Gramática de La Transgresion
Gramática de La Transgresion
Gramática de La Transgresion
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Nivel fonético-fonológico.
Nivel sintáctico-morfológico.
Nivel léxico-semántico.
Nivel pragmático.
A veces se restringe el uso del término gramática a las reglas y principios que definen el
segundo de estos niveles. Sin embargo, la separación de los niveles no es totalmente nítida
porque ciertas reglas gramaticales se realizan en el nivel fonético-fonológico e igualmente
existen parámetros o criterios semánticos que sirven para decidir cuándo una determinada
construcción es gramatical.
Índice
1Etimología
2Tipos de gramática
3Historia de la teoría gramatical
4Elementos gramaticales
5Véase también
o 5.1Gramáticas de lenguas específicas
o 5.2Conceptos relacionados
6Enlaces externos
7Referencias
Etimología[editar]
El término gramática deriva del latín grammatĭca,1 y este del vocablo griego γραμματικῆ [τέχνη]
(grammatikḗ tékhne), donde tékhne significaba «arte» o «técnica» y grammatikḗ, derivado de
γράμμα (grámma, «letra»), significaba «de las letras». 2 Para los griegos antiguos, este «arte
de las letras» abarcaba todos los aspectos del discurso: ortografía, sintaxis, interpretación de
los textos e incluso la crítica literaria; es decir, englobaba buena parte de lo que hoy
diferenciamos como filología, como gramática y como retórica.2
Fue Dionisio de Tracia, en su Tékhne Grammatiké (siglo I a. C.), el que estableció una
terminología que heredarían las gramáticas occidentales posteriores, a partir de las latinas.2
Los romanos antiguos, con Elio Donato a la cabeza, crearon el término litteratura (de littera,
«letra») que reservaron para la parte histórica e interpretativa, mientras que conservaron
el helenismo grammatica para el conjunto de normas y reglas.2
Tipos de gramática[editar]
Entre los principales tipos de gramática o enfoques en el estudio de la gramática se
encuentran los siguientes:
Elementos gramaticales[editar]
Adjetivo
Adjunto sintáctico
Adverbio
Artículo
Aspecto gramatical
Caso gramatical
Categoría gramatical
Clítico
Compuesto
Complemento
o Complemento circunstancial
o Complemento de régimen
o Complemento directo
o Complemento indirecto
Conjugación
Conjunción
Concordancia gramatical
Flexión
Género
Gerundio
Imperativo
Infinitivo
Interjección
Modificador directo
Modificador verbal
Negación
Nombre colectivo
Número
Oración
Partícula modal
Plural
Postposición
Predicado
Predicativo
Preposición
Pronombre
Pronombre personal
Singular
Sintagma
Sintaxis
Sujeto
Superlativo
Sustantivo
Tiempo gramatical
Verbo
o Verbo auxiliar
o Verbo ditransitivo
o Verbo transitivo
Véase también[editar]
Jerarquía de Chomsky
Tipología lingüística
Gramática transformacional
Enlaces externos[editar]
Referencias[editar]
1. ↑ Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua
Española (2014). «gramática». Diccionario de la lengua española (23.ª edición).
Madrid: Espasa. ISBN 978-84-670-4189-7. Consultado el 21 de marzo de 2015.
2. ↑ Saltar a:a b c d «La palabra del día: Gramática». Fudéu, Fundación del Español Urgente.
11 de octubre de 2010. Consultado el 5 de marzo de 2012.
3. ↑ Standards of adequacy functionalgrammar.com
4. ↑ Lázaro Carreter, Fernando. Lengua Española, historia, teoría y práctica. Ediciones
Anaya, 1974
5. ↑ Zalamea, Cuna de la primera gramática española. Diario Hoy, 13 diciembre 1992
gramático, gramática
Cómo se pronuncia
En latín "he hablado" se dice "locutus sum", que morfológicamente significa "he sido
hablado".
Y Heidegger decía "El hombre no habla el lenguaje sino que el lenguaje habla al hombre".
Si aceptáramos que la lengua nos circula como la sangre, nos encontraríamos mas
abiertos a "ser hablados" por las lenguas antes que a hablarlas, omnipotentemente,
como en vano intentamos hacerlo.
Por alguna razón los mayas decían en su idioma que la lengua era un sentido,
comparable a la vista o al olfato.
Pensado en la "revolución de las redes sociales" y lo dicho antes, los caminos de la
"internet" llevan a la información pero muy raramente a valoraciones y disponibilidad
de atención de esta calidad. Lo que se gana en difusión de conocimientos y en velocidad
de comunicación se va perdiendo muchas veces en volumen y profundidad de diálogo, en
compromiso personal, en espacio mutuo, en el jugarse en apreciaciones que muchas
veces pueden ser cruciales para el desarrollo de una persona, de un talento, de una
literatura, de una expresión cultural.
