Devocionario de La Pasión
Devocionario de La Pasión
Devocionario de La Pasión
PASIÓN
Compendio de las devociones para honrar la Santísima Pasión de Nuestro
Señor Jesucristo y los actores que influyeron de manera directa o
indirecta.
NUEVE SALUTACIONES A LA SANTA CRUZ
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, que con tu saludable contacto santificaste el madero
de la Cruz, para lavar con ella y con tu Sangre preciosa las manchas de mis
pecados; me pesa de todo mi corazón de todos los que contra ti he cometido
en mi vida; propongo una y mil veces la enmienda, y espero en tu piedad
infinita me los has de perdonar, y me propongo la conversión a una vida de
gracia.
PRIMERA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los nueve Coros de celestiales espíritus,
y doy al Señor con ellos todas cuantas gracias puedo, porque se dignó de
honrarte, haciendo de ti trono de Su Majestad Divina para remedio del
mundo, crédito de sus milagros y reparo de aquella primera caída, por lo que
seas alabada. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
SEGUNDA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Patriarcas, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, queriendo que
fueses adorada por las gentes; y, lo que, es más, de la Reina de los Ángeles
con aquella adoración que solo se debe a su Majestad Santísima, que sea
alabada para siempre. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
CUARTA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Apóstoles, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, haciendo que en
tu virtud se conviertan tantas almas, así de obstinados pecadores, como de
apóstatas y gentiles, que alumbrados de tu luz corrigen sus errores,
confesando una Fe, un Bautismo, una Iglesia, una verdadera Ley y un Dios
y Señor de todo, que sea adorado para siempre. Amén. Padre Nuestro, Ave
María y Gloria.
QUINTA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Evangelistas, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, haciendo que en
tu virtud se salve tanto sin número de almas, siendo tú la llave maestra que a
todos les franqueas el Paraíso, para gozarse en la gloria, cantando a Dios
alabanzas por toda la eternidad. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
SEXTA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Mártires, y doy al Señor con
ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, queriendo que en tu
invención milagrosa se halle el más precioso tesoro que venera nuestra Fe,
suscitando en él sus antiguas maravillas con destrucción de los ídolos,
confusión de los gentiles y herejes, y crédito de su loable Providencia, que
sea alabada para siempre. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
SÉPTIMA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Confesores, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, obrando en tu
virtud admirable triunfo que en las Navas de Tolosa hizo cantar a los fieles
la victoria con la vista rubicunda de tu Santísima imagen; y sobre todo por
OCTAVA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todas las Santas Vírgenes, y muy en especial
con la primera de ellas, y doy al Señor cuantas gracias puedo, porque se
dignó honrarte permitiendo el que fueses restituida con gloriosa exaltación
al mismo lugar en que antes te habías visto exaltada por el Autor de la vida,
con el aplauso que hasta hoy hace venerarte como preciosa reliquia, llenando
el mundo de admiración y milagros, para que así confesemos lo que debemos
a Dios en la Santísima Cruz, que sea adorada para siempre. Amén. Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.
NOVENA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Justos de la tierra y Cortesanos del
Cielo, y doy al Señor con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó de
honrarte proveyendo en tu virtud los muchos frutos que redundan a la
Católica Iglesia, en la expulsión de los demonios, extirpación de las herejías,
dilatación de la Fe, exaltación de su Santísimo Nombre y demás misterios
que confesamos a honra y gloria de Jesús, que en la Cruz y con la Cruz sea
alabado eternamente. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN
Oh Cruz Santísima, noble entre todos los árboles frondosos, que hermoseas
el Jardín ameno de la militante Iglesia: reino del Padre, Cetro del Hijo, sello
del Espíritu Santo; honra y gloria del mismo Crucificado, crédito de las
Y la sagrada pasión
De Redentor tan Supremo,
Novena impresa en Lima por Justo Montoya en el año 1856, con las
debidas licencias. Puede rezarse en cualquier momento del año, y
particularmente en preparación a las fiestas de la Santa Cruz:
ACTO DE CONTRICIÓN
Único Dios y Señor mío, creo firmemente estar delante de tu infinita
Majestad, en cuya adorable presencia tiemblan y se postran humildes todos
los Ángeles y Potestades del Cielo, y por tanto también yo vuestra miserable
criatura, anonadado aquí delante de Ti, te adoro y reconozco por único Dios
y Señor mío; por único Criador, Conservador y Redentor mío. Así te rindo
todas las gracias que puedo con todo mi corazón, con toda mi alma, por los
innumerables beneficios que me has hecho hasta ahora con tanta liberalidad
y amor. Sumamente me pesa, ¡oh Padre de misericordias!, de haberos
correspondido tan mal con tan graves y tan repetidas culpas, teniendo sólo
presente para confusión mía, que han sido ofensas contra Ti, que eres bondad
infinita: propongo firmemente desde este instante nunca ofenderte en lo
futuro, mediante el auxilio de tu divina Gracia, y primero morir que
quebrantar tu santa Ley. Ruégote me concedas tu Santo Espíritu para poder
meditar aquí en tu presencia, con fruto de mi alma y gloria tuya, en los
misteriosos bienes que contiene y encierra la Cruz preciosa en que murió tu
Unigénito Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
Señor mío Jesucristo, dame tu gracia y concédenos cuanto tienes prometido
a los que hacen memoria de tu Pasión y Muerte de Cruz, os lo pedimos por
tu Santísima Madre, por cuya poderosa medianera espero conseguir todo lo
que deseo y pido para alivio y bien de mi pobre alma. Amén.
SALUTACIÓN A LA CRUZ
Un Padre nuestro y Ave María gloriado a Santa Elena, dándole las gracias
por habernos descubierto este madero santo, seguido por la siguiente
oración:
Oh Señor mío Jesucristo, que te dignaste revelar a Santa Elena el lugar donde
se ocultaba tu Cruz, para enriquecer por ella a tu Iglesia con este precioso
tesoro, concédenos por su intercesión, que, por el precio de este vital leño,
consigamos los premios de la vida eterna. Tú que vives y reinas con Dios
Padre en unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por todos los siglos de los
siglos. Amén.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Oh almas cristianas redimidas por la Sangre de un Dios, venid, unámonos de
concierto, consideremos a nuestro Rey, con aquella diadema sangrienta con
que le han coronado nuestras culpas; veámosle desfallecer bajo el formidable
peso de la Cruz que está cargando. ¿Mas seremos insensibles al dolor que le
causamos? ¿No procuraremos aliviarle sus tormentos? Ya veo a este inocente
Isaac cargado con la leña de su sacrificio, conducido o arrastrado más bien
hasta el lugar de su tormento. ¡Qué triste y dolorosa carrera para el Salvador!
Debilitado, falto de Sangre y de fuerzas apenas puede sostenerse: cada paso
que da es señalado por una caída: no hay lugar que no quede teñido con
alguna gota de la corta porción de Sangre que ha quedado de sus venas: el
sumo abatimiento a que se le ha reducido no sirve sino de exasperar el furor
de sus enemigos. Permitidme que os acompañe, ¡oh adorable Salvador mío!,
y que durante vuestro viaje al Calvario os manifieste los sentimientos de mi
corazón. Amén.
Dios mío, Salvador mío, Redentor mío, esperanza mía, vida mía, y todas mis
cosas. ¿Cómo podría yo no amaros? Sí, yo os amo, o a lo menos deseo
amaros de todo mi corazón; haced que os ame únicamente por Vos mismo,
y que os ame más que a todas las cosas, que no quiera a otra cosa que a Vos,
que os ame con el mismo amor con que Vos me habéis amado, que os ame
sobre la Cruz, como os aman los Santos del Cielo, y que os ame toda mi vida
en la tierra, para amaros después más perfectamente en la eternidad.
ORACIÓN
DÍA SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, cómo llegando el Salvador al lugar donde había de
cumplirse la más cruel sentencia, la Cruz es para Jesucristo, como dice el
Padre San Agustín, «un altar en donde se sacrifica por nosotros, y como el
Sacrificio no se consuma sino por la muerte de la víctima, era necesario que
Jesucristo consumase el suyo por su muerte».
ORACIÓN
DÍA TERCERO
CONSIDERACIÓN
Considera a la Cruz como la cátedra donde Jesucristo nos instruye: y en
efecto, ¿En dónde este divino Salvador nos ha enseñado tan plena y
eficazmente como en la Cruz? ¿En dónde nos ha manifestado de una manera
tan sensible y admirable las verdades fundamentales, las verdades
evangélicas, las verdades de la mortificación, en una palabra, las verdades
de nuestra salud? La grandeza de un Dios, que no puede ser dignamente
adorada sino por un Dios; el rigor de su justicia, que no puede ser aplacado
sino por una víctima divina; la enormidad del pecado, que pedía una tal
víctima, y la excelencia de nuestras almas, que no podían ser redimidas sino
a tanto precio. ¿No son todas estas unas verdades luminosas, que salen del
seno de la Cruz? ¿No fue en la Cruz, en donde más eficazmente que en la
montaña, nos manifestó estas máximas grandes y sublimes de la pobreza de
espíritu, hallándose desnudo; de la mansedumbre, por ser el mismo carácter
del Cordero divino, que se ha dejado degollar sin quejarse; del llanto y la
persecución para ser semejantes al Santo de los Santos, ¿que ha sufrido
persecuciones y ultrajes? ¿Quién sino el Espíritu de la Cruz, puede darnos
ORACIÓN
Vos, Señor, me decís: «Miradme pendiente de esta Cruz, consideradme, pero
imitadme después y obrad, escuchad mi palabra, pero sobre todo seguid mi
ejemplo: yo ruego, rogad vosotros conmigo; yo padezco, padeced conmigo;
yo perdono, perdonad como yo y por mi amor». Concededme, Señor tal
caridad como esta, para que yo también ame a mis enemigos y ore por los
que me persiguen y os persiguen. Perdonad a todos, ¡oh Padre de
misericordias!, para que todos gocen de ellas. Amén.
DÍA CUARTO
CONSIDERACIÓN
Considera a la Cruz como el Tribunal Supremo en donde juzgará y
sentenciará el Salvador a todo el universo. Es este trono de justicia y tribunal
tan espantoso en donde, ¡oh Jesús mío!, pronunciáis tantos decretos, y en
donde comenzareis a ejercer vuestros formidables juicios en el momento de
vuestra muerte, cuando de dos criminales que teníais a vuestro lado,
salvasteis al uno en virtud de una gracia inefable, y condenasteis al otro
usando del rigor de vuestra justicia.
ORACIÓN
Desde esta Cruz será, ¡oh Dios mío!, donde me juzgareis algún día, llamareis
a juicio contra mí aquellas mismas gracias que me habéis concedido por los
méritos de esta Cruz: me haréis presente la obligación que me imponía de
seguiros, de llevar mi Cruz, de morir a mí mismo, y de llegar a ser copia viva
del gran modelo que me proponías. Si en aquel momento halláis en mí una
conformidad santa con Vos clavado en un madero, ejerceréis conmigo un
DÍA QUINTO
CONSIDERACIÓN
Considera a la Cruz como el gran libro que debes leer continuamente, y el
espejo el que debes consultar: porque nada hay que ella no te enseñe. Sí,
Redentor mío, así como vuestro Evangelio es una expresión fiel de la Cruz,
así la Cruz es un compendio fiel de todo el Evangelio. Sí, aquí contemplo
vuestro amor y la autoridad que me mostráis en medio de tantos desprecios
y dolores, atiendo a las obras de piedad y misericordia, y a las obligaciones
de vuestro oficio, como si no estuvierais padeciendo. Ya rogáis por vuestros
enemigos, como Sumo Sacerdote. Ya prometéis el Paraíso como Redentor,
y ya miráis por tu Madre como Hijo, y por tu discípulo como Maestro.
ORACIÓN
Pondera, alma, estas lecciones que dicta Jesús en el libro de la Cruz: «Mujer,
ves ahí a tu hijo», como quien dice, «no me olvido de ti, ni de la obligación
que tengo como hijo, ves aquí al que concebiste por el Espíritu Santo y
pariste sin dolor, al que reclinaste en un pesebre en medio de dos animales,
y le diste leche con tus pechos: al que trajiste en tus brazos recreándote en
mirarle y regalarle, vedlo aquí puesto en los brazos de una terrible Cruz, y
en medio de dos ladrones todo desfigurado y desangrado. Mira si me conoces
por hijo, y si me mandas algo como Madre; y pues callas y no me dices nada,
en mi lugar te dejo a mi discípulo». ¡Oh Jesús mío! ¡Oh crucificado mío!
Gracias te doy, dulcísimo Padre mío, por haber encargado a tu Madre que
DÍA SEXTO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, a la Cruz Santísima como un lugar de oración. Mira cómo
habiendo cumplido en ella Jesús todos los oficios de piedad, caridad y
ternura para con los hombres, quiso en aquellas tres horas de tinieblas que
sucedieron, ocuparse totalmente en orar, aplicando su oración por todos los
fieles, que tenía presentes, de los cuales eras tú uno, ¡Oh Salvador adorable!
¡Víctima inocente!, qué multitud de objetos diferentes no se presentan aquí
a vuestra vista. Los pecados, que los hombres han cometido en todos los
tiempos, vienen como de tropel a colocarse al pie de vuestra Cruz, para ser
lavados en vuestra Sangre preciosa, y todos los pecadores, que han existido
y existirán en adelante, están presentes a vuestra vista y a vuestro Corazón.
Concebís todo el horror de sus culpas, lleváis todo su peso, bebéis toda su
amargura, os sacrificáis por ellos y por su salud, sufrís solo por librarlos de
los tormentos eternos, y morís por darles la vida. ¡Qué sentimiento no se
excitaría en vuestro adorable Corazón cuando discurriendo por todos los
siglos, se os presentaban por una parte tantas almas que abrazaban la Cruz
con Vos y por Vos, y por otras tantas que la detestaban y maldecían
profanando el fruto precioso de vuestra Pasión! ¡Qué congoja al ver que os
desamparo, apartándome de vuestra voluntad por cumplir la mía: que aun
vuestros discípulos os dejan, el pueblo hebreo y millares de hombres dejan
la Fe, ¡atropellan vuestros Sacramentos y desechan los frutos que de vuestra
Cruz podían sacar!
ORACIÓN
DÍA SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, esta palabra que salió de los labios del Señor en el árbol
santo de la Cruz: «Mi virtud se sacó como una teja, y mi lengua se pegó al
paladar, llegué a estar como polvo al punto de perecer»: ¡oh valeroso
Sansón!, que después de matar los filisteos infernales con la quijada de un
jumento, cual es el hombre a quien redimiste, tenéis mortal sed; pedid a
vuestro Padre que de esa Cruz en que vencéis a vuestros enemigos, saque
una fuente de agua, con que se apague vuestra sed. ¡Oh piedra viva, y
pedernal de fuego amoroso, pues estáis herido con la vara de la Cruz, brotad
como la piedra que hirió Moisés, una fuente de agua, con que refresquéis
vuestra afligida lengua! Mas yo veo, Señor, que vuestra caridad no requiere
sino brotar arroyos de Sangre para lavar nuestras culpas, porque su refrigerio
es padecer por librarnos de ellas.
ORACIÓN
Oh alma mía, mira que tu Señor pendiente de este madero está diciendo que
tiene sed: sed de que seas obediente, paciente, humilde y caritativo: dale de
beber lo que te pide para aliviar su trabajo: ¡Oh, y qué excelentísimas
virtudes se descubren en esta sed que le aflige! Ella es una sed insaciable de
obedecer, con lo cual deseó cumplir la voluntad de Dios en todas las cosas,
sin dejar una jota, una tilde, ni cosa alguna por penosa que fuese; y como
sabía que era voluntad del Padre que en su sed le diesen vinagre, no quiso
dejar de cumplirla. Ella es una sed entrañable de padecer por amor nuestro;
porque, por mucho que había padecido, deseaba padecer mucho más; y sin
duda lo padeciera, si esta fuera voluntad de su Padre. ¡Oh Redentor mío!,
confuso estoy de mí mismo; porque la sed que yo tengo no es de padecer
DÍA OCTAVO
CONSIDERACIÓN
Alma mía, levanta los ojos hacia ese madero santo, pon tu atención con Jesús
en todos los trabajos y tormentos que su Padre Eterno quiso que padeciese
desde el instante de su Encarnación hasta el punto en que estaba, que era el
fin de su Pasión y de su vida; pasando por la memoria los trabajos de su
nacimiento y circuncisión, los de su destierro a Egipto, los de su predicación
por Judea y Galilea, y últimamente los de su crucifixión, y viendo cómo
todos estaban cumplidos sin faltar alguno, se consoló grandemente de ver
que hubiese llegado el fin de sus trabajos tan a gusto de su Eterno Padre. Así
es que lleno de reconocimiento y de gratitud exclama: «Acabado está todo».
ORACIÓN
¡Ah! Esta misma proporcionalmente será la voz que yo oiga en la hora de mi
muerte cuando venga a juzgarme, pues para mí todo está acabado en aquel
terrible instante. Entonces es ya acabado el mundo y su gloria vana, ya es
acabado el tiempo de merecer y desmerecer, y ya son acabados los deleites
de los malos y los trabajos de los buenos: ya es acabado el reino del demonio
para tentar y engañar de nuevo a los hombres: ¿y con esta consideración no
me resolveré a vivir de tal manera que pueda decir con San Pablo: «He
consumado y acabado mi carrera y en ella he guardado la fe y lealtad que
debía a Dios sin desfallecer en ella»? Oh Juez supremo de los hombres, cuya
justicia será tan cumplida y consumada como lo ha sido tu misericordia:
completa ahora en mí llenándome de gracia y de merecimientos, para que
DÍA NOVENO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, al que expira entre los brazos de la Cruz para volver a entrar
para siempre en el seno de su Padre. Mira a Jesús cómo se ofrece de nuevo
en cáliz de víctima a su Padre, encomienda su alma entre sus manos, inclina
la cabeza en señal de sumisión, y no espera sino el momento que debe
terminar su muy triste y dolorosa carrera. ¡Ah! Astros del Cielo, negad
vuestra luz a la tierra. Sol, eclípsate y oculta sus resplandores a vista del Sol
de justicia cubierto con las sombras de la muerte. Tierra, estremécete y haz
que tiemblen tus fundamentos. Velo del templo, rásgate y hazte mil pedazos;
y tú, toda la naturaleza, entra en la desolación, y cúbrete de horror al ver
padecer y morir a tu autor en medio de los más crueles tormentos.
ORACIÓN
Cruz Santa, Cruz bendita, alienta mi voz para que en el medio de las tinieblas
que cubrieron este día, pueda yo levantar la voz, y dirigiéndome a ti, hable
así a mi Señor: «Oh Jesús crucificado, por mi salud sacrificado a la divina
justicia y hecho víctima de nuestras culpas, os veo tal como estuvisteis sobre
el Calvario, tenéis vuestra cabeza inclinada para darnos en vuestra muerte un
beso de paz: vuestros brazos extendidos para convidar a todos los pecadores
a que vengan a Vos: vuestro Corazón abierto para recibirnos en el seno de
vuestra misericordia, y vuestro sagrado Cuerpo ensangrentado y hecho mil
pedazos para salvar nuestras almas. Vuestro espíritu lo encomendáis en las
manos del Padre, para significar que sólo en tales manos y no en otras puede
estar seguro. Estas manos criaron nuestro espíritu y en ellas nos tiene escritos
para no olvidarse de nosotros. ¡Oh alma mía! Arrójate en las manos de tu
Padre, en quien está tu suerte; pues que de ellas depende nuestra salvación:
si en ellas te tiene escrito, no te borrará del libro de la vida. Oh dulce Jesús;
así como Vos encomendáis vuestro espíritu en manos de vuestro Padre, así
yo encomiendo el mío en las vuestras: sí, en esas que tenéis extendidas en la
Cruz para abrazar a los pecadores que se acogiesen a ellas: Allí tenéis a
vuestros escogidos escritos con vuestra Sangre y asidos con vuestra
fortaleza, de modo que ninguno podrá sacarlos de ellas. En las mías no está
seguro mi espíritu, porque son muy flacas; yo lo entrego en las vuestras que
son muy fuertes; y pues con ellas le habéis redimido, haced que por ellas sea
ORACIÓN PREPARATORIA
Abrid, Señor, nuestra boca para bendecir vuestro santo Nombre: limpiad
nuestro corazón de todos los vanos, perversos y ajenos pensamientos;
alumbrad nuestro entendimiento y encended nuestro afecto, para que digna,
atenta y devotamente hagamos este santo ejercicio, y merezcamos ser oídos
en vuestro divino acatamiento. Amén.
ORACIÓN
Dulcísimo dueño de las almas, Jesús Nazareno, Corazón de nuestros
corazones, nosotros te ofrecemos este ejercicio y oraciones con un grande
amor y deseo de ensalzarte, glorificarte y agradecerte aquel infinito amor con
que quisiste siete veces caer en tierra por nuestro amor, para confundir
nuestra soberbia con tan admirable humildad: y te pedimos las ofrezcas
ahora, y en la hora de nuestra muerte a tu Eterno Padre, para que por ellas
nos conceda una vida libre de las caídas en los siete vicios capitales, y nos
levante a un alto grado de amor de Dios, y de Jesús, María y José, en que
vivamos hasta morir. Amén.
A Jesucristo adoremos,
Y con tierno corazón
Las caídas contemplemos
Que el Señor dio en su Pasión.
Alabad al Señor todas las gentes, alabadle todos los pueblos, porque ha
confirmado sobre nosotros su misericordia, y la verdad del Señor permanece
para siempre.
Si de la cruel bofetada
ORACIÓN
Oh buen Jesús, que sufristeis por mi amor una infinidad de oprobios y
afrentas que yo no puedo comprender; imprimid poderosamente en mi
corazón la estimación y amor, y haced que desee la práctica de ellas. Amén.
Ahora rezarás tres Ave Marías por las tres necesidades que tuvo María
Santísima al pie de la Cruz, y acabarás con la Oración siguiente:
MODO DE HACERLA
Siempre que la devoción quiera, puede hacerse esta Novena; pero mejor será
en los nueve viernes, que hay desde el primero antes de Septuagésima, hasta
el ultimo antes de Ramos; y en cada uno de ellos deberá el devoto confesar,
y comulgar, añadiendo algunos ejercicios espirituales de mortificación, para
que, así acompañando a Jesús en algo de sus Dolores, facilite de este Señor
la gracia y favor según su necesidad. Deberá hacerse esta Novena en Iglesia
donde haya Altar o Capilla de la Imagen de Jesús con la Cruz acuestas, o en
su casa delante de alguna Imagen que represente este paso. Y si hiciere esta
Novena en nueve días seguidos, confesara, y comulgara en los días primero
y ultimo de dicha Novena.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dios y Señor todopoderoso, clementísimo Padre, Criador mío, que por
vuestra bondad que adoro, y por la gravedad de mis culpas, que lloro
arrepentido, quisisteis ser condenado a muerte de Cruz; que llevasteis sobre
vuestros hombros, haced que yo os acompañe con un dolor verdadero y firme
propósito de nunca más ofenderos: así os lo suplico, y así confío en vuestra
bondad y misericordia infinita por vuestra divina gracia. Amen.
