Revista Signos 1998

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Revista Signos 1998, 31(43–44), 113–124

LITERATURA

El Laberinto y la Literatura1
 

Augusto C. Sarrocchi Carreño

Universidad Católica de Valparaiso


No habrá nunca una puerta. Estás
Chile adentro
Y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca en otro,
Que tercamente se bifurca en otro,
 
Tendrá fin. Es de hierro tu destino
Como tu juez. No aguardes la embestida
  Del toro que es un hombre y cuya
extraña
Forma plural da horror a la maraña
De interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
En el negro crepúsculo la fiera.2

Desde los orígenes del hombre y la civilización, preocupación fundamental han sido
los misterios de la vida y la muerte, y de ellos la incógnita de lo que nos sucederá
constituye algo fundamental. Las grandes interrogantes del hombre son de dónde
venimos y para dónde vamos. Qué será de nuestra vida y la de nuestros seres
queridos y, a medida que vamos avanzando en el tiempo, las inquietudes van en
aumento y de nuestra experiencia de la vida se va desprendiendo, en muchos
casos, una confusión cada vez mayor que el hombre, inmerso en un mundo
simbólico, va asociando a la idea de laberinto, más aún a partir del mito que nos
habla de espacios laberínticos.
A partir de ese momento el laberinto se convirtió en el símbolo de nuestras vidas,
la incógnita del destino, los múltiples caminos, los laberintos burocráticos, los
laberintos de la mente humana, los laberintos de nuestra existencia profunda como
los laberintos de la soledad, etc.
Recuerdo un hermoso poema de Rubén Darío titulado Lo Fatal3 en que el poeta
manifiesta el estado de conciencia del hombre ante las interrogantes existenciales:

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,


y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vidaconsciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,


y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...
Resulta sorprendente que el hombre haya creado espacios que representan su
angustia ante las incógnitas, el primitivo laberinto parece haber sido construido por
AMENEBRAT III, Faraón de la XII dinastía, inmensa construcción que fue palacio y
tumba, ya que a su muerte el cadáver fue colocado en el centro del edificio, en una
pirámide de ladrillos de piedras esculpidas. El nombre egipcio de este monumento
era LAPI/RO/HUNT (Templo a la entrada del lago), de allí la raíz del nombre griego
LABIRINTHOS.
Era un dédalo del cual era imposible salir sin guía, compuesto de miles de
habitaciones cuadradas, cubiertas por sendos sillares, comunicándose entre sí por
estrechos corredores. Se dividía en dos pisos, uno de ellos subterráneo, y parece
que las habitaciones de ambos se correspondían. Borges toma/esta idea de
laberinto especular en Los Teólogos, donde la secta los especulares entabla una
relación estrecha e inversa entre tierra y cielo.
El laberinto estaba situado al este del lago Moeris, frente a la antigua
Crododilópolis. También se llamó laberinto de Arsinoe, cuando Crocodilópolis recibió
este nombre, y por último se le llamó "Casa de Carón". Heródoto alaba esta
construcción por sobre los edificios griegos y aún sobre las pirámides. Las cámaras
superiores estaban adornadas de esculturas, y la pirámide donde yacía el fundador
estaba en el centro de las salas hipóstilas. A imitación de éste construyeron los
griegos el de Creta, que según Plinio no llegaba a la centésima parte de la
grandeza del egipcio.4 Algunos han dudado de la realidad de este laberinto y
señalan que se trataba, más bien, de una gruta muy profunda en una antigua
cantera cerca de Gortina, y no de Cnosa como afirman los autores que se refieren
al laberinto cretense.
Si de laberintos se trata, no podemos ignorar a Babilonia, una de las realidades
más tomadas por Jorge Luis Borges en su narrativa. En Babilonia se encuentran
ciudades con disposiciones tipográficas y urbanas laberínticas; esta idea de
los laberintos urbanos5 las trabajará Borjes al hablamos de París en El Congreso, y
en algunos poemas dedicados a Buenos Aires, como por ejemplo:

