La Verdad Sobre El Diezmo en El Evangelicalismo

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La verdad sobre el diezmo en el evangelicalismo

1. El diezmo en la Biblia
1.1. AT
1.2. Mishna
1.3. Talmud

2. El diezmo en la tradición patrística

No está en los documentos patrísticos del primer siglo.

Primera mención: Ireneo de Lyon en su Epideixis (Demostración de la doctrina cristiana). Párrafo 96.

96. Por lo tanto no necesitamos de la ley como pedagogo; he aquí que nosotros hablamos con el Padre y
estamos en su presencia convertidos en niños sin malicia y afincados en la justicia y honestidad. La Ley,
en efecto, no afirmará más: no cometer adulterio a aquel que ni siquiera ha deseado la mujer de otro; o
no matar a aquel que ha erradicado de sí la ira y la enemistad; o no desear el campo de tu vecino, su
buey o su asno a los que no tienen ambición por las cosas terrenas sino que acopian provisiones para el
cielo; ni siquiera ojo por ojo, diente por diente a quien no tiene enemigos y a todos trata como prójimo y
por eso no levanta la mano para vengarse; no exigirá los diezmos de quien ha consagrado a Dios todos
sus bienes y ha dejado padre, madre y toda su familia para seguir al Verbo de Dios . Ya no mandará
guardar un día de descanso al que todos los días observa el sábado, es decir, al que rinde culto a Dios en
el templo de Dios que es el cuerpo del hombre y practica siempre la justicia. Prefiero misericordia, dice,
al sacrificio, el conocimiento de Dios a los holocaustos. Pero el impío que inmola un ternero es como si
matase a un perro, y cuando ofrece flor de harina es como si ofreciese sangre de cerdo (Is 66,3). Y todo
el que invocare el nombre del Señor se salvará (Hch 2,21; Rm 10,13; Jl 2,32 (Vulg.)), y ningún otro
nombre se nos ha dado bajo el cielo por el cual los hombres se salven (Hch 4,12) si no es el nombre de
Dios, Jesucristo, Hijo de Dios, al que obedecen todos los demonios, los espíritus malvados y todas las
potencias rebeldes.

Clemente de Roma (Siglo I): Que las ofrendas y servicios que Él ordena sean
ejecutados con cuidado, y no precipitadamente o en desorden, sino a TIEMPO Y
SAZON debida. Y donde y por quien Él quiere que sean realizados, Él mismo lo
ha establecido con su voluntad suprema; que todas las cosas sean hechas con
piedad, en conformidad con su beneplácito para que puedan ser aceptables a su
voluntad. Así pues, los que hacen sus ofrendas al tiempo debido son aceptables
y benditos, porque siguiendo lo instituido por el Señor, no pueden andar
descaminados. Porque al sumo sacerdote se le asignan sus servicios propios, y a
los sacerdotes se les asigna su oficio propio, y a los levitas sus propias
ministraciones. El laico debe someterse a las ordenanzas para el laico.
(Epístola a los Corintios, cap. 40)

Ireneo Lyon( 130 D.C):“Los primeros tenían dedicados a lo sagrado solamente la


décima parte de sus bienes, mientras que los que recibieron la libertad
destinan todos sus bienes para uso del Señor, … como aquella viuda pobre que
echó todo su sustento en la sala del tesoro de Dios.” (Contra las herejías, de
Ireneo, c. 180 E.C.)

Y por este motivo el Señor en vez de “No cometerás adulterio”, prohíbe incluso
la concupiscencia; y en vez del [mandamiento] que dice así: “No matarás”, Él
prohíbe el enojo; y en vez de la ley que obliga a dar diezmos, compartir todas
nuestras posesiones con los pobres; y no solo amar solo a nuestros prójimos,
sino incluso a nuestros enemigos; y no simplemente ser dadores liberales, sino
incluso que deberíamos presentar un regalo gratuito a aquellos que toman
nuestros bienes.
(Contra los Herejes, libro IV, cap. 13; ANF 1.477)

Tertuliano (160 D.C): “Aunque tenemos una especie de caja, sus ingresos no
provienen de cuotas fijas, como si con ello se pusiera un precio a la religión,
sino que cada uno, si quiere o si puede, aporta una pequeña cantidad el día
señalado de cada mes o cuando quiere. En esto no hay compulsión [u
obligación] alguna.”
(El Apologético, de Tertuliano, c. 197 E.C.)

Didascalia Apostolorum (Siglo III):

Es un libro que se tenía la creencia de haber sido escrito en el concilio de


Jerusalén por los apóstoles, la verdad; este libro data del siglo III.

Aparten ofrendas, diezmos y primicias a Cristo, el verdadero Sumo Sacerdote, y


a sus ministros, diezmos de salvación para Él…. Hoy las abluciones son
ofrecidas mediante los obispos al Señor Dios. Porque ellos son sus sumos
sacerdotes; porque los sacerdotes y levitas ahora son los ancianos
(presbuteros) y diáconos, y los huérfanos y las viudas.”… Por lo tanto, amen al
obispo como a un padre, y témanlo como a un rey, y hónrenlo como a Dios. Sus
frutos y la obra de sus manos preséntenle a él, para que ustedes puedan ser
bendecidos; sus primicias y sus diezmos y sus votos y sus ofrendas denle a él;
porque él necesita de ellos para ser sustentado; y para también dispensar a
aquellos que están en necesidad.
(Didascalia Apostolorum Cap. IX)

Hilario de Poitiers (315-367): El Señor los denunció por esconder sus intenciones
y ocultar sus pecados. Ellos hacían lo que la ley prescribía al diezmar la menta y
el eneldo, para que de esa manera los demás creyeran que cumplían la Ley. Sin
embargo, ellos olvidaban la misericordia, la justicia, la fidelidad, y todo
sentimiento de benevolencia, los cuales son su verdadero deber hacia la
humanidad. La práctica de diezmar las hierbas, que era útil para prefigurar lo
futuro, no debería ser omitida. Es apropiado que sea practicado, para realizar
obras de fidelidad, justicia y misericordia, no como una imitación fingida, sino en
la verdad de una voluntad tenaz. Debido a que hay menos sacrilegio en omitir el
diezmo de las hierbas que al omitir el deber de la benevolencia, el Señor los
amonesta por su diligencia en colar el mosquito, pero tragar el camello. En otras
palabras, evitaban pecados pequeños, pero permitían pecados más graves.
(D. H. Williams trad. The Fathers of the Church: St. Hilary of Poitiers’
Commentary on Matthew (Washington DC: CUA Press, 2012), pág. 243-244)

Ambrosio de Milán(337-397): Debes pagar tus diezmos fielmente, pero nunca


ofrezcas lo peor ni lo menor a Dios, ni de tus cultivos, ni de tu vino, ni de tus
árboles frutales, ni de tu ganado, ni de tu jardín, ni de tus transacciones
comerciales, ni de tu caza. De todas las cosas que Dios ha dado al hombre se ha
reservado una décima parta para sí mismo. Por lo tanto, no está permitido
retener lo que Dios ha reservado para sí mismo.
(Homilía XXXIII, citado en Francis Plowden, The Principles and Law of Tithing
(Londres, C. and R. Baldwin, 1086), 45

San Jerónimo(340-420): Ahora, quien es la porción del Señor, o tiene al Señor


como porción, debe poseer lo que el Señor posee…. Por lo tanto, si yo soy
porción del Señor y de la línea de su herencia, no he recibido porción entre las
tribus restantes; sino que, al igual que los sacerdotes y levitas, vivo del diezmo y
sirvo en el altar y soy sustentado mediante sus ofrendas.
(Carta LII a Nepociano; NPNF 6.91)

Juan Crisóstomo(347-407): En cierta ocasión alguien me dijo con asombro


acerca de otra persona: “¿Por qué tal otro da diezmos?” ¡Cuanta desgracia
implica esta expresión! ¿Por qué lo que no era un asunto de asombro con los
judíos ha llegado a serlo en el caso de los cristianos? Si en ese entonces había
peligro en olvidar los diezmos, ¡Piensen cuánto peligro debe haber ahora!
(Homilía sobre Efesios; NPNF, 1.13.69)

Constituciones Apostólicas (siglo IV): Déjenle [al obispo] usar los diezmos y


primicias, que son dadas de acuerdo al mandato de Dios, como un hombre de
Dios; y también déjenle repartir en una manera correcta las ofrendas de buena
voluntad que son traídas para los pobres, los huérfanos, las viudas, los afligidos
y los extraños en problemas, teniendo a Dios como examinador de estas cuentas
que ha puesto a disposición de él…
(Constituciones Apostólicas, libro II, sec. IV, cap. XV; ANF 7.408-409)

Por lo tanto hermanos, ustedes deben traer sus sacrificios y sus oblaciones al
obispo, como su sumo sacerdote, ya sea ustedes mismos o mediante los
diáconos; y no solo traigan esto, sino también sus primicias, y sus diezmos, y
sus ofrendas voluntarias.
(Constituciones Apostólicas, libro II, sec. IV, cap. XXVII; 410)
San Agustín (354-430): Muchos católicos usan esta cita de este Santo Doctor
para decir que el diezmo fue invalido, ya que san Agustín lo rechazo.

