Brujas Mellizas Silvia Schujer
Brujas Mellizas Silvia Schujer
Brujas Mellizas Silvia Schujer
Silvia Schujer.
Pero una cosa era cuando atendía Brujilda. Y otra muy distinta cuando lo
hacía Brujeñá.
—Buenos días —dijo. Y antes de que pudiera continuar, por única vez en
la vida Brujeña y Brujilda estuvieron de acuerdo: se enamoraron
perdidamente del mancebo y cayeron desmayadas a sus pies.
—Lo siento —la desafió Brujeña decidida a todo. Y, al cabo de una larga
discusión abundante en agravios brujeriles: "arpía", "lechuzona", "cara de
fécula", "revuelto de piraña", "nariz de escoba vieja", etc. se retaron a
duelo.
Invisibles, flotando por el aire, ante los ojos claros del joven hermoso con
estatura de príncipe que no entendía qué rayos había pasado desde su
llegada a la choza hasta ese momento.
Quizás por eso el que una vez fuera tan solo joven y hermoso, a partir de
aquel día tuvo épocas de mágica belleza y otras de increíble fealdad.
Vivió horas de de loca alegría seguidas por horas de sorprendente
amargura. Odió y amó lo que odió.
Fin
Brujas mellizas de Silvia Schujer en Más palabras para jugar,
Buenos Aires, Editorial Sudamericana S.A., ©1999.
Ilustraciónes de Mónica Pironio.
Colección: “Programa de abuelos y abuelas leecuentos”