El Aborto en La Antiguedad

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El aborto en la

antigüedad
Hace miles de años atrás hasta nuestros días varios
personajes históricos construyeron las bases del
debate, que en el presente se discute con tanta
fuerza.
Alexandro Fernández

Sábado 23 de junio de 2018 | 14:49




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¿Aborto si o aborto no? ¿El aborto se practicaba hace


tiempo? ¿Siempre existió la clandestinidad? Este debate
que hoy se implantó en la sociedad no es nuevo y es de
saberse que el aborto no es cuestión del presente y su
práctica tiene milenios.

En el antiguo mundo grecorromano, el aborto no era


considerado ni crimen ni delito. Es así como el griego
Hipócrates, reconocido por sus artes en medicina,
sentenciaba en el Juramento Hipocrático “a nadie daré una
droga mortal aún cuando me sea solicitada, ni daré consejo
con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer
supositorios destructores; mantendré mi vida y mi arte
alejado de la culpa.” Si bien los derechos jurídicos y
políticos solo se les concedían a los hombres, adultos, de
procedencia griega y con alto estatuto social, Sócrates
mantenía que el aborto era “un derecho de las mujeres y
los hombres no tenían voz en estos asuntos”. Otro filósofo
estoico, Epicteto, en el siglo II dice que "es equivocado
llamar estatua al cobre en estado de fusión y hombre al
feto".

Por otro lado, otro especialista en artes medicinales y en


contraposición a Hipócrates, Sorano de Éfeso, padre de la
ginecología y obstetricia, en su obra maestra “Sobre las
enfermedades de las mujeres” - siglo II- recomendaba la
contracepción mediante el uso de algodones con ungüentos
o ciertas sustancias grasosas, pero desaprobaba el aborto
por medios físicos por considerarlo muy riesgoso para el
cuerpo gestante y promovía el aborto terapéutico en caso
que la gestación pusiera en peligro la vida de la mujer
encinta: en esos casos se privilegiaba la vida de la gestante
porque al nonato no se lo consideraba un ser formado. Pero
el gran filósofo Aristóteles es quien le da un marco espiritual
al plantear que el feto era totalmente carente de “alma” si
este no superaba los 40 días desde su concepción.

En antiguos textos romanos, como Naturalis Historia de


Plinio el Viejo se habla de métodos abortivos
como Silphium una hierba la cual, entre otros usos médicos
“se da también a las mujeres con vino y se usa con lana
suave como un pesario -supositorio vaginal- para provocar
hemorragias menstruales y con ello, abortos”. Es así que se
mezclaba un poco de lana suave con la resina
del Silphium y se hacía con ello una esfera, a modo de una
pequeña píldora, que se introducía en la vagina para
provocar el flujo menstrual. Esta hierba era reconocida por
antiguos mundos como Egipto, Grecia, Roma y la antigua
Mesopotamia. Otras alternativas era Satureja Montana,
infusión de Mentha pulegium o practicas quirúrgicas que
también se ven presente, por medios de descubrimientos
arqueológicos, en China, Persia e India.

Mientras que, en el antiguo Egipto, el papiro Ebers cuyo


origen se remonta a 1.500 a.n.e -antes de nuestra era- en el
reinado de Amenhotep I, de la dinastía XVIII, se encontraba
recetas para la interrupción de embarazo las cuales se
trataban de frutas inmaduras de la acacia, dátiles y cebollas
trituradas con miel. Mientras que en los papiros de Kahun
-1.800 a.n.e- durante el final de la dinastía XII del Imperio
Medio- se sugería la introducción de excremento de
cocodrilo con miel para prevenir el embarazo y como
abortivo.

Es de entenderse que ninguno de esto métodos eran


seguros, más allá de su posible eficacia en el acto abortivo,
las personas que lo practicaban corrían un gran riesgo al
comprometer su salud física y mental, llevando incluso a la
perdida de sus vidas.

