Esclavitud en El Ecuador, Recorrido Histórico

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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE CIENCIAS PSICOLÓGICAS


Protección Integral
Dr. Duncan Estévez
Estudiante: Roxanna Vera Montenegro Curso: 6to Psc. Clínica “A” Fecha: 10/10/2016

ESCLAVITUD EN EL ECUADOR
La esclavitud, es una institución jurídica que conlleva a una situación personal por la cual un
individuo está bajo el dominio de otro, perdiendo la capacidad de disponer libremente de su propia
persona y de sus bienes
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Colonización inicial
La esclavitud se estableció en América desde el mismo momento en que los españoles, en 1542,
desembarcaron en La Española, nombre con que bautizaron a la isla que hoy comprenden Haití y
República Dominicana.
En nuestro país, los primeros esclavos debieron llegar con Almagro y Benalcázar cuando estos -en
1534- iniciaron la conquista de estos territorios, pero la noticia más antigua que se tiene de al
respecto de ellos aparece en una disposición dictada por el Cabildo de Quito, puesta en vigencia el 27
de marzo de 1535, por medio de la cual se ordenaba que “el esclavo que fugara, fuera mutilado, en la
primera vez, y sufriera pena de muerte en caso de reincidencia” (La Esclavitud en el Ecuador.-
Revista Actualidades No. 4, Guayaquil, junio 20 de 1907).
Como se ve, al principio de la colonización se dieron dos procesos. Por una parte, el sojuzgamiento e
inicio del despojo de los indígenas. Por otra, la resolución en beneficio del poder metropolitano, del
conflicto creado por los primeros colonos que intentaron retener buena parte del control local. Al
comienzo de la colonización, para manejar las tierras y las gentes recién conquistadas, los españoles
necesitaron de los caciques locales, que siguieron como autoridades de sus pueblos. Así se dio el
“mandato indirecto”. Pero desde el inicio establecieron mecanismos de control de los indígenas. La
institución básica del período fue la encomienda, que consistía en el encargo o “encomienda” –de allí
su nombre– que hacía la Corona a un colono español –el encomendero– de un grupo de indígenas,
para que los catequizara. Para esta labor, el encomendero pagaba a un eclesiástico –el doctrinero–
que tenía a su cargo la “evangelización”. Los indígenas debían pagar un tributo a la Corona y, como
pago del beneficio de la cristianización, quedaban obligados a prestar servicios al encomendero o a
darle dinero. Así se estableció un mecanismo de extracción de excedentes en forma de trabajo e
impuestos, y un instrumento de control ideológico de las masas indígenas, que fueron catequizadas
por el clero. Entre la década de 1530 y la de 1590 se extiende un período de asentamiento del poder
colonial en el que, por una parte, se establece el sistema hispánico (fundación de ciudades, diócesis,
audiencias, etc.), y se consuma, por otra, la dominación de los pueblos aborígenes. Todo esto se da
bajo condiciones del “encuentro” de dos sociedades: de un lado, la metropolitana, que estaba inmersa
en la transición del orden feudal al capitalista en Europa; de otro, la indígena, que experimentaba una
aguda crisis de las formas aborígenes de organización social que precipitaron su derrota.
Desde fines del siglo XVI se abre un nuevo período de la dominación colonial en la Audiencia de
Quito. La estrategia española orientada a hacer de América un centro proveedor de metales
preciosos, generó una especialización regional dentro del imperio colonial. La Real Audiencia de
Quito emergió entonces como un importante abastecedor de tejidos y alimentos para los grandes
centros de explotación minera de Potosí. La encomienda fue perdiendo importancia hasta ser
suprimida, y se consolidó el mecanismo básico de la organización económica, la llamada mita. Esta
institución de origen incaico, reformulada por los colonizadores, consistía en un determinado tiempo
de trabajo obligatorio que los indígenas varones adultos tenían que realizar. La Corona distribuía este
tiempo de trabajo, reservándose parte de los mitayos para obras públicas y entregando los demás a
los colonos españoles que requerían de mano de obra. Aunque el trabajo era forzado, tenía que
pagarse un salario, lo cual garantizaba al Estado que los indígenas dispusieran de recursos para el
pago del tributo. Los mitayos trabajaban principalmente en la producción textil y la agricultura. Los
llamados obrajes –centros de elaboración de paños– se desarrollaron enormemente, de manera
especial en la Sierra norte y centro. La Real Audiencia de Quito se transformó de ese modo en uno
de los polos dinámicos del imperio colonial español, con una actividad productiva y de intercambio
especializada, aunque por ello sumamente vulnerable. El poder económico se concentró en manos de
los grandes productores y comerciantes de textiles, que manejaban obrajes propios o alquilaban los
de la Corona. Se definió una relación de explotación metrópoli-colonia, en la cual las riquezas
producidas iban en parte a manos de los grupos dominantes locales y fundamentalmente a alimentar
el funcionamiento de la economía española, que a su vez era crecientemente dependiente de los
centros más dinámicos de la manufactura y el comercio europeos. Determinada estructuralmente por
el hecho colonial, la economía de lo que hoy conocemos como Ecuador era desde esta época
influenciada en forma directa por su inserción en la economía internacional.
