Maud Mannoni, El Niño, Su Enfermedad y Los Otros

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Maud Mannoni, El niño, su "enfermedad" y los otros

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nino-su-enfermedad-y.html)

El síntoma o la palabra

Bajo el influjo del conductismo, la escuela norteamericana


puso el acento sobre el juego conflictivo que opone el sujeto a
su medio. ¿Acaso el síntoma neurótico tiene que ser
comprendido en consecuencia como el resultado de tal juego
entre el desarrollo del sujeto y su entorno?.¿Nos permite esta
explicación penetrar en el sentido de aquello de que
verdaderamente trata el análisis?.
Freud mostró la importancia de los primeros años de la vida
en el ser humano. El nuño tiene que pasar por conflictos que
son necesarios par él. Son conflictos identificatorios y no
conflictos con lo real; y si bien el mundo exterior es sentido por
el niño alternativamente como benévolo o como hostil
,sabemos con certeza que no se trata de una situación
biológica o animal de
"lucha por la vida sino de una situación imaginaria que poco a
poco tiene que llegar a simbolizarse (1). en sus relaciones con
sus padres, el niño tiene que aprender a dejar una situación
dual
(de fascinación imaginaria) para introducirse en un orden
ternario -es decir estructurar el Edipo, lo cual solo puede
hacerse cuando entra el orden del lenguaje.
De este modo, la aportación de Freud reside ante todo en
indicarnos que, en un análisis, no se trata de un individuo que
se enfrenta con la realidad ni de su conducta, sino por el
contrario, del desconocimiento imaginario del yo, es decir de la
sucesivas formas de identificaciones, de engaños y de
alienaciones que expresan una defensa frente al advenimiento
de la verdad del sujeto.
El psicoanálisis de niños no difiere en su espíritu (en su
escucha) del psicoanálisis de adultos; pero al adulto, incluso
tratándose de un psicoanálisis, cuando aborda los problemas
de la infancia, a menudo se le interpone la idea (las
proyecciones imaginarias) que se hace de ella. (El propio Freud
no está protegido contra los errores en ese terreno.) Todo
estudio sobre la infancia implica al adulto, a sus reacciones y a
sus prejuicios.
Observaciones efectuadas por Francoise Dolto(2) en niños
normales de 20 meses presas de una aguda tensión emocional
por el nacimienío de un hermanito, nos muestran hasta qué
punto el adulto forma parte del conflicto. Lo que demanda el
niño desesperado (por la brusca pérdida de todo punto de
referencia identificatorio) es la palabra precisa, esa "palabra
maestra(3) que invoca en estado de crisis, para que a través dc
ella pueda conquistarse el dominio sobre algo: el niño reclama
el derecho de comprender lo absurdo que le sucede en
determinada reacción agresiva suya. El adulto raramente
observa, solo reprueba una intención allí donde el niño
presenta un comportamiento que requiere ser descifrado. Por
no haber podido leer su sentido. el adulto deja al niño en la
estacada con un desco de conocimiento (de palabra) que antes
sus reivindicaciones y rebeldías camuflaban. En los dos casos
estudiados por Francoise Dolto, el niño, respondiendo a la
palabra precisa recibida, pudo introducir a su vez, en plena
crisis de tartamudeo, su propia verdad (su fantasma mortífero)
y pudo, por medio de una palabra, salir vencedor del conflicto
(a la semana era posible consignar una conquista en el campo
del lenguaje: adquisición del tiempo de los verbos,
enriquecimiento del vocabulario, etc.).
En el caso de Juan, la autora nos relata las reacciones del
niño durante los veintiún días subsiguientes al nacimienío del
hermanito. Asistimos a una desesperación que se expresa a
través de la incontinencia, la encopresia y el tartamudeo. A
medida que la hostilidad y los celos se expresan vemos cómo
desaparecen los síntomas. El tartamudeo cede el
vigésimoprimer día, después que el niño colocó en la cama de
la sirvienta una muñeca de celuloide llamada Gricha (nombre
dcl hermano); lincha a esa muñeca delante de la madre y de
ese modo la hace cómplice del asesinato (simbólico) del
hermano que había venido a ocupar su lugar. Una vez
cumplido el linchamiento, el niño manifiesta su ternura al objeto
atacado y luego al bebe. El tartamudeo desaparece sin que sea
-nos dice la autora- tan fácil comprender el mecanismo que ha
podido funcionar en tales accesos de oposición y de
agresividad. El síntoma se presentó como una expresión
codificada y la madre supo aceptar que el niño la marcase con
el mensaje de que era portador el síntoma. La "palabra
verdadera" que se expresaba bajo el disfraz del síntoma era un
fantasma mortífero, pero no era una intención mortífera. La
intervención de la madre le permitió al niño abandonar su
disfraz "sintomático" e introducir el reverso de esa palabra
"verdadera"; esa palabra era también expresión de amor.
En el caso de Gricha, vemos un niño presa de una
desesperación idéntica a propósito del nacimiento de su
hermanita. El niño reacciona oponiéndose, rehusando comer,
manifestando incontinencia y tartamudeo. En el vigésimo
primer día el niño se mete en la cama del bebe haciendo la
mímica-según nos dice la madre—correspondiente a un débil
mental, con el aspecto de un tonto: "ma to tati" (moi comme
Katy-yo como Katy-). Desea que su madre esté junto a él. El
autor nos explica que igualmente mediante una especie de
linchamiento el niño saldrá victorioso de su tartamudeo (y de su
conflicto). Lo que se pone de manifiesto en ambos casos es el
conflicto identificatorio en que el niño se debate. Cualquier
intervención normalizadora del adulto no puede hacer otra cosa
que paralizar al niño en un comportamiento regresivo que ha
escogido para encerrarse en lo que cree que su madre desea.
En una observación similar, en el caso de un niño
neurotizado por una experiencia del mismo tipo, Françoise
Dolto anota que el malentendido se formó en el nivel del
lenguaje, puesto que el adulto educador se mostró más
preocupado por corregir un comportamiento de celos que por
responder a las preguntas pendientes. El niño, reprobado en
las intenciones que se le atribuían, perdido en sus posibilidades
de puntos de referencia identificatorios, fue presa de un
desorden interno que sintió como amenazador. Colocado en
una posición persecutoria, ese niño de dos años -Roberto- se
volvió peligroso para los demás. En tres días, por la sola virtud
de las palabras precisas que supo pronunciar una madre no
neurótica (con la que F. Dolto había tenido una entrevista) pudo
el niño salir curado de la crisis y conquistar de golpe su dominio
en el campo del lenguaje. El niño se había convertido en un
peligro para el bebe, como respuesta a las palabras de la
madre. Con la ayuda de la entrevista analítica la madre pudo
comprender aquello que como tensión se ocultaba detrás de
los actos agresivos, peligrosos pero desprovistos de intención
mortífera: la entrevista le permitió introducir una modificación
en el discurso que le dirigía al niño. Puso en palabras la
agresividad del primogénito, sin reprobarla, como si se
estuviese haciendo cargo de ella. Al cabo de tres días Roberto
recobró la salud, asumió la defensa del hermano y Ie reprochó
a la madre su maldad - la palabra de la madre le había
permitido situarse. Hasta entonces, a falta de comprender la
tensión de que era objeto, el niño se destruía.
El interés de estas observaciones reside en el hecho de que
en ellas se nos muestra in vivo a un niño en situación de crisis
y a un adulto en situación de responder a ella de acuerdo con
sus propios fantasmas, prejuicios o principios educativos. En el
caso del que se convirtió en un sujeto con problemas de
carácter-Roberto-, la madre, que no quería saber nada de los
celos, no había sabido hallar las palabras precisas. Había
hecho efectivamente todo para que el niño no estuviese celoso,
y de ese modo había colocado los peones disponiéndolos de
acuerdo con su deseo: el niño, al introducir su propio deseo,
trastrocaba todo, más aun en la medida en que se le había
prohibido participar en ese juego de ajedrez... "Mamá sabía lo
que era bueno para el." La palabra precisa no es, pues, fácil de
introducir porque remite a la madre a su propio sistema de
referencias. Si ciertas respuestas deben quedar precluidas
para ella, entonces al niño le será difícil introducir su pregunta
como no sea por medio dcl desorden de su comportamiento.
