Sentencia C-621 de 2003
Sentencia C-621 de 2003
Sentencia C-621 de 2003
NORMA ACUSADA-Finalidad
REVISOR FISCAL-Funciones
Magistrado Ponente:
Dr. MARCO GERARDO MONROY CABRA
I. ANTECEDENTES
“DECRETA:
“...
III. LA DEMANDA
Afirma la demanda que los artículos acusados imponen a las personas que ocupan el
cargo de representante legal o de revisor fiscal de una sociedad la obligación de
permanecer en dichos cargos hasta tanto no se efectúe un nuevo nombramiento que sea
inscrito en el registro mercantil. A su parecer, lo anterior es abiertamente inconstitucional,
especialmente por cuanto dichos cargos se pueden aceptar y ejercer por término fijo.
Destaca la demanda que el representante legal o el revisor fiscal de una sociedad tiene a
su cargo un cúmulo de obligaciones y responsabilidades, las cuales, en virtud de las
normas acusadas, tendrán que seguir cumpliendo a pesar de haber culminado el término
para el cual se obligaron a ejercer el cargo, si la sociedad no se decide a nombrar otra
persona y registrar el nombramiento en el registro mercantil. Al respecto, señala
especialmente algunos ejemplos de normas que imponen responsabilidades solidarias de
los administradores o revisores fiscales por obligaciones de la sociedad, tales como las
indicadas en los artículos 222[1], 224[2], 458[3] y otros del Código de Comercio.
Lo anterior conduce, a juicio de la demandante, a que las normas que acusa vulneren
varias disposiciones superiores. En primer lugar, señala que el principio de autonomía de
la voluntad privada a que se refiere el artículo 6° constitucional resulta desconocido. [4] Si
los particulares pueden pactar la duración de los contratos o acuerdos que los
comprometen, sean de naturaleza laboral o de otra índole, no existe razón para que
expirado el término acordado la sociedad obligue a los representante legales o revisores
fiscales, en contra de su voluntad, a permanecer en sus cargos y a asumir las
obligaciones que de ellos se derivan.
IV. INTERVENCIONES
Actuando como presidente del Colegio de Abogados Comercialistas, intervino dentro del
proceso el ciudadano Jorge Hernán Gil Echeverri, quien se opuso a las pretensiones de la
demanda.
A juicio del interviniente, son razones de seguridad jurídica las que justifican que las
normas acusadas dispongan que, para todos los efectos legales, quienes figuren como
representantes legales y revisores fiscales de las sociedades conserven tal carácter
mientras no se cancele su inscripción. Estas disposiciones, afirma, no puede estudiarse
aisladamente de los artículos 117 y 196 del Código de Comercio, que disponen,
respectivamente, que la representación de las sociedades se probará con el certificado
expedido por la Cámara de Comercio, y que los representantes legales pueden celebrar,
a nombre de la sociedad, cualquier acto o contrato que se relacione con el objeto social,
salvo las limitaciones estatutarias inscritas. Así, para que un tercero contrate con la
sociedad le basta observar el certificado de existencia y representación en donde aparece
inscrito el representante legal. Las normas acusadas, continua la intervención, persiguen
proteger a terceros de manera tal que cualquier contrato celebrado con quien aparece
inscrito como representante, se entiende realizado con la sociedad. Así mismo buscan la
protección de los socios y de la Administración Pública, impidiendo que la sociedad quede
acéfala, situación que le impediría desarrollar su objeto social, responder por su
obligaciones, ser demandada o ser sujeto de actuaciones administrativas.
De otro lado, indica que si la persona decide aceptar el cargo de representante legal o
revisor fiscal, debe sujetarse a las regulaciones legales, incluyendo que será responsable
hasta tanto no se registre un nuevo nombramiento. Sostiene que las normas acusadas
buscan “prevenir el eventual dolo o aprovechamiento en que puedan incurrir estas
personas”, dolo que consistiría en utilizar la renuncia como eximente de
responsabilidad. Por lo cual afirma que “no puede reprocharse a la ley que con sano
criterio preventivo se anticipe y mediante la imposición de este deber, clausure esa
posibilidad”.
Agrega que razones que tocan con la prevalencia del interés general sobre el particular
justifican las normas acusadas, por cuanto “la sociedad debe tener una mayor seguridad
en su ordenamiento jurídico, ya que con este se pretende establecer un consensus sobre
el aparato del Estado, presentándolo como un poder necesario, bien hecho y neutral en
relación con diferentes grupos que conforman la sociedad.”
A juicio del señor Superintendente, la sola lectura de las disposiciones acusadas pone de
manifiesto que, contrario a lo manifestado por la demandante, “las citadas normas no
establecen la obligación de permanecer en el cargo, solamente, que dada la naturaleza e
implicaciones de la representación jurídica de la sociedad, especialmente frente a
terceros, consagran mecanismos que permiten dar certeza inequívoca sobre tal
circunstancia.” Agrega que en modo alguno las normas acusadas pueden ser entendidas
en el sentido de que disponen la permanencia indefinida en los cargos a que se refieren,
pues eso resultaría contrario a lo que el mismo Código de Comercio indica en su artículo
198, según el cual deben tenerse por no escritas las cláusulas que tiendan a establecer la
inamovilidad de los administradores en sus cargos.
De otro lado, estima que “si en gracia de discusión se presentara una violación a las
normas constitucionales, tal violación no podría achacarse a las normas acusadas, sino a
los asociados y administradores de compañías mercantiles, ... quienes no convocan o
integran el órgano competente... para que, entre otros, considere la renuncia del
representante legal o el revisor fiscal, o habiéndolo hecho no se ocupan de ponerlo en
conocimiento de la Cámara de Comercio respectiva.”
Explica que el sentido de las normas acusadas es el de impedir que la sociedad quede
acéfala, por lo cual se exige siempre la inscripción de reemplazo respectivo. Sin embargo,
opina que “frente a dos valores en juego, como son la representación de la sociedad y el
derecho del representante legal a separarse de su cargo, debe primar este último, pues la
decisión de proveer el reemplazo no depende de él, sino de los integrantes del órgano
social respectivo”.
