es tenga ninguna
inclinación en esa dirección.
―Será mejo’ que tengas cuida´o, chica, o tu relo´ de tiempo va a explotar en tu
cara uno de estos días.
―¿Qué demonios significa eso?
―No hay necesida´ de maldecir. San Judas está en la casa, ya sabes.
En realidad había corrientes estatuas de San Judas por todo el lugar, por dentro
y por fuera. La anciana tenía algo sobre decorar en un estilo de santidad, y se lo
imponía a sus sobrinos también.
―Lo que significa es que a veces un cuerpo sigue diciendo que no quiere algo,
una y otra ve´, casi como que está tratando de convencerse a sí mismo. Luego,
cuando finalmente se despierta y se da cuenta que realmente lo quería despué´ de
to´o, es demasia´o tarde.
―¿Esa es tu manera con pura palabrería de decir que no sé lo que quiero? 4
6
―Bueno, to´o lo que estoy diciendo es que no espere´ a que tus hormonas se
oxiden antes de tener un momento bombilla.
¿Hormonas oxidadas? Eso es simplemente genial. Ahora voy a estar imaginando mis
partes del cuerpo oxidándose.
―No te lo tomes personal, sin embargo.
Oh, no. No hay nada personal acerca de la oxidación femenina.
―Escucha, sé que tienes buenas intenciones… ―en realidad, no sé eso, pero puedo
ser diplomática cuando quiero serlo―… pero nunca tuve una inclinación a clonarme, a
acunar bebés, o proporcionar un heredero de algún hombre. Mis objetivos se
encuentran en otras direcciones.
―¿Cómo?
―Como ser la próxima Barbara Walters 6. Como tener mi propio programa de
televisión. Como ser influyente… en la parte superior de la pila.

6 Barbara Walters: es una periodista televisiva y autora de origen estadounidense, pionera del
periodismo televisivo femenino quien ha presentado dos programas matutinos (Today y The View)
y una revista noticiosa (20/20), anteriormente sirvió como una co-presentadora de ABC Evening
News, y es una contribuidora actual a ABC News.
―Suenas como tu madre. Veo sus anuncios inmobiliarios en la televisión to´o
el tiempo. Apuesto podría venderle una casa a una tortuga.
―No soy como mi madre ―dijo Valerie fríamente―. En absoluto.
Su tono debe haber penetrado en la gruesa cabeza de la vieja urraca porque le
dio unas palmaditas en el vientre. Tante Lulu probablemente había estado
apuntando a su brazo y se confundió.
―Sé que no eres como Simone. Sólo me refiero a que eres ambiciosa como ella.
Esos desarrollos que puso fuera de Houma deben haber juntado millones pa´ ella.
Paraíso Bayou, lo llama.
Valerie se sintió sonrojarse.
―Puedo imaginar lo que Rene y su séquito de abrazadores de árboles deben
pensar de eso.
―Ellos lo llaman Parásitos Bayou.
Valerie se encogió. No tenía que ser un genio o una ambientalista para saber el
efecto que esas viviendas de lujo con sus piscinas y lagunas artificiales debían estar
provocando en el ecosistema de los pantanos. No es que su madre se preocuparía
por eso. 4
Diablos, no me importa, tampoco. Bueno, casi. Está bien, sí me importa, pero prefiero 7
no pensar en ello.
―Lo que quise decir cuando dije que tú y tu mamá eran parecidas es que
ambas son ambiciosas ―enfatizó tante Lulu de nuevo.
―¿Y eso es algo malo?
―No dije eso. Hay ambición buena y ambición mala. Además, ¿quién dice que
las mujeres no pueden ser ambiciosas y tener una familia? Incluso Barbara Walters
tuvo un bebé, ¿no?
―Creo que sí, pero si no puedo dedicarle cien por ciento de mi tiempo a algo,
ya sea un niño o una carrera, no debería hacerlo.
―Hmmm. Me pregunto si te siente’ así porque eres hija única. Te apuesto que
si hubieras tenido un hermano o una hermana, te sentirías diferente.
―¡Ah! Mi madre y Joan Crawford fueron cortadas por el mismo patrón. Me
estremezco al pensar lo que habría hecho con más de un hijo.
Tante Lulu se inclinó para darle palmaditas de nuevo, y esta vez no falló en
encontrar su antebrazo.
―He oído cosas sobre cómo te trató hace mucho tiempo, pero apenas parecía
verdad.
¡Oh, genial! La gente había sabido sobre su abuso o lo sospechaba. Eso es todo
que necesitaba. Lástima. Tal vez en ese entonces, podría haber ayudado. No… no,
no lo habría hecho. Sólo habría enfurecido a su madre y la habría hecho tomar un
mejor cuidado en ocultar sus acciones. Nada habría cambiado, en realidad.
―Mi madre nunca me golpeó ―dijo―. Nunca fue realmente abuso. ―No
puedo creo que estoy defendiendo a la bruja.
―¡Ah!
―¿Qué significa eso?
―Significa, que si pisas algo suave, no puedes ir llamándolo pudín.
―Eso no tiene ningún sentido. ―Lo que le daba miedo es que tenía una especie
de retorcido sentido para ella―. Ya no quiero hablar de mi madre. Y tampoco quiero
hablar de tener hijos.
―Entonces, ¿de qué vamo´ a hablar? ―preguntó tante Lulu.
¿Qué hay de nada?
―Ya sé. Podemos hablar de sexo.
―No, gracias. ―Eso es todo lo que necesito. Consejos de sexo de la abuela de Moisés.
4
―Sé cosas.
8
No me puedo imaginar qué.
―No, gracias.
―Apuesto a que no sabes la mejor manera de hacer que un hombre se ponga
de rodillas y ruegue.
¡Oh… Dios… mío!

Haciéndome el muerto...

Fue justo después del amanecer, cuando Rene vio a Val caminando hacia él,
con un pedazo de tostada en una mano, café en la otra, y un brillo salvaje en sus ojos
oscuros. Compartir la cama con tante Lulu le haría eso a una persona, supuso. O más
probablemente, el brillo era para él. Se preparó para la embestida.
El aire era un poco más fresco tan temprano en la mañana, pero el remolino de
nubes en un cielo azul claro arriba y el vapor que se levantaba sobre el agua
presagiaba otro día abrasador. Los sauces y cipreses que bordeaban los bancos
proporcionaban poco alivio del sol implacable. Pero las mariposas monarcas negras
y anaranjadas que revoloteaban entre las flores estaban teniendo un día de campo.
Estaba sentado con las piernas cruzadas cerca de la orilla, sin camisa y sin
zapatos, vistiendo los bóxer negros con los que había dormido anoche; un regalo de
Navidad de su media hermana Charmaine. Tenían impresos labios rojos, pero en la
oscuridad los labios brillaban y se convertían en lenguas. Una verdadera bromista,
era Charmaine.
Por un segundo, se preguntó si sus bóxers eran vestimenta decente, luego, se
encogió de hombros, decidiendo que no eran más indecentes que sus pantalones de
correr en el cuerpo curvilíneo de Val.
Rene había estado levantado ya hace una hora. Era su momento favorito del
día, observar la noche de color negro azabache explotar de repente, estilo pantano,
con el resplandor de un nuevo día. Todas las aves zancudas salían entonces: garzas,
garcetas, ibis; saliendo de sus refugios para encontrar alimento para sus crías.
Desplegados en la hierba junto a él había una trucha verde y varias robaletas, o tipos
de pez, a los que tante Lulu les daría buen uso.
―Te levantaste temprano ―remarcó él, tratando de ser amable. 4
―Tú también lo harías, si compartieras una cama con una versión de la tercera 9
edad de Querida Abby7.
¡Uh-oh! Él arqueó las cejas.
―Ella quiere decirme cosas sobre sexo.
―¡Uh-oh! ―dijo él en voz alta.
―Cosas que harían, y cito “hacer que un hombre se ponga de rodillas y
ruegue”.
Él tuvo que sonreír ante esa imagen, él de rodillas rogándole a Val la Princesa
del Hielo por sólo Dios sabe qué. Por otro lado, tenía una muy buena imaginación.
Dos años.
―No es gracioso.
―Siento disentir.
―Linda ropa interior ―dijo, echando un vistazo a sus bóxers―. Pero creo que
prefiero los de superhéroes.
―Ellos ya no me caben. ―En más de un sentido, bebé.

7
Querida Abby: es el nombre de una columna de consejos fundada en 1956 por Pauline Philips bajo
el nombre de “Abigail Van Buren”.
Ella emitió un bufido de disgusto, luego se echó hacia atrás cuando obtuvo una
mirada más cercana a él.
―¿Qué es eso en tu regazo? ―exigió saber, arrugando la nariz hacia arriba con
disgusto cuando se dejó caer al suelo junto a él.
Oh, buen Señor, ¿estoy teniendo una erección matutina? ¡Hijo De Puta! No puedo
sacarme a ningún lado, pensó, con su cara calentándose de vergüenza. Pero entonces
se dio cuenta de que ella se refería a la zarigüeya bebé acurrucada y dormida en la
parte superior de su muslo.
―Esa tiene que ser la criatura más fea en la faz de la tierra. ¡Y, eeew, esa una
larga cola! ¿Es una rata?
―No, es una zarigüeya. Chester tiene rota una pata trasera probablemente la
razón por la que su madre lo arrojó fuera de su bolsa. Las zarigüeyas son sólo del
tamaño de una abeja cuando nacen. Él tiene probablemente cerca de dos meses de
edad.
―¿Chester?
―¿Recuerdas a ese tipo con una cojera en ese viejo programa de Gunsmoke8?
Ella negó con la cabeza ante su desesperación. 5
―¿Por qué lo sostienes? Por favor, no me digas que tu tía lo va a cocinar para 0
el desayuno junto con esos peces. ―Ella miró fijamente su captura matutina a su
otro lado.
―Nosotros los cajuns comemos zarigüeyas, pero no zarigüeyas bebé
―comentó con una sonrisa―. Estoy pensando si poner una férula en la pata de
Chester y esperar que su madre se lo lleve de vuelta. O si simplemente dejar que se
valga por sí mismo.
―Lo que significaría que algún cocodrilo, serpiente o incluso una garza se lo
engulliría ―concluyó.
Él se encogió de hombros.
―Esa es la forma de la naturaleza. Sólo los fuertes sobreviven.
―Estoy empezando a ver el dilema aquí. El ambientalista en ti no quiere
interferir en el orden natural de las cosas. Sería romper el código o algo así, ¿verdad?
Él le sonrió.
―Sí, pero a veces las reglas están hechas para romperse.

8
Gunsmoke: fue una serie de televisión estadounidense emitida por primera vez en 1955 y
protagonizada por James Arness. Es la serie con más episodios en la historia de la TV mundial.
Con esas palabras, él le hizo cosquillas a Chester detrás de las orejas, y luego
le dio la vuelta sobre su espalda. El animal hizo un pequeño ruido chirriante e
instintivamente se hizo pasar por muerto, con las cuatro patas cómicamente hacia
arriba en el aire, incluso la doblada.
A veces las zarigüeyas, cuando son acorraladas, fingen estar muertas, como en
“hacerse el muerto”.
Estiró la mano para conseguir un pedazo roto de palo para revolver pintura y
cinta. Una vez que consiguió poner la pata recta y preparada con la férula
improvisada, le dijo:
―Envuelve la cinta alrededor de esto, por favor. ―Chester estaba empezando
a luchar y Rene no podía sostenerlo en su lugar y colocarle la cinta al mismo tiempo.
Val se levantó sobre sus rodillas e hizo lo que le pidió… sin dudarlo, para su
sorpresa. Cuando terminó y ambos examinaron su trabajo, él de repente se dio
cuenta de su cercanía. Y ella se dio cuenta de él, también, en ese momento cuando
sus ojos se conectaron. Tuvo que recordarse que ella no era su tipo de mujer. Ni
siquiera cerca. ¿Pero dos malditos calientes años?
Hubo una risa extraña en su cabeza entonces. Tal vez fue San Judas
divirtiéndose sobre sus tristes intentos de autoengaño. ¿A quién estaba engañando? 5
Se sentía atraído por Val, de acuerdo, y siempre lo había estado. 1
Ella parpadeó rápidamente varias veces, aturdida por el chisporroteo que se
había desatado entre ellos. Él estaba aturdido, también. Luego ella frunció el ceño,
como culpándolo por sacar esa corriente sexual de la nada, todo por sí mismo.
―No creas que puedes atraparme con la guardia baja y atraerme como a una
de tus groupies.
―¿Groupies? ―Él soltó una risa, la conexión se había roto… gracias a Dios, o
San Judas, o quien sea. Puso a Chester en la palma de su mano y se levantó.
―Sí, he oído que tocas en una banda de rock, y que las mujeres pululan todas
sobre ti. ―Se puso de pie, también, y sacudió el polvo de su trasero, que él
definitivamente no estaba mirando. Definitivamente. No. Y él no estaba pensando
sobre dos años, tampoco.
―Las Ratas del Pantano están muy lejos de ser una banda de rock. Francamente
no puedo recordar la última vez que se me acercó una groupie, a menos que cuentes
a Wanda, la camarera en The Last Chance Saloon en Biloxi. Y ella sólo quería cambio
para la máquina de discos.
―Eres un mentiroso. Puedo decirlo por la forma en que parpadeaste. La gente
no se da cuenta de que se delata todo el tiempo con su lenguaje corporal. Así que no
pienses que puedes engañarme. Nunca.
Era mejor estar seguro de no tener ningún pensamiento impuro sobre ella.
Lo que por supuesto le llevó a tener inmediatamente pensamientos impuros
sobre ella. ¡Estoy tan jodido!
―Vamos. Vamos a ver si Chester puede encontrar su camino a casa.
Caminaron hacia el borde del claro y colocaron la zarigüeya en el suelo,
dirigiéndola hacia la zona boscosa donde Rene le había encontrado gimiendo antes.
Chester tropezó un par de veces, yendo sobre su barriga gordita, pero luego
salió cojeando lentamente, con suerte a casa.
Él y Val se sonrieron el uno al otro, la primera sonrisa genuina que habían
intercambiado probablemente jamás. Su corazón se contrajo en la manera más
extraña.
Tante Lulu salió al porche y luego gritó:
―El desayuno e´tá listo. ¡Tengo sémola de maíz con jarabe de caña, budín de
huevo, galletas molidas y salsa blanca! Vengan a comer. 5
―¡Santas cigalas! Yo seré el que va a necesitar a Richard Simmons para cuando 2
ella se vaya ―dijo Rene.
―¿Ella cocina esta cantidad de comida todo el tiempo? ―le preguntó Val.
―Todo el tiempo. Y si no comes, actúa como si hubieras puesto una espiga a
través de su corazón.
―Volviendo a tu pasión por el pantano. Vamos a dejar una cosa perfectamente
clara. No voy a ayudarte. Pero te voy a dar un consejo. No vas a cambiar la mente
de las personas sobre el medio ambiente de Luisiana con algún documental aburrido
sobre salvar a los Percina tanasi9.
―No hay Percina tanasi en el pantano.
―¡Lo que sea! Menos costa. Plantas desaparecidas. Un animal que desaparece
del que uno nunca ha oído hablar. A la gente simplemente no le importa a menos
que los golpee personalmente. ¿Recuerdas la campaña de Bill Clinton a la
presidencia? Sus asesores se mantenían insistiendo, “¡Es la economía, estúpido!”
Bueno, te estoy diciendo que tienes que encontrar un tema que grite, “¡Se trata de ti,
estúpido!”

9
Percina tanasi: Una especie de pez.
Ella tenía un buen punto. El problema era que no tenía idea de lo que esa
cuestión podría ser. ¿A menos…? Sonrió cuando una idea se le ocurrió.
―Es por eso que vine a casa y abandoné la lucha. Hasta yo sé que las plantas
son casi tan emocionantes como el manual de una cortadora de césped. Pero quiero
ser el primero en decirte, bebé, habrá un montón de hombres cajún, y sus mujeres,
que van a ser los campistas infelices dentro de diez años o más, así se pondrán
cuando descubran que la planta Juju ya no está disponible.
Ella esperó a que elaborara, pero él no era ningún tonto. Sabía cómo jugar sus
cartas. Bueno, algunas de ellas. Contuvo su silencio, como un Cool Hand Luke 10.
―Está bien, voy a morder. ¿Qué es una planta de Juju?
¡Síííí! Se dio a sí mismo un choque los cinco mental.
―Es la sustancia que le da a los hombres cajún esa energía extra, si sabes lo
que quiero decir.
―Por favooor.
―En serio. Cuando los campos petroleros tenían más éxito en Texas, un
montón de hombres cajún fueron allí a trabajar. Las mujeres de Texas perdieron los
estribos, prácticamente saltaron sobre sus huesos, porque eran tan grandes amantes. 5
―Por favooor ―dijo de nuevo. 3
Pero eso no lo disuadió. Ella estaba escuchando, lo que él tomó como una
buena señal.
―Cuando los hombres de Texas quisieron saber cuál era su secreto, los
hombres cajún les dijeron que sus mamás les habían dado té de Juju desde que eran
lo suficientemente mayores para captar la idea.
Val estaba sacudiendo la cabeza de lado a lado, como si él fuera realmente un
caso perdido.
―He oído esa historia antes, excepto que por lo general dan crédito a la grasa
de los cangrejos como secreto de su supuesta virilidad.
―Ambos funcionan ―continuó con un guiño.
―Buen intento, Rene.
Él puso ambas manos hacia arriba.

10
Cool Hand Luke: La leyenda del indomable (Cool Hand Luke) es una película dramática
estadounidense de 1967 Argumento: Luke (Paul Newman) es un prisionero de la penitenciaría de
Florida, a causa de una sentencia por haber arrancado los parquímetros en una noche de borrachera.
La tozudez de Luke ante los castigos de los responsables de la prisión hace que se convierta en pocos
meses en el ídolo del resto de los presidiarios, mientras busca la manera de escapar.
―Oye, sólo estoy informando lo que dicen. No estoy diciendo que es verdad o
no.
Ella entrecerró los ojos hacia él.
―Creo que te inventaste toda esta historia sólo para distraerme. Te gusta
burlarte de mí, ¿no?
―Sí.
―¿Por qué?
Se encogió de hombros.
―Porque eres tan fácil de molestar.
―¡Qué inmaduro!
―Ese soy yo.
―Vamos a comer. Probablemente voy a ganar cinco kilos antes de salir de esta
pesadilla, por las cuales serás el responsable.
―¿Eso es un crimen, también? ―Se echó a reír―. ¿Un delito de grasa?
―Si no hay un cargo por eso, voy a crear uno.
―Conozco un buen ejercicio ―ofreció. Ella le cortó con una mirada―. O tal 5
vez no. 4
Capítulo 5

Profesor Dolittle, ese era él. Al igual que en hacer


poco11…

Un día pasó, y Valerie seguía sentada no tan bonita en medio del infierno
bayou.
Era sólo media tarde, pero el cielo estaba oscuro y un fuerte viento se levantaba,
que había obligado a todos los animales del pantano a buscar refugio. Humedad se
5
movía alrededor de los cincuenta, si el sudor vertido de su cuerpo era alguna
indicación. Con suerte, obtendrían un poco de lluvia pronto para aliviar el calor
5
sofocante. Si nada más, Valerie estaba esperando que la cisterna finalmente se
llenara para que pudiera tomar una ducha en lugar de bañarse en el arroyo.
Sentada con las piernas cruzadas en el suelo delante de la estantería de Rene,
estaba tratando de encontrar algo para leer, pero lo único que vio fueron libros de
no ficción, casi todos ellos hablaban sobre pantanos, todo desde la simple biología
de un pantano hasta la Despedida Bayou: La Rica vida y La Trágica Muerte de Costa Cajún
de Luisiana por Mike Tidwell. Detrás de ella, tante Lulu tarareando estaba cocinando
otro festín con un trillón de calorías cajún para la cena, felizmente dispuesta a
esperar hasta que alguien en el condenado mundo viniera en busca de ellos.
Rene también parecía feliz con tan poco, lo que asombró a Valerie.
Estaba fuera en el porche, donde una estación de country de Baton Rouge
sonaba en la radio por satélite. Al parecer, un maratón de Toby Keith estaba
pasando, y cantaba las letras de cada canción del buen viejo:
"¿How Do You Like Me Now?" "I Love This Bar". "¿Who’s Your Daddy?"
Rene tenía una muy bonita voz, tenía que admitirlo. Podía ver por qué Las Ratas
del Pantano, el grupo musical con el que tocaba en ocasiones, eran tan populares en

11 Dolittle si se separa es Do Little que en castellano sería hacer poco.


todo el sur de Luisiana. Al lijar la barandilla de la escalera, de vez en cuando bailaba,
también. Las manos en alto. Chasqueando los dedos. Caderas moviéndose al ritmo.
No hace falta decir que era un buen bailarín.
Se preguntó distraídamente qué más hacía bien.
No, no lo hago. Definitivamente no.
Con un gruñido de disgusto, cogió un cuaderno que había encontrado debajo
de la parte inferior de la estantería, se puso de pie, y salió. En lugar de sentir
vergüenza por haber sido sorprendido cantando y bailando, Rene le sonrió y
comenzó a estirar sus brazos y menear sus dedos haciéndole señas para que se
reuniera con él en un baile. Pero entonces, sus ojos se pegaron a su atuendo, y se
detuvo en seco.
―¡Misericordia! ―exclamó.
Llevaba un top de tubo a rayas rojas y blancas de tante Lulu, que era unas dos
tallas más pequeño, con shorts spandex de color rojo que se estiraban en las costuras.
Por qué la anciana necesitaría o desearía estas prendas estaba más allá de Valerie.
―Oye, estoy aquí sin nada de ropa extra, y no tienes ningunos shorts o
camisetas limpias, y es más caliente que el infierno aquí ―dijo a la defensiva.
5
―Cariño, has estado escupiendo cargos legales desde que llegaste aquí, pero 6
te lo digo, es un crimen de verdad que siquiera te encuentres en un radio de un
kilómetro cerca de cualquier hombre de sangre roja vestida así. Y ahora mismo, mi
sangre está bombeando rojo carmesí. ¡Whoo-eee! ―La miró como si estuviera
desnuda. ¡El patán!
Podía sentir su cara calentarse, pero no estaba a punto de meter la cola y correr
como una adolescente demasiado sensible.
―No te hagas ilusiones ―advirtió.
―¡Ah! Las ilusiones están apareciendo en mi cerebro como palomitas eróticas.
―Él sonrió ante su analogía, luego movió las cejas.
―Tengo más ropa puesta que tú ―respondió ella. Y esa era la verdad. Rene
sólo llevaba vaqueros cortados.
―Cariño, la única manera en que estaríamos en igualdad de condiciones en
ese departamento sería si me quitara mis shorts. ―Puso ambas manos a la cinturilla
de estos y desabrochó el botón.
Ella gritó: “¡No!”, probablemente sólo le estaba tomando el pelo, como
siempre, pero no quiso correr ningún riesgo.
Él seguía sonriendo y dándole un escrutinio de la cabeza a los pies, una y otra
vez. Afortunadamente, se contuvo a sí mismo.
―Escucha, señor Lech, quiero hablar contigo de algo. ―Agitó el cuaderno
frente a ella y le preguntó―: ¿Qué es esto?
―Mi tesis doctoral.
―¿Qué quieres decir, tesis doctoral? No me digas que tienes un doctorado.
―Todavía no. Probablemente nunca. No he trabajado en él en dos años.
Eso tenía sentido. El cuaderno estaba lleno de observaciones escritas a lápiz en
los márgenes, indicativos de una obra en progreso.
―Se lee como una novela futurista ―remarcó―. Incluso el título: “Luisiana
del sur 2075: Tierra de los perdidos”.
Se encogió de hombros.
―Eso es lo que es, una predicción de lo que va a pasar en los próximos setenta
años más o menos. El sur de Luisiana finalmente va a desaparecer en el mar, eso es
un hecho, a menos que algo drástico suceda para cambiar las cosas.
Ella inclinó la cabeza hacia él.
5
―No puedo imaginarte en un aula de la universidad.
7
―Me ofendes.
―No, no es cierto. No te podría importar menos lo que pienso. ¿De dónde
sacaste tu maestría?
―Tulane.
―¿De qué?
―Biología.
Ella asintió.
―¿Qué harías con un doctorado?
―No lo sé. Enseñar a nivel universitario. Tal vez.
¿Un profesor de la universidad? ¡Dios, Dios! Indiana Jones no tenía nada en
comparación con él.
―Infiernos, Val, estuve aburrido durante un par de años, así que decidí ir a la
escuela. ¡Gran cosa!
Ella no iba a comprar esa basura autocrítica ni un poco. A este hombre le
gustaba presentarse como un simple pescador y un acordeonista en una banda de
un bar bajo. Ella no tenía problemas para aceptar su papel como un medio
ambientalista, calculando su amor por el pantano y una lengua locuaz le había
conseguido el trabajo. Nunca se le había ocurrido que tenía una educación
universitaria, una educación universitaria avanzada.
―¿Quién eres? ―preguntó de repente, poniéndose en modo analista.
―Yo, soy un simple hombre cajún. ―Él le dio otro vistazo de la cabeza a los
pies―. Un simple hombre cajún que está disfrutando de la vista inmensamente.
Tan frustrante como era, había una pequeña parte de Valerie que se deleitaba
en su poder para encender el chico malo bayou. No puedo creer que estoy dejando que
me afecte así. Sosteniendo el cuaderno hasta su pecho, giró sobre sus talones para
entrar en la casa y obtener algún tipo de cobertura.
―Quédate allí hasta que vuelva ―le ordenó―. Tengo más preguntas que
hacerte.
―Como si pudiera ir a alguna parte.
En cuestión de minutos estuvo de vuelta fuera, llevando una de las camisas de
vestir de Rene que había encontrado colgada en un armario. La camisa estaba abierta
por delante, pero estaba cubierta razonablemente… aunque era más caliente que
Hades.
5
Rene medio que se sentó en la barandilla del porche, con una botella de cerveza 8
Dixie colgando de sus dedos, mirando la lluvia comenzando a caer. Las gotas eran
ligeras al principio, como una niebla fina, pero la precipitación pronto bajó en
sábanas cegadoras, convirtiendo la tierra reseca en charcos fangosos. La corriente
sin duda se desbordaría si esto continuaba mucho más tiempo, y la inundación
podría incluso llegar a la cabaña. No había razón para alarmarse, sin embargo, ya
que la cabaña tenía una base de zancos.
Era un momento fuera de tiempo. La lluvia torrencial, que tenía un aroma puro
único, creando un capullo alrededor de ellos, como si estuvieran separados del resto
del mundo. Solos los dos. Ni siquiera tante Lulu, todavía en el interior, podría
entrometerse en este sentido de intimidad.
Ella tosió para romper el hechizo.
Él se volvió y tomó un largo trago de la botella mientras la miraba fijamente.
Ella observó el movimiento su garganta mientras bebía y se asombró. ¿Quién sabía
que el cuello de un hombre podría ser tan sexy?
Su mirada era caliente y cruda.
Se sentía desnuda, incluso con la camisa.
Esos dos años deben estar alcanzándome. Se dejó caer en la silla de Adirondack,
golpeó el cuaderno en su regazo y le dijo:
―Dime acerca de esto.
Su voz la traicionó y salió en un susurro ahogado.
Él le sonrió como si entendiera.
―¿Por qué? ¿Estás de repente simpatizando con nuestra causa? ¿Una especie
de síndrome de Estocolmo o ese tipo de cosas?
―¿Te refieres a cuando el prisionero se enamora de su captor?
―Sí. ―Él sonrió aún más ampliamente. El muy idiota.
―En serio. El día que me enamore de ti será un día frío en el pantano. Y, no,
no estoy simpatizando con tu causa. Ni siquiera sé cuál es tu causa. Pero al menos
finalmente admites que estoy cautiva aquí.
―Yo no tuve nada que ver con…
Ella agitó una mano con desdén.
―Basta de excusas. Hábleme de tu investigación ―dijo, acariciando el
cuaderno.
―En cierto modo, he estado estudiando el pantano desde que era un niño de
tres años, correteando a Luc. Él nos protegía a mí y a mi hermano menor Remy de
5
nuestro padre la mayoría del tiempo, recibiendo la mayoría de las palizas. La forma
9
en la que nos protegió era llevarnos hasta el pantano para lo que él llamaba un
campamento. Era su manera de aliviar nuestros temores.
―Mi infancia no fue tan buena, tampoco ―confesó.
Levantó las cejas con escepticismo.
―Pero nunca me convertí en un científico bayou como resultado.
Se encogió de hombros.
―Desde muy temprana edad me encantó el pantano, pero me di cuenta de que
algunas cosas estaban mal. La mayor llamada de atención llegó cuando mi padre le
vendió la tierra de la familia, pobre como era, a una empresa petrolera. Casi de
inmediato, el panorama cambió. Ya no podíamos beber el agua. Cavaron canales.
Las tuberías se rompían. Infiernos, nuestro remolque oxidado pronto se ubicaba
sobre una pileta de agua. ―Se encogió de hombros otra vez―. Pero eso fue sólo un
clavo en el ataúd. Lo peor por el momento son los diques.
―¿Los diques? ―Frunció el ceño con confusión―. Los diques son para
prevenir enormes inundaciones. Los diques son una buena cosa, ¿no es cierto?
―No en Luisiana meridional. La inundación anual del Mississippi durante
miles de años es lo que ponía los ricos depósitos aluviales aquí que conforman los
pantanos. Los diques han dificultado ese proceso. Domar el río ha provocado una
reacción en cadena de proporciones devastadoras. Ahora lodo depositado por las
inundaciones, que normalmente se habrían asentado en pantanos de Atchafalaya o
Barataria Bay, termina en el Golfo. ¿Sabes que estamos perdiendo terreno del
tamaño de un campo de fútbol cada veinte minutos más o menos? En el plazo de un
año, perdemos una masa igual a Manhattan.
―¡De ninguna manera!
―Por supuesto.
―¿Por qué nadie hace nada al respecto?
Se echó a reír.
―Está bien, lo entiendo. Eso es lo que has estado tratando de hacer como un
ambientalista y que te golpearan el trasero cada cierto tiempo.
―Sí.
―¿Cómo puedes renunciar así nada más?
Se encogió de hombros y el color llenó su rostro.
Se dio cuenta de algo, entonces.
6
―No vas a renunciar, ¿verdad?
0
―Por supuesto que no. ¿Cómo puedo hacerlo? ―La miró y le dijo―: Tal vez
estoy siendo demasiado pesimista. Hubo una comisión formada hace unos años y
realizaron una propuesta llamada: “Costa 2050: Hacia una Luisiana Sostenible”. Es
una coalición de once agencias estatales y federales que van a tratar de reconstruir
los humedales, pero que le costaría la friolera de catorce mil millones de dólares.
―¿Qué vas a hacer?
―Todavía no estoy seguro. Es por eso que he descendido al pantano, para
pensar y reagruparme. Nunca me doy por vencido, sin embargo. Estoy un poco
ofendido que pensaras que lo haría. Eso sería como saber que un familiar se está
muriendo y no hacer nada al respecto.
Justo entonces, sucedió algo que los sorprendió a ambos. El locutor de radio
interrumpió a Toby Keith "Whiskey Girl" y dijo:
―Tenemos un boletín de noticias con respecto a la desaparecida analista de
juicios de la TV: Valerie Breaux.
Se miraron el uno al otro y se congelaron.
Rene se apartó de la barandilla del porche y se acercó a subir el volumen de la
radio.
―Simone Breaux, la madre de Valerie Breaux, convocó una conferencia de
prensa hoy, junto con sus tías, la congresista Inez Breaux y las magnates de té de
hierbas Madeline y Margo Breaux, y su abuela, cabildero de aceites, Dixie Breaux,
junto con agentes del FBI y la legislación local de los agentes del orden, declararon
a Valerie Breaux como una persona desaparecida.
Bueno, al menos, ahora estoy desaparecida. Y cuidada.
―¡Oh, mierda! ―dijo Rene.
El agente del FBI habló en la radio.
―La Srta. Breaux ha desaparecido oficialmente bajo circunstancias
sospechosas. Su coche fue descubierto en el aeropuerto con su bolso de mano y todo
su equipaje. Sin embargo, no ha habido nota de rescate u otra indicación de un
secuestro. Todavía no.
¿Qué hay de dos días sin contacto? ¿Qué hay de cualquier mujer dejando su bolso,
idiotas?
―¡Oh, mierda! ―dijo Rene de nuevo.
―Por favor, dejen que mi querida hija vuelva a casa ―dijo Simone Breaux con
lágrimas en los ojos. 6
¿Querida hija? Eso es de risa. Su madre, y todos sus otros familiares, encontrarían 1
una manera de sacar provecho de este desastre.
―¡Esto es una pesadilla maldita! ―gritó Rene.
Ella comenzó a decirle que se lo había dicho, pero decidió que ya lo sabía.
―El presidente de Trial TV, Amos Goodman, ha anunciado hoy que están
ofreciendo una recompensa de cien mil dólares por información sobre el paradero
de la Srta. Breaux.
―Ahora eso es interesante ―dijo Valerie. El señor Goodman debió haberse
enterado de su despido. El hecho de que hubiera puesto una recompensa debía
significar que la quería de vuelta. Sonrió con satisfacción propia. Algún productor
con una pequeña polla debía estar retorciéndose a lo grande ahora.
―Pero espera un minuto, tenemos algunas noticias de última hora aquí
―continuó el locutor de radio―. La organización ecologista Bayou Unite acaba de
anunciar que la Srta. Breaux está segura y en la clandestinidad, mientras prepara un
documental de televisión que sacudirá este estado una vez que salga al aire. Aquí
está Joe Bob Doucet, un portavoz de esa organización.
―Voy a matarlo ―dijo Rene.
―Ambos lo haremos ―concordó ella.
―Bayou Unite se enorgullece en anunciar que Valerie Breaux, famosa abogada
de Houma y analista de juicios de televisión de éxito, va a hacer un documental
sobre la destrucción del ecosistema sur de Luisiana.
―¿¡Qué!? ―chilló.
Rene se limitó a sacudir la cabeza ante las agallas de su buen amigo.
―Este documental será una llamada de atención para todos los
estadounidenses ―J.B. continuó―: y una advertencia a las compañías petroleras, los
desarrolladores y los pescadores deportivos que su pase libre ha terminado. Otras
preguntas deben dirigirse a nuestra sede de la empresa en Baton Rouge.
―¿Tienen sede en Baton Rouge? ―le preguntó a Rene.
―Mi garaje ―dijo.
―Me dijiste que este era tu único hogar.
―Mentí.
Ella hizo un sonido bajo como un gruñido de indignación, indignación por él
y los chiflados que la habían secuestrado, luego la utilizaban para sus propios fines
publicitarios, los peces gordos de Trial Tv también harían heno de este debacle, y su
madre y demás familiares sin duda veían los signos de dólar ondeando en el viento. 6
Ni otra persona se preocupaba por su seguridad o lo que ella quería. 2
Luego otra cosa asombrosa sucedió.
Rrr-ring. Un teléfono sonó.
Dentro de la cabaña claramente se podía escuchar.
Ella y Rene encontraron miradas y preguntaron al mismo tiempo, las voces
estridentes con la sorpresa.
―¿Tenemos un teléfono? ―Ambos se zambulleron por la puerta de pantalla.

El bolso de una dama: refleja su alma…

El bolso de tante Lulu estaba sonando como loco.


Rene estaba completamente decepcionado consigo mismo. Habían tenido un
teléfono todo el tiempo, y él ni siquiera lo había sabido. Tendría que haber
adivinado, que tante Lulu no se quedaría aquí sin algún medio de comunicación con
el mundo exterior.
Val estaba inclinada, a punto de lanzarse hacia el bolso, lo que él no podía
permitir que sucediera. No hasta que ellos hubieran tenido la oportunidad de
decidir con quién se contactaría y qué diría. Así que la sujetó por detrás, aterrizando
los dos en el suelo, apenas teniendo tiempo para registrar cuánto dolía eso, antes de
luchar con ella por el bolso. En el curso de su lucha, el teléfono se detuvo, así como
también lo hizo Rene.
Él estaba mirando, con los ojos abiertos, los pechos de Val, que se habían
soltado de su top. ¡Santo cangrejo! ¡Hijo de un arma! ¡Dios, Dios! ¡Es Navidad en el puto
julio! ¡Feliz Navidad para mí! Resulta que Valerie Breaux tenía dos de los senos más
dulces que él había visto nunca, llenos y levantados y con la punta rosa. No hace
falta decir, que estaba imprimiéndoles en su cerebro para siempre.
―¡Idiota! ―dijo, empujándolo fuera de ella y tirando de su parte superior.
―Fue tu culpa por no entregar el bolso.
―Quiero ese maldito teléfono. ―Avanzó hacia él, con las garras levantadas.
Él sostuvo la bolsa detrás de su espalda, y, hombre, ¡esta era pesada! ¿Qué
llevaba su tía en esta cosa, ladrillos?
―Todavía no. Tenemos que hablar primero.
6
―Ya estoy convencida. Escucha, chico grande, tú podrías haber tenido una 3
oportunidad hasta ahora, porque en realidad no habías estado envuelto en mi
secuestro. Pero a partir de este momento, negarme ese teléfono te hace un cómplice
de un delito grave.
Varias cosas sucedieron a la vez, entonces. Val se paró cerca, y de forma
personal, a su cuerpo mientras él trataba de mantener el teléfono fuera de su alcance;
este volvió a sonar; el inodoro bajó; y agua corrió en el baño. Entonces tante Lulu
salió y exclamó: “¡Ups!”, como si estuviera escuchando el teléfono por primera vez.
―¿Ups? ¿Eso es todo lo que puedes decir? ―le gruñó Val a su tía.
―Tante Lulu, debiste habernos dicho que tenías un teléfono ―la regañó Rene
con un poco más de finura.
El teléfono dejó de sonar. La lluvia había cesado, también, lo que significaba
que el calor estaría aumentando de nuevo.
―¿Qué? Tengo casi ochenta años. Podría tene´ un ataque al corazón en
cualquier minuto y caer má´ muerta qui’ un escarabajo. ¿Ustedes pensaron que no
me gustaría un teléfono pa´ llamar a Remy pa´ llevarme a un hospital o un depósito
de cadáveres o ago’ así? ¡Cielos! ¡Sigan hablando!
―Eres cómplice en un delito grave, también ―le dijo Val―. No me importa si
tiene cien años, vieja molesta. Vas a la cárcel.
Tante Lulu ladeó la cabeza hacia un lado y parecía estar pensando en la
amenaza de Val.
―Hmmm. ¿Crees que uno de esos presos me va a hacer su puta? ―Se
estremeció entonces, ya sea con miedo o entusiasmo, era difícil de decir.
Val tendió su mano hacia Rene por el teléfono.
¡No hay oportunidad!
En su lugar puso la bolsa de tante Lulu en la mesa y comenzó a vaciarla,
artículo por artículo. Una cartera que pesaba cerca de dos kilos y medio, llena a
rebosar con dinero en efectivo, tarjetas de crédito y cupones. Varias pequeñas
bolsitas que probablemente contenían hierbas medicinales para su práctica traiteur;
o eso, o su tía estaba fumando hierba.
Pañuelos de papel. Un estuche de maquillaje transparente. Condones, lo que
hizo sonrojar a Val.
KY Jelly, lo que me hizo sonrojar.
Un secador de cabello. Una caja de tinte para el cabello rubio bomba. Tres CDs
de Richard Simmons. Seis boletos de estacionamiento y una multa por exceso de
velocidad, todo vencido. Una novela romántica titulada El Vikingo Muy Viril. Una 6
bolsa de arroz y tres barras de Snickers. Una botella de perfume Mi Pecado. Un 4
vibrador en miniatura, que él esperaba que fuera para algún problema muscular.
Una revista Star con un encabezado que decía, “Elvis sin cabeza localizado en el
Pantano Bayou, zapatos azules de gamuza lo delataron”. Una libreta de direcciones.
Un calendario. Una estatua del tamaño de la palma de San Judas. Un par de
impactantes, esposas de terciopelo rosa, por Dios. Una botella de aceite de baño
Avon Skin-SoSoft, la que a menudo fue utilizada por cazadores, y pescadores, como
repelente de mosquitos. Y, finalmente, en la parte inferior, su teléfono.
Tuvo que preguntar:
―Tante Lulu, ¿qué estás haciendo con condones, KY Jelly 12, y un vibrador?
―Se negó a hablar de las esposas.
―Llevándo´o lejos de Tee-John, de la ú´tima vez que estuvo en mi casa
―contestó casualmente―. Lo encontré en su mochila.
Tee-John era su medio hermano de dieciséis años y un bribón más salvaje, de
lo que nunca hubo. Ni siquiera él y sus dos hermanos podían vencer al chico con sus
payasadas a esa edad.
―Ustedes están todos locos ―opinó Val.

12 KY Jelly: Lubricante íntimo usado en relaciones sexuales.


―Únete al club ―dijo él.
― No me digan que uste pensaban que eran pa´ mí ―dijo tante Lulu, haciendo
sonidos a los dos―. Ni siquiera sabía que ese chisme era un vibrador. Parecen labios
rojos para mí. ¿Cómo tú usa´ esa cosa?
La última pregunta la dirigió a Val, quien se veía como si su cara enrojecida
podría explotar.
―Sí, Val, ¿cómo tú usas ese chisme? ―preguntó él, batiendo sus pestañas con
inocencia.
―Tú pégatelo donde el sol no brilla ―respondió ella.
―¿´ónde e´ eso? ―Quería saber tante Lulu.
Val dijo muy sucintamente:
―¡Aaarrgh!
Rene abrió su teléfono y revisó el buzón.
―¡Veintisiete mensajes! ―¡Hablando de vibraciones! Su teléfono debe haber
estado ajustado para vibrar debajo de todo el desorden en su bolso de mano.
Estaba a punto de poner el teléfono en su oreja cuando Val dijo:
6
―Quiero escuchar los mensajes, también. Probablemente me conciernen. 5
Él pulsó el interruptor de altavoz del teléfono.
El primero fue de Luc.
―Rene, ¿qué diablos está pasando? Remy estuvo recién aquí, y me dijo que
tante Lulu dijo que tú secuestraste a Valerie Breaux. ¿Esta es otra de tus cosas de
fantasía sexual de fin de semana…?
La mandíbula de Rene cayó abierta por la sorpresa.
―Nunca participé en una fantasía sexual de fin de semana en toda mi vida ―le
protestó a una Val frunciendo el ceño y a tante Lulu.
―… ¿como aquella vez que tú y Celie LaBelle jugaron a vaquero y chica de
salón por un fin de semana entero en ese motel del Barrio Francés?…
Voy a matar mi hermano.
―A excepción de esa vez ―le dijo a Val y a tante Lulu, que estaban frunciendo
el ceño aún más.
―… no, no puedo verte montando a la princesa de hielo. Ella siempre te
miraba como si fueras la parte blanda en las suelas de sus zapatos…
Así que él no había sido el único en notar la baja opinión que Val tenía de él.
Era el turno de Val de estar incómoda.
―… dame una llamada, hermanito. Estoy pensando que puedes necesitar mi
consejo legal. Oh, y Sylvie dice que te diga que seas agradable con su prima Valerie.
No estoy precisamente seguro de lo que ella quiere decir con agradable, pero… ¡Ay!
¿Por qué me pellizcaste, Sylvie?
La siguiente llamada fue de Luc, también.
―¡Mierda, Rene! Esos amigos imbéciles tuyos, J.B. y Maddie, están justo aquí,
balbuceando cosas sobre Val y un documenta y tangas y su suavidad y tante Lulu
cayendo enamorada de Richard Simmons.
Todos ellos se sonrojaron un poco más por ese mensaje.
El siguiente fue del propio J.B.
―No te preocupes, Rene. Hemos cubierto todas las bases aquí. Tú haz tu
trabajo allí, buen amigo. ―En una voz más baja, agregó―: ¿Conseguiste meterte en
sus pantalones ya? Te estoy diciéndote, la suavidad es la clave. Cuando tú pones el
encanto LeDeux a funcionar, podrías conseguir que una monja haga el baila del hula.
Ups. Maddie está viniendo.
6
Su mensaje terminó abruptamente. 6
Val lo miró como si aún estuviera siendo la parte blanda bajo las suelas de sus
zapatos… ¡sorpresa, sorpresa!
―¿Ibas a intentar seducirme para ayudarte? ―lo acusó.
―Yo… no… estaba. Nunca se me ocurrió sugerir o estar de acuerdo en tal cosa.
―El tema podría haber salido, sin embargo.
―No habría funcionado de todos modos, pero voy a apostar que pensaste que
me rendiría cuando te dije que no había tenido relaciones sexuales en dos años.
¡Oh, hombre! ¿Tuviste que decir eso? ¿No sabes que cualquier hombre cajún que se
precie tiene que levantarse ante un desafío así? Y me refiero a “levantarse”.
―¿Dos años? ―remarcó tante Lulu―. Las cosas debe´ se´ muy lentas en la gran
ciuda´.
Val dijo algo impropio de una dama a su tía.
Su tía solo sonrío dulcemente, como si no entendiera.
―Había esta´o pensando que había tantas posibilidades de que ustedes do´ se
enganchara´ como consegui´ que gatos marchen en un desfile, pero ahora ya no
estoy tan segura.
No en esta vida, tía.
Remy es el siguiente en llamar.
―¿Tú y Valerie Breaux juntos y solos? Oh, eso está bien. Tante Lulu está ahí
como una chaperona. Ja, ja, ja, ja, ja. Lo siento. Volveré a llamar más tarde cuando
sea capaz de dejar de reír.
Rene hizo una mueca hacia el teléfono.
La siguiente llamada fue una sorpresa.
―Rene, ¿estás ahí? ―Era Jack Reidell, su ex jefe de D.C.―. Acabo de escuchar
sobre el documental. ¡Gran idea! Vamos a hablar, mi amigo.
¿Cómo podía mi vida volverse tan jodida en tan poco tiempo?
―Hola. ¿Es esta la residencia de Rene LeDeux? Este es Simone Breaux. Sr.
LeDeux, ¿sabes dónde está mi hija? Si es así, le recomiendo que me llame
inmediatamente. Si no lo hace, voy a suponer que usted está involucrado de alguna
manera en su desaparición y tomaré las oportunas acciones legales. Conozco al jefe
de policía personalmente, y…
Yo también. Y él es cajún, Sra. Presumida. Rene pasó rápido a la siguiente llamada.
―Ella suena exa´tamente como tú, Valerie ―observó tante Lulu. 6
7
Val miró a la tía de Rene como si ella acabara de decir que se parecía a Atila el
Huno.
―O tal ve´ no ―reconoció tante Lulu, sonriendo dulcemente de nuevo.
Hubo tres peticiones de los medios de comunicación, el Houma Courier, el New
Orleans Times-Picayune y la estación de televisión local. Todos querían entrevistarlo
sobre el secuestro y el documental.
¡Cuando los cocodrilos vuelen!
Incluso su padre había llamado, y Valcour LeDeux casi nunca lo contactaba.
―Rene, estás en un montón de problemas si tú planeaste alborotar a esos
amigos amante de los árboles tuyos. Estoy advirtiéndote, hijo. Mis amigos en
Cypress Oil no van a quedarse parados por tus travesuras de nuevo. Mejor que tú y
esa perra Breaux cuiden sus espaldas.
Tú nunca cambias, ¿verdad, viejo? Si pudieras, probablemente te sacarías el cinturón
y tratarías de golpearme en castigo. ¡Bueno, ya no más!
―Un tipo agradable, tu padre ―comentó Val.
―Sí, realmente agradable ―estuvo de acuerdo con el mismo sarcasmo.
―Agradable, ¿eh? E´ un bastardo y siempre lo ha si´o ―dijo tante Lulu. Ella y
su padre eran enemigos desde tiempo atrás.
Una y otra vez los mensajes telefónicos siguieron hasta que Rene simplemente
los borró todos. La conclusión era que estaba involucrado en este fiasco ahora,
incluso si no quería estarlo.
―Me vendría bien un trago ―dijo Val, lo que más o menos reflejaba sus
propios sentimientos―. ¿Hay alguna bebida alcohólica en esta cabaña?
El rostro de tante Lulu se iluminó.
―¿Qué tal vino de diente de león?
―Perfecto ―dijo Val.
Dos horas más tarde, todos estaban sentados a la mesa de juego de la cocina,
que tante Lulu había cubierto con un mantel de encaje de su arcón. Los frijoles rojos
y el arroz, junto con la trucha asada y los peces que había capturado esta mañana,
todo había sido consumido. Los mosquitos, en toda su fuerza debido a la temprana
lluvia, hicieron inmersiones suicidas contra las pantallas, pero a ninguno de ellos le
importaba.
Los tres estaban tomados. 6
Y Val estaba de nuevo usando sólo su top, sin camisa. 8
Y ya no estaba mirándolo como si fuera la suave cosa bajo sus pies; en cambio,
seguía lamiendo sus labios y mirándolo como si estuviera cubierto con suave crema
batida que quería lamer.
Una mala idea, esa.
¿Quién lo dice?, su propio cerebro contrarrestó.
Esta mujer va a estar fuera de aquí muy pronto. ¿Por qué darle más municiones para
utilizar contra mí?
Tal vez podrías encantarla.
Se estaba riendo dentro de su cabeza ahora, ante su propia idiotez.
Ella está bajo la influencia del alcohol, justo como ese otro momento. De ninguna
manera tomaría ventaja de ella.
Tal vez podrías ponerla un poco sobria primero. No mucho, sólo un poco.
Más risas mentales.
Esto sería un error. Yo y Val somos como el agua y el aceite, como cerdos en una sala,
como la princesa y el agricultor, como…
¡Ya es suficiente! Estás tan desesperado, dijo la voz en su cabeza. Esta vez, él estaba
bastante seguro de que era San Judas y no su conciencia, aunque podrían ser la
misma cosa. Acéptalo, muchacho, eres más como un fósforo para la leña.

Pero él ya había llamado a Remy, le dijo que volara su helicóptero mañana en


la mañana y buscara a Val. Tante Lulu se iría, también. Y entonces él estaría solo.
Siempre hay esta noche.
Ese era el vino hablando en su cabeza. Sabía eso. Pero, francamente, no le
importaba un comino.
Por otra parte, le importaba algo. No iba a intimar con Valerie Breaux; eso sería
comparable a saltar a través de un campo minado. Eso lo lastimaría y a toda la causa
ambiental del bayou. Necesitaba ser el que tomara el camino a lo alto aquí. Tenía
que ser el caballero caballeroso que abandona a la doncella por una causa mayor.
¿Cómo me salgo de esta mierda? Sólo quiero salvar mi triste culo.
Con esa decisión tomada, golpeó su vaso sobre la mesa de juego, lo que
provocó que Val y tante Lulu saltaran a posición vertical con la sorpresa, y dijo:
―Buenas noches.
6
Excepto que sabía sin lugar a dudas que no iba a ser una buena noche para él.
9
La caballerosidad apesta, decidió, cerrando la puerta de pantalla detrás de él.
―¿Qué pasa con él? ―Oyó a Val preguntarle a tante Lulu.
Su tía, bendiga su entrometido corazón, respondió:
―Yo e´pero que esto sea el rayo, cariño.
―Noo oíí ningunoss rayoss ―dijo Val, su voz arrastrando un poco las
palabras.
―Ah, pero esa e´ la mejor parte. Tú sólo los sientes.
Capítulo 6

Insomnio en el pantano.

