Schumpeter y El Imperialismo

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 6

JOSÉ LUIS RAMOS GOROSTIZA - SCHUMPETER Y EL IMPERIALISMO

El trabajo que Schumpeter (...) reviste gran interés por dos razones. Primero, por su originalidad
en un momento en que eran dominantes las interpretaciones económicas del imperialismo de corte
marxista que Schumpeter no compartía. Y segundo, porque refleja la amplia visión schumpeteriana,
influida por autores como Marx o Weber, que llevó a que colegas y discípulos hablaran de
Schumpeter como “científico social” en vez de simple economista. (...) textos como Imperialismo
no pueden considerarse totalmente al margen de su obra económica, sino como parte de un sistema
scbumpeteriano de interpretación global del capitalismo.

1. Introducción

Joseph Alois Schumpeter (1883-1950) publicó algunos trabajos que se adentraban en los terrenos
de la sociología y la ciencia política. Tal es el caso de los ensayos Imperialismo —del que se ocupa
este texto— (...) hay que recordar que, al margen de su enorme erudición, se mostró siempre abierto
y receptivo frente a planteamientos muy diversos: se formó en la tradición apriorística austriaca
bajo las enseñanzas de Wieser y Bóhm-Bawerk, pero al mismo tiempo tuvo conexiones con el
mundo académico germano en el que dominaba la escuela histórica, manteniendo una estrecha
amistad con Arthur Spiethoff.

El trabajo de Schumpeter sobre el imperialismo apareció en 1919, culminando una década que
habia resultado especialmente creativa para él en lo intelectual, y justo en un momento en el que
estaba volcado en la difícil actividad de gestión pública como ministro de Hacienda dela Austria de
posguerra. El imperialismo —que algunos situaban en los orígenes de la Gran Guerra— era aún
entonces una cuestión candente, que venía siendo intensamente analizada desde principios de siglo
a raíz dela rápida expansión colonialista europea y delos cambios experimentados en el capitalismo
desde 1870. Schumpeter (...) planteó —a contracorriente— una interpretación completamente
diferente del citado fenómeno que pretendía ser general en términos históricos: se trataba de una
explicación de carácter sociológico elaborada por un economista liberal admirador de Marx.

2. La Sociología de los Imperialismos: la obra y su contexto

El trabajo de Schumpeter sobre el imperialismo, apareció por primera vez en alemán en 1919
(...).

(...) el trabajo de Schumpeter puede entenderse, fundamentalmente, como el intento de dar


réplica a las tesis de Bauer-Hilferding, ofreciendo al mismo tiempo un marco teórico en el que
poder encajar la Gran Guerra —esa “sangrienta locura” que estaba “devastando Europa”— y sus
antecedentes. No hay que olvidar que la Gran Guerra supuso la desintegración del imperio Austro-
Húngaro y con ella el fin del efervescente mundo cultural centroeuropeo en el que Schumpeter se
había formado y tenía sus referentes.

Según Fieldhouse (1977, página 10), el imperialismo fue uno de los hechos determinantes entre
finales del Siglo XIX y principios del XX, un hecho que por tanto había que explicar. La expansión
colonial del Siglo XIX, particularmente importante a partir de 1870, se centró en Asia, África y el
Pacífico, en regiones que en gran parte eran nuevas para los europeos, mientras los “viejos”
imperios formados en los Siglos XVI y XVII se habían centrado sobre todo en las Américas. Había
algunos rasgos novedosos en esta segunda expansión de Europa: el significativo aumento del
número de potencias coloniales —incorporando a países como Alemania, Italia o Bélgica, sin
ninguna tradición colonial—, la notable rapidez del proceso, su marcado componente nacionalista,
y el incremento de Ia belicosidad y de las fricciones entre países, de forma que alrededor de 1880
los problemas coloniales llegaron a ocupar una parte importante de las relaciones internacionales.
En suma, la belle époque no sólo coincidió con la Segunda Revolución Industrial, que había traído
importantes cambios en el capitalismo con la aparición de grandes empresas y la tendencia a la
concentración en muchos sectores, sino que también fue la “era del imperialismo”. Cuando
Schumpeter escribió su trabajo, en plena Gran Guerra, el imperialismo aún era una cuestión
candente que amplios segmentos de la opinión pública ligaban directamente al desencadenamiento
del propio conflicto bélico.

