Supuestos Especiales de Responsabilidad Civil (Obligaciones)
Supuestos Especiales de Responsabilidad Civil (Obligaciones)
Supuestos Especiales de Responsabilidad Civil (Obligaciones)
CURSO:
DERECHO DE OBLIGACIONES
DOCENTE:
TEMA:
CICLO:
IX
SEMESTRE:
2020 - I
INTRODUCCIÓN
Igualmente este derecho se relaciona con muchos otros derechos como son:
el derecho a la no exteriorización del pensamiento e ideas como parte de la
libertad de expresión, la libertad de religión y creencias, la libertad de
procreación y de preferencia sexual, la libertad de pensamiento y de
preferencia política, así como muchos otros derechos de índole familiar.
Por supuesto, también es importante mencionar la relación del derecho a la
privacidad con los derechos de libertad de expresión, de imprenta y de
información ya que como veremos la vida privada constituye un límite al
ejercicio de estas libertades.
Así pues el derecho al respeto a la vida privada o intimidad, al honor e incluso
a la imagen propia, son considerados ya como derechos humanos
fundamentales, establecidos por diversos instrumentos internacionales como
son la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la
Asamblea general de las Naciones Unidas en 1948 (artículo 12), el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 (artículos 17 y 19), la
Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969 (artículos 11 y 13),
y en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 (artículo 16),
instrumentos todos estos firmados y ratificados por nuestro país (cabe señalar
que también existen otros instrumentos que establecen este derecho como
son: la Convención de Roma para la protección de los Derechos Humanos y
las Libertades Fundamentales de 1959, la Declaración de los Derechos y
libertades fundamentales aprobadas por el parlamento europeo y la Carta
Africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos de 1981 y de los que
México no es parte.)
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS (1948)
En su artículo 12 establece que nadie será objeto de injerencias arbitrarias en
su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques a
su honra o a su reputación y que toda persona tiene derecho a la protección
de la ley contra esas injerencias o ataques.
PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS (1966)
En su artículo 17 establece las mismas disposiciones que el artículo 12 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y en su artículo 19 al hablar
de la libertad de expresión señala que el ejercicio de ese derecho entraña
deberes y responsabilidades especiales por lo que podrá estar sujeto a ciertas
restricciones fijadas por la ley y que sean necesarias para asegurar el respeto
a los derechos o a la reputación de los demás, así como para proteger la
seguridad nacional, el orden público, la salud o moral públicas.
III. HONOR:
CONCEPTO DE INTIMIDAD
NOCIÓN DOCTRINAL
Partimos de su acepción, del latín “intimus”, que significa “zona espiritual
reservada de la persona”, derecho de la persona por el solo hecho de
“ser”.103 El derecho a la intimidad, como concepto fue mutando con el
devenir del tiempo y las circunstancias. En un principio configuró una
expresión netamente negativa según DE CUPIS, quien consideraba este
derecho como un modo de ser negativo de la persona frente a los demás. El
mismo consistía en la exclusión de terceras personas. En este sentido lo
expresa el juez Cooley, haciendo referencia a esta como “Right to be let
alone”. En la actualidad, esta visión negativa ha sido superada y podemos
decir que hoy se define de forma positiva, donde la persona tiene el control y
amplia disposición de los datos o elementos referidos a su persona.
SUJETOS RESPONSABLES.
El artículo 1.905 del Código Civil Español (CC) prescribe que “el poseedor de
un animal o el que se sirve de él, es responsable de los perjuicios que
causare, aunque se le escape o extravíe”. Acorde con la literalidad, del
mencionado artículo, resulta indudable que nuestro legislador ha considerado
oportuno que el deber de indemnizar el daño, ocasionado por animales, es
consecuencia de la posesión del mismo, y no de la propiedad. De ahí que
para ser responsable, por los daños causados, no se precisa la existencia de
dominio sobre el animal. Por consiguiente, para poder ser considerado
responsable (de los daños producidos por el animal) debe observarse si se es
o no poseedor del animal, o si se ha servido del mismo. No obstante, debe
señalarse que habitualmente el poseedor resulta ser el propio propietario del
animal. Por ello, en la práctica, suele haber un gran número de demandas
dirigidas contra quien presuntamente es el propietario del animal; y muchas
sentencias solo manifiestan interés por determinar si el demandado ostenta la
condición de propietario.