Dos horas más tarde el zumbido de Rene había desaparecido, pero a pesar de
eso el zumbido lo rodeó.
Los mosquitos, que abundaban aquí en el pantano bajo cualquier circunstancia,
estaban triplemente agresivos de lo que habían estado antes.
Dentro de su tienda con mosquitero en el porche, yacía insomne en su saco de
dormir, capaz de ver gracias a la luz de la luna los insectos del tamaño de una pelota 7
de golf colgando de la tela.
0
Le había llevado mucho tiempo bajar su nivel de testosterona. Gracias a Dios,
lo había logrado. Ahora que estaba completamente sobrio, las implicaciones de lo
que podría haber hecho con Val asustaban la mierda de él. Había esquivado una
bala a lo grande.
Pero espera un minuto.
La bala ―vestida con una camiseta suya que llegaba solamente hasta la mitad
de sus muslos― salió hacia el porche, bajo las escaleras y se dirigió hacia el arroyo.
¡Mon Dieu! ¿Acaso era sonámbula o qué?
Tan rápido como pudo, él salió a toda prisa de su tienda y la llamo.
―¡Val! Espera un minuto. ―Pero ella ya estaba sumergiendo sus pies
descalzos en la corriente, a punto de sumergirse―. ¿Estás loca? ―gritó justo cuando
tocaba al agua.
Se quitó la camiseta, luego se sumergió hasta la altura del muslo y se inclinó
empapándose hasta el final de la cola de caballo en su cabeza. Se puso la camiseta
de nuevo, que moldeó a su cuerpo mojado como una pieza de colección de
Frederick, la ropa interior erótica del pantano.
―¿Dijiste algo? ―preguntó, mojándose el rostro. Con esa acción, sus pechos se
hicieron más prominentes, la curva de su cintura y las curvas de sus caderas se
acentuaron. Con su excelente visión nocturna, con la ayuda de la luna llena, él lo
absorbió todo. Y con eso el ataque de lujuria que había tenido regreso.
―Sí, he dicho algo. No puedes meterte al agua a la mitad de la noche.
―Especialmente viéndote como te ves. Especialmente conmigo viéndote de la manera en que
lo estoy haciendo.
―¿Por qué no? Es demasiado caliente dentro de la cabaña.
―Debido a que es posible toparse con un cocodrilo o una mocasín de agua.
―O conmigo.
―Oh.
―“Oh” ¿Eso es todo lo que puedes decir? ―¡Santos cangrejos! Prácticamente
puedo ver a través de esa camiseta mojada―. ¿Todavía estás borracha?
―No. Bueno, tal vez un poco.
Mejor dicho mucho. ¡Oh genial! Ahora no puedo darle. No es como si yo fuera a hacerlo.
Nota mental: no darle a Valerie Breaux.
―Estar un poco borracha es como estar un poco embarazada ―murmuró 7
mientras extendía una mano y la ayudó a levantarse del banco. Inmediatamente, los 1
mosquitos comenzaron a atacar.
―¡Oh, Dios mío! Me están mordiendo todo, incluso con esa cosa “Piel-Tan-
Suave” que tante Lulu untó sobre todo mi cuerpo.
¿Por qué esa imagen de untamiento lo encendía?, no tenía ni idea. Pero lo hizo.
Hombre, yo soy miserable. Dos semanas de celibato le hacen eso a un chico.
―De prisa. Entra en el mosquitero.
Ambos corrieron por las escaleras. Desafortunadamente, o afortunadamente,
teniendo en cuenta su lujuria Val pensó que él había querido decir su tienda con
mosquitero, no en donde dormía con su tía.
Se quedó fuera de la red por sólo un segundo mientras un insecto lo molestaba
antes de escabullirse en el interior, también. Era un espacio estrecho con ambos ahí
dentro.
― Esto es una mala idea, Val. Una muy mala idea. ―Pero, hombre oh hombre,
seguro que se siente como una buena idea.
―¿Por qué? ―preguntó, tirando de su camiseta sobre su cabeza y utilizándola
para secar su cabello y rascar las picaduras en sus brazos y abdomen.
Él se quedó paralizado.
Valerie Breaux estaba de pie ante él, casi desnuda hasta el trasero. Bueno, con
el pecho totalmente desnudo, teniendo en cuenta la visión frontal que él estaba
recibiendo. Y, sí, la vista estaba bien. Los pechos llenos. Pequeña cintura. Piernas
largas.
Y ese pequeño trozo de tela en medio. Piedad, piedad, ¡piedad!
―¿Secarías mi espalda? ―Le entregó su camiseta y se dio la vuelta.
Se podría pensar que estaría decepcionado de obtener sólo la vista de atrás
ahora, pero maldito sea, Val tenía el culo más dulce con forma de corazón invertido
del mundo.
―No ―dijo tan enfáticamente como pudo.
―¿Eh? ―Comenzó a dar la vuelta.
―No, no, no. No te des la vuelta otra vez. ¡Oh, cielos! ¡Oh, demonios! Bueno,
voy a secar tu maldita espalda. ―Con esas palabras de rendición, comenzó a secarla
con la camiseta, pero sólo hasta la altura de su cintura. Y no estaba mirando hacia
abajo, tampoco. De hecho, le lanzó la camiseta y se volteó para no mirarla, dándole
tiempo para ponerse decente. 7
―Estás actuando muy raro. 2
―No, Val, raro es cuando una mujer que me odia se desviste quedándose
prácticamente con nada. Eso es muy raro. ―Todavía se negaba a mirarla.
―Tienes miedo de mí ―lo acusó.
¡Genial! Ahora vamos a jugar "Te reto". Oyó un crujido y supuso que ella estaba
poniéndose de la camiseta de nuevo.
―Demonios si lo tengo. ―Se volvió entonces y sus ojos se desorbitaron. Val
estaba acostada en su saco de dormir, apoyada en los codos, todavía noventa y
nueve por ciento desnuda. No podría haber hablado entonces si hubiera querido. Se
llevó una mano a la boca para asegurarse que no estaba jadeando o babeando. Estoy
en el cielo de una fantasía erótica. ¿Entonces por qué me siento mal como el infierno?
―¿Por qué? No tenías miedo de mí antes.
¿Cuándo antes? ¡Oh, eso!
―Yo tenía malditos quince años entonces. Ahora sé lo que puede pasar… todas
las repercusiones. ―Como el coito demasiado rápido. Como las leyes. Como la mañana
posterior. Lo intentó, pero no pudo evitar mirarla. Ella no era súper flaca, que parecía
ser la tendencia para las mujeres de hoy. En cambio tenía curvas en todos los lugares
correctos. Si no lo sabía antes, lo sé ahora, soy un hombre que apoya las curvas―. Lo haría
mejor esta vez.
¡Espera, espera, espera! Cada vello en su cuerpo estaba erecto de alerta.
―Te ruego me disculpes.
Puso ambas manos en su rostro por un segundo como si estuviera
avergonzada… finalmente.
―En realidad, Rene, no recuerdo mucho de esa noche, excepto que vomité
sobre ti después.
¿No recuerda… significa eso…? ¡Gracias, Jesús! Apenas se contuvo de hacer un
poco de baile snoopy de la victoria en el estrecho espacio.
―Puede ser que no te hayas dado cuenta de ello, pero era mi primera vez…
Es posible que no te hayas dado cuenta, pero no fue mi primera vez.
―… y ni siquiera recuerdo los detalles.
Repito: ¡Gracias, Jesús!
―Debió haber sido horrible, sin embargo, porque nunca me has llamado o
intentado verme de nuevo.
7
Todos estos años me he preocupado por la mala actuación que di, cuando ella 3
ni siquiera lo recordaba. ¿Debo decirle? Sí. ¿Voy a decirle? Nah.
―No me eches la culpa a mí. Nunca traté de verte porque me evitaste después
de esa noche.
―Tenía miedo de que ibas a decirle a todos lo… uh, inepta que era.
Y yo temía que ibas a decirle a todos lo inepto que yo era.
―Eso es historia antigua, Val ―dijo magnánimamente. Mientras tanto Rene
estaba chocando palmas mentalmente.
―No me pareces el tipo de persona que juega con sus pulgares cuando una
mujer razonablemente atractiva solo grita “ven por mí".
―Número uno, no puedo creer que estoy aquí de pie teniendo una
conversación con una mujer prácticamente desnuda.
―Entonces quítate el pantalón.
Jodidamente increíble.
―¡Val! ―dijo, sonando más malditamente impactado que nunca―. No voy a
quitarme el pantalón. ―Espero―. Número dos, “razonablemente atractiva” no
comienza a describir lo sexy que eres ahora.
Ella sonrió.
―¿De verdad? Nadie jamás me ha llamado sexy antes. Gracias. ¿Te he dicho
que no he tenido relaciones sexuales en dos años?
Él gimió ante el recordatorio. No había un hombre en el mundo que no
considerara eso un desafío.
―Número tres, no estoy jugando con mis pulgares.
Aunque hay algunas partes de mi cuerpo que no me importaría hacer girar sobre ti.
―¿De verdad vamos a hablar de esto hasta la muerte, Rene?
―No, no lo haremos. Te vas a levantar, vas a ponerte la camiseta de nuevo y
regresaras a la cama con tante Lulu. Mañana va a despertar y agradecer a las estrellas
por no haber cometido el error de tu vida. ―Y yo conseguiré una medalla por esto.
―Tu tía está roncando como una sierra de cadena allá adentro. Debe ser todo
el vino que bebió. Nunca seré capaz de dormir.
―Bueno, no puedes dormir aquí. ―Aunque me gustaría realmente, realmente,
realmente me gustaría que durmieras aquí.
Ella sonrió de nuevo, y él sabía que no era dormir lo que tenía en mente. Ya
eran dos. 7
4
―Escucha, si estás pensando que soy un compañero de cama aceptable sólo
porque has descubierto que tengo un par de créditos universitarios, olvídate de ello.
―Bueno, sí. También está eso.
Santos… al menos eres honesta al respecto.
―Yo no soy más respetable de lo que era la semana pasada. Soy una baja, al
crudo cajún.
―Eso espero ―dijo con otra sonrisa.
Está presionando mis botones hoy, a lo grande. Si sigue, no voy a ser capaz de resistir.
―¿Así que eres barriobajera? ―Como si realmente me importara.
―No usaría esa palabra. Mira, me iré mañana. No tenido relaciones sexuales
en dos años. De repente no eres tan repulsivo como lo eras en el pasado.
Eres todo un trabajo, Sra. Breaux.
―¿Debo sentirme halagado o insultado? ―preguntó. Ella ni siquiera sabía ni
le importa lo suficiente como para tirar unos trozos de falsos elogios, como "Eres tan
irresistible, tengo que tenerte".
Ella se encogió de hombros, lo que realmente hizo cosas interesantes a sus
pechos.
―Los chicos lo hacen todo el tiempo.
―Yo no ―mintió. En verdad, había tenido algunas aventuras de una noche
este año. Ante el arco escéptico de sus cejas, agregó―: Ya no es así.
―Has crecido, ¿verdad?
―Sí, lo he hecho.
―Muy bien, ¿qué tal un poco de acurrucamiento, entonces?
Se echó a reír.
―Tienes que estar bromeando. Tengo treinta y cinco años. Yo no me acurruco
con mujeres desnudas. ―Aunque me gustaría intentarlo. No, no me gustaría. Sí, me
gustaría. Oye, Judas, ¿dónde estás?
Como la plata es juzgada por el fuego y oro por la chimenea, así el Señor prueba tu corazón...
y tú libido, oyó en su cabeza.
¿Eso es de la biblia?, preguntó.
¿Honestamente crees que la palabra libido está en la Biblia? 7
5
Él había jodidamente enloquecido.
―¿Qué haces con las mujeres desnudas? ―preguntó Val.
Podría haber llorado entonces ante la pura ingenuidad de su pregunta. Con un
suspiro de rendición, arrojó la camiseta hacia ella. Ella inclinó la cabeza hacia un
lado, claramente sorprendida y un poco avergonzada por lo que presumía fue un
desaire final.
―Sólo ponte la camiseta y después, no te muevas.
―¿Por qué?
―Porque vamos a acurrucarnos, maldita sea… más o menos.
―¿Algo así? ―Se sentó y se metió camiseta por la cabeza, emergiendo con una
sonrisa en su rostro―. ¿Eso es una cosa cajún? ¿Acurrucarse, estilo cajún?
―No, chere. Acurrucarnos a mi manera.

Arranca tu motor, cariño, nos vamos a las carreras…


¿En qué estaba pensando?
No estaba pensando esa era la respuesta y por una vez en su vida, se sentía
bien. Valerie nunca había actuado de manera descarada, nunca. Y no estaba
borracha, o incluso un poco borracha, tampoco. Estaba tan cansada de hacer lo
correcto. Una infancia de conformarse con el punto de vista de su madre de lo que
las chicas buenas hacían o no. Una edad adulta de seguir todas las reglas en su
camino hacia el éxito. Imagen, imagen, imagen.
¡Bueno, basta!
Por una vez Valerie quería actuar impulsivamente. Lanzar la precaución al
viento.
Haz lo que se sienta bien. A decir verdad, se había sentido atraída por Rene
durante mucho tiempo, a pesar de que había tratado de convencerse de lo contrario.
Lo que había odiado era que él no correspondiera a sus sentimientos.
Pero ahora estaba bastante segura que la deseaba.
Habían pasado dos largos años.
Estaba lista… más que lista. 7
6
Su motor estaba en marcha.
Era sólo una noche, después de todo.
Deja que los buenos tiempos pasen, como los cajún solían decir.
Pero, ¡oh, Dios mío! ¿Qué era eso colgando de los dedos de Rene mientras él
regresaba de la cabaña? Era impactantemente rosa y seguro como el infierno no era
un condón.
Regresó dentro de la tienda e hizo girar las esposas de terciopelo alrededor de
su dedo índice elevado. Entonces le dirigió una sonrisa maliciosa.
―Pensé que ibas por condones. ―Se ahogó.
―No hay necesidad de condones. No vamos a tener relaciones sexuales,
exactamente.
Se arrodilló a su lado y se aseguró una de las esposas alrededor de su muñeca.
―¿Qué significa eso exactamente? ¿Es esto una especie de terminología de Bill
Clinton?
Él se echó a reír.
―Se podría decir que sí. ¿Juegas?
―¿A qué?
―¿Pre-sexo?
Ella se echó a reír, también.
―¿Es esto un juego? ―Ella estaba reteniendo su otra muñeca de las esposas.
―Sin lugar a duda.
―¿Juegas este juego a menudo?
―Nunca jugado antes.
―Eres un mentiroso.
Hizo una señal de la cruz sobre su corazón.
―Nunca he tenido la inclinación o la necesidad antes. Pero tú me das ideas,
cariño.
Ohh, me gusta el sonido de eso. Si él está pensando lo que yo estoy pensando…
―¿Qué tipo de ideas?
―Tsk -tsk -tsk. Decirte estropearía la diversión.
Mientras ella había estado hablando, Rene se las había ingeniado para cerrar
7
las esposas alrededor de un poste del porche y la espalda, haciendo clic en ellos en
7
la otra muñeca.
Ella todavía estaba acostada, pero ahora sus brazos estaban por encima de su
cabeza. Él reacomodó la tela para que no hubiera huecos en el piso. Debe haber
notado el repentino miedo en sus ojos, porque la besó suavemente en la mejilla y le
dijo:
―No te preocupes. Te libero al instante en que me lo pidas.
―¿Por qué me dijiste que me pusiera la camiseta de nuevo si tenías estos
pervertidos juegos en mente?
―¿Quién dice que son pervertidos?
―Parece un poco… um, infantil.
―¡Ja! Vas a descubrir cómo juegan los niños grandes.
Se acostó a su lado entonces, apoyado en su lado izquierdo, en un codo. Al
mirarla, sonrió lentamente.
―¿Estás tan excitada como yo?
―Nadie puede estar tan excitada como yo ―admitió.
―Bien.
Él le tomó la barbilla con la mano derecha y pasó un áspero pulgar sobre sus
labios. De ida y vuelta. Varias veces.
―¿Cómo te sientes acerca de besos húmedos y profundos? ―Su voz era ronca
ahora, lo que hizo que Valerie se sintiera un poco menos avergonzada de su
movimiento descarado sobre él y su sobreexcitación siguiente. Claramente, él estaba
tan encendido como ella.
―No estoy segura. Tal vez necesito una muestra.
Él se rió y presionó sus labios en los de ella. Suavemente al principio, un gentil
cepillado hacia atrás y adelante mientras buscaba el ajuste perfecto. Cuando
entendió la alineación correcta, profundizó el beso.
―Abre ―murmuró contra su boca.
Ella lo hizo. Y ¡Oh piedad!, una sola petición de una sola palabra la hizo
derretirse.
Y el beso se convirtió en algo completamente diferente. Debido a que sus
manos estaban restringidas y no lo podían tocar… porque él la tocaba sólo
ligeramente en la barbilla… toda su atención se centró en el beso. Durante lo que
pareció una eternidad, la acarició con la boca, pellizcaba y mordía con los dientes,
se lamió y lamió con su lengua hasta que finalmente se sumergió dentro de su boca. 7
8
Para entonces, ella gemía por eso, y más.
Él gimió, también. Podía jurar que lo hizo. Y eso la hizo derretirse incluso más.
Cuando levantó la cabeza después de un tiempo muy largo y la miró, vio que
sus labios estaban tan hinchados como la de ella, y sus ojos estaban medio cerrados
por la excitación. Se inclinó y apretó la boca contra su oído, susurrando:
―Amo besarte. ―Su aliento contra las espirales sensibles de sus oídos, así
como sus palabras, eran intensamente eróticas. Luego sumergió la punta de su
lengua húmeda en su oreja, y ella arqueó sus caderas del suelo en reacción. Parecía
haber un hilo invisible que conecta el oído interno a sus pechos y al centro de sus
pliegues femeninos. ¡Oh… Mi… Dios! ¡Oh Dios mío! No estaba segura de si gemía
esas palabras en su cabeza o en voz alta.
―Uh-uh-uh ―advirtió Rene, presionando una mano contra su vientre,
empujando su espalda hacia abajo. Él estaba orquestando este juego del sexo, jugada
por jugada. Sin coconducción―. ¿Qué quieres que haga ahora? ―preguntó.
―Tócame ―dijo sin dudarlo.
Sonrió.
―¿Dónde?
―En todas partes.
―¡Oh, bebé! Respuesta correcta. ―Y procedió a hacer precisamente eso.
Batiendo su mano sobre su camiseta, trazó un camino sobre el pecho, la curva de su
cintura, su vientre plano, la parte externa de la pierna todo el camino hasta el tobillo,
entonces lo hizo del otro lado. Con cuidado, evitó tocarla donde ella más quería ser
tocada.
―Levanta mi camiseta ―dijo.
―Todavía no.
―Libera mis manos, entonces. Quiero tocarte.
Él hizo un sonido bajo en su garganta que era una combinación de risa y
gorgoteo.
―Todavía no.
―¿Por qué?
―Te lo explicaré más tarde.
―¿Hay una explicación para todo esto?
―Mais, oui.
7
Se levantó de su codo, se arrodilló a horcajadas sobre su cuerpo, y luego se 9
sentó sobre sus ancas. Sus ojos se mantuvieron en los de ella, midiendo sus
reacciones cuando comenzó a acariciar sus pechos a través del fino algodón de su
camiseta. Tomó sus pechos en sus grandes manos, amasándolos y dándoles forma,
los puntos duros de sus pezones presionando en sus palmas.
Le pellizcó y retorció los pezones ligeramente, hasta que crecieron y le dolían.
Líquido caliente corría entre sus piernas, las que se mantuvieron inmóviles
gracias a su peso. Podía jurar que una palpitación real comenzó allí; estuvo segura
de ello cuando él se inclinó y tomó un seno entre su boca, succionándolo, todo el
tiempo jugando con el otro seno. Se sentían demasiadas sensaciones a la vez. El
delicioso tormento de sus pechos. Su peso cómodo en su vientre. Las esposas. El
calor blanco que tensó sus músculos internos. Con cada tirón rítmico en los pezones,
un latido comenzó su propia reacción erótica.
Gemía de placer al momento que cambió de seno y continuó jugando, sin
piedad. Lo único que la salvó de llorar en completa humillación fueron sus sonidos
crudos de excitación masculina mientras la tocaba… no gruñidos completamente de
triunfo, no gemidos de rendición total.
La peor parte, o tal vez la mejor, con la mente más allá de la deducción lógica
en este punto, fue que se le impidió demostrar el grado de su excitación. No podía
arquear su cuerpo en el suelo, y se le impidió tomar el control de esta obra de amor,
lo que era su norma. No es que nada de esto fuera normal para ella.
Pero espera, espera, espera. Él se movía hacia abajo, por encima de su camiseta,
presionando sus mejillas de un lado a otro en su vientre, acariciando su ombligo.
Luego se fue aún más bajo, más allá de la zona de su ingle ―¡caray!― al interior de
sus muslos, donde comenzó a lamer, de todas las cosas. Sus dedos le hicieron
cosquillas en la parte posterior de sus rodillas y luego las plantas de sus pies. No
sabía si reír o suspirar con éxtasis. Se conformó con el segundo.
De pronto se sentó en sus rodillas y la miró.
―¿Te está gustando el acurrucamiento hasta ahora, chere?
Ella se negó a responder.
―Sin palabras, ¿eh? Ah, bueno, tengo la cura para eso. ―Más rápido de lo que
podría decir, Whoo-ee, tiró de su camiseta hacia arriba y sobre su cabeza hasta que la
agrupó en sus muñecas atadas. Ella estaba totalmente expuesta a él ahora, a
excepción de su tanga.
Aún de rodillas entre sus piernas, la estudió de una manera que sólo podía
describirse como hambre. Apretó los puños mientras trataba de controlarse a sí
mismo, pero Val podía ver la rendición en sus ojos calientes y los labios 8
entreabiertos. 0
Y vio la evidencia física de su excitación en la tienda de campaña de sus shorts.
¡Mucha evidencia física! Nunca se había considerado una mujer sensual antes,
pero lo hacía ahora.
―Eres tan jodidamente dulce ―dijo en una voz ronca por el deseo.
Era una cosa cruda para decir ahora, pero Valerie se sentía extrañamente
halagada.
La besó apasionadamente. Le acarició sus pechos ahora desnudos, hasta el
punto en el que ella estaba sin sentido por la necesidad.
―Por favor, por favor, por favor ―le suplicó.
―Shhhhh ―susurró y mojó un pezón, luego lo atrajo profundamente en el
interior de su boca, donde alternativamente succionó y luego lamió con la punta de
su lengua.
Por último, sólo por hacerle el amor a sus pechos, sintió que sus músculos
comenzaban a sufrir espasmos. Ella se iba a venir, sólo de los juegos previos. Él iba
a creer que ella era realmente patética, tan desesperada después de dos años de
celibato que un poco de atención le llevaba al clímax. Tensó su cuerpo y luchó contra
las olas abrasadoras que ya estaban saliendo de ella.
―Relájate, cariño. Relájate.
―Es fácil para ti decirlo ―se quejó.
―¡Ah! Cada vez que tienes una contracción, yo tengo dos.
Ella tuvo que sonreír ante esa descripción.
―Está bien, suéltame ahora.
―De ninguna manera.
―Has demostrado que puede hacerme perder el control durante el juego
previo. Ahora, vamos a centrarnos en el evento principal.
―Si te refieres a lo que creo que te refieres con “el evento principal”, olvídate
de ello. No vamos a tener conocimiento carnal de uno al otro.
― Es seguro como el infierno que esto se siente como el conocimiento carnal.
―Nop. Eso fue sólo semicarnal. Pero en cuanto al evento principal, no puedo
hacer eso, no esta noche, pero tengo otro pequeño evento guardado para ti.
Ella entrecerró los ojos hacia él, y luego gritó con sorpresa cuando yacía junto 8
a ella de nuevo, la hizo rodar a un lado, pasó un brazo alrededor de su cintura, luego 1
los rodo a los dos hacia atrás para que él yaciera debajo de ella, ambos hacia arriba.
Él hizo algunos ajustes, levantando sus brazos más alto, haciendo que sus pechos se
arquearan. Su erección encuentra entre sus nalgas y sus pliegues femeninos. Podía
jurar que sintió el rápido latido de su corazón contra su espalda.
―Esto es una locura.
―¿Eso crees? ―dijo en su oído. ¿Sexo de oído de nuevo? ¡Dios, Dios!
―Mueve las piernas, cariño ―le dijo y la ayudó a abrirlas mucho, doblado las
rodillas, con sus pies firmemente plantados a ambos lados de sus muslos.
Sólo entonces, cuando estaba totalmente expuesta, a excepción de su tanga, él
de verdad la tocó ahí. Casi se desmayó. Inmediatamente el talón de su palma se
colocó contra su parte más vulnerable, haciendo que doliera de la manera más
deliciosa.
Y luego… y luego… Y luego, sus dedos expertos mostraron sus artes de la
manera más increíble, sexual justo donde ella quería, sólo la forma en que ella
necesitaba.
¿Cómo sabía todo eso? ¿Por qué no todos los hombres sabían esto?
A pesar de que su mano izquierda se apretó contra su vientre, fue capaz de
arquear hacia arriba, arriba, arriba, cuando su orgasmo la golpeó en ondas nerviosas.
Durante todo el tiempo, le susurró, cosas gráficas malvadas en las orejas,
animándola a soltarse. Lo cual hizo. Y ni siquiera podía estar avergonzada de eso.
Ni siquiera su grito de éxtasis al final, que podría haber despertado a los muertos, o
a tante Lulu, que afortunadamente no lo hizo.
Cuando su acelerado corazón volvió a la normalidad y la somnolencia se
apoderó de ella, sintió que sus restricciones se aflojaban y Rene la acurrucó en sus
brazos, cantando palabras suaves para calmarla. Sintió su erección presionando
contra su costado, y murmuró:
―No te has venido todavía.
―La próxima vez, chere. La próxima vez, garantizado.
―Pero no es justo… me diste todo el placer.
―Ahí es donde te equivocas. Tuve placer, también. Fue el mejor…
―Mentiras ―lo interrumpió―. No trates de decirme que era el mejor sexo que
has tenido alguna vez. No voy a comprar esa línea.
―¡Tsk -tsk -tsk! ―Se rió entre dientes y mordió su labio inferior con los 8
dientes―. Fue el mejor pre-sexo que he tenido. 2
Ella no podía discutir con eso.
Capítulo 7

Dos años. . . Y contando

No podía evitar a Val por más tiempo.


Probablemente fue delirio de él, pero quiso recordar lo de anoche como una
buena experiencia. Si Val era como la mayoría de las mujeres, actuaría toda bipolar
ahora y giraría toda la situación a una de esas donde te arrepientes a la mañana
siguiente. No eres tú, Rene. Soy yo. Bla, bla, bla.
Aunque era apenas las nueve de la mañana, Remy acababa de aterrizar su 8
helicóptero en el pantano en sus boyas de agua, asustando así la mierda de cada
3
animal dentro de cinco kilómetros. Tante Lulu estaba dentro de la cabaña haciendo
un poco de embalaje de última hora; probablemente también le estaba haciendo sus
comidas para los próximos días, sin poder creer que él podría sobrevivir por sí solo.
Val estaba dentro de la cabaña, también, haciendo Dios sabe qué. Por supuesto, ella
lo estaba evitando, justo como él lo hacía con ella.
Tenían que hablar antes de irse. Pero se negó a preguntarle qué iba a hacer con
el "secuestro" una vez que regresara a Houma. Y seguro como el infierno que él no
quería hablar de su episodio casi-sexo. Tal vez debería estrecharle la mano y decir:
"Gracias por un gran tiempo, cariño. Nos vemos". Oh, sí, eso iría de maravilla. Lo que
realmente le gustaría decir es: "¡Wow! Tú y yo hacemos magia, Val. Realmente me gustaría
llegar a conocerte mejor. Y no me refiero sólo sexo. ¿Puedo llamarte alguna vez?". Oh, sí, eso
iría incluso mejor. Ella pensaría que sólo quería otra oportunidad para continuar donde lo
dejamos. Cosa que hago, pero… aaarrgh!
Remy se arrastró fuera del helicóptero seguido de su medio hermano, de
dieciséis años, Tee-John, que presumiblemente había venido de paseo. Ambos
trabajaron en atar los aparejos del vehículo a un tocón de árbol. Luego, con una
sonrisa de oreja a oreja, caminaron por el agua hacia él.
―Hola, Rene ―dijo Remy, sin dejar de sonreír.
―Hola, Rene ―dijo Tee-John, también sonriendo.
―Ya era hora de que llegaran ―se quejó, lo cual era una cosa muy ridícula
para decir.
―No veo nada de sangre o moretones ―comentó Remy mientras se acercaba
a la orilla. Sus botas y pantalón de color caqui estaban mojados hasta las rodillas.
Él no se molestó en contestar, reconociendo el brillo travieso en los ojos de su
hermano.
―Quiero decir, me imagino que cuatro días tú y Valerie "Hielo" Breaux juntos,
ella debería haberte hecho algo de daños importantes para ahora. Al menos debes
tener congeladas algunas partes importantes del cuerpo ―explicó Remy, fingiendo
examinar su cuerpo en busca de congelación.
―Hay una marca en su cuello ―señaló Tee-John, también parándose frente a
él. Sólo llevaba una camiseta sin mangas, un short de traje de baño, y zapatos
atléticos sin calcetines. Probablemente se consideraba como el adolescente más sexy
del mes. Probablemente lo era.
―Supongo que podría ser un moretón de ella tratando de estrangularlo hasta
la muerte ―le dijo Remy a Tee-John.
8
―O podría ser un chupetón ofreció Tee-John de nuevo. 4
―O marcas de dientes ―observó Remy ―. Sí, eso es lo que creo que es.
Uh-oh. Antes de que pudiera detenerse a sí mismo, Rene llevó una mano a la
mancha sospechosa, confirmando las sospechas de sus hermanos.
Riendo abiertamente ahora, sus hermanos estaban palmeándose uno a otro en
la parte posterior con regocijo. Debido a él.
―¿Te estampaste contra una puerta, hermano? ―preguntó Tee-John entonces.
―No. ¿Por qué? ―A veces tengo el sentido que Dios le dio a un ganso. Debería saber
mejor que no debo animar a mis hermanos.
―Podría jurar que tus labios están todos hinchados.
―Yo te voy a dejar todo hinchado. ―Rene estiró un brazo para golpear a su
hermano, pero él maniobro hacia la izquierda, luego a la derecha, y puso un poco de
distancia entre ellos.
―Estás en mierda profunda ―comentó Remy entonces, hablando serio,
aunque sus labios aún se crisparon con alegría―. Y no me refiero a tontear con Val.
―Dímelo a mí. ―Y él no quiso decirlo como estímulo para que Remy le dijera
realmente algo.
Tee-John pasó a su lado, por las escaleras, y fue a la cabaña. Podían oír
provocándolo a tante Lulu, quien amaba al bribón. Ella probablemente lo
alimentaria antes de salir, pensando que podría morir de hambre si no tenía su
buena comida cajún en su vientre.
―J.B. y Maddie llevaron su barco camaronero al Golfo por unos días a pescar
―le dijo Remy, sentándose en los escalones―. Luc les ordenó que permanecieran
fuera de la vista hasta que hablaras con ellos.
―Bien.
―Ellos piensan que caminas sobre el agua, hermano.
―La última vez que lo intenté, tuve tres hojas al viento y me dieron un cubo
de agua para mi nariz.
Remy le sonrió.
―Pero, hombre, olvídate de tu club de fans. Todos los demás en el mundo van
a estar tras de ti. Es algo bueno que no vayas a volver hoy.
Rene se unió a su hermano en el porche y dejó que su silencio fuera una
pregunta.
―La madre de Val está volviéndose loca. Pleitos aterradores. Clamando que 8
su hija nunca se involucraría con cualquiera de esos ecologistas chiflados o 5
cualquiera de esos locos LeDeux.
Los dos hermanos se sonrieron el uno al otro, en absoluto preocupado por la
reputación LeDeux. De hecho, ambos habían echado un montón de combustible a lo
largo de los años.
―¿Acaso se ha olvidado que su sobrina Sylvie está casada con un LeDeux? ―le
preguntó Rene a Remy.
―Lapsus de memoria conveniente. De todos modos, alborotó a su clan de
perras Breaux y ellas a su vez alborotaron a algunos políticos y medios de
comunicación.
Se encogió de hombros. No es gran cosa. No tenía miedo de Simone Breaux o
los políticos. Val, por el otro lado…
―No creo que sea sólo la acción legal a lo que le tienes miedo ―dijo Remy,
como si leyera su mente.
¡Como si no supiera eso ya!
―¿Qué más?
―J.B. y Maddie mencionaron un presuntuoso documental, que si hace ningún
bien, podría afectar a algunos de sus bolsillos. La gente pelea sucio cuando se trata
de dinero. Podrías estar en peligro.
Agitó una mano con desdén.
―Papá ya ha llamado para emitir uno de sus amenazas habituales.
―¿Cómo?
―Me va a sacar la mierda si no pateo la línea, su línea. Él no es lo
suficientemente grande como para hacerlo por sí mismo más; así que,
probablemente va a contratar a alguien para hacer el trabajo sucio.
Remy sacudió la cabeza desesperadamente. Eso lo decía todo cuando se trataba
de su padre. ¡El hijo de puta!
―Además, no va a ser un documental. Todo fue una fabricación que J.B. y
Maddie inventaron con la esperanza de agitar el avispero.
―Ellos hicieron eso, seguro.
―Tu no convences a alguien para hacer un favor al secuestrarla. ¡Háblale!
―Tampoco tienes casi-sexo con ella y esperas que no sospeche de tus motivos… incluso si
era su idea―. No me puedo quejar de J.B. y Maddie, sin embargo. Sus corazones están 8
en el lugar correcto. 6
―Sus corazones, y otras vísceras, pueden muy bien estar en la cárcel para el
momento que Val acabe con ellos. ¿Qué hay de Val, por cierto? Luc está listo, si lo
necesitas. ¿Qué va a decir o hacer, cuando regrese?
―No tengo ni idea. Ella ha hecho un montón de amenazas, pero mi instinto
dice… No sé.
Justo en ese momento, Tee-John salió con un sándwich de bagre en una mano
y una lata de Cola RC en la otra. Colocando su soda en la barandilla del porche,
tomó un bocado de su sándwich, y luego dijo:
―¿Qué es eso? ―Tee-John bajó los escalones del porche y recogió algo del suelo
por la tienda. Era de color rosa, pero, oh Dios mío, no era una flor.
Dándole una sonrisa de "te atrapé", Tee-John sostuvo en alto y le preguntó:
―Has estado jugando a policías y ladrones, ¿verdad, hermano mayor?
Rene sintió su cara calentarse mientras pisoteaba por los escalones y se acercó
para coger las malditas esposas, que debían haber olvidado la noche anterior. Tee-
John bailaba alejándose, todavía sosteniendo las esposas fuera de su alcance. “Tee-
John” era el diminutivo cajún para Little-John, que se convirtió en un nombre poco
apropiado mientras más crecía, el chico era tan alta como él, pero eso no significaba
que no fuera a pegarle si no se comportaba bien.
―¿Qué es? ―preguntó Remy, subiendo para pararse junto a Rene.
―Esposas ―dijo Rene―. Las conseguí de tante Lulu, quien las recibió de,
¿déjame adivinar quién? ―Miró fijamente a Tee-John.
―¡Tee-John! ―dijo Remy con una risa―. Estoy sorprendido por ti.
¡Hah! Nadie se sorprendía de lo que sea que Tee-John hacía.
Entonces Remy miró y sonrió.
―¡Rene! Me sorprendes, también.
Sí, claro.
―No son los mías ―dijo Tee-John.
―Son de Charmaine ―dijo tante Lulu, entrando por la puerta, arrastrando un
maletín con ruedas detrás de ella que se abulta a los lados, así como su bolso
gigantesco, que también estaba abultado en los laterales―. Me las consiguió pa´ mí
como recuerdo de Lucky Duck Motel.
Los tres sólo quedaron asombrados con su tía.
8
―Son solo condones y cosas de vaselina y vibradores de labios que recibí de 7
Tee-John. ¡Jesús! ¿Nadie nunca escucha lo que digo? Pa´ qué son esos labios rojos de
to´os mo´os, Tee-John?
―Es para sostener cigarrillos ―dijo Tee-John… con una cara seria.
Rene y Remy miraron con la mandíbula abierta a su hermano. Tenías que estar
impresionado con un chico que podrías inventar tal mierda improvisadamente.
―¿Acaso no te dije que no deberías fumar? ―dijo tante Lulu, meneando su
dedo índice a Tee-John.
―No lo haré nunca más. ―Tee-John agachó su cabeza con vergüenza
exagerada. El muchacho era una verdadera pieza de trabajo.
Remy y Tee-John ayudaron a tante Lulu a llevar sus maletas hasta el
helicóptero. Antes de irse, Tee-John metió las esposas en el bolsillo trasero de Rene
con una palmadita en el culo para asegurarlo.
Val salió entonces. Y whuuu-hombre! Esta era la Val que él conocía, no la que
había llegado a conocer la noche anterior. Este era el modelo para la intimidante
Hielo Breaux. Llevaba el traje de color gris plateado con el que había llegado y con
tacones altos. Su cabello estaba peinado hacia atrás y humedecido. Llevaba un poco
de maquillaje, gracias sin duda a tante Lulu. Se veía bien, pero parecía tan lejana a
Rene LeDeux como caviar de cangrejos de río. Ella era de alta de la ciudad criolla; él
era de la clase baja del pantano cajún. Había olvidado eso durante unos minutos la
noche anterior.
―Rene…
―Val… ―empezó a decir al mismo tiempo.
―Tú primero ―dijo.
―Lo lamento.
Había una repentina mirada dolida en sus ojos al oír sus palabras.
―No acerca de lo de anoche. No me arrepiento de eso. Quiero decir, lamento
todo este lío. Ya sé que no me crees cuando dije que no estaba involucrado. Sin
embargo, probablemente podría haber conseguido que regresaras pronto. ―Al igual
que el primer día.
―Sí, supuse eso. ―Ella lo miró por un momento y luego dijo―: No me
arrepiento de lo de anoche, tampoco. Oh, y no te preocupes. No voy a estar detrás
de ti ahora y hacer que te sientas obligado a verme de nuevo.
Esquive una grande allí.
―Nunca pensé eso. 8
8
Le quito importancia a sus protestas.
―Sospecho que te debo las gracias por no llevar las cosas más allá.
Oh, no, vamos a hablar de esta cosa hasta la muerte. Déjalo ir. ¿Cuándo aprenderán
las mujeres?
―Pero prefiero que simplemente lo dejes ir.
¡Sorpresa, sorpresa!
―¿Qué vas a hacer?
Ella inclinó la cabeza hacia un lado, preguntándose a qué se refería. Él pudo
haberse referido a innumerables cosas. ¿Iba a volver a Trial TV? ¿Iba a presentar
cargos en su contra? ¿Había una remota posibilidad de que podría ayudarlos? ¿Iba
a verlo de nuevo, algún día? ¿Estaba planeando ponerle fin a su celibato de dos
años?
―No lo sé ―dijo entonces―. Simplemente no lo sé.
Eso es exactamente lo que él le había dicho a Remy.
―Al menos creo que mi celibato de dos años ha terminado.
¿Qué? ¿Qué?
―Uh, no lo creo. No me gusta que decírtelo, querida, pero anoche no terminó
tu celibato. La próxima vez es cuando terminara tu celibato. Parte A entra en la parte
B, que es cuando termina el celibato. ―Debería cortarme la lengua y dársela de comer a
ese cocodrilo pasando por allí. ¿Por qué simplemente no le doy una clase sobre educación
sexual?
―¿Es eso un hecho? ―Ella puso un puño en una cadera en desafío.
Prácticamente un hecho.
―Sin duda es un hecho. ―O tal vez debería poner un poco de relámpago cajún en
él y comérmelo yo mismo.
Sí. Lengua Tabasco. No puedo esperar para escuchar lo que diré a continuación. ¡Habla!
―La próxima vez, ¿no? Y qué te hace pensar que va a haber una próxima vez.
¿Qué te hace pensar que voy a dejar que tú seas el elegido?
―El rayo. ―No puedo malditamente creer que dije eso.
Val rió.
―Has estado alrededor de tu tía demasiado tiempo.
Por supuesto. Pero él también rió. De sí mismo.
8
―De todos modos… adiós. ―Le tendió una mano para estrecharla.
9
Él miró su mano. Levantó la mirada hacia sus labios todavía hinchados por
besarse. Negó y sonrió lentamente. Luego le dio un tirón hacia delante y la besó
profundamente en los labios. En el fondo, podía oír a tante Lulu diciéndole a Remy
y Tee-John:
―E´ el rayo. Bendice su corazón, él no puede evita´lo.
Cuando terminó con su beso monumental ―y, sí, era monumental, para su
humilde opinión― le dijo al oído:
―Esa es la forma en que los cajúns dicen adiós, hermosa. Y recuerda, la próxima
vez… ¡ga-ran-ti-za-do! ―Ellos bien podrían sacarme la lengua y exhibirla en el museo de
“Aunque Usted no lo Crea de Ripley”.
Ella no dijo nada, sólo lo miró fijamente, sin habla.
Pero no por mucho tiempo.
Val se acercó.
Pensó que iba a golpearlo en el trasero. Pero no, déjaselo a Val para tener la
última palabra, por así decirlo. Sacó las esposas de color rosa de su bolsillo trasero y
se las ondeo en su cara antes de colocarlas en la cintura de su falda.
Él le arqueó las cejas.
―¿Recuerdo?
Ella se echó a reír.
―Evidencia.

Bienvenido a casa, bebé… ¡no!

El helicóptero aterrizó en el otro extremo del aeropuerto privado, pero aun así
una multitud aguardaba por Val fuera de la pequeña terminal mientras se disponía
a desembarcar.
―Debe ser muy popular ―comentó Tee-John, el hermano menor demasiado-
lindo-para-ser-verdad de Rene.
―Ni de cerca ―respondió ella―. Es sólo mi madre y unas pocas docenas de
sus amigos más cercanos. Ya sabes, los políticos, la policía, los ejecutivos del
petróleo, y diversas otras personas bajo su pulgar.
9
―Te ´puesto que Valcour ta´ ahí fuera ―dijo tante Lulu―. ´puesto que va a 0
intentar sorprenderme. Te ´puesto que va a tratar de darme el mal de ojo. Te ´puesto
podría darle una paliza y ni siquiera sudar. Para tanto con la gente del petróleo que
huele como la parte trasera de un motor diésel. ―Miró a Tee-John y añadió―: Sin
ánimo de ofenderte, cariño. Él puede ser tu papá, pero él y yo nos conocemos.
Tee-John apretó el hombro de tante Lulu.
―Yo estoy de tu lado.
La puerta del copiloto del helicóptero fue abierta por una operadora del
aeropuerto y todos ellos se levantaron.
―¡Oye, Val!, ¿le diste a Rene un chupetón? ―Tee-John lanzó esa pregunta a su
salida de la nada, entonces bateó sus pecaminosamente largas pestañas hacia ella
con fingida inocencia.
―Me niego a responder esa pregunta en territorio que puede ser
incriminatorio.
―Buena respuesta, consejero ―dijo Remy, sonriéndole.
Remy era un hombre muy guapo, pero sólo en un lado de su cara. Al parecer
había sido herido en la Tormenta del Desierto. Es curioso cuán fácil se pone después
de la sorpresa inicial el pasar por alto su desfiguración.
―¿Tengo que llamar a Luc? Ellos no nos van a arrestar, ¿verdad? ―preguntó
Remy. Hablaba en serio, a pesar de que no parecía demasiado preocupado.
―No, a menos que hagas algo estúpido. Como abrir la boca. ―Antes de que
Remy tuviera la oportunidad de estar ofendido por su brusco comentario o en
realidad hiciera algo estúpido, Valerie se transformó en su papel el cual sabía
interpretar expertamente. Espalda recta, sin expresión de abogado en su cara, modo
de ataque listo.
Tante Lulu miro todo el pueblo y exclamó:
―Veo que los buitres han veni´o a comer.
¡Muy cierto!
―Siempre puedes quedarte en mi cabaña si no quieres ir a casa todavía
―ofreció tante Lulu, sorprendiéndola. Entonces la anciana se sorprendió aún más al
darle un cálido abrazo―. Solo llámame si necesitas algo.
Valerie no podía decir por qué, pero la bondad de la vieja la había conmovido
inmensamente. Alejándose del helicóptero, Valerie se dirigió directamente hacia la
multitud que esperaba, en lugar de tratar de evitarlos yéndose hacia al otro lado de
la terminal.
9
―Shelley ―dijo, estirándose para estrechar la mano de la reportera de la 1
televisión local. Ella y Shelly Thornton habían asistido a la Escuela Nuestra Señora
de Bayou juntas; ella estaba casada con Ronnie Eichenlaub, el propietario de la
estación―. ¿Cómo estás? Vamos a tomar el almuerzo.
Su calidez y la invitación parecieron bajarle la guardia a Shelley, pero sólo por
un segundo.
―Valerie, ¿es cierto que te secuestraron? ¿Podemos irnos a un lado y hacer una
entrevista? ―Hizo un gesto hacia su camarógrafo cuya filmación ya estaba rodando.
―Oh, no ahora, cariño. Me siento tan sudorosa después de estar en el pantano
sin aire acondicionado durante cuatro días. ―Sopló los mechones de cabello fuera
de la frente. Antes de que Shelley tuviera la oportunidad de protestar, le dijo―: ¿Qué
tal mañana a las 13:00? ¿Iré a la estación?
―Uh… sí… seguro ―dijo Shelley, complacida de que le hayan entregado la
oportunidad de una entrevista.
―Oye, ¿qué hay de nosotros? ―Era un reportero del periódico Houma. El
hombre que estaba junto a él estaba sosteniendo una copia de la actual Tiempos
Picayune de Nueva Orleans, de donde ella supuso venia el reportero.
―Llámenme ―le dijo a los dos―. Me comprometo a decir todo, pero no hoy,
muchachos. Estoy drenada. ―Bueno, me las arreglé para dejar de lado la cuestión del
secuestro… por ahora. Vamos a ver quién es el siguiente. ¡Uh-oh!
Simone Breaux paso a través del grupo de gente y se precipitó hacia adelante,
sus brazos extendidos. Su madre tenía cincuenta y cinco años, pero podría pasar por
cuarenta y algo con toda su cirugía plástica, el mismo elevado peinado elegante que
había llevado durante veinte años, figura esbelta, que trabajó duro para mantener,
no Richard Simmons, sino un entrenador privado que la mantenía en una dieta
vegetariana y una máquina de correr de cinco mil dólares y un traje pantalón de
seda que probablemente había costado más que la cabaña de Rene. La cámara de
televisión y fotógrafos de los periódicos estaban grabando todo. No te pierdas ni una
sesión de fotos, ese era el lema de su madre.
―Cariño, he estado tan preocupado ―lloriqueó su madre justo antes de poner
una mano en cada uno de los hombros de su hija y le dio besos al aire a cada lado
de su cara. Qué diferencia con la expresión sincera de confort por parte de tante
Lulu.
Susurrando en su oreja, dijo su madre:
―Tu traje está arrugado, y necesitas más maquillaje. ―Ella en realidad olfateo 9
y luego arrugó la nariz, como si pudiera oler el pantano, y que Dios no lo quiera, 2
sexo en ella. No es como si realmente tuve sexo, como Rene tan acertadamente señaló hace
una hora. Sólo casi-sexo. Jesús, mi cerebro se está derritiendo con este calor―. Párate
derecho y déjame hablar a mí ―dijo su madre a través de su sonrisa enyesada.
―¡De ninguna manera! ―dijo, saliendo del pseudo abrazo de su madre.
―He organizado una conferencia de prensa en uno de los salones del
aeropuerto ―dijo su madre, apresurándose para ponerse al día con ella―. Debemos
presentar un frente unido. Tu tía Inés dará la introducción de apertura. Tus tías
Madeline y Margo estarán en la audiencia para apoyo, y tu abuela Breaux, también.
Valerie se detuvo de repente y miró a su madre.
―¿No quieres saber si estoy bien?
―¿Eh? Por supuesto.
―No has preguntado.
―No seas impertinente conmigo, señorita.
―Tengo treinta y cinco años, madre. Ni de cerca soy una señorita.
―Este no es el momento ni el lugar para que tengas un colapso ―dijo su madre
en voz baja.
―¿Cuándo sería un buen momento?
Su madre no respondió. En su lugar, desviado su atención a la zona cercana a
la terminal donde el grupo LeDeux estaba. Tante Lulu estaba hablando
animadamente con alguien cuando señaló a Val. Val se dirigió hacia allí. Con suerte,
tal vez su coche rentado aún estaba en el estacionamiento.
―¿Qué está haciendo él aquí? ―preguntó su madre, mirando a la última
incorporación a la fiesta LeDeux.
Ahora que estaban más cerca, Valerie reconoció a Lucien LeDeux, abogado de
Houma conocido. Nunca lo sabrías por su atuendo, sin embargo. Llevaba una
camisa hawaiana roja, verde y blanco sobre pantalón negro con sandalias.
―Hola, tía Simone ―dijo Luc. Luc solo estaba relacionado con ellos por
matrimonio, pero se deleitaba en recordar a su madre la relación.
Su madre gruñó y murmuró algo sobre "picapleitos".
Luc se giró hacia Valerie entonces y le guiñó un ojo.
―Hola, primita. Escuché que el rayo se estrelló. ―Él la miró, luego a tante
Lulu, luego de vuelta a ella otra vez.
―No lo hizo ―protestó. Apenas conocía Luc, a pesar de que estaba casado con 9
su prima Silvia, a quien no había visto en años. Reconoció que Luc sólo estaba 3
tratando de provocarlas a las dos. Él de hecho esperaba que torciera su nariz como
su madre y se irritara un poco.
―¿Qué rayo? ―Su madre quería saber.
―El rayo de amor ―le informó tante Lulu―. ¿Es que acaso no sabes na´a? Val
y mi Rene están probablemente enamora´os pa´ ahora.
La madre de Valerie le enseñó sus dientes a tante Lulu, quien sólo sonrió
inocentemente.
―Sobre mi cadáver ―dijo Simone. Luego miró fijamente a Valerie y le dijo―:
Te veré en casa. ―Giró sobre sus talones y se alejó.
―¿Está mi coche rentado aún en el lote? ―le preguntó a Remy.
Remy asintió.
―Tee-John fue a conseguirlo para ti. Él va a estar estacionándolo en cualquier
momento. Acaba de conseguir su permiso para conducir y cualquier excusa para
conducir es…
Un BMW negro se detuvo chirriando a las afueras de la valla metálica. Cómo
encendió el coche sin las llaves, no quería saber. La música country sonaba en la
radio a través de las ventanas abiertas y el techo corrido. Shania Twain se estaba
lamentando el hecho de que sólo dolía cuando respiraba.
Sí. Un comentario perfecto en su vida.

9
4
Capítulo 08

Hogar no-tan-dulce hogar

Val estaba de vuelta en la casa en Houma.


Aquí en su dormitorio en la histórica minimansión, las paredes parecían
aprisionarla. La familia de su madre había vivido aquí durante ciento cincuenta años
o más. Se preguntó cómo se las había arreglado para vivir aquí durante dieciocho
años más o menos.
La habitación estaba decorada igual a como lo había sido cuando era una niña, 9
al igual que lo había estado probablemente antes de la Guerra Civil. Alfombra
5
Aubusson roja y negra en el piso, cama de caoba con dosel oscuro con pesado
brocado dorado y colcha a juego con las cortinas con borlas que colgaban sobre las
estrechas ventanas de piso a techo. Molduras de yeso tallado alrededor del techo con
un medallón central adornado. Invaluables muebles antiguos que pasaron de
generación en generación de familias criollas, sobre todo en el estilo federal usando
ciprés nativo teñido para parecerse a la madera satinada tan popular en el siglo XIX.
En las paredes había grabados originales de la naturaleza de pájaros del bayou y una
enorme pintura al óleo de una belleza sureña a quien le leyó la fortuna alguna mami
negra.
Formal y oscura, así es como ella la describiría.
Definitivamente no es el ambiente cálido y acogedor en el que un niño se
sentiría cómodo. Ni un adolescente, tampoco.
Y Dios no permita que ella pusiera una marca de crayón en el empapelado de
calidad de museo o una mancha en el vidrio en las mesas incrustadas Hepplewhite.
Sus ojos se dirigieron rápidamente al armario, luego se alejaron con la misma
rapidez, no queriendo recordar lo que sucedía cuando las niñas eran malas.
Es difícil creer que sólo veinticuatro horas habían pasado desde que había
estado en lo profundo del bayou. Aún más difícil de creer que realmente deseara
estar de vuelta allí. Se estaba ahogando en todos los recuerdos desagradables de este
armario traía de nuevo a ella, ni que hablar de la mierda que le aguardaba este día.
Tenía tres citas programadas con los medios de comunicación durante las
próximas horas. Pero primero, tenía que enfrentarse a su madre, que no le hablaba
después de su pelea a gritos la noche anterior. No había estado gritando de por sí;
su madre tenía una civilizada forma de gritar que la llevaba a una forma de arte.
También se reunieron a continuación, listas para saltar, su abuela, Dixie Breaux, sus
tías Madeline, Margo, e Inez Breaux, y el abogado de la familia desde hace mucho
tiempo, Armand Cuvier. Su madre, resultó que, había elaborado un plan; uno
mecanografiado, de cosas específicas que esperaba que Valerie hiciera sobre su
reciente "secuestro".
Le había enfurecido a su madre que ella ni siquiera leyera la maldita cosa o
estuviera de acuerdo con su estrategia para explotar su reciente aventura hasta más
no poder. Ella estaba hablando de dinero, tiempo en la cárcel, los beneficios políticos,
el beneficio personal. En esencia, según su madre, Valerie tenía los medios para
enterrar a todo el clan LeDeux y a los ambientalistas del bayou junto con ellos. Su
madre había querido tener presente a la policía y al FBI, pero Valerie se había puesto
firme entonces.
9
―Nada de policía. Ni FBI. Si y cuando haya cargos para ser presentados, me
pondré en contacto con las autoridades. Nadie más.
6
Si eso no fuera suficiente, había encontrado varios mensajes interesantes en su
contestador automático.
Elton Davis, el del pene pequeño, había llamado tres veces. La mayoría de sus
mensajes eran más o menos como la primera.
―¡Oye, nena! ¿Cómo estás? Realmente no creíste que te despedí, ¿verdad? ¡Ja,
ja, ja! Tengo una gran idea para ti. Llámame.
Hmmm. Debe haber alguna ganancia para el viejo y querido Elton. O estaba en
la cola del vicio para despedirla, o tenía alguna vil idea que sólo ella podía hacer y
así hacerlo quedar bien.
Amos Goodman, jefe de Trial TV y jefe de Elton Davis, había llamado también.
―Usted y yo tenemos que hablar, Sra. Breaux. Llámame cuando pueda. Me
gustaría tener una reunión cara a cara.
Hmmm. Sólo había se había encontrado con el mandamás en algunas ocasiones
en los últimos tres años, y entonces estrictamente en entornos de grupo, como una
fiesta de la empresa. Debe ser importante.
Uno de los camarógrafos con quien trabajó hace unos años, Justin Dugas, había
llamado, también.
―Hola, Val, si los rumores son ciertos de que estás pensando en un
documental del bayou, cuenta conmigo. Yo hago trabajo independiente ahora, y me
encantaría hacer frente a ese trabajo. Soy de Chauvin, en caso de que no lo supieras.
Mi maw-maw y paw-paw13 eran pescadores de camarón aquí antes de que Dios
fuera un bebé. Soy parte indio Houma. De todas maneras. Aquí está mi número.
―Justin era un joven de veintitantos años que había cubierto un notorio juicio de
esclavitud infantil con ella hace dos años. Tenía el cabello negro que le caía por la
espalda, un cuerpo de atleta por años de atletismo y un verdadero talento para la
videografía y fotografía. De hecho, él había ganado un Pulitzer por unas fotos que
había tomado en Afganistán hace dos años.
Hmmm. Estaba intrigada de que Justin la llamara… y que él creyera que ella
había considerado tal proyecto de organización no lucrativa y de bajo perfil.
Ausente de sus llamadas en cola estaban las de los LeDeuxs… en particular,
Rene. Ella había pensado que él la habría llamado para ver cómo le había ido. O
simplemente para hablar.
Por un lado, quería hablar de su proposición fuera-de-carácter y por qué no lo 9
había tomado como una conclusión natural; y qué pensaba de ella ahora. 7
Por otro lado, ella se sintió mortificada por su comportamiento. Nunca había
sido el agresor en el sexo antes, pero prácticamente había saltado sobre los huesos
de Rene sin invitación. Tal vez lo mejor era simplemente dejarlo hasta ahí. Actuar
como si nunca hubiera pasado.
Es más, pensó que su familia habría tratado de presionarla para no presentar
cargos. Nada. Estaban dejándolo en sus manos.
No sabía si sentirse impresionada o enojada. Lo que sea. Justo ahora, tenía que
hacerle frente a la artillería pesada; su familia, y después de eso, a la artillería menor;
los medios de comunicación. Se acercó a un espejo de pedestal en un marco ovalado
antiguo y se comprobó una última vez: una blusa de seda negra a medida, abierta
en el cuello, solapas dobladas cuidadosamente sobre un reluciente traje de lino
blanco, aretes de perlas de la bisabuela Gisette, tacones negros de diseñador, más
que suficiente maquillaje para ajustarse a las cámaras, y ni un cabello fuera de lugar
para acomodar a su madre. Si nada más, Valerie hacía de una mujer profesional a la
perfección.

