Material Completo Epistemología 2019 (Paraná) PDF
Material Completo Epistemología 2019 (Paraná) PDF
Material Completo Epistemología 2019 (Paraná) PDF
Asignatura perteneciente al Tronco Común de todas las materias del primer año
de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales, sede Paraná.
Cfr. Bourdieu, Pierre (1999) Intelectuales, política y poder, Buenos Aires: Eudeba, pp. 75-110.
cada ocasión -, integral sobre la totalidad de los contenidos desarrollados durante el cursado.
Alumnos libres
Quienes no cumplan con alguno de los requisitos fijados para los alumnos regulares, podrán rendir
en condición de alumnos libres. En la instancia de evaluación final rendirán un examen (escrito o
escrito y oral según lo determine la cátedra en cada ocasión) sobre la totalidad del programa
vigente.
Alumnos vocacionales
Los alumnos vocacionales serán considerados regulares y/o libres a efectos de su evaluación,
debiendo cumplir en cada caso con los requisitos enunciados anteriormente.
.
Metodología
La metodología propuesta incluye el dictado de clases teóricas en las que se desarrollarán
los contenidos de la Materia, organizados por Unidades y los lineamientos generales de
interpretación de la bibliografía, partiendo de una presentación del tema por parte del docente e
invitando a una discusión sobre los conceptos fundamentales que interesa destacar de cada uno de
los textos. Ello proporcionará un marco general y una introducción al estado de debate de la
epistemología, a fin de permitir un abordaje y debates desde posiciones teóricas sólidamente
argumentadas. En las clases teóricas se darán los principales lineamientos y ejes de discusión para
que, en las comisiones prácticas, el alumno pueda trabajar con los conceptos teóricos en una
lectura más pormenorizada de textos seleccionados y la realización de trabajos prácticos escritos
que permita además desarrollar sus primeras prácticas de producción académica.
Objetivos
Que el alumno pueda
-Descubrir los núcleos problemáticos y plantear los interrogantes que surgen del área específica de
la Epistemología.
-Discernir el modo de proceder propio de la actividad científica, sus diferencias respecto a otras
prácticas sociales, y su vinculación a las mismas.
- Lograr una comprensión crítica de la ciencia tanto en sus aspectos estructurales, como dinámicos,
a través del análisis de sus condiciones de producción y legitimación.
-Reconocer las exigencias lógicas y las condiciones de validez del conocimiento científico,
considerando el alcance de las teorizaciones científicas y su posible evolución.
-Distinguir el modo específico de investigación, justificación y sistematización de las ciencias y
saberes teóricos vinculados con el mundo social.
Contenidos
Módulo I: La Epistemología como disciplina filosófica y su relación con el conocimiento
científico
La epistemología como disciplina filosófica y su inscripción en el ámbito de reflexión teórica. La
ciencia como objeto de análisis epistemológico. El surgimiento de la ciencia en el mundo moderno.
Bibliografía
Palma, Héctor (2008) “Presentación” en Palma, H. Filosofía de las ciencias: Temas y problemas.
UNSAM EDITA, pp. 11-15.
Thuillier, Pierre (1980) “Filosofía de la Ciencia o Epistemología” en Mardones, J.M. Filosofía de
las Ciencias Humanas y Sociales. Materiales para una fundamentación científica. Barcelona:
Anthropos, pp. 62-69.
Olivé, León (2000) “¿Qué es la ciencia?” en Olivé, L. El bien, el mal y la razón. Facetas de la
ciencia y la tecnología. México: Paidós, pp. 25-43.
Pardo, Rubén (2012) “La invención de la ciencia” (frag.) en Palma, H.; Pardo, R. Epistemología de
las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social.
Buenos Aires: Biblos, pp. 26.41.
Módulo II: Perspectivas clásicas en debate en torno a la ciencia: el problema del método, la
lógica y la relación entre teoría y observación en el conocimiento científico.
Bibliografía
Charlmers, Alan (1990) ¿Qué es esa cosa llamada Ciencia? Una valoración de la naturaleza y el
estatuto de la ciencia y sus métodos. Selección de Capítulos: “3. La observación depende de la
teoria”; “4.Introducción al falsacionismo”; “8. Las teorías como estructuras. 2. Los paradigmas de
Kuhn” México: Editorial Siglo XXI
Kuhn, Thomas (1980) “Los paradigmas científicos” en Barnes, B. y otros. Estudios sobre
Sociología de la Ciencia. Madrid: Alianza, pp. 79-102
Moulines, C. Ulises (2015) “Popper contra Kuhn”, en Dos gigantes de la filosofía de la ciencia del
siglo XX, Madrid: Batiscafo.
Palma, Héctor; Wolovelsky, Eduardo (1996) ”El inductivismo” en Palma, H. Wolovelsky, E.
Darwin y el darwinismo. Perspectivas epistemológicas: un programa de investigación. Buenos
Aires: UBA CBC, pp. 33-47.
Popper, Karl (1962) “Panoramas de algunos problemas fundamentales” en Popper, K. La lógica de
la Investigación científica. Madrid: Tecnos, pp. 27 – 47.
--------------- (1991) “1. La ciencia: conjeturas y refutaciones” en Popper, K. Conjeturas y
refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico. Barcelona: Paidós, pp. 57- 64
Gould, Stephen Jay () “12. Un dinosaurio en un pajar” en Gould, S. J. Un dinosaurio en un pajar.
Reflexiones sobre historia natural. Barcelona: Crítica, pp. 159-170.
Bibliografía
Olivé, León. (2002) “Políticas científicas y tecnológicas: guerras, ética y participación
pública” Ciencias 66, abril-junio, 36-45. [En línea]
http://www.revistaciencias.unam.mx/pt/87-revistas/revista-ciencias-66/766-politicas-cientificas-y-
tecnologicas.html
Wolovelsky, Eduardo (2007) “El siglo XX ha concluido” en Tres aventuras por el mundo del
conocimiento. Una invitación a la lectura. Buenos Aires: Ministerio de Educación, Ciencia y
Tecnología, pp. 57-70
Módulo I. La Epistemología como disciplina
filosófica y su relación con el conocimiento
científico
Presentación
Bibliografía
Palma, Héctor (2008) “Presentación” en Palma, H. Filosofía de las ciencias: Temas y problemas.
UNSAM EDITA, pp. 11-15.
Thuillier, Pierre (1980) “Filosofía de la Ciencia o Epistemología” en Mardones, J.M. Filosofía de
las Ciencias Humanas y Sociales. Materiales para una fundamentación científica. Barcelona:
Anthropos, pp. 62-69.
Olivé, León (2000) “¿Qué es la ciencia?” en Olivé, L. El bien, el mal y la razón. Facetas de la
ciencia y la tecnología. México: Paidós, pp. 25-43.
Pardo, Rubén (2012) “La invención de la ciencia” (frag.) en Palma, H.; Pardo, R. Epistemología de
las ciencias sociales. Perspectivas y problemas de las representaciones científicas de lo social.
Buenos Aires: Biblos, pp. 26- 41.
León Olivé
EL BIEN, EL MAL
YLA RAZÓN
FACETAS DE LA CIENCIA
Y DE LA TECNOLOGÍA
PAI DOS
México
Buenos Aires
Barcelona
1° edición, 2000
Reimpresión, 2004
D. R. © de la presente edición:
Universidad Nacional Autónoma de México
Coeditan Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos, UNAM,
y Editorial Paidós Mexicana, S. A.,
Rubén Darío 118,03510, col. Moderna, México, D. F.
Tel.: 5579-5922; fax: 5590-4361
Ediciones Paidós Ibérica, S. A.,
Mariano Cubí 92,08021, Barcelona
ISBN: 968-853-453-6
¿QUÉ ES LA CIENCIA?
te, ¿es neutral con respecto al conocimiento teórico que se presuponga, o de-
pende de ese conocimiento, y en su caso de qué manera? A final de cuentas,
¿qué significa observar? ¿Cómo se determina lo que es observar y lo que cuenta
como una observación en ciencia? [véase Olivé y Pérez Ransanz (comps.) 1989].
En otro orden de problemas, ¿cuál es el resultado neto de las ciencias? ¿Nos
ofrecen un conocimiento verdadero acerca de cómo es la realidad? O más bien
lo que nos ofrecen son instrumentos para manipular fenómenos del mundo tal
y como se nos aparece a los seres humanos, tal y cómo lo percibimos en fun-
ción de nuestra constitución biológica, cognitiva y tal vez cultural, pero de lo
cual no se sigue que nos ofrezca conocimiento de cómo es la realidad en sí misma.
Y si esto es así, ¿le importa a alguien, o le debería importar a alguien? Sobre
este tema regresaremos en la tercera parte del libro [véase también Olivé 1988],
Pero aun si respondiéramos a todas las preguntas que llevamos listadas, ni
siquiera así tendríamos una imagen completa de la ciencia. Para comprender
cabalmente lo que es la ciencia, además de preguntas como las anteriores, también
debemos preguntarnos cuáles son los elementos que presuponen las comuni-
dades científicas al evaluar y aceptar o rechazar teorías. Pero, ¿qué es eso de
comunidades científicas?, ¿qué son?, ¿cómo funcionan?, ¿cuál es su papel en
la generación, la aceptación, la preservación, la transmisión y el desarrollo del
conocimiento?
