Suddha Dharma Mandalam
Suddha Dharma Mandalam
Suddha Dharma Mandalam
INTRODUCCION (1)
El género humano, el supremo entre los diversos tipos de vivientes que habitan el
mundo visible, se distingue también de los demás seres creados, a causa de la innata
naturaleza constitutiva del hombre, la cual es susceptible de un incesante desarrollo, y
a causa de la facultad de su conciencia con la cual él se esfuerza, de contínuo, por
alcanzar el ideal. Es éste un ideal de perenne beatitud; y aún el seguimiento mismo de
este ideal es acompañado de una alegría más o menos grande, según sea la calidad de
los medios empleados en la búsqueda. Cada uno de nosotros, por muy débil que sea
de visión y lento en seguir la investigación, acaricia una vehemente, aunque vaga
aspiración de alcanzarlo y, al intentarlo, es grandemente influenciado por las infinitas
vicisitudes del tiempo y del lugar. El mundo, en el cual tiene el hombre su existencia,
también está sujeto a las mismas influencias, de las cuales la una reacciona en la otra;
de manera que existe una correlación entre el hombre y el yagat o proceso del mundo.
Esta correlación subsistente entre ambos es eterna y el esfuerzo que él despliega para
alcanzar el ideal, es modificado de conformidad con esta relación.
El trabajo de la Jerarquía
No hay que buscar lejos las consecuencias de tal ignorancia o tal adherencia; la
presente condición de la sociedad con sus divisiones en innumerables clases, castas,
grupos, secciones y nacionalidades, es la cosecha que hoy día está siendo recogida
como resultado del irracional prejuicio y de la pública ortodoxia sembrados e
implantados en los días que fueron. Mas he aquí a los Jerarcas, que vienen en nuestra
ayuda. Ellos nos recuerdan el correcto significado de las costumbres que nosotros
hemos seguido o continuamos siguiendo. Dándonos Ellos instrucciones a fin de que
entendamos el legítimo uso de las antiguas y las corrientes costumbres, nos capacitan
para estimar la antigua y la presente usanza en su propio valor en toda la esfera de lo
que puede ser conducente al bienestar del pueblo. Los Jerarcas promulgan nuevos
usos que las gentes deben seguir, con la debida atención a sus necesidades,
señalando al mismo tiempo, la perniciosa decadencia que resulta de adherir a
costumbres caídas en desuso; cuando tal usanza cesa, a su turno, de ser de ulterior
beneficio para el pueblo, los Jerarcas formulan otra vez nuevas maneras y medios de
encontrar lo que requieren las cambiadas condiciones. Ellos asimismo ordenan ritos
religiosos y usos sociales en armonía con las necesidades del pueblo tomado como
modelo; y también éstos son revisados por Ellos durante las épocas críticas.
Puede aquí declararse, que los Ancianos de la Suddha Dharma Mandalam están en
conocimiento del cuándo y del dónde esas Divinas Encarnaciones se revelan al mundo
en las épocas inquietantes de su historia. Su íntima ciencia los capacita, de tiempo en
tiempo, para revelar a los hombres el santo advenimiento de estos poderosos seres y la
naturaleza de la obra divina que van Ellos a realizar; y siempre ha sido costumbre de
aquellos, el hacer preparativos para la santa venida por medio de severas leyes de
discipulado, que los elegidos de entre los hombres soportan con alegre sumisión, de
manera que el grandioso plan pueda ser realizado y la oprimida humanidad pueda
continuar su progresiva marcha por la antigua y bien ordenada senda. El Sanátana
Dharma o Suddha Dharma como es llamado de otro modo, es la base en que se funda
cada dharma y, mientras el primero es de universal aplicación y aceptación, el último es
apropiado sólo a determinados tiempos y países.