13
Mawmaw y Pawpaw son palabras cajunes para abuela y abuelo. Es exclusivamente utilizado en el
sur de Luisiana.
Bajó por la amplia escalera central y caminó por el corredor de doble ancho a
la terraza de atrás, ni una vez miró a su alrededor, ni siquiera a las pinturas de los
miembros de la familia en marcos ornamentados que observaban su progreso.
Esta era la casa que de la que Architectural Digest había declarado una vez como
"una obra maestra del encanto del sur" y cuyo paisajismo meticuloso se consideró
"una oda a la Luisiana y su historia antes de la guerra" por la revista Southern Living
justo el año pasado. Ese viejo cliché de "una casa no es un hogar" le vino a la mente
en ese momento.
El séquito Breaux estaba sentado alrededor de una gran mesa de hierro forjado,
redonda, blanca, junto con su abogado. Todos estaban fortaleciéndose con julepe de
menta, una especialidad de Ada Rose Johnson, su ama de llaves de toda la vida.
Ada Rose, cuyo cuerpo regordete estaba metido en los zapatos ortopédicos y
uniformes de una criada tradicional, le guiñó un ojo por detrás de la banda y levantó
un julepe de menta llevándola como una silenciosa pregunta hacia ella. Valerie negó
con la cabeza. Nada de licor hoy. Quería su cerebro claro y alerta.
Notó que su madre le daba un vistazo más para cerciorarse si su atuendo era
apropiado. Ya que ella no dijo nada, Valerie supuso que estaba presentable.
Después de saludar a todas las otras damas presentes, a las que ya había 9
saludado la noche antes cuando se dejaron caer por la casa, se inclinó y le dio al 8
abogado un beso en la mejilla. Su cabello blanco como la nieve, barba y bigote bien
cortados y arreglados, como siempre. Su traje blanco de Palm Beach personificaba
el caballero sureño de antaño
―¿Cómo te va, Armand?
―Muy bien, cariño. He escuchado que estás teniendo algo problemas.
―Sólo un poco ―dijo, y se sentó en la silla vacía a su lado.
―¿Qué estás planeando hacer al respecto?
―Nada ―dijo.
Un jadeo comunal provino de los miembros de su familia.
―Por ahora ―agregó.
Su madre entrecerró los ojos en ella. Si hubieran estado solas, probablemente
la hubiera abofeteado… o intentado. Ya era demasiado grande como para meterse
en un armario.
Sus tías intercambiaron miradas significativas como si esperaran no menos de
ella. Al crecer, ella siempre había sido la perfecta, pero en los últimos años su madre
afirmaba que ella había sido yanqui-zada, un pecado en el sur. Venía de mucho estar
viviendo en el norte.
―Precisamente, ¿qué sucedió, querida? ―le preguntó Armand.
―Los ecologistas quieren hacer un documental sobre el sur de Luisiana y el
bayou. Por alguna razón, pensaron que sería una buena persona para hacerlo.
―¿Cuáles ecologistas? ―le preguntó su abuela bruscamente―. ¿Rene
LeDeux? ―Su abuela había sido una activista de las petroleras durante años hasta
su retiro el año pasado a la edad de setenta y cinco. Todavía actuaba como consultora
de Petróleos Cypress. Dixie Breaux no es y nunca había sido la chica del cartel para
la adorable y mimosa abuela.
Valerie asintió.
―Entre los demás.
―Deberías demandarlo hasta dejarlo en calzoncillos. Qué descaro el de esos
LeDeuxs. Escoria, ¡todos ellos! ―Esa fue Inez Breaux hablando ahora. Inez era una
congresista de Estados Unidos y la madre de la prima de Valerie, Sylvie, quien había
avergonzado a su madre extremadamente hace unos años al casarse con Lucien
LeDeux―. Ese Rene tuvo el descaro de venir a mi oficina el año pasado y tratar de
conseguir que votara en contra de los subsidios al petróleo. 9
9
―¿Por qué tú? ―le preguntó tía Madeline a Valerie.
Precisamente lo que pregunté yo, aunque suene un poco ofensivo viniendo de ti, tía.
―Fui a la escuela con Rene. Él sabía que yo estaba involucrada en la televisión
y asumió, incorrectamente, que sería la persona adecuada para hacer un
documental.
Sus tías Madeline y Margo eran propietarias de una compañía de té de pedidos
por correo, quienes habías estado en el lado opuesto de la sala de audiencias de
Lucien LeDeux en una ocasión. Les había hecho quedar en ridículo, por decir lo
menos.
No había amor perdido.
―¿Él te secuestró? ―preguntó Armand sin rodeos.
―En realidad, Rene no tuvo que ver conmigo yendo a su casa. ―Oh, me debes
una grande por esa, Rene―. Todo fue idea de sus amigos Joe Bob y Maddie Doucet de
la Asociación de la Pesca de Camarones.
Bueno, eso fue un buen trabajo para evadir la pregunta.
―No juegues con nosotros, Valerie ―dijo su madre―. No me trago esta
historia tuya. Tú no habrías dejado tu equipaje y el bolso en un auto de alquiler en
el aeropuerto. Podrías haber llamado para hacerme saber dónde ibas y por cuánto
tiempo. Y, por cierto, ¿cuándo me ibas a contar que te despidieron?
Valerie sintió que su rostro se incendió de la vergüenza ¿Acaso su madre tenía
que sacar ese tema delante de todos? En realidad, por los asentimientos, podía
asumir simplemente que ellas ya habían hablado de su "fracaso" en el lugar de
trabajo antes de su llegada.
Antes de que tuviera la oportunidad de defenderse, Armand le apretó la mano
y dijo:
―Tú siempre tiene un lugar en mi despacho de abogados.
―Gracias ―dijo sinceramente―, pero eso no será necesario. Además, no estoy
segura de que este despedida. ―Vio a las tías a punto de interrogarla y levantó una
mano para detenerlas―. Mis perspectivas laborales no son el problema aquí.
―Tienes razón, Valerie ―dijo su abuela―. El rendimiento de tu trabajo no está
en cuestión aquí. Es de la familia. Y, francamente, tu actitud no está ayudando a esta
familia. No, en absoluto.
Valerie se tensó con afrenta.
―Mi negocio está siendo atacado por esos psicópatas ambientales ―dijo su 1
madre―. La gente tiene miedo a comprar bienes raíces en mi nuevo desarrollo 00
debido a las preocupaciones infundadas que estas personas han planteado. Además,
no les gusta tener que conducir a través de los piquetes para llegar a sus hogares.
Sería como esos psicópatas que tratan para llegar a mí a través de mi hija. Imagina
cómo me sentí cuando la prensa dijo que podrías estar trabajando con ellos. Un
cuchillo en la espalda, eso es lo que era.
¿Por qué todo siempre vuelve a ti, madre?
―Y esos LeDeuxs ―escupió prácticamente tía Margo―. Alguien debería
poner a todo el lote en la cárcel.
―Podría haber ramificaciones políticas si las personas se alborotan por la
contaminación de nuevo ―añadió tía Inez―. Y una campaña masiva de inscripción
de votantes en base a la tan llamada agenda verde podría muy bien significar un
desastre para mi carrera.
―¿Estás diciendo que estás a favor de la contaminación, tía Inez? ―preguntó
con sorpresa exagerada.
―Por supuesto que no. No seas insultante. Lo que hago es a favor de los
empleos sobre las queja de algunos míseros amantes de los árboles.
―No veo por qué Rene no puede ser más sensible, como su padre. Ahora ahí
hay un hombre que sabe de qué lado está untado su pan con mantequilla ―dijo su
abuela, luego se echó a reír―. Del lado aceitoso.
―¡Abuela! ―exclamó Valerie, sabiendo completamente bien incluso antes de
que su abuela se erizara, que ella odiaba que la llamaran así. Prefería ser llamada
Dixie―. Ese Valcour LeDeux es un hijo de puta alcohólico.
―¡Valerie Breaux! ―dijo su madre en su más severa voz de Joan Crawford.
―Bueno, es cierto. Todo el mundo en Houma sabe lo que es, cómo trataba a
sus hijos cuando eran jóvenes, cómo vendió sus tierras familiares a la empresa
petrolera… como…
―¿Podría usted recordar señorita ―interrumpió su abuela―, que tu familia
está ligada con los intereses petroleros? Yo, en particular.
―Mis acciones en Petróleo Cypress ayudaron a financiar tu muy costosa
educación universitaria ―señaló su madre.
―Permíteme diferir. Yo tenía un fondo fiduciario que me dejó la bisabuela
Breaux que debe haber más que cubierto mi educación. La última vez que lo
comprobé, no había acciones de petróleo en mi cartera de valores ―argumentó, lo
cual era un ejercicio inútil. 1
01
Su madre nunca la escuchaba.
Armand puso su rostro entre las manos, y luego levantó las manos en
consternación de una manera muy teatral.
―¡Señoras, señoras, señoras! ¿Por qué estoy aquí? Si no vamos a discutir una
demanda en contra de Bayou Unite y sus partes separadas, puedo muy bien irme a
mi club para el almuerzo.
―No voy a presentar una demanda, Armand ―dijo Valerie en un tono tan
firme como pudo―. Tal vez más tarde, pero no ahora.
―¿Por qué? ―preguntaron sus dos tías al mismo tiempo.
―Porque necesito más hechos.
―¿Acerca de? ―Su abuela parecía genuinamente interesada y desconcertada.
―Sobre todo. El proyecto que Bayou Unite tiene en mente. Por qué se enfocan
en mí. Si de hecho tengo un trabajo en Trial TV. Dónde están mis alternativas legales.
Todo.
―¿No te has decidido por nada seguro, entonces? ―preguntó su abuela,
esperanzadamente.
―No.
Su madre entrecerró los ojos hacia ella de nuevo.
―Esa vieja arpía de Louise Rivard dio a entender que hay algo entre tú y Rene
LeDeux. Por favor, dime que no es cierto.
―Define "algo". ―Casi de inmediato, se dio cuenta de su error. Nunca pagó
para dar pie a su madre.
―Lo juro, Valerie, vas a ser mi ruina.
Una vez más, ¿por qué siempre se trata de ti, madre?
―Ella se refiere a ―tía Margo interpretó a su madre―, ¿te has enamorado de
ese semental de casas rodantes?
Valerie se echó a reír y se recordó repetir eso para Rene cuando; si, lo veía otra
vez.
―Puedo decir sin duda que Rene LeDeux no está enamorado de mí. Y yo no
estoy enamorada de él. ―Enlujuriados, tal vez, pero no enamorados.
Sintió una opresión en el pecho, sólo de pensar en Rene LeDeux estando
enamorado de ella. No es que eso sucedería alguna vez. ¿Pero y si? Y luego pasó la
cosa más rara. Podía jurar que oyó una voz en su cabeza decir: Debes dar amor para
recibirlo. 1
02
¿Qué significa eso? ¿Su conciencia, o algún ser celestial le estaba diciendo que
amara a Rene?
Antes de que tuviera la oportunidad de morderse la lengua, Valerie les informó
a todos:
―Necesito conseguirme una estatua de San Judas.
Cinco quijadas colgaron colectivamente.
Y la voz en su cabeza dio un alegre: ¡Sííííí!

Esos infames blues cajún

Él estaba solo.
¿Cuán lamentable era eso?
Luego estaría escuchando viejas canciones de Hank Williams en la radio y
llorándole a su cerveza. No es que hubiera dejado alguna cerveza. O que en realidad
estuviera llorando.
Rene era un hombre que disfrutaba de su privacidad. Podía pasar semanas en
el salvaje bayou sin ver a otro ser humano y ser feliz. Pasaba demasiado tiempo en
la ciudad y estaba trepándose por las paredes. Le gustaba la gente, pero no le
importaba estar solo.
Hasta ahora.
La peor parte fue, ahora que estaba solo, todo en lo que pensaba era en sexo y
en Valerie Breaux. Dos años, había llegado a ser como un letrero de neón que
parpadeaba en su mente. Quería; no, necesitaba ser el hombre que rompiera su
ayuno.
Por qué había llegado a todas estas conclusiones ahora, y no mientras ella aún
estaba aquí, no tenía ni idea. Probablemente una cruel broma de San Judas, quien se
mantenía chasqueando la lengua en desaprobación en su cabeza.
Valerie Breaux estaba arruinando su condenada vida, a lo grande.
Algo había que hacer.
1
Agarro su teléfono satelital, golpeó el marcado automático, y dijo: 03
―Remy, trae tu culo hoy aquí. Tengo que hacer llover el infierno sobre Houma.

No te vayas a casa de nuevo: lo que Thomas Wolfe


debería decir

Tres días en casa con su madre y Valerie estaba lista para estrangular a alguien.
Había sido un error el volver aquí a Houma, incluso antes de su "secuestro", se
daba cuenta ahora. Si hubiera estado esperando un refugio donde podía descansar
y reflexionar sobre su vida después de ser despedida, olvídate de eso.
Había algunos problemas que no desaparecían con el tiempo… como su
relación con su madre.
Hace años, después de la escuela de derecho, Valerie había pasado algún
tiempo en terapia para tratar de resolver los sentimientos amargos de su infancia. El
resultado fue que el psiquiatra había recomendado que sólo tenía que poner el
pasado detrás de ella y seguir adelante. Es más fácil decirlo que hacerlo.
Los medios de comunicación fueron tan malos como su familia. Estaban que
se morían de las ganas por dirigir algún tipo de exhibición.
Hasta ahora, había sido capaz de amañarlo, no dándoles la historia definitiva
sobre su breve incursión en el bayou. Por qué no se limitó a contarlo todo, no estaba
segura. Opta por un papel u otro, le habían aconsejado un periodista exasperado
cuando ella evadió otra pregunta suya. “Pronto”, le había prometido.
Hoy era viernes. Mañana por la tarde estaría volando de regreso a Nueva York
para una reunión el lunes por la mañana con el señor Goodman. Esa era otra área en
la que parecía que no podía tomar una decisión. Volver a Trial TV en su antigua
condición de analista en su popular programa de Prueba De La Semana parecía
insostenible ahora. ¿Cómo iba a trabajar con un aprovechado como Elton después
de lo que había hecho, sin importar cómo intentaba reclamar con su historia
revisionista que ella había malinterpretado su despido? Sí, como no.
―No dejes que la puerta golpee detrás de ti, Valerie. ―Es difícil de
malinterpretar eso.
Otra área de preocupación para ella era Rene LeDeux. No podía dejar de 1
pensar en el pícaro. Mientras que había estado con él, este había sido nada más que 04
una molestia para ella, a excepción de ayer por la noche cuando los alienígenas se
habían apoderado de su cerebro. Pero ahora… Diosito, Diosito, él estaba en su mente
constantemente. Quería hacer el amor con él, realmente hacer el amor con él. Lo
deseaba tan desesperadamente que soñaba con él. Una caliente y salvaje noche de
sexo, eso es todo lo que quería. ¡Que fantasía tan ridícula! Era algo bueno que él no
estuviera por los alrededores para que ella actuara en consecuencia.
Así que ahora se paseaba por las calles de Houma, esperando el momento
oportuno hasta que pudiera partir mañana. Probablemente para bien.
Probablemente para mejor.
Houma, el distrito asentado de Terrebonne Parish y la verdadera capital del
estado en lo profundo del bayou, era más bien un pequeño pueblo con una población
de menos de cincuenta mil, pero muy singular. Estaba a poco más de cincuenta y
seis kilómetros al norte de la costa y rodeada de los bayous. De hecho, era llamada
la "Venecia de América". Había mansiones de la preguerra construidas con el dinero
de la caña de azúcar, al lado de mansiones modernas construidas con dinero del
petróleo. Una mezcla de viejo y nuevo.
Decidió irse a una librería y explorar, tanto para mirar los libros como para
escapar de la ola de calor continuo que había golpeado el sur de Luisiana este
verano. Siempre era caluroso en el sur, pero este año era el más caluroso de la
historia. Si no usabas un sombrero, incluso el cuero cabelludo se quemaba por el sol.
Para su sorpresa, se sintió atraída por una sección en bayous de Luisiana. Tomó
el libro Tidwell en los agonizantes pantanos y un ejemplar en rústico comercial de
Costa 2050: Hacia una Luisiana Sostenible, la propuesta de 1999 para recuperar el
ecosistema del bayou que Rene había mencionado. Agregado a su pila estaba
Chozas-bote en el Bayou, un par de novelas de Kate Chopin, y varios libros
ilustrados sobre el bayou. Cuando estaba parada en la caja, se encontró con Sylvie
Breaux, que tenía los brazos llenos de libros para niños.
Se abrazaron calurosamente, y después de que ambas habían pagado por sus
compras, se detuvieron en el sofocante exterior.
―¿Ya almorzaste? ―preguntó Sylvie.
Ella sacudió la cabeza, y las dos se dirigieron al lado de la librería a un pequeño
restaurante. Ella ordenó una po'boy14 de ostra, con el aderezo, lo que significaba
todos los adornos; iba a hacer una dieta estricta, una vez que regresara a Manhattan,
y Sylvie optó por estofado de cangrejo con pan francés caliente.
Ambas ordenaron té dulce frío.
Sylvie era varios años mayor que ella y tenía tres hijas, pero lucía maravillosa. 1
Prácticamente resplandecía de felicidad. Aparte del brillo feliz, ellas probablemente 05
se asemejaban entre sí; ambas tenían el cabello oscuro de los criollos y los ojos, la
nariz recta de los Breaux, y la figura promedio. Ninguna de ellas podría pasar por
anoréxica.
―Te ves muy feliz, Sylv.
―Lo soy. No tienes ni idea… ―Pareció tener un nudo en la garganta, pero
luego continuó―. Amo a Luc y nuestra vida juntos. Nunca soñé que podría ser tan
feliz.
―¿Todavía con un LeDeux? ―Sonrió hacia Sylvie.
―¡Ahhh! La familia ha estado hablando.
―Sin parar. Solías ser tan tímida. Es difícil imaginarte con un chico con la
reputación de Luc.
―Me ofendería si no supiera qué tan bien merecida era esa reputación. No me
creerías lo que me hizo ayer. Estábamos en la tienda de muebles en Lafayette en
busca de un nuevo juego de dormitorio. Le dijo al empleado que estábamos

14 El po'boy/potboy, es un sándwich submarino hecho con baguette o pan francés.


buscando una cama con estribos para que pudiera recuperar la rutina mucho más
rápido. Pensé que el vendedor se iba a tragar los dientes.
Valerie se rió, imaginando la escena.
―No es difícil imaginar a Luc haciendo eso. ¿Pero a la tímida Sylvie Breaux?
Me imagino que saldrías corriendo de la tienda con lágrimas.
―He cambiado. Le dije al vendedor que prefería que vibrara.
―Bueno, por supuesto ―dijo, la lengua firmemente en su lugar―, una mujer
y su mejor amigo, un vibrador.
―¿Y tú, Val? ¿Eres feliz?
Ella se encogió de hombros.
―Estoy en un estado de limbo en estos días. Voy a volver a la ciudad mañana.
Después de eso, las cosas deberían estar más claras.
―¿Vas a presentar cargos? ―Sylvie no se andaba por las ramas―. Todo el
mundo se sorprende de que no haya sucedido ya. Luc ya ha contactado con un
agente de fianzas.
―No sé si voy a ir a la policía o a los federales, ya que fue un secuestro.
Probablemente no, ya que lo he dilatado mucho tiempo. 1
06
―¿Sabes que tante Lulu está planificando una boda?
―Nooooo. ―No debería preguntar, pero lo hizo―. ¿Para quién?
Sylvie se limitó a sonreír.
―¿Está chiflada?
―Probablemente.
―¿Cómo está Rene? ―soltó bruscamente. Se había prometido no preguntar.
―Él está bien. Un poco tranquilo desde que volvió ayer. Se está quedando en
la casa flotante de Remy mientras está en la ciudad.
Espontáneamente, vio una imagen de sí misma y Rene participando en un poco
de sexo salvaje en una casa flotante. Soy absolutamente patética.
―Él y su antigua banda, Las Ratas del Pantano, estarán tocando en el
Swampy’s esta noche. Luc y yo vamos a ir, junto con Remy y Rachel, Charmaine y
Rusty. ¿Por qué no te unes a nosotros?
―Oh, no lo creo. Como dije, me voy mañana a Nueva York, y tengo un montón
de equipaje que empacar.
Sylvie ladeó la cabeza hacia un lado y cruzó los brazos sobre el pecho.
Ella no se estaba tragándose sus excusas, ni una pizca.
―¿Tienes miedo de verlo?
―Por supuesto que no. ―¡Muerta del miedo!
―¿Lo consideraras?
―Lo pensaré. ―Eso es todo en lo que voy a pensar ahora. ¡Maldita sea!

1
07
Capítulo 9

Charla tonta de hombres tontos

Rene había estado armando un buen lío por dos días, desde que había
regresado a Houma; bebiendo, colapsando, jugando bourre todas las noches, un
juego de cartas cajún, pero prácticamente había estado trepando las paredes por la
frustración. 1
Porque, en todo su desorden, las mujeres eran significativamente y 08
extrañamente ausentes.
―Deberías ir a acostarte ―le aconsejó su hermano Luc tras bambalinas en la
taberna Swampy donde se preparaba para una segunda ronda. El bar estaba
rebosante, incluso más que con la usual multitud de los viernes en la noche.
¿Habrá escuchado sobre los dos años? Nah, no podría. Solo está leyendo mi patética
mente.
―¿Ese es tu sabio consejo? Que me acueste con alguien y todo estará bien y
genial. ―No es tan mala idea, de hecho. Muy mal que la única con la que quiero acostarme
ahora está prohibida.
―Eso siempre me funcionaba. Aun lo hace. ―Luc meneó sus cejas hacia él―.
Si me preguntas…
¿Treinta y cinco años de edad, y aun necesito ayuda de mi hermano mayor? No… lo…
creo.
―Ocúpate de lo tuyo, hermano.
―Tante Lulu está bordando fundas de almohada.
―¡Mierda! ―Sabía sin preguntar lo que Luc iba a decir ahora.
―Las letras R y V encerradas en pequeños corazoncitos.
―Eso no va a suceder.
Luc sonrió. Todos ellos sabían lo persistente que podía ser su tía.
―Ella no ha tenido sexo en dos años ―desembuchó. Santa mierda, ¿por qué le
revelaría algo tan privado a mi hermano?
―¿Quién? ¿Tante Lulu? Hombre, me gustaría pensar que llevaba más tiempo
sin hacerlo.
―¡Eeew! No quiero imaginarme a tante Lulu teniendo sexo, aun con Richard
Simmons.
―¿Richard Simmons? ¿El loco de los ejercicios?
―Síp. Ella espera que alguien lo traiga a su octogésima fiesta de cumpleaños.
Piensa que él es realmente sexy.
Los ojos de Luc se ampliaron. Tante Lulu tenía la tendencia a generar eso en la
gente.
―Entonces, ¿quién es la que no ha tenido sexo en dos años?
Pensó en negarse a contestar, pero luego decidió, ¡qué carambas!
1
―Val. 09
Luc sonrió incluso más amplio que antes.
―¿Cómo lo sabes?
―Me lo dijo, y si se lo dices a alguien más, juro que te cortaré la lengua y se la
daré de comer al cocodrilo mascota de Remy.
Luc fingió no escuchar su amenaza.
―Bueno, entonces es pan comido.
―¿Pan comido?
―Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer. Val no te lo habría dicho
a menos que quisiera que hicieras algo al respecto.
―¿Eso crees? ―Lo juro, debe haber genes de “hombre tonto” en la familia.
―Por supuesto. Es algo así como lanzar el guante… excepto que tú, tonto
estúpido, no reaccionaste frente al desafío.
―Lo hice, más o menos.
Luc puso su rostro entra las manos y contó en voz alta hasta cinco. Cuando
miró hacia arriba, dijo:
―No hay algo así como “más o menos tener sexo”.
―Sí, definitivamente lo hay, y, no, no voy a explicarte.
Luc sacudió la cabeza y le sonrió. Luego cambió de tema.
¡Gracias Dios!
―¿Vas a volver a trabajar en tu cabaña después del fin de semana?
―No. Posiblemente empiece a trabajar con Proyecto 2050 como agricultor
asesor. Y tal vez termine mi tesis de doctorado.
―Bueno, ¡sinvergüenza! ¡Alguien con doctorado en la familia! ―dijo Luc,
palmeándome en la espalda y felicitándome―. ¿Cuándo ibas a decírmelo?
―Apenas tuviera la oportunidad de hablar. ―Sonrió hacia su hermano―.
Estabas muy ocupado lanzando consejos sexuales.
―¿Qué generó la posibilidad de trabajar con Proyecto 2050? Pensé que habías
desistido del trabajo bayou.
―Nah. Solo estaba cansado de los juegos que hacían en D.C., moriré pateando
y gritando en algún rio bayou contaminado, con el aceite escurriendo hasta en mis
globos oculares, antes de darme por vencido por completo.
―¿Entonces es solo un lugar distinto donde pelear?
1
―Puedes decirlo así. El próximo par de años serán críticos. El bayou se hundirá
10
o sobrevivirá dependiendo de las medidas drásticas que se tomen ahora. Dentro de
diez años será muy tarde.
Luc levantó sus manos en redención.
―Oye, le estás hablando a Noé de lluvia.
―Lo sé. Soy como un muñeco de cuerda. Hazme empezar y no podré
detenerme.
―Solo ten cuidado. Hay muchos que están particularmente interesados en no
dejarte triunfar. Y son mortalmente serios.
―¿Cómo nuestro padre?
―¡Oh, sí! No es que piense que nuestro querido y viejo papá tendría el valor
de herirte por sí mismo, pero podría hacer que sus rufianes te partan una o ambas
piernas.
Se encogió de hombros.
―¿Puedo asumir que Val no va a hacer tu documental de TV?
―¡Ah! Val nunca estuvo haciendo un documental bayou para TV, y nunca fue
mi idea empezar con eso.
―Al menos no reportó a J.B. y Maddie a la policía o los federales.
―No sé nada de eso. Supongo que habríamos oído algo para este momento.
Pero aún podría suceder. ―Desearía que se decidiera de una manera o de otra. Entonces
podría acercármele y no sería interpretado como influenciar a la testigo, o como sea que lo
llamen. No puedo molestarla ahora. Simplemente no puedo. Incluso una llamada telefónica
estaría fuera de lugar.
―No me digas que no la has llamado.
―Por supuesto que no.
―No pareces mi hermano. ¿No te enseñé todos los movimientos correctos? ¡No
fastidies! ¿Por qué no la has llamado?
―¿Por qué debería llamarla? ―La pregunta sonaba estúpida incluso para mí.
Y no iba a enredarse en una larga explicación de porqué Val necesitaba tomar una
decisión primero.
Luc arqueó sus cejas significativamente.
―Debes estar bromeando. ¿Debería llamarla para acostarnos? Sin citas. Sin
cortejo. Sin cosas sentimentales. Ir directo a la comida principal sin todos los
aperitivos. Funciona para mí ―dijo Luc, riendo. 1
―Puedo imaginar cómo sería. “Hola, Val, estoy un poco cachondo. ¿Qué tal 11
un rapidito al medio día?” y su respuesta sería, “Muérete” O “Muérete, imbécil”.
―¡Tsk -tsk -tsk!, eres muy vulgar. Eso no es a lo que me refería.
―¡Mentiroso!
―Quiero decir, ¿por qué no la llamas y solo preguntas qué está planeando
hacer con lo del supuesto secuestro?
―No hay sutileza en eso.
―Bueno, señor sutileza, es mejor que sentarte sin hacer nada, esperando a que
pase algo.
Uno de sus guitarristas gritó dentro de la habitación:
―¿Estás listo, Rene?
―En un momento ―contestó, recogiendo su frottir, un instrumento musical
con forma de tabla de lavar.
―Ha sido agradable charlar ―dijo Luc, incitador como siempre―. Debo
regresar a nuestra mesa antes que Sylvie consiga que algún vaquero la atienda. Te
veré pronto. ―Luc estaba saliendo cuando se detuvo justo en la puerta―. Lo olvidé.
Sylvie me dijo que te diera que tal vez te tenga una sorpresa esta noche.
Él sonrió.
―No otra stripper montando una Harley con pastelitos de cumpleaños en sus
senos. Y en verdad esperaba soplarle sus velas. ¡Hablando de eso!
―Remy y o hicimos eso, no Sylvie. Además, tu cumpleaños no dura tres meses.
―¡Oh, Dios! ¡No otro emparejamiento! No creo que pueda soportar otro
intento de conseguirme pareja. Por favor dile que puedo conocer nuevas mujeres yo
solo. Honestamente. No soy tímido.
Luc estaba prácticamente cayéndose de la risa, lágrimas rebosando sus
oscuros ojos. Cuando finalmente fue capaz de hablar, dijo:
―Puedo decir que definitivamente no hay nuevas mujeres en tu horizonte.
Ninguna siendo lanzada por Sylvie, de todas formas.
Una vez se fue, Rene escuchó a Sylvie encontrarse con Luc en el pasillo y decir:
―No le dijiste, ¿verdad?
―Nop.
Ambos rieron mientras se alejaban.
Todo lo que Rene puedo pensar fue, ¡Uh-oh!
1
12

Un paseo en el lado salvaje.

Valerie subió de manera vacilante las escaleras de madera de la taberna


Swampy.
Era tarde, casi las once en punto; le había tomado demasiado reunir el valor
para venir.
Salvaje música cajún explotaba por la puerta abierta, una mezcla de balada
tradicional francesa y vivaz Zydeco venia del sistema de sonido. Unas cuantas
personas, dos chicas y un tipo, salieron, riéndose, y Val se alegró de ver que su
atuendo estaba bien. Había encontrado un viejo pantalón de mezclilla en la gaveta
de su habitación, dejado allí de sus días en la escuela. Le quedaban más apretados
ahora pero encajaban con esta atmosfera. Arriba, en deferencia al continuo y
sofocante calor, llevaba una blusa blanca, ajustada y transparente con bordado sobre
el área de los senos, mangas largas pero escotado, también dejado de la época de
escuela. Antes, había pensado que se veía sexy con eso; ahora se sentía un poco tonta.
En sus pies llevaba sandalias blancas.
Caminó dentro de la abarrotada taberna e inmediatamente fue golpeada con
una ola de incluso más calor. A pesar del aire acondicionado, simplemente había
demasiado calor corporal como para mantener fresca la habitación. Aunque a nadie
parecía importarle. De hecho, algunas personas estaban bailando con desenfreno al
frente encima de la pequeña pista de baile.
La mayoría un pasodoble cajún con un ocasional grito rebelde.
Logrando pasar a través de la multitud yendo hacia el bar, vio a un hombre
gigante, calvo con un aro y el físico de Popeye, entregando bebidas como un
verdadero profesional. Detrás de él había un letrero que decía, Cerveza: Ayudando
a los Chicos Blancos a Bailar Desde 1937. Otro letrero decía: La belleza está en el Ojo
de quien Sostiene la Cerveza. Esta no era la multitud de turistas de Nueva Orleans
que ordenaban huracanes y otras bebidas exóticas.
Esta era una clientela de cerveza y shots.
―¿Qué te sirvo, linda? ―preguntó, cuando finalmente logró acercársele.
Ella se imaginó que “linda” era la etiqueta de rutina. Aun así, hizo que se
sintiera bienvenida. 1
13
―Una soda dietética, por favor. Con mucho hielo.
Él levantó sus espesas cejas, mirando su blusa transparente, probablemente
pensando que el atuendo iba mejor con licor fuerte. Pero rápidamente preparó su
bebida y la deslizó hacia ella.
―Pensé que Las ratas del Pantano se presentarían esta noche.
―Lo harán. En cualquier momento. ¿Buscas alguno en particular?
―Rene LeDeux –―dijo, sin pensarlo.
El barman rió entre dientes y dijo:
―Eso creí. ―Luego, agregó―: ¿Seguro que no quieres un trago de ostras?
―No. ¿Por qué?
―Eso es lo típico para las mujeres LeDeux… antes de que hacer de tripas
corazón.
Eso no tenía ningún sentido para ella. Pero no importaba. Revisó la habitación
y vio la mesa cerca del frente donde Sylvie y Luc LeDeux estaban sentados. También
estaba Remy LeDeux; asumía que la mujer sentada junto a él era su esposa, Rachel.
También notó a Charmaine LeDeux… bueno, Charmaine Lanier, ahora que estaba
de regreso con su primer esposo, Raoul.
Charmaine tenía un gran cabello y cuerpo de estrella de película, de hecho,
había sido Señorita Luisiana una vez. Pero era su esposo el que llamaba la atención
de todos.
Raoul Lanier era un vaquero hermoso como para morirse. Las mujeres que
pasaban junto a su mesa miraban dos veces cuando lo notaban, no es que los otros
hombres en la mesa fueran feos. Para su crédito, parecía tener ojos solo para su
esposa.
La música grabada se detuvo abruptamente y un hombre, posiblemente el
dueño de la taberna, caminó en el pequeño escenario.
―Damas y caballeros, ¿están listos para verdadera música cajún?
―¡Sí! ―gritó todo el mundo.
―No puedo oírlos ―dijo el dueño, sonriendo sabiamente.
―¡Sí! ―rugió la multitud, acompañados de abucheos, silbidos, y aplausos.
―Les presento Las Ratas de Pantano. ―El dueño se regresó y la banda corrió
al escenario con tanta alegría de vivir como si estuvieran en un concierto lleno en el
Meadows. Inmediatamente, empezaron a tocar una clásico, "Jole Blon”. Lo cantaron
en un cajunizado francés nasal, conmovedor y melódico. 1
Algunos miembros de la audiencia cantaron con ellos. 14
Y allí estaba Rene. Después de todos sus malvados pensamientos en estos días
que pasaron, allí estaba.
Sonriendo, cantando, pasándola bien. Mientras ella había sido miserable. ¡Ese
canalla!
Tenía pantalón de mezclilla desteñido, una camiseta negra con un chaleco de
cuero, botas de vaquero raídas y el frottir sobre sus hombros. Era alto, al menos un
metro noventa, así que allí había bastante cuerpo esbelto cubierto con ese pantalón
apretado. Su cabello negro era largo, cubriendo su cuello. Sus ojos oscuros bailaban
alegremente mientras cantaba y saludaba a la gente que reconocía en la pista de baile
y en las mesas.
Era un sexy cajún hasta en las uñas. Y lo sabía.
―¿No son buenos? ―le preguntó una mesera junto a ella, mientras esperaba
que le entregaran una orden.
―Sí, sí, lo son ―contestó Valerie honestamente. Aun cuando había crecido en
una región cajún, nunca había sido fanática de la música, pero tenía que valorarla
esta noche, por su calidad y como un tesoro cultural.
―Les ofrecieron la oportunidad de grabar hace unos años, pero lo rechazaron.
―¿En serio? ―Ahora Valerie le dio toda su atención a la charlatana mesera.
Mientras tanto la banda fluyó suavemente a una agitada versión de "Diggy
Liggy Lo".
―Síp. Todos ellos tienen trabajos y no querían renunciar.
―¿En serio? ―repitió Valerie. Habría esperado eso ya que todos ellos estaban
en los treintas.
―Uh-huh. Uno es un doctor bebé allá en Lafayette. Otro es un biólogo o algo
así. ―Valerie suponía que ese era Rene―. Uno es dueño de una franquicia de autos.
Uno es un famoso jinete de rodeo; bueno, famoso entre la gente del rodeo. Y el
último escribe novelas de vampiros, creo. ―Trató de identificar quién era quién, lo
cual era imposible. Si no supiera mejor, habría apostado que Rene era el jinete de
rodeo cuando probablemente lo era el bajito, medio calvo de los teclados.
―¡Increíble! ―dijo Valerie, sin darse cuenta que había hablado en voz alta
hasta que la mesera le contestó: “Seguro”, y se fue con su bandeja de bebidas.
La banda tocó dos canciones más. Valerie pensó en acercarse a la mesa de
Sylvie, pero sería difícil, y sobresaldría en el proceso… algo que no quería hacer.
Estaba fuera de lugar. Ponerse pantalón de mezclilla no la hacía encajar. Fue una
mala idea venir, concluyó finalmente. Debería irse a casa. 1
15
Exactamente en ese momento, Rene la vio. Ella vio sorpresa y luego placer
iluminar el rostro de él. Susurró algo al guitarrista junto a él y la siguiente canción
se convirtió en el éxito del viejo Willie Nelson "Always On My Mind." Síp, eso lo decía
todo. Rene estaba en su mente últimamente. ¿Sabía lo obsesionada que había estado
con él? ¿Era esta su cruel forma de provocarla? Oh, Dios, debo salir de aquí.
Lágrimas llenaron sus ojos, probablemente debido al humo y la humedad, y
giró en sus tacones; solo para golpear un muro de ladrillo en forma de inmenso
barman.
―¿Yendo a alguna parte, linda? ―preguntó dulcemente, con un ceño fruncido
en su rostro―. ¿Sin pagar?
―Oh, lo olvidé. ―Hurgó en el bolsillo de sus pantalones y sacó un billete de
cinco dólares―. Aquí. Guarda el cambio.
El barman levantó ambas cejas hacia ella pero embolsó el dinero. Se movió a
un lado.
Y allí estaba Rene.
―Hola, Gator ―dijo al barman, quien lo golpeó en los antebrazos con algún
mensaje oculto y se alejó.
―Hola, chere ―dijo arrastrando las palabras―. ¿Yendo a alguna parte?
―Sí. Voy a casa.
―No lo creo.
―Te ruego me disculpes.
―No hay necesidad de rogar, dulce, no por mis disculpas de todas formas
―dijo sugestivamente, tomándola del codo y haciéndola retroceder hacia el muro.
Se quedó frente a ella, una mano apoyada sobre su cabeza. Mientras tanto la banda
siguió tocando algunas canciones cajún instrumentales, y gente bailaba en el frente.
La ausencia de rene era apenas notoria―. Viniste a verme. ¿Por qué tanto apuro
ahora?
―No vine a verte ―mintió―. Vine a encontrarme con Sylvia por una bebida.
―Ahhh. Así que esa era mi sorpresa. Tu. Recuérdame enviarle a Sylvie una
docena de rosas mañana. Tal vez dos docenas. ―Le dio un guiño.
Valerie sintió el guiño recorrerla todo el camino hasta sus dedos doblados. Una
parte de su cuerpo que una dama nunca menciona se puso alerta y prácticamente
gritó, “¡Yuju!” no es que fuese a decir eso en voz alta jamás.
―Estoy empezando a pensar que esto fue maquinado. 1
―Yo, también. ―Sonriendo con despreocupación, le dio vueltas a una hebra 16
de su cabello en la punta de sus dedos, luego tiró, dejándolo salir en un largo rizo.
Ella aplacó su cabello esta noche, pero la humedad lo rizaba. Lo odiaba. A el parecía
gustarle. Mucho. El repitió el ejercicio de girar su cabello una y otra vez.
¿Quién sabía que girar cabello alrededor de las puntas de los dedos podía ser
tan erótico?
―¿Te gustó mi canción?
Ella se negó a contestar.
―La canté para ti.
―¿Qué canción?
El rió porque sabía muy bien que ella estaba jugando a ser evasiva. Ya que ser
evasiva nunca había sido un rasgo deseado en su libro, Valerie respiró profundo y
admitió:
―Sí, me gustó tu canción.
Él se inclinó más cerca para escuchar sus palabras, y Valerie pudo oler jabón
de aroma de pino y loción para después del afeitado. Él estaba cerca, si ella giraba la
cabeza, se besarían.
Consciente de que la química chisporroteando entre ellos estaba en sus ojos y
voz ronca mientras revelaba:
―Es cierto… lo que canté. Has estado en mi mente. Demasiado.
¡Diosito, Diosito! Estoy fuera de lugar aquí. Necesito actuar como si nada. ¿Es eso lo
que dicen siempre los adolescentes? ¿Qué me hizo pensar que podía venir, decir hola, e ir a
casa sin problema?
―Tú también has estado en mi mente. Demasiado.
¡Bueno, idiota, así no se actúa como si nada!
―¿Qué vamos a hacer con eso, nena?
―Nada. ―Pero, ohh, estoy pensando cosas.
―No creo que pueda aceptar eso.
―Regresare a Nueva York en la mañana. ―¡Gracias Dios! No le dije que podría
hacerlo.
Su rostro se ensombreció antes que ocultara su decepción.
―¿Para siempre?
―Probablemente. 1
―No te vayas. 17
―¿Huh?
―No quise decir eso. Se me escapó.
―Debo regresar. Tengo citas con mi jefe allí.
―¿Te refieres a tu antiguo jefe?
―Tal vez no.
―Mira, primero saquemos un tema importante del camino. ¿Vas a colocar una
queja contra J.B. y Maddie? ¿O tante Lulu? ¿O contra mí?
Desilusión la inundó. ¿Eso es todo lo que le importa? ¿Cubrir sus… traseros?
―No. Decidí no colocar una denuncia. No es que no pudiera, o no fuese a
funcionar.
Él debería estar eufórico por las noticias, pero en lugar de eso estaba pensativo.
―¿Por qué?
Ella no necesitaba que le explicara a que se refería.
―Puede no ser mi causa, pero reconozco una causa noble cuando la veo. Tus
intenciones, aunque erróneas, eran buenas.
―No tengo nada que ver con…
―Basta de eso.
―¿Sabes por qué no tuve sexo contigo la otra noche?
Valerie sintió que su rostro se calentaba. ¡Hablando de preguntas descorteses!
―Porque sabía que los cargos legales se aumentarían si lo hacías. Sexo con una
cautiva, eso es un problemón.
Él sonrió cuando dijo “cautiva,” probablemente por su connotación sexual.
―Ni de cerca, dulce. Fue porque, si lo hacía, pensarías que la única razón que
tuve para hacerte el amor fue sobornarte. Te jodía; en respuesta, tú no querrías
joderme.
―No habría pensado eso. ―Es la primera cosa que pensé.
―Tal vez no de inmediato, pero después lo habrías hecho. En la mañana llega
la sabiduría.
―Tienes mucha experiencia con eso, ¿verdad?
―¡Mais, oui! ―La sostuvo de la barbilla, luego le dio un rápido y ligero beso
sobre la boca―. La razón por la que me fui antes de la verdad, por así decirlo, y la
1
razón por la cual no te he llamado, ni he escalado hasta la ventana de tu habitación;
18
y, sí, no me mires tan sorprendida, lo he considerado. Bueno, la razón es que cuando
hagamos el amor, no quiero que haya ningún porqué.
No debería preguntar, en verdad no debería, pero no pude evitarlo.
―¿Por qué?
―Porque, cariño, tengo tantas ganas de estar dentro de ti que ya no puedo
resistirlo. Estoy cansado de solo pensar en ti. Estoy cansado de despertar contigo en
mi mente e ir al trabajo y no hacer nada porque estás en mis pensamientos. Estoy
cansado de pensar en esos condenados dos años tuyos y preocuparme de que
alguien más sea el Mickey de tu Minnie. Estoy andando empalmado, y es tu culpa.
Quiero hacerte reír y llorar y gritar cuando esté dentro de ti. ¿Alguna pregunta?
¿Estás bromeando?
―Muy bien, entonces, vamos a bailar.
Capítulo 10

Manos a la obra, estilo cajún

Rene LeDeux nació mujeriego.


No tiene punto negar el hecho. Tenía treinta y cinco años de edad. Tenía mucha
experiencia y algo más. Infiernos, él había sido más que experimentado.
Amaba las mujeres. Amaba perseguirlas, le encantaba hacerles el amor, amaba
el triunfo de su inevitable rendición. A pesar de un fiasco sexual hace mucho tiempo,
sabía lo que estaba haciendo.
1
A causa de sus años de rodearse de mujeres, reconoció que tenía una pequeña 19
ventana de oportunidad con Val. Quince minutos como máximo, pensó, antes de que
su cerebro comenzara a hacerse preguntas lógicas, como: ¿En qué diablos estoy
pensando? ¿Sexo con el chico malo del pantano? No lo creo. No, tenía que anotar mientras
el hierro ―um, Valerie― estaba caliente… mientras que sus hormonas todavía corrían con
esta química sexual que chisporroteaba entre ellos, mientras que su cerebro se alojaba
alrededor de un metro más abajo, al igual que el suyo.
La siguió hasta la pista de baile, mirando a su blusa transparente y sus
hermosos jeans ajustados. Apretó los labios para asegurarse de que no hablaba en
voz alta sus observaciones. El estar cachondo le hacía eso a un chico, lo volvía una
persona cruda y pasional. Al igual que el sexo en sí. No podía esperar. Además, Val
probablemente pensaba que su atuendo era como de una mansa bibliotecaria. ¡Ja!
Tenía noticias para ella. Cada hombre en el lugar le daría un vistazo y pensaría,
¡Ensilla, vaquero!
De repente ella se detuvo y miró por encima del hombro.
―¿Estás mirando mi trasero?
¿Quién? ¿Yo?
―Por supuesto.
―Bueno, no lo hagas.
Sí, claro.
Ella salió a la pista de baile llena de gente, se dio la vuelta y golpeó el pie con
impaciencia. No era una buena señal. Sí, quince minutos y el tiempo se
desperdiciaba. La dama pensaba que no quería bailar con él, pero lo hacía.
Él le hizo una señal con la mano a su banda para tocar una canción lenta a
continuación. ¿Qué hicieron? Tocaron una canción rápida, por supuesto, sonriendo
todo el tiempo. A medida que cambiaron a "Big Mamou," Val comenzó a balancear
sus caderas de lado a lado en su versión digna de Boogie.
Una vez más, pensó: Sí, claro. Agarrándola por las caderas, tiró de ella al ras de
su cuerpo, lo que le causó un grito. Llámame Sr. Sutileza. ¡No! Entonces puso sus
brazos alrededor de los hombros de ella, y cerró sus manos alrededor de su cintura.
Si ella no sabía lo que él tenía en mente antes, lo hacía ahora.
―Diablos, Rene, me estás avergonzando.
Él asumió que se refería a su erección presionando contra su vientre.
―No más de la mitad de lo que estoy avergonzándome a mí mismo. ―En
realidad, no estaba tan avergonzado. 1
Ella llevó su cabeza hacia atrás para decirle: 20
―Este no es un baile lento.
―Lo es para nosotros. ―Un poco molesto consigo mismo ahora, empujó la
cara de ella en su cuello, luego cerró sus manos alrededor de su cintura, como antes.
Sorprendentemente, ella se acurrucó en sus brazos y suspiró contra su cuello.
La atrajo aún más cerca y cerró los ojos. Su cabello olía como el lirio del valle.
Se presionó en contra de uno de sus valles. Se sentía suave y flexible y muy deseable.
Se balancearon de lado a lado por un rato, sin hablar… no con palabras, de todos
modos.
―¿Estás tratando de seducirme? ―preguntó ella, sus cálidos labios
moviéndose contra su cuello.
―Sí. ¿Te importa? ―Me pregunto si le gustaría salir a la calle y saltar en el asiento
trasero de mi coche conmigo. Probablemente no. Cálmate, chico grande. Vas a espantarla.
Infiernos, me estoy espantando a mí mismo.
Ella se detuvo por un largo segundo.
―No.
―Bien. No iba a detenerme de todos modos. ―Ese asiento trasero está luciendo
cada vez mejor.
Ella se echó a reír, y el suave aleteo de su aliento contra su oreja se sentía como
cosquillas… en otro lugar.
De repente, excesivamente feliz, se apartó de Val y la giró bajo el brazo dos
veces en un antiguo movimiento, luego hizo que se inclinara hacia atrás
sosteniéndola de la cintura, su espalda encorvada, el cabello colgando casi hasta el
suelo. Mientras estaba en esa posición vulnerable, la besó. En lo que a besos
respectaba, no fue nada especial. Aun así, Val se quedó sin aliento y lo miró
fijamente, con los ojos abiertos cuando la puso en posición vertical y estuvo de nuevo
en sus brazos.
Oyó el vitoreo y los aplausos detrás de él y supuso que debía ser su familia. No
le podía importar menos si estaba haciendo un espectáculo de sí mismo. Se sentía
demasiado malditamente bien.
Val se apartó de su abrazo y sonrió.
―Crees que eres irresistible, ¿no?
Se encogió de hombros y le devolvió la sonrisa. Define irresistible. ¿Crees que
podría encenderte? Mais, oui.
―¿Crees que puedes tirar de mis cuerdas y voy a hacer lo que quieras?
1
¡Huy! Supongo que soy un poco demasiado obvio. Pero ella seguía sonriendo. 21
―Piénsalo de nuevo, ¡niño grande!
¡Vaya de nuevo!
Val hizo algo entonces que le demostró lo que debería haber sabido desde el
principio: Val no era como cualquier otra mujer. Comenzó a bailar delante de él. Se
contorneó hacia abajo en una rodilla, luego meneó sus caderas de vuelta hacia arriba.
Los cisnes bordados en la parte delantera de su blusa transparente bailaron también.
Chasqueó los dedos de sus brazos extendidos, para que diera un paso adelante.
Cuando él dio un paso adelante, la bruja se trasladó seductoramente a un lado.
Ahora bailaba a su alrededor, rodando sus caderas, balanceando sus hombros,
haciendo un mohín coqueto de su boca, rozándolo mientras se paseaba a su lado…
un pecho contra su brazo, una cadera sobre su trasero, sus dedos rozando su
mandíbula, la que colgaba abierta con incredulidad.
Se rió con reconocimiento de su provocativo espectáculo. Pero si ella pensaba
desafiarlo a bailar, se llevaría otra sorpresa. Rene era un buen bailarín, la mayoría
de los hombres cajún lo eran. Estaba en la sangre. Cuando ella se puso delante de él
de nuevo, él dio un paso detrás de ella. Poniéndole una mano en cada cadera, se
meneó detrás de ella. Atrapando el ritmo, bailó con Val. Era mejor que Patrick
Swayze cualquier día de la semana. En su oído, susurró:
―Nosotros los cajuns inventamos el baile sucio, chere.
Ella puso sus manos sobre él, aún en sus caderas, y se movió contra él. Él vio
estrellas, juró que lo hizo.
―Nosotros, los criollos sabemos una cosa o dos también, cher.
―Por supuesto ―dijo él entrecortadamente.
Bailaron con todo el corazón al ritmo de dos canciones rápidas "Sugar Bee" y
"Louisiana Man" ambas fueron juegos previos de la mejor clase posible. Ambos rieron
y se sonrieron el uno al otro, provocándose y elevando su excitación mutua uno o
dos puntos.
Cuando la banda comenzó una canción lenta, la atrajo de nuevo en sus brazos
y la abrazó calurosamente. El sudor salía de ambos en el calor tórrido que crearon.
Al principio, sólo bailaron en silencio. Bueno, en silencio, excepto por el jadeo de su
esfuerzo físico… o algo más. La besó a un lado de su cabeza.
―¿Estás loco? ―dijo.
No estaba seguro de si ella se refirió a su seducción flagrante, su baile, o su
estado de ánimo general. No importaba.
―Un poco ―admitió, y luego añadió―: Por ti. ―Y esa era la verdad de Dios. 1
Podría mismo engañarse a sí mismo pensando estaba en control de esta seducción, 22
pero su atracción por Val estaba fuera de su ámbito de especialización. Estaba
volando sin red aquí.
Pensó que ella lo llamaría cursi, lo acusaría por lanzarle un piropo. Pero, no,
Val le confundió de nuevo.
―Yo, también ―susurró.
Esto hizo que su nivel de testosterona ya febril se fuera por las nubes, como
uno de esos juegos de martillos y campana en un carnaval. Pero entonces se dio
cuenta de algo realmente vergonzoso. La banda había dejado de tocar para tomarse
un descanso, y él y Val seguían bailando solos sin ninguna música.
―¡Oh, mierda! ―murmuró él y le dirigió a una Val aparentemente aturdida
hacia la mesa de su familia donde todo el mundo tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Normalmente le habría agradado la condición aturdida de Val. Infiernos, se habría
alabado a sí mismo. Ahora le pellizcó el brazo para despertarla a la realidad de las
burlas que estaba seguro que vendrían.
―¡Dios mío! ―dijo ella cuando se dio cuenta de lo que había… habían…
hecho―. ¿Qué me estás haciendo?
¿Qué me estoy haciendo a mí mismo?
Se hicieron las presentaciones alrededor de las seis personas sonrientes que se
sentaban a la mesa. Val se sentó junto a su prima Sylvie, y él se sentó al otro lado de
Val. Charmaine, su media hermana, se sentó junto a él. Ella lucía su cabello grande
de Texas y un montón de maquillaje. De sus orejas colgaban pendientes que
brillaban en la oscuridad. Dios mío, ¿qué tipo de camiseta era esa la que llevaba?
Ella era dueña de varios salones de belleza, ¿pero una ceñida camiseta que
proclamaba en letras brillantes, Experta en Mamadas? ¡No jodas! El hecho de que en
una impresión más pequeña se leía Houma Hair Spa no venía al caso. ¿En qué estaba
pensando? ¿En qué pensaba su marido, que la dejaba salir en público así? Demonios,
¿en qué estaba pensando él al suponer que alguien le podía decir a Charmaine qué
hacer?
Charmaine sólo le sonrió, como si leyera su mente, retándolo a que dijera algo
negativo. Si lo hacía, ella lo cortaría por las rodillas con alguna observación
indignante. Sabía que lo haría, probablemente algo que ver con su reputación de
chico duro.
―Así que, Val ―dijo Luc, jugarreta brillando en sus ojos―, he oído que no has
tenido sexo en dos años.
Rene le dio a Luc una mirada sucia por parlotear. A veces, su hermano tenía
un retorcido sentido del humor.
1
23
Sylvie le dio un codazo Luc por su observación insensible y le susurró algo al
oído. Inmediatamente, Luc se estiró sobre Sylvie para tomar la mano de Val y la
apretó.
―Oye, Val, lo siento. Yo, yo soy sólo un niño rudo cajún que no sabe mejor.
―Luc estaba jugando el papel cajún idiota al extremo.
Val se volvió hacia Rene con horror.
―¿Tú le dijiste?
―Yo no le dije ―mintió―. Él lo supuso.
―¿Cómo pudo suponer una cosa así? ―Le dio una palmada en el brazo, muy
duro.
Él hizo una mueca.
―Luc es realmente talentoso de esa manera. Psíquico. Algo así.
―¡Patrañas! ―dijo Remy.
Todo el mundo se echó a reír.
―Oye, Val, no tienes de qué avergonzarte ―dijo Charmaine―. Renací virgen
recientemente.
Todos se giraron para mirar a Charmaine, que se había casado y divorciado
cuatro veces, la virginidad en ella era como una verruga en Cenicienta. Por lo menos
alejó la atención de él y Val.
―Cariño, sé honesta con estas personas ―le dijo Rusty―. Esa mierda de
renacer no te duró mucho tiempo.
―Lo suficiente ―dijo ella, dándole un codazo.
―¿Cuánto tiempo? ―preguntó Remy. Su esposa, Rachel, le dio un codazo.
Rene se alejó ligeramente de Val en caso de que ella decidiera darle un codazo
también.
―Unas semanas ―dijo Charmaine―. Y fue bastante agradable. La tensión
sexual estaba por los cielos, si sabes lo que quiero decir. Así que te admiro por tomar
una posición, Val. ¡Bien por ti!
Rachel y Sylvie coincidieron.
Val gimió y puso su rostro entre sus manos por un momento.
¡No, no, no! Dos años de celibato no son buenos. No animen a Val.
―¿Podríamos hablar de otra cosa? ―Val instó.
1
El tema cambió, gracias a Dios, a la próxima fiesta de cumpleaños de tante
24
Lulu.
―Alquilamos la sala de reuniones del Club de Veteranos por el pantano, con
todas sus áreas de picnic ―Charmaine les dijo―. La sala de recepción en la iglesia
Nuestra Señora de los Pantanos no es lo suficientemente grande. Además, no
permitían licor allí, y no puedo imaginar una fiesta cajún sin cerveza.
Los hombres asintieron.
―¿Cuán grande va a ser esta fiesta? ―preguntó Rene.
―Trescientas personas más o menos ―dijo Charmaine.
―¿Trescientas? ―Val se sorprendió. Nadie más lo estaba, sin embargo. Tante
Lulu había tocado muchas vidas a lo largo de los años.
―¿Las Ratas del Pantano tocarán en la fiesta? ―Rachel le preguntó.
Él asintió.
―No me lo perdería.
―¿Te pondrás en contacto con Richard Simmons para que venga?
―Charmaine le preguntó a Val.
―¿Eh? ―Val lució algo aturdida por haber sido señalada por la pregunta.
―Tante Lulu nos dijo que Val lo conoce ―informó Charmaine al resto de la
mesa―. Dios sabe dónde o cómo tante Lulu desarrolló esta fascinación por el chico,
pero lo hizo, y ella se emocionaría mucho si él se presentara.
Todos volvieron su atención a Val, que parecía como si hubiera sido
atropellada.
―Yo… yo… ―farfulló al principio―. No conozco a Richard Simmons. Sólo
dije que había conocido a su manager hace unos años y…
Luc hizo un gesto con la mano alegremente.
―Tres grados de separación. Bastante bien.
―Yo… yo… ―Val continuó tartamudeando. Su familia tenía ese efecto en la
gente a veces.
―Ella va a tratar ―ofreció Rene por Val. Entonces le dijo en voz baja―: Sólo
finge que vas a intentarlo. Se olvidarán de ello eventualmente.
―Estoy pensando en contratar a un grupo que hace el baile del vientre para el
entretenimiento, también. Las Sherezades ―dijo Charmaine.
Mi familia debería formar su propio carnaval. ¿De dónde sacan esta mierda?
―¿Por qué danza del vientre? ―Rachel quiso saber. 1
25
―Sí, bailarines de Chippendale serían más apropiados para nuestra querida
tía ―dijo Luc, riéndose. Sylvie le dio un codazo de nuevo.
―Debido a que tante Lulu y yo tomamos clases de danza del vientre con las
Sherezades. Incluso participamos en un concurso, y ganamos ―explicó Charmaine,
radiante.
Esa imagen aturdió la mente de todos. No la imagen de Charmaine, sino la de
tante Lulu.
―A su edad avanzada, la imagen de la piel arrugada de tante Lulu en un traje
de harén revelador no es bonita ―reflexionó Rend en voz alta.
―La he visto en un conjunto de baile del vientre ―dijo Rusty, sus ojos
brillando alegremente―. En realidad, se veía muy linda.
Charmaine besó a su esposo en la mejilla.
―Eres tan dulce.
Rusty dio a los chicos una mirada que casi dijo: Todos ustedes podrían aprender
una o dos cosas de mí.
―Siempre he querido aprender el baile del vientre ―dijo Sylvie
Luc le sonrió.
―Yo también ―dijo Rachel
Remy le sonrió.
―Realmente deberías ―aconsejó Charmaine―. ¿Sabías que los que bailarines
de vientre tienen mejores orgasmos, verdad?
Un pronunciado silencio cayó sobre la mesa. Luego todos se echaron a reír.
―Bueno, es verdad ―dijo Charmaine, riendo también.
―Lo es ―estuvo Rusty de acuerdo. Y Charmaine lo codeó.
Rene miró a Val, cuyo rostro estaba rojo como un tomate. Él se disculparía por
la tendencia de su familia para hablar de cosas íntimas, pero luego pensó, Nah. Ella
se acostumbrará. Si se queda alrededor por más tiempo. Hmmm. ¿Podrá quedarse tanto
tiempo?
―Bueno, ha sido agradable, todos, pero me tengo que ir ―dijo Val, parándose
abruptamente. Eso responde mi pregunta sobre ella quedándose alrededor―. Tengo un
vuelo que tengo que tomar temprano ―explicó.
Luego de una breve racha de conversación por todas partes, él se paró al lado
de ella y dijo:
―Caminaré contigo hasta tu auto. 1
26
―No tienes que hacer eso.
―Sí, querida ―dijo―, definitivamente lo haré.
Una caminata por el lado salvaje.
Valerie y Rene caminaron a través del estacionamiento hacia su auto, el cual
estaba estacionado cerca del final ya que había llegado tarde.
―Te llevaría a casa, pero tengo que realizar el último set con mi banda ―dijo
él.
―¿Por qué sigues haciendo suposiciones como esas?
―¿Como qué?
―Que me llevarías a casa, simplemente porque tú lo decidiste, como si yo no
tuviera nada que decir al respecto.
Él la miró y sonrió.
―Tienes una familia preciosa, Rene. Tienes suerte.
―He crecido unido a ellos, pero me sorprende que no creas que somos un
montón de chiflados.
―Nunca dije que no fueras un chiflado. Pero aprendí mucho sobre la gente
cuando se entrena para ser un consultor de jurado. Tienes que mirar por debajo de
la superficie. Por ejemplo, ves a un tipo con gafas de sol en un día gris y la primera
reacción es que es un personaje oscuro con algo que ocultar, o él piensa que las gafas
de sol lo hacen parecer macho. Pero puede haber otras razones.
―¿Cómo?
―Él tiene un problema en el ojo. Es tímido y se esconde detrás de los lentes
oscuros. Él, de hecho, tiene algo que ocultar. Estaba soleado antes, y se olvidó de
quitárselos. Muchas razones.
―¿Y cómo aplica esto a mi familia?
―Toma a Charmaine. Ella da la impresión de ser una rubia sin cerebro. Su
atuendo. Su manera de hablar. Su extravagancia. Pero si escuchas atentamente,
escuchará algunas palabras inteligentes arrojadas dentro. Entenderás que construyó
dos empresas de gran éxito, no sólo por ser capaz de utilizar un rizador, sino por
tener el talento empresarial real. Me pregunto lo que ella está tratando de camuflar
con este personaje que ha creado para sí misma.
―Eso es asombroso. Cuéntame más.
―Bueno, Luc se deleita retratándose a sí mismo como a un abogado 1
pueblerino. Camisetas Hawaianas, estando sin afeitar, incluso en la sala del tribunal, 27
teniendo casos escandalosos. Mis tías Margo y Madeline lo odian por esa vez que
representó al parque de casas rodantes oxidado contra ellas en la corte. Él realmente
convenció a un jurado que era un tesoro histórico. En pocas palabras, es un abogado
astuto que asume al más débil, no es un tipo duro bueno para nada.
Se rió de lo que ella supuso que era una representación exacta de su hermano.
―¿Qué hay sobre mí?
―Aaaah ―dijo ella―. Eres un hueso duro de roer.
―Obscuro y misterioso, ¿huh? ―Movió sus cejas hacia ella.
―Podrías decir eso. No puedo creer que dejes a las personas creer que eres un
coonass15 holgazán. No estás ofendido por esa palabra, ¿verdad?
―Infiernos, no, coonass es una expresión de cariño entre nosotros los cajún.
Continúa.