Se opone el interviniente a la acusación formulada en contra de los artículos 164 y 442 del
Código de Comercio por desconocimiento del artículo 6° de la Constitución, por estimar
que no existen en nuestro régimen político libertades absolutas. Las normas acusadas
simplemente imponen ciertas restricciones. Tampoco estima desconocido el derecho a la
igualdad, pues no encuentra cuáles son los sujetos a los que se les dispensa un trato
discriminatorio. Al respecto indica que “las normas sub lite, en ningún momento prescriben
un tratamiento desigual para algunos sujetos de derecho, sino que su expedición...
persigue el aseguramiento del principio de seguridad jurídica.” En cuanto al cargo
referente al desconocimiento de la libertad de escogencia de la profesión u oficio, también
considera que no es de recibo, pues las normas sólo buscan “reglamentar una actividad,
que no puede quedar al garete de persona alguna”. El legislador está constitucionalmente
facultado para poner límites al ejercicio de ciertos cargos u oficios.
En cuanto a la responsabilidad posterior a la remoción del cargo que pueda caberles a los
representantes legales o revisores fiscales, citando jurisprudencia del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, afirma que en ese momento el funcionario no responde
por y ante esa sociedad pues sus actos no la vinculan ni obedecen a las decisiones
colectivas.
Agrega que, en virtud de lo dispuesto por el artículo 163 del Código de Comercio, el
representante que ha renunciado y su renuncia ha sido aceptada, puede inscribir en el
registro tal renuncia lo cual, si bien no remueve a la persona como representante legal,
deja constancia del hecho de la renuncia en el registro mercantil, lo cual viene a ser
conocido por los terceros.
El concepto fiscal se inicia con unas reflexiones generales acerca de la función de los
representantes legales y los revisores fiscales. Destaca que, a su modo de ver, la
representación legal a que se refieren las normas acusadas no es la legal sino la
estatutaria, “esto es la que se confiere por las personas morales a las personas físicas”;
Enseguida recuerda que tanto el representante legal como el revisor fiscal tienen
responsabilidades civiles inherentes a sus cargos, frente a los socios, a la sociedad y
frente a terceros. Con fundamento en lo anterior, estima que por la importancia de sus
funciones y las responsabilidades que aparejan ambos cargos, resulta contrario a la
Constitución obligar contra su voluntad a permanecer en ellos a quienes venían
desempañándolos.
Por ello, refiriéndose a las normas acusadas, estima que la solución que parece más
coherente con el texto superior es considerar que las disposiciones son
constitucionales, con excepción de la expresión “mediante el registro de un nuevo
nombramiento”.
Por todo lo anterior la vista fiscal propone la decisión mencionada, consistente en retirar
del ordenamiento la expresión “mediante el registro de un nuevo nombramiento”
contenida en las dos disposiciones acusadas, con lo cual estima que se solucionarían los
problemas de inconstitucionalidad que presentan las normas, pues así “una vez el
representante legal o el revisor fiscal cese en sus funciones, la aceptación de su renuncia
será suficiente para que la Cámara de Comercio cancele la respectiva inscripción,
indicando la fecha a partir de la cual cesa en el ejercicio del cargo, con independencia de
las decisiones de la junta, relacionadas con el nombramiento de un nuevo representante
legal o revisor fiscal, por cuanto, es del interés de la sociedad y no una carga de quienes
ejercieron el cargo, tomar las medidas pertinentes para la designación de quien actuará
como nuevo representante legal o revisor fiscal.”
A. Competencia.
B. Lo que se debate.
3. Dice el artículo 26 del Código de Comercio que el registro mercantil tiene por objeto
“llevar la matrícula de los comerciantes y de los establecimientos de comercio, así como
la inscripción de todos los actos, libros y documentos respecto de los cuales la ley
exigiere esa formalidad.” Agrega que tal registro será público y que “cualquier persona
podrá examinar los libros y archivos en que fuere llevado, tomar anotaciones de sus
asientos o actos y obtener copias de los mismos.”
Coinciden unánimemente la doctrina y la jurisprudencia en reconocer que el registro
mercantil es un instrumento de publicidad para la vida comercial, cuyo objeto es permitir al
público el conocimiento ciertos datos relevantes para el tráfico mercantil. Algunos hechos
y actividades de esta naturaleza producen efectos no sólo entre la partes, sino también
frente a terceros, por lo cual, por razones de seguridad jurídica, es menester que exista un
mecanismo para su conocimiento público. Por ello, la ley impone al comerciante la
obligación de dar publicidad a tales hechos o actos, así como su propia condición de
comerciante[5]. Este interés de terceros, señala acertadamente Garrigues, no es un interés
difuso, sino concreto[6].
A diferencia de otros registros que son de naturaleza real, como el registro inmobiliario, el
registro mercantil es de naturaleza personal porque lo inscrito es la persona misma en su
condición de comerciante y los hechos y actos que a él lo afectan frente a terceros.
Usualmente se le reconoce un carácter meramente declarativo, en cuanto es simplemente
un mecanismo de publicidad de ciertos hechos o actos relevantes en el tráfico mercantil.
Es decir, la inscripción en el registro no es un requisito de aquellos que son necesarios
para la existencia o para la validez de los actos jurídicos inscritos, sino que únicamente
los hace conocidos y por lo tanto “oponibles” a los terceros. Así, una vez hecho el
correspondiente registro, el acto tendrá efectos no sólo entre quienes participaron en él,
sino erga omnes, por lo cual en adelante nadie podrá alegar su desconocimiento. Este es
el principio que se conoce como de “publicidad material del registro”, en virtud del cual,
una vez inscrito, el acto se supone conocido de todos. Por lo anterior, la doctrina señala
que la finalidad inmediata del registro es dar seguridad a las relaciones que implican la
responsabilidad jurídica del comerciante.