La manera de su trabajo
Entre los muchos asuntos que atiende la Jerarquía, uno muy principal es el gobierno
del mundo, incluida la distribución de continentes y civilizaciones. Con respecto a la
humanidad, el trabajo de la Jerarquía es de una naturaleza íntima. Mediante uno de los
cinco grandes sistemas de las iniciaciones preliminares, un individuo es admitido como
agente activo para cooperar en su trabajo y, para elevarse a sí mismo gradualmente
hasta el nivel de la utilidad de Ellos para la humanidad. Para los que solicitan tal
admisión, hay constituidas cuatro órdenes de discipulado que se denominan: Dasas,
Tirthas, Brahmas y Anandas. Al Dasa, que es el primero que ha de ser recibido,
estando iniciado por una de las cinco iniciaciones preliminares, se le da una disciplina
que debe observar, consistente en ciertos cantos acompañados de místicas sílabas o
palabras de virtud que él debe entonar hasta que alcance un determinado estado;
después de lo cual se le impone, si así él lo prefiere, llevar una vida de absoluto celibato
durante la cual su disciplina experimenta marcados cambios en consonancia con sus
progresos; durante este período es cuando comienza la meditación como una ayuda
para la verdadera Raya Yoga. Pasado ese lapso, los Jerarcas gradualmente le
confieren las grandes Iniciaciones conocidas como: Prithivi, Vayu, Sukra, Agni,
Chandra, Aditya y Yoga Devi Dikshas. Estas iniciaciones le van acrecentando su
capacidad para realizar la Divinidad o el Ser en sí mismo. Se tiene cuidado de su
dieta y otras condiciones a fin de constituir sus varios cuerpos denso y sutiles con
materia adecuada al ritmo de la intensa meditación y de la Yoga; durante estos cursos
se indican al discípulo ungüentos y elixires que lo habilitan para luchar con la tensión
que han causado en su organismo estas disciplinas. A menudo, su entrenamiento se
lleva a cabo en secretas Yogashrams o capillas situadas en lo apartado de las florestas
o las colinas y mucho más allá del alcance de los hombres. Andando el tiempo, el
discípulo llega a ser un Raya Yogui y, cooperando con los Jerarcas en el trabajo de
elevación de la humanidad, se levanta al nivel de los Adeptos y aun a más altos
estados.
Aquí es necesario notar que las siete grandes Iniciaciones de que hemos hablado, son
impartidas solamente por Bhagaván Naráyana, conocido también como Kumara y
Dakshinamurthy, representando respectivamente los aspectos de Maha Vishnú, Maha
Brahmá y Maha Shiva. Aunque en el mundo exterior el acto de la iniciación sea
ejecutado por alguna persona debidamente autorizada para hacerlo, cada iniciación
individual, cuando tiene lugar, es directamente impartida bajo la inmediata
superintendencia de Bhagaván Naráyana en uno de los tres grandes aspectos arriba
mencionados; por obvias razones con frecuencia se hace caso omiso de la presencia
física del discípulo en ciertas grandes ocasiones. Los métodos disciplinarios impuestos
por los Jerarcas de la Suddha Dharma Mandala proporcionan lo necesario para un bien
orientado y gradual adelanto por segura vía, y de esa manera precave del peligro de un
forzado desarrollo; tal disciplina que facilita un seguro progreso es la verdadera Raya
Yoga y es impartida al aspirante en conformidad a la inalterable base del antiguo
sistema, cuyo secreto es de la exclusiva propiedad de los Jerarcas de la Suddha
Dharma Mandala; a la prudencia de los mismos queda enteramente el determinar
cuándo pueda confiársele a un aspirante la práctica de la disciplina. Sólo Ellos pueden
iniciar al aspirante en el misterio de ésta y nadie sino Ellos pueden guiar al discípulo
segura y rectamente; y aunque el progreso depende de su celo y esfuerzo, la ayuda de
los Jerarcas sigue siendo indispensable, porque sólo Ellos pueden revelar los peligros y
la manera de evitarlos.