15
Coonass: se utiliza en referencia a una persona de etnia Cajun. Muchos lo consideran un insulto,
pero otros un cumplido.
―Aún no te he descifrado totalmente. Como dije un minuto antes, las cosas no
son siempre como lo parecen en la superficie. ¿Deliberadamente escondes tu
intelecto, tus diplomas universitarios, y tu trabajo de verdad porque eres modesto?
Resopló su opinión.
―¿O porque estás envuelto en secretas y peligrosas misiones?
―James Bond. Ese soy yo, nena.
Ella sonrió.
―Tal vez es un tipo de bofetada en la cara a las personas que te juzgaron mal
desde el principio cuando des tu verdadera cara. Sabes qué dice acerca de ti el jugar
el juego si tienes el nombre.
―¿Haciendo honor a mi mala reputación?
―Precisamente. Por otra parte, podría ser porque eres inseguro en el corazón.
De verdad no crees que vales mucho. Sospecho que vivir con Valcour LeDeux no
habría hecho mucho para la autoestima de un niño. La gente de mente estrecha
podría haberte hecho sentir como basura.
Rene no dijo nada a eso, lo que la hizo pensar que había golpeado muy cerca
del clavo. No tenía la intención de hacerle daño; por lo que decidió cambiar de tema. 1
―No puedo creer que tenga que levantarme en un par de horas para ir al 28
aeropuerto.
Llegaron a su auto. Ella giró y presionó su espalda contra la puerta del
conductor. Él se paró en frente de ella, manoseando las solapas de la blusa de ella.
―¿Vas a volver?
―Algún día, estoy segura.
Él negó con la cabeza.
―¿Pronto?
―No lo sé. Todo depende de los resultados de mis reuniones el lunes.
―Vuelve ―dijo en una voz que cruda de necesidad masculina. Las palabras
no pronunciadas eran "a mí."
Y de repente, ella realmente quería verlo otra vez. Bueno, no tan de repente.
Había estado atraída hacia él desde su regreso a Luisiana.
―¿Piensas que tu tía nos puso un hechizo?
Él sonrió, entendiendo.
―O eso, o fue San judas. Son una combinación poderosa.
―Dudo que un santo plantaría tales pensamientos impuros en mi cabeza.
―No sé sobre eso. San Judas ha sido conocido por usar métodos clandestinos
para conseguir sus fines. ―Pensó por un segundo, luego agregó―: ¿Tienes
pensamientos impuros sobre mí?
Ella solo asintió, mirando fijamente a su boca, la cual estaba llena, separada y
oh tan tentadora.
―Bésame ―murmuró ella, sorprendiéndolo no solo a él, sino a ella misma.
―Quiero hacer el amor contigo taaanto, pero quiero que nuestra primera vez
juntos sea memorable, no contra un auto en el estacionamiento de una taberna. Si te
beso, no seré capaz de detenerme.
Valerie suspiró. Este hombre era potente con P mayúscula. Pero algo que dijo
molestó a su cerebro.
―No sería nuestra primera vez.
Ella podía jurar que su rostro enrojeció, aunque la iluminación era tenue en
este extremo de la parcela.
―Tengo una pequeña confesión que hacer ―dijo él.
Su naturaleza desconfiada se puso en alerta roja. No tenía que ser una experta 1
en el estudio de la gente para saber que algo estaba pasando. 29
―En realidad, esta sería nuestra primera vez. Verás, esa otra vez, en realidad
no hicimos nada. ―Se lanzó a una explicación torpe tratando sobre la eyaculación
precoz, la vergüenza de toda la vida, y vómito de color rosa. Por último, la
comprensión se filtró en su cerebro. Le dio una palmada en el brazo, por segunda
vez en la noche. ¿Cuándo la violencia venía tan fácil a ella?
Cuando Rene LeDeux volvió a entrar a su vida, eso es cuándo.
―Me mentiste.
―No lo hice ―afirmó―. Solo fallé en decirte ese pequeño detalle.
―¡Tú, rata! Te voy a dar pequeño. ―Empezó a golpearle el pecho―. Todos
estos años me dejaste creer…
―¡No, no, no! ―La jaló en un apretado abrazo de oso, de modo que sus brazos
estaban retenidos―. Solo me enteré unos días atrás cuando tú revelaste que no
tenías memoria de ese día.
―Y tú fallaste en decirme entonces… ¿Por qué?
―Estaba avergonzado, y ¡whew! Qué alivio descubrir que nunca fuiste
consciente de mi falta de delicadeza. Pero ahora lo sabes.
―Déjame ir ―dijo contra su pecho.
―¿Vas a golpearme otra vez?
Dudó.
―No.
Cuando la liberó, ella dijo:
―Desprecio la deshonestidad.
―No fui deshonesto… precisamente.
―No juegues juegos conmigo, Rene.
―Lo siento. Mi única excusa… bueno, es una cosa de chicos.
Ella puso sus brazos sobre su pecho, exasperada.
―Tú solo tenías quince años.
―Sí, y créeme, era un gran problema en ese momento. Tener al cohete lanzado
antes de que todos los motores estén encendidos no es una hazaña que un chico
quiera clamar.
Ella tuvo que sonreír.
1
―Cada día iba al colegio esperando escuchar que tú finalmente le dijiste a
30
todos de mi fracaso.
―Y cada día yo iba al colegio esperando escuchar que hubieras alardeado de
tu conquista y mi fracaso. No se supone que las chicas vomiten la primera vez, no lo
creo.
―¿Estamos a mano entonces? ―preguntó esperanzado.
―Ni siquiera cerca ―dijo.
―Vas a hacerme pagar, ¿verdad?
―De la mejor manera posible. Me tengo que ir ahora.
―Tengo grandes planes para esta noche.
―Me di cuenta.
―¿Me golpearías si tratara de darte un beso de buenas noches?
―Dijiste que no serías capaz de detenerte si me besaras.
―Me he enfriado desde entonces.
Yo no.
Él se movió más cerca y arregló sus brazos alrededor de su cuello. Luego se
acercó aún más, presionando contra su bajo vientre.
―Creí que habías dicho que te habías enfriado.
―Eso es frío para mí ―dijo con una risa corta―. Debería advertirte, soy un
besador experto.
Lo sé.
―¿No te importa decirte eso tú mismo?
―Los mejores besos son cuidadosamente arreglados. Por ejemplo, todas las
otras partes del cuerpo deben estar perfectamente alineadas.
―¿Huh? ¿Qué quieres decir?
La levantó ligeramente por el trasero por lo que ella estaba de puntillas y
montó la hendidura de sus vaqueros, justamente correcto.
De alguna manera, sus piernas se habían abierto y él estaba entre ellas, sorpresa
sorpresa, justamente correcto.
―Oh ―dijo ella, respondiendo a su propia pregunta.
Mientras su trasero estaba medio apoyado contra la puerta del auto y sus
brazos aún estaban vagamente colocados alrededor de su cuello, él puso ambas
manos en sus pechos y usó sus pulgares para llevar a los pezones a picos duros. Al
darse cuenta de que ella no llevaba sujetador, él hizo un sonido gutural, luego 1
deslizó sus manos bajo el dobladillo hasta que acarició la piel desnuda. 31
Cada parte del cuerpo de Valerie palpitó. Sus labios dolían por su beso; sus
pechos dolían por un tratamiento más duro; sus partes femeninas dolían por toda
su dura longitud presionada contra ella.
―Oh, nena ―dijo contra su boca cuando finalmente la tomó en un beso que
era tierno y devorador a la vez. Su lengua acarició su boca, dentro y fuera, simulando
el ritmo sexual teniendo lugar abajo. La boca de ella le hizo lo mismo a la de él. Era
difícil decir quién estaba besando a quién, donde él terminaba ella comenzaba. Ella
sintió a su cuerpo enrollándose con tensión y sabía que tenía que parar antes de que
fuera demasiado lejos. Jalando su boca lejos de la suya, ella jadeó:
―No, Rene. No me quiero venir así. No otra vez.
Aún sosteniéndola, arqueó su cuello hacia atrás, los ojos cerrados, e inhalado
y exhalado profundamente, luchando por control. Finalmente la soltó y dio un paso
atrás. Estaba profundamente excitado, ella podía decirlo sin mirar hacia abajo. Los
ojos de él estaban entrecerrados. Su labio inferior colgaba de una manera sensual.
La deseaba tanto como ella a él.
―Tus deseos son órdenes, princesa ―dijo, finalmente. Con pesar se volvió
para irse, rozando sus dedos a través de la boca hinchada de ella. En el último
segundo, se volvió, la miró a los ojos y dijo―: Vuelve cuando puedas, chere. Caballos
salvajes no serán capaces de detenerme entonces. La próxima vez haremos magia,
te lo ga-ran-ti-zo.
Esa noche, Valerie tuvo sueños de magia

1
32
Capítulo 11

Dándole otro significado a “Llámame, nena”

Rene llamó a Val a las cuatro treinta esa mañana.


Era una cosa realmente estúpida de hacer. Había tocado otro set con su banda
luego de que Val se fue. Se había sentado con su familia a cotillear por otra hora
luego de eso. Había regresado a la casa flotante de Remy donde había tratado de leer
un libro. Y todo ese tiempo se mantuvo pensando en Val. Tal vez ella tuvo razón
cuando preguntó si un hechizo había sido puesto en ellos.
1
Y ahora, el alma patética en la que se había convertido, estaba arriesgando una
33
rabieta de Simone Breaux llamando a su casa en el medio de la noche. Por suerte Val
recogió en el segundo timbre.
―Hola ―dijo adormilada
―Hola.
―¿Rene?
―Uh-huh.
―¿Qué hora es?
―Cuatro treinta. ¿A qué hora tienes que levantarte?
―Cinco.
―Mira cuán considerado soy. Tu propio despertador.
Él escuchó una suave risa al otro lado de la línea y un crujido. Probablemente
estaba sentándose en la cama.
Se inclinó para apagar la lámpara al lado de la cama; de alguna manera parecía
más íntimo hablar con ella en la obscuridad.
―¿Vas a volver, Val?
―Ya me preguntaste eso.
¿La palabra patético suena una alarma?
―No estaba satisfecho con tu respuesta.
―No puedo hacer promesas. Hay tantas circunstancias atenuantes que puedan
afectar mi decisión.
―Suenas como una abogada.
―Es lo que soy.
―Tenemos asuntos sin terminar, nena. ―Como, dos años y contando.
Ella dudó antes de decir:
―Lo sé. Pero a veces es mejor dejas ciertas cosas sin terminar.
―¡Mentira! Quiero que vuelvas. Si quieres, puedes volver. Es tan simple como
eso.
―Trataré.
Decidió que eso era una concesión lo suficientemente buena. Es hora de sacar
la munición de alta resistencia.
―¿Qué estás usando? ―Sí, ¿qué es lo que usa alguien que ha estado en celibato por
dos años? ¿Un cinturón de castidad? 1
Risa suave otra vez. Amaba su risa suave. 34
―¿Vamos a tener sexo por teléfono? ―preguntó inocentemente.
¡Dios bendiga a mujeres inocentes!
―¿Fue eso una invitación? ―No podría ser posible.
Silencio.
¡Santa mierda! Solo había estado bromeando, pero ella debe estar interesada.
De lo contrario le habría dicho que era un culo crudo, o algo similar. ¡Whooee! Soy
mejor de lo que pensé. ¡Asombroso!
―¿Val? ―presionó por una respuesta.
―Nunca tuve sexo por teléfono antes ―dijo.
―Yo tampoco ―mintió―, pero estoy en el juego si tú lo estás. Además, ya
hemos tenido cerca-del-sexo. ¿Qué tan diferente puede ser? ―¿Juego? ¡Hah! Más
como morderse las uñas. Cariño, quiero terminar con esa vigilia de dos años taaaanto.
―No sé sobre esto…
No, no, no. No vas a renunciar ahora. No le tiras a un perro hambriento un hueso y
luego dices “Oops, dámelo de vuelta” Y yo soy definitivamente un perro hambriento.
―¿Qué estás usando?
―Un camisón.
―Quítatelo, querida.
―¿Por qué?
¡Preguntas, preguntas, preguntas! ¿Por qué las mujeres siempre tienen que
cuestionarlo todo?
―Quítate la maldita cosa, Val.
Hubo un corto silencio, del que luego ella dijo:
―Lo hice.
¡Oh Dios mío! Nena, no creerías las imágenes que tengo ahora mismo. ¡Calificadas
como Triple X!
―¿Cómo se siente?
―Perverso.
―Perverso está bien.
Ella rió y dijo:
―Ahora tú. ¿Qué estás usando?
1
―Calzoncillos.
35
―Quítatelos.
―Di eso otra vez.
―¿Por qué?
¡Aaarrgh! ¡Otra pregunta!
―Porque me enciende, maldición. Para de preguntar por qué.
―¿Por qué te estás irritando?
―No me estoy irritando. Estoy impaciente. ―En realidad, estoy excitado…
sobreexitado. Cálmate, vaquero.
―¿Rene?
―Sí.
―Quítatelos. Por favor.
Él sonrió para sí. Luego de un momento o dos, dijo:
―Lo hice.
―Mentiroso. No lo hiciste.
¡Oops!
―¿Cómo sabes eso?
―Soy un analista de jurado. Estudio personas… sus apariencias, sus gestos,
sus voces. Puedo saberlo por el tono de tu voz.
¡Hombre, oh, hombre! Mejor soy cuidadoso.
―Lo hice ahora ―le dijo luego de quitarse su ropa interior.
―¿Quieres ir primero, o voy yo?
―¿Estás bromeando? No sabría por dónde o cómo empezar.
Yo sí.
―Estoy tocando tu rostro ―dijo él―, pasando mis dedos por tus labios.
¿Recuerdas cómo se sintió cuando nos besamos antes?
―¿Recordar? Nunca olvidaré. Fuiste correcto. Eres un buen besador.
No puedo creer que Valerie “Hielo” Breaux acaba de decirme que soy un buen besador.
Sonrió.
―Puedo recordar tu sabor.
Ella rió.
―¿Qué? ¿Coca de dieta? ¿O aliento a menta? 1
36
―Ninguno. Tienes tu propio sabor distintivo. Es sexy.
―Eso es bueno, Rene. Tú eres bueno.
Eso es lo que te sigo diciendo.
―Gracias ma’am. Tu turno.
―Estoy tirada aquí desnuda en mi cama, imaginándome que estás aquí
también. No me estás tocando…
―¿Por qué no? Si estuviera allí, definitivamente te estaría tocando. ―Y
probando por qué debes terminar tu saga de dos años.
―¡Tsk-tsk! Esta es mi fantasía, Rene. ¿Dónde estaba? Oh, sí, ambos estamos
desnudos en mi cama. No tocándonos. Pero me estás mirando. ¿Y sabes qué? Me
haces sentir atractiva cuando me miras, incluso cuando tengo ropa puesta.
―Claro, eres atractiva.
―Eso no es lo que quiero decir. Cuando me miras, me siento deseable,
femenina
―Estááá bien. ―¡Estááá bien!
―Así que, me estás mirando, de pies a cabeza, lentamente. Y me enciende.
―Me enciende que pueda encenderte. ―Y esa es la pura verdad de Dios.
―¿Qué sigue?
―Bueno, cariño, solo depende de cuán atrevida seas.
Resulta que ella era muy atrevida. Resulta que él lo era también. En el momento
en que su reloj alarma se activó una media hora más tarde, los dos estaban agotados
y extendidos planos en sus respectivas camas.
Luego de que dijeron su suave adiós, Rene colgó su teléfono y sonrió en la
obscuridad. Ella volverá.

La gran manzana no parecía tan prometedora

Valerie había estado de regreso en Manhattan por más de un día ahora, y nada
parecía lo mismo.
Su pequeño apartamento con su mobiliario de buen gusto y falta de desorden 1
le parecía frío. La pintura del paisaje de Bayou Negro en la pared que había 37
heredado de una tatara-tatara-abuela era una pálida imitación de la cosa real.
La sobrevalorada vista del río Hudson desde la ventana de su sala de estar era
nada comparada con un arroyo de bayou en el medio de la nada.
Debería haber estado preparándose para su próxima reunión con Elton y luego
el señor Goodman. En vez de eso continuó leyendo el fascinante material que había
recogido de la tienda de libros Houma sobre la desaparición de los pantanos.
Especialmente el libro del Sr. Tidwell, cuyo texto es como una novela de no ficción
y da una visión conmovedora pero alarmante de lo que le estaba sucediendo a su
propia patria.
¿Y no era sorprendente que haya desarrollado repentinamente un apego por
su natal sur de Luisiana? Tal vez el amor que tuvo una vez por esa tierra primitiva,
cuando su padre solía llevarla en expediciones de pantanos, había permanecido en
estado latente durante todo este tiempo. Tal vez había intentado deliberadamente
odiar aquello mismo que amaba… porque él se había ido. Ciertamente algo en qué
pensar.
Justo antes cuando estaba por salir por la puerta, el teléfono sonó. Su corazón
omitió un latido. ¿Podía ser Rene?
No tuvo esa suerte.
―Hola, ¿´tá Val? ―preguntó una gruesa voz femenina cajún.
―¿Tante Lulu? ¿Hay algo mal? ¡Oh Dios mío! ¿Algo le pasó a Rene? ―El idiota
pudo haberse engrapado la mano, o haber sido atacado por un caimán, o disparado y muerto
por algún asesino contratado por alguna petrolera fanática.
La anciana mujer rió.
―Sabía que te preocupabas por el chico. ―Treinta y cinco años, y ella aún
consideraba a Rene un chico.
―¿Por qué llamas?
―Oh, solo me preguntaba si habías teni´o la oportunida´ de habla´ con Richard
Simmons aún.
¿Ella está loca?
―No, no lo he hecho, y no espero hacerlo pronto. Me voy a una reunión de
negocios en este momento.
En vez de discutir con ella o disculparse por interrumpir su ocupado día, tante
Lulu se fue por la tangente.
―¿Crees que podrías recoge´ algo pa´ mí antes de que vuelvas a casa en bayou?
1
―No estoy segura de que vuelva. En un futuro cercano ―añadió para evitar
38
que pregunte por ese problema.
No hay que preocuparse. Tante Lulu omitió ese importante hecho.
―Charmaine me compró algunas bragas en esa tienda, Saks Fifth Avenue,
años atrás. Eran realmente cómodas, no se montaban en la grieta de nada. Yo, no
puedo encontrarlas en ningún lugar alrededor de aquí. Algodón blanco. Marca Sexy
Lady. Tamaño dos. Y, a propósito, Rene de seguro te está extrañando.
Cómo la anciana mujer se movía de un tema a otro era increíble.
Una especie de corriente del tipo consciente de una conversación de un solo
lado. ¿Pero a quién le importaba eso? Rene me extraña. Sonrió ampliamente.
―Él empezó ´ir a entrevistas de trabajo hoy. Usó un traje y to´o. Incluso su
corbata rojo ají picante. Whooee, se veía apuesto, ese chico lo hizo. Tal ve´ sea el
último día que use un traje, o eso dice él. No ´tá buscando trabajos ´onde usen traje.
Debería´ ve´lo, sin embargo. Casi termino con tu colcha de novia. ¿Terminaste los
do´ años de sexo rápido? Tal ve´ no, Rene no tiene esa mira´a sobre él… ya sabes, la
tonta sonrisa que usan los hombres cuando tienen su camino con una mujer.
¿Cuándo piensas que volverás? Mejo´ que vuelvas pa´ mi fiesta de cumpleaños.
¡Whoa, whoa, whoa!
―Tante Lulu, no va a haber una boda. Así que, por favor, no colcha de novia.
―Podemos hace´ la celebració´ de mi octogésimo cumpleaños y tu boda el
mismo día. Ahorramos un montón de dine´o de ´sa manera. ¿Crees que podrás estar´
lista para se´tiembre? Tengo el vesti´o de la mamá de Rene, si ´tás interesa´a. Pero,
no, eso sería mala suerte viendo cómo ella se casó con esa rata Valcour en ese vesti´o.
Extremadamente linda, lo era, sin embargo.
¡Aaargh! Es como hablarle a una pared.
―Tante Lulu, me tengo que ir ahora.
―Oky dokey. ¿Debería da´le a Rene tu cariño?
―No te atrevas. ―Si decido alguna vez darle a Rene mi cariño, será en persona.
―¡Toodle-oo16!
Mientras Valerie miraba al receptor muerto en su mano, pensó, ¿Quién en el
mundo dice “toodle-oo” hoy? Pero entonces, un pensamiento más importante vino a
ella. Rene me extraña.
Fue en ese pensativo, pero no infeliz, estado de ánimo que entró a la lujosa
oficina de Elton Davis una hora más tarde. La alfombra era tan espesa que sus
tacones se hundían en sus profundidades. Los muebles de madera de nogal era de 1
alta gama y de lujo. 39
Un elaborado sistema de música y un bar con fregadero adornaba una de las
paredes. En otro lado había una vista espectacular de la Avenida Madison. Elton se
trataba bien a sí mismo.
―¡Val! Es tan bueno verte ―habló con entusiasmo Elton, saliendo de detrás de
su gigantesco escritorio, que era más adecuado para Jolly el Gigante Verde que su
mejor cuadro de un metro setenta y ocho. Sus brazos estaban extendidos a modo de
saludo.
Seguramente el idiota no esperaba que le permitiera abrazarla. ¡De ninguna
manera! Val extendió su mano derecha para un apretón, lo que causó que Elton se
detuviera momentáneamente con sorpresa, luego tomar su mano y sacudirla.
Incluso ese breve contacto con la piel se sentía adulador.
―Esto es genial, Val ―dijo, indicando una silla para ella mientras él se
apresuraba detrás de su escritorio, como la rata que era―. ¿Lista para volver al
trabajo?

16
Toodle-oo Forma americano arcaico de decir "adiós". Se deriva de la expresión francés "un tout
l'heure un" significado "hasta luego", y se puso de moda en los EE.UU. en particular después de la
segunda guerra mundial.
¿Huh? Ella deliberadamente ensanchó sus ojos e inclinó su cabeza hacia un
lado.
Su rostro enrojeció con la comprensión de que no iba a jugar a ser
agradablemente agradable con él.
―Vayamos directo al grano, Elton. ¿Qué sucede?
―Estoy herido por tu actitud. ―Le dirigió una expresión de cachorro de la
consternación que tontamente pensó derretiría su corazón. ¡Ya parece! Parecía
Goofy con una basura en su ojo.
―Escucha, Elton, no tengo tiempo para tus juegos. ¿Pediste verme? ¿Cuál es el
problema? ¿Alguien te llamó a la alfombra por despedirme?
―Mira, ahí está la cosa. Nunca te despedí realmente. Entendiste mal lo que dije
y te fuiste antes de que tuviéramos la oportunidad de discutir las cosas.
―¡Mentira! Puedes tirarle esa línea a quien quiera escuchar, pero yo no lo
compro. Dime lo que quieres.
Vio la ira que él escondía bajo una controlada sonrisa.
―Tengo una nueva misión para ti. Espera hasta que te enteres de ella. ¿Qué tal
si te damos carta blanca y una posición en horario estelar para cubrir... ―hizo una 1
pausa de manera ta-da―… tu propio juicio? 40
―Suplico tu perdón.
―Llenas cargos de secuestro contra esos raritos cuello rojo 17 que te
secuestraron, y luego tú cubres el juicio. ¿No es eso genial?
Incluso Elton se las arregló para dejarla conmocionada esta vez.
―Eso es genial. ¿Pero has considerado la situación de conflicto de interés en
mí cubriendo un caso en el que yo soy el demandante?
Él movió una mano despectivamente.
―Podemos pasar a través de ello. Ya revisé lo legal. ―Sonrió con su sonrisa
mostrando los dientes hacia ella, como si le acabara de dar la luna―. Claro, habría
un aumento de sueldo considerable con el trabajo.
¡Increíble! Él en realidad pensaba que iba a doblar sus estándares por el bien
del dinero y una promoción. Y esas palabras "cuello rojo", ¿hizo él esa suposición
porque las personas en cuestión eran de Luisiana o del bayou?

17
Cuello rojo en inglés Redneck, se utiliza principalmente para una persona rural blanca y pobre del
sur de Estados Unidos de forma despectiva.
Y él se había referido a ellos como raritos. Bueno, J.B. y Maddie eran raritos,
pero él no lo sabía. Él estaba asumiendo que ambientalista era igual que corto de
cerebro.
―No he llenado una denuncia, Elton, y probablemente no lo haré. Cargos de
secuestro no serán llenados. Así que, no hay juicio.
Ella esperó que él digiera esa información. Y, francamente, estaba enojada
ahora. El tipo la despidió y luego trató de usarla, todo en un suspiro.
―Bueno, estoy seguro de que podemos encontrarte algún otro lugar en Trial
TV. ―La falta de entusiasmo en su voz resonó en el aire entre ellos.
Valerie se paró entonces y dijo algo que había querido decir por mucho, mucho
tiempo.
―Elton, tú, hijo de puta… ―Se detuvo―. Toma tu trabajo y jódete.
Mientras caminaba orgullosamente fuera de la puerta y por el pasillo, se sintió
sorpresivamente liviana y animada, como si una carga hubiera sido levantada de su
espalda.
Tenía dos horas para matar, luego era hora para encontrarse con el Sr.
Goodman. Él estaba en el mismo edificio pero tres pisos arriba. Pasó su tiempo de 1
intervalo tomando una caminata en Central Park. Luego, fría, calmada, y tranquila, 41
entró al dominio del señor Goodman exactamente a tiempo.
A diferencia de la oficina de Elton, que era vergonzosamente opulenta, la del
Sr. Goodman era casi austera.
Es cierto que había una oficina en la esquina con una vista magnífica, pero el
mobiliario era escaso y austera en apariencia. De pie, el caballero de unos sesenta
años de la vieja escuela, con traje a rayas oscuras y zapatos cerrados en punta negros,
le dio una cálida sonrisa.
―Buenas tardes, Sra. Breaux. Estoy encantado de verte otra vez. Ven, siéntate
aquí. ―Hizo un gesto hacia una pequeña sala de estar con dos sillas tapizadas y una
mesa de café de cristal redonda.
Luego que estuvieran los dos sentados y ella declinara su oferta de café, él fue
directo al punto.
―Entiendo que declinaste la oferta de Elton Davis.
―Lo hice.
―Probablemente una sabia decisión.
Ella arqueó las cejas en forma de pregunta.
―Él es un trasero.
―Concuerdo.
―Aquí está la cosa, la telebasura es caliente. Todo, desde el estilo de programas
de entrevistas de Jerry Springer hasta los reality shows que muestran calificados x
de sexo en la televisión regular. Es un hecho de la vida que tenemos que lidiar ahora
mismo.
―¿Podemos hacerlo mejor?
―Claro que podemos, y lo hacemos. De hecho, creo que has añadido un toque
de gusto a nuestra programación… incluso cuando era un poco basura.
―Basura sabrosa, ¿Huh? ―Tuvo que reírse, si era eso lo que había sido su vida
en los últimos años.
―Me gusta cómo suena eso. ¿Te importa si lo uso alguna vez?
―Siéntete libre ―dijo, agitando una mano magnánimamente. Valerie estaba
“leyendo” al Sr. Goodman mientras hablaban, y lo consideró un hombre honesto.
―Como sabes, Sra. Breaux, Goodman Enterprises es dueño de Trial TV.
También el canal Naturaleza, el canal de Diseño Hogar, Solucionadores de
Crímenes, y pronto un nuevo canal llamado Reportes Investigativos, o IRC. Este
último transmitirá todo tipo de cosas; que ni siquiera tenemos orientaciones en este 1
punto. ¿Me entiendes? 42
―Fuerte y claro ―respondió con una sonrisa. Él debe haber oído los rumores
que estaba considerando un documental del bayou―. ¿Estás diciendo que, si vengo
con una propuesta formal para algo llamado “Bayou Descubierto”, estarás dispuesto
a considerarlo?
―Absolutamente. Pero ten una cosa en mente, querida. He estado en este
negocio por mucho tiempo. El público no quiere una corta y seca propaganda, no
importa qué tan importante. Tiene que afectarlos personalmente. Y tiene que haber
un ángulo para dibujarlos dentro.
―¿Como los programas de Elton de shock y rock, ese tipo de programación?
―No necesariamente. Encuentra un gancho para atraer a la gente a ver,
entonces puedes predicarles todo lo que quieras.
Hmmm. Me pregunto si… no, eso sería demasiado inverosímil… pero, infierno, no
pierdo nada con probar.
―¿Sabías que hay una planta del pantano, la planta Juju, que es responsable
de la famosa virilidad de los hombres cajún? ¿Y que si la contaminación y la erosión
costera continúan a su ritmo actual, la planta se perderá para siempre?
―¡Bingo! ―dijo el señor Goodman, con una risa―. Supongo que no conoces
algún especialmente viril hombre cajún que podría ser el narrador de este potencial
documental.
―¡Bingo! ―dijo Val entonces―. El hombre Juju.
De repente su vida parecía un poco más brillante.
El único problema sería convencer a cierto hombre cajún de hacer pública su
destreza. ¡Pan comido!
Podía jurar que oyó la risa en su cabeza.

Cuando eres sexy, eres sexy

―¡No! ¡Absolutamente no! ―exclamó Rene en el teléfono.


No podía creer que Val en realidad creía que él permitiría lo convirtiera en el
chico poster de la virilidad cajún. ¡Como si pudiera! ¡Como si lo haría! ¡Habla sobre eso! 1
Nunca me gustaría exponerme al ridículo que obtendría. Puedo imaginar qué harían mis 43
hermanos con esa información.
―¿Puedes creerme que se haría con gusto?
―No.
―Mi jefe, mi antiguo jefe, dijo que le doy sabor a todo lo que hago.
―No.
―Dijiste que querías que volviera.
―Lo hago, pero no para que yo pueda quitarme la ropa y correr desnudo por
dinero a través de los pantanos enfrente de alguna cámara de televisión.
―Nunca sugerí algo como eso.
―¿Vas a estar en esa cosa también? Ya sabes, usando alguna piel,
probablemente pieles de rata almizclera, como una mujer Daniel Boone con escote.
―Estaba riendo por las imágenes y todas las posibilidades. ¿No había un culto que
apoya el sexo con animales? Fuzzies, o Furries, o algo así. ¡Señor, Señor! Sexo con
animales con una mujer que no ha tenido sexo en dos años. Van a quemar los lentes
de la cámara de TV.
―Ahora estás siendo tonto.
―No, no lo estoy. Tal para cual, nena.
―Estoy siendo seria, Rene. He estado leyendo mucho, y creo que puedo hacer
un buen trabajo en retratar los enormes problemas que afectan a los pantanos. Pero
necesitamos un gancho.
―Bueno, tu gancho va a ser plantado en otro lugar, otro que mis partes
privadas. ―Me estremezco de solo hacer esa broma.
―¿Qué crees que J.B. y Maddie y las personas de la Unión del Bayou pensarán
de mi idea?
―No les vas a mencionar esto a ellos. Eso es una orden. ―No voy a tener a esas
dos escamas unidas a mí como pesebres, rogándome que lo haga.
Ella rió, como si él dándole una orden fuera cómico. Lo que era, por supuesto.
―Tante Lulu me contó que estás buscando un nuevo trabajo.
―Lo estoy. ¿Cuándo hablaste con mi tía?
―Hoy. Ella me llamó para ver si podía comprarle algunas bragas en Saks Fifth
Avenue.
―¡Oh Dios mío! Al menos no fue Victoria’s Secret.
1
―Me dijo que te veías realmente sexy en un traje de negocios.
44
―Siempre me veo sexy, querida. ―¿Verdad?
―Modestia no es uno de tus puntos fuertes. Hay una cosa más que ella
mencionó.
¡Uh-oh!
―Si ella dijo que me emborraché el domingo a la noche, fue una mentira.
―Mareado, sí. Borracho, no.
―Dijo que me estabas extrañando.
Oyó el temblor en su voz, e hizo una pausa para calmar su propia voz.
―Esa es la verdad, chere. ―Luego de varios momentos de silencio, preguntó―:
¿Qué hay de ti? ¿Me has estado extrañando?
―He estado muy ocupada con reuniones y todo y… ¡Oh, infiernos! Te estoy
extrañando como loca.
Él sonrió.
―Vuelve a casa al pantano.
En vez de responderle directo, le preguntó:
―¿Dónde estás viviendo ahora? ¿En tu casa en Baton Rouge, o en la casa
flotante de Remy?
―En Baton Rouge la mayor parte del tiempo. Y lo odio, estar lejos del pantano.
―Le dio una dirección pero tenía miedo de preguntar si la estaba anotando.
―¿Dónde vivirás entonces?
Donde sea que estés, cariño. Oh, ¡Mierda! Espero no haber dicho eso en voz alta.
―No podrías trabajar desde tu cabaña, ¿Verdad?
―Probablemente no… tal vez… No lo sé aún. Depende en el tipo de trabajo de
campo que haga eventualmente.
―Hablaremos del documental cuando te vea ―dijo ella.
―Vamos a hacer mucho más que hablar.
―Eso es un hecho.
Prácticamente un hecho.
―Te dije lo que pasaría la próxima vez que nos encontráramos.
―Dos años es un tiempo muy largo, Rene. ¿Estás seguro de que puedes
manejar eso? ―Él oyó la diversión en su voz. 1
Él solo rió. Suficiente respuesta. 45
―Mi vuelo llega mañana a la noche ―dijo ella.
―¿Quieres que te encuentre en el aeropuerto?
―No. Te veré cuando te vea.
Él quería decirle algo especial entonces, pero no podía pensar qué. Era muy
temprano para decir esas dos palabras que las mujeres aman sacar de los hombres,
y el momento adecuado podría nunca llegar. Pero debería ser capaz de decir algo.
―Me preocupo por ti, Val. ―¿Qué tan lamentable era eso? El Rey de lo Suave es
más como el Rey de lo No-Suave.
―Me preocupo, también, Rene. No sé por qué. Solo lo hago.
Esa era una buena respuesta por ahora.
Capítulo 12

Hay virilidad... y luego está la VIRILIDAD

El taxi de Valerie no llegó a la casa de Rene hasta las once de la mañana, debido
a varios retrasos con el avión y precauciones extremas de seguridad en los
aeropuertos.
Llevaba una falda de gasa hasta las pantorrillas en distintos tonos de verde,
desde apio pálido a jade oscuro. Una camisa pegada al cuerpo de manga corta verde
menta que abrazaba sus pechos y abdomen y estaba metida en su cintura. Se había
arreglado el cabello en su salón favorito de la Quinta Avenida para lograr su aspecto 1
despeinado. Una manicura y pedicura habían producido la laca de color rojo 46
brillante que ahora lucía. Se había afeitado las piernas… dos veces. Y se había hecho
un depilado de bikini, a pesar de que no se había puesto un bikini en más de diez
años.
Estaba lista.
Y también Rene, si la forma en que su puerta estaba abierta esperándola era
alguna indicación. Llevaba una camiseta blanca del concierto de Toby Keith que
decía ¿Quién es tu papi? y pantalones de jogging negros. Descalzo, bajó las escaleras
lentamente, le pagó al taxista, y tomó su equipaje en cada una de sus manos. Hizo
un gesto con la cabeza para que ella lo precediera por las escaleras.
Pero ella clavó sus talones.
―¿Ni siquiera vas a decirme hola, o darme un beso de bienvenida?
―Diablos, no ―dijo, mirando directamente a sus ojos por primera vez. Vio el
ardiente calor en sus ojos, y casi la asustó. Casi―. Si te beso ahora, vamos a terminar
teniendo sexo en los escalones de mi entrada, y terminaré demasiado pronto. Tengo
historial de eso, como ya sabes.
Dios, todavía está perturbado por lo que pasó hace diecinueve años. ¡Qué dulce!
Satisfecha de que estuviera feliz de verla, incluso sin las palabras y acciones, caminó
por las escaleras delante de él, asegurándose de agitar las caderas de lado a lado.
―Vas a pagar por eso ―pensó oírlo murmurar. Entonces él preguntó,
presumiblemente mirándola desde detrás―: ¿Estás usando tanga?
Ella sonrió para sí y lo miró por encima del hombro, luego le guiñó un ojo.
―No.
A él le tomó varios minutos registrar que ella quería decir que no llevaba nada.
Su mandíbula se abrió y dijo:
―¡Jesús, María y José!
Lo que sucedió después fue tan rápido que su cerebro daba vueltas. Ella entró
en el pasillo y estaba a punto de comentar sobre su colección de acuarelas
expresionista cuando la puerta se cerró detrás de ella, Rene dejó su equipaje en el
suelo, y ella quedó atrapada contra la pared con la falda hasta la cintura. Rene estaba
pasando sus manos sobre su trasero… su trasero revestido por pantys.
―Mentiste ―dijo, mordiendo su boca con los dientes.
―¿Creías sinceramente que pasaría por la seguridad del aeropuerto sin ropa 1
interior? Probablemente habrían insistido en un registro de cavidades. 47
―Yo podría hacer eso ―ofreció él. Pero luego se dejó caer de rodillas frente a
ella. Apoyando la cara contra su vientre, la sostuvo con los brazos alrededor de sus
muslos. El silencio en el pasillo era ensordecedor.
―¿Rene? ¿Qué pasa?
―No pasa nada. Todo está bien finalmente, y eso me quita el aliento.
―Oh, Rene ―dijo en voz baja, y se dejó caer de rodillas, también. Tomando su
cara entre las manos, lo besó suavemente―. Vamos a tomarnos esto lentamente. No
tenemos nada que demostrar aquí.
―¡Ah! Tal vez tú no, pero yo sí.
―Olvídate de eso. Ahora, ¿quieres darme un paseo por tu casa?
―No. Prefiero darme un paseo por tu cuerpo… o dos… o doce.
Entonces la besó. Hambrientos besos que eran eternos. Su boca húmeda y
caliente sobre ella, su lengua conduciéndola, con las manos en todas partes a la vez.
De alguna manera se encontraban en el suelo, con él encima de ella.
―Oh, mierda, vamos a tener sexo en el suelo del pasillo, ¿no es cierto?
―Espero que sí. ―Ella se quitó las bragas lo mejor que pudo con él encima.
Metiendo una mano dentro de la cinturilla elástica de sus pantalones, tomó su dura
longitud en la mano.
―¡Jeeeeeeeesh! ―gritó él, empujando su mano a un lado―. No hagas eso. No
todavía. ¡Santo-santo-santo-santo-infierno! ¿Qué me estás haciendo? Déjame
levantarme. Iremos a mi habitación.
―¡No! ¡Ahora! Te quiero ahora ―dijo, arqueando sus caderas contra su
erección rampante―. Te quiero malditamente ahora.
―¿Qué? Bien. No. Tengo que ir a buscar un condón.
―No te preocupes. Estoy tomando la píldora.
―Dos años de celibato y ya estás en la píldora. ¿Por qué?
―Uh, Rene, ¿podemos hablar de eso más tarde?
―Oh, sí. ―Jadeante, empujó sus pantalones abajo mientras ella subía su falda,
y en cuestión de segundos estuvo a punto con su entrada. Entonces, oh mi Dios, él
empujó dentro de ella, todo el camino hasta la eternidad.
Sus músculos internos se estrecharon y relajaron a su alrededor en un orgasmo
instantáneo que voló sus inhibiciones y la fundió en un clavo al rojo vivo. 1
Cuando tuvo la oportunidad de recuperar el aliento, miró a Rene. Con los ojos 48
cerrados, estaba apoyado en sus antebrazos. Su cuello se arqueaba hacia atrás, sus
tendones destacándose por la tensión. Y todavía estaba duro dentro de ella, Dios lo
bendiga.
¿Por qué se detenía? Oh. Esa vieja fijación en su eyaculación prematura.
―Muévete, maldita sea.
Él abrió los ojos y la miró, aturdido.
―Quiero tanto follarte que puedo probarlo.
―Entonces hazlo.
―Es demasiado pronto.
―No. Es demasiado tarde, nene. Vamos. Por favor. Vamos.
Él sonrió y lentamente, muy lentamente salió de ella casi por completo y
entonces lentamente entró de nuevo. La fricción era una dulce tortura.
―Amplio ―dijo con la voz ronca por la excitación. Empujando sus rodillas
arriba y hacia a los lados, demostró lo que quería decir.
Y lo sintió empujarse otro increíble centímetro o más. Y su hueso púbico la tocó
en el lugar correcto. Y las estrellas rojas bailaban delante de sus ojos abiertos.
―Te sientes… tan bien… en mí ―dijo sin aliento.
―Me siento muy bien en ti ―dijo él, también jadeando.
Entonces comenzaron los movimientos largos, dentro y fuera, una y otra vez
hasta que Valerie pensó que se volvería loca. Gimió continuamente. Envolvió sus
piernas alrededor de sus caderas. Agarró sus nalgas y las amasó.
Para un tipo que se preocupaba por estallar demasiado rápido, Rene se estaba
tomando mucho tiempo para el clímax.
De hecho, se detuvo. Profundamente enterrado en ella, se estiró y la abrió aún
más para que la parte más sensible de ella estuviera más expuesta. Luego dijo:
―Míranos, cariño.
Su vello oscuro se mezclaba con el oscuro de él allí. Era imposible decir dónde
terminaba o comenzaba ella, y viceversa.
―Dulce, ¿eh? ―Su voz era ronca y baja.
―Dulce ―acordó ella.
Entonces empezó la dura, rápida embestida que había estado anhelando. Todo
estaba sucediendo tan rápido ahora. Sensaciones la golpearon en cada parte de su
cuerpo. Donde estaban unidos por dentro. En sus pechos. En toda su piel. 1
49
Y el ruido. Los deslizantes, húmedos sonidos del sexo. Los gemidos de ambos.
Él arqueó la espalda, le enseñó los dientes y gruñó:
―¡Sííííííí!
Ella habría gritado “¡Sííííííí!” también si no se estuviera concentrando en no
voltear sus ojos dentro de su cabeza. Pero se corrió con él en esa ola de éxtasis, en
esas ondulaciones impresas de tensión liberada que emanaban de todas las partes
de sus cuerpos.
Riendo, Rene se incorporó sobre los codos y quitó varios rizos sueltos en su
frente. ¡Eso en cuanto a su peinado de cien dólares!
―Maldita sea, Val. No he hecho el amor con los pantalones en los tobillos
desde que era un adolescente.
―Y yo nunca había hecho el amor en el suelo junto a la puerta del frente. ¿Pero
fue bueno, no es así?
Rene miró a Val, que se veía tan increíblemente sexy con su cabello revuelto
por el sexo y la cara enrojecida que su corazón se contrajo. Quería decirle tantas
cosas. En cambio, todo lo que dijo fue:
―Malditamente bueno.
Salió de ella con doloroso placer, se puso de pie, se levantó los pantalones de
chándal y calzoncillos al mismo tiempo. Por un segundo, se limitó a mirarla,
teniendo en su vista la parte inferior de su cuerpo expuesto hasta la cintura. La
humedad brillaba en los rizos apretados entre sus piernas, y eso lo hacía sentirse
todo satisfecho y pagado de sí mismo. Lo había hecho bien, el doble de bien de lo
previsto.
Pero, espera, de repente se puso en marcha de nuevo. Tenían toda la noche por
delante… infiernos, incluso podrían tener una vida. Tenía que superarse a sí mismo.
Se inclinó, le tomó la mano y la puso de pie y en sus brazos. La abrazó por un
momento, y murmuró:
―Gracias ―en su oído.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás y dijo:
―Oye, gracias a ti.
Yo podría amarla.
Cuándo ese pensamiento llegó, no tenía ni idea, pero ese era territorio
peligroso para tan temprano en el juego… incluso para el final del juego. Aun así, la
voz en su cabeza repitió: podría amarla. Probablemente era ese San Judas plantando 1
ideas insidiosas en su cerebro. Eso tenía que ser. 50
―No todos los días una chica consigue ponerle fin a su sequía de dos años de
tal manera espectacular. Esperemos que mi próximo período prolongado de
abnegación tenga a un tipo como tú al final también.
La perspectiva de que ella se volviera célibe de nuevo le molestaba mucho. Aún
más lo molestaba la perspectiva de ella con otro hombre. No iba a suceder, decidió
entonces y allí, ninguna de esas cosas. Pero no pensaría en las implicaciones de su
resolución.
Le dio un tour por la casa, que no tomó tanto tiempo. Sólo había dos
habitaciones, una de las cuales utilizaba como oficina. Era un básico lugar de hombre
con mobiliario mínimo, aunque lo que tenía eran buenas cosas artesanales. Sobre la
madera dura de los pisos había alfombras cajún tejidas en colores brillantes. Por
supuesto, tenía el extraño accesorio ―aunque no tan extraño en su familia― de una
variedad de estatuas de San Judas en cada habitación. Había incluso un imán de
nevera de San Judas. Y había un acordeón en la parte superior de la nevera.
El mayor inconveniente de una casa en la ciudad ahora era que estaba en el
medio de la capital, algo que no sucedía cuando trabajaba como ambientalista. Pero
no estaba cerca de los pantanos que amaba. Eso cambiaría ahora.
―¿Tienes hambre? ―preguntó―. Compré comida china.
―¿Comida china para un cajún? ¿No es un sacrilegio o algo así?
Sonrió.
―Probablemente tenga okra o langosta en alguna parte. No puedes alejarte
totalmente de lo cajún en ningún lugar en el sur de Loo-zee-anna.
―Tengo hambre ―dijo―, pero puede esperar. Todavía estoy muy excitada
como para comer.
Rene casi se tragó la lengua por la bomba que casualmente dejó caer.
Ella todavía está muy excitada. ¡Gracias, Dios!
Dios no tiene nada que ver con eso, dijo la voz en su cabeza.
―¿Tienes algo de vino?
―Así es. Y bien frío, también.
Ambos bebieron el Sauvignon frío. Entonces Rene se acercó al estéreo y accionó
un interruptor.
Un instrumental cajún suave se encendió.
―¿Va a quitarte la camiseta? ―le preguntó bruscamente cuando se volvió
hacia ella. Quedó enmarcado por la arcada en la cocina. 1
Sus ojos se ampliaron con sorpresa.
51

―Quiero verte. ―Cuando ella no hizo de inmediato lo que le pedía,


probablemente debido a timidez, puso su vaso en la mesa y se quitó su propia
camiseta por la cabeza, dejándola caer al suelo―. Puedes verme a mí primero.
Ella soltó un corto ulular de risa. Como si el trato fuera siquiera cerca a
igualitario. Pero puso la copa en la mesa de la cocina y luego tiró el dobladillo de su
camisa fuera de su falda. Muy lentamente, casi tentadoramente, la sacó por su
cabeza.
Él la estudió por un momento.
―Hombre, oh hombre, no creía que nada pudiera ser mejor que tu culo en
forma de corazón. Me equivoqué, tus senos de champán son un empate, al menos.
―Valerie Breaux es un bombón. ¡Whooee!
―¿En forma de corazón...? ― comenzó a farfullar ella, y luego sonrió―.
Champán y corazones, ¿eh? Me gusta eso.
―No tanto como a mí, cariño. ―¡Qué suertudo chico soy!
―¿Y ahora qué? ―preguntó con la cara enrojecida cuando él siguió
mirándola―. Estoy un poco oxidada en esto. En realidad, nunca fui muy buena.
―No te subestimes a ti misma, nena. Eres buena, está bien. ―Estiró sus brazos
hacia ella―. Vamos a bailar.
Podía decir que su solicitud la había sorprendido. Siempre es mejor mantener
a las damas adivinando. Probablemente había pensado que iba a pasar de todo el
juego previo y sólo saltar sobre sus huesos otra vez. ¡Ja! Estoy volviendo a mi suavidad
por encima de saltos y huesos.
Sacudiéndose las sandalias, ella se acercó a él, vestida sólo con su vaporosa
falda. Intercambio justo. Él sólo tenía sus pantalones y estaba descalzo también. La
tomó en sus brazos y bailó. Le encantaba bailar. Le gustaba especialmente bailar con
Val con sus senos clavándose en sus vellos del pecho. Se movió de un lado al otro
varias veces para poner sus pezones en picos duros. Sus pequeños jadeos de placer
eran su recompensa.
Se movió expertamente con el ritmo, y Val le siguió perfectamente. Ellos eran
un buen partido.
Corrió las manos por su espalda desnuda. Ella hizo lo mismo con él, luego
deslizó audazmente sus manos dentro de sus pantalones y ahuecó sus nalgas.
Él casi lo pierde entonces. Le tomó todo su autocontrol alejarla de él, todavía
devorándola con los ojos. Sus pechos estaban con las puntas rosadas y duros como 1
guijarros. Los tocó con los dedos, y ella respiró hondo con placer, entonces se arqueó 52
hacia atrás ligeramente para que la tocara más. Pero, no, él tenía otras cosas en
mente. Como deshacerse de la falda en su cintura, que dejó deslizarse hasta el suelo
en un charco espumoso. Esta era su primera mirada en pleno de su cuerpo, y era
hermosa. Toda blanca piel nacarada que se curvaba en todos los lugares correctos.
Sin estar toda flaca y a la moda como otras mujeres anhelaban estar. Más bien
suave como la mayoría de los hombres preferían.
Levantándola por la cintura, la sentó en la parte trasera de su sillón, con los
pies en el asiento. Ya que era independiente, sin apoyarse contra una pared, ella tuvo
que agarrarse con las manos para no caer hacia atrás.
―Ábrete para mí, nena ―instó.
Su rostro se inundó de color y empezó a resistirse.
―No me gusta esto, Rene.
―Por mí, chere. Hazlo por mí. Quiero conocerte toda.
Poco a poco, ella separó las piernas, pero no muy ampliamente.
Él arqueó las cejas hacia ella.
―Seguramente no tienes miedo. No creo que tengas miedo de nada. Ni de las
serpientes, ni de los productores melosos ni de cajunes salvajes.
Ante ese desafío, ella levantó alto la barbilla y separó bien las rodillas.
Estaba total y completamente expuesta a él.
Él bajó sus pantalones, todo el tiempo mirándola allí. Entonces miró la erección
que lucía, luego de vuelta a su cara.
―Esto es lo que me haces. Esto es por lo que me gusta mirarte. ―Se tocó
brevemente, moviendo un puño suelto desde sus bolas hasta su punta, y se hizo aún
más grande. Ella se quedó sin aliento por la sorpresa ante su gesto.
―A los hombres les gusta ver mujeres tocarse a sí mismas. ¿Disfrutas
mirándome? ―le preguntó él.
Su cara se puso aún más roja.
―No lo sé. Es nuevo para mí. Tal vez.
Se empuñó a sí mismo otra vez, pero sólo brevemente. No quería correrse allí.
―Esto es un reflejo de lo atractiva que eres para mí. Eso es todo lo que estoy
tratando de mostrarte.
1
―Hagamos el amor después. No más de mí al descubierto.
53
―Vamos a hacer el amor, cariño. Más de una vez. Pero primero, lo haremos a
mi manera. ¿De acuerdo? ―Por favor, por favor, por favor.
Ella vaciló, pero luego asintió.
Creo que daré una gran cantidad de agradecimientos mañana… o la próxima semana…
o le pediré a tante Lulu que lo haga por mí. No, no puedo hacer eso. Ella me preguntaría por
qué doy las gracias.
Se arrodilló en el suelo delante del sofá y utilizó las yemas de los dedos de
ambas manos para apartar aún más sus pliegues.
Sus labios inferiores eran rosados y resbaladizos por la humedad.
―Eres hermosa allí. ¿Sabías eso?
Ella negó con la cabeza un poco, lo cual era encantador, en verdad.
―Voy a probarte ahora. Agárrate fuerte. ―Se inclinó hacia delante y corrió la
punta de su lengua por un lado y por el otro.
Ella se estremeció y soltó un pequeño gemido.
Repitió el mismo viaje varias veces más con su lengua y las yemas de sus dedos,
a veces alternando con vibraciones oscilantes. Pero siempre evitando el único lugar
donde él sabía que quería ser tocada.
Por último, la lamió allí, un barrido casi inexistente al principio, luego rápido,
rápido, rápido. Ella estaba gimiendo continuamente entonces.
Pero él tenía más para ella. Mucho más.
Insertando el dedo medio dentro de ella, le masajeó el interior y utilizó un
bombeo rítmico de la palma de su mano en el exterior para estar en ella desde ambos
lados.
Ella gritó, realmente gritó mientras ola tras ola de convulsiones la sacudían.
Fue la cosa más erótica que había oído nunca.
Ella se marchitó y luego se habría derrumbado hacia atrás si no hubiera sido
porque la sostuvo en sus brazos, y en un hábil movimiento, se tendió de espaldas en
el sofá con ella encima de él.
―¿Estás lista para hacer el amor ahora, cariño? ―preguntó.
Ella se echó a reír con incredulidad ante su pregunta. Pero pronto dejó de reír
cuando la levantó para que estuviera sentada sobre él, con las piernas dobladas a 1
cada lado de sus caderas. Él arqueó su cuerpo hacia arriba, y en cuestión de 54
segundos, ella fue empalada con él.
Al principio, ella sólo parpadeó, demasiado sorprendida ante la posición en
que se encontraba.
Pero entonces, él sintió sus pliegues internos alojando su anchura y longitud.
Y sonrió.
La sonrisa es buena. La sonrisa significa que estoy haciendo algo bien.
―Eso es agradable ―dijo.
―¿Agradable? ―exclamó―. Agradable es un dulce beso en la mejilla.
Agradable es que tu abuela te diga buena niña. Agradable es un praliné dulce. Esto
definitivamente no es agradable. Esto es espectacular. ―Y así era. Nunca se había
sentido tan viril en su vida.
Tal vez él era tan bueno porque ella era buena.
―¿Rene?
―¿Hmmmm? ―Estaba tratando de enfocar su atención en cosas irrelevantes
para retrasar su orgasmo. Después de todo este esfuerzo, no quería venirse
demasiado pronto. Tante Lulu haciendo un baile del vientre. Yo capturando un pez gato
de cinco libras. La vez que ayudé a una señora a tener un bebé en la parte trasera de su
camioneta. Ok ra.
―No creo que pueda hacer esto otra vez.
―¿Eh? ―Oh, no, no, no. No vas a arrojarme el “esto es un error” ahora. No, no, no―.
¿Te estoy lastimando?
―No, no estás lastimándome ―dijo, moliendo sus caderas alrededor de eso en
un forma circular para demostrarlo.
Eso sintió aquella pequeña fricción como algo caído del cielo, y Rene cerró sus
ojos por un segundo, sólo en caso de que se cruzaran.
―Sólo quería decirte que no creo que pueda venirme de nuevo tan pronto. Y
no creo que tenga la energía…
Oh. ¿Eso es todo?
―Yo te daré la energía. Y te lo prometo, nena, puedes venirte otra vez.
Ella se echó a reír, ya fuera por incredulidad o en reacción a la vehemencia de
su respuesta, no sabía… ni le importa.
Valerie de hecho reía de puro gozo. Nunca se había sentido tan en libertad
antes. Sin inhibiciones. Sin preocuparse por su aspecto o por si sus acciones eran 1
normales. 55
Rene la hacía sentir como si todo lo que hiciera le diera placer. Lo amaba por eso.
De hecho, podría amar a este hombre. Por un momento, Valerie se quedó helada. No
tenía ni idea de dónde había venido esa idea. Probablemente estaba teniendo una
reacción retardada a haber lanzado su carrera lejos, por lo menos la carrera que había
pensado que siempre había querido. Pero sorprendentemente no se arrepentía. Y en
medio de todos esos sentimientos liberadores estaba ese hombre. Más tarde, podría
pensar que era un cerdo, pero ahora era precioso y pensativo y juguetón… y ¡oh,
piedad! ¿Qué estaba haciendo ahora? ¡Ay yi yi!
La mayoría de los hombres ya habrían entrado y salido un par de veces y el
asunto habría terminado para ahora.
No Rene, bendito su corazón. No, él estaba medio sentado, tomando su pecho
izquierdo con la mano, levantándolo hacia arriba con el pezón apuntando hacia
afuera, y entonces… y entonces… tomó todo el pecho dentro de su boca caliente y
húmeda. Se detuvo brevemente y preguntó demasiado dulcemente:
―¿Te gusta eso, querida? ―Sin esperar respuesta, volvió a su deliciosa tortura.
―¡Ay! ―gritó ella.
A lo que él sonrió contra su pecho.
Sensaciones intensas rebotaron por todo su cuerpo desde el pezón que él
agredía con su lengua chasqueando y sus dientes mordiendo. Debería haber saltado
lejos de él, pero su otra mano estaba detrás de su nuca, sosteniéndola en su lugar.
Lo oyó reír antes de que juntara manos y pechos. ¡Hah! Voy a mostrarle.
Centrándose en ese lugar donde se unían, ella abrió y cerró sus músculos internos
media docena de veces en una rápida sucesión.
―¡Aaaaahhh! ―gritó él, cayendo hacia atrás y levantando sus caderas y a ella
del sofá.
―¿Te gusta eso, querido? ―repitió su pregunta, con la misma dulzura.
―¡Bruja! ―dijo, golpeándola con fuerza por detrás cuando fue capaz de
atrapar su aliento―. Puedo entender que ya recuperaste tu energía.
―De a montones. Deberían embotellarte, como a una de esas bebidas
energéticas.
Sonrió.
―¿Quién se mueve primero?
Quería decir algo inteligente, ingenioso y burlesco, pero no pudo pensar en
nada. 1
―Realmente no soy muy buena en esto. 56
―Podrías haberme engañado. Sólo haz lo que se sienta bien. Créeme, no soy
muy particular con eso.
Ella se inclinó hacia delante, apoyando sus manos a ambos lados de su cabeza
y levantó su trasero lentamente, cada vez más alto, hasta la cima, y luego se hundió
lentamente hacia abajo. El hecho de que él cerrara los ojos e hiciera un sonido de
bufido le dijo que probablemente había hecho lo correcto. Así que, lo repitió. Y se
sentía tan bien que cerró los ojos e hizo el mismo sonido de bufido, como una mujer
en trabajo de parto, pero este era trabajo de la mejor clase. Cuando lo hizo por tercera
vez, Rene se estiró hacia arriba, volteándola sobre su espalda en el otro extremo del
sofá. Ahora estaba en la parte superior.
―Basta de dulce tortura ―dijo atragantadamente, entonces comenzó a asaltar
su cuerpo con trazos largos y duros que avivaron el calor en su interior. Ella quería
estirarse y besar o acariciar su cuerpo, pero tenía que concentrarse en su centro
donde toda la acción sucedía―. Córrete, chere, córrete. Córrete. Córrete ―seguía
instándola―. No puedo correrme hasta que tú lo hagas.
―¿Por qué no? ―preguntó ella.
―¡Silencio! ―alcanzó a murmurar con una risa. Supuso que no era el momento
para una conversación mientras seguía empujándose en ella―. ¡Sólo córrete de una
vez! ―rogó.
Y ella lo hizo.
Y él lo hizo también.
Y sus mundos se sacudieron.

