El Medico Con Burnout PDF
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El médico
con burnout
Conceptos básicos y habilidades
prácticas para el médico de familia
Coordinadores:
Víctor M. González Rodríguez
Coordinador Nacional del Grupo de Trabajo de Salud Mental
de SEMERGEN
Autores:
Ramón González Correales
Médico de Familia. Centro de Salud de Piedrabuena (Ciudad Real)
© IM&C, S.A.
International Marketing & Communications, S.A.
Alberto Alcocer, 13, 1.º D
28036 Madrid
Tel.: 91 353 33 70. Fax: 91 353 33 73
[email protected]
ISBN: 84-688-5931-1
Dep. Legal: M-13.862-2004
El médico con burnout
Indice
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
¿Qué es burnout?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Definiciones y características generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Delimitación del concepto de burnout . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
Anexo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
El médico con burnout
Introducción
El síndrome burnout está de moda y, en el ámbito de la Medicina, son
muchas las publicaciones que últimamente están apareciendo sobre el
tema, tanto en forma de revisiones como de trabajos de investigación. En
ellos suelen preponderar los aspectos teóricos, en los que se especula
sobre las posibles causas o soluciones de una forma bastante general, pero
se presta menos atención a lo que el médico puede aprender a hacer, per-
sonalmente, para prevenirlo. En este pequeño manual hemos tratado de
darle mayor peso a reseñar recursos prácticos que el médico puede cultivar
para cuidarse a sí mismo. No hemos obviado los aspectos teóricos básicos,
ni tampoco la importancia que los aspectos laborales tienen en el desarrollo
del síndrome, pero nos ha parecido importante resaltar que, en una profe-
sión como ésta, hay un oficio necesario, un aprendizaje de recursos psico-
lógicos y humanísticos que tienen que formar parte de la profesionalidad de
todo médico. Va en ello, probablemente, la satisfacción personal y parte de
la eficacia profesional. Evidentemente en esta extensión de páginas es impo-
sible aportar toda la información relevante, pero hemos intentado mostrar
algunas actitudes y recursos que pueden ejercitarse y que, por desgracia,
no nos enseñaron de forma sistemática, en nuestro proceso de formación
en la mayoría de los casos.
La actitud principal para prevenir el burnout es la de tratar de ser activos y
no caer en el victimismo. «Siempre está oscuro antes de encender la luz»,
decía Paul Watzlawick en su Teoría de la comunicación humana. Hay que
intentar buscar salidas, utilizar el conocimiento para indagar nuevas pers-
pectivas de abordar los problemas, con alta tolerancia a la frustración y
mucho sentido del humor. Hemos tratado de utilizar nuestra propia expe-
riencia, lo que hemos sentido, lo que hemos sufrido, lo que hemos compar-
tido, para buscar un efecto de identificación que pueda ser alentador, por-
que a casi todos nos ocurren las mismas cosas y tenemos emociones
similares.
Ofrecemos algunos consejos que se sabe son eficaces, pero que a menu-
do olvidamos practicar, y mostramos algunos recursos provenientes de la
psicoterapia cognitiva que pueden ser útiles para desarrollar un método de
«autocuidado», que es, sobre todo, un entrenamiento entretenido. No basta
con leerlos: hay que llevarlos a la práctica con constancia e insistencia, pero
sin agobios ni disciplinas excesivas. Si nos quedamos sólo en leerlos, es
como si hubiéramos leído un manual de cómo jugar al fútbol y pretendiéra-
mos con ello saber regatear y meter goles.
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DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
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¿Qué es burnout?
Definiciones y características generales
El término burnout no existe en español, ni hay ninguno que pueda susti-
tuirle. Se trata de una palabra que se utilizaba frecuentemente por los depor-
tistas, para describir una situación en la que, en contra de las expectativas
favorables, un atleta no lograba obtener los resultados esperados por más
que se hubiera preparado y esforzado para conseguirlos. La traducción al
castellano podría significar algo así como «estar quemado». En el contexto
de la Medicina, fue utilizado por primera vez en 1974 por Herbert Freude-
berger, un psiquiatra que trabajaba como asistente voluntario en una clínica
para toxicómanos de Nueva York, y que debía ser muy buen observador, ya
que se percató de que sus compañeros de trabajo, la mayoría jóvenes idea-
listas, repetían con mucha frecuencia el mismo proceso. Al principio llega-
ban llenos de ilusión, con ganas de cambiar el mundo en forma de entre-
garse a los demás de una forma altruista. Sin embargo, poco a poco, esas
ilusiones se iban perdiendo al contacto con la realidad del mundo de la
droga y, aproximadamente al año, un porcentaje importante de ellos tenían
trastornos emocionales. Se sentían tristes y con otros síntomas de cansan-
cio emocional. Además, mostraban conductas poco comprensivas hacia los
pacientes y, en algunos casos, mostraban distintos grados de hostilidad
hacia ellos, a los que tendían a culpar de su estado. Eligió el nombre de bur-
nout —el mismo que utilizaban para referirse a los efectos del consumo cró-
nico de drogas sobre sus pacientes— para definir un estado de fatiga o de
frustración que se produce por la dedicación a una causa, forma de vida o
de relación que no produce el esperado refuerzo.
Creía que las personas idealistas, optimistas e ingenuas y que se entrega-
ban en exceso al trabajo para conseguir «una buena opinión de sí mismos»,
tenían más riesgo de desarrollarlo. Este tipo de características podían pro-
ducir una alta motivación y compromiso profesional al principio, pero tam-
bién una pérdida posterior de los elevados y costosos ideales en forma de
mal rendimiento laboral, baja autoestima, diversos tipos de perturbación
emocional y un aislamiento en las relaciones. Lo fundamental sería un tras-
torno adaptativo por desgaste y agotamiento de los recursos psicológicos
para el afrontamiento de las demandas del trabajo con personas. Habría un
fracaso en la búsqueda del sentido existencial personal a través del trabajo
y se produciría un desequilibrio prolongado, habitualmente no reconocido y
mal resuelto entre unas excesivas exigencias laborales (que generan un
esfuerzo crónico) y una falta de refuerzos adecuados.
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DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
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Por la misma época (1976) Cristina Maslach también estudiaba las res-
puestas emocionales que se producían entre las personas que trabajaban
en profesiones de ayuda. En 1977, dentro del congreso anual de la Asocia-
ción Americana de Psicólogos, usó el término burnout —que también utiliza-
ban los abogados californianos para referirse a los compañeros que habían
desarrollado cinismo sobre la profesión y habían perdido responsabilidad—
para describir una situación que se producía, cada vez con mayor frecuen-
cia, entre los trabajadores de los servicios humanos consistente en el hecho
de que, después de meses de trabajo y dedicación, terminaban agotándo-
se emocionalmente. Junto con Jackson (1986) creó la definición más cono-
cida y aceptada:
Repercusiones laborales
• Insatisfacción y deterioro del ambiente laboral. El profesional de los
servicios humanos «quemado» participa poco en la marcha del servicio o
centro de salud. Sus relaciones interprofesionales son escasas y a veces
cargadas de hostilidad. La ironía y el humor sarcástico sustituyen a la
cooperación y la crítica sana. Las órdenes se cumplen con dificultad. En
algunos casos el profesional interpreta los síntomas como la evidencia de
una formación deficiente, que intenta compensar a través de una forma-
ción continuada desordenada y creciente. La insatisfacción en el trabajo
es una consecuencia habitual de esta situación. El profesional insatisfe-
cho malinterpreta los problemas cotidianos y surgen con facilidad los
«roces» con compañeros o colegas. La insatisfacción puede agravarse
por otras circunstancias, como reconversiones, reformas, turnos de tra-
bajo, etc.
• Disminución de la calidad del trabajo. El profesional «quemado» dedica
menos tiempo a sus clientes, el contacto es mas frío y distante, llegándo-
se a ignorar sus quejas, demandas o necesidades. Por otra parte, se
toman decisiones a la defensiva o «a reglamento», encareciendo los servi-
cios, y luego se ignoran los resultados de dichas gestiones o exploracio-
nes. El resultado final es que el profesional disminuye la calidad y aumen-
ta el coste de los servicios que presta. La organización se resiente al
disminuir la satisfacción de los clientes y la eficiencia del servicio prestado.
• Absentismo laboral. Si el ambiente laboral es la fuente de las tensiones,
el profesional puede tratar de evitar sus obligaciones. Al principio dismi-
nuyendo la actividad en el trabajo y, en último término, faltando al mismo.
El absentismo se convierte en la respuesta al agobio laboral. Como fase
intermedia, el profesional puede llegar con retraso al trabajo. Se trata en
definitiva de disminuir el tiempo de exposición al ambiente laboral, bien
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¿Cómo se detecta
y mide el burnout?
