Prólogos
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PRIMERA SERIE
PREFACIO
El muy fructífero desarrollo del Budismo en el Lejano Oriente tuvo como resultado la
evolución del Zen y del Shin. El Zen alcanzó su madurez en la China y el Shin en el Japón. El
vigor y la vitalidad que aun tiene el Budismo después de más de dos mil años de historia
llegará a captarse al entrar en contacto con estas dos ramas del Budismo. Una apela a la
recóndita conciencia religiosa de la humanidad, mientras que la otra toca los aspectos
intelectuales y prácticos de la mente oriental, que es más intuitiva que discursiva, más
mística que lógica. Si el Zen es el ala ultra “del auto-poder” del Budismo, el Shin representa
el ala del otro extremo, conocida como el “poder ajeno”, y estos dos extremos se sintetizan
en la iluminada consciencia búdica.
Desde la publicación de mi breve nota sobre Budismo Zen en el Journal of the Páli Text
Society, en 1907 nada importante fue publicado en inglés sobre la materia, excepto
“Religión del Samurai” (Religion of the Samurai), del profesor Kwaiten Nukariya, en 1913.
De hecho, incluso en japonés o chino, esta rama del Budismo recibió muy ligera atención de
parte de los modernos escritores especializados en Budismo. Esto se debe a las peculiares
dificultades que acompañan su estudio. Los “Goroku” (“dichos”) son la única forma literaria
en que se expresa el Zen; y para entender esto se requiere alguna instrucción práctica
especial sobre el Zen, pues el mero conocimiento del chino, clásico e histórico, dista de ser
suficiente; hasta con el conocimiento magistral de la filosofía del Budismo general, se
descubre que el Zen es muy difícil de sondear. Algunos de esos eruditos a veces procuran
explicar la verdad y desarrollo del Zen, pero fracasan tristemente en hacer justicia al tema.
Por otra parte, los denominados maestros Zen son incapaces de ofrecer su
conocimiento a la luz del pensamiento moderno. Sus años intelectualmente más
productivos los pasaron en la Sala de Meditación, y cuando se graduaron exitosamente en
ello se los considera adeptos integralmente versados en los koans. Hasta ahí todo va bien;
pero lamentablemente, desde el punto de vista de la erudición, se contentan con esto, y no
demuestran ningún vívido interés por la psicología y filosofía del Zen. De manera que el
Zen queda sellado, silenciosamente, en los “Dichos” de los maestros y en el estudio técnico
de los koans; vale decir, quedan incapacitados como para salir de la reclusión de los
claustros.
Por supuesto, sería un gran error tener la noción, aun que sea por un momento, de que
el Zen podría dominarse mediante su presentación filosófica o su descripción psicológica;
pero esto no debe significar que el Zen no ha de captarse inteligentemente o no ha de
tornarse accesible a través de nuestros medios corrientes de razonamiento. No es menester
que mencione que mis intentos de las siguientes páginas son algo adecuado al enfoque
racional del tema. Pero como experimento tentativo de presentar al Zen desde el punto de
vista de nuestro sentido común y como un lineamiento directo de la fe budista como se la
proclamara en sus inicios, o más bien como se la comprendiera, por parte del Buda, espero
haber enderezado mis esfuerzos hacia la eliminación de algunas dificultades que, por lo
común, nos asedian en el dominio del pensamiento Zen. Hasta dónde tuve buen éxito o en
qué cabal medida fracasé, esto naturalmente queda a criterio del lector.
El libro es una colección de los Ensayos originalmente publicados en The Eastern
Buddhist, excepto uno sobre la “Historia del Budismo Zen” que fue escrito especialmente
para este tomo; pero todos ellos fueron totalmente revisados y en algunas partes reescritos
por entero, añadiéndose nuevos capítulos. A este libro seguirá muy pronto una segunda
serie de Ensayos, en los que se tratarán más puntos importantes en la constitución del Zen.
La publicación de estos Ensayos en forma de libro se debe, principalmente, al libérrimo
estímulo, material y moral, del señor Yakichi Ataka, de Osaka, viejo amigo del autor, que no
olvidó la promesa formulada, mitad en serio y mitad soñadoramente, en nuestros tiempos
de juventud. El autor también debe muchísimo a su esposa por la preparación y revisión del
manuscrito, sin lo cual el libro habría evidenciado muchas más imperfecciones de las que
ahora tiene en varios sentidos.
Por último, al lanzar al mundo esta humilde obra, no escrita en la lengua natal del autor,
éste no puede dejar de pensar en su extinto maestro Zen, Soyen Shaku, de Engakuji,
Kamakura, con el pesar de que su vida no se hubiese prolongado unos años más todavía,
no sólo en pro del Budismo japonés sino también de sus amigos que lo lloran. Este es el
séptimo año en el que los arces dispersan sus hojas de color carmesí sobre su tumba, en
Matsuga-oka. ¡Que su espíritu no despierte ni una vez de su profunda meditación para
criticar el libro que ahora está frente al lector!
DAISETZ TEITARO SUZUKI
Kyoto, Octubre de 1926.
ENSAYOS SOBRE BUDISMO ZEN
SEGUNDA SERIE