GOZOS
Pues por mi lleváis, Señor
ese pesado Madero
Dadme un dolor verdadero
conque pague tanto amor.
Un Discípulo alevoso
os vende, y al Pueblo, entrega,
dando en señal cuando llega,
beso, que admitís gustoso:
Preso, cual facineroso,
vais al Judaico furor.
El solio de la maldad
da contra vuestra inocencia
de muerte de Cruz sentencia,
deponiendo falsedad;
y admitís con humildad
por librar al pecador.
ORACION FINAL
Jesús Nazareno, Criador y Redentor mío, a quien me humillo, y en cuya
presencia conozco debo ser vilmente despreciado, por haberos sido ingrato,
desagradecido y olvidadizo de tan grandes beneficios como me habéis hecho,
padeciendo por mí gravísimas culpas, tantos trabajos, especialmente los
dolores que sufristeis, cuando cargaron sobre vuestros delicados hombros
esa muy pesada Cruz, para rendir en ella la vida en el monte Calvario: Me
pesa, Señor, de todo corazón de haberos ofendido. Pésame, Señor, de haber
DIA SEGUNDO
ORACIÓN
Mi Amantísimo Jesús, que por vuestra adorable voluntad quisisteis cual
racional racimo ser oprimido, y exprimido con el peso desmedido de la Santa
Cruz, que causaron mis delitos: concededme, que con la Sangre que os hizo
verter este peso, reguéis la esterilidad de mi Alma, para que fecunda en frutos
de vida eterna, os acompañe en la opresión que os causa ese madero, para
que oprimido en él; viva después con Vos en la Patria Celestial. Amen.
DIA TERCERO
ORACIÓN
Jesús mío, Dios y Señor Omnipotente, cuya Majestad infinita, aunque
adorada de los Ángeles, fue despreciada de los hombres, especialmente en
aquel tropel, con que, a empellones rabiosos, atropellando vuestra Divina
Persona os hicieron llevar sobre los hombros el peso tan desmedido de ese
Madero en que habíais de ser crucificado: dadme, Señor, que, por este tropel,
o atropellamiento a Vos tan injurioso, que con tan crecido amor os hizo sufrir
mi ingratitud; no atropelle yo vuestros mandatos, sino, que pisando lo que
me impone en sus políticas el mundo, os merezca venerar para siempre en el
Cielo. Amén.
DIA CUARTO
ORACIÓN
Padre Eterno, Padre de mi Señor Jesucristo, y Padre mío: que, a la Madre de
vuestro Divino Hijo, abriste paso con vuestro poder inmenso, para que
pudiese salir a el encuentro de su Amado, y le hablase en el interior de su
DIA QUINTO
ORACIÓN
Benditísimo Jesús mío, que cuando sumamente cansado y molido, con el
peso grande de la Cruz, quisiste que el Cirineo te ayudase a llevarla: haced
Señor, que yo sea el Cirineo compasivo, que, sufriendo con resignación, y
paciencia el peso de la Cruz, que me ofrece vuestra Divina voluntad, te ayude
a llevar, la que te ofreció mi ingratitud, para que así resignado en Vos, os
acompañe hasta llegar a el eterno descanso.
DIA SEXTO
ORACIÓN
Dulcísimo Jesús, luz de mi entendimiento y gloria de mi Alma, que cuando
más afeada con asquerosas salivas la hermosura de vuestro Divino Rostro,
que desean ver más y más los moradores del Cielo, iluminaste aquella mujer
Verónica, para que le limpiase compasiva con un lienzo, quedando en el
estampado: yo os suplico, que haciéndome vuestra Majestad merecedor del
premio de esta dichosa Mujer, quede estampado en mi Alma el retrato de
vuestro Divino rostro, con que seré participante en tus oprobios, y lograre el
conseguiros en el Cielo. Amén.
DIA SEPTIMO
ORACIÓN
Dulce Jesús mío, Maestro Soberano, y Dios de todo consuelo, que cuando
compadecidas las hijas de Jerusalén de vuestras penas tan amargas, las
lloraban desconsoladas, se dignó vuestra ardiente caridad en consolarlas en
la compasión de vuestros tormentos, ensenándolas con altísimas doctrinas a
que, supiesen llorar por sus pecados: yo, Señor os suplico, que se digne
vuestro amor de consolar mi corazón; afligido con el peso de mis culpas, y
que ilustréis mi entendimiento con las doctrinas del Cielo; para que
conociendo la gravedad de mis yerros, sepa llorarlos con verdadero dolor, y
amargura del corazón. Amén.
DIA NOVENO
ORACIÓN
Amabilísimo Jesús mío, que, con la flaqueza grande de vuestra persona
Divina, y por la prisa con que era atropellada; a llevar el peso desmedido de
este Madero de la Cruz, llegasteis sumamente fatigado, afligido, y
desconsolado, a la cumbre fragosa del Calvario para ser en el por mi ofrecido
en gustoso sacrificio, a vuestro Padre Soberano; concededme, amoroso Jesús
mío, que, ya que en esa Cruz me lleváis por lo fragoso de ese Monte, alivie
yo tus fatigas, no desfalleciendo con el peso de la mía, en lo fragoso del
camino de la virtud, sino, que, con valor y firmeza de ánimo, te siga hasta la
cumbre del Sion del Cielo; para que goce sus delicias con perpetuo descanso,
logrando, asimismo, que esta Novena haya sido de vuestro mayor agrado.
Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Jesús, Dios de Infinita bondad. Padre de las misericordias: A
vuestros pies Señor, tenéis el alma más ingrata, el pecado más atrevido; pero
reconocido también de si feísima ingratitud: Yo conozco, Señor, que la
enorme fealdad de mis culpas ha sido la causa de los tormentos y afrentas,
que padeciste por la redención de mi alma. ¿Pero que haré con este
conocimiento, si tibio, y poseído de vicio el corazón, no sale derretido en
lágrima por los ojos a desagraviar vuestra Divina Persona, y a solicitar el
perdón de sus culpas? Mas esto sucede, Señor, al que os ofende, y como esto
no fuese el último de los males, con todo ni teme el castigo, ni solicita el
remedio. No obstante, del modo que puedo, confieso y publico los
desórdenes de mi vida; ya arrepentida; recurro por el perdón a vuestra
clemencia, pesándome de haberos ofendido, no por el justo castigo, que
merecía mi ingratitud, sino por haber ofendido a vuestra Bondad inmensa.
Este, Señor, será el día en que empiezo a serviros y amaros, aborreciendo los
vanos placeres de esta vida, para asegurar la eterna. Tantas fuentes de sangre,
como mis culpas abrieron en ese Sacratísimo Cuerpo, o son rayos de
misericordia para Ja purificación de mi alma, o puertas francas por donde
entre a tomar sagrado de mis culpas. ¡Oh! Disponed, dulcísimo Jesús, que yo
no desprecie como hasta aquí vuestra Benignidad. Encendedme, pues me
veis tibio en la virtud. Dirigidme, pues me veis ciego de las pasiones:
enseñadme, pues llevo errada la senda de mi vida. Pequé: conozco mi culpa,
y me pesa de corazón; pero sea ostentación de vuestra Misericordia el perdón
de mi alma, y los auxilios que necesito para el reforme de mi vida desde esta
hora. Amén.
PRIMER DÍA
¡Oh Benignísimo Jesús! Oh Dios de infinita paciencia! Pasmados, Señor,
tiene a los Cielos, a los Elementos, a los insensibles, a las criaturas todas, la
mansedumbre, con que recibisteis de la torpe boca del alevoso Judas el beso
de entrega a vuestros crueles enemigos. ¿Qué es esto? Hasta aquí llegó,
Señor, ¿vuestra tolerancia? ¿Hasta aquí vuestro amor al hombre? ¿No había
un rayo a mano para confundirá ese alevoso, que os entrega a la muerte con
demostraciones de amigo? ¿Una vil criatura a su Criador? ¿Un discípulo
querido a su Maestro? ¡Oh vil nombre! ¡O fiera! ¡O furia! ¿No temes besar
a Dios, mintiéndole infame? ¿Pero, que me indigno contra este desdichado,
habiéndole excedida yo en el delito? ¿Qué de veces, Señor, os vendí, ¿más
torpemente que é? ¿Cuántas os alabé con los labios, siendo el corazón lodo
del vicio ¿Cuantas en la Confesión talé con Vos de paz, quebrantando luego
los tratados, y la confederación? ¿Cuántas con labios torpes llegué a recibiros
en el Sacramento, mal arrepentido de los deleites? y pasiones que me
arrastran? Yo, yo soy, Señor, el alevoso discípulo que os ha vendido. Pero
también Vos sois un Dios bueno, un Dios manso, un Dios benigno; y ningún
empleo de vuestro amor como perdonar mi fatuidad. No más pecar, Señor:
no más ingratitud. Substituya, Señor, a la culpa la enmienda de mi vida: al
vicio el arrepentimiento; y a la distracción un continuo meditar en vuestra
Pasión Sacrosanta. Y consiga si es del agrado de vuestra Majestad, el favor
que os pido en esta Novena. Amén.
DIA SEGUNDO
Oh Dios de infinita bondad y tolerancia! ¡Vos perseguido como malhechor,
y blasfemo! ¡Vos maniatado, y arrastrado por el suelo de una vil canalla, que
os llena de baldones! ¡O estupendo sufrimiento del Omnipotente! O culpa, á
\cuanto llegó tu malicia, pues ataste a Dios las ¡manos! ¿De dónde, Señor,
me vendrá a mí el consuelo en los trabajos: el alivio en las enfermedades: el
auxilio en las recaídas de mis culpas, atadas vuestras manos divinas, de
donde ¡viene todo bien' ¡Como podré yo, dulcísimo Jesús mío, romper por
la gente armada., que os conduce a la muerte, y humedecer con mis lágrimas
esas crueles ataduras, para que aflojen (siquiera, y tengáis alivio: ya que no
pueda romperías de todo? ¿Vos atado, é yo libre en las pasiones y apetitos?
¿Vos en poder de fieras inhumanas, que os arrastran, é yo con fiereza ¡bruta
devorando la hacienda, y la honra ajena? ¡O disonancia! ¡O contraposición
del culpado con el inocente! Alabo, Señor, vuestro amor, y quisiera tener
conmigo las criaturas todas, que mas finamente os aman, para que
agradecieran conmigo el exceso de amor de dejaros aprisionar por mí.
Conozco bien, que mis pecados tejieron esos cordeles atrevidos; pero si Vos
me ayudáis, yo desharé á penitencias lo que le hicieron mis culpas
Concededme, maniatado Jesús mío, que yo llegue a aborrecerlas dignamente.
Y si ha de conducir a este fin el favor que os pido en esta Novena, (pues
nunca más generoso, que cuando maniatado) concededme este beneficio.
Amén.
DIA TERCERO
Oh Dulce Jesús! Dios de infinita Sabiduría, ¿en qué entendimiento pudo
caber jamás qué llegasen a tan subido punto los excesos de vuestro amor,
DIA CUARTO
Oh Amantísimo Cordero, dulce Jesús de mi alma; que tempestad de azotes
cajo sobre vuestras delicadas carnes, para templarla rabia cruel de aquel
mismo Pueblo, que veníais á redimir. Veo, hermosura de los Cielos, que os
desnudan afrentosamente á vista de todo el Pueblo. Veo, que os amarran
fuertemente a un poste, como si voluntariamente no vinieseis a padecer. Veo,
que empiezan a desgarrar vuestras Sacratísimas carnes con varas espinosas,
y otros instrumentos crueles. Veo, que se remudan fatigados los verdugos:
que corre la sangre a arroyos: que se registran ya los huesos: que no hay al
fin parte sana en vuestro Cuerpo, que pueda recibir los golpes. Y aquí, si
hubiera en mi conocimiento, si correspondencia, si amor; aquí era cuando
debía perder la vida a la fuerza de la pena. ¡Pero ay de mí, que los desórdenes
de mi vida fueron los instrumentos de vuestro dolor! Mis culpas puestas en
las puntas de los látigos, rasgaron inhumanamente vuestras venas. ¿Como
podré yo dulce Jesús, enmendar este sacrilegio atroz? ¿Como podré llenar de
dulces lágrimas de compasión los surcos, que en vuestras espaldas hicieron
los azotes? ¿Como podré recoger tanta Sangre Divina, vertida por mi causa?
Pero todo lo puedo, Señor, si Vos me concedéis lo que os pido en esta
Novena. Para eso os lo suplico; para satisfaceros, para enmendarme, para
corregir mi vida, para llorar vuestra Pasión; y para alabaros eternamente.
Amén.
DIA SEXTO
Oh Dios de Bondad inmensa y de tolerancia infinita! Miróos, Señor,
asomado a un balcón hecho una suma de heridas, oprobios y congojas, y no
sé si me irrite contra aquel Pueblo ingrato, que os veía y os despreciaba, o
contra mí, que le excedo en la ingratitud. Aquel os miraba como hombre; y
aunque por vuestras maravillas debía confesaros Dios o carecía de este
conocimiento, o lo tenía muy contuso de vuestra Deidad. Yo con luz superior
os confieso Dios, Rey Soberano de Cielo y Tierra ¿Y tengo valor, sin morir,
para miraros, Señor? ¿Vos Rey de burla? ¿Vos vestido de una asquerosa
púrpura por ignominia? ¿Vos con Corona fabricada, más para ludibrio y
dolor, que para argumento de Majestad? ¿Una vil caña en la mano, que formó
el Cielo y la Tierra? ¡O corazón duro que esto ves, y vives! ¿Sabes que aquel
hombre es Dios de poder inmenso, y no sales al desagravio, publicando su
Majestad? Sí, dulcísimo Jesús mío, sí, yo os confieso, y os adoro. Yo pasmo
de que en vuestra tolerancia cupiese tal. ignominia. Y' en pequeña
satisfacción de este amor, vengan sobre mi desprecios y baldones. Pero
alentadme, Señor, para esta imitación vuestra, con vuestra gracia, y el bien
DIA SÉPTIMO
¡O Mansísimo Cordero, dulce Jesús de mí alma! Llegó la fatal hora de
firmarse contra Vos sentencia de muerte por mis culpas Oigola pregonar; y
ni la pena me ahoga, ni el corazón arroja una lágrima ¿Qué deplorable estado
es este en que me tiene la culpa? ¿Vos por sedicioso, por sembrador de esta
doctrina, por usurpador de la Divinidad sentenciado a muerte de Cruz?
Apelo, Señor, de esta inicua sentencia al Tribunal Supremo de vuestro Padre
Si se pronunciase sobre mí, justa era la pena, pues míos son los delitos que
os acumulan ¿Pero vos inocentísimo Cordero, sentenciado como injusto?
Apelo, digo, pero tarde, porque ya vuestro amor al hombre tiene admitida la
sentencia. Pues id, Señor, id, y tenga vuestro amor la complacencia de morir
por quien ama. Pero no me neguéis a mí la de morir a vuestros pies Acabe
yo al mundo, espire a la vanidad, muera a la soberbia, a la ambición, a todo
lo temporal, que tan distraído me traen de lo eterno, para que fue criado. Yo
nací para morir, y para morir tan de improviso, que ignoro el instante en que
ha de ejecutarse la sentencia; y con todo vivo, como i si fuera inmortal, y me
alegro, como si no hubiera pecado. Corregid, dulce Jesús mío, esta fatuidad
de mi entendimiento, y disponiéndome el favor, que os pido en esta Novena,
haced, que la sentencia de vuestra muerte sea para mi decreto de eterna vida.
Amén.
DIA OCTAVO
Oh Jesús dulcísimo, Holocausto puro, Víctima inocente: ¿qué Cruz es esa,
que oprime vuestros Sagrados hombros? ¿Vos conducido a la muerte como
reo; yo, siendo el delincuente, pensando darme una vida llena de delicias, ¿y
conveniencias? ¿Vos cargado con el duro Patíbulo en que habéis de rendir el
último aliento; é yo anhelando gustos y placeres? ¿Vos agonizando, y
cayendo a cada paso con el peso, y falto de la Sangre; é yo rico, contento, ¿y
descansado? ¿Vos arrastrado con vilipendios; ¿é yo soberbio, e implacable
con mis enemigos? ¡O Dios bueno! ¡O Dios manso! ¡O Dios apacible! Pero,
o terquedad mía, que, perseverando voluntariamente en la culpa, no trato de
aliviar a mi Señor, ¡que va a morir por mí! ¡Pero como lo haré yo; dulce Jesús
de mi alma! Yo os diera e' corazón, para que, puesto entre la Cruz y el
hombro, recibiera gran parte del pozo; pero creo que mi corazón excede en
dureza a la Cruz. Vuestro alivio (si yo soy capaz de darlo a un Dios oprimido)
DIA NOVENO
O Encuentro el más lastimoso, que jamás hubo, ¡ni habrá entre Hijo y Madre!
¡O dulcísimo Jesús! ¡O que fiero golpe os tiró el amor, presentándoos vuestra
Madre hecha un mar de amarguras! ¡Que dulcemente os despediríais de sus
brazos, y le pediríais permiso para ir a morir por los hombres! ¡Como se los
dejaríais encargados a su amor, para que, partidas las solicitudes, Vos como
Padre murieseis por ellos, ¡Mamá como Madre los conservase puros! Pero,
o afligidísima Señora, como esta fue la hora en que aquella espada, ¡que os
profetizó el anciano Simeón traspasó vuestro pecho Virginal! Mirad, Señora,
a vuestro Hijo; Considérele bien, y ved cuanto creció la malicia de mis
culpas, quien así llegaron a transfigurarle. ¿Como, acertaré yo, Señora á
templar vuestra agonía; siendo mis pecados la causa de ella? Ellos
dispusieron este espectáculo lastimoso. Ellos dispusieron la vida á vuestro
Hijo; dejándoos de Vos entregada á todas las acerbidades de la pena; Y con
todo este conocimiento, ni siento, ni lloro, ni dejo la ocasión del pecado.
Perdido soy, dulce Jesús de mi alma, afligidísima Madre mía; si vuestro amor
no vence mi terquedad. Por el acervísimo dolor que tuvisteis al encontraros,
os suplico me miréis con ojos de piedad, y n o permitáis me precipite a la
perdición. Antes con el favor que os pido en esta Novena, reconozca vuestro
amor, y asegure el vero y adoraros eternamente en la Gloria. Amén.
Para todos los viernes del año, en reverencia de Cristo Crucificado en sus
tres horas de agonía.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Creo en Dios: espero en Dios: amo a Dios sobre todas las cosas: por ser vos
quien sois: Dios mío, me pesa de haberos ofendido, propongo con vuestra
gracia de nunca más ofenderos.
MEMENTO MORI
OFRECIMIENTO
Jesús mío, que agonizaste por mí en la Cruz: yo te ofrezco y dedico el
momento de mi muerte, y agonías de ella, juntas con este ejercicio, a las
agonías y momento de la tuya. Sea tu muerte mi vida, buen Jesús.
La primera palabra que habló nuestro Redentor desde el árbol de la Cruz, fue
decir: Padre, perdónalos: porque no saben lo que hacen.
Digamos nosotros diez veces con gran dolor de haberle ofendido: Padre
perdóname, que no supe lo que hice.
La segunda palabra que nuestro Redentor habló en la Santa Cruz, fue: Hoy
serás conmigo en el Paraíso. Digamos nosotros con gran deseo de ver á el
Señor en su Reino: Señor acuérdate de mí, pues estás en tu Reino.
Diez veces Adorámoste Cristo…
La cuarta palabra que habló el Señor en el árbol de la Cruz, fue decir: Dios
mío, Dios mío ¿Por qué me desamparaste? Pidamos nosotros al Señor no
nos desampare en la hora de nuestra muerte. Dios mío, Dios mío, no me
desampares en la amargura de la muerte. Diez veces Adorámoste...
La quinta palabra, que el Señor, habló en la Santa Cruz, fue decir: Sed tengo.
Digamos nosotros; Sed tengo Señor de morir en vuestro amor. Diez veces
pidamos nosotros al Señor nos dé verdadera contrición y mucho amor.
Adorámoste Cristo...
La sexta palabra que el Señor habló en la Cruz, fue decir: Consumado está.
Pidamos nosotros no desampare en aquella hora. Acábese Señor mi vida en
tu amistad y gracia. Diez veces: Adorámoste...
La séptima palabra que el Señor habló en la Santa Cruz fue decir: Padre en
tus manos encomiendo mi espíritu. Digamos nosotros con gran deseo de
espirar en las manos de Dios, Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Diez veces: Adorámoste Cristo…
ORACIÓN
¡Oh fuente inagotable de piedad! ¡Bondad sin comparación, mayor, que
todas las culpas de los hombres! interpón tu Cruz y tu muerte entre mis
ORACIÓN
¡Oh mar de dolores, María! ¡Que amarga es tu pena! ¡Quién me dará
participar de tu compasión á el pie de la Cruz! ¡Oh Reina de los mártires! Si
soy indigno (corno lo soy) del martirio de sangre de tu Hijo, alcánzame por
lo menos, ser mártir de compasión y mártir de amor; por tu Hijo, que murió,
por mí. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Crucificado Dueño mío, mi Jesús, sin duda que soy de piedra, pues no se
enternece mi corazón al ver que mueres por amor mío, no sólo con los más
acerbos dolores y tormentos, y con la mayor deshonra e ignominia; sino que
quieres morir también en la más extremada pobreza, sin tener un lienzo en
qué envolver tu Sacratísimo Cuerpo, ni un sepulcro en qué depositar tu
Cadáver. Si amor con amor se paga, yo te agradezco tan grande fineza; y en
prueba del amor con que te correspondo, te ofrezco mi pecho para depósito
de tu Majestad, y te pido que de las telas de mi corazón hagas lienzo para
envolverte y cubrirte: admite, Dueño mío, la oferta, y no permitas entre en
mi corazón afecto alguno que no sea un verdadero dolor de haber ofendido
a quien amo, a quien quiero, y a quien adoro como único bien mío. Amén.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que alentados de una divina Fortaleza, y
deponiendo todo temor y miedo, entrasteis a pedir a Pilato el Cuerpo de Jesús
Crucificado, en testimonio de que lo reconocíais y adorabais como verdadero
Dios y Hombre: Mirad mi corazón, y hallaréis que, vencido de su flaqueza,
a cada paso falta a sus obligaciones por los respetos humanos: remediad tanta
necesidad, y pedid a Dios nuestro Señor me fortalezca de manera que nada
tema, nada me embarace, y nada sea capaz de hacerme faltar a sus divinos
mandamientos, ni de ofenderle en cosa alguna. Amén.