Entonces, ¿han de perder sus bienes? Dijo: Repartan, no «Denlo todo». Reserven
para sí lo suficiente o más de lo suficiente. De esto demos una cierta parte. ¿Qué
parte? ¿Una décima parte? Los diezmos los daban los escribas y los fariseos.
Avergoncémonos, hermanos; la décima parte la daban aquellos por quienes
Cristo aún no había derramado su sangre, Por si piensas que haces algo grande
porque partes tu pan con el pobre, cosa que apenas significa una milésima parte
de tus posibilidades …
(Sermón 85; 5)

Pero con el tiempo, San Agustín, acepta de agrado el diezmo; después escribió lo
siguiente:

Tras estas palabras de Jesús, sin duda pensaron los fariseos en las limosnas que
daban. Pero ¿cómo las daban? Diezmaban todos sus bienes: de todos los frutos
apartaban la décima parte y la donaban. Cosa que no hace fácilmente un
cristiano cualquiera…Y en su interior se mofaron de quien decía tales cosas
como si hablase a hombres que no practicaban la limosna. Sabiéndolo el Señor,
añadió a continuación: Con todo, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, que pagáis
el diezmo de la menta, del comino, de la ruda y de todas las hortalizas. Para que
lo sepáis, conozco vuestras limosnas. Es cierto; ésas son vuestras
limosnas, ésos vuestros diezmos. Diezmáis incluso los frutos de vuestros
productos más diminutos e insignificantes, pero habéis abandonado las cosas
más importantes de la ley: el juicio y la caridad. Prestad atención. Habéis
abandonado el juicio y la caridad y dais el diezmo de las hortalizas. Eso no es
hacer limosna. También conviene hacer esto —les dijo—; pero no hay que omitir
lo otro. ¿Qué hay que hacer? El juicio y la caridad, la justicia y la misericordia, y
no omitir lo otro. Haced aquello, pero anteponed esto.
(Sermón 106; 3)

Epístola de Clemente de Roma a los Corintios (95 d.C.)

Clemente de Roma, en su epístola a la iglesia de Corinto escrita alrededor del


año 95, escribió la siguiente oscura referencia:

Que las ofrendas y servicios que Él ordena sean ejecutados con cuidado, y no
precipitadamente o en desorden, sino a su tiempo y sazón debida. Y donde y por
quien Él quiere que sean realizados, Él mismo lo ha establecido con su
voluntad suprema; que todas las cosas sean hechas con piedad, en conformidad
con su beneplácito para que puedan ser aceptables a su voluntad. Así pues, los
que hacen sus ofrendas al tiempo debido son aceptables y benditos, porque
siguiendo lo instituido por el Señor, no pueden andar descaminados. Porque al
sumo sacerdote se le asignan sus servicios propios, y a los sacerdotes se les
asigna su oficio propio, y a los levitas sus propias ministraciones. El laico debe
someterse a las ordenanzas para el laico.[18]

Clemente no habla de diezmos en este pasaje, sino de “ofrendas” y “servicios”.


Pero estas ofrendas no son del tipo libre y voluntario, sino que han sido
establecidas por Dios para ser entregadas a su debido “tiempo y sazón”. Para
concluir, Clemente compara estas ofrendas con el accionar de los sacerdotes y
levitas. Sin duda esta oscura referencia merece un estudio más profundo, sin
embargo, podría tratarse de la mención extra-bíblica más antigua del diezmo
entre los cristianos.

Ireneo de Lyon (130-202)

Un caso particular es Ireneo, el Obispo de Lyon, quien se destaca por no apoyar


la práctica de diezmar. Sin embargo, su caso es especial por varios motivos.
Primero, porque sus libros eran de carácter apologético, no doctrinal ni
exegético. Su intención no era la de explicar las doctrinas y prácticas verdaderas
de los cristianos, sino refutar las herejías de su tiempo. Además, es claro que
Ireneo no se oponía a que los creyentes donaran con el objetivo de sostener a la
iglesia, de hecho, él creía que los donativos de los creyentes debían superar el
10% e incluir, potencialmente, todos los bienes de los creyentes.

Y por este motivo el Señor en vez de [mandar] “No cometerás adulterio”,


prohíbe incluso la concupiscencia; y en vez del [mandamiento] que dice así:
“No matarás”, Él prohíbe el enojo; y en vez de [mandar] la ley que obliga a dar
diezmos, [Él ordena] compartir todas nuestras posesiones con los pobres; y no
solo amar solo a nuestros prójimos, sino incluso a nuestros enemigos; y no
simplemente ser dadores liberales, sino incluso que deberíamos presentar un
regalo gratuito a aquellos que toman nuestros bienes. [19]

Y la clase de oblaciones en general no ha sido descartada; porque había


oblaciones allí [entre los judíos], y hay oblaciones aquí [entre los cristianos].
Había sacrificias entre el pueblo [judío]; también hay sacrificios aquí, en la
Iglesia: pero las especias han cambiado, porque las ofrendas ahora son
entregadas por hombres libres, no por esclavo. Porque el Señor uno y el mismo;
pero el carácter de la oblación servil es particular, como también lo es la de
hombres libres, para, mediante las mismas oblaciones, indicar la libertad que
han recibido. Porque en Él no hay sin propósito, nada sin significado, nada sin
diseño. Y por este motivo ellos [los judíos] de hecho tenían que consagrarlos
diezmos de sus bienes a Él, pero aquellos que han recibido libertad separan
todas sus posesiones para los propósitos del Señor, otorgando alegremente y
libremente no las partes menos valiosas de su propiedad, dado que tienen la
esperanza de cosas mejores; tal como la pobre viuda de dio todo lo que tenía a la
tesorería de Dios.[20]

Tertuliano (160-230)

Tertualino, en su Apología describió el sistema usado para el mantenimiento de


la iglesia cristiana en su tiempo:

Las cosas de Dios no se venden ni compran de ninguna manera. Aunque


tenemos nuestro fondo de tesorería, no está compuesto de dinero provenientes
de compras, como si la religión tuviera un precio. En el día mensual, el que
quiere, pone una pequeña donación; pero solo si así lo desea, y solo si es
capaz; porque no hay obligación; todo es voluntario. [21]

Este sistema descrito por Tertuliano claramente no se refiere al diezmo, ya que


era voluntario. Cada persona que así lo deseaba entregaba un donativo una vez
al mes. Tertuliano no especifica en que día se entregaban ofrendas, solo que se
hacía mensualmente.

Curiosamente, aunque Tertuliano claramente no practicaba la entrega de


diezmos, tampoco existe ninguna declaración suya en la que se oponga a esta
práctica, incluso en los pasajes en que habla del diezmo o temas relacionados a
él.[22]

Orígenes (185-254)

Este un caso especial, Orígenes el famoso maestro de Alejandría, tenía una


posición ambivalente acerca del diezmo. Él declara que los cristianos tenían la
costumbre de entregar “primicias”, [23] lo cual típicamente en los escritos
patrísticos incluye también diezmos y ofrendas. Sin embargo, Orígenes declara
que él mismo no practicaba el diezmo.[24] Probablemente los alumnos y lectores
de Orígenes tampoco solían practicar el diezmo.

Didascalia Apostolorum (Siglo III)

La Didascalia Apostolorum, un manual eclesiástico del siglo III, posiblemente


escrito en el 230,[25] declara lo siguiente: “Aparten ofrendas, diezmos y primicias
a Cristo, el verdadero Sumo Sacerdote, y a sus ministros, diezmos de salvación
para Él…. Hoy las abluciones son ofrecidas mediante los obispos al Señor Dios.
Porque ellos son sus sumos sacerdotes; porque los sacerdotes y levitas ahora son
los ancianos (presbuteros) y diáconos, y los huérfanos y las viudas.” [26]

El concepto del diezmo que se encuentra en este documento proviene del


Antiguo Testamento, y no directamente del principio universal del diezmo que
puede encontrarse en Génesis. La Didascalia no solo defiende la entrega de
primicias y segundos diezmos destinados a los huérfanos y las viudas, sino para
el mantenimiento del ministerio.

