Caso de Juan Plaza-1

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TEORÍA DEL CASO

CASO JUAN PLAZA

Declaración de Juan Plaza

Yo soy un estudiante de 21 años en la Universidad Estatal, cerca de Ciudad Capital. Estoy en mi


último año de universidad y espero hacer mi maestría en administración. Estuve fuera de la
escuela durante un año porque tuve un problema con el abuso de drogas. Era tanto lo que tenía
que trabajar que me volví adicto a las pastillas y luego al alcohol que usaba para calmar el efecto
de las pastillas. Pase varios meses en la Clínica Renacer. Tomé varios cursos durante las clases
de verano y regresé a tiempo completo en septiembre de 2008. Mis padres pagan por la pensión y
me dan para gastos. Pero desde que tuve el problema, he tenido que vivir en casa. En mayo de
2012, sin embargo, mi padre dijo que yo podría arrendar un departamento. El viernes 15 de mayo
de 2012, me dio US$ 500 en billetes de cien dólares para utilizar como depósito en un
departamento en Cumbayá. Desafortunadamente, al momento que llegué el departamento había
sido arrendado a alguien más.

Esa noche decidí salir con unos amigos en lugar de regresar a la casa. Les dije a mis padres que
iba a estudiar en la casa de Pedro Ramos. En cambio, fuimos a un bar y restaurante en Ciudad
Capital., Fue un error. Bebí mucho, demasiado, y luego, cerca de las 10 p.m. dejé a mis amigos
porque conocí a una mujer en el bar. Ella sugirió que fuéramos a un hotel cercano. Compré una
botella y renté una habitación en uno de los pequeños hoteles en la Avenida Monte. No recuerdo
el nombre. Estuvimos despiertos toda la noche. En algún momento, le di algo de dinero y
ella\regresó con algo de coca. Ella se fue a las 7:30 a.m. Yo iba a dormir, pero me dio miedo
quedarme dormido y pasarme la hora de salida del hotel. Decidí ir a casa ese mismo momento,
Tomé una ducha, registré mi salida, y fui a una tienda cercana para comprar café y un sándwich.
Entre el valor de la cena y la habitación del hotel, había gastado cerca de $175 dólares (US$ 75
de mi dinero y quizás US$ 100 de la garantía). Tenía cuatrocientos dólares en billetes de cien
dólares. No esperaba tener ningún problema con mis padres. Tengo que admitir que iba a decirles
que Pedro y yo habíamos ido a un restaurante caro y que allí había gastado los US$ 100.

Cerca de las 8:30 a.m. iba caminando a la estación del bus. Pensé que la caminata me
despertaría. Solamente toma cerca de quince minutos caminar a la estación, por lo que no
esperaba tener ningún problema. Cuando llegué a la Calle 10 de Agosto, un hombre se me
acercó. Era de estatura mediana, delgado, y vestía un abrigo verde con algún tipo de pañuelo en
su cuello. Creo que usaba lentes y se veía mayorcito. Me pareció conocido. Pensé que le había
comprado pastillas antes de ir a la clínica. Recuerdo que su cabello era café oscuro, ni corto ni
largor no estaba bien rasurado. De todas maneras, le dije que no quería comprarle nada. Caminó
conmigo y trató de que yo le compre droga. Le dije no.

Entonces dijo que tenía unos relojes realmente finos. Eso sí me interesó. Yo siempre he pensado
que los vendedores callejeros venden buen material a precios baratos porque consiguen cosas
que se han “caído de los camiones”, pero obviamente eso sucede antes de que yo compre algo.
Caminamos alrededor de veinte metros hacia un callejón de la Mariana de Jesús. El callejón tenía
como quince metros de profundidad. Estábamos parados cerca de una puerta. Yo estaba frente a
la calle y él estaba frente a mí. Cuando el tipo estaba sacando algo de su chaqueta, escuché unos
gritos al final del callejón. Regresé a ver lo que estaba ocurriendo. No recuerdo nada más.
Me golpearon. Cuando abrí mis ojos, tenía un gran chichón atrás de mi cabeza. Estaba en el
suelo y el Oficial Mejía estaba preguntando qué fue lo que el hombre me había hecho. Dije, “No lo
sé”. Mejía entonces me pidió que mirara en mis bolsillos. Me paré y sentí en mis bolsillos.
Descubrí que mi dinero no estaba. Le dije a Mejía, “Alguien me ha robado”. El oficial Mejía me
preguntó quién me había atacado. Le dije que tenía un chichón atrás de mi cabeza y que fui
golpeado desde atrás. El oficial Mejía dijo, “Espere, yo sé quién lo atacó”. Estaba muy atontado
para levantarme, por eso solamente me senté allí mientras el Oficial Mejía corría fuera del
callejón.