Este es el problema que quisiera tratar de elucidar a
propósito del celebre estudio de Freud sobre Juanito.(4) Lo que
me interesa no es el análisis del caso sino los fragmentos de
observación del padre, que ponen de manifiesto las pantallas
que el adulto levanta para que cl niño permanezca en cierto nosaber.
La observación se inicia con una interrogación de
Juanito dirigida a su madre: "Mamá, ¿tú también tienes una
cosita para hacer pis?" Este término ambiguo (dado que
designa al mismo tiempo al órgano del funcionamiento urinario
y al sexo, lugar de deseo para el niño y para la niña) es el que
la madre utilizó. Por cierto, entiende que al hacerlo evita
emplear otro término que implicaría el riesgo de designar a la
vez el sexo de ella y lo que a ella le falta. Ahora bien, toda la
interrogación de Juanito -durante la plimera parte de la
observación- se refiere visiblemente a lo que tiene o no tiene
su madre. El niño busca la palabra adecuada a costa de
innumerables rodeos y está dispuesto a mentir para que se Ie
diga (o se le devuelva) la verdad. En realidad, Juanito -a la
edad de tres años-, sabe a que atenerse acerca de la
diferencia de sexos, pero no se atreve a concederse el derecho
a tal saber que el adulto quiere anularle. Cuando la madre,
pues, le responde con una verdad-mentira: "Por supuesto que
sí, ¿por qué?", el niño carece de palabras para traducir lo que
piensa: "Pensaba solamente", le dice al adulto que no lo
escucha.
Durante esta observación vemos de qué modo Juanito (que
todavía no es un neurótico) se mistifica cada vez que choca
con la resistencia del adulto. Para conservar su autoestimación
(que pasa a través del Otro) restringe su pregunta -o, más bien,
su respuesta- al nivel en que el adulto acepta que permanezca.
Se da a sí mismo la palabra mistificante que responde al deseo
del adulto .
Retomemos el conjunto. La búsqueda de una palabra precisa
tiene para Juanito -por momentos- un acento angustiado: en el
momento del nacimiento de la hermanita esa búsqueda
subyace a la posición de Juanito frente al deseo de los padres.
Evidentemente está buscando puntos de referencia
identificatorios,(5) tarea que por cierto se le hace difícil ya que
el padre lo remite a las referencias maternas y con ello le
significa que cuando se trata del sexo la pregunta tiene que ser
formulada a través del ideal materno. Ahora bien, a la madrecomo
vemos- le gustan las nenitas y al mismo tiempo no deja
de considerar al sexo de su hijo como "un cosita graciosa" de la
que le habla a su amiga íntima. El sexo de Juanito es un objeto
que puede ser mirado (por el adulto) pero intocable para él
mismo, es algo que "concierne" a los otros, o bien se lo admite
como algo funcional (urinario), pero es condenado como lugar
del deseo de Juanito. Ahora bien, la pregunta que subyace a
las incursiones de Juanito en el dominio del lenguaje es
ciertamente ésta: ¿qué es lo deseable? La respuesta materna
a la situación erótica creada (por ella) cuando se dedica a
cuidar al niño, es la siguiente: no hay que tocárselo, "es una
porquería" es decir. que del sexo de Juanito solo se ocupa para
desvalorizarlo en el plano narcisista. El sexo del muchacho es
querido por ella como órgano urinario y no como lugar de
deseo. En vano Juanito trata de obtener de su padre la
desmentida del discurso de la madre, incluso la valorización
ética del deseo. Su padre condena a Juanito a que
permanezca frente al sinsentido, a que solo sea el objeto
pasivo amado por una madre que no desea a ningún hombre.
Ella misma participa en un juego cuerpo a cuerpo con su hijo y
al mismo tiempo no deja dc condenar verbalmente todo lo que
al sexo se refiere. El deseo de la madre consiste, por cierto, en
que Juanito no sea el amo de su deseo masculino.
La enfermedad de Juanito (fobia a los caballos) -nos dice
Freud- comienza a los cuatro años y nueve meses. Comienza
con el temor a que su madre se vaya. "Creí que te habías ido y
que ya no tenía mamá para que me mimara." Esta repentina
angustia ante la posibilidad de perder a la madre parece
haberse superpuesto a las discusiones de los padres que
Juanito pudo haber escuchado. Confiere tanta importancia a
las palabras oue ha podido sorprender, precisamente porque
en la realidad se topa con el silencio de la madre. La madre no
le dice que no desea al marido, sino que oculta esa verdad
(peligro de que se vaya del hogar) aferrándose a su hijo (a una
idea de chico gentil). No bien Juanito deja a su madre se
produce la angustia. Su sexo, lugar de tensión, pertenece a su
madre para que ella lo mire. El niño está atascado en su
evolución viril: choca con el deseo de la madre que consiste en
no desear un hombre y con el deseo del padre que consiste en
verlo adecuarse al deseo materno. Ambos padres son voyeurs
del sexo de su hijo y de su deseo. Con ese deseo se divierten,
a él se refieren a las conversaciones entre los adultos, es el
vínculo que une al padre con Freud. El padre no le habla a
Freud de su propia sexualidad, sino por cierto de la de su hijo
(es decir, de la suya vivida a través del sexo de su hijo). Y
también a través de Juanito vemos cómo la madre aborda sus
problemas con su amiga.
¿Está bien o no (tal es la pregunta velada que Juanito
plantea a su padre) que a uno le guste jugar con las nenas? EI
padre se limita a consignar (para informarle a Freud) el
nacimiento del deseo en su hijo; conoce las dificultades de
Juanito pero lo deja con su perplejidad: el sexo sigue siendo el
enigma. El niño Ie hace saber a su madre que conoce la
diferencia existente entre el sexo como órgano urinario y el
sexo como Iugar del deseo, pero choca con una posición de
rechazo (la madre parece decirle: si es así, entonces no te
quiero más - y el niño parece contestarle: ¡mala suerte! (6). A
Juanito le falta el apoyo del padre para sentir que tiene derecho
a abandonar la relación dual en la que la madre quiere
encerrarlo.
La llegada de una nueva sirvienta le permitirá a Juanito, en el
momento en que acepta ajustarse a la actitud regresiva
propuesta por el padre (dormir en una bolsa para suprimir toda
tentación de deseo), volver a tener confianza en su propio
cuerpo. A esa sirvienta puede hablarle -se nos dice- de la
desnudez de ella (esa mujer se acepta como ser desprovisto
de pene) sin encontrarse en peligro de ser amenazado con la
mutilación (como sucedió con su madre: "Si haces eso voy a
llamar al Dr.A. para que te corte tu cosita de hacer pis"). De ese
modo Juanito puede mostrar su potencia. La sirvienta se
acepta como lugar de la falta y a partir de allí Juanito encuentra
una posibilidad para volver a catectizarse en el plano narcisista.
Por eso cuando su padre le dice:"Probablemente hayas tenido
miedo al ver una vez la enorme cosita de hacer pis del caballo.
Pero no debes tener miedo de él. Los animales grandes tienen
una cosita de hacer pis grande, los animales chicos la tienen
chica", Juanito puede responderle entonces: "Y todos tienen
una cosa de hacer pis y mi cosita de hacer pis crecerá conmigo
cuando yo crezca porque tiene raíces". A partir de ese
momento por más que el adulto lo amenace con castrarlo él
sabe que el deseo, por su parte subsiste. Porque por cierto el
deseo es lo que el niño introduce frente a un padre que se
limita a observar el tamaño de las cositas de hacer pis de los
animales grandes y chicos, y que luego no será capaz de
explicarle a su hijo cuál es la parte que le cabe al padre en la
procreación.