En este conjunto de datos y cuestiones que resolver han surgido gran can-
tidad de instrumentos de medida o evaluación en esta área. El principal, el
más conocido y utilizado es el Maslach Burnout Inventory (MBI), creado
por Maslach y Jackson en 1981. Este cuestionario mide la frecuencia e
intensidad del «burnout». Consta de 22 ítems en total (tabla 2) y en él se
pueden diferenciar tres subescalas, que miden, a su vez, los tres factores o
dimensiones que conforman el síndrome:
• Agotamiento Emocional (AE): conformado por los ítems 1, 2, 3, 6, 8,
13, 14, 16 y 20. Su puntuación es directamente proporcional a la intensi-
¿Cuántas personas
padecen burnout?
La frecuencia de burnout ha sido estudiada en muchos tipos de poblaciones,
incluyendo trabajadores sanitarios, servicios públicos, educación, fuerzas de
seguridad, judicatura, etc. En España el tema ha sido ampliamente estudiado
en los últimos diez años, en diferentes tipos de profesiones y a lo largo de
prácticamente toda la geografía. Sin embargo, pese a la profusión de datos,
no es posible dar tasas seguras de prevalencia del burnout. Esto se debe en
parte al carácter dimensional del modelo, pero sobre todo a la disparidad de
formalizaciones, criterios, métodos… utilizados. Por lo tanto, no es muy rigu-
roso decir «cuántos» médicos o sanitarios sufren burnout. No obstante, para
dar una idea general del problema, haremos a continuación un resumen de los
estudios españoles más relevantes sobre burnout en profesionales de la salud.
Uno de los primeros grupos que trabajó con el tema fue el del Hospital
General de Burgos (De Dios, De la Gándara et al., 1994). En un primer estu-
dio aplicaron el MBI y el GHQ a 46 psiquiatras de forma anónima y los resul-
tados mostraron niveles altos, según los criterios de Maslach y Jackson para
agotamiento emocional (AE: 22,6), despersonalización (DP: 10,4) baja reali-
zación profesional (RP: 28,6), con una alta correlación entre puntuaciones en
el GHQ y AE (.59,p = .001). Además, entre otras observaciones, se vio que
los niveles de burnout aumentaban con la edad, los años de profesión, y en
jefes y dirigentes.
Al año siguiente el mismo grupo (De Dios et al., 1995) aplicaron la misma
encuesta anónima a 311 sanitarios (105 médicos, 98 enfermeras, 50 auxi-
liares, 58 otros). El burnout global se situó en niveles medios (AE: 23,7; DP:
11,1; RP: 27,1), con correlaciones significativas entre MBI y GHQ (AE:
p = .001; DP: p = .001; RP: p = .001). El sentimiento de fracaso profesional
secundario al burnout fue mayor en auxiliares (p = .02), aumentaba con la
edad (p=.001) y a más años de profesión (p = .001).
En otro estudio realizado ese mismo año en Ávila (Díaz & Hidalgo, 1994)
comparando 143 especialistas y 130 generalistas españoles, y confrontán-
dolos con los datos americanos, se observó más burnout en especialistas
que en médicos AP, y más en los españoles que en los americanos, así
como más insatisfacción laboral en especialistas que en AP.
En Zaragoza, De Pablo y colaboradores (1998) estudiaron a 286 médicos de
37 Centros de Salud, mediante un cuestionario laboral y el MBI y observa-
El médico con burnout
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ron que el 59% tenía altos niveles de AE, el 36% niveles altos de DP y el 31%
bajos niveles de RP.
Por su parte, Olivar y colaboradores, en Asturias (1999), analizaron la satis-
facción laboral de 810 facultativos de AP (MF, MG, pediatras), y encontraron
que mientras en general la satisfacción era elevada (cuestionario de la OMS:
73 puntos), el 43% mostraba un elevado desgaste profesional, especial-
mente en médicos rurales.
Ese mismo año y en sanitarios del hospital general de Salamanca, Da Silva
y colaboradores (1999) aplicaron el MBI, el GHQ y un cuestionario ad hoc a
102 médicos, 168 enfermeras y 93 auxiliares. Los niveles globales de bur-
nout fueron de tipo «medio» (AE: 20,5; DP: 7,3; RP: 35,5), pero en el GHQ
superaron el punto de corte establecido para posible «caso» el 23% de
médicos, el 19% de enfermeras y el 33% de auxiliares.
Otra población analizada ha sido la de médicos en formación. Así, Belloch y
colaboradores, en Valencia (2000) estudiaron el burnout en 56 MIR de medi-
cina interna, mediante el MBI y un cuestionario. Observaron niveles altos de
AE en el 7,1%, de DP en el 17%, baja RP en el 23,3%. Comparados glo-
balmente con los especialistas, los MIR tienen menos burnout, aunque los
niveles aumentaban considerablemente en solteros, sin posibilidades de
elección de la especialidad, y que trabajaban en medios de baja satisfacción
y reconocimiento laboral.
La relación entre personalidad y burnout es otro tema cardinal que fue ana-
lizado en médicos de AP por Cebriá y colaboradores en Barcelona (2001).
Para ello aplicaron MBI y 16 PF a 528 médicos de AP. En el 40% había sín-
tomas de burnout y en el 12% éste era bien definido. Los casos con burnout
mostraban más inestabilidad, tensión, hipervigilancia y ansiedad en el test
de personalidad.
La asociación de burnout con otros factores en sanitarios de AP ha sido
puesta de manifiesto por Caballero y colaboradores en Madrid (2001). Para
ello estudiaron a 354 médicos, enfermeras y auxiliares, mediante el MBI, y
cuestionario anónimo. Los resultados mostraron que el 30% tenía niveles ele-
vados de burnout, más en hombres y más en pediatras que en MG. El 44%
se quejaban de trastornos físicos o psicológicos que relacionaban con el ejer-
cicio profesional, y el 38% asociaban el burnout a la excesiva demanda.
Los pediatras españoles también han sido sometidos a observación por
Bustinza y colaboradores de Madrid (2001). Aplicaron el MBI y cuestionario
69 pediatras de cuidados intensivos de toda España. El 42% presentaron
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raccionando todos los factores a lo largo del tiempo y cómo eso se suma a
otros factores biográficos ligados a las expectativas o al sistema de creen-
cias de la persona. Eso supone tratar de tener una visión integradora, tanto
en el análisis de las causas como en las estrategias que se diseñen para
mejorar el problema. A continuación se reseñan algunos factores con la
esperanza de que permitan una cierta identificación de los lectores y, por
tanto, alivien la sensación de aislamiento que tantas veces tenemos. El men-
saje quiere ser claro: no estamos solos; nos suelen pasar las mismas cosas;
tenemos similares emociones; podemos ayudarnos intercambiando nues-
tras experiencias y conocimientos.
afrontar el burnout tiene que ver con la lucidez y la cultura, con tratar de com-
prender lo que significa ser médico en este momento histórico, y desde ahí
desarrollar un sistema ético que permita ayudar a los pacientes concretos
salvaguardando, dentro de lo posible, nuestra propia salud mental y benefi-
ciándonos de la sabiduría y la satisfacción que la Medicina puede ofrecer.
Para entender lo que puede dar de sí la conexión de lo cultural con lo cientí-
fico, se puede comenzar leyendo un libro de Oliver Sacks, por ejemplo, “El
hombre que confundió a su mujer con un sombrero”.
1
Mientras escribo estás líneas, leo un artículo en la revista semanal del diario El País
(18/01/2004) que se titula «Pacientes con derechos»; en él se ilustran bien las expectativas
sociales que se avecinan. Resume un decálogo de derechos sanitarios para el siglo XXI
(tabla 5). Como puede observarse, la sensación que se produce al leerlos es que el individuo
puede exigir a alguien externo la inmediata consecución de ellos (ideas abstractas) sin que él
tenga que hacer ningún esfuerzo personal. Pero, ¿qué significa tener derecho a la salud men-
tal, por ejemplo? Podría hablarse, por ejemplo, de derecho a la asistencia sanitaria para enfer-
medades mentales o a los recursos preventivos en forma de educación. Pero puede haber
personas que esto lo interpreten con el derecho a no tener en ningún momento ningún
malestar emocional y exigir un profesional, siempre eficaz, para afrontar cualquier problema
de la vida. Lo que no parece muy realista ni deseable.
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Problemas en el manejo
del trabajo cotidiano en la consulta
El trabajo diario consiste en una sucesión de encuentros breves, en los que
la interacción es muy ágil y los contenidos muy variados (síntomas, trata-
mientos, educación, ansiedad, problemas familiares o sociales, aspectos
burocráticos, etc.). Todo ello requiere una gran atención, concentración,
autocontrol emocional y capacidad para organizar el tiempo, que puede ser
difícil de conseguir. La relación con los pacientes puede ser uno de los
aspectos más gratos de la profesión, pero es también una oportunidad para
que surjan dificultades diversas: el temor a hacer daño; al error y sus con-
secuencias; a invadir la intimidad de los pacientes y ser rechazado; a ser
invadido por ellos y perder la distancia interpersonal necesaria para mante-
ner la empatía. La consulta es, además, una oportunidad para que el profe-
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DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
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Manejo de la incertidumbre
La práctica clínica no se basa en certezas y evidencias contundentes. Inclu-
so los problemas más comunes gozan de una variabilidad extraordinaria,
que impide efectuar predicciones absolutas. De hecho, la formación en clí-
nica consiste en aprender a manejarse con la incertidumbre y los límites del
conocimiento médico. En la práctica diaria se toman decisiones importantes
con datos incompletos o imprecisos. Esto es especialmente significativo en
el médico de familia que tiene que filtrar la demanda y atender muchos pro-
cesos en unos estadios iniciales y poco diferenciados. En cada caso ha de
valorar la oportunidad de esperar acontecimientos o tomar decisiones más
intervencionistas y, además, ha de tener en cuenta otros aspectos, tanto de
la patología como de los costes materiales y psicológicos a que dará lugar.
