Propiedades Fundamentales Del Texto
Propiedades Fundamentales Del Texto
Propiedades Fundamentales Del Texto
Coherencia y Cohesión
Existen dos propiedades de los textos, las cuales los organizan de modo que se puedan entender.
Todo texto se define por poseer coherencia y cohesión.
Coherencia
La coherencia implica que se perciba el texto como un todo. Es una condición imprescindible para
construir bien un texto, le otorga unidad y orden a las ideas, contenidos o temas. Además, es
posible que a lo largo del texto se de la progresión temática, es decir que a un mismo tema-
información conocida- se le va agregando el rema-información desconocida-. Por otro lado,
permite al lector comprender la intención comunicativa del autor. El texto ha de ser una reacción
a la intención comunicativa. Hay que tener en cuenta que la coherencia global depende del grado
de coherencia y, por ello, en ella suele residir la eficacia de un autor, debido a que la correcta
organización y selección de la información da sentido al texto en su totalidad. Con respecto a la
coherencia local, o progresión temática afecta al tema de los segmentos que, en ocasiones,
coinciden con los párrafos, por lo tanto, el escritor propone un tema y lo desarrolla, es decir, lo
hace progresar a lo largo del texto. Es preciso señalar que para que un texto sea comprensible y
coherente no debe poseer contradicciones.
desorganización,
reiteración,
Puntuación incorrecta.
Contradicción y/o incomprensión de los datos.
Cohesión
La cohesión es una propiedad que establece las relaciones entre las oraciones mediante un
conjunto de mecanismos o procedimientos que sirven para que el tema o asunto que se está
tratando resulte comprensible. Estará definida por la integración de los distintos recursos y
soportes lingüísticos que sustentan la intención comunicativa; es una de las formas en las que se
manifiesta la coherencia. La coherencia y la cohesión están estrechamente interrelacionadas en un
texto bien escrito.
Tradicionalmente, se establece una distinción básica entre los términos cohesión y coherencia:
mientras que la cohesión se pone de manifiesto en la superficie de los textos, esto es, en las
palabras y expresiones que los conforman y en las relaciones que mantienen entre sí, la
coherencia se relaciona con aspectos globales que el receptor descubre o construye durante el
proceso de comprensión.
Mecanismos de cohesión
Todos los procedimientos enumerados a continuación pretenden construir una o varias redes de
sentido en torno a los núcleos temáticos del texto.
Sustitución
Ej.: La nave zarpó del puerto en una noche de tormenta. Durante el viaje la embarcación sufrió
algunas averías.
Ej.: Mario y Romina compraron un auto. Ellos tuvieron que ahorrar dinero durante un tiempo para
lograrlo.
La mayoría de los sustitutos verbales son de naturaleza anafórica. Se sustituye un verbo por otro.
Elipsis:
Ejemplo: “Ahora voy a leer este periódico y más tarde, aquél” [periódico].
Ejemplo: “Ahora voy a leer este periódico y más tarde [leeré] esta revista”.
Conexión
Las piezas o nexos que unen las palabras y las frases, que señalan las relaciones que se establecen
entre ellas se denominan “conectores”.
Conectores:
“Conectores” designa a un amplio y variado grupo de palabras que tiene como función relacionar
unas palabras con otras dentro de la oración. Son más conocidas bajo este nombre (connectors) en
el estudio de la lengua inglesa, en gramática castellana se las conoce también como conjunciones.
Pueden ser coordinantes o subordinantes. En este caso estudiaremos las coordinantes. Los
conectores son marcas que orientan al lector en el descubrimiento de la coherencia que subyace
en la estructura superficial del texto. Mediante los conectivos el escritor organiza retóricamente y
lógicamente la información de sus textos. El lector, por su parte, se apoya en los conectores para
descubrir con más facilidad cómo se relaciona en el texto la información nueva con la suministrada
anteriormente. Características textuales de los conectores (DIAZ, 1987: 42-43):
· Numerosos conectores son polisémicos: un mismo conector puede expresar diferentes relaciones
en contextos lingüísticos diferentes.
· Aún cuando diferentes conectores pueden expresar una misma relación semántica, no por eso
son conmutables.
Causa: Indican las causas de una acción o acontecimiento. Ellos son: porque, a causa de, como,
debido a, por culpa de, puesto que, ya que, dado que.