Por lo tanto, amen al obispo como a un padre, y témanlo como a un rey, y


hónrenlo como a Dios. Sus frutos y la obra de sus manos preséntenle a él, para
que ustedes puedan ser bendecidos; sus primicias y sus diezmos y sus votos y
sus ofrendas denle a él; porque él necesita de ellos para ser sustentado; y para
también dispensar a aquellos que están en necesidad. [27]

Cipriano de Cartago (200-258)

Cipriano, obispo de Cartago, nos da un panorama interesante de la iglesia


cristiana en el norte de áfrica. En su carta 65 Cipriano escribe en contra de los
obispos y presbíteros que, además de desempeñar sus actividades ministeriales,
se dedicaban a negocios mundanales. Él escribió:

Porque está escrito: “Ninguno que milita por Dios se enreda en los negocios de
la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.” (2 Tim. 2:4) Y se
dice que esto aplica a todos los hombres ¿cuánto más quienes están ocupados
con las cosas divinas y espirituales no deben estar atados por las ansiedades y
compromisos mundanales? La forma por la cual la ordenación y el
compromiso de los levitas, antiguamente guardada bajo la ley, permitió que,
cuando las once tribus dividieron la tierra y compartieron las posesiones, la
tribu levítica fue dejada libre para el temple y el altar, y para los ministerios
divinos, sin recibir ninguna porción de la división [de la tierra]; sino que
mientras otros cultivaban el suelo, esa porción (Leví) solo cultivaba el favor de
Dios, y recibía los diezmos de las once tribus para su alimento y
mantenimiento. Todo esto se realizaba mediante la autoridad y el plan divino,
para que aquellos que se encargaban del servicio divino no tuvieran que irse,
ni se vieran obligados a considerar o realizar negocios seculares. Este plan y
esta regla ahora se mantiene en lo que respecta a los clérigos, para que al ser
promovido mediante la ordenación clerical en la Iglesia del Señor no deban ser
llamados fuera de la administración divina, no estén atados a las ansiedades y
asuntos mundanos, para que no se retiren de los altares y sacrificios, pero
puedan servir día y noche en las cosas celestiales y espirituales” [28]

Metodio de Olimpia (250-311)

En su libro “El Banquete de las Doce Vírgenes” Metodio de Olimpia (250-311)


utilizó una complicada alegoría entre el mobiliario del Tabernáculo terrenal, y la
Iglesia cristiana para declarar que “diezmos y ofrendas voluntarias” debían ser
llevados al “altar encendido” del Tabernáculo, que simbolizaba a las órdenes
clericales de la Iglesia.[29]

Hilario de Poitiers (315-367)

El obispo de Poitiers también defendió la práctica de diezmar, aunque


reconociendo que también tenía una función prefigurativa. Según su
comprensión del diezmo, Hilario consideraba que olvidarse de dar a Dios la
décima parte de nuestras posesiones era un pecado:

El Señor los denunció por esconder sus intenciones y ocultar sus pecados. Ellos
hacían lo que la ley prescribía al diezmar la menta y el eneldo, para que de esa
manera los demás creyeran que cumplían la Ley. Sin embargo, ellos olvidaban
la misericordia, la justicia, la fidelidad, y todo sentimiento de benevolencia, los
cuales son su verdadero deber hacia la humanidad. La práctica de diezmar las
hierbas, que era útil para prefigurar lo futuro, no debería ser omitida. Es
apropiado que sea practicado, para realizar obras de fidelidad, justicia y
misericordia, no como una imitación fingida, sino en la verdad de una voluntad
tenaz. Debido a que hay menos sacrilegio en omitir el diezmo de las hierbas
que al omitir el deber de la benevolencia, el Señor los amonesta por su
diligencia en colar el mosquito, pero tragar el camello. En otras palabras,
evitaban pecados pequeños, pero permitían pecados más graves. [30]

Ambrosio de Milán (337-397)

Ambrosio fue muy explícito a la hora de afirmar la obligación de diezmar. Su


apoyo al diezmo no se basa en el sacerdocio levítico, sino en la soberanía que
Dios tiene sobre todas las cosas:

Debes pagar tus diezmos fielmente, pero nunca ofrezcas lo peor ni lo menor a
Dios, ni de tus cultivos, ni de tu vino, ni de tus árboles frutales, ni de tu ganado,
ni de tu jardín, ni de tus transacciones comerciales, ni de tu caza. De todas las
cosas que Dios ha dado al hombre se ha reservado una décima parta para sí
mismo. Por lo tanto, no está permitido retener lo que Dios ha reservado para sí
mismo”.[31]

Jerónimo (340-420)

Jerónimo de Estridón, el famoso erudito patrístico y autor de la Vulgata, fue sin


duda unos de los especialistas más influyentes de su tiempo. En varios de sus
escritos y cartas personas Jerónimo dejó en claro cuál era su posición acerca del
diezmo.

Un clérigo, por lo tanto, mientras sirve a la Iglesia de Cristo debe comprender


primero lo que su nombre significa; y luego, cuando entiende esto, debe
procurar llegar a ser lo que fue llamado. Porque dado que la palabra griega
κληρος que significa “porción” o “heredad”, los clérigos son llamados porque
son la porción del Señor o también porque el Señor es su parte y porción.
Ahora, quien es la porción del Señor, o tiene al Señor como porción, debe
poseer lo que el Señor posee…. Por lo tanto, si yo soy porción del Señor y de la
línea de su herencia, no he recibido porción entre las tribus restantes; sino que,
al igual que los sacerdotes y levitas, vivo del diezmo y sirvo en el altar y soy
sustentado mediante sus ofrendas.[32]

Eso que hemos dicho de los diezmos y primicias dadas por el pueblo de antaño
a los sacerdotes y levitas también lo entendemos para el pueblo cristiano,
quienes no solo reciben el mandato de dar diezmos y primicias, sino también de
venderlo todo y darlos a los pobres, y seguir a su Señor y Salvador. Y si no
hacemos esto, al menos imitemos los principios de los judíos dándole al pobre
una parte de todo [lo que poseemos], y pagando el debido honor a los sacerdotes
y levitas; porque él que no hace esto claramente engaña y defrauda a Dios. [33]

Juan Crisóstomo (347-407)

Juan Crisóstomo, el reconocido patriarca de Constantinopla, también defendió


la práctica de diezmar en sus homilías sobre Efesios:

Pobre de aquel, se dice, que no entrega limosnas, porque si esto era necesario
en el Pacto Antiguo, ¡cuánto más con el Nuevo! Si cuando conseguir riquezas,
disfrutarla y administrarla estaba permitido había una provisión para el
socorro del pobre, ¿cuánto más en esta Dispensación, cuando se nos ordenada
entregar todo lo que tenemos? ¿Qué fue lo que hicieron los antiguos? Ellos
entregaban diezmos, y diezmos sobre diezmos para los huérfanos, las viudas y
los extranjeros. En cierta ocasión alguien me dijo con asombro acerca de otra
persona: “¿Por qué tal otro da diezmos?” ¡Cuanta desgracia implica esta
expresión! ¿Por qué lo que no era un asunto de asombro con los judíos ha
llegado a serlo en el caso de los cristianos? Si en ese entonces había peligro en
olvidar los diezmos, ¡Piensen cuánto peligro debe haber ahora! [34]

Constituciones Apostólicas (Siglo IV)

Las Constituciones de los Santos Apóstoles o Constituciones Apostólicas es una


obra apócrifa supuestamente escrita por los 12 Apóstoles en el Concilio de
Jerusalén. En realidad fue escrita a fines del siglo IV, posiblemente alrededor el
año 380 en algún lugar de Siria.[35] Esta obra contiene instrucciones bastante
específicas acerca del diezmo:

Déjenle [al obispo] usar los diezmos y primicias, que son dadas de acuerdo al
mandato de Dios, como un hombre de Dios; y también déjenle repartir en una
manera correcta las ofrendas de buena voluntad que son traídas para los pobres,
los huérfanos, las viudas, los afligidos y los extraños en problemas, teniendo a
Dios como examinador de estas cuentas que ha puesto a disposición de él… De
la misma manera, el buey que trabaja en la cosecha sin un bozal realmente
come, pero no come todo; de la misma manera ustedes trabajan en la cosecha, es
decir, en la Iglesia de Dios, comen de la Iglesia. Como también era el caso de
los levitas, que servían en el tabernáculo del testimonio, que en todas las cosas
era una sombra de la Iglesia... Aquí, por lo tanto, los levitas también atendían el
tabernáculo y participaban de las cosas ofrecidas a Dios por todo el pueblo, es
decir, los regalos, las ofrendas, las primicias, los diezmos, los sacrificios y las
oblaciones; ellos, sus esposas, sus hijos y sus hijas. Dado que su trabajo era
ministrar el tabernáculo, ellos no tenían porción ni herencia en la tierra entre los
hijos de Israel, porque las oblaciones del pueblo eran la porción de Leví, y la
herencia de su tribu. Ustedes, por lo tanto, oh obispos, son para el pueblo
sacerdotes y levitas, ministrando en el tabernáculo santo, la santa iglesia
católica… Porque, así como suya es la carga, así también reciben como su fruto
el suministro de comida y otras necesidades… Porque no piensen que el puesto
de un obispo es una carga fácil o ligera. Porque así como cargan el peso, tienen
también el derecho de los frutos ante otros, y de repartir a aquellos que tienen
necesidad, rindiéndole cuentas a Él (Dios) que examinara sus cuentas sin
parcialidad. Porque quienes atienden a la Iglesia deben ser mantenidos por la
Iglesia, como si fueran sacerdotes levitas, presidentes y ministros de Dios. [36]