En determinados supuestos el propietario sí que será responsable de los
daños causados, esto es así en el supuesto que el propietario además de
ostentar el dominio (como propietario) ostente la posesión del animal, siempre
y cuando ambas condiciones se ostenten en el momento de causación del
daño. De todo esto se infiere que el propietario no responde por su condición
de ser propietario, sino por el hecho de ser poseedor o usuario del animal.
Puede verse cierta semejanza entre los requisitos con los que se exige para la
responsabilidad subjetiva del art. 1902 CC, siempre recordando que no es
necesario culpa o negligencia alguna. La similitud a la que me refiero es la
propia de los requisitos de la responsabilidad civil en general, es decir, se exige
un comportamiento, que en el art. 1902 CC consiste en una acción u omisión,
mientras en el 1905 debe ser el comportamiento de un animal. En ambos
artículos es necesario la existencia de un daño, y finalmente una relación o
nexo de causalidad entre comportamiento y daño. Sin embargo, como ya se
observará más adelante, dicho nexo de causalidad tiene sus propias
particularidades porque estamos ante una responsabilidad objetiva.
EL DAÑO RESARCIBLE.
La norma transcrita trae causa del Derecho Romano (actio de effusis vel
deiectis) y, más cercanamente, de las Partidas (7, 15, 25 y 26), pretendiendo
afrontar las consecuencias dañosas inherentes a una convivencia desordenada
y desconocedora de las más mínimas reglas de buena vecindad, limpieza y
salubridad ambiental (el ¡agua va! De las calles de nuestra capital del Estado,
referido a las aguas fecales, contra el que emprendió su particular cruzada el
rey Carlos III, no es mal ejemplo).
Por desgracia, las consecuencias dañosas de los elementos “caídos” son muy
frecuentes. En enero de 1999 un trozo de la cornisa del Teatro Calderón de
Madrid, provocó muerte y lesiones en los ocupantes de un automóvil detenido
en la esquina de las calles Dr. Cortezo y Atocha. De los ocupantes algunos
eran alumnos de la UNED, a los que días antes explicaba el autor la STS (1ª)
de 5 de diciembre de 1998, dictada en un supuesto en el que u peatón,
paseando también por una avenida de Madrid, resulta lesionado de gravedad al
caerle encima un rótulo o anuncio luminoso que se hallaba en mal estado.
El daño ambiental puro, será, pues, el daño que se causa al ambiente con
independencia de la afectación a intereses particulares. Será, por ejemplo, el
daño al río Rímac, a los bosques en Madre de Dios y al mar de Ventanilla,
entre otros. Es, precisamente, por su carácter colectivo que el artículo IV del
Título Preliminar de la Ley General del Ambiente, en adelante “LGAMB”,
reconoce el derecho de todas las personas de salir en defensa del ambiente sin
que sea necesario acreditar un perjuicio directo.
El ambiente El ambiente puede ser definido si es que cabe definir aquello que
no se conoce completamente como la integración de todos los elementos que
componen el sistema en el que vivimos la biosfera y la interacción entre ellos
mismos. Esto incluye, pues, lo vivo y lo inanimado, lo visible y lo invisible, lo
natural y lo construido; así como la relación entre los mismos, sea ésta tangible
o intangible. En buena cuenta, el ambiente es aquello que nos rodea. Pero no
sólo aquello que rodea a la especie humana, sino también a los demás seres
vivos y, además, las relaciones existentes entre todas las especies que habitan
la Tierra.
Los componentes del ambiente pueden ser clasificados en tres grupos: (i) el
ambiente natural, que incluye el aire, el agua, el suelo, la flora y fauna, y las
interrelaciones entre éstos; (ii) el ambiente construido por el hombre, que
comprende las ciudades y obras de infraestructura; y, (iii) el ambiente social,
que comprende a los sistemas sociales, políticos y culturales.