Y la ciudad, ahora, es como un plano


De mis humillaciones y fracasos;
Desde esa puerta he visto los ocasos
Y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
Me han deparado los comunes casos
De toda suerte humana; aquí mis pasos
Urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
El fruto que le debe la mañana;
Aquí mi sombra en la no menos
vana Sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto,
Será por eso que la quiero tanto.6
Otro escritor argentino que nos habla del laberinto urbano y también del infernal es
Leopoldo Marechal en su obra Adan Buenosaires.
La imagen del hombre perdido en la ciudad es muy utilizada por el escritor chileno
José Donoso, quien en algunas de sus obras como Paseo, y La Misteriosa
desaparición de la Marquesita de Loria hace perderse a los personajes en la
ciudad como símbolo de la situación espiritual en que están atrapados y de la cual
no pueden salir.
El laberinto urbano en la realidad contemporánea adquiere plena vigencia, las
grandes ciudades son absolutamente laberínticas y el hombre se refugia en los
barrios que vendrfan a ser laberintos conocidos. La grandeza de la ciudad no sólo
pierde al hombre sino que también le provoca la sensación de pequeñez y de
angustia, y éste requiere entonces de un hilo como el de Teseo para lograr salir.
En Babilonia nace el primer laberinto de leyes y estatutos, en los que Borges quiere
ver un tejido de contradicciones y misterios, que sin duda tomó del código de
Hamurabi, dictado en Babilonia entre el 2350-1750 a.C. Esta forma laberíntica
también la encontramos en la vida contemporánea e incluso la podemos asociar a
la gran red de la informática que puede atrapar al hombre y someterlo a un
laberinto. Un error en la información una vez introducida a la red, puede perseguir
al usuario fuera de todo límite racional y transformar la información en una
pesadilla.
Otro laberinto cultural lo encontramos en la cultura Asiria (1890-860 a.c.). En este
Imperio se forma la gran Biblioteca a la que Borges hace continua referencia (700-
630). El precursor de esta construcción fue Asur Banipal. La biblioteca estaba
formada por miles de tablillas cuneiformes, que todavía guardan misterios y
secretos en trabajados códigos lingüísticos, situación que Borges plasma en La
Biblioteca de Babel. En este imperio Asirio también encontramos uno de los
primeros edificadores de laberintos, Sargon, quien construyó un edificio magnífico
y se perdió en él para siempre.
La biblioteca constituye un símbolo laberíntico en que cada libro es otra galería del
laberinto que puede ser considerado como un laberinto al estilo griego, pero
también un laberinto de círculos concéntricos donde no hay salida.
Si retornamos a Babilonia, encontramos la torre de Babel, producto de la
transgresión divina, cuyo objetivo era llegar al cielo, a partir de esta torre surge el
laberinto de las lenguas.
Pero, sin duda que el laberinto más conocido en la historia de la cultura occidental
es el mito del minotauro de Creta, oculto en el laberinto construido por Dédalo
quien había salido del laberinto volando. Símbolo, tal vez, que del laberinto de la
vida salimos volando en alas de la imaginación, de la fantasía, de los sueños, o de
la muerte representada por un ángel que lleva al hombre en sus brazos. Este mito
tiene una concreción histórica en las excavaciones inglesas que han querido
reconocerlo en las habitaciones del palacio del rey Minos, pero todo cae en el
terreno de la hipótesis tanto el edificio como la existencia del rey Minos, como
personaje histórico. En esta construcción aparecen columnas coronadas por
cuernos lo que hace referencia al toro, simbolo que está unido al del laberinto,
asociación que se debe a los mitógrafos romanos7, no obstante hay grabados en
vasos áticos que datan del siglo VI a.C donde se representa a Teseo luchando
contra el minotauro. En otra pintura del siglo V se ve a Teseo arrastrando el cuerpo
expirante del Minotauro, también lo encontramos en vasos etruscos y en
inscripciones romanas.
Las construcciones laberínticas llegan también a la Edad Media en que los
complicados pasillos y recovecos simbolizarían el estrecho camino, lleno de
sufrimientos, que conduce a la vida eterna, o también simbolizarían las confusiones
del hombre ante las tentaciones del demonio. El laberinto estaba en los
embaldosados de los patios y en algunas construcciones eclesiásticas. En ciertas
catedrales medievales con el nombre de caminos a Jerusalem se entendieron como
sustitutivos de una peregrinación a Tierra Santa cuando el fiel lo recorría en oración
de rodillas; el mosaico del suelo de la catedral de Chartres tiene un diámetro de 12
metros y el camino recorrido es de 200 metros.8 El emblema del laberinto fue muy
usado por los arquitectos medievales. "Unos laberintos en forma de cruz, que
se conocen en Italia con el nombre de "nudo de Salomón", apareciendo
muchas veces en la decoración céltica, germánica y románica, integran el
doble simbolismo de la cruz y del laberinto, por lo que se suelen entender
como el "emblema de la divina inescrutabilidad"9.
En la obra del gran escritor y semiótico Umberto Eco vemos esta situación propia
de las construcciones eclesiásticas, que se suma a la del laberinto de la biblioteca y
a la propia dimensión del medioevo como época laberíntica. En Apostillas al
nombre de la Rosa10 distingue tres tipos de laberintos: el laberinto griego, el
manierista y el rizoma. El primero es el más simple, está constituido por muchas
galerías que llevan a un centro, a la gran sala donde está el minotauro, y si a
través del hilo de Ariadna desenrollamos el laberinto, encontramos la salida. En el
laberinto manierista, si lo desenrolláramos encontraríamos una especie de árbol,
una estructura con raíces y muchos callejones sin salida, hay una, pero podemos
equivocarnos, para no perdemos necesitamos el hilo de Ariadna. Por ultimo está la
red, que llaman rizoma. En el rizoma cada calle puede conectarse con cualquier
otra, no tiene centro ni periferia, ni salida, por que potencialmente es infinito. El
espacio de la conjetura es rizomático. El laberinto de la biblioteca en El Nombre
de la Rosa, es un laberinto manierista, aunque el mundo en el que vive Guillermo
es un laberinto rizomático, también ocurre lo mismo con el cuento de Borges, El
laberinto de los senderos que se bifurcan que se constituye como un laberinto
manierista, pero que cuando nos enteramos que todos los tiempos o muchos
tiempos convergen en uno solo, y que el conglomerado de tiempos es cuantioso, lo
vemos como un laberinto rizomático.
En el Barroco y en el Rococó, los laberintos se construyeron en base a un claro
esquema y se reprodujeron en complicados jardines de caminos formados por
setos, cuyo fin exclusivo era la distracción de los visitantes de los parques; este es
un tiempo cortesano y estos laberintos corresponden a una parodia de la vida que
podrían señalarse como pertenecientes a un laberinto lúdico, pero en general el
laberinto aunque puede conllevar un efecto lúdico no tiene connotaciones positivas,
sino más bien negativas, y el juego resulta peligroso.
En cuanto al laberinto lúdico, Jorge Luis Borges se refiere al ajedrez, por ser un
juego que ofrece posibilidades infinitas de variaciones como lo es el universo y
también porque la estructura básica de este juego es laberíntica. Dos ejércitos
enfrentándose son el símbolo perfecto para graficar la cualidad de guerrero que
Nietzche, cuidadosamente ve en los hombres y los dos colores del tablero
representarían la lucha entre el bien y el mal. La disposición alternada de estos dos
estados nos hace pensar en el modo armonioso en que ambos están tejidos, tan
amarrados que es difícil saber cuándo estamos en presencia de uno y cuándo del
otro. Este juego es el símbolo de la lucha primigenia entre el bien y el mal y
representa además el estado del hombre regido por una fuerza superior. Los
hombres son piezas y peones que no saben que alguien los gobierna desde afuera.
El tablero es el mundo, los jugadores son los secretos dioses que se disputan el
triunfo; pero esta relación bélica está en distintos planos: incluso los dioses son
piezas de un tablerp que un dios mayor está jugando y no sólo el hombre sino Dios
mismo, es una pieza del laberíntico ajedrez
Como el ajedrez es el símbolo perfecto de la complejidad del cosmos, Borges lo
presenta en ocasiones como caótico y febril. Sus personajes se debaten en terribles
encrucijadas tratando de recordar las leyes: "soñó con un largo ajedrez. No lo
disputaban dos individuos, sino dos familias ilustres, la partida había sido
entablada hacía muchos siglos, nadie era capaz de nombrar el olvidado
premio, pero se murmuraba que era enorme y quizá infinito(...), el
soñador corría por las arenas de un desierto lluvioso y no lograba recordar
las figuras y las leyes del ajedrez"11.
El mundo es un ajedrez, en el que la vida de los personajes se evapora, tratando
de recordar las leyes secretas del juego. En otras ocasiones enloquecen por la
presencia de ajedreces monstruosos y caóticos que representan al mundo frente al
cual el hombre no es capaz de articular respuesta.
Los dioses que ejecutan el ajedrez, donde nuestras vidas son meras piezas,
volverán a jugar cíclicamente esta partida y la acción lúdica se realizaría
infinitamente en un tiempo mítico.
Sin duda que toda esta relación borgesiana representa la historia de la humanidad
a lo largo de los siglos y, fundamentalmente, recuerda la historia bíblica y el
enfrentamiento de los pueblos con la ayuda de los dioses, de entre los cuales surge
el más poderoso. Enfrentamiento bélico que en la historia bíblica se relaciona con la
lucha entre el bien y el mal.
El laberinto como símbolo siempre ha estado presente en la literatura por cuanto es
uno de los elementos del inconsciente colectivo más presentes en el hombre y está
relacionado, como ya lo hemos dicho, a las interrogantes humanas más
trascendentales, pero también está vinculado a la prisión, al encierro, y en este
sentido se vincula con las filosofías que plantean al hombre como ser espiritual
encerrado en una prisión corpórea; se habla del cuerpo como una casa, una prisión
física que impide el vuelo del espíritu. Algunos han pensado, a través de la historia
de la humanidad, que a esta casa -cuerpo laberinto hay que castigarla, en cambio
para otros, esta casa cuerpo debe ser cuidada por cuanto es soporte del espíritu.
Cualquiera que sea el caso, el hecho es que al hombre le ha preocupado mucho
esta situación y ha creado obras que reproducen el estado espiritual del hombre
prisionero.
En esto Borges es un maestro, presenta, en numerosos cuentos, al hombre preso
en su laberinto, que le impide la búsqueda de sus grandes anhelos metafísicos,
como la inmortalidad. Los héroes borgesianos, en su búsqueda o huida, encuentran
a su paso casas enormes y complejas que aumentan el temor del que es
perseguido: "un laberinto es una casa labrada para confundir a los
hombres; su arquitectura, pródiga en simetrías, está subordinada a
esefin"12 ("El Inmortal", El Aleph p. 16).
El personaje histórico que más utiliza Borges para simbolizar al prisionero de la
casa es el Buddha. "El rey prefiere que Siddharta logre grandeza temporal, y
lo recluye en un palacio, del cual han sido apartadas todas las cosas que
puedan revelark que es co"uptible" ("Formas de una leyenda". Otras
Inquisiciones p.148).
Siddartha ha sido condenado a habitar una construcción cuyas dimensiones son
gigantescas. Esta construcción no se sostiene en el plano de la materialidad,
acumulando distancia y espacio, sino en el plano de la temporalidad, acumulando
una posible eternidad. En su ensayo "Postulación de la Realidad" 13, Borges nos
habla de tres modos de existencia: una existencia en longitud (la vegetal), una en
latitud (la animal), y otra en profundidad (la humana); mientras las dos primeras
acumulan espacio, la dimensión profunda del hombre lo hace acumulando tiempo,
la narración del Buddha reivindica ese postulado.
La casa-laberinto se levanta siempre como potencialmente eterna, amenazando
con existir más allá de la vida de sus moradores o prisioneros y también revestidas
de una atmósfera legendaria.14
En la historia de la literatura encontramos muchas obras que, de una u otra
manera, están vinculadas al laberinto en esta situación de hombre prisionero. En el
Romanticismo, esta actitud está en el hombre romántico que se siente prisionero
por un mundo de convencionalismos que lo oprimen y que le impiden la felicidad,
por ello intenta apurar su paso por esta vida pues sólo en el más allá, en la vida
celestial, en la vida del espíritu, podrá lograr la felicidad. Podemos destacar al
Naturalismo como un momento en que la literatura está signada por la filosofía del
determinismo social y por ello las novelas se refieren al hombre acosado por su
naturaleza humana, determinado por los conceptos de herencia, raza y medio
ambiente que constituyen un laberinto del cual es imposible salir. La naturaleza
humana nos lleva a la problemática de la lucha entre el bien y el mal que
se constituye en cíclica y por lo tanto un laberinto mandálico. Los personajes de
grandes novelas, como Rojo y Negro de Stendhal, Doña Perfecta de Benito
Pérez Galdós o Nana de Emile Zola no pueden escapar a su determinismo. En la
literatura chilena la obra más importante en este sentido del hombre aprisionado
por una realidad miserable y laberíntica imposible de sortear, aunque se le
pretenda dar un hilo como el de Ariadna, es El Roto de Joaquín Edwards Bello.
También el realismo sicológico de obras como Crimen y Castigo de Fedor
Dostoievski nos ponen frente a un laberinto tan interesante como el laberinto de la
culpabilidad y de la conciencia.