Además, en último término, los medios disponibles siempre serán insufi-
cientes, y antes o después los pacientes se convertirán en enfermos graves,
envejecerán y morirán. La capacidad para tolerar la incertidumbre, se con-
vierte en un aspecto importante, tanto del propio bienestar y satisfacción
profesional como del uso de recursos.
2 Sobre el error en Medicina y la diferencia de manejo respecto a otras profesiones como los
pilotos puede leerse un magnífico artículo publicado hace algunos años: L.L.Leape. El error
en Medicina. JAMA (ed. Esp.), vol. 4, núm. 7, 1995.
El médico con burnout
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Ser médico en la sociedad actual supone asumir realidades que hay que
aceptar en parte y desarrollar estrategias que nos protejan de los riesgos de
la profesión, lo que incluye probablemente la intervención activa, a través de
nuestras sociedades científicas o colegios profesionales en el debate social
sobre el papel, los límites y riesgos de la práctica médica. Algunas de ellas
las trataremos en el apartado de prevención del burnout.
Factores dependientes
de las características individuales
Personalidad
Existen varios rasgos de personalidad que se han relacionado con el bur-
nout. El más frecuentemente reseñado es el patrón de conducta tipo A,
que se caracteriza, según Friedman y Rosenman, por un afán intenso y
constante por conseguir metas establecidas por el propio individuo, pero
usualmente poco definidas; marcada tendencia a la competitividad; deseo
de reconocimiento y de logro; implicación en varias tareas y trabajos al
mismo tiempo; tendencia a la realización apresurada de todo tipo de fun-
ciones, tanto físicas como mentales y estado de alerta permanente. Estas
conductas se asocian con mayor número de horas trabajadas a la semana,
responsabilidad en la supervisión de personas, mayores cargas de trabajo y
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DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
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Entre los profesionales sanitarios predominan los sujetos con una orienta-
ción humanitaria, sensibles a las necesidades y sentimientos de los demás
(por lo que suelen experimentar más estrés cuando están expuestos al sufri-
miento de otros), que valoran como muy importante la oportunidad de poder
intervenir favorablemente en las vidas ajenas (quizá porque de ese modo se
satisface su necesidad de experimentar un sentimiento de poder personal,
para intervenir en el curso de los acontecimientos del mundo que les ha
tocado vivir). Por lo mismo, el candidato al «desencanto» suele ser un suje-
to con una carga importante de idealismo (ya en lo científico, ya en lo huma-
no) que se siente decepcionado al comprobar lo rutinario de su trabajo dia-
rio, los condicionantes externos de su eficiencia y la falta de reconocimiento
a su esfuerzo (por los pacientes, por los compañeros, por la «empresa» o
por sí mismo). En este sentido conviene insistir en la necesidad de renunciar
a la tentación de usar a los enfermos para el logro de satisfacción o seguri-
dad personal. La tarea del médico es ayudar al paciente, no demostrar lo
inteligente que es a través del cultivo de la dependencia y de la admiración
del enfermo por la actuación de sus fantasías de omnisciencia. Sin embar-
go, lo contrario al idealismo no es el «pasotismo», ni la falta de todo tipo de
entusiasmo, valores o de referencias culturales. Para ser capaces de afron-
tar con éxito los retos de nuestra profesión, tenemos que desarrollar un sis-
tema de creencias abierto y flexible que nos permita adaptarnos adecuada-
mente y dar sentido a nuestra actividad.
Burocratización
Es un hecho que a los médicos no nos gustan en exceso los papeles. Sin
embargo, nos inundan cada día, sumergiéndonos en una gran frustración
porque tenemos la sensación de que bloquean y banalizan nuestra capaci-
dad profesional. En Atención Primaria, con consultas muy sobrecargadas, el
asunto puede llegar a ser angustioso: recetas, informes, peticiones de prue-
bas, certificados, estadísticas, etc. Todo esto mantenido en el tiempo termi-
na produciendo una angustiosa sensación de tedio. La mejora que ya está
produciendo la informatización de las consultas y la contratación de perso-
nal administrativo deberían ser prioridades que, sin duda, mejorarían la aten-
ción a los pacientes y el bienestar de los médicos.
Aspectos organizativos
Hay multitud de aspectos organizativos que afectan a la calidad de los pues-
tos de trabajo que pueden estar relacionados con el desarrollo del burnout.
Uno de los más estudiados es el trabajo a turnos relacionado con crono
patologías laborales y que afecta particularmente a muchos profesionales
sanitarios. En él se produce un desfase entre la actividad laboral, en horarios
no convencionales, y la actividad fisiológica que es fundamentalmente diur-
na. Por ello, el período de reposo se sitúa durante unas horas en las que
domina el ruido, propio de la actividad laboral diurna de los demás, compro-
metiendo seriamente la profundidad del sueño y con ello la posibilidad de
lograr un reposo auténticamente reparador, tanto de la fatiga física, como de
la fatiga psíquica. Ello encadena unas consecuencias fisiopatológicas que
tienden a retroalimentarse. Otro factor de cronicidad es el hecho de que en
todo ritmo biológico con fases de signos opuestos y particularmente en el
ritmo actividad/reposo, la intensidad de una fase determina la de la fase
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DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
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Tabla 6. Consejos personales para prevenir el burnout ños detalles pueden producir
Centrarse en el «círculo de influencia».
cambios significativos en
Suprimir pequeñas molestias y crear hábitos agradables.
nuestras emociones. Así, ante
una situación determinada, en
Trabajar mejor en lugar de más:
• Establecer objetivos realistas.
el momento presente, hay que
• Hacer la misma cosa de manera distinta. analizar qué nos gustaría (o
• Planificar adecuadamente nuestro tiempo. sería razonable) cambiar para
• Permitirse pensar. trabajar mejor y que esté, al
• Tomar las cosas con más distancia.
menos en parte, a nuestro
Cuidarse a sí mismo además de a los otros:
alcance. Así, quizá, no poda-
• Acentuar los aspectos positivos.
• Conocerse a sí mismo.
mos modificar el sistema sani-
• Establecer límites o fronteras. tario o cambiar a nuestro
• Mantener la vida privada. gerente, pero podemos hacer
• Tratar específicamente los trastornos psiquiátricos otras cosas más cercanas y
si aparecen.
quizá más rentables para
• Cambiar de trabajo.
nosotros.
mas que pueden haber conducido a esta situación. Con frecuencia ellos mis-
mos pueden tener o haber tenido sensaciones similares. Los colegas pueden
ayudar reduciendo la tensión emocional, actuando sobre la fuente del estrés
o induciéndonos a afrontar la situación de forma más eficaz. Un compañero
puede suministrarnos asistencia ante un usuario especialmente estresante,
incluso sustituirnos provisionalmente. Un buen compañero, se ofrecerá gus-
toso como apoyo permitiendo la expresión de estados emocionales, lo cual
es a veces muy útil. Es más fácil contar las penas a alguien amigable y que
además está familiarizado con la situación. Este conocimiento comparativo
contribuye a evitar la tendencia a autoculpabilizarse y puede ayudar a resol-
ver una situación difícil, dándonos una visión distinta de la misma. Muchas
veces al hablar con los compañeros, nos damos cuenta que ellos tienen pro-
blemas similares a los nuestros, y que quizás los hemos magnificado en
exceso. Los colegas también nos darán ánimo, y con frecuencia son los úni-
cos que reconocen nuestro trabajo bien hecho. Sería una buena costumbre
que cuando un compañero hace algo bien se lo dijésemos y sobre todo ins-
titucionalizar reuniones, habiendo conseguido formación previa en recursos
eficaces, para generar una autoayuda efectiva en los equipos o servicios.
Estos conocimientos y rutinas deberían formar parte del cuerpo de conoci-
mientos profesional de un médico de cualquier especialidad.
Por desgracia, a veces hay entornos de trabajo donde el ambiente se ha
deteriorado tanto y donde el porcentaje de «quemados» es tan grande que
no es fácil que se presten mutuamente ayuda, sino que por el contrario el
propio ambiente de trabajo contribuye aún más al burnout. Estas situacio-
nes deberían detectarse y la empresa tendría que tener institucionalizada
una ayuda externa. Esto tendría que hacerlo por motivos puramente egoís-
tas. Cada vez hay más evidencia de que los profesionales con burnout pue-
den generar más gasto (últimamente se ha estudiado la relación entre bur-
nout y gasto farmacéutico, por ejemplo) y todo tipo de pérdidas más o
menos intangibles (imagen, satisfacción de usuarios, etc.).