De Oposición: Oponen ideas o conceptos. Ellos son: pero, por el contrario, en oposición, por el
contrario.
Concesivos: Establecen alguna oposición o conceden algo parcialmente. Indican presencia de una
diferencia para que se realice una acción pero sin impedirla. Ellos son: o/u, o bien, ya sea, aún
cuando, por más que, aunque, si bien, a pesar de que, mal que.
De precisión: en cuanto a, por otra parte, respecto de, con referencia a, por otro lado, en lo que
concierne a.
Comparativos: así como, tal como, igual que, tal cual, como.
Digresión: Introduce desviación. Rompe el hielo del discurso. Ellos son: por cierto, a propósito.
Espaciales: Hacen referencia a lugares. Ellos son: aquí, allí, delante de, encima de, en
este/ese/aquel lugar, donde, junto a, al lado de, en medio de, por arriba de, por debajo de, entre
otros.
a. De anterioridad: antes, hace tiempo, había una vez, al principio, al comienzo, anteriormente,
previamente, tiempo atrás, antes de que, en primer lugar, inicialmente, etcétera.
b. De simultaneidad: en este (preciso) instante, al mismo tiempo, mientras tanto, a la vez, cuando,
fue entonces cuando, mientras, simultáneamente, actualmente, etcétera.
c. De posterioridad: más tarde, luego, después, con el paso del tiempo, al día X, posteriormente,
finalmente, etcétera.
Actividades:
Para el autor de Obra abierta, El nombre de la rosa y tantas obras notables, el libro es uno de esos
inventos, que como la cuchara o la rueda, pertenecen a una tecnología eterna, esencialmente
inmutable.
Días atrás, haciendo distraídamente zapping, di con un canal donde estaban pasando una suerte
de spot o de anuncio de una transmisión por venir. Se estaba publicitando los prodigios del CD-
ROM, o sea esos disquitos, hipermediales que nos pueden dar el equivalente de toda una
enciclopedia, con colores, sonidos y posibilidades de instantáneas uniones entre tema y tema.
Como estoy haciendo alguna experiencia en este campo, y por lo tanto conocía el argumento, lo
seguía distraídamente. Hasta que, en determinado momento, oí incluso mi nombre: se estaba
diciendo que yo afirmaría que esos disquitos sustituirían definitivamente a los libros.
Nadie, a menos que sea un paranoico, puede pretender que los otros lean todo lo que se escribe,
pero al menos puede esperar que no le hagan decir lo contrario, especialmente si lo están usando
ilícitamente, como testimonio de alguna cosa. Es un hecho que voy repitiendo a los cuatro vientos,
que el CD-ROM no podrá sustituir al libro. O quien hizo ese texto es un cretino o es un mentiroso.
No hay otras posibilidades. En todo caso habría que haber esterilizado a sus padres a tiempo;
ahora es demasiado tarde.
Hay dos tipos de libros: los que sirven para consultar y los que sirven para leer. Los primeros (el
prototipo es la guía telefónica, pero se extiende a los diccionarios y a las enciclopedias) ocupan
demasiado lugar en la casa, son difíciles de manejar y costosos. Ellos podrán ser sustituidos por
discos multimediales, así habrá más espacio en la casa y en las bibliotecas para los libros que
sirven para leer (que van desde la Divina Comedia hasta el último policial).
Los libros para leer no podrán ser sustituidos por ningún artefacto electrónico. Están hechos para
ser tomados en la mano, llevarlos a la cama, o en un barco, aun allí donde no hay pilas eléctricas,
incluso donde y cuando cualquier batería está descargada, pueden ser subrayados, soportan
marcas, señala libros, pueden dejarse caer en el piso o sobre las rodillas cuando nos sorprende el
sueño; van en el bolsillo, se ajan, asumen una fisonomía individual según la intensidad y asiduidad
de nuestras lecturas, nos recuerdan (si se ven demasiado frescos y lisos) que todavía no los hemos
tocado; se leen poniendo la cabeza como queremos nosotros, sin imponernos una lectura fija y
tensa de la pantalla de una computadora, muy amigable en todo excepto para las cervicales.
Prueben leer toda La Divina Comedia, aunque más no sea una hora por día, en una computadora,
y después me lo cuentan.