Ahora bien, a pesar de que los efectos del registro de manera general son simplemente
declarativos, la doctrina se ha percatado de que en ocasiones la inscripción obra como
condición sine qua non para la producción de los efectos jurídicos del acto inscrito, es
decir como condición de su eficacia jurídica. En este caso las inscripciones han sido
llamadas “constitutivas”. [7] Dentro de esta clase de inscripciones constitutivas se
reconocen tres posibilidades: (i) aquellas cuya omisión impide de manera absoluta la
producción de efectos jurídicos; (ii) otras inscripciones cuya falta no impide la producción
de efectos jurídicos, pero sí ocasiona la imposibilidad de registrar otros actos posteriores,
como sucede cuando se omite el registro de la calidad de comerciante, o matrícula
mercantil propiamente dicha; y, (iii) aquellas cuya omisión permite que se produzcan
efectos jurídicos entre las partes que intervinieron el acto llamado a registrarse, mas no
frente a terceros. De esta clase son, por ejemplo, el registro de las escrituras de
constitución de las sociedades o de reforma del contrato social, a que se refieren los
artículos 112 y 158 del Código de Comercio, respectivamente[8].
Las normas demandadas, esto es los artículos 164 y 442 del Código de Comercio,
regulan los efectos de la inscripción y de la falta de inscripción del nombramiento de los
representantes legales o revisores fiscales de las sociedades. La primera de estas
normas pertenece al Título I del Libro Segundo del Código de Comercio, y por tanto
resulta aplicable de manera general a todas las sociedades comerciales. La segunda es
una norma del Título VI, relativo a la sociedad anónima. Como se recuerda, estas
disposiciones prescriben lo siguiente:
a. Que las personas “inscritas en la cámara de comercio del domicilio social como
representantes de una sociedad, así como sus revisores fiscales, conservarán tal carácter
para todos los efectos legales, mientras no se cancele dicha inscripción”. (Artículo 164,
aplicable a todo tipo de sociedades)
b. Que la cancelación de la inscripción de un nombramiento en estos cargos sólo se
produce “mediante el registro de un nuevo nombramiento o elección”. (Artículo 164,
aplicable a todo tipo de sociedades)
c. Que las personas inscritas como gerentes principales o suplentes se consideran los
representantes legales de la sociedad anónima y que conservan esa calidad mientras no
se cancele la inscripción.(Artículo 442, relativo a las sociedades anónimas)
d. Que esta inscripción sólo se entiende cancelada “mediante el registro de un nuevo
nombramiento”. (Artículo 442)
En efecto, a pesar de que el artículo 163 del Código de Comercio permite el registro de la
revocación de los administradores[9] o revisores fiscales, no es esta inscripción la que
pone fin a las obligaciones y responsabilidades de quienes ejercen estos cargos, sino
que, por mandato de las normas acusadas, solamente el “registro de un nuevo
nombramiento” desvincula definitivamente tal responsabilidad suya frente a la sociedad.[10]
Destaca la Corte que del texto de los artículos acusados no se deduce con claridad si los
efectos de la falta de inscripción del “nuevo nombramiento” se producen únicamente
frente a terceros. En efecto, las normas no sólo no lo señalan, sino que el artículo 164
dice que el representante o revisor “para todos los efectos legales” continuará siendo el
que aparece inscrito. Aunque es dable pensar que el conocimiento que tengan los socios
respecto de la causa que puso fin al ejercicio del cargo hace que frente a ellos y a la
sociedad sí sea oponible la desvinculación y que por lo tanto ante ellos no exista la
responsabilidad inherente a la función de representante legal o revisor fiscal, en cierta
clase de sociedades, especialmente en las anónimas, no es presumible el conocimiento
general por parte de los socios respecto de la renuncia, remoción, muerte o cualquier otra
causa de retiro del cargo.
Lo anterior hace que en virtud de lo dispuesto por las normas acusadas pueda decirse
que el registro del nombramiento de representante legal o revisor fiscal tiene un carácter
no simplemente declarativo, sino también constitutivo, en cuanto los efectos jurídicos de la
designación no se producen ante terceros sino con la inscripción en la Cámara de
Comercio, y en ocasiones posiblemente esos efectos jurídicos tampoco podrán ser
oponibles a los asociados o la misma sociedad.
Por último, los alcances de las normas acusadas, especialmente de la expresión “para
todos los efectos legales”, hacen que el representante legal y el revisor fiscal sigan
considerándose como tales en todo sentido. Es decir en cuanto al cumplimiento de las
obligaciones y funciones inherentes al cargo, como a la responsabilidad personal por el
incumplimiento o extralimitación en las mismas.
''El artículo 164 (...) quiere significar que frente a terceros se da prevalencia del
orden externo de la compañía sobre el orden meramente interno. El artículo
164 se refiere entonces a la publicidad que requiere el nombramiento
respectivo al exigir su inscripción en el registro mercantil, mas no al
desconocimiento de la elección o remoción válidamente efectuada.
Respalda los argumentos hasta aquí expuestos el reciente fallo producido por
el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, Sección Primera (diciembre 18 de
1991), según el cual se declaró la nulidad de resoluciones expedidas por este
despacho, mediante las cuales se impuso y confirmó una sanción de multa a
un revisor fiscal, desconociendo la desvinculación y reemplazo en el cargo,
con el fundamento de que la inscripción pertinente aún no se había producido
en el registro mercantil. Manifiesta el mencionado fallo lo siguiente: ''De modo
que si laboralmente una persona ha dejado de ejercer las funciones de
representante legal o de revisor fiscal de una sociedad, así figure inscrito en el
registro mercantil en uno de esos cargos, no puede responder por y ante
esa sociedad por las actuaciones desarrolladas con posterioridad a su
desvinculación, pues en ese caso no tienen ninguna fuerza vinculante
con la misma ni acatamiento interno que les permita desarrollar gestión
alguna. Y si producida la desvinculación laboral de la persona que actuaba
como representante legal o revisor fiscal de una sociedad aquélla pierde la
posibilidad de ejercer las funciones que le correspondían, lógicamente no se le
puede señalar responsabilidad administrativa, disciplinaria o penal por las
actuaciones desarrolladas con posterioridad a su retiro de la sociedad en la
cual actuaba con uno de esos cargos". [11] (Negrillas fuera del original)
No obstante, esta interpretación del artículo 164, si bien tiene la virtud de ser garantista
frente a los derechos del representante o revisor insubsistentes por cualquier motivo en el
cargo, parece carecer de verdadero sustento en el texto de la disposición, el cual, se
recuerda, indica que “Las personas inscritas en la cámara de comercio del domicilio
social como representantes de una sociedad, así como sus revisores fiscales,
conservarán tal carácter para todos los efectos legales, mientras no se cancele dicha
inscripción mediante el registro de un nuevo nombramiento o elección”. Nótese que el
texto no dice que los efectos legales de aparecer como representante o revisor cesen con
la inscripción de la renuncia o destitución, sino con la inscripción de un nuevo
nombramiento. Además, esta interpretación del artículo 164 hace posible que la sociedad,
en un momento dado, llegue a carecer de representante o de revisor, situación que
resulta contraria al querer del legislador y que, por lo menos en lo que tiene que ver con el
representante legal, hace imposible el demandarla judicialmente y le impide actuar en el
mundo jurídico para el desarrollo de su objeto social. Por tal razón la Corte descarta que
esa sea una posible lectura constitucional de la norma.
