Antologia Del Teato Experimental en Bogotá (1995)
Antologia Del Teato Experimental en Bogotá (1995)
Antologia Del Teato Experimental en Bogotá (1995)
experimental en Bogotá
(1995)
De Fernando Duque Mesa
Mario Lucarda
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ciales de Bumer y Fritz han sido trastoca- embargo viste de jugador de golf, lo que
dos, sino también el tiempo, que aparece bien podría significar su posición social
como habiendo transcurrido cinco años elevada y su relación con el poder. Fritz
desde que Aldo perdió el conocimiento. va seguido por Bumer en el ya iniciado
El desarrollo de los próximos cuadros re- papel de acólito. Con este aspecto, Fritz
forzará paulatinamente la tergiversación atiende a Aldo y parece querer respon-
de referentes familiares, para mostrarnos der a todas las preguntas que le haga él,
diferentes situaciones sociales desde su con un trato tan amable y cordial, que
perspectiva absurda y en caricatura. provoca el enfurecimiento de Bumer. La
v. el regreso de alicia cólera de Bumer, que estalla en insultos
Evidentemente no nos sorprende cuan- e improperios, le produce un colapso y
do en el cuadro quinto Alicia aparece con Bumer muere. Fritz se apresura a vestir
un niño de cinco años. No nos sorprende a Aldo con el atuendo de chófer que ca-
tampoco que Alicia y Aldo celebren su racterizaba a Bumer. Aldo se resiste, pero
encuentro abrazándose con el cariño de Fritz, irritado por sus reticencias, le dice
unos enamorados. Pero sí que nos sor- que es su última oportunidad aunque el
prenderá oír de labios de Alicia que el trabajo sea duro. Aldo queda nuevamente
niño presente, Marcos, es hijo de Aldo, solo, desconcertado, pero otra vez ante la
pues todos sabemos que no lo es. Entre presión de las circunstancias ha vuelto a
palabras y palabras cada vez más absurdas no saber decir que no. El valor de la vida,
entre Alicia y Aldo, Aldo está por aceptar en este caso la vida de Bumer, no tiene
la situación —el hombre que no sabe de- importancia, lo que importa es el papel
cir no— pero insiste en tratar de enten- que cada uno tiene en esa sociedad donde
der qué es lo que está pasando. El niño unos mandan y los otros obedecen; unos
rompe en llanto y sale corriendo, y Alicia, que saben cómo van las cosas y otros que
de palabra en palabra —mezclando sen- sin entender nada van siendo arrastrados
tido y absurdo—, abandona furibunda de un lado para otro, víctimas del juego
a Aldo en el desolado paraje de la repre- incomprensible que aquellos montaron.
sentación. Por fin solo, Aldo decide hacer La amenaza de una tempestad se cierne
recuento de su situación y comienza por de nuevo sobre el escenario, y durante
inventariar los objetos que había puesto todo el cuadro esta amenaza obliga a ac-
en su maleta. Con gran sorpresa com- tuar rápidamente y decidir con prontitud
prueba que los objetos allí guardados son antes de que estalle.
y no son los objetos que él había metido, vii. los juegos de alicia
el estado de los objetos es diferente, y en Alicia, que pertenece al grupo de los
lo tocante a sus documentos de identidad que entienden la maraña de este juego,
aparece sorprendentemente su profesión aparece en el siguiente cuadro y propone
con el rótulo de «explorador». a Aldo jugar y, como siempre, jugar en
vi. la primera muerte de bumer este espacio y en este tiempo trastocados.
En el cuadro sexto Fritz sigue mante- El juego que le propone es el de jugar al
niendo su última personalidad así como juego de las preguntas, un juego en el que
al parecer su profesión de médico, y sin no hay preguntas, hay palabras, palabras
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que requieren una asociación, ya que hay meditados antes de emprenderlos. Pero
que contestar a estas palabras con otras el empuje de las situaciones arrastra una
palabras y rápidamente. Aldo se resiste, vez más a Aldo y cuando le preguntan si
pero Alicia lo acorrala en la palabra «de- quiere a Alicia no puede sino responder
cisión», decidir si quedarse aquí o irse, según sus sentimientos, diciendo el «sí»
es decir, regresar al lugar de donde vino. del ritual. De nuevo, Aldo, «el hombre
Aquí, Alicia inicia una propuesta de alte- que no sabe decir no», ante la sorpresa de
ridad con Aldo, donde Aldo debería po- que Bumer se haya convertido en obispo
nerse en el lugar de Alicia. Se trata de una y presionado por Alicia, que está en el cír-
renuncia de sí mismo por parte de Aldo, culo de Bumer y Fritz, es manejado con-
que todos pensamos que puede, sin sos- tra su voluntad. Como antes, en los tres
pecha, considerarse un acto de amor ha- primeros cuadros, apareció Bumer con el
cia Alicia. En este momento de proximi- cariz manifiesto de los símbolos del hom-
dad física y mental, cuando los afectos de bre de riqueza y de poder, y como luego
ambos parecen confluir, Alicia entreve en aparece Fritz con los símbolos de la Cien-
la lejanía de este lugar desolado una gran cia en manos del poder, ahora aparece
ciudad, la gran ciudad a la que, dice, los Bumer bajo los rasgos de los que ejercen
que son como Aldo quieren llegar. Alicia el poder por la Religión y Fritz simboli-
va entreviendo la ciudad cada vez con ma- zando la legalidad que el mismo poder
yor claridad hasta sus menores detalles, la dictó.
ciudad que necesita a los que son como Bajo la presión de estos poderes, Aldo,
Aldo y a su vez los rechaza. Pero Aldo no el hombre común, inerme y vulnerable,
puede verla, mientras intuye que ésta es es sometido a la voluntad del poder y «no
la ciudad donde muere la memoria. Aldo sabe decir no», como no sabía hacerlo
no puede verla, apenas un borroso res- tampoco el protagonista de Un hombre es
plandor; Alicia lamenta la incapacidad de un hombre, en la obra de Bertolt Brecht.
