(CF) CARTA DE FORMACIÓN 04 - Marcelino Champagnat PDF

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MOVIMIENTO REMAR - VENEZUELA CARTA DE FORMACIÓN 04 - 1

MOVIMIENTO REMAR - VENEZUELA

MUY QUERIDO JOVEN REMERO:

Disculpa que comience así la carta, pero es mi costumbre


cuando escribo a los amigos. Me vas a disculpar también que te
robe unos minutos de tu tiempo, pues me ha dicho tu Timonel que
estás trabajando mucho.

Siempre he tenido pasión por los jóvenes y niños y sabiendo que


estás en REMAR voy a conversar un ratito contigo, ya que todos los
remeros son mis amigos.

Primeramente voy a presentarme para no entrar en tu casa


como un desconocido que se "colea" en una fiesta. Prefiero entrar
por la puerta grande de tu amistad.

Mira, soy un hombre sencillo, de campo, del interior. Nací en


un pueblecito francés llamado ROSEY. Justo en 1789. Nací con la
REVOLUCIÓN FRANCESA. La Revolución y yo somos casi morochos.
Una familia numerosa, diez hermanos. Entonces no existían métodos de control de la
natalidad. Menos mal, pues si no, es posible que yo no te pudiera escribir estas líneas.

Papá era, a la vez, comerciante, labrador, molinero y revolucionario. Yo estaba


orgulloso de papá. Era el hombre importante del pueblo y alrededores. El revolucionario
bueno, idealista y práctico a la vez. Era, sin embargo, el guardián de la revolución.
"NUESTROS DERECHOS ERAN DESCONOCIDOS, LOS HEMOS RECUPERADO... HEMOS RECUPERADO LA LIBERTAD". Así decía muchas
veces el buen hombre.

Papá debía detener y confiscar los bienes de las personas


antirrevolucionarias. Y hasta meter en la cárcel a los catequistas
y curas opuestos al régimen.

Es cierto que algunos de estos poderes no los debió de tomar


muy en serio, pues en distintos momentos le acusan de
negligente. Aunque, a veces, se pasó un "pelin", como dicen
ustedes. Por ejemplo, en aquella ocasión en que predicó en la
iglesia de Marlhes, convertida en TEMPLO DE LA DIOSA RAZÓN.
Tenía yo cinco años. Resaltó la buena cosecha y la atribuyó a los
aires revolucionarios. Seis días más tarde una "helada" lo echó
todo a perder. Mamá se pudo reír de aquella pedantería de papá.
Ella que creía más en la Providencia que en la tan cacareada "diosa razón".
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Papá llegó a ocupar altos cargos revolucionarios:


secretario del ayuntamiento, coronel de la Guardia Nacional,
juez de paz, alcalde del municipio y presidente de las fiestas
revolucionarias alrededor del árbol de la Libertad.
Lo que no sé es cómo pudo compaginar estas actividades
revolucionarias con el hecho de haber ocultado en casa a
algunos sacerdotes para salvarlos del terror. Quizás fuese
porque en casa mandaba mamá, y ahí no valían revoluciones...

También vivía con nosotros una tía religiosa expulsada del convento por la revolución.
Era hermana de papá. Mamá y mi tía influyeron mucho en mi vida. Santas mujeres, de
verdad. Mamá era enérgica, firme, activa, amiga del orden. Y muy creyente. Las dos tenían
un GRAN AMOR A MARÍA.

Es decir, que mi infancia transcurrió a caballo de dos visiones


distintas:
• Las nuevas ideas revolucionarias de papá y
• la tradición familiar y cristiana de mamá y tía Luisa.

Para mi fue una experiencia sumamente interesante, pues me


situaron en un punto de equilibrio, y me sirvieron mucho en el futuro.