“Los administradores deben obrar de buena fe, con lealtad y con la diligencia de
un buen hombre de negocios. Sus actuaciones se cumplirán en interés de la
sociedad, teniendo en cuenta los intereses de sus asociados.
“1. Realizar los esfuerzos conducentes al adecuado desarrollo del objeto social.
“6. Dar un trato equitativo a todos los socios y respetar el ejercicio del derecho
de inspección de todos ellos.
“...
“...
“Se tendrán por no escritas las cláusulas del contrato social que tiendan a
absolver a los administradores de las responsabilidades ante dichas o a
limitarlas al importe de las cauciones que hayan prestado para ejercer sus
cargos.” (Destaca la Corte)
En cuanto a los revisores fiscales, los artículos 207 y 211 del Código de Comercio indican,
también de manera general, es decir respecto de todas las sociedades comerciales,
cuáles sus funciones y responsabilidades frente a la sociedad, asociados y terceros:
“1. Cerciorarse de que las operaciones que se celebren o cumplan por cuenta de
la sociedad se ajustan a las prescripciones de los estatutos, a las decisiones de
la asamblea general y de la junta directiva;
“2. Dar oportuna cuenta, por escrito, a la asamblea o junta de socios, a la junta
directiva o al gerente, según los casos, de las irregularidades que ocurran en el
funcionamiento de la sociedad y en el desarrollo de sus negocios;
“3. Colaborar con las entidades gubernamentales que ejerzan la inspección y
vigilancia de las compañías, y rendirles los informes a que haya lugar o le sean
solicitados;
“4. Velar por que se lleven regularmente la contabilidad de la sociedad y las
actas de las reuniones de la asamblea, de la junta de socios y de la junta
directiva, y porque se conserven debidamente la correspondencia de la sociedad
y los comprobantes de las cuentas, impartiendo las instrucciones necesarias
para tales fines;
“5. Inspeccionar asiduamente los bienes de la sociedad y procurar que se tomen
oportunamente las medidas de conservación o seguridad de los mismos y de los
que ella tenga en custodia a cualquier otro título(sic);
“6. Impartir las instrucciones, practicar las inspecciones y solicitar los informes
que sean necesarios para establecer un control permanente sobre los valores
sociales;
“7. Autorizar con su firma cualquier balance que se haga, con su dictamen o
informe correspondiente
“8. Convocar a la asamblea o a la junta de socios a reuniones extraordinarias
cuando lo juzgue necesario, y
“9. Cumplir las demás atribuciones que le señalen las leyes o los estatutos y las
que, siendo compatibles con las anteriores, le encomiende la asamblea o junta
de socios.
Entre otras normas legales que regulan de manera general la responsabilidad de los
representantes legales y revisores fiscales se encuentra el artículo 42 de la Ley 222 de
1995, que es del siguiente tenor:
“Sin perjuicio de las sanciones a que haya lugar, cuando sin justa causa una
sociedad se abstuviere de preparar o difundir estados financieros estando
obligada a ello, los terceros podrán aducir cualquier otro medio de prueba
aceptado por la ley.
Sin que sean las únicas, las anteriores disposiciones ponen de presente el alcance de las
responsabilidades que siguen en cabeza de los representantes legales y revisores
fiscales mientras no se desvinculen del cargo “mediante la inscripción de un nuevo
nombramiento”.
7. Como bien lo dicen varios de los intervinientes en el presente proceso, la finalidad que
persiguen las disposiciones acusadas es asegurar que en todo momento las sociedades
comerciales tengan un representante legal y, cuando la ley o el contrato social lo exigen,
un revisor fiscal. Lo anterior a fin de garantizar los derechos e intereses de terceros que
pueden verse afectados por la falta de estos órganos sociales, en especial los intereses
de los acreedores. También, las normas acusadas protegen a la propia sociedad y los
socios pues a una y a otros les asiste un interés en cuanto a que la sociedad no carezca
de representación o de órgano de control.
La necesidad de que cada sociedad tenga definido quién ejercerá su representación legal
y en qué condiciones lo hará estriba en que, como personas jurídicas y entes colectivos
que son, requieren de un órgano llamado a expresar la voluntad societaria, a través del
cual puedan actuar en el mundo jurídico adquiriendo derechos y obligaciones para el logro
de su objeto social. Frente a terceros y aun frente a los mismos socios, la sociedad no
podrá celebrar contratos, adquirir obligaciones o responder jurídicamente sino a través de
su representante legal.