Me senté en el paso del callejón sosteniendo mi adolorida cabeza por alrededor de diez minutos.
El Oficial Mejía regresó. Vi que un carro de la policía se parqueó al final del callejón. El policía
sacó del carro a un hombre esposado con abrigo verde. Trajo al hombre hacia mí, sosteniendo su
brazo mientras caminaban. Cuando llegaron al paso donde yo estaba sentado, me pidió que
mirara al hombre esposado. El Oficial Mejía dijo “¿Es este el hombre?” Ya no estaba tan mareado
para entonces. Era el hombre que había tratado de venderme la droga. Le dije al oficial Mejía que
sí lo reconocía. Recuerdo mis palabras exactas, “Este es el hombre que me atacó. El Oficial Mejía
entonces me enseñó algunos billetes de US$ 100 y preguntó si eran míos. Claramente eran los
billetes de U$$ 100 que me habían sido robados. Los billetes estaban inclusive en la misma
condición. El hombre que identifiqué es el acusado, José Antepara.

Entonces fui llevado al hospital. No tenía concusión, pero estaba un poco ebrio. Me dejaron
descansar por unas pocas horas y luego fui a casa.

Juan Plaza

Declaración de Ana Real

Tengo 27 años, y soy programadora de computadoras. Trabajo para la Empresa ABSCO. Trabajo
en la oficina matriz ubicada en el centro. El 16 de mayo de 2012, tuve que trabajar en la sucursal
de la Calle 10 de agosto. Estuve ayudando con la instalación de un sistema nuevo de
contabilidad/roles de pago. Fue un trabajo de emergencia, e ingresamos a las 6 a.m. ese día.
Entiendo que estoy siendo entrevistada porque hubo un asalto en el callejón cercano a una
sucursal el día de ayer por la mañana y ustedes están entrevistando a todos los empleados para
ver si alguno fue testigo del robo.

Aproximadamente las 8:45 a.m. del 16 de mayo, salí del edificio para conseguir una taza de café y
para comprar boletos de lotería. Salí a través de una puerta lateral que se abre hacia un callejón
el cual conduce a la Mariana de Jesús. La puerta está siempre con seguridad para que no se
pueda abrir desde afuera. Puse un pedazo de cinta adhesiva sobre el cerrojo para así poder
ingresar nuevamente.

Mientras yo miraba hacia arriba para pegar la cinta sobre el cerrojo, vi a un hombre acostado en el
pavimento. Estaba acostado sobre su espalda con su cabeza cerca de la pared. Se encontraba
hacia mi izquierda. Había otro hombre inclinado sobre el cuerpo tendido. A pesar de que ya no es
raro ver a la gente durmiendo en las calles, me sorprendió ver al hombre. También, había algo
extraño acerca de la manera que el otro hombre estaba inclinado sobre el dormido. Pensé que
algo se traía. Cuando abrí la puerta, el hombre inclinado me miró por un momento. Después de
mirarme por uno o dos segundos, se alzó, giró, y caminó fuera del callejón. Mantuvo su rostro
hacia el otro lado mío mientras caminaba y solamente pude ver una pequeña parte del lado de su
cara. Cuando salí, volví a mirar al hombre que dormía. Me di cuenta que él no estaba durmiendo,
sino que estaba borracho. Me di cuenta de esto por la apariencia de su ropa y por el hecho de que
había un charco de vómito cerca de su cabeza.

