El Amor Es Un Juego de Alquimia

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¿Es el amor un juego de alquimia determinado biológicamente?

Asomándonos a los mecanismos cerebrales subyacentes al amor


Publicado en la revista nº057
Autores: de Iceta Ibáñez de Gauna, Mariano - Muñoz Gómez, Julián H.

Para citar este artículo: Iceta, M., Muñoz, J.H.. (Febrero, 2018) ¿Es el amor un juego de alquimia determinado biológicamente?
Asomándonos a los mecanismos cerebrales subyacentes al amor. Aperturas Psicoanalíticas, 57. Recuperado
de: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0001005&a=Es-el-amor-un-