También deberíamos preguntamos cómo se desarrolla el conocimiento cien-
tífico. Las teorías y los métodos de las ciencias, ¿cambian a lo largo de la his-
toria?, y en caso afirmativo, ¿cómo cambian? ¿Cómo es posible que exista co-
nocimiento científico acerca de la naturaleza y de las sociedades, y qué es lo
que lo hace científico, a diferencia de conocimiento de algún otro tipo? [véase
Pérez Ransanz 1999],
§ 2. CLASES DE PROBLEMAS
Algunos problemas lógicos tienen que ver con las formas de razonamiento en
los procesos de investigación, y por consiguiente tienen que ver con los méto-
dos de las ciencias. ¿Qué tipos de razonamiento se siguen en las ciencias?: in-
ductivo, deductivo, analógico, o de algún otro tipo. ¿Cómo entran estos razo-
30 IM ÁGEN ES DE LA CIENCIA
Otro tipo de problemas son los que se llaman lógico-semánticos, por ejemplo,
la relación del significado de los términos científicos y las teorías de las que
forman parte.
Mientras que algunos términos, tales como especie o sistema, pueden apa-
recer en diferentes teorías, incluso de las ciencias sociales y de las naturales,
términos como entropía o complejo de Edipo parecen más bien pertenecer a
alguna teoría muy específica, en función de la cual adquieren su significado y
su posibilidad operativa; en estos ejemplos, se trata de la teoría termodinámi-
ca y el psicoanálisis freudiano, respectivamente.
Para utilizar una muy clara ilustración de Gilbert Ryle [ 1979, p. 99], en los
juegos de barajas existen términos que aparecen en todos los posibles juegos,
por ejemplo, los que se refieren a las cartas mismas, digamos “as de corazo-
nes”, mientras que existen ciertos términos cuyo significado depende del jue-
go en cuestión, lo mismo que la posibilidad de operar con ellos. Por ejemplo
“flor imperial” o “poker de ases” tienen un sentido claro en el caso del poker,
32 IM ÁGEN ES DE LA CIEN CIA
co tienen que ver directamente con algún modelo particular del Sol, pero sin
los cuales difícilmente podrían haberse concebido esa teoría y ese modelo, y
mucho menos ponerse a prueba [véase el artículo de Shapere en Olivé y Pérez
Ransanz (comps.) 1989].
¿Qué ocurre con términos que no son propiamente teóricos, -en el sentido de
que no forman parte de ninguna teoría científica específica, sino que parecen
ser comunes a todas las ciencias, sean naturales o sociales? Por ejemplo, tér-
minos como “teoría”, “hipótesis” , “explicación”, “prueba” , “observación”,
“corroboración”, “confirmación”.
A menudo se llama a estos términos metacientíficos no porque se los con-
sidere ajenos a la ciencia —por el contrario, son los que caracterizan lo cientí-
fico— , sino precisamente por ser comunes a todas las ciencias, al menos las
ciencias empíricas, y por tener que ser desarrollados y elaborados en un nivel
diferente del de las teorías científicas. Así pues, que sean metacientíficos quiere
decir que no son conceptos que aparecen en las teorías científicas para referir-
se al mundo que una disciplina científica particular pretende conocer, sino que
son términos que se refieren a las entidades y procesos mediante los cuales las
ciencias buscan conseguir aquel fin, el de conocer el mundo.
Estamos en el terreno del discurso sobre la ciencia, es decir, el que consti-
tuye a las ciencias como su objeto de estudio y sobre esto se plantean posicio-
nes que entran en conflicto. En ocasiones se defiende a ultranza que lo único
que hay que hacer es ciencia de las ciencias, es decir, que el análisis de las ciencias
debe ser una ciencia empírica más; otras posiciones por el contrario defienden
que el análisis de conceptos tales como “teoría”, “explicación”, “contrastación
de hipótesis o de teorías”, “observación”, “desarrollo de la ciencia o del cono-
cimiento”, etc., todo esto, corresponde propiamente al campo del análisis de
los conceptos, es decir, a la filosofía, y que esto puede hacerse sin necesidad
de entrar en los contenidos, métodos y problemas de las ciencias particulares.
Otras veces se intenta desechar posiciones como esta última alegando que
no hay tal cosa como un concepto general de teoría, porque éste no es el mis-
mo en todos los casos de las ciencias. O bien sosteniendo que la observación
en las ciencias, y más aún, lo que cuenta como observación, depende funda-
mentalmente de cada contexto, de susjnarcos conceptuales, del conocimiento
previo y de la tecnología disponibles, etc. Todo esto es correcto, pero no va en
detrimento de la actividad y la reflexión filosófica acerca de la ciencia. Por el
contrario, el desafío es entender cómo es posible que existan las ciencias si lo
anterior es verdad.
El análisis de conceptos como “teoría”, “observación”, “paradigma” y “marco
conceptual”, durante mucho tiempo se hizo sólo en un sentido sincrónico, su-
34 IM ÁGENES DE LA CIEN CIA
poniendo que tales análisis valían para todo momento de todas las ciencias.
A lo largo de la historia de la filosofía de la ciencia se han sostenido posicio-
nes como ésta, pero a partir sobre todo de los trabajos de Thomas Kuhn, desde
los años sesenta del siglo xx, las más finas e interesantes aportaciones a la fi-
losofía de la ciencia, desde las que están más preocupadas por la estructura ló-
gica de las teorías, hasta las más preocupadas por los problemas epistemoló-
gicos — por ejemplo del papel de la observación en la producción, puesta a
prueba, aceptación y en general en el desarrollo del conocimiento— hacen hin-
capié en la dimensión diacrònica de la ciencia, y parte de sus aportaciones co-
rresponde a la demostración de las maneras en que las teorías evolucionan, y
de que las nociones mismas, como la de “observación”, también cambian y se
desarrollan en función del cambio y del progreso mismo de las ciencias [véa-
se Pérez Ransanz 1999]. Todos estos conceptos y los problemas a los que se
refieren forman parte del campo de trabajo de la filosofía de la ciencia.
Los problemas de orden metodológico son, de manera general, los de los pro-
cedimientos para construir y aceptar el conocimiento dentro de cada disciplina
particular. Los métodos incluyen conjuntos de reglas que deberían aplicarse
cuando se desea obtener un fin específico, o un grupo de fines determinados.
En general las reglas indican el tipo de acciones que se deben seguir para
obtener los fines deseados. Las reglas pueden variar en cuanto a nivel de ge-
neralidad. Así, pueden ser de lo más general, por ejemplo reglas que indiquen
que los científicos deben proponer hipótesis que no sean ad hoc, es decir, que
no sólo expliquen los fenómenos a partir de los cuales se postulan esas hipó-
tesis, sino que expliquen también otros fenómenos, y más aún que sean capa-
ces de predecir y explicar fenómenos novedosos. Otro tipo de regla general, de
acuerdo con una metodología muy famosa y discutida, es la que indica que los
científicos deben proponer únicamente hipótesis en relación con las cuales puedan
especificarse las condiciones empíricas en las cuales esas hipótesis quedarían
falsadas, es decir, las condiciones en las cuales los científicos podrían decidir
que la o las hipótesis del caso son falsas y por consiguiente que deberían ser
desechadas. Esta propuesta fue defendida vigorosamente por Karl Popper [véase
Popper 1962], Por otra parte, cada disciplina tiene sus reglas particulares para
obtener los fines que le son propios.
Quienes creen que existen reglas generales pretenden que éstas tienen vali-
dez para cualquier cosa que quiera llamarse ciencia, y formarían entonces parte
de lo que caracterizaría a la ciencia. Por consiguiente, tendríamos que incluir
¿Q U É ES LA C IE N C IA ? 35
este tipo de cosas en nuestra lista para la gran respuesta final acerca de qué es
la ciencia.
Pero aquí surge un problema, derivado especialmente de los análisis de la
dinámica de la ciencia, los cuales tratan de entender la forma en la que la cien-
cia se ha desarrollado, para lo cual atienden no sólo la dinámica de las estruc-
turas conceptuales de la ciencia — como las teorías— , sino también su estruc-
tura social — dado que la ciencia es una empresa colectiva— y la manera en la
que la ciencia afecta y es afectada por su entorno social. Estos análisis — que
han avanzado mucho en los últimos treinta años— sugieren que no existe nin-
gún cuerpo de reglas metodológicas que se haya preservado a lo largo de todo
el desarrollo de la ciencia. Esto va en contra de la idea de recopilar las reglas
que constituirían el método científico. Pero esto no significa que para enten-
der lo que es la ciencia no tengamos que analizar problemas metodológicos.
Lo único que podemos concluir es que no hay tal cosa como el método cientí-
fico, válido para toda época de la historia de la ciencia. Volveremos sobre este
tema en el siguiente capítulo.
Los métodos en las ciencias están orientados a obtener ciertos fines específi-
cos. Para no complicar demasiado las cosas por ahora, digamos que el fin ge-
neral es obtener conocimiento genuino acerca del mundo. Tal vez esto podría
decirse con respecto a todas las ciencias, incluyendo las naturales y las socia-
les. Pero de inmediato surge la pregunta: ¿Y qué es eso de “conocimiento ge-
nuino acerca del mundo”? Con esto entramos de lleno en un problema episte-
mológico. Más aún, se trata de el problema epistemológico por excelencia: el
de la naturaleza del conocimiento, en particular del conocimiento científico.
Una de las funciones más importantes de los métodos en las ciencias es la
discriminación entre las buenas actividades científicas y las malas, y entre los
buenos conocimientos científicos y los malos. Esto se hace con base en crite-
rios propios de cada disciplina científica. Son criterios que aprenden los estu-
diantes en su formación como científicos, y son los propios científicos los que los
aplican. Pero podemos preguntar de manera legítima, ¿qué significa que cier-
tos conocimientos sean clasificados como buenos por los criterios pertinentes?