No prevé la ley procedimental que careciendo de representante legal una sociedad que
haya sido demandada, se designe un curador ad litem con quien se adelante el juicio, o
que pueda comparecer a su nombre otra persona. El artículo 78 del Código de
Procedimiento Civil regula el trámite que debe adelantarse cuando existe imposibilidad de
obtener la prueba sobre la existencia y representación del demandado, pero este
supuesto difiere de aquel en que la sociedad no tiene órgano de representación, supuesto
este último que no aparece regulado por la ley procesal, pues se parte de la base que de
todas las sociedades comerciales tendrán representante. Para cuando existe la
imposibilidad de obtener la prueba de la existencia y representación, el mencionado
artículo 78 indica que en este caso se hará como dispone el artículo 318, es decir se
procederá al emplazamiento público del representante, y vencido el término del mismo a
la designación de un curador ad litem. [17] No obstante, la h. Corte Suprema de Justicia ha
explicado que este procedimiento no puede en manera alguna sustituir definitivamente la
prueba de la existencia o representación legal y que el auto admisorio de la demanda
debe revocarse si, una vez cumplido el procedimiento señalado en el artículo 78, subsiste
la imposibilidad de obtener la prueba de la existencia y representación legal de la persona
jurídica demandada:
8. Todo lo anterior pone de presente la razón por la cual la ley comercial se preocupa en
impedir que las sociedades mercantiles queden sin un representante legal públicamente
conocido, respecto de quien todos los terceros tengan la certeza de que al actuar en el
mundo jurídico compromete a la persona jurídica como tal, y a través de quien puedan
demandarla judicialmente. Los mismos socios y la sociedad tienen este interés en que la
sociedad pueda actuar jurídicamente. Incluso existe un interés concreto en cabeza del
Estado en la materia.
Cosa similar ocurre con la función que cumplen los revisores fiscales. La Corte ha
destacado que “la revisoría fiscal participa en el cumplimiento de las funciones y fines del
Estado, razón por la cual se le impone el ejercicio de una labor eficaz, permanente,
integral, independiente, oportuna y objetiva.”[19] Sus funciones no tienen por objeto
exclusivo proteger a los socios y garantizar que se cumplan las normas legales y
estatutarias relativas a la administración de la sociedad y de sus bienes y al asiento de la
contabilidad, sino que también persiguen la protección de los intereses de terceros, así
como ser un instrumento para que el Estado ejerza la inspección y vigilancia de aquellas
sociedades a quienes legalmente se les impone el tener un revisor fiscal, en desarrollo de
lo dispuesto por el numeral 24 del artículo 189 de la Constitución Política[20]. Es por eso
que a los revisores fiscales la ley les impone el informar oportunamente sobre la crisis de
la sociedad deudora[21], y colaborar con las entidades gubernamentales que ejerzan la
inspección y vigilancia de las compañías, y rendirles los informes a que haya lugar o les
sean solicitados [22].
El sentido de la función que compete llevar a cabo a los revisores fiscales ha sido
explicado por la jurisprudencia de la Corte. En la sentencia C- 290 de 1997[23], señaló que
“los estados financieros certificados son los que, suscritos por el representante legal y el
contador público bajo cuya responsabilidad se prepararon, para ser puestos en
conocimiento de los asociados o terceros, contienen la ‘certificación’ de ser reflejo fiel de
los libros y de haber sido objeto de previa comprobación, según el reglamento. Sobre esta
base, los estados financieros dictaminados son aquellos estados financieros certificados
que, por haber sido objeto de la verificación del revisor fiscal o, a falta de éste, del
contador público independiente que los hubiera confrontado, cuentan, de acuerdo con las
normas de auditoría generalmente aceptadas y las obligaciones propias del revisor fiscal,
con el correspondiente concepto o dictamen. Dichos estados deben estar suscritos por los
citados profesionales. Pero, puesto que la razón de ser de las intervenciones de estos
profesionales, por lo menos en relación con los estados financieros, es la manifestación
de un concepto de auditoría, no basta que puedan suscribirlos, sino que es menester que,
sin perjuicio de las manifestaciones mínimas a que los obliga el ordenamiento jurídico,
tengan también el derecho de exponer libremente lo que a bien tengan sobre la
razonabilidad de los instrumentos examinados, según sus apreciaciones éticas y sus
propias capacidades como expertos en la materia.”
De otro lado, corresponde al revisor fiscal dar “fe pública” respecto de los balances y
estados financieros de la sociedad, de manera que cuando han sido suscritos por él debe
entenderse que reflejan fielmente la contabilidad y la situación financiera de la sociedad.
Esta necesidad de fe pública se justifica precisamente por los diversos intereses que
concita la actividad de las sociedades mercantiles, incluida la función social que le
reconoce la Carta a la empresa como base del desarrollo. (C.P artículo 333) Por ello la
jurisprudencia ha hecho ver que la empresa, dada su función social, “convoca
permanentemente el interés legítimo del Estado y de diversos colectivos: trabajadores,
acreedores, proveedores, consumidores, ciudadanos etc. Corresponde al revisor fiscal
cerciorarse de que las operaciones de la sociedad y su funcionamiento se ciñan a la ley,
la cual a través de sus contenidos perfila la dimensión social de la empresa.”[24]
No es pues necesario continuar ilustrando las razones por las cuales es menester que la
ley asegure la permanencia de la representación legal de la sociedad y de su revisoría
fiscal. La Corte encuentra que la finalidad que persiguen las normas acusadas es
constitucionalmente válida, pues consiste en proteger intereses legítimos que encuentran
garantía en las normas superiores, como lo son la función social de la empresa, el
derecho de acceso a la justicia, la protección de los derechos adquiridos conforme a las
leyes, la seguridad jurídica, etc.
9. Sin embargo, es preciso examinar la fórmula ideada por el legislador para alcanzar las
finalidades señaladas, fórmula que consiste en disponer la indefinida permanencia de los
representantes legales y revisores fiscales de la sociedad inscritos en el registro
mercantil, hasta que se inscriba un nuevo nombramiento. Esta fórmula legal, no precisa
límites temporales o materiales a la responsabilidad que los representantes o revisores
tienen que asumir mientras no se registre un nuevo nombramiento.
La inamovilidad a que hace referencia esta norma debe ser entendida no sólo en el
sentido de que tales funcionarios pueden ser removidos en cualquier tiempo, sino también
que ellos pueden en las mismas condiciones renunciar al ejercicio del cargo. Así, con
independencia de los efectos que tal remoción o renuncia anticipada pueda tener frente al
título jurídico en virtud del cual se ejerce el cargo, lo cierto es que no es posible convenir
la inamovilidad, ni siquiera por un término señalado. Sin embargo, como arriba quedó
dicho, en virtud de lo dispuesto por las norma acusadas la sola renuncia o remoción, así
se inscriba en el registro mercantil, no produce los efectos de desvincular a quien aparece
inscrito de la responsabilidad que le cabe como representante legal o revisor fiscal, pues
este efecto sólo se produce “mientras no se cancele su inscripción mediante el registro de
un nuevo nombramiento”.