Dos cosas me vienen a la memoria, una revulsiva como solo podía exponerla Nietzche:
"mientras no destruyamos la gramática, seguiremos creyendo en Dios" y otra propia, el
lenguaje congrega y comunica, la violencia obtura y destruye.
Publicado por Marcelo Prieto en 5:42
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2 comentarios:
1.
El idioma -en particular nuestro idioma natal- es algo que nos impone nuestra circunstancia. En
cuanto nacemos, ya lo encontramos instalado ahi y el hombre normal se ve -quiera o no- expresar
sus ideas y sentimientos con las palabras de un idioma que viene desde afuera. Por esos los
grandes pensadores y los grandes escritores han sido capaces de crear palabras y estilos; porque el
idioma diario no les alcanzaba para expresar sus intuiciones. Pero, a la vez que es un corse, es el
instrumento indispensable para que la sociedad exista, por mas que Talleyrand, siempre cinico e
ingenioso -son dos cualidades que habitualmente van unidas- dijese que "La lengua ha sido dada al
hombre para ocultar sus pensamientos". Me permito recordar tambien aquella anecdocta del esclavo
(creo que fue Esopo) que requerido por su amo para que le preparase el mejor de los manjares, le
sirvio lengua y cuando al dia siguiente le pidio el peor de todos, tambien le sirvio lengua. Excuso la
explicacion, porque el cacumen del lector sin duda la ha adivinado.
La transgresión o ficción transgresiva es ese rompimiento con lo establecido, ese fuelle contra lo
normativo que desborda en provocación y voluptuosidad. Sexo, violencia, drogadicción, parafilias,
muerte… tabúes que silencian a la sociedad; es descocerse la boca y escupir rebeldía a bocajarros,
prenderle fuego a las cartas de amor y cagarse en la boca de todos los enamorados. La
transgresión viene a abrirse paso desde la Grecia clásica con poetas dedicados a la lascivia;
durante el renacimiento vemos que se destaca principalmente a través de la escultura y la pintura,
en esas formas redondeadas, posiciones y expresiones faciales que invitan a la sensualidad
cortejando nuestra vista; a mediados del siglo XVIII vemos trabajos significativos en Francia dentro
del campo del desenfreno; el siglo XX bien cargado de novelas, poemas, cine, pintura,
performatividad, toda clase de nuevas y mejoradas formas de extender una invitación hacia lo
ilícito, hacia lo incómodo, hacia lo grotesco, lo exagerado… hacia lo extraña e inexplicablemente
atrayente. Si bien de primera instancia genera tanta repulsa ¿qué es aquello que guarda en sus
entrañas que termina por seducir? “En la psicosis, el amor está inseparablemente ligado a la figura
del ideal del yo del sujeto, que cobra una fuerza tan grande que acaba por sustituir al otro real,
reducido a una figura de ideal”(1) , no importa quién es el otro, no importa si me vínculo con él, no
importan rasgos que generalmente están presentes en el lazo de cohesión amorosa y sexual; es
decir, vemos en la transgresión
engullimiento del otro como objeto nutrimental de su propio narcisismo; hay un muro insopesable
que no se puede atravesar, lo cual impide un registro de mí mismo ante el otro, se desdibuja mi
deseo por la búsqueda de ser deseado por el Otro, pero, precisamente, no es la mirada del otro,
sino -enfatizo- de ese gran Otro, sitiar al sujeto en un lugar de poder donde este narcisismo tan
endeble y fracturado sea sostenido: el reconocimiento, o bien, el goce producido por el
rendimiento a cambio de la renuncia del deseo. (2) La transgresión a lo largo de la historia se ha
sostenido precisamente en esta ilusión del deseo, pero es un “deseo” que está mediado por la
mirada ajena; la satisfacción de romper con lo preestablecido, con lo permitido, romper con toda
moral e ir más allá donde podemos encontrarnos en un baraje sin límites en el cual se llega a topar
con la misma destrucción y la muerte. El arte de provocar. Lévinas(3) hablaba de la alteridad como
posibilidad de virtud y trascendencia, la alteridad dada en el enfrentamiento del sujeto con el
rostro del otro, de encontrar en él el absoluto, y a partir de ese encuentro, conducirse por la
destrucción o la salvación de ese ser ajeno; la destrucción, por la incapacidad y la angustia de
enfrentar que hay otro que no soy yo, que es diferente, amenazante, que (en conceptos
hegelianos) pone en juego la tesis contra su antítesis, que su misma existencia violenta y limita; se
acaba con él desde la sustracción de su concepción como sujeto, e inclusive, en casos severos, se
llega a eliminar de forma orgánica y definitiva; se salva cuando lo acepto, cuando reconozco que
hay algo en él que nos beneficia, que hay un poder colectivo capaz de conducirnos a un bien
mayor que el individual, cuando contemplo en su otredad que es esa misma cualidad la que me
construye como sujeto. Es un pensamiento que se encamina por la tangente ética, una alteridad
que se guía por un bien, e inclusive, que nos acerca a Dios, pero decantando este flujo, podemos
sustraer una serie de contenidos angulares de la transgresión: ¿Es acaso la búsqueda de la
destrucción del otro? Si es así, ¿es una destrucción simbólica, orgánica o entremezcla de ambas? O
bien, ¿esta destrucción es una mera consecuencia fortuita en la ruptura de la normatividad?