El laberinto está unido al tema de la soledad del hombre, el prisionero es siempre


solitario, Borges lo muestra, por ejemplo, en "La Casa de Aterion", uno de los
cuentos más importantes que Borges escribe sobre el laberinto. En él la muerte
está tomada como una redención, pero también el minotauro se pregunta cómo
será su redentor y espera que la muerte lo lleve a un lugar con menos puertas,
menos corredores y menos galerías. Interrogante que sin duda es universal en el
hombre: ¿qué hay después de la muerte? ¿Entraremos quizás a otro laberinto
superior a éste? o ¿la eternidad será una interminable serie de laberintos? La
soledad constituye, sin duda, una situación importante en el hombre, una realidad
física tratada en la literatura muchas veces a traves del símbolo de la isla 15, y como
realidad espiritual reflejada en la novela existencial.
Esta temática del hombre solo recluído en un laberinto la podemos asociar con una
temática muy interesante que está vinculada a la realidad y a la literatura
hispanoamericana, la temática del dictador y las dictaduras. El dictador es siempre
un hombre solitario que queda en un laberinto que él mismo o que sus
circunstancias han creado. Al respecto son representativas las novelas El recurso
del método de Alejo Carpentier, El señor Presidente de Miguel Angel
Asturias, Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos y El Otoño del Patriarca de
Gabriel García Márquez.16
Por otra parte, la relación que establece Borges en "La Casa de Asterión" entre el
laberinto y la muerte es bastante tradicional. El gran estudioso Mircea Elíade
interpreta al laberinto como una prueba, la defensa del centro, el acceso iniciático a
la sacralidad, la inmortalidad y la realidad absoluta, siendo equivalente a otras
pruebas, como la lucha contra el dragón. También cabe interpretar el conocimiento
del laberinto como un aprendizaje del neófito respecto a la manera de entrar en los
territorios de la muerte.17
Para Borges el laberinto es el mundo y el universo, y esto es infinito, por ello
el hombre no puede escapar del laberinto, este es además su prisión esencial, su
conciencia y todo su ser y por ello jamás saldrá del laberinto. Es un laberinto que
también es existencial y por ello podemos relacionar también este símbolo del
laberinto o tema, si lo tratamos como tal, con la novela existencial donde el
hombre jamás escapará de las situaciones límites.
En muchas de estas novelas la estructura también se torna laberíntica en cuanto
son estructuras circulares y las problemáticas tratadas en la obra no se superan,
por cuanto no son conflictos o intrigas que tienen desenlaces sino situaciones
existenciales que son límites y por lo tanto aprisionan al hombre en la angustia
metafísica, en esa sensación de estrechez, de agobio, de pérdida en el mundo. En
este sentido es interesante la escritura de Ernesto Sábato quien presenta en sus
obras personajes que no tienen escapatoria ante las disyuntivas vitales y
existenciales. Sus personajes ciegos también representan una situación laberíntica.
Otra forma laberíntica muy ocupada por Jorge Luis Borges, es el laberinto
mandeísta o laberinto concéntrico. Esta forma de círculos concéntricos es favorable
para un Borges que quiere señalarnos que el mundo es una estructura de niveles
diferentes, de diversos planos superpuestos, y para acceder al conocimiento total
debemos iniciar un viaje de iniciación a través de estas esferas.
Borges cree en un misterio paradigmático, no sintagmático, este misterio está
conformado por estructuras de diversos niveles de dificultad. El personaje
borgesiano no se interesa tan sólo por su voz y su tiempo; sino por las voces y los
tiempos de los otros, esas voces que podrían tener una versión acertada de la vida
y del cosmos. El personaje borgesiano sabe que su discurso no es el único, sabe
que existen otros igualmente verdaderos o igualmente falsos y el personaje busca
entre estos discursos pasando de un nivel a otro. El método es similar al ocupado
por el mandeísta, es un ascenso gradual por los diferentes niveles del mandala,
que es parte de un sistema secreto, puede ser una palabra secreta, un talismán,
una frase, lo que descansa en una de las esferas, y el personaje borgiano debe
apoderarse de ella en su camino de iniciación.18
La diversidad de discursos, representado en las esferas, nos pone ante la duda de
cuál será el verdadero, o si existe alguno verdadero, y abre entonces un espacio
que también es laberíntico, el laberinto de la duda, en el que la búsqueda del
conocimiento se constituye en otro laberinto borgiano.
Contrariamente a lo que ocurre en los mandalas religiosos, los mandalas de Borges
no tienen participación de divinidades que acudan al centro. Los iniciados de
Borges están solos en medio de esta circunstancia iniciática.Su sino trágico es
quedarse en soledad.
Esta ausencia de Dios constituye una problemática existencial importante que está
asociada al laberinto, la religión es el hilo de Ariadna que muchos hombres
necesitan para el laberinto de sus vidas. La ausencia de la crencia en Dios puede
llevar al prisionero a la desesperación y, en algunos casos, a la búsqueda y
encuentro de falsas salidas que pueden ser puertas de accesos a otros laberintos.