Es claro que las Constituciones Apostólicas defendían el derecho de los


ministros de vivir del evangelio, aunque también advertía acerca del abuso de
este derecho.[37] Las Constituciones también llamaban a los cristianos a aceptar el
derecho de sus líderes de recibir diezmos:

"Por lo tanto hermanos, ustedes deben traer sus sacrificios y sus oblaciones al
obispo, como su sumo sacerdote, ya sea ustedes mismos o mediante los
diáconos; y no solo traigan esto, sino también sus primicias, y sus diezmos, y
sus ofrendas voluntarias.”[38]

Por lo tanto, deben amar al obispo como vuestro padre, reverenciarlo como a
vuestro rey, y honrarlo como a vuestro señor, trayéndole vuestras frutas y la
obra de vuestras manos, porque [recibirás] una bendición sobre vosotros;
dándole vuestras primicias de vuestra cebada, vino, aceite y frutas otoñales, y
lana y de todas las cosas que el Señor les da a vosotros. Y vuestra ofrenda será
acepta como fragancia agradable para el Señor vuestro Dios; y el Señor
bendecirá las obras de vuestras manos y multiplicará las buenas cosas de la
tierra.[39]
Lo mismo aplica acerca de las primicias y diezmos. Que todas las primicias sean
traídas al obispo y a los presbíteros y a los diáconos para su mantenimiento;
pero que todo el diezmo sea para el mantenimiento del resto de los clérigos, y de
las vírgenes y las viudas y de todos aquellos bajo la penuria de la pobreza.
Porque las primicias le pertenecen a los sacerdotes, y a los diáconos que
ministran.[40]

San Agustín (354-430)

El renombrado obispo de Hipona no solo apoyaba el diezmo, sino que


consideraba que era demasiado poco dedicar el diez por ciento de las ganancias
a Dios:

Separa y aparta una suma fija ya sea de tus ganancias anuales o diarias, según
como te parezca, dando de tu capital… Separa parte de tu capital; una décima
parte si así quieres, aunque esto es poco. Porque está escrito que los fariseos
daban una décima parte: “Y ayuno dos veces a la semana, y doy diezmos de
todo lo que poseo” ¿Y qué dijo el Señor? “A menos que vuestra justicia supere
a la de los escribas y fariseos no entrarán en el reino de los Cielos”. Si aquel
cuya justicia debe ser superada daba una décima parte ¿por qué no das ni una
milésima parte? ¿Cómo lo superarás si al menos no lo igualas? [41]

“Demos una cierta parte [de nuestras posesiones]. ¿Qué parte? ¿Una décima
parte? Los escribas y fariseos daban diezmos por los que Cristo aún no había
derramado su sangre; así que no pienses que estás haciendo una cosa muy
grande al compartir tu pan con el pobre; porque eso apenas es una milésima
parte de tus recursos. No es que me parezca malo, al contrario, haz esto…. Pero
no puedes olvidar lo que Aquel que murió por nosotros dijo mientras estaba
vivo: “A menos que vuestra justicia supere a la de los escribas y fariseos no
entrarán en el reino de los Cielos”… Los escribas y fariseos daban una décima
parte. ¿Cuánto das tu? Pregúntate esto.

San Agustín no solo apoyaba la práctica de diezmar, respaldándose en las


palabras de Cristo, sino que consideraba que se debía superar la justicia de los
fariseos, dando más que solo el diez por ciento.

Además de ser un testimonio a favor del diezmo, San Agustín atestigua que los
cristianos diezmaban en tiempos anteriores al suyo.[42]
Juan Casiano (360-435)

Juan Casiano es un caso particular. Por un lado, él es un testimonio histórico


que muestra a cristianos entregando diezmos a monasterios, [43] pero por otro
lado, él se opuso fuertemente a esta práctica:

Pero los justos, para quienes la ley no fue establecida, y que dedican a deberes
espirituales no una pequeña parte, como la décima, sino todo el tiempo de sus
vidas, porque son libres de los diezmos según la ley… Porque en este caso no
un diezmo mezquino lo que es descartado, porque ellos ofrecen todo lo que
tienen al Señor, junto con su mismo ser.” [44]

Juan Casiano creía que el diezmo era parte de la ley mosaica y, por lo tanto, no
era aplicable para los cristianos. Continuar dando diezmos, para Casiano,
significa estar atado a la ley mosaica y ser esclavo del pecado. [45]

Evangelio de Pseudo-Nicodemo (Siglo IV)

El Evangelio de Nicodemo, un documenta apócrifo del siglo IV, declara que la


familia de Jesús luego de su resurrección se convirtieron en líderes del
cristianismo y eran “grandes siervos de Dios” que “recibían diezmos del pueblo
de los judíos [convertidos]”.[46]

Conclusión

Los ejemplos bíblicos acerca del diezmo demuestran que no es un mandato


restringido a los judíos bajo el sistema sacerdotal levítico. El diezmos nos
recuerda que Dios es el dueño de todo y que toda bendición material que
recibimos proviene de lo alto. Este principio trascendete y universal explica
porqué Abrahám y Jacoc ya practicaban el diezmo siglos antes de Moisés.

El principio del diezmo fue puesto en práctica bajo la teocracia de Israel y


observado por los judíos durante siglos. Jesús no rechazó el diezmo, ni siquiera
días antes de su muerte en la Cruz, cuando el Nuevo Pacto sería establecido.

Luego de los tiempos apostólicos, cuando ideas extrañas al cristianismo


primitivo se intrudujeron en la Iglesia, algunos teólogos rechazaron el diezmo al
considerar que solo era parte del sistema levítico y olvidándose del principio
universal detrás de este mandato divino. Sin embargo, durante siglos existieron
teólogos y escritores cristianos que defendieron la práctica de diezmar, siglos
antes de que el Concilio de Macón en el 587 lo estableciera como una práctica
oligatoria. Afirmar que los primeros cristianos desconocían o no practicaban el
diezmo es incorrecto. Aunque no existía un consenso absoluto sobre el tema, la
evidencia histórica demuestra que muchos de ellos practicaban el diezmo.

Referencias

1. Cf. Russell Kelly, Should the Church Teach Tithing? (Lincoln, NE:


iUniverse, 2000), 134-135. ↩︎

2. A Menos que se indique algo diferente, todas las referencias bíblicas han
sido tomadas de la Nueva Versión Internacional. ↩︎

3. Leland Ryken et al eds. Dictionary of Biblical Imagery (Westmont:


InterVarsity Press, 2010), 898. ↩︎

4. Posiblemente el Valle de Cedrón, en las cercanías de Jerusalén (Richard


Losch, All the Places in the Bible (Xlibris Corporation, 2013), 693). ↩︎

5. Kelly, 16. ↩︎

6. A esto se podría agregar que los únicos mandatos divinos que son
registrados son la prohibición de no comer del árbol del conocimiento del bien y
del mal (Gn. 2:16-17); la prohibición de comer sangre y derramar la sangre de
otra persona (Gn. 9:4-5). Además se puede contar la institución de la Pascua
(Ex. 12:1-27; 13:2-7). ↩︎

7. Existían excepciones si por algún motivo se deseaba utilizar el diezmo. La


cantidad y el tipo del rescate delineado por el Señor se explican en Levíticos
17:31-34. ↩︎
8. Stanford Murrell, The Gospel according to Matthew, vol. 2 (Lulu Press
Inc, 2014), 344. ↩︎

9. Paul Ellingworth, The Epistle to the Hebrews (Grand Rapids, Ml: William
B. Eerdmans Publishing Company, 1993), 360. ↩︎

10. Íbid., 361. ↩︎

11. Frederick Bruce, The Epistle to the Hebrews (Grand Rapids, Ml: William
B. Eerdmans Publishing Company, 1990), 21. ↩︎

12. Dado que el autor de la epístola declara que el evangelio les fue
comunicado “por los que oyeron [a Cristo]” (Heb. 2:3), podemos deducir que ya
no quedaban personas vivas que hubieran conocido a Jesús entre la audiencia de
la epístola, que estaba conformada por cristianos de origen judío. ↩︎

13. No solo Lucas relata que Pablo solía trabajar para sostenerse (Hch. 18:3;
20:34), sino que Pablo mismo hace hincapié en que se esforzaba trabajando para
no ser una carga para nadie (1 Co. 4:12; 2 Co. 11:9; 1 Tes. 2:9; 2 Tes. 3.8). ↩︎