Y hablando de mi infancia, es curioso saber cuál fue mi primera


resolución revolucionaria:

Andaba yo por los once años. Era el hijo del alcalde del
municipio. Mis padres me llevaron a la escuela. Era el primer
contacto con la cultura. El maestro me llamó junto a él para
hacerme leer. Otro compañero se adelantó. El maestro, para
congraciarse conmigo propinó una tremenda cachetada al
compañero. Yo temblaba de pies a cabeza y no veía las letras. Fue
entonces cuando tomé la primera decisión formal de mi vida: NO
VOLVERÉ MAS A LA ESCUELA..
Y a pesar de lo mucho que insistieron mis padres, no volví a
la escuela.

No eran esos los aires que nos


traía la revolución de
igualdad, libertad y fraternidad.

Esta anécdota la contaría más tarde muchas veces a mis


hermanos, pidiéndoles que hicieran de la ESCUELA UN
HOGAR, y no una sala de torturas y castigos.

Así que dejé la escuela y me dediqué al trabajo del


campo. Aprendí a cultivar las tierras, la ganadería, la
albañilería, molienda. En la cría de corderos llegué a
ahorrar la respetable cantidad de 600 francos. El salario
diario era entonces de un franco. Así que a mis catorce
tenía ya todo un capital.
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Inesperadamente llegó un sacerdote a la casa. De repente me dijo:


"Hijo, tienes que estudiar latín y hacerte sacerdote. ¡Dios lo quiere!”.

Fue la segunda resolución de mi vida: "Seré sacerdote, puesto que


DIOS LO QUIERE". Tenía yo quince años. Que conste que esta
resolución me costó mucho más que la primera. Apenas si sabia leer y
escribir. De todas formas, la decisión estaba tomada. Me fui con mi
cuñado Benito Arnaud para recibir clases.

Un año muy duro. Más de una vez me acordé de los corderos... El


informe de mi cuñado no podía ser más negativo: "MARCELINO SE
EMPEÑA EN SEGUIR LOS ESTUDIOS, PERO SERÍA UN ERROR DEJARLE
CONTINUAR, PUES CARECE DE DOTES PARA LOGRAR LO QUE QUIERE”.

A pesar del informe me fui al Seminario de Verriéres.


Tenía dieciséis años. Otro año duro para mi. Mi aire montañés,
sencillo y franco, unido a mi poca preparación, me hizo
acreedor a las burlas de los compañeros más jóvenes que yo. Un
poco para librarme de las burlas de ellos y otro poco por mi
carácter alegre, me uní en seguida a la famosa BANDA
ALEGRE. Era famosa en todo el Seminario. Nos gustaban las
bromas y las tabernas más que el estudio. Resultado final:
DEBO DEJAR EL SEMINARIO. Para entonces había muerto
papá. Mamá que siempre quiso un hijo sacerdote, no se
conformó con el resultado.

Peregriné con ella a la Louvesc, a 40 kilómetros de Rosey. Acepté sus merecidos regaños y
de nuevo volví al Seminario, gracias a las gestiones de mamá ante los superiores. Este fracaso
fue duro para mi. Me sentí inútil, pero volvió a surgir en mi el grupo: "SERÉ SACERDOTE, PUESTO QUE DIOS
LO QUIERE". Ahora veo que esto se convirtió para mi en un HECHO AMIGO. Dejé la BANDA
ALEGRE, dije adiós a las tabernas y empecé a creer, de verdad, en el buen Padre Dios.

Más tarde, recordando las enormes dificultades que experimenté yo para librarme del
analfabetismo y la incultura, escribiría al rey en estos términos:

"Majestad, nacido en un pueblecito montañés no llegué a saber leer ni escribir sino después de
sacrificios infinitos, por falta de maestros capaces. Desde entonces comprendí la urgente necesidad de
crear una sociedad que pudiera, con menos dificultades, proporcionar a los niños de los campos una
buena educación".