La cuestión del aborto y la Iglesia Católica

Tanto en el Antiguo como Nuevo testamento no hay muchas


menciones sobre la cuestión del aborto y esto llevo que en
los comienzos del cristianismo la Iglesia no pudiera tomar
una postura concreta. Fue como Santo Tomás de Aquino
-1225-1274- teólogo cristiano, en su escrito “Suma
Teología”, hace un seguimiento a lo que Aristóteles
planteaba allá en una Grecia incipiente expresando que "el
alma no es infundida antes de la formación del cuerpo". Sin
viajar tanto en el tiempo esta misma idea predominaba en
otros pensadores cristianos y San Agustín -354-430 d.C-,
obispo de Hipona, era uno de ellos, consideraba que el
embrión no tenía alma hasta el día 45 después de la
concepción.

Esta postura la Iglesia la adoptó en 1312, en el Concilio de


Vienne convocado por el Papa Clemente V. Sin embargo,
fue recién en 1869 cuando el Papa Pío IX determinó que los
embriones poseen un alma a todos los efectos desde el
momento de la concepción justificándose con “pruebas”
presentadas en los primeros microscopios de la época,
cuyos científicos de entonces creyeron ver en el embrión a
personas humanas diminutas, a las que denominaron
"homúnculo" considerando que se trataba de una criatura
perfectamente formada que sólo necesitaba crecer, por lo
que estaba dotada de alma. Por lo cual la práctica del
aborto era equivalente al homicidio.

Sin embargo, la historia del movimiento clerical ha


demostrado que su principal objetivo a condenar ha sido
siempre la mujer, incluso en sus “sagrados” escritos
sobresale por el gran contenido de misoginia y en la
expresión de una mujer que encarna el mal de todo el
mundo, pero pura carnalmente, así pecadora y sumisa, así
devota y subordinada al hombre. Es así que la Iglesia
apuesta a todo cuando surge este sistema irracional que se
conoce como capitalismo que de por sí solo somete a toda
una gran parte de la población humana a condiciones de
explotación pero a una doble explotación al género
femenino.
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Salem: el capitalismo y el patriarcado
condenan a las mujeres

Es cuando la imagen de la mujer pasa a ser el de la madre,


la esposa hogareña a disposición del hombre, la hija
obediente. Y es acá que nace la representación de la nueva
Virgen María que carga al niño Jesús.

No solo cambia la imagen la mujer, sino que con


surgimiento del capitalismo la Iglesia está obligada a ser
consecuente a este sistema si quiere sobrevivir a los nuevos
modos de producción que impone y así garantizar un futuro
con la suficiente fuerza de producción para sostener lo más
posible este sistema. Y para garantizar eso necesita crear el
binomio mujer-madre. Oponerse al derecho al aborto no
pareciera ser mala idea si lo que esta en juego es la
supervivencia de esta decadente institución de origen
patriarcal.

En la actualidad el vicario de Cristo, Jorge Bergoglio llama a


que “nuestra defensa de los inocentes no nacidos debe ser
clara, firme y apasionada porque está en juego la dignidad
de la humanidad, que es siempre sagrada”. Es el mismo
Papa que comparo a mujeres y varones trans con bombas
nucleares, el que se opuso al matrimonio igualitario y le
declaró Guerra Santa a lxs homosexuales, el mismo que
ahora trata de “nazi” a quienes luchan por el derecho al
aborto. Es la misma Iglesia que persiguió, torturo y asesino
a miles de mujeres y personas perteneciente a identidades
disidentes. Es así como arrastrando viejas mañas hoy en el
siglo XXI la Iglesia sigue metiendo sus rosarios en nuestros
cuerpos.
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de “nazis” a quienes luchan por el derecho al
aborto

El derecho al aborto lo conquistamos hoy

Es increíble pensar como hace 100 años con la Revolución


Rusa se logró aprobar el derecho al aborto y esto fue por la
lucha de grandes mujeres que lucharon organizándose y
movilizándose por conquistar sus derechos. Hoy no debe
ser diferente, es cierto que este debate esta más que
presente y su resolución es discutida en un parlamento,
pero el campo de batalla esta en las calles y la única forma
de ganar esta batalla es con cada paso que se da
acompañado de otros. En sintonía con una exclamación que
resuena con las luchas del pasado. La conquista se hace en
el presente ¡Educación sexual para decidir, anticonceptivos
para no abortar, aborto legal para no morir!

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