El Alma de La Toga
El Alma de La Toga
El Alma de La Toga
23-11-2019
EL ALMA DE LA
TOGA
AUTOR ÁNGEL OSORIO
PRÓLOGO
ROBERTO IBÁÑEZ MARIEL
En este capítulo el autor Ángel Osorio, nos dice que un abogado debe de saber de
todo. Simplemente, sería algo inconcebible que se le preguntara a un abogado
que trabaja como asesor legal en un banco sobre algún problema penal y no sepa
que decir. En la abogacía, la especialización toca los límites de del absurdo.
Nuestro campo de acción es el alma, y esta no tiene casilleros.
Es decir ¿se concibe un confesor para la lujuria, otro para la avaricia y otro para la
gula? Pues igual es nuestro caso. El fenómeno jurídico es uno en su sustancia y
constituye un caso de conciencia; que el tratamiento caiga en la terapéutica penal
o en la civil, es secundario.
El abogado debe buscarla donde este y aplicarla donde proceda. Convenzámonos
de que el foro, como en las funciones de gobierno, no hay barreras doctrinales, ni
campos acotados, ni limitaciones de estudio. Par el abogado no debe haber más
que dos clases de asunto: unos que hay razón y otros en no hay.
A lo que el autor nos quiere decir que debemos tener conocimiento de todos los
aspectos que constituyen el campo de la abogacía es lo que nos lleva a ser
abogados completos y no solo a una especialización por el que se centra en una
actividad concreta o en un ámbito intelectual restringido en vez de abarcar la
totalidad de las actividades posibles o la totalidad del conocimiento.
CAPITULO XIX LA HIPERBOLE
El autor nos hace referencia al uso de la hipérbole en muchos abogados el prurito
de ponderar la gravedad de los litigios en que intervienen, hasta las más absurdas
exaltaciones. La vida dentro de su gran complejidad, suele ser de una vulgaridad
gris. A veces, efectivamente, brotan la tragedia o el escándalo, y resultan
ajustadas las imprecaciones, la indignación, el terror y el llanto.
La hipérbole es una figura literaria que consiste en exagerar, aumentando o
disminuyendo de manera excesiva, las cualidades o características de aquello de
lo que se habla. Su principal función es enfatizar el mensaje que se quiere
transmitir, para lo cual se busca captar la atención del lector a través de la fuerza
expresiva que la hipérbole aporta al texto.
Así, este recurso logra que todo el protagonismo recaiga sobre una acción o
hecho concreto, exagerándolo de manera intencionada y alejándolo de la realidad
inmediata. Este cultivo desatinado de la hipérbole no suele ser si no una
manifestación del perverso sentido estético que tanto abunda entre nosotros.
Para ello un abogado debe guardar su recato y ocupar su puesto, de fijo no
fraternizara con sus clientes en lo criminal ni los divinizara en los civil. Signo
espiritual de nuestra profesión e tener una comprensión mayor que la común para
todas las cosas humanas y una percepción sutil de todas las grandezas y de todas
las miserias.
CAPITULO XX LA ABOGACIA Y LA POLITICA
Las relaciones entre los ámbitos respectivos del Derecho (los jueces) y la Política
(la discusión) no son fáciles de trazar. Basta observar, como prueba de ello, la
rapidez con que, ante una situación conflictiva particular se instauran rápidamente
en la opinión pública dos tesis contrapuestas: la de que las normas deben
aplicarse incluso contra la voluntad de los actores políticos, o la de que en ciertos
casos las normas deben ceder ante la política.
En este capítulo el autor hace referencia sobre que se habla de que los abogados
han acaparado y acaparan una influencia nefasta sobre la política. Pero según el
punto de vista del autor ocurre todo lo contrario, pues dice que la abogacía no ha
trazado rumbo a l política; es la política la que marco el rumbo de la abogacía.
Pues nos hace mención que los puestos que han ocupado gobernantes como
Carlos I, Felipe II, Felipe III y IV. Por mencionar algunos que no se dedicaron a la
abogacía si no a diferentes profesiones de varios ordenes: militares, ingenieros,
médicos, periodistas y abogados, más no estos exclusivamente, ni siquiera con
predominio.