Era con el fin de que autorizara legalmente la naciente


congregación de los "PEQUEÑOS HERMANOS DE MARÍA".
Pues también en esto tuve enormes dificultades. Parece mentira
que a uno que sólo busca hacer el bien a la gente marginada le
pongan tantas trabas. ¿No crees que más bien deberían ayudar
a esas personas?
Aunque de las dificultades y pruebas te voy a hablar en
otra carta, pues es uno de los capítulos más interesantes de mi
vida. Ya veo que me estoy alargando. Por otra parte sabes que
me gusta estar con niños y jóvenes.
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Hablando de esto te diré cómo me agradaba decir a los niños lo


mucho que Dios les ama. Yo estoy convencido que el niño que
experimenta la TERNURA DEL BUEN PADRE DIOS en su vida será
una persona feliz y un HOMBRE DE BIEN. Una de las mayores
satisfacciones la recibí como CATEQUISTA. ¿Puede haber algo más
noble y sublime que educar a los hombres en el camino de Dios? No hay
misión que se pueda comparar a eso. Es indescriptible la alegría que yo
sentía cuando veía que hasta los niños de los caseríos más lejanos venían
a mi catequesis aunque tuviesen que caminar varios kilómetros en la
madrugada fría de aquellos parajes montañosos. No te imaginas lo bello
que es contemplar la mirada de los niños cuando uno les habla de Jesús
Por eso sufría tanto cuando veía que los jóvenes se alejaban de
Dios. "VER OFENDER A DIOS Y PERDERSE LAS ALMAS ES ALGO QUE PARA
MÍ RESULTA INSOPORTABLE Y ME PARTE EL ALMA". Cuando uno descubre la bondad de Dios
no se resigna a aceptar, así no más, que esa bondad pueda ser ofendida,
olvidada o despreciada. No sé si tú estarás en "la jugada". O si esto "será
cool para tus panas" o no. Si quieres ser "mi pana", éste es mi punto débil.

Me gusta mucho de REMAR eso de: "CRISTOS JÓVENES PARA AMÉRICA


LATINA". Es difícil, no te vayas a creer, pero vale la pena luchar por esta
causa. Te lo digo yo que ya sé lo que significa "VIVIR EN PLENITUD LA
ALEGRíA DE JESUS".

De seminarista tengo todavía un grato recuerdo que no quisiera dejar de comentar


contigo. Me imagino que tú ya habrás pasado por la experiencia de algún enamoramiento.
¡Qué cosa más bonita estar enamorado! La vida se hace más bella, todo se hace fácil y la mirada
se ilumina. Y es que el amor hace las cosas bonitas. Yo también de joven pasé esta experiencia.
Lo bueno es que me duró el enamoramiento toda la vida. Fue de lo mejor de mi vida.

Había en la ciudad de Lyon una montaña. Yo subía siempre que


podía para decirle a mi enamorada todo lo que sentía por ella. Y
también se me iluminaban los ojos cuando la miraba con tanto
cariño que parecía que el corazón me iba a estallar. ¿Quieres que te
diga el nombre de la joven? Se llama MARÍA. Porque vive todavía. Y
más joven que nunca. Cada día más joven y más bella. ¡Cuántas cosas
no soñé yo a sus pies en el Santuario de Fourviere! Allí me consagré
para siempre a su servicio. Allí soñé con los "PEQUEÑOS
HERMANOS DE MARÍA". Allí, en su mirada, vi tu mirada de
joven, hambrienta de fe, comprensión e ideales. Allí fue en realidad
donde nacieron los HERMANOS MARISTAS. En el regazo de Maria.
Éste ha sido en realidad mi gran amor juvenil. Y ¡qué feliz me sentía
yo entonces, soñando con ideales!

Me imagino que tú, como buen remero, amarás mucho a Maria, estrella de
tus mares sin orillas.