Aldo. Pero Aldo sabe que esta es la ciudad Tras la boda religiosa sigue la fiesta donde
que lo ha de lanzar hacia un futuro desco- Bumer, bajo los efectos del alcohol, pier-
nocido que lo transformará, arrancando de por completo los estribos y es castiga-
de cuajo todas sus raíces, arrancando su do bajo las recriminaciones de Fritz, la
memoria y sus recuerdos. Esta es la ciu- autoridad civil. Ahora es cuando Bumer,
dad de la alienación, donde sus habitan- en un derroche de energía desbocada,
tes se ven arrebatados por fuerzas que los manifiesta su espíritu poético y soñador y
convierten en otros que de alguna mane- abomina contra los Fritz que le han con-
ra ellos mismos no quieren ser. vertido en un fiel seguidor de sus dicta-
viii. la boda de alicia dos. Bumer, en el estrépito de una nueva
Con música de circo se inicia el cuadro tempestad que se avecina, recita los ver-
octavo donde Bumer, ahora vestido de sos del enloquecido rey Lear clamando en
sacerdote-obispo, y Fritz, vestido de frac, un grito final por la muerte de los tiranos.
entran dispuestos a unir en matrimonio a Un interesante rasgo por parte de Bumer
Aldo y Alicia. Aldo, como siempre, quiere es que en esta escena, en la que representa
comprender y quiere que los actos sean la Religión, pone de manifiesto la ambi-
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güedad del mensaje religioso de apoyo al escuetamente los hechos. Mientras hace
poder establecido y simultáneamente de esta recapitulación una serie de cuerdas
amor al prójimo y al pobre y al desvalido. aparecen en el escenario, con las cuales
Porque del mismo modo que grita contra Fritz y Aldo van montando una carpa de
los tiranos, acto seguido desprecia a Aldo circo con una escalera de cuerda.
y recrimina el hecho de que Alicia se de- x. el salto
jara seducir y enamorar por un extraño En el último cuadro, el décimo, Alicia,
como Aldo. vestida de trapecista, y su hijo Marcos,
ix. recapitulación vestido de acróbata, aparecen en la carpa
En el penúltimo y noveno cuadro, que seguidos por Bumer, vestido de doma-
significativamente lleva el nombre de dor. Suena música de circo, y recorda-
«recapitulación», Aldo se deja abrigar mos que también sonó música antes de
por Fritz ante la llegada de la noche, que la boda de Aldo y Alicia al aparecer los
despliega un enorme firmamento de es- representantes del Orden y de la Religión.
trellas. Fritz, que vuelve a representar la Alicia y Marcos se disponen a realizar su
Ciencia, le indica a Aldo la estrella Vega y número de trapecista y acróbata. Aldo
más allá la constelación de Hércules, pun- quiere hablar urgentemente con Alicia,
to en el que le señala el Apex, lugar hacia pero una y otra vez Fritz se lo impide y
el cual el sistema solar se dirige a una ve- Alicia lo rechaza. Alicia y Marcos suben
locidad de veinte kilómetros por segun- por la escalera de cuerda, en tanto Bumer
do. Esta afirmación le produce a Aldo un anuncia al público el inicio del número
comprensible malestar físico cuyo efecto que van a representar. Alicia y Marcos se
le obliga a sentarse en una mecedora que pierden en las alturas dispuestos a reali-
le trae Fritz. Ahora, Aldo se dispone a re- zar su vertiginoso y arriesgadísimo salto.
capitular sus experiencias, que Fritz irá Saltan bajo el redoble de la fanfarria. El
recogiendo en una máquina de escribir. redoble para en seco y Alicia y Marcos,
Pero Aldo no consigue centrar sus ideas, en su salto, se pierden en el espacio. Aldo
ni sus experiencias, ni sus sensaciones, en rechaza las últimas indicaciones y señas
su intento de organizar «lo que ustedes de Fritz. Bumer y Fritz se retiran. Aldo,
dicen», contra la opinión de Fritz, que solo, se dirige al público desdel centro del
le insiste en que lo importante es «lo que escenario y les informa que él se dispone
usted piensa». Con todo, Aldo empieza a a regresar a esa «oscura región de donde
enumerar los hechos de las confusas ex- vengo», y que aquí donde estuvo, es decir,
periencias vividas, el enamoramiento de en este lugar que se representó en el esce-
Alicia, la boda con Alicia, las discusiones nario, deja apenas un evanescente círculo
interminables con ella, los pleitos hoga- de luz, como debe ser. Aunque ellos, Bu-
reños, y el trabajo, siempre el trabajo. Lo mer, Fritz y los que ellos representan, no
que va diciendo Aldo no se ajusta tampo- quieran reconocer estas palabras —que
co demasiado con lo que hemos visto en sintetizan el pensamiento de Aldo—, ni
la historia de esta representación. Aldo, tampoco lo quiere reconocer Alicia, ni
desesperado, prescinde de cualquier otro tampoco posiblemente el público si es
enfoque mental que no sean los hechos y sincero. Y por eso, quizás por no querer
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reconocer los hechos en los que se afir- cuyos caracteres y significación vamos
ma Aldo, ni las palabras que pronuncia descubriendo a lo largo de la obra, son
un Aldo lúcido, se encuentren con Alicia Amalia la madre, Pedro el militar, Octa-
Maravilla, aquella que con su hijo Marcos vio el escritor y Devoto el religioso. Ama-
traspasaron «su línea de tormento», a la lia, la madre, toma el papel de una madre
vuelta de la esquina o en cualquier rin- destructora, en su relación con los hijos,
cón del escenario o a sus juegos de adi- vive en los sueños, en el deseo de lograr
vinación y futuro, de encarnación y de una paz y un silencio que nunca se consi-
muerte. Y Aldo, tras decir estas palabras, guen, y mantiene la ambición de procrear
coge su maleta y se pierde en el fondo del un genio dotado con los atributos de un
escenario. Salomón ario. Amalia, la madre, puede
Esta obra lleva el sello de Bertolt Brecht entenderse como la madre patria, lugar
en los carteles que anuncian cada cuadro, visceral de origen y nacimiento. Pedro, el
y muestra el característico símbolo realis- militar, hace de vigía, lanzando de vez en
ta en la representación de los personajes, cuando el grito de «¡Tierra a la vista!», no
a la vez que recurre también a las situa- tanto porque vea ninguna tierra sino para
ciones carnavalescas para determinar la entrenarse llegado el momento y mante-
sinrazón de muchos de nuestros compor- ner su voz en alto, a fin de que todos le
tamientos y normas habituales en la con- oigan cuando llegue la situación real del
ducta social aceptada. Con estas técnicas, descubrimiento. Octavio, el escritor, no
esta brillante y atractiva obra teatral se es especialmente valorado por su madre,
emparenta además con las representacio- que le echa en cara lo gratuito de su es-
nes del absurdo y la desolación humana critura por su aislamiento del entorno y
que nos plantea Samuel Beckett. Con su excesivo centrarse en sí mismo: «O sea,
destreza maneja hábilmente los recursos que no escribes lo que te ocurre en el día
más innovadores del teatro para ponerlos sino lo que se te ocurre en el día». Devo-
al servicio de la imagen de una sociedad to, el religioso, va con sotana y se dedica a
inquieta y en conflicto vivo en su búsque- la pesca para lograr la subsistencia de los
da de nuevas formas tanto de entender el que van en esa balsa, los cuales parecen
ser humano como de organizarse hacia la haber perdido su rumbo por completo.