Y respecto del daño ambiental puro, este mismo autor lo define señalando que
“es toda lesión o menoscabo que atente contra la preservación del entorno –
constituido por los recursos naturales vivos, inertes, culturales materiales e
inmateriales–, en tanto influya en la calidad de vida, desde el punto de vista del
interés humano”.
Por lo tanto, debemos entender que la LGAMB exige un daño cierto. En esto,
como es obvio, coincide con el Código Civil, que en materia de responsabilidad
civil extracontractual, exige la existencia del daño y la verificación del mismo
para que se pueda exigir la reparación. Sin daño no cabe atribuirle
responsabilidad a persona alguna. Sin la ocurrencia de un daño el Derecho no
actúa. Como se puede notar de los artículos 1969 y 1970 del Código Civil, el
daño es la piedra angular de esta rama del Derecho. Fernando de Trazegnies
nos dice que “existen diferentes tipos de daños reparables. Pero, ante todo, es
importante destacar una característica general de todo daño susceptible de
reparación: el daño, cualquiera que sea su naturaleza, debe ser cierto si quiere
aspirar a una reparación”.
Por lo tanto, aunque en este ensayo distinguimos las normas del Código Civil,
de las dispuestas por la LGAMB, hablamos de un mismo Derecho de daños,
cuyas normas, aunque diferentes, deben ser interpretadas en conjunto y a la
luz de los mismos principios generales del Derecho.
Las disposiciones del Código Civil no fueron pensadas para la protección del
ambiente, ciertamente; y, menos aún para enfrentar la reparación del daño
ambiental puro. Sin embargo, algunas de sus disposiciones sí tienen relación,
aunque lejana, con éste ya que otorgan a los individuos los medios legales
para hacer que se respete su entorno y tranquilidad. Tal es el caso, por
ejemplo, de las normas sobre inmisiones y relaciones de vecindad, las cuales
constituyen, aunque en un ámbito bastante limitado, unas de las disposiciones
precursoras del Derecho Civil en lo que a calidad de vida se refiere. Hoy, el
Código Civil –al igual que en su momento lo dispuso el Código de 1936–,
contiene disposiciones que protegen a los ocupantes de inmuebles de
molestias causadas por sus vecinos. Se les protege, porque, entre otros
aspectos, son perjudicados en su sosiego y salud. Se les protege de todo
aquello que exceda de la tolerancia –concepto, como vimos arriba,
indispensable para el Derecho ambiental– que mutuamente se deben los
vecinos. Junto con éstas, hay otras disposiciones de nuestro Código Civil que
pueden ser utilizadas para fines ambientales; sin embargo, sus conceptos
deben ser complementados con otros para reparar el daño ambiental puro.
El párrafo 1 del artículo 1971 del Código Civil establece que no hay
responsabilidad en el ejercicio regular de un derecho. Sin embargo,
entendiendo esta norma en el contexto del sistema jurídico, el ejercicio de un
derecho no es irrestricto. ¿Esta norma del Código Civil es una exención de
responsabilidad para todos los casos de derechos afectados? Es decir,
¿cualquier ejercicio regular de un derecho libera de la obligación de no afectar
el ambiente? No es así. Recordemos, para esto, que toda facultad otorgada por
un derecho no es absoluta. Por ejemplo, ¿alguien puede sostener que está
eximido de responsabilidad por matar a alguien en el ejercicio regular de un
derecho? No. Por eso es que en el régimen especial de responsabilidad
ambiental se establece la obligación de todo aquél que causa un daño al
ambiente de asumir las consecuencias del mismo, aun cuando su actuación
hubiera sido conforme al marco legal que regula su actividad.
Daños Corporales
Los daños y perjuicios causados en las personas como consecuencia del daño
corporal ocasionado por hechos de la circulación se cuantificaran en todo caso
con arreglo a los criterios del Título a IV y dentro de los limites indemnizatorios
fijados en el Anexo.