1
57
Capítulo 13

Somos una fantasía masculina

Estaban sentados en su cocina, comiendo comida china, completamente


desnudos. ¿Era esto un sueño masculino hecho realidad o qué?
Rene se dio cuenta de que Val estaba un poco avergonzada de estar desnuda
en esta luz, pero ella nunca admitiría una debilidad como la inseguridad femenina
sobre su cuerpo. Así, que le siguió el juego. ¿Soy un pato con suerte o qué?
― Deja de sonreír así ―le espetó. 1
Nota mental: dejar de sonreír. 58
Fue divertido ver a Val comer. Comió, como si hubiera tenido mucho sexo,
devorando todo. Había engullido dos rollos de huevo y la mitad de una caja de pollo
al limón con cada uno, arroz frito, y lo mein, todo ello acompañado de saludables
copas de vino blanco.
No podía culpar a Val por tener un apetito voraz y sed después de todos sus
esfuerzos mutuos. Él también los tenía.
Su fortuna galleta decía: "Necesitas más ejercicio", lo que le agradó
poderosamente. La suya decía: "La vida es buena". Y hombre, eso era la verdad. Pero
entonces él abrió otra y decía: "Cuidado con los rayos" lo que les había alarmado.
Sombras de tante Lulu. Un verdadero momento woo-woo.
No mejoró cuando Val resquebrajó la última: "Los santos te observan”.
―¿San Judas? ―se preguntó, mirando el imán de refrigerador, que parecía
lanzarle un guiño.
Ella se rió y dijo:
―Dios mío, espero que los santos no hayan estado observando.
―Estoy feliz ―dijo, apoyando la barbilla en la mano ahuecada con su codo
sobre la mesa. En realidad, feliz no comienza a describir cómo me siento, nena.
―Y deja de mirarme.
Uh-oh, la señora es un poco irritable. Alguien necesita un abrazo.
―¿Por qué? Me gusta mirarte. Además, tú puedes mirarme todo lo que
quieras.
Ella se echó a reír.
―Tengo que tomar una ducha ―dijo ella.
Más sexo. Él se iluminó ante esa perspectiva.
Pero entonces ella añadió:
―¿Tienes una gorra de baño?
―¿Por qué necesitas un gorro de ducha?
―Pagué cien dólares por este peinado, amigo.
―Estás bromeando. Conozco a un peluquero en Houma que podría hacer ese
estilo por diez dólares, quince como máximo.
Ella le dio una de esas miradas que más o menos decía: "¡Hombres! Ellos no
tienen ni idea".
―Sé lo que estás pensando ―dijo ella, sacudiendo la cabeza de lado a lado. 1
59
Decidió fingir.
―¿Qué? ―preguntó con tanta inocencia como un hombre que llevaba dos mil
libras de testosterona podría manejar.
―Piensas que vas a hacérmelo de nuevo sólo porque he mencionado la ducha.
Bueno, olvidarte de eso, me lo hiciste dos veces ya. Ahora es mi turno de hacértelo.
―¿Y pensabas que iba a discutir con eso?
Así fue que terminó en su ducha con mampara de vidrio con Val haciéndoselo.
Era un tipo moderno.
Sabía cuándo ceder. Sí, no le importaba lo más mínimo su dejar que "se lo
hiciera”.
El peinado de cien dólares no tenía ninguna oportunidad.

La calma antes de la tormenta


En el momento en que entraron en la habitación de Rene una hora más tarde,
los dos estaban más que listos para dormir.
Ella se puso un camisón hasta la rodilla, muy apretado, un camisón de nylon
que había sacado de su maleta, Valerie peinó su cabello mojado. Rene estaba
tumbado en la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, mirándola.
Llevaba una sonrisa. Eso es todo. Pero qué hombre.
Se dio cuenta de los pliegues en las sábanas y se conmovió. Él debe haber salido
y compró ropa de cama nueva. Y las toallas en el baño eran nuevas, también. ¿Para
ella? Y había encendido velas en todo el dormitorio.
¡Qué entrañable!
―En algún momento, tenemos que hablar sobre el documental ―dijo ella,
sentándose en el borde de la cama.
―Ahora no. ―Él estaba pasando un dedo a lo largo de su muslo, levantando
el camisón más alto.
Ella golpeó su mano.
―¿Mañana? ―Mejor aceptas. Justin llegará mañana en la tarde.
Él asintió. 1
―No voy a prometer nada, sin embargo. 60
Lo harás.
―Entiendo.
Él bostezó, con la boca muy abierta.
―Ven aquí, cariño ―instó, abriendo los brazos para ella.
Apagó la lámpara de noche. La habitación aún estaba iluminada por las velas.
Ella se deslizó en la cama y en sus brazos, apoyando la cara en su pecho.
―¿Quieres hacer el amor de nuevo? ―preguntó él. Valerie no podía dejar de
escuchar la falta de entusiasmo en su voz.
―Eres tan arrogante. Como si pudieras estar a la altura de nuevo tan pronto.
―¡Ah! ¡Te sorprenderías…!
―Shhh ―dijo, poniendo un dedo a los labios―. Más tarde.
Casi de inmediato, se quedó profundamente dormido. Justo antes de que ella
se durmiera, pensó, como lo había hecho antes, podía amar a este hombre.
No más de una hora más tarde con las velas aun ardiendo, él la despertó para
hacer el amor. A diferencia del sexo frenético, con hambre que habían tenido hasta
el momento, este fue un estudio suave, lento, del cuerpo del otro. Una expresión
silenciosa de sentimientos demasiado nuevos para ser hablados en voz alta.
Después de eso, durmieron en los brazos del otro hasta que la luz del día llegó.
No es que fuera el sol que entraba por la ventana lo que los despertó. No. Eran los
golpes en la puerta principal de la planta baja.
Ella parpadeó somnolienta a Rene, y él parpadeó hacia ella. Ambos dijeron:
“¡Uh-oh!”, al mismo tiempo.
El golpeteo continuó, más fuerte ahora.
Rápidamente se levantaron de la cama y corrieron a la ventana.
―¡Dios mío! ―exclamó ella.
Rene se veía como si estuviera conmocionado.
Un Thunderbird rosa fue estacionado en el frente con una calcomanía que
decía “no tan cerca, yo no soy ese tipo de coche”.
Era tante Lulu.
Y un policía.
Hay torbellinos…Y luego están los torbellinos como cuando Rene se puso sus
1
pantalones de chándal y Valerie su camiseta Toby Keith, que le llegaba sobre la
61
altura de la rodilla. Cuando abrió la puerta, confundido, estaban ambos
presentables, pero apenas.
Tante Lulu pasó junto a ellos en el pasillo resoplando con indignación. Llevaba
medias negras tamaño spandex y una camiseta negra, también para niño, la cual
pronunciaba las letras de color rosa neón que decían: “Ejercita eso”.
Su cabello rizado era rosa hoy para que coincidiera con las letras y el rosa de
los zapatos atléticos. Los zapatos tenían un logo en ellos que parecía ser de Barbie.
Sí, ella había estado de compras en el departamento de niños en Wal-Mart de nuevo.
Y, sí, debía todavía estar en su época de Richard Simmons.
―Puedes habla´ con mi abogada. ―Tante Lulu había parado a medio camino
en la sala para señalar a Val antes de seguir su camino.
Val, que en su escaso vestuario no se parecía a ningún abogado que el policía
había conocido dijo:
―¡No, no, no! Yo definitivamente no soy la abogada de esa… esa mujer.
La mandíbula del policía cayó por un nanosegundo mientras sus ojos
recorrieron a Val de la cabeza a los dedos de los pies con uñas pintadas de rojo. En
un instante, su rostro se puso en blanco de nuevo.
―¿Qué hizo mi tía? ―Por lo que sabía, podría ser cualquier cosa. Me acuerdo de la
vez fue arrestada por prostitución… a los setenta y cinco años de edad. No es que ella
estuviera haciendo nada. ¡El señor lo sabe! Pero ella estaba vestida como una prostituta,
gracias a algunos consejos de moda de Charmaine y caminaba a través de un barrio rojo. Ella
dijo que solo estaba buscando a un viejo amigo.
―Iba a setenta en una zona de máximo cincuenta y cinco.
¡Menos mal! ¿Eso es todo?
―¿Le dio una multa?
Él asintió. Estaba claro que estaba más molesto que Rene. Tante Lulu tenía una
manera de afectar a la gente de esa manera.
―Estoy más preocupado por conseguir que ella salga de la carretera. A su
edad, me pregunto si no debería haber sido revocada su licencia. ¿No puedes hacer
algo para hacerla renunciarla voluntariamente?
¿Por qué no simplemente me pides que me haga una vasectomía con un cuchillo de
mantequilla?
―Voy a tratar ―dijo.
―Cuando hice señas para que se detuviera, me mostró el dedo medio. 1
Bien por ti, tía. No, no me refiero a eso. Qué cosa tan pueril para pensar. 62
―¿Estás seguro? Tal vez te estaba saludando. ―Luchó contra la sonrisa que se
retorció en sus labios.
―Sé que cuando me han dado ese dedo.
―¿Le dio una multa para eso, también? ¿Hay un delito por eso, Val? ¿Dedo
criminal o algo así?
Val no respondió. Ella estaba mirándolos como si acabara de aterrizar en el
medio del país de las maravillas.
―Se podría pensar que esto es divertido ―dijo el policía―, pero yo no soy
divertido. ―Golpeó la multa en la mano de Rene y se volvió hacia las escaleras hacia
su coche, que tenía sus luces de sirena parpadeando. Incluso a esta hora temprano,
varios vecinos se asomaban para ver cuál era el problema. Probablemente pensaron
que Rene estaba siendo arrestado. No siempre había sido el mejor vecino.
Piensa en la música alta y amigos camorristas.
Después de cerrar la puerta, él y Val se dirigieron a la cocina, donde tante Lulu
ya estaba examinando el contenido de su refrigerador y, obviamente, encontrándolo
carente, si sus ruidos tsk eran cualquier indicación. Sacó una de las cajas de comida
china, la abrió y lo olió, luego regresándola.
―¿No consiguieron algo de ese pudín que les di el mes pasa´o? ―Estaba de
espaldas de nuevo a ellos y su inexistente parte trasera viendo hacia ellos cuando se
agachó.
―Es en el congelador ―le dijo.
―Bien. Voy a hacernos un buen desayuno. ―Se volvió y les dio su completa
atención―. ¡Santo Dios! Supongo que no tengo que pregunta´ qué ha pasa´o, Val.
Ambos parecen haber si´o aplasta´os por una máquina de carne. Y Dios, Dios.
¿Quién arregla tu cabello ´ora, Val? Tienes que ir a ver a Charmaine.
Era la primera vez que esta mañana le había dado un buen vistazo a Val,
también. Sus ojos como platos al ver cómo se veía. Su cabello, que estaba mojado
cuando se fueron a dormir, se había secado en unas cincuenta direcciones diferentes.
Tenía las mejillas quemadas. Su boca era una visión hinchada de una fantasía
sexual masculina. Y, ¿era eso? sí, eso era la marca de mordedura en la cara interna
del muslo.
Val se veía como si quisiera que la tragara la tierra.
Entonces tante Lulu volvió su atención a él.
―Mejor haces bien las cosas, muchacho. Fuiste cria´o apropiadamente. Sigo 1
pensando que ustedes podrían tener su boda y mi fiesta de cumpleaños el mismo 63
día.
Él puso su rostro entre las manos.
Val hizo un sonido de gorgoteo suave que se habría encontrado lindo bajo
circunstancias normales, pero no cuando habían sido invadidas por la Madrina
cajún.
―¿Qué estás haciendo aquí? ― le preguntó a su tía.
―Escuché que Val iba a hace´ una historia de televisión en el pantano, y supuse
que necesitaría mi ayuda.
―¿Dónde has oído eso? ―exigió Val saber.
―Tengo fuentes ―respondió tante Lulu―. ¿Quieres hace´ algunos ejercicios
conmigo esta mañana, Val? Traje mi cinta “Sudando con las Viejecitas”.
―Hice un montón de ejercicio, muchas gracias. ―Val cometió el error de decir
indignada.
Tante Lulu, por supuesto, tomó la señal.
―Eso es obvio.
El rostro de Val se enrojeció por su error.
―Vayan a vestirse ―les ordenó su tía entonces. Ella había sacado ya los
huevos, la leche, la cebolla y un montón de otras cosas que ni siquiera sabía que
tenía―. Yo voy a hace´nos un gran desayuno cajún. Después podemos empeza´ a
planea´.
―Ella no va a planear mi documental ―silbó Val mientras caminaban por las
escaleras―. ¿Y de dónde ha oído que yo iba a estar involucrada en este documental?
Él se encogió de hombros.
―Chismes del pantano, supongo. Y, oye, tengo un mayor problema que tú. Yo
nunca accedí a participar en este documental.
Ella le lanzó una mirada que decía que estaría involucrado bien… o sufrir las
consecuencias. Tal vez debería preguntarle cuáles serían esas consecuencias.
Por otra parte, tal vez no.
Tante Lulu salió de la cocina y gritó por las escaleras:
―Y no hagan hanky-panky. No tendremos ninguna novia con gran estómago
en ´sta familia.
Val se quedó sin aliento, pero él la agarró de la parte superior del brazo y tiró
de ella. 1
Una vez que estuvieron dentro de la habitación, Val se volvió hacia él. Estaba 64
apoyado de espaldas a la puerta.
―¿Cómo se pone al día con esa vieja?
Se encogió de hombros.
―La amo.
Ella levantó la barbilla, enojada, él podía decir.
―¿Cuánto tiempo crees que le llevará a preparar su desayuno monstruoso?
―Alrededor de una media hora, supongo.
―¿Y cuánto tiempo para un hanky-panky?
Él sonrió entonces.
―Lo suficiente.
Con las manos detrás de la espalda, cerró la puerta. Supuso que ella iba a hacer
el amor con él como un acto de rebelión contra su tía.
Como si me importara la razón. Estoy recibiendo sexo matutino, y que ni siquiera tuve
que mendigar.
Trabaja, trabaja, trabaja… luego juega

Rene había hecho una broma una vez cuando estaban de regreso en el pantano
sobre Alicia en el país de las maravillas. Bueno, a principios de la tarde, es
exactamente donde Valerie sentía que había aterrizado.
Justin llegó primero, luciendo como semental en cola de caballo oscura y jeans
ajustados. Después de que él le había dicho que era parte Houma indio, Valerie
podría haberse pateado a sí misma, al ser un analista jurado y todo por no reconocer
su herencia de sus pómulos altos y color.
Él era un hombre guapo, otra cosa que no había podido notar antes y Rene lo
detesto en cuanto lo vio. Valerie sintió como una delicia sus celos. A lo que, a su tía
seguía murmurando:
―El rayo, seguramente.
Pero Justin no era el único visitante. J.B. y Maddie llegaron sin invitación,
diablos, nadie en esta multitud esperaba ser invitado. Eran demasiado entusiasta
sobre el documental que ella no había vendido y Rene aún no había aceptado.
1
Tee-John llegó al último. Miró a Rene, la miró, luego soltó una carcajada. 65
―¿Quién ha estado teniendo sexo de monos salvajes? ―Luego dirigiéndose a
tante Lulu le preguntó―: ¿Tienes algo que comer, tía?
Tante Lulu bramó:
―¿Es el papa católico?
Se sentaron alrededor de la sala de estar ahora, tomando notas voluminosas
del documental. Tante Lulu estaba en su gloria en la cocina, cocinando comida
suficiente para alimentar a un ejército. Había enviado s Tee-John al supermercado
poco después de su llegada, y él estaba ayudando a preparar "un pequeño
refrigerio".
Rene fue brillante al dar una descripción apasionada de la destrucción de su
amado bayou. Tenía una manera de reducir, ideas complejas secas hasta el ridículo.
Ese talento sería atractivo en cámara, si eran capaces de hablar con él para que lo
hiciera. Por ejemplo, él no sólo diría que era un problema monumental que implica
la tierra en el sur de Luisiana el hundimiento o la erosión masiva causada por los
canales de la compañía petrolera.
Nop. Él decía:
―Cada veinte minutos, una masa de tierra del tamaño de un campo de fútbol
está desapareciendo en el sur de Luisiana.
Y sorprendentemente, J.B. y Maddie fueron igualmente elocuentes para
expresar sus sentimientos acerca de su amada tierra.
―Ese escritor Mike Tidwell dijo en su libro que este era la mejor historia no
contada en América, y lo es, por Dios. Pero maldita sea que no podemos conseguir
que la gente escuche ―dijo J.B.
―Incluso los grandes grupos ambientales no se unen a nosotros. En parte
porque que piensan de nosotros como gente retrograda, y en parte porque no tiene
ningún animal lindo que está en peligro de extinción, como un oso o un zorro.
―La gente se enloquece por los bosques tropicales en Brasil o en los
Everglades en Florida, pero simplemente no se dan cuenta qué efecto en el sur Loo-
zee-anna tiene en el resto del país ―añadió Maddie.
Incluso tante Lulu lanzó sus dos centavos desde la cocina.
―Yo apena´ pue´o encontrar la mita´ de las hierbas que se necesitan pa´ la
curación. Está´ enterradas bajo el agua ´ora, o muertas por la contaminación. ―Tan
molesta como ella podría ser, Valerie admiraba al pájaro viejo duro.
1
Justin fue a su camioneta por un minuto para obtener algún tipo de equipo de 66
cámaras que quería mostrarles. J.B. y Maddie fue a la cocina para probar el gumbo
de tante Lulu, por su insistencia. Rene se inclinó en el sofá y se pellizcó el muslo de
Val.
―¿Quieres ir arriba por cinco minutos de hanky.panky?
―Concéntrate.
―No me gusta ese Justin.
―Lo has hecho obvio.
―Pienso que es gay.
Ella se echó a reír.
―¿De dónde sacas esa idea?
―Él lleva una cola de caballo.
―Ozzy Osbourne lleva una cola de caballo y tiene tres hijos.
―Un gran ejemplo, pequeña ―la reprendió.
―David Beckham entonces. Él tiene una cola de caballo.
―No, no. Ya dijiste Ozzy.
―Cola de caballo no es igual a homosexual ―argumentó, a pesar de que él
probablemente estaba bromeando.
―Él no es tu tipo ―dijo, sin duda calculando nuevas tácticas que eran
necesarias.
―¿Cuál es mi tipo? ―le preguntó antes de que tuviera la oportunidad de
morderse la lengua.
Él le guiñó un ojo.
―Yo, nena. Yo.
Eso es lo que me da miedo
Después de una hora de lluvia de ideas, se decidieron por un plan aproximado
para el documental. Valerie se pondría en contacto y entrevistaría a varios
conservacionistas de Luisiana, entre ellos miembros del comité de Costa 2050, junto
con los científicos y los empleados de la compañía de petróleo y ejecutivos. Justin
pensó, y tenía razón, que necesitaban imágenes del deterioro del pantano, y eso
significaba que era necesario profundizar en el pantano para conseguir la verdadera
historia. Decidieron que llevarían a J.B. y Maddie en el barco camaronero y los viajes
a lo largo de varios pantanos que llevaban a cabo hasta el Golfo. Era imposible hacer
todo el viaje en un barco, sin embargo. Algunas partes estarían sobre la tierra, donde 1
podrían seguir su viaje en otro buque. J.B. y Maddie tenían numerosos amigos que 67
trabajaban o vivían en el agua. Ellos entrevistarían a gente en el camino: las personas
más afectadas por el deterioro de los pantanos: pescadores, agricultores, tenderos.
―Tante Lulu debe venir también ―dijo Justin.
―¿Qué? ―dijeron Val y Rene al mismo tiempo.
―Ahora, escúchame. Necesitas color en esta pieza, y ella es colorida por decir
lo menos. Además, es una traiteur. Más color. Y conoce mucha gente… nacida y
criada cajún quienes podrían contarnos viejas historias.
Valerie gimió. Creyó oír gemir a Rene, también.
Ella respiró hondo y dijo:
―Tienes razón.
― Bueno, si tante Lulu va, yo también ―interrumpió Tee-John desde la puerta
de la cocina―. Puedo hacer todo el trabajo sucio en el barco. Y los peces para nuestra
comida, y esas cosas.
―A papá le daría un ataque ―señaló Rene. Su padre era dueño de una parte
de Aceite Cypress, después de haber vendido las tierras de la familia hace unos
treinta años. Él, de hecho, había tenido un ataque, no sólo uno, sino dos, de sus hijos
estaban trabajando en un proyecto que pudiera afectar negativamente.
―¡Pffff! La mitad del tiempo no sabe ni le importa dónde estoy ―respondió
Tee-John.
―Este documental está cada vez saliéndose de control. No es en absoluto lo
que me imaginaba ―dijo Rene.
Eso probablemente significaba que permitiría a Tee-John venir.
―Eso no es ni la mitad ―le dijo Justin a Rene, luego miró fijamente a Val.
―¿Y ahora qué? ―preguntó Rene, sin mirar a Justin, pero mirando a Val.
―Tienes que ser la cabeza de esta pieza ―declaró ella―. Eres guapo y
encantador, cuando quieres ser, y…
Rene esperó a que terminara. Cuando no lo hizo, la incitó:
―¿… y?
―Y viril. ―Justin terminó por ella.
―¡Oh, no! ¡No eso de nuevo!
―Realmente, Rene, si queremos publicidad a lo grande, tiene que haber un 1
gancho. Estoy hablando de Oprah, Good Morning America, Dateline, 60 Minutos, si 68
esperamos realmente empujar a los políticos.
―Cuando Val me habló de la planta Juju y la virilidad masculina, sabía que
teníamos un gancho ―continuó Justin―. Y, seamos sinceros, Rene, exudas la
virilidad masculina.
Rene le dio a Valerie una mirada que decía: “¿Ves? Gay hasta el hueso".
Lo que no era. Valerie sabía a ciencia cierta. Uno de sus compañeras de trabajo
en TTN había salido con él un tiempo y le había dado informes radiantes en su
destreza.
―Consigan a otra persona. ¿Qué tal J.B.?
Todo el mundo se volvió para mirar a J.B. con su cabello y barba desaliñada y
los ojos legañosos. Estaba comiendo un buñuelo en el momento y tenía azúcar en
todas partes.
Fue la esposa de J. B. quien exclamó:
―Sean realistas.
―Yo podría hacerlo ―afirmó Tee-John, sacando el pecho.
―Es probable, pero eres demasiado joven ―dijo Justin.
La atención regresó a Rene.
―¡No, no, no! ―reiteró.
―¿Estabas mintiendo acerca de la planta? ―le preguntó Valerie a Rene.
―No. No exactamente. Pero no tengo ninguna prueba científica de que
realmente funcione. Es probablemente sólo cuento de viejas.
―Funciona ―gritó tante Lulu desde la cocina.
―Mira, incluso la sugerencia de tal planta será suficiente ―dijo Justin―. Es el
viejo señuelo y cambio de la televisión. Atráelos con una sola cosa y se quedarán
para el resto de la historia.
―¡Aion Dieu! Vamos a tener rebaños de personas que caminaran a través de
los pantanos en busca de la planta. ¡Esto en cuanto a la protección del medio
ambiente! ―Rene pudo ver fácilmente todo este petardeo plan.
―Vamos a encontrar una manera de conseguir quitar la atención de ello ―dijo
Valerie―. De hecho, tal vez podamos conseguir que mi tías Margo y Madeline estén
de nuestra parte en el proceso. Podrían obtener la marca registrada del té de hierbas
Juju, o algo por el estilo. La gente no vendrá a correr el riesgo de un cocodrilo si
pueden comprarlo en la ciudad o por email como té. 1
―Esto es una jodida pesadilla. ―Hmmm. Tal vez podría funcionar. 69
Valerie le acarició la mano. Rene se preocupaba demasiado por el pantano para
poner sus preocupaciones personales por encima del bien común, por lo que no fue
una sorpresa que estaba de acuerdo para trabajar con ellos al final. Pero a él no le
gustaba.
Ni un poco.
―Te prometo, todo se hará con mucho gusto ―le aseguró ella.
Su única respuesta fue un gruñido. Cuando todo el mundo salió de la
habitación para "un pequeño aperitivo", que cubría cada centímetro de espacio en la
cocina, Rene tiro de Val lejos de la audiencia y dijo:
―Tú vas a deberme a lo grande por esto, nena. Y no estoy hablando un poco-
Hanky Panky. Estoy hablando de un maratón de clase mundial, del tipo que gira los
ojos, sexo detiene-corazones.
Ella se limitó a sonreír.
Capítulo 14

¡Hola, compañeros!

Una semana más tarde, todo el mundo subió al barco camaronero de madera
de J.B. y Maddie, el Swap Sally de quince metros, en uno de los pantanos más
pequeño que llevaba hasta el Golfo de México. Rend no estaba seguro si debía sacar
todo su cabello ahora o después que este desfile del circo hubiera terminado.
J.B. y Maddie llevaban camisetas a juego de Orgulloso ser un Coonass.
"Coonass" es un agravio étnico cariñoso a veces polémico, utilizado entre 1
cajuns. Nadie sabe a ciencia cierta el origen de la palabra. Algunos dicen que vino
70
del francés conasse, argot para una puta enferma; otros dicen que vino del presunto
hábito que los cajuns tenían de comer mapaches. Muchos cajuns emplean el término
como su propia manera de darle diversión a sus formas supuestamente ignorantes.
Mucha gente pensaba que J.B. y Maddie estaban un poquito chiflados, pero
eran sólo excéntricos. Y, hombre, ¡se aman el uno al otro! No podían dejar de tocarse,
un apretón de un hombro, una palmada en el trasero, pequeños besos. Y tenían que
estar en sus cincuenta años, tal vez finales de sus cuarentas.
Tante Lulu llegó con comida suficiente para hundir el barco. Una estatua de
San Judas de treinta centímetros de altura, magnetizado en el fondo, también estaba
entre sus suministros; y lo puso que en el puente de mando. Estaba vestida con su
versión de lo que un pescador de camarones usaría si estuviera modelando para la
revista GQ. Una gorra de béisbol de Muérdeme de la Bayou Bait Company cubría
su cabello rizado, que era de color negro azabache hoy. Una camiseta blanca como
la nieve, que no sería blanca por mucho tiempo en este barco, estaba metida en
vaqueros con un parche de diseñador en el trasero. Los vaqueros estaban metidos
en botas de goma conocidos como "Coonass Reebok" entre los pescadores de aquí.
Caminando a bordo, después de su segundo viaje de regreso a su coche por los
suministros, anunció:
―He decidi´o lo que voy a hace´ en mi cumpleaños.
¡Esa maldita fiesta de cumpleaños otra vez!
―Pensé que estábamos haciéndote una gran fiesta de cumpleaños. Y
Charmaine estaba consiguiéndote entradas para ver a Richard Simmons ―dijo
Rene.
―Claro, pero ¿qué voy a da´me a mí misma? Bueno, ¿recuerdas cómo el
presidente Bush, el primer presidente Bush, saltó de un avión en su octogésimo
cumpleaños? Eso e´ lo que voy a hace´.
¡Oh, Dios! ¿Y ahora qué?
―Tante Lulu, no vas a hacer paracaidismo ―dijo tan suavemente como pudo.
―¿Por qué? ¿Tienes miedo que voy a tene´ un ataque al corazón o qué?
―No, temo que yo tendría un ataque al corazón.
Ella se fue en una rabieta después hacia la cocina de galera en la cubierta
inferior.
Una chica rubia de poca ropa que parecía de dieciséis entrando en los treinta
dejó a Tee-John, con la música de rock a todo volumen de su convertible rojo Trans
Am. Se inclinó sobre la puerta del conductor y le dio un beso-demasiado-largo antes 1
de decir adiós. 71
Luego cogió su bolsa de lona y se dirigió hacia ellos, sonriendo como el bribón
que era.
―Hola, tante Lulu, mi estómago, está gruñendo. ¿Tienes algo de comer?
Su tía sonrió como si el pícaro le hubiera dicho que había ganado una cita con
Richard Simmons.
Luego estaba Valerie. ¡Dios, Dios! Llevaba un top negro común y corriente y
shorts con tenis blancos, pero no había nada "común y corriente" sobre ella.
Llevaba una gorra de béisbol como el resto de ellos con una cola de caballo
sobresaliendo de la parte posterior. Su gorra proclamaba: Las mujeres mandan. Ella
podía mandarlos viéndose de esa forma, con seguridad.
―Más vale que te pongas un montón de protector solar y repelente de
mosquitos ―le aconsejó, viendo toda la piel expuesta. La ola de calor continúa en el
sur de Luisiana, nunca estando muy por debajo de 43 grados durante el día. El sudor
salía de todos ellos, y eran sólo las 9 a.m.
―Tal vez puedes ponerlo en mí más adelante ―respondió ella con descaro.
¡Ga-ran-ti-za-do!
Justin, por su parte, estaba grabando todo y a todos, Val a su lado haciendo las
entrevistas para ir con la película. Rene quedó impresionado con su
profesionalidad… y, de acuerdo, con la experiencia de Justin, también. Incluso el
hombre que poseía el cebo a lo largo del camino, que también anuncia la carne de
cocodrilo, tuvo su oportunidad de descargarse para la televisión nacional. Rene notó
a Justin haciendo unos primeros planos de Val, que le tentó a hacer algo tonto, como
noquear sus dientes perfectos. Pero Justin también dio la misma cobertura a él y
otros miembros de la multitud. Rene estaba manteniendo deliberadamente su
camisa puesta, por si acaso se encontrara en algún cartel algún día. Podía verse como
"El Muy Viril Cajún". Infiernos, que incluso podría poner una imagen como el té
Juju.
Sí, eso es lo que necesitaba, el pecho desnudo en las bolsitas de té de todo el
mundo.
Ellos planeaban pasar una o dos semanas grabando los pantanos, las marismas
y las islas de la barrera. Entonces Justin y Val se irían por su cuenta, lo que le agradó
a ningún extremo… ¡no!, mientras él se ocupaba de asuntos personales, incluyendo
algunas entrevistas de trabajo. Era el momento de pensar en qué tipo de trabajo
quería hacer en el futuro. Justin y Val en este punto estarían sólo desarrollando una
propuesta para el documental a ser mostrado a alguien importante llamado 1
Anderson en la ciudad de Nueva York. Si él no lo compraba, había algunos otros 72
canales de cable que podrían estar interesados.
Sonaba bien organizado y como si se estuviera ejecutando según lo previsto.
No tanto. No con siete personas involucradas, todos teniendo fuertes opiniones que
expresar.
Por encima de todo, sin embargo, estaba preocupado por el peligro. No para
él, J. B. y Maddie, sino por los demás.
Ellos no estaban acostumbrados a los sentimientos anti-ambientalistas que
abundaban, incluso de su propio pueblo, que vieron sus esfuerzos como un
disparador potencial para una pérdida de puestos de trabajo.
Val, el mismo, J.B., y Maddie, habían recibido correos de voz amenazando sus
vidas si procedían con el documental. Agua había sido vertida en el tanque de gas
en el barco, lo que causó retrasos. Su banco ejecutó la hipoteca de su casa de la
ciudad, la que él ya había puesto en el mercado. Pero él tenía que tener las ordenes
escritas de Luc a "cesar y desistir" con sus amenazas de una venta judicial hasta que
la estructura fue vendida. La madre de Val afirmó que estaba desheredando a su
hija si continuaba con esta "locura". El parabrisas de la camioneta de J.B. fue
destrozado por lo que parecía ser una bala.
Él había discutido el peligro con todos ellos. J.B. y Maddie morirían por la causa
por lo que esta última amenaza no los asusto. Tante Lulu dijo:
―Tengo casi ochenta año´. Déjenlos tomarme si lo quieren.
Tee-John lo consideró una gran aventura. Justin dijo que lo había enfrentado
peor en Irak. Y Val, Dios la bendiga, dijo que se sentía viva por primera vez en cinco
años. Que intentaran detenerla.
Espero tener algo que ver con que se sienta viva, también. Eso es lo que pensó Rene,
pero no estaba dispuesto a decírselo, no con cinco juegos de oídos escuchando.
Así que ahora estaban fuera, resoplando por el pantano, dirigiéndose
lentamente hacia el Golfo. Este era el interior de la zona despoblada en su mejor
momento. En el camino vieron campos de cubiertos de hierba verde oro. Árboles de
mimosa rosa en flor añadían un poco de color.
Qué morada había, fuera de las ciudades pequeñas, llegando en forma de
campos de pesca o casas de campo hechas de tablilla sobre pilotes, siempre tratando
de escapar del mar invadiendo. Varias veces vieron a los cocodrilos en el agua y en
los bancos de tierra, algunos de ellos hasta de tres metros de largo, mirándolos
fijamente con sus ojos saltones por atreverse a inmiscuirse en su mundo. Había
incluso la marsopa ocasional, retozando alegremente en el agua; vinieron al interior 1
para alimentarse de los cangrejos y peces. 73
Uno de los problemas era la intrusión de agua salada que estaba siendo
causada por la erosión de las costas. En esencia, mientras el agua salada se movía
más y más tierra adentro estaba avinagrando los pantanos. Como resultado, muchos
animales estaban empujándose al norte, como los cocodrilos y las ostras.
El tráfico era escaso en el pantano de hoy, pero todavía había barcos de pesca
saliendo y entrando. Todos los buques estaban tripulados por pescadores
profundamente bronceados que saludaban alegremente mientras pasaban.
Rene se acercó para pararse junto a Val, que estaba apoyada en la barandilla.
El barco en movimiento creó una ligera brisa que ofreció algo de alivio al intenso
calor. Ella estaba observando el paisaje pasando, un paisaje que él consideraba
hermoso. Pero, ¿qué le parecía a ella?
Había cosas que se podrían hacer. La realización de canales de la compañía
petrolera. La reconstrucción de barrera en las islas. Redirigir la ruta del río
Mississippi por inundación controlada, como primer paso para la creación de
nuevos sedimentos.
Mientras tanto, un desastre de magnitud horrorosa que afectaría a todo el
mundo estaba teniendo lugar aquí, pero no sabía si tenía la capacidad de mostrarle
a ella y a Justin lo malo que era. Los pantanos costeros estaban desapareciendo a un
ritmo tan impactante, que finalmente no habría ningún escudo en absoluto contra
los huracanes que asaltaban esta área de forma rutinaria, lo que dejaba a dos
millones de personas expuestas. ¿Cómo consigo dar a entender ese punto? Me vendría
bien un poco de ayuda aquí, San Judas.
Lo estás haciendo muy bien, dijo esa voz en su cabeza.
―Entonces, ¿qué piensas hasta ahora? ―le preguntó a Val, pasando un brazo
por encima de su hombro.
―Algunas de estas personas son tan pobres, y sin embargo parecen tan felices
―comentó.
―Ellos son felices. ¿Y por qué no?
―Apenas se ganan la vida.
―Es cierto, pero están continuando una tradición familiar de vivir del agua.
Ellos sienten acerca de los pantanos lo mismo que los agricultores sienten sobre su
tierra.
―Supongo que sí.
―Muchos de sus hijos han ido a trabajar a la ciudad, ya no estando dispuestos
a luchar tan duro, siempre a merced de las mareas. Pero para aquellos capaces de 1
quedarse, es una buena vida. Tal vez no para los estándares de Beverly Hills, pero… 74
―Oh, no vayas a cubrir tu espalda. No estaba criticando o siendo
condescendiente. Una de las primeras cosas que se le enseña a un analista jurado es
a no juzgar a la gente por la primera impresión.
Él no estaba tan seguro de eso.
―¿Qué hay de ese pescador que entrevistaste ayer en Houma? ¿Qué piensas
de él?
―¿El chico con una mano y los dientes torcidos?
Él asintió.
―Bueno, a primera vista, yo habría pensado, ¿por qué no consigue una
prótesis y por qué sus padres no le pusieron frenos cuando era un niño? ―Levantó
una mano para detenerlo cuando estaba a punto de hablar―. Pero en seguida me di
cuenta que ambas cosas cuestan dinero, que probablemente no tenían. Tampoco
seguro médico.
―¿Qué otra cosa?
―Su nombre es Clarence Dubois. Su apodo “Speedy” le fue dado por su
capacidad de lidiar con el descarte de la pesca de camarón que no cumplía con las
normas de forma tan rápida, antes del accidente. Lo que se quedó conmigo de él es
su amor por su familia. Entre frase y frase, mencionó a su esposa, Rose, que trabaja
en una tienda de conveniencia para complementar sus ingresos, y su hijo de tres
años de edad, Sam. Creo que es probablemente un bebedor con aguante, pero nunca
a expensas de su familia.
―No está mal, pero lo que no sabes es que Speedy fue todo un mariscal de
campo de la escuela secundaria una vez. Se le ofreció un buen número de becas
deportivas de varios colegios. Él eligió este lugar.
Se dio cuenta de que ella no entendía por qué un hombre habría hecho tal
elección. Tal vez a finales de esta semana lo haría.
―¡Oh, Dios mío! Mira eso… por allí. ¿Qué es?
―Un cementerio ―dijo―. Esas piedras que ves que salen del agua son
marcadores de tumbas o sarcófagos.
―Mira a ese ángel de piedra. Debe haberse sentado en la cima de una gran
lápida hace tiempo. Y mira esa cruz de mármol. ―Val estaba claramente asombrada.
―¡Mierda! ―Justin afirmó desde el otro lado―. Oye, J.B., ¿puedes detener este
vejestorio para que podamos tener una mejor vista? ―Con su cámara levantada su
ojo ya estaba filmando la marisma a la derecha, y Val sacó la pequeña grabadora de 1
mano que utiliza para tomar notas―. Habla conmigo mientras hago el rodaje, Rene 75
―dijo Justin―. Y, Val, estás grabando, ¿verdad?
Rene comenzó:
―Todo esto solía ser tierra, obviamente. Te sigo diciendo que la costa de
Luisiana está siendo arrastrada hacia el mar. Esta es una clara evidencia de ello. ¿Por
qué verías postes de teléfono como esos por allí sumergidos en el agua, por no hablar
de los árboles gigantes de roble?, en Luisiana, a causa de la baja en los niveles de
agua, enterramos a nuestros muertos en la tierra, pero en este caso el agua se
encontró con el cementerio de todos modos. A algunos pescadores les encanta
trabajar sitios como este porque hay abundancia de peces; se esconden entre los
recovecos de las lápidas de las tumbas.
―¡Eeew! ―intervino tante Lulu, acababa de llegar de la cocina de galera,
donde estaba probablemente a 48 grados. Se secó la humedad de la frente y el cuello
con un paño húmedo. Su camiseta blanca ya estaba de hecho sucia, tanto por la
transpiración como por la comida―. ¿Quién querría comer cangrejos o pesca´itos
que han esta´o alimentándose de restos humanos?
―Los restos humanos se encuentran todavía en sus ataúdes de piedra, tía
―dijo Rene.
Por ahora, al menos.
Olores suculentos de estofado de cangrejo de río flotaron hasta ellos. El
cangrejo de río, también conocido como bicho del pantano, había sido capturado por
un antiguo método justo esta mañana antes de que se embarcaron en su viaje.
Maddie había girado una rama de hojas verdes sobre el agua, y J.B. había utilizado
una red para recoger el cangrejo que se aferraba a las ramas. Cuellos de pollo crudo
trabajaban igual de bien, atados a una cuerda larga.
J.B. apagó los motores y echó el ancla. Con el uso de miras de teleobjetivo Justin
estaba filmando como loco.
―Esto es increíble ―dijo con entusiasmo―. Puedo ver las letras en algunos de
ellos, y se remontan a la Guerra Civil. De hecho, uno de ellos es un sargento Jeremías
Delacorte, que murió en Shiloh. Dios, los conservacionistas históricos tendrá un día
de campo con esta.
―Hubo un tiempo, no hace mucho, tampoco, había un pequeño pueblo aquí,
y estaba a treinta kilómetros del Golfo ―señaló Rene―. Lo recuerdo muy bien
porque era un lugar donde los adolescentes venían a pasar el rato. De hecho, perdí
mi… ¡Uy! ―Se interrumpió. Pero demasiado tarde.
Val le lanzó una mirada. 1
―¿Eso fue antes o después de nuestro gran evento… o, mejor dicho, no 76
acontecimiento?
―Shh ―dijo. Otra vez demasiado tarde.
―¿Qué pasa? ―quiso saber tante Lulu.
―Apuesto que lo sé ―ofreció Tee-John, con una amplia sonrisa en su cara.
―Mira, el rayo ya estaba haciendo efecto en ti demasia´o tiempo atrá´. Es una
señal.
―El rayo definitivamente no estuvo involucrado en aquel entonces. Y no es
una señal.
Justo en el momento, observo que Justin estaba grabando la ridícula
conversación de ellos y la grabadora de Val estaba presumiblemente todavía
encendida.
―Sería mejor no oírme hablando sobre rayos en la televisión nacional o sobre
perder mi virginidad en un maldito cementerio.
Justin se limitó a sonreír.
Tante Lulu hizo un chasqueo de lengua en su idioma.
Decidió cambiar de tema.
―De vuelta a este cementerio acuoso. La gente del pueblo se fue, pero no
pudieron tomar sus muertos con ellos. Finalmente, esta zona será probablemente
parte del propio Golfo, total y bajo el agua, si no se hace nada para salvar la costa.
En ese momento, algunas garcetas se levantaron de la hierba de la marisma en
una nube blanca, como fantasmas alzándose hacia el cielo, o ángeles. Un silencio
místico se apodero del lugar.
Todos estaban asombrados por la belleza de ello. Por suerte, Justin lo capto
todo en la cinta.
Durante el resto de la mañana y la tarde pasaron algunas aldeas pequeñas, a
menudo sólo un cobertizo de cebo, un par de remolques y campamentos de pesca
sobre pilotes cerca del agua, por lo general con techos de lámina parcheados. Aparte
de esos escasos signos de presencia, era sobre todo solitario. Otros barcos, de todas
clases, desde pequeñas lanchas a los grandes arrastreros, estaban en el agua, por lo
general los adelantaron, ya que iban muy despacio.
Temprano en la tarde, vieron un barco camaronero volviendo.
El capitán desaceleró casi a un punto muerto y le gritó a J.B., que
aparentemente era un amigo, que la captura era pobre ese día y no valía la pena
salir. Arrojó una bolsa llena de camarones recién capturados empacados en hielo. 1
―¿Les gusta el sushi? ―preguntó Rene a Val y Justin. 77
Ambos asintieron.
―Prueben estos entonces.
Rompió y pelo un par de camarones, entregándoles la carne.
―No sé qué decirte. Comer camarón crudo ―dijo Val, arrugando la nariz.
―Sushi ―le recordó.
Justin probó e hizo un sonido de éxtasis.
―Mmm-mmm. Esto es delicioso.
Val intentó tentativamente el suyo. También dijo que era maravilloso, la
cantidad justa de sabor salado.
J.B., Maddie, Tee-John, incluso tante Lulu, estaban comiendo el manjar ahora,
también. No había nada en el mundo como el camarón fresco del agua.
Rene usó su pulgar para limpiar la boca de Val después de su tercer camarón.
Sólo ese pequeño toque encendió algo entre ellos. Sabía cómo se sentía, en lo
profundo de sus entrañas, pero le dio un inmenso placer ver que los oscuros ojos
criollos de Val ardían con la misma conciencia.
Había pasado una semana desde su noche de amor. Ambos habían tenido que
ir por caminos separados para conseguir este proyecto en marcha. Una noche no fue
suficiente.
Y había pocas posibilidades de conectar en este viaje con tantas otras personas
a su alrededor.
―Te echo de menos ―dijo en voz baja para que otros usuarios no escuchar.
―Yo también te extraño ―dijo ella y maldita sea, ella no mantuvo la voz baja.
Desafortunadamente tante Lulú escuchó.
―Por supuesto que ustedes do´ se echan de menos el uno al otro. El rayo nunca
se equivoca.
Val miró hacia él y rodó los ojos.
―¿Vas a vestir blanco o beige en tu boda? ―preguntó dulcemente su tía a Val.
Antes que Val pudiera farfullar con indignación, su tía continuó―: Charmaine vistió
rojo en su boda. Que caliente estuvo. A lo mejor podrías vestir rojo.
―Tante Lulu, no va a haber ninguna boda ―dijo Rene tan gentil como pudo.
Su tía golpeo su muslo con risa.
1
―¡Qué bromista! ―Estaba todavía riéndose cuando se volvió hacia la cocina
78
del barco.
Val levantó su ceja hacia él.
―Bromista ¿ehh?
Él levantó las suyas respondiéndole a ella.
―Vamos a dejarla pensar lo que quiere.