Se rezan tres Credos en memoria de las tres horas que estuvo Jesucristo
Señor nuestro en la Cruz, y luego se dice la Oración siguiente:
DÍA TERCERO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que ilustrados con las luces de la fe, y
conociendo que el cuerpo que estaba colgado en la Cruz era de un verdadero
Hombre y verdadero Dios, no os desdeñasteis de ejercitar con él los oficios
humildes y bajos de arrimar las escalas y subir por ellas a bajarlo: Interceded
por mí con Dios nuestro Señor, y suplicadle me conceda el espíritu de
humildad, para que cerrando mi corazón a las ideas y a los pensamientos
altivos y orgullosos, no me desdeñe de ejercitar con mis prójimos los oficios
caritativos que pidiere su necesidad. Amén.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que habiendo desclavado de la Cruz el
Sacrosanto Cuerpo del Salvador, lo recibisteis en vuestros brazos, y lo
cargasteis, y teñisteis vuestros rostros y manos con la Sangre que manaba de
las heridas: Felices mil veces vosotros, por haber dado los primeros abrazos
al Héroe que acaba de triunfar del demonio, de la muerte y del pecado:
volved, volver a abrazarlo por mí, dadle los plácemes por la victoria que ha
conseguido, y pedidle me ayude misericordioso con su gracia, para triunfar
también de mis enemigos. Amén.
DÍA QUINTO
DÍA SEXTO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que después de haber bajado de la Cruz
el Cuerpo Santo de Jesucristo, lo pusisteis en los brazos de su Madre
Santísima, regalándola con el más apreciable tesoro que hay en los Cielos y
en la tierra: ¡qué ocasión tan oportuna ésta para pedir mercedes! Pedidle a
esa Señora, que en cambio del regalo tan rico que le hacéis, me reciba a mí
en los brazos de su protección, y me conceda la gracia que necesito para
obrar como hijo suyo, y no desmerecer el beneficio que me hizo Jesús desde
la Cruz, de dármela por Madre. Amén.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que sin reparar en gastos, ni deteneros en
el precio, comprasteis una gran cantidad de bálsamos y especies aromáticas
para embalsamar el Cuerpo deífico del Crucificado, y dar con esto un
testimonio auténtico de la alta estimación con que lo venerabais; yo os
suplico intercedáis por mí con ese mismo Señor, y le pidáis me conceda la
gracia que necesito para practicar las virtudes, que son el buen olor que debo
despedir de mí, para agradar a su Majestad Santísima y edificar a mis
prójimos. Amén.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que, para hacer el último obsequio
religioso a vuestro divino Maestro, tomasteis en vuestros hombros el féretro
o ataúd en que iba el Cadáver Sacrosanto, y caminasteis con él hasta el
DÍA NOVENO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que movidos del Espíritu Santo elegisteis
para sepultar al Salvador un Sepulcro nuevo, entero y virgen, en que nadie
se había depositado, para dar a entender que éste, y no otro, convenía a quien
había nacido de Madre Virgen, intacta y pura: seáis por toda la eternidad
benditos del Señor por la piedad que habéis usado con el Hijo y con la Madre:
usadla también conmigo, y no ceséis de pedir al Padre Eterno que labre en
mi pecho, con el poder de su Gracia, un sepulcro digno de Jesucristo, a quien
adoro real y verdaderamente presente en la Hostia consagrada. Amén.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que estáis realmente
presente en el Cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar: ante vuestra
soberana presencia se presenta este vil gusanillo de la tierra, esta miserable
nada que, degenerada de su grandioso y elevado ser por el pecado original,
esclava del demonio y sujeto a la muerte eterna, moraría en compañía de los
réprobos si Vos, Dios mío, en vuestros inescrutables designios, no os
hubierais compadecido del hombre pecador, dándole la vida de la gracia a
costa de vuestra misma vida, rendida voluntariamente en un afrentoso
patíbulo, del cual se había dicho mil quinientos años antes: «Maldito es de
Dios el hombre que muere colgado en un leño». Por este mismo leño que
santificasteis con vuestro contacto divino, y que ha venido a ser la insignia
que nos sella, distingue y da el título de hijos de Dios y herederos del Cielo;
os pedimos, ¡oh Salvador nuestro!, el perdón de los pecados actuales con que
hemos manchado y dado muerte a nuestras almas. Dadnos, Señor, que
podamos hacer un acto de verdadera contrición, don precioso que sólo Vos
podéis conceder, que no podemos alcanzar por nosotros mismos, siendo,
como somos, incapaces hasta de un buen pensamiento. Por vuestra
misericordia infinita, por los méritos de vuestra Sangre, Pasión y muerte
santísimas, y por aquella caridad inmensa con que bajasteis del Cielo a la
tierra y Os quedasteis Sacramentado con nosotros, os pedimos, con todo el
fervor de nuestros espíritus, que nos libréis de la repentina e impenitente
muerte y que, deshecho nuestro corazón en amargo llanto, podamos decir
como verdaderos penitentes: «pecamos, Dios mío; pecamos, Señor y Padre
nuestro; pecamos y nos pesa; tened misericordia de nosotros». Amén.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Elena, que destinada por el Altísimo para desempeñar la
importantísima misión que había de engrandecer al Cristianismo con los más
GOZOS
Santa Emperatriz Elena,
Fiel amante del Señor:
Alcanza victoria plena
A la Cruz del Redentor.
En caridad encendida
Cristiana fuiste a tu vez,
Discípula de quien es
Camino, Verdad y Vida:
Y te viste distinguida
Con gran humildad y fervor.
Al tacto de la tercera
El muerto resucitó,
Y el milagro declaró
Que era la Cruz verdadera:
Así tu piedad sincera
Recibe el premio mayor.
Llena de merecimiento
Llegas al fin de tu vida,
Y eres de Dios asistida
En tan terrible momento;
Vuelas a su llamamiento
En éxtasis arrobador.
Ve la patria colombiana
Ardiendo en impía guerra,
Bañada en sangre la tierra
Por una secta tirana.
¡Haz que la discordia insana
¡Se disipe, y su furor!
Enemigos implacables
De la virtud y el hogar,
La Iglesia quieren volcar
Y destruir con sus sables.
¡Tú sus armas formidables
¡Embotarás, y su ardor!
Y el pueblo reconocido
A tu augusta protección,
Crecerá en su devoción,
De tus favores vencido:
Y tu nombre bendecido
Será con santo fervor.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
¡Oh dichosa Santa Elena!, a quien Dios concedió excelsas virtudes,
especialmente la de la humildad, pues habiéndote condecorado tu hijo
Constantino con el título de Emperatriz, no hiciste alarde de tu grandeza sino
para procurar la pronta erección de templos magníficos al Cristianismo,
templos que el Emperador mandó edificar sobre las ruinas a que hizo reducir
los de los paganos, después de haber conseguido espléndidos triunfos sobre
Máximo y Licinio, sus concolegas en el Imperio, reconociendo deber esas
victorias a la asistencia del Cielo. Por el gozo inexplicable que tuviste, Santa
gloriosa, cuando oíste el decreto del Emperador, que anulaba los edictos de
sus antecesores, hostiles y opresores de los Cristianos, y cuando supiste la
expedición de edictos nuevos que los favorecían y mandaban abolir las
supersticiones gentílicas, ordenando al mismo tiempo que se ejercieran
libremente los divinos oficios del culto católico; te suplicamos nos alcances
del Señor que veamos pronto el fin de la guerra fratricida y cruel que nos
aflige, el triunfo completo de la causa de la justicia y de la Religión sobre la
fuerza opresora y la impiedad audaz, y que con espíritu de humildad
reconozcamos que tales beneficios sólo podemos alcanzarlos por los méritos
infinitos y bondad inmensa de Nuestro Señor Jesucristo; y en fin, alcánzanos
gracia para que, llenos de gratitud, demos las debidas alabanzas a su Divina
Majestad, y penetrados del amor del prójimo, pidamos la conversión de los
enemigos de Dios, y alcancemos el favor especial que te pedimos. Amén.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
¡Oh bienaventurada Santa Elena!, que habiendo abrazado antes que tu hijo
la Religión santa de Jesucristo (Así lo escriben San Paulino y otros autores),
lograste disponer el corazón de Constantino, inspirándole nobilísimos
pensamientos y persuadiéndole que en sus acciones heroicas estaba
vinculada la protección divina, experimentada tan visiblemente en los
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Gloriosa Santa Elena, que favorecida por el Altísimo con la más viva
inspiración, te encendiste en deseos irresistibles de buscar aquel Estandarte
regio por el cual se obró nuestra Redención y se obtuvieron los triunfos tan
señalados de Constantino, el cual mandó que se demoliese el templo profano
que los gentiles habían levantado sobre el Santo Sepulcro, y que allí se
edificase otro suntuosísimo Templo de Jesucristo; y tú, encargada por tu hijo,
tomaste a tu cargo esa grande obra, considerando ser aquella la ocasión más
oportuna para el descubrimiento del precioso tesoro que deseaban ver tus
ojos. Por el ardiente deseo en que te abrasabas, Santa dichosa, de ver
estrechar en tus brazos y adorar rendidamente aquella santísima reliquia, y
por la liberalidad con que hiciste uso de la dignidad augusta de Emperatriz,
disponiendo del tesoro imperial para construir y enriquecer los templos con
magníficos dones, y dar esplendor al culto divino; te pedimos nos alcances
el triunfo de nuestra sacrosanta Religión, la humillación de sus enemigos, la
libertad del Soberano Pontífice, la paz de nuestra República y el favor que te
pedimos en esta Novena. Amén.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
¡Oh fortísima y valerosa Santa Elena!, que provista de amplísimas facultades
emprendiste el viaje a Jerusalén, sin que los trabajos e incomodidades de la
peregrinación, ni tu avanzada edad de casi ochenta años, ni los obstáculos
que a las grandes empresas opone el enemigo, fueron bastantes para hacerte
renunciar a la apetecida gloria de visitar los Santos Lugares que nuestro
DÍA SEXTO
ORACIÓN
¡Oh dichosísima Santa Elena!, que siendo el objeto especial de tu
peregrinación a Jerusalén el de buscar la Cruz del Salvador te dirigiste al
lugar de su Sepulcro, discurriendo que, como era de costumbre enterrar a los
ajusticiados con los mismos instrumentos de su suplicio, podrías hallar allí
el Tesoro porque anhelaba tu alma; y viste con dolor que por el odio que los
gentiles profesaban al Crucificado, habían hecho todo lo posible para borrar
hasta la memoria del Santo Sepulcro, pues, además de haber terraplenado la
gruta y levantado considerablemente la superficie antigua, habían edificado
allí un sacrílego templo a la diosa Venus, en cual se ofrecían los más
abominables sacrificios. Te suplicamos, Santa nuestra, por la constancia con
que esperabas de la Divina Providencia el vencimiento de todos los
obstáculos que oponían a tu empresa, nos alcance de Dios el remedio de tanto
mal con que la impiedad aflige a aquella misma Iglesia, a quien tu hijo
Constantino dio entera libertad, obteniendo milagrosos triunfos contra los
paganos; y ruegues por nosotros para que consigamos, si nos conviene, el
favor que te pedimos, cada uno en particular. Amén.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Gloriosísima Santa Elena, que ejercitando el poderío que, como a
Emperatriz, te confirió Constantino, hiciste demoler el infame monumento
de la impiedad y, guiada por la tradición, mandaste cavar tan profundamente
bajo sus ruinas, que al fin se descubrió el Santo Sepulcro, y con él tres cruces,
pues impíamente habían reunido los gentiles la del Salvador con las de los
ladrones, y el título de la primera, que le había puesto Pilatos, estaba
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
¡Oh bienaventurada Santa Elena!, que no satisfecha tu piedad con el
magnífico monumento que hiciste construir sobre el Santo Sepulcro, erigiste
otro templo en el Monte de los Olivos, desde donde ascendió Nuestro Señor
Jesucristo a los Cielos, y otro en la Cueva de Belén, en que nació para la
salud del mundo, los cuales enriqueciste con alhajas preciosas y riquísimos
dones; y partiendo de Jerusalén a visitar los demás Santos Lugares de la
Palestina, edificabas a los habitadores de aquellos desiertos con tu admirable
conducta, no permitiendo que los siervos de Dios que santificaban esas
soledades, le tributasen los honores debidos a la Emperatriz del mundo, antes
bien, los llenabas de edificación con tu humildad, con tu modestia y con la
sumisión con que los venerabas y tratabas, dejándoles para eterna memoria
varios oratorios y aun basílicas, a fin de que en ellos se diesen a Dios los más
reverentes cultos. Te suplicamos, piadosísima Santa, por la constancia y los
especiales favores con que el Divino Jesús te asistió en aquellas santas
peregrinaciones, y por el copioso fruto que ellas reportaron a la Iglesia, nos
alcances del Señor el espíritu de devoción que a ti te concedió, y con qué
DÍA NOVENO
ORACIÓN
¡Oh atleta sagrada Santa Elena!, que despedida de la Tierra Santa con tiernas
lágrimas, hiciste tránsito por diferentes ciudades del Oriente, en las que dejas
inmortales monumentos de piedad, y socorriste con liberalísima mano a los
pobres necesitados, viéndose los caminos por donde pasabas poblado de
innumerable concurso de gentes, que de todas partes venían a pedirte gracias,
y a quienes recibías con la mayor dulzura y suavidad, dispensándoles todos
los favores y beneficios que necesitaban y que estaba en tu mano
concederles. Por la profunda humildad con que recibiste, entre vítores y
aplausos, la más honrosa sumisión de los habitantes de los pueblos en
aquellas dilatadas jornadas, a imitación del Divino Nazareno, y haciendo de
esa heroica virtud la base fundamental de tu conducta; por tus demás
excelentes virtudes, y por la gloria que con su brillo ha recibido la religión
de Jesucristo; te pedimos, dichosa Santa, alcances de la Majestad divina la
conversión de los enemigos de la Iglesia, especialmente de aquellos que por
una culpable ignorancia no conocen que la persiguen, aplicándoles aquella
súplica de Jesús moribundo a su Eterno Padre: «Perdónalos, Señor, porque
no saben lo que hacen»; y, finalmente, la gracia que por tu intercesión hemos
pedido en esta Novena, si conviniere para nuestra salvación. Amén.
EFICACÍSIMA
Para lograr una buena vida, y dichosa muerte, y también para
cualquier trabajo, o necesidad, y en especial para conseguir la sanidad
del cuerpo en las enfermedades, principalmente, de la peste.
COMIENZA
nueve días antes de la Dominica segunda después de la Epifanía del
Señor, y puede hacerse en cualquier tiempo del año
INTRODUCCIÓN
La amantísima Virgen Santa Gertrudis, y la venerable sierva de Dios Sor
María de Jesús, religiosa de la Concepción de la Puebla, se ocupaban
continuamente en los cultos devoción, meditación, y desagravios, á el
sagrado bulto de nuestro divino Señor, y padre Jesús, que se llama la santa
Verónica, de quien lograron muchos consuelos, diciéndoles su majestad cuan
agradable le era esta tierna memoria, con la que las hizo singulares favores,
y que los mismos haría a cuantos se difieran con reverencia, y repetir tal
devoción. Mira como Jesús te pone a cada paso los rectos caminos de tu
salvación, no los desprecies.
ACTO DE CONTRICIÓN
A vos se debe, Señor, por vuestro infinito ser todo amor, todo querer, toda
alabanza y honor, o si se hallara mi amor en tan encumbrada esfera, que sin
que nada quisiera y sin que nada esperará, á voz, por voz, os amara á voz,
por toz, os temiera.
DIA PRIMERO
Considera, alma, á el piadosísimo Jesús en la casa de Anás, y atiende, como
por Señor respondió humildemente la pregunta, que el Pontífice le hizo uno
de los ministros, de los más favorecidos del Señor, hirió su hermosísimo
rostro con una bofetada diciéndole: así respondes al pontífice, a que su
majestad dijo, si mal hable muestra en qué; y si bien, porque me hieres.
ORACIÓN
¡Oh amorosísimo Jesús! como te darán en cara, más que la bofetada de Maleo
mis repetidas culpas: dé avergonzado no acierto a alabarte y a pedirte, tengas
lastima mí; pero ya hablan con llanto mis ojos y te piden los purifique la luz
de los tuyos, para que no miren más que a tu rostro, espejo de sus amores,
dádmela en todo Padre mío, para que calle cuando sea ofensa tuya, y hable
solo para alabarte. Amén.
Estribillo:
¡Oh Jesús! que tus sentidos,
tormentos raros sufribles,
por la pena que sentiste,
Haz que te amemos rendido.
SEGUNDO DIA
Considera, como de casa de Anás, llevan al Señor a la de Caifás, donde
preguntado por Dios vivo, quien era respondió obediente lo que convenía;
airado el pontífice, y los ministros descargaron tal lluvia de bofetadas, y
escupitajos; sobre su lastimado Rostro, que ya no tenía aspecto de hombre.
Y pregúntate, cuantas bofetadas le has dado a tu padre Jesús con tus
juramentos falsos, que salivas asquerosas las de las maldiciones en que
prorrumpes.
ORACIÓN
¡Oh ensangrentado Jesús! tu Rostro lleno de dolores, y de inmundas salivas,
que te ha arrojado la sucia boca mía, en juramentos, en maldiciones, ¡y otras
irreverentes palabras! loco está quien tal hace, páguelo mi arrepentimiento,
más no tu indignación y con la protesta que hago de alabar y bendecir tu
santísimo nombre de toda mi vida. Amén.
TERCER DÍA
Considera a tu redentor; en aquella Sentina, o aposento, donde inmoble con
los muchos y fuertes cordeles con que los judíos, le ataron a un peñasco, el
acompañamiento que tiene una noche entera, es de sabandijas, hediondez y
la más grave, la de aquellos rabiosos canes, que atándole sus divinos ojos
coa un andrajo, le hacen juguete para, sus burlas pesadas entre sus sacrílegas
manos, por los muchos golpes, y palos que en todo su cuerpo y en su sagrado
ORACIÓN
Oh atormentadísimo Jesús de mi alma, ya sé que sientes ver más mí corazón
hecho calabozo de iniquidades, donde entre sus tinieblas viven de asiento
mis vicios que tu continuado padecer en ese vil sótano. Si aquellos verdugos
no se hallaban capaces aun con tanta luz de adivinar quién eres, yo sí que
conozco, que eres mi padre, y con dolor de haberte agraviado, te prevengo
buen hospedaje en mi pecho, descansa en él, mi Jesús, para que yo viva, y
para que lográndote a sí Sacramentado, por tu amor muera. Amen,
CUARTO DIA
Considerar la suma obstinación de los infernales ministros, pues no
contentos de ver el señor herido, y desfigurado su santísimo Rostro, con el
rigor de cinco mil, y más azotes, dejan su virginal cuerpo tan desgarrado,
como su Rostro. Y quien, a cada paso, así lo ejecuta, sino es la humana
malicia, pasando muchas veces las culpas a la mayor gravedad de sacrilegios
o que crueldad volver azotar a Jesús, en pago de haber sacado amante la cara
por defender a los mortales.
ORACIÓN
¡O pacientísimo Jesús! si los pecados de escándalo, si las acciones
indecorosas, que he cometido, no han dejado un lugar sano, ni en tu rostro ni
en tu cuerpo, yo protesto humilde, y contrito no volverte a azotar con mis
desvergonzadas acciones, y con la diciplina de tus amables sagrados
consejos, destronar las abominables en que he incurrido, para hallar siempre
pronta tu misericordia. Amen.
QUINTO DÍA
Considera aquel indecible tormento dé la, coronación del Señor, y en él,
como el ímpetu de los juncos, hacen que llueva sangre a él cielo de su rostro,
allí fue donde repitió la malicia de los soldados, azotar sus delicadas mejillas
con las zuelas de los zapatos. Y Aquí es donde has de conocer la soberbia, y
ambición, y torpes pensamientos en que has vivido.
SEXTO DIA
Considera al Señor en aquel lastimosísimo paso, que ordenó su majestad
divina, para mayor padecer: y fue el que, deseando la santísima Virgen, ver,
y acompañar a su dulcísimo hijo, le salió al encuentro por el atajo de una
Calle, donde se pusieron cara a cara a aquellos dos eclipsados soles, el de
Jesús lleno de sangre, salivas y golpes, el de María, anegado en lágrimas
¿que se dirían mudamente aquéllos fidelísimos amantes? ¿qué sentiría Jesús
con ver a María, ciega entre tanto llanto? y que sentiría María ver a Jesús,
ciego entre tanta inmundicia. Punto más para meditarlo, que para dicho.
Atiende alma, a esos dos lastimados Rostros y confiesa ser tú la causa de sus
dolores.
ORACIÓN
¡O divino Rostro de Jesús! en que miro el de mi afligida Reyna María, a los
dos contemplo por mi deshechos lino á bofetadas otro entre lágrimas: más,
ya son más repetidos mis sentimientos, y pues a los dos Rostros más
peregrinos ofendo con mis delitos; no cesaré jamás de llorarlos, para con el
justo golpe de la mortificación, y el gemido, consiga ver tan hermosísimos
Rostros en el cielo. Amen.
SÉPTIMO DÍA
Considera a este divino Señor entre- multiplicadas fatigas por la calle de la
amargura, y que afligido, y desmayado entre sudores de muerte, y
desmayado entre sudores de muerte, y su amabilísimo Rostro de negrido de
los cardenales, salivas, y polvo, tiene el alivio en el lienzo, que una varonil
ORACIÓN
¡Oh piadosísimo Jesús! que provecho sacó de servir como esclavo al mundo,
sino trabajos y penalidades, y en dura servidumbre, apetezca el vivir. ¡Qué
ceguedad, qué ignorancia! peto pues la conozco bien desengañado, desde
hoy solo a tú majestad he de servir y no por la correspondencia con que sabes
favorecer a los que te buscan sino solo por ser tú, tan digno de que te amen,
y sirvan; imprime en mi alma tu sagrado bulto, para que, marcado al fuego
de tu caridad, solo de tí sea esclavo. Amen.
