0a37a El Mercader de Alejandria
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SANTIAGO BLASCO
EL MERCADER
DE ALEJANDRÍA
Primera edición: 2014
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Índice
Cuadro genealógico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Capítulo i . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Capítulo ii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Capítulo iii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Capítulo iv . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Capítulo v . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Capítulo vi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Capítulo vii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
Capítulo viii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Capítulo ix . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
Capítulo x . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
Capítulo xi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Capítulo xii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207
Capítulo xiii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
Capítulo xiv . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
Capítulo xv . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
Capítulo xvi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
Capítulo xvii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
Capítulo xviii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317
Capítulo xix . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
Capítulo xx . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
Capítulo xxi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369
Capítulo xxii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 385
Capítulo xxiii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
Capítulo xxiv . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419
Capítulo xxv . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429
Capítulo xxvi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 445
Capítulo xxvii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 459
Personajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 467
P orque es la base que cimienta mis sueños;
I nspiración donde se asientan mis fantasías;
L a columna que vertebra mi vida;
A poyo incondicional.
R ealmente, es el Pilar que sustenta mis estrellas.
CUADRO GENEALÓGICO DE LA DINASTÍA PTOLEMAICA AFECTO EN LA NOVELA
L
os grandes ventanales estaban abiertos de par en par;
dejaban que la brisa suave de un viento templado proce
dente del mar Mediterráneo, como si de un juego infantil se
tratara, meciera los grandes visillos de seda que incansablemente
se inflaban y giraban envueltos entre mil remolinos que les hacían
rozar constantemente las decoradas molduras de mármol traverti
no de los altos techos de aquella majestuosa cámara. Era una es
tancia adornada con tonalidades terrosas, con cierto tono amari
llento, que además tenía el privilegio de gozar de la vista más
espectacular que se podía tener sobre la bahía de una de las ciuda
des más antiguas fundadas por la civilización griega.
Aquellos enormes huecos abiertos hacia el exterior da
ban acceso a una gran terraza cubierta en forma de templete,
desde donde la lejanía infinita del mar azul se combinaba con
barquitos de pesca que moteaban de pequeños puntos negros
el horizonte marino, mientras se perdían hasta donde era capaz
de divisar la vista. El perímetro de la suntuosa terraza estaba
vigilado por seis columnas que permanecían unidas entre sí
por medio de una ancha barandilla de obra, rematada por una
balaustrada de barrotes gruesos de piedra caliza.
14 Santiago Blasco
D
ejó de leer porque le vino a la memoria el recuer-
do de su querida hija Arsínoe, nacida hacía 32 años, en
el año 316 a. C., de su unión con su esposa Berenice.
Era una mujer delgada y elegante que heredó los rasgos físicos
más característicos de su progenitor. Ocho años mayor que el
heredero al trono, su hermano Ptolomeo II, los dos compartían
unos rasgos familiares muy acusados y parecidos; de alta estatu
ra, propia del canon ideal de los dioses griegos, la pareja de
hermanos se significaba por poseer un cabello oscuro, rizado y
fino, que se ensortijaba conforme se acercaba a la frente, nuca
y sienes. Presentaban una figura esbelta gracias a un alargado
cuello que les potenciaba una delgadez más acusada de la que
en realidad tenían, y también debido a una anchura de espaldas
suave y poco voluminosa. La frente grande y bombeada les
otorgaba un aire distinguido. Pese a lucir unos llamativos labios
carnosos, bien combinados con un tabique nasal recto culmina
do en su punta por anchas fosas nasales, el conjunto de la cara
no parecía armonioso a simple vista, acaso, debido a la existen
cia de prominentes pómulos que dejaban excesivamente hundi
dos en sus cuencas unos ojos muy saltones que sobresalían en el
20 Santiago Blasco
Ptolomeo Cerauno, que al igual que Lisandra era fruto del ma
trimonio de su padre Ptolomeo I Sóter con su tercera esposa
Eurídice.
Ptolomeo Cerauno, quien había heredado los rasgos físi
cos de su madre; era más bien bajo, de tez muy morena y de
cabellos foscos muy negros. Sin embargo, en el arte de la se
ducción se parecía mucho más a su padre. La llevó a su palacio
de Tesalónica y allí la convenció con falsas promesas para que
se casara con él, cuando en realidad lo único que pretendía era
controlar la amenaza que suponían sus tres hijos para el futuro
de su reinado, consciente de que tarde o temprano podrían re
clamar su recién conquistado trono. Quizás pensó que al ene
migo era mejor tenerlo lo más cerca posible. Por su parte, la
reina se dejó seducir y aceptó su propuesta de matrimonio,
principalmente movida por una inagotable ambición de poder,
ya que en secreto también aspiraba al trono de Macedonia.
La nueva reina, mujer inteligente y sagaz, no necesitó
mucho tiempo de estudio y observación para aprender la ma
nera de operar del Gobierno de su hermanastro, ni tuvo que
esperar demasiado a que se presentara una oportunidad para
llevar a cabo su plan. Esta vez no actuó sola; ayudada por sus
hijos volvió a conspirar contra su nuevo esposo, mientras él se
encontraba lejos en una campaña militar. Pero para su desgra
cia, la trama se descubrió y el mismo rey Ptolomeo Cerauno, en
un precipitado viaje de regreso, se presentó por sorpresa en
palacio varias horas después de despuntar el alba de aquel fatí
dico día, después de un fatigoso camino de vuelta sin apenas
descansar más que lo estrictamente necesario.
—¿Dónde está la reina? —preguntó nada más llegar.
—En sus aposentos, señor —contestó uno de los sirvientes.
—Avisa de mi llegada y que se presente en la sala del
Consejo.
El mercader de Alejandría23
por el dolor pero no soltó la joya; sabía que era la única manera
a su alcance de obtener un dinero que necesitaría, ahora que se
encontraba solo y que no podía contar con nadie que acudie
ra en su ayuda. El otro muchacho, mucho más fuerte, no cedió
en su empeño y se abalanzó contra él para arrebatarle el precia
do bien mientras le propinaba golpes por todo el cuerpo. Al
ver que no lo soltaba, cogió una piedra medio calcinada que
encontró a su lado y la levantó para impulsarla con fuerza so
bre la cabeza de su víctima. Sin embargo, el atacante, cegado
por el ansia no se percató de que Ptolomeo consiguió coger
una daga que llevaba camuflada bajo su cinto. No tuvo dudas;
era él o ese que quería matarle para después robarle. Allí mis
mo, sin mediar palabra alguna, asestó a su compañero de esca
pada una puñalada en pleno corazón que le sesgó la vida de
inmediato, sin que fuera capaz de emitir el más mínimo queji
do. Se incorporó como pudo de la paliza recibida, le quitó los
ropajes, y acto seguido le precipitó hacia un fuego a punto de
apagarse que de inmediato avivó con más ramajes secos para
que consumiera lo antes posible el cuerpo ya inerte. Ptolomeo
permaneció impasible en la escena de la pelea para comprobar
que quedaba completamente irreconocible el cadáver. Des
pués, se puso sus ropas y se marchó del lugar en busca del res
to de sus compañeros de trabajo para entrar junto con ellos a
las dependencias de palacio; sin haberlo buscado, mientras se
reponía del duro castigo, se dio cuenta de que acababa de eli
minar el problema de los arriesgados recuentos del responsa
ble del personal de servicio.
Personajes por orden de aparición
Nombre Características