Cajiao - Ley de Memoria Histórica España PDF
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RESUMEN
El artículo analiza las posturas de sectores de la sociedad española frente a la Ley de la Memoria Histórica (LMH)
aprobada el 31 de octubre de 2007, tras numerosas deliberaciones y enmiendas. La Ley es consecuencia de un largo
proceso de discusiones y polémicas sobre la recuperación de la memoria histórica y la reparación de las víctimas de
la Guerra Civil y el Franquismo. La autora expone las reacciones de sectores políticos, religiosos, académicos y de
las propias víctimas ante dicha Ley, considerada por muchos de ellos como insuficiente.
Palabras clave: Ley, víctimas, memoria, reparación, España.
ISSN 0121-4705
1
El periodista en cuestión es Jay Allen. Citado por SANTOS Juliá (coordinador) en Víctimas de la guerra civil, Ediciones Temas de
Hoy, Madrid, 2006.
2
MORENO Francisco, La represión en la posguerra, Víctimas de la Guerra Civil, p. 357.
3
Los franquistas perpetraron una de las tergiversaciones de la historia más palmarias: además de autoproclamarse “Ejército Nacio-
nal”, llamaban “traidores a la patria” a los militares que permanecieron fieles a la República, que era el régimen legal, democráti-
camente elegido.
eclesiástica, murió matando. ¿No es el más vivo ejemplo del doble pensamiento de 1984? Si los espa-
ñoles conocieran bien su historia, no les serían tan ajenos los Yihadistas.
NO TODOS LOS HISTORIADORES ESTÁN DE ACUERDO CON LA LMH, COMO CABÍA ESPERAR
Si bien numerosos juristas, historiadores e intelectuales ilustres han respaldado la LMH4, entre las
voces discordantes destaca la del historiador Santos Juliá, coordinador de una obra colectiva titulada
Víctimas de la Guerra Civil5. Para Santos Juliá no es posible legislar la memoria histórica pues ésta no
existe sin olvidos voluntarios. “Por eso también, nunca podrá haber una memoria histórica, a no ser
que se imponga desde el poder. Y por eso es absurda y contradictoria la idea misma de una ley de
memoria histórica. ¿Qué se legisla? ¿El contenido de un relato sobre el pasado? El empeño no sólo
carece de sentido, sino que revela una tentación totalitaria: no puede elaborarse un único relato sobre
el pasado porque ningún pasado -menos aún el de luchas a muerte- puede conservar idéntico senti-
do para todos los miembros de una misma sociedad. ¿Una revisión de las injusticias más allá de una
declaración moral o de medidas reparadoras? En ese caso, tendrán que venir los jueces, buscar culpa-
bles, abrir procesos, llamar a testigos, recoger pruebas, escuchar a fiscales y a abogados defensores, y
sentenciar. ¿Sobre hechos sucedidos hace decenas de años?”6.
La revisión de la historia que propone la LMH no va en esa dirección. Por un lado, se trata de
reparaciones morales y económicas sin ninguna repercusión penal. Y, en todo caso, estas reparaciones
las va a asumir el Estado, no los responsables de las matanzas. Además, el texto de la Ley expresa con
claridad la exclusión de toda reivindicación patrimonial, que es, en general, lo que más temen no los
verdugos –demasiado viejos para preocuparse por eso– sino sus herederos. Por otro lado, no veo por
qué legislar sobre la memoria histórica comporte necesariamente una intención totalitaria. La Histo-
ria al fin de cuentas es un relato sobre el pasado, una interpretación que puede llegar a variar signifi-
cativamente con el tiempo y según el punto de vista. Pero hay hechos, datos y cifras tan abrumadores
[54]
que no hay constructo ideológico, ni doble pensar, ni demencia semántica, ni amnesia ni reelabora-
ción de los recuerdos que pueda con ellos. Contundentes son las cifras sobre la represión franquista.