En otras palabras, ¿por qué la aplicación de los criterios internos de cada dis-
ciplina científica ofrece bases para considerar que los resultados que se obtie-
nen son auténticos conocimientos? ¿Por qué cierta pretensión de tener genui-
no conocimiento, sostenida por una persona o por alguna comunidad — sea en
el pasado o en el presente— es o no es correcta? Para responder a esto deberá
36 IM ÁGENES DE LA CIEN CIA
darse una explicación de por qué la clasificación entre buenos y malos cono-
cimientos es correcta. Pero ¿qué significa que esa clasificación sea correcta?
¿Por qué son buenos los procedimientos y los criterios para distinguir entre
buenas y malas pretensiones en cada disciplina? ¿Por qué confiar en ellos?
El problema entonces se traslada a la corrección de los criterios que exis-
ten y se aplican en cada ciencia. Esto significa mostrar que esos criterios son
genuinos criterios epistémicos, o sea que conducen a auténtico conocimiento.
Debe haber algo más en un trabajo que el solo hecho de recibir muchas ci-
tas, que lo hace un buen trabajo, y sobre todo que hace que tengamos la creen-
cia de que dice algo verdadero acerca del mundo. Eso es lo que se decide con
base en criterios epistemológicos, los cuales aseguran el carácter de conocimiento
de ciertas creencias. Y si bien dichos criterios no son inmutables, no por eso
son menos existentes en cada época, ni menos efectivos. Al identificarlos, elu-
cidarlos, y al explicar por qué funcionan como funcionan, seguimos avanzan-
do en la respuesta a nuestra formidable pregunta inicial.
Sin embargo, el problema se complica, pues si bien por un lado es preciso
identificar y explicar por qué funcionan como funcionan los genuinos criterios
epistémicos, también es necesario enfrentar el desafío de la historia y de la
sociología de la ciencia cuando señalan muchas controversias científicas don-
de las diversas partes presuponen criterios diferentes para decidir sobre la ca-
lidad del trabajo, sobre su importancia, sobre su carácter científico, e incluso
sobre su verdad.
Pero volvemos a enfrentar el problema: y esos criterios para decidir sobre
la calidad, en particular sobre la cientificidad de un trabajo, ¿cuáles son?, y ¿cuál
es su status? Si en todas las disciplinas pueden señalarse controversias que
presuponen criterios divergentes, ¿es posible entonces considerar que existen
criterios decisivos y confiables para juzgar la calidad y la cientificidad de una
investigación?
El análisis de muchas controversias científicas, y del desarrollo de las dife-
rentes disciplinas científicas, sugiere que no existe un único conjunto incon-
trovertible de criterios, ya no digamos a lo largo de la historia de la ciencia, sino
ni siquiera en un momento determinado.
Al juzgar una investigación y sus resultados no sólo se busca determinar si
dice algo verdadero acerca del mundo, sino si lo que dice no es trivial, y ade-
más qué tan importante es. Pero el juicio acerca de si es o no trivial, y sobre su
, importancia, como lo sugieren los análisis del desarrollo científico, no se ha hecho
a lo largo de la historia con los mismos criterios.
V En suma, en el terreno propiamente epistemológico se encuentran proble-
mas como los siguientes: ¿cuáles son los fines de la investigación científica?
¿Acaso la búsqueda de la verdad? ¿Dice el conocimiento científico algo ver-
¿Q U É ES LA C IE N C IA ? 37
dadero acerca del mundo? ¿Es realmente, como dicen, un conocimiento obje-
tivo? ¿Hay otros valores, además del de la verdad, que intervienen en la inves-
tigación científica? O, como sostienen algunos filósofos, ¿la verdad ni siquie-
ra desempeña un papel en ella? Para responder todo esto, debemos tener claro
qué significan los términos “objetividad” y “verdad”, y analizar el papel de los
valores en las diferentes disciplinas científicas. Todo esto no se analiza en la
ciencia, sino desde fuera, desde la perspectiva de esa otra disciplina que es
la filosofía. Por eso, para entender lo que es la ciencia es necesaria la filoso-
fía. Trataremos estos problemas en la tercera parte del libro.
He estado dando por hecho algo que tal vez es comúnmente aceptado hoy en
día, pero que difícilmente lo era hace treinta años. En realidad esto ha sido una
consecuencia del importante trabajo sobre el desarrollo de la ciencia impulsa-
do hace cuatro décadas por Thomas Kuhn, y de aquí la enorme importancia de
su trabajo.
Kuhn ofreció una base sólida para sostener que las concepciones científi-
cas del mundo, las teorías, los métodos de investigación y de prueba, y en ge-
neral los criterios para la evaluación y aceptación de conocimientos científi-
cos en las ciencias empíricas y en las formales, no siempre han sido los mismos.
Su trabajo permitió sostener con amplios fundamentos que el desarrollo de la
ciencia a lo largo de su historia no consiste en la mera acumulación de cono-
cimientos, teorías o métodos. Pero la obra de Kuhn también mostró cómo, a pesar
de todo esto, es posible hablar de progreso científico.
¿Cómo y por qué cambian las concepciones científicas acerca del mundo?
¿Qué es lo que cambia: sólo los conocimientos sustantivos, o también cambian
creencias previas que no dependen directamente de resultados observaciona-
les y experimentales, y acaso cambian también las normas y los valpres, así como
los fines que se plantean en la investigación científica? ¿Cómo y por qué ocu-
rren esos cambios? Esos cambios, y en general el proceso de desarrollo cien-
tífico, ¿pueden considerarse racionales?; en caso afirmativo, ¿qué se quiere decir
por “racional”?, e ¿implica eso un verdadero progreso en la ciencia?
La idea de los cambios de las concepciones científicas del mundo parece estar
fuera de duda hoy en día. Pero por otra parte está bien establecida la creencia
en que las ciencias han avanzado y se encuentran en un proceso de continuo
progreso. A primera vista, por lo menos, se sabe más acerca del mundo, se ha
38 IM ÁGEN ES DE LA CIEN CIA
Cualquiera que sea la respuesta, es claro que para entender lo que es la ciencia
debemos comprender cómo es que se forman y se organizan distintos grupos
de investigación, cómo se relacionan y se comunican entre sí, cuál es la estructura
social de los mismos grupos. Cómo afecta la competencia a los diferentes gru-
pos, cuál es el papel de la colaboración — entre individuos, entre grupos y en-
tre instituciones— en la ciencia. Pero también se debe entender hasta dónde la
necesidad de originalidad, por ejemplo, milita en contra del supuesto común
de que la ciencia es búsqueda cooperativa y desinteresada del conocimiento, y
establece competencias fuertes entre individuos y grupos, y cuáles son sus con-
secuencias.
Hemos mencionado varios de los problemas que deberían abordarse para res-
ponder qué es la ciencia. Hemos insistido en que hay al menos dos tipos de
respuesta válidas. Una es desde dentro de la ciencia, y corresponde a la ima-
gen científica de la ciencia. La imagen que los científicos tienen de sus tareas,
de sus actividades y prácticas, de sus instituciones y de los fines que persiguen, de
los medios que utilizan para obtenerlos y de sus resultados.
Pero otra respuesta necesariamente viene desde fuera de la ciencia. ¿Por qué
lo que producen los científicos es verdadero conocimiento, o por qué la cien-
cia progresa aunque constantemente se revisen y desechen las concepciones
antiguas, al grado de que prácticamente todo el andamiaje conceptual de las
ciencias ha cambiado varias veces a lo largo de su historia? ¿Hay necesariamente
compromisos éticos dentro de la investigación científica, o es ésta neutra con
respecto al bien y al mal, y los problemas éticos surgen sólo cuando se trata de
hacer aplicaciones de los conocimientos científicos? Todas éstas son cuestio-
nes que, como he sugerido, la ciencia misma no puede responder, sino que deben
abordarse desde la perspectiva de otras disciplinas, principalmente la filoso-
fía, la historia y la sociología de la ciencia, las cuales construyen la imagen f i -
losófica de la ciencia.
Estas disciplinas se preocupan por dar cuenta de las condiciones necesarias
para que surja y se desarrolle la ciencia. Se preocupan por responder a la pre-
gunta de cómo es posible que se obtenga, cuando se logra, un genuino conoci-
miento acerca del mundo natural y social. También se preocupan por entender
¿Q U É ES LA C IE N C IA ? 43
los fines de la investigación científica, y por qué las investigaciones tienen que
desarrollarse de la manera en que se desarrollan, con sus marcos conceptuales
formados por conocimientos sustantivos, por normas y valores, y por qué la
ciencia ha tomado las formas de organización social que ha tomado, cómo es
que cambia y, tal vez, hasta progresa. Pero además estas disciplinas proporcionan
elementos para entender las consecuencias de la ciencia y de la tecnología, y
ofrecen orientaciones sobre qué actitudes morales es correcto tomar frente a
ellas, tanto dentro de la ciencia como fuera de ella.
Las dos imágenes son imprescindibles para responder a la pregunta “¿Qué
es la ciencia?” Pero todavía hay una tercera imagen de la cienciá y de la tec-
nología. Se trata de la imagen pública de ellas. Esta imagen se forma en gran
medida por la labor profesional de los medios de comunicación, y en particular
por los medios de comunicación de la ciencia que se han desarrollado en las
últimas décadas. ¿Cuál es la relación de esta imagen con las otras dos? ¿Cuál
es el papel de los científicos y de los tecnólogos mismos, y cuál el de los filó-
sofos de la ciencia y de la tecnología, en la formación de esta imagen? ¿Qué
tan importante es esta imagen? Por ejemplo, yo como ciudadano, ¿cómo pue-
do decidir si debo votar por el candidato que propone utilizar una buena parte
de los impuestos, a los que yo tengo que contribuir, para incrementar la inves-
tigación científica y la educación científica y tecnológica, o si debo votar por
el candidato que sostiene que la ciencia y la tecnología son malas de por sí?