Juanito: Sin embargo yo soy tuyo.
El padre: Pero mamá fue quien te dio a luz. Así que
perteneces a mamá y a mí.
Juanito: ¿Y Ana? ¿Es mía o de mamá?.
El padre: De mamá.
Juanito: No, es mía ¿Por qué, entonces no es mía y de
mamá?.
El padre. Ana pertenece a mí, a mamá y a tí.
Juanito: ¡Eso, ves!.
Expliquemos un poco más. En realidad, desde el comienzo
Juanito sospechaba las implicaciones genitales de los dos
sexos, pero el padre se negaba a revelárselas. Juanito no
recibió las palabras que tenía derecho a esperar. No le quieren
decir que nació de un padre y de una madre, y esta verdad sin
embargo le es necesaria para que pueda adquirir sentido una
identificación viril. Juanito se procura esa respuesta que el
adulto le niega por medio de un tema fantasmático: "Cuando
solo hay un caballo y el carro está todo cargado, tengo miedo.
Y cuando hay dos caballos y está todo cargado no tengo
miedo"; significando con ello que sabe que la procreación no
es algo que realiza la madre sola. En esta rica observación
merece subrayarse lo siguiente: en el momento (cerca de los
tres años) en que Juanito llegó a tomar conciencia de su
cuerpo enorgulleciéndose de su sexo de varón, en ese
momento interviene la madre para desnarcisizarlo reduciendo
el sentido del sexo a una noción puramente funcional; se trata
de un órgano para hacer pis, de una porquería, y todo eso no
tiene nada que ver con la fecundidad. En el instante en que
justamente Juanito necesita, para poder realizarse como varón,
sentir que ha nacido de un padre y de una madre.
Lo que persigue tanro en uno,como en otro de sus padres es
su posición frente al deseo con el fin de de poder por su parte
de localizarse en función de una escala de valores que se
propone es el ideal pasivo materno (ser un chico gentil que
hace mimos) la sed de conocimiento de Juanito está
directamente vinculada con sus investigaciones sobre el sexo
(es decir, sobre el sentido de su existencia: ¿de donde vine?,
hacia qué debo tender?. La riqueza de ese niño le hace suplir
por sí mismo, mediante una sucesión de temas míticos, la
insuficiencia de la respuesta de los adultos. Logra (a costa de
una fobia)imponer al adulto su saber y, cuando no puede
hacerlo, logra mistificarse más bien que ser mistificado (lo cual
al menos supone una especie de liberación interior y permite
salvaguerdar posibilidades intelectuales: me miento -parece
decir el niño-, por consiguiente puedo seguir planteándome
preguntas más allá de la mentira, siempre que respete una
regla del juego que consiste en hacer como si no comprendiese
nada). La intervención de Freud, al verbalizar el deseo del
padre ("Desde antes de que tú nacieses yo sabía que tu padre
deseaba un hijo"),será por cierto decisiva al aportar la ayuda
que el niño hasta entonces solicitaba en vano al adulto. Al
introducir de este modo el oráculo de la anterioridad del padre.
Todo el discurso de este niño se halla en el nivel de la que el
adulto puede soportar de él -y por momentos Juanito con el
engaño responde (para sí mismo) al engaño del adulto. El niño
logra engañarse casi conscientemente y por eso sigue siendo
inteligente -es verdad que lo consigue a costa de un episodio
neurótico: por no tener el derecho de significarse
verdaderamente en el lenguaje, es en el síntoma donde
manifiesta lo que tiene que decir. El síntoma se convierte en un
lenguaje cifrado cuyo secreto es guardado por el niño. No son
los mitos lo que molesta a los niños (cigüeña, repollo), sino el
engaño del adulto que adopta la pose de estar diciendo de sus
incursiones intelectuales.
Esta pareja que tiene dificultades con su propia sexualidad
quiere reecontrar en Juanito el mito de una infancia "pura" o
"perversa", expresión de la represión del adulto o incluso de
sus proyecciones. En realidad, Juanito no es ni el niño ingenuo
que querría "quedarse solo con su linda mamá" ni el niño
ingenuo que querría "quedarse solo con su linda mamá" ni el
niño perverso constantemente en busca de sensaciones
sexuales diversas. Aquella representación es la que emana del
mundo fantasmático
(phantasmastique) del padre o de la madre. El niño está en
busca de un padre en el que se pueda apoyar. Teme, por otra
parte, que su madre lo abandone y está dispuesto a desarrollar
una fobia para expresar en ella su angustia, que es tambien el
temor de estar encerrado en una situacidn dual sin salida.
Juanito tiene la intuición precisa de lo quc necesita para vivir y
lo expresa en la medida de sus posibilidades en su palabla y si
no en su sintoma.
La historia de Juanito es la de un niño enfrentado con el mito
del adulto. Es la palabra del adulto la que no habrá de marcar
y determinará las modificaciones ulteriores de su personalidad.
El niño aparece como el soporte de los fantasmas y del
voyeurismo de los adultos. Se mueve en un mundo en el cual
lo no-dicho expresa una dificultad, un drama en la pareja de los
padres, drama muy claramente percibido por el niño. El factor
traumatizante tal como se lo puede vislumbrar en una neurosis,
no es nunca un acontecimiento de po sí real, sino de lo queéste
han dicho o callado quienes están a su alrededor. Son las
palabras o ausencias asociadas con la escena penosa las que
le dan al sujeto los elementoss que imprcsionarán su
imaginación. En el hombre de los lobos (7) la palabra de la
madre: "No puedo vivir más así" se asocia con dolores de
barriga en los que la sangre desempeña un papel y de los que
el nifio es testigo. "Las quejas de la madre -nos dice Freud- le
producen ina impresión muy intensa, y más tarde habrá de
aplicárselas a sí mismo" En efecto: vemos que el sujeto sufre
alucinaciones de la pérdida de un dedo y que en la edad adulta
tiene preocupaciones delirantes a propósito de su nariz que se
convierte en un verdadero cuerpo fantasmado y le hace
retomar las palabras de la madre: "No puedo vivir más así".
Una cura psicoanalítica se presenta como el desarrollo de
una historia mítica.Es posible volver a encontrar en la historia
del sujeto esa palabra de la madre, vinculada con una emoción
corporal para el niño, que signa al traumuatismo y permanece
como una marca de la que el discurso del sujeto
cosaserva la impronta. El fantasma, e incluso el sintoma,
aparecen como una máscara cuyo papel consiste en ocultar el
texto original o el acontecimiento perturbador. Mientras el
sujeto permancce alienado en su fantasma, el desorden se
deja sentir en el nível de lo imaginario: en el caso de Juanito es
su fobia de los caballos y en el del hombre de los lobos sus
fobias y finalmente su alienación en ese cuerpo fantasmado. El
sintoma-como Freud nos lo muestra- incluye siempre al sujeto
y al Otro. Se trata de una situación en la cual el enfermo trata
de entender, dando un rodeo a traves de un fantasma de
castración, la manera en que él se sitúa frente al deseo del
Otro. "¿Qué quiere de mi?" es la pregunta que se plantea más
allá de todo malestar somático. La tarea del médico consiste en
hacer que rebote la interrogación que el sujeto formula sin
saberlo, pero para ello es necesario que sea capaz de dirigir su
escucha hacia otro lugar, diferente del sitio en que surge la
crisis.
Erikson (8) nos brinda una notable demostración de esto en
un estudio acerca de una crisis que cn primera instancia habia
sido denominada "neurologica" en un niño de cinco año, Sam.