Aunque el recuento de víctimas está lejos aún de ser exhaustivo, los censos parciales demuestran que
su número7 al menos triplica al de las del bando contrario, esto sin contar a los que murieron en
combate, ni a los que padecieron largos años de prisión o de esclavitud en campos de trabajo o a los
que en su huída8, cayeron en manos de los nazis y fueron deportados a campos de concentración, ni
al medio millón de españoles que tomó el camino del exilio9. Es obligado señalar que en los primeros
meses de la posguerra, en 1939, muchos murieron a causa de las torturas, el hambre y las condiciones
inhumanas de los campos de concentración, verdaderos precursores de los campos de exterminio
nazis. Es ilustrativo el relato de Miguel Regalón, un superviviente:
4
Garzón, según una entrevista con la agencia Reuters recogida por el periódico ABC, considera que «hubo excesos y auténticos
crímenes contra la Humanidad en los primeros años de la dictadura y es necesario en algún momento establecer una comisión de la
verdad, al menos para establecer qué sucedió y dejar al descubierto esta parte de la historia de España». (Febrero de 2005).
5
Ídem.
6
SANTOS Juliá, “Memorias en lugar de Memoria”, en diario El País, 2 de julio de 2006.
7
Los estudios más recientes indican que la cifra de asesinados por el franquismo asciende a unos 150.000.
8
Alrededor de 12.000. En el campo de concentración de Mauthausen murieron 5000 exiliados republicanos. En España no se ha
honrado aún su memoria.
9
La mitad de los cuales, aproximadamente, tachados de indeseables por el gobierno colaboracionista francés, fueron obligados a
regresar a la boca del lobo. Y los que no tuvieron la suerte de dar el salto a los países americanos que los acogieron (México, Chile,
República Dominicana…) se encontraron abandonados en la Europa en que campeaba triunfal el fascismo. Otros fueron recluidos
en campos de concentración en Francia, donde murieron a centenares por el trato despiadado y el abandono a que los sometieron
las autoridades francesas.
10
MORENO Francisco, la Represión en la posguerra, pp. 280-81.
11
Ídem, p. 300.
en su conjunto. Es rigurosamente cierto que en España se lee poco12. Con lo que la abundante litera-
tura que existe sobre la cuestión es manoseada una y otra vez por los mismos. Es realmente indignante
que en los textos de historia del bachillerato se pase de puntillas por la Guerra Civil como si se tratara
de algo tan lejano y ajeno para los escolares españoles como la batalla de las Termópilas. La historia
para las grandes masas, y eso lo sabe muy bien la Iglesia, se cuenta con ritos simbólicos (como el de
la beatificación masiva de mártires), monumentos, imágenes, celebraciones, martirologios y demás
fechas conmemorativas. Así se ha mantenido viva en el mundo cristiano la historia de Jesucristo du-
rante 2000 años, no mediante la lectura de San Agustín. España como nación puede y debe en mi
opinión recurrir a la fuerza de los símbolos para explicar a sus ciudadanos episodios fundamentales de
su historia reciente, distorsionada por el bando de los vencedores durante 40 años y luego silenciada
durante 30 más por una transición y una democracia quizá en exceso cautelosas. Franco, al igual que
la iglesia, sabía del poder de los símbolos y de la fragilidad de la memoria humana. “Es necesario”,
decía cuando al año de su victoria militar emprendió la construcción del Valle de los Caídos– “que
las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo
y al olvido”.
Pero el mausoleo, en el que se dejaron la salud o la vida cientos de presos republicanos que par-
ticiparon en su construcción como “trabajadores forzados”13, no fue el único símbolo. Las imágenes
del régimen se extendieron por toda la geografía española. Edificios, calles, plazas, instituciones pú-
blicas, religiosas y gubernamentales ostentan monumentos, placas, lápidas, emblemas o inscripciones
franquistas. No se libró, por ejemplo, la Catedral de Murcia, “en la que, pese a estar declarada Mo-
numento Histórico Nacional, en 1939 fue esculpida en una de sus fachadas laterales en grandes ca-
racteres el lema siguiente en honor del fundador de la falange: “JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA
¡PRESENTE!” que allí permanece”14.