construcción de una sociedad futura vital Las pescas de Devoto, el fraile, determi-
y creadora. nan los episodios en el navegar de estos
náufragos. A las pescas de Devoto se aña-
Cenizas sobre el mar, de José Assad den una serie de escenas que rompen la
(1989) monotonía de estos viajeros esperanzados,
Cenizas sobre el mar se estructura como aunque del todo aturdidos respecto a su
una alegoría en la que a su vez intervie- posición y su capacidad de lograr su obje-
nen otras alegorías y otros símbolos. La tivo de llegar a Occidente, a la Civilización
escena se inicia con la visión de cuatro Occidental. En el desarrollo de las reaccio-
personajes en una balsa que, según to- nes que se producen con los episodios de
dos sus comentarios, se dirigen hacia la las pescas y con las escenas sorprendentes,
Civilización Occidental. Los personajes, o no, que van surgiendo, la índole y ca-
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volver al punto exacto donde están. La Dios por dudar de su amor, pero Octavio
imagen de un círculo vicioso e inevitable le responde que es un eclipse de sol pro-
reitera el esquema mental que domina a nosticado en su carta de navegación. Ante
estos náufragos. el terror de Devoto, que busca la protec-
La obsesión de maternidad de Amalia ción de Octavio y le pregunta por las cau-
se vuelca en un ovillo de lanas y agujas de sas de tanta oscuridad, Octavio traslada
punto, mientras dice que está esperando con su respuesta el plano de significación
un hijo. A la pregunta de quién es el hijo, del fenómeno atmosférico, su oscuridad,
Amalia mediante indirectas hace culpable a la oscuridad social e histórica que todos
de la paternidad a cada uno de sus hijos. ellos padecen. Tanto el ciclón, como el
Las fantasías de Amalia sobre el carácter eclipse, como las agresiones y violencias
casi sagrado del hijo que ha de concebir entre ellos se deben para Octavio a que
disuaden a Pedro, a Octavio y a Devoto son incomprendidos, «¡exilados de una
de la sospecha que cada uno podría abri- patria que nunca estuvo a nuestra altu-
gar sobre la paternidad del otro. Devoto, ra!». El significado sociológico de toda la
dadas las excepcionales características representación va develándose matizada-
que del hijo esperado supone su madre, mente en la progresión de los hechos y las
dice con tono irónico que parece éste hijo circunstancias que viven estos náufragos
de Dios. Megalomanía de la maternidad fugitivos hacia Occidente en su balsa.
de Amalia, madre total, que se manifiesta Una vez más, al lanzar Pedro el grito de
bajo varias máscaras. «¡Tierra a la vista!» por cuarta vez se des-
Pedro, que sigue su atento oteo del ho- encadena el mismo intercambio de pala-
rizonte, informa que divisa una balsa a bras que ya se oyó al inicio. La conciencia
lo lejos. Resulta ser esta balsa una réplica de círculo obsesivo, círculo sin salida, cír-
de la suya y ellos también sus tripulantes culo neurótico vuelve a mostrar su pre-
como en espejo, pero en condiciones por sencia en el esquema mental que domina
completo distintas. En esa balsa oteada, a los náufragos. Pero tras éste ya conocido
dice Pedro, se ve a Amalia que pende intercambio de palabras, esta vez la voz
ahorcada de la cofia. Amalia que no se lo de Pedro no es un mero ensayo sino la
cree pide el catalejo, y sí se ve allí ahorca- constatación de una realidad, a lo lejos se
da pero no muerta del todo. Y mirando divisa algo así como un náufrago, peque-
Amalia dice que ve a Octavio empujan- ño, cabezón, que flota en una arquilla de
do a Pedro al mar donde lo devoran los juncos o una cesta. Inmediatamente lo de
tiburones. Octavio arrebata el catalejo de cesta de juncos flotante trae a la memoria
manos de Amalia y ve a Devoto abusando el caso de Moisés y con Moisés la guía de
del cadáver de Amalia. Con todas estas vi- su pueblo a la Tierra Prometida. Y como
siones calumniadoras se desata una triful- siempre, cada uno aporta su caracterís-
ca feroz entre ellos, que sólo es silenciada tica opinión: Amalia se alegra porque su
por la furia ensordecedora de un ciclón hijo tendrá compañero con quien jugar,
que los sume en las tinieblas. En la oscu- Devoto ve al mismísimo Moisés que ha
ridad se oye la voz de Devoto convenci- venido para conducirlos a la Tierra Pro-
do de que esa oscuridad es un castigo de metida, Pedro se alegra de ser guiado a su
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De el duelo a la corrida, donde al son fuego y se van el Monje del Fin del Mundo
de «Los Cazafantasmas» aparece la Dama y el Iniciado, aparece la Novia con gran-
de Negro vestida como anunciadora de des mostachos, y vestida con una túnica
los asaltos en el boxeo, con un cartel en lo que representa al Papa. Sale, también, la
alto donde pone «Cuernos». Así ataviada, Dama de Negro en salto de cama y go-
la Dama de Negro incita en su pelea a los rro de dormir. Asistimos a un desayuno
dos fanáticos, el Iniciado y el Monje del cualquiera de un matrimonio cualquiera,
Fin del Mundo. Sus movimientos se van donde el Papa se muestra muy exigente y
transformando en baile y todos ellos van la mujer le reconviene con alusiones a su
desplazándose hacia la orquesta. En la descuido de los hijos y sus trabajitos noc-
orquesta cada uno toma un instrumento turnos que le traen demasiado ocupado.