La temática del laberinto está unida a otra situación profundamente humana y por
lo tanto literaria, es el motivo de la búsqueda, todo laberinto implica una búsqueda
y es más, el alto grado de la búsqueda determina la complejidad del laberinto.
Esta relación del laberinto y la búsqueda lo convierte, sin lugar a dudas, en un
elemento motriz de la literatura de todas las épocas por cuanto la búsqueda es
esencial en el hombre y en la literatura está desde las más antiguas
manifestaciones literarias, desde la búsqueda del objeto maravilloso, la de la fuente
de la eterna juventud, la de la piel del vellocinio de oro, pasando por la búsqueda
del santo erial hasta llegar a la búsqueda de la felicidad o de la superación de
problemáticas existenciales.
Para Jorge Luis Borges, y así lo señala en muchos textos, el mundo adolece de una
falla, la falta de sentido y justificación, y la constitución fundamental de este
mundo la encontramos en el azar. No existen planes ni diseños para la fabricación
del mundo, todo es parte de un juego, de un imprevisto, de un puro encuentro de
fuerzas fortuitas. Por eso que el mundo necesitaría de hombres que pensaran o
estructuraran la realidad, personajes que se dediquen a la conjetura y al sistema.
Los personajes borgesianos eligen un género para plantear un orden metafísico,
este es el género policial por que en la búsqueda policial encontramos un símil
perfecto de toda búsqueda metafísica.19 Jaime Alazraki, el gran estudioso de la obra
de Borges dice: "Uno cree estar leyendo un relato policial y de pronto se encuentra
con Dios o el falso Basílides"20
Detrás de la habilidad del policía descubrimos al pensador que conjetura un
sistema equidistante entre Leibnitz, Spinoza, y Descartes. La búsqueda de un
asesino o un delincuente es excusa para una larga disgresión metafísica o
teológica.
Si bien el género policial inaugura un orden y un sistema para conducirse por el
caótico mundo borgesiano, muchas veces los personajes optan por dejar paso al
azar como único modo de operar en ese esquema: "Una secta blasfema sugirió
que cesaran las búsquedas y que todos los hombres barajaran las letras y
símbolos, hasta construir mediante un improbable don del azar, esos
libros canónigos".21
Para Borges la vida del hombre está regida por el azar o por la casualidad, en sus
narraciones se hacen presentes una u otra concepción de los hechos y de la
Historia, tejiéndose ambas en un tramado confuso y oscilante. Es por esto que los
personajes no buscan estructuras sino que se dejan llevar por el azar y sólo
existirían unos pocos que se afanarí¡ln por obtener una sistematización del
universo, son los intelectuales. Pero tanto el azar como el intelectualismo que en
algunos casos se torna locura constituyen variaciones de lo laberíntico.
Esta concepción del hombre regido por el azar también la encontramos en otro
notable escritor argentino, Julio Cortázar; en sus personajes encontramos que el
hombre deja de sentirse dueño de su vida, no es el protagonista ni tampoco el
espectador, su poder está condicionado a muchos factores que se le escapan de las
manos, y frente a los que poco o nada puede hacer. La libertad del hombre no es
tanta como se creía pues se ve constreñida por el azar que se instaura como un
elemento determinante para los caminos que el hombre pueda tomar.
El hombre viviría en un entramado de tradiciones y culturas que también
constituyen un laberinto, que podríamos llamar el laberinto de los hombres. El
individuo está en medio de la generación o en medio de la multitud buscando la
eternidad, pero es como estar en medio de un complejo laberinto mandálico.
De este entramado cultural nace uno de los laberintos más complejos de la
narrativa borgesiana: la literatura, dédalo de letras, bosque de escrituras. Para
Borges la escritura y en especial la literatura, es la más perfecta de las formas
laberínticas. Texto y laberinto son una misma cosa. Para Borges el texto es un
laberinto temporal y un hoy en donde confluyen el pasado y el futuro. Del mismo
modo que la filosofía Hindú elimina las barreras del tiempo y declara todas las
doctrinas filosóficas como contemporáneas, el texto nos remitiría a un tiempo
mítico que ahora sería contemporáneo.
Esta atemporalidad del laberinto textual se edifica en dos postulados borgesianos:
por una parte el texto se asemejaóa a una obra donde cada uno de los hombres de
la historia estaría encargado de escribir un capítulo, de este modo la acción
colectiva y milenaria nos daóa una vasta obra: "imaginé también una obra
platónica, hereditaria, transmitida de padre a hijo, en la que cada
individuo agregaría un capítulo o corrigiera con piadoso cuidado la página
de sus mayores" El Jardín de los senderos que se bifurcan"22.
Por otro lado la literatura es un solo texto del cual todos los libros son sólo
simulacros o copias. Este libro sería eterno y los hombres se acostumbrarían a
realizar facsímiles imperfectos: "Cada ejemplar es único, irreemplazable, pero
(como la biblioteca es total) hay varios centenares de facsímiles
imperfectos".23
Se podría postular que como todos los libros son copias de un solo texto, se podría
realizar la historia de la literatura a partir de uno solo de ellos pero, ésta sería
errónea por cuanto las copias también lo son. Este texto laberinto es eterno ya que
nunca se agotarían sus posibilidades.
El laberinto de palabras no sólo abarca la existencia del hombre y su civilización
sino que también es símbolo del mundo. Borges ha dicho que el mundo es un texto
que utiliza un dios para entenderse con un demonio.
La literatura sería inagotable pues inagotable son sus múltiples combinaciones y
además, sus múltiples interpretaciones y es un laberinto rizomático, sin principio ni
fin pues estará multiplicándose aunque erróneamente, por toda la eternidad.
Otra situación ligada al laberinto es la imagen de lo infernal. Borges mismo crea
una mitología propia de interesantes y nuevos infiernos donde encontramos
hombres que, inútil y angustiosamente, buscan una salida que está a través de una
palabra clave o un objeto pero que están sometidos a un suplicio eterno. Los
laberintos borgianos se parecen a los laberintos concéntricos del Dante, que toma
también Leopoldo Marechal en su Adán Buenosaires, cuando estructura un
infierno de siete círculos que descienden al fondo de la tierra y en el que se
castigan los pecados capitales, pero tomados en relación con la sociedad o la
humanidad.
La asociación del laberinto con lo infernal lo relaciona obviamente con lo demoníaco
en cuanto causa al hombre tormento. Es por esto que en algunas obras que se
refieren a las guerras, ésta es tomada simbólicamente como laberínticas.
Destacable en este sentido es la extensa obra Los Campos del escritor español
Max Aub donde aparece esta concepción laberíntica de la guerra.
De los autores chilenos que podemos asociar con la temática del laberinto destaca
la obra El Obsceno pájaro de la noche de José Donoso, en que el personaje
principal Humberto Peñaloza se refugia en un asilo de ancianas en una antigua
casona, con muchas habitaciones y corredores como un laberinto, pero el
personaje vive, además, en una gran habitación a la cual se le han clausurado
todas las ventanas y las puertas, dejando una salida que no da a la calle sino a
otros corrredores. El personaje, además, simula una mudez y vive acosado por
ancianas demenciales en un laberinto humano del cual no escapa y al final se
convierte en un imbunche que es otra forma mítica de encierro.
Pero si al laberinto lo asociamos con la búsqueda, también lo vemos en relación al
sentimiento de pérdida, el hombre se pierde en el laberinto. En este sentido está
muy asociado con otro símbolo: el bosque. Esta asociación la encontramos,
recurrentemente en la literatura que llamamos infantil tradicional, que sabemos
tiene una gran influencia clásica. Podemos citar, por ejemplo, el
cuento Hansel y Gretel de Hans Cristiansen Andersen quien utiliza el mito del
minotauro a través de la asociación con el hilo de Ariadna, cuando los niños dejan
guijarros para encontrar el camino a casa, y también se pierden en el bosque. Son
varios los cuentos y sus diversas versiones que utilizan el bosque asociada a la idea
del laberinto y a la de pérdida.
Pero, sin duda que en la literatura contemporánea, cuando se piensa en mundos
laberíntico s la figura de Franz Kafka emerge con gran intensidad; él creó mundos
donde los personajes se pierden en el caos de una realidad que los sobrepasa, que
no entienden y que los aprisiona. El mundo kafkiano representa al mundo del
hombre universal, caótico, oscuro y sin posibilidad de verdadero conocimiento. El
laberinto kafkiano conlleva la angustia existencial, a ese sentimiento de opresión,
de insatisfacción, de desesperanza que constituye también un laberinto del cual
algunos hombres no logran salir jamás.
En Kafka el laberinto está unido a otros elementos, como el sentimiento de
culpabilidad, de extrañamiento, de desarraigo que son situaciones que asumen lo
laberíntico.
También la novela Ulises de James Joyce nos pone frente a un laberinto
contemporáneo, el pe la conciencia, el de las disgresiones del pensamiento que en
el periplo de la vida el hombre no logra descifrar.
Pero no sólo se ha poetizado el mito del laberinto sino que la historia de Ariadna
también ha sido tema de creaciones literarias, la más famosa la constituye el
poema de Jorge Guillén Ariadna en Naxos que recrea el mito de Ariadna que
siendo diosa, ahora en el poema tiene un comportamiento de mujer. El estudioso
de la literatura española Manuel Alvar nos dice que Guillén recrea el mito como
una sinfonía en tres tiempos, nacida de ciertas formas operísticas que son
bien conocidas: "desde dentro, actualizándolo y humanizándolo o, de otro
modo, sublimando el amor humano hasta categorías universales. Y ello
también dentro de una24 estructura musical suficientemente conocida, la
de cantatas y madrigales. Gracias a este poema lírico el mito se ha hecho
amor y, dentro de una tradición cultural que es la nuestra, ha conseguido
la eternidad de las criaturas mortales".
Podemos concluir que el laberinto es, fundamentalmente, un símbolo que también
podemos estudiar como tema literario; en este sentido la figura del gran escritor
argentino Jorge Luis Borges es descollante. De los escritores latinoamericanos es el
único que asume el laberinto como tema para numerosos cuentos, como La casa
de Asterión, Abenjacán, el Bojarí muerto en su laberinto, Los dos reyes y
el laberinto.
En general el laberinto no aparece propiamente tal aunque existan obras que lo
asuman en sus títulos como el Laberinto de Fortuna o Las Trescientas, poema
alegórico de Juan de Mena (1454) que trataba de los defectos y virtudes de los
personajes de la época, o Los Laberintos insolados de la escritora
contemporánea Marta Traba, o el Laberinto de la Soledad del genial pensador
mexicano Octavio Paz. Son obras que no tratan del laberinto como tema sino que
sitúan la situación simbólicamente. En otros casos vemos que más bien es un
detonador de problemáticas relacionadas con él como la busqueda, la huida, la
soledad etc., que importan la idea de un hombre apresado en el gran laberinto de
la vida.
De las diferencias que podemos señalar entre la concepción laberíntica clásica y la
contemporánea es que en el período clásico e incluso hasta el medioevo, toda la
vida del hombre estaba regida por la relación con los dioses o con Dios único y el
hombre se movía en verdades que creía absolutas; en cambio en la época
contemporánea y sobre todo en lo que llamamos post-modernidad han caído los
discursos absolutos y por lo tanto el hombre se debate más aún en un mar de
dudas y en una realidad que a mayor multiplicidad, a mayor cantidad de
posibilidades de verdad, la siente como más laberíntica y sus laberintos son cada
vez más existenciales.