A través dc la presentacidn del caso, cl ;~utor se esfuerza por
mostrarnos de la presentación del caso, el autor se esfuerza
por mostrarnos de qué manera en el origen de un síntoma
aparentemente orgánico ess posible hacer surgir el
acontecimiento psicológico perturbador. Cabe pensar que el
entrelazamiento de factores psicológicos y somáticos
constituye de por sí un problema insoslayable. Pero la
originalidad de la actitud de Erikson reside en el hecho de que
se esfuerza en lograr que la enfermedad "hable". La considera
como una situación en la que el sujeto y su entorno se
encuentren implicados. Para comprender el resorte dinámico
de la misma, Erikson trata de introducirse en el mundo
fantasmático del paciente. En efecto, comprueba que si el
analista se queda afuera solo podrá dar una descripoión del
fenómeno carente de utilidad curativa. Al hacer surgir la causa
patógena no por ello se está a mano con el enfermo y con la
enfermedad. Erikson nos muestra que una cura solo tiene
sentido cuando logramos hacer rebotar la pregunta (el tema de
la muerte, en el caso presente) no únicamente en el niño sino
también en los padres. De este modo no reconstituimos un
pasado real sino que seguimos el desarrollo de un tema mítico
en el cual el enfermo y su familia ocupan un puesto aunque no
lo sepan. Poco importa que Erikson dé del análisis del caso
una explicación en la que se reflejan preocupaciones
etnográficas y educativas. El rigor con que es conducida la cura
le permite extraer un material que ilumina la situación de
manera decisiva. A través de la presentación de ese material
asistimos (incluso cuando el autor no siempre las destaca) a
las diversas permutaciones del tema inicial, las cuales —
rearticuladas en el discurso—nos hacen comprender cómo se
sitúan el niño y su madre frente a la interrogación inconsciente:
"¿qué quiere de mí"?, y vemos de qué manera los fantasmas
de uno necesitan del soporte del Otro para desarrollarse.
Cuando Erikson se introduce en ese vínculo fantasmático de
la madre con el niño, se produce lo siguiente: a partir de ese
momento el discurso madre-niño se dará por referencia al
analista y hará surgir de ese modo un sentido allí donde hasta
ese momento solo había conducta agresiva o expresión
somática. La intuición clínica de Erikson lo conduce —desde el
comienzo de la cura— a interesarse en la muerte (con razón ve
en ella —en el caso de Sam— el elemento desencadenante de
la crisis: en efecto, el primer ataque del niño se desencadenó
cinco días después de la muerte de su abuela). Persigue —
tanto en el niño como en la madre— las pistas que se van
esbozando y nos hacen pasar desde un hecho real al mundo
fantasmático en el que podría decirse que la palabra es sentida
como mortífera si no fuera mejor decir que revela el deseo
inconsciente. Notemos que se trata de un fragmento de
análisis. Solo asistimos a ciertas etapas de la cura, por causa
de la preocupación de Erikson en no presentarnos más que
aquella parte del análisis de los casos clínicos que puede servir
como ilustración de la investigación que constituye el objeto
específico de su libro: el estudio de la infancia y de los modos
de vida en sociedad (en grupos étnicos diversos). Pero lo que
retuvo mi atención fue la precisión de su proceder analítico.
Trataré de presentar ahora aquello que me ha parecido
esencial en el informe del caso:.
1) Sam tiene tres años cuando su madre lo descubre atacado
por una crisis semejante a la crisis cardíaca de que murió su
abuela cinco días antes. El médico establece un diagnóstico de
epilepsia y lo envía en observación al hospital. Permanece allí
algunos días. Sus reflejos neurológicos son normales;
aparentemente no hay nada que llame la atención.
2) Un mes más tarde el niño descubre un topo muerto. Sufre
vómitos durante la noche y presenta las manitestaciones de
una crisis epiléptica. En el hospital al que lo transportan se
emite la hipótesis de una lesión cerebral en el hemisferio
izquierdo.
3) Dos meses más tarde, luego de que el niño aplasta una
mariposa con la mano, sobreviene un tercer ataque. El hospital
matiza su diagnóstico y emite la idea de que quizás haya un
factor psíquico en el origen de la crisis. Al médico Ie llama la
atención una constante que vuelve a encontrar en las tres
crisis: hay una relación entre la muerte de la abuela, la del
topo, la de la mariposa y la crisis epiléptica. Como no puede
descubrirse ninguna causa orgánica (el electroencefalograma
solo indica la epilepsia a título de hipótesis no descartable),
Erikson se dedica a comprender la parte que Ie cabe a la idea
de muerte en la vida del niño. Ante todo, se esfuerza por
recoger datos que puedan iluminar las circunstancias de la
muerte de la abuela, y a tal efecto interroga a la madre.
Se entera de que, en esa época, la joven se sentía tensa. La
llegada de su suegra cardíaca (cuyas críticas temía) la
preocupaba tanto como la turbulencia de Sam, niño cargoso y
travieso. Temía que Sam fatigase a la anciana. Durante una
ausencia de la madre, la abuela es presa de un ataque. Según
la reconstrucción de los heehos, parece probable que el niño —
durante esa ausencia— se mostrara cargoso y cansador. En el
curso de la entrevista la madre se acuerda de que la vispera
del día en que tuvo un "ataque" Sam colocó con cuidado sus
almohadas como había visto que la abuela lo hacía para sí
misma. Subraya que, por otra parte, se estimaba que Sam
nada sabía de la muerte de esa abuela: se le había dicho que
ésta había partido para realizar un viaje prolongado. En
respuesta, Sam lloró preguntando: "¿Por qué no me dijo hasta
pronto?" También fue preciso explicarle a Sam la razón de ser
del ataúd. Se le dijo que se trataba de una caja que contenía
libros de la abuela. Erikson duda de que el niño haya podido
creer las explicaciones maternas. Le comunica su escepticismo
a la madre. Entonces ella recuerda un incidente ocurrido en
aquella época; al pedirle un día al niño que le encontrase un
objeto que él no tenía ganas de buscar, éste le respondió con
un tono burlón: "Se fue de viaje; un viaje muy, muy largo a
Seattle." Más tarde, opone un categórico rechazo a toda
explicación materna relativa a la muerte de la abuela: "No es
verdad —le dice—, mientes, está en Seattle, voy a ir a
encontrarme con ella".
En el curso de entrevistas ulteriores, la madre se acuerda de
un detalle que había olvidado mencionar: a Sam lo habían
obligado a quedarse en compañía de su abuela como castigo,
y le habían recomendado que no la cargosease. El niño le
había pegado a un amiguito, había corrido sangre.... y
prefirieron que Sam se quedase en la casa, por miedo a que, si
salía afuera, tratasen de vengarse de él.
Lo que a Erikson le interesa en la relación de estos hechos
son las características "agresivas" de cierto grupo étnico: la
minoría judía de la que forma parte la familia de Sam. Esta
familia rompió con sus antepasados; se instaló en un barrio no
judío en el que trata de rivalizar en respetabilidad con sus
vecinos. El medio familiar parece haber actuado sobre el niño
para frenar su excesiva impulsividad,para que se muestre
"gentil" como los niños no judíos.
Erikson comienza la cura dos años después del comienzo de
las perturbaciones, y anota las siguientes etapas:.
1) Durante una sesión con el analista, el niño, furioso por
haber perdido en un partido de dominó, le arroja a Erikson un
objeto en la cara; entonces empalidece, hasta el borde del
vómito. Recuperando el control, dice: "Continuemos". Erikson le
da (a través de la relación transferencial) la interpretación de su
malestar:.
a) "Si deseabas ver los puntos del dominó en la caja que
hiciste
hubieses tenido que meterte dentro de esa cajita, como un
muerto en un ataúd".
b) Puesto que el niño contestó: "Sí", Erikson prosigue: "Quizá
tengas miedo de morir porque me atacaste".
c) "¿Le parece?", le dice Sam. Y Erikson agrega: "Por
supuesto que no", y establece un paralelo con la muerte de la
abuela y el miedo de Sam de que se haya muerto por su culpa.
El niño está de acuerdo. Hasta entonces nunca había admitido
que sabía que su abuela estaba muerta. He aquí —hace notar
el autor— la causa desencadenante de las perturbaciones;
pero no podemos detenernos allí.