e interpretan un mosaico de pasodobles. La Dama de Negro le sugiere montar un
Mientras, entran en la escena un Tore- negocio, pero el Papa reacciona despre-
ro-Clown y un Toro vestido de malla, ciativamente ante ese tipo de actividades
los cuales representan una corrida bufa. comerciales tan ordinarias. Viene a la
Hasta que el Toro se aburre y va por un memoria, cómo no, el desprecio por el
balón para jugar a fútbol. El Torero aga- trabajo en la cultura española. Por la voz
rra unas banderillas y cuando va a realizar de un Narrador, que es el Iniciado sali-
la suerte, entre Torero y Toro se reparten do a escena, sabemos que el Papa sintió
las banderillas que resultan ser palillos. de pronto un impulso animal en sí que
recreo se nombra el acto que sigue a le hizo levantarse de la mesa para ir a su
la escena anterior, donde Toro y Torero reclamo. La mujer le recuerda que tiene
se están comiendo unos palillos. El Ini- el pectoral y la tiara limpios, y que no se
ciado y el Monje del Fin del Mundo in- deje el báculo. Rápida despedida por par-
terrumpen la representación, les quitan te del Papa para no perder el autobús que
los palillos, echan al Torero y al Toro, y pasa por Castelgandolfo.
mientras se comen los palillos van ha- La representación sigue con el cua-
blando de cosas cotidianas y de su trabajo dro la conquista, donde con los actores
en los tablados. El Iniciado se acaba su presentes y al ritmo de «Jesucristo Súper
palillo pero el Monje reclama del público Estrella» vemos que la Novia y la Dama
que coma lo que sobra del suyo. Tanto el de Negro dan sus vestuarios al Iniciado,
Iniciado como el Monje del Fin del Mun- que se los lleva. La Novia queda sola en
do se colocan unos cascos para seguir la el escenario. Por una ventana con restos
retrasmisión del partido de fútbol por la de vidrios de colores, que quedó caracte-
grabadora de Nando. rizada en el decorado como una abertura
En el desayuno, los dos místicos, el por la que hubieran podido aparecer es-
Iniciado y el Monje del Fin del Mundo, tos personajes o por donde se puede esca-
que siguen dominando el escenario, se par al limbo, irrumpe ahora el Forastero
ven envueltos por una luz azul y sobre rompiendo los vidrios. Luego aparecen el
sus cabezas aparecen lenguas de fuego, al Iniciado haciendo el chismoso, lo mismo
tiempo que interpretan el «Ave María» de que la Dama de Negro y el Nando Ba-
Gounod. Cuando se apagan las lenguas de canno. El Forastero tira el balón al suelo
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y ordena con maneras muy militares que pero el pueblo soltó la carcajada por que
alguien del público lo recoja y se lo dé. en el ataúd había sólo piedras. La supues-
Aparece la Novia y el Forastero va tras ta muerta se había fugado con un camio-
ella, ayudado por el Nando Bacanno, el nero que recorría el páramo.
Iniciado y la Dama de Negro que le traen la rabia se inicia con la Dama de Ne-
champaña y un pastel de cumpleaños. gro, la Novia y el Iniciado interpretando
Como el Forastero va dando indicaciones en la orquesta «En este mundo tan sin-
en una jerigonza que nadie entiende se gular», con ritmo de fandango. Nando
enfurece, agrede al Nando con el pastel y Bacanno aparece con la grabadora a todo
se lleva a la fuerza a la Novia. De nuevo el volumen en la retransmisión del partido
Forastero saca una pistola y dispara. To- Colombia-Brasil, ante las protestas de la
dos huyen menos el Nando que se cayó orquesta. En el momento en que retrans-
y ahora trata de calmar al Forastero invi- miten un penalti a favor de Colombia to-
tándolo a bailar. Los personajes regresan dos se tensan a la espera. Falla el penalti
para tocar «Ojos Negros» que de vals se va y hay frustración general. Suena un pito
convirtiendo en marcha militar a partir y entra el Forastero que es recibido con
de la cual el Forastero enseña a la Novia cariño por la Novia, pero el Forastero la
a marchar al paso de ganso. Las implica- aparta sin prestarle demasiada atención.
ciones nazis vuelven a aparecer como un El Forastero, siempre con un pito de ár-
simbolismo recurrente vinculado al tema bitro, requiere a Nando Bacanno y parece
militar —dato éste muy interesante que que el Forastero va a atacarlo, pero Nan-
se ha podido observar que surge en varias do sólo recibe una andanada de palabras
de las piezas que hasta aquí he comenta- incomprensibles que terminan con: «Out
do. Solos el Nando Bacanno, el Iniciado y side, ¿Okey?». Nando sigue en la suya. Y
la Dama de Negro aprovechan los restos el Iniciado es reclamado por la orquesta.
de la fiesta, pero Nando Bacanno y el Ini- En el último cuadro, el final, el Foras-
ciado desplazan y marginan a la Dama de tero llama a un espectador, le da la ga-
Negro para finalmente ordenarle, como bardina y le hace saludar militarmente.
si fuera una criada, que se lleve la botella Pide el pito de árbitro al Iniciado y da el
y los vasos. Forastero señal de acabar el partido. Se
En el secreto aparece la Novia de mu- inicia una samba y bailan el Forastero, la
jer fatal. Nando la rodea y juguetea con Dama de Negro y la Novia, mientras un
ella hasta que Nando Bacanno se inicia coro interrumpe de vez en cuando con
con un relato acerca de la hipocresía de voces de: «Colombia tierra querida, him-
la clase social dominante. Habla de un no de fe y alegría». El Iniciado reordena el
entierro de la familia más rica del pue- escenario, baja la lámpara del techo para
blo cuyos parientes acudieron en pleno, apagarla, pero antes de lograrlo se hace la
pompa con sones de marcha y tres sacer- oscuridad.