Las sociedades científicas y los colegios profesionales pueden cumplir un
papel importante, generando actividades y foros donde los médicos puedan
desarrollarse en todas las facetas incluida la formación continuada, las rela-
ciones personales y las habilidades de autocuidado.
Gestión institucional
Este es el punto más lejano de nuestro círculo de influencia, pero, desde luego,
no el menos importante. El que nos hayamos centrado en lo que nosotros
podemos hacer no quiere decir, ni muchísimo menos, que las condiciones de
El médico con burnout
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cara, cómo todo su cuerpo se llena de tensión, comienza a tener una gran
sensación de hostilidad que mantiene toda la mañana, lo que le procura algún
conflicto con otros pacientes y del que luego se siente culpable. El médico B
se siente muy triste y tiene ganas de llorar. El médico C siente miedo, obser-
va cómo le invade un sudor frío y cómo se le pone un nudo a la altura del epi-
gastrio. El médico D se siente un poco frustrado, pero también con curiosi-
dad por la verdadera demanda de la paciente y así lo anota en la historia.
Según los psicólogos cognitivos Albert Ellis y Aarón Beck la diferencia en las
emociones de los cuatro médicos depende de cómo están interpretando lo
que les ha ocurrido, de cómo procesan la información que tienen. El médi-
co A pensó: «La mayoría de la gente es estúpida e insoportable; esto es
injusto no lo aguanto más, se van a enterar». El médico B pensó: «Si fuera
un médico competente no me pasarían estas cosas, soy un fracasado, no
valgo nada, me falta carácter, soy débil». El médico C pensó: «Me va a
poner una reclamación, seguro que le dan la razón, me va a llamar el geren-
te y me van a quitar la interinidad». El médico D pensó: «Esta mujer me ha
proyectado una gran hostilidad. Debe estar perturbada por algo, quizá esté
deprimida o muy asustada o haya tenido una mala experiencia o cualquier
otra cosa (puede ser simplemente una maleducada). Si vuelve, trataré de
abordar directamente sus expectativas. Si insiste en su actitud, cortaré la
relación y le diré que se cambie de médico».
En cada caso, la emoción del médico fue consecuencia de la forma en que
fue juzgado, interpretado y etiquetado el suceso. A veces los acontecimien-
tos que nos ocurren los interpretamos de una forma racional, flexible, con-
creta y entonces tenemos emociones adaptativas, como tristeza, si hemos
perdido a un ser querido; enfado, si nos han perjudicado en algo; miedo, si
nos vemos envueltos en una situación amenazante; o alegría, si nos ha ocu-
rrido algo agradable. En otras ocasiones, dependiendo de múltiples varia-
bles en las que influye de forma determinante el proceso de aprendizaje, los
eventos los interpretamos de forma irracional, inadecuada, cometiendo erro-
res lógicos en el procesamiento de la información que nos pueden llevar a
tener emociones perturbadoras y poco adaptativas (tabla 9) en el senti-
do de que no nos ayudan a cambiar para vivir mejor, sino que, por el con-
trario nos hunden en actitudes que nos perjudican como la depresión, la
ansiedad o la irritabilidad. La hipótesis es que podemos darnos cuenta de
nuestra forma de procesar la información y podemos hacer algunos cam-
bios para sentirnos mejor y relacionarnos más adecuadamente con los
demás. Podemos aprender que detrás de una emoción hay siempre unos
«pensamientos automáticos» que nos creemos acríticamente y que algu-
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La evaluación de la evidencia
Los pensamientos automáticos específicos o grupos de pensamientos
automáticos, son expuestos como hipótesis y se trata de buscar pruebas
tanto a favor como en contra. Se trata de ver si las premisas en las que se
basa el silogismo lógico son correctas. Porque la aceptación de una premi-
sa falsa lleva a una conclusión falsa. Esto también conviene hacerlo por
escrito siguiendo el mismo sistema. Veamos el médico del ejemplo:
Médico: «Si fuera un médico competente no me pasarían estas cosas, soy
un fracasado, no valgo nada, me falta carácter, soy débil».
Médico K: Piensa en un médico que tú creas competente, el que más res-
petes.
M: El Dr. X.
MK: ¿Puedes asegurar que nunca ha tenido ningún problema con ningún
paciente?
M: No. Yo mismo he presenciado algunas interacciones problemáticas con
algunos pacientes.
MK: Y ¿lo consideras un fracasado?
M: No, en absoluto.
MK: ¿Entonces...?
Técnicas de reatribución
Es frecuente autoatribuirse la culpa o la responsabilidad de acontecimientos
negativos. La técnica de reatribución se utiliza cuando nos atribuimos de
forma poco realista, las consecuencias negativas de un evento a una defi-
ciencia personal, como la falta de capacidad o esfuerzo. Se trata de esti-
mular un pensamiento maduro, cuestionando las interpretaciones globales,
no dimensionales y referidas al carácter y de una forma lógica, según la
información disponible, atribuir la responsabilidad a quien realmente corres-
ponda. Lo importante no es liberarse de toda responsabilidad, sino definir
los múltiples factores que pueden intervenir en una experiencia adversa.
Médico K: ¿Qué error has cometido en concreto para que ese paciente se
haya enfadado?
Médico: La verdad creo que ninguno. Sólo he tratado de hacerle una histo-
ria clínica.
MK: ¿No pudiera ser que la paciente estuviera, por ejemplo, perturbada o
asustada y que su reacción no fuera, en su mayor parte, responsabilidad
tuya?
M: Es verdad, es lo más probable.
El médico con burnout
49
MK: Porque, ¿quién es en último tér- Tabla 12. Algunas distorsiones cognitivas
mino el responsable de una emoción, Abstracción selectiva o filtraje (AS)
de una conducta? Inferencia arbitraria (IA)
las premisas como hipótesis. Para esto es útil la técnica de las tres
columnas: pruebas a favor de mi conclusión/pruebas en contra/conclu-
sión alternativa. También se utilizan las técnicas de reatribucion para
combatir la culpa o la responsabilidad incorrectamente atribuida. El
paciente se ha comportado de forma desagradable: ¿qué tiene que ver
eso con mi comunicación con él en la consulta?, ¿qué podría haber
hecho para evitarlo?, ¿qué sabe el paciente de mi carácter?, ¿es racional
hablar de carácter de forma global?, ¿tengo yo toda la responsabilidad en
un proceso de comunicación?...
Pensamiento catastrofista
Una persona con pensamientos catastróficos «siempre se pone en lo peor»
y se siente como si lo peor ya hubiera ocurrido. Ignora totalmente la proba-
bilidad de que un suceso amenazante suceda. Aunque sea muy improbable
él se siente como si la peor de las hipótesis fuera inminente. El resultado es
una ansiedad permanente. La clave está en la palabras «y si». ¿Y si este
dolor de cabeza es un cáncer?; ¿y si mi hijo se estrella con el coche?; ¿y si
El médico con burnout
53
Personalización
Es la tendencia de relacionar cosas del entorno con uno mismo, de atribuir-
se a sí mismo fenómenos externos cuando no existe una base firme para
hacer tal conexión. Una médico se sentía culpable cada vez que veía que un
tratamiento no producía los efectos esperados. Un médico creía que cuan-
do hablaban de que la Seguridad Social funcionaba mal, hablaban de él.
Una mujer creía que cuando su marido decía que estaba cansado es que
estaba cansado de ella.
Un aspecto importante es el hábito de estar comparándose continuamente
con los demás. Es mejor médico que yo. Tengo más talento que él. Soy el
más inteligente. Siempre he sido inferior a él. La presunción subyacente es
que el valor de las personas es cuestionable. Por tanto, una persona con
esta distorsión siempre se verá forzada a probar el suyo, midiéndose a sí
mismo en relación con los demás. El error básico es que se interpreta cada
experiencia, cada conversación, cada mirada, como una pista para anali-
zarse y valorarse a sí mismo.
• Reestructuración. Hay que recurrir a la técnica de la desatribución, uti-
lizando la lógica para probar sistemáticamente las personalizaciones,
incluso preguntando directamente a la persona interesada. Si no se
puede preguntar, puede usarse el método de las tres columnas. El méto-
do socrático también es eficaz para neutralizar esta distorsión. Además,
siempre hay que cuestionar el hábito de compararse con los demás,
demostrando la irracionalidad de la idea. El valor global de una persona
es algo que no puede calcularse. Ni siquiera es fácil comparar cualidades
específicas porque no son algo estático. Se trata de autoaceptarse y
creerse igual de válido que los demás, teniendo objetivos propios y persi-
guiéndolos de manera sistemática.
El médico con burnout
55
Falacias de control
solidarios con los demás, pero nunca hay que olvidar que cada uno pilo-
ta su propio proyecto de vida y es responsable de él como un individuo
autónomo. El médico puede ayudar al paciente, pero no puede (ni debe)
sustituirlo en las decisiones que tome libremente sobre su vida.