Al día siguiente de los hechos, el 17 de mayo, acudí a la estación de policía donde el agente
Mejía me enseñó una foto de José Antepara. Tal vez era el hombre que estaba inclinado sobre el
hombre tendido. Se parecen muchísimo, pero no estoy totalmente segura. Ambos hombres tienen
más bien facciones promedio - cabello café oscuro, cortado en estilo similar, facciones similares y
complexiones, y altura y peso. Sin embargo, me parece que el otro hombre era algo más flaco
también y Antepara no. También vi que usaba anteojos. Note las diferencias el momento que me
mostraron la foto. Logré darle una buena mirada al hombre que se estaba apoyando. El hombre
vestía un abrigo largo pero no recuerdo el color. Lo otro es que el hombre que yo vi tenía un
pañuelo de seda en su cuello, de esos que se usan para cuando corre viento, de color rojo
oscuro. Cuando salió del callejón alcancé a fijarme que no estaba bien afeitado. Era un día
nublado pero claro. A pesar de que no había luz del sol en el callejón, había suficiente luz natural
para ver tan clarito como en un día muy nublado en una calle normal.

No tuve tiempo para examinar al hombre borracho, ya que tenía que regresar al trabajo. Corrí
hacia la tienda y regresé con mi café y diez boletos de lotería. El borracho estaba todavía allí
cuando regresé, saqué la cinta de la puerta, y regresé a trabajar.

/f/Ana Real

POLICÍA JUDICIAL

Ubicación: Calle 10 de agosto y Mariana de Jesús


Ofensa: Robo, asalto
Fecha del reporte: 16 de mayo de 2012
Por: Juan Mejía

En la mañana del 16 de mayo de 2012, cerca de las 8:45 a.m. estaba de patrulla en mi zona,
caminando por el lado este de la Mariana de Jesús cerca de la Calle 10 de Agosto vi a un hombre
fornido quien luego fue identificado por cédula como José Antepara, acosando un hombre joven
en el lado oeste de la Avenida. Antepara vestía un impermeable verde, estilo “Suburbano”, tres
cuartos. No estaba abotonado. Crucé la calle para tener una mejor visión. Para cuando llegué al
lado oeste de la calle Mariana de Jesús, Antepara y el hombre habían desaparecido hacia la Calle
10 de Agosto. En ese momento, un peatón se detuvo a hacerme algunas preguntas y mi atención
se desvió por varios minutos. Aproximadamente cinco minutos más tarde, vi a dos hombres
parados cerca de la entrada de un callejón en la Mariana de Jesús. Al acercarme, se retiraron.

Ingresé al callejón para investigar. El callejón tiene quince metros de profundidad.


Aproximadamente a 5 metros dentro del callejón, vi a un hombre recostado cerca de una puerta.
En principio creí que estaba borracho. Luego lo reconocí como el hombre que había estado
hablando con Antepara. Lo toqué para ver si se encontraba bien. Él me miró. Le pregunté, “¿Está
bien?”. Él dijo, “No sé”. Luego se levantó y miró sus bolsillos. Agregó, “No está”. Le pregunté qué
no estaba. Él empezó a decir algo y paró. Luego dijo, “Estoy O.K. ahora. Me robaron el dinero y
me golpearon en la cabeza”. Le pregunté si podía sentarse. Él dijo que le dolía la cabeza, pero
que no era serio. Le pregunte cuál era su nombre, y me respondió “Juan Plaza.” Le dije que
esperara, que conseguiría ayuda.

Inmediatamente hice parar un carro policía manejado por el oficial Suárez. El oficial Suárez llamó
por radio a una ambulancia y se quedó en la escena de los hechos acompañando a la víctima
mientras que yo partí a tratar de encontrar a Antepara en la patrulla de Suárez. Sospechaba de él
por haberlo vista cerca del callejón antes. Lo encontré a tres minutos de empezarlo a buscar.
Andaba caminando por la acera en el parque Simón Bolívar que se ubica a dos cuadras hacia el
norte de la escena de los hechos. No había más personas en el parque a esa hora. Bajé del
carro y corrí hasta encontrarme justo a en frente de Antepara. Corrí porque no quise darle tiempo
para que se escapara después de ver mi uniforme.