dotes. El cortejo fúnebre pasaba mientras Símbolos de frustración, entrega, agre-
el pueblo se reía y se burlaba. Se hizo el sividad para mantener el orden, función
entierro con gran emoción de duelo por de los espiritualistas y rebelión confor-
parte de la hermana menor de la difunta, man un cuadro que refleja la vida política
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celo, la prevención y el miedo, es un fac- cerca de ella y la toma para abrazarla, pero
tor externo. Pero se perciben los indicios ella lo esquiva, y le reconviene los modos
de que hay en la esposa una actitud nega- demasiado impulsivos. No sólo le regaña
tiva, una actitud de freno, una actitud de la mujer por ello, también le recuerda que
repliegue, que depende en gran parte de con estos prontos puede ponerse enfermo,
su manera de ser, de su manera de enfo- y añade a todo ello que le falta hacer ejer-
car la vida y la existencia. Y eso queda pa- cicio. La mujer corta en seco la vitalidad
tente en las reflexiones del marido sobre que pidió por una parte y motivó y animó
la manera de ser de su esposa. No toda por otra. Su visión negativa de un peli-
la amenaza viene del mundo exterior, se gro siempre inminente queda reforzada
manifiesta en la obra la presencia de un porque de nuevo, al mirar por la venta-
mundo interior que amordaza a la mujer na, sigue viendo a ese hombre del que ella
y la impide vivir. sospecha algún mal. En este episodio, la
En un parlamento para sí mismo el ma- mujer varias veces reincide en manifestar
rido, cuando la mujer le dice que quiere que se siente acosada por la edad y en la
ser ella misma —«yo sólo quiero ser yo preocupación de que es vieja. Aquí la ve-
misma»—, contesta estas palabras: «Men- jez es como una carcasa que inmoviliza,
tirosa… No he conocido a nadie más in- para la mujer la vejez es un estado antes
conforme consigo misma… Si tuviera la que una experiencia. Si la mujer se escu-
oportunidad yo no sé qué haría ni en qué chara a sí misma podría oír en su interior
se convertiría… Pero claro, no quiere dar todo el rebullir de las ganas de vivir, de
a conocer su mundo secreto… Adentro, las ganas de salir y disfrutar de la vida, el
muy adentro, no puedo saber lo que pien- anhelo de parecerse a sus ídolos femeni-
sa y lo que sueña… En el fondo… ¿Habrá nos y de seducir a sus ídolos masculinos.
algo terrible? ¿Violento? No lo sé… Hasta En cambio, vuelve sobre su aspecto, sus
en las personas más cercanas, siempre hay arrugas, su visión exterior, la figura que la
una zona de misterio…». De modo que la fija y le impide vivir sus impulsos vitales
expectativa amenazante que va a invadir todavía palpitantes. Si sabemos escuchar
poco a poco la escena, no sólo vendrá sus momentos más sinceros, comprende-
materializada por la amenaza procedente mos que un muro infranqueable, o enor-
del exterior, de la calle, o de quienes estén memente resistente, se levanta entre su
en la calle y lo que representen, sino por verdadero sentir y el sentir que le impone
el lastre del mundo interior que ahoga, en el medio cultural y el medio social a su
este matrimonio, la vitalidad y la energía edad y a su naturaleza.
de gozar de la existencia. Y el marido, en esta situación, como ya
Mientras la mujer se va vistiendo y pre- hemos podido entrever en su soliloquio
parando para ir al cine, el marido —por susurrado, es una víctima que se siente
medio de los recuerdos de su juventud y frenada, reprimida, obligada al inmo-
de las estrellas idolatradas del cine— va vilismo. Si esta pareja puede de algún
reconstruyendo una atmósfera de seduc- modo tener un significado simbólico, si
ción y juego a la que la mujer se une. En este matrimonio representa al común de
un momento determinado el marido está las parejas que dan vida al mundo social
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y productiva. Ante la muerte el hombre Hay cuadros que sólo permitirán una re-
hace bien en retroceder, como siempre presentación de movimientos o de mimo,
nos lo recuerda Bertolt Brecht en sus es- otros una actuación de teatro dialogado
critos, y como lo explicita Galileo: «Des- y otros un mero recitado. Los actores o
graciado el país que necesita héroes». El grupos de actores que los representan
disparo hizo que marido y mujer se abra- pueden tomar los textos exclusivamente
zaran aterrados, y ella comenta: «Pudi- como guía de representación, con plena
mos ser nosotros…».Y renuncian a salir. libertad para desarrollar su actuación en
Con actitud de mansedumbre y gesto de la manera que les parezca más adecuada
resignación se quitan la ropa de calle y se a su universo imaginativo. Para cada cua-
quedan en pijama. Resignados y mansos dro hay un letrero que le da nombre.
seguirán sus vidas frenadas, sin ilusiones, Cada uno de estos cuadros se compone
obedientes al quehacer que los hilos del de dos pasos que se complementan obli-
poder les imponga. Ellos, Manuel y Hor- gatoriamente. Pero los cuadros son inde-
tensia, cualquier pareja de cualquier ciu- pendientes y pueden llevarse a escena en
dad, quedarán atrapados en un mundo de el orden que los actores mejor entiendan.
violencia interior y exterior que trastorna El público asistente se desplaza desde el
por completo sus vidas. Donde hay vio- primer cuadro hasta el décimo atendien-
lencia es imposible la libertad, es imposi- do al primer paso de cada uno de los
ble ejercer la libertad y vivir plenamente cuadros hasta llegar a los dos últimos, el
la existencia, el espacio de la libertad lo once y el doce, que se componen de un
ha ocupado la tiranía de la coacción y la solo paso. Al llegar al doce, el público em-
barbarie de las pistolas. Quienes manejan prende el recorrido de regreso, volviendo
la violencia, la violencia exterior y la vio- sobre el doce y el once, para encontrarse
lencia interior lo saben, y es la ficha que a partir del cuadro diez con el segundo
mueven para ganar en el juego. Fuera se paso de todos los cuadros anteriores, en
oye el sonido de una sirena. «¡Es mejor el que tiene que poner ahora su atención.
quedarse en casa!» dice el marido y ter- Cada cuadro viene acompañado por
mina la representación. unos versos o la letra de una canción, que
probablemente vaya escrita en el letrero
Galería de amor «Exposición Viva», de que anuncia el correspondiente cuadro.