Como ciudadano sólo puedo tomar una decisión responsable si entiendo, al
menos en cierto nivel, qué es la ciencia y qué es la tecnología. Y la forma en
la que yo entienda eso depende de las tres imágenes de la ciencia y de la tec-
nología de las que hemos hablado: la que se deriva de los propios científicos
y tecnólogos, la que produce la filosofía de la ciencia y de la tecnología y la
imagen pública de ellas, formada en gran parte por la comunicación de la ciencia
y de la tecnología.
En los capítulos siguientes hablaremos de varias facetas de la ciencia y de
la tecnología y de sus relaciones con estas tres imágenes. Principalmente ana-
lizaremos algunos aspectos de la imagen filosófica de la ciencia y de la tecno-
logía, sobre todo los de tipo epistemológico y los de tipo ético. Discutiremos
la concepción de racionalidad que es necesaria para comprender el cambio y
el progreso en la ciencia, por una parte, y los problemas éticos, por la otra.
Comenzaremos con.el análisis de algunos problemas de la imagen pública de
la ciencia y de su relación con la imagen filosófica.
Módulo II. Perspectivas clásicas en debate
en torno a la ciencia.
Presentación
Los textos de la segunda unidad abordan la problemática del método y la lógica de la ciencia,
partiendo de la perspectiva denominada “inductivista” (en “El inductivismo”, de H. Palma y E.
Wolovelsky), cercana, como afirma Chalmers en el segundo texto de la unidad (“3. La observación
depende de la teoría”), a una concepción convencional sobre la ciencia que será puesta en cuestión.
Las principales críticas al inductivismo – en el mencionado artículo de Chalmers - versarán sobre la
concepción de “observación”, los “enunciados observacionales” y su relación con la teoría.
A continuación, se introduce la figura de K. Popper (en el siguiente artículo de Chalmers, “4.
Introducción al falsacionismo” y en los sucesivos textos del propio Popper, “Panoramas de algunos
problemas fundamentales” y “1. La ciencia: conjeturas y refutaciones”) que plantea el problema
lógico en el razonamiento inductivo, objetando de pleno cualquier intento inductivista de justificar
una teoría general a través de los datos de la experiencia. Por el contrario, Popper reconstruirá una
versión hipotético-deductiva de la estructura general de la ciencia, aunque su principal contribución
reside en acuñar el término “falsacionismo” para caracterizar un nuevo enfoque sobre la ciencia y
un criterio de demarcación contrapuesto al inductivismo.
Posteriormente, presentamos a Thomas Kuhn (a través del texto de Chalmers, “8. Las teorías como
estructuras. Los paradigmas de Kuhn” y del propio Kuhn, “Los paradigmas científicos”), cuyo
enfoque confronta particularmente con la perspectiva de Popper (y, naturalmente, también con el
inductivismo). La novedad reside principalmente en su perspectiva histórica y a la vez global
acerca de la ciencia, para la cual los términos “paradigmas” y “revolución científicas” serán los ejes
que intentan proporcionar una imagen más adecuada de la ciencia. Según sostiene Moulines (en
“Popper contra Kuhn”), Popper y Kuhn representarán dos enfoques ya clásicos y su controversia
impactará decididamente en la Filosofía de la Ciencia desde la segunda mitad del siglo XX hasta la
actualidad.
Por último, cerraremos la unidad 3, con un escrito de Stephan Jay Gould (“Un dinosaurio en el
pajar”) para aludir a ejemplos concretos que puedan ilustrar la problemática de la carga teórica en
la observación. En ese sentido, Gould hace referencia al “mito de la percepción pura”, entre los
propios científicos, que supone una mente liberada de ideas preconcebidas para dar directamente
con lo que la naturaleza efectivamente es, sin condicionamientos ni obstáculos. Lejos de ello, este
autor esgrime una frase de Charles Darwin: “toda observación debe hacerse a favor o en contra de
determinada hipótesis, si es que ha de servir para alguna cosa” que orientará su argumentación en
contra de aquel mito.
En efecto, Gould compara a las teorías científicas con “camisas de fuerza” que encauzan ciertas
observaciones favorables y evita aquellas que potencialmente las contradiga. Pues son los marcos
conceptuales previos, las teorías e hipótesis aventuradas las que nos permite organizar la
observación, obtener datos, pruebas, evidencias a favor y en contra; a su vez, una nueva teoría
puede abrir un nuevo mundo para escrudiñar, nuevas técnicas de rastreo, etc.
En el caso puntual de la paleontología moderna, de la que se ocupa Gould, en ocasiones la tesis
gradualista – predominante en principio por influencia del darwinismo –operaba como una poderosa
premisa para leer determinados registros y explicar las extinciones masivas, hasta que una nueva
teoría– comandada por Luis y Walter Álvarez – irrumpe con una propuesta explicativa diferente
(esto es, la extinción repentina provocada por un impacto extraterrestre y no por una
transformación gradual) que suscitó primero encendidas controversias aunque paulatinamente fue
ganando adeptos, sorteando las objeciones e incrementando las evidencias a su favor, inspirando
nuevas investigaciones en busca de confirmaciones o, incluso, en algunos casos, para intentar
derribarla.
De esa manera, se cierra un recorrido a través de los textos propuestos por la unidad 2 que no solo
pretende mostrar algunas perspectivas ya clásicas sobre la ciencia en el siglo XX, sino también una
revisión crítica de cierta mirada convencional sobre la ciencia en lo que hace a sus fundamentos
teóricos y empíricos.
Bibliografía
Charlmers, Alan (1990) ¿Qué es esa cosa llamada Ciencia? Una valoración de la naturaleza y el
estatuto de la ciencia y sus métodos. Selección de Capítulos: “3. La observación depende de la
teoria”; “4.Introducción al falsacionismo”; “8. Las teorías como estructuras. 2. Los paradigmas de
Kuhn” México: Editorial Siglo XXI
Kuhn, Thomas (1980) “Los paradigmas científicos” en Barnes, B. y otros. Estudios sobre
Sociología de la Ciencia. Madrid: Alianza, pp. 79-102
Moulines, C. Ulises (2015) “Popper contra Kuhn”, en Dos gigantes de la filosofía de la ciencia del
siglo XX, Madrid: Batiscafo.
Palma, Héctor; Wolovelsky, Eduardo (1996) ”El inductivismo” en Palma, H. Wolovelsky, E.
Darwin y el darwinismo. Perspectivas epistemológicas: un programa de investigación. Buenos
Aires: UBA CBC, pp. 33-47.
Popper, Karl (1962) “Panoramas de algunos problemas fundamentales” en Popper, K. La lógica de
la Investigación científica. Madrid: Tecnos, pp. 27 – 47.
--------------- (1991) “1. La ciencia: conjeturas y refutaciones” en Popper, K. Conjeturas y
refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico. Barcelona: Paidós, pp. 57- 64
Gould, Stephen Jay () “12. Un dinosaurio en un pajar” en Gould, S. J. Un dinosaurio en un pajar.
Reflexiones sobre historia natural. Barcelona: Crítica, pp. 159-170.
Popper y Kuhn
Dos gigantes de la filosof•a
de la ciencia del siglo xx
C. Ulises M oulines
Popper contra Kuhn
Ha aprendido una t•cnica que puede aplicarse sin preguntarse por qu•
puede aplicarse.
luego que los cient•ficos se apeguen a ella; hay que proceder a la inversa:
extraer un concepto viable de racionalidad del examen de la verdadera
pr•ctica de la investigaci•n cient•fica, la cual, a fin de cuentas, represen•
ta la empresa m•s exitosa de la historia de la Humanidad.
Por supuesto no es la primera vez en la historia de la filosof•a, y ni
siquiera de la filosof•a de la ciencia, que estallan pol•micas tan acalora•
das. Y parte de la acritud en el caso que nos ocupa es probablemente
debida a la idiosincrasia personal de Popper, quien nunca toler• desv•os
de lo que consideraba ser el •nico camino recto (el suyo, naturalmente).
No obstante, aparte de estas facetas personales de la pol•mica, para
ser justos, debemos tomar en cuenta que, en un nivel m•s profundo,
m•s conceptual, hay razones de peso para las divergencias radicales en•
tre Popper y Kuhn. Estas se retrotraen, en •ltima instancia, a dos con•
cepciones muy diferentes de la naturaleza y la forma de funcionar de
las unidades b•sicas de la ciencia, es decir, las teor•as cient•ficas. Para
Popper, como para los positivistas l•gicos y tantos otros fil•sofos de
la ciencia, una teor•a cient•fica es, estructuralmente, algo muy sencillo: -
un conjunto de principios fundamentales, o axiomas, de los que se de•
ducen ciertas consecuencias l•gicas que se contrastan posteriormente
con la experiencia, y esa contrastaci•n, o sale bien, o sale mal, pero no
hay nada intermedio entre esas dos posibilidades. Para Kuhn, en cam•
bio, las unidades b•sicas de la ciencia representan un tipo de estructura
conceptual mucho m•s complicado, y que funciona tambi•n de manera
mucho m•s complicada. Ahora bien, lo cierto es que a Kuhn se le difi•
cult• mucho precisar sus nuevas ideas de modo que fueran digeribles
para la comunidad de los fil•sofos de la ciencia. Ha habido al menos
dos intentos sistem•ticos para precisar y modificar adecuadamente las
ideas kuhnianas con el fin de hacerlas m•s comprensibles y aceptables.
Uno de ellos es el de Lakatos, el otro el del estructuralismo metate•rico.
A ambos nos referiremos a continuaci•n.