Antepara se detuvo y le pregunté si podía hacerle algunas preguntas. Él dijo, “Ningún problema”.
Le pedí identificación y me mostró su cédula que lo identificaba como José Antepara, de 29 años
de edad, domiciliado en Avenida Santiago, departamento 4, Ciudad Capital. Entonces me fijé que
había un bulto en el bolsillo de su abrigo. Pensé que era un garrote o algún arma de ese tipo. Le
dije que iba a esculcarlo. El bulto era un objeto duro. Lo saqué del bolsillo izquierdo de su abrigo.
Era un teléfono celular grande viejo. Mientras le estaba sacando el teléfono de su bolsillo, cuatro
billetes de cien dólares cayeron al piso. Los recogí. Fue ahí cuando le dije que sospechaba que
había cometido un robo y que iba a llevarlo para que la víctima lo viera. Sin embargo, no lo
arresté. Solamente lo estaba deteniendo bajo investigación. Entonces me alisté (para llevarlo al
callejón de la 10 de agosto. Puesto que lo iba a llevar en un carro de la policía, las reglas
requieren que lo esposara y revisara. Por lo tanto, lo esposé y lo revisé.

Luego transporté a Antepara al callejón de la Mariana de Jesús. Tan pronto Antepara se bajó del
carro, el Sr. Plaza espontáneamente dijo, “Ese es el hombre que me robó”. Entonces puse a
Antepara bajo arresto por robo y le informé de sus derechos. Plaza también identificó el dinero.
Dijo que no estaba seguro de haber visto el celular, pero aseguró que fue golpeado por algo
tremendamente duro. En eso llegó la ambulancia y la víctima fue transportada al hospital más
cercano.

El oficial Suárez y yo llevamos a Antepara a la estación de policía para ficharlo.

Al llegar, lo pusimos en el cuarto interrogatorio número 2 y le presenté el formulario con sus


derechos. Le informé que tenía el derecho a ser considerado ¡nocente hasta que se le declarara
responsable del delito del cual estaba siendo acusado; que no se le podía obligar a declarar
contra sí mismo y que tenía derecho a guardar silencio; que también tenía derecho a un abogado
defensor. Antepara me dijo que entendía sus derechos y firmó el formulario indicándolo así.
Además, dijo que no quería hablar conmigo pero que sí quería un abogado defensor. Luego de
eso, no seguí conversando con él y me comuniqué con la defensa. Procedí a ficharlo. Además,
rotulé el teléfono celular y lo coloqué dentro de mi armario de evidencias. Apunté los números de
los cuatro billetes de cien dólares, números de serie: B71822496A, B20287420A, B19966717A,
K00003957A, y los puse en envolturas de evidencia. Yo soy el único que tiene acceso a mi
armario de evidencias.
En la tarde del mismo día, regresé al callejón de los hechos para un escrutinio del área y posibles
testigos. Ubiqué a la Srta. Ana Real, cuya oficina se encuentra en el edificio que da al callejón. La
Srta. Palacios me indicó que ella fue testigo ocular del momento en que el asaltante se
encontraba con la víctima en el callejón. Por lo tanto, con propósitos de identificación, se le mostró
a la Srta. Palacios un montaje de fotografías que incluía la de José Antepara en la estación de
policía al día siguiente, el 17 de mayo de 2012. La declaración de la Srta. Palacios se adjunta a mi
informe.

También anexo un croquis de la zona que elaboré.

Juan Mejía.