Críspulo Torres B. (1994) Al final de cada cuadro aparecen unas
Pieza que se compone de doce cuadros, palabras a modo de ficha, que también
desarrollados en un texto indicativo de la es probable que se hallen escritas en el
representación, donde el texto está suje- letrero, en la que se aprecian los siguien-
to a cánones surrealistas o de asociación. tes términos y cada uno de ellos con su
Cada cuadro porta un letrero que lo iden- definición: Nombre, Técnica, Tamaño,
tifica. Puede que el texto indicativo esté Precio.
escrito bajo el letrero que da nombre al En el último párrafo de cada estación
cuadro, o puede que el texto indicativo se o cuadro, elaboro un comentario a modo
recite, o que se dé una verdadera repre- de interpretación y aproximación crítica
sentación de este texto indicativo sin más. respecto al asunto que presenta la in-
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que en el pasado ayudaron a superar en el Hay alguien en algún lugar del orbe que
hombre el miedo a la existencia, pero que tiene interés en que el hombre, con su
en la actualidad sirven intencionadamen- sangre multicolor, desaparezca y quede
te para enturbiar su mente, desplazarlo y anulado. Hay alguien a quien esto le inte-
someterlo. La religión, y con la religión resa y vigila para que esto se logre ¿Cómo
el poder, han procurado trastornar uno se hacen los imperios? ¿Cómo se mantie-
de los impulsos más fuertes, el impulso nen los imperios? Sobre todo, ¿cómo se
sexual, que es el impulso de superviven- mantienen los imperios? Y por último, ¿a
cia, el impulso de la continuidad de la quién le interesa montar la vigilancia?
especie. séptima estación: la testa cascada
quinta estación: reminiscencia El primer paso muestra una cocina
de un pecado donde una criada taja lentamente toma-
En el primer paso, una pareja de ánge- tes, con rabia, con placer, cansada. A su
les suspendidos en la bóveda celeste vigi- lado hay un retrato suspendido en blanco
lan la entrada al árbol del Paraíso. Él con y negro de una señora altiva y orgullosa,
espada de fuego y ella guiándole con una que la observa. En el segundo paso vemos
estrella. En el segundo paso, se ve a los la foto vacía y a la criada que sigue con
dos ángeles como en reverso, son dos de- su cortar, pero ahora corta la cabeza so-
monios burlones y obscenos, ha pasado berbia de la señora. La criada sonríe y la
el tiempo o han comido el fruto del árbol señora también.
del Paraíso. Los laberintos de las relaciones de po-
Otra llamada sobre el tema de la tergi- der. Y los laberintos de las humillacio-
versación de nuestros impulsos, acerca nes del que sufre bajo el poder En ellos
de los mitos que arrastra la tradición y la imaginación se abre a un inimaginable
que impiden al hombre llegar al cono- campo para expresarse. Y como es habi-
cimiento de su propia naturaleza, de sus tual y se comprueba cierto, la imagina-
capacidades mentales y de su sabiduría. ción no puede superar las sorpresas que
Compendio de sí mismo que no va a po- nos reserva la realidad.
der manejar sin la conciencia de un saber octava estación: arlequín
y un conocimiento de su existencia, los de corazones
datos de una experiencia propia y ajena En el primer paso un Arlequín, entre
sobre el hecho de existir. los escombros, contempla a una mujer
sexta estación: transfusión cromática desnuda. Ella levanta una copa hacia el
En el primer paso se encuentra a un Arlequín. La mano del Arlequín deja caer
hombre que hace una transfusión multi- una gota de sangre en la copa. En el se-
color a un maniquí que agoniza. Ambos gundo paso el hombre está desnudo y la
están en una jaula de cristal. Desde algún mujer-arlequín, contemplándolo, bebe
lugar del orbe otro maniquí observa. Se- poco a poco la sangre de la copa.
gundo paso, el hombre es quien yace aho- Las relaciones entre sexos están sufi-
ra agonizante y el maniquí le transfiere su cientemente interconectadas entre si para
sangre metálica. El maniquí que vigila des- que cada uno despierte en su imaginación
de algún lugar del orbe respira satisfecho. los mejores los ángeles que habitan en él y
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también sus peores diablos. Y el dolor es vemos transformada en una imagen ce-
siempre inevitable, se mire desde el sexo lestial de tontería. Cuando la realidad se
que se mire. impone, la falta de su aceptación trastor-
novena estación: organillero na la imagen superpuesta. Lo que queda
El primer paso presenta a un organille- es un impulso desbocado, en una cultura
ro que, desde cualquier lugar del mundo, que impone avergonzarse de ese impulso.
del cielo o de una casa, canta tonadas de O perder la vergüenza y sentirse abruma-
amor. Las tonadas de amor se convierten do de culpabilidad.
en frases que los transeúntes atrapan a décimoprimera estación:
cambio de un valor cualquiera. Y servi- competencia desleal
rán desde para ser regaladas hasta para Se desarrolla en un solo paso. Al teléfo-
morirse de tristeza con ellas. no la Mujer del Jefe que le llama para re-
El segundo paso muestra al organillero cordarle la cena que tienen esta noche. El
sepultado por desperdicios. Lo único que Jefe tiene una cita con un Cliente y ade-
queda son las frasecillas amorosas atra- más no tiene Secretaria, de modo que se
padas en los cables de luz y restos de su excusa a pesar de las insistencias y cuelga
guitarra. el teléfono. El Jefe tiene un lema: «Lo im-
El amor en las ciudades se agosta y portante es el negocio». Su Mujer se pre-
muere. Como muere el amor en cualquier senta como Secretaria, y sin darse cuenta
otro paraíso o en cualquier otro infierno. de que es su Mujer el Jefe la contrata. Lle-
El amor, entidad frágil y cambiante, tiene ga el Cliente y no hace sino fijarse en la
la propiedad de que al más mínimo des- Secretaria, quien enreda las palabras del
cuido puede transformarse en el filo cor- Jefe para que el Cliente quede invitado a
tante de un cuchillo matador. Como la cenar en casa del Jefe. En la invitación el
letra de la canción de Jacques Prevert, que Cliente pide que el Jefe incluya a su Secre-
acompaña al cuadro, nos lo recuerda. taria. Cenan y después bailan, y claro el
décima estación: mujer que come flores Cliente quiere bailar con la Secretaria. El
En el primer paso un joven enamorado Jefe celoso quiere cerrar el negocio, pero
traza sobre un lienzo los rasgos dulces de el Cliente quiere que se incluya a la Secre-
Ofelia y le ofrece flores como corazones taria. Puesto que lo único importante es
ante un fondo gris de invierno que se abre el negocio, la Secretaria decide aceptarlo
a una primavera. En el segundo paso la y se va con el Cliente. El Jefe se queda sin
Ofelia pintada, abrumada por tanta pri- su Mujer.
