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El Discurso Interior

El discurso interior, que nos saca constantemente de la realidad de la vida, nos hace divagar, quiere tener vida propia y en muchos casos lo logra.

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El discurso interior, que nos saca constantemente de la realidad de la vida, nos hace divagar, quiere tener vida propia y en muchos casos lo logra.

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El Discurso Interior

Estamos sentados escuchando una conferencia... ¿o no?. Estamos en un micro


agarrados de la barra en silencio... ¿o no?. Estamos conversando con un amigo al
cual le prestamos toda nuestra atención... ¿o no?. Estamos en nuestra cama
completamente dormidos... ¿o no?.

Estemos lo que estemos haciendo, aún cuando estamos dormidos, nuestra mente
está casi siempre inmersa en su propio discurso. Podemos estar en presencia física
en la conferencia ya citada, pero nuestra mente navega por otros rumbos,
pensando en lo que nos dijeron ayer en el trabajo, o que el tiempo no nos
alcanzará para terminar lo que tenemos que hacer, o en ¡qué aburrida está la
conferencia!, y si estamos "realmente" atendiendo dicha conferencia, la filtramos a
través de nuestro discurso personal, discurso que está formado por nuestras
experiencias, creencias, intereses, gustos, prejuicios, estados de ánimo o por las
circunstancias que estamos viviendo.

Podemos estar aparentemente en silencio, pero en el interior de nuestra mente se


cruzan miles de ideas, estamos en bullicio permanente, charlando con nosotros
mismos, inmersos en nuestro monólogo interior, justificándonos porqué hacemos
lo que hacemos lo hacemos, porqué no podemos ser de otra manera o criticando a
los que nos rodean

La realidad no la vemos tal como es, sino a través del cristal de nuestro discurso
personal. Este discurso interior, que nos saca constantemente de la realidad de la
vida, nos hace divagar, quiere tener vida propia y en muchos casos lo logra.

Por ejemplo, estamos leyendo un libro, estamos concentrados en su lectura, pero


de pronto nos hallamos pensando en la dirección que me hubiera gustado darle a
mi vida, hace unos años atrás, o en lo que me gustaría hacer en el futuro, o en las
cosas que me faltan, etc. Estos pensamientos nos sacan, nos extraen de lo que
realmente estamos haciendo, y con los cuales perdemos mucho tiempo.

Estos casos los podemos aplicar a todos los momentos de nuestro diario vivir. Es
necesario parar este discurso, o "parar el mundo" como le llamaría Carlos
Castaneda. Si quiero parar mi discurso interior es necesario callar, callar y
escuchar.

Callar esa voz que nos dice constantemente qué pensar, qué sentir, cómo es la
realidad, cómo debo reaccionar ante cada circunstancia de la vida. Callar la voz de
lo preestablecido, lo trillado, lo miles de veces ya caminado y experimentado por
el hombre. Callar el sentido de posesión que nos hace creer que todo gira
alrededor de nosotros; de que el mundo, la vida, la realidad, deben ajustarse a lo
que a mí me gusta. Callar la murmuración que halla cabida en nuestra mente.
Callar el discurso interior implica estar concentrado el cien por cien en lo que estoy
haciendo, en el presente continuo.

Callar y escuchar la "vida", a los que nos rodean, escuchar esa vocesita que
apenas se oye y que trata de impulsarnos más allá de nuestros propios límites,
escuchar la voz interior de nuestro verdadero ser.

Esto implica un trabajo perseverante con nuestra mente, aprender a hacer de ella
un instrumento que nos ayude en nuestro desenvolvimiento como seres humanos,
y que no sea un obstáculo en nuestro caminar o se torne en un fin en sí misma.

Algunos ejercicios que nos ayudan a callar, a parar nuestro discurso, pueden ser:

1. No Involucrarme emocionalmente en la divagación.

Escucharla como un simple ruido ambiental. Cuando me descubra


divagando, tomo conciencia de ello e inmediatamente con ella
cambiando mis pensamientos corrientes por otros de mayor
trascendencia.

2. La Oración

El orar por los demás seres que habitan el planeta nos ayuda a
olvidarnos de nosotros mismos, a dejar de ser el centro del universo y
posar nuestra mirada más allá de nuestros propios límites, para ello
puedo orar mientras espero un amigo o cuando estoy en una cola,
puedo ofrendar el fruto de mi trabajo a los hombres o repetir
constantemente una palabra o frase que alimente lo positivo que hay
en la vida.

3. El trabajo manual

Es nuestro contacto directo con la realidad, con la vida. Puedo


comprender y participar con todos los hombres, cuando termino todo
lo que empiezo, cuando mantengo el orden y la limpieza en mi lugar
de trabajo, cuando trabajo sin esperar recompensas.

4. Mantener distancia con, mis propias consideraciones.

Estando consiente de que la realidad es dinámica y que muchas de mis


reflexiones son frutos de mis experiencias pasadas; que mis puntos de
vista, son la mayoría de las veces, temporales; o aceptando como
parte de la verdad la forma de ver la vida de los que me rodean.

5. No alimentar la crítica destructiva.


El hablar mal de los que nos rodean o pensar mal de ellos, nos sume
en un mundo de murmuración, elucubración mental y autodestrucción;
por ello cuando nos vemos envueltos en este tipo de críticas un buen
ejercicio puede ser: no entrometernos en la vida de otros con nuestras
opiniones; no censurar a alguien a sus espaldas; o recordar que no
somos jueces de nadie.

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