Falacia de justicia
Consiste en aplicar normas legales y contractuales a los caprichos de las
relaciones interpersonales. Se considera justo lo que uno espera o necesita
de la otra persona, según el tipo de relación que se haya tenido con ella. El
problema es que esto es una evaluación siempre subjetiva y el concepto
puede ponerse fácilmente al servicio de los propios intereses, con lo que
cada persona queda inmovilizada en su propio punto de vista.
Se expresa generalmente con frases condicionales: si me quisiera, vendría
conmigo de viaje; si fuera un buen compañero, me cambiaría la guardia; si
me apreciara, no me hubiera dicho que no le gustaba mi artículo. Resulta
tentador hacer suposiciones sobre cómo cambiarían las cosas si la gente
jugara limpio y nos valorara «adecuadamente». Pero las otras personas casi
nunca ven justo lo que nosotros creemos y al final terminamos llenos de
resentimiento.
• Reestructuración. Hay que tratar de clarificar y expresar claramente
nuestras preferencias o necesidades sin vestirlas con el disfraz de la
justicia. Y también aprender a no dejarse manipular por otros que lo uti-
licen. Fuera de un juzgado, el concepto de justicia es una abstracción que
puede producir gran irritación (está en la base de los pensamientos auto-
máticos que producen cólera) e infelicidad y suele utilizarse para encubrir
intereses personales que podrían ser legítimos sin recurrir a él. Hay que
tener la lucidez de darse cuenta de que efectivamente en la vida no exis-
te simetría respecto a cómo se distribuyen las cosas positivas. Las per-
sonas nacemos con capacidades y habilidades diferentes y parece que
las experiencias positivas y negativas se distribuyen aleatoriamente. Nadie
podemos esperar una protección mágica contra la adversidad y hay que
asumir que todos navegamos en la incertidumbre.
ciones personales y a las que sus compañeros iban con desgana. El doc-
tor X creía que con el tiempo sus compañeros comprenderían que ésa era
la mejor manera de trabajar y cifraba su bienestar profesional en ese cam-
bio. Al ver que esto no ocurría, comenzó a sentirse cada vez irritable y
pesimista, comprometiendo su propio trabajo con los pacientes y sus
posibilidades profesionales. Aquí la energía se dirige hacia los demás por-
que la esperanza de felicidad se encuentra en que los demás satisfagan
nuestras necesidades. Así se les trata de cambiar presionándolos de
muchas maneras: culpándoles, exigiéndoles, ocultándoles cosas, nego-
ciando. Pero generalmente la otra persona se resiste a cambiar y se suele
sentir atacada y resentida.
• Reestructuración. Cuando una persona trata de obligar a los demás a
cambiar, está pidiéndoles que sean diferentes para que pueda ser feliz.
Esto supone que cree que su felicidad depende de los demás y de su
conducta. Pero la felicidad depende de cada uno, de las decisiones que
tomamos, de lo que hacemos. Ha de decidir si se va o se queda, si tra-
baja de médico o de electricista, si dice que sí o que no. Tenemos que
asumir a los demás como son aquí y ahora y no exigirles cambios radi-
cales. Ésa es, por ejemplo, la base de muchos conflictos de pareja. El
método socrático es un buen sistema para trabajar este pensamiento
distorsionado.
Razonamiento emocional
Casi todas las distorsiones anteriores están teñidas de razonamiento emo-
cional. Los humanos tendemos a creer como verdad lo que sentimos. Si nos
sentimos débiles o feos o culpables, asumimos que lo somos. Pero las emo-
ciones no demuestran nada, como mucho pueden ser profecías autocum-
plidoras si condicionan nuestra conducta.
Las emociones suelen ser producto de los pensamientos automáticos, y si
una persona tiene distorsiones cognitivas, las emociones reflejan esas dis-
torsiones.
• Reestructuración. Hay que darse cuenta de que lo que sentimos depen-
de mucho de cómo interpretamos la realidad. Si tenemos distorsiones
cognitivas, nuestras emociones pueden mentirnos; sólo son el producto
de esa distorsión. No hay nada sagrado o «verdadero» en lo que una per-
sona siente. Las emociones hay que tenerlas en cuenta, en muchos
casos son adaptativas y nos permiten reaccionar rápido, pero no asumir-
las acríticamente.
El médico con burnout
59
Los «debería»
Albert Ellis cree que, tras una perturbación emocional, hay siempre un
debería, una exigencia perturbadora que está en la base de la creencia irra-
cional de los que nos ocurre. En general, tendemos a exigir absolutamente
actuar siempre bien y encontrar la aprobación de ciertas personas signifi-
cativas; que los demás nos traten siempre de forma correcta y amable; que
todo nos salga bien y sin contratiempos en la vida. Y si no, solemos pen-
sar que los demás o el mundo son estúpidos o faltos de valor. Entramos en
una actitud de «no soportar» la frustración y de centrarnos de forma obse-
siva en lo que no podemos tener. Trabajar de médico tiende a desarrollar
multitud de exigencias perturbadoras. A veces exigimos la aprobación de
todos los pacientes; no cometer ningún error y ser perfectos de forma con-
tinua; que todos nos traten de forma correcta; no tener dificultades y que
no surjan situaciones desagradables. Y si no ocurre esto, tenemos tenden-
cia a sentirnos culpables o irritados, clamando la injusticia de que la gente
o la realidad sea así.
• Reestructuración. El secreto está en mantenerse en las preferencias.
Todos preferimos, por ejemplo, que la gente sea amable o que nos aprue-
ben nuestros pacientes. Pero podemos asumir que no siempre esto va a
ser así. Y no por ello tenemos que ser tremendistas y «dar el salto» a pen-
sar cosas perturbadoras e inciertas, como «no puedo soportar haber
cometido un error» o «si este paciente es desagradable, es que es una
mala persona» o «debería encontrar fácilmente trabajo o si no es que no
valgo lo suficiente». Se trata de asumir que todos somos humanos, pode-
mos cometer errores y estamos en un proceso continuo de aprendizaje.
En los libros de Albert Ellis (ver bibliografía) se ilustran multitud de recur-
sos para neutralizar los debería.
En el anexo 1 se indica la forma de utilizar un registro para reestructurar
algunos de los ejemplos vistos en este apartado con la bibliografía básica
para seguir aprendiendo.
Manejo de la autoestima
Todos tenemos una percepción del valor que nos damos a nosotros mismos
y eso afecta de forma decisiva a todos los aspectos de nuestra experiencia.
Muchas personas se sienten menos que otros, inferiores, y esa sensación
está en la base de muchas de sus conductas, frecuentemente desadaptati-
vas y causantes de dolor y conflictos interpersonales.
RETOS EN LA SALUD MENTAL
DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
60
Según Ellis, lo único que puede demostrarse —o, más bien, no puede
demostrarse lo contrario— es que el hombre vale porque vive y decide per-
manecer vivo y valorar su existencia. Puede autoaceptarse incondicional-
mente. Ese hombre es un ser que va a realizar millones de acciones con-
cretas que pueden calificarse como buenas o malas según muchos
parámetros, pero ninguna tiene por qué llevarle a pensar que, globalmente,
es «bueno» o «malo». Las personas además somos falibles, podemos
cometer errores. Y la autocondena, la culpa, es frecuente que empeore las
cosas porque suele llevar a la demonización personal y a centrarse en el
pasado en vez de dedicar la energía a procurar no volver, en el presente, a
cometer el error y a repararlo si es preciso. Así, hay que proponer respon-
sabilidad frente a culpa, crítica de acciones concretas frente a demonización
personal. Y una actitud orientada al cambio, a detectar las ideas irraciona-
les que pueden estar en la génesis de las emociones perturbadas.
El médico con burnout
63
Lázarus (1973) fue uno de los primeros en establecer las principales con-
ductas que abarcan las habilidades sociales. Son cuatro:
1. La capacidad de decir «no».
2. La capacidad de pedir favores y hacer peticiones.
3. La capacidad de expresar sentimientos positivos y negativos.
4. La capacidad de iniciar, mantener y terminar conversaciones.
El sistema de creencias desde el que hay que plantear el concepto de aser-
tividad está ligado al anteriormente tratado de autoestima. Todos los seres
humanos tenemos valor por nacer, somos iguales y, por tanto, poseemos
unos derechos humanos básicos (DHB) (tabla 13) que podemos reivindi-
car para nosotros y respetar en los demás. Se trata de que cada persona
El médico con burnout
65
pueda expresar sus deseos sin manipular a los otros, ejerciendo su libertad
con firmeza, honestidad y respeto. Es una postura humanista que trata de
no producir estrés innecesario a los demás y apoyar la autorrealización de
las personas. Tanto si se trabaja la asertividad con uno mismo, un paciente
o con un grupo hay que comenzar identificando los derechos humanos
básicos y diferenciándolos de los derechos de rol (ligados al papel que una
persona puede representar en un grupo o situación). Los DHB son la base
desde la que una persona puede intentar ser asertiva. Así, podremos inten-
tar ser asertivos aunque seamos criticados por ello, contraatacar cualquier
RETOS EN LA SALUD MENTAL
DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
66
• Conducta pasiva. Una persona con una conducta pasiva permite que
los demás violen sus DHB. Se calla cuando no quiere callarse, dice «sí»,
cuando quiere decir «no», no sabe defender sus intereses, ni sus prefe-
rencias. Es frecuentemente manipulado por los demás que tienen ten-
dencia a utilizarla pero a no valorarla. Se pasa la vida haciendo «favores»,
cuando muchas veces no le apetece y no expresa claramente sus deseos,
con lo que los demás no tienen una idea clara de lo que quieren y tienen
que pasarse la vida adivinándolo. Son personas que pasan por «buenas»
y su ventaja es que raramente reciben un rechazo directo por parte de los
demás, pero tampoco son auténticamente apreciados. La desventaja es
que van acumulando resentimiento e irritación que, a veces, las hace
explotar y las termina sumergiendo en la amargura. Un médico tenía ten-
dencia a dar todo lo que los pacientes le sugerían, aunque no estuviera
justificado porque tenía miedo a la hostilidad que pudiera causarle el
negarse. Sin embargo, en el fondo, no se sentía bien con su conducta y
comprobaba cómo cada día los pacientes pedían cosas más irracionales
y lo banalizaban como profesional.