Tenía veintisiete años cuando llegué en 1816 a La Valla. ¡Cómo amaba yo


aquellas pobres gentes! Me impresionaron sobre todo varias cosas: SU MISERIA
MORAL, SU INCULTURA, EL ANALFABETISMO, LA IGNORANCIA RELIGIOSA, LA
ESCASEZ DE MAESTROS Y TANTA GENTE ABANDONADA EN MEDIO DE
CASERÍOS PERDIDOS POR LAS MONTAÑAS.
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¡Cuántas caminatas por aquellas montañas, llenas de nieve o quemadas por el sol! Si se
juntara todo el sudor que dejé por aquellos senderos, bien me podría dar un baño. Pero tuve el
consuelo de que no se muriese ningún enfermo sin que yo estuviese a su lado para darle la paz
de Dios y mi cariño.

El Señor me regaló una naturaleza fuerte. Recuerdo un hecho que se comentó mucho en
los caseríos de aquella región. Y me dio cierta popularidad entre aquellas personas sencillas. Se
trataba de un enfermo. El caserío estaba bastante lejos. Era una pobre anciana. Nevaba
mucho. Mi acompañante se cansó tanto que lo tuve que cargar a mis espaldas y. dejarlo luego
en la casa más próxima. Yo tomé el bastón y continué viaje hasta llegar a la casa de la
enferma.

Pero la experiencia que más adentro me llegó fue en


otra ocasión, al visitar a un joven moribundo de unos doce
años. El pobre no sabia nada de nada. Nadie le habló jamás
del buen Dios. Nadie le enseñó a leer... No llegó a este joven
la revolución burguesa, porque él no era burgués. Para mi,
este hecho tomó carácter de ACONTECIMIENTO. El
encuentro con este joven marginado me decidió a poner en
práctica, de INMEDIATO, la idea que ya tenía siendo
seminarista. Recuerdo todavía como si fuese hoy aquel
atardecer, aquel rostro joven, su mirada moribunda...

Cuando bajaba a La Valla, las piernas me temblaban


por la emoción de lo vivido... No podía apartar la mirada
del joven... Aquella mirada me gritaba, me cuestionaba... Y
en el horizonte empecé a buscar en las miradas de los
jóvenes de mi parroquia: ¿Quién serviría para realizar el
proyecto soñado? ¿Habría algún joven dispuesto a decir SÍ?
¿Algún revolucionario que quisiera luchar por una
sociedad más justa, una sociedad en la que no haya
marginados, ni jóvenes sin Dios...?

Y de inmediato me puse a buscar a esos jóvenes. Les enseñaría a leer y escribir, aunque
fuesen analfabetos. Y sobre todo les enseñaría a realizar una verdadera LECTURA DE
NECESIDADES.

Así de sencillo nacieron los primeros


HERMANOS MARISTAS.

Todavía hoy me agrada mirar el mapa y


observar los lugares de trabajo de mis
Hermanos del siglo XX. Y no sabes cómo me
parte el alma el ver tantos miles de niños y
jóvenes que en Venezuela están abandonados,
marginados de todo, sin cariño, sin padres, sin
Dios y sin nada. Me gusta hablar con los niños
"vende-periódicos", con los "limpia-botas",
perdidos en la calle...
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Y miro tantas miradas perdidas de jóvenes venezolanos para ver si alguno escucha mi
grito y el grito de tantos niños y jóvenes... Pero muchas veces la mirada se pierde en el vacío...
Se ve que no estoy en "honda"... Y esto me entristece. Por eso comento esto contigo. A ver qué
me dice tu mirada.

En fin, seguiría contigo horas y horas. Pero estoy abusando ya demasiado. Hay todavía
muchas cosas que quisiera compartir contigo. Acaso para otro día, si es que tú quieres seguir el
diálogo.

De momento, me ilusiona recibir tu respuesta. De verdad, porque a los santos también nos
gusta bajar a la tierra y escuchar y hablar con ustedes los jóvenes.

Espero tu respuesta. Aquí no hay problema de correo ni de servicios públicos. Apenas


escribes y yo ya la recibí.

Un abrazo muy fuerte para ti y todos tus amigos,

TRABAJO PERSONAL

ca rta d e M arcelino
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Champagnat. ida d y s inceridad
crea ti v
la extensión, n do que escribes
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que desees, im h a m pagnat.
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