2) Erikson emprende un trabajo con la madre: todo origen
psíquico de una perturbación en un niño —nos dice—
encuentra su corolario en un conflicto neurótico en la madre.
Erikson sitúa ese conflicto neurótico dentro de un marco
etnográfico: ruptura de la familia con la tradición judía,
culpabilidad de la madre con respecto a su padre, exigencia al
niño para que se parezca a los no judíos. Sam arrojó una
muñeca al rostro de la madre y le rompió un diente. La madre
le pegó con una rabia que hasta entonces nunca había
manifestado. Erikson anota que en cierto modo ella le ajustó
cuentas "diente por diente" (por más que en el plano de lo real
no le haya roto nada). Entonces Erikson pide una entrevista
con los dos padres. La entrevista tiene como tema la historia de
esa pareja que ha roto con una cierta tradición familiar. Erikson
debe escuchar el relato de sus dificultades económicas
pasadas, de sus inquietudes presentes, de sus ambiciones.
3) Unos días después, Sam se sube a las rodillas de su
madre y le dice: "Únicamente a un muchacho muy malo le
gustaría saltar sobre su madre y caminar sobre ella.
Únicamente a un muchacho muy malo le gustarta hacer eso,
¿no es así. mami?" La madre optó por reír y contestó: "Apuesto
a que ahora tú quieres hacerlo. Pienso que un muchachito
bueno podría pensar que tiene ganas de hacer algo así pero
sabría que en verdad no tiene ganas de hacerlo".
—Sí —prosiguió el niño—, no lo haré, no habrá otra escena
esta noche, mamá.
Así como juanito dice: tener ganar es no hacer, aquí la madre
desdramatiza para su hijo todo lo que atañe al deseo
inconsciente de muerte.
¿Qué podemos extraer ahora de este rico material? Erikson
nos presenta un método de investigación y de conducción de
una cura (en su libro no se preocupa por problemas técnícos
como los que la atención de un analista puede detectar. Sus
ejemplos —repitámoslo— le sirven para ilustrar una
investigación sobre la significación social de la infancia. Pero
por mi parte ciertamente me he interesado en la presentación
del caso como analista). Sigámoslo. El hecho real (traumatismo
creado por la muerte de la abuela) para Erikson carece de
importancia en el nivel de la pura búsqueda de una causa. Se
trata de hacer que ésta adquiera un sentido. El proceso clínico
se efectúa en dos etapas (en esto Erikson sigue a Freud):.
1) El período llamado de investigación. 2) La cura
propiamente dicha.
1) Durante el período preparatorio Erikson extrae los temas
principales que luego serán retomados en la cura. A través del
tema de la muerte la madre expresa su culpabilidad (miedo de
ser criticada), su vergüenza (miedo de que su hijo no se
muestre gentil como un no judío). Esa muerte que ocurre luego
de los cargoseos de Sam la hunde en un malestar que la lleva
a negar incluso el acontecimiento (por consiguiente carga a su
hijo con la función de ser el soporte de una mentira). Introduce
en Sam una palabra engañadora para justificar (se) el incidente
y recuerda que Sam no dejó de darse cuenta de ello. (Este
responde al engaño con el engaño, mientras da la impresión de
saber de qué se trata.)
2) Durante la cura, la madre trae un recuerdo: su rabia
cuando su hijo la mutila (diente roto). Entre ella y él hubo una
especie de arreglo de cuentas (este incidente remite a la madre
a sus propios deseos inconscientes de muerte y a un problema
de castración). La entrevista con los dos padres le permitirá a
Erikson desentrañar el conflicto en que se encuentra esa pareja
judía: tanto uno como otro se sitúan entre ascendientes mas o
menos renegados y una descendencia a la que se le pide que
no se identifique con la estirpe judía. Sam es querido como no
judío, gentil; (9) ahora lbien: el niño se muestra impulsivo,
peleador, en lugar de ser bueno "como los hijos de los otros".
Erikson solo nos da pocos detalles acerca de esta entrevista
con los dos padres. Parece que ha sido capital, porque a partir
de allí (a partir del día en que el padre es introducido en la cura
niño, la madre podrá expresar una palabra justa con respecto
al deseo. "Pensar que se tiene ganas no es lo mismo que
hacer." Sam es sensible a esta respuesta que le da derecho a
tener pensamiento culpables, sin dejar de asegurarle a la vez
una especie de autonomía: la de tener un deseo fuera del de la
madre (en la relación transferencial, Sam recibe por una parte
una respuesta que se refiere a su identificacion con la abuela y
por la otra experimenta el temor de que su agresividad pueda
ser Mortífera).
Las dificultades de Sam se juegan en dos niveles: por una
parte, él es el síntoma de la madre. A travé de él la madre se
siente juzgada. Si lo engaña es porque quiere (con respecto a
Sí misma) negar esa muerte. Por otra parte, Sam está atrapado
en su síntoma: ¿quién tengo que ser para complacer a mi
madre? En realidad, su madre le pide que reniegue de su
ascendencia (es decir que lo pone en dificultades en el plano
de la identificación con una imagen masculina. Le pide que no
sea como su padre sino como un niño de sueños, el niño no
judíocltos, el "niño bueno" de las madres no judias).
La muerte de la abuela adquirió importancia en la medida en
que la madrc misma se sentía —a través de su hijo—
designada como asesina. Para el niño la única so!ución era
hacerse víctima para no ser verdugo.
Este fragmento de análisis es demasiado exiguo como para
que podamos extraer más de él. Volvemos a encontrar temas
que intenté aclarar mediante el análisis de Juanito: lo que
cuenta no es el acontecimiento real sino el engaño del adulto
acerca del incidente. Entonces el niño se encuentra ante un
dilema: denunciar el engaño —lo que lo salvaría— o
mistificarse (en la medida en que tiene un puesto como soporte
de una mistificación que el adulto necesita).(10).
El proceder de Erikson difiere del que Freud adopta en el
caso de Juanito. En este último, es el padre quien -a través de
Freud- se instituye como analista de su hijo en una relación en
la que no obstante sin saberlo se convierte en el voyeur de las
perturbaciones de su hijo (para transmitirle los hechos a Freud,
al que se encuentra fijado). La madre pudo sentirse excluida de
cierto diálogo y -anulando el trabajo que se realiza en la otra
parte- perpetúa constantemente con su hijo una especie de
engaño.
Al escuchar Erikson a los dos padres, particularmente a la
madre, le permite a ella no necesitar ya a su hijo para expresar
su propio problema (ruptura con su ascendencia). El trabajo
realizado con el niño es el de un análisis clásico. Erikson no
nos dice si prosiguió ese análisis hasta su término; la
importancia que atribuye a los llamados hechos etnográficos
quizá lo lleva a perder de vista el sentido estrictamente
analítico que esas observaciones pueden adquirir en una cura,
y que justifican su prosecución. En el caso de Sam, lo que
cuenta no es tanto la historia de la pareja judía desarraigada
como el papel que representa el niño en el fantasma de los
padres. El deseo de los padres de romper con su ascendencia
judía pondrá a Sam en dificultades con respecto a su problema
de identificación. Por consiguiente, no puede sorprender que
en la cura haya un proceso que se realiza a partir del Nombre
del Padre y de la muerte; en sus consideraciones teóricas
Erikson soslaya esto. Y, sin embargo, en el material clínico que
nos entrega vemos que el desarrollo del análisis se ordena
rigurosamente en torno a las "huellas",(11) los "significantes",
(12) los "puntos de referencia"(13). Cabe lamentar, pues, que
no se encuentre una vinculación entre la calidad del trabajo
clínico y la teoría: Erikson expone un material clínico (de cura)
que sólo explota desde el punto de vista de la etnografía o de
la sociología.