POLICÍA JUDICIAL

Ubicación: Calle 10 de agosto y Mariana de Jesús


Ofensa: Robo, asalto
Fecha del reporte: 16 de mayo del 2012
Por: Jorge Suárez

En la mañana del 16 de mayo de 2012, cerca de las 9:10 a.m., estaba de patrulla en mi vehículo,
pasando por la Calle 10 de Agosto con Mariana de Jesús cuando el agente de la policía Mejía me
hizo ademanes de parar. El agente Mejía me pidió que llamara por radio a una ambulancia para
socorrer a una víctima de robo y asalto que se encontraba en el callejón. Una vez hecho el
llamado, Mejía partió en persecución del sospechoso en mi carro mientras yo me quedé
acompañando a la víctima y tomando su declaración. La víctima se identificó por cédula como
Juan Plaza, estudiante de 21 años. En breve, me dijo que alguien le pegó en la cabeza con un
objeto contundente y le robó todo el dinero, que eran US$400. La completa declaración de la
víctima se adjunta a mi informe. Me fijé que Plaza tenía aliento pasado a alcohol, sus ojos los
tenía rojos y vidriosos, su ropa arrugada y se tambaleaba si se ponía de pie. Mientras hablábamos
no mantuvo contacto ocular conmigo.

El agente Mejía regresó en aproximadamente unos 15 a 20 minutos con un individuo a quien la


víctima identificó espontáneamente como el asaltante. Mejía puso bajo arresto al sospechoso, le
informó de sus derechos y lo sentamos dentro de mi patrulla para ser transportado a la estación
de policía. En eso llegó la ambulancia y la víctima fue transportada al hospital más cercano.

/f/Jorge Suárez

Declaración de Dra. Luisa Aranda

He sido doctora en medicina de urgencias por 17 años y estoy encargada del Departamento de
Urgencias del Hospital Benavides en Ciudad Capital. El 16 de mayo de 2012 a las 10:05 a.m.
atendí al paciente Juan Plaza, mayor de edad, quien fue traído al recinto hospitalario en
ambulancia. El informe de la ambulancia indicaba que el Sr. Plaza había sido víctima de un robo y
asalto, y que fue golpeado en la cabeza con un objeto contundente. Durante el viaje, el paciente
se mantuvo consciente y sin aparentes efectos secundarios a raíz del golpe.
El examen neurofisiológico en la Sala de Urgencias no reveló heridas excepto por un bulto en la
cabeza al costado izquierdo superior. El paciente sí presentó un cuadro de posible efecto de algún
tipo de sustancia química con fuerte olor a licor, ojos rojos, inestabilidad, y dificultad para
expresarse claramente. Debido al golpe en la cabeza y para descartar problemas graves, se
efectuó un escáner cefálico para determinar heridas internas cuyo resultado fue completamente
normal con excepción de la inflamación indicada arriba. Se permitió al paciente reponerse en la
sala de espera hasta que los efectos de las sustancias químicas se atenuaran antes de darlo de
alta.

f/Luisa Aranda

Declaración de José Antepara

Entiendo que debo ser completamente honesto acerca de mi participación en los crímenes de los
cuales estoy siendo acusado. Sin embargo, yo no ataqué ni robé al muchacho quien ahora sé es
Juan Plaza. Es más, nadie le robó la mañana de 16 de mayo de 2012, porque cuando lo vi esa
mañana, él me dijo que estaba en bancarrota.

Tengo 29 años y soy un estudiante graduado de la Universidad Nacional. Estoy en el a de


doctorado en matemáticas. He estado trabajando para obtener mi título durante 3 años. Hasta el
2004, fui asistente de cátedra. No pude continuar esta labor porque en la facultad pensaron que
estaba muy atrasado con mi tesis doctoral y por eso no pude continuar.

Desde ese entonces, me he tenido que ganar la vida con juegos en la calle. He estado trabajando
muy duro en la tesis y ganando dinero con un juego llamado de tres cartas. En el juego, una
persona pone tres cartas cara abajo en la mesa. Una es la Reina de Corazones. El juego es un
concurso entre la velocidad de la mano del barajador y la mirada de los que apuestan. Yo enseño
a todos la Reina. Luego doy vuelta las cartas cara abajo y rápidamente muevo las cartas
alrededor.
Los apostantes tienen que ubicar la Reina. No es un juego legal en Ciudad Capital porque
muchos barajadores hacen trampa palmeando a la Reina. Yo nunca hago eso porque sé que soy
tan rápido que los que apuestan sólo están adivinando. Las probabilidades están, por
consiguiente, a mi favor-tres a uno contra su respuesta correcta.