NOTAS

1Este trabajo relaciona el tema preferentemente con la obra narrativa de Jorge Luis
Borges.

2
Poema Laberinto, en: Elogio de la Sombra (1959).

3
Lo Fatal en: Cantos de Vida y Esperanza, Editorial Porrúa, S.A.México, 1975.

4
Plinio. Historia Natural Vol.II. p. 260.

5
En relación a la ciudad en el mundo contemporáneo y los grupos que en ella viven
y que podemos interpretar como apresados por la gran urbe, o desde otra
perspectiva como minotauros prestos a devorar a los que entran en el laberinto de
la ciudad, véase el interesante libro de Pere-Oriol Costa, José Manuel Pérez Tornero
y Fabio Tropea Tribus Urbanas, Edil. Paidós, Barcelona, España, 1996.

6
Poema Buenos Aires en El otro, el mismo (1964).

7
Máspero: Historie Ancienne des Peuples de l 'oriente. Editorial Atenea, Buenos
Aires 1960, p.50.

8
Véase Diccionario de Símbolos de Hans Biedermann. Paidós, 1989.

9
Véase Diccionario de Símbolos de Juan Eduardo Cirlot, Editorial Labor S.A.
Barcelona, España,1982.

10
Eco, Umberto: Apostillas al nombre de la rosa. Editorial Lumen, 1988. p. 655.

11
"El milagro secreto" en: Ficciones, EMECÉ Editores. Buenos Aires 1956 p.159.