Podrías decir que tiene un pequeño retraso

La cena de aquella noche fue un evento espectacular, algo que Valerie


recordaría el resto de su vida.
Habían llegado a Stop Off, una pequeña comunidad a lo largo de los pantanos.
Rene le había dicho que Stop Off en uno de los pueblos que desaparecerían por
completo algún día si las medidas drásticas no fueran tomadas pronto.
Se quedarían esa noche en un motel barato cerca, el tipo de sitio en el que
Valerie normalmente no entraría, mucho menos dormir, pero el propietario les
aseguró que tendrían sábanas limpias. Y sin cucarachas, ya que habían fumigado la
semana anterior. No necesito oír hablar de cucarachas. ¡Dios, Dios! Lo único salvando la
gracia era que las habitaciones tenían aire acondicionado y duchas.
Había extendido un mantel de plástico en la mesa empotrada en el centro del
barco, el sitio donde eligieron los camarones procedentes de la captura incidental.
En platos desechables, con cubiertos de plástico y vasos desechables llenos de vino
blanco, cenaron una comida que haría orgulloso un restaurante de cuatro estrellas.
Cangrejos al vapor, una hogaza de pan francés que habían comprado esa mañana
recién salida del horno, arroz sucio, gumbo frito, rodajas de tomates del jardín de
tante Lulu, generosamente rociadas con sal, pimienta y aceite de oliva y pudín de
pan empapada en ron para el postre.
La anciana sonrió a todos los elogios merecidos dirigidos a ella. Valerie tuvo
que darle crédito, no sólo por la comida, sino para su arte de curación, también. En
varias de sus paradas hoy, ella les había regalado historias sobre sus remedios a base
de hierbas mientras recogía plantas, las cuales puso en bolsas Ziploc etiquetadas.
Las secaría y empaquetaría cuando llegara a casa.
1
De dónde sacaba tante Lulu su energía a su edad era una pregunta. De hecho,
Valerie le había preguntado eso. A lo cual, tante Lulu había respondido:
79
―La mayor parte de mis años se han ido y quiero aprovechar cada minuto.
Una buena filosofía para cualquier persona.
Justin estaba pasándolo de maravilla incluyendo a tante Lulu en el documental.
Sería una especie de celebridad si esto alguna vez salía al aire.
Pero ahora todos estaban repletos. Tante Lulu y Tee-John reunieron todos los
desechables y otra basura en el mantel, que al parecer era desechable también y se
fue a un contenedor de basura cercano. J.B. y Maddie se fueron a su habitación del
motel. Rene estaba alojándose con Tee-John. Y Val iba a dormir con tante Lulu, una
vez más.
¡Oh, la alegría!
Ella y Rene vieron la puesta de sol en el horizonte. Estaría pronto oscuro.
Se puso de pie detrás de ella en la barandilla, con los brazos alrededor de ella.
Estaban viendo una bandada de ibis regresando a sus colonias. Estas eran aves
blancas como la nieve con puntas de las alas negras, probablemente una de las
muchas especies hechas famosas por Audubon.
―Quiero estar contigo ―murmuró Rene s su oído, luego mordisqueó el lóbulo
con los dientes.
Ella se estremeció, lo que era increíble teniendo en cuenta la alta temperatura
y humedad.
―Yo también te deseo, Rene. Pero no aquí. Y no sin tomar una ducha.
Probablemente apesto.
Rene se rió y apretó sus muslos.
―Cariño, el sexo sudoroso tiene toda una propia atracción. Confía en mí.
―Tomare tu palabra en esto.
Pasó las manos por sus costados por debajo de sus brazos, sobre su cintura y
caderas, luego de vuelta a descansar debajo de sus pechos.
―Rene ―advirtió.
―Solo quiero jugar un poco, chere.
―No ―dijo, empujando su mano hacia la parte más segura de su cintura―.
No jugaré más tus juegos casi sexo.
―Oye, doy un bueno casi sexo.
1
―Demasiado bueno. 80
―Tal vez podría deslizarme en tu habitación después de que tante Lulu se
duerma.
―Sí, claro. Probablemente tiene un detector de movimiento en la puerta. Ya
apoyó una estatua de San Judas en mi cabecera.
Se echó a reír.
―Probablemente tienes razón.
―Sé que la tengo.
―Podríamos tener sexo en el armario. Hay un armario allí, ¿verdad?
Se puso rígida de espanto ante la perspectiva de una cosa así.
―No armarios.
Su voz debe haber sido estridente porque Rene sintió su alarma y le preguntó:
―¿Por qué no armarios?
―Mi madre solía encerrarme en un armario ―reveló, después deseó no
haberlo hecho. Nunca hablaba de eso. Nunca.
―Val ―dijo con tristeza―. ¿Qué podrías haber hecho para merecer tal castigo?
Ella pensó en negarse a contestar, pero era una tontería. Fue hace mucho
tiempo.
―Sacar un B en una prueba, en lugar de un A. Ensuciar la alfombra. Estar
despeinada cuando llegaba a casa de la escuela. Una vez, me encerró en el armario
porque tenía un grano. Ah, y por verdura, si no podía comer toda mi verdura.
Odiaba la verdura.
―Me di cuenta que no comiste ninguna en la cena. ―Su voz era suave con
simpatía. Afortunadamente todo lo que añadió fue―: Pobre nena.
Ella se echó hacia atrás para saborear la sensación de su aliento en la piel… y
saltar el tema de mal gusto.
―¿Qué tal en el baño? ―lo intentó de nuevo.
Ella sonrió.
―Déjalo, muchacho.
―Podríamos ir allí y cerrar la puerta.
―¿Has visto el tamaño de esos baños? ― Apenas había espacio para dar la
vuelta con el lavabo, taza y cabina de ducha, todos abarrotados ahí.
―No necesito mucho espacio. 1
81
Sus paseantes manos jugaron con sus pechos.
No tenía corazón o inclinación para detenerlo. Por el momento. En cambio,
arqueó la espalda para darle más acceso.
―Me estás matando ―susurró con voz ronca.
Podía sentir en su espalda lo mucho que lo estaba matando.
La tentación era una cosa potente y Valerie estaba muy tentada.
Le ahueco el montículo ahora y ondulaba contra ella.
―Apuesto que podríamos hacer el amor estando de pie. Cualquiera que
camine por la orilla no sospecharía nada.
Por suerte, el lado de la embarcación los cubría de la cintura para abajo.
―¿Cómo? ―chilló, sintiéndose avergonzado y muy excitada.
―Sólo espera, dulzura. Nos vamos a las carreras.
Antes de que pudiera decir: Santo cielo él tenía sus shorts y ropa interior en los
tobillos. Lo mismo sucedió con sus propios shorts y calzoncillos. Estuvo a punto de
decir “Espera un minuto, cambié de opinión”, pero ya tenía un dedo acariciándola
abajo probando su preparación.
Estoy lista, estoy lista, quería gritar, pero seguía siendo demasiado tímida para
hacer eso. Increíble que después de lo que hizo con él la semana pasada todavía
tuviera algún pudor quedado.
―¿Estás lista, nena? ―preguntó con voz ronca contra su cuello, como si leyera
su mente, luego le mordió el hombro, como un semental a punto de montar una
yegua, por amor de Dios. Había leído esto en algún lugar en un libro.
Trató de decirle que estaba más que lista, pero ya era demasiado tarde.
Él había tomado su silencio por asentimiento. Levantándola en la punta del
pie, le dobló las rodillas y la penetró desde atrás. Ella se agarró fuerte a la barandilla
para mantener el equilibrio y se encontró en la vulnerable posición de no poder
tocarlo.
Pero él podía tocarla.
Y, ¡madre mía, si lo hizo!
Sus manos estaban por todas partes. Sus pechos. Sus nalgas. Sus pliegues
expuestos. Ella estaba en un frenesí de excitación intentando concentrarse en cada
uno de los separados sitios que estaba poniéndola ardiente. Y todo el tiempo se
sumergía dentro y fuera de ella. ¡Olvídate de la vergüenza! Ambos brillaban por el
sudor y jadeaban con sus esfuerzos en este intenso calor. 1
82
―¿Ustedes tienen algún problema?
Las cabezas de Valerie y Rene se dispararon para ver a un hombre caminando
en la barra cerca del muelle, probablemente dirigiéndose a casa, una de esas cabañas
sobre pilotes.
―No, nosotros estamos muy bien ―dijo Rene, mientras le hacía algo realmente
travieso entre sus piernas.
―Estamos disfrutando ―ella le dio un golpe―, la luna.
Rene estaba riendo. ¡El patán!
―Oh, me pareció oír alguno gemido.
Valerie llego al clímax, y, sí, gimió.
―Debe ser el viento ―dijo Rene. Ella se apoyó en su pecho y le susurró al
oído―. Shhh, él se irá pronto.
―Bueno, que tengan una buena noche.
―La tendremos ―respondió Rene. Luego, en voz baja―. Garantizado.
Tan pronto como el hombre paso el barco, Rene comenzó a sumergirse dentro
y fuera de ella con fuertes golpes cortos. Cuando alcanzo su propio orgasmo, Valerie
se contrajo alrededor de él otra vez.
Una vez que sus respiraciones volvieron a la normalidad y sus shorts estaban
de nuevo arriba, Valerie le dijo.
―No tienes ni idea de cómo de fuera de mi carácter es esto para mí.
―¿El qué?
―El sexo casual.
Él negó con la cabeza hacia ella.
―¿No lo sabías? Este no es sexo casual.
¿Qué es entonces?, quería preguntar, pero no tenía el valor.
Pero una voz en su cabeza respondió por ella.
Ya sabes.

1
83
Capítulo 15

Ella llevaba un requeté diminuto

Al día siguiente continuaron hasta el pantano, al Golfo y a Grand Isle, la más


grande de las islas de la barrera y la única que sigue habitada hoy.
Rene estaba sentado en la playa, solo, simplemente disfrutando de la vista. J.B.
y Maddie estaban haciendo algunas cosas con el motor en el barco de pesca. Tante
Lulu había forzado a Tee-John a que la acompañara a un mercado, a pesar de que él
había querido acercarse a una chica en bikini que había visto en la playa. Justin y
Valerie estaban entrevistando y grabando a unos de los residentes más antiguos que 1
tenían historias que contar sobre los “viejos días”. 84
Rene amaba Grand Isle.
En la década de 1890 los criollos hicieron un complejo lujoso, con buenos
hoteles, casas de baño, salas de juego, un observatorio y un tranvía tirado por mulas.
Era el sitio de la famosa novela “The Awak ening” de Kate Chopin. Todo eso terminó
en 1909 con un huracán que azotó con vientos de ciento cincuenta kilómetros por
hora y la ola de cuatro metros, causando la muerte de trescientos personas. Incluso
hoy en día, es la tormenta de referencia cuando de comparar tormentas se trata. En
ese momento, la mayor parte del sur de Luisiana se vio afectada por el tamaño de la
oleada. Rene no podía imaginar la devastación hoy si una tormenta similar ocurriera
porque la mayoría de las barreras se han ido.
Los ojos de Val y Justin prácticamente se salieron con la primera vista de esta
isla, a pesar de que ambos habían crecido en el sur de Luisiana. El contraste era
marcado entre la belleza natural de la isla, a pesar de sus tiendas de souvenirs de
mal gusto, restaurantes modernos, y los numerosos pozos petroleros visible sobre el
Golfo. Muchas personas no sabían que había varias miles de plataformas petroleras
y plataformas de perforación por ahí, sirviendo a más de veinticinco mil pozos.
Representaban el dinero y el poder.
Sólo cabañas y moteles existían aquí ahora, utilizadas por los pescadores,
observadores de aves y adoradores del sol. Ya no podía continuar como un complejo
con hoteles de alto precio debido a los muchos azotes de los huracanes en los últimos
años. Pero había un encanto en este sobreviviente maltrecho de los tiempos pasados.
Val se acercó y se dejó caer en la arena al lado de Rene. Llevaba el cabello en
un moño sobre la cabeza, gafas de sol, una camiseta de Trial TV y shorts blancos.
Para él, se veía más sexy que el infierno.
Él se inclinó y le dio un breve beso. Fue divertido cuán natural le salió eso. Se
estaba poniendo muy cómodo con Valerie Breaux, y eso le hacía sentirse incómodo.
Justin estaba de pie a poca distancia teniendo una conversación con una mujer
de veintitantos que trabajaba en una de las tiendas. El lenguaje corporal entre ellos
dos era claramente hombre-mujer.
Val se quitó las gafas de sol y se volvió para mirar a lo que estaba mirando.
―¿Todavía crees que es gay?
―Podría ser. Nunca se sabe hoy en día ―dijo obstinadamente―. ¿Tú y Justin
consiguieron todo lo que querían?
―¡Más que eso! Este ancianito podía recordar a su abuelo hablar sobre el gran 1
huracán aquí, y él tiene imágenes que va a dejar que copiemos. 85
―¡Bien por ustedes! ―Su entusiasmo era una alegría ver.
Ella miró por encima del agua, teniendo la vista no tan escénica de las
plataformas petroleras en el horizonte.
―¿Odias las compañías petroleras?
―No, por supuesto que no. El petróleo es una necesidad. Y, para ser honesto,
nadie sabía décadas atrás lo devastador que sería en el medio ambiente. Es casi como
las compañías de cigarrillos que luchan con uñas y dientes sobre el pago de corregir
sus actos anteriores y tienen que ser vigilados constantemente o vuelven a las
andadas. En realidad, gran parte de la erosión de la costa se debe a un error humano.
En particular, los diques.
Ella ladeó la cabeza cuestionándolo.
―Durante siglos, la gente ha estado tratando de domar la parte baja del río
Mississippi, lo que ahora sabemos es un error. Construyeron dique tras dique para
evitar inundaciones cuando, de hecho, las inundaciones y el depósito aluvial se
crearon en la costa. Algunos científicos dicen que tardó setenta siglos para
construirse la Luisiana que tuvimos en el siglo XIX, pero que en los últimos cien años
hemos agotado un tercio de eso.
―Así que, si dices que los científicos y los ambientalistas saben sobre esta
erosión masiva, ¿por qué no están haciendo algo?
―El dinero, puro y simple. Hay buenos planes para corregir el problema, pero
costaría millones. Eso significa tomar los fondos del congreso, que está teniendo un
tiempo bastante difícil pagando por la guerra contra el terrorismo, la seguridad
social y otros males sociales. Tenemos que hacer cola… por lo general al final de la
línea.
―Es por eso que renunciaste a tu trabajo.
Él asintió.
―¿Y qué si no se hace nada? Una gran cantidad de las personas que hemos
entrevistado hasta ahora creen que el problema es demasiado abrumador o tienen
un aire de fatalismo al respecto.
―Si no se hace nada, costaría miles de millones en puestos de trabajo perdidos,
la infraestructura, pesca, fauna, los daños del huracán, sólo para nombrar unos
pocos.
Ella frunció el ceño con confusión.
―¿Quién es el enemigo en esta guerra? ¿Quién los amenazaría, nos amenazaría 1
por hacer este documental? 86
―Probablemente las empresas petroleras o los desarrolladores residenciales y
comerciales, o los políticos que prefieren sentarse en su trasero y esperar una
solución caer en sus regazos, libre de costo. Es dinero, dinero, dinero. ―Se detuvo y
sacudió la cabeza―. Te estoy dando una conferencia, ¿no?
―Sí, pero eres bueno.
Bueno esta… bien, bueno, supongo. Sí, soy bueno.
―Así que, ¿extrañas Nueva York?
―Todavía no. Me estoy divirtiendo mucho.
Él sonrió.
Ella le dio un puñetazo en la parte superior del brazo.
―No me refería a eso. Estoy disfrutando el trabajo.
―¿No siempre disfrutas el trabajo?
Ella hizo una pausa, como si necesitara pensar antes de contestar.
―No últimamente.
―Tal vez deberías mudarte a Luisiana de nuevo ―le ofreció antes de que
tuviera oportunidad de morder su tonta lengua.
Ella se echó a reír.
―¡De ninguna manera! Entonces tendría que estar visitando a mi madre y el
resto de la familia. ¡Hablando sobre el infierno en la tierra!
Rene se sintió extrañamente dolido por su respuesta. Al mismo tiempo,
recordó lo que le que había dicho acerca de su madre y un armario. Aborrecía a
cualquiera que le hiciera eso a un niño. El trato que él y sus hermanos habían sufrido
bajo Valcour LeDeux era nada comparado con eso, sobre todo porque eran niños
pequeños que podían correr rápido y porque tenían a tante Lulu como red de
seguridad.
―¿Y tú? ¿Alguna vez te mudaras a una ciudad de nuevo?
Era su turno de reír.
―Me moriría si tuviera que mudarme a una ciudad de forma permanente. Es
sofocante incluso en las visitas cortas.
Mantuvieron el contacto visual durante un largo, conmovedor momento.
Él fue el primero en hablar.
―No dice mucho de nuestro futuro, ¿verdad?
Una expresión de sorpresa se apoderó de su rostro. 1
87
―¿Creíste que teníamos un futuro?
Sí. Lamentable de mi parte, ¿huh?
―Por supuesto que no.
Ahora ella parecía un poco herida.
Tante Lulu caminaba penosamente por la arena y con sus pies descalzos. Su
cabello era todavía negro, lo que era una maravilla; por lo general lo cambiaba a
diario. Llevaba un traje de baño con puntos blancos y negros cubierto por una larga
camiseta. Un enorme sombrero de paja cubriendo sus rizos negros. Había manchas
y piel blanca arrugada en todas partes, se dio cuenta con tristeza. No quería mirar
de cerca por temor a que estaría herido de muerte al ver a su tía en un estado de
desnudez tal.
En su lugar, miró a Tee-John, que usaba un sorprendente bikini. ¡Dios mío!
¿Alguna vez he sido yo tan arrogante?
¡Yep!, esa voz persistente en su cabeza remarcó.
―¿Por qué el traje de baño? ― le preguntó a su tía.
―Iba a tomar un chapuzón rápi´o, pero he cambia´o de opinión. J.B. y Maddie
están listos pa´ irse. ―Tante Lulu limpió el sudor de su frente con la manga. Él debía
sacarla del sol tan pronto como fuera posible―. Vi a J.B. tocando el trasero de
Maddie cuando creyó que no estaba viendo. ―Ella entrecerró los ojos en él entonces.
¡Oh, no! Ella no lo haría.
― No has toca´o el trasero de Val, ¿verda´?
Sí, lo hizo.
Val hizo un sonido ahogado junto a él.
Se aclaró la garganta y se le ocurrió la respuesta perfecta.
―Vamos a salir de aquí.
―Mis pies se queman con esta arena ―se quejó tante Lulu―. Será mejo´
llevarme.
Val lo miró y sonrió.
A veces a él realmente le gustaba su sonrisa. No en este momento, sin embargo.
Así que dejaron la playa en Grand Isle con él llevando a una mujer de ochenta
años de edad, que llevaba un traje de baño de lunares que probablemente había
comprado en 1950.
Y, en realidad, le encantó. 1
88

El big bang

Valerie estaba lista para pasar a la siguiente etapa de su proyecto. Durante la


semana pasada, habían navegado hasta un pantano y otro.
El pantano Lafourche. Pantano Petit Caillou. Pantano Teche. Pantanos que no
tenían nombre.
A veces viajaban en el barco de J.B. y de Maddie, a veces en otros barcos. Rene
nunca parecía cansarse de mostrar los pantanos que amaba, pero Val y Justin se
estaban cansando. Tante Lulu estaba haciendo ruidos sobre la escarda su jardín, y
T-John tenía una "cita ardiente" pronto. J.B. y Maddie estaban contentos, siempre y
cuando estuvieran juntos. Val juró que eran las personas más amorosas que vio lo
que era algo agradable, a decir verdad.
Incluso habían entrevistado a varios pescadores vietnamitas. Después de la
caída de Saigón, muchos vietnamitas buscaron refugio en este país y muchos de
ellos, los pescadores de vuelta a casa, llegaron a esta zona. ¡Qué pena que el refugio
que habían buscado aquí se estaba derritiendo… no es realmente un paraíso después
de todo!
Ahora todos estaban metidos en, o a punto de ser metidos en, el Nightly Night
Motel. Ella, por supuesto, obtuvo una habitación con tante Lulu. ¡Solo mi suerte! Su
cerebro debía estar derritiéndose con este calor porque estaba llegando a pensar que
la anciana no era tan mala.
¡Hablando de la anciana! Ella salió del cuarto de baño usando una toalla de
tamaño para niños, crema blanca en su cara y su cabello rojo ahora enrollado en
rodillos de espuma de color rosa. Eso debería haber sido por lo que se había tardado
tanto tiempo… había estado tiñéndose el cabello. ¡Dios, Dios!
―¿Cuáles son tus intenciones? ―preguntó directamente, sentándose en la otra
cama doble en la habitación, frente a ella.
―¿Acerca de?
―Rene.
¡Oh, buen Dios! Ella se echó a reír.
―¿No es esa la pregunta que se supone que debe dirigirse al hombre en una
relación? 1
Tante Lulu se encogió de hombros. 89
―Estoy a favo´ del hígado de las mujeres.
Era probablemente una mala señal que en realidad la entendiera.
―¿Te refieres, al poder femenino?
―¡Eso dije! ―espetó―. Entonces, escúpelo, ¿cuáles son tus intenciones hacia
ese chico? Yo no quiero que salga lastima´o.
―¿Chico? ―No lo creo. De hecho, creo lo sé―. Tante Lulu ―dijo, tan suavemente
como pudo sin ceder a su inclinación de decirle que este no era asunto de ella―.
Rene y yo sólo somos amigos…
Tante Lulu hizo un bufido de incredulidad.
―Ese chico te mira como si fueras un hela´o en un día caliente. Y tú no lo haces
mejor. Juro que lo miras como si fuera un caramelo.
Él es un encanto. Pero no lo hago. Definitivamente no me lo como con los ojos.
―Es un hombre atractivo. Eso es todo.
Ella hizo el bufido de incredulidad de nuevo.
―Escucha, me he encariñado con Rene, y…
―¡No, no, no! Esto no e´ “cariño”. Esto e´ amor.
Valerie echó los brazos al aire.
―Rene y yo tenemos treinta y cinco años de edad. Creo que somos lo
suficientemente mayores como para saber qué pasa en nuestras propias mentes.
―Eso e´ otra cosa… Los hombres en la familia LeDeux son mujeriegos, tenlo
por seguro, pero cuando la correcta llega, incluso cuando tiene treinta y cinco años
de eda´, se agarran y se aferran firmemente. Una vez que el rayo llega, no hay
remedio.
―Yo no creo en los rayos de amor.
Tante Lulu puso las dos manos en el aire delante de su rostro, como para
protegerse de algún mal.
―No digas esas cosas. ¡Por pieda´! Conocí a una señora una ve´ que dijo que
no creía en el vudú. Al día siguiente, tenía la lengua pegada al techo de la boca y se
mantuvo así hasta que murió.
―Probablemente lamió Krazy Glue ―dijo Valerie en voz baja.
Pero tante Lulu la escuchó y movió un dedo en su cara.
―To´o lo que estoy diciendo es que no lastimes a ese chico o pondré una 1
maldición vudú sobre ti. 90
¡Aaarrgh! Hablar con ella era como hablarle a un cipres.
Su conversación fue interrumpida por una fuerte explosión fuera. Tante Lulu
gritó. Valerie saltó de la cama y salió corriendo. La gente estaba corriendo afuera del
motel, medio desvestidos y de otros edificios en la pequeña ciudad. A lo lejos, por
el muelle, vieron la fuente de la explosión.
El barco de J.B. y de Maddie estaba en llamas.

¡Cuac, cuac, cuac!

Para las diez de la mañana del día siguiente, Rene estaba hasta las rodillas de
la burocracia y se estaba ahogando rápido.
Había enviado a tante Lulu y Tee-John a casa, a pesar de sus protestas de que
querían quedarse. Valerie y Justin habían ido a su lugar en Houma; a Rene no le
gustaba, pero admitió era la mejor alternativa en este momento. Ellos estarían
cortando y editando todo el material que habían recogido en una propuesta
documental de televisión. Él se había quedado atrás para ayudar a J.B. y Maddie
para hablar con la policía, la ATF, el FBI e incluso la CIA. Con todas las amenazas
de terrorismo en el mundo de hoy, no podían ignorar cualquier atentado, aunque
fuera sólo dinamita en este caso.
Por suerte nadie había resultado herido. Por suerte Justin tenía todo su equipo
de cine de vuelta en su habitación del motel y no en el barco. Por suerte J.B. y Maddie
estaban asegurados, lo que era un milagro en sí mismo. Por suerte los medios de
comunicación finalmente despertaron con el hecho de que existían serios problemas
aquí que podrían interferir con los planes nefastos de algunos de los peces gordos
de Luisiana. Por suerte él había finalmente calmado a algunos lugareños que estaban
culpándolos por traer problemas a su medio.
Luc y Remy se acercaron a él una vez que los medios de comunicación se
dispersaron y lo dejaron solo. Llegaron tan pronto como habían oído sobre el
bombardeo.
―¿Cómo estás, amigo? ―preguntó Luc, apretando su hombro. Siempre el
hermano mayor.
―Estoy bien, ahora que la sorpresa ha terminado. 1
―Creo que ellos lo cronometraron para que nadie estuviera a bordo, como una 91
especie de advertencia ―dijo Remy.
―¡Ah! ¿Cómo sabían a ciencia cierta que no había nadie a bordo? Una muy
arriesgada oportunidad sólo por una advertencia.
Rene se estremeció por dentro ante la perspectiva de que una de las personas
en su grupo podría haber sido asesinada. J.B. y Maddie, sus buenos amigos. Tante
Lulu, su tía preciosa. Tee-John, el bribón adorable. Y Val… oh, hombre, ¡Val! No
sabía cómo clasificarla a ella, sólo sabía que era importante para él, y perderla le
habría aplastado.
―No estás tratando con científicos de cohetes ―comentó Luc―.
Probablemente algunos matones contratados por la empresa petrolera.
―¿A dónde vas de aquí? ―preguntó Remy―. ¿Necesitas un aventón?
―Voy a volver a Baton Rouge para resolver algunas cosas relacionadas con mi
casa de la ciudad, a continuación, me quedaré en la casa flotante durante unos días
hasta instalarme, si eso está bien contigo ―le dijo a Remy.
Remy asintió.
―Claro.
Mientras los tres caminaron hacia el estacionamiento del motel, Luc se rió.
―Los problemas parecen seguirte, hermano.
―¿Eso crees? ―Se echó a reír, también. Luego dijo―: ¿Sabes qué hizo tante
Lulu ayer?
―Sólo puedo imaginar ―ofreció Remy.
―¿Hubo una mujer involucrada? ―preguntó Luc.
―Oh sí.
Ambos esperaron expectantes.
―Ella me preguntó si alguna vez he tocado el trasero de Val.
―¿Trasero? ―Ambos rieron a carcajadas.
―¿Lo has hecho? ―Luc quería saber.
Hizo caso omiso de la pregunta.
―Y entonces le dijo a Val que, si no se enamoraba de mí y me trataba bien, iba
a poner una maldición vudú sobre ella. Val me lo dijo esta mañana antes de irse.
Supongo que estaba tratando de animarme. ¡Vudú, por Dios! ¡Háblame de ello!
Las mandíbulas de Luc y Remy se abrieron antes de que todos estallaran en
carcajadas. 1
―Eres un pato muerto ―concluyó Luc finalmente. 92
―Ga-ran-ti-za-do ―estuvo de acuerdo Remy.
Rene preguntó ociosamente ―o no tan ocioso― si Val tenía un gusto por el
pato.

Sólo llámala Sarah Jessica Breaux

Valerie no había visto a Rene por dos días, pero él iba a venir ahora a mirar la
propuesta cinematográfica.
Se puso de pie en la cubierta de la casa de Justin mientras un Jeep negro
Cherokee se estacionaba. Se bajó de un vehículo sólo mientras bajaba las escaleras.
Él le sonrió.
Ella le sonrió.
Él abrió los brazos.
Ella hizo un salto y cayó en sus brazos con las piernas envueltas alrededor de
su cintura y su cara metida en su cuello, que olía a jabón y a la piel de Rene. Se sentía
como una adolescente con un enamoramiento, vertiginosa y muy feliz.
Él le dio la vuelta un poco, riendo.
―¡Eso sí que es una bienvenida!
―¿Me extrañaste? ―preguntó, inclinándose hacia atrás para mirarlo.
Él le dio un rápido beso y le dijo:
―No, en absoluto. ―Entonces le dio un beso no tan rápido que curvó los dedos
de los pies y demostró que, de hecho, la extrañaba mucho.
Unos diez minutos y veinte besos después, entraron con las rodillas
tambaleantes para mirar la propuesta.
―Hola, Rene ―dijo Justin.
―Hola, Justin.
Una hora más tarde, Rene se recostó en el sofá de cuero y se quedó mirándolos.
―Son increíbles. No puedo creer que hicieran todo esto junto… el paisaje, las
entrevistas, los hechos, todo. Incluso hicieron que tante Lulu se vea bien. Y Tee-
1
John… infierno, la cabeza del chico va a crecer tanto cuando las chicas vean esto.
93
―¿Qué piensas acerca de los segmentos que hablan de la planta Juju? ―le
preguntó Val tentativamente.
―Bueno, se las arreglaron para fotografiarme sin mi camisa, que yo no quería,
pero está bien. Y tante Lulu con su charla traiteur hace que todo parezca creíble.
―Te voy a enseñar algo ―dijo Justin. Siguió el avance rápido y detener,
adelantar y detener, para resaltar un número de escenas. Todos ellos con Rene y Val
juntos. Riendo. Mirándose el uno al otro. En una, él había puesto una mano en su
trasero, y parecía como si ella lo fuera a castigar. En otra, se inclinaba para besarla,
y si no hubiera sabido que era ella, ella hubiera querido ser la mujer que era la
destinataria de esas atenciones.
―Muy bonito. ― dijo Rene―. ¿Pero cuál es tu punto?
―Ustedes dos son ardientes juntos. Vapor de calor en el pantano, y algo más.
Yo pensé, que si logramos sacar esto adelante, va a tener que ser un acuerdo.
Rene sonrió.
Valerie se encogió. Se veía a sí misma como la persona detrás de las escenas.
―Yo no sé nada de eso.
―Oye, si yo voy a ser el galán del mes, tú vas a ser el bombón del año ―afirmó
Rene.
―Déjame ir un paso más allá ―continuó Justin―. No estoy tan seguro que no
podamos proponer una serie. Algo así como “Los viajes del pantano” pero más
provocativa. Ustedes dos estarían en cada uno de ellos.
―Sí, y cada segmento podría ser un problema o una ubicación diferente ―dijo
Val con entusiasmo―. Al igual que Grand Isle y las otras islas de barrera. Al igual
que tante Lulu y su curación. Al igual que los vietnamitas aquí, y lo que queda de
las tribus indígenas autóctonas de la zona. Incluso los vídeos que nos diste de Las
Ratas del Pantano tocando ruidosamente música cajún. Por cierto, si yo no lo
mencioné antes, tú tocas el acordeón, cariño.
Él movió las cejas.
―Todos ellos tendrían que ser animados y coloridos y divertidos. Y la planta
Juju podría ser un hilo a través de todos ellos, una especie de broma burlona
―agregó Justin, igualmente entusiasta―. No estamos tratando de ser un imitador
de National Geographic. Más como National Geographic con el humor y el atractivo
sexual.
―Están convirtiendo esto en “Sexo en el Bayou” versión de Sexo en la ciudad 1
―protestó Rene. 94
―No, no estamos, cariño ―le aseguró Valerie―. Te prometo todo que se hará
con buen gusto. ¿Te gustó lo que hicimos hasta ahora, no?
Él asintió.
―Pero, ¿dónde estarían todas las preocupaciones ambientales? ―Rene quería
saber.
―Esa es la belleza de ello ―explicó Justin―. Nosotros no los golpeamos en la
cabeza con ello. Hacemos que se enamoren del pueblo y la zona, y se deslizan las
preocupaciones ambientales allí como mensajes ocultos. Al final de cada programa,
podríamos poner un sitio de dirección o Web donde la gente podía ir a aprender
cómo pueden ayudar. Poniéndose en contacto con los políticos. O contribuir dinero.
Lo que sea. La educación es una herramienta de gran alcance.
―Podría funcionar ―dijo Val, en busca de su aprobación.
Dudó por un largo tiempo. Esto no era en absoluto lo que había esperado,
obviamente, pero Val esperaba que él se diera cuenta de que tal vez era mejor. Puede
ser era la palabra clave. Por último, se encogió de hombros.
―Ustedes son los expertos. Adelante.
Ella se lanzó hacia él, sentándose en su regazo. Abrazándolo calurosamente,
dijo:
―Gracias, gracias, gracias.
―Una cosa es segura. Esto va a ser un cumpleaños especial para tante Lulu
―dijo Rene―. Estamos haciendo de ella una estrella de la televisión. Ella será la Joan
Collins cajún.
Todo el mundo se echó a reír, pero probablemente era cierto.

1
95
Capítulo 16

Feliz boda a ti, feliz boda a ti

―¡Tante Lulu! No puedes planificar una boda sorpresa para alguien.


Sylvie Breaux-LeDeux estaba sacudiendo su cabeza rotundamente cuando
hizo ese pronunciamiento a su tía abuela política. Estaban sentadas a la mesa de la
cocina en la casa de la anciana, junto con Rachel Fortier-LeDeux y Charmaine
LeDeux-Lanier. Tante Lulu acababa de proponer organizar una boda sorpresa para
Rene y Valerie en el medio de la celebración de su octogésimo cumpleaños.
1
―¿Por qué no? La gente tiene fiestas de cumpleaños sorpresa.
96
―No es lo mismo ―dijo Rachel―. Ambas partes tienen que estar de acuerdo
antes de tiempo.
―No estoy segura acerca de eso ―ofreció Charmaine―. Si las dos partes están
enamoradas y sólo necesita un pequeño empujón para atar el nudo, ¿por qué no?
―Un empujón. Sí, eso e´ lo que esto será. Un empujón sorpresa ―dijo tante
Lulu.
―Creo que necesitas obtener un certificado de matrimonio firmado
personalmente por ambas partes ―dijo Sylvie―. Yo no veo ninguna forma de evitar
eso.
―Pfff, conozco a alguien en las oficinas del conda´o. No hay que preocuparse.
―Tante Lulu probablemente sí conocía a la gente allí. Infiernos, conocía a todo el
mundo.
―¿No es eso ilegal? ―preguntó Sylvie.
Nadie le prestó atención. Los LeDeuxs nunca prestaban mucha atención a la
ley, a excepción de Luc, quien los ayudaba a salir de líos legales.
―No hay tiempo suficiente para planificar una boda ―se quejó Rachel.
―Podría ser muy romántico ―añadió Charmaine.
―O un desastre ―contrarresto Sylvie. Sylvie siempre era la prudente.
Charmaine, por otro lado, nunca aprendió la palabra prudente.
―¿Por qué no hacemos planes tentativos, no lo sabrá nadie más que nosotros
y, después, vemos cómo sale todo el día del evento?
―Okey-dokey ―dijo tante Lulu, frotándose las manos con entusiasmo.
Siempre era una mala señal cuando tante Lulu decía, "Okey-dokey".
―¿Qué pasa con las amonestaciones? ―preguntó Sylvie, sonriendo como si
acabara de descubrir un obstáculo para el camión fuera de control que era tante
Lulu―. Nunca vas a conseguir un sacerdote para casarlos sin presentar los votos en
la iglesia antes de tiempo.
―¡Ah! Tengo conexiones en la iglesia de Nuestra Señora de Bayou, también.
―Había sido miembro toda su vida. Pero una cosa era eludir las leyes civiles con un
certificado de matrimonio falsificado y otro muy distinto es eludir la ley de la Iglesia.
Eso era algo así como desafiar a Dios.
Él es todo para ello, juró tante Lulu que una voz en su cabeza le dijo eso.
Probablemente San Judas.
―¿Anillos? ―arrojó Rachel eso, pero no con mucha esperanza. 1
―Esa e´ la mejor parte. Todavía tengo los anillos de mi abuela y abuelo. Ellos 97
pueden usar esos. ―Tante Lulu parecía tener una respuesta para todo.
―Tu fiesta de cumpleaños se supone que es un asunto casual, tía. ¿Cómo
vamos a conseguir que Val y Rene vengan en traje de boda? ―Charmaine apoyó un
dedo bajo su barbilla mientras reflexionaba sobre el problema.
―Voy a incitar a Val pa´ que venga elegante ese día causa de to´as las fotos
que vamo´ a tomar, pero si no viene así… ―Tante Lulu se encogió de hombros―.
Entonces tendremos una boda informal. ―Ladeó su cabeza como si una idea se le
hubiera ocurrido de repente―. Mebbe Richard Simmons podría ser el padrino de
Rene si es que viene.
―Tante Lulu, ya te dije que no hay una oportunidad en el infierno que Richard
Simmons estará allí ―dijo Charmaine.
―Nunca se sabe. Val lo conoce. Les apuesto a que ella lo convence pa´ que
venga.
―Val no lo conoce exactamente… ―Charmaine empezó a decir y luego se
rindió.
―¿Vas a invitar a la madre de Val y sus tías? ―preguntó Rachel.
Tante Lulu gimió.
―¿Tenemos que hacerlo? ―Luego sonrió ampliamente―. A Simone Breaux le
daría un ataque de diarrea.
―Esto no va a funcionar ―concluyó Sylvie―. Hay demasiadas complicaciones
que podrían arruinarlo todo.
―Va a funciona´ ―aseguró tante Lulu―. Voy a decir una novena a San Judas.
Él va a hace´ que suceda.
Al parecer, las cuatro en realidad iban a confabular para planear una boda
sorpresa para Val y Rene. Cada una puso una mano derecha en el medio de la mesa
e hicieron un apretón de manos comunal.
―¡Oh, Dios! Luc me va a matar ―dijo Sylvie.
―Remy dirá que hemos sobrepasado la línea ―añadió Rachel.
―A Rusty no le importara ―dijo Charmaine con una risa―. Él va a decir que
probablemente he sobrepasado la línea tantas veces, que me he convertido en una
corredora de clase mundial.
Tante Lulu juntó sus manos para conseguir su atención, como si ya no lo
hubiese tenido.
―Este es el plan… 1
98

Sombras de Joan Crawford

―Espero que no estés pensando en casarte con ese… ese agitador de pantanos.
Simone Breaux prácticamente le escupió las palabras a Valerie mientras
estaban sentadas en un restaurante de Houma. Val había aceptado cenar con su
madre antes de viajar a Nueva York con Justin para presentar su propuesta a Amos
Anderson. Tontamente había pensado que podría reparar algunas vallas.
―¿De dónde te vino esa idea, madre?
―No es ningún secreto que has estado juntándote con esa gentuza.
―¿A quién exactamente estás llamando gentuza?
―Rene, el clan LeDeux, todo ese clan de clase baja cajún.
―¡Madre! Uno de nuestros antepasados era cajún. Breaux es un nombre cajún.
¿Somos clase baja?
―No seas ridícula. Sólo tenemos una pizca de sangre cajún en nuestras venas.
―Simone inhalo y exhalo varias veces, como para calmarse. El lema de su madre
había sido siempre: nunca mostrar las emociones en público―. Hablé
apresuradamente ―admitió―. Hay mucha gente cajún que es buena. Por supuesto
que los hay. Pero no los LeDeuxs.
―Tu sobrina Silvia, mi prima, está casada con un LeDeux ―argumentó
Valerie.
―¡Y que error es ese! Bajó terriblemente hasta su nivel.
Era inútil discutir con ella.
―¿Cuáles son los planes para tu carrera? ―preguntó a su madre, cambiando
de tema.
―Me voy mañana a Nueva York para presentar una propuesta a un ejecutivo
de televisión para un documental bayou. Después de eso, no estoy segura. Podría
volver a Trial TV si quiero. No lo sé todavía.
―Ese documental. ¡Pfff! ¿Tienes alguna preocupación por cómo me afectará?
¿Siquiera te importa? Estoy a punto de iniciar la segunda fase del desarrollo Bayou
Paraíso. Tengo una gran cantidad de dinero invertido que podría drenarse si esos
locos ambientalistas comienzan de nuevo.
―Madre, este documental no es acerca de ti, o cualquier problema… como el 1
desarrollo excesivo ―explicó con cansancio―. Es sobre todo el ecosistema y lo que 99
el hombre ha hecho para empeorarlo.
―¿Dónde te estás quedando? ―Su madre era una maestra en cambiar de tema
cuando la conversación no iba en la dirección que ella quería.
―En la casa flotante de Remy LeDeux.
―¿Sola?
Ella se negó a responder.
―¿Cómo crees que se ve? La gente va a hablar.
Ella levantó la barbilla con altivez en la manera que su madre le había enseñado
tan bien.
―Eres igual que tu padre. Testaruda hasta la exageración.
Valerie rodo sus ojos. La misma vieja canción que su madre había estado
cantando durante años.
―A veces me pregunto cómo mi… nuestras vidas habrían sido diferentes si se
hubiera quedado.
―Bueno, él no se quedó. Nos dejó a las dos y se fue a París, donde ha vivido
desde entonces. Se consiguió una nueva esposa barata, probablemente una
mujercita, y lo más seguro es que tenga otros hijos. No le importó, no le importa, y
nunca le importará. Es hora de que dejes de revolcarte en la autocompasión por ese
hombre.
Las palabras de su madre cortaron profundo, pero ella se negó a dejarle ver su
dolor. Eso solo le daría a su madre otra arma para usar contra ella.
―Yo lo amaba, madre. Todavía lo amo. Él es mi papá.
―Entonces eres una tonta.

Las cosas no siempre son lo que parecen

Tante Lulu acorraló a Val cuando salieron del restaurante.


Su madre ya se había ido a otra cita, y ella se había quedado para pagar la
cuenta. Tante Lulu, que llevaba un muumuu floral estilo hawaiano y chancletas,
estaba en camino al salón de belleza Charmaine para un tratamiento para el cabello.
2
―¿Cuál e´ el problema, cariño? ―preguntó tante Lulu―. Como que te veo un 00
poco triste.
―Sólo la reacción habitual a mi madre. Ella siempre se las arregla para joder
con mi cabeza.
Valerie se sentó en un banco de la calle. Ella media metro setenta y tanto y la
anciana no podía medir más de metro cincuenta. Era incómodo hablarle hacia abajo.
―¿De que fue esta vez?
―Mi padre. ―Suspiró, preguntándose por qué se molestó en explicar.
―¿Qué pasa con Henri?
Valerie levantó una ceja ante el uso de tante Lulu de su nombre de pila.
―Era de la edad de la madre de Rene, Dios bendiga su alma. Lo conocía.
―Háblame de él.
―Gentil. Esa e´ la primera palabra que viene a la mente. Él no tenía ni un hueso
malva´o en su cuerpo, incluso cuando era joven. Le gustaban los libros. Me parece
que estudió literatura religiosa en la universida´. Quería se´ poeta o maestro o algo
así, pero tu madre quería que se hiciera cargo de los asuntos de bienes raíces de la
familia. Ellos estaban to´o el tiempo peleando y esa era una cosa de las que tu padre
odiaba, duras palabras. ―Tante Lulu hizo una pausa y pensó un momento―. Una
cosa si e´ segura, él te quería mucho.
Las lágrimas de inmediato escocían sus ojos.
―¿Cómo puedes decir eso? Él me abandonó.
―¡Él nunca lo hizo!, qué vergüenza que digas tal cosa.
―Es la verdad. Mi madre no siempre era agradable. Ella…
Tante Lulu le palmeó el brazo.
―Rene me contó acerca del armario. E´ una bruja, eso e´ seguro, como pa´
hacerle eso a una niña. Pero lo peor, si me lo preguntas, era alejarte de tu papá.
Escalofríos recorrieron la columna vertebral de Valerie, y el vello se erizo en la
parte posterior de su cuello. Se giró totalmente en el banco para mirar a la anciana.
―¿Qué quieres decir?
―Bueno, hubo una gran pelea por la custodia. ¡Whoo-ee! To´o el mundo
hablaba de eso en su momento.
El corazón de Valerie comenzó a correr.
―¿Hubo una pelea por la custodia? 2
Tante Lulu inclinó su cabeza en pregunta. 01
―Tu papá quería que llevarte con él, pero tu madre no permitió eso, de
ninguna manera. Luego se fue a la corte para obtener mitad de la custodia... o como
se llame.
―¿Custodia compartida?
―Sí. Eso e´. Pero tu madre no quería eso, tampoco. Dijo que si él quería el
divorcio, tenía que dejarte pa´ siempre.
―¿Así que eligió su libertad por encima de mí?
―Estoy segura que él se mantuvo en contacto contigo. Estoy segura que
esperaba que te pusieras en contacto con él una vez que fueras mayor.
―Ni una sola vez.
Tante Lulu puso un puño bajo su barbilla y reflexionó sobre lo que le había
dicho.
―Esto e´ lo que estoy pensando. Si nadie te dijo acerca de la pelea por tu
custodia, ¿cómo sabes que nunca trató de ponerse en contacto contigo a travé´ de los
años? Él te amaba, cariño. Eso e´ un hecho.
Esperanza repentina se precipitó a través de Valerie, y las lágrimas se
derramaron sobre sus ojos y mejillas. Se inclinó y besó a la anciana ruidosamente en
la mejilla.
―Gracias, gracias, gracias.
―No necesitas agradece´me. Solo asegúrate de venir a mi fiesta de
cumpleaños. Vas a se´ un invitado especial…
―¿Eh?
―No importa. Solo asegúrate de estar allí. Y si sucede que Richard Simmons
viene contigo, aún mejo´.

Al final de un largo día, un chico sólo quiere…

Para el momento en que Rene llegó a la casa flotante de su hermano esa noche,
se sentía como si hubiera estado vadeando en mierda hasta sus rodillas todo el día,
y lo que más necesitaba era una ducha caliente para lavarse todo eso.
2
02
Esa mierda había venido en la forma de, en primer lugar, una reunión con
algunos ejecutivos de compañías petroleras, junto con su padre, que había arrojado
a cabo sus amenazas y recriminaciones habituales. "Siempre fuiste un niño podrido.
No me extraña que te convirtieras en un alborotador". Los otros chicos eran más
sutiles. "¿Por qué armar un problema con preguntas otra vez? No va a hacer ningún
bien a largo plazo. Y, además, podría ser a tu ventaja, financieramente, retirarte de
este proyecto ridículo". Esto último se entendió como un soborno, por supuesto.
―¿Ustedes tienen algo que ver con la explosión de J.B. y el barco de Maddie?
―les había preguntado a quemarropa. Todos habían negado cualquier implicación,
por supuesto, pero el rostro de su padre se había vuelto más rojo que su tonalidad
alcohólica habitual―. ¿Qué hay de mi hipoteca siendo informada al banco, y las
llamadas telefónicas amenazantes? ―Más negaciones, aunque esos hechos podrían
haber venido de otras partes.
La segunda carga de basura vino de un grupo que se autodenomina la
Corporación de Desarrollo del sur de Luisiana, un grupo compuesto por agentes
inmobiliarios, banqueros, terratenientes y varios otros que se beneficiaban de un uso
excesivo de los recursos de la tierra cada vez más escasos. Simone Breaux formaba
parte del grupo, y la expresión de su rostro no presagiaba nada bueno para él.
Rene decidió que era este grupo el que se había presionado a su banco
prestamista. Simone probablemente tenía una mano personal en los trucos sucios.
La esencia de aquella reunión fue que él y Bayou Unite y el documental
planificado iban a privar a la gente de trabajo honesto en el sur de Luisiana de los
empleos que tanto se necesitaban. Y más le valía estar preparado para la reacción
una vez que eso sucediera.
Simone Breaux se había quedado atrás y emitió su propia amenaza.
―Mantente alejado de mi hija, o prepárate para las consecuencias. Tú y toda
tu familia de clase baja van a sufrir, créeme.
Se había parado derecho y enfrentado a la mujer, apenas logrando controlar su
temperamento.
―Señora, usted perdió el derecho a tener algo que decir en la vida de su hija la
primera vez que la encerró en un armario.
―¿Qu… que… qué quieres decir? ―había soltado, mirando de derecha a
izquierda para asegurarse de que nadie los estaba escuchando.
―Sabes lo que quiero decir. Todo el mundo lo va a saber si te atreves a
interferir en la vida de Val de nuevo. ¿Me entendiste? 2
Ella se había escabullido como la rata que era. 03
Una y otra vez su día cargado de mierda había seguido, la policía continuando
con la investigación sobre el atentado con bomba, J.B. y Maddie montados en su
espalda por el documental, el corredor vendiendo su casa de la ciudad, otro corredor
queriendo que mire un lugar en el Pantano Negro, y sigue y sigue y sigue,
culminando con la visita más extraña de su tía abuela.
―Quiero asegurar que vienes a mi fiesta de cumpleaños.
―Por supuesto que sí. Pero no es sino hasta el próximo mes.-
―Solo aseguro. Ah, y por cierto, asegúrate que te vistas muy bonito. Tal ve´
incluso llevar un esmoqui´.
―¿Eh? Pensé que esto se suponía que era un evento casual.
―Lo es, pero quiero que te veas especialmente agradable.
―¿Por qué?
―Deja de pregunt´ por qué. Solo hazlo ―había soltado ella.
―Bueno, no estoy usando un esmoquin.
Ella levantó las manos en señal de rendición.
―Es tu mat… funeral.
Pero ahora su día había terminado. Estacionó su Jeep cerca del arroyo y se
dirigió hacia la casa flotante. Vio luces encendidas en la casa de troncos que Remy y
Rachel habían construido recientemente en la colina; era una casa grande para ellos
dos, pero estaban a punto de adoptar a dos niños de nueve años, Evan y Stephan,
gemelos que habían sido considerados en el hogar de acogida niños difíciles-de-
ubicar.
Rend decidió no subir y visitar; él no estaba de humor para charlas esta noche.
Antes de entrar en la casa flotante, le lanzó unas cuantas galletas de jengibre al
cocodrilo mascota de Remy, Inútil, de una caja de metal que él mantenía en el
muelle.
Mientras entraba en la casa flotante, oyó a Val cantando una canción de
Aerosmith en el cuarto de baño. Probablemente estaba en la ducha de alta
tecnología, la que tenía un sistema integrado de sonido. Remy había puesto la cabina
de la ducha el año pasado cuando había estado tratando de impresionar a Rachel,
entonces una decoradora de feng shui, para tenerle trabajando en su casa flotante.
Hoy había sido un día de perros. Mañana Rene estaría yendo a la ciudad de
Nueva York con Justin y Val para presentar su propuesta. Pero todavía quedaba esta
noche.
2
Por primera vez en ese día, sonrió. 04

A veces, la limpieza está junto a la piedad, y en


ocasiones no

Val estaba disfrutando de una ducha caliente en la fantástica cabina de vidrio


de la ducha de la casa flotante, la cual rociaba agua desde una docena de diferentes
grifos. Un artículo de lujo hedonista, era seguro.
Mientras que, Aerosmith estaba gimiendo “Jaded” desde la radio integrada en
la pared, y estaba cantando a la par, algo que ella casi nunca hacía. Tenía el tono
musical de un loro, le había dicho una vez un profesor, como en ¡chillido, chillido,
chillido! ¿Pero a quién le importaba? Estaba sola. Estaba feliz.
Y su futuro se veía brillante.
Cantando, “J-j-j-jaded”, se enjabonó su cabello. Casi saltó de su piel cuando oyó
una voz más melodiosa detrás de su canturreo.
Era Rene, por supuesto, de vuelta finalmente de su día de reuniones. Y, estaba,
Dios, Dios, desnudo y por una observación rápida, más que listo, entrando en la
cabina de la ducha detrás de ella.
―Hola, nena ―dijo, dando un paso hacia el rocío de la ducha con ella.
―Hola, nene ―dijo en respuesta, entrando en su abrazo, sonriendo contra su
boca.
―Te extrañé ―dijo.
―Puedo decirlo ―dijo ella, presionando su vientre contra el suyo.
Su erección se sacudió contra ella. Él mordisqueó el lóbulo de su oreja, y sopló
en su oído:
―¡Atormentadora!
La radio estaba tocando ahora “Hit Me with Your Best Shot”, pero ya ninguno
de ellos estaba cantando más.
―Llegas tarde ―dijo ella mientras él pasaba sus dedos por su cabello,
ayudando a enjuagar la espuma―. ¿Cómo fueron tus reuniones?
Él rodó los ojos.
2
―No quieres saber. Te diré más tarde.
05
Mirándolo con su cabello negro húmedo, pestañas largas y agua corriendo por
todo su espléndido cuerpo, ella se dio una palmadita silenciosa sobre la espalda por
ser capaz de atraer a un hombre así.
―Te ves cansado. ¿Por qué no me dejas cuidar de ti? ―Ella estaba alcanzando
el jabón líquido y una esponja vegetal.
―Ah-ah. En primer lugar, tengo algo que mostrarte.
―Lo he visto antes.
―No es eso, tonta. Es la ducha. Apuesto a que no sabes todo lo que puede
hacer. ―Él empezó a jugar con algunas perillas y botones, cambiando la dirección y
el tipo de rocío―. Ahora, párate justo así. ―La colocó contra la pared, la hizo separar
las piernas y puso sus manos sobre su cabeza. Entonces, oh mi Dios, la golpeó en
todos sus mejores puntos, al igual que la canción. Poco tiempo después, ella
correspondió.
Luego ambos estaban parados bajo la ducha y dejaron que la naturaleza
siguiera su curso normal, sin ningún tipo de estímulo externo… sólo bocas, manos
y partes íntimas del cuerpo.
Poco tiempo después, se sentaron en la pequeña cabina de la cocina tipo galera,
comiendo po'boys18 de ostras que él había recogido en el camino aquí, seguidos por
frías cervezas Dixie. Quién sabía que una chica como Val preferiría la cerveza, pero
lo hacía.
Él ya le había dicho acerca de su mal día, terminando con su reunión con tante
Lulu.
―Me pidió que llevara un esmoquin para su fiesta de cumpleaños. ¿Puedes
superar eso?
―Sí, puedo. Me llamó hace un rato para preguntarme una vez más si podía
darle a Richard Simmons una invitación personal.
Se sonrieron el uno al otro, ambos a sabiendas de que esto era parte del curso
con su tía.
Entonces la miró y le dijo:
―Creo que necesito otra ducha.

2
Negocios son negocios 06

A la mañana siguiente, de camino al aeropuerto, se detuvieron en la oficina de


sus tías, Margo y Madeline Breaux. Eran solteronas, sobre los sesenta y cinco años
de lo que ella podría adivinar, nunca se casaron. Eran los tiburones en el negocio de
tés pedidos por correo, en particular de la bien conocida Compañía de Té Sureña.
Ella y Justin entraron en sus grandes oficinas unidas, dejando a Rene en el
coche. Sabiendo cuánto sus tías y su madre odiaban a la familia LeDeux, pensó que
era mejor no enemistarse con ellas de buenas a primeras.
―Valerie, querida ―la saludaron sus tías, acercándose y dándole besos al aire
en ambas mejillas.
Eran gemelas, y se vestían igual, con trajes de negocios con estilo y tacones
inestables. También peinaban su cabello teñido de moreno con el mismo nudo
francés que habían usado por tanto tiempo como podía recordar.

18
Po’boy: Es un sándwich submarino típico de Luisiana. Es parecido a un bocadillo y se sirve en una
baguette. Está compuesto generalmente de marisco o pescado rebozado, o carne.
―Tía Margo. Tía Madeline ―dijo, dándoles besos al aire en respuesta. Notó
que sus ojos barrían sobre ella, examinando el traje pantalón negro que usaba para
viajar, y al parecer la consideraban satisfactoria―. Este es Justin Dugas, un amigo
camarógrafo mío.
Ambas damas se dieron la mano con él, entonces les señalaron hacia una sala
de estar informal delante de una ventana con vistas a las afueras de Houma. Hace
años ellas habían intentado ampliarse al lote de al lado, pero fallaron, gracias a los
esfuerzos legales de Lucien LeDeux, quien tuvo al arruinado lugar siendo declarado
monumento nacional o algo por el estilo. Eso prácticamente había asegurado la mala
voluntad entre la familia Breaux-LeDeux.
―¿Qué podemos hacer por ti? ―le preguntó tía Margo.
―Tú iniciaste esta reunión ―añadió tía Madeline.
Ambas estaban tranquilas, pero claramente interesadas.
Val se inclinó hacia delante y empezó.
―Ustedes saben que estoy trabajando en un documental del pantano,
posiblemente, una serie.
―Lo sabemos ―dijeron las dos, frunciendo el ceño con su desaprobación. 2
―Después de nuestras reuniones de mañana en Nueva York, vamos a tener 07
una mejor idea de lo que podemos hacer, pero creo que hay una oportunidad de
negocios en esto para su compañía.-
―¿Cómo es eso? ―pregunta tía Margo. Ambas se miraban incrédulas, pero
todavía interesadas.
Valerie le indicó a Justin que procediera, e hizo un muy buen trabajo, también,
viéndose extremadamente fino en una camisa de golf color blanco y pantalón color
caqui, incluso con la cola de caballo, la cual no les gustaría.
―Una trama juguetona a través de todas nuestras cintas sería la planta Juju y
cómo ha estado contribuyendo a la virilidad masculina en los cajunes por más de un
siglo.
―¿Virilidad masculina? ¿Cajún? Yo nunca oí hablar de tal cosa,- farfulló la tía
Madeline.
―Nunca lo hice, tampoco, pero al parecer muchas mujeres cajún han estado
dándole la hierba Juju a sus maridos e hijos durante años, sólo para acelerar la vieja
maquinaria. ―Él movió las cejas hacia ellas.
No estaban divertidas.
―¿Cómo les daban la hierba? ―quiso saber tía Margo―. ¿En qué forma?
― De muchas maneras. ―Val recogió la pelota ante el asentimiento de
Justin―. Espolvoreada en salsas, ensaladas, pero sobre todo… ―se detuvo para un
momento de fanfarria―… en infusiones.
―¡Bueno, yo nunca lo he hecho! ―dijeron las gemelas al unísono.
Entonces tía Margo entrecerró los ojos hacia ellos.
―¿Existe realmente tal planta?
―La hay ―contestó Val―, pero la verdad nadie lo ha probado. Tal vez es sólo
un viejo cuento popular.
―¿Por qué has venido a nosotras? ―Tía Margo tenía los brazos cruzados sobre
el pecho y estaba mirándolos recelosamente.
―Tenemos miedo de que si este documental se transmite y la gente se entera
de esta planta especial, estarán caminando por todos los pantanos en busca de esta,
anulando así todo el propósito de salvar el medio ambiente ―explicó Justin.
―¿Por qué no está ese agitador de pantano contigo? ―le preguntó tía Madeline
a Valerie.
―¿Quien?
―No seas impertinente, señorita. Rene LeDeux, ese es el quién. 2
08
―Está abajo en el coche ―respondió Valerie con sinceridad.
Ambas tías sonrieron entonces, pequeñas sonrisas pero sonrisas, no obstante.
Tía Margo observó:
―Sabia decisión.
―Todavía no has explicado dónde entramos nosotras ―les recordó tía
Madeline.
―Si conseguimos que ustedes empiecen una nueva línea de té, té Juju, para ser
específicos, y nosotros lo mencionamos en el aire, entonces la gente se los pediría a
ustedes, en lugar de correr arriba y abajo del pantano. ―Valerie las miró de cerca
cuando terminó, tratando de leer sus reacciones. No tuvo que usar sus habilidades
de analista de jurado en absoluto. Era evidente que estaban interesadas.
―Es un trato ―dijo tía Margo y tía Madeline asintió de acuerdo.
―Ven a hablar con nosotras cuando vuelvas de la ciudad.
―Mientras tanto, les agradeceríamos que no discutieran esta proposición con
nadie ―instó Justin.
―Eso sería una tontería por parte de nosotras, ¿no? ―dijo tía Margo con
desdén.
―Somos gente de negocios inteligente. ¿Por qué querríamos animar a nuestra
propia competencia?
―¡Coooorrecto! ―coincidieron Val y Justin, sin atreverse a mirarse el uno al
otro por temor a que se reirían.
―Se me ocurre,- dijo Val, ― ¿están preocupadas de que no haya una
investigación científica respaldando estas afirmaciones?-
―Diablos, no,- dijo la tía Margo. ― La mitad de las afirmaciones sobre nuestros
tés no tienen fundamento científico. Dios mío, hemos conseguido la cura para el
insomnio, malestar estomacal, diarrea, pérdida de peso, y así sucesivamente.-
―Además,- agregó la tía Madeline, ― siempre podemos pedirle a Sylvie que
nos ayude con la investigación. Ella es un químico. Pero eso probablemente no será
necesario.-
―Una última cosa. ¿Puedo hacerles una pregunta personal?
Ellas arquearon sus bien depiladas cejas hacia ella como si las preguntas
personales fueran de mal gusto. Aun así, siguió adelante.
―¿Han mantenido contacto con su hermano, mi padre, con los años?
Su pregunta las sorprendió, podía decir. 2
―De vez en cuando ―dijo tía Margo. 09
―Más a menudo cuando se fue la primera vez ―explicó tía Madeline―. No
tanto en años recientes. Se volvió a casar, ya sabes.
Valerie sabía, pero sólo porque había oído a su madre una vez cuando estaba
en la secundaria.
No se había atrevido preguntar al respecto, sin embargo, porque el nombre de
su padre estaba prohibido en la casa.
―¿Él me quería? ―Valerie inmediatamente deseó no haber hecho tan
lamentable pregunta.
―Por supuesto que sí. ¡Qué pregunta más tonta! ―Tía Margo parecía
incómoda discutiendo del tema delante de Justin.
Aun así, Valerie persistió.
―¿Él luchó por mi custodia? Más importante, ¿alguna vez intentó ponerse en
contacto conmigo a través de los años?
Sus dos tías intercambiaron miradas de preocupación.
―Creo que estas preguntas deben ser dirigidas a tu madre ―dijo tía Madeline
con una voz que no admitía discusión.
Valerie sonrió porque, en esencia, su tía le había contestado sus preguntas. Su
madre tenía mucho que responder. Pero todavía no.
Ella y Justin se despidieron, y una vez que estaban en el pasillo, con la puerta
cerrada detrás de ellos, se dieron los cinco.
―Al menos dos de las enemigas están de nuestro lado ―dijo ella.
―Lo hicimos bien―estuvo de acuerdo Justin.
Cuando salieron del edificio, vieron a Rene recostándose contra el coche
hablando con una joven, y bonita, oficial de policía. Él vestía vaqueros, una camisa
oxford con cuello a rayas, de color azul, una chaqueta azul marino y botas. ¡Sexy,
sexy, sexy! La chica, de unos veinte años, estaba riéndose de algo que él dijo.
―Grrrr ―gruñó Val de una manera exagerada.
Justin rió.
―Tal vez hay tal cosa como demasiado Juju ―dijo ella.
Rene alzó la vista y se fijó en ellos. Él le guiñó un ojo, un guiño que ella sintió
todo el camino hasta sus dedos de los pies, y algunos otros lugares significativos.
―Por otra parte, tal vez no.
2
10
Capítulo 17

Tomando un trozo de la Gran Manzana

Ellos volaron al aeropuerto JFK esa tarde.