OCTAVO DÍA
Considera al Señor con la cruz sobre sus hombros, y que después de a ver
caído dos veces, fue, con más tormentos en la tercera, pues como más
debilitado, estropeado, y desangrado, a los fieros tirones de los verdugos, no
solo cayó, sino que estampó su santísimo Rostro en la tierra, la que estaba
sembrada de agudos guijarros, mira que ingrata tierra, pues con piedras
corresponde él beneficio de verse con la más noble sangre rociada, y mira
que ingrato es el hombre, pues quiere más como tierra inculta convertirse en
piedra, que mirase rociada con más celestial lluvia para su logro.
ORACIÓN
¡O pacientísimo Jesús! tu por los suelos ultrajado, y por mí amor ¿tu
pisoteado de aquella perversa gente, y porque yo me levanté? tú sacratísimo
Rostro obscurecido coa la masa que permitió tu providencia, formada de
sangre y tierra ¿Hasta donde llegan tú beneficios, queriendo mezclar tu
sangre con la miserable tierra, cual es el hombre? ya los contemplo, admiro,
y en prueba de mi conocimiento, y desengaño, protesto arrepentido, vivir
siempre sujeto a tus preceptos, unido a tu voluntad, y desapegado de lo que
es mundo. Amen.
NOVENO DÍA
Considera al divino Señor ya crucificado, y levantado pendiente del sagrado
madero, hecho desprecio de aquella plebe, y que alzando su denegrido
ORACIÓN
¡O crucificado dulce Jesús! Sí el sol y la luna trasladan en sí el color de tu
rostro, para sentir tus tormentos: si la tierra se abre, para tragarse a sí misma
de sentida: si las piedras se parten, i cuando más duras, de adoloridas, sí el
velo se divide, abriendo sus hilos, el respeto ¿qué debo yo hacer como causa
de tus agonías, como instrumento de tu muerte? Ay, Jesús de mi vida, que es
lo que he hecho, y hago, es cuidar mucho de regalos del cuerpo, dándole todo
gusto, tropezando y cayendo en las más horribles culpas, olvidado de tus
ansias, ¡y de que teda tu vida ha sido penas! Mas ya levanto la cara a
contemplarte por mí crucificado, y te pido rendidamente no me dejes, ni
apartes tu santísimo Rostro, permíteme, Señor; que siempre como divino sol
lo mire para alimentarme de ensangrentados rayos, que despide, y que así lo
miren todos los cristianos, los gentiles y los herejes para que ninguno profane
tus sagradas aras, ni tu soberana ley. Haz que la cabeza de la iglesia, mire su
gobierno, y halle su salud en tu semblante. Que nuestro Monarca y real
familia, vinculen en tu Rostro sus consuelos. Que los súbditos no aparten sus
ojos de tu sagrada imagen. Que todos consigan la salud corporal, que te
piden, si les conviene, y lo más una buena muerte, para lograr gozarte en la
gloria. Amen.
ACTO DE CONTRICCIÓN
¿A quién Vida de mi alma debe esta vil criatura buscar, sino a su amante
Criador? a quien este ingrato hijo debe acudir, ¿sino a su caritativo Padre?
¿A quién está perdida oveja, sino a su celoso Pastor? Bien conozco Redentor
mío que solo obligado de tu excesiva clemencia puedes permitir en tu
presencia. Confieso que no soy digno delante de tu rostro, pues yo soy la
causa de que este gravemente herido. Oh Justo Juez y Señor mío, con que te
desagraviaré de tal ofensa, ¿con que te aliviaré este dolor? ¿Con que te podré
consolar en esta deshonra? No tengo más que ojos y corazón con que llorar
y sentir. Recibe mis lágrimas, sean lenitivo a tu grande sentimiento. Ay
Salvador mío, tu abofeteado! ¡Oh, si yo viera mi corazón hecho pedazos a
pesar de ser la causa de tal ignominia! Pésame de haber pecado Jesús mío,
pésame de que María Santísima tu madre y mi amparo, este afligida al ver tu
Rostro ultrajado. ¡Qué pena sería la de tu amantísimo Corazón al atender
que, al hijo de sus limpísimas entrañas, así lo atormentaban! Permíteme ya
Señor llegar mis indignos labios a tus Sagrados Pies, en los cuales,
derramando lágrimas de dolor, merezca, que por el precio de esta Llaga me
levante a tu amistad y gracia, concediéndome también, que persevere en ella
hasta la muerte, y que después te alabe en los Cielos en compañía de todos
tus escogidos Amén.
DIA PRIMERO
Tu Rostro, Jesús, herido
Conmueva mi corazón,
Y a el dolor de tu Pasión
Contigo se mire unido.
ORACIÓN
¡Oh Bellísima flor de los campos! Oh Cordero inmaculado tiernísimo Jesús!
¡Quien pudiera hacer de las telas de mis ojos lienzo para enjugar, y cubrir
DÉCIMAS
Con una cruel bofetada
Han herido a mi Señor,
Sangre vierte a tal rigor.
De aquella boca agraciada:
Oh Majestad ultrajada.
Por esta Llaga te pido
Sea en tu amistad recibido,
Y que en la hora de mi muerte
Tenga la dicha de verte
Hallándome tu escogido.
DIA SEGUNDO
Por adular un Sayón
A el juez loco, y presumido,
Jesús, tu Rostro ha herido,
Y a tu Madre el corazón.
ORACIÓN
¡Pelicano amoroso Jesús mío Rey excelentísimo, y sobre todo el universo el
más eminente y soberano! ¿Qué te podrá decir ella vil criatura para
desagraviarte de la ofensa, que miro hecha a tu divina Persona? ¿Como
DIA TERCERO
Jesucristo mi Señor
Sangre vierte de fu boca,
mi pecho cual de roca
le paga este favor.
ORACIÓN
Oh Padre de las misericordias, delicioso y ameno Huerto en donde hallan
los pecadores el deleite, y alivio, que les niega el Mundo, por ser él todo
engaño, y mentira, y tú la misma verdad, fragancias, ¡y suavidad! A Vos
vengo como a mi verdadero Padre, olvida mi ingratitud, y concédeme, no tus
brazos, que no soy digno de tal favor, si, qué ponga mis labios en la bendita
tierra, que veo regada con la Sangre, que derramó ella tu castísima boca al
golpe de aquella cruel bofetada. Es posible, Capitán mío, que tanto se cegara
aquel mal ministro, que ni lo moviera tu hermosura, ¡ni lo ablandara tu
paciencia! Estaba loco cuando tal hizo, pero más insensato soy yo, pues
teniendo por el bautismo, y Católica Fe tan claro conocimiento, de que eres
el Hijo de Dios vivo, e Hijo también de la Purísima Doncella María mi
Señora, quien fue concebida sin el borrón de la culpa, me he atrevido a
ofenderte. Muchas son las obligaciones, que tengo de desagraviarte y
viéndome tan imposibilitado para hacerlo, convido á tus Santos Apóstoles, y
DIA CUARTO
Una manopla dé hierro
Instrumento cruel, v atroz.
Herido os dejó mi Dios,
¡Qué inhumanidad! ¡Qué yerro!
ORACIÓN
Oh Elevadísimo Monte de Santidad a cuya falda están lo más heroicos
varones y Santos contemplando cuanto los excedes en las virtudes y
perfecciones, pues de ti gozan las que los enriquezco, como que tu solo eres
la única causa, y origen de lo recto y justo. A tu sombra me pongo, para que
el Sol de tu divina justicia no castigue los pecados, que contra tu santísima
ley he cometido. Por ellos te veo mi Señor en el mayor desprecio que han
visto los mortales a ningún viviente. Si a los homicidas, y perversos no los
maltratan los Jueces, y es lo primero, que les prohíben las leyes, como a ti,
que eres el dechado, y norma de toda perfección, te tratan con tanto escarnio.
En qué pensó el sayón atrevido, que a ti te ultrajó, siendo tu dignó de todos
los respetos y veneraciones. Aplica Jesús mío, estos purísimos ojos a él Coro
de tus Confesores, que hoy te ofrezco, para que sus méritos te conmuevan al
desagravio de tal injuria. Oh si yo pudiera gravar en mi memoria de tal
manera, esta aflicción y pena, que hasta de mí mismo me olvidara, por solo
acordarme de esta fineza. Esa sangre, qué por tu venerable Barba corre, sea
el baño en donde queden lavados todos mis hermanos los hombres. No
permita que se pierdan en ellos en las afrentas, ni el pesar, que tuvo la
Santísima Virgen María tu Madre. Oblíguese, Nazareno dulcísimo, el que
somos tus hijos, eres nuestro Padre, y como tal has de compadecerte de
nuestra flaqueza y miseria. Si tu enemigo el demonio quiere despojarte de
nosotros, que somos tan tuyos por todos caminos, no consientas, que logre
sus intentos. Reduce a los Infieles, envíales ministros, que les den a conocer
DIA QUINTO
Un verdugo con crueldad
La mano puso en el sol,
Este agravio es el crisol
Del oro de su humildad.
ORACIÓN
Oh Dilatado y profundo Mar de piedades, y clemencias en donde han hallado
remedio los más enormes pecadores: yo alentado de los muchos, que has
abrigado en tus adentros, rae esfuerzo a pedirte, que con tan dulces aguas
limpies las viscosidades de mis culpas y que, atendiendo a mi vileza, é
inconstancia, no me castigues como merezco. ¿Qué pecador se ha puesto en
tu presencia verdaderamente, arrepentido, y le has negado el consuelo de
salir perdonado? Ninguno. ¿Pues como yo he de perder la esperanza de
quedar libre de mis iniquidades? Mira, Padre amoroso, que venero, saludo y
siento con todo mi corazón está herida de tu Santísimo Rostro. ¡Oh azucena
Fragantísima, nacida en el mar de tantas piedades! Míralos ríos de sangre,
que ha formado la paciencia de tus Santos Mártires. Con este tan dilatado
ejercicio pretendo hoy desagraviarte. Recibe sus méritos, acepta mi voluntad.
Bien sé, salud mía, que porque los Santos Mártires (ayudados de tu gracia)
pusieron en ti los ojos, como en su fortísimo Capitán, supieron vencer la
crueldad de sus contrarios y salieron victoriosos en las contiendas. Luego si
yo de ti me hubiera valido, si a te hubiera clamado, fuera vencedor en la
guerra de mis tres enemigos. Ea, Médico soberano, aquí tienes este enfermo
gravemente accidentado, lana me, pues te pido favor propongo no quitarme
de tu lado, quiero estarme a tus pies, y con los auxilios de tu gracia no
disgustarte más; en nombre de tu Santísima Madre concédeme este bien, por
el cual seguramente gozaré los bienes de tu gloria eternamente. Amén.
DIA SEXTO
Al Esposo Soberano
De las Vírgenes consuelo,
Un sayón puso en el suelo
ORACIÓN
Oh Infinita Sabiduría, Maestro universal de todo el Mundo, tú que, desde el
purísimo instante de tu admirable Encarnación, halla el punto en que
entregaste tu soberano espíritu en manos de tu amado Padre, únicamente
estuvisteis dando reglas y documentos de conservar la vida en santa limpieza,
y humildad. Hoy llego a tus sagradas plantas ofrecerte el crecido número de
azucenas, que en esta gloria te bendicen, para que por tanta pureza tenas por
bien de quedar desagraviado de la iniquidad con que te trató aquel, ministro
Malco, hiriendo tu Rostro con una bofetada. Registra, dulcísimo Nazareno
este ameno Huerto, sírvase de recreo en tanta injuria ver cuantas Vírgenes
siguiendo tus pasos, y yendo en pos de tus dolores, despreciando las pompas
y faustos de este engañador mundo, y te dieron la mano de fieles esposas. No
te acuerdes de la sacrílega, que te puso en tal desprecio, cortísimas son mis
fuerzas para quitarte los enojos, pero sé lo mucho, que te agradas de cualquier
afecto de tus hijos los hombres: Yo quisiera haber estado a tu lado, y que
aquel golpe hubiera venido sobre mí, más ya que así no fue, te suplico me
alientes y esfuerces, para que por amor tuyo sufra con paciencia todos los
dolores y adversidades, que tú quieres me vengan de tu mano. Acéptalas,
Señor, que yo de mi padecer, quiero, y deseo que solo resulte gloria a ti, a tu
Santísimo Padre, y al Espíritu Santo por los siglos sin fin. Amén.
DIA SÉPTIMO
Un hombre desvergonzado
Ay, mi Jesús, se atrevió,
A este Rostro sacro hirió
Y en sangre dejó bañado.
ORACIÓN
Oh Suavísimo Jesús, Tesoro incomprensible de beneficios, pues desde el
principio del mundo, como Dios de clemencias, antes de criar al hombre ya
le tenías prevenidas todas las cosas que le eran necesarias para la espiritual
y temporal vida, sin que por falta de lo necesario se halle contristado.
Bendiga tu gran poder y misericordia todo el universo. Bendita sea tan
excelente caridad, Siento amor mío, que este cuidado de nuestro bien, se te
pagase tan mal, atreviéndose un tirano ministro a poner su sacrílega mano en
tu delicado Rostro. Quien pensara, ¡oh gloria mía, que así habías de ser
DIA OCTAVO
Del Señor de los Señores,
Del Santo Hijo de María,
De un Soldado la osadía
Hirió el Rostro a mis amores.
ORACIÓN
Oh Liberalísimo Jesús, que en la dulzura de tu Santo Nombre nos mostrasteis
la esplendidez de tus dadivas: pues cada vez que decimos Jesús, te llamamos
Salvador, no solo porque esperamos ser salvos eternamente, por medio de tu
Pasión, sino porque aún en esta miserable vida, nos salvas y libras de los
muchos peligros y riesgos de que nos vemos cercados. Bendito sea tu
admirable Nombre Jesús, con él es hoy mi voluntad desagraviarte y quitarte
el sentimiento de la injuria, que te hizo aquel insolente Soldado, poniendo la
mano en tu bellísimo Rostro. Acepta, bien único de las almas la oferta, qué
te hacemos en decir repetidas veces Jesús. Y puesto que eres tan Santo Hijo,
y tanto te complaces en la gracia, virtudes, perfecciones, y hermosura de mi
Señora la Virgen Mari tu Madre: te ofrezco la suavidad de su Santo Nombre,
y te suplico por su Santísimo y purísimo Vientre en que te hicisteis hombre
por amor del hombre por los castísimos pechos con que fuisteis alimentado,
por el amor, qué la gran Reina te tiene, y tú a su Majestad le tienes, que no
haya más enojos y que está herida de tu venerable Rostro sea el patrocinio y
amparo de todos los moribundos: allí, Señor ostenta su precio, perdonándoles
todas sus culpas, fortaleciéndolos en esta hora, para que quede lucifer
vencido, y ellos entren triunfantes. Amén.
ORACIÓN
¡Oh Abismo de bondad! ¡Oh maestro elocuentísimo! ¡Oh caritativo Padre y
Bienhechor! ¡Oh Jesús humildísimo! ¡Oh Jesús castísimo! Patentes son a ti
los corazones de todos los hombres, ya sabe tu Soberana comprensión que
quisiera el que mis afectos te dijeran cosas excelentísimas con que aplaudir,
y desagraviar a tan encumbrada Majestad. No puedo por mí solo ejecutarlo,
y así el día de hoy me valgo de ti mismo para que en el inmenso piélago de
tu magnificencia te aplaques, y quedes satisfecho de las deudas de todo el
mundo. Recibe la oferta de tu Santísimo Cuerpo en el venerable Sacramento
de la Eucaristía en donde te adoramos glorioso, vivo, real, y verdadero, como
estás en los Cielos: creyendo que tu Soberana Presencia está en todas las
Hostias consagradas, Cálices, y Partículas por cuya verdad, quisiéramos dar
la vida, y firmar con nuestra sangre, así este Altísimo misterio, como todos
los demás que tiene, cree, y confiesa nuestra piadosa Madre la Santa Iglesia
Católica Romana. Y si aquel alevoso ministro levanto la mano, para herir tu
hermoso Rostro, nosotros las levantamos para herir nuestros pechos
arrepentidos de nuestros pecados, y las voces para publicar, que el que está
oculto bajo de los accidentes es verdaderamente el Hijo de Dios vivo, y de
Santa María Virgen, que es el mismo, que ha de venir a juzgar vivos, y
muertos. Nuestro Padre eres, y nos enseñasteis a pedirte pues te suplicamos
mires benigno a tu Esposa la Santa Iglesia, y á fu principal Cabeza: cuida a
nuestro Católico Rey y demás Príncipes Eclesiásticos, y Seculares. Socorre
a las Benditas Almas del Purgatorio, llévalas a tu Reino. Dale tú
conocimiento a los Infieles, a los Herejes luz, para que detesten sus errores
a los que están en pecado mortal verdadera contrición, a los agonizantes feliz
salida, y a todo el mundo mucho amor tuyo, para que abrasados en él todos
subamos a decir Santo, Santo, Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Oh Jesús por mi amor muerto, amortajado y sepultado, al considerarme, que
antes de morir, a impulsos del mas fervoroso deseo, que tenías de la
salvación de las almas, rogasteis por aquellos mismos que os habían
crucificado, clamando a vuestro celestial: Padre, perdónales, porque no
saben lo que hacen. Al reflexionar, antes que consolar a vuestra Madre
Santísima, y encomendar vuestro espíritu al Eterno Padre, procurasteis
primero el perdón de vuestros enemigos: al mirarme esa bondad sin medida
e inestimable caridad, concibo una firme esperanza de que borrareis todas
mis culpas, si mi dolor es el que debe ser. Postrado pues, os suplico que me
deis la gracia, para que os diga con un corazón verdaderamente contrito y
humillado, Señor, me pesa de haber pecado, pésame de haberos ofendido.
Mirad, que no me escandalizo como aquellos impíos de vuestra muerte, si
que intento celebrar la gloria de ella y de vuestro santo sepulcro, rogad
también por mí y decidle al Eterno Padre, perdonad a este pecador, que no
sabía lo que hacia cuando pecaba. Concededme lo que pretendo alcanzar con
esta santa novena, mientras no me impida el amaro, bendeciros y alabaros en
esta vida y en la otra. Amén.
DIA PRIMERO
ORACIÓN
Amantísimo Salvador, Vos después de haber muerto ignominiosamente en
el patíbulo de la Cruz, quisisteis que fuese glorioso vuestro sepulcro. A este
fin dispuso vuestra divina providencia, que dos hombres nobles que fueron
José de Arimatea y Nicodemo, emprendieron la piadosa resolución de daros
sepultura. Aquel, siendo noble senador de Jerusalén, movido de impulso
superior, pidió con valentía y sin temor alguno al presidente Pilatos, le
concediese vuestro santísimo cuerpo difunto, desnudo y llagado como estaba
GOZOS
Pues del triunfo más glorioso,
Vuestro sepulcro es blasón:
Sea de mi corazón,
Vuestro sepulcro el reposo.
DIA SEGUNDO
ORACIÓN
La abundancia de preciosos ungüentos, Divino Salvador, con que fue ungido
vuestro santísimo cuerpo, cede también en gloria y honor de vuestro
Sepulcro. Os sepultaron los dos nobles Santos Varones, seguro que era
costumbre entre los hebreos mas ilustres, y embalsamaron vuestro Cuerpo
Santísimo, derramando sobre él, mucha cantidad de mirra y aloe. La
amargura de aquellos ungüentos mi buen Jesús, me da a conocer que con
sentimiento, dolor y pena de ser mis pecados los causantes de vuestra muerte,
os debo obsequiar en el Sepulcro, y la abundancia me instruye, que no repare
en gastos, cuando conduce para vuestro mayor culto, gloria y honor. Así que
dadme un espíritu de compunción para llorar mis culpas, como y también un
DIA TERCERO
ORACIÓN
Gloria fue de vuestro sepulcro, Dulcísimo Jesús, el ser tan nuevo, que en el
ninguno se había enterrado, y el ser de un noble. Aquel mismo sepulcro se
había fabricado para si el mismo José de Arimatea, por consiguiente, no sería
ínfimo y despreciable, sino magnifico, proporcionado a su nobleza según el
uso de su tiempo, y según se acostumbraban ser los sepulcros de los judíos
mas nobles. Era muy el caso, mi buen Jesús, que a un cuerpo nuevo y
limpísimo como era el vuestro, a causa de ser formado por virtud del Espíritu
Santo, de la Purísima sangre de la Virgen María, se le destinase por sepultura
un lugar nuevo y limpio, y este fue el sepulcro de José. Dadme pues, un
corazón nuevo, para que pueda ser digna sepultura vuestra. Haced, así como
en aquel sepulcro, no había inmundicia alguna, ni despedía de si algún olor,
sea purificado mi corazón. Y libre de corrupción, mediante vuestra divina
gracia que deseo, persevere en mi hasta consumarse en la Gloria. Amén.
DIA CUARTO
ORACIÓN
¡Oh Jesús amantísimo! Cuando los judíos os habían abandonado, dejando
vuestro santísimo cuerpo clavado en la cruz en medio de los dos ladrones,
cuando irritados contra vos, no podían ver ni oír, que alguno os obsequiase,
siendo entre ellos oprobio, tocar y enterrar los cuerpos de los ajusticiados,
aquellos dos varones, que hasta entonces habían sido vuestros discípulos,
ocultos por temor a los judíos, se manifestaron abiertamente procurándoos
abiertamente como vuestro maestro, honrosa sepultura. Vos mismo Señor,
los animabas interiormente, para que, depuesto todo temor, se expusiesen
constantes y animosos a perder la vida, sus bienes y a padecer una terrible
persecución, lo que todo bien considerado hizo mas honorifico vuestro
sepulcro. Concédeme pues, mi buen Jesús, que, en todos tiempos, pero
singularmente cuando os vea mas despreciado, a cara descubierta os
obsequie y venere, aunque sea ponerme en peligro de perder mi vida, y de
padecer la mas sangrienta persecución, procurando siempre vuestra mayor
gloria y la salvación de mi alma. Amén.