Schumpeter (...) el imperialismo (...) no debía entenderse por tal, a saber: todas aquellas acciones
agresivas de los Estados que respondían “directa e inequívocamente” a intereses concretos, aunque
éstos no fueran de naturaleza económica ni afectasen al conjunto de la población, y aunque éstos no
se reconociesen abiertamente. (...) el imperialismo surgía al margen de intereses específicos y
definidos aunque a veces pudiera coincidir con un interés determinado, pues “la trama de intereses
sociales está tan apretadamente tejida que difícilmente podrá encontrarse una acción del Estado que
no esté en armonía con los intereses concretos de alguien”.

Tal como lo entendía el economista austriaco, el imperialismo era “la disposición


“infundamentada” de un Estado hacía la expansión violenta y sin limitaciones”. Es decir, se
relacionaba con una agresividad “justiticada por sí misma», buscando “la expansión porla
expansión, la guerra por la guerra, la victoria por el mero deseo de vencer, el dominio por el afán de
dominar”, y tal determinación no podía explicarse <<recurriendo a los consabidos pretextos que
justifican la acción», “en razón de ventajas inmediatas” o “por la presión de intereses concretos”.

Schumpeter se concentraba en ilustrar extensamente su particular visión del imperialismo re-


curriendo a ejemplos históricos concretos, que ponían de manifiesto que el imperialismo era algo
muy común en el mundo precapitalista —y no una tendencia inevitable e intrínseca del capitalismo
— y que habia tenido diversas variantes o modos de expresión en distintas sociedades (quizá por
eso, en el título completo en alemán de su trabajo Schumpeter hablaba de imperialismos, en plural).
Comenzaba refiriéndose al <<imperialismo verbal» de Gran Bretaña en la época de Disraeli, que no
fue por tanto verdadero imperialismo en sentido schumpeteriano: fue esencialmente un <<juguete
político», una táctica calculada para distraer la atención de los graves problemas sociales internos,
“un grito de combate en la política interior” para ganar apoyo electoral, aunque bajo el mismo se
refugiaran algunos intereses especiales junto a ciertos sentimientos irracionales de tinte nacionalista.
Exponía primero tres casos que consideraba muy ajustados a su definición del fenómeno: el Egipto
del bajo imperio, Asiria y Persia. Después hacia alusión al imperialismo mezclado con componentes
religiosos, asociado a la expansión árabe, para pasar luego a tratar el caso de los francos salios y las
actitudes agresivas de los reyes alemanes durante la Edad Media. Acto seguido se refería al
imperialismo de Alejandro Magno, que calificaba de “mera aventura individual” (página 83), y
también al caso del Imperio Romano, que no se adaptaba bien a su definición, dado que las guerras
romanas de conquista habían coincidido claramente con los intereses de ciertas clases: el
proletariado romano y, sobre todo, los grandes latifundistas que obtenían esclavos a bajo coste y la
consolidación de su propia situación social (pues “la alternativa a la guerra era la reforma agraria”)
(página 86). Por último, abordaba el imperialismo en la monarquía absoluta moderna, con especial
referencia a los casos de Luis XIV de Francia y Catalina II de Rusia.

En síntesis, la expansión imperialista no era para Schumpeter el producto de un capitalismo


maduro ni respondía a una dinámica económica específica, tal como defendían los marxistas.
Tampoco era explicable por la interacción entre intereses concretos y cálculo racional. Más bien era
fruto de residuos culturales del pasado, impulsos atévicos e irracionales provenientes de un lejano
tiempo histórico, que habían logrado sobrevivir apoyados en las clases dominantes. EI imperialismo
era, por tanto, un fenómeno complejo que no se ajustaba a interpretaciones monocasuales ni estaba
sólo enraizado en las estructuras económicas del orden social: en su conformación tenian peso el
desarrollo histórico de una sociedad, sus tradiciones culturales, legales y políticas, o las
disposiciones socio—psicológicas de los grupos sociales.

El capitalismo, como sistema competitivo, lejos de conducir a la exacerbación de las tendencias


imperialistas las iba haciendo desaparecer, puesto que —por un lado— contribuía a aumentar el
peso de lo racional sobre lo irracional, y —por otro— absorbía todas las energías de la mayoría de
las personas. Schumpeter acababa concluyendo rotundamente: <<el capitalismo es, por naturaleza,
antiimperialista, de aquí que no podamos imputarle las tendencias imperialistas que actualmente
existen: éstas son más bien supervivencias y elementos ajenos introducidos en el capitalismo desde
fuera, y sostenidos por factores no capitalistas en la vida moderna» (página 109). A medida que el
sistema económico se aproximaba más al ideal de una economía capitalista competitiva, los
elementos atévicos inherentes al imperialismo iban perdiendo fuerza e influencia.