Un libro para leer pertenece a esos milagros de una tecnología eterna de la cual forman parte la
rueda, el cuchillo, la cuchara, el martillo, la cacerola, la bicicleta. El cuchillo fue inventado muy
pronto, la bicicleta mucho más tarde. Pero por más que los diseñadores se afanen, modificando
alguna particularidad, la esencia del cuchillo es siempre la misma. Hay máquinas que sustituyen al
martillo, pero para algunas cosas habrá que recurrir a algo que se asemeje al primer martillo
aparecido sobre la faz de la Tierra. Podrán inventar un sistema de cambios sofisticadísimo, pero la
bicicleta sigue siendo lo que es: dos ruedas, un asiento y dos pedales. De otro modo se llama
motoneta o es otra cosa.
La humanidad ha ido adelante por siglos leyendo y escribiendo primero sobre piedras, luego sobre
tablitas, más tarde sobre rótulos, pero era un trabajo ímprobo. Cuando descubrió que se podían
enlazar entre sí unas hojas, aun siendo manuscritas, dio un suspiro de alivio. Y no podrá nunca
renunciar a este instrumento maravilloso.
La forma del libro está determinada por nuestra anatomía. Puede haberlos muy grandes, pero en
general tienen función de documento o de decoración: el libro estándar no debe ser más pequeño
que un paquete de cigarrillos ni más grande que el Espresso. Depende de las dimensiones de
nuestras manos, y esas -al menos por ahora- no han cambiado.
Es cierto que la tecnología nos promete máquinas con las cuales podríamos explorar, vía
computadora, las bibliotecas de todo el mundo, elegir los textos que nos interesan, tenerlos
impresos en casa en pocos minutos, con los caracteres que deseamos -según nuestro grado de
presbiopía y de nuestras preferencias estéticas-, mientras la propia fotocopiadora nos acomoda las
hojas y las une, de modo que cada una pueda componerse de las obras personalizadas. ¿Y
entonces? Habrán desaparecido los que componen las tipografías, las uniones tradicionales, pero
tendremos entre las manos, una vez más, y siempre, un libro.
Traducción de Antonio Alberti, La Nación.
1. Actividades de análisis
Leer “Las últimas miradas”, de Enrique Anderson Imbert, y realizar las siguientes actividades:
El hombre mira a su alrededor. Entra en el baño. Se lava las manos. El jabón huele a violetas.
Cuando ajusta la canilla, el agua sigue goteando. Se seca. Coloca la toalla en el lado izquierdo del
toallero: el derecho es el de su mujer. Cierra la puerta del baño para no oír el goteo. Otra vez en el
dormitorio. Se pone una camisa limpia: es de puño francés. Hay que buscar los gemelos. La pared
está empapelada con dibujos de pastorcitas y pastorcitos. Algunas parejas desaparecen debajo de
un cuadro que reproduce "Los amantes" de Picasso pero más allá, donde el marco de la puerta
corta un costado del papel muchos pastorcitos se quedan solos, sin sus compañeras. Pasa al
estudio. Se detiene ante el escritorio. Cada uno de los cajones de ese mueble grande como un
edificio es una casa donde viven cosas. En una de esas cajas las cuchillas de la tijera deben de
seguir odiándoles como siempre. Con la mano acaricia el lomo de sus libros. Un escarabajo que
cayó de espaldas sobre el estante agita desesperadamente sus patitas. Lo endereza con un lápiz.
Son las cuatro del la tarde. Pasa al vestíbulo. Las cortinas son rojas. En la parte donde les da el Sol,
el rojo se suaviza en un rosado. Ya a punto de llegar a la puerta de salida se da vuelta. Mira a dos
sillas enfrentadas que parecen estar discutiendo ¡todavía! Sale. Baja las escaleras. Cuenta quince
escalones. ¿No eran catorce? Casi se vuelve para contarlos de nuevo pero ya no tiene importancia.
Nada tiene importancia. Se cruza a la acera de enfrente y antes de dirigirse hacia la comisaría mira
la ventana de su propio dormitorio. Allí dentro ha dejado a su mujer con un puñal clavado en el
corazón.
Actividades:
-¿Por qué el autor no habrá puesto conectores? ¿Cómo se relaciona la falta de conectores con el
estado de ánimo del protagonista?
A practicar…
Debes pensar cuáles son los verbos que están sin correlación. Puedes ayudarte con el
modelo de conjugación verbal.