Justin se fue para quedarse con un amigo en GV, mientras Rene y Val tomaron
un taxi hacia su apartamento.
Se encontrarían la mañana siguiente en la oficina de Anderson.
Rene había estado en la Gran Manzana muchas ocasiones, pero se sintió
particularmente sofocado en esta ocasión porque podía ver que Val quería que él 2
amara su ciudad tanto como ella. Imposible. Él estaba usando una máscara, 11
pretendiendo estar impresionado, mientras todo lo que pensaba era, no puedo
respirar. El olor del tubo de escape de los autos, basura, olores corporales, perfumes,
grasa frita de los restaurantes y el ajo picante que emanaba desde la cabina del
chofer, todo combinado hacían que su estómago quemara.
Miró a Val a su lado, a punto de decirle: ¿Cómo puedes soportar esto?, pero se
detuvo ante la expresión en su rostro. Ella estaba sonriendo y mirando al paisaje
transitorio. Esto es su hogar. ¡Qué estúpido de mi parte no darme cuenta!
Miro hacia afuera de su ventana del taxi, tratando de ver lo que ella veía. Lo
que veía eran personas sin hogar mezcladas en la multitud, la misma vista que lo
había saludado cada vez que había visitado Manhattan. Por Dios, también había
gente sin hogar en Luisiana, pero ellos eran tan abiertos a ello aquí, las personas solo
pasaban a su lado, pareciendo que no les importa.
Luego estaba el edificio de Val, a donde acababan de llegar. Un rascacielos, tan
contrario a su patria cajún como nada podía serlo.
Saludó al portero calurosamente.
―Lewis, ¿cómo estás? ¿Y tu familia?
―Estoy bien, están bien. Es bueno tenerle de vuelta, Sra. Breaux. Guarde su
correo para usted.
Fueron hasta el décimo piso en el ascensor y pronto entraron al apartamento.
Se dio cuenta que estaba orgullosa de ello, de la ubicación con vistas a Central Park
y los muebles finos. Ella no dejaba de mirarlo para ver su reacción. Hombre oh hombre,
es tan jodidamente pequeño. Mejor no me giro tan rápido o terminaré golpeando algo. ¿No
había dejado esto atrás en Washington, D.C.? Comedor, cocina, cuarto de baño, una
oficina del tamaño de un armario, y un dormitorio, los cuales se habrían podido
insertar en su cabaña. Supuso que cada centímetro cuadrado de espacio de vida en
Manhattan era comparable a un metro cuadrado en el pantano.
―Muy bonito ―dijo, mirando a la alfombra oriental roja y los muebles
dispuestos alrededor de una mesa baja, una especie de sofá con las patas de madera
curvadas y dos sillas de ala-espalda. No había un solo lugar donde un hombre podía
estirarse y ver un partido de béisbol en la televisión… si había una televisión―.
¿Dónde comes?
Su rostro enrojeció.
―No como seguido en casa. Cuando lo hago, es de pie en el mostrador de la
cocina o en la mesa de café, o saco esa mesa contra la pared de allá. 2
Eso es simplemente genial. Un apartamento que probablemente cuesta un brazo y una 12
pierna, y que no tiene ni siquiera un lugar para comer.
―Oh. Eso está bien. ―Eso es ridículo.
―¿Qué opinas de esto? ―le preguntó alegremente, señalando una silla que se
encontraba en una esquina.
Se veía vieja. No quería ofenderla diciendo que sería incómoda para un hombre
de su tamaño.
―Genial. ¿Es una antigüedad?
―Sí. Es una pieza de ébano violeta hecha por un fabricante de muebles de
Nueva Orleans llamado Seignouret en la época de la Guerra Civil. Lo heredé de mi
bisabuela.
¿Qué le digo a eso?
―Debe ser cara. Te apuesto que te darían al menos mil dólares. ―¡Qué cosa más
estúpida para decir!
―¡Ja! Más como veinte.
―¿Veinte qué?
―Mil.
Por el amor de Dios, tiene una silla que cuesta tanto como mi coche. ¡Hablando de eso!
―Estás bromeando. ―De inmediato quito la mano de su respaldo, sin querer
dejar sus huellas dactilares en ella ni nada. Jeesh, esperaba no tropezarse y golpearla.
―Vamos a refrescarnos y salir a comer ―sugirió―. Podemos caminar a mi
restaurante favorito.
Él utilizó su pequeño cuarto de baño y salió con la misma ropa que había
llevado en el avión, excepto por el intercambio de su camisa de vestir por una
camiseta blanca debajo de la chaqueta. Ella salió de su dormitorio con un vestido
blanco que parecía una camiseta sin mangas con falda que llegaba a sus pantorrillas.
Fue la tela lo que lo convenció. Una especie de material de camisetas que se aferraba
a su cuerpo como si hubiera sido magnetizada. Si no supiera ya la forma de sus
pechos de champán, lo hubiera hecho ahora. Y cuando ella se volvió para tomar un
bolso, vio su culo en forma de corazón claramente delineada. Tal vez podría
empezarme a gustar esta ciudad si esta es la forma en que se visten aquí.
Ella se volvió y dijo:
―¿Por qué sonríes? ¿Es algo malo con mi vestido?
―No, cariño. Algo está bien con tu vestido. ―Se aseguró de que ella caminara
delante de él hasta el ascensor. 2
13
Su restaurante favorito resultó ser uno marroquí. Se sentaron en alfombras en
el suelo enfrente de unas mesas bajas. El menú incluía un plato de sopa que costaba
veinte dólares. Una comida para los dos nos va a costar trescientos dólares, si tenemos
suerte. No era que Rene no sabía nada de restaurantes caros, no podía permitirse el
lujo de gastar el dinero o no apreciara la buena comida, pero carajo esto era una
ridícula pérdida, en su opinión. No es que estuviera a punto de expresar esa opinión
a Val, quien estaba radiante de placer.
Ambos comían la sopa de lentejas con especias. Debo decirle tante Lulu una vez
más que su gumbo haría una fortuna aquí. Val ordenó tagine de cordero con albaricoque
cuscús, un nombre elegante para la pierna de cordero. Él ordenó la carne de vacuno
sencilla kebobs, que más o menos asemejaba a la carne y las verduras en un palo,
después de rechazar los cerebros con la salsa o el pie de ternera que también estaban
en el menú. Bebieron una bebida alcohólica que se asemejaba a la leche cuajada en
tazas chistosas.
En realidad Rene no era muy quisquilloso y esta comida era deliciosa. Una
bailarina árabe se movía por las salas del restaurante, con poca ropa y ondulándose
muy bien al ritmo de la pandereta y un poco de música árabe en el fondo.
La bailarina tenía un muy buen ombligo, que sucedió que él notó, sobre todo
con esa joya del tamaño de un huevo de paloma en ella; pensó en preguntarle a Val
cómo mantenía la mujer la piedra allí, si usó pegamento o qué, pero una mirada al
ceño fruncido de Val, y decidió no hacerlo. La bailarina tuvo un gusto particular
hacia él, haciendo girar sus bufandas alrededor de él y meneando las caderas delante
de su cara. Fingió estar realmente interesado sólo para ser amable, y cuando la
bailarina siguió adelante, él hizo un guiño a Val y le dijo:
―¿Recuerdas lo que dijo Charmaine sobre las bailarinas del vientre y los
orgasmos? ―¿Crees que debo preguntarle a ella si es cierto?
―No te atrevas.
―Ella no tiene competencia contra ti. ― Todavía estaba obsesionado con ese
vestido blanco ceñido de ella, que era más sexy que cualquier día un traje harén
endeble.
―Tsk -tsk –tsk ―dijo, pero él podía decir que estaba contenta.
De camino a casa, caminaron tomados de la mano. Fue agradable. A él ni
siquiera le molestó el olor de la basura proveniente de algunos de los callejones.
Cuando pasaron por una discoteca debajo del nivel de la calle con gran música de
estilo banda procedente de su puerta abierta, sugirió que entraran. Rene amaba la
música de todo tipo, excepto tal vez el rap, y sonrió con satisfacción cuando
entraron. Se sentaron en una mesa cerca de la pequeña pista de baile. Pidió una 2
cerveza y ella ordenó vino blanco. Al principio solo observaron a la banda de seis 14
piezas con el cantante, y media docena de parejas, personas mayores, moviéndose
en la pista de baile a ritmo lento y swing de las melodías que se hicieron populares
en la década de 1940: "Sentimental Journey". "In the Mood". "Chatanooga Choo-Choo".
―¿Quieres bailar? ―preguntó, empujando su sandalia con su bota.
Ella sonrió.
―Claro.
Por las próximas dos horas bailaron y bailaron. Bailes lentos de canciones como
"It Had to Be You" y "Don´t Get Around Much Anymore" y de tipo jitterbug bailando
canciones como "Sixty Minute Man", "Mack the Knife" y "It Don’t Mean a Thing". Rene
estaba en su elemento en la pista de baile, y Val lo siguió bien.
La gente los miraba moverse con pericia al ritmo y a veces incluso aplaudían.
Apenas era consciente de todo eso, él estaba más interesado en ver el movimiento
del cuerpo de Val en el vestido ceñido blanco.
Para él, el baile, ―específicamente, bailando con Val― era un pre-juego de lo
mejor.
Se miraban a los ojos. Rozaban partes de su cuerpo. Se abrazaron
estrechamente en un abrazo de baile. Se movían en un ritmo sexual. Infierno, él
estuvo caminando medio-duro durante las dos horas. Si fuera un hombre de
apuestas, diría que Val estaba en una condición similar, como fuera que lo llamaban
en una mujer.
Regresaron a su apartamento con ella bajo su brazo derecho y el brazo
izquierdo de ella alrededor de su cintura.
―Eso fue divertido ―dijo.
―Ummmm ―respondió―. ¿Te he dicho lo mucho que me gusta tu vestido?
Ella se rió y sintió el movimiento contra su pecho.
―Sólo alrededor de cincuenta veces. Usted se ve muy bien también, Sr.
LeDeux.
―Lo sé.
Ella le dio un manotazo en broma.
Besó la parte superior de la cabeza y la apretó con más fuerza.
Cuando regresaron a su apartamento, se quitó la chaqueta y la tiró en una silla,
no la antigüedad, Dios no lo quiera. Siguiéndola hacia el dormitorio ―él ya tenía su
camiseta fuera y por encima de su cabeza―, le preguntó:
2
―¿La cama es una antigüedad?
15
―No. ¿Por qué? ― Se dio la vuelta a mitad de camino a mirarlo, lo que le dio
una buena vista de perfil de sus pechos y el culo en el vestido “follame”.
―Porque planeo darle unos buenos golpes, y no quiero tener que preocuparme
por la cuenta. ―Antes de que ella tuviera la oportunidad de preguntarle a qué se
refería, la cogió por la cintura y la arrojó sobre la cama. Luego se arrastró hacia arriba
y sobre ella, al estilo de un gato―. Déjate el vestido, nena. He estado fantaseando
con esto toda la noche.
Para su sorpresa, ella respondió:
―Yo también.

Ellos fueron un éxito

La reunión con Amos Anderson iba muy bien.


Val miró alrededor de la sala de conferencias donde estaban mostrando su
propuesta en una pared con TV de pantalla plana, con ella y Justin proporcionando
los comentarios y Rene respondiendo a preguntas sobre el pantano cuando surgían.
Ella estaba tan orgullosa de todos ellos. Rene y Justin parecían tan informales
estilo Nueva York en sus camisetas, jeans y chaquetas sobre las botas gastadas. Ella
vestida con un traje de seda color beige con una blusa a la medida marrón y zapatos
de tacón alto de cocodrilo.
Habían tomado turnos para presentar porciones de la propuesta, verbalmente,
con cartulinas y vídeo, como lo habían practicado. La pasión de Rene por el
ecosistema del pantano trajo lágrimas a sus ojos. Los conocimientos de cámara de
Justin fueron mostrados de maravilla.
Se dio cuenta que el Sr. Anderson quedó impresionado, ¿pero eso se traduciría
en un visto bueno? Les ordenó que pusieran pausa en un punto en donde ella y Rene
se sonreían el uno al otro, mientras comían camarones crudos.
―¿Ven lo que yo veo aquí?
Todos miraron, pero nadie habló.
―Ustedes dos ―dijo, mirándola fijamente a ella y luego a Rene―. Lanzan más
chispas que un 4 de julio. 2
16
―Mais, oui ―respondió Rene, meneando las cejas a Val―. Esa es la verdad.
―Eso es lo que yo les sigo diciendo ―dijo Justin.
Valerie cruzó los brazos sobre su pecho, esperando que el Sr. Anderson
aclarara su punto.
―Hay varias cosas importantes a considerar aquí. El pantano es y siempre ha
sido un personaje en sí mismo, ya sea como telón de fondo para una película o un
artículo de investigación. Estoy de acuerdo en que la planta Juju es un gran gancho,
que muy bien podría merecer alguna red y la atención de los medios de
comunicación nacionales. Esa anciana cajún con las hierbas es una pistola. Pero al
final, ustedes dos agregan el chisporroteo que podría vender esta pieza.
Valerie cruzó los dedos en su regazo, con esperanza.
―Tengo que hablar con algunos de mis compañeros, pero estoy pensando que
tienen material suficiente aquí para un programa de seis segmentos. ¿Están de
acuerdo?
Ellos asintieron, todos sonriendo.
Mencionó una suma de dinero que fue sorprendente incluso para Valerie,
quien estaba acostumbrada a exagerados salarios de televisión.
―¿Todos ustedes tienen agentes?
Ella habló por todos ellos.
―Todos estamos usando mi agente. Estamos almorzando con ella hoy. Ella
estará en contacto con usted acerca de las negociaciones.
El señor Anderson se recostó en su silla giratoria.
―La parte dulce de todo esto es que tal vez podamos tener un espacio abierto
en el otoño. Uno de los espectáculos que habíamos planeado en los Everglades
fracasó.
Esa fue la mejor noticia de todas. Valerie sabía cuán importante era el tiempo
en la opinión de Rene cuando se trataba de la erosión costera. Cuanto antes lo
transmitirán mejor.
Él llamó a algunos de sus colaboradores e hicieron su presentación de nuevo.
Todo el mundo estaba entusiasmado, dando sugerencias que harían la serie aún más
atractiva.
Para los próximos días, estaban involucrados en los detalles que no se le habían
ocurrido a ella, aun con toda su experiencia en televisión. Todo, desde la voz en
superposiciones, elegir qué película pasar en cada segmento, tomando fotos de 2
publicidad, todo el trabajo. 17
Por la noche, ella y Rene comían en un restaurante diferente cada noche. A
veces iban a bailar. Una vez vieron un espectáculo de Broadway, un musical, que
ambos disfrutaron. Y entonces, oh mi luego hicieron el amor. Ella no se engañaba a
sí misma sobre que Rene se había enamorado de la ciudad, pero él se había adaptado
muy bien. Podía verlo aquí.
Al final de la semana, decidieron que ella se quedaría aquí en Nueva York para
manejar este final del programa, mientras que Justin y Rene volvieron a Luisiana
para conseguir material adicional que se consideraba importante.
Antes de irse, el señor Anderson dijo:
―Se dan cuenta que esta serie va a molestar a mucha gente.
―¡Oh sí! ―dijeron todos, sonriendo ante esa perspectiva.
―Que el fuego en el barco es probablemente sólo el comienzo.
―Como mi tante Lulu siempre dice, tienes que agitar la harina si quieres hacer
un buen roux ―dijo Rene.
Todo el mundo se rió de esa sabiduría hogareña.
Antes de salir del edificio, el Sr. Anderson apartó a Val a un lado.
―¿Tienes planes de regresar a Trial TV?
―¿Tengo alguna opción?
―Oh, sí. Algunas cabezas van a rodar en breve, y tengo una idea. Bueno,
podemos hablar de ello más tarde.
Valerie recibió una llamada en su teléfono celular, justo cuando estaban a
punto de salir del edificio. Era para Rene, de su hermano Luc.
―¡No! ¿Cuándo? ¿Qué tan malo? Oh, mierda. ¡Mierda, mierda, mierda! ¿No
hay pistas, asumo? Eso encaja. Esos hijos de puta nunca dan tregua, ¿verdad? Bien.
Volveré pronto. Mantente en contacto. Adiós. ―Él hizo clic en el botón de apagado
y se quedó mirando el teléfono.
―¿Qué? ¿Qué es? ―preguntó. Justin fue igualmente alarmado por la
conversación unilateral.
Rene respiró hondo, luego la miró.
―Los bastardos quemaron mi cabaña… la que estaba construyendo.
―Oh, Rene.
―Tenía miedo de esto ―dijo Justin―. No se detendrán ante nada.
2
Todos asintieron tristemente. ¿Qué podía decir? Ella sabía lo mucho que Rene
18
amaba ese lugar. Le apretó el brazo en simpatía y decía cosas sobre ellos siendo
capaz de reconstruir, pero dudaba que tuvieran seguridad en el lugar.
Los dos chicos volaron de vuelta a los pantanos por la noche y Valerie se quedó,
como estaba previsto. Poco sabía sobre cuánto tiempo la separación duraría.

No te extraño en absoluto

Rene extrañaba a Val como loco.


Se alojaba en la habitación de invitados de tante Lulu, acostado en la cama,
mirando fijamente el techo. ¿Es demasiado tarde para llamarla?
Por las últimas dos semanas, había trabajado como el diablo para terminar la
filmación del documental con Justin, para completar la venta de su casa de la ciudad,
y colocó antenas para un nuevo lugar más cerca de Houma, para decidir acerca de
un nuevo puesto de trabajo, para limpiar los restos del incendio de su propiedad en
el pantano, que era una pérdida total y para ayudar a la fiesta familiar de
cumpleaños de tante Lulu. Se podría pensar que estaría demasiado cansado al final
del día para pensar en otra cosa que meter el saco. No era así.
No había dicho las palabras ―en voz alta o para sí mismo― pero estaba
bastante seguro que había caído de pies a cabeza enamorado de Val. Era la primera
vez en su vida que Rene nunca había pensado en la idea así que no podía estar
seguro. Pero, sí, amaba Val.
Sonrió para sí. ¿Quién lo hubiera pensado?
Justin estaba de vuelta en Nueva York trabajando con Val en el proyecto. Él
debería haber vuelto también a estas alturas, pero se mantuvo posponiéndolo. Por
un lado, quería desesperadamente estar con Val de nuevo. Pero quería que
estuvieran aquí, en su propio terreno. Egoísta de él, suponía, pero ahí estaba.
¿Ella me ama?, se preguntó. Pensaba que sí, pero no podía estar seguro.
Miró por encima de la estatua de San Judas en la esquina de la habitación; tante
Lulu era una dadora de igualdad de oportunidades de las estatuas de San Judas, y
Rene había recibido su parte, también. Le pareció oír a la estatua decir, Absolutamente.
Probablemente era ilusorio pensar eso de su parte, pero lo hacía sentir bien pensar
que ella podría corresponder a sus sentimientos. Si no lo hace, voy a hacer que se
enamore de mí. 2
19
Sí, eso es lo que haré. Seducirla hasta el amor.
En ese momento, sonó el teléfono. Contestó al primer tono, sin querer despertar
a su tía, que se había ido a la cama alrededor de las nueve.
―Hola ―dijo una voz sensual arrastrando las palabras.
―Hola. Estaba a punto de llamarte.
―¿Por qué?
―Te echo de menos.
―Ven aquí, entonces.
―No puedo. Tengo trabajo que hacer aquí. ―Era la verdad. Tenía que proteger
a su familia y trabajar con las autoridades para localizar a los culpables. Tenía
entrevistas de trabajo programadas para esta semana, también. Le habían ofrecido
varias posiciones, pero aún no estaba seguro de lo que quería hacer. Mientras tanto
se había ido de nuevo a trabajar en la maldita tesis doctoral. Por suerte había tenido
una copia en su casa de la ciudad―. ¿Por qué no vienes aquí? Además, tengo algo
que mostrarte.
Ella se echó a reír.
―Ya lo he visto.
―No es eso. Vi una pequeña casa aquí en Bayou Black hoy que estoy pensando
en comprar. Me gustaría que la vieras primero. ―¿Qué tan cercano es eso a decir “Te
amo ¿Vendrías a venir a vivir conmigo?”?
Lamentablemente sus palabras fueron respondidas con silencio.
―¿Val? ―¡Dios mío! Ella no me ama después de todo.
―¿Por qué estás comprando una casa en el pantano? Pensé que cuando
vendieras la casa en Baton Rouge tú… ―Dejó que sus palabras se desvanecieran.
―¿Pensaste qué?
―Que te mudarías aquí.
¿Está loca?
―¿A la ciudad de Nueva York? ―preguntó, incredulidad zumbando en su
elevada voz―. ¿Por qué iba a hacer eso?
―Porque yo vivo aquí ―dijo en voz baja.
Baja el tono, niño grande. No hay necesidad de ser ofensivo.
―Oh, nena, yo quiero estar donde estás, pero me sentí como si estuviera
ahogando en la ciudad. Me iba a morir allí.
2
―Pensé que habías disfrutado estar aquí. 20
―Lo hice. ―Bueno, la parte en la que hicimos el amor mucho―. Pero sólo por una
visita. ―Como una vez cada diez años más o menos―. ¿Por qué no puedes vivir aquí?
―Podríamos hacer mucho el amor, también. Sabía que su pregunta era tonta antes de
que saliera de su boca.
―Mi trabajo está aquí.
―Fuiste capaz de trabajar en el documental de TV aquí ―argumentó―. Puede
que haya otros documentales en los que podrías trabajar. O podría ejercer la
abogacía. Apuesto a que Luc te contrata.
―Rene… ―le reprendió suavemente. Podía oírla tomar una respiración
profunda―. Me ofrecieron otro puesto en Trial TV hoy. Elton fue despedido y tengo
carta blanca para desarrollar mi propio espectáculo nocturno. Me están dando
quinientos mil dólares al año con una escalera mecánica si los ratings van bien.
Su corazón se hundió. Ella está haciendo planes sin consultarme. Infierno, estoy
haciendo planes sin consultarla. ¿Qué dice eso acerca de nuestra relación? ¿Tenemos una
relación?
―Bueno, no puedo competir con medio millón de dólares así que ahí está.
Su corazón se hundió aún más.
La oyó jadear como si él le hubiera dado un puñetazo.
―Eso fue injusto, Rene. No se trata de dinero.
¿Entonces por qué lo mencionaste?
―La ambición, entonces.
―¿Qué está mal con la ambición?
―No calienta los berberechos en una noche fría.
―Yo no soy la que tiene berberechos.
―Estaba haciendo una broma. ―Tienes que reír a veces, si no lloraras.
―Supongo que no estoy de humor para bromas.
Yo tampoco, en realidad.
―Val, no puedes hablar en serio sobre mí viviendo en la ciudad. ¿Qué tipo de
trabajo haría yo allí?
―Esa es la parte buena. Con mi nuevo trabajo, si lo acepto, tendría la
autorización de la contratación de las personas.
―¿Yo? ¿En la televisión? ―Francamente, no doy el culo de una rata sobre la TV. La
única cosa que veo son las noticia y ESPN. Y, a ti, por supuesto. 2
21
―El señor Goodman dijo que eres muy fotogénico.
Uh-huh. Yo, el Fabio de Trial TV. Dando comentarios sin camisa.
―Dame un respiro. Esa fue una película sobre el pantano, algo sobre lo que sé
al menos un ápice acerca de. ¿Qué haría yo en un programa de televisión de la corte?
―Tal vez podrías ser el hombre promedio en un panel. Ya sabes, cada
programa discutiría el juicio caliente del día. Podríamos tener a la defensa y
abogados de la acusación, un analista de jurado, y tú, el hombre promedio que da
su opinión.
Creo que voy a vomitar.
―Es bueno saber que me tomas como promedio.
―Sabes lo que quiero decir. Solo estás siendo difícil.
No juegues.
―Val, estoy dispuesto a ceder en muchas cosas, pero no hay manera en el
infierno que vaya a alguna vez vivir en una ciudad de nuevo. Lo hice en D.C. y lo
odie.
―Entonces, ¿qué? ¿Un romance de larga distancia?
―No, soy demasiado viejo para esa mierda. ¿Podemos hablar de esto, en
persona? ―¡Oh, mierda! Ahora, estoy pensando en matrimonio.
¿Qué diablos está mal conmigo? Quiero matrimonio; ella quiere sexo.
―¿Qué hay que decir, Rene?
¡Mucho!
―Yo podría decir por qué te llamaba esta noche, pero supongo que es
demasiado tarde para eso ahora. ―No lo digas, Rene. No lo digas ahora.
―¿Qué? ―espetó ella―. Me lo dirás de cualquier manera.
Oh, adelante, la voz en su cabeza instó.
―Te amo ―dijo, y colgó.

Él me ama, no me ama, me ama, él…


2
Val se quedó mirando el teléfono muerto en su mano.
22
¿Acaso Rene acaba de decir lo que pensaba que dijo? No podía ser. ¿Podría?
¿Y él colgándole a ella? No, él no haría algo tan inmaduro.
¿Verdad?
Presionó marcación rápida. Él contestó al primer timbrazo. Antes de que
pudiera saludar, le espetó:
―Olvida que dije eso. Fue un desliz de la lengua.
―Oh, no, no, no. Esas son palabras que no se pueden retirar una vez que dejan
tus labios. Dime otra vez.
―No.
―Por favor.
―Te amo. Que Dios me ayude, te amo.
Hubo un largo silencio.
―Val, si no dices algo pronto, voy a gatear a través de estas líneas telefónicas
y retorcer tu cuello.
―Te amo, también ―dijo en una voz apenas un susurro.
―¿Estás llorando? ¡Maldita sea! No te atrevas a llorar.
Entonces ella le colgó. Realmente, ¿qué más podía decir?
La amaba, lo amaba, pero no podían estar juntos.
Lloró en serio entonces.

Lágrimas en su almohada

―Ahora estoy enojado ―dijo Rene en el segundo que Val cogió el teléfono.
―¿Por qué? ―sollozó.
No puedo soportar ver llorar a una mujer. Yo era sólo un niño, pero todavía recuerdo
a mi papá haciendo llorar a mi madre. Yo no quiero ser mi padre.
―Debido a que hiciste el truco típico de chica. Llora y puedes conseguir lo que
quieras. ―Eres un pedazo de trabajo, LeDeux.
―Eso no fue un truco. Era real ―sollozó.
Lo sé. 2
23
―Bueno, entonces, lo siento si te hice llorar.
―Deberías. Es culpa tuya. Me hiciste enamorarme de ti, y ahora vas a dejarme.
Le pedí disculpas, pero no voy a dejar que me arrolle.
―Uh-uh. No te estoy dejando.
―Me estás dejando.
―¡De ninguna manera!
―Está bien ―dijo, exhalando con disgusto, sobre todo hacia sí mismo―. Así
que no estamos dejándonos. ¿Qué estamos haciendo?
―Hablar.
―¿Estamos llegando a algún lado? ―Porque es seguro que se siente como un
impass.
―No, creo que tenemos que hablar en persona.
¡Aleluya!
―Eso es lo que he dicho desde el principio. Pero no puedo ir allí ahora mismo.
Simplemente no puedo.
―¿Estás preocupado por tu tía?
―Sí, lo estoy. Ven aquí, Val. Por favor.
Hubo una larga pausa.
―Quiero encontrarme con mi madre. Tenemos cosas que resolver.
―¿Acerca de tu padre? ―Ella le había dicho acerca de las noticias que sus tías
le habían dado. Sonaba igual que su madre tenía un montón de respuestas que dar.
―Sí. Y necesito saber si tuvo algo que ver con el atentado o el incendio.
―¿Cuándo? ―¿Qué tal esta noche?
―La próxima semana.
―No puedo esperar. ―Y me refiero a la manera que crees que lo hago.
―Yo tampoco.
―Te quiero, nena.
―Te quiero, también, Rene. ¿Vamos a ser capaces de resolver esto?
Mi instinto me dice que no, pero mi corazón dice que sí. Esa voz infernal en la cabeza
asesora: Ve con tu corazón.

Lo que dijo fue:


2
―No lo sé. Sinceramente, no lo sé. 24
Capítulo 18

Disparo al corazón

―¡Valerie! No sabía que habías regresado a Houma.


Simone se levantó y salió de detrás de su escritorio en la oficina lujosa de
Breaux Real Estate. Su madre usaba una blusa de vestir de seda gris aperlada y
zapatos de tacón grises mucho más ligeros. Tenía perlas en sus orejas y en su cuello.
Su cabello oscuro estaba impecablemente arreglado. El epítome de una exitosa mujer 2
de negocios.
25
―Vengo desde el aeropuerto. Mi equipaje está en la oficina de afuera.
―¿Lo tengo que enviar a la casa? ―Estaba a punto de alcanzar el teléfono.
Valerie negó con la cabeza.
―No, no estoy segura de cuánto tiempo voy a estar en la ciudad, y me voy a
quedar en un hotel esta noche.
―¿Cómo se ve eso al no quedarte en tu propia casa? ―Le dio una mirada a
Valerie en una forma que en el pasado la habría hecho acobardarse. ¡No más!
―Realmente no me preocupo por las apariencias en este momento. Y,
francamente, no me ha parecido un hogar durante mucho tiempo. ―Si es que alguna
vez lo fue. Se dejó caer en una silla frente a la mesa y dejó el bolso y un folder en el
suelo.
Su madre estaba a punto de decir algo más, probablemente algo que la
lastimara, pero luego pareció pensarlo mejor. Regreso a su silla detrás del escritorio.
―¿Qué haces aquí, Valerie?
―Vine principalmente a verte.
Su madre alzo sus cejas perfectamente pintadas.
―Has hecho el suficiente daño al seguir adelante con esa… esa pieza de
propaganda. ¿Y ahora qué? ¿Exponernos en el National Enquirer?
Valerie ignoró el veneno en la voz de su madre.
―Hay dos razones por las que quiero hablar contigo. ¿Tuviste algo que ver con
la bomba en el barco o el incendio en la cabaña de Rene?
―No ―dijo sin dudarlo―. Pero tengo que decir que creo que ambos eran bien
merecidos.
Valerie jadeó ante la insensibilidad de su madre.
―¿Cómo puedes decir eso? Alguien podría haber salido herido o muerto. Yo,
tu propia hija, podría haber estado a bordo en ese barco.
Su madre desestimó esa posibilidad con un gesto airoso de su mano.
―No fue casualidad que el barco estaba vacío cuando la dinamita se encendió.
―Hizo una pausa, y luego para evitar culpabilidad añadió―. De todos modos, es
mi opinión.
―¿Sabes quién lo hizo, no?
Ella se encogió de hombros.
2
―Tengo mis sospechas.
26
―¿Le has dicho a la policía?
―Por supuesto que no. ¿Por qué iba a hacer eso?
―¿Porque es lo correcto que hay que hacer?
―Depende de lo que sea tu definición de correcto, ¿no?
―¿Qué hay de las llamadas telefónicas y la hipoteca de Rene siendo
rectificada? ¿Tienes algo que ver con eso?
Su madre solo sonrió con aire de suficiencia.
Valerie sacudió la cabeza ante la inutilidad de intentar hacerle entender a su
madre.
―Hay cosas que sé sobre ti… y nuestra familia. Si haces una cosa más, sólo
una, vas a leer sobre ti en los periódicos locales.
La cara de su madre enrojeció de ira.
―¿Me estás amenazando?
―Malditamente lo hago. ―Recogió el folder del suelo y lo sostuvo en alto para
demostrarle―. Hay cosas en estos folders que le quitarían la venda de los ojos a la
ciudad.
―Eres un niña perversa.
―¿Eso crees? ¿Cómo crees que tus colegas te tratarían si supieran que solías
encerrar a tu hija en un armario, varias veces? ¿Qué crees que la prensa haría si les
entrego algunos archivos que muestran exactamente cómo obtuviste los permisos
para Bayou Paradaise? ¿Me pregunto qué pasaría con la carrera de la tía Inez como
congresista si se enteraran que la abuela Dixie uso el dinero del petróleo derramado
en su campana? Y eso es sólo para empezar.
―Vete ―dijo su madre elevando la voz. Ella nunca gritaba, así que era el
equivalente de sus gritos.
―No hasta que acabe. ¿Prometes que no habrá más jugadas sucias?
Su madre la miró como si acabara de escupirle, pero finalmente asintió.
―Ahora vete, y no me importa si regresas alguna vez.
―Todavía no. Hay otra cosa. Se trata de mi padre.
Su madre puso los ojos en blanco.
―¡Ese hijo de puta!
―Toda mi vida me dijiste que papi no me quería… que cuando se fue, nos dejó
a las dos. 2
27
―¿Y?
―Hace poco me enteré que mi padre peleó por mi custodia.
―Fue sólo para vengarse de mí. Él realmente no te quería.
―¿Por qué nunca me dijiste que quería la custodia, aunque fuera compartida?
―¿Por qué debí haberlo hecho? Él era un hombre débil. Se echó para atrás al
minuto que lo amenace con el divorcio. Eso es lo mucho que te quería.
Valerie se estremeció ante lo que probablemente era verdad.
―¿Alguna vez ha tratado de ponerse en contacto conmigo en todos estos años?
Su madre estudió sus uñas y no contestó.
―¿Alguna vez regreso a Houma?
―Varias veces cuando eras pequeña ―admitió.
―¿Y?
―No era conveniente para mí para organizar alguna visita. Además, te habrías
puesto a lloriquear otra vez por tu padre una vez que se fuera. Las separaciones son
mejores cuando son definitivas.
¿Mejores para quién?
―¿Llamadas telefónicas? ¿Cartas? ¿Cualquier cosa?
El tinte rosado de las pálidas mejillas de su madre le dijo todo.
―Las cartas fueron devueltas al remitente. Sólo te habrían enojado. Lo mejor
fue que tu padre pensara que no querías tener ningún contacto con él.
¿Mejor para quién? Lágrimas brotaron de sus ojos por toda la tragedia.
―Has dicho más. ¿Aún las tienes?
―El abogado insistió que guardara la carta que tu padre escribió en el
momento del divorcio y que debía dártela a los dieciocho años o cuando
preguntaras.
Oye, mamá, ¡yoo-hoo! He tenido más de dieciocho años desde hace mucho tiempo.
―¿Dónde están ahora? ―Apenas podía contenerse de saltar sobre el escritorio
y abofetear a su propia madre.
Simone la miró con desdén, después caminó hacia el archivero de dónde sacó
un sobre grueso. Se lo lanzo a Valerie en su regazo y regresó a su silla.
Valerie solo se quedó mirando fijamente mientras sus lágrimas corrían por su
rostro. Por fin, se levantó y metió el sobre en su folder y recogió su bolso.
2
―¿Lo odiaste tanto, madre?
28
―Más de lo que crees. Él me rechazó. Nadie hace eso.
―¿En serio? ¿Sabes qué? Yo te estoy rechazando ahora.
Con esas palabras se fue y no miró hacia atrás.
Fue un tipo de final, pero un buen final.

Rene al rescate

Allí estaba ella.


Rene estaba estacionado en la calle, esperando que Val saliera de la oficina de
bienes raíces. Cuando no lo había llamado para recogerla del aeropuerto, se imaginó
a dónde habría ido. Para confrontar a su madre.
Y por su aspecto, lágrimas corriendo por su rostro, no fue una buena reunión.
Salió de su Jeep y fue hacia la acera, recogiendo su equipaje.
―Entra, cariño.
Su cabeza se levantó. Estaba sorprendida de verlo.
―Gracias a Dios que estás aquí.
―¿Dónde más creíste que estaría?
―Yo nunca lloro ―balbuceó, tomando un pañuelo de su bolso y limpiándose
el rostro.
¡Cierto! Eso sólo es sudor corriendo por tus mejillas.
―Mi madre es una perra.
Me quitaste las palabras de la boca.
―¿Qué es eso? ―preguntó mientras maniobraba el vehículo en el tráfico y se
dirigían al Pantano Negro.
Acababa de sacar un sobre cerrado de un folder en su regazo.
―Una carta de mi padre para mí. Fue escrita en el momento del divorcio.
Uh-oh. Predigo más lágrimas.
Ella leyó en voz alta:

2
Querida Valerie:
29
Me voy por un tiempo, dulzura, pero volveré a verte siempre que pueda. Eres la luz de
mi vida, siempre lo has sido y siempre lo serás. Cuando pienso en ti, y voy a pensar en ti
todos los días de mi vida, recordaré el día en que naciste, lo preciosa que eras. La primera vez
que te cargué, me miraste, y te juro por Dios que sonreíste. Tus primeros pasos fueron a mis
brazos. Tu primera palabra fue "papá". Me encantaba leerte libros y enseñarte a leer. Bailaste
en mis zapatos cuando tocaba música. Recuerda las veces que fuimos a pescar en el pantano.
Tengo muchos sueños para ti. En la mayoría te deseo amor. Fui el primer hombre en tu
vida. Que el buen Dios te dé un marido un día que te amé la mitad de lo mucho que te amo.
Trataré de estar en contacto como me sea posible. Si se me impide hacerlo, por favor,
ven a mí cuando seas mayor de edad.
Con mucho amor,
Papá

Al final de la carta estaba una dirección de una firma de abogados en París para
contactarlo.
Valerie comenzó a llorar de nuevo. Demonios, él también tenía lágrimas en sus
ojos. Ella se limpió el rostro con pañuelos y volvió a leer la carta en silencio.
Cuando él se estacionó unos quince minutos después, subió la mirada con
sorpresa.
―¿Dónde estamos?
―Esta es la casa que estoy pensando en comprar. Quiero enseñártela.
―Rene ―lo reprendió―. Ya sabes que pienso de esto.
―Vamos. Compláceme ―dijo―. Te distraerá de… otras cosas.
Ambos salieron del coche y se dirigieron hacia la puerta principal. Era una casa
espectacular y muy inusual para el sur de Luisiana. Hecha de troncos de cipreses,
era moderna y compuesta de muchos niveles, todos ellos levantados en alto en la
tierra. Enormes ventanas que miraban hacia una amplia extensión del Pantano
Negro. Fue diseñada por Frank Lloyd Wrightish19, construida por un arquitecto de
su propia familia hace diez años, pero se habían mudado a la costa oeste. Era de dos
hectáreas, y los vecinos inmediatos no eran visibles debido al espeso follaje.
―¡Rene! Es hermosa ―dijo Val, una vez que entraron en la casa. Estaba vacía,
por supuesto, lo que la hacía parecer aún más grande de lo que era. Los pisos de
madera dura brillaban. La cocina tenía características ultramodernas. Una
biblioteca/oficina afuera de la sala tenía maravilloso paneles de cerezo. Incluso había
un área de comedor, lo cual debería de ser una novedad para Val. Una chimenea de 2
madera tallada sería una delicia en aquellas noches raras de invierno. 30
Él siguió observando el rostro de Val para entender su reacción. A ella le
encantó, lo sabía, y al menos su mente estaba alejada de los tristes acontecimientos
del día.
―¿La puedes pagar? ―preguntó en un momento.
―Sí, puedo, en realidad. He ganado buen dinero en los últimos años y nunca
viví de forma extravagante. Además, conseguí algunas acciones en el mercado hace
unos años durante el boom de los sitios de internet y me salí inteligentemente de
ahí.
Ella asintió entendiendo.
La casa tenía tres dormitorios, y él le dijo:
―Ese es el dormitorio principal y los otros dos serían los dormitorios de los
niños. ―Ella estaba anormalmente callada, y se dio la vuelta para mirarla.
―¿Niños? ―chilló.

19
Frank Lloyd Wrightish: fue un arquitecto estadounidense, uno de los principales maestros de la
arquitectura del siglo XX. Precursor de la arquitectura orgánica, fue el iniciador del movimiento
Prairie School, desarrollando el concepto Usoniano de la vivienda.
El inclinó la cabeza por su pregunta.
―Sí. ¿Qué opinas de tener niños?
―Nunca pienso en niños.
―¿Nunca?
Ella negó con la cabeza.
―¿Tú?
Él asintió.
―Me gustaría tener tres o cuatro, pero me conformaría con uno o dos. ―Le
sonrió, con la esperanza de obtener algún tipo de reacción buena. No hubo suerte.
Desanimado le preguntó―: ¿No quieres tener niños?
―No lo creo. No sé. Siempre he pensado que lo pensaría después.
―Tienes treinta y cinco años, cariño. No tienes mucho tiempo para pensar en
ello.
Ella le dio una mirada dura y se dio la vuelta, regresando a la sala y hacia la
terraza.
Él se le unió ahí. 2
―¿Los niños son motivo de ruptura para ti? ―preguntó ella. 31
Él lo pensó por un momento y respondió.
―No.
―¿No?
―Podría vivir sin niños. No estoy seguro de que podría vivir sin ti.
―¡Oh, Rene! ―Dio un paso a sus brazos―. Estás presionando demasiado
―dijo contra su cuello.
―Lo sé ―respondió, besando la parte superior de su cabeza.
―Estás haciendo suposiciones de que voy a vivir en Luisiana, y ya te dije que
no quiero hacer eso.
―Lo sé.
―¿Por qué haces esto?
―Porque quiero que veas cómo podría ser esto entre nosotros.
―Me estás asustando.
―Oh, nena, lo siento. Siento como si tuviéramos tan poco tiempo y tengo que
hacer mi lucha.
Ella puso su cara en su mano.
―Está bien. Voy a tranquilizarme. Vamos a ir a tu hotel. Este ha sido un día
largo y lleno de acontecimientos para ti. Tengo justo lo que el doctor receto.
Ella alzo sus cejas.
―Tomaras un baño de burbujas con una copa de vino. Voy a pedir servicio al
cuarto.
Ella suspiró.
―Eso suena maravilloso.
―Te prometo que no voy a saltar sobre tus huesos al momento en que
entramos en la habitación del hotel.
Tal vez cinco minutos después.
Simplemente no en el instante en que la puerta se cierre.
―Gracias.
Aún no me des las gracias. Tengo la intención de sacar las grandes armas esta noche,
dulzura. No tienes ninguna oportunidad.
2
32

Él era un tonto bailando

Rene LeDeux era la mejor cosa que le había pasado a Valerie.


Incluso cuando reconoció ese hecho, se dio cuenta de que había estados
condenados desde el principio. Esta probablemente sería su última noche juntos.
Preparó un baño para ella y lo llenó con algunos productos costosos para un
baño de burbujas, que él debe haber comprado especialmente para ella. Le dio una
copa con vino blanco, luego la volvió a llenar cuando estaba vacía. La envolvió en
una bata de toalla de hotel gruesa cuando ella había terminado y la llevó a la cena
que había pedido para los dos, cangrejo imperial con diminutas patatas asadas y una
ensalada de jardín. Había fresas y crema batida, que reservaron para más adelante.
Ella comía de todo corazón, no habiendo comido en todo el día. Él comía muy
poco. Sólo bebió un sorbo de vino y la miraba, como un halcón esperando el
momento perfecto para abalanzarse sobre su presa.
Su moderación fue increíble de ver. Y halagador. Sabía lo mucho que la
deseaba, sus dedos temblaban cuando la tocaban accidentalmente, pero estaba
esperando el momento adecuado. Su momento adecuado.
―Tengo la intención de follarte hasta los sesos esta noche ―dijo de la nada.
Un escalofrío sexual corrió por su cuerpo.
―¿Y cómo es diferente de cualquier otra noche?
―Va a ser diferente ―le prometió con voz sedosa.
―¿Cómo? ¿Por qué?
―Quiero que seas adicta a mi toque. Quiero que me sueñes de noche y de día.
Te quiero, cuerpo y alma.
Oh, cariño, ¿no sabes que ya me siento de esa manera?
―¿Así me mudo de nuevo aquí?
―Así para que quieras estar conmigo más que cualquier otra cosa en el mundo.
Él está tratando de cambiar mi opinión acerca de vivir aquí.
―Pensé que no íbamos a hablar de eso más por hoy.
―No lo haremos. ¿A qué hora sale tu vuelo mañana? 2
33
―Mediodía.
―Ah, entonces tenemos aproximadamente doce horas juntos, nena. ¿Estás
lista?
He estado lista desde hace semanas ahora.
Mantuvo su mano sobre la mesa, con la palma hacia arriba.
Ella puso su mano en la suya.
―¿Vamos a hacer algo pervertido?
―Espero que sí ―dijo, y sonrió―. ¿Qué tienes en mente?
Ambos estaban, sin soltarse las manos.
―Estaría demasiado avergonzada sobre decirte todas mis fantasías. Son
tontas. ―Ella se dio cuenta de que estaba interesado. ¡Qué lata de gusanos para abrir
ahora!
La llevó a la cama king-size y la sentó mientras él jugueteaba con la radio-reloj
en la mesita de noche. Finalmente encontró una estación de reproducción de música
rock. Bruce Springsteen cantaba "Glory Days". Entonces volvió su atención a ella.
―No puedes decir algo tan tentador y después retractarte. Vamos, Val. Dale.
Ella sintió que se sonrojaba. ¿Debería? Rayos, esta podría muy bien ser mi último
oportunidad. Ve por ello chica.
―Bueno, hay una cosa. Cuando estaba en la universidad, algunas hermanas
de mi fraternidad alquilaron un vídeo porno. En él, este tipo realmente guapo estaba
en la ducha o tina o algo, los detalles son confusos. La mujer se quedó fuera mirando
mientras se enjabonaba y se tocaba y esas cosas. Debería haber sido de mala calidad,
pero de alguna manera no lo fue. Te dije que era una tontería.
―Eso es todo. El infierno, que no es ni siquiera pervertido.
―Olvídate de eso.
―Uh, uh, uh. Tus deseos son mis órdenes. Nunca he hecho esto antes, pero no
soy tímido y creo… sí, estoy listo para el trabajo. ―Le guiñó un ojo.
La llevó al baño y ella se sentó en el asiento del inodoro cerrado.
―Sólo lo mejor para ti, cariño. Centro de la primera fila.
De pie en medio de la habitación, se quitó primero una bota después la otra,
de tal manera que giraban en el aire y aterrizaban en posición vertical, una junto a
la otra.
―Me llevó semanas, cuando tenía once años de edad perfeccionar ese truco 2
―le dijo. 34
―Es un talento importante para tener ―comentó.
―Maldita sea, eso es correcto. Impresionó la mierda de las chicas.
―No me gusta que impresiones a otras chicas.
―Bueno, voy a confesar. Esta es la primera vez que lo hago.
―Sí, claro.
La canción en la radio cambio a "Do You Love Me... Now That I Can Dance?” Y
ambos se rieron de la idoneidad de sus letras.
Rene comenzó a bailar un poco para ella. Sólo meciendo las caderas de lado a
lado mientras se quitaba la camisa.
―Habla conmigo, cariño. Necesito un poco de estímulo aquí.
―Tienes un buen cuerpo, Rene. Me gusta que tengas vello en el pecho, pero no
demasiado. Me gusta tu vello de las axilas, también.
―¿Mi vello de las axilas? ―Levantó un brazo, luego el otro, husmeando―.
Estoy bueno.
―También tienes un hermoso trasero.
Riéndose, se volvió de espaldas a ella e hizo una pequeña sacudida de su
trasero, mirando hacia atrás por encima de su hombro.
Ella soltó una carcajada.
―Eso fue un poco demasiado Chippendale.
Él la miró de nuevo y abrió el broche de presión superior de sus vaqueros. Puso
sus manos detrás de su cuello y bailó un poco más, rodando sus hombros y
ondulantes caderas. Moviéndose directamente enfrente de ella, la instó:
―Baja mi bragueta, nena.
Ella lo hizo. Realmente lento.
Se volvió entonces y se quitó el pantalón y bóxers, no dejándola verlo por el
frente. Al entrar en la cabina de ducha de cristal, abrió el grifo y dio un paso bajo la
ducha.
Después de eso, no la miró de nuevo. Pero, Dios, Dios, ¡que espectáculos sabía
montar! Todo esto acompañado de “Do You Think I’m Sexy” de Rod Stewart.
¡Oh sí!
Él puso champú en su cabello, inclinó la cabeza hacia atrás y dejo pasar la
espuma hacia abajo en su espalda en una corriente que finalmente recorrió el camino 2
al punto muerto en el pliegue de sus nalgas apretadas. Se enjabonó sus brazos y el 35
pecho y el vientre, y luego usó sus manos para masajear. Por último, se aferró a la
ducha con una mano y se inclinó hacia delante para levantar sus bolas y tocar su
erección. Después de eso, se volvió, apoyó la espalda contra la pared del fondo y la
miró mientras se bombeaba a sí mismo, primero lentamente, luego más
rápidamente. Al final, le enseñó los dientes, arqueó su cuello, y llegó a su clímax
enfrente de ella.
Cerró las llaves y salió de la ducha empapado.
―¿Cómo estuvo eso para ti? ― Antes de que pudiera responder, la cogió en
brazos y la llevó al dormitorio.
―¡Rene! ¡Estás mojado!
―La pregunta es, chere ―le susurró al oído―, ¿tú estás mojada?
Ella lo estaba.