• Conducta agresiva. Para conseguir sus objetivos una persona con una
conducta agresiva es capaz de arrasar los derechos de los demás. Es
capaz de pelear, de agredir, de amenazar, de jugar sucio. En esta socie-
dad esas conductas pueden producir ventajas porque mucha gente tiene
miedo a ellas —sobre todo los pasivos—, y muchas veces los individuos
que las practican consiguen lo que se proponen. Sin embargo, los agre-
sivos tienen muchos conflictos, la gente los evita, no los quiere y terminan
siendo rechazados. Muchos varones pueden tener conductas agresivas
en situaciones de estrés o depresión (luego se hunden en la culpa). Para-
dójicamente, personas con baja autoestima pueden manifestarse en cier-
tos momentos con agresividad, de manera manifiesta o encubierta en
forma de agresión pasiva. El médico del ejemplo anterior un día explotó y
comenzó a dar voces a una señora que había venido en tres ocasiones
por dolor de cabeza y le pidió una interconsulta para el neurólogo. La
mujer se echó a llorar, y tras calmarse e interrogarla se dio cuenta de que
tenía un cuadro depresivo por un problema familiar que no sabía cómo
contarle.
El médico con burnout
67
Ansiolíticos
La primera cuestión que debemos plantear es si el «estrés» debe conside-
rarse o no como una «enfermedad», y, a continuación, si requiere o notrata-
miento farmacológico. Obviamente, las mismas preguntas son pertinentes
en el caso del burnout.
Desde un punto de vista práctico, resulta evidente que las situaciones de
estrés y burnout descritas generan modelos de conducta «anómalos» o
«patológicos», ya que dan lugar a incapacitación y sufrimiento.
Aceptado lo anterior, la siguiente cuestión es que aunque no existen trata-
mientos «oficialmente» indicados para el «estrés» o el burnout, en realidad
existe el fenómeno de la «automedicación». Lo que implica que casi todas las
personas estresadas consumen drogas para sedarse (alcohol) o para solu-
cionar el agotamiento (cafeína), amén de los variados remedios caseros (tisa-
nas), placebos de diversa índole (reconstituyentes) y soluciones «naturistas»,
«homeópatas» o «curanderiles» poco o nada validadas. Muchas personas
RETOS EN LA SALUD MENTAL
DEL SIGLO XXI EN ATENCIÓN PRIMARIA
72
Antidepresivos
El médico enfermo
El 3 de abril de 2003 un suceso conmovió al país. N.M.N. una médico resi-
dente de tercer año que trabajaba en la Fundación Jiménez Díaz (FJD) de
Madrid supuestamente acuchilló en los pasillos de dicha clínica a ocho per-
sonas, de las cuales dos fallecieron en el acto y una tercera, un par de días
después. El novio de una de las tres víctimas mortales que, casualmente, era
compañera de residencia declaró que la presunta agresora «no estaba nor-
mal desde hacía varias semanas» y que hacía cosas extrañas, como «escri-
bir los partes de los pacientes con el ordenador apagado, o reírse sola y pedir
pruebas a los pacientes a quienes echaba de la consulta». Sin embargo, la
El médico con burnout
75
3
En un artículo publicado en Medicina Clínica (J.L. Puerta y J. Rodes. ¿Pudo haberse evitado
lo que le sucedió a la médico residente N.M.N.? Med. Clin. (Barc.) 2003; 121(5): 186-8) pue-
den leerse reflexiones interesantes sobre el caso y sobre las incógnitas que suscita sobre la
selección y formación de los médicos.
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NOMBRE DEL MEDICAMENTO. FROSINOR 20 mg comprimidos con cubierta pelicular. COMPOSICION CUALITATIVA Y CUANTITATIVA. Cada comprimido contiene
como principio activo: Paroxetina (D.O.E.) (hidrocloruro, hemihidrato) 20 mg. FORMA FARMACEUTICA. FROSINOR 20 mg se presenta en forma de comprimidos
con cubierta pelicular. Los comprimidos son ovalados, biconvexos, blancos o ligeramente rosados. DATOS CLINICOS. INDICACIONES TERAPEUTICAS. Tratamiento
de la depresión. Tratamiento preventivo de las recaídas y recidivas de la depresión. El tratamiento prolongado con paroxetina mantiene su eficacia durante períodos
de hasta 1 año. Tratamiento de los trastornos obsesivo compulsivos. En un ensayo clínico controlado con placebo, paroxetina fue eficaz durante al menos un año,
en el tratamiento de los trastornos obsesivo compulsivos. También demostró eficacia en la prevención de recaídas de estos trastornos. Tratamiento del trastorno
por angustia (“panic disorder”). En los ensayos clínicos disponibles no se ha distinguido entre pacientes con y sin agorafobia, pero la mayoría de los incluidos en
ellos (más del 80%) tenían agorafobia. La eficacia de la paroxetina en el tratamiento del trastorno por angustia se mantuvo durante periodos de hasta 1 año.
Tratamiento de la fobia social. Tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada. POSOLOGIA Y FORMA DE ADMINISTRACION. Adultos: Depresión. La dosis
recomendada es de 20 mg/día. En algunos pacientes, que no respondan a la dosis de 20 mg, puede ser necesario aumentar la dosis gradualmente con incrementos
de 10 mg/día hasta un máximo de 50 mg/día, en función de la respuesta clínica. Como con todos los fármacos antidepresivos, la dosificación se debe revisar, y
ajustar si es necesario, a las 2-3 semanas de iniciado el tratamiento, si se considera clínicamente apropiado.. Trastornos obsesivo compulsivos. La dosis recomendada
es de 40 mg/día. Se debe iniciar el tratamiento con 20 mg, aumentando la dosis gradualmente, con incrementos de 10 mg (cada semana). En algunos pacientes
puede ser necesario aumentar la dosis hasta 60 mg/día. Trastorno por angustia (“panic disorder”). La dosis recomendada es de 40 mg/día. Se debe iniciar el
tratamiento con 10 mg/día, aumentando la dosis gradualmente, con incrementos de 10 mg (cada semana), de acuerdo con la respuesta obtenida. En algunos
pacientes puede ser necesario aumentar la dosis hasta un máximo de 60 mg/día. Se recomienda una dosis inicial baja, para reducir el potencial incremento de los
síntomas del trastorno por angustia, hecho habitual cuando se inicia el tratamiento de esta patología. Trastorno de fobia social. La dosis recomendada es de 20
mg/día. En algunos pacientes, en función de la respuesta clínica, puede ser necesario aumentar la dosis. Se debe realizar gradualmente con incrementos de 10
mg (generalmente cada semana) hasta un máximo de 50 mg. Existe evidencia limitada de la eficacia en el tratamiento a largo plazo de paroxetina en el trastorno
de la fobia social. Trastorno de ansiedad generalizada. La dosis recomendada es de 20 mg/día. En algunos pacientes, que no respondan a la dosis de 20 mg puede
ser necesario aumentar la dosis gradualmente, en función de la respuesta clínica, con incrementos de 10 mg hasta un máximo de 50 mg/día. FROSINOR ha mostrado
ser eficaz en el tratamiento a largo plazo (6 meses de duración) del trastorno de ansiedad generalizada. Se recomienda administrar la paroxetina una vez al día,
por la mañana (a primera hora), con algo de alimento. El comprimido se debe deglutir y no masticar. Se recomienda continuar el tratamiento durante un período
suficiente hasta asegurarse que el paciente está libre de síntomas. Este período puede ser de varios meses en el caso de depresión, o incluso más en los trastornos
obsesivo compulsivos y por angustia. El tratamiento debe continuarse al menos 3 meses (normalmente 6 meses) tras la respuesta clínica. A la hora de finalizar el
tratamiento, es recomendable suspender la terapia gradualmente debido a la posible aparición de una reacción de retirada con síntomas tales como irritabilidad,
alteraciones del sueño, vértigo, agitación o ansiedad, náuseas y sudoración. La administración matutina de paroxetina no altera ni la calidad ni la duración del sueño.
