La Condición Humana, Cáp.1

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LA CONDICIÓN HUMANA, CAPITULO 1

El texto de Hannah Arendt en su primer acápite presenta tres consideraciones que bien pueden
asumirse como planteamientos que constituyen la apertura de los capítulos siguientes. Ellos son la
explicación de lo entendido bajo la expresión vita activa, una breve referencia histórica y filosófica
que enmarca dicha expresión, y la distinción entre eternidad e inmortalidad, en la que señala la
superioridad de la primera sobre la segunda en la medida en que la primera se da más allá de
cualquier actividad humana, pues es experimentada en la contemplación. Acerca de estos puntos
abordados por Arendt, a continuación se describe de ellos sus aspectos más esenciales.

Para iniciar sus planteamientos, Arendt señala que con vita activa designa tres actividades
importantes en la vida humana: labor, trabajo y acción; condiciones bajo las cuales se ha dado la
existencia humana en la tierra. Son el medio, la situación en que el hombre surge, existe y se
desarrolla, de tal modo que la existencia humana es imposible sin elementos que le condicionen,
pues aunque cambiasen estas condiciones, no cambiaría el hecho de que los hombres sean seres
condicionados por otras que se presenten1.

La labor es la actividad referida al proceso biológico, lo ligado a las necesidades vitales, y en este
sentido esta condición es la vida misma, asegura la supervivencia individual y de la especie. El
trabajo comprende lo no natural de la exigencia humana, proporciona un mundo artificial de cosas y
se alberga en las vidas individuales mientras el mundo trasciende a ellas; esta condición es la
mundanidad. La acción entre tanto, es la actividad que se da entre los hombres, es la relación directa
entre ellos y por ello esta condición es la pluralidad, de modo que la acción se asume como la
condición de la vida política, mientras la labor y el trabajo se relacionan de modo menos relevante.
(Arendt, 2005, Cáp. 1, 35)

Por otra parte, retomando la expresión vita activa, Arendt indica que es antigua como la tradición
del pensamiento político, relacionada en su significado con la expresión aristotélica bios políticos:
vida dedicada a los asuntos público-políticos, exaltada como uno de los modos de vida a elegir con
libertad. Tal estima tenía dicho modo de vida que ni la labor ni el trabajo se consideraban dignos
para construir este bios, pues producían lo necesario y útil y por tanto eran actividades que no
gozaban de libertad. La acción entonces se relacionaba mejor con este modo de vida. Luego, con la
desaparición de la antigua ciudad-estado, la expresión vita activa perdió su significado político, y la
acción se asumió entre las actividades de la vida terrena y la vita contemplativa se erigió como el
único modo de vida libre, más próximo a la belleza del kosmos físico que gira inmutable. En
consecuencia, tradicionalmente y hasta la actualidad, la vita activa se entiende a partir de la vita
contemplativa, y su limitada dignidad radica en que sirve a las necesidades y exigencias de la
contemplación de un cuerpo vivo. (Ibíd., 40-42)

Finalmente, en el marco de esta cierta oposición de un compromiso activo frente al mundo y del
pensamiento puro que conlleva a la contemplación, Arendt considera pertinente recordar la
distinción entre inmortalidad y eternidad. Al respecto señala que la inmortalidad significa duración
en el tiempo, vida sin muerte a modo de los dioses del olimpo, y en este sentido no es algo al
margen del tiempo-espacio ni de los asuntos humanos; mientras que la eternidad es algo que
trasciende, es indecible e independiente de los asuntos humanos, de la pluralidad. Así pues, en este

1
No obstante precisa Arendt que aunque la existencia humana se presente siempre bajo condiciones, jamás es
condicionada absolutamente.
sentido razona Arendt que contemplación es la palabra dada a la experiencia de lo eterno,
convirtiendo la vita activa y el bios político en asistentes de la contemplación (Ibíd., 46).

Bibliografía: Arendt, Hannah. La Condición Humana. Barcelona: Paidos, 2005.

Pablo Vargas

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