El abogado ve lo social reflejado en lo individual y guía esto con el ánimo inspirado
por aquello. Al intervenir en las desavenencias conyugales o en el retracto o en la
concesión hidráulica, toca el abogado, no solo el fulanismo determinante del litigio,
sino también las ideas más altas y genéricas que gravitan sobre la familia, el
estado, la riqueza pública, la libertad individual.
El abogado que interviene en la vida política aporta a ella más que el labrador, el
fabricante o el obrero, que solo conocen su caso y viven influidos por él y más
también que el teorizante, pues este se pasa por la doctrina y excusa las minucias
importantísimas de la realidad.
Aunque como menciona el autor es una ventaja en el que el jurista sea político;
tiene como es lógico el jurista un sentido de la realidad jurídica, de los casos y de
las circunstancias, que no posee un hombre ajeno a esos estudios. Y la
gobernación de un país, es decir la elaboración continua e ininterrumpida del
derecho, elaboración practica y diaria, no es más que casuismo, sentido
instantáneo de la realidad.
CAPITULO XXI LIBERTAD DE DEFENSA
En este capítulo el autor nos da su punto de vista concierne a la libertad de
defensa en el que el abogado tiene el derecho y el deber de defender y asesorar
libremente a sus clientes, sin utilizar medios ilícitos o injustos, ni el fraude como
forma de eludir las leyes.
El abogado está obligado a ejercer su libertad de defensa y expresión conforme al
principio de buena fe y a las normas de la correcta práctica profesional. Me quiero
referir al papel fundamental que corresponde a los abogados para ejercitar uno de
los derechos fundamentales de toda persona: a la libertad de Defensa. Y es este:
el particular debe ser libre para defenderse por sí mismo.
Efectivamente, hay que subrayar que ni la imputación ni la detención implican la
culpabilidad de la persona, ni desvirtúan la presunción de inocencia que la
Constitución española garantiza, como otra vertiente añadida para la correcta
aplicación del derecho constitucional a la defensa.
Por tanto, la intervención del abogado en un procedimiento judicial no es sólo el
ejercicio de su profesión, la cual, según su propio Estatuto, debe ejercerla de
manera libre e independiente, sino la manifestación de un derecho de rango
constitucional: la libertad de Defensa.
Este derecho a la defensa y a la asistencia letrada viene recogido en convenios
internacionales ratificados por España señaladas en el artículo 10 de la ley de
enjuiciamiento civil.
Baste en el día de hoy con laborar para que se abra camino la idea de que el
interesado pueda defenderse personalmente, convirtiéndonos todos de que los
abogados existen para la justicia y no la justicia para los abogados.
CAPITULO XXII EL AMIANTO
En este capítulo el autor nos dice que una de las nuevas especies que la guerra
ha producido en la fauna profesional es la del abogado financiero.
Pues a pesar que a los financieros les tiene mucha consideración porque sin su
capacidad de iniciativa, sin su sed de oro, sin su acometividad y sin su ética
maleable, muchas cosas buenas quedarían inéditas y el progreso material sería
mucho más lento. Mas no concibe al Abogado Financiero, por la sencilla razón de
que si es financiero no puede ser Abogado.
Si un abogado es Financiero, porque al serlo, estarían mezclando el interés propio
con el ajeno y poniendo en cada asunto el albur de hacerse poderosos, vienen a
consagrar inmensos pactos de cuota-bilis; una Cuota-Litis hipertrofiada.
El abogado debe sentirse superior a ese apetito y saber que su palabra es en
medio del vértigo, la serenidad, la prudencia, la justicia. Poder y riqueza, fuerza y
hermosura, todas las incitaciones, todos los fuegos de la pasión han de andar
entre nuestras manos de abogados sin que nos quememos. El mundo nos utiliza y
respeta en tanto en cuanto tengamos la condición del amianto.
CAPITULO XXIII LOS PASANTES
En este capítulo el autor nos da una lección de la enseñanza del bufete hacia los
pasantes que según él no tiene otra asignatura sino la de mostrarse al Abogado tal
cual es y facilitar que le vean sus pasantes.
No hay lecciones orales, ni tácticas de dómine, ni obligaciones exigibles, ni
sanción. Si bien se mira, existe una fiscalización del pasante hacia su maestro,
pues, en puridad, este se limita a decir al otro. "entérese usted de lo que hago yo,
y si lo encuentra bien, haga usted lo mismo". Por eso el procedimiento de la
singular enseñanza consiste en establecer una comunicación tan frecuente y
cordial cuanto sea posible.