Tras la reforma operada por la ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo, que entro
en vigor el pasado día 1 de julio 2015, las infracciones penales relativas al
homicidio y a las lesiones cometidas mediante imprudencia han sufrido una
importante modificación:
En primer lugar, resultan atípicas las muertes o las lesiones causadas mediante
imprudencia simple, así como las lesiones previstas. Cualquiera que sea la
clase de imprudencia mediante la que se haya producido este resultado.
También son atípicas las lesiones previas en el artículo 282, cometidas
mediante imprudencia menos grave. En estos casos los perjudicados tienen a
su disposición el orden civil para la reclamación de la cantidad en concepto de
indemnización por muerte o lesiones sufridas.
Derecho Aeronáutico
Desde el escenario jurídico internacional, y para comprender el concepto de
responsabilidad civil en el derecho aeronáutico y de los pilotos, es fundamental
tener conocimiento acerca del concepto y la definición sobre el tema del
derecho aeronáutico, el cual puede ser definido como:
A ello cabe agregar que la obligación de reparar nace, cuando alguien resulta
perjudicado como consecuencia de la violación de un deber jurídico
preexistente, pues los individuos están sometidos a un ordenamiento jurídico,
con el doble alcance de observar el deber de cumplir las normas o de atenerse
a las consecuencias derivadas del incumplimiento, que consiste en este caso,
en la indemnización de daños y perjuicios. En materia de responsabilidad civil
en el derecho aeronáutico y de los pilotos existe una responsabilidad
profesional, y de acuerdo como se presenten las circunstancias de modo,
tiempo y lugar se puede hablar de una responsabilidad contractual o
extracontractual, pero para el caso de los pilotos por estar ligados a un contrato
laboral y ser el oficio que desempeñan, están ligados a la responsabilidad
contractual. Dentro de las obligaciones contractuales propias de los
profesionales, se encuentran las obligaciones de medio y las obligaciones de
resultado, dándose las primeras en los siguientes términos:
Elementos de la responsabilidad
Daño causado
Imputabilidad
Para este concepto debemos decir que los daños materiales radican en la
afectación al patrimonio de la víctima, mientras en los morales la afectación no
es económica sino emocional. La indemnización de los perjuicios materiales se
puede determinar con “el valor comercial del bien, el valor de su reparación o
por medio del detrimento que ha sufrido el patrimonio de la víctima después del
acaecimiento del daño” (Romero, 2005, p. 62). A diferencia de los perjuicios
morales en donde en estricto sentido no hay indemnización, sino una
compensación apreciable en dinero por los daños ocasionados con “la pérdida
de la vida de una persona, la lesión en la integridad personal propia o ajena, o
por la pérdida total o parcial de una cosa de especial valor sentimental”, en tal
sentido dicha compensación de manera subjetiva, tal como se dijo si es
apreciable en dinero y por lo tanto se convierte en la práctica en una
indemnización monetaria, tal como sucede con la indemnización de los
perjuicios materiales.
La restitución implica la devolución del bien que es objeto de daño, por lo que
solo opera en daños de bienes patrimoniales.
Fundamentación de la reparación:
Por lo tanto, hasta lo aquí descrito, podemos afirmar que se ha dado un noción
general de producto en la mayoría de legislaciones incluido nuestro
ordenamiento jurídico, lo cual permite una esfera de protección más amplia a
favor de los consumidores.
De igual forma podemos citar el caso del Chevrolet Corvair, fue un automóvil
de la marca Chevrolet, de General Motors fabricado en Estados Unidos de
1959 a 1969 y que se hizo famoso por las críticas de un libro titulado Unsafe at
any speed escrito por Ralph Dannels o Ralph Nader. En dicho libro se pone en
entredicho el diseño del coche por considerarlo inseguro.