Un dinosaurio en un pajar
Reflexiones sobre historia natural
«V
Traducción castellan a de
Joandoménec Ros
«o
0
1
V>*
es
-sr
U
»—i
r t-
S>
ir Crítica
-vT G rijalbo M on d adori
B arcelon a
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
Título original:
DIN O SA U R IN A HAYSTACK
Reflections in Natural History
Hace treinta años se hablaba mucho de que los geólogos sólo debían ob-
servar y no teorizar; y recuerdo muy bien a alguien que decía que a este paso
un hombre bien podría ir a un cascajar y contar los guijarros y describir sus co-
lores. ¡Qué raro es que nadie vea que toda observación debe hacerse a favor o
en contra de determinada hipótesis, si es que ha de servir para alguna cosa!
pótesis, como dijo Darwin) cuando el mundo parece actuar de manera con-
traria.
Este tema darwiniano de la interacción necesaria entre la teoría y la
observación está obteniendo un fuerte apoyo de la «participación» normal de
un científico sobre el valor de las teorías originales. Ciertamente, las quere-
mos por las «grandes» razones usuales: porque cambian nuestra interpreta-
ción del mundo y nos llevan a ordenar las cosas de manera distinta. Pero pre-
gúntese a cualquier científico en activo y se obtendrá seguramente una
respuesta primaria diferente; porque estamos demasiado ocupados con los
detalles y los ritmos de nuestro trabajo cotidiano para pensar con mucha fre-
cuencia en los temas esenciales. Amamos las teorías originales porque sugie-
ren maneras nuevas, diferentes y tratables de efectuar observaciones. Al
plantear preguntas diferentes, las teorías nuevas expanden nuestro rango de
actividad diaria. Las teorías nos impelen a buscar nueva información que se
hace relevante sólo como datos «a favor o en contra» de una idea caliente.
Los datos adjudican la teoría, pero la teoría también guía e inspira los datos.
Tanto Kant como Darwin tenían razón.
Hago mención de esta cita que entre todas es mi favorita porque mi pro-
fesión, la paleontología, ha sido testigo recientemente de uno de tales mag-
níficos ejemplos de teoría confirmada por datos que nadie pensó nunca en
recopilar antes que la misma teoría necesitara una prueba. (Por favor, ad-
viértase la diferencia fundamental entre necesitar una prueba y garantizar el
resultado. La prueba podría perfectamente haber fallado, con lo que se con-
denaba la teoría. Las buenas teorías invitan a un desafío, pero no prejuician
el resultado. En este caso, la prueba tuvo éxito dos veces, y la teoría ha ga-
nado robustez.) Irónicamente, esta nueva teoría en concreto habría sido ana-
tema para el propio Darwin, pero estoy seguro de que este hombre tan ge-
nial y tan generoso habría tomado sus grumos inmediatos a cambio de un
ejemplo tan bueno de su generalidad acerca de la teoría y la observación, y
por lo apasionante que es cualquier idea tan llena de implicaciones jugosas.
Sabemos desde el alba de la paleontología moderna que en cortos espa-
cios de tiempo geológico se dan extinciones de porcentajes sustanciales de la
vida: hasta el 96 por 100 de las especies de invertebrados marinos en el abue-
lito de todos estos acontecimientos, la catástrofe de finales del Pérmico, hace
unos 225 millones de años. Estas «extinciones en masa» se explicaban origi-
nalmente, de una manera literal y con un cierto sentido común, como pro-
ducto de acontecimientos catastróficos, y por lo tanto absolutamente inespe-
rados. A medida que la idea de Darwin de la evolución gradualista sustituyó
a este primitivo catastrofismo, los paleontólogos intentaron mitigar la evi-
dencia de las mortandades masivas con una lectura más acorde con la prefe-
rencia de Darwin por lo lento y lo uniforme. No se negaban los períodos de
extinción acrecentada (imposible ante tal evidencia), pero se reinterpretaban
como más extendidos en el tiempo y de efecto menos intenso, es decir, como
intensificaciones de los procesos ordinarios, y no como imposiciones de ca-
tástrofes verdaderas y raras.
162 Un dinosaurio en un pajar
res marinos, y los coleccionistas han apreciado siempre sus hermosas conchas
fósiles. Surgieron en tiempos del Paleozoico medio y casi se extinguieron en
dos ocasiones anteriores: en otras dos extinciones en masa al final del perío-
do Pérmico y al final del Triásico. Pero en cada ocasión una o dos estirpes
habían pasado a duras penas. Sin embargo, en la frontera Cretácico-Terciario
todos los linajes sucumbieron y, citando a Wordsworth en otro contexto, allí
«llegó a su fin una gloria de la Tierra».*
Mi amigo y colega Peter Ward, paleontólogo de la Universidad de Was-
hington, es uno de los expertos mundiales en la extinción de los ammonites,
y un hombre enérgico y comprometido que adora el trabajo de campo y nun-
ca podría ser acusado de pereza en el afloramiento. Peter no se preocupó de-
masiado por Álvarez al principio, en gran parte debido a que sus ammonites
parecían desvanecerse gradualmente y desaparecer por completo a unos diez
metros por debajo del límite en su yacimiento favorito, los acantilados de Zu-
maya en el golfo de Vizcaya, en el País Vasco. En 1983, Peter escribió un ar-
tículo para Scientific A m erican titulado «La extinción de los ammonites». Ex-
plicó su oposición a la teoría de Álvarez, entonces tan nueva y controvertida,
al menos como una explicación para la muerte de los ammonites:
Pero Peter, que es uno de los hombres más listos y honorables que co-
nozco, también reconocía los límites de tal «evidencia negativa». Una con-
clusión basada en no encontrar algo proporciona la gran virtud de una refu-
tación potencial inequívoca. Peter escribió: «Esta evidencia es negativa y
podría ser trastocada por el hallazgo de un único nuevo ejemplar de ammo-
nites».
Sin la hipótesis del impacto, Peter no habría tenido razón alguna para
buscar en estos diez metros superiores con mayor atención. Se suponía que
las extinciones eran graduales, y diez metros de ammonites ausentes tenían
perfecto sentido, de manera que ¿por qué buscar más? Pero la hipótesis del
impacto, con su clara predicción de la supervivencia de los ammonites hasta
la misma frontera, exigía un escrutinio más intenso del pajar de diez metros.
En 1986, Peter todavía estaba espiando la desaparición secuencial: «Los am-
monites ... parecen haberse extinguido en esta cuenca mucho antes de la
frontera K/T [Cretácico-Terciario], lo que apoya una visión más gradualista
de las extinciones K/T».
Pero Peter y sus colegas de campo, inspirados por Álvarez (aunque sólo
fuera por la esperanza de refutar la hipótesis del impacto), trabajaron en
todo el pajar. «La parte que quedaba de la sección del Cretácico estaba bien
expuesta y en ella se buscó y se muestre enérgicamente.» Por último, a fina-
les de 1986, encontraron un solo espécimen a sólo un metro bajo la frontera.
El fósil estaba aplastado, y no podían estar seguros de si era un ammonites o
un nautiloideo, pero este ejemplar proclamaba la necesidad de una búsque-
da todavía más cuidadosa. (Puesto que los nautiloideos sobrevivieron obvia-
mente a la extinción —el nautilo vive todavía en la actualidad—, un fósil de
nautiloideo en la misma frontera no hubiera causado ninguna sorpresa.)
Peter comenzó una búsqueda mucho más intensa en 1987, y empezaron
a aparecer ammonites; la mayoría eran ejemplares asquerosos, y muy raros,
pero estaban claramente presentes hasta la misma frontera. Peter escribió en
un libro publicado a principios de 1992: «Finalmente, en un día lluvioso, en-
contré el fragmento de un ammonites a centímetros de la capa de arcilla que
marca la frontera. Lentamente, a lo largo de los años, se encontraron varios
más en los niveles más altos de los estratos cretácicos de Zumaya. Después
de todo, parecía que los ammonites habían estado presentes cuando llegó el
Armagedón».
Entonces Peter dio el siguiente paso obvio: buscar en otros lugares. Zu-
maya contenía ammonites hasta el final, pero no de forma copiosa, quizá por
razones de hábitat local más que de abundancia global. Peter había buscado
en secciones al oeste de Zumaya y no encontró ammonites del Cretácico más
tardío (otra razón para su primera aceptación de la extinción gradual). Pero
ahora extendió su campo de trabajo hacia el este, hacia la frontera de Espa-
ña y Francia. (De nuevo, estas secciones orientales eran conocidas y siempre
habían estado disponibles para el estudio, pero Peter necesitaba el impulso
de Álvarez para plantear las preguntas adecuadas y para desarrollar la nece-
sidad de hacer estas observaciones ulteriores.) Peter .estudió dos nuevas sec-
ciones, en Hendaya, en la frontera hispano-francesa, y directamente en las
playas elitistas de Biarritz, en Francia. Allí encontró numerosos y abundan-
tes ammonites justo debajo de la línea divisoria de la gran extinción. En su
libro de 1992 escribe:
A los profesionales nos pueden interesar mucho los ammonites, pero los
dinosaurios encienden la imaginación popular. Por lo tanto, no ha habido ar-
gumento contra Álvarez que haya sido más destacable, o más persuasivo, que
la afirmación persistente de la mayoría (aunque no todos) los especialistas en
dinosaurios de que las grandes bestias, con la posible excepción de uno o dos
rezagados, se habían extinguido mucho antes del supuesto impacto.