12
"El inmortal" en El Aleph, Ercilla, Santiago de Chile, 1984, p.16.

13
Véase en Obras Completas de Jorge Luis Borges p. 217.

14
Véase "El Congreso" en: El libro de la arena.

15
De gran importancia en este sentido es la obra de Daniel Defoe, escrita en
1719, La vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe de
York, marinero que vivió durante veintiocho años solo en una isla desierta próxima
a la costa de América, cerca de la desembocadura del Orinoco, cuyo éxito motivó la
aparición de múltiples obras de igual temática, lo que ha permitido hablar del sub
género Robinsonadas. Al respecto léase: "El Robinson y las Robinsonadas"
en Ensayos de Literatura Infantil de Carmen Bravo- Villasante. Ediciones de la
Universidad de Murcia, España,1989.

16
Al respecto véase, de Augusto Sarrocchi: "Don Ramón del Valle-Inclán y Tirano
Banderas: una visión comprometida con América" en: Estudios Hispánicos
1, editado por Eduardo Godoy Gallardo, Instituto de Literatura y Ciencias del
Lenguaje, Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 1997.

17
Véase a Mircea Elíade en: Tratado de Historia de las Religiones, Madrid, 1954.
Citado por Cirlot, op. cit. p. 266.

18
Véase "Acercamiento de Almotazim" en: Ficciones.

19
Boileau-Narcejac, Historia de la Novela Policial, Editorial Paidós, Buenos
Aires,1968, concluyen aceptando los posibles orígenes de la novela policial en los
relatos más antiguos que incorporaron la presencia del enigma, constituyendo el
oráculo la forma más arcaida de la novela policial. También es interesante conocer
la polémica establecida entre Jorge Luis Borges y Roger Callois en la revista Sur de
Buenos Aires, números 41 y 42, de abril y mayo de 1942 a propósito de los
orígenes y de la estructura de la novela policial.

20
Al respecto véase de Jaime Alazraki La Prosa narrativa de Jorge Luis
Borges.Biblioteca Románica Hispánica, Editorial Gredos S.A. Madrid, 1974.

21
"La biblioteca de Babel" en Ficciones, EMECE Editores, Buenos Aires, 1956, p. 91.

22
"El jardín de los senderos que se bifurcan" en Ficciones p.106.

23
"La biblioteca de babel" en Ficciones p. 92.

24
Manuel Alvar: "Ariadna en Naxos" en Símbolos y Mitos, Biblioteca de Filología
Hispánica, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Filología,
Madrid, 1990.

BIBLIOGRAFÍA

ALAZRAKI, JAIME: La Prosa narrativa de Jorge Luis Borges, Biblioteca Románica


Hispánica, Editorial Gredos, Madrid, España,1974.        [ Links ]

ALVAR, MANUEL: "Ariadna en naxos" en Símbolos y Mitos, Biblioteca de Filología


Hispánica, Instituto de Filología, Madrid, 1990.         [ Links ]

BIEDERMANN, HANS: Diccionario de Símbolos, Edil. Paidós,1989        [ Links ]

BORGES, JORGE LUIS. Obras Completas, EMECE Editores, Barcelona, España,


1989.         [ Links ]

BOILEAU-NARCEJAC: Historia de la Novela Policial, Editorial Paidós, Buenos Aires,


1968.        [ Links ]
BRAVO-VILLASANTE, CARMEN: Ensayos de Literatura Infantil, Ediciones de la
Universidad de Murcia, España,1989.        [ Links ]

DARÍO, RUBÉN: Cantos de Vida y Esperanza.

ECO, UMBERTO: Apostillas al Nombre de la Rosa, Edil. Lumen,1988.         [ Links ]

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MÁSPERO: Historie Ancienne des Peuples de L' orient, Editorial Atenea, Buenos


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SARROCCHI CARREÑO, AUGUSTO CÉSAR: "Don Ramón del Valle-Inclán y Tirano


Banderas, una visión comprometida con América, en: Godoy Gallardo,
Eduardo: Estudios Hispánicos 1. Ediciones del Instituto de Literatura y Ciencias del
Lenguaje, Universidad Católica de Valparaíso, Chile,1997.        [ Links ]

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v…

¿Habitamos un laberinto?
Tucumán
Por Dra. Cristina Bulacio


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Labyrinths JR Schmidt

Los laberintos son formas de la experiencia del espíritu


Y… ¿Qué es habitar? Habitar es abrigar y cuidar, es una relación
armoniosa con el lugar en que se está. Se habita una morada cuando se
la hizo propia, cuando nuestro cuerpo se acomoda a sus espacios, no
importa cuán generosos o mezquinos sean. Dejarla es perder parte de
nuestra vida por eso el destierro fue, y lo es todavía, una forma de morir.

La fragilidad de nuestra condición con riesgo de muerte nos condujo a


buscar cobijo en lo que había a mano, montes y riscos que se abrían en
cavernas protectoras y dónde podía cubrirse del frío, de los huracanes,
del enemigo depredador y más fuerte que él. El laberinto fue el primer
hábitat en el que se cobijó el animal bípedo cuando liberó las manos y
agrandó la caja craneana para dar lugar al neocortex; por ser una de las
experiencias más originarias del homo sapiens se constituyó en un
arquetipo que determina, simbólicamente, nuestro modo de percibir el
mundo.
El laberinto fue el primer hábitat en el que se cobijó el animal bípedo
cuando liberó las manos y agrandó la caja craneana para dar lugar al
neocortexEsas cavernas contaban con pasadizos y múltiples
bifurcaciones similares entre ellas lo que las hacía agobiantes,
excavadas en el interior de las montañas por ríos subterráneos. Se podía
entrar, pero no había ninguna garantía de salida y a menudo en el
intento de volver a campo abierto se encontraba la muerte. Las huellas
de nuestros ancestros en ellas revelan que la mente humana está
capacitada para pensar de modo laberíntico más que en estructuras
racionales; la racionalidad impuesta al universo es tardía. Somos
animales débiles con mente poderosa, arrojados a un universo complejo,
desconocido, extraño. Los griegos lo sabían. Con belleza sobrecogedora
describen en Antígona la terrible estatura de lo humano: “Muchas cosas
son pavorosas, dicen, nada sobrepasa al hombre en pavor”. Y este
animal inteligente que causa pavor en la naturaleza por su capacidad de
dominarla y tal vez destruirla, tuvo miedo, miedo a morir, la matriz de
todos los miedos.
En ese hábitat particular imaginó historias contadas alrededor del fuego,
alimentó el lenguaje y creó los símbolos necesarios para hablar acerca
del mundo, de su mundo. Así aparecen los mitos, el primer relato que da
sentido y entidad a este universo incomprensible. Y entre esos mitos, los
cosmogónicos, que narran la creación del mundo, fueron los iníciales.
Quizás, porque es propio de la vida errar largamente sin saber bien
dónde vamos, se descubrieron dibujados en cavernas y más tarde
construidos en catedrales, distintos tipos de laberintos que nos advierten
sobre experiencias diferentes. El hombre arcaico ante el miedo ancestral
a perderse y la conciencia de la propia muerte, inventa un laberinto con
un centro donde habita lo sagrado.Quizás, porque es propio de la vida
errar largamente sin saber bien dónde vamos, se descubrieron dibujados
en cavernas y más tarde construidos en catedrales, distintos tipos de
laberintos que nos advierten sobre experiencias diferentes.
Y esto nos lleva a Borges, maestro de laberintos y quien nos enseña que
la ficción, a menudo, susurra alucinantes semejanzas con la realidad. Su
lucidez le devuelve un universo inquietante, lejos de fórmulas racionales
y ante el cual experimenta un profundo sentimiento de perplejidad,  el
estrecho camino entre la certeza y la duda. El universo es un laberinto y
los laberintos son formas de la experiencia del espíritu. Laberinto viene
de lábrys (hacha de dos filos) y también de labra, caverna con
abundantes pasadizos.