En mi presentación del caso de Sam creo haber puesto de
manifiesto que lo que está en juego no es -como parece creerlo
Erikson- la Sociedad. El problema no reside en la situación de
una familia judía en un medio "gentil": se trata del vínculo
madre-niño en la relación fantasmática de la madre. Esta
situación particular del niño no se le escapa a Erikson cuando
escucha a esta familia como clínico. Concede importancia a la
palabra perdida, a lo no dicho, sigue una pista segura a partir
de temas que tienen importancia en la madre y en el niño; pero
cuando elabora su teoría abandona la clínica; aquélla no
aparece nunca como la prolongación del texto que nos ofrece.
Interroga a la Sociedad, a las tradiciones, mientras que como
analista sabía dirigir su escucha a otra parte. Sería interesante
poder profundizar problemas técnicos de la conducción de una
cura a través de los casos clínicos presentados por Erikson,
pero para eso sería necesario atenerse más estrictamente a la
Iectura del texto original (discurso del paciente), y para extraer
lo esencial de ese texto me han resultado más útiles que las
consideraciones sociológicas de Erikson los criterios
lacanianos, pues ayudan a ordenar el discurso del paciente
cuando los temas corren el riesgo de quedar sumergidos bajo
consideraciones demasiado alejadas de la clínica.
En el nivel de la clínica, Erikson no se deja interferir por
prejuicios, y esto es lo que le permite hacer descubrimientos.
pero cuando se esfuerza en profundizar en otro plano lo que
ocurre en la cura, parece contar con una conceptualización
muy inferior a sus posibilidades clínicas. Erikson nos habla de
experiencia y de relación, cuando en el material subraya con
mucha justeza la palabra perdida. Sus hipótesis teóricas (que
consideran al lenguaje como comunicación) le hacen acentuar
el estudio de los vínculos interpersonales, mientras que lo que
se desprende en el nivel de la observación es por cierto lo que
ocurre en el discurso del paciente. En el desarrollo de la cura
vemos de qué manera Sam es modificado por el lenguaje: su
palabra es ante todo negación, y luego es aceptación de la
muerte. Es en el discurso donde introduce la posición imposible
que ocupa él dentro del sueño materno. A medida que la
palabra deja de ser mistificadora, Sam modifica su posición con
respecto al deseo del Otro. Ya no permanece bajo el efecto
imaginario del deseo inconsciente de muerte (el suyo y el de su
madre). Si bien Erikson nos revela el discurso del paciente, no
emprende en cambio el estudio en el nivel del texto. Lo
seducen los patterns, las costumbres, la educación, los hábitos.
Está preocupado por el problema que plantea la comunicación
(14) y de allí parten sus interrogaciones e investigaciones.
Lacan, por el contrario, estudia la manera en que el sujeto es
modificado por el Ienguaje dentro de una concepción en la que
ya no hay lugar para un pensamiento anterior a la palabra. En
esto sigue las indicaciones dadas por Freud en El hombre de
las ratas y en el Hombre de los lobos: el fantasma es una
palabra, esta palabra está a veces perdida para la conciencia
bajo los efectos fantasmáticos que ha suscitado. Esta tesis se
verifica en la clínica, como me he esforzado por mostrarlo.
El problema de la comunicación fue abordado por Freud en
una anotación donde subraya la creencia del niño en la
Omnipotencia del pensamiento del adulto, al que atribuye el
poder de adivinar sus pensamientcs. En Sueños y ocultismo
(15) cita una historia referida por un analista que tuvo en
análisis a una madre y a su hijo. En esa historia el niño Ie lleva
dos veces a la madre -en la realidad- una moneda de oro en el
momento en que, en su análisis, la madre verbaliza la
importancia del papel desempeñado por otra moneda de oro
durante su propia infancia. (La primera vez, el niño le lleva a la
madre una moneda de oro y le pide que se la guarde. La
segunda vez, la reclama para poder llablar de ella en su propia
sesión analítica, y esto se produce en momentos en que la
joven mujer empieza a querer relatar por escrito, para el
analista común, la narración exacta de los hechos, para pocder
hablar de ellos).
Freud da este ejemplo -que otro le ha proporcionado- para
cerrar una lista de otros ejemplos recogidos por personas
interesadas en las ciencias ocultas. No saca conclusión alguna
de ellos. Le parece que esos relatos plantean el problema de la
transmisión de pensamiento porque le parecía que en el
comportamiento manifiesto de la madre no había nada que
pudiese explicar la comunicación de sus fantasmas al niño. En
la anécdota de la moneda de oro, Freud por lo demás casi no
se detiene en la importancia de la transmisión del pensamiento,
e incluso nos dice claramente que esta historia nos remite a un
problema de análisis (subrayando de este modo que, si existe
un enigma, la clave de este se encuentra ciertamente por el
lado del análisis). Esa monedita de oro, elemento común a la
madre y al hijo (tan común que desempeña un papel en cierta
relación fantasmática) es retomada lucgo para que se, hable de
ella (a un tercero, el analista). La pequeña observación de
Freud nos conduce, pues, a una palabra, y allí es donde su
interrogación se detiene. Sobre este punto no puede decir más
que lo que se le ha informado. Los analistas anglosajones se
interesaron en ese problema que no recibió ninguna respuesta
por parte de Freud. Todos experimentan en su práctica
analítica "coincidencias" como las que se presentan en la
historia de la moneda de oro: ¿acaso no habrá percibido el niño
(16) en el comportamiento manifiesto de la madre un elemento
incoherente, un signo particular que habría dictado su
respuesta (respuesta a una conducta mal adaptada) ? De este
modo, el deseo parental inconsciente debería leerse en los
actos pero no en las palabras. Esta hipótesis equivaldría a
suponer que los elementos manifiestos que Freud (o el
analista) hubiese debido conocer, simplemente se le escaparon
u ocurrieron fuera de su campo de observación. Si los analistas
rechazan (con razón) la tesis de la transmisión de
pensamiento, quedan expuestos a otro peligro cuando adoptan
una teoría prosaicamente positivista y declaran que en realidad
solo existe como comunicación entre madre y niño aquello que
nesotros, adultos, podemos reconocer como manifiesto. En
esta forma desconcertante de comunicación lo que aparece de
hecho es el inconsciente del niño que está informado hasta
cierto punto de lo que la madre desea o rechaza. Hemos visto
en el análisis de Juanito hasta qué punto el niño era sensible,
no tanto a la actitud del adulto, como a su palabra y a su
silencio. Allí donde, en las frases de la madre, el adulto puede
ver solo aquello que el llama lo manifiesto, el niño, menos
reprimido, recibe un mensaje más rico. La lectura del mensaje
exige que uno se desprenda de una realidad siempre
engañadora
(en el caso de Juanito, la comparación que hizo el padre sobre
el tamaño de las cositas de hacer pis grandes y pequeñas)
para dirigir la interrogación al ámbito del deseo (Juanito trata de
introducir el deseo cuando acosa al deseo del Otro). Esto nos
impulsó a destacar la importancia que en la cura debe
otorgarse al fantasma (que no debe comprenderse como
imagen o huella de la experiencia vivida, sino ciertamente
como palabra perdida).
En Nuevas observaciones acerca de las psiconeurosis de
defensa,(17) Freud cita el caso de un muchacho de once años
que había introducido un ceremonial obsesivo a la hora de
acostarse, ceremonial que estaba dirigido a su madre: se
trataba, entre otras cosas, de hablarle en detalle de los
pequeños hechos del día. Ahora bien: esa palabra
deliberademente exacta se aferraba desesperadamente a todo
un contexto real que solo adquiría importancia por el hecho de
que ocupaba el puesto de lo que el niño deseaba confesar,
pero no se atrevía a dejar oír: a saber, el deseo de la sirvienta
por él, las seducciones sexuales de que había sido objeto. La
observación es corta; vemos cómo la palabra verdadera se
transforma en lo que cabría llamar un discurso sintomático (la
confesión pormenorizada) que -por más que sea discurso- no
difiere de los demás síntomas (el niño se empeña en decir
cuánto le gusta tener un piso limpio, se protege con una
muralla de sillas y de almohadas destinadas a impedir el
retorno de una persona a su lecho, es decir el retorno de los
juegos sexuales). El síntoma viene a ocupar el puesto de una
palabra que falta. El niño introduce en el diálogo su posición
respecto del deseo materno (limpieza del piso) porque ese
deseo no tiene importancia, no es eso lo que está en juego. Ni
uno ni otra quieren o pueden acercarse a lo que está en juego.