A mediados del siglo XVIII, mayoritariamente en Francia, se vislumbra una transgresión con un
sentido filosófico, una sustentación de la misma a través de una argumentación favorable para el
hombre como conducto del espíritu y de la vida. “Vamos a darnos indiscriminadamente a todo lo
que sugieren nuestras pasiones, y siempre seremos felices, la conciencia no es la voz de la
naturaleza, si no solo la voz de los prejuicios”(4) , una propuesta que no invita al rendimiento ante
la mirada del otro como aceptante y consentidora, sino a una constitución colectiva, a un “yo
disfruto porque tú disfrutas, tú disfrutas porque yo disfruto, pero no hay disfrute si no nos
disfrutamos”, un mecanismo en el que cada engrane juega con la misma importancia y que de
algún modo pretende romper con la normatividad preestablecida para normativizar la
transgresión como conducto a la felicidad absoluta; sujetos en condición de sujetos, pero en juego
con el otro para su condición propia y a la vez la del ajeno. Sin embargo, la transgresión como
estilo de vida, como filosofía, como vanguardia, como individualidad, no es sustentable por sí y
para sí; retorna al goce destructivo y, por tanto, agolpa con los límites infranqueables de la
sociedad. El goce discurre en el trayecto directo buscando la descarga pulsional en favor de su
economía, no conoce los límites y las restricciones, por tanto, si la descarga está inyectada de una
subjetividad que place de la pedofilia, de la zoofilia, de la violación o del incesto (por mencionar),
irá por ella sin importar las consecuencias, sin embargo, esto ocurre en situaciones patológicas
donde la consolidación superyóica es pobre o nula; en condiciones típicas sí hay un refreno de la
descarga, pues este goce es integrado y actúa ya en conjunto con otras partes del psiquismo: ya se
debate con una pulsión de vida y con un super-yó que se apega al ámbito social impuesto. Ahora,
contenido pulsional que es pobremente descargado o bien, nulamente, desencadena con el
tiempo la neurotización del sujeto, en casos complejos, la aniquilación del mismo por incapacidad
de sustentar la pulsión de vida, es aquí donde, en la medida de nuestras posibilidades
constitucionales, se busca una salida o un mecanismo compensatorio ante la castración del deseo.
(5) En camino al surrealismo 4 de Sade, M. (1791). Justina. México, DF.: Editores mexicanos
unidos. 5 Freud, S. (2013). Neurosis y psicosis. Buenos Aires: Siglo veintiuno.
un juego experimental en el que la poesía va más allá del lenguaje escrito para resignificar y
edulcorar todo aquello que el lector pudiese interpretar. André Bretón para 1924 redacta para la
revista Littérature el Manifiesto surrealista en el cual se destacan las siguientes palabras:
“Surrealismo: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta
expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del
pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a
toda preocupación estética o moral."(8) Con esto vislumbramos claramente una retoma de la
palabra del mismo Apollinaire y más allá del concepto, un abordaje implícito de su pensar dentro
del manifiesto que denota una inspiración, un legado y el nacimiento de una vanguardia que
simbiotiza la transgresión y el onirismo; un paradigma que nos conduce a pensar dos cosas: que la
transgresión comienza a discurrir entre la sublimación como nueva forma de goce y no por
atentado al contenido de la misma, pues si algo hemos visto que la caracteriza es su poca
sensibilidad ante las normatividades y sujeciones sociales. Y en el otro punto, que la misma
transgresión parece condensarse en matices más sólidos a través del surrealismo, pues bien, si en
estado puro es un contenido provocativo y capaz de despertar exquisitas sensibilidades en el
degustador, cuando junta sus fuerzas a través de la subjetividad, el contenido onírico y la fantasía,
entra en un vórtice incontenible donde la mente se deconstruye para resignificarse y volver con
una capacidad tal de desbordarse entre voluptuosidades, sensaciones y un palpitar que tremula
entre la sanidad, la locura, la vida y la muerte. BIBLIOGRAFÍA de Sade, M. (1791). Justina. México,
DF.: Editores mexicanos unidos