Borges le agrega, a la idea de complejidad, infinitud e insensatez, propia


de una construcción de dioses locos –como él dice– un matiz nuevo en
“La casa de Asterión”: la humanidad del protagonista. Borges se pone en
la piel del Minotauro quien habla en primera persona y describe su
mundo que es también, el de nosotros mismos. El laberinto esconde al
Minotauro. Desde su origen, este ser monstruoso, viene signado por una
transgresión y arrastra consigo aspectos oscuros y misteriosos. El
Minotauro, por los rasgos de prohibido, solitario, temible y fascinante, al
mismo tiempo, es símbolo de lo Sagrado y fuerte arquetipo mítico. Con
maestría, Borges, marca el perfil humano de Asterión- Minotauro y lo
acerca a nosotros.

El monstruo espera por alguien que vendrá a librarlo de la monotonía y


la repetición: siempre lo mismo, en cada bifurcación: pasadizos, puertas,
aljibes, abrevaderos, soledad, cadáveres de jóvenes atenienses.
Asterión, antiguo nombre del Minotauro está solo. El universo es un
laberinto y los laberintos son formas de la experiencia del espíritu.Los
dioses viven solos, pero como tiene una porción humana, le pesa su
soledad. Es hombre y toro, bestia y dios. Es único y es, de algún modo,
todos los hombres o como todos los hombres. Los dioses crean
laberintos –la existencia humana– para que los hombres los transiten en
búsqueda de lo sagrado y de sí mismos. Asterión, tiene cabeza de
toro, respiración poderosa y corazón de hombre. Ese es su estigma.
Piensa como animal, sin matices, sin inteligencia, pero siente con la
fuerza de un corazón humano. Sufre y no sabe que sufre. Espera,
siempre espera. En el cuento se percibe la tensión irresuelta entre las
dos figuras que lo protagonizan. El hombre–toro y el hombre- hombre.
Asterión y Teseo. Ambos encierran un rasgo del otro. De nuevo aquí se
suceden los laberintos de la existencia misma, del malentendido, de las
esperanzas frustradas. El Minotauro no se defendió del ataque de Teseo
porque esperaba a su salvador. Fue su costado humano -que ansiaba ser
salvado- el que lo precipitó a la muerte. Teseo, humano con una misión
divina, matar al Minotauro, alberga en su corazón la traición a su
enamorada y guía, Ariadna.

Como lo señaló Platón, quien mucho sabía de estas cosas, el alma está
conducida por un caballo blanco y un caballo negro. Esta conjunción de
lo luminoso y lo oscuro, es un juego que se libra en nosotros entre lo
sagrado y lo profano, entre lo espiritual y lo animal, entre lo divino y lo
humano. Los diversos pasadizos no son más que las acciones tentativas
de los hombres en su transitar por la vida. A menudo senderos truncos.
La verdad ama ocultarse. Nunca es plena ni luminosa, nunca es
absoluta, ni siquiera para Asterión, revestido de rasgos divinos y
humanos.Cada vida es un laberinto con imperceptibles curvaturas y
bifurcaciones. Y cada laberinto es una clave en cuyo desciframiento
empeñamos nuestra vida.

Muchas veces la filosofía y la poesía han entretejido sus perplejidades y


sus infatigables búsquedas de respuestas sobre dos temas claves para
entender al ser humano: la maravillosa capacidad de la razón para
darnos explicaciones y tejer sentidos y, al mismo tiempo, la irremediable
fascinación ante el misterio y lo irracional – que a veces llamamos
ficción. Cada vida es un laberinto con imperceptibles curvaturas y
bifurcaciones. Y cada laberinto es una clave en cuyo desciframiento
empeñamos nuestra vida. Y si bien hora ya no nos cobijamos en
cavernas, ni en suntuosos palacios de Gnosos, la impronta originaria,
fuerte y arcaica, aprisiona nuestro espíritu.

Habitamos un universo complejo y laberíntico del cual solo podremos


escapar construyendo sentidos e inventado mundos en los que nos
movemos confiados y a los que llamamos arte, ciencia, religión, filosofía
o política. Y así evadimos el abismal sentimiento de indefensión y de
absurdo y hacemos habitable este universo. Sin embargo, el misterio, lo
irracional, nos espera siempre en alguna inesperada bifurcación.

Entonces ¿Habitamos un laberinto? Sí, un laberinto cuyas galerías están


hechas de tiempo, que se nos escapa de las manos, de opciones
múltiples y complejas ante las que nos debatimos, de encrucijadas
inesperadas que nos pone la vida, de pasadizos azarosos, de ausencias
no deseadas, de amores perdidos, de puertas que no se abren… Si bien
seguimos intentando cobijarnos en la racionalidad, nuestra morada,
nuestro universo, tendrá siempre una nueva bifurcación no prevista. Y
eso nos lleva a amar el misterio y adherimos a la esperanza e inventar
subterfugios para escapar del laberinto. Y eso es bueno e inevitable.

omprender cuáles son las llaves para esas puertas que


no quieren abrirse. En fin, de reconocer cuál es su
verdadero laberinto y, en consecuencia, empezar a
tomar conciencia de cómo atravesarlo.
Me gustaría abordar el tema de un artículo reciente del periodista italiano Eugenio
Scalfari: el laberinto.

El concepto del laberinto se remonta a la historia de Teseo y Ariadna de la


mitología griega y, con el tiempo, se ha convertido en objeto de fascinación en el
mundo del arte y, dirían algunos, también en el de la filosofía. Los laberintos han
inspirado el diseño del piso de las catedrales y de grandes jardines. Su influencia
se extiende incluso a los perturbadores laberintos en The Shining de Stanley
Kubrick, los vertiginosos dibujos de M.C. Escher y las fantasías laberínticas de
Jorge Luis Borges.
Pero nadie podría perderse en el laberinto de Cnosos, Creta, el de Teseo. Si
imprimimos una vista aérea del laberinto y seguimos su trayectoria con un lápiz, no
podríamos dejar de encontrar el centro y la salida. El laberinto de Cnosos es
“unilineal”, es decir, si de alguna manera pudiéramos desenmarañarlo,
terminaríamos con una sola línea recta, tal como el hilo que Ariadna le da a Teseo
para marcar su camino. Lo que hace peligroso al laberinto de Cnosos es que el
minotauro acecha en el centro. Pero una vez que nos deshacemos del minotauro
es fácil salir.