Para ver más clara esta situación, podemos referirnos al ejemplo de los
automóviles, de los que no cabe duda alguna que son generadores de daño en
función de su diseño (masa, velocidad, etc.); pero no se conoce otra forma de
aprovechar las ventajas de la velocidad sin incurrir en tales riesgos. No pueden,
entonces, imputarse al fabricante todos los accidentes automovilísticos, bajo el
pretexto de que tiene un defecto de diseño al no haberse eliminado su
peligrosidad. Una acción contra el fabricante sólo sería posible si pone en
circulación un modelo que no utiliza todos los medios tecnológicos a su alcance
para contrarrestar o atenuar el riesgo: verbigracia, si coloca en el mercado un
automóvil que tiene frenos muy débiles en proporción al peso de ese automóvil
y a sus capacidades de desarrollar altas velocidades. Sólo en esta hipótesis
reencontramos el defecto de diseño. Pero, incluso después de adoptadas todas
las precauciones razonables en el diseño, queda un riesgo residual cuya
existencia no es posible aún de controlar tecnológicamente; éste no podría ser
imputado al fabricante. Para tal caso, nuestro código ha previsto el artículo
1970: si el fabricante ha señalado claramente el peligro o éste es de dominio
público, queda liberado de la responsabilidad; pero el usuario responde
objetivamente por tratarse de un bien riesgoso o peligroso.
En última instancia, hay siempre que tomarle el peso a la ventaja de contar con
el producto y a las desventajas y riesgos del mismo; y decidir en favor de lo que
sea más significativo. Sin embargo, esta significación no puede ser entendida
desde el punto de vista individual y subjetivo del fabricante (para quien puede
ser lucrativamente "razonable" no aumentar el costo con un diseño
tecnológicamente más avanzado y más seguro) o del consumidor (quien puede
ser suficientemente irresponsable como para considerar "razonable" ahorrar a
costa de su seguridad y/o —lo que es peor— de la seguridad de terceros), sino
desde el punto de vista de la sociedad. Así, si un determinado insecticida es la
única alternativa económicamente razonable para un país en vías de desarrollo
con el objeto de combatir el paludismo, no se puede responsabilizar al
fabricante por los daños que inevitablemente tal producto cause a ciertos
sembríos. Pero si en un país en vías de desarrollo se vende un producto con
riesgo de diseño cuya comercialización está prohibida en su país de origen
únicamente porque se quiere hacer negocio explotando la tendencia natural del
consumidor de un país pobre para comprar lo que sea más barato aun cuando
hubiera podido adquirir algo más seguro, en ese caso el defecto de diseño
vuelve a adquirir relevancia.
En este campo, nuestros jueces tendrán por delante una delicada función de
evaluación, por lo que deberán tener en cuenta los derechos fundamentales
contemplados en la Constitución, dado que su labor al decidir casos de
responsabilidad extracontractual no será facilitada por los reglamentos
existentes que regulan la comercialización de productos; porque podría
suceder que la entidad administrativa correspondiente autorice la venta de un
producto con riesgo de diseño, pero ello no exonera de responsabilidad civil al
fabricante si el riesgo involucrado en el producto se cumple y causa daño.
Defecto de información.
El tercer grupo de productos defectuosos es el que corresponde a los
artículos que resultan peligrosos por defecto de indicaciones,
información o advertencia por el fabricante sobre la manera razonable
de usarlos o sobre su riesgo implícito (suponiendo, en este último caso,
que sus ventajas sociales sean superiores a la desventaja social de la
existencia del riesgo y, por tanto, no estén incluidos en el grupo de
defectos de diseño).
La falta de correspondencia entre lo que el fabricante dice que un
producto es y lo que realmente es, puede ser en algunos casos un
"defecto" del producto capaz de dar lugar a la producción de daños por
usos indebidos pero acordes con las expectativas abiertas por el
fabricante.
Puede que un producto no tenga defectos de diseño ni de fabricación,
pero llevan ínsitos una serie de peligros, los cuales forman parte de su
propia naturaleza, que el fabricante deberá dar a conocer. Es por ello,
que en estas circunstancias, el producto no puede ser calificado como
inseguro si su expendio va acompañado de instrucciones sobre su uso,
información sobre los riesgos que puede acarrear su consumo,
advertencias sobre su utilización, etc.