Ya para el siglo XVII, en la Real Audiencia de Quito se habían asentado varios grupos de esclavos
negros importados para realizar trabajos en la Costa y en ciertos valles cálidos de la Sierra. Fue
creciendo de ese modo un grupo social que, aunque minoritario, adquiriría importancia sobre todo en
ciertos espacios regionales. La situación de esclavitud colocó a los negros en el último lugar de la
vida colonial. Pero en Esmeraldas surgió una sociedad de negros libres y mulatos o zambos que
mantuvo cierta autonomía frente a las autoridades coloniales. Con la diferenciación socioeconómica
y étnica, se consolidó una sociedad testamentaria que consagraba la desigualdad. Sus grupos tenían
deberes y derechos diversos de acuerdo a su lugar en la estructura social y el control de la propiedad.
Los blancos podían estar exentos del trabajo, especialmente manual, y podían ejercer en forma
exclusiva funciones de dirección política y religiosa. Los mestizos que no pudieran ser reconocidos
como blancos, ejercían ciertos oficios, pero estaban excluidos de la educación formal y las funciones
públicas. Los indios, y desde luego los negros, se dedicaban exclusivamente al trabajo manual. En
esta sociedad se consagró también una realidad de discriminación de la mujer, que soportaba el peso
del trabajo familiar en todos los niveles y estamentos.
Al ser reconocida como oficial la religión católica, la Iglesia mantuvo bajo su control: el registro de
nacimientos, matrimonios y muertes; el púlpito, que era un medio generalizado de comunicación; y
la mayor parte del sistema educativo, por cierto muy precario y dedicado solamente a una porción
bajísima de la población. La mantención de la esclavitud de los negros y del tributo indígena hasta la
década de los cincuenta fue síntoma de la continuidad colonial en la relación con los pueblos indios y
afroecuatorianos. Las comunidades vieron más que antes invadidas sus tierras comunales y
reforzados los mecanismos de sujeción al latifundio.
Independencia de la Gran Colombia
El 13 de mayo de 1830 las corporaciones y padres de familia de Quito resolvieron “Constituir un
Estado Libre e Independiente, con los pueblos comprendidos en el Distrito del Sur y los más que
quieran incorporarse, mediante las relaciones de naturaleza y de recíproca conveniencia”. Semanas
después, en agosto, se reunió en Riobamba la primera Asamblea Constituyente. Uno de los
problemas que afrontaron los “padres de la Patria” fue cómo bautizarían al nuevo país. El tradicional
nombre de Quito, herencia indígena mantenida por la Real Audiencia, despertó resistencia entre los
representantes guayaquileños y cuencanos. En aras de la unidad se resolvió llamar al nuevo Estado
como lo habían hecho los sabios franceses que lo visitaron años atrás para hacer estudios sobre la
línea equinoccial. De este modo nació el Ecuador.
Con la fundación de la República surgió un Estado Nacional débil y excluyente, cuyo conflictivo
proceso de construcción se ha extendido hasta nuestros días. Los latifundistas impusieron su visión
de continuidad hispánica y ruptura con la mayoría del pueblo. Hasta fines del siglo XIX prevaleció
un proyecto nacional criollo, limitado y excluyente, que no pudo expresar a la mayoría de la
población. La naciente república surgió sobre bases de dominación económico-social de los
indígenas, campesinos mestizos y grupos populares urbanos. Por ello, el largo proceso de
construcción nacional no ha estado exento de conflictos. No solamente de aquellos que enfrentan a
los detentadores del poder, del control de la economía y la sociedad toda, con las mayorías de
trabajadores sujetos a explotación; sino también los que expresan las contradicciones regionales o la
dominación racista sobre los pueblos indígenas y negros.
Fundación del Estado (1830-1859)
Juan José Flores, general nacido en Venezuela, que había desempeñado la función de jefe del
Distrito del Sur, fue designado presidente del nuevo Estado por la Asamblea Constituyente de
Riobamba. Una vez en el poder, Flores se dedicó a consolidar una alianza de gobierno entre el
tradicional gamonalismo latifundista de la Sierra, al que se había vinculado por matrimonio, los
terretenientes de Guayaquil y los altos mandos del ejército, integrados en su gran mayoría por
extranjeros. El floreanismo, como se llamó popularmente a su clientela caudillista, recogió la
tradición conservadora del bolivarianismo. Directa e indirectamente controló Flores el gobierno
desde 1830 a 1845. En 1832 incorporó oficialmente las islas Galápagos al Ecuador. Su mandato se
caracterizó por la revuelta permanente, el desbarajuste administrativo, dos guerras con Nueva
Granada (como entonces se llamaba la actual Colombia) y el abuso de los soldados, dueños del país.