La debida práctica de la Suddha Dharma implica, entre otros aspectos, una correcta
ejecución de los actos. A fin de que un acto dado pueda ser correctamente ejecutado, el
conocimiento de los medios y maneras de hacerlo, es lo primero y más esencial; una
inclinación a hacer un acto, acompañado de una resolución de hacerlo, es en segundo
lugar esencial; y lo es en tercer lugar su real ejecución. En caso de faltar alguno de
estos esenciales requisitos, un acto no puede ser debidamente ejecutado. Si uno sabe
como se hace un acto, pero no está inclinado o resuelto a hacerlo, el acto no puede ser
debidamente ejecutado, aunque un intento fuera hecho para ejecutarlo; en caso de que
uno desee intensamente hacer un acto, pero ignore los medios y maneras de hacerlo,
el acto no puede ser debidamente ejecutado, aunque un intento fuera hecho para ello;
en caso de que uno conozca los medios y maneras de hacer un acto y esté asimismo
inclinado a hacerlo, pero no lo hace, el acto no es ejecutado; en otras palabras, debido
conocimiento, inclinación y acción son necesarios y esenciales requisitos para la propia
ejecución de cualquier acto; de nuevo, en otras palabras, los elementos esenciales de
cualquier acto incluyen, entre otras materias, un apresto intelectual, uno mental y uno
físico; así puede quedar establecido como postulado, que cada acto es la síntesis del
conocimiento, del deseo y de la acción.
Cuando estos tres elementos operan, pero uno o más de ellos faltan a la plenitud de su
norma, el acto, aunque sea ejecutado, falta en ese grado a su perfección. Una vez que
un acto ha sido así debida y completamente realizado, el hombre que lo ha hecho no
tiene ya que volver a empeñarse él mismo en hacerlo ulteriormente; lo que no sería de
esa manera, si él hubiera meramente hecho el acto sin atender a la perfección de éste.
Cuando un definido acto es así cumplido en su integridad, la persona que de esa
manera lo ha ejecutado, no teniendo que hacer algo ulterior a la ejecución de él, puede
considerarse que se ha librado de la necesidad de hacer aquel acto. El verdadero
abandono de la ejecución de cualquier acto es sólo compatible con la completa
ejecución del mismo, y tal abandono es llamado técnicamente Sannyasa; en otro
término sannyasa es la plenitud alcanzada por la justa ejecución de cualquier acto; sin
tal plenitud, no puede haber abandono de la ejecución de acto alguno, cualquiera que
sea. El hombre está perpetuamente empeñado en la ejecución de una clase de acto u
otra -de hecho no puede estar de otra manera- y una vez reconocida la necesidad
respecto a la justa plenitud de la ejecución de los actos, llega a ser fácil asegurar la
cesación de la necesidad de ejecutar un acto repetidas veces, y esto se obtiene
únicamente recurriendo al justo complemento de la ejecución de aquel acto.
Habiendo una persona tomado a su cargo el hacer un acto, a menos, y hasta que lo
ejecute, permanece atada, por decirlo así, a la ejecución de aquel acto; la liberación de
esta atadura es Sannyasa. Se dice que sannyasa es la primera necesaria etapa de
purificación en la vida del discípulo. Por penetrante que sea esta atadura que traba una
persona a la ejecución de los actos, es aún más penetrante aquella que encadena a los
hombres al anhelo por el fruto de su cumplido acto. Muchas veces el discípulo puede
esforzarse por romper los invisibles eslabones de esta cadena adamantina; más sólo
cuando los actos son justamente ejecutados sin atender al personal o egoísta interés,
sino con la mira del interés universal, es cuando empieza la relajación de esta cadena;
los eslabones se rompen a pedazos cuando el motivo de toda la actividad que él puede
desarrollar es la necesidad de ejecutar la acción como es apreciada desde el punto de
mira universal. A medida que el egoísmo o el propio interés disminuyen, los actos son
ejecutados debidamente, puesto que estos han de ser ejecutados para el bien del
mundo. La disposición al servicio y al sacrificio es entonces, la predominante en el
discípulo; el provecho que, como una consecuencia resulta de tal servicio y sacrificio,
no avasalla al aspirante, porque él lo busca no para sí mismo, sino por motivos del
mundo en general. Este desapego por el fruto de los actos cumplidos se llama
técnicamente Tyaga. Renunciando al fruto para uno mismo de los actos cumplidos,
Tyaga es alcanzada; de Tyaga proviene el liberarse enteramente de toda acción; tal
Tyaga se dice que es la segunda necesaria etapa de purificación en la vida del
discípulo. Sannyasa y Tyaga capacitan a éste para desenvolver en él una gustosa
disposición al perfecto servicio del mundo; el postulante reconoce la necesidad
universal del servicio y lo hace perfectamente con la profunda convicción de que nada
es digno de ser hecho que no sea para el bien del mundo. Ese incesante servicio
constituye su sola incumbencia. La ejecución del servicio del mundo sobre este trazado
es el paso de que hay noticias en las escrituras de la Suddha Dharma Mandala como
del Gran Sendero Austral.
