Escuela de Chicago

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La ‘Escuela de Chicago’ y el

nacimiento de los primeros


rascacielos
La ciudad de Chicago fue en el siglo
XIX escenario del nacimiento de los
primeros rascacielos, y aglutinó toda
una escuela de ingenieros y
arquitectos innovadores que lo
hicieron posible.
Los primeros edificios en altura no
superaban las 12 plantas, pero
sentaron las bases técnicas y estéticas
para las construcciones más altas del
siguiente siglo.

Vista aérea parcial del centro de Chicago (Loop), de la guía de la ciudad


publicada en 1893 por Rand, McNally & Co’s
El próspero crecimiento de Chicago, populoso
asentamiento surgido en el Medio Oeste
americano a partir de la fortaleza militar Fort
Dearborn, y construido a base de estructuras
de listones de madera, se vio frenado
abruptamente en 1871 por un gran incendio
que arrasó buena parte de la ciudad cuando
ésta ya contaba con 300.000 habitantes.
Sobre la vieja cuadrícula, donde había un
poblado de características semi-rurales, se
desarrolla entonces, aceleradamente, una
ciudad moderna. La zona conocida como el
Loop, el meandro del río, próximo al puerto
y privilegiado por su proximidad a los centros
de comunicación, se transforma en un moderno
centro de negocios, con oficinas, grandes
almacenes, hoteles, teatros…
Conforme la actividad económica crecía, la
necesidad de estar donde ésta tenía lugar atrajo
a gran cantidad de población, y tomó forma la
idea de crear edificios en altura.
Chicago en 1916.

Es decisivo en este reto William Le Baron Jenny, que habiendo estudiado ingeniería en París y tras haber
sido ingeniero durante la Guerra de Secesión abrió un estudio de arquitectura en Chicago en 1868.
Fue profesor en la Universidad de Michigan desde 1876 hasta 1880 por lo que de sus aulas y de su estudio
saldrán los más importantes proyectistas de las próximas décadas que trabajarán en el estilo que definimos
como "La Escuela de Chicago", una solución intermedia entre la ingeniería y la arquitectura: una mezcla de
funcionalidad, avance técnico y criterios estéticos.
Fueron dos grandes avances
técnicos los que consiguieron
que esa idea se llegase a
materializar: el primero, la
invención del ascensor por parte
de Elisha Otis en 1853, que
posibilitó subir sin esfuerzo a las
alturas que poco a poco se iban
alcanzando. El otro gran avance
fue la incorporación a los
edificios de estructuras de
acero que hasta el momento
se estaban aplicando a puentes
y otras obras de ingeniería.
Con el anterior sistema de
muros de carga que tenían que
ser necesariamente más
gruesos para soportar el peso
de cada vez más plantas hubiese
sido imposible alcanzar las
Calle de Chicago en la década de 1880-90. alturas que sí permitían los
nuevos pilares de metal.
El más decisivo fue la aplicación del
invento del ascensor, primero a vapor
(Otis, 1864), luego de propulsión
hidráulica (Baldwin, 1870) y
finalmente eléctricos (Siemens, 1887),
que resolvió el transporte vertical a lo
largo del edificio, que permitía el
rápido ascenso y sin desgaste físico.
Tampoco es despreciable la utilidad de
otros dos inventos que permiten el
provechoso funcionamiento de los
grandes edificios de altura: el teléfono
y el correo neumático (tubería que
interconecta todos los pisos y los
diferentes locales del edificio).

Ascensor eléctrico. Finales del siglo XIX.