DIA SEXTO
ORACIÓN
¡Oh Jesús, verdadero esposo de mi alma! Cuando resucitasteis del sepulcro,
con un grande y espantoso terremoto, manifestasteis vuestro poder y
majestad, para que os temiesen aquellos mismos que os habían despreciado
hasta el ultimo abandono. Bajo del cielo también en aquel mismo tiempo
como ministro de vuestro poder un ángel, quien, manifestándose con aspecto
resplandeciente y terrible al modo de un rayo, y con los vestidos blancos
como la nieve, removió la piedra que cerraba vuestro sepulcro. A su vista, y
al oír el terremoto huyeron los soldados que estaban allí de guarda,
quedándose el sentado para guardar el sepulcro de los insultos y
abominaciones de los judíos. Que gloria, Señor, para vuestro sepulcro, ser
guardado por un ángel hermoso, resplandeciente y terrible, que aterro a
vuestros enemigos, y sirvió de consuelo y gozo a quienes fueron a vuestro
sepulcro a adoraros. ¡Oh mi buen Jesús! Haced que mire de aquí en adelante
vuestro sepulcro rodeado de ángeles, que están de centinelas, para que esta
consideración me contenga de profanarle y me mueva a venerarle, y merezca
que los mismos ángeles, lejos de causarme espanto, me sirvan de consuelo,
DIA SEPTIMO
ORACIÓN
Dichosas mujeres, amabilísimo Jesús, que fueron a visitar el sepulcro en el
día de vuestra Resurrección, Santa Magdalena y sus compañeras, señoras
verdaderamente nobles pero llenas de piedad y devoción, compraron aromas
para ungir vuestro cuerpo. Ellas se estuvieron toda la noche antecedente con
una santa paciencia esperando el día, mas el amor que os profesaban no quiso
sufrir tanta dilación, así las obligo a dejar su retiro antes de salir el sol. Quien
no honrará Señor, vuestro Sepulcro, al verle honrado de aquellas señoras
piadosas, a las que no fue capaz de retraher ni la ignominia de vuestra muerte,
ni la imposibilidad de remover ellas la losa del sepulcro. Vos hicisteis, que,
si bien no lograron ungir con aquellos aromáticos ungüentos vuestro cuerpo
santísimo, porque ya habías resucitado, tuviesen la dicha de ver con sus
propios ojos los ángeles, que testificaron vuestra Resurrección. Dadme
gracia Jesús, para que yo con igual devoción, visite vuestro sepulcro,
previniéndome de ungüentos aromáticos a Vos, los mas agradables, que son
los ejercicios de las virtudes, especialmente de la caridad y el amor para con
Vos y para con los prójimos, y tenga la dicha de ver con mis propios ojos a
los ángeles, que estaban en el sepulcro, y gozar de su compañía en el cielo.
Amen.
DIA OCTAVO
ORACIÓN
¡Ah! Y cuan cierto es mi Redentor, que es tan grande, tan imponderable
vuestra paciencia, que no permite mal alguno, sino que sea para mayor bien.
Vos permitisteis que los gentiles, para borrar vuestra memoria de vuestro
santo sepulcro, llenasen su lugar de gran cantidad de tierra, fabricasen allí un
templo y elevasen un simulacro a Venus, haciendo funesto sepulcro de las
almas el mismo lugar de donde Vos habías vuelto a la nueva luz. Todas estas
abominaciones, Señor, las permitisteis sin duda para hacer mas glorioso
vuestro sepulcro. En efecto, llenasteis de espíritu de celo y de fervor el
corazón de la grande emperatriz Santa Elena, madre de Constantino, ella a
fin de reparar aquellas injurias cometidas contra vuestra adorable Majestad,
DIA NOVENO
ORACIÓN
Nadie ¡Oh dulcísimo Jesús! Puede dudar que es glorioso vuestro sepulcro, si
atiende que en el habéis manifestado y manifestáis vuestra divina
Omnipotencia. Visitándole los vejados del espíritu maligno se ven libres de
su opresión, los enfermos consiguen milagrosamente la salud, y los
pecadores más obstinados la gracia de una sólida conversión. Que diga Santa
María Egipciaca cuando se sintió tan repentinamente tocada y convertida.
Vos, visitando ella el templo en donde se venera vuestro santo sepulcro,
aunque no era movida de la devoción sino de una pasión dominante, de
improviso le moviste el corazón a tanto dolor, que, convertidos sus ojos en
dos fuentes de lágrimas, después de haber adorado aquel lugar santo, paso el
Jordán a una horrenda soledad, en que hizo una vida la más austera y
penitente cuarenta y siete años. ¡Oh mi amado Jesús! Yo espero de vuestra
misericordia, que, visitando vuestro Santo Sepulcro, derraméis sobre mí con
abundancia vuestros auxilios, convertiréis mi duro y rebelde corazón a Vos,
y me daréis el consuelo más conveniente en todas las necesidades
espirituales y corporales. Deseo cuanto es de mi parte cooperar al culto y a
la gloria de vuestro Santo Sepulcro, sin tener otra mira, que serviros y
obsequiaros en la tierra y en el cielo. Amén.
Saca a la luz el Señor Dr. Don Bernardo Theran, hijo de la muy ilustre
Congregación de los Dolores, en la Ciudad de Querétaro.
Reimpreso en la Habana en la imprenta de la Real Marina. Año de
1800
CONSIDERACIÓN
Considera como habiendo obtenido José y Nicodemus la licencia de Pilatos,
bajaron al Santísimo Cuerpo del Señor de la Cruz; lo lavaron quitándole la
Sangre, las salivas, y muchas partes de la piel Santísima, después le ungen
coa ungüentos de Mirra y Aloe y le cubrieron con un lienzo nuevo, y puesto
en el Rostro un Sudario lo pusieron en el Féretro: está es, Alma, la materia
de está Meditación: considera en ella cual quedo el Cuerpo de Cristo a la
Fuerza de tantos tormentos, mírale todo llagado, desollado de tal manera,
que se veían los huesos limpios, las costillas descubiertas y blancas, entre la
carne denegrida tan hinchado, que ponía espanto a los mismos que lavaban,
considera cómo se hallaron presentes a este lastimoso espectáculo el amado
Evangelista, la tierna Magdalena, y el glorioso Apóstol San Pedro, que todos
con las demás mujeres lloraban amargamente: mira Alma a tu Señor y
acompáñale como estas piadosas Almas con lágrimas, y tiernos suspiros de
tu corazón, y saca de la Meditación horror al pecado mortal, pues así
desfiguró a la hermosura de los Cielos tu Jesús amoroso.
ORACIÓN
Millares dé millares de veces adoro, venero, reverencio, y doy ósculos a estos
Sagrados Pies, y divinas plantas de mi amoroso Redentor Jesús: Pies
amorosísimos, tus plantas Sagradas, que tanto por mi amor caminaste, y
MEDITACIÓN
Llegaron con el Señor al Sepulcro que estaba hecho en una peña muy capaz,
a que entraron todos, y puesto el Sagrado Cuerpo en un nicho se postraron
todos de rodillas con la Santísima dolorosa Madre, le adoraron con gran
reverencia, y llanto acabada esta tierna adoración pusieron al Señor en el
Sepulcro: en él pusieron una grande piedra, y fuera de eso lo sellaron y
cerraron con candados. Esta es, Alma, la tierna consideración, que se té pone
a los ojos. Resta solo el que saques por fruto de ella el ofrecerle al Señor tu
corazón, para que sea su Sepulcro. Y que en él quede perpetuamente
sepultado, para que eternamente vivas con su Majestad: acabada esta breve
consideración y postrados de rodillas en espíritu delante del Santo Sepulcro,
adorarán al Señor y rezando tres Padre nuestros y tres Ave Marías se ofrecen
con esta:
ORACIÓN
Dueño amoroso Jesús de nuestras almas, y centro de nuestros corazones,
nosotros os ofrecemos estos tres Padre nuestros y tres Ave Marías en
memoria tierna de vuestra Sacratísima muerte y del amor con que por
nosotros la padeciste, en ella divino dueño; se halló vuestra tierna, y dolorida
Madre sin Sepulcro en que sepultaros: Recibe, amoroso Señor, recibe los
corazones de todas las Almas religiosas y Sacerdotes, que jostrados a
vuestros Santísimos Pies os ofrecen: dadles a todos amor, pureza y todas las
virtudes, que en su alto estado necesitan para tratar y manejar vuestro
Santísimo Cuerpo, que así serán unos corazones en donde descanséis, y
durmáis el sueño de vuestra muerte, y después los coloquéis en vuestra eterna
Gloria. Amén.
Acabada esta Oración, rezarán tres Aves Marías y la siguiente:
Ahora se ofrece el corazón a nuestro Señor treinta y tres veces con esta
jaculatoria: Mi Jesús amoroso, yo te ofrezco mi corazón. Una Salve, y esta:
ORACIÓN
Altísimo Dios, y Señor en quien se complacen las Almas justas: nosotros
ofrecemos estas Oraciones en memoria de la suma pobreza en que moriste,
pues ni aun Sepulcro en que enterrarte tuviste: recibe los corazones de todos
aquellos, que en el Santo Sacramento del Matrimonio os lo guardan puro y
limpio de toda mancha, y los corazones todos de todas las criaturas, que con
tanto amor, y fuerza de tantos trabajos redimiste: has Divino Jesús, que si en
algún tiempo han sida profanados de la muerte de la culpa se limpien y
purifiquen; y que como la piedra del Sepulcro sean firmes, y constantes en
los buenos propósitos pues si quieres los corazones para descansar en tu
muerte. Y finalmente si el Sepulcro era nuevo, y ningún puerto lo había
estrenado; concédenos a todos, y en especial a los que estamos juntos, y
congregados en esta devoción unos corazones limpios, y puros para que en
ellos habite el Cuerpo de Jesucristo mi Señor Sacramentado, y que siempre
permanezcan con la blancura de la gracia, medio para conseguir después de
nuestra muerte la Gloria. Amén.
Se reza una Salve, y se da el pésame a María Santísima con esta:
ORACIÓN
DISPÚSOLA
UN RELIGIOSO AFECTO AL SANTO
HIJO DE DICHO REAL MERCENARIO CONVENTO
DÍA PRIMERO
Domine.
La primera palabra de las que habló Dimas a Cristo, fué con las que confesó,
adoró e invocó a su Señor Soberano, Domine; el Siriaco añade mí; y así esté
día se considera el soberano universal dominio de Cristo, y el excesivo amor
que lo hizo esclavo en el mundo para sacar de la esclavitud tirana del
demonio, y se ejercitará alma y cuerpo en profundos afectos de humildad y
reverentes adoraciones al Señor de los señores; en sus sagradas imágenes, y
ORACIÓN
¡Oh Señor Soberano de todos los señores, Jesús dueño amantísimo de
nuestras almas, que, disfrazando con nuestra servil humana librea vuestra
excelsa soberanía por libertarnos de la esclavitud de la culpa, empeñáis
nuestro reconocimiento a la sujeción y adoración a vuestro soberano
dominio! Suplicamos, Señor, con vuestros humildes siervos, que, como al
gloriosísimo ladrón, dichoso siervo vuestro, manifestasteis en la Cruz las
luces de vuestra divinidad soberana ocultas en la linterna de nuestro barro,
para que os publicara su Señor en el mundo, así por su intercesión y
rendimiento debido a vuestra alteza, nos alumbréis a todos los ojos del alma
y deis a conocer a todos los bárbaros y herejes vuestro dominio para que así
os confesemos con Dimas y adoremos todas las criaturas de la tierra al Dueño
único y universal Señor de nuestras almas, las cuales, libres de la esclavitud
de la culpa, os sirvan y alaben en la bienaventuranza. Amén.
JACULATORIA
Si después de esclavo infiel,
Dimas, fiel os adoró,
Jesús, porque lo haga yo,
En mí haced del ladrón fiel.
ORACIÓN
¡Oh amantísimo Jesús Padre finísimo de nuestras almas, que teniendo
presentes a vuestros ojos todas las criaturas, a las que se olvidan de vos por
la culpa negáis los auxilios eficaces, para dar a entender que las apartáis de
vuestra eterna memoria por moverlas con este castigo a la penitencia de sus
pecados, como hicisteis con vuestro escogido ladrón, permitiendo el olvido
que tuvo de Vos en su vida, para que solicitase arrepentido en la muerte
vuestra memoria! Suplicamos, Señor y Padre nuestro, que, por intercesión
del ladrón Santo, y por su memoria tan fina, no nos apartéis de la vuestra,
sino que, purificando con las luces de vuestros ojos de nuestros corazones
las manchas, miréis las lágrimas que para lavarlos lloran los nuestros, porque
así os mováis a comunicarnos los auxilios de la gracia, que será la señal cierta
de que nos tenéis en vuestra memoria eterna por todos los siglos. Amén.
JACULATORIA
Ya que tan poco os temí
Para ofenderos, mi Dios,
0, vi dad mis culpas Vos,
Y acordaos, Jesús, de mí.
DÍA TERCERO
Dum veneris.
La tercera palabra del ladrón Santo fué con la que publicó la gloriosa vuelta
de Cristo a su reino: Dum veneris. Y así considerarás este día el de nuestra
muerte y partida de este mundo al otro, ejercitándote en continua oración y
buenas obras; pedirás a Nuestro Señor nos guíe en el camino del cielo y dé
ORACIÓN
¡Oh Jesús amorosísimo, Capitán Soberano de la cristiana milicia, que siendo
luz de ciegos, camino de errados y vida de muertos, sois guía también de
perdidos, como lo fuisteis con el ciego errado y perdido ladrón a quien
pusisteis y guiasteis en el camino de la Cruz, que es el de la verdad, para que,
llegando con Vos al monte Calvario, viéndoos en el trance riguroso de la
muerte, publicara con fe, esperanza y caridad tan viva vuestra ida gloriosa al
cielo! Suplicamos, Señor, por sus virtudes heroicas y por vuestra
preciosísima sangre y agonías de vuestro tránsito, nos lo deis a todos, y con
especialidad a los que están agonizando, felices, para que, asistiéndonos con
Dimas en la hora tremenda de nuestra muerte, nos guiéis á la Jerusalén
gloriosa, en donde os alaben por toda la eternidad nuestras almas. Amén.
JACULATORIA
Vuestra luz, Jesús divino,
Alumbra mi corazón,
Porque, como buen ladrón,
Os robe á Vos de camino.
DÍA CUARTO
In Regnum tuum.
La última palabra del Santo ladrón a nuestro dueño Jesús, fué con la que le
juró y publicó su soberano Rey: In Regnum tuum, y así este día. se
considerará el grande abatimiento a que obligó nuestro remedio y redención
al Rey Soberano, pues dejó el trono en que le adoraban los serafines por
morir en la Cruz entre dos ladrones, y ejercitándose en actos de humildad y
abnegación, y en deseos de acompañar a Cristo con la Cruz, se rezará lo
acostumbrado, y se ofrecerá, diciendo:
ORACIÓN
¡Oh rey Soberano de los ángeles, Jesús, amantísimo dueño de los hombres,
que por redimirnos del infernal tirano dejasteis el excelso Trono de la diestra
de vuestro Eterno Padre, en donde os adoran su Rey todos los celestiales
espíritus, y moristeis en la Cruz acompañado de dos ladrones, é injuriado por
JACULATORIA
Mi Jesús, mi Rey, si á Vos
Ya el corazón se avasalla,
Haced que cuando á Vos viva,
Vuestro reino venga a nos.
DÍA QUINTO
Amen dico tibí.
Al día quinto dará materia para la consideración la primera de las palabras
que respondió Cristo á Dimas, y fué ésta: Amen dico tibi; enseñándonos en
ella el Señor que, no a cualquiera, sino solamente a aquellas almas que le
confiesan, adoran y llaman arrepentidas, les asegura su reino y concede las
dulces voces de sus divinos labios, y así, considerando este día cuan pronto
es Dios en responder a quien le llama se ejercitará en oración y penitencia
para llamar con voces y golpes a las puertas del cielo, y rezando lo
acostumbrado, se ofrecerá así:
ORACIÓN
¡Oh Pastor bueno, Jesús piadosísimo, que tan atento y pronto respondéis a
los balidos tiernos de las ovejas perdidas de vuestro rebaño, para atraerlas a
vuestro redil amoroso, como lo hicisteis con Dimas, ladrón dichoso, pues de
los montes en que andaba como perdida descarriada oveja, la trajo al monte
del Calvario vuestra piadosísima misericordia, y respondisteis tan benigno a
sus tiernas súplicas! Por su intercesión y vuestra piedad os pedimos,
amorosísimo Pastor Jesús, nos deis voces para llamaros que sean agradables
a vuestros oídos, atendáis a los clamores tiernos de las almas que padecen en
JACULATORIA
Jesús, mi pastor amado,
De Dimas, es mi balido:
Respondedme, que perdido
Ando por vuestro ganado.
DÍA SEXTO
Hodie.
La segunda palabra de Cristo fué la que le prometió al ladrón dichoso en
aquel mismo día su reinó: Hodie y así éste se considerará en aquel en que
hemos de dar cuenta, de nuestra vida al divino Juez, que será el del juicio
particular, y se ejercitarán en componer las cuentas, ajustar las partidas, y
descargar el alma de las culpas, con la confesión y penitencia de ellas; y
rezando lo acostumbrado, se ofrecerá:
ORACIÓN
¡Oh Juez rectísimo de nuestras almas, Jesús, que, sentado a la diestra de
vuestro Eterno Padre, habéis de juzgar nuestras almas en el tribunal de
vuestro reino, aquel formidable y espantoso día en que nos llamáis a juicio,
como juzgó Vuestra Majestad en el tribunal de la Cruz á Dimas, en el día
que detestó y confesó públicamente sus culpas! Suplicamos, rectísimo Juez,
que, por intercesión de vuestro ladrón dichoso, a quien elegimos por nuestro
abogado, y por el valor infinito de vuestros méritos, que ponemos para
nuestro descargo en el libro de nuestro juicio, juzguéis con vuestra infinita
piedad nuestras almas, echando el contrapeso de vuestra misericordia a la
gravedad de nuestra malicia, para que así salga a nuestro favor la sentencia,
y la celebremos con Dimas, por todo el día sin noche en la eternidad de
vuestra gloria. Amén.
JACULATORIA
Hoy, mí Dios, el beneficio
De vuestra piedad invoco,
DÍA SÉPTIMO
Meum.
Este día séptimo, atendiendo a Cristo tan humanado con Dimas, que le
prometió su lado con estas palabras: Meum, se considerará la inmensa
bondad con que Dios asiste a todos y está en todo, y el excesivo amor que le
movió a la institución del Santísimo Sacramento, por quedarse con los
hombres en el mundo; y así, ejercitándose este día en operaciones dignas de
los divinos ojos, recibirá, con licencia del confesor, a Cristo Sacramentado,
y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá:
ORACIÓN
¡Oh inmenso bien de nuestras almas, Jesús, que para manifestar el amor
infinito con que asistís a los que os buscan, aseguró vuestro divino labio, al
penitente dichosísimo Dimas, vuestro lado y compañía en el cielo, y nos la
comunicáis en el Santísimo Sacramento del Altar a todas las almas en el
mundo! Suplicamos, Señor, humildemente, que, a imitación del ladrón santo,
no se aparten de Vos nuestros espíritus, no ofendamos con algún desacato la
pureza de vuestros divinos ojos, y que espiritual o corporalmente os
recibamos siempre en el Sacramento de la Eucaristía, para que, no
faltándonos jamás a nosotros, seamos en nuestros pensamientos, palabras y
obras, todos vuestros, y gozando en este mundo vuestra compañía soberana,
gocemos en el cielo de vuestra gloriosa visita por toda la eternidad. Amén.
JACULATORIA
¡Oh Jesús! Vuestra presencia
Gocé con Dimas, y el lado
Qué hace grande, y no privado
De gozar de vuestra esencia.
DÍA OCTAVO
Eris
Para la consideración de este día octavo, se atenderá bien a la penúltima
palabra que dijo Cristo á Dimas, prometiéndole su gloria de fruto: Eris para
ORACIÓN
¡Oh Eterno é inmenso Jesús, indefectible bien de nuestro corazón, que a los
más trabajados en esta vida prometéis y aseguráis el eterno descanso en
vuestra gloria, como se lo prometisteis á Dimas, porque lo visteis con tanta
resignación y humildad en los tormentos de la Cruz! Suplicamos, Señor, por
sus virtudes y vuestros méritos, deis constancia en la fe, conformidad con
vuestra voluntad y paciencia en sus muchos trabajos y tormentos a los
cautivos cristianos, y a todos los que padecen en castigo de nuestras culpas,
nos deis para el sufrimiento vuestra gracia, para que, imitando al ladrón
paciente y humilde en las tribulaciones, merezcamos ser llamados y
escogidos para vuestra gloria, la cual esperamos por vuestra promesa, para
alabaros en ella sin mudanza, por los siglos eternos. Amén Jesús.
JACULATORIA
Por Vos, Jesús, sufriré
Cuantos trabajos queráis;
Como Vos a mi vengáis,
Yo al cielo con Vos me iré.
DÍA NOVENO
In Paradiso.
La última palabra que dijo el Señor a su ladrón dichoso, fué con la que le
concedió su paraíso: In Paradiso, y así, considerando este día las gloriosas
felicidades y hermosura del cielo, para conseguirlo será de todo género de
virtudes el ejercicio, y rezando lo acostumbrado, se ofrecerá, diciendo:
ORACIÓN
¡Oh Criador Soberano de la gloria, alegría infinita de nuestras almas, Jesús,
dulce embeleso de los bienaventurados, qué en premio de los muchos
tormentos que padeció constante el ladrón San Dimas, en vuestra compañía
JACULATORIA
Si del cielo Dimas hizo
Digno el tormento, Jesús,
Vuestro amor me ponga en Cruz,
Y yo estaré en mi paraíso.
DEPRECACIONES PIADOSAS
+Amoroso Jesús crucificado.
Por la jornada que hiciste del cielo al mundo, a salvarnos.
Por la humildad y pobreza coa que naciste en Belén.
Por la sangre que vertiste cuando te circuncidaron.
Por el dulcísimo nombre de JESUS que te pusieron.
Por la humildad con que fuiste en el Templo presentado.
Por la abstinencia y ayuno que en el desierto guardaste.
Por el celo de las almas con que andabas predicando.
Por la muy solemne entrada que hiciste en Jerusalén.
Por la cena del Cordero que en el jueves celebraste.
HIMNO
compuesto por el Pbro. D. Manuel Sartorio.
En Getsemaní,
Huerto de aflicción,
Mortal agonía y
Te exprimió en sudor.
De azotes crueles
AV suplicio atroz
De un poste regaste
Todo el rededor.
Corona punzante
De agudo cambrón
Porque salieses
Toda, en conclusión,
La lanza atrevida
La quinta te abrió.
El precioso fruto
De tanta efusión
No permita el cielo
Que malogre yo.
Precio inestimable
¡Ay! yo no te pierda,
no te pierda, no,
Dese al Uno y Trino
Gloria y bendición,
T á tí, sangre augusta
De mi Redentor. Amen.
ACTO DE CONTRICION
Señor mío Jesucristo Dios y hombre verdadero, rico en misericordias y
piedades, que para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad, é
infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu
Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de haber expirado en la
cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca
que había queda do en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos
los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh
Jesús mío! ¿qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa
de tanto amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu
suave y santa ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso mi
Dios delante del cielo, y de la tierra. Ingratamente te he agraviado. Te he
ofendido con el continuo quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero
si lo que quieres de mí y de todo pecador es, que se convierta a tí y viva
eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón. Pésame mi
Jesús de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del dolor de haber
pecado. Perdóname mi Jesús que yo te doy palabra de ser en lo de adelante
(ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta aquí he sido. No se
malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu Sangre
Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de tantas
ofensas. Misericordia Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima
Sangre. Amen.