14. John MacArthur, The MacArthur New Testament Commentar:


Philippians (Chicago: Moody Publishers, 2001), 296. ↩︎

15. Jouette Bassler, Abingdon New Testament Commentaries: 1 & 2 Timothy


and Titus (Nashville: Abingdon Press, 2011). ↩︎

16. Stephen Vantassel, Dominion over Wildlife? (Eugene, OR: Wipf and
Stock Publishers, 2009), 61. ↩︎

17. No por nada Pablo dice “¿Acaso se preocupa Dios por los bueyes, o lo
dice más bien por nosotros? Por supuesto que lo dice por nosotros, porque
cuando el labrador ara y el segador trilla, deben hacerlo con la esperanza de
participar de la cosecha. Si hemos sembrado semilla espiritual entre ustedes,
¿será mucho pedir que cosechemos de ustedes lo material?” (1 Co. 9:9-11). ↩︎
18. Epistola a los Corintios, cap.
40; http://escrituras.tripod.com/Textos/EpClemente1.htm (Consultado el 23 de
febrero del 2016). ↩︎

19. Contra los Herejes, libro IV, cap. 13; ANF 1.477. ↩︎

20. Íbid, cap. 18; ANF 1.484-485. ↩︎

21. ANF, 3.46. ↩︎

22. Ver ANF 4.27; 5.9. ↩︎

23. ANF, 4.655. ↩︎

24. Homilía sobre Números 11.2. ↩︎

25. Gregory Woolfenden, Daily liturgical prayer: origins and


theology (Farharn, UK: Ashgate Publishing, 2004), 26. ↩︎

26. Cap.
IX. http://www.earlychristianwritings.com/text/didascalia.html (Consultado el
23 de febrero de 2016) ↩︎

27. Íbid. ↩︎

28. ANF, 5.367. ↩︎

29. ANF, 6.328. ↩︎

30. D. H. Williams trad. The Fathers of the Church: St. Hilary of Poitiers’
Commentary on Matthew (Washington DC: CUA Press, 2012), 243-244. ↩︎

31. Homilía XXXIII, citado en Francis Plowden, The Principles and Law of


Tithing (Londres, C. and R. Baldwin, 1086), 45. ↩︎

32. Carta LII a Nepociano; NPNF 6.91. ↩︎


33. Robert Holet, The First and the Finest (Bloomington: Author House,
2013), 44. ↩︎

34. NPNF, 1.13.69. ↩︎

35. Paul Bradshaw, The Search for the Origins of Christian Worship,


(Oxford: Oxford University Press, 2002), 85–87. ↩︎

36. Constituciones Apostólicas, libro II, sec. IV, cap. XV; ANF 7.408-409. ↩︎

37. Ibid. ↩︎

38. Ibíd., cap. XXVII; 410. ↩︎

39. Ibid., cap. XXXIV; 412-413. ↩︎

40. Ibid., libro VIII, sec. IV, cap. XXX; 499. ↩︎

41. NPNF, 8:686. ↩︎

42. David Croteau ed., Perspectives on Tithing: Four Views (B&H Publishing


Group, 2011), 177. ↩︎

43. NPNF, 2.11.503. ↩︎

44. NPNF, 2.11.515. ↩︎

45. NPNF, 11.516-517. ↩︎

46. ANF, 8.433. ↩︎

Concilio de Macón en el 587 


Suma teológicas de Thomas de Aquino

Volmen II-II, cuestión 87.

ARTÍCULO 1

¿Están obligados los hombres con necesidad de precepto al pago de los diezmos?

Objeciones por las que parece que no están los hombres obligados bajo precepto al pago de los
diezmos.

1. Porque el precepto de pagar los diezmos se dio en la ley antigua, como consta por estas palabras (Lev
27,30): Todos los diezmos de la tierra, así de la cosecha en grano como de los frutos de los árboles, son
del Señor; y más adelante (v.32): Las décimas del ganado ovino, bovino y caprino, de todo cuanto pasa
bajo el cayado del pastor, será consagrado al Señor. Pero este precepto no puede incluirse en el grupo
de los preceptos morales, pues la razón natural no dicta el que deba preferirse la décima parte a la
novena o la undécima. Luego se trata de un precepto judicial o ceremonial. Ahora bien: como antes se
dijo (12 q.103 a.3; q.104 a.3), en el actual tiempo de la gracia, los hombres no estamos obligados a
cumplir ni los preceptos ceremoniales ni los judiciales de la antigua ley. Luego tampoco al pago de los
diezmos.

2. sólo aquello estamos obligados a observar los hombres, en los tiempos de gracia, que Cristo nos ha
mandado por medio de sus apóstoles, conforme lo que se nos dice (Mt, últ., 20): Enseñándoles a
guardar todo cuanto os he mandado; y a lo que dice San Pablo (Hech 20,27): Pues yo no anduve con
subterfugios al anunciaros todo el plan de Dios. Pero ni la enseñanza de Cristo ni la de los apóstoles
contiene nada referente al pago de los diezmos, pues las palabras del Señor (Mt 23,23): Bien estuvo
hacer aquello, parece que deben referirse al tiempo pasado de las observancias legales, como dice San
Hilario en su comentario Super Mt. : Este diezmo de las legumbres, útil para prefigurar los sucesos
futuros, no debía omitirse. Luego los hombres, en el actual tiempo de la gracia, no están obligados al
pago de los diezmos.

3. los hombres en este tiempo de la gracia no estamos más obligados a las observancias legales que los
de antes de la ley. Pero los de antes de la ley no daban los diezmos obedeciendo a un mandato, sino
únicamente en cumplimiento de un voto, pues leemos que Jacob (Gén 28,20) hizo un voto diciendo: Si
Dios está conmigo y me protege en el camino por el que ando, etc., te ofreceré el diezmo de todo
cuanto me dieres. Luego tampoco los del tiempo de la gracia estamos obligados a pagar los diezmos.

4. los hombres en la antigua ley estaban obligados a pagar tres clases de diezmos. Una se pagaba a los
levitas, por lo que se dice (Núm 18,24): Los levitas se contentarán con la ofrenda de los diezmos que he
puesto aparte para sus usos y menesteres. Había otra clase de diezmos de los que está escrito (Dt
14,2223): Separarás la décima parte de todos los frutos cosechados cada año en tus tierras y comerás en
la presencia del Señor, tu Dios, en el lugar que El elija. Y, finalmente, una tercera, de la que en el mismo
capítulo (v.28-29) se añade: De tres en tres años pondrás aparte otro diezmo de todos los productos de
ese tiempo y lo dejarás a la entrada de tu casa, y vendrá el levita, que no tiene otra porción ni otra
herencia entre vosotros, y el extranjero, el huérfano y la viuda que conviven contigo en tu ciudad, y
comerán y se saciarán. Pero a los diezmos de la segunda y tercera clase no estamos obligados los
hombres en el actual tiempo de la gracia. Luego tampoco a los de la primera.

5. lo que se debe sin determinación de tiempo obliga bajo pena de pecado si ordinariamente no se paga.
Por tanto, si los hombres, en el actual tiempo de la gracia, estuviesen obligados bajo precepto al pago de
los diezmos, en los lugares donde no se pagan estarían todos en pecado mortal y, por consiguiente,
incurrirían también en él los ministros de la Iglesia por hacer la vista gorda. Pero esto parece un
despropósito. Luego los hombres en el actual tiempo de la gracia no están obligados necesariamente al
pago de los diezmos.

Contra esto: está lo que San Agustín dice, y hallamos también en el (Decreto de Graciano) XVI q. 1 : El
pago de los diezmos constituye una deuda: quien se niega a pagarlos retiene bienes ajenos.