mavera, va devorando las flores ofrecidas Amor con amor se paga. La cultura del
por su enamorado hasta devorar el cora- sometimiento necesita sus desquites. Y
zón de su enamorado y el suyo propio. el ingenio para algo sirve, para aplicar la
La imagen del amor que nos ha trans- cultura al pie de la letra y con ella trastor-
mitido nuestra civilización y parte de nar las funciones, con lo cual el opresor
nuestra cultura parece de azúcar cande. queda oprimido por sus mismos lemas.
La naturaleza exige otra comprensión
del amor, y la aceptación de un deseo ne-
gado, especialmente a la mujer, a quien
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llegar un autobús, se oyen sus frenos al y amigo de Eparkio, quien al ver a Eparkio
parar, como abre y cierra la puerta, pero se sorprende de su raro aspecto. Tampo-
el autobús arranca sin recoger a Eparkio. co el comportamiento de Lorenzo le pa-
La sonrisa esperanzadora de Eparkio se rece a Eparkio muy normal. Pero ambos
transmuta en expresión de desconcierto. insisten en que no ha ocurrido nada ex-
Una mujer vestida de bañista de prin- traordinario, que ellos se conocen desde
cipios de siglo, con un bañador a rayas hace mucho tiempo, que sus mujeres se
rojas y amarillas, se desplaza cruzando el conocen y también sus hijos se conocen,
escenario. En su desplazamiento la mujer que ellos son personas normales y hacen
va jugando con globos inflados de varios vida normal. Pero ambos coinciden en
colores. Y la mujer está cubierta con un que la ciudad se ha vuelto rara y extraña y
gran velo transparente. Tras una pausa, también la gente que vive en ella. Por otra
con la música a todo volumen, vuelven parte, Eparkio está convencido de que
a cruzar en sentido contrario los globos son las 7 de la mañana y Lorenzo las 7 de
solos. Tras otra pausa, otra vez con la la tarde, pero, como todo está oscuro, Lo-
música a todo volumen, aparece la mu- renzo convence a Eparkio de que se vaya
jer del traje de baño, pero sobre el velo a su casa y le señala el camino en línea
le cubre la cara una careta con el rostro recta. Lorenzo desaparece por ese camino
de Eparkio. La sonrisa de la mujer, que va que señaló a su amigo, y Eparkio quiere
muy adornada, es ahora pícara y sensual. seguirle pero no puede avanzar, no quiere
Eparkio lanza una carcajada. Y así co- quedarse solo, la oscuridad es impenetra-
mienza un monólogo en el que Eparkio ble, es maciza. Eparkio trata de serenarse
se inicia con una serie de reacciones que ante su imposibilidad de avanzar.
se repetirán con más o menos variantes a Se oye de nuevo el motor del autobús y
lo largo de toda la representación. Ante el Eparkio, ahora tranquilo, ya está prepa-
desconcierto, la primera reacción es tra- rado para subir. Pero el sonido del auto-
tar de recordar todos sus actos anteriores, bús va creciendo y queda convertido en el
aferrarse a ellos y, tras comprobar que estruendo de un tremendo vendaval que
nada anormal ha ocurrido, afirmarse en lo arrastra, lo tira por tierra y le arranca
el convencimiento de que él es un hombre los vestidos. Totalmente desconcerta-
normal. Sin embargo, no puede eludir las do se queda mirando al público, y en su
experiencias extrañas de que el autobús aturdimiento se repite a sí mismo los ac-
no lo haya recogido, de la mujer que ha tos que hizo por la mañana al levantarse,
pasado delante de él y de la careta con su aunque este repaso de los hechos no logra
propio rostro que se le ha quedado im- calmarlo. En el techo de la parada se ve a
preso en la imaginación. La única repues- Lorenzo, que lanza una carcajada al ver a
ta que se le ocurre a Eparkio es que tal vez Eparkio en aquel estado. Lo sorprenden-
esté soñando. Cuando la música vuelve a te de la situación y las burlas de Lorenzo
ser estridente se ve la parada del autobús los engallan en una discusión en la que
invadida por una nube de humo. surge el tema de sus esposas. Que si la de
A medida que esta nube se disipa, apa- Eparkio no le quiere, que si la de Loren-
rece la figura de Lorenzo Medina, vecino zo le pone cuernos, de modo que con el
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diálogo ambos caracteres van cobrando y arremete contra los argumentos mate-
sus propios rasgos de identidad. Lorenzo máticos de Eparkio, con lo que comienza
es más cínico e independiente y Eparkio una andanada de insultos donde se des-
más sensible y dependiente, sin que por acreditan el uno y el otro acerca de sus
ello ambos dejen de insistir de igual modo capacidades matemáticas y filosóficas.
en que son normales, en buscar el refugio Lorenzo, enfadado con su colega, deci-
en sus familias y en tratar de ser queridos de emprender el regreso a su casa con su
por los que les rodean en su vida cotidia- familia y dejarlo allí solo, donde lo había
na. Por eso mismo Eparkio y Lorenzo, a encontrado y donde se paró para ayu-
pesar de sus piques y desacuerdos, confir- darle. Eparkio le grita a Lorenzo que se
man su camaradería y su amistad, y aca- va porque tiene miedo, a lo que Loren-
ban bebiendo juntos una cerveza. zo responde que quien tiene miedo es él.