El uso de nuevos materiales estructurales como el hierro
fundido, luego sustituido por el forjado y finalmente por el
acero, eliminan definitivamente los gruesos muros,
permitiendo la elevación en altura sin miedo. Se conocía
perfectamente su resistencia porque ya se venía
construyendo numerosos edificios de ingeniería con este
material. También se comienza a utilizar el hormigón
armado o, lo que es lo mismo, la mezcla del hormigón
reforzado con varas de acero.
Al recaer el peso del edificio sobre un esqueleto de
hormigón reforzado, los muros de las fachadas dejan de
tener función sustentante y se puede agujerear con
numerosos ventanales reticulares.
Con el mínimo espesor de los pilares también se gana
mayor amplitud en los espacios interiores.
Tampoco es desdeñable el ahorro económico del nuevo
material, puesto que: se fabrica en serie; es fácil de
transportar desde la fábrica a la obra; es posible crear
elementos prefabricados; y se necesita menos material
para cubrir el mismo espacio. El cristal de ventanales y
escaparates toma protagonismo como elemento de cierre,
preludiando las "cajas de vidrio" del siglo XX.
Se perfeccionan los sistemas de cimentación,
el “Chicago caisson’’ de cemento, que permiten
levantar con seguridad las alturas hasta en zonas
no muy estables como las arenosas y fangosas
orillas del lago Michigan.
Al grupo de diseñadores que fueron protagonistas del
“boom” de Chicago, se les conocerá como la “Escuela
de Chicago”. Todos ellos compartieron no solo la
premisa, la voluntad de elevarse más sobre el suelo con
sus edificios, sino que, además, sus obras tienen
notables puntos en común, como la necesidad de
conseguir una nueva estética para las fachadas.
Y es que los edificios de la antigüedad solían ser mucho
más anchos que altos, y su lenguaje de órdenes clásicos
estaba pensado y desarrollado para proporciones más
bajas, habitualmente de tres o cuatro plantas.
Por primera vez en la historia se encuentran ante la
necesidad de componer fachadas que se elevan hacia
el cielo, lo que acaba derivando distintas soluciones
estéticas, desde dividir la fachada en grupos de plantas,
a repetir el mismo ritmo con ventanas idénticas en todos
los niveles, diferenciando solo el basamento y la cornisa.

Edificio en construcción de Chicago, 1906.


El edificio en altura pasó a ser
germen de la ciudad
contemporánea y a formar parte
indisoluble de la misma.
La densidad edificatoria que ésta
lleva aparejada es una de las
características que hace que la
ciudad tenga un carácter propio,
generando vida urbana,
potenciando la diversidad de
actividades y haciendo viables
las infraestructuras de
transporte público.
Se trata, pues, de una
característica necesaria para
evitar la expansión constante
por el territorio y para
economizar recursos naturales,
y, por tanto, se ha convertido
hoy en día en una pieza
imprescindible para el desarrollo
urbano sostenible.
A la izquierda, el
Home Insurance
Building (1885), de
Le Baron Jenney,
considerado el
primer edificio en
altura de
los tiempos
modernos.
A la derecha, el
“segundo Leiter
Building”, de
1889, del mismo
arquitecto. Los 14
años transcurridos
entre uno y otro
muestran la
evolución hacia
una estética
moderna, cada
vez menos
ornamentada.
A la
izquierda,
Reliance
Building
(1890-1895),
de John Root.
A la derecha,
grandes
almacenes
Carson, Pirie
& Scott
(1899), de
Louis
Sullivan.
En ambos
edificios se
opta por la
repetición
“infinita”
del ritmo
de ventanas.
Para una aproximación a los protagonistas de
la Escuela de Chicago y a sus obras podemos
clasificarlos en dos tendencias: estructuralistas
y neomedievalista, pero teniendo siempre en
cuenta que la versatilidad de estos arquitectos
combina en muchas ocasiones ambas
tendencias.
- Tendencia estructuralista:
1. El pionero y cabeza de esta tendencia es el
ya mencionado William Le Baron Jenney
(1832-1907).
En 1879 construye el First Leiter Building, ya
demolido, el primer edificio alto sostenido por
una mezcla de columnas y vigas horizontales de
hierro y con una envoltura exterior de ladrillo.
Tenía siete plantas, lo que hoy en día no causaría
sorpresa, pero en su día constituyó una
auténtica novedad. Su plano rectangular y su
fachada repite el modelo de las primitivas
construcciones fabriles inglesas pero con mayor
altura y amplios vanos exteriores.
El Leiter II repite el modelo.
En 1885 Le Baron Jenney, con el Home Life Insurance
Building, da un paso más para lograr una estructura
totalmente metálica. El edificio, de diez plantas al que
después se añadieron dos más, poseía sobre un zócalo
de mampostería un armazón metálico, de hierro los
cinco primeros pisos y de acero Bessemer los
restantes, con vigas y pilares metálicos recubiertos de
ladrillos refractarios.
Los pilares metálicos sostenían vigas de doble T que
soportaban los pisos de hormigón, consiguiendo
disminuir la función sustentante del muro.
En 1889, con su segundo Leiter Building y con el Fair
Building, Jenney precisa su concepto constructivo
reduciendo las fachadas a ligeras pantallas sostenidas por el
entramado metálico interior. El Manhattan Building (1890)
alcanza los 16 pisos –por primera vez en el mundo-, para
buscar luz por encima de una calle estrecha; las ventanas
quedan recortadas en un muro continuo que se apoya, piso
a piso, en el esqueleto de acero.
2. El equipo formado Burnham (arquitecto) y Root
(ingeniero) es también parte fundamental en el desarrollo
de la arquitectura de Chicago, dando su colaboración
grandes frutos truncada por la temprana muerte de
Rooten1891. Entre sus obras debemos destacar:
El Montauk Building (1881–82), que fue una de sus primeras
obras (derruido en 1902). El edificio era de diez plantas y su
aspecto era el de una mole maciza con ventanas
regularmente distribuidas y una total ausencia de
decoración. En este edificio Root experimentó la llamada
"balsa flotante", consistente en una plancha de 60 cm
reforzada con nervaduras de acero para salvar los suelos
fangosos de Chicago generalizado posteriormente en otras
Burnham y Root. Roockery Building (1885-1888),
construcciones de la ciudad. escalinata y cúpula acristalada.
Estos progresos también se emplearon en el
nuevo bloque de oficinas, Rookery Building
(1886-87), queBurnham y Root construyeron en
torno a un gran patio central cuadrado cubierto
por un entramado de hierro y cristal, que es en
realidad una galería comercial que se dispone en
forma de balconadas a la manera francesa.
En los mismos años, comenzaron a construir el
Monadnock Building, una notable edificación de
17 plantas que, al contrario que las anteriores,
tenía muros exteriores de ladrillo con función
sustentante, si bien el esqueleto interior era
metálico, con pilastras en hierro forjado
protegidas contra el fuego. En elMonadnock el
esquema de bow-windows (miradores
poligonales) introduce con sus formas convexas
un ritmo ondulante en la fachada a la vez que
acentúan con su verticalidad la altura del bloque.