Respondo: Que los diezmos en la antigua ley se daban para el sustento de los ministros, por lo que se
dice en Mal 3,10: Traed todos los diezmos a mi granero, para que haya alimentos en mi casa. De donde
se deduce que el precepto del pago de los diezmos era en parte moral, como dictado por la razón
natural, y en parte judicial, por proceder su fuerza obligatoria de su institución divina. En efecto, la razón
natural dicta que el pueblo provea de lo necesario a los ministros encargados para bien del mismo del
culto divino; al igual que debe sostener a su costa a quienes cuidan del bien común, como son los
príncipes, los soldados y cualesquiera otros. De ahí el argumento del Apóstol (1 Cor 9,7) basado en las
costumbres humanas: ¿Quién jamás milita a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de
sus frutos? Pero la determinación de la parte que en concreto se debía entregar a los ministros del culto
divino no es de derecho natural, sino introducida por disposición divina de acuerdo con las condiciones
de vida del pueblo al que se daba la ley. Estando éste dividido en doce tribus, la duodécima entre ellas, o
sea, la de Leví, dedicada toda ella al servicio del culto divino, carecía de posesiones, por lo que convenía
establecer, y así se hizo, que las once tribus restantes le diese el diezmo de sus cosechas (Núm 18,21)
para que los levitas viviesen con cierto desahogo, y porque no habrían de faltar quienes por negligencia
incumpliesen esta ley. Así, pues, en cuanto a la determinación de la décima parte, tal ley era un
precepto judicial, al igual que muchas otras, dadas allí especialmente para mantener la igualdad entre
unos y otros en conformidad con las peculiaridades de aquel pueblo. A todas estas leyes se les da el
nombre de judiciales, aunque esto lógicamente no es óbice para que con ellas se simbolice el futuro,
como sucedía con todos sus hechos, según aquellas palabras (1 Cor 10,11): Todas estas cosas les
sucedían a ellos en figura. Coinciden en esto con los preceptos ceremoniales, establecidos
principalmente para significar algo futuro. De ahí el que también el precepto de pagar los diezmos tenga
su valor simbólico, por el hecho de que la décima parte es signo de perfección. Y lo es porque el diez es,
en cierto modo, número perfecto, por ser el primer límite de todos los números, más allá del cual éstos
no pasan, sino que se repiten a partir del uno. Se queda el contribuyente con las otras nueve partes
como queriendo dar a entender que lo suyo es la imperfección, y que la perfección, que Cristo ha de
traer, hay que esperarla de Dios. Eso sí, a pesar de todo, el precepto de los diezmos no es ceremonial,
sino judicial, como se ha dicho. Existe también esta diferencia entre los preceptos ceremoniales y los
judiciales de la ley, conforme a lo expuesto (1-2 q.104 a.3): que es ilícita la observancia de los
ceremoniales en los tiempos de la nueva ley; los judiciales, en cambio, aunque no obligan en los tiempos
de la gracia, pueden observarse sin pecado; y pueden incluso ser obligatorios si así lo establece la
autoridad competente. Y así como hay un precepto judicial de la antigua ley que ordena que devuelva
cuatro ovejas quien haya robado una (Ex 22,1) —precepto que, si un rey renovase, sus súbditos tendrían
obligación de cumplir—, hay asimismo un mandamiento de la Iglesia, la cual con sentido humanitario y
haciendo uso de su autoridad, obliga a los suyos en estos tiempos de la nueva ley al pago de los
diezmos. Lo hace, sin duda, para que el pueblo del Nuevo Testamento dé a sus ministros más que el
pueblo del Antiguo a los suyos por el hecho de que el pueblo de la nueva ley está obligado a una
perfección mayor, según aquello de Mt 5,20: Si no abunda vuestra justicia más que la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el reino de los cielos; y habida cuenta, asimismo, de que los ministros del Nuevo
Testamento superan en dignidad a los del Antiguo, como demuestra el Apóstol (2 Cor 3,7). Así, pues, es
manifiesto que los hombres están obligados a pagar los diezmos en parte por derecho natural y en parte
porque así lo manda la Iglesia, la cual, pesadas las circunstancias de tiempo y personas, podría
determinar que se pagase una cantidad distinta de la que se paga .

A las objeciones:

1. Basta y sobra con lo dicho para responder a la primera.

2. El precepto del pago de los diezmos, en lo que tenía de moral, lo recogió el Señor en el Evangelio
cuando dijo (Mt 10,10): Digno es el obrero de su recompensa. Y otro tanto dice el Apóstol (1 Cor 9,4ss).
Mas la determinación exacta de la cantidad que hay que pagar está reservada a la Iglesia.

3. Antes de la antigua ley no había determinados ministros encargados del culto divino. No obstante, se
nos dice que los primogénitos eran los sacerdotes, y ellos recibían porción doble. Por tanto, aún no se
había determinado la parte que debería entregarse a los ministros del culto, sino que cuando oficiaban,
cada cual les daba espontáneamente lo que bien le parecía. Así es como Abrahán, por cierto instinto
profético, dio el diezmo a Melquisedec, sacerdote del Dios altísimo (Gen 14,20). Y algo semejante hizo
Jacob al comprometerse con voto a dar el diezmo; aunque no parece que hubiese hecho el voto como
obligándose con él a entregarlo a algún ministro, sino a destinarlo al culto divino, o sea, a la oblación de
sacrificios; de ahí lo que expresamente dice: Te ofreceré el diezmo.

4. La segunda clase de diezmos, los que se reservaban para la oblación de sacrificios, en la nueva ley ya
no tienen razón de ser por el cese de las víctimas legales. Por el contrario, los de la tercera clase, los que
debían comer juntamente con los pobres, en la nueva ley son más cuantiosos, porque el Señor no sólo
manda entregar a los pobres la décima parte, sino todo lo superfluo, según aquel texto de Lc 22,41: Lo
que os sobra, dadlo como limosna. Incluso los mismos diezmos que se dan a los ministros deben ellos
distribuirlos, poniéndolos al servicio de los pobres.

5. Los ministros de la Iglesia deben preocuparse más de promover el bien espiritual del pueblo que de
recoger los bienes temporales. Tal es la causa por la que el Apóstol no quiso usar del derecho que el
Señor le había concedido, a saber: el de ser sustentado por aquellos a quienes predicaba el Evangelio,
para no poner con ello algún impedimento al Evangelio de Cristo (1 Cor 9,12). Y no pecaban, a pesar de
todo, quienes no le socorrían, ya que, de lo contrario, el Apóstol no hubiese dejado de corregirlos. Es
igualmente laudable la conducta de los ministros de la Iglesia que no reclaman los diezmos eclesiásticos
donde no se podría hacer sin escándalo, por la falta de costumbre o por alguna otra causa. Y no están, a
pesar de todo, en estado de condenación aquellos que no los pagan en donde la Iglesia no los pide: a no
ser, si acaso, por obstinación, en el supuesto de que hayan hecho propósito de no pagarlos aun cuando
se los pidiesen.

ARTíCULO 2

¿Hay obligación de dar los diezmos de todas las cosas?


Objeciones por las que parece que los hombres no están obligados a dar los diezmos de todas las cosas.

1. El pago de los diezmos parece haber sido introducido por la antigua ley. Pero en la antigua ley no se
da ningún precepto acerca de los diezmos personales (llamamos así a los que se pagan de lo que una
persona adquiere por su propio trabajo, por ejemplo, con el comercio o la milicia). Luego nadie está
obligado a pagar el diezmo de tales bienes.

2. no debe hacerse oblación de lo mal adquirido, como antes dijimos (q.86 a.3). Pero las oblaciones que
se hacen directamente a Dios parece que pertenecen con mayor razón al culto divino que los diezmos
que se dan a sus ministros. Luego tampoco se deben pagar los diezmos de lo mal adquirido.

3. en el Levítico (últ., 30,32) no se manda pagar el diezmo a no ser de los productos de la tierra, de los
frutos de los árboles y de los animales que pasan bajo la vara del pastor. Pero, además de todo esto, hay
otras cosas menudas de las que el hombre obtiene beneficios, tales como las hierbas que nacen en el
huerto, y de lo demás por el estilo. Luego tampoco de nada de esto hay obligación de dar el diezmo.

4. no puede pagar el hombre sino lo que tiene en su poder. Ahora bien: no todo cuanto el hombre
recoge como fruto de la tierra o de los animales permanece en su poder, pues hay cosas que le son
arrebatadas por el hurto o la rapiña; otras pasan, porque las vende, a ser propiedad ajena; y otras,
finalmente, las debe a distintas personas, por ejemplo, el pago de los tributos a los príncipes y el salario
a los obreros. Luego no hay obligación de pagar el diezmo de tales bienes.

Contra esto: está lo que leemos (Gén 28,22): De todo lo que me dieres, te ofreceré el diezmo. Pero todo
lo que el hombre tiene es don de Dios. Luego de todo debe dar el diezmo .

Respondo: Que se ha de juzgar de cada cosa atendiendo, ante todo y sobre todo, a su raíz. Mas la raíz en
que se funda el pago de los diezmos es la obligación de recompensar con bienes temporales a los
sembradores de bienes espirituales, según aquello del Apóstol (1 Cor 9,11): Si sembramos en vosotros
bienes espirituales, ¿qué mucho que recojamos bienes materiales? En esto se funda, pues, la Iglesia para
exigir el pago de los diezmos. Ahora bien: todo cuanto posee el hombre se halla comprendido en el
grupo de los bienes materiales. Por tanto, de todo cuanto posee tiene que pagar los diezmos.