Recuerdo muy bien a los hombres de los dinosaurios presentando su su-
puesta pistola humeante de un «vacío de tres metros»: los estratos impro-
168 Un dinosaurio en un pajar
Debido a que no hay ningún cambio significativo entre los tercios inferior,
medio y superior de la formación, rechazamos la hipótesis de que la fracción
del ecosistema constituida por los dinosaurios se hubiera estado deteriorando
durante la parte final del Cretácico. Estos hallazgos son consistentes con un pa-
norama de extinción abrupta.
El lector siempre puede decir: «¿Y qué? T. S. Eliot estaba equivocado; al-
gunos mundos, al menos, terminan con una detonación, no con un lloriqueo».
Pero una tal distinción supone toda la diferencia, porque los estallidos y los
gimoteos tienen consecuencias muy dispares. Peter Ward plantea adecuada-
mente el tema en su afirmación final sobre la desaparición no necesaria de
los ammonites:
Su historia fue de una adaptación tan insólita e inteligente que debían ha-
ber sobrevivido, en algún lugar, a gran profundidad. Los nautiloideos lo hicie-
ron. Estoy convencido de que los ammonites lo habrían hecho, si no hubiera
sido por la catástrofe que cambió las reglas hace 66 millones de años. En su lar-
ga historia sobrevivieron a todo lo demás que la Tierra les lanzó. Quizá fue
algo del espacio exterior, no de la Tierra, lo que finalmente los abatió.
Bibliografía
Olivé, León. (2002) “Políticas científicas y tecnológicas: guerras, ética y participación
pública” Ciencias 66, abril-junio, 36-45.
Wolovelsky, Eduardo (2007) “El siglo XX ha concluido” en Tres aventuras por el mundo del
conocimiento. Una invitación a la lectura. Buenos Aires: Ministerio de Educación, Ciencia y
Tecnología, pp. 57-70
Ciencia
El siglo XX ha concluido
Eduardo Wolovelsky
La ciencia como una fuerza que, en sinergia con otras acciones humanas, es capaz de
modelar aspectos importantes de nuestra forma de ver y nuestra manera de actuar en el
mundo, obliga a un debate que no puede quedar encerrado dentro de los muros virtuales
definidos por la academia. El biólogo francés Henri Atlan lo planteó en su obra Cuestiones
Vitales:
Otro de los autores que lo expresó con particular convicción fue Carl Sagan quien,
coherente con sus ideas, realizó importantes esfuerzos por lograr que la mayor cantidad
posible de personas pudiese acceder al fascinante y comprometido mundo de la ciencia.
Afirma el autor de Cosmos que “adquirir el conocimiento y el saber necesarios para
comprender las revelaciones científicas del siglo XX será el reto más profundo del siglo
XXI”3
Pero el acceso al conocimiento científico por parte de la población parece ser una de
las tareas más difíciles de lograr. En primer orden, porque en el término ciencia conviven
varias concepciones diferentes y porque las teorías científicas son complejas y en general
difíciles de comprender; en segundo orden, porque las ideas científicas pueden afectar de
tal manera a las tradiciones que se las rechaza por el riesgo de perder el andamiaje
simbólico que le da sentido a nuestras vidas.
Los problemas aquí enunciados forman lo que denominaremos El dilema de Born. Fue
este físico quien lo explicitó con mayor dramatismo en un texto publicado en 1965 en el
Bulletin of atomic scientist.
El dilema de Born
Max Born nació en Breslau en 1882. Aunque de joven no mostró particular predilección
por los temas científicos, su paso por las universidades de Breslau y, particularmente, de
Gottinga, cristalizaron en él una verdadera pasión por la ciencia. En 1907 se doctoró en
Física. Trabajó en diferentes universidades alemanas hasta que, en 1933 y con el
1
Ziman, J., (1978), trad. cast.: La credibilidad de la ciencia, (Trad.: Eulalia Pérez Sedeño Madrid),
Alianza,1981, p. 13.
2
Atlan, H., (1994), trad cast.: Cuestiones Vitales, (Trad.: Marc Noy), Barcelona, Tusquets,1997, p. 13.
3
Sagan, C., (1997), trad cast.: Miles de millones, (Trad.: Guillermo Solana), Barcelona, Ediciones B,1998,
p.278.
ascenso del nazismo al poder, tuvo que abandonar Alemania. Ingresó como profesor en
las universidades de Cambridge y de Edimburgo. En 1939 adoptó la nacionalidad
británica. Sus principales contribuciones científicas se ubican en el campo del estudio de
la estructura atómica. Born asumió un compromiso político activo en la causa por la paz,
en ese sentido escribió uno de los más notables libros de divulgación científica que
bellamente tituló El universo inquieto.
Unos años antes de su muerte, ocurrida en 1970, Max Born escribió una emotiva
reflexión en torno a la ciencia. Se podría deducir de ese escrito una profunda desilusión
respecto a la posibilidad de que la ciencia alguna vez forme parte del interés de la
mayoría de los seres humanos y se transforme así de manera definitiva en una fuerza
positiva en la construcción de una sociedad que aspira a ser más equitativa. Sin duda es
un texto áspero y posiblemente injusto, pero es una buena base para iniciar un juego de
reflexión y crítica que nos permita comprender qué es la ciencia y resignificar el valor de
hacer masivo el acceso al conocimiento científico, aunque las dificultades para lograrlo
parezcan insalvables.
Cuando era un joven investigador del Instituto Haber, en Alemania, durante la primera
gran contienda bélica del siglo XX, Max Born se negó a colaborar con la guerra química.
Coherente con estos compromisos de su juventud, y siendo ya un reconocido científico
laureado con el premio Nobel, escribió:
Hay en estas palabras dos enunciados que merecen ser analizados con cierto
detenimiento en función de las consideraciones realizadas en la introducción sobre el
significado social del conocimiento científico. El primer enunciado es una consideración
sobre la naturaleza de la ciencia y sostiene, aunque no de manera explícita, que los
logros científicos son el producto de una actividad que tiene un significado interno que es
independiente de otras cuestiones sociales: es lo que Max Born formula como “la ciencia
en sí misma”. El segundo enunciado afirma la imposibilidad de que la población pueda
comprender los logros científicos. El choque entre las cosmovisiones derivadas del
conocimiento científico y las cosmovisiones sustentadas desde la tradición, enmarcado
dentro de una lógica instrumental, culminó, según el gran físico de Gottinga, en los más
4
Thuillier, P., (1988), trad. cast.: Las pasiones del conocimiento, (Trad.: Luis M. Floristán Preciado), Madrid,
Alianza, 1992, p. 275.
dramáticos hechos del siglo XX – la bomba atómica y el genocidio perpetrado por los
nazis–.
5
Thuillier, P., (1972), trad. cast.: La manipulación de la ciencia, (Trad.: Manolo Vidal), Madrid, Editorial
Fundamentos,1975, p. 9.
del mundo así como la predicción de otros nuevos. Pero, al mismo tiempo, la ciencia es
conflicto porque en todo momento histórico hay modelos y teorías que conviven en
tensión y no es posible lograr una resolución a favor de una de ellas. Sobre esta visión de
la ciencia constituida de certezas e incertidumbres se sobreimpone el hecho de que los
objetivos que persiguen los científicos no son únicos. En el seno de dicha comunidad se
dan, como en el resto de la sociedad, profundas diferencias ideológicas que muchas
veces suelen moldear la carga cognitiva de una teoría considerada como legítima por al
menos algún sector significativo de la comunidad científica.
A modo de ejemplo, consideremos el siguiente escrito del biólogo Konrad
Lorenz publicado en 1940, bajo el título Alteraciones del comportamiento propio de la raza
causadas por la domesticación en la Austria anexada a la Alemania nazi. Escribía Konrad
Lorenz:
Konrad Lorenz fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en el año 1973 por
sus descubrimientos concernientes a la organización y aparición de patrones de
comportamiento individual.
En un sentido diferente es interesante considerar el posicionamiento de Albert Einstein
en relación a los científicos y su colaboración en la carrera armamentista.
Consideraremos la respuesta que dio el 20 de enero de 1947, a una pregunta del
Overseas News Agency con relación al abandono por parte del profesor Norbert Wiener
de un simposio sobre máquinas calculadoras organizado por la Universidad de Harvard y
la Marina norteamericana. Afirmaba Albert Einstein:
Admiro y apruebo totalmente la actitud del profesor Wiener. Creo que una actitud
similar de los científicos más destacados de este país contribuiría mucho a resolver el
urgente problema de la seguridad internacional. La no cooperación en los asuntos
militares debería constituir un principio moral esencial para todos los científicos
verdaderos, es decir, para todos los que se dedican a la investigación básica. Es cierto
que para los científicos que viven en países no democráticos es más difícil la adopción de
esta actitud. Pero el hecho es que, actualmente, los países no democráticos constituyen
una amenaza menor para la paz internacional que los países democráticos, que gozan de
6
Müller-Hill, B., (1984), Trad. cast.: Ciencia Mortifera, (Trad.: José M.ª Balil Giró), Barcelona, Labor/Punto
Omega,1985, p.22.
superioridad económica y militar y han sometido a los científicos a una verdadera
movilización militar.7
Albert Einstein fue galardonado con el Premio Nobel de Física en el año 1921 por sus
servicios a la física teórica y, en especial, por el descubrimiento de la ley del efecto
fotoeléctrico.