Más aún, los pacientes suelen experimentar una mejoría del sueño, a medida que responden al tratamiento con paroxetina. Ancianos: En ancianos aparecen
incrementadas las concentraciones plasmáticas de paroxetina, pero el rango de concentraciones coincide con el observado en pacientes más jóvenes. Las dosis
iniciales recomendadas son las mismas que en el adulto. Esta dosis puede incrementarse gradualmente hasta 40 mg/día en función de la respuesta del paciente.
Niños: No se recomienda el empleo de paroxetina en niños menores de 18 años, ya que no se ha establecido la seguridad y eficacia del fármaco en este grupo de
población. Pacientes con insuficiencia renal o hepática: Los pacientes con insuficiencia renal grave (aclaramiento de creatinina <30 ml/min) o hepática grave
muestran un aumento de la concentración plasmática de paroxetina, por lo que la dosis se debe reducir al límite inferior del rango terapéutico (20 mg).
CONTRAINDICACIONES. Hipersensibilidad conocida a paroxetina o a alguno de sus excipientes. No debe utilizarse paroxetina de forma concomitante con inhibidores
de la MAO o antes de transcurridas dos semanas tras suspender el tratamiento con IMAOs. No deben administrarse inhibidores de la monoaminooxidasa antes de
que hayan transcurrido dos semanas, una vez suspendido el tratamiento con paroxetina. (ver sección 4.5. Interacción con otros medicamentos y otras formas de
interacción). Paroxetina no debe utilizarse en combinación con tioridazina (ver Sección 4.5. Interacción con otros medicamentos y otras formas de interacción).
ADVERTENCIAS Y PRECAUCIONES ESPECIALES DE EMPLEO. Inhibidores de la MAO: El tratamiento con paroxetina deberá iniciarse con precaución al menos 2
semanas después de finalizar el tratamiento con inhibidores de la MAO y la dosificación se aumentará gradualmente hasta alcanzar la respuesta óptima. Al igual
que con otros inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, paroxetina debe utilizarse con precaución en pacientes en tratamiento con neurolépticos, ya
que con esta combinación se han reportado casos con síntomas que sugieren Síndrome Neuroléptico Maligno. Manía: al igual que todos los antidepresivos, paroxetina
se debe utilizar con precaución en pacientes con antecedentes de manía. Triptófano: al haberse reportado reacciones adversas al administrar triptófano y otro
inhibidor selectivo de la recaptación de 5-HT, no se debe administrar conjuntamente paroxetina con medicamentos que contengan triptófano o sean precursores
de la serotonina (L-triptófano, oxitriptán) (ver sección 4.5 Interacción con otros medicamentos y otras formas de interacción). Enfermedad Cardíaca: paroxetina no
produce cambios clínicamente significativos de la presión arterial, frecuencia cardíaca ni ECG. No obstante, es necesario tomar las precauciones habituales en los
pacientes con cardiopatías. Epilepsia: como ocurre con otros antidepresivos, paroxetina debe emplearse con precaución en los pacientes epilépticos, pacientes
con antecedentes de epilepsia o historial de convulsiones. Convulsiones: la experiencia indica que la incidencia de convulsiones es menor del 0,1% en los pacientes
tratados con paroxetina. El tratamiento debe interrumpirse en todo paciente que desarrolle crisis convulsivas. Terapia electroconvulsiva (TEC): existe muy poca
experiencia clínica sobre la administración concomitante de paroxetina con TEC. Glaucoma: al igual que con otros inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina, paroxetina produce infrecuentemente midriasis y debe utilizarse con precaución en pacientes con glaucoma de ángulo cerrado. Trastornos endocrinos:
En raras ocasiones se ha comunicado hiponatremia, predominantemente en pacientes ancianos. La hiponatremia generalmente revierte al interrumpir el tratamiento.
Se ha notificado esta hiponatremia principalmente en pacientes ancianos y podría estar vinculada con un síndrome de secreción inadecuada de hormona antidiurética
(SIHAD). Trastornos hepatobiliares: Se ha notificado aumento de las enzimas hepáticas. Muy raramente también se han comunicado casos de hepatitis, algunas
veces asociados con ictericia y/o insuficiencia hepática. La interrupción de la administración de paroxetina deberá considerarse si se detecta un aumento prolongado
de los resultados de las pruebas de funcionalidad hepática. Trastornos del sistema nervioso: Se han recibido informes de trastornos extrapiramidales incluyendo
distonía oro-facial, en pacientes que a veces padecían trastornos subyacentes del movimiento o en aquéllos tratados con neurolépticos. Alcohol: aunque paroxetina
no aumenta el deterioro que provoca el alcohol sobre las funciones mental y motora, no se recomienda tomar simultáneamente paroxetina y alcohol. Trastornos
hemorrágicos: Se han descrito algunos casos de hemorragias de diferente localización con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Este hecho
debe tenerse en cuenta especialmente en aquellos pacientes que, además de ISRS, reciban concomitantemente anticoagulantes, fármacos que afecten la función
plaquetaria (p.ej.: antipsicóticos atípicos y fenotiazinas, antidrepresivos tricíclicos, ácido acetilsalicílico, dipiridamol, ticlopidina, antiinflamatorios no esteroideos) o
que puedan incrementar el riesgo de hemorragia. Asimismo, deberá tenerse especial precaución con los pacientes que presenten antecedentes de trastornos
hemorrágicos. Los efectos indeseables pueden aparecer con mayor frecuencia durante el uso concomitante de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina
y productos que contengan hipérico (hierba de San Juan). INTERACCION CON OTROS MEDICAMENTOS Y OTRAS FORMAS DE INTERACCION. Interacciones sobre
paroxetina. La combinación con inhibidores no selectivos de la MAO está contraindicada. Se necesita un intervalo de 2 semanas entre la interrupción del tratamiento
con inhibidores de la MAO y el comienzo del tratamiento con paroxetina o viceversa. Estudios clínicos han demostrado que la absorción y la farmacocinética de
paroxetina no se modifican o sólo ligeramente (a un nivel que garantiza que no hay que cambiar la dosificación) por :alimentos,antiácidos, digoxina, propranolol.
Litio: aunque no hay interacción farmacocinética, dado que la experiencia de administración concomitante de paroxetina y litio en pacientes es limitada, debe
realizarse con precaución debido al riesgo leve de síndrome serotoninérgico. Fármacos inductores del metabolismo enzimático: El metabolismo y la farmacocinética
de paroxetina pueden estar afectados por la inducción o inhibición de enzimas metabolizantes. Por ejemplo cimetidina, un conocido inhibidor del metabolismo
enzimático, puede aumentar la biodisponibilidad de paroxetina.. Cuando se administra conjuntamente paroxetina con un inhibidor del metabolismo enzimático,
debe considerarse la administración de dosis del limite inferior del rango terapéutico. No se consideran necesarios ajustes iniciales de dosis cuando se administra
paroxetina conjuntamente con inductores metabólicos enzimáticos (por ejemplo, carbamacepina, fenitoína, valproato sódico). Cualquier ajuste posterior de dosis
debe guiarse por el efecto clínico (tolerancia y eficacia). La administración concomitante de paroxetina y antiepilépticos puede estar asociada a un mayor número
de reacciones adversas. Un estudio de la interacción entre paroxetina y diazepam no mostró alteración en la farmacocinética de paroxetina que sugiriera cambios
en su dosificación en aquellos pacientes tratados con los dos principios activos. Al no haberse estudiado los efectos de la administración concomitante de paroxetina
con antidepresivos tricíclicos y neurolépticos, el uso concomitante de paroxetina con estos principios activos se debe realizar con precaución. Al igual que otros
inhibidores de la recaptación de 5-HT, puede producirse una interacción entre paroxetina y triptófano dando como resultado la aparición de un “Síndrome
serotoninérgico” caracterizado por agitación, insomnio y síntomas gastrointestinales que incluyen diarrea. Interacción de paroxetina con otros fármacos. La experiencia
en un grupo de individuos sanos demuestra que paroxetina no aumenta el efecto sedante ni la confusión asociada al haloperidol, amilobarbital y oxazepam, cuando
se administra junto con estos fármacos. La administración diaria de paroxetina incrementa significativamente los niveles plasmáticos de prociclidina. Si se observaran
efectos anticolinérgicos, se debería reducir la dosis de prociclidina. Anticonvulsivantes: carbamacepina, fenitoína, valproato sódico. La administración concomitante
no alteró el perfil farmacocinético/farmacodinámico en pacientes epilépticos. Isoenzimas P450, CYP2D6. Como con otros antidepresivos, incluyendo ISRS, paroxetina