De esta manera, por ejemplo, si un fabricante anuncia que sus gatas
hidráulicas soportan dos toneladas pero se comprueba que tales gatas
sólo soportan una tonelada (sin necesidad de que exista defecto de
fabricación ni de diseño) ese fabricante sería responsable por los
accidentes que causen tales gatas al ser usadas para cargas superiores
a una tonelada e inferiores a dos. Es interesante señalar que aquí no
hay defecto de fabricación: las gatas han salido al mercado con las
características estándar previstas; la gata del accidente no es una
desviación del patrón de producción. Tampoco hay un defecto de
diseño: la gata estaba bien diseñada para la carga originalmente
prevista. Todo lo que hay es un defecto de información: fue presentada
como capaz de hacer más de aquello para lo que había sido diseñada y
fabricada.
Existen algunos productos como el consumo de cigarrillos, cuya falta o
ausencia de información exponen al consumidor a riesgos que para él
son desconocidos y, por ende, no podrá adoptar las medidas pertinentes
respecto al consumo del producto. Es por ello que el CPDC ha previsto
en su artículo 25° que los productos o servicios ofertados en el mercado
no deben conllevar, en condiciones de uso normal o previsible, riesgo
injustificado o no advertido para la salud o seguridad de los
consumidores o sus bienes. Y en caso de ser previsible dicho riesgo,
deberá informase al consumidor. Por lo que los proveedores de
cigarrillos pueden poner a disposición de los consumidores sus
productos, siempre y cuando contengan la información requerida por las
normas especiales que regulan lo concerniente al consumo de
cigarrillos, que establecen la ubicación y tamaño de la advertencia en la
cajetilla, así como el texto que ésta deberá incluir: “Fumar es dañino
para la salud, está prohibido fumar en lugares públicos, según Ley N°
25357”.
Dentro de este grupo de productos defectuosos por defecto de
presentación al público se encuentran también, por ejemplo, las
preparaciones medicinales cuyas contraindicaciones no han sido
señaladas en los folletos respectivos; o los artículos peligrosos (pero
cuya producción y comercialización es socialmente conveniente)
respecto de los cuales el fabricante no ha advertido de manera clara y
expresa la existencia del riesgo o peligro. También están dentro de este
grupo aquellos productos cuyas instrucciones de uso son
manifiestamente equivocadas o insuficientes, llevando al consumidor a
usarlos de manera que podría ser considerada razonable si no se cuenta
con la información correspondiente, pero que en realidad es riesgosa.
Debemos indicar que la presentación defectuosa del producto al público
no requiere haber sido hecha por escrito ni estar expresada de manera
más o menos formal: puede ser oral y consistir simplemente entre la
conversación entre el vendedor y el comprador. Habrá indudablemente
en estos casos una dificultad de probanza; pero ello no altera la
naturaleza de la situación jurídica. Del mismo modo hay que tener
presente que la presentación defectuosa no requiere haber estado
motivada en un deseo del fabricante de vender a toda costa el producto:
puede no haber habido engaño ni exageración intencional sobre las
cualidades del producto; hubo un simple error respecto de lo que era el
producto vendido. Por consiguiente, la responsabilidad extracontractual
se configura sin necesidad de que haya mediado conciencia en el
fabricante: si pensamos que todo producto mal presentado (con defecto
de advertencia) es peligroso, se aplica el artículo 1970 del Código Civil y
el fabricante no se libera probando ausencia de culpa sino únicamente si
demuestra una de las fracturas causales contenidas en el artículo 1972.
Sin embargo, se debe tener en cuenta que el saneamiento por vicios ocultos se
da “cuando el bien carece de las cualidades prometidas por el transferente que
le daban valor o lo hacían apto para la finalidad de la adquisición”, mientras que
la responsabilidad por productos defectuosos se da cuando el producto “no
ofrece la seguridad a que las personas tienen derecho” causando daños a la
integridad de los consumidores o a sus bienes (art. 102°del CPDC). Ello pone
en evidencia que el concepto de vicio está en función del uso de la cosa, es
decir, del interés económico del comprador, mientras que el concepto de
defecto está en función de seguridad del producto frente a la integridad o salud
del consumidor.
CONCLUSIONES