DIA PRIMERO
MEDITACION
Contempla alma mía, como viendo tu amorosísimo Jesús al mundo tan pobre
de celestiales tesoros, deseó con indecibles ansias su socorro, y enriquecerlo
con abundancia; y sabiendo mui bien que estos mismos ricos tesoros los tenía
dentro de sí, y en sus propias venas, deseaba mucho la hora de comunicarlos;
y el excesivo amor que a los hombres tenia, le tenían violento hasta
enriquecerlos con ellos, y derramarlos para su bien: por que como el amor es
impaciente no se puede contener ni sabe disimular sus llamas, ni retardar su
actividad, y mientras ve cumplidos sus deseos un punto de dilación se le
hacen mil arios; por eso con el amoroso fuego que ardía en su pecho divino
hacia sus amados (aunque muy ingratos) los hombres, a los ocho días de su
nacimiento, vierte y derrama su Preciosísima Sangre como primicias o señal
que les dio de que en su edad crecida, la derramaría con abundancia por su
amor. Atiende alma la priesa que tu Jesús se da a derramar su Sangre en tan
tierna edad, y dile llena de humanidad y agradecimiento: Señor y Dios mío,
¿para qué tanta priesa? por qué tan presto derramáis esa vuestra Sangre? ¿Por
qué no esperáis á que hay a mas copia y más vigor en el cuerpo para
derramarla? Y haz cuenta que te dice su amor: "Alma, mi amor no consiente
esperas. El fuego del amor no sufre tardanzas: mi caridad aborrece
dilaciones. Desde que tuve Sangre en la Encarnación y me uní a la naturaleza
humana, estuvo hirviendo en mis venas con las llamas de mi caridad y amor,
y está buscando ocasión para salir, y así para desahogar, y refrigerar esta
llama vierto desde ahora ésta poca en testimonio y señal, que toda la lie de
derramar por tu amor. Aprende a amar, alma mía, y a deshacerte toda en
amor de quien tanto te ama."
Se rezan tres credos con Gloria.
ORACION
Oh Jesús Dulcísimo de mi corazón! que no pudiendo sufrir tu grande amor,
y encendida caridad para con los hombres, más esperas ni dilaciones en
manifestarla a los mismos hombres, quisiste derramar tu Preciosísima
Sangre tan de antemano, que apenas contabas solos ocho días de nacido
cuando comenzaste á verterla en prueba y señal de que la derramarías toda
con abundancia, hasta no dejar gota de ella en tu cuerpo en llegando el tiempo
SEGUNDO DIA
MEDITACION
Atiende, alma mía, que el inflamado deseo que tenía tu amorosísimo Jesús
de remediar pecadores, sacarlos de sus miserias, y enriquecerlos de los
celestiales tesoros de su Preciosísima Sangre, le traía fatigado toda su vida,
y no le dejaba reposar ni de día ni de noche, tanto que vino a decir por San
Lucas al capítulo 12. estas palabras: Heme de dar un baño en mi propia
Sangre, y con ella tengo de hacer un repartimiento, y derramamiento de mis
tesoros. ¡Ahí y que afligido me veo hasta que lo vea cumplido-, que grandes
congojas siento, hasta ver salir mi Sangre á borbollones, darla, y derramarla
toda por los hombres.! En efecto, llegado que fue el deseado tiempo, no se
contentó con derramarla poco a poco; antes quiso que fuese abierto todo su
ORACION
¡O Jesús Dulcísimo de mi corazón! triste, y angustiado dueño de mi alma: en
qué términos tan amargos, y en que desconsuelos tan indecibles te ha puesto
el amor que me tienes, y el deseo de redimirme y enriquecerme con el
inestimable tesoro de tu Preciosísima Sangre, pues parece no pudo llegar a
más la congoja y agonía de tu afligida alma, ¡que hacerte sudar por todos los
poros de tu sacrosanto cuerpo arroyos de Sangre! Otras congojas cuando
mucho suelen ser causa de sudor de agua; más la vuestra, oh atormentado
Jesús mío! fue tan crecida, que destempló todo tu Cuerpo, y tanto demudó la
naturaleza que te hizo sudar copiosísima Sangre, hasta regar con ella la tierra.
Lávame,, dueño mío, con este saludable baño, y no permitas que se pierda
en mí tanta Sangre derramada: antes sí, fijando continuamente en mi
corazón, y memoria este inestimable precio que te costó mí pobrecita alma,
sepa apreciarla como merece ser apreciada, como comprada nada menos que
con la Sangre de un Dios hombre, para que este conocimiento me compela,
y obligue a hacer obras dignas del nombre de cristiano, con que consiga la
gracia, y una muerte feliz para pasar a gozarte en tu eterna gloria, por los
siglos de los siglos. Amen.
ORACION
¡O liberalísimo y amorosísimo Jesús de mi vida! que pródigo de tus finezas
has querido darme la mas irrefragable prueba de t u amor, derramando en el
huerto tu preciosísima Sangre en tanta abundancia, que corrió sobre la tierra,
manifestando el deseo que tienes de que ésta no la encubra o esconda; sino
que teniéndola siempre patente y manifiesta, acabamos s de conocer los in -
gratos hombres el inestimable tesoro que en ella tenemos, y nos
aprovechemos de tan saludable medicina para la curación perfecta de
DIA CUARTO
MEDITACION
Vamos ó alma mía acertándonos al patio de Pilato á considerar el más
lastimoso y tierno espectáculo, que jamás han visto los siglos: mira á tu
atormentado Jesús desnudo su sacratísimo cuerpo y amarrado fuertemente
con sogas y cordeles, á una columna de aquel edificio; y que rodeado de seis
feroces, robustos é inhumanos verdugos, le amenaza cada uno con los crueles
instrumentos con que intentan azotarle; y comenzando los dos primeros con
una varas cuajadas de espinas, siguen los segundos, y acaban los terceros,
descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo, más de cinco mil
azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas á la fuerza
de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último cubierto de
Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza á los pies, sino
también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino cuerpo; pues con ella
quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como
dichas por el mismo Señor á la tierra cubierta con su Sangre: O tierra que
quedaste llena de bendiciones después que los frutos que has producido me
han tocado, y servido de instrumentos en mi Pasión: tus sogas me ataron: de
las pieles de tus animales hicieron látigos, que me despedazaron á puros
azotes: por tanto te ruego ahora que no encubras, ni ahogues mi Sangre para
que beban las almas de este manantial con el que a - pagues los incendios
carnales, las llamas de la cólera, y todos los ardores, y desordenados
incendios de las pasiones amotinadas contra ellas. No la encierres para que
dé voces á los hombres, y les asegure que si arrepentidos m e buscan, los
admitiré á mi reconciliación; y si me amaren, á mi amistad, á mis favores y
regalos. No la escondas para que siempre les esté diciendo, q u e me hace
grande injuria el que desconfía de mi misericordia, de la verdad de mis
promesas, de la caridad con que les amo, del poder con que los redimo, y de
los merecimientos de mi Pasión y muerte que tan liberal les doy. Aliéntate,
ORACION
¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de mi vida! ¿Qué exceso de
amor es este que así te hace derramar tu Sacratísima Sangre con tanta
abundancia hasta regar la tierra? ¿Pero qué pregunto? ¡o corazón mío
ingratísimo sobre manera! ¿cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no
te ablanda? como el calor de tanto fuego no te enciende? ¿cómo no hierve
viendo hervir por tu amor la Sangre de Jesús? ¿cómo vives viéndole atado
en aquel helado mármol, y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡o
dolor! ¡o ingratitud! báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente y encendida
Sangre; baña mi corazón helado y frío, para que todo hierva y arda en amor
tuvo, y viva solamente para tí supuesto que tanto me amas, que derramas
toda tu Sangre por mí, y deseoso de verme todo abrasado en amorosas llamas
de tu amor; por tanto, mi Jesús, dígnate de derramar esta tu preciosísima
Sangre sobre este mi corazón: caiga siquiera una pequeña gota en él, para
que le abrase en tu amor, y en lo de adelante viva una vida toda empleada en
amarte, para merecer después de ella, una eternidad de gozarte en tu gloria.
Amen.
DIA QUINTO
MEDITACION
Sigue ¡Óh alma mía! contemplando atentamente la horrible carnicería que
en el destrozado cuerpo de tu amante Padre Jesucristo ejecutó la crueldad de
aquellos inhumanos verdugos, y mira como estando ya su Majestad casi en
términos de morir, y con repetidos parasismos de tal manera despedazado,
que ya no había carne que azotar, sino solos huesos descarnados, y como
reveló nuestra Señora á Santa Brígida: «Como mi Hijo estuviese todo
cubierto de «su sangre, y todo su cuerpo tan ras- «gado, que y a de los pies á
la cabeza «no había parte sana en donde pudiesen azotarle, entonces uno de
los que «estaban allí viendo que le mataban, asustado y temeroso del mal que
les podía venir á los verdugos si le quitaban la vida antes de la sentencia,
corrió y preguntóles, que ¿cómo sin estar «sentenciado á muerte le quitaban
la «vida? Y sin aguardar respuesta sacó «un cuchillo, y cortó las sogas."
Hasta aquí nuestra Señora y Santa Brígida; y ahora alma mia, tú que lo estas
considera casi ahogado en aquel lago que de su preciosísima Sangre se había
hecho sobre la tierra, y haz cuenta que le oyes decirle a la misma tierra las
palabras de Job, que ya hemos meditado: ¡o tierra depósito de mi derramada
ORACION
¡O Jesús amabilísimo de mi vida! ¡o maltratado y despedazado dueño de mi
corazón! ¿cómo no se me rasga éste en menudos pedazos al verte caído, y
casi ahogado en este lago de tu preciosísima derramada Sangre? ¿cómo tengo
alientos para meditar estos tiernísimos pasos, sin derramar abundantes
lágrimas? ¿Qué haré yo, Jesús mío, para alcanzar este don de lágrimas, con
que deseo llorar tu amarga Pasión? Pero ya sé lo que he de hacer, acogerme
á esta misma Sangre preciosísima. Aquí me quiero estar al pie de esta
columna en que por mí sufriste tanta multitud de cruelísimos azotes. Dame
licencia, Señor, para estarme aquí, que según es tu benignidad y amor, espero
no me la negarás, ni te desdeñarás de que los arroyos de tu preciosísima
Sangre caigan sobre mí, pues los derramas con tanta abundancia y liberalidad
para lavar y sanar pecadores. Caiga, Señor, caiga sobre mí este licor
preciosísimo con que he de quedar tan limpio y tan hermoso. Sí, mi Jesús,
lávame y purifícame cotí tu preciosísima Sangre, de todas las manchas que
en mi alma han ocasionado la multitud y malicia de mis pecados, para que
limpio de todas ellas, alabe, ame y sirva con un corazón contrito, limpio y
humillado, á un Señor que me amó tanto, que no dudó derramar su Sangre y
perder su vida por mí; para que viviendo y muriendo en tu santísima gracia,
merezca tu eterna gloria, en donde te goce y alabe por todos los siglos de los
siglos. Amen.
DIA SEXTO
MEDITACION
Contempla, alma mía, como pasada aquella cruel carnicería de los
desapiadados azotes, con que atormentaron á tu dulcísimo Jesús, le previenen
otro cruelísimo martirio que fue el de la coronación de espinas, y para esto
ORACION
¡Oh atormentado y afligido Jesús de mi vida! Que no contento con haber
sufrido el inhumano tormento de los azotes, derramando en aquella helada
columna arroyos de tu preciosísima Sangre, quisiste sufrir el inexplicable
martirio de ser coronado de agudas y penetrantes espinas, con las que te
atravesaron tu divina cabeza, pasando sus agudas puntas hasta lastimar los
hermosos luceros de tus ojos, y corriendo por todo tu venerable rostro tanta
abundancia de Sangre que corrió por todo tu cuello y cuerpo santísimo, todo
á fin de manifestarme lo excesivo de tu amor, y ardiente de tu caridad, y el
deseo que tienes de mi salvación: haz pues, Jesús de mi vida, que conociendo
el inmenso beneficio que tan liberal me haces con este abundantísimo riego
de tu sagrada Sangre, sepa aprovecharme de ella para poner los
proporcionados medios para asegurar mi salvación; y no permitas que con la
reincidencia y repetición de mis culpas, me haga indigno de los celestiales
tesoros que con ella pretendes darme, sino que preciándola y venerándola
DIA SEPTIMO
MEDITACION
Acércate ya. alma mía, al monte Calvario, y atiende con los ojos de la
consideración á tu atormentado Jesús (si todavía tienes aliento para mirarle
padecer) como después de haber llegado con suma fatiga á la cumbre de
aquel monte; después de haberle desnudado con indecible crueldad, no solo
de sus vestiduras, sino de su propia piel por estar ya pegada y casi unida con
la túnica interior: en fin, después de haberle hecho tender el duro y tosco
madero para abrir los barrenos, dejándolos maliciosamente cortos para más
atormentarle, comienzan aquellos feroces verdugos el más inhumano
tormento que se había visto, le mandan con imperio que se tienda en la cruz,
y tomando un ministro la mano derecha del Señor, la acomodó en el barreno,
y otro tomó un largo y grueso clavo, y poniéndoselo en la palma de aquella
mano divina, comienza a descargar muchos y repetidos golpes con un pesado
martillo, hasta traspasar la mano y clavar el clavo en la tierra; y queriendo
clavar la otra sacrosanta mano, mirando que no alcanzaba al barreno, por
haber quedado (como ya dijimos) maliciosamente corto para mas
atormentarle, le amarran fuertemente con un cordel la mano que ya estaba
clavada par a mas asegurarla, y con otro cordel le estiran fuertemente la mano
santísima que habían de clavar, haciendo hincapié en el mismo sacratísimo
cuerpo, y estirando con tal fuerza, que le desencajaron todos los huesos de
aquel sagrado pecho, hasta hacer llegar la mano al barreno de la cruz, y
clavándola con la misma fiereza que la otra, comienza a derramar de ambas
manos copiosos arroyos de Sangre, en tanta abundancia, que no solo tenía
con ellos los vestidos y manos de los verdugos y la cruz, sino que corría hasta
la tierra. Atiende como volviéndose a ella, lleno de los más vivos
sentimientos le sigue hablando con las palabras de Job arriba citadas, O
dichosa tierra regada ya con mi Sangre, no la escondas ni encubras, porque
esté siempre patente a los ojos de mi Eterno Padre, y vea, que si está mui
ofendido de los hombres, también está mui bien pagado por aquellos que
quisieron aprovecharse de ella, y aplacándose en sus justas iras, se incline a
hacer misericordias a mis amados (aunque ingratísimo hermanos) los
hombres. Llénate de aliento, alma mía; con este rico tesoro, que ya tienes
ORACION
¡O amantísimo y crucificado Jesús de mi vida! es posible dueño de mi
corazón que estas divinas manos que fabricaron los cielos, se han de ver
traspasadas y rotas por la más vil criatura, como soy yo? ¿es posible que haya
en mi ingrato corazón, ánimo y valor para meditar estas finezas, y no se me
rompa en menudos pedazos de dolor al ver por los suelos derramada tu
preciosísima Sangre? ó Sangre de mi Dios! ¡ó licor de misericordia! ya que
el mundo te desprecia tanto, y yo ingrato tantas veces lo he ejecutado, vente
ahora á mí. que ya arrepentido te busco y te deseo recoger; ven, te recogeré
y abrazaré dentro de mi corazón. Adorote, preciosísima Sangre, vida de mi
alma: adorote, riqueza de los cielos y de la tierra. En tí deseo bañarme, por
tí deseo derramar la mía por no ofenderte más, mi dulce Jesús, por amarte de
todo mi corazón. ¡O quien nunca te hubiera despreciado por dar gusto á mis
apetitos! salgan, salgan fuera de mí todos tus enemigos, que son mis culpas
y vicios, por medio de tu preciosísima Sangre, para que tú solo tomes
posesión de este mi corazón que ansioso me pides, y yo quiero darte: y pues
tu amor te obligó á darme toda tu Sangre, y con ella tu vida, tu divinidad, y
todos tus infinitos méritos; este mismo amor, y tu misericordia te obliguen,
Señor, a que esta misma Sangre me renueve todo, todo me limpie, todo me
purifique, todo me posea, todo me abrase, y todo yo quede consumido en tu
amor desde ahora, y para siempre, en esta vida, y en la otra que espero
gozarte por los siglos de los siglos, Amen.
DIA OCTAVO
MEDITACION
¡Oh alma mía, no te canses de meditar penas y tormentos, supuesto que tu
amante Jesús no se causa de sufrirlos por tu amor! Considera, pues, como
con la crucifixión de las manos, se encogió naturalmente todo el sagrado
cuerpo, así por el dolor vehemente que padeció, como por la contracción de
nervios y arterias que sufrió, y con esto no alcanzaban ni con mucha distancia
los sagrados pies al barreno de la cruz; pero instigados de los demonios
aquellos inhumanos verdugos, practicaron la misma impía diligencia, que
habían hecho en las manos, atando éstas fuertemente con cordeles y sogas, y
amarrando los sagrados pies con una eslabonada cadena estiraron todos, y
con tanta fuerza, que le descoyuntaron cuadriles, cintura, y en fin, todos los
huesos de aquella fábrica divina sin quedar en ella hueso con hueso, y con
ORACION
¡O Jesús de mi vida tan cruelmente atormentado por mi amor! ¿Qué haré yo,
Señor, en obsequio vuestro, y en señal de gratitud a tanto amor? Pero ¿qué
he de hacer, pobre de mí, si nada tengo que ofreceros? Mas ya vos. Jesús
mío, me dais con abundancia lo mismo que os he de ofrecer; tan
misericordioso sois como todo esto, pues mirándome en tanta miseria queréis
enriquecerme con el rico tesoro de vuestras venas, que es vuestra
preciosísima Sangre, tesoro de valor infinito, y capaz de satisfacer
sobreabundantemente todas mis. deudas, por muchas que ellas sean, y
juntamente limpiar mi alma de todas las inmundas manchas con que la han
afeado mis culpas. Sí Jesús mío, yo os ofrezco esto mismo que me dais para
satisfacer por mis pecados. Yo quiero, y deseo lavarme, y purificar mi alma
en este saludable baño. ¡O, y que divina traza es bañarse con la continua
consideración de esta Sangre preciosísima! más cuanto mejor será bañarse
con ella en realidad de verdad, pues con el deseo que teníais, ó Jesús de mi
vida, de enriquecernos con este rico tesoro, no os contentáis con derramarla
toda en vuestra Pasión sacrosanta, sino que quisisteis dejárnosla en el
Santísimo Sacramento hasta la consumación de los siglos, para que todos los
días (si quisiéramos), y en tantas partes del mundo en que estáis
Sacramentado, pudiéramos una y muchas veces purificarnos con este
saludable baño de vuestra sacratísima Sangre. Haced, Señor, que apreciando
como debemos este beneficio, nos hagamos, dignos de recibirle con
DIA NOVENO
MEDITACION
Lleguemos ya, alma mía; pero lleguemos con los ojos Henos de lágrimas y
el corazón de amargura, exhalando tiernos suspiros á ver á nuestro amante
Jesús, derramar las últimas gotas de Sangre que le habían quedado en su ya
difunto cuerpo. Mira como después de crucificado con la inhumanidad que
has premeditado en los anteriores días, le levantan en alto, y le dejan caer de
golpe en la dureza de un peñasco; y después de haber padecido tres horas en
el aire, y de habernos dejado en sus siete últimas palabras tan celestiales
doctrinas: finalmente, entre dolores y angustias murió entregando su espíritu
en manos de su Eterno Padre; pero no contentos los judíos con haberle
quitado la vida, pasan á romperle y pasarle su sagrado corazón con una cruel
lanza (que así la llama la Iglesia) la cual hirió tan fuertemente aquel sagrado
pecho, depósito del amor, que le partió de parte á parte el corazón,
derramando por aquella abierta puerta abundancia de sagrada Sangre y agua,
hasta no dejar gota de ella en aquel yerto cadaver. Ea, alma mia, llégate ya y
atiende á aquellas cinco fuentes manando continuamente arroyos de Sangre,
que corren hasta la tierra, v premedita que ves á tu amante Jesús abrir sus
sacratísimos labios, y hablando con la misma tierra l e dice las palabras de
Job, arriba citadas oh tierra dichosa y santificada con el riego de mi Sangre,
no la encubras, ni halle en tí lugar donde se sepulten mis clamores, y se
olviden de ellos los ignorantes hombres. No la ahogues ni sepultes en tus
senos, para que en ella hallen los hijos de Adán el rescate de su cautiverio,
la hermosura de sus almas, limpieza de las manchas de sus culpas, medicina
á sus males, consuelo en sus trabajos, esfuerzo en los combates contra sus
enemigos, seguridad en sus peligros, esperanza en sus temores, dulzura en
sus amarguras, misericordia en sus pecados, y finalmente; en su muerte, vida,
resurrección, y merecimientos para alcanzar la gloria: ¡ó consuelo celestial!
¡ó Jesús, dulce amor mío, y lo que haces por nuestro bien! da voces Sangre
divina, grita misericordia para nosotros. Y tú, alma mía que meditas estas
ternuras, date por obligada, aborrece el pecado y emplea todo tu amor en
amar á quien tanto te ama.
ORACION
¡O amorosísimo Jesús de mi vida! ahora sí, Señor, que ya has desahogado tu
amante corazón, viendo eminente derramada tu preciosísima Sangre, en
ORACION INICIAL
A Tí, o Rey Coronado, Rey de Reyes, y Señor de Señores, viene este pobre
vasallo delincuente, lleno de espinas de pecados, pues que te dignaste querer
ser coronado de Espinas, para quitar las de mis maldades, me concedas la
gracia de despinarlas librándome de ellas, fortaleciéndome con el cerco de
vuestras Espinas. ¡Oh buen Jesús! mi Dios y mi Rey, te ruego en esta
Novena, que, así como por mí quisiste que vuestra Sagrada Cabeza se
coronara con Corona de contumelia, os dignéis que en el Juicio final sea
coronada la mía con la Corona de la Gloria. Amen.