Por donde se llega a la conclusión de que los abogados tal vez no logran formar la
mente de los pasantes, pero involuntariamente, influimos sobre la orientación de
su conciencia.
CAPITULO XXIV LA DEFENSA DE LOS POBRES
La defensa de los pobres constituye una función de asistencia pública, como el
cuidado de los enfermos menesterosos. El estado no puede abandonar a quien,
necesitado de pedir justicia, carece de los elementos pecuniarios indispensables
para sufragar los gastos del litigio. Más para llenar esa atención no hace falta,
como algunos escritores sostienen, crear cuerpos especiales, ni siquiera
encomendarla al ministerio fiscal.
Otro aspecto tiene la defensa de los pobres, más profundo y grave: el de la
abundante inmoralidad y los punibles fines con que se utiliza el beneficio de
pobreza, degenerando frecuentemente en ganzúa para forzar las cajas de los
ricos o en llave inglesa con que amenazar la tranquilidad de los pacíficos.
El abuso de las pobrezas ha llegado a ser, efectivamente motivo de positiva
alarma para todo el que tenga algún interés que guardar. No es por desdicha,
menos cierto que, pareja a la inmoralidad del litigante, suele ir a la profesional de
su defensor, sin la cual no encontraría aquel medio eficaz de prevalecer.
Bastante decir que no cabe negar un elemental derecho a todos los ciudadanos
pobres, solo para prevenir un mal que algunos positivamente hacen. Lo pertinente
es respetar el derecho general y establecer una sanción rigurosa para quienes
abusen de él; llevando la firmeza hasta hacer solidarios del daño causado, al
litigante, a su abogado ya su procurador, si bien fiando al arbitrio de los tribunales
la aplicación de esas medidas que, por desgracia, serán precisas no pocas veces,
ya que no faltan los profesionales que hacen de su oficio granjería y se convierten
en sistemáticos perturbadores del derecho ajeno.
CAPITULO XXV LA TOGA
En este capítulo habla de lo importante que es portar la toga ya que es una vestimenta
propia de la profesión de abogado, es la prenda profesional de los juristas. Pues la
toga no es por si sola ninguna calidad y cuando no hay calidades verdaderas
debajo de ella, se reduce a un disfraz irrisorio.
Pero después de esta salvedad, en honor al concepto fundamental de las cosas,
conviene reconocer que la toga como todos los atributos profesionales, tiene, para
el que la lleva, dos significaos: freno e ilusión y para el que la contempla otros dos:
diferenciación y respeto.
La toga es ilusión pues nos recuerda la carrera estudiada, lo elevado de nuestro
ministerio en la sociedad, la confianza que en nosotros se ha puesto, la índole
científica y artística del torneo en que vamos a entrar, la curiosidad, más o menos
admirativa que el público nos rinde. Aparece la necesidad de ser más justo, más
sabio y más elocuente que los que nos rodean.
La toga obra sobre nuestra fantasía y haciéndonos limpiamente orgullosos, nos
lleva por el sendero de la imaginación, a la contemplación de las más serias
realidades y de las responsabilidades más abrumadoras. La ilusión es un
estimulante espiritual y potencia creadora de mil facultades ignotas, y alegría en el
trabajo y recompensa del esfuerzo todo eso significa la toga.
CAPITULO XXVI LA MUJER EN EL BUFETE
En este capítulo el autor destaca las virtudes de todas las mujeres que se
encuentras detrás de la toga pues nos dice que hay dos mujeres que requieren
especial consideración para el abogado refiriéndose a la mujer propia y la mujer
cliente. La dulce tiranía femenina, que gravita sobre el hombre e influye en él por
manera decisiva pese a los alardes de soberanía tiene mayor interés en las
profesiones que el varón ejerce entro del hogar.
El bufete es un hogar con independencia de oficina y una oficina con matiz de
hogar hallar el punto preciso para este condimento no es cosa sencilla y suele
estar reservada a seres delicados.
Esto en cuanto a la exterioridad que, en punto a lo interno, por lo mismo que el
abogado actúa en su casa, la mujer ha de hacérsela singularmente apetecible,
para que no corra a buscar fuera de ella el esparcimiento, reputándola lugar de
cautiverio en vez de remanso de placidez.