10. En la ponderación que debe hacerse entre el interés general, de terceros y de los
mismos socios, que existe en que las sociedades comerciales tengan permanentemente
un representante legal y un revisor fiscal, y el derecho de quienes ocupan estos cargos a
no ejercerlos y a no figurar como tales ante terceros cuando media renuncia aceptada,
destitución, vencimiento del término acordado o cualquier otra circunstancia que ponga fin
a su ejercicio, la Corte encuentra que si bien resulta necesario asegurar tal permanencia
en la función, ello no puede lograrse imponiendo sin límites temporales ni de índole
material la obligación de continuar a cargo de las responsabilidades inherentes a las
funciones de representante legal o revisor fiscal y de figurar como tal en los registros
públicos. Esta obligación ilimitada constituye una restricción excesiva al derecho al libre
desarrollo de la personalidad y a la libertad de escoger profesión u oficio, así como del
derecho constitucional al habeas data. La desproporción se manifiesta en las siguientes
circunstancias: (i) En que se grava al representante o revisor con el cumplimiento de un
deber que, por la naturaleza de las relaciones jurídicas subyacentes, no es suyo sino de
la sociedad. En efecto, proveer un representante y un revisor y asegurar la continuidad de
sus funciones, es obligación de la sociedad y no de quienes ocuparon en el pasado tales
cargos. (ii) En que el deber que se impone es indefinido en el tiempo. (iii) En que implica
la asunción de un cúmulo alto de responsabilidades jurídicas frente a terceros y en
ocasiones frente a los mismos socios, que carecen de un título jurídico que las justifique.
(iv) En que este cúmulo de obligaciones se impone sin contraprestación alguna. (v) En
que la obligación impuesta cercena el derecho de defensa del representante legal o
revisor fiscal, quien, ante terceros, no podrá alegar su renuncia o desvinculación para
exonerar su responsabilidad por el ejercicio de las funciones propias del cargo, pues
incluso si tales renuncia o destitución han sido registradas en la cámara de comercio,
para “todos los efectos legales” continuará ostentando la calidad que tenía, mientras no
se registre un nuevo nombramiento.
Así, las normas acusadas no pueden ser entendidas en el sentido de que permiten la
situación de permanencia obligada e indefinida en el cargo y de asunción ilimitada de
responsabilidades, pues esta lectura resulta contraria a la Constitución, dado que tolera
una restricción desproporcionada de los derechos de quienes los vienen ocupando. La
misma Superintendecia de Sociedades ha considerado que esta situación de
permanencia obligada en el cargo, cuando ella es determinada por la falta de aceptación
de la renuncia, produce un desconocimiento de derechos fundamentales, por lo cual la
protección de los mismos sería procedente por la vía de la acción de tutela. En efecto, ha
señalado que esta situación de permanencia indefinida, “resulta contraria a varios
principios del mismo derecho societario, como la prohibición de la inamovilidad de los
administradores, el deber de colaboración de los órganos sociales, el abuso del derecho,
así como también repugna con postulados de nuestra Carta Política, entre los cuales
cabe mencionar el derecho al libre desarrollo de la personalidad y el derecho al trabajo, y
resulta particularmente injusta con el representante legal”. Por eso, prosigue, “el
mecanismo jurídico más eficaz para la protección de los derechos vulnerados con la
conducta de los socios, es la acción de tutela (...) dirigida fundamentalmente a que el juez
imparta la orden a los socios para que se erijan en máximo órgano social y procedan a
aceptar la renuncia presentada”.[25]
11. Por todo lo anterior la Corte concluye que las normas demandadas no pueden ser
consideradas constitucionales, sino bajo el entendido de que la responsabilidad que
endilgan a los representantes legales y revisores fiscales salientes de sus cargos,
mientras se registra un nuevo nombramiento, no puede carecer de límites temporales y
materiales. Dichos límites temporales y materiales implican que: (i) Se reconozca que
existe un derecho a que se cancele la inscripción del nombramiento del representante
legal o del revisor fiscal en todas las oportunidades en que por cualquier circunstancia
cesan en el ejercicio de sus funciones. Este derecho acarrea la obligación correlativa de
los órganos sociales competentes en cada caso, de proveer el reemplazo y registrar el
nuevo nombramiento. (ii) Para el nombramiento del reemplazo y el registro del nuevo
nombramiento se deben observar, en primer lugar, las previsiones contenidas en los
estatutos sociales. (iii) Si los estatutos sociales no prevén expresamente un término
dentro del cual debe proveerse el reemplazo del representante legal o del revisor fiscal
saliente, los órganos sociales encargados de hacer el nombramiento deberán producirlo
dentro del plazo de treinta días, contados a partir del momento de la renuncia, remoción,
incapacidad, muerte, finalización del término estipulado, o cualquier otra circunstancia que
ponga fin al ejercicio del cargo. Durante este lapso la persona que lo viene
desempeñando continuará ejerciéndolo con la plenitud de las responsabilidades y
derechos inherentes a él. A esta conclusión arriba la Corte, aplicando por analogía las
normas que regulan la terminación del contrato de trabajo a término indefinido, contenidas
en el artículo 47 del Código Sustantivo del Trabajo, subrogado por el artículo 5° del
Decreto Ley 2351 de 1956.[26] (iv) Pasado el término anterior sin que el órgano social
competente haya procedido a nombrar y registrar el nombramiento de un nuevo
representante legal o revisor fiscal, termina la responsabilidad legal del que cesa en el
ejercicio de esas funciones, incluida la responsabilidad penal. No obstante, para efectos
de la cesación de la responsabilidad a que se acaba de hacer referencia, el representante
legal o el revisor fiscal saliente debe dar aviso a la Cámara de Comercio respectiva, a fin
de que esa información se incorpore en el certificado de existencia y representación legal
correspondiente a la sociedad. (v) Si vencido el término de treinta días y mediando la
comunicación del interesado a la Cámara de Comercio sobre la causa de su retiro no se
produce y registra el nuevo nombramiento de quien reemplazará al representante legal o
al revisor fiscal saliente, este seguirá figurando en el registro mercantil en calidad de tal,
pero únicamente para efectos procesales, judiciales o administrativos, sin perjuicio de las
acciones que pueda interponer en contra de la sociedad por los perjuicios que esta
situación pueda irrogarle. (vi) No obstante todo lo anterior, la falta de publicidad de la
causa que da origen a la terminación de la representación legal o de la revisoría fiscal,
hace inoponible el acto o hecho frente a terceros, ante quienes el representante legal o
revisor fiscal que figure registrado como tal continuará respondiendo para todos los
efectos legales.