Schumpeter en una nota de Business Cycles. Allí señalaba de pasada —y sin más explicación—
que para entonces se sentía más cercano al concepto de “imperialismo social” de Karl Renner que a
su propia teoría de 1919 o a las teorías neomarxistas. (...) es muy difícil saber lo que Schumpeter
quiso decir en esta rápida observación. Primero, porque la teoría del imperialismo de Renner es
<<puramente Hilferding» acentuando el interés económico inmediato. Y segundo, porque Renner
sólo utilizó una vez el término “imperialismo social”, (...) lo que al menos sí denota, la confusa
afirmación antes aludida, es que en 1939 ya no se sentia del todo satisfecho con su teoría de 1919,
con su validez general; quizá, como apunta Estapé (1965, página 22), los hechos políticos y
militares ocurridos desde 1930 habian hecho pensar a Schumpeter que en el mundo había aún
“amplio margen para situaciones que en 1919 creyó definitivamente sepultadas”.

(...) los críticos con la teoría schumpeteriana del imperialismo han destacado básicamente dos
cosas. Por un lado, que concebir el imperialismo como una forma de simple atavismo no serviría
para proporcionar una comprensión más profunda del complejo problema de la expansión
imperialista en la época burguesa contemporánea (especialmente a la vista delo que fueron los
antecedentes de la Primera Guerra Mundial). Por otro lado, que la teoría de Schumpeter sería
también inadecuada como teoría general del imperialismo, pues no pasaría de ser una abstracción
ahistórica.

3. La Sociología de los Imperialismos en el conjunto de la obra de Schumpeter y como reflejo


de su concepción de la economía como ciencia social

Debido a trabajos como Imperialismo, hoy se considera a Schumpeter uno de los promotores de
la sociología económica o socio-economia y un economista de muy amplia visión.

Haberler definía a Schumpeter como “mucho más que un economista”, un autor cuya obra no era
fácil situar en la economía moderna. Destacaba, ante todo, su independencia intelectual y su
universalidad: “encontró algo útil y aceptable en casi toda teoría y método”.

Es cierto que Schumpeter se formó en la tradición austriaca con Bóhm-Bawerk y que luego se
declararía admirador incondicional de Walras —tan denostado por los economistas austriacos— y
firme defensor del método matemático en economía —que nunca llegaría a practicar—. Sin
embargo, tenía una amplia visión de conjunto del sistema económico con un modelo dinámico por
naturaleza que le alejaba de las concepciones dominantes en la corriente principal de la economía:

Wolfgang Stolper (1965, página 215), discípulo directo de Schumpeter, aportaba también algunas
reflexiones que nos ayudan a entender mejor su concepción de la economía como ciencia social de
amplio alcance. Por un lado, alababa “la imparcialidad y tolerancia de Schumpeter hacía las ideas
de otros hombres, su deseo y habilidad para comprender todo punto de vista”.

4. La explicación schumpeteriana de imperialismo frente a las teorías contemporáneas


alternativas

Schumpeter admiraba a Marx y conocía bien su obra. Quizá por ello era consciente de que las
teorías marxistas del imperialismo no eran Marx. Este, en el volumen I de El Capital, el único que
publicó en vida, había presentado las colonias básicamente como una de las causas históricas del
capitalismo, uno de los métodos históricos de la acumulación originaria“? Los marxistas, sin
embargo, utilizarían ideas recogidas en los volúmenes II y III —la tendencia a la creciente
concentración del capital y la caida tendencial en la tasa de beneficio"— para elaborar sus teorías
del imperialismo, que se fundamentaban en la progresiva anulación de la competencia y en la
necesidad de buscar en el exterior áreas de inversión rentable, añadiendo a todo ello la tesis del
subconsumo tomada del liberal heterodoxo John Atkinson Hobson (1858-1940).

En realidad, como afirma Rodríguez Braun (1989, página 197), las teorías marxistas del
imperialismo surgieron de las discusiones políticas en torno a cómo actuar frente a dicho fenómeno
relativamente novedoso, aunque en el fondo también se pretendía dar una explicación teórica al
vigor mostrado por el capitalismo a comienzos del Siglo XX (pues Marx habia pronosticado la
extinción del sistema en un horizonte temporal cercano). En las reuniones de la Internacional de
París (1900), Amsterdam (1904) y Stuttgart (1907) los revisionistas liderados por Bernstein
apoyaron el colonialismo (censurando sus métodos), mientras los ortodoxos, que se acabaron
imponiendo con Kautsky a la cabeza, lo condenaron. (...) fue a partir de esta polémica política entre
revisionistas y ortodoxos cuando surgieron las teorías marxistas del imperialismo, siendo
Hilferding, Luxemburgo y Lenin sus proponentes principales”.