DÍA PRIMERO
¡Oh Amantísimo Padre de piedad! ¡Oh bondad infinita! ¡Oh dulcísima
clemencia! ¡Oh tiernísima misericordia! Llego en este primer día a la primera
Fuente que abrió en vuestra sagrada Cabeza la penetrante Corona de Espinas:
postrado a vuestros píes, con cuanta confusión me ocasionan mis culpas
¡Ojalá con el amor que debo à vuestras finezas! os alabo, os adoro, os
bendigo como a Dios, como à Rey y como á Redentor, y acordándoos del
cruelísimo tormento de vuestras Espinas, os pido, que las que convirtió en
flores vuestro amor, no las vuelva en Espinas mi ingratitud. Ahóguense en
esa Fuente las Espinas de mis culpas; curadme, Señor, mis dolencias, que si
sois aquel hombre: Ecce Homo, que deseaba aquel enfermo de la Piscina
OFRECIMIENTO
Gracias os doy, Coronado Rey, no solo porque me habéis sufrido este rato
en vuestra presencia sino porque muchos años no me tenéis ardiendo en el
abismo. O Alma mía, mira a este Hombre: Ecce-Homo, que, aunque está tan
llagado con azotes, tan afeado con salivas, tan cárdeno con bofetadas,
coronado con Espinas, con una Caña por Cetro en la mano, y vestido con
ropa de Escarnio, más es que hombre, pues también es Dios: Concededme,
Señor, que sea devotísimo de este lastimoso paso, para que por él logre el
paso a la eterna felicidad. Amen.
GOZOS
Por vuestra piedad inmensa
Á T vuestra amarga Pasión
En el mar de tanta pena
Halle puerto el Pecador
A su Mejilla inocente
Con mano de hierro armada
Dan tan fiera bofetada:
Que hace que en sangre reviente
Mi Bien, pues el alma siente
Ser causa de ese rigor:
ANTÍFONA
¡Buen Jesús! ¿A Ti Corona de Espinas? Nosotros cometimos la culpa y ¿tú
la pagas? Nosotros contrajimos la deuda ¿y tú la satisfaces?
ORACION
Os suplicamos, Dios Omnipotente, que todos los que reverenciamos la
Corona de Espinas en la tierra merezcamos ser coronados con la Corona de
Gloria en el Cielo. Amen.
SEGUNDO DÍA
¡Oh Pacientísimo Rey! por segunda vez llego a vuestra presencia a lavar en
las Fuentes de vuestra sagrada Cabeza mis culpas: Estampad al vivo dentro
de mi alma| esa lastimosa figura: Dadme. Dios mío, ojos compasivos, y un
corazón o muelle, para que mirándote me compadezca, y llore la causa de
espectáculo tan lastimero, cubierto de afrentosa púrpura, ojos bajos, bañados
en lágrimas, cruel Corona de Espinas en la Cabeza, con Cetro de caña en la
OFRECIMIENTO
Gracias rendidas os doy, mi dulcísimo Jesús, porque a tanta costa quisiste
salvar mi alma. Gracias os doy por las luces que en este breve rato me habéis
comunicado. Bien se conoce, Señor, la verdad de vuestra Divina promesa,
que quien se acercare a Vos os acercareis a él; pues acercándome segunda
vez al espejo de vuestro lastimosísimo Rostro no me neguéis vuestra luz:
Miradme, Señor, con esos piadosísimos ojos, y haced que os vean los míos
en la eterna Gloria. Amen.
TERCER DÍA
¡Oh Redentor mío! Tercera vez llego vuestra presencia a confesar que mis
pecados son las Espinas que os punzan, mis locuras la Purpura que os
escarnece, mi soberbia vanidad el Cetro afrentoso que os burla ¡Ay Jesús
mío! Yo soy vuestro verdugo, y la causa de vuestro tormento: A Vos, Padre
Eterno, os lo presento, mirad el Rostro de vuestro Hijo que atendiendo a él
os compadeceréis de mí: Ecce Homo: con grande confianza os le presento,
nada me negareis por su amor, permitidme entrar en la tercera Fuente de su
Soberana Cabeza a lavar mis culpas, para adoraros eternamente en la Gloria.
Amen.
OFRECIMIENTO
Gracias os doy, Jesús mío, por las luces y santas inspiraciones que por las
Fuentes de vuestra Sagrada y Coronada Cabeza me habéis enviado: por la
paciencia con que sufriste tan atroz tormento para remedio de mi alma,
porque me movéis con esa lastimosa figura á penitencia, todos los Ángeles
y criaturas os bendigan: yo me ofrezco todo a Vos, asidme con vuestras
Espinas, dadme compasión de vuestras penas: atadme con esa soga, para que
un punto no me aparte de Vos, que eso será eternamente gozar. Amen.
OFRECIMIENTO
¡Oh Jesús mío, Rey Omnipotente! ¿Qué gracias te daré, sobre otros infinitos
beneficios, por este singularísimo, de que siendo el hermoso entre los hijos
de los hombres quisiste ser afrentado y amentado con una horrible diadema
que penetró vuestras sagradas Sienes, cubierto con aquella Púrpura de
escarnio, y que siendo yo la causa no me habéis castigado? ¡Qué bien se
conoce, Señor, que sois infinitamente mayor que toda malicia humana! ¡Qué
bien se hecha de ver que no tiene que apostar la más refinada malicia a vencer
vuestra misericordia! Bendígante los Serafines, y mi dulcísima Madre María
Santísima: Haced de otros Santos Pablos, y de otras piedras hijos de
Abraham, para que todos os bendigamos en la Gloria. Amen.
QUINTO DÍA
¡Oh Dulcísimo Jesús! El vero tan lastimado mueve mi depravado corazón a
venir quinta vez para lavarlo en la sagrada Fuente de vuestra soberana
Cabeza: Si a mí me mueve a venir más os mueve a Vos la piedad; pues como
Lebrel generoso pusiste entre Espinas la Cabeza para cazar mi alma, para
que no huyera, para sacarme del infierno de mis vicios: Alabada sea vuestra
infinita bondad, y el arte con que cazaste, y aun pescaste con los anzuelos de
las Espinas, asidme bien con ellos: atraedme a Vos: penetrad me el corazón
con esas puntas para asegurarme en la Gloria. Amen.
OFRECIMIENTO
¡Oh Padre Celestial! ¿Qué retorno os daré si Vos a Vos mismo no os alabáis
y amáis por mí? Yo no soy bastante para hacerlo viendo la infinita caridad y
excesivo amor con que sufriste tantas injurias y escarnios de los hombres
peores que fieras, que viéndoos tan lastimado y dolorido, no solo no se
mueven a lástima, sino que nuevamente os coronan de Espinas, os dan de
SEXTO DÍA
¡Oh Padre de misericordia y Dios de todo consuelo! Y a es la sexta vez que
vengo, como pobre enfermo, a buscar la salud en la sexta Fuente que abrió
la Corona de Espinas para limpiar mis culpas: Señor, mirad que soy aquel
hombre llagado, maltratado y herido: Ecce Homo, que descendía de
Jerusalén a Jericó: !Oh! ! que llagado! ¡Oh! !que herido estoy por haber
ignominiosamente bajado del estado feliz dela gracia al infeliz de la culpa,
Sois el Divino Samaritano, atadme las llagas, lavadme las heridas, ungidme
con el licor precioso de la sangre que destilo vuestra Cabeza, para que me
vuelva a la Jerusalén de la gracia para adoraros después en la Gloria. Amen.
OFRECIMIENTO
¡Oh Dulcísimo Jesús, y mi Padre! Si a los del mundo, con ser tan poco lo que
de ellos reciben los hijos, enseña la razón natural que no se las puede
cabalmente agradecer a Vos, que me disteis todo lo que soy, y que para
redimirme y lavarme de mis llagas diste, no oro ni plata, sino vuestra sangre
Divina que gracias os daré, mi adorado Jesús. Más aquí de lo sumo de mi
gratitud; que, aunque os haga este obsequio deseoso que se imprima esa
lastimosa figura en mi corazón, donde queréis que os ponga como Sello,
siempre quedare corto para agradecer tanto beneficio. Alábente por mí y te
den las gracias todos los Santos de la Gloria. Amen.
SÉPTIMO DÍA
¡Oh Sapientísimo Medico de mi alma! Séptima vez vengo al baño de la salud
a la séptima Fuente, que, más que esa Corona, abrió el amor en vuestra
soberana Cabeza. ¡Oh que Fuente tan copiosa! ¡que por todo el Rostro y
Cuello corrían raudales de sangre, verificándose la profecía que desde la
planta del Pie hasta la Corona de la Cabeza no habla cosa sana, para que yo
sanara de pies a cabeza! ¡Oh mi Jesús! Llagado, dolorido, escarnecido, hecho
oprobio de los hombres, desechado de todo el mundo, haced que me
aproveche de este remedio, de este baño, para que sana mi alma os pueda ver
en la Gloria. Amen.
OCTAVO DÍA
¡Salvador de mi alma! Como enfermo que desea la salud, no omite
diligencias para lograrla, vuelvo en este octavo día a suplicaros me permita
vuestra clemencia, bañarme en la octava fuente de vuestra sacratísima
Cabeza: y pues deseabais la salud de los mismos que atormentaban, esto
mismo me anima y da confianza para venir a ponerme en vuestra presencia,
¡confesando que fui la causa de vuestros tormentos! ¡Oh Jesús mío!
Hacedme de ellos participante; deseo la Corona de trabajos, que punza, y
renuncio de la de gustos, que atormenta, para gozaros en la Gloria. Amen.
OFRECIMIENTO
Gracias os doy, Salvador mío, por tantos beneficios como me han venido por
estas insignias: A ellas recurro con profunda veneración y respeto, para que,
si hasta aquí he sido caña débil e insubsistente, logre por este medio la
firmeza en el bien, y sea columna incontrastable. Así lo habéis hecho
innumerables veces con grandes pecadores, que mirando ese Rostro tan
lastimado a Vos se han convertido: aunque atadas, y no se han abreviado
vuestras manos, Señor: hacedlo conmigo, y con todos los que lo necesitan:
miradnos con ojos de misericordia, esperamos nos deis la mano de vuestros
auxilios, para subir a habitar con Vos en la Gloria. Amen.
ULTIMO DÍA
¡Oh Pacientísimo Rey y Medico de mi alma! !Que poco me he aprovechado
estos días de las Fuentes medicinales que abrió en vuestra Cabeza la Corona
de Espinas, pues todavía me estoy con mis dolencias! Pero confió que en esta
última Fuente me he de lavar de manera que no ha de quedar rastro de culpa:
Si vuestro Eterno Padre, mirando espectáculo tan lastimero y tan maltratado
, por vuestra obediencia y nuestro amor perdono los pecadores, confiamos
OFRECIMIENTO
Gracias os doy, dulcísimo Jesús mío, por los beneficios innumerables que os
debo; más por este de haberme hecho tan fácil el remedio a mis dolencias,
franqueándome las Fuentes medicinales que abrió la Corona de Espinas para
lavarme y bañarme en ellas, ¿que gracias os daré? Yo no puedo, Señor, pero
suplan por mi todos los Coros de los Angélicos, y vuestra Madre la Virgen
Santísima, a quien os presentamos diciéndole: Ecce Homo. Mirad Virgen
Soberana, el hombre que Vos criaste, vuestros pechos con tanto regalo, y
tratasteis con tanto respeto: Mirad cuan le han puesto mis maldades: Pero si
se hizo hombre para remediar por este medio dio a los hombres, dadle por
mí las gracias, mereced para que siempre tenga impresa en mi alma esa
lastimosa figura: y que me sea medio para dárselas hoy en la Gloria. Amen.
Dios mío: creo que estáis aquí presente, os adoro con todo mi corazón.
Jesús mío: creo en Vos, espero en Vos, Os amo con todo mi corazón, tened
misericordia de nosotros.
Una vez:
Diez veces:
ORACIÓN
Sangre de Cristo, perdónanos.
Sangre de Cristo, sálvanos.
Sangre de Cristo, lávanos.
Sangre de Cristo, purifícanos.
Sangre de Cristo, cúranos.
Sangre de Cristo, libéranos.
Sangre de Cristo, santifícanos.
Faz de Jesucristo nuestro Señor, que quitas los pecados del mundo
perdónanos Señor.
Fas de nuestro Salvador, que quitas los pecados del mundo
escúchanos Señor.
Faz de nuestro Salvador, que quitas los pecados del mundo
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
V. Temblad y no pequéis.
R. Reflexionad en el silencio de vuestro lecho.
OREMOS: Potentísimo Dios, que nos has dejado en la Santa Faz impresa
del vivo los sagrados signos de tu santa Pasión, concédenos propicio que,
por tu muerte y sepultura seamos conducidos a la gloria de la resurrección.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos
DIVIDIDO
EN LOS SIETE DÍAS DE LA SEMANA
su autor
EL V. P. TOMÁS DE JESÚS DEL ORDEN DE S. AGUSTÍN
NUEVA GUATEMALA, AÑO DE 1778
Reimpreso en la Imprenta de D. Antonio Sánchez Cubillas.
DOMINGO
En todo buen Jesús, excede vuestro amor a todos los términos y leyes, ni
puede tener igual. Pusisteis, Dios mío, por término del amor y verdadera
amistad, llegar hasta morir por el amigo, porque ni hay más quedar, ni más
que hacer, Pero vos, Dios de amor, bien infinito, pasasteis adelante: no solo
morís por amigos y por enemigos, sino que, amando hasta morir, aun tenéis
más quedar, y os queda más que hacer. Dais la sangre, que os queda en el
cuerpo y abrís el corazón, donde nos tenéis escritos: hacéis abrir una entrada
tan grande, que jamás se cerró. Amáis viviendo, amáis muriendo, amáis
después de muerto, y amáis eternamente. Ni con la muerte se pudo vuestro
amor agotar, pues siempre amáis, siempre tenéis que dan y siempre en que
mostrar el amor que nos tenéis. Ni aun muerto queréis que me tenga por
olvidado de vos, pues aún apartada el alma de ese cuerpo tuvisteis cuidado
de abrirme ese sacratísimo Costado, para que sacase sangre que todo me
limpia tuviese yo entrada a lo íntimo de ese enamorado corazón, donde todos
mis bienes se atesoran. Ya no os pediré con David que me rociéis con el
Hisopo; sino con San Pedro que bañéis en esa sangre mi cabeza, manos y
pies, para ser del todo limpio: y cuando con la virtud de esa sangre me
limpiéis, por ella me perdonareis, por ella me santificareis, por ella me
llegareis á vos, y lo que yo no mereciere, por ella me lo concederéis. Adorote,
divina sangre, que con tu corriente llevas la tierra al Cielo: con tu caudal
ahogas en divinos bienes tocias las almas, con tu calor haces de enemigos
amigos, de errados bien encaminados, de ciegos e ignorantes a alumbrados,
de hijos de ira a hijos de Dios. No quede yo muera de tan grandes bienes,
pues no tengo menos parte en esa sangre, que todo el mundo junto.
MARTES
Pensaba vuestro Apóstol San Pablo que decía, muchos cuando dijo: vivo yo,
mas ya no yo, porque vive en mi Cristo: ¿qué mucho diga esto el siervo que
solo vive de vos, si vos, amor infinito, no queréis que ninguno os venza en
amar y con verdad os preciáis diciendo: ¿vivo yo, mas no soy yo porque en
este corazón vive el pecador a quien amo? Oh vida mía ¿por qué muero tantas
muertes, sí soy amado de vos? ¿Porque me dejáis andar vagante, perdido, y
desterrado fuera de ese corazón, donde solo puedo hallar quietud? O Pastor
de mi alma, no se pierda esta errada oveja: pueda más el amor, que me tenéis
para liberarme a vos que mi malicia para echarme fuera de ese corazón. Si el
Cielo tiene gozo en que no se pierda un pecador y es por el gusto que conoce
tenéis vos de recogerle. Contentaos á vos mismo: dad a ese corazón placer
en Salvarme, pues no se satisface, sino con meterme en sí. Vuestro abrasado
MIÉRCOLES
Oh mi Jesús, en ese corazón se hallan todas mis riquezas verdaderas: ¿pues
en que desventurado sitio busco yo las mías, sino hay más que esas. Ahí
tengo el fuego que me ha de abrasar y transformar, ¿pues como sufro las
nieves de esta alma, que enfría mi espíritu de manera, que con ninguno de
esos vuestros divinos fuegos se calienta? ¡O como estoy lejos de los mismos
bienes que me cercan! Pero Señor, lejos de vuestra fé y amor puro se hallaba
vuestro Apóstol Tomas, cuando, no quería creer, sin palpar: vos le
buscasteis, le hicisteis meter la mano en ese costado: luego quedo otro luego
quedó preso, luego alumbrado, luego inflamado, luego exclamó diciendo:
vos sois el Señor mío y Dios mío. Creo, mi buen Jesús, sin palpar: creo lo
que él creyó viendo y palpando: pero dadme el amor que el recibió, para que
yo quede preso de vos. Lleguen a mí los fuegos que con tanta prontitud
corrieron por la mano del Apóstol hasta mudarle el corazón: quítenme la vida
mortal, háganme vivir en vos vida de mi alma. O vida sin la cual muero,
apartadme de las muertes por donde os pierdo: no me dejéis andar errado por
fuera, pues para ganarme quedasteis abierto después de muerto, y resucitado.
JUEVES
Sacratísimo Costado, o puerta Paraíso, o entrada del divino amor, o fuente
de vida, ¡que siempre manas! Tú me has de llevar con tu virtud, pues de ahí
he de recibir aquello con que he de ir a ti. Mi alma arde en tu deseo, no te
cierres para mí, ni me niegues la virtud con que cautivas las almas, y las
llevas a ti. En ti me he de ver libre de mí: en ti no llegarán a mí los enemigos.
Verdaderamente, Señor pusiste altísimo mi refugio, como dice David, ni
habrá mal que se acerque a él, pues le pusisteis dentro de ese corazón. Por
eso quisisteis que no se abriese hasta después que tuvisteis vencidos con
VIERNES
Adórote, Salúdote, divino corazón, tan cautivo de mi amor. Todo lo tengo
ahí: deseo deshacerme en vuestro amor. Ya no quiero otra afición, ya no
quiero otro refugio, ya no quiero que otro me conozca, ni me vea. Vos solo
me bastáis; vos me mudareis; me enriqueceréis; y saciareis los deseos de mi
alma. ¡O si siempre estuviese Unido aquí! Si aquí viviere con vos, venga la
muerte cuando quisiere porque esa me descargará de este cuerpo ¿para vivir
siempre en vos, sin miedo de perderos. ¡Oh cómo solo soy pobre, pero con
vos que rico! ¿Cómo lo que hay fuera de vos me engaña, y no siento mi
perdición? Consumid ya, Señor las inclinaciones terrenas de este bruto y
miserable pecador: llevadme todo a vos para que viva libre de mí. Acordaos
que no pedís a los hombres más que el corazón, para acompañaros con él. ¡O
quien tuviera cinco corazones para ponerlos en estas vuestras cinco llagas; y
quién pudiera hacerse todo corazones, para daros muchos compañeros, ¡y
amaros con mucho amor! Mas ya que no tengo 8más que uno, y ese pequeño,
miserable, frio, y lleno de miserias tal cual está os le doy. Aceptadle, Señor,
con misericordia, y hacedle cual vos queréis, para que merezca ser digna
mansión vuestra.
SÁBADO
Bien mío, buen Jesús, remediador mío y luz resplandeciente de mis
ceguedades, en vos pusisteis todos mis bienes verdaderos, para que no
LAUS DEO
ORACIÓN
Omnipotente y Sempiterno Dios, Trino y Uno, que, por la Confesión de la
verdadera fe, que por tu infinita bondad se nos infundió en el Bautismo, nos
diste a conocer el inefable Misterio de tu Beatísima Trinidad, y nos ensenaste
a adorar la unidad de tu divina esencia en la omnipotencia de tu soberana
Majestad; te suplicamos, Señor, que recibas benignamente este obsequio
como rendido tributo de nuestra fe; y confirmándonos en ella, nos libres de
todos los peligros, para que te sirvamos fielmente en esta vida, y en la otra
te gocemos y alabemos eternamente con los Bienaventurados. Amen.
Adoro este santo lugar, por aquel, que fue santificado con las plantas de mi
Señor Jesucristo.
GRADA I.
Oh Amabilísimo Jesús: os considero cuando en la última cena os
despedisteis de vuestros Discípulos benignamente para comenzar con
vuestras penalidades la grande de obra de nuestra redención.
GRADA II.
Dulcísimo Jesús: os considero arrodillado en el Huerto de Getsemaní todo
bañado en sangre, que allí sudaste, puesta vuestra cara sobre la tierra.
GRADA III.
GRADA IV.
Dilectísimo Jesús mío; os considero preso y atado con cordeles, vilipendiado
desde el Huerto a la Ciudad de Jerusalén y maltratado con toda crueldad.
GRADA V.
Clementísimo Jesús mío: os considero delante de los Príncipes de los
Sacerdotes Anás, y Caifás, preguntado de aquellos soberbios con mucho
orgullo, y ultrajado de sus ministros con las manoplas.
GRADA VI.
Piadosísimo Jesús mío: os considero puesto en custodia a los sacrílegos
Soldados, los cuales por todo el curso de aquella noche os hicieron mil
ofensas e improperios.
GRADA VII
Mansísimo Jesús mío; os considero conducido, y vuelto muchas veces por
aquella santa Escala del Palacio de Pilatos, de quien esta es imagen, que yo
ahora, aunque indigno subo, y considero tenidas con vuestra preciosa Sangre
muchas partes de ella.
GRADA VIII.
Pacientísimo Jesús mío: os considero delante del Tribunal de Pilatos acusado
malignamente de falsos testimonios, y conocido nada menos, que inocente
del mismo Juez.
GRADA IX
Amantísimo Jesús mío: os considero burlado y escarnecido como loco del
impío Herodes, y vestido por escarnio mayor de una vestidura blanca.
GRADA X
Inocentísimo Jesús mío: os considero despojado y desnudo a la presencia de
un pueblo numeroso y después atado estrechamente a una columna.
GRADA XI.
Inicuísimo Jesús mío: os considero azotado, y llagado por mucho tiempo con
muchas maneras de azotes y de allí postrado en tierra todo bañado de vuestra
preciosa Sangre.
GRADA XIII
Benignísimo Jesús mío: os considero cubierto con una venda, castigado de
aquellos malvados con punadas, y golpes y saludado por desprecio Rey de
los Judíos.
GRADA XIV.
Amantísimo Jesús mío: os considero mostrado del presidente Pilatos a
vuestros perseguidores, los cuales, en vez de compadecerse, pidieron con
gran gritería vuestra muerte.
GRADA XV.
Benignísimo Jesús mío: os considero comparado, y aun pospuesto a Barrabas
homicida infame, y Vos condenado injustamente al más cruel, y vergonzoso
patíbulo.
GRADA XVI.