Burnham y Root. Monadnock building 1891, actual.


La corriente neomedievalista.

Su principal representante es Louis Sullivan


(1856-1924). De formación arquitectónica
tradicional en Boston y Filadelfia, también
trabajó en Chicago en el estudio de Le Baron,
pero marchó pronto a París donde completó
su aprendizaje. Al regresar a Chicago entró en
el estudio del arquitecto danés Dankmar
Adler (1844-1900) con el que pronto se asoció
(1881); juntos colaboraron en más de cien
construcciones de importancia en San Luis y
Buffalo (los Wainwrigth y Guaranty Building,
de 1890 y 1894-95 respectivamente) y, por
supuesto, en Chicago. También debemos
destacar de Sullivan que fue maestro de
jóvenes arquitectos que en el siglo XX
sorprenderán a la sociedad norteamericana
como Frank LLoyd Wright.

Sullivan, Louis. Auditorium building de Chicago, 1886-89.


Una de sus primeras obras conjuntas en
Chicago es el Auditorium (hoy conservatorio
Roosevelt College), una gigantesca edificación
realizada entre 1887 y 1889. Es un colosal
teatro de ópera con capacidad para 4.200
espectadores en un edificio que incluye
además oficinas, tiendas y 800 habitaciones
de hotel. La forma de paralelepípedo le dan
un aspecto macizo que rompe con bandas
verticales rematadas en arco. Las entradas
principales se realizan bajo tres arcos
cavernosos de gruesas dovelas que recuerdan
las portadas románicas. Un almohadillado
rústico recorre el basamento que da paso a la
entreplanta en piedra tallada plana en una
gradción que recuerda los palacios
florentinos. Sobre la entrada al auditorio se
sitúa una maciza torre cuadrada que también
Sullivan, Louis. Auditorium building de Chicago, 1886-89. podría ser un recuerdo de la arquitectura civil
Salón de la ópera. gótica italiana. En el interior llama la atención
la abundancia de decoración de formas
curvilíneas naturalistas.
El último edificio que construye Sullivan, ya
separado de Adler desde 1895, es el Schlesinger
& Mayer(luego Carson, Pirie & Scott), y supone la
culminación de su búsqueda formal. Lo construyó
entre 1899 y 1901 si bien luego fue agrandado
por Burnham de acuerdo al plan del autor. Al
estar destinado a grandes almacenes y tener una
función representativa o de reclamo, incorpora
una esquina curva. La estructura es
marcadamente horizontal por sus amplias
ventanas apaisadas; y sólo acentúa la
verticalidad en el chaflán torreado de la esquina.
La severidad de la fachada, con sus finas líneas
recubiertas de terracota clara, contrasta con el
piso de entrada y el entresuelo. La entrada se
realiza a través de un curioso quiosco de hierro
fundido que hay en la esquina donde Sullivan
volcó su fantasía decorativa, lo mismo que en los
marcos de los escaparates de la planta baja y
alrededor de las ventanas de la primera.
Son motivos diseñados a partir de una forma Sullivan, Louis. Almacenes Carson 1899-1904.
vegetal y curvilínea próxima al Art Nouveau.

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