Ojo por ojo, y algo más


―¿Crees en el buen espíritu deportivo? ―le preguntó a Val cuando estaban de
regreso en la habitación.
―¿Eh? ―Todavía la cargaba y su rostro estaba enterrado en su cuello.
―Ya sabes, ¿el juego limpio?
―Claro. ¿Por qué?
―Porque, pastelito, es hora de mi fantasía. ¿Y adivina qué? Tuve la misma
fantasía que tú. ¿No es increíble?
A ella le tomó un par de segundos darse cuenta de lo que quería decir.
―Oh, no lo sé, no creo que pueda hacer eso. ―Su rostro se veía muy lindo,
todo de color rosa con vergüenza.
―Oh, bien. Si no puede no se puede. ― Puso una mirada especial de cachorro
en su rostro―. Supongo que pensé que eras más atrevida que eso.
Ella le dio un manotazo en broma en la cara.
―No trates de engañarme. Lo haré, pero es mejor que no te rías.
―Ni siquiera lo pensaría. ―La dejó en el suelo y le dio un beso rápido en la 2
boca. 36
―¿Qué tengo que hacer? ―Ella estaba de pie a los pies de la cama, todavía en
su bata suave y esponjosa.
―Es tu fiesta. Muéstrame tus movimientos.
―Estás sonriendo.
―Con anticipación.
¡Oh, muchacho! Los Beach Boys comenzaron a cantar algo sobre las chicas de
California.
―Oye, eso me da una idea ―dijo―. Me sentaré aquí. ―Señaló el aparador que
daba a la parte inferior de la cama. Se subió allá y se sentó, completamente desnudo,
con las piernas colgando en el suelo. Hurgando en su estuche de maquillaje junto a
él, dijo―: ¡Voila! ―Y le entregó la pequeña botella de aceite de bebé que ella utilizaba
para quitarse el maquillaje y se la tiró―. Está bien, éste es el trato. Es un día muy
caluroso, y vas a la playa… ―señaló la cama―… para tomar el sol.
―¿Y qué eres tú? ―se burló―. ¿El socorrista sexy?
―Lo que tú quieras. Un espectador. El socorrista. Un perro suelto. El policía.
Una ola.
¡Rayos!
―¿Dónde está mi manta de playa?
―La llevas puesta.
―Estáááá biiien.
Se arrastró sobre la cama, se acostó, abrió su bata y la extendió estilo manta.
Luego arrugó los ojos fuertemente cerrados.
―¡Cobarde! ―Rene se rió.
―Claro que sí. Siempre mantengo mis ojos cerrados cuando… tomo el sol.
―¿Así que está caliente la playa hoy? ―preguntó. Podía oír la diversión en su
voz.
―Abrasador. ―A decir verdad, se sentía muy caliente―. Puedo sentir el sol
cayendo a plomo. Mi piel se siente tirante. Hay colores rojos detrás de mis párpados.
―Ten cuidado de no obtener una quemadura de sol. Mejor ponte un poco de
loción.
―Oh sí. ―Con los ojos todavía cerrados, sintió la botella de plástico a su lado
y abrió la tapa. Por instinto propio, roció un poco en medio de su pecho, más de lo
2
que había planeado. Poniendo la botella a un lado, comenzó a extenderlo con sus
37
palmas sobre sus pechos, el abdomen, el vientre. Luego volvió a sus pechos,
masajeándolos a puntos duros.
―Oh… mi… Dios ―murmuró en voz baja.
―¿Qué dijiste?
―Nada. Vamos.
―Me estoy imaginando que estás de rodillas entre mis piernas y tú eres el que
me está aceitando.
―Entonces abre las piernas para dejarme entrar ―le recomendó.
Ella lo hizo.
―Si yo estuviera realmente allí, estaría echando aceite en tus rizos de modo
que lo haría filtrarse hacia abajo y se mezclarse con tu propio… aceite.
Ella todavía tenía los ojos cerrados, por lo que tuvo un pequeño problema con
dar en el objetivo correctamente.
Al final, logró su objetivo.
―Levanta tus rodillas extiéndelas más amplio. Quiero verte, todo de ti ―dijo
con voz ronca. Cuando lo hizo, dijo―: ¡Piedad!
―¿Piedad buena o piedad mala?
―Sin duda una buena. Ahora, muéstrame cómo te gusta que te toquen. Soy de
lento aprendizaje por lo que un poco de instrucción vocal ayudaría.
Ella gimió.
―No soy tan desinhibida.
―Sí, lo eres. Harías cualquier cosa por mí… cualquier cosa para complacerme.
―Suave, en un primer momento. A lo largo de los lados. ―Usó un dedo medio
para mostrarle, una y otra vez.
―Esta es la cosa más sexy que he visto nunca. Sigue adelante.
Metió un dedo dentro de ella, luego dos, y gimió.
―Estoy imaginando que tú haces esto, no yo.
―Hazte venir a ti misma. Haz que tu cuerpo zumbe.
En su primer contacto allí, ella gimió suavemente y sintió que sus músculos
internos se apretaban. El colchón se movió cuando Rene se acomodó en la parte
inferior de la cama.
Tenía los ojos cerrados, pero sintió que la miraba. 2
― Esa es la manera, esa es la manera. 38
Ella estaba chasqueando su dedo rápidamente hacia atrás y adelante hasta que
arqueó sus caderas de la cama, y llegó a su clímax en cada vez mayores espasmos.
¡Monstruo Santo en el infierno! Nunca había visto algo tan sexy en toda su vida.
Ella era una diosa del sexo regular, el sueño húmedo de todo hombre,
compañera y chica de al lado mezclada en una sola. Y la noche aún es joven.
En el momento en que abrió los ojos, estaba arriba y por encima de ella.
―Oh, cariño, estuviste maravillosa. ¿Te gustó? ―Levantó la cabeza para que
pudiera ver su respuesta.
―Me gusto, pero no tanto como tenerte a ti.
―Tus deseos son mis órdenes, chere. ―Con esas palabras, y sin preliminares,
se deslizó dentro de ella.
―¡Aaaaahhh! ―gritó, culminando con fiereza a su alrededor. Gracias Dios por
los orgasmos múltiples. Parpadeando hacia él con asombro, dijo―: Debes pensar que
soy una puta.
Se hubiera reído o burlado de ella por esa declaración tonta, pero estaba
demasiado ocupado concentrándose en lo que estaba pasando allí abajo. La llenó y
luego, cuando empezó a salir de ella, casi todo el camino, la fricción apretada era
casi más de lo que podía soportar.
Antes de perder su mente y su control, quería decir algo.
―¿Val, cariño?
Sus ojos estaban vidriosos, la mirada fija en él.
―¿Hmmm?
―Te amo. ―Él se estrelló contra ella.
Ella hizo un pequeño sonido chirriante que él tomó por placer, y dijo:
―Te amo, también.
Una y otra vez, repitieron el procedimiento. Él le dijo que la amaba en la
retirada. Ella le dijo que lo amaba en la profunda embestida. Después de un tiempo,
cuando las embestidas vinieron más y más rápido, sus palabras se volvieron
borrosas juntas, y sus cuerpos parecían uno.
Al final, le levantó las caderas de la cama y se embistió en ella una última vez.
Ambos gritaron “¡Sííííííí!” al mismo tiempo, cuando fueron barridos por un orgasmo
mutuo.
2
Cuando regresaron a su respiración normal, Rene salió de ella y la metió en su
39
costado, besando sus labios con suavidad.
―Eso fue bueno ―dijo Val, acurrucándose más cerca.
―¿Bueno? ―protestó.
―Para un aperitivo. ¿Qué haces para plato principal?
Él se rió y dijo:
―Espera y verás.
Capítulo 19

Peleando contra el reloj

Rene era un hombre desesperado.


Val dormía profundamente en sus brazos. Demonios, no era de extrañar. Él
había seguido después de ella, una y otra vez, hora tras hora, hasta que perdió la
cuenta de cuántos orgasmos habían tenido.
Él los inició en ese tonto juego de fantasías sexuales porque, francamente, tenía
miedo de sí mismo y cuánto la deseaba. No es que no hubiera disfrutado esos juegos. 2
Había esperado cortar el borde de su enorme apetito; en su lugar, los juegos habían
40
abierto su apetito aún más.
Ella estaba exhausta, incapaz de permanecer despierta. Él estaba sobre
excitado, incapaz de dormirse.
Como si un reloj estuviera corriendo en su cerebro, constantemente revisaba
su reloj, consciente de que su tiempo con Val estaba terminándose. Se había vuelto
insaciable, incapaz de mantener sus manos fuera de ella, incapaz de dejar de decirle
que la amaba. Siguió pensando que debía haber algo más que pudiera hacer para
que ella se quedara.
Estaba intentándolo tan malditamente duro, como un patético nerd acosando
a la reina del baile.
Era inútil, realmente. Val tenía que volver a Nueva York, al menos por ahora.
Pero él lo sabía, solo lo sabía, que si no hacían un compromiso antes que ella se
fuera, su relación terminaría. Ninguno de ellos querría arrastrar una partida triste
inevitable.
Ella no debía amarlo tanto como él lo hacía.
Romper es algo difícil de hacer

Valerie era una mujer desesperada.


Rene finalmente había caído en un sueño profundo después de prácticamente
matarse haciéndole el amor repetidamente.
Era una maquina sexual, o intentaba serlo.
Estaba agotándola… con amor. Era sexo, para estar segura, lo que usó en ella,
pero más que eso.
Él le mostró su amor en cada pequeño gesto, desde un hermoso beso mariposa
en sus dedos a un espectacular orgasmo.
No podía tomar una decisión bajo este tipo de presión.
No, eso no era verdad.
Ya había tomado una decisión. No podía cambiar su decisión bajo este tipo de
presión.
Él era malditamente tentador. 2
Imagínanos casados 41
Sí, como si él me lo hubiese preguntado.
Imagínalo viniendo a casa todos los días.
¿Qué es él? ¿Un cachorro o algo que estará a mi entera disposición?
Imagínanos viviendo juntos, compartiendo nuestras vidas.
Sexo, sexo… y más sexo.
Imagina envejecer juntos.
Imagina tener niños juntos.
¡Buen Señor! ¿De donde había salido ese pensamiento?
En conclusión: Rene no podía vivir en la ciudad. Se dio cuenta de su estupidez,
imaginando que él alguna vez podría.
Y Valerie sintió terror absoluto ante la posibilidad de volver aquí.
Todo lo que fue malo durante los primeros dieciocho años de su vida, lo
asociaba con este lugar.
Todos los familiares que quería evitar estaban aquí.
Toda su identidad estaba atada a su carrera. Era quien era. Se perdería si
renunciaba a su ambición, sus sueños de éxito, su mundo sofisticado.
Ella sería un fracaso.
Así fue con gran dolor que, se deslizó fuera de la cama, se vistió
silenciosamente en el baño, y empacó sus maletas. Dejó la carpeta en el vestidor,
junto con una nota. Solo entonces, con lágrimas fluyendo libremente, se permitió
mirarlo.
―Te amo―susurró.
Y luego se fue.

Hola, dolor

Rene se despertó con el sol filtrándose a través de las ventanas… y un pánico


repentino.
2
Pronto se dio cuenta que su pánico era justificado. Val no estaba. Para bien, 42
presumiblemente.
―Hijo de puta ―gritó, arrojando una almohada a través de la habitación.
Caminando hacia el vestidor, leyó su corta nota.
Rene: Te amo más de lo que puedo decir. Pero ambos sabemos que no funcionaria. Por
favor, no me llames.
Esta es la cosa más difícil que tuve que hacer. Adiós, mi amor. Valerie.
―¡Pura mierda! ―juró, rasgando la nota en pedazos y arrojándola al suelo.
Luego, abrió la carpeta y descubrió toda la evidencia que necesitaría para
terminar el hostigamiento de las compañías de petróleo y constructoras en su rastro.
Supuso que ella lo consideraba un buen regalo de despedida. También la arrojó al
piso.
Cuando dejó el hotel media hora después, sus lágrimas se habían ido, y su
rostro era una dura máscara de amargura. Desafortunadamente, corrió rumbo a la
oficina de Luc.
―Rene, ¿qué está mal? ―preguntó su hermano con preocupación, corriendo
para alcanzarlo.
―Ni una maldita cosa. ―Arrojó la carpeta, la cual tuvo el buen sentido de
recoger en el último minuto, en las manos de Luc.
―¿A dónde vas? ―preguntó Luc, sin siquiera mirar dentro de la carpeta.
Rene se detuvo y miró a Luc.
―Al infierno, supongo.

El ataque de los asesinos LeDeuxs

Tres semanas después, tante Lulu lo localizó.


Después de todo, él compró la casa Bayou Black, imaginándose que sería una
buena inversión, pero el único mueble en el lugar era el colchón en el piso de su
dormitorio y algunos muebles de patio que habían sido dejados en el deck por los
antiguos propietarios. Era por ese colchón, que ahora se tambaleaba hacia la puerta
principal donde todo el golpeteo estaba sucediendo. Su cabeza se sentía del tamaño
de una pelota de básquetbol.
2
43
Gimió, abriendo la puerta.
―¡Tante Lulu! ¿Qué está haciendo aquí?
―Pee-yew, apestoso ―dijo, agitando una mano frente a su rostro―. ¿Y cuándo
fue la última ve´ que lavaste tu ropa?―Él estaba usando pantalones de chándal y
eso era todo. Ella tenía razón. No podía recordar la última vez que había lavado su
ropa.
Sosteniendo una mano frente a su boca, sopló. Síp, apestaba. Debían haber sido
esas diez… ¿o fueron veinte?… cervezas Dixie que se había tomado anoche.
La primera semana después de que Val se había ido, fue un muerto caminando.
Inconsolable. Patético.
La segunda semana, lo hizo un poco mejor. Aceptó un puesto enseñando
ciencia en una escuela secundaria local, empezaba el mes siguiente. La oferta de
trabajo había salido de la nada. Era algo que nunca creyó verse haciendo. Pero por
alguna razón, parecía correcto… por ahora. ¿Había otra forma fundamental de
mejorar el ecosistema del pantano que educando a los jóvenes?
Sin embargo, no era el tipo de trabajo yuppie que Val admiraría. Sin suficiente
dinero. Sin suficiente prestigio. Quizás, al final, es porque lo tomó. Un último acto
de desafío.
Incluso tuvo una cita. Una taquígrafa de la corte local. ¡Qué desastre que era!
Se disculpó por su distracción y la llevó a casa temprano. Era hermosa e inteligente,
pero no era Val. Obviamente necesitaba más tiempo.
Esta semana, se había encontrado con Luc para discutir los acuerdos que
habían hecho la compañía de petróleo y Realtors association, bajo la amenaza de
exponer el contenido de la carpeta que Valerie le había dejado. J.B y Maddie
conseguirían un bote nuevo. Y a él le darían la justa compensación por la pérdida de
su cabaña. Esperaba que los matones mantuvieran un perfil bajo una vez que el
documental saliera en la primavera, al menos a corto plazo. De otro modo, aun
podrían presentar cargos.
La cosa que lo había golpeado anoche fue Valerie. Otra vez. Se detuvo en
Swampy´s por una cerveza y una muffaletta20, temprano, antes de la noche llena de
gente. Mientras estaba sentado en el bar, alguien cambió el canal de televisión, y, oh
sorpresa, estaba Val en la pantalla, presentando su nuevo show de televisión. Lucia
genial. Él se sentía como la mierda. Aparentemente, la ruptura no la había afectado
como a él.
Después de eso, bebió más cerveza de la que ningún hombre sano debería.
Entretuvo a la multitud tocando su acordeón. Quizás haya incluso bailado… solo.
2
Síp, tenía una vivida imagen de él guiando a la multitud en una salvaje
interpretación de “Twist and Shout”, luego dirigiendo una fila de conga en una
44
ruidosa canción cajún.
El alma de la maldita fiesta, eso había sido. No tenía idea de cómo llegó casa,
pero recordaba vagamente alguien llevándolo en auto mientras gritaba una canción
cajún tras otra, en particular “Parlez-Nous Boire” o “Let´s Talk About Drinking”.
Entonces aquí estaba, con resaca, en su puerta con tante Lulu cuando de
repente, una mujer extraordinariamente bella, usando solo sus bóxers y su camiseta
Tulane, caminó hacia ellos desde la cocina. Era Francine Pitre, la mujer con la que
una vez había estado comprometido. ¡Hijo de puta! ¿Cómo me acosté con ella?
Tante Lulu le echó un vistazo a Jasmine y exclamó:
―Creí que eras feliz.
Rene intentó sonreír, pero sus labios dolieron.
―Ella quiere decir gay ―interpretó.
―Eso e´ lo que dije.
―Lo soy ―le dijo Francine a tante Lulu.

20
Muffuletta es un tipo de pan siciliano redondo con sésamo, así como también un bocadillo hecho
con este tipo de pan y relleno.
Su tía de algún modo debía haber descubierto que Francine era lesbiana. Él no
le había dicho.
―¿Entonces qué está´ haciendo con este chico? ¡Oh, no! Francine, bendito tu
corazón, espero que no convencieras a Rene pa´ una de esas cosas tríos como leí en
una de las revistas Cosmo de Charmaine.
Él y Francine se rieron. Y, chico, ¡dolió!
―Lo traje a casa porque ha bebido demasiado ―le dijo Francine a su tía―.
Como un amigo.
―Eso e’ un alivio. No lo quería haciendo na’a perverti’o como… más que de
costumbre, de to’os mo’os.
―Tante Lulu, ¿qué estás haciendo aquí?
―Vengo a endereza’te. Y no me ‘tés dando esa mira’a sombría. Ya te has
revolca’o po’ mucho tiempo.
Yo puedo revolcarme si quiero.
―Estoy bien.
―No, no lo ‘tas. Ve y saca aquellos alimentos de mi auto. Voy a prepara’te el
desayuno. Despue’ hablaremo’. 2
45
Mientras ella se ponía cómoda, y Francine seguía riéndose, él salió hecho una
furia hacia su Thunderbird rosado para conseguir cinco, cinco, bolsas de comestibles,
tante Lulu le gritó:
― Po’ cie’to, tus hermanos vienen con un camión pa’ descarga’ los muebles de
tu vieja casa. Vamos a tene’ un acompasa’ofais justo aquí. ¿No e’ eso agradable?
¡Simplemente genial! La cabeza de Rene solo creció más. Estaba bastante seguro
que quizás explotaría.
―Una cosa más ―gritó ella desde la cocina.
No puedo soportar una cosa más. En verdad no puedo.
―Charmaine y yo tomaremos un viaje a la ciuda´ de Nueva York.
Se sintió como si su cabeza, de hecho, explotara entonces.

Era un romance familiar


Tres horas después, los muebles de Rene, tal como eran, estaban en su lugar,
medio llenando su casa nueva. Todo gracias a la familia más entrometida y adorable
en el mundo.
Las mujeres estaban en la cocina preparando una cena LeDeux clásica, lo cual
significaba lo suficiente para alimentar a todo el ejército de la Confederación. Él y
sus hermanos estaban fuera en el deck, observando a un orgulloso papá caimán
construir un nido para su pareja de barro, pasto y otras cosas asquerosas. Estaba a
una buena distancia de la casa, nada de qué preocuparse.
―¿Por qué están todos aquí? ―preguntó.
―¡Hah! ¿Dónde más estaríamos después del espectáculo que montaste
anoche? ―dijo Luc.
Hizo una mueca. Aparentemente, su difusa memoria había sido recobrada.
―¡Bailar en la mesa! Solo tú harías eso. ―Remy estaba riéndose mientras
trasmitía esa información.
―Me gustó la parte dónde estabas bailando en el regazo de una chica
―intervino Tee-John―. ¿Puedes mostrarme cómo hacer eso?
La mandíbula de Rene cayó. 2
―¡Oh Dios mío! ¿Estoy enfrentando una demanda por acoso sexual o algo? 46
¿Quién era la chica?
―Yo era la chica ―gritó Francine por la ventana―. Y no te preocupes, no había
nada sexual en ello para mí.
Rene debería sentirse insultado, pero, en realidad, estaba aliviado.
―Tienes que organizarte. ―Luc puso una mano en su hombro y apretó.
―Se eso, y lo haré. Ayer solo fue un mal día, un bache en la carretera.
―¿Puedes superarlo? ―preguntó Rusty―. Nada imposible, ¿sabes?
¡Tsk-tsk-tsk! Creyó escuchar decir a alguien desde el otro lado del deck, pero
cuando miró hacia allí, todo lo que vio fue la estatua de plástico de tamaño real de
San Judas que su tía había traído como regalo de inauguración.
Su esperanza había sido quemada en la cabaña de fuego, pero ella prometió
armar otra para él. Oh, ¡alegría!
Antes de comer, todos se sentaron alrededor de la mesa sosteniendo las manos
mientras tante Lulu daba las gracias.
―Queri´o Dios, bendice es´a comi´a y a nuestra familia y amigos. Y dile a San
Judas que ayude a Rene, po´que él ´tá sin esperanza.
Él gimió, pero todos los demás solo rieron.
Una vez empezaron a comer, Tee- John le preguntó a Francine, quien estaba
sentada a su lado.
―¿Cómo lo hacen exactamente las lesbianas?
Tante Lulu lo golpeó en el brazo con una cuchara de madera y dijo:
―Calla tu boca, chico. ―Ella probablemente le preguntaría lo mismo a
Francine más tarde, cuando estuvieran solas.
―¿Cómo están los planes para la fiesta de cumpleaños? ―preguntó Rachel. La
fiesta se iba a celebrar en una semana.
―Simplemente genial. Te diré todo después de comer ―respondió Charmaine.
Meneó sus cejas de una forma significativa, la cual Rene temió que de algún modo
lo involucrara, y añadió―: Grandes planes.
―¿Aún quieres que toque? Si es así, necesito contactar a los otros miembros de
Las Ratas del Pantano. ―Rene miró a Charmaine y su tía por confirmación.
Tante Lulu dijo:
―Si tú quieres, aunque vas a estar muy ocupa´o.
2
―¿Lo estaré?
47
Él pudo jurar que una sonrisa pasó por la mesa.
―Síp, y aún creo que deberías usar un esmoqui´ ―dijo tante Lulu.
―¿Por qué? ¿Todos los demás usaran esmoquin?
Sus hermanos se encogieron de hombros y miraron a tante Lulu, como si ella
fuera el líder de este circo.
―Bueno, quizá´ no necesitas un esmoqui´, pero vístete bien.
Después de cenar y limpiar, Rene echó a todos de su casa.
Agarró a su tía en el último minuto.
―Eso fue lindo de tu parte, pero ya no tienes que preocuparte por mí. Soy un
chico grande. Puedo cuidarme.
―Para mí siempre será´ un niño. ―Palmeó su mano y se puso de puntillas
para darle un abrazo.
―Tú no iras a Nueva York
―Pue´o ir si quiero. Además´ siempre quise ver la Estatua de la Liberta´ y el
vaquero desnudo en la calle Cuarenta y do´.
¡Qué combinación!
―Tú no iras cerca de Val bajo ninguna circunstancia.
―¿Por qué no?
Porque harás las cosas incluso peor de lo que ya están.
―Ella ni siquiera te agrada.
―No me agradaba al principio, pero ´ora me agrada.
El rodó los ojos.
―¿Por qué te agrada ahora?
―Porque la amas.

Invasión de ladrones de mente

Valerie debería estar en la cima del mundo. En su lugar, se sentía como si


estuviera en un hoyo.
2
Tenía un trabajo importante en un show importante que muy bien podría
48
rivalizar con lo mejor de Court TV. De hecho, ya había tenido ofertas de algunos de
sus exes tratando de robársela.
Todos los días de la semana había fiestas de cocteles y eventos importantes a
los cuales podía asistir. Dos hombres ideales la invitaron a salir, solo en esta semana.
Entonces, ¿qué hizo ella?
Trabajó de diez a doce horas al día y fue a casa sola para comer comida rápida,
parada en el mostrador de la cocina. Todo era lo mismo y aun así, era diferente.
Tenía este extraño sentimiento de asfixia cuando caminaba por la calle. Su
departamento parecía demasiado pequeño. Sus compañeros de trabajo parecían
falsos. Sabía que estaba todo en su mente, pero no podía evitarlo. Era miserable.
Echaba mucho de menos a Rene.
Y ni una vez él había intentado llamarla. Lo sabía porque lo primero que hizo
fue revisar su contestadora cuando llego a casa. Saltaba cada vez que el teléfono
sonaba en el trabajo o en casa.
Por supuesto, ella tampoco lo había llamado. Por supuesto le dijo que no la
llamara. Por supuesto nada había cambiado. Aun así…
Tenía que estar loca.
Por eso cuando, en el medio de la tarde, su secretaria la llamó para decirle:
―Tienes compañía.
Ella respondió de una manera despistada:
―¿Compañía?
―Sí. Ellos hablan como tú. Sureño.
Creí que me había deshecho de mi acento sureño.
―Y ese tipo… ¡whew! Todas las mujeres de este piso están abanicándose. El sur
seguramente podría volver a alzarse otra vez si tienen hombres como esos ahí abajo.
¡Rene! Fue su primer pensamiento. Sonrió, probablemente sonriendo como una
tonta, y dijo―Envíalo aquí―se puso de pie y estaba a punto de rodear al escritorio,
pero inmediatamente se hundió de nuevo en su silla con decepción.
No era Rene. Era Raoul Lanier, el cuñado de Rene con su esposa, Charmaine.
Y, oh mi Dios, tante Lulu.
―¡Sorpresa! ―dijo tante Lulu y vino alrededor del escritorio para darle un
abrazo.
Sorprendida no empezaba a expresar cómo se sentía. Destrozada. Sorprendida.
2
Confundida.
49
―Siento interrumpir de esta forma. ―Charmaine le dio un pequeño abrazo y
se hundió en una silla frente al escritorio―. Tante Lulu insistió en venir, y no
podíamos dejar que viniera sola.
Raoul medio se sentó en el brazo de la silla de su esposa. Agachando la cabeza
tímidamente, añadió:
―Solo estoy aquí de paso. ―Y, sí, el hombre estaba guapísimo con su
sombrero vaquero, botas y jeans ajustados. Podía ver por qué todas las mujeres de
la ciudad se desmayarían sobre él. Sin embargo, él no es Rene.
―¡Oh, no! ¿Le pasó algo a Rene? ―Eso debe ser el porqué vinieron hasta aquí,
para decirle en persona.
―Él ´tá bien. ―Tante Lulu estaba caminando alrededor de la gran oficina,
examinando todo, desde la jarra de agua plateada en el aparador al café en la cafetera
de alta tecnología, la cual olió y pareció considerarla inferior―. Se compró una casa
nueva, consiguió trabajo y tenía una bonita mujer durmiendo allí la última ve´ que
lo vi.
Charmaine y Raoul le dieron a tante Lulu una mirada interrogante, pero no
dijeron nada. Así que debía ser verdad.
―¿Rene está saliendo? ―Apenas podía decir las palabras a través del nudo en
su garganta.
―Seguro. ¿Tú no? ―preguntó tante Lulu, una expresión taimada en su rostro
arrugado. La vieja señora estaba usando sus ropas de ciudad hoy. Extravagante,
como siempre. Su cabello era un lío de rulos rubios. Usaba un pantalón rojo.
Poliéster, por supuesto. Zapatos blancos ortopédicos. Y llevaba un bolso de tela
decorado con cocodrilos animados que proclamaban, Orgullo Cajún.
―He estado muy ocupada para las citas. ―Pero lo haré, puedes estar seguro de
eso. ¡Rata infiel!―. ¿Qué los trae a la ciudad?
―Tu ―dijeron juntos Charmaine y Raoul.
―Quiero ver la Estatua de la Liberta´ y el vaquero desnudo antes de morir
―respondió tante Lulu al mismo tiempo.
¡Uh-oh!
―¿Estás planeando morir pronto?
―Tú nunca sabes. Tengo casi ochenta. Por cierto, vendrás a mi fiesta de
cumpleaños la próxima semana, ¿no?
―Oh, no lo sé. Considerando las circuns… 2
50
Tante Lulu negó con fuerza.
―Lo prometiste.
―Pero la situación entonces era diferente.
―Lo prometiste.
―Mira, sería incómodo para mí con Rene allí.
―Habrá unas trescientas personas. Sin duda, una chica inteligente como tú
puede evitarlo si quiere ―ofreció Charmaine, incluso aunque su esposo le dio una
mirada incrédula.
―Realmente quiero que vengas ―dijo tante Lulu sinceramente―. ¿No puedes
hace´lo por mí?
―Oh, está bien ―espetó―. Pero será mejor que no me encuentre con Rene, y
estoy segura como el infierno que no lo veré con alguna mujerzuela colgando de él.
―Él estará solo ―le aseguró tante Lulu―. Y puedes esconderte de él to´o lo
que quieras.
Entonces todos sonrieron, incluso Valerie. Por alguna razón, un peso fue
levantado de ella. Volveré. Una última vez. No importa por qué. Regresaré.
―¿No sé supone que llames a Richard Simmons? ―preguntó la anciana―.
Tenemos una zona especial creada fuera de la sala con altavoces y to´o para
“Sudando con las Viejecitas”.

Eso es simplemente genial.

Valerie se tomó libre el resto del viernes y pasó la tarde y la tarde del sábado
mostrándoles la ciudad a los tres visitantes. Hizo todas las cosas turísticas que nunca
había hecho, la Estatua de la Libertad, el Edificio Empire State, la Catedral San
Patrick, el Rockefeller Center, paseó por Brodway y la Quinta Avenida, y, sí, y quizás
se comió un poco con los ojos al vaquero sin ropa interior. Había escuchado a
algunas mujeres murmurar que preferían ver a Raoul desnudo que al tipo allí afuera.
Charmaine solo sonrió al rostro ruborizado de Raoul, como si dijera “Este vaquero
desnudo es todo mío”.
Valerie realmente disfrutó, viendo la ciudad a través de sus ojos.
2
Curiosamente, ella estaba haciendo las comparaciones. El aire era más dulce en el
51
pantano. Las flores eran más exuberantes. La gente más genuina. La vida era más
simple.
Más de una vez esa semana, se sintió como si estuviera volviéndose loca. Su
mundo fue puesto cabeza arriba. Todo lo que creía y valoraba, de repente, parecía
sin importancia. Síp, su mente estaba derritiéndose bajo el diluvio de la gente sureña.
Más que nada, seguía mirando a Charmaine y Raoul y cómo su amor por el
otro era aparente en todo lo que hacían. La forma en la que a menudo se miraban.
Cómo se tocaban a menudo.
Cómo trataban de complacerse. Charmaine creía que Raoul caminaba sobre el
agua; Raoul creía que Charmaine era un regalo de Dios para los hombres. Y aun así,
eran tan diferentes, en sus apariencias, estilos de vida, sueños, todo.
―¿Cómo? ―le preguntó a Charmaine cuando estaban en el baño de damas en
el restaurante―. ¿Cómo pueden dos personas tan diferentes manejar una vida
juntos?
Charmaine se encogió de hombros.
―Nos amamos. El amor verdadero encuentra una forma.
Esa enigmática respuesta no le dijo nada a Valerie. Era como una tarjeta
Hallmark.
El amor conquista todo. Lo cual su mente tradujo a “¡Bull!”
El domingo por la tarde, Valerie estaba despidiéndose de los tres frente a su
hotel, donde estaban esperando una limosina para llevarlos al aeropuerto. Tante
Lulu estaba sentada en un banco de piedra junto a ella.
―Promete que vendrás a mi fiesta la próxima semana ―insistió tante Lulu por
cerca de la centésima vez.
―Lo prometo.
La anciana asintió.
―Solo quiero saber una cosa. ¿Amas a Rene?
Valerie no tuvo que pensar.
―Sí, pero…
―Eso e´ to´ lo que necesito saber. ―Tante Lulu apretó su mano―. To´o se
solucionará. Ya verás.
―No, no lo hará.
―Shhh. Ahora to´o está en las manos de San Judas.
2
52
Capítulo 20

Feliz cumpleaños a mí

Louise Rivard inspeccionó los terrenos del club de veteranos y a todas las
personas que habían venido a celebrar su octogésimo cumpleaños.
Había un bar y una pista de baile armada dentro, todo decorado de una forma
festiva con un banner gigante proclamando, Feliz Cumpleaños tante Lulu.
Afuera había carpas por los alrededores y tablas y mesas alquiladas.
Cosas pomposas. Todos los tipos de comida cajún fueron ofrecidos: langosta 2
con docenas de acompañamientos diferentes, tres tipos de paella, cuatro tipos de 53
gumbo, frijoles y arroz, morcilla, salame, pescado asado, dedos de pescado, jamón y
salsa, sémola con mantequilla, un gran lio de brócoli, limping Susan21, pollo, arroz
sucio, ocra frito, pralinés, beignets 22, torta tipsy, tostadas francesas, budín de pan,
pan de maíz, incluso filete de cocodrilo.
Ella usaba ropa de fiesta hoy, un bonito vestido floreado violeta que había
comprado especialmente para este evento en el Wal-Mart, combinado con unos
zapatos violetas, los cuales aplastaban los dedos de sus pies y pronto serían
remplazados por pantuflas una vez el baile empezara, y perlas, las cuales Luc y Slvie
le habían regalado.
Charmaine había hecho su cabello suaves ondas marrones y aplicó un “sutil
maquillaje”, lo que sea que eso significara. Incluso sus uñas de las manos y dedos
habían sido pintadas de un suave color rosa, a pesar de que ella quería “Rojo
lascivo”.

21 Limping Susan: plato sureño hecho de arroz y porotos.


3. Beignet es un dulce que se elabora mojando una fruta o una verdura en una masa bastante líquida
y friéndola en aceite.
Trajo sus ropas de ejercicio en una bolsa de plástico, solo en caso de que tú
sabes quién apareciera. Todos le decían que no tuviera esperanza, pero ella le rezó a
San Judas. Él podía hacer lo que sea.
La banda de Rene, Las Ratas del Pantano, estaban alternando con otra banda
cajún en proveerle entretenimiento a la multitud. Probablemente, más tarde se
pondrías más ruidosos, esperaba eso. ¿Qué era una fiesta cajún sin un poco de
alboroto?
Trescientas personas habían venido a desearle lo mejor, la mayoría de ellos
buenos amigos. Tocó muchas vidas a través de los años, tanto como traiteur como
residente a largo plazo. Los más importantes aquí eran todos sus nietos y bisnietos.
Así es como consideraba ellas a los chicos LeDeux y a Charmaine, aunque ella nunca
dio a luz a ninguno de ellos. Había sido una madre para ellos como cualquiera podía
ser, habiendo decidido hace mucho tiempo que ese debía ser el plan de Dios para
ella.
Y hablando de los planes de Dios y el milagro de San Judas funcionando,
¿Dónde estaba Valerie? Ella prometió que vendría. Ves, ahí estaba Rene caminando
hacia ella, vestido con un bonito pantalón marrón, una camisa azul y una chaqueta
azul oscura.
2
Un aceptable atuendo de boda, en su opinión. No era un esmoquin, pero era lo 54
suficientemente bueno.
Él le sonrió, pero podía ver su dolor.
―¿Cómo ´tás haciéndolo, dulzura? ―le preguntó, inclinándose y dándole un
cálido abrazo.
Mirando sobre su hombro vio algo, levantó la vista al cielo, y susurró.
―Gracias.
―¿Qué dijiste? ―preguntó Rene, enderezando el cuello de su vestido.
―Solo que tengo un regalo pa´ ti, cariño.
―¿Para mí? ―Frunció el ceño―. Es tu cumpleaños. Tú eres la que recibes
regalos no yo.
Ella negó.
―¡Uh-Uh! En mi fiesta, tambié´ me gusta da´ regalos. Tu regalo ´tá justo allí.
Rene se volteó y jadeó.
Era Valerie. Y ella estaba usando el vestido perfecto para una fiesta de
cumpleaños/boda. Era blanco.
¿Te casarías conmigo, nena… JUSTO AHORA?

El corazón de Rene se contrajo, su sangre corrió, y sus ojos ardieron mientras


miraba a Val a través del terreno.
Estaba usando el ceñido vestido blanco “follame” que usó en su última noche
en Nueva York. Oh, eso era bajo, ¡un golpe bajo! Especialmente, ya que era un día
húmedo, y el vestido se pegaba como loco.
¡Jodidamente increíble!
Ella aun no lo había notado. Parecía estar escaneando la multitud por alguien,
probablemente tante Lulu, quien repentinamente había desaparecido de su lado.
Mataré a mi tía si tuvo algo que ver con esto. ¿No sabe cuán difícil había sido esto para mí?
¿No sabe lo que esto me va a costar?
Nunca en un millón de años creyó que ella vendría. No después que
rompieron. ¿En que estaba ella pensando? Fue ella quien había enfatizado la
importancia de las rupturas limpias. ¿Tenía una vena cruel? ¿Podría posiblemente ser 2
un cubo de hielo después de todo? No, no podía ser eso. 55
Aun así, lucía genial.
Justo entonces, sus ojos atraparon su mirada… y la sostuvo. Comenzaron a
caminar hacia el otro, lentamente. Eso le dio tiempo de notar el movimiento de su
vestido alrededor de su cuerpo, el brillo de su lápiz labial, las lágrimas en sus ojos.
¿Lágrimas? ¿Por qué está llorando? Yo soy quien debería estar llorando.
―Val… ―dijo.
―Rene… ―dijo ella al mismo tiempo.
No hagas el ridículo, Rene. Junta tu mierda y actúa como un hombre.
―¿Qué estás haciendo…?, quiero decir, nunca creí… por qué…
―Tu tía me hizo prometer que vendría. Cuando vino a Nueva York la semana
pasada. ―Sus ojos oscuros fueron de un lado a otro. Ella estaba tan nerviosa y
avergonzada como él.
Él gimió.
―¿En serio fue a Nueva York? ¡Mierda! Lamento si te molestó. ―Solo podía a
imaginar a su tía en la ciudad. La Gran Manzana quizás no se recuperara.
Val ondeó una mano.
―Sin problema. Disfruté teniéndola.
―Luces bien. ―Y, hombre, eso era un eufemismo.
―Tú también.
¿Lo hago? No me siento bien.
―Oí que has estado saliendo.
―¿Huh? ¿Quién te dijo eso? Olvídalo. Puedo adivinar. ―¿Está celosa? ¿O solo
haciendo conversación?―. La verdad es, salí una vez y fue un desastre.
Ella alzó sus cejas.
―Ella se quedó a dormir.
Casi se rió de las obvias maquinaciones de su querida vieja tía. Lástima que se
desperdiciaran.
―Oh, ¡eso! Solo fue Francine. Ella me llevó a casa porque estaba muy borracho
para conducir.
―¿Francine? ¿La lesbiana? ―Sus ojos se ampliaron con sorpresa.
Él asintió.
Val sonrió como si eso la hiciera feliz. 2
56
¿Qué demonios está sucediendo aquí? Val tenía que estar aquí por tante Lulu. Si era
por mí, hubiera llamado antes. No eleves tus esperanzas. Solo sé casual. Amigos. Eso es lo
que somos ahora. ¡Hah!
―Compré la casa. ―Brillante. ¿Por qué no hablo del clima?
Pareció aprobarlo, aunque por qué lo haría o por qué importaría no podía
entrar en su nublado cerebro.
―Renuncié a mi empleo ―le dijo ella.
―¿Por qué? ¿Qué harás ahora? ―¡Moun Dieu! ¿Alguna vez seré capaz de entender
a esta mujer? Me dejó porque su trabajo era tan importante, me rompió en dos, y ahora dice
que renunció su trabajo. ¿Qué demonios está sucediendo aquí?
―No lo sé. Depende…
―¿De qué? ―Su corazón estaba realmente corriendo ahora.
No tuvo oportunidad de responder porque todos fueron llamados dentro para
cantar “Feliz cumpleaños” a su tía. Mientras caminaban lado a lado, Val deslizó su
mano en la suya y entrelazó sus dedos. Él la miró pero ella estaba mirando al frente.
Lucía tan asustada como él se sentía. Pero donde sus palmas estaban unidas, juró
sentir sus dos latidos latiendo juntos.
Por primera vez en semanas, comenzó a sentirse esperanzado. Por favor, Dios,
por favor, San Judas, todos ustedes, por favor… por favor… por favor…
Tante Lulu estaba en el escenario con Luc, Sylvie, Remy, Rachel, Tee-John,
Charmaine y Rusty. Se supone que él debía estar allí arriba, también, pero ahora era
demasiado tarde. Un pastel gigante con ochenta velas estaba encendido, y los
trescientos más ellos comenzaron a cantar “Feliz Cumpleaños”. Era un momento
fuera de tiempo.
Algo que todos recordarían, y solo porque un fotógrafo estaba sacando fotos.
Entonces, notó una cosa extraña. Todos sus hermanos y Rusty estaban usando
trajes y las damas tenían puestos vestidos muy respetables, incluso Charmaine. Y
había un sacerdote en el fondo, también.
Cuando la canción terminó y tante Lulu, con la ayuda de la familia, sopló todas
las velas, se acercó al micrófono y llamó al silencio.
―Gracias a to´os por veni´ a mi fiesta. Pero tengo una sorpresa pa´ustede´ hoy.
Tendremos una boda sorpresa. Aquí y ahora.
―¿Huh? ―Esto era una noticia para él. Además, ¿cómo tenía alguien una boda
sorpresa? ¡Oh, Dios mío!
2
Todos estaban girándose para mirarlo. Ellos no lo harían. No podían. ¡Oh, mierda! 57
Acabo de ser atrapado por mi familia. Espero que sea solo una broma.
―¿Rene? ―preguntó Val―. ¿Qué está sucediendo? ―Había pánico en sus
ojos.
Él también se sentía un poco aterrorizado también.
―Creo que planearon una boda para nosotros. ―¿Hay alguna grieta en el piso o
algún lugar por el que pueda caer?
La multitud comenzó a aplaudir, a gritar felicitaciones y gritos rebeldes.
Val hizo una especie de gemido y se acurrucó más cerca. O quizás fue él.
Mientras tanto, un pasillo estaba siendo abierto, las sillas estaban colocándose
en filas y el escenario siendo transformado en un altar. De pronto, las mujeres tenían
ramos en sus manos, y las niñas de Luc y Sylvie, vestidas con hermosos vestidos
blancos largos, se unieron a ellas.
¿Es esto posible? ¿En verdad mi tonta familia cree que puede hacer una boda sorpresa
a alguien?
―¿Qué? ―chilló. Girándose hacia Rene, dijo―: No pueden hacer eso,
¿verdad?
¿Quién demonios sabe?
―Me ocuparé de ello. Me ocuparé de ello ―dijo para tranquilizarla.
―¿Cómo?
¿Quién demonios sabe?
Ahora todos estaban callados, mirándolos expectantes.
―¿Rene? ―pinchó―. ¿Qué debemos hacer?
―No sé. Dame una oportunidad de pensar.
Tante Lulu se estaba dirigiendo a ellos con una enorme sonrisa en su rostro,
cargando un ramo de bodas.
Charmaine estaba a su lado llevando un velo de novia; su sonrisa era una
nerviosa. Debía serlo. Luc, presumiblemente su hombre de honor, el traidor, estaba
llevando una caja de añillo. Luc se encogió de hombros con el ceño fruncido que
Rene le disparó.
―Vayamos fuera donde podemos arreglar esto en privado ―sugirió. Quizás
entonces podremos fugarnos… como a Nebraska.
Val asintió.
Levantó una mano hacia su familia, quienes estuvieron a punto de seguirlos.
2
Se detuvieron, pero Luc le entregó un papel pergamino y la caja del anillo.
58
―Por si acaso ―dijo, palmeándolo en el hombro―. Da tu mejor intento
hermano. Tú puedes hacerlo.
No, no puedo. No soy tan suave.
―¿Ustedes están locos? ―dijo, negando mientras salía con Val.
Fueron a la vuelta del edificio y detrás de un roble gigante. Estaban escondidos
de la vista. Ella sacó su mano de la suya. No es una buena señal.
―¿Cómo pudiste Rene?
Levantó ambas manos.
―Oye, estoy tan sorprendido como tú.
―¿Cómo pudieron ellos?
Porque son quienes son.
―Estoy seguro que sus intenciones eran buenas, pero tendré que matarlos de
todos modos.
Ella asintió y miró el papel en su mano.
―¿Qué es eso?
La abrió y rió.
―Nuestra licencia de matrimonio, toda firmada y certificada, como legal.
Siendo la abogada que ella era, medio esperaba que dijera que no podía ser
legal. Pero no lo hizo. ¡Whoo-chico!
Debe ser real. Probablemente deberíamos estar riendo sobre esto, pero de repente tengo
ganas de llorar.
Ella tampoco estaba riendo.
―¿Y eso? ―Señaló la vieja caja de joyería en su otra mano.
Sabía lo que era sin abrirla. Dentro estaba un anillo de compromiso para mujer
y un anillo de bodas, junto al anillo de bodas masculino.
―Pertenecían a mis bisabuelos.
Ella suspiró y los tocó con admiración.
―¿Qué vamos a hacer?
―Entraré y anunciaré que es una broma, que no habrá boda después de todo.
―Su corazón cayó como peso plomo en su pecho. ¡Hablar de poner un cierre de
clase mundial en una relación!
―Tante Lulu estará tan decepcionada ―dijo.
2
¿No es esa la verdad? ¡Gran cosa! 59
―Si, bueno, ¿qué más podemos hacer?
Los ojos de ella de repente se llenaron de lágrimas.
No puedo malditamente manejar lágrimas en este punto. Solo no puedo. Se estiró y
limpió una enorme con su pulgar.
―Podríamos casarnos ―sugirió ella en una voz tan suave que apenas la
escuchó.
De pronto, se sintió mareado, y su corazón latió tan rápido que apenas podía
respirar. Este sería el momento, San Judas.
Te escucho, replicó esa voz en su cabeza.
―No te burles de mí, Val. Estoy un poco frágil estos días. Sin decir lo que
podría hacer. Como… como ponerme de rodillas y suplicar que te cases conmigo.
Ella intentó sonreír, pero falló.
―Eso quizás sea… interesante.
Está sucediendo. Está sucediendo. ¡Gracias, Dios!
―Val, ¿me amas?
―Eso nunca estuvo en duda.
Estaba empezando a pensar… estaba comenzando a tener esperanza. ¡Oh,
infiernos! ¿Qué tengo que perder? Se dejó caer de rodillas en el césped, tomó una de
sus manos en las suyas, y preguntó:
―Valerie Breaux, ¿te casarías conmigo?
Ella se dejó caer de rodillas frente a él, sin preocuparse por las manchas de
hierba, y tomo su otra mano, también.
―Creí que nunca lo preguntarías.
Deslizó el anillo de bodas en su dedo. Ahora había lágrimas en los ojos de
ambos.
―Sí. Genial, ¿huh? ―respondió ella.
La besó, amorosamente, para cerrar la promesa. Luego se pusieron de pie,
apoyándose contra el árbol.
―¿Cómo vamos a manejar este matrimonio? ¿Larga distancia?
―No. Eso no funcionaria. Intentaré mudarme de regreso aquí y encontrar
trabajo.
2
No podían dejar de tocarse mientras hablaban.
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―Está bien, ese es un gran compromiso. Por mi parte, estoy de acuerdo en no
tener hijos. Me haré una vasectomía. ―¡Oh, mierda! ¡Oh, bueno!
―Rene, nunca dije que no quería tener un hijo contigo.
―¿No lo hiciste? ―Tengo que aclarar mi cerebro. Sigo recibiendo todas estas señales
mezcladas.
Ella negó.
―Dejé de tomar las píldoras anticonceptivas el día que renuncié a mi trabajo.
Comprensión y esperanza florecieron en él.
―Entonces la única cosa que puedo ofrecerte es a mí. ―Eso sonó cursi como el
infierno, pero lo dije en serio―. Te amaré todos los días de tu vida. Te haré sonreír
cuando despiertes y cuando vayas a dormir, y en la cama. Traeré música a tu vida.
Te daré un bebé, si quieres.
Ella tocó su mejilla.
―Val, intentemos y hagamos que esto funcione.
Se besaron otra vez. Y besaron. Y besaron.
Antes que la ceremonia tomara lugar, hubo una discusión sobre quién debería
hacer qué. Fue decidido que Luc sería el padrino de Rene, y los otros hermanos
serían acompañantes, junto con los niños de nueve años, Evan y Stephan, quienes
Remy y Rachel estaban en el proceso de adoptar.
Charmaine, Rachel, y Sylvie serían damas de honor. Las niñitas de Luc,
Blanche Marie, Camille, y Jeanette serían las chicas de las flores.
A Rene y Val no podría haberles importado menos quién hacía qué. Estaban
sonriéndose porque en verdad iban a hacer esta cosa escandalosa y maravillosa.
La sorpresa más grande para todos, excepto para tante Lulu, por supuesto,
vino cuando alguien preguntó:
―¿Quién entregará a la novia?
Un hombre de cabello gris, impecablemente vestido en un traje europeo, salió
de la multitud y dijo:
―Yo lo haré.
Era el padre de Val. El padre y la hija se abrazaron cálidamente e intentaron
expresar cuánto se habían extrañado.
Rene vocalizó las palabras “Gracias” a tante Lulu a través del camino, y ella 2
solo asintió. Amo a la vieja bruja. En verdad lo hago. 61
Henri Breaux había vuelto a Luisiana ante las insistencias de tante Lulu para
reconectar con su hija.
Hubo muchos besos y llantos, pero se decidió posponer las explicaciones hasta
después de que se realizara la boda. El sacerdote estaba golpeando su pie en el
“altar”. Tenía que regresar a la iglesia para la misa vespertina.
Y así fue que Houma, Luisiana, tuvo su primera boda sorpresa. Nadie estaba
sorprendido. Esos locos LeDeuxs siempre estaban tramando algo. Los periódicos
probablemente informarían que fue un divertido amorío cajún, lo cual significó que
todos se habían divertido.
La cosa más extraña sucedió entonces. Richard Simmons apareció. Pero, no,
eso no era correcto. Cuatro Richards Simmons aparecieron. Rene se volvió hacia Val
en pregunta, y ella solo se encogió de hombros.
―Contacté al representante de Richard, pero no estaba seguro si él podría
venir. ―Fue el turno de Rene para encogerse de hombros. Resulta que, Charmaine,
Remy, y Luc habían también, sin saber lo que el otro estaba haciendo, contratado
imitadores de Richard Simmons para que vinieran a la fiesta. Nadie podía estar
seguro de si el Richard Simmons real estaba ahí, porque todos clamaban ser él. De
todos modos, mucha gente se divirtió ejercitándose fuera en las colchonetas
especiales. Y luego, los Richards vinieron a unirse a la fiesta dentro. Tante Lulu
estaba fuera de sí de la alegría.
Hacia el final de la tarde, Rene observó con diversión mientras tante Lulu se
acercaba a Tee-John, quien estaba bailando sucio, al estilo cajún, con alguna pequeña
fulana del pantano. Él probablemente había estado probando el ponche para
adultos.
―Bueno, tú sigue’ ―le dijo―. Es mejo’ que empiece con tu baúl del ajua’.
―Tante Lulu, sólo tengo dieciséis años.
―Aún tengo algo de chasqui’o en mis ligue’os. Supongo que voy a tene’ que
queda’me po’aquí po’ otros diez años más o meno´, para asegura’me que elijas a la
chica adecua’a.
Todos rieron porque probablemente ella hiciera justo eso. ¡Y qué trabajo sería
ese! Tee-John LeDeux era seguro el más salvaje del grupo, “más salvaje que un
puerco en un huerto de duraznos” diría su tía.
En un punto, Luc hizo un brindis para felicitar a Rene por poner fin a dos años
a la sequía sexual de Valerie. Todos rieron y comentaron que los LeDeuxs eran
conocidos por discutir cosas privadas en público.
2
Valerie estaba acostumbrándose a ello, aparentemente, porque ni siquiera se 62
sonrojó, solo se inclinó hacia él para darle cerca del beso número cien del día, el cual
le gustó… mucho.
Una cosa extraña sucedió en el medio de la noche. Rene estaba disculpándose
con Val por no tener un regalo de boda para ella.
―No te preocupes, cariño ―dijo ella―. Tengo uno que nos servirá como regalo
del novio y de la novia.
Resultó que eran un par de esposas de terciopelo rosa, que ella sacó de su bolso.
Soltó una risa. Mi Val siempre se las arregla para conseguir la última palabra.
Rene tenía que admitir que él y su esposa eran una pareja sexy en su propia
boda. Infiernos, comenzaron a hacer el amor en su propia forma especial incluso
mientras bailaban toda la noche. Poco sabían entonces, que su bebé nacería nueve
meses después.
Su nombre sería Jude.
Epílogo

Cinco años más tarde, y aún en el maldito calor

Rene y Valerie LeDeux eran la pareja perfecta, pero, lo más importante es que
todavía se amaban con pasión. Algunas personas decían que ellos le dieron un
nuevo significado al vapor caliente del pantano. Tenían dos hijos, Jude y Louise, a
quien le dieron el nombre por tanta Lulu, quien todavía estaba fuerte.
Su documental sobre el bayou en el IRC había sido un gran éxito. Tante Lulu
incluso tuvo por un tiempo un sitio web para su club de fans. Como resultado de
sus informes, se llevaron a cabo algunos cambios ―no muchos―, pero cada 2
pequeño cambio era importante en la carrera por salvar a los humedales. 63
Algunas fundaciones de caridad habían querido que Rene posara para uno de
sus calendarios. Él los rechazó educadamente. Pero más tarde, le había dicho a su
esposa:
―Posaré para ti en cualquier momento, chere.
A lo que ella había respondido:
―Sólo si usas las esposas de terciopelo.
La cabaña de Rene en el pantano había sido reconstruida hace dos años con el
dinero obtenido por el acuerdo con la compañía de petróleo y los desarrolladores.
Él, Val y los niños iban allí periódicamente para alejarse de la ciudad, que por estos
días, era Houma.
Rene estaba enseñando ciencias en la escuela secundaria y lo amaba. Había
logrado su doctorado y se limitaba a sonreír cuando alguien lo llamaba Dr. LeDeux.
Continuaba trabajando con avidez en la restauración del bayou. Se presentaba con
Las Ratas del Pantano en ocasiones, sólo por diversión, estaba enseñando a Jude a
tocar el acordeón y a sus dos hijos a bailar.
Valerie comenzó su propia empresa de consultoría jurídica, con sede en
Houma y había escrito un libro sobre el arte de leer a la gente. A menudo era invitada
tanto a Trial TV como a Court TV.
El padre de Valerie los visitaba con frecuencia en su hermosa casa en el Bayou
Negro. Valerie nunca se reconcilió con su madre, pero tenía una tenue relación con
sus tías, que estaban haciendo montones de dinero con el té Juju. En esta, su quinta
fiesta de aniversario, que, por supuesto, también era el cumpleaños de tante Lulu,
estaban en la cubierta, admirando el pantano que a todos les encantaba.
Era un magnífico día de septiembre, no demasiado húmedo y el aroma de
magnolia y buganvillas flotaba hacia ellos en una ligera brisa.
―E´ por esto que Dios nos puso en la tierra ―proclamó tante Lulu de repente.
Todos se volvieron para mirarla.
―Familia… y amor. Esas son las cosas má´ importantes en la vi´a.
¿Quién puede discutir con eso?

2
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Pink Jinx

(Jinx #1, Cajún #5)

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De la premiada autora del best-seller “The Red Hot Cajun”, llega este nuevo
picante y sexy romance sobre una mujer, su antiguo esposo, una búsqueda de
diamantes rosas y un anciano Cajún casamentero.
La provocadora y puritana abogada de Boston, Veronica “Ronnie” Jinkowsky,
sabe que pasa algo sospechoso cuando su distante abuelo la atrae hacia su negocio
de cazador de tesoros en Nueva Jersey con tristes cuentos de viejo y bancarrota.
Pero nunca esperó que el rudo perro viejo la forzara a ir a la caza de diamantes
rosas acompañada de su cuatro veces ex marido y jugador de póquer, Jake Jensen.
Atrapada… Apostar su corazón a Jake siempre fue una proposición perdida,
sin embargo, sólo la vista de su mirada de ojos azules todavía es suficiente para
derretir su resolución de acero. Ahora, Ronnie está en una aventura en alta mar que
contiene gemas perdidas, un barco perdido y un amor perdido… por no mencionar
a una viuda de la mafia, sus dos matones y un anciano Cajún casamentero. ¡Y caer
por última vez! Atrapada con el hombre con el que nunca podría aprender a vivir
―y sin el que nunca sería feliz―, ¿está Ronnie destinada a estar maldita para
siempre en asuntos del corazón?
Sandra Hill

Sandra Hill vive en medio del caos, rodeada por un


marido, cuatro hijos, una novia viviendo con ellos, dos
nietos, un pastor alemán macho del tamaño de un caballo,
y cinco gatos. Cada uno es más escandaloso que el otro.
A veces, otros tres perros vienen de visita. No es de
extrañar que ella haya desarrollado un sentido del humor
surrealista. Y el desorden es interminable: palos de golf,
esquís, equipo de lucha libre, bates de béisbol y guantes,
raquetas de tenis, cuerdas de escalada de montaña, cañas
de pescar, bicicletas, equipo de ejercicio…
2
Sandra y su esposo Robert, un corredor de bolsa, 66
poseen dos cabañas sobre una corriente de agua
mundialmente reconocida por la pesca (las cuales se
supone que son refugios), dos condominios en Myrtle
Beach (que están demasiado lejos para ser utilizados), y siete tiendas de Domino's
Pizza (¡no preguntes!) Uno de los hijos y su pareja tuvieron a su primer nieto en su
casa con una partera Amish. Otro hijo dice que no quiere casarse con su novia de
toda la vida a menos que puedan tener una boda estilo Star Wars. Otro de sus hijos
a los veintitrés años se considera el Donald Trump del centro de Pensilvania. Un
cuarto hijo… bueno, ya captan la imagen.
Robert y Sandra aman a sus hijos con locura, pero Robert dice que son unos
boomerangs: Ellos siguen regresando. Sandra dice que debe ser una señal de los
buenos padres que son, que los chicos quieran estar con ellos.
No es de extrañar que a Sandra le guste escaparse a la biblioteca en su casa,
que por suerte es insonorizada, donde puede deleitarse en el mundo más sano con
las risas de sus cajunes. Cuando otros les preguntan dónde consigue Sandra su
maravilloso sentido del humor, su esposo y sus hijos sólo se quedan con la boca
abierta. Ellos no piensan que ella sea divertida en lo más mínimo.
Sandra es una de las autoras más vendidas del USA Today, New York Times
y el Waldenbooks, con diecisiete novelas y cuatro novelas cortas. Todos sus libros
son cargantes en humor y chisporroteantes.
Poco saben el marido de Sandra y sus hijos lo que ella hace en esa biblioteca.

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