Finalmente, tratándose del caso en que el representante legal o el revisor fiscal sea un
apersona jurídica, debe aclararse que si de lo que se trata es de la renuncia, remoción,
muerte, etc. de la persona natural que a nombre de aquella cumple con la función, lo que
procede es su reemplazo en tal actividad, sin necesidad de registro o comunicación
alguna.
VII. DECISION
RESUELVE
Primero: Declarar EXEQUIBLES los artículos 164 y 442 del Código de Comercio, en los
términos de la consideración jurídica número 11 de la presente Sentencia.
Magistrado Ponente:
MARCO GERARDO MONROY CABRA
Fecha ut supra.
[1]
ART. 222. Disuelta la sociedad se procederá de inmediato a su liquidación. En
consecuencia, no podrá iniciar nuevas operaciones en desarrollo de su objeto y
conservará su capacidad jurídica únicamente para los actos necesarios a la inmediata
liquidación. Cualquier operación o acto ajeno a este fin, salvo los autorizados
expresamente por la ley, hará responsables frente a la sociedad, a los asociados y a
terceros, en forma ilimitada y solidaria, al liquidador, y al revisor fiscal que no se hubiere
opuesto.
El nombre de la sociedad disuelta deberá adicionarse siempre con la expresión "en
liquidación". Los encargados de realizarla responderán de los daños y perjuicios que se
deriven por dicha omisión.
[2]
ART. 224.Cuando la sociedad se encuentre en estado de cesación en los pagos, los
administradores se abstendrán de iniciar nuevas operaciones y convocarán de inmediato
a los asociados para informarlos completa y documentadamente de dicha situación, so
pena de responder solidariamente de los perjuicios que se causen a los asociados o a
terceros por la infracción de este precepto.
Los asociados podrán tomar las medidas conducentes a impedir la declaratoria de quiebra
o a obtener la revocatoria de la misma.
[3]
ART. 458.Cuando se verifiquen las pérdidas indicadas en el ordinal segundo del artículo
anterior, los administradores se abstendrán de iniciar nuevas operaciones y convocarán
inmediatamente a la asamblea general, para informarla completa y documentadamente de
dicha situación.
La infracción de este precepto hará solidariamente responsables a los administradores de
los perjuicios que causen a los accionistas y a terceros por las operaciones celebradas
con posterioridad a la fecha en que se verifiquen o constaten las pérdidas indicadas
[4]
Esta norma superior indica que “los particulares sólo son responsables ante las
autoridades por infringir la Constitución y las leyes”;
[5]
La ley mercantil distingue entre la “matrícula mercantil”, que es el registro de la
condición de comerciante, y el registro mercantil que es la anotación de los actos, libros, y
documentos respecto de los cuales la ley exige publicidad.
[6]
Cf. Garrigues, Joaquín. Curso de Derecho Mercantil, Pág. 63 Bogotá, Ed. Temis, 1987.
Explica este autor que no todos los hechos de la vida profesional del comerciante se
llevan a la publicidad, pues hay sectores de su actividad que permanecen completamente
cerrados a la publicidad legal, como los que se refieren a los negocios que lleva a cabo, a
sus posibilidades de venta, etc. Otras actividades o situaciones tampoco son objeto de
publicidad sin motivo suficiente, aun cuando su conocimiento afecte el interés general,
como sucede con la situación financiera del negocio: el legislador en principio protege el
secreto de la contabilidad mercantil y sólo excepcionalmente su publicación. En cambio,
cuando el legislador impone la obligación de registrar determinado acto, lo hace en
defensa del interés concreto de un tercero, que puede verse afectado con él.
[7]
Cf. Garrigues, Joaquín. Curso de Derecho Mercantil, Pág. 78 Bogotá, Ed. Temis, 1987.
en el mismo sentido, Cf. Luis Gonzalo Baena Cárdenas, Estudios de Derecho Mercantil,
Bogota, Escuela Superior de Administración Pública ESAP, 1989, Pág. 161.
[8]
ART. 112 Mientras la escritura social no sea registrada en la cámara correspondiente al
domicilio principal de la sociedad, será inoponible el contrato a terceros, aunque se haya
consumado la entrega de los aportes de los socios.
ART. 158.—Toda reforma del contrato de sociedad comercial deberá reducirse a escritura
pública que se registrará como se dispone para la escritura de constitución de la
sociedad, en la cámara de comercio correspondiente al domicilio social al tiempo de la
reforma.
Sin los requisitos anteriores la reforma no producirá efecto alguno respecto de terceros.
Las reformas tendrán efectos entre los asociados desde cuando se acuerden o pacten
conforme a los estatutos.
[9]
De conformidad con lo dispuesto por el artículo 22 de la Ley 222 de 1995, son
administradores el representante legal, el liquidador, el factor, los miembros de juntas o
consejos directivos y quienes de acuerdo con los estatutos ejerzan o detenten esas
funciones.
[10]
Código de Comercio. Art. 163: La designación o revocación de los administradores o
de los revisores fiscales previstas en la ley o en el contrato social no se considerará como
reforma, sino como desarrollo o ejecución del contrato, y no estará sujeta sino a simple
registro en la cámara de comercio, mediante copias del acta o acuerdo en que conste la
designación o la revocación.
Las cámaras se abstendrán, no obstante, de hacer la inscripción de la designación o
revocación cuando no se hayan observado respecto de las mismas las prescripciones de
la ley o del contrato.