Piisimo Jesús mío: os considero con la pesada Cruz sobre las espaldas en
acto de andar gimiendo, y fatigado hacia el Calvario, y regando todas las
Calles con vuestra sangre.
GRADA XVII.
Fatigado Jesús mío: os considero en aquel penoso viaje, cuando encontrasteis
a la desconsoladísima Virgen vuestra Madre, hecho compasión de las
mujeres de Jerusalén.
GRADA XVIII.
Adolorido Jesús mío: os considero caído por la flaqueza bajo el peso
gravísimo de la Cruz, y violentado con empujones y golpes a proseguir el
camino.
GRADA XIX
Atormentado Jesús mío: os considero cuando cansado, lleno de dolores y
medio vivo, abriste tu boca Santísima a la infeliz bebida del vinagre y mirra.
GRADA XXI
Admirable Jesús mío; os considero extendido con las manos y pies, sobre la
Cruz, traspasado a golpes de martillo con durísimos clavos, la cual fue
enarbolada a vista de todos.
GRADA XXII
Misericordioso Jesús mío: os considero todo lleno de caridad en el acto de
rogar a vuestro Padre por los que te crucificaban, y de escusar amorosamente
el pecado de ellos.
GRADA XXIII
Os considero, que al estar Vos, generoso Jesús mío, vecino a morir diste al
Ladrón arrepentido el eterno Reyno, y a S. Juan la benignísima María por
Madre.
GRADA XXIV.
Abandonado Jesús mío: os considero sediento por tanta sangre esparcida, y
dado a beber hiel puesta en una caña.
GRADA XXV.
O Jesús mío, que estas ya en las últimas fatigas: os considero que vas a
espirar sobre la Cruz en acto de encomendar vuestro Santísimo Espíritu en
las manos de vuestro Divino Padre.
GRADA XXVI.
Crucificado Jesús mío: os considero en medio de dos Ladrones, muerto,
desfigurado, y destrozado todo tu Cuerpo, herido en el Costado siniestro con
una lanza.
GRADA XXVII.
Amoroso Jesús mío: os considero bajado de la Cruz, y puesto en los brazos
de vuestra Madre afligidísima y bañado copiosamente de sus lágrimas
tiernas.
ORACIÓN
Dulcísimo Salvador y Redentor mío: mírame, que yo por vuestra gracia he
subido por esta dolorosísima Escala delante de vuestra Santísima presencia
y aunque con poca devoción he meditado adorado, y dado gracias a vuestra
pasión muerte: os suplico os dignéis perdonarme mis atroces culpas, y dadme
gracia, para que en adelante no abuse del estimable tesoro de vuestra
Sacratísima Pasión, sino tenerla siempre viva en el corazón, y en la boca,
para que, con estos santos pensamientos, y meditaciones no caiga en mis
pecados, yerros y pésimas costumbres; así mismo propongo firmemente de
huir todo lo que fuere desagradable a vuestra Divina Majestad, para que
perseverando hasta la muerte en vuestro santo servicio, sea finalmente
concedido de veros y daros gracias, y gozaros eternamente en la Gloria.
Amén.
Dispuso:
El Lic. D. José Manuel del Valle y Araujo, Capellán mayor del hospital
de la Purísima Concepción de Jesús Nazareno de México.
Reimpresa en la Habana, Cuba, por Boloña.
Año de 1800.
PRÓLOGO
a fines del año de 1720, saló a la luz un cuadernillo intitulado: Torrente
Cedrón o dulcísimo vado… y que dulce, que bien se ve el espíritu interior y
exterior dulzura, y afabilidad de su autor, el que tal suerte ha movido los
ánimos fervorosos, que se han increpado con el común dicho: nos dejas con
la miel en los labios, y sedientos (a su imitación) me han pedido escriba algún
ejercicio sobre tan tiernos pasos. Confieso mi ruindad, y que no soy capaz
de seguir sus fervorosas huellas (que postrado en tierra reverencio) pero
como los que cuidan las almas, tenemos obligación de ministrarles el pábulo,
que hambrientas piden, solo haré con su cuadernito lo que el sacristán con la
lampara de aceite de algunos puntos y Meditaciones, en aquella ardientísima
Lampara del Autor, para que no se apaguen tan lucientes esplendores; Dios
sea mi luz, y valla en su Santísimo nombre.
Me persuado, a que sea este Ejercicio los Jueves: lo uno porque este día
sucedió este doloroso Paso; lo otro, porque siendo frecuentemente día de
Comunión, está la Alma bien dispuesta con tal huésped. Prevén Alma
amorosa una cruz, teniéndola de rodillas el tiempo de la Oración, llevarás un
cilicio, y a lo último (si el lugar y la salud lo permite) harás la disciplina.
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh Dios inmenso! ¡Dios Santo! ¡Dios de Clemencia! Misericordioso, por tu
misma naturaleza, aquí en tu acatamiento, y presencia está el torrente
larguísimo de la maldad; aquí el dilatado mar de pecados; el negro rio de
toda malicia; aquí el que precipitado en las asquerosas corrientes de mi mala
vida, no solo he bebido la iniquidad con las aguas, sino que, sumergido en
sus hediondas olas, me iba precipitado hasta el abismo Infernal, sin atender
a las furiosas avenidas de vuestra justa ira. Ya lo veo, Señor de mi alma, ya
CONSIDERACIÓN
Veté alma tras de Jesús, preso, y con tanta furia llevado de aquella vil canalla;
la noche obscura, alúmbrale con tu corazón y mira como al pasar aquel
puente, un maldito Sayón empujando a Cristo, le arroja hasta lo profundo de
sus aguas (según Andricomio en la descripción de la Tierra Santa) Mira el
susto, que naturalmente tendría tu Jesús, ¡qué aleadas daría aquel pacífico
Corazón con tan repentino sobresalto! Míralo cayendo con las manos atadas
é indefensas: mira Alma, mira que hay mucho, que mirar, y admirar. Al caer
de tan alto, oye el golpe que da con todo el Cielo en aquellas asquerosas
aguas: oye él gusto, algazara y gritería de aquellos malvados ministros, y
atiende a tu Jesús pacífico. ¿Tente Señor, pues eres la misma fortaleza ay
Jesús, quien arroja? Y escucha que te responde así: Tu alma mía, tú me
arrojas, tú mi amada, tú me empujas ¿por qué? ¿Tan mal compañero soy a tu
lado? ¿Qué te he hecho criatura mía? ¿para que con tanto riesgo me despidas
de ti? Alma responde a tan lastimosas quejas allá en el centro de tu corazón,
y ya que, arrojado a Dios, ahora que te pregunta, no le seas descortés,
respóndele, y juzga (allá para ti) lo que a Dios respondes.
Caído el Señor en las aguas dio con su Santo Cuerpo en aquella hediondez,
que más que agua era lodo inmundísimo, pues era el general albañal, en que
se echaban las más sucias heces de toda la vecindad, indignas de decirse,
aquí arrojado está mi Dios. Míralo revolcado en esos lodos, míralo alma
enamorada; Dios Hombre en tal paraje. ¡Esa es el agua de los Ángeles, que
das alma a tan lindo y tan hermoso amante! ¿¡Donde tú tendrías asco (siendo
la misma basura digna de aquel lugar) quizá de verlo, ahí colocas a la
segunda Persona de la Santísima Trinidad!? Esa es la muñida cama, con que
recibes a tu Jesús, tan atormentado, ¿para qué repose? ¿Esa es la Recámara
ORACIÓN
Arrojado Dueño de mi vida, ¡dulce descanso de mi corazón! centro amoroso
de mis amores, ¿cómo ha de ser sufría mi amor, verte en ese cenagal tan
asqueroso de cenizas de cuerpos muertos, siendo Tú la Santidad por tu
misma Esencia, y yo él albañal inmundo, digno de todo despreció viviendo
entre racionales? Quien fue bien mío el insolente, ¿qué sin respeto a tu
Soberanía te arrojó en este lodo? Señal cierta, que no conoció, ni mereció ver
la belleza de tu Ser, el esplendor de tu Majestad, pues tan atrevido té echa en
este inficionado, y asquerosísimo cieno. Tu Señor, Tu Vida de los hombres,
Tú, Recreó de los Serafines, Tu, Regalo de los Santo, Tú Gloria de los
Bienaventurados. Tú, Centro de toda Caridad, Agnus Dei, del Padre Eterno,
Tu, delicia y suavidad de la Reyna de los Cielos. Tú, Imagen verdadera de
tu Padre, Tú, Amor del Divino Espíritu, Tú, Cordero inocente todo blanco, y
encarnada, sin mancha negra de culpa, ¿Tú en el lodo? ¿Tú en la basura?
¿Tú, en el cieno? ¿Tú, en esa asquerosa sentina? Cuando es manchado
ÚLTIMA MEDITACIÓN
después de haber sacado á el Señor del Torrente Cedrón
Ea pues, alma agradecida, ahí tienes ya a Dios Hombre fuera de las aguas;
llega reverente, considera como aquel Señor, dignísimo de todo respeto, y
adoración, es ahora el blanco de la risa, la causa de la alegría de sus
enemigos, el tropiezo de la irrisión, el objeto de la mofa; mírale caído en el
suelo, todo mojado lleno de vergüenza, tiritando de frío, y como si fuera un
corrupto, y muerto bruto, arrastrado por la tierra. Vuelve los ojos a aquella
chusma infernal, y los verás, que abren sus malditas bocas para blasfemarle,
y se tapan las narices por no recibir el hedor, que exhalaba aquel asqueroso
lugar, por haberse movido con el Cuerpo Santísimo de tu amado Dueño, y
tienen horror de llegar sus malditas manos, y le arrastran con las sogas, lo
levantan con los chuzos, y así mojado y enlodado prosigue su camino para
la casa del juez. ¡O que espectáculo! ¿Para cuándo Alma mía, son las
ternuras? ¿Para cuándo los suspiros? ¿Cuándo más bien empleadas las
lágrimas? Si ahora en tanto ultraje como Cristo padece, no se derraman ¿será
creíble, que un Corazón amoroso, y cristiano no se deshaga en llanto, en tan
tiernísimo, y doloroso sentimiento? No lo creo, pues a una la dureza de una
peña se ablanda aquí solo con las plantas de nuestro Jesús, Dios, arrastrado
por los suelos, y no me enternezco, Dios revolcado en la tierra, ¿¡y no me
muero de ternura!? O Señor, dad blandura a este corazón, y lágrimas a esta
piedra; heridme con la Cruz para que, en este desierto de mi conciencia,
derramen arroyos de lágrimas, esta diamantina losa.
Alma mía, pregúntate a ti te ha hecho fuerza tan vil tratamiento a Dios, tan
amargo, ¿y tan doloroso Paso? Ya se ve que eres tierna, eres suya, y te toca
ORACIÓN
Dulcísimo Amor de todos los amores, Blanco Pelicano de mi Alma, ya que
te dignas tantas veces entrar en el centro asqueroso, de mi inmundo pecho;
ya que, no has tenido asco de las sucias viscosidades, de mi desaliñado
Corazón, ya que, con tanta fineza, y humanidad te dejas tratar, comer, y
aposentar en el pobrísimo seno de este pobrecito pechó, sea mi Dios para
quitarte mil enojos, pues justísimamente los tenías de mi sobrada descortesía,
con que te entraba en los viles rincones de mi Corazón, con tan corta
preparación y tan ningún agradecimiento, de que con tu gracia me
enmendare, sea para sacarme de las aguas lodosas de mis pecados, y
limpiarme con esa Sangre preciosa, de toda humana afición, sea para
quitarme las horrorosas sogas que el amor propio aló tan fuertes en mi
miserable flaqueza, y romper las pesadas cadenas, con que ha intentado el
Demonio, Mundo, y Carne, tener presa mi pobrecita alma; sea mi bien para
dejar impresas en la dureza mía las señales, no solo de tus Sagradas Plantas,
sino las de tus cinco Sacratísimas Llagas, sea dulzura mía; para purificar mí
Conciencia de las aguas de las mundanas vanidades; Pacientísimo Cordero
de mi vida, para quedar prisionero eterno en las Suaves cadenas y dulces
prisiones de tu amor, sea para bien de mi Alma; para Viático de mi
peregrinación; sea para exaltación de tu Nombre Santísimo; dilatación de tu
Fé; y sea finalmente para descanso de las Animas del purgatorio, y que esas
aguas de tu misericordia infinita; apaguen los ardores de aquellas voraces
llamas; sea mi Jesús para honra y gloria, alabanza, y loor eterno de la
Santísima Trinidad. Amén.
Te suplico me le enciendas
En tu Soberano Fuego,
Y en él imprimas y estampes
Los favores que hoy me has hecho:
I. CONSIDERACIÓN
¡Alma mía! considera cuanto te ha favorecido Jesús en el Sacramento. No
quiso que tuvieras razón de envidiar a los judíos que tuvieron la dicha de
conversar con El en los días de su vida mortal. — Por eso está contigo. —
En el día y en la noche, en el invierno y en el verano siempre vive e n la
Eucaristía para ser nuestro compañero. — Oh amigo fidelísimo, Oh Jesús
cuyo amor no tiene límites pues que tus delicias son estar con los hijos de los
hombres, haz que también las mías sean el estar en tu compañía. Yo te doy
gracias de lo íntimo de mi corazón por este tan exquisito favor, ¿qué podré
temer si tengo ese escudo de defensa, si puedo refugiarme dentro de esa torre
de fortaleza, sí puedo ponerme bajo la protección de Jesús Sacramentado,
que ampara a todos los que á El acuden, como la gallina cobija a sus polluelos
debajo de sus alas? Haz que a ti acuda en todos los peligros para gozar de
superarlos y tu presencia cara a cara en el cielo. Amen.
II.
Alma mía, considera el segundo beneficio de infinito valor que te ha hecho
Jesús desde el Sacramento. No solo se quedó para ser tu compañero, tu guía,
tu amigo en esta peregrinación, sino que quiso también quedarse para ser el
alimento de tu alma. ¿Como pagarás tan inestimable favor? Mucho fue
haberte dado sus consejos, su Evangelio, sus ejemplos, su sangre en el árbol
de la cruz; pues no contento con eso en la Eucaristía te da su cuerpo para que
te sirva de alimento espiritual en esta vida, de viático para la eternidad de
prenda de la dicha sin fin.
ORACIÓN
Como te agradeceré debidamente oh Jesús mío tan inestimable don? ¿Mi
vida entera será digna recompensa de este amor sin límites? ¡Ah! no
ciertamente que no; pero tú mismo eres la Acción de gracias, viva y perenne
y por eso este Sacramento, llámase Eucaristía. Así pues, en agradecimiento
de tan inmenso favor, yo me acercaré al altar de Dios, yo recibiré con
frecuencia este sacramento. Haz oh Señor que lo reciba dignamente para que
sea para mí la garantía de la eterna felicidad. Amen.
ORACIÓN
Oh Víctima sacrosanta que te inmolas todos los días sobre nuestros altares y
aplacas la ira de tu Padre celestial justamente irritada por nuestras culpas, yo
te bendigo, te adoro y te doy cuantos agradecimientos me son posibles, por
haber instituido el santo Sacrificio de la Misa. Yo me propongo asistir a él
con toda la frecuencia que me sea posible y con toda la devoción de que sea
yo capaz. Haz, oh Señor, que de esa asistencia seque innumerables frutos. Y
ahora ¡oh Jesús mío! No me dejes levantarme de este santo lugar, sin antes
haberme atado a tu servicio con los lazos de tu santo amor, y concedido
cuantas gracias te pido para mí, para mis parientes, amigos y encomendados
a mis oraciones (se hace la petición). Consérvanos a todos en tu santa gracia,
haznos verdaderos devotos de la Eucaristía y reúnenos a todos en el cielo.
Amen.
ANTÍFONA
Oh Sagrado convite en el que se toma a Cristo, se renueva la memoria de
su Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura
gloria.
ORACIÓN
Oh Dios que bajo los velos del admirable Sacramento nos dejaste la memoria
de tu Pasión, concédenos que de tal manera veneremos los sagrados misterios
de tu Cuerpo y de tu Sangre, que percibamos constantemente los frutos de tu
Redención. Te lo pedimos a Ti que vives y reinas con el Padre en unión del
Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amen.
PRIMERA IGLESIA
ORACIÓN
Oh Jesús mío amabilísimo, dulcísimo y amantísimo, vida, esperanza y único
amor de mi alma! Vengo hoy a postrarme ante tu altar y darte gracias por
haber instituido este augusto sacramento en el que te has quedado
perpetuamente con nosotros. ¡Ah! y ¡cuánto te costó el instituirlo! Como que
para ello debiste morir, sin lo que no hubieras podido estar sacramentado en
nuestros altares. Y después; ¡cuántas injurias has debido tolerar en este
misterio adorable, para poder prestarnos auxilio con tu presencia! Más todo
lo ha superado tu amor y el deseo que tienes de ser amado de nosotros. Ven,
pues, Señor, ven y entra dentro de mi corazón y cierra después la puerta de
sus afectos, de modo que nunca vuelva a abrirse para dar entrada en él a
ninguna criatura que quiera tomar parte en el amor que te debo. Reina en mí
Tú solo, con absoluto imperio ¡oh Redentor mío! toma posesión ilimitada de
todo mi ser; haz que mi único deseo, mi único deleite sea darte gusto,
visitarte con frecuencia y recibirte en la comunión. Busquen los demás,
enhorabuena otra clase de bienes, que en cuanto a mí yo no quiero, ni deseo
otro bien que tu amor. El me hará santo en la tierra y dichoso en el cielo.
Amen.
La estación mayor.
SEGUNDA IGLESIA
ORACIÓN
Oh Cordero inmaculado y sacrificado por nosotros en la cruz! Acuérdate que
yo soy una de aquellas almas que redimiste con tantos dolores, y con tu
muerte; y ya que te has dado y que das todos los días a mí, sacrificándote por
mi amor en los altares, haz que yo te posea siempre, que no te pierda jamás
y haz que sea yo también todo tuyo. Yo me doy todo a Ti para que hagas de
mí todo lo que fuere de tu agrado. Te doy mi voluntad, aprisiónala con los
dulces lazos de tu amor, para que sea eternamente esclava de tu voluntad
santísima. Ya no quiero vivir para satisfacer mis deseos, sino para contentar
tu divina voluntad. Destruye en mí todo lo que te desagrade y concédeme la
gracia de no tener otro pensamiento, ni otro deseo sino el de aquellas cosas
que tu deseas. Te amo con todo mi corazón; oh amantísimo Salvador mío!
TERCERA IGLESIA
ORACIÓN
Oh amabilísimo Jesús mío Sacramentado, que por el amor que me tienes
estás encerrado noche y día en este sagrario, atrae, te ruego, todo mi corazón
hacia Ti, de tal modo que no piense sino en Ti, ni quiera, ni busque, ni espere
otro bien que poseerte. Hazlo por los méritos de tu Pasión, por la cual te lo
pido y lo espero. ¡Ah Salvador mío sacramento y amante de mi alma! ¡cuán
amables son las delicadas invenciones de tu amor para lograr que las almas
te amen! ¡Oh Verbo eterno! Haciéndote hombre, no te ¡has contentado con
morir por nosotros, sino que nos has dado, además este Sacramento por
compañía, por alimento y por prenda de la gloria. Te has dignado aparecer
entre los hombres, ya como niño en un establo, ya como pobre en un taller,
ya como reo en una cruz, ya, en fin, como pan en la mesa del altar. ¿Qué
otros medios podrías inventar para ganarte nuestro corazón? ¡Oh amabilidad
infinita! ¿cuándo llegará el tiempo en que yo comience a corresponder de
veras a tantas finezas de amor? Señor, yo no quiero amar sino a Ti, en el
tiempo y en la eternidad. Amen.
La estación mayor.
CUARTA IGLESIA
ORACIÓN
Oh Sacramento de amor, que ya sea dándote en la Santa Comunión, o ya
permaneciendo en los altares, sabes atraer a Ti con los suaves encantos de tu
amor tantos corazones, que enamorados de tu dulzura y fuera de sí en vista
de tanta bondad, arden en la llama feliz de tu amor, sin olvidarlo jamás. Atrae
también a Ti, este miserable que desea amarte y ser esclavo de tu amor
divino. Yo entrego de un modo irrevocable en manos de tu bondad todos mis
afectos, mi alma, mi cuerpo y todo mi ser. Aceptadme, Señor, y disponed de
mí como te agrade. No, no quiero, ¡Oh amor mío! volver a quejarme de
vuestras santas disposiciones; pues bien, comprendo que, siendo todas ellas
dictadas por tu amoroso corazón, no pueden menos de ser amorosas y para
QUINTA IGLESIA
ORACIÓN
Oh corazón amantísimo de mi Jesús, del cual salieron todos los sacramentos
y principalmente este que es el de amor. Quisiera en este solemnísimo día
glorificarte y ensalzarte tanto cuanto Tú glorificas y ensalzas a tu Eterno
Padre en este sacramento. Bien sé, que aquí en este altar me estás amando
con aquel mismo amor que tuviste al morir en la Cruz entre infinitas
amarguras. Yo te adoro, yo te amo y te doy gracias con todas las almas quete
están amando en la tierra y en el cielo. ¡Oh Corazón purísimo! purifica el
mío de todo afecto desordenado a las criaturas y llénalo de tu santo amor. Oh
corazón dulcísimo, posee el mío de tal suerte que de hoy en adelante sea todo
tuyo y pueda decir con el Apóstol: ninguna criatura podrá jamás separarnos
del amor de Dios, que se funda en Jesucristo Nuestro Señor, a quien se dé
todo honor y toda gloria en los siglos de los siglos. Amen.
La estación mayor.
SEXTA IGLESIA
ORACIÓN
Oh Jesús mío Sacramentado, que te lamentas de que, habiendo venido a la
tierra a ser nuestro Huésped, para hacernos bien, nosotros no hemos querido
recibiros. Tienes razón, Señor, tienes razón: yo soy uno de esos ingratos que
no quiero hacerte compañía viniendo muy rara vez a visitarte. Castígame por
ello cuanto quieras, solo te ruego que no me impongas la pena que merecería,
de no venir más ante tu presencia. ¿A dónde iré, que sería de mí si tú de ella
me alejaras? Pero no, tú no me abandonarás si antes yo no te abandono. Oh
fuego devorador, destruye todos mis afectos a las cosas criadas, mira que en
este momento me doy á Ti sin reserva, y consagro toda la vida que me queda
al amor de este santísimo Sacramento. El será, así lo espero, mi consuelo y
mi amor durante mi vida y en la hora de mi muerte, cuando vengas a servirme
de guía y de viático en el camino a tu felicísimo reino. Así sea.
La estación mayor.