inhibe el isoenzima CYP2D6 del citocromo hepático específico P450, responsable del metabolismo de debrisoquina y esparteína. La inhibición del CYP2D6 puede
conducir a un aumento de los niveles plasmáticos de aquellos principios activos administrados conjuntamente que se metabolizan por dicho enzima; aunque el
significado clínico de esta observación no se ha establecido. Estos incluyen, de forma no exhaustiva, ciertos antidepresivos tricíclicos (ej.: amitriptilina, nortriptilina,
imipramina y desipramina), neurolépticos fenotiazínicos (ej.: perfenazina y tioridazina), antiarrítmicos Tipo 1c (ej.: propafenona y flecainida) y me administración
simultánea de paroxetina con terfenadina y otros fármacos que son substratos del CYP3A4. Interacciones con otros ISRS Al igual que con otros inhibidores de la
recaptación de serotonina, la administración conjunta con fármacos serotoninérgicos (por ejemplo, inhibidores de la MAO (ver sección 4.4, L-triptófano) puede llevar
a una incidencia de efectos serotoninérgicos asociados (síndrome serotoninérgico, ver sección 4.8). El riesgo de utilización de paroxetina en combinación con otros
fármacos activos del Sistema Nervioso Central no ha sido evaluado de manera sistemática. Por consiguiente, se aconseja tener precaución si es necesaria la
administración concomitante.. EMBARAZO Y LACTANCIA. Aunque los estudios en animales no muestran ningún efecto teratógeno o embriotóxico selectivo, no se
ha establecido la seguridad de paroxetina en mujeres embarazadas, por lo que no debe utilizarse durante el embarazo o la lactancia, a menos que el posible beneficio
supere el riesgo potencial. EFECTOS SOBRE LA CAPACIDAD PARA CONDUCIR VEHÍCULOS Y UTILIZAR MAQUINARIA. La experiencia clínica demuestra que el
tratamiento con paroxetina no produce alteración de la función cognitiva ni psicomotora. Sin embargo, como ocurre con todos los psicofármacos, hay que advertir
al paciente sobre la posibilidad de que se produzcan alteraciones en la capacidad para conducir vehículos y para manipular máquinas automáticas. REACCIONES
ADVERSAS. Los efectos indeseables de paroxetina son, en general, de naturaleza leve y no modifican la calidad de vida del paciente. Algunas reacciones adversas
pueden disminuir en intensidad y frecuencia, al continuar el tratamiento y, en general, no obligan a suspender la medicación. Las reacciones adversas que se
relacionan a continuación se han clasificado por órgano, sistemas y frecuencia. Las frecuencias se han definido de la siguiente forma: muy frecuente (>1/10),
frecuente (>1/100, <1/10), poco frecuente (>1/1.000, <1/100), rara (>1/10.000, <1/1.000), muy rara (<1/10.000), incluyendo informes aislados. Las reacciones
frecuentes y poco frecuentes se determinaron, por lo general, a partir de una serie de datos de seguridad procedentes de una población de ensayos clínicos de
>8.000 pacientes tratados con paroxetina y se citan a modo de incidencia en exceso respecto a placebo. Las reacciones raras y muy raras se determinaron, por lo
general, a partir de datos postcomercialización y se refieren a la tasa de notificación más que a la verdadera frecuencia. Trastornos del sistema linfático y sanguíneo
Poco frecuentes: hemorragia anormal en la piel y membranas mucosas (principalmente, equimosis) (ver sección 4.4 Advertencias y precauciones especiales de
empleo). Raros: hemorragias ginecológicas, sangrado gastrointestinal (ver sección 4.4 Advertencias y precauciones especiales de empleo). Muy raros: trombocitopenia.
Trastornos cardíacos Poco frecuentes: taquicardia sinusal. Trastornos endocrinos Raros: síndrome de secreción inadecuada de hormona antidiurética (SIHAD) (ver
sección 4.4 Advertencias y precauciones especiales de empleo). Trastornos oculares Poco frecuentes: visión borrosa. Muy raros: glaucoma agudo. Trastornos
gastrointestinales. Muy frecuentes: náuseas. Frecuentes: estreñimiento, diarrea, sequedad de boca. Trastornos generales y condiciones en el punto de administración.
Frecuentes: astenia. Muy raros: edema periférico. Trastornos hepatobiliares. Poco frecuentes: aumentos de las enzimas hepáticas. Muy raros: hepatitis, algunas
veces relacionados con ictericia y/o insuficiencia hepática (ver sección 4.4 Advertencias y precauciones especiales de empleo). Trastornos del sistema inmunitario.
Muy raros: reacciones alérgicas (incluyendo urticaria y angioedema). Trastornos del metabolismo y nutrición. Frecuentes: disminución del apetito. Raros: hiponatremia
(ver sección 4.4 Advertencias y precauciones especiales de empleo). Trastornos del sistema nervioso. Frecuentes: mareo, temblor. Poco frecuentes: efectos
extrapiramidales (ver sección 4.4 Advertencias y precauciones especiales de empleo). Raros: convulsiones. Muy raros: síndrome serotoninérgico (los síntomas pueden
incluir agitación, confusión, diaforesis, alucinaciones, hiperreflexia, mioclonía, escalofríos, taquicardia y temblor). Trastornos psiquiátricos.Frecuentes: somnolencia,
insomnio. Poco frecuentes: confusión. Raros: reacciones maníacas. Trastornos renales y urinarios. Poco frecuentes: retención urinaria. Trastornos del sistema
reproductor y de la mama. Muy frecuentes: disfunción sexual. Raros: galactorrea (hiperprolactinemia). Trastornos del tejido de la piel y subcutáneos. Frecuentes:
sudoración. Poco frecuentes: erupciones cutáneas. Raros: fotosensibilidad. Trastornos vasculares. Poco frecuentes: aumentos o disminuciones transitorios en la
tensión arterial generalmente en pacientes con hipertensión preexistente o ansiedad. Reacciones de Retirada. La interrupción de la administración de paroxetina
(especialmente si es brusca) puede dar lugar a una reacción de retirada con síntomas tales como mareo, alteraciones sensoriales (incluyendo parestesia y sensación
de calambres), cefalea, alteraciones del sueño, agitación o ansiedad, náuseas y sudoración. Estos trastornos son generalmente de carácter moderado y disminuyen
espontáneamente. Antes de interrumpir el tratamiento, se aconseja reducir la dosis gradualmente. Los datos clínicos y preclínicos disponibles no indican que los
inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina causen dependencia. SOBREDOSIFICACION. A partir de la información disponible, es evidente un amplio
margen de seguridad de paroxetina en sobredosificación. La experiencia en casos de sobredosis con paroxetina indica que, además de los síntomas mencionados
en el apartado 'Reacciones adversas', se han notificado vómitos, midriasis, fiebre, cambios en la presión arterial, cefalea, contracciones musculares involuntarias,
agitación, ansiedad y taquicardia. Los pacientes se recuperan generalmente sin secuelas graves incluso cuando han tomado dosis de hasta 2000 mg. De forma
ocasional se ha informado de reacciones tales como coma o cambios en el ECG, muy raramente con un resultado fatal, y en general cuando se tomó paroxetina en
sobredosificación conjuntamente con otros fármacos psicótropos, con o sin alcohol. No se conoce antídoto específico. El tratamiento comprende las medidas generales
habituales utilizadas frente a la sobredosis por cualquier antidepresivo. Cuando sea aplicable, se procederá al vaciamiento del contenido gástrico mediante la inducción
del vómito, el lavado gástrico o ambos. Tras la evacuación gástrica, se administran de 20 a 30 g de carbón activado cada 4-6 horas durante las primeras 24 horas
tras la ingesta. Asimismo, se recomienda tratamiento conservador con vigilancia de las constantes vitales y observación del enfermo. DATOS FARMACÉUTICOS.
LISTA DE EXCIPIENTES. Cada comprimido contiene como excipientes: Hidrógeno fosfato de calcio dihidrato Carboximetilalmidón de sodio, Estearato de magnesio,
Opadry YS-1-7003 (contiene hipromelosa, dióxido de titanio (E171), macrogol 400 y polisorbato 80). INCOMPATIBILIDADES. No se han descrito. PERIODO DE
VALIDEZ. Tres años. PRECAUCIONES ESPECIALES DE CONSERVACIÓN. No conservar a temperatura superior a 30ºC. Conservar protegido de la humedad y en el
embalaje original.. NATURALEZA Y CONTENIDO DEL RECIPIENTE. Envase tipo blíster. Cada envase contiene: 14, 28, 56 y 500 comprimidos con cubierta pelicular.
INSTRUCCIONES DE USO/MANIPULACIÓN. No hay instrucciones especiales. PRESENTACIONES Y P.V.P.IVA. Comprimidos de 20 mg, envase calendario con 56
comprimidos 57,52 € envase calendario con 28 comprimidos, 28,76 € envase calendario con 14 comprimidos, 14,38 € . CONDICIONES DE PRESCRIPCION Y
DISPENSACION: Con receta médica. Producto de aportación reducida para los beneficiarios de la Seguridad Social. Elaborado por y bajo licencia de Smithkline
Beecham Plc. en Mayenne-Francia. NOMBRE Y DOMICILIO SOCIAL DEL TITULAR DE LA AUTORIZACIÓN DE COMERCIALIZACIÓN. Novartis Farmacéutica, S.A.
Gran Vía de les Corts Catalanes 764. 08013 Barcelona. NÚMERO DE AUTORIZACIÓN DE COMERCIALIZACIÓN. Nº Reg. 59.466. FECHA DE LA APROBACIÓN/REVISIÓN
DEL TEXTO Septiembre 2002.