La revocación o reemplazo de los funcionarios a que se refiere este artículo se hará con el
quórum y la mayoría de votos prescritos en la ley o en el contrato para su designación
[11]
Superintendencia de Sociedades, Resolución. N° 241-02456 de junio 2 de 1992
[12]
Como se dijo, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 22 de la Ley 222 de
1995, son administradores, el representante legal, el liquidador, el factor, los miembros
de juntas o consejos directivos y quienes de acuerdo con los estatutos ejerzan o detenten
esas funciones.
[13]
La administración de la sociedad colectiva corresponderá a todos y cada uno de los
socios, quienes podrán delegarla en sus consocios o en extraños (Código de Comercio
art. 310) La administración de la sociedad en comandita estará a cargo de los socios
colectivos, quienes podrán ejercerla directamente o por sus delegados (Código de
Comercio art. 326) La representación de la sociedad de responsabilidad limitada y la
administración de sus negocios sociales corresponde a todos y a cada uno de los socio ,
pero la junta de socios podrá delegar la representación y la administración de la sociedad
en un gerente, estableciendo de manera clara y precisa sus atribuciones. (Código de
comercio art. 358). La sociedad anónima tendrá por lo menos un representante legal, con
uno o más suplentes, designados por la junta directiva para períodos determinados,
quienes podrán ser reelegidos indefinidamente o removidos en cualquier tiempo. Los
estatutos podrán deferir esta designación a la asamblea. Código de Comercio art. 440)
[14]
No obstante, la designación o revocación de los representantes legales o revisores
fiscales no se considera reforma estatutaria y solo está sujeta al registro en la cámara de
comercio, de las copias del acta o acuerdo en que conste la designación o revocación.
(Código de Comercio art. 163)
[15]
Cf: Código de Procedimiento Civil, artículo 44. Código Contencioso Administrativo
artículo 137. Código Procesal del Trabajo, artículo 25.
[16]
Sentencia T-382 de 2002. M.P Marco Gerardo Monroy Cabra.
[17]
Código de Procedimiento Civil. Artículo 78: Modificado. D.E. 2282/89, art. 1º, num.
31. Imposibilidad de acompañar la prueba de la existencia o de la representación del
demandado. Cuando en la demanda se diga que no es posible acompañar la prueba de la
existencia o de la representación del demandado, se procederá así:
1. Si se indica la oficina donde puede hallarse dicha prueba, el juez librará oficio al
funcionario respectivo, para que a costa del demandante expida copia de los
correspondientes documentos en el término de cinco días. Allegados éstos, se resolverá
sobre la admisión de la demanda.
2. Cuando se ignore dónde se encuentra la mencionada prueba, pero se exprese el
nombre de la persona que representa al demandado y el lugar donde puede ser hallada,
se resolverá sobre la admisión de la demanda, y al ser admitida, en el mismo auto el juez
ordenará al expresado representante que con la contestación presente prueba de su
representación, y si fuere el caso, de la existencia de la persona jurídica que representa, o
que indique la oficina donde puede obtenerse, o que manifieste bajo juramento, que se
considera prestado con la presentación del escrito, no tener dicha representación.
Si aquél no cumple la orden, se le impondrá multa de diez a veinte salarios mínimos
mensuales y se le condenará en los perjuicios que con su silencio cause al demandante.
3. Cuando se ignore por el demandante y su apoderado quién es el representante del
demandado o el domicilio de éste, o el lugar donde se encuentre la prueba de su
representación, se procederá como dispone el artículo 318.
Las afirmaciones del demandante y de su apoderado se harán bajo juramento, que se
considerará prestado por la presentación de la demanda, suscrita por ambos.
Código de Procedimiento Civil. Artículo 318: Modificado. D.E. 2282/89, art. 1º, num.
147. Emplazamiento de quien debe ser notificado personalmente. Cuando el interesado
en una notificación personal manifieste bajo juramento, que se considerará prestado por
la presentación de la solicitud, que ignora la habitación y el lugar de trabajo de quien debe
ser notificado personalmente y que éste no figura en el directorio telefónico, o que se
encuentra ausente y no conoce su paradero, el juez ordenará el emplazamiento de dicha
persona por medio de edicto en el cual se expresará la naturaleza del proceso, el nombre
de las partes y la prevención de que se le designará curador ad litem si no comparece en
oportunidad.
El edicto se fijará por el término de veinte días en lugar visible de la Secretaría, y se
publicará por una vez y dentro del mismo término en un diario de amplia circulación en la
localidad, a juicio del juez, y por medio de una radiodifusora del lugar, si la hubiere, en las
horas comprendidas entre las siete de la mañana y las diez de la noche. La página del
diario en que aparezca la publicación y una constancia auténtica del administrador de la
emisora sobre su transmisión, se agregarán al expediente. El edicto será firmado
únicamente por el secretario.
Transcurridos cinco días a partir de la expiración del término del emplazamiento, sin que
el emplazado haya comparecido a notificarse, el juez le designará curador ad litem, con
quien se surtirá la notificación.
[18]
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación. Civil, Sentencia de mayo 16 de 2001.
Exp. 5708. M.P. José Fernando Ramírez Gómez.
[19]
Sentencia C-780 de 2001. M. P Jaime Córdoba Triviño
[20]
C.P Art. 189. Corresponde al Presidente de la República... 24. Ejercer, de acuerdo con
la ley, la inspección, vigilancia y control sobre las personas que realicen actividades
financiera, bursátil, aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo,
aprovechamiento o inversión de recursos captados del público. Así mismo, sobre las
entidades cooperativas y las sociedades mercantiles.
[21]
Cf. Ley 222 de 1995, artículo 118.
[22]
Ibidem artículo 207.
[23]
M.P Jorge Arango Mejía
[24]
Sentencia C-538 de 1997, M.P Eduardo Cifuentes Muñoz.
[25]
Superintendencia de Sociedades, Oficio 220-40463 del 21 de julio de 1998.
[26]
Decreto Ley 2351 de 1965, artículo 5°, numeral 2°: “El contrato a término indefinido
tendrá vigencia mientras subsistan las causas que le dieron origen y la materia del
trabajo. Con todo, el trabajador podrá darlo por terminado mediante aviso escrito con
antelación no inferior a treinta (30) días, para que el patrono lo remplace.”