En un contexto de fuerte cartelización y crecimiento económico, Rudolf Hilferding (1963)


describía en El capital financiero [1910] el proceso de transformación del capitalismo desde una
fase liberal competitiva a otra dominada por el capital financiero monopolista, caracterizada por una
fusión del capital bancario e industrial y en la que el capitalismo —frente a lo sostenido por Marx—
no mostraba signos de inestabilidad o debilidad sino todo lo contrario. En esta etapa los países
desarrollados, saturados de capital, buscaban una salida para éste en mercados externos protegidos;
la competencia en el plano internacional también había desaparecido en favor del monopolio, y el
proteccionismo traía consigo una mayor actividad de los Estados en el ámbito colonial. Rosa
Luxemburgo (1978) intentó igualmente integrar Ias colonias en una explicación marxista en La
acumulación de capital [1913]: dada la creciente dificultad para dar salida a la producción nacional,
debido al problema del subconsumo, el proceso de acumulación, para poder seguir desarrollándose,
precisaba Ia extensión del capitalismo hacía áreas no capitalistas. De ahí la necesidad de mercados
coloniales y los conflictos entre naciones para obtener territorios en los que volcar la
sobreproducción de bienes. Por último, Lenin (1974[1916]), tomando elementos de Hobson y
Hilferding y ya en plena Gran Guerra, planteó el imperialismo como una fase final inevitable del
capitalismo vinculada al tipo decreciente de beneficio en los países industriales y a la necesidad de
dar salida al capital excedentario.

Fue al final de su ensayo de 1919 cuando Schumpeter (1965, página 39) se refirió explícitamente
a las que llamaba explicaciones neomarxistas.

Schumpeter (1965[1919], páginas 111-3) comenzaba remarcando, una vez más, la


incompatibilidad entre el capitalismo competitivo, basado en el libre cambio, y el imperialismo:
“... está en la naturaleza de una economía capitalista […] que la guerra beneficie económicamente a
muchas personas […] Pero pocos llegarán a asegurar que este elemento sea suficiente para orientar
al mundo capitalista por una línea de imperialismo […] Donde prevalece el libre comercio ninguna
clase tiene interés en la expansión por la fuerza como tal […] Bajo un sistema de libre cambio no
existirían conflictos ni entre las diferentes naciones ni entre las distintas clases de cada nación. Y
puesto que el proteccionismo no es un rasgo esencial de la economía capitalista […] se evidencia
que los intereses económicos de una expansión por medio de la fuerza sostenida por una clase o un
pueblo no son necesariamente un producto del capitalismo”.

Acto seguido, reconocía que el proteccionismo —que se había vuelto a imponer progresivamente
en los países occidentales desde finales del Siglo XIX— apartaba a las naciones y fomentaba la
eclosión de tendencias imperialistas, enfrentando a los empresarios de los diferentes países. De
hecho, la política proteccionista facilitaba Ia creación de cárteles y trusts, lo que alteraba
“profundamente el alineamiento de intereses” (página 113), dando lugar al conflicto entre naciones
y a la alianza en cada una de ellas ((entre la altas finanzas y los magnates del cártel» (página 117).
La economía se convertía así en un arma de lucha política. En el capitalismo de monopolio
dependiente de la exportación aparecian grupos sociales de gran peso político con un poderoso
interés económico en cosas tales como aranceles, cárteles, prácticas de dumping, una política
económica agresiva y, en general, una política belicosa asociada a guerras de expansión “de carácter
típicamente imperialista” (página 121).

Sin embargo, Schumpeter (1965[1919], páginas 126-7) negaba que el monopolio de exportación
y las estrategias de crecimiento empresarial vía combinación horizontal fueran fruto del desarrollo
capitalista, concluyendo que los apoyos al proteccionismo no provenían del capitalismo como tal, y
que era una falacia describir el imperialismo como una fase necesaria del capitalismo o hablar de la
evolución del capitalismo hacia el imperialismo:

“El monopolio de exportación no es una consecuencia de las leyes inherentes al desarrollo


capitalista. El carácter del capitalismo lleva a la producción en amplia escala, pero, con escasas
excepciones, la producción en gran escala no lleva a la ilimitada concentración que cabría esperar”.