Eparkio ha recogido del suelo una hoja Con este rifirrafe se organiza una gritería
de periódico que informa de la explosión incomprensible y ensordecedora.
de una bomba y muestra varias fotogra- Eparkio, siempre preocupado por cerrar
fías elocuentes. También Lorenzo mira los temas, al cabo de un silencio, retoma
el periódico. Se oye entonces el estallido la discusión para decir que todo aquello
de una bomba. La palabra «amnistía» es una discusión matemática. Lorenzo le
que aparece en el periódico desencadena replica que es aritmética. De nuevo, argu-
un enrevesado diálogo entre ellos. Epar- mentando cada uno con su tiza, vuelven a
kio defiende lo lógico, el ir al trabajo, lo enzarzarse, como en un duelo deportivo,
productivo. Tiene miedo de no encon- en un galimatías sin sentido sobre suma
trar sentido a sus errores ya que no tie- de líneas, suma de líneas rectas con líneas
ne sentido buscar el sentido a los errores curvas, descalificaciones y equivocacio-
porque esto resulta improductivo De lo nes. Eparkio, como es habitual, siempre se
improductivo pasan a lo incoherente y de mantiene agarrado al recuento de lo que
lo incoherente a lo insatisfactorio de la hizo aquella mañana. Hasta que Lorenzo,
condición humana, porque la condición triunfal, afirma que Eparkio se equivocó.
humana por más esfuerzos que haga no Pero Eparkio se sienta tranquilamente en
puede mejorar. No puede mejorar por- la parada de autobús, saca un bocadillo y
que es absurda y es absurda porque no se dispone a comerlo.
tiene lógica, es decir, no tiene una intro- Se oye de nuevo el motor del autobús
ducción, un nudo y un final. El resultado que se acerca, su ruido se distorsiona,
de la humanidad consiste en que, después se acelera y se convierte en un terrible
de organizar un lío considerable, acaba- vendaval que lo arrasa todo. Lorenzo es
mos contentándonos con este lío. Lo arrastrado por el viento, revolcado por el
cual, según Eparkio, es como una línea suelo y su ropa desgarrada. Desde el suelo
recta. Sin embargo Lorenzo argumenta se queda mirando al público desconcerta-
que podría ser una línea recta curva. Esto do. Eparkio terminó de comer su bocadi-
para Eparkio es un absurdo, y comienza llo y como con un creciente sentimiento
a demostrarlo dibujando con tiza sobre de culpa comienza a justificarse. Porque
un tablero. Toma a su vez la tiza Lorenzo ese bocadillo se lo preparó su esposa y
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otro. «Esto es inteligente. Ella [la imagi- estas escenas, es un organismo enfermo,
nación] puede vivir sola», dice Lorenzo. acobardado, agresivo e insensible que en
En su viaje al infinito, el espacio sideral su actitud defensiva se ha transformado
de su destino, la mujer que antes apareció en una amenaza criminal. Un poder que
les precede. nada tiene que ver con el verdadero orga-
Vuelve a aparecer la mujer con las dos nismo civil de una sociedad justa y soli-
muñecas que siempre la acompañan, pero daria. Estas escenas nos muestran el efec-
ahora los rostros y cuerpos de las dos mu- to megalómano y ambicioso de un poder
ñecas están llenos de vendas. Se oye el es- que proyecta en los que domina su propia
tallido de una bomba. Aparecen Eparkio violencia y su propia ambición. Es una so-
y Lorenzo, con los rostros heridos y lla- ciedad convertida en víctima por un po-
gados, descompuestos por la explosión, der desequilibrado, mental y físicamente
caminan hacia la parada del autobús y enfermo, que justifica sus crueldades y
se sientan. Allí también está sentada la sus atropellos, y que somete al individuo
mujer y se la ve tomando un helado. Las civil a un estado mecánico y degradante
dos muñecas están, ahora, ahorcadas de con el fin de utilizarlo como mera servi-
la marquesina. Lorenzo y Eparkio repi- dumbre a sus caprichos o como pieza es-
ten a dúo el último diálogo de su lúcida tratégica en sus escaladas de terror. Con
perplejidad, donde dicen que las cosas las sutileza, este poder corrompido enajena
ven como se las presentan, pero que en a los individuos de una vida civil que de-
realidad no son así, que el país, la ciudad, bería regirse por la solidaridad, la colabo-
el barrio donde viven quizás no sean su ración y la participación, y los aísla, los
país, su ciudad, su barrio, que quizás ten- engaña y los desquicia en un sin sentido
gan un propietario y a lo mejor no tengan como los personajes aturdidos, mecáni-
ni su país, ni su barrio, ni su ciudad, y que cos y manejables aquí representados. De
quizás ellos mismos no existen. Al llegar este modo las imágenes y las situaciones
al término de la representación Eparkio y irreales y los diálogos irracionales en esta
Lorenzo constatan su soledad, constatan representación se vuelven materia simbó-
su imaginación, y constatan que quizás lica del verdadero trastorno en que viven
sólo queda su imaginación y no ellos, con las sociedades infectadas por este cáncer.
lo cual confirman a dúo y como última Sueño y realidad de las situaciones y de
palabra que «eso es inteligente». Termi- los personajes testifican una corrupción
na la representación con una estruendosa social monstruosa y destructora.
carcajada, el estallido de una bomba y el
sonido de las sirenas. Cambalache o El juego de los excesos, de
Con brillante habilidad, esta obra de Darío Moreu y Mabel Pizarro (1991)
teatro nos sumerge en un mundo irreal, Esta obra de teatro, muy apta para ser re-
lleno de imágenes y de efectos surrealistas, presentada en un espacio abierto, libre, no
para mostrarnos la brutal y demente reali- convencional, y muy apetecible para un
dad de la violencia por parte de anormales público colectivo por su emotividad visce-
organismos de poder. El siniestro poder, ral y su esquematismo de planeamiento, es
que oprime las situaciones que muestran un trabajo que realizan dos actores repre-
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NOTA
1. Fernando Duque, en la Antología del teatro experimental en Bogotá (1995), reseña esta
obra con la grafía «Estar». En cambio, Fernando González Cajiao en Teatro colombiano
contemporáneo: Antología (1992), realizado con motivo del quinto centenario, recoge la
grafía «Star» cuando menciona la obra de Santiago García.
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