En el mundo contemporáneo donde las más férreas convicciones en torno al progreso
social como un imperativo derivado del conocimiento científico y tecnológico se han visto
profundamente sacudidas por las guerras, la pobreza y la marginación, la cuestión
referida al compromiso ideológico de los investigadores, influya o no en la carga cognitiva
de las teorías, ya no puede ser considerado un tema menor. Incluso hay científicos que en
diferentes trabajos se han sentido obligados a reclamar un mayor compromiso público por
parte de los investigadores en el desarrollo de una ciencia enrolada en el viejo ideal
enunciado por Francis Bacon según el cual el conocimiento científico debería ser la
búsqueda de la verdad para el beneficio y la mejora de la vida de todos los hombres.8
Alejandría era la mayor ciudad que el mundo occidental había conocido jamás. Gente
de todas las naciones llegaba allí para vivir, comerciar, aprender. En un día cualquiera sus
puertos estaban atiborrados de mercaderes, estudiosos y turistas. Era una ciudad donde
griegos, egipcios, árabes, sirios, hebreos, persas, nubios, fenicios, italianos, galos e
íberos intercambiaban mercancías e ideas. Fue probablemente allí donde la palabra
cosmopolita consiguió tener un significado auténtico: ciudadano, no de una sola nación,
sino del Cosmos. Ser un ciudadano del Cosmos...
Es evidente que allí estaban las semillas del mundo moderno. ¿Qué impidió que
arraigaran y florecieran? ¿A qué se debe que occidente se adormeciera durante mil años
de tinieblas hasta que Colón y Copérnico y sus contemporáneos redescubrieron la obra
hecha en Alejandría? No puedo daros una respuesta sencilla. Pero lo que sí sé es que no
hay noticias en toda la historia de la Biblioteca de que alguno de los ilustres científicos y
estudiosos llegara nunca a desafiar seriamente los supuestos políticos, económicos y
religiosos de su sociedad. Se puso en duda la permanencia de la estrellas, no la justicia
7
Easlea, B., (1973), trad. cast.: La liberación social y los objetivos de la ciencia, (Trad.: Leopoldo Lovelace ),
Madrid, Siglo XXI, 1977, pp. 459-460. Easlea cita además las palabras de Norbert Wiener escritas en
noviembre de 1948 en el Bulletin of atomic scientist. Allí se afirma que: “La degradación de la posición del
científico como trabajador y pensador independiente a la de un aprendiz moralmente irresponsable en la
fábrica de la ciencia se ha desarrollado más rápida y devastadoramente de lo que yo esperaba”. (Ibid, p. 459)
de la esclavitud. La ciencia y la cultura estaban reservadas para unos cuantos
privilegiados.8
Cuando llegue la hora de mi muerte –escribía Bertrand Russell– no sentiré haber vivido
en vano. Habré visto los crepúsculos rojos de la tarde, el rocío de la mañana y la nieve
brillando bajo los rayos del sol universal; habré olido al Atlántico tormentoso batir contra
las costas de Cornualles. La ciencia –proseguía– puede otorgar estas y otras alegrías a
más gente de la que de otra suerte gozaría con ellas. Si procede así, su poder será
sabiamente empleado. Pero cuando suprime de la vida los momentos a los que la vida
debe su valor, la ciencia no merece admiración, por muy sabiamente que conduzca a los
hombres por el camino de la desesperación (...).
¿Dónde estarán los científicos en las próximas y críticas décadas? Existen indicios,
aunque sólo sean eso, de que cuando menos algunos científicos de los países
industrialmente avanzados del mundo, (...) están comprendiendo la necesidad de
movilizarse en apoyo de los pueblos oprimidos y explotados de la tierra, en solidaridad
con todos los grupos de personas que luchan por la construcción de una sociedad libre de
la explotación. Si tal compromiso por parte de los científicos llegara a ser verdaderamente
intenso –y esto no es nada seguro– la balanza podría inclinarse a favor de la vida en los
difíciles años venideros.9
Por último, consideraremos una de las más lúcidas reflexiones respecto del
compromiso social exigido a los científicos y que corresponden a un hombre que proviene
del campo de la literatura. En su libro Conocimiento prohibido, Roger Shatuck se interroga
acerca de la posibilidad de que los seres humanos deban renunciar a ciertos saberes. En
el capítulo referido a la ciencia y la tecnología, analiza críticamente dos ideas: una
sostenida por Julius Robert Oppenheimer, director científico del proyecto Manhattan (el
proyecto de la bomba atómica), y otra por Walter Gilbert, Premio Nobel de Química de
1980 por sus contribuciones a la determinación de la secuencia de nucleótidos de los
ácido nucleicos. Oppenheimer escribió, en el año 1947, “en un sentido un tanto
rudimentario....los físicos han conocido el pecado”. Por su parte, Gilbert sostuvo que “el
8
Sagan, C., (1980), trad. Cast.: Cosmos, (Trad.: Miquer Muntaner i Pascual y M.ª del Mar
Moya Tasis) Barcelona, Planeta, 1987, pp. 334-335. (Subrayado mío)
9
Easlea, B., (1973), trad. cast.: La liberación social y los objetivos de la ciencia, (Trad.: Leopoldo Lovelace),
Madrid, Siglo XXI,1977, p. 456.
proyecto genoma humano es el grial de la genética humana... la respuesta última al
mandamiento ‘Conócete a ti mismo’”.10
En el final del referido capítulo, Roger Shatuck expresa lo siguiente respecto de estos
dos pensamientos:
La ciencia no es ni pecado ni grial. No siendo hija nuestra sino invención nuestra, la
ciencia en tanto disciplina nunca crecerá para pensar por sí misma y ser responsable de
sí misma. Sólo las personas pueden hacer estas cosas. Todos somos custodios de la
ciencia, algunos más que otros. El conocimiento que descubren nuestras múltiples
ciencias no es prohibido en y por sí mismo (...). Mientras la ciencia explota en unas
cuantas áreas convirtiéndose en una vasta empresa impelida tanto por el comercio y la
guerra como por la curiosidad, tenemos que examinar a fondo este crecimiento
desproporcionado. El mercado libre puede no ser la mejor guía para el desarrollo del
conocimiento; la planificación estatal no siempre ha resultado mejor.(...) En esta era de
liberación y permisividad, podría resultar que un juramento juicioso para los científicos
contribuyera a impedirnos actuar como el Aprendiz de Brujo. 11
Dos reflexiones
Afirmé, tal vez con cierta osadía, pero con una profunda convicción, que la ciencia es
una actividad relevante para tratar importantes asuntos humanos. Sostuve, en ese
sentido, que la promoción del conocimiento científico requiere de un cierto
posicionamiento político respecto de la finalidad con la que se investiga en la ciencia
moderna. Me referí en particular a los investigadores. No vale, acaso, esto mismo para
aquellos responsables de construir en la población una imagen de lo que la ciencia es.
¿Deberían, divulgadores, maestros y profesores posicionarse en el mismo sentido exigido
a los científicos?
10
Shattuck, R., (1998), trad. cast.: Conocimiento prohibido, Madrid, Taurus,1998, p. 211
11
12 Ibid, p. 273
tragedia para los científicos el hecho de que se haya arrojado la bomba atómica, contestó:
“es la tragedia de la humanidad”12 respuesta que muestra la imposibilidad de hablar de la
ciencia en sí. La ciencia lleva en su seno conflictos y problemas que son conflictos y
problemas de toda la cultura, porque la ciencia forma parte de la cultura, aunque esta idea
sea constantemente olvidada. A comienzos de la década del ’70, Jacob Bronowski –
matemático y poeta de origen polaco– realizó uno de los más importantes trabajos de
divulgación científica que se hayan producido para televisión: El ascenso del hombre.
Enfrentado a los mismos dramas que Max Born llega a una conclusión diametralmente
opuesta a la del célebre físico. Habiendo finalizada la Segunda Guerra Mundial,
Bronowski se dirige a Aushwitz, donde habían muerto la mayoría de sus familiares, y allí
afirma que el drama de los campos de exterminio nazi son la consecuencia de la renuncia
al pensamiento crítico, cuando la legitimación del “saber” viene dada por la fuerza del
poder. Desde allí, el más grande campo de exterminio de la Segunda Guerra Mundial,
Bronowski da una definición muy breve y al mismo tiempo intensa y estremecedora de
una de las más dignas particularidades de la ciencia como actividad del hombre: “La
ciencia es un tributo a lo que podemos saber pese a que somos falibles”. 13
12
Bronowski, J., trad. cast.:(1973), El ascenso del hombre, (Trad.: Alejandro Ludlow Wiechers), Fondo
Educativo Interamericano, México,1979, p. 374
13
14 Ibid, p. 374
Inquisición, que he leído, con los satélites de Júpiter, que he visto. Por eso hoy resolví
decir misa bien temprano y venir a verlo.
–¿Para anunciarme que Júpiter ya no tiene satélites?
–No. Pero me he dado cuenta de la sabiduría del decreto. Leyéndolo, se me han
revelado los peligros que una investigación sin freno podría acarrearle a la Humanidad, y
he resuelto renunciar a la astronomía. De todos modos, quisiera hacerle conocer los
motivos que pueden llevar a un científico a abstenerse de desarrollar determinada teoría.
–Me permito recordarle que conozco muy bien esos motivos...14
¿Cuáles podrían ser los motivos según los cuales, el joven monje convierte al modelo
heliocéntrico del universo en particular y al conocimiento científico en general, en un saber
riesgoso? ¿Sería conveniente no entender, cuando ese entendimiento se opone a ideas
cuya “verdad” nos resulta fundamental para nuestra existencia? Emile Zolá lo expresó con
lucidez cuando afirmó:
Recordemos que, en 1633, Galileo fue juzgado por la Inquisición por defender una
interpretación realista del modelo copernicano del universo. La historia es un tanto
compleja y con numerosas aristas a considerar y no es lo que pretendemos aquí. Sí
deseamos interpretar los motivos que tiene el joven monje, relacionados con la piedad,
para convalidar la prohibición de un determinado saber que, aunque verdadero, puede
según su argumentación acarrear enormes sufrimientos al negar la veracidad de ciertas
creencias y cuestionar determinadas tradiciones sostenidas por la mayoría de los
hombres y las mujeres.