A las objeciones:

1. Había una razón especial para que en la antigua ley no se diera un precepto acerca de los diezmos
personales. Se fundaba en la condición especial de aquel pueblo. Y es que en él las otras tribus tenían
todas ellas posesiones con las que podían proveer suficientemente a los levitas, que carecían de ellas; si
bien es verdad que no se les prohibía a estos últimos la obtención de beneficios con otras ocupaciones
honestas. En cambio, el pueblo de la nueva ley está esparcido por todo el mundo, y una gran mayoría de
fieles no tiene posesiones, sino que vive a base de algún negocio. Estos no contribuirían con nada al
sustento de los ministros si no pagasen los diezmos del fruto de su trabajo. Por si fuera poco, a los
ministros de la nueva ley se les prohibe inmiscuirse en negocios lucrativos, según aquello de 2 Tim 2,4:
Ninguno de los que militan para Dios debe andar metido en negocios seculares. De ahí el que en la
nueva ley haya obligación de pagar los diezmos personales, según la costumbre del país y la necesidad
de los ministros. De ahí también lo que San Agustín dice, y encontramos asimismo en XVI q.1 cap.
Décimas : Para el diezmo del lucro de la milicia, del negocio y de la industria.
2. Los bienes se adquieren mal de dos modos. Primero, porque la misma adquisición es injusta, como
cuando provienen del robo o de la usura, en cuyo caso el hombre está obligado a restituirlos, no a dar el
diezmo de ellos. Sin embargo, si un usurero compra un campo con lo ganado mediante la usura, debe
pagar el diezmo de los frutos que recoge, ya que tales frutos no proceden de la usura, sino que son don
de Dios. Segundo, por emplear para adquirirlos medios deshonestos, como en el caso de la prostitución,
la farándula y otros similares. Estos no hay obligación de restituirlos. De ahí el que deba pagarse el
diezmo de ellos como cualquier otro diezmo personal. La Iglesia, sin embargo, no debe aceptarlos
mientras vivan en pecado quienes los ofrecen, para no dar la impresión de ser cómplice del mismo;
pero, una vez que se hayan arrepentido, no hay inconveniente en recibirlos.

3. De lo que se ordena a un fin se ha de juzgar cual corresponde a tal fin. Los diezmos, pues, deben
pagarse no fijándose en la naturaleza de lo que se da, sino en el fin con que se dan, que es ayudar a los
ministros, con cuya dignidad está reñido el que reclamen aún lo más menudo con todo rigor. Tal
proceder, en efecto, se lo tomarían a mal, como el Filósofo enseña en el IV Ethic. . Y éste es el motivo
por el que la antigua ley no determinó nada acerca del pago de estas pequeneces, sino que lo dejó al
arbitrio de quien quisiera pagarlos, por aquello de que lo muy pequeño casi no se tiene en cuenta. De
ahí que los fariseos, como reivindicando para sí la perfecta observancia de la ley, pagasen incluso el
diezmo de tales minucias (Mt 23,23). Y no es por esto por lo que el Señor los reprende, sino únicamente
porque menospreciaban lo más importante, o sea, los preceptos espirituales. Nos da a entender, sin
embargo, que por su minuciosidad eran más bien encomiables cuando dice: Bien estaba el practicar
tales cosas, refiriéndose sin duda a los tiempos de la ley, como expone el Crisóstomo. Parece asimismo
que en todo esto hay más de conveniencia que de obligación. Y así, en la actualidad, nadie está obligado
a pagar los diezmos de estas menudencias, a no ser, si acaso, por la costumbre del país.

4. De los bienes hurtados o robados no está obligado el dueño a pagar los diezmos hasta que los
recupere, a no ser que el daño le sea achacable por su propia culpa o negligencia, pues no por ello la
Iglesia debe sufrir daño alguno. Pero en el supuesto de que venda el trigo antes de pagar los diezmos,
puede la Iglesia exigirlos no tan sólo al comprador, por tener en su poder la parte que le pertenece a
ella, sino también al vendedor, que, en lo que está de su parte, es culpable de este fraude. Mas si uno de
los dos paga, el otro no está obligado a pagar. Se debe pagar, pues, el diezmo de los frutos de la tierra
en cuanto que son un don de Dios. De donde se sigue que el pago de los diezmos no es de menos
importancia que el de los tributos o el del salario debido a los obreros. Por tanto, no deben deducirse los
tributos y el salario de los obreros antes de pagar los diezmos, sino que se han de tomar de la totalidad
de los frutos

ARTÍCULO 3

¿Se deben pagar los diezmos a los clérigos?

Objeciones por las que parece que no hay obligación de pagar los diezmos a los clérigos.

1. Se les daban en la antigua ley los diezmos a los levitas porque carecían de posesiones (Núm 18,23.24).
Pero los clérigos en el Nuevo Testamento tienen no sólo las posesiones patrimoniales —en algunos
casos—, sino también las eclesiásticas. Reciben, además, las primicias y las ofrendas por los vivos y
difuntos. Luego está de sobra el pago de los diezmos.
2. sucede a veces que un agricultor tiene su domicilio en una parroquia y cultiva campos que posee en
otra; o que un pastor tiene su rebaño parte del año en los términos de una parroquia y el resto del año
en los de otra; o que tiene su redil en una parroquia y apacienta en otra sus ovejas. Pero en estos y otros
casos semejantes, no parece que pueda saberse a ciencia cierta a qué clérigos deben pagarse los
diezmos. Luego no parece que deban pagarse los diezmos a determinados clérigos.

3. existe en algunos países la costumbre de que los soldados reciban de la Iglesia los diezmos a título de
feudo. También reciben diezmos ciertos religiosos. Luego no parece que se dan sólo a los clérigos que
tienen cura de almas.

Contra esto: está lo que leemos (Núm 18,21): Yo di a los hijos de Leví todos los diezmos de Israel en
posesión por el servicio que me prestan en el tabernáculo. Pero los clérigos son los sucesores de los
hijos de Leví en el Nuevo Testamento. Luego sólo a ellos deben pagarse los diezmos.

Respondo: Que, al hablar de los diezmos, se han de tener en cuenta dos cosas, a saber: el derecho a
recibirlos y los bienes que se dan y designan con el nombre de diezmos . El derecho a recibir los diezmos
es espiritual, por ser correlativo al deber de cargar, pagándolos a los ministros del altar, con los gastos
de su ministerio; y de recompensar con bienes temporales a quienes siembran en nosotros bienes
espirituales (1 Cor 9,11), lo cual se refiere únicamente a los clérigos que tienen cura de almas. Por
consiguiente, sólo ellos tienen tal derecho. En cambio, las cosas que se entregan y designan con el
nombre de diezmos son bienes materiales. De ahí el que puedan redundar en beneficio de cualquiera y
el que incluso los seglares puedan hacer uso de ellos.

A las objeciones:

1. En la antigua ley, como expusimos (a.1 ad 4), había diezmos especialmente destinados al socorro de
los pobres. Pero en la nueva ley se dan los diezmos al clero, no para su sustento únicamente, sino
también para socorrer con ellos a los pobres. No son, pues, algo superfluo, sino necesario para lograr
este fin las posesiones eclesiásticas, las oblaciones y las primicias juntamente con los diezmos.

2. Los diezmos personales se deben a la iglesia de la parroquia en que se habita. En cambio, los diezmos
de la tierra parece que pertenecen a la iglesia en cuyos términos se encuentran las fincas. Sin embargo,
el derecho establece que en esto debe uno atenerse a las costumbres de largo arraigo. En cuanto al
pastor que en diversas épocas apacienta su rebaño en dos parroquias, debe pagar los diezmos a una y
otra proporcionalmente. Y puesto que los frutos del rebaño provienen del pasto, se deben pagar sus
diezmos a la iglesia en cuyo territorio pace el ganado más bien que a aquella en que se encuentra el
redil.

3. Al igual que la iglesia puede entregar a un laico lo que recibe como diezmo, también puede
concederle que reciba los diezmos que ella debía percibir por un derecho reservado a sus ministros. Y
esto puede ser por necesidad de la misma iglesia, como en el caso de los diezmos concedidos en feudo a
los soldados, o para ayudar a los pobres, tales como las limosnas dadas a ciertos religiosos laicos o a los
que no tienen cura de almas. Hay, sin embargo, ciertos religiosos que, por tener cura de almas, tienen
derecho a recibir los diezmos.

ARTíCULO 4

¿Están obligados también los clérigos a pagar los diezmos?


Objeciones por las que parece que incluso los clérigos están obligados a pagar los diezmos.

1. Por derecho común, la iglesia parroquial debe recibir los diezmos de las fincas que están en su
territorio. Pero a veces los clérigos tienen fincas propias en el territorio de una iglesia parroquial, o se da
el caso de que una iglesia tiene en otra posesiones eclesiásticas. Luego los clérigos, según parece, están
obligados a pagar los diezmos de sus fincas.

2. algunos religiosos son clérigos y, a pesar de serlo, están obligados a dar los diezmos a las iglesias por
fincas que cultivan ellos mismos con sus propias manos. Luego, según parece, los clérigos no están
exentos del pago de los diezmos.

3. lo mismo que se preceptúa (Núm 18,21) que los levitas reciban los diezmos del pueblo, se les manda
también a ellos que los den al Sumo Sacerdote (v.26ss). Luego por la misma razón que los laicos deben
dar los diezmos a los clérigos, éstos están obligados a darlos al Sumo Pontífice.