El ser humano, por imperativo biológico, no se resigna a aceptar que lo borren del mapa. Pasar
[56]
página y empezar de cero nos convertiría en menos que animales. La evolución humana se ancla
precisamente en la transmisión de la cultura. Los ritos funerarios más allá de su sentido religioso tie-
nen como fin valorar lo que nos ha dejado y enseñado el que se va. Los libros de historia no bastan,
falta la liturgia (laica en este caso) para incitar a su lectura. Restringir la memoria al terreno de lo
personal, como claman, como exigen, muchos detractores de la LMH es coartar el derecho de los
pueblos a conocerse. La memoria es patrimonio de la sociedad, de la humanidad. Sin esa memoria
social estaríamos aún en las cavernas. Como dice, Kazuo Ishiguro, con el tiempo, los pueblos como
las personas, se dan cuenta de ciertas cosas. Si suprimimos la historia de porrazo, no habrá sustento
para ese aprendizaje.
Aunque se hayan publicado cientos de escritos sobre la Guerra Civil y la dictadura, de poco servi-
rán si desde las instituciones no se alienta y promueve su conocimiento. Todos los países de la Europa
occidental guardan memoria de sus mártires y héroes. En cambio, España ha enterrado en la tumba
del olvido a los hombres y mujeres que murieron por defender la república o por el hecho de ser fami-
liares de aquellos, o por ser “desafectos” (es decir, por no mostrar suficiente entusiasmo por el régimen
12
Según datos recientes del Eurobarómetro sobre los índices de lectura de la población activa española, se estima que un 42% no
lee nunca o casi nunca. Sólo un 39% son lectores frecuentes. No sé cómo quedaría esta última cifra de restarle a los que sólo leen
habitualmente periódicos deportivos, fotonovelas, tebeos y ficción tipo “El Código Da Vinci», por citar una de las novelas que ha
arrasado últimamente.
13
Según explica Isaías Lafuente, en su obra Esclavos por la patria, la cifra de personas reclutadas durante tres décadas para la presta-
ción obligatoria de servicios al Estado ascendió a cien mil. El autor cuenta cómo el Patronato de Redención de Penas se encargaba
de convertir a los prisioneros políticos en obreros que soportaban las más duras jornadas de trabajo en condiciones de vida infrahu-
manas. Gracias a ellos se realizaron obras como la del aeropuerto gallego de Lavacolla o la madrileña cárcel de Carabanchel.
14
Tomado de http://www.galeon.com/murcia1939/aficiones477130.html. Hay en este sitio un buen catálogo de símbolos fascistas,
todos en la región de Murcia.
15
El diario español de mayor tirada e influencia. Su línea es progresista y plural.
16
José prefiere que no desvele su identidad.
BIBLIOGRAFÍA
ARCÁNGEL Bedmar, (coordinador), Memoria y olvido sobre la guerra civil y la represión franquista, Ayuntamiento de Lucena (Córdoba),
2003.
SANTOS Juliá, (coordinador), Víctimas de la Guerra Civil, Ediciones Temas de hoy, S.A., Madrid, 2006.
LAFUENTE Isaías, Esclavos por la patria, Ed. Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2002.
PRESTON Paul, Las 3 Españas del 36, Plaza Janés editores, Barcelona 1998.
–Franco, el gran manipulador, FerrolAnálisis: revista de pensamiento y cultura, Nº. 20, 2006, pags. 7-19.
SILVA Emilio, Asunción Esteban, Javier Castán y Pancho Salvador (coordinadores), La memoria de los olvidados, Ámbito Ediciones, S.A.
Valladolid, 2004.
ROJO José Andrés, Vicente Rojo: Retrato de un general republicano, Tusquets Editores, Barcelona, 2006.
RUIZ ESTEBAN Francisco, La partida guerrillera de Ratero y el movimiento guerrillero antifranquista en la provincia de Granada, Tesis doctoral,
Universidad de Granada, Granada, 2005
Diarios españoles consultados a lo largo de la tramitación y aprobación de la LMH (de julio a octubre de 2007):
El País
[58] La Vanguardia
El ABC
El Mundo
Páginas web:
Asociación para la recuperación de la memoria histórica: http://www.memoriahistorica.org/
Federación Estatal de Foros por la Memoria: Texto completo del proyecto de Ley de la memoria histórica, www.foroporlamemoria.
info, 10-10-2007.