Los problemas de Teseo, nos recuerda Scalfari, empiezan después, cuando se ve


obligado a tomar otras decisiones que podríamos llamar “existenciales” (por
ejemplo, elegir entre Fedra y Ariadna). La imaginación clásica no le dio forma a la
complicada maraña que nos espera afuera del laberinto pues, al menos hasta
tiempos modernos, el modelo del mundo era estrictamente geométrico, constituido
por formas “cerradas”: esferas concéntricas, jerarquías triangulares y, desde Marco
Vitrubio Polión hasta Leonardo da Vinci, figuras humanas circunscritas en
cuadrados, círculos o pentágonos.

En la era moderna se empezó a sospechar no solo que la Tierra no era el centro


del universo, sino que el universo es de hecho infinito; o que podría existir un
número infinito de universos y, por tanto, que la geometría ya no podía representar
al universo. Y así, el laberinto pasó de unilineal a multilineal: a cada paso hay que
elegir entre dos caminos y solo uno de los dos es el correcto. Sí es posible
perderse en un laberinto multilineal. Si pudiéramos desenmarañarlo, no tendríamos
una sola línea recta, un hilo, sino más bien un árbol con un número potencialmente
infinito de ramas. Cualquier camino puede conducirnos a un callejón sin salida o a
una serie de giros y vueltas que nos alejen cada vez más de la salida. Y tampoco
es posible visualizarlo en su conjunto; lo único que podemos hacer es formar una
nueva hipótesis a cada vuelta, en lo que el matemático Pierre Rosenstiehl llamó el
“algoritmo miope”.

La situación se vuelve más compleja con una tercera forma de laberinto, el que
tiene forma de red y en el que cada punto puede conectarse con cualquier otro, lo
cual da origen a múltiples caminos. Imaginemos, por ejemplo, que viajamos de
Roma a París y en nuestro trayecto pasamos por Berlín, Budapest y Madrid.

Es imposible desenmarañar una red. A diferencia de los laberintos unilineales y


multilineales, que tienen tanto un interior como un exterior, este tipo de laberinto no
tiene nada de eso. Y puede extenderse hasta el infinito.

Hoy día tenemos el concepto de que la estructura del universo es una red. Pero la
ciencia no tiene por qué temer eso pues, si una hipótesis resulta falsa, siempre hay
otra para poner a prueba. (Muy adecuadamente, el lema de la Academia del
Cemento, una de las primeras sociedades científicas italianas, era: “prueba y
prueba otra vez”). Pero como individuos no es fácil renunciar a nuestras
convicciones. Y aun si quisiéramos, no podríamos revertir nuestro curso a través
del laberinto. La red es refractaria al paso del tiempo, pero nosotros no.

Y así, el laberinto en forma de red nos revela nuestros grandes miedos, nuestras
contradicciones internas y nuestra ilimitada capacidad de error. A fin de cuentas,
nosotros somos nuestro propio minotauro.

Los LABERINTOS de la Mente... (Artículo)


La neurociencia ha demostrado que la mente no distingue entre realidad y ficción. No
diferencia, químicamente hablando, entre lo que el cerebro puede imaginarse y lo que
es percibido a través de los sentidos. La respuesta física es, si no idéntica, muy
parecida en ambos casos. Esta circunstancia nos permite trabajar con nuestro cerebro,
llegando a ser capaces de diseñar un escenario lleno de posibilidades gracias a
herramientas psicológicas comprobadas. Pero, sin el debido entrenamiento, esta
dualidad mental se convierte en un arma de doble filo que puede acarrearnos
auténtico sufrimiento.

Ya lo decía Mark Twain en su frase célebre:

“He tenido miles de problemas en mi vida. La mayoría de ellos nunca sucedieron en


realidad.”

Y es que una percepción disfuncional puede convertir en “real” una sensación


originada en nuestra imaginación que posiblemente no ha sucedido, ni sucederá, pero
que nos atormenta de igual manera.
¿Qué sucede si entrenamos el cerebro?

Existen nuevas herramientas cuya práctica puede modificar la forma de percibir el


mundo y como consecuencia transformar las experiencias vividas, creando nuevos
recuerdos que faciliten el presente de nuestras vidas.

La PNL –Programación Neurolingüística– nace precisamente con este propósito:


ayudar a la persona a crear un pasado y presente posibilitador de cara a un futuro
repleto de opciones.

Tomar iniciativa y buscar resolver conflictos con las herramientas que conocemos
puede suponer el salto definitivo hacia esa sensación de bienestar tan anhelada…

La otra opción, la de no dar solución a los problemas, solo conllevará a incrementar el


índice de dolor por sentir que no han sido gestionados y sus consecuencias serán más
intensas y difíciles de resolver.

“La alegría de notar que podemos convivir con nuestros problemas sólo dura unos
instantes.”

Finalmente dependerá de la gestión de expectativas y de las ganas que de verdad se


tengan para realizar los cambios necesarios y convertirse en la mejor versión de uno
mismo las que nos impulsen a dar el paso definitivo, pero para ello hay que tomar
decisiones y las decisiones SIEMPRE deberían conllevar ACCIONES.

Un adecuado estado emocional puede ayudarte a lograr tus metas deseadas y


alcanzarlo puede ser tan sencillo como saber dirigir el foco de atención mediante el
entrenamiento mental.

Si esto a priori no resultara sencillo podemos comenzar por hacernos Preguntas


Poderosas que nos muestren caminos aún desconocidos, como por ejemplo:

El camino de la consciencia y agradecimiento:


-      ¿Qué áreas de tu vida no deseas cambiar porque ya estás feliz, satisfecho y agradecido?

-       ¿De qué te has dado cuenta con las respuestas que han surgido?

Todos tenemos motivos para estar felices y agradecidos en un área de la vida. Es


imprescindible que nos demos cuenta de cuáles son y seamos capaces de agradecer lo
que ya está funcionando en nuestras vidas.

El camino del descubrimiento y el foco:

-     ¿Qué primer paso puedo dar hoy para acercarme a lo que más deseo?

-       ¿Qué otras situaciones similares he encontrado en mi vida que haya resuelto


satisfactoriamente?

Dicen que tenemos una media de cincuenta mil pensamientos diarios y que
normalmente vamos en “piloto automático” por lo que acabamos pensando siempre
las mismas cosas. Tomar la decisión consciente de elegir nuestros pensamientos
tendrá como consecuencia una emoción que influirá a su vez en el resultado y como
consecuencia nos facilitará tener mejores pensamientos. Toda una espiral de
bienestar a raíz de elegir nuestros pensamientos.

Como decía Carl Jung:

"Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la


oscuridad... lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino..."

Y tú, ¿Qué eliges pensar hoy?

Adjunto

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Autor
Mónica Galán Bravo

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