En realidad, el monopolismo de exportación tenía su origen “en la política absolutista y los


hábitos de acción de un medio esencialmente precapitalista”, de raíz mercantilista, donde intereses
artificialmente creados por un Estado autocrático subsistían dependientes de la protección
gubernamental. En este sentido, no habia que olvidar que los elementos precapitalistas tenian aún
gran vitalidad en la vida social. De hecho, como reiteraba Schumpeter (1965[1919], páginas 135-6)
al final de su ensayo, el imperialismo era “no sólo histórica, sino también sociológicamente, una
herencia del Estado autocrático, de sus elementos estructurales, de sus formas de organización, de
sus alineamientos de intereses y actitudes humanas, el resultado de fuerzas precapitalistas”. Pero tal
herencia estaba condenada a erosionarse hasta desaparecer en la medida en que se fuera avanzando
hacia un capitalismo pleno en todos los ámbitos de la vida sociopolítica y económica.

Más de 20 años después de publicar su ensayo sobre el Imperialismo, en Capitalismo,


Socialismo y Democracia [1942], Schumpeter continuaba mostrándose crítico con las teorías
neomarxistas del imperialismo, pero ahora en un tono distinto:

Thorstein Veblen o Max Weber (...) coincidían ennegar que el imperialismo fuera un producto
del capitalismo y en destacar la complejidad del fenómeno imperialista más a allá de factores
meramente económicos. Entre otras formas institucionales conformadas por nuestros hábitos, el
imperialismo también estaba sujeto a evolución. Nacía del pasado (en el Estado dinástico) como un
rasgo dominante que habia llegado a institucionalizarse bajo el capitalismo, y persistía en los
tiempos modernos como una fuerza moldeada básicamente por las actividades económicas. En
cualquier caso, Veblen consideraba que, en las circunstancias de funcionamiento del sistema
económico y político vigentes a comienzos del Siglo XX, las tendencias imperialistas se
mantendrían firmes y sin visos de cambio o desaparición a medio plazo —todo lo contrario que
Schumpeter, que, como se ha visto, contemplaba el desarrollo capitalista como “fuerza” erosiva del
imperialismo (Cramer y Leathers, 1977: 254)—. Weber, por su parte, dejaba claro en su gran obra
póstuma, Economía y Sociedad (1984[1922], páginas 671-82), que el imperialismo no era resultado
del capitalismo moderno, sino muy anterior a él y que, además, tenía que ver sólo
circunstancialmente con la economía: era básicamente una herramienta politica al servicio del
prestigio de las viejas élites dominantes, aunque eventualmente también pudiera ser fuente de lucro
para grupos empresariales y financieros vinculados a la industria armamentística o a concesiones
monopolisticas derivadas del expansionismo imperialista.

5. Conclusión

Hoy está claro que el imperialismo del último tercio del Siglo XIX y comienzos del XX fue un
fenómeno complejo que involucró múltiples factores (culturales, político-militares, sociológicos,
económicos, etcétera), y que por tanto no admite explicaciones unicausales ni tampoco
estrictamente económicas, basadas en la necesidad de dar salida a excesos de bienes y capitales. Los
historiadores económicos —actualmente interesados sobre todo en los costes y beneficios del
imperialismo para las metrópolis— han demostrado fehacientemente que a principios del Siglo XX
los principales mercados para los productos europeos estaban en los propios países industrializados,
y que buena parte de la inversión exterior de los países europeos fue a parar a otros países europeos,
a Estados Unidos y Latinoamérica, o a dominios autónomos como Australia, y no a colonias en
sentido estricto. Sin embargo, cuando Schumpeter escribió su ensayo sobre el imperialismo, en
1919, la interpretación del fenómeno parecía dominada con claridad por las teorías explicativas de
carácter económico, ya fuera la del liberal heterodoxo Hobson o las de marxistas como Hilferding,
Luxemburgo o Lenin. El gran mérito de Schumpeter, por tanto, fue oponerse en aquel momento a
las tesis marxistas de Hilferding, desde un original planteamiento sociológico del problema y con
argumentos críticos de peso, en un ensayo bien construido que denotaba un amplio conocimiento de
la realidad histórica. Schumpeter se enfrentaba a una cuestión entonces candente que muchos
relacionaban con los orígenes de la Gran Guerra, y lo hacia con un enfoque novedoso y singular —
quizá demasiado ambicioso en sus pretensiones de generalidad— que le alejaba del campo
estrictamente económico en el que él mismo estaba especializado.

También podría gustarte