Los abogados se encargan de los diferentes ámbitos donde pueden poner en
práctica el derecho, pero hacerlo con justicia ya sea para nosotros mismos o para
nuestros semejantes, por eso es vital importancia que detrás de cada abogado
siempre exista una gran mujer. Pues hace que las virtudes a estudiar o al trabajar
sean las ganas de hacer las cosas bien.
CAPITULO XXVII HACIA UNA JUSTICIA PATRIARCAL
En este capítulo el autor nos lleva hacia una justicia patriarcal pues según él para
un buen procedimiento judicial son cuatro; oralidad, publicidad, sencillez y eficacia.
Como primer método para el procedimiento es la oralidad esta nos dice que la
justicia debe ser sustanciada por medio de la palabra. Esto por las siguientes
razones: Primera: por ley natural. Al hombre le fue dada la palabra para que
mediante a ella, se entendiera con sus semejantes.
La palabra hablada consiente el dialogo, la réplica instantánea, la interrupción, la
pregunta y la respuesta. En el curso de informe de un letrado, al juez se le puede
ocurrir numerosas dudas o aclaraciones que cabe plantear y esclarecer en el acto
dirigiéndose al informante.
La publicidad como consiguiente es una de las cosas que más nos sorprenden, no
solo a los juristas sino a todos los españoles cuando se ponen en relación con
américa. Con esto se refiere a que si el público en general no tuviera la seguridad
de poder leer en los periódicos como se sustancian las causas criminales
interesantes y aun apasionantes, que declara cada testigo, como han dado
dictamen los peritos, que argumentos han expuesto en sus informes el ministerio
fiscal y los abogados y cuáles son los contenidos veredictos y sentencias,
desconfiaría de todos los órganos del poder. Porque en efecto las leyes, los
reglamentos de gobierno y la conducta de los funcionarios, significan bien por
poca cosa si cuando llegan a establecer contacto con la realidad en los choques
concretos de la vida, la opinión publica ignora la virtualidad de las aplicaciones y la
sanción de los errores.
Por ultimo tenemos la sencillez y la eficacia por un lado tenemos la sencillez que
es una técnica que quiere decir modo adecuado de hacer una cosa. Todo cuando
realizamos en la vida, desde ponernos los zapatos hasta construir un ferrocarril,
requiere un conjunto de reglas encaminadas al buen fin de la obra y el que
prescinde de ellas no hace lo que se propone o lo hace mal.
Aparte de esto las principales fuentes de la eficacia son de orden moral. El tema
empalma con toda la organización del estado.
CONCLUSIONES
Para mi este libro de Ángel Ossorio y gallardo me ha dejado una gran enseñanza
y grandes principios jurídicos y sobre todo valores fundamentales que no debemos
olvidar como estudiantes de derecho o bien como amantes de la abogacía.
También representa un atisbo notable, el sostener que las soluciones a los casos
concretos suelen no estar ni en las leyes ni en los libros, porque la riqueza de la
vida es tal que muchos caos son inéditos y requieren de laborar un planteamiento
a su medida. Pues un buen abogado aconseja ante las desgracias y sufrimientos
de sus clientes, pero tampoco puede tomar los males ajenos si fueran propios.
En conclusión, la inteligencia de una causa requiere primero entender la justicia o
injusticia de la misma. El mensaje del autor ha sido el de una constante lucha por
la justicia pues el creyó en el derecho, pero cuando el derecho estorbaba a la
justicia él se colocaba a lado de la justicia.
Son admirables los consejos que da para que la palabra, en cada bogado, revista
claridad, transparencia, sencillez y brevedad, también recomienda la cortesía y la
amenidad. Especialmente interesante son los conceptos que vierte al explicar que
el abogado ha de ser escribiendo; historiador, novelista y dialectico.
Poniendo su experiencia de muchos años en el litigio, ossorio recomienda
ampliamente la oralidad. Pues nosotros como estudiantes podremos encontrar
diversos argumentos útiles para enjuiciar debidamente la cuestión tan en boga en
nuestros días.
Por estas y muchas razones más todo profesional o estudiantes de derecho
debería leer este libro pues es una gran obra.
BIBLIOGRAFÍA
Ossorio, Ángel
2008, El alma de la toga, 175 paginas
Ciudad de México – México