Una después de otra, son conferidas a tiempo las siete grandes iniciaciones,
capacitando al aspirante para elevar su conciencia a los planos de mundos superiores
que son invisibles para los ojos materiales. Esto se lleva a cabo por la creciente facultad
que el discípulo adquiere para funcionar en sus cinco cuerpos sutiles: Annamaya Kosha
(el denso, pero puro cuerpo físico), Pranamaya Kosha (el cuerpo emocional),
Manomaya Kosha (el cuerpo mental), Vigñanamaya Kosha (el cuerpo cognoscitivo), y
Anandamaya Kosha (el cuerpo glorioso); en este punto el discípulo, ya un Yogui, se
coloca ante la inmediata presencia del Atma o Ser en él, el cual preside cada uno de
los susodichos cuerpos y se llama por orden Akshara, Yiva, Atma, Paramatma y
Purusha. Cuando se desarrollan las facultades de su visión, él comprende la tatwic, o
constitución elemental del cosmos. Enormes vistas de conocimiento se abren ante él y
su visión abraza un rápido resplandor, si darse puede, del infinito espectáculo del
universo moldeado y plasmado por los Grandes Jerarcas Cósmicos de los Siete Rayos
Primarios y la Gran Jerarquía bajo los mismos. El cosmos con la Jerarquía Cósmica y
los Jerarcas y todo lo que con ellos se relaciona, no son sino un amsa (fragmento) de
Brahman (Dios).
Brahman (Dios) abraza infinidad de Cosmos, y cada cosmos rebosa de vida, energía y
materia. El mutuo juego de la vida y la materia puede explicarse sencillamente así: Se
dice que Brahman tiene dos cuerpos, el uno llamado Atmico, es decir, espiritual, y el
otro Anátmico o prakrítico, es decir, material; ambos estan eternamente relacionados y
su recíproco juego es incesante e infinito; la energía o poder que facilita este mutuo
juego, se llama Shakti. Por derivación de la naturaleza misma de Brahman, la trinidad
de Vida, Fuerza y Materia (Atma, Shakti y Prakritti, llamados en conjunto Vastu-
trayam), es nota característica de cada átomo en el universo. Infinitas series de tales
trinidades constituyen el universo.
La Vida del universo, como una parte de Brahman, se manifiesta en lo material de este
en cinco grados de Divinidad conocidos como Akshara, Yiva, Atma, Paramatma y
Purusha; y también en el hombre, como una parte del universo, la Divinidad está
presente en los cinco grados y es realizada por él en proporción a su actuación en sus
varios cuerpos: el Annamaya Kosha, etc. Los estados de la conciencia del hombre son
distintos mientras funciona en los diversos cuerpos empezando desde el Annamaya
Kosha y son llamados respectivamente Yagrat, Swapna, Sushupti, Turiya y Turiyatita.
Aquí es digno de notar que, mientras la conciencia funciona en el Anandamaya Kosha,
donde la misma está en el plano del Turiyatita, el aspecto Purusha de la Vida Bráhmica
es meramente reflejado; cuando el Yogui realiza directamente al Purusha, el cuerpo en
su totalidad es abandonado. Mientras la conciencia está en el cuerpo mismo, puede
elevarse al plano Turiya y realizar directamente el aspecto Paramátmico. El Ser es el
mismo en todos estos estados, pero nuestra percepción de El en los diversos aspectos
requiere esta variación de terminología.
Para que su enseñanza no sea recibida fuera de sazón, es preciso que cada uno de
nosotros se ejercite vigorosamente, con el pensamiento, la palabra y la obra, en las
ocho supremas virtudes: tolerancia y compasión, tranquilidad y no ser ambiciosos,
pureza y desinterés, no cansarse de servir al mundo y anhelo por el bien de todos los
seres. La cualidad Sátwica (como distinta de la Rayásica y la Tamásica) crea estas
virtudes y nos conviene en el momento oportuno comenzar fomentando esta cualidad
en cada fase de nuestra vida en medio de nuestros semejantes.