14
Brecht, B.,(1955), trad. cast.: Galileo Galilei, Teatro Municipal general San Martín, Buenos Aires,1984,
pp.95-96. Trad.: Gerd Collasisus
15
Jacob, F., (1997), trad. cast.: El ratón, la mosca y el hombre, Barcelona, Crítica, 1998, p.187. Trad: Antoni
Martínez Riu
no se curvaron de una sola vez sino poco a poco cada primavera; del mismo modo que
los partos, uno tras otro, han ido convirtiendo a mi madre en una mujer reseca. Pero ellos
tienen la sensación de que hay una continuidad y una necesidad en todas las cosas, y de
ella sacan las fuerzas para trepar, con sus cestas al hombro, por los caminos de piedra,
para dar a luz a sus hijos, incluso para comer. Esa sensación la tienen cuando miran la
tierra y los árboles que reverdecen año tras año, y también cuando escuchan cada
domingo en la capilla los textos sagrados. Se les ha asegurado que la mirada del
Todopoderoso está posada sobre ellos, y que todo el teatro del mundo ha sido construido
a su alrededor para que ellos, los actores, desempeñen los papeles, grandes o pequeños,
que les han tocado en la vida. ¿Qué sentirían si ahora yo, su propio hijo, les dijera que no,
que viven en una pequeña masa de piedra, una entre millones y no de las más
importantes, que gira sin cesar en el inmenso espacio vacío? ¿Para qué entonces tanta
paciencia, tanta conformidad en su miseria? ¿Para qué las Sagradas Escrituras, que todo
lo explican y justifican —el sudor, la paciencia, el hambre, la sumisión—, si ahora resulta
que están plagadas de errores? Veo los ojos de mi gente llenarse de espanto, veo sus
cucharas caer sobre la piedra del hogar, veo que se sienten traicionados, engañados.
¿Entonces nadie nos mira?, se preguntan. ¿Entonces tenemos que cuidar de nosotros
mismos, ignorantes, viejos y cansados como estamos? ¿Nadie ha escrito para nosotros
otro papel para después de esta vida miserable que llevamos en la Tierra? ¿Nuestros
padecimientos no tienen, por lo tanto, ningún sentido? El hambre no es una prueba a la
que nos somete el Señor, es simplemente no haber comido. La fatiga no es un mérito,
sino sencillamente agacharse y cargar... ¿Comprende, señor Galilei, lo que veo en el
decreto de la Santa Inquisición? Veo una noble piedad maternal, una profunda bondad de
espíritu.16
Son numerosas las respuestas posibles a la argumentación del joven monje. De hecho,
una de ellas está incluida en la obra de Brecht. Pero aquí no nos interesan tanto las
respuestas para objetar la aceptación de la censura de una idea científica, como la
descripción de por qué esa misma idea no podría ser absorbida por el común de la gente,
implicando a su vez una negación de las propias razones con las cuales dichas ideas han
sido legitimadas.
La vidriera de la ciencia
Es posible que Max Born tenga razón cuando afirma que tiene el sentimiento de que “la
ciencia se opone de tal manera a la historia y a la tradición que no puede ser absorbida
por nuestra civilización”. La ciencia implica un cierto coraje intelectual, aunque la
especialización y burocratización del trabajo profesional lo hayan erosionado
significativamente, y no sabemos si es probable construir esa actitud de forma masiva.
Pero probabilidad no implica certeza y, a pesar del posible fracaso, es una obligación
promover las acciones políticas que posibiliten el acceso al conocimiento científico. La
16
Brecht, B., (1955), trad. cast.: Galileo Galilei, (Trad.: Gerd Collasius), Teatro Municipal general San Martín,
Buenos Aires, 1984, pp.96-97
divulgación de la ciencia, en particular, y todo proceso de socialización del conocimiento
científico, en general, se enfrentan a una decisión: posibilitar la comprensión de las
principales teorías de la ciencia y promover el sentido crítico que debiera ser
característico del pensamiento científico como forma de construcción de un espacio
estructural de autonomía, disenso y confrontación, a pesar de las enormes dificultades
que conlleva, o quedar subsumido en el consuelo de las tradiciones pero también en la
situación de miseria que dicho consuelo impide cambiar. Si optamos por lo primero
debemos aceptar que el conocimiento científico no es un saber dogmático –al menos no
debería serlo, aunque en muchas instancias sociales adquiere ese carácter–, debe
atender únicamente al debate y la argumentación –incluidas aquí las razones que se
deriven del trabajo experimental– como forma de convencimiento.
¿Qué es lo que se debe divulgar? No hay una respuesta sencilla porque es una
decisión cargada de valores y sentidos. Pero no se debe transformar al conocimiento
científico en una gran vidriera de descubrimientos y hechos fantásticos, donde se corre
detrás de la última noticia. La ciencia moderna es un complejo sistema institucional, con
una alta especialización de quienes trabajan en los diferentes campos del conocimiento
científico. La producción de publicaciones es enorme y su importancia y calidad son
difíciles de ponderar. La presión de los medios masivos de comunicación, que las más de
las veces funcionan como una enorme vitrina comercial donde se ofrecen los
“maravillosos” logros de la ciencia, es una gran fuerza que promueve la idea de que
acceder al conocimiento científico es conocer las “últimas novedades”. Esto no significa
negar el valor de lo actual o coyuntural, pero si reconocerles un límite importante como
hecho significativo.
Final abierto
LEÓN OLIVÉ
guerras, ética y
36
participación pública
37
Llamemos O al conjunto de los objetivos o fines eficiencia técnica del sistema A se define entonces to O de fines propuestos está incluido en el conjun-
que pretenden obtener los agentes que diseñan y como: to R de resultados que se obtienen de hecho.
los que operan un determinado sistema tecnológi-
co. Llamemos R al conjunto de resultados que de O R O R
O R O
E (A) = F (A) =
hecho se obtiene cuando ha operado el sistema en
cuestión. Obviamente, puede haber muchos resul-
tados no buscados intencionalmente, como conse- El valor de E (A) estará dentro del intervalo [0,1], es Si O R, es decir, si se obtienen todos los fines
cuencia de la operación del sistema, por lo que los decir, será un número entre el cero y el uno. Si los buscados (aunque haya otros resultados no inten-
conjuntos O y R no necesariamente coincidirán, fines y los resultados no tienen nada en común, o cionales) el sistema es máximamente eficaz o efec-
aunque generalmente tendrán una intersección im- sea si la intersección de los conjuntos O y R es va- tivo. Un sistema puede ser eficaz, pero no eficiente.
portante. cía (O R = φ.), entonces la eficiencia del sistema De hecho, puede ser máximamente eficaz, pero
de acción, E (A), será igual a cero, pues O R = 0. muy ineficiente. Por ejemplo, si logra todos los fines
O Un sistema será máximamente eficiente si E (A) = 1, propuestos (es máximamente eficaz), pero tiene
R o sea, si O R = O R, esto es, si todos los fines muchas consecuencias no previstas, que son ade-
deseados están incluidos en el conjunto de resul- más muy costosas en términos económicos y en
tados y no hay consecuencias imprevistas dignas otros aspectos que quienes evalúan juzgan valio-
de tomar en cuenta. sos; como eliminar una plaga con un insecticida que
O
El concepto de eficiencia (E) de un sistema técnico mate toda la flora y fauna de un bosque.
(A), como lo ha definido Miguel Ángel Quintanilla, R
R
se entiende en términos del grado de ajuste entre
los fines deseados y los resultados obtenidos cuan- O
do ha operado el sistema. Suponiendo que es posi- La efectividad o eficacia, F, de un sistema de accio-
ble contar los elementos de los conjuntos O y R, la nes A, se define como el grado en el que el conjun-
Ética y democracia
El País, España, 28 de octubre de 2001. Pérez Ransanz, Ana Rosa. 1999. Kuhn y el cambio
León Olivé
López Cerezo, José A. y José Luis Luján. 2000. Cien- científico. FCE, México.
Instituto de Investigaciones Filosóficas,
cia y Política del Riesgo. Alianza Editorial, Madrid. Quintanilla, Miguel Ángel. 1989. Tecnología: un
Universidad Nacional Autónoma de México.
López Cerezo, José A. y José M. Sánchez Ron. enfoque filosófico. Fundesco, Madrid.
(editores). 2001. Ciencia, Tecnología, Sociedad y Cul- . 1996. “Educación moral y tecnológica”, en L.
R EFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS tura. Biblioteca Nueva, Organización de Estados Ibe- Olivé y L. Villoro (eds.), Educación, Moral e Historia,
Dascal, Marcelo. 1997. “Observaciones sobre la diná- roamericanos, Madrid. Homenaje a Fernando Salmerón. UNAM, México.
mica de las controversias”, en Racionalidad y Cambio Olivé, León. 1999. Multiculturalismo y Pluralismo. Villoro, Luis. 1997. El Poder y el Valor. FCE, México.
Científico, Ambrosio Velasco (compilador). Paidós- Paidós/UNAM, México.
UNAM, México. . 2000. El Bien. El Mal y la Razón. Facetas de I MÁGENES
Echeverría, Javier. 1995. Filosofía de la Ciencia. la ciencia y la tecnología. Paidós/UNAM, México. Dibujos de Quino.
Ediciones Akal, Madrid. Peña de la, José Antonio. 1999. “El fin de la cien-
. 2001. “Tecnociencia y sistemas de valores”, cia: ¿sueño o pesadilla?”, en Ciencia, vol. 50, núm. 1.
en López Cerezo y Sánchez Ron (editores). México.
45