4. lo mismo que los diezmos deben destinarse al sustento de los clérigos, se ha de subvenir también con
ellos a las necesidades de los pobres. Luego si los clérigos están excusados del pago de los diezmos, por
igual razón lo están los pobres. Pero esto segundo es falso. Luego también lo primero.

Contra esto: está lo que dice la decretal del papa Pascual II : Nuevo género de exacción es el que los
clérigos exijan diezmos a los clérigos.

Respondo: Que no puede ser la misma la causa del dar y del recibir, como tampoco la del hacer y el
padecer. Puede suceder, no obstante, que, tratándose de diversas causas y dones diversos, sea uno
mismo el que da y el que recibe, es decir, el sujeto agente y el paciente. A los clérigos, pues, en cuanto
que son ministros del altar, sembradores en el pueblo de bienes espirituales, los fieles les deben dar los
diezmos. Y, según esto, los clérigos, en cuanto tales, esto es, en cuanto poseedores de bienes
eclesiásticos, no están obligados al pago de los diezmos. Lo están, eso sí, por otras causas, a saber: por
los bienes que poseen en propiedad, ya sea por haberlos heredado de sus padres, o por haberlos
comprado, o porque los han adquirido de manera similar.

A las objeciones:

1. La primera objeción queda resuelta con lo que acabamos de decir: porque los clérigos, lo mismo que
los demás, están obligados a pagar los diezmos de sus propias posesiones a la iglesia parroquial, aunque
formen parte de la misma, ya que una cosa es tener algo como propio y otra como bien común. Los
bienes eclesiásticos no están obligados a pagar los diezmos, aunque se hallen en los términos de otra
parroquia.

2. Los religiosos clérigos, si tienen cura de almas, por el hecho de dispensar al pueblo bienes espirituales,
no sólo no tienen obligación de dar los diezmos, sino que están facultados para recibirlos. Pero es
distinto el caso de los restantes religiosos, aun tratándose de clérigos, que no proveen al pueblo de
bienes espirituales. Estos están obligados por derecho común a dar los diezmos, si bien gozan de cierta
inmunidad por diversas concesiones hechas a su favor por la Sede Apostólica .

3. En la antigua ley las primicias se debían a los sacerdotes y las décimas a los levitas. Y como los levitas
estaban subordinados a los sacerdotes, el Señor mandó que ellos, en lugar de primicias, pagasen al
Sumo Sacerdote el diezmo del diezmo. De ahí, por la misma razón, el que ahora los clérigos deberían
pagar el diezmo al Sumo Pontífice, si así lo exigiera, pues la razón natural dicta que a la persona que
tiene a su cargo el bien común del pueblo se la provea de los recursos con que llevar a cabo lo que a
todos interesa.

4. Los diezmos deben llegar como ayuda a los pobres a través de la administración de los mismos por los
clérigos. Por tanto, no hay motivo para que los pobres los reciban, sino que están obligados a darlos.

Concilios merovingios fueron los concilios convocados por los reyes de los francos de la época
merovingia, entre el 511 y el 673. Se registran alrededor de sesenta. Los temas que debatían, más que
dogmáticos, eran en su mayor parte la codificación de las relaciones entre el rey y la Iglesia;1 con
excepciones, como el Concilio de Orange (529), que trató la cuestión del libre arbitrio. Pusieron las bases
de la organización jerárquica de la Iglesia en torno a los obispos nombrados por el rey, y delimitaron las
competencias jurídicas de los (diferentes tribunales. Muchos de sus cánones trataban sobre la gestión
de los bienes de la Iglesia y la organización de la vida monástica.2

Índice

1 Cronología

2 Véase también

3 Notas

4 Bibliografía

Cronología

511 - Concilio de Orleans (511)

517 - Concilio de Épaone

518 - Concilio de Lyon (518)

524 - Concilio de Arlés

527 - Concilio de Carpentras

529 - Concilio de Orange (529)

529 - Concilio de Vaison (529)

533 - Concilio de Marsella

533 - Concilio de Orleans (533)

535 - Concilio de Clermont (535)

538 - Concilio de Orleans (538)

541 - Concilio de Orleans (541)


549 - Concilio de Orleans (549)

553 - Concilio de París (553)

554 - Concilio de Arles (554)

567 - Concilio de Tours (567)

581 - Primer concilio de Mâcon

585 - Segundo concilio de Mâcon

614 - Concilio de París (614)

Enciclopedia católica - https://ec.aciprensa.com/wiki/Diezmos


http://www.newadvent.org/cathen/14741b.htm

En la Iglesia Cristiana, como los que servían al altar debían vivir del altar (1 Cor. 9,13),
necesariamente había que hacer provisión de algun tipo para los ministros sagrados. En un
principio esta fue suministrada por las ofrendas espontáneas de los fieles. Sin embargo, con
el transcurso del tiempo, según la Iglesia se extendió y surgieron diversas instituciones, se
hizo necesario dictar leyes que asegurasen el sustento adecuado y permanente del clero. El
pago de los diezmos se adoptó a partir del Antiguo Testamento, y los primeros
escritores hablan de ella como una ordenanza divina y una obligación de conciencia. La
primera legislación positiva sobre el tema parece estar contenida en la carta de
los obispos reunidos en Tours en 567 y en los cánones del Concilio de Mâcon en 585. En el
transcurso del tiempo, nos encontramos que en todos los países de la cristiandad las
disposiciones eclesiásticas habían hecho obligatorio el pago del diezmo. La Iglesia veía este
pago como "de la Ley Divina, ya que los diezmos no fueron instituidos por el hombre sino por
el Señor mismo" (C. 14, X de Decim. III, 30).

En cuanto al poder civil, los emperadores romanos cristianos les concedieron a las iglesias
el derecho de retener una parte de la producción de ciertas tierras, pero la primera instancia
de la aplicación del pago de los diezmos eclesiásticos en el derecho civil se encuentra en los
capitulares de Carlomagno, a finales del siglo VIII. El derecho inglés muy pronto reconoció el
diezmo, como en el reinado de Athelstan, Edgar y Canuto antes de la conquista normanda.
Sin embargo, en el derecho positivo inglés propiamente dicho la primera mención de los
diezmos se encuentra en el Estatuto de Westminster de 1285. Los diezmos son de tres tipos:
predial, o el procedente de los cultivos anuales; mixto, o el que surge de las cosas que se
nutren de la tierra, como el ganado vacuno, leche, queso, lana; y personal o el resultado de la
industria o la ocupación. A los diezmos prediales se les llamaba generalmente diezmos
grandes, y a los diezmos mixtos y personales, diezmos pequeños. Las substancias naturales
que no tienen aumento anual no están sujetas al diezmo, ni lo están los animales salvajes.
Cuando la propiedad es heredada o donada, no está sujeta a la ley de los diezmos, pero su
crecimiento natural sí lo está. Hay muchos exentos del pago de diezmos: empresas
espirituales, los propietarios de terrenos baldíos, los que han adquirido la prescripción legal, o
si han obtenido una renuncia legal, o si han recibido un privilegio del Papa.
Al principio, el diezmo se pagaba al obispo, pero más tarde el derecho pasó, mediante el
derecho común, a los párrocos, donde pronto se presentaron abusos. Los eclesiásticos
concedieron a los príncipes y nobles el derecho a recibir los diezmos, incluso
hereditariamente, a cambio de protección o servicios eminentes, y esta especie de
apropiación se hizo tan intolerable que el Tercer Concilio de Letrán (1179) decretó que no se
permitía ninguna enajenación de diezmos a laicos sin el consentimiento del Papa. En la
época de Papa Gregorio VIII se instituyó el llamado diezmo saladino, el cual debían pagar
todos los que no participaran personalmente en la cruzada para recuperar Tierra Santa.

En la actualidad, en la mayoría de países donde todavía existe algún tipo de diezmo, como
en Inglaterra (para la Iglesia Establecida), en Austria y Alemania, el pago se ha convertido en
un cargo de alquiler. En los países de habla inglesa en general, en lo que se refiere a
los católicos, el clero no recibe diezmos. Como consecuencia, hubo que adoptar otros medios
para el sustento del clero y mantener las instituciones eclesiásticas (ver Sostenimiento de la
Iglesia), y para sustituir a otros pagos equivalentes en lugar de los diezmos. Soglia (Institut,
Canon, II, 12) dice: "La ley de los diezmos no puede ser derogada por la prescripción o
la costumbre, si los ministros de la Iglesia no tienen provisiones adecuadas y suficientes de
otras fuentes; porque entonces la ley natural y divina, que no puede ser abrogada ni
anticuada, ordena que se pague el diezmo". En algunas partes de Canadá el derecho civil
todavía reconoce el diezmo, y el Cuarto Concilio de Quebec (1868) declaró que su pago
es obligatorio en conciencia para los fieles

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