Usualmente llevo mi juego a la zona de 10 de Agosto y Mariana de Jesús. Llevo las cartas y una
pequeña mesa plegable. Cuando se reúne un grupo grande, tomo las apuestas y muevo las
cartas. Si tengo un buen día, me gusta cambiar mis ganancias a billetes de US$ 100. No sé por
qué, pero me hace sentir bien.

Tengo una condena por robo. Me acusaron de robar a tres turistas que se encontraban “paseando
por la zona donde me paro. Me declaré culpable, pero los turistas estaban mintiendo. Ellos habían
perdido dinero en el juego de tres cartas y querían desquitarse.

Vivo en un departamento en la Avenida Santiago. Es conveniente porque puedo caminar dos


cuadras y tomar el bus a la Universidad o caminar a la 10 de Agosto para trabajar. Vivo con un
compañero de cuarto, Rogelio Ropa. Hemos vivido juntos desde que dejé de enseñar en la
Universidad Nacional en 2004. Rogelio me ayuda con el juego de las tres cartas y trabaja como
barman. Atrae a las personas a mi juego.

Esto es lo que sucedió en la mañana del sábado 16 de mayo. Me levanté temprano. Me sentía
muy bien porque tenía US$ 600 en mis bolsillos. Fui a un restaurante a desayunar con Rogelio.
Yo estaba vistiendo una chaqueta de invierno. Rogelio iba a ir a visitar un tío después del
desayuno. El restaurante está en la Avenida 10 de Agosto y Mariana de Jesús. Me quedé un rato
sólo sentado en una mesa frente a la ventana después que tomamos desayuno y Roqelio.se fue.
En eso, me fijé en un hombre joven parado en el medio de la vereda balanceándose como si
fuera a caerse. Parecía que tenía algún problema. La calle estaba bastante llena y la gente le
empujaba al pasar.

Pagué la cuenta y salí del restaurante. Eran aproximadamente las 8:30 a.m. y fui a ver si el
sujeto necesitaba ayuda. Yo no sé si habría ido a ayudarle si no se me hubiera hecho conocida su
cara pero pensé que lo había visto ya antes. Cuando salí, el hombre dio unos pocos pasos y se
tambaleó fuerte. Realmente se le veía enfermo. Le pregunté si se sentía bien. No hablaba bien,
pero me preguntó qué hora era. Le contesté que eran las 8:30.

Dijo, “¡Oh, no! Me atrasé. Gasté todo mi dinero anoche. Demasiada droga. Y, Dios, esa mujer me
costó lo que quedaba. Tengo que llegar a casa antes de que mis padres se despierten.”

Parecía estar tomado. Se balanceaba hacia mí mientras hablaba. Le dije que el debería sentarse
por un momento hasta que se sintiera mejor. No pensé que le permitirían ingresar en a la tienda
debido a que estaba tan borracho, por eso le ayudé a caminar hacia un callejón cerca de la
esquina de la Calle 10 de Agosto. El callejón se extiende aproximadamente quince metros y luego
se hace angosto a la izquierda por otros cinco metros. Es la salida de atrás de unas oficinas. Le
ayudé a sentarse en una grada que da a la puerta de la oficina pero cunado vomitó cerca de las
gradas me harté. Le dije que tenía que irme. Cuando me iba, trató de pararse, pero me di la media
vuelta y me fui del callejón caminando hacia el oeste por Mariana de Jesús. Iba caminado por el
parque que está cerca de ahí cuando me paró un policía y me pidió identificación y después me
dijo que estaba detenido y que lo acompañara. Me revisó, me esposó y me metió en su carro.
Cuando llegamos al callejón el tipo borracho empezó a gritar “Ese fue el que me robó”.

No lo golpeé, ni a nadie más, con un teléfono celular. Tampoco le quité 400 dólares. Además, yo
tenía US$ 600 en mi bolsillo, no $400. Eran míos. Yo los gané.

/f/José Antepara.

Caso tomado y adaptado del taller práctico de la Barra Americana de Abogados.-

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