El síntoma viene como máscara o palabra cifrada. En ese
síntoma participa la madre. Lo importante en la observación
referida por Freud es el hecho de que vemos al síntoma
acompañado por la palabra engañadora. ¿Por qué trata ese
niño de "darle" a la madre una palabra falsa? ¿Acaso se trata
de una expresión de lo que ella desea? ¿Cuál es el vínculo que
existe entre esta historia de seducción (que el niño arde de
ganas de contar) y el deseo incestuoso madre-hijo? A
semejanza de Juanito, este niño carece de palabras para
expresar lo que piensa. En lugar de lo que tiene que decir solo
encuentra el síntoma que, en este caso, es también palabra
engañadora o, más exactamente, enigma que debe ser
descifrado. Ese síntoma está dirigido a la madre, es decir que
atañe a su posición personal frente a cierto conocimiento del
sexo. El niño siente confusamente que no tiene derecho a
comunicar a la madre cierto conocimiento del que ella nada
quiere escuehar. Su disfraz (síntoma) es la expresión de un
lenguaje codificado creado pensando en el interlocutor. Erikson
comprendió perfectamente este heeho desde el punto de vista
clínico. Presta oído a lo que habla en el síntoma. Solo que,
para explicarlo, choca con las teorías corrientes acerca del
desarrollo y de sus vicisitudes, y entonces con toda naturalidad
su pregunta se orienta hacia la influeneia del medio. Más arriba
vimos que la explicación que de él propone, por más
interesante que sea, no es el reflejo de lo que ocurre en la cura;
no se trata de un conflicto étnico, sino de la pregunta misma del
sujeto planteada a través del síntoma, del lugar del Otro.
"Cuando plantea esta pregunta, nos dice Lacan a propósito
del análisis de un texto, (18) ¿Qué es esta tos?, se trata de una
pregunta de segundo grado acerca del acontecimiento. Se trata
de una pregunta que plantea a partir del Otro, porque también
por cierto comienza a plantearla en la medida en que él está en
análisis... Es una pregunta que literalmente se refiere al otro
que está en él, que se refiere a su inconsciente... ¿Qué es ese
significante del Otro en mí?".
Al distinguir lo real de lo imaginario y de lo simbólico, Lacan
permitió que en el procedimiento clínico se evitara el
contrasentido al hacer que la cura girase alrededor de la
manera en que el sujeto se sitúa ante el deseo del Otro,
permite explicar en un plano teórico aquello que ocurre y que
es ajeno a toda relación con la realidad o con el entorno,
porque se trata de "la relación del sujeto con la dimensión del
lenguaje como tal, del hecho de que tiene que situarse como
sujeto en el discurso, de que tiene que manifestarse allí como
ser." (19). En esta perspectiva, el síntoma aparece por cierto
como una palabra por medio de la cual el sujeto designa (en
una forma enigmática) la manera en que se sitúa con respecto
a toda relación de deseo. Esta concepción del síntoma, tal
como se la puede desentrañar a través de los trabajos de
Lacan, vuelve a cuestionar toda una nosografía clásica (20)
fundada sobre la separación del médico y del enfermo, así
como una forma de terapéutica que se originaba en cierta
experiencia del paciente sometida al juicio seguro del médico.
Lo que al médico se le escapa en esta relación es
precisamente aquello mediante lo cual el sujeto insiste en
significarse (convirtiéndose con ello -en su síntoma- en el
significante de un reconocimiento). El mérito de Erikson
consiste en haber escapado, en el plano clínico, a una forma
de inoperancia terapéutica al estar a la escucha de lo que
habla, allí donde "ello habla" (el síntoma). Pero su
conceptualización, que permanece fiel a una teoría tradicional,
no le permite circunscribir lo que verdaderamente ocurre para
el sujeto. Cree que este último es modificado por el entorno, allí
donde nosotros lo vemos "reordenado" por el lenguaje.
gg.- II. (21).
Si bien Erikson, gracias a su intuición clínica, pudo escapar a
una actitud estrechamente médica en la que la interrogación se
dirige a los hechos más que al ser, sucede en cambio con otros
teóricos, no liberados de cierto pensamiento filosófico heredado
del siglo XIX, que sus concepciones teóricas llegan a
obstaculizar la aprehensión correcta de un caso. Los vemos
interrogar una "realidad" humana y una conducta, divididos
como están entre cierto determinismo biológico y las teorías
culturalistas Se dan explicaciones allí donde los "hechos'' no
deberían ser descritos sino interrogados a fin de que aparezca
la pregunta del sujeto.
En Un caso de psicosis infantil (22) vemos hasta qué punto
ciertas concepciones teóricas pueden llegar a obstaculizar al
analista en su escucha. Preocupado por su propia idea acerca
de cierta situación, capta un discurso completo pero deja
escapar su sentido. En efecto, los autores nos ofrecen un
protocolo casi taquigráfico de las sesiones; pero, por falta de un
bastidor sobre el que pudiera organizarse el material, los temas
esenciales se pierden. La fidelidad del registro en lo real
contrasta con el no registro en el nivel del sentido. El discurso
del niño es captado como un hecho experimental, es objetivado
para ser sometido luego al juicio seguro del médico. De esta
manera, la producción fantasmática se transforma en
producción literaria (23) y escapa a todo análisis de la palabra.
El analista coloca el debate en el nivel de la cosa (las propias
palabras se solidifican, quedan fijadas como objetos). El sujeto
no tiene que constituirse por medio de su palabra ni hacerse
reconocer a través de ella, sino que se le pide que viva una
experiencia relacional para adaptarse a un estilo de vida
reconocido como normal. En vez de enfocar el texto de un
discurso ayudando a que el niño pueda hacer rebotar los
elementos significantes (en este caso se trata casualmente
también del tema de la muerte), se convierte al discurso en una
especie de naturaleza muerta cuya significación conoce -por su
saber- el analista; de este modo, recogemos esquemas donde
se explican las fijaciones del niño a determinado estadio del
desarrollo psicológico, estadio acompañado por determinada
"organización pulsional y defensiva", por determinada
"estructura del yo" o por determinada forma de "relación objetal
psicótica": también los dibujos adquieren en esta perspectiva
una "significación" que nos es revelada.(24).
Esta técnica se funda en una teoría psicoanalítica que remite
al paralelismo psicofísico: el analista se mantiene como
observador fuera del campo del enfermo; este último es
objetivado en su palabra y en su conducta, es sometido -en
cuanto enfermo- al juicio sano del adulto. El paciente es un
sujeto-objeto llamado a "curarse" si toma conciencia de lo que
es patógeno en su conducta. Se lo invita a readaptarse. Tales
criterios analíticos se fundan en la creencia en un yo fuerte o
débil, llamado a oponerse a fuerzas instintivas más o menos
poderosas. Todas estas nociones enmascaran la
contratransferencia del analista, es decir, la idea que tiene del
paciente. Así, la realidad con la que se enfrenta el paciente en
el análisis es ciertamente el mundo fantasmático del analista, lo
que a éste se le escapa, protegido detrás de una seguridad
teórica que solo puede conservar su carácter implacable a
costa de una especie de condena del enfermo a su status de
enfermo. Hay una oposición de dos mundos: el del justo (en
buen estado de salud) y el del culpable (el enfermo llamado a
enmendarse). El problema que resulta central en toda
experiencia analítica -"¿De quién se trata en ese discurso?
¿Quién habla, a quién, para quién?"- , ese problema es
eludido. El sujeto no es llamado en ningún momento a
organizar como subjetividad los acontecimientos de su historia
dentro de su discurso. Esos acontecimientos están fijados de
una vez por todas en el espíritu del analista como hechos
vinculados con el crecimiento, algunas de cuyas etapas
fallaron. Ocupado con la acción que necesita ejercer sobre el
sujeto, el analista olvida interrogar su discurso.