Ni el esfuerzo organizador y sistematizador de Vicente Rocafuerte, que llegó a la Presidencia de la
República (1835-1839) mediante un pacto con su enemigo Flores, pudo superar estas realidades.
Cuando el caudillo se hizo elegir presidente por una segunda y hasta tercera vez, y puso en vigencia
la Carta de Esclavitud (1843), una constitución que establecía la dictadura perpetua, la reacción
nacional acaudillada por la oligarquía guayaquileña lo echó del poder (1845). Flores pasó los años
siguientes organizando invasiones al Ecuador con mercenarios extranjeros al servicio de España y el
Perú. En los primeros años de la etapa “marcista” (llamada así porque la revuelta antifloreana fue en
marzo de 1845), gobernaron los civiles guayaquileños: Vicente Ramón Roca (1845-1849) y Diego
Noboa (1849-1850). Una de sus principales tareas fue enfrentar el peligro de las invasiones de
Flores. A inicios de los cincuenta, un nuevo conflicto de poder no resuelto dio espacio para un nuevo
arbitraje militar. El “hombre fuerte” del ejército, general José María Urbina, fue proclamado
dictador. Luego fue elegido presidente constitucional por una nueva Asamblea Nacional (1852-
1856). Urbina consolidó la alianza entre la oligarquía latifundista y comercial costeña con las
Fuerzas Armadas, y llevó adelante un programa de corte liberal que promovió la apertura económica
y el comercio e incluyó la abolición de la esclavitud, la supresión del tributo indígena y medidas a
favor de los campesinos serranos. Todo esto generó una feroz reacción del latifundismo tradicional
que declaró la guerra al urbinismo.
Abolición de la Esclavitud
En la República del Ecuador la manumisión de los esclavos fue proclamada el 24 de julio de 1851
por obra de José María Urbina, cuando era Jefe Supremo. Cuando Urbina decretó la manumisión de
los esclavos, estableció un sistema de indemnización a los ex-amos, para tal efecto, gran parte del
presupuesto estatal de los años 1851 y 1852 se destinó a este fin.
Esta medida sería ratificada por la Asamblea Nacional Constituyente el 18 de septiembre de 1852. La
Asamblea Constituyente debatió fuertemente entre la abolición inmediata y la abolición escalonada
(a plazos). Los representantes de la región Costa defendían la abolición inmediata, pues su sistema
de producción agrícola necesitaba más trabajadores, los cuales llegarían una vez liberados de su
esclavitud en la región Sierra. Esta tesis se impuso y los esclavos fueron liberados de inmediato.
Muchos libertos de la Sierra migraron a la Costa. El 27 de febrero de 1852, como consecuencia de la
libertad decretada por Urbina, se instaló en Guayaquil una “Junta Protectora de la Libertad de los
Esclavos”.
Finalmente, el 27 de septiembre de ese mismo año, la Asamblea Nacional reunida en Guayaquil
aprobó el proyecto presentado por el Dr. Francisco X. Aguirre Abad, el Gral. Juan Illingworth y
otros asambleístas, y aprobó la Ley que hizo efectiva la Jefatura Suprema del Gral. Urbina, haciendo
desaparecer, de manera definitiva y absoluta, esa institución infeliz que constituía una vergüenza
para la república y una cruel ofensa a la dignidad humana.
La reacción de los terratenientes serranos contra la abolición de la esclavitud fue tal que terminó
derrocando al sucesor de Urbina, Francisco Robles, y sumió al país en la crisis más grande de su
historia (1859) en que casi desaparece el país.
Posteriormente, con la abolición de la esclavitud, pasaron de ser esclavos a “esclavizados”, fueron
explotados salarialmente, con trabajos excesivos en situaciones precarias y en condiciones climáticas
inhumanas con una paga miserable, a los que daban diferentes nombres pero el más recordado es el
de Huasipunguero.
La situación de los afrodescendientes cambió de manera trascendental con la Reforma Agraria y
Colonización de 1964, la misma que da fin a un sistema de hacienda vigente en esa época, en la cual
dejan de ser esclavizados para der dueños de las tierras y por ende de su destino.

Bibliografía
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Corporación Editora Nacional/FLACSO/CERLAC-York University/IFEA. Recuperado de:
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