En el análisis que se nos presenta del caso de Sammy,(25)
los autores nos dan dos textos separados: el discurso del niño
y el de su madre. en sus respectivas curas. La cura se
desarrolla en
una relación de dos, los padres son escuchados en carácter de
informantes. Los autores casi no insisten en el puesto que
ocupa el niño dentro del mundo fantasmático de la madre y, sin
embargo anotan con mucha justeza que la madre sabía antes
del nacimiento de su hijo que éste no le traería ninguna
satisfacción. Tal oráculo subraya la importancia de que el
analista escuche la palabra materna en la cura del niño. Desde
antes de nacer, Sammy está condenado a ser el objeto
perseguidor de la madre. De entrada, ella lo sitúa no en el lugar
del Otro a quien se habla, sino en el puesto del otro imaginario,
y en ese diálogo no hay evidentemente sitio para Sammy: la
madre (incluido Sammy, que es su síntoma) se basta para ello.
El adulto casi no deja lugar en la vida de este niño para el
deseo, que tiene que adecuarse siempre al del Otro (vemos así
que el niño se debate en un tipo de relación dual donde solo
hay lugar para uno u otro partenaire). Y, nuevamente, sobre
este esquema se instaura la relación analítica.
En la conducción de la cura no se tuvo en cuenta cierto tipo
de vínculo madre-niño: la cura se orientó artificialmente solo
hacia el síntoma de Sammy, pero en ese síntoma también
participaba la madre.(26).
El niño se introduce en el análisis por medio del Yo (Je) de un
discurso en el que plantea una pregunta vinculada con el deseo
del Otro,(27) pero -como no se puede hacer escuchar, a través
de esa relación con el Otro, los temas que lo preocupan (tema
de la muerte, angustia de ser devorado)- ( pronto se sitúa
en un discurso impersonal (el mito) del adulto (…)
continúa.....

NOTAS

N° 1.-Simbólico como se sabe. Lacan distingue entre lo


simbólico, lo imaginario y lo real. La relación imaginaria con el
otro se despliega en una situación dual, eminentemente
narcisista. Lo dominante en esta etapa es la agresividad y la
identificación con la imagen del otro. El elemento simbólico es
el tercer elemento: entra en un mundo donde impera un orden
de la cultura, de la ley y del lenguaje. De ese modo, está
envuelto en ese orden simbólico. (Así, el sentido de simbólico
es totalmente diferente del que Jung le da). Por último, Lacan
distingue entre el Otro, lugar del código y el otro imaginario.
2.- Cf.F. Dolto, "Hypótheses nouvelles concernant les
réactions de jalousie a la naissance dún puiné".
3.-Pronunciada por un niño de cinco años, según informa F.
Dolto.
4.- S. Freud "Historiales clínicos" Las reflexiones que aquí
expongo acerca del caso de Juanito, están directamente
inspiradas en un trabajo original presentadoo por F. Dolto en un
grupo de estudio de la Escuela freudiana en mayo de 1965.
5.- Al nacer un hermano menor, el niño sabe si puede seguir
creciendo o si es necesario que siga siendo chico para
adecuarse al deseo del adulto.
6.- Juanito: Entonces soy yo quién bajaré a acostarme con
Mariel.
Mamá:¿De verdad quires bajar a tu cama mamáe irte a
acostar abajo?.
Juanito: Oh, volveré a subir mañana a la mañana para
desayunar e ir al baño.
Mamá: Si de veras quieres dejar a papá y a mamá, entonces
toma tu sobretodo y tu pantalón...¡Y adios!.
Juanito toma su ropa y se va por la escalera para acostarse
con Marield, pero, por supuesto, lo traen de vuelta.
7.- S freud, "Historiales clínicos".
8.- Erik H. Erikson. infancia y sociedad, cit.
9.- En francés gentil reúne las acepciones de gentile y de
good en inglés 8ef. castellano "gentil y bueno" lo que determina
que la traducción sea equívoca..
10.- Cf,Mannoni, "je sais bien...mais quand meme".
11.- Bernfeld.
12.-J. Lacan.
13.- M. Klein.
14 Se trata de la comunicación entre el pensamiento de la
madre y el del niño: Freud llega a considerar incluso la
hipótesis - que nos parece demasiado arraigada- de una
transmisión de tipo telepático. Evidentemente el origen de tales
creencias reside en la ilusión propia del niño: según ella, el
adulto conoce sus pensamientos (véase al caso del "Hombre
de las Ratas").
15.- S. Freud "Sueños y ocultísimo".
16. Ilse Helman, Psychoanalytic Study of Child, vol. XV; E.
Buxbaum, Psychoanalytic Study of the Child, vol IX.
17 S Freud, Collected Papers.
18.- J. Lacan, seminario del 21 de enero de 1959. (inédito).
19. J. Lacan, seminario del 17 de junio de 1959. En el Bulletin
de Psychologie (1960) se publicó un resumen: "Le désiret son
interpretatión" (El dese y su interpretación"), resumende los
seminarios del año 1958-1959).
20.- J. Lacan, seminario del 1° de julio de 1959 (inédito).
21.- Publicado en Revue de Psychthérapie Institutionale, N° 4.
22.- S. Lebovici u J. McDougall, Un cas de psychose infantile.
23.- Al niño se lo autoriza para llevar a su casa lo que le dictó
al analista, de este modo ese texto se convierte en un escrito
"dado" a los adultos para que éstos lo comenten entre sí.
24.- "Cabe admitir que Sammy se repreenta a sí mismo
mediante la laucha, animal con el que juegan los gatos
También puede suponerse que la psicoanalista está
representada por la botella... El nuño introduce entonces un
toro, que evidentemente es una representación simbólica de la
imagen paternaAl mismo tiempo, la introducción de este
símbolo del,padre desempeña un papel tranquilizador frente a
las exigencias de la lauchita con respecto a la madre, botella
de leche, porque el toro separa las dos imágenes del sujeto y
de su psicoanalista... Por máscomprensible que esta situación
edípica le resulte al observador, no por ello deja de tener un
carácter muy primitivo y muy exageredamente simbólico, dado
que el paciente está representa por una laucha y la
psicoanalista aparece como ojeto de pulsiones orales cuya
importancia en el caso de Sammy habrá apreciarse"
25.- Sammy niño tildadode esquizofrénico, tiene nueve años
y medio cuando emprende en París una psicoterapia con un
nuevo analista, se trata se trata del tercero. Niño inteligente
demuestra agresividad -según nos dicen- hacia una hermana
menor de siete años. Con sus compañeros se comporta como
inadaptado; los niños lo tratan como loco; lo echan de todas las
escuelas por su inestabilidad. Solo un día en la colonia de
vacaciones resultóbeneficioso: se hizo amigo de un niño negro,
amistad que los adultos tacharon de "homosexual". El niño
admira a su padre (pintor, pero es evidente que está en busca
de castigos.
26.- Las dificultades comienzan desde el nacimiento (el bebé
rechaza el pecho). Entre madre e hijo se establece una relación
de recíproco rechazo (que luego se expresa en el niño a través
de una necesidad insaciable y siempre insatisfecha de amor).
Hasa los nueve años -según nos dicen- vive retirado en su
mundo de sueños, rodeado de personajes imaginarios; pero un
día el padre lo obliga "para su bien" a "integrar una realidad" es
decir a abandonarlos relatos fantáticos, (a cambiar de hecho
algo en el nivel de la palabra). Al niño le gusta escuchar las
historias que le leía su madre. Un día eso termina: Sammy ya
era demesiado grande para eso.
27.- Sammy se pregunta que hará la analista con sus dibujos.
¿Acaso ella desea que se los regale? ¿O acaso el análisis
consiste en integrar esos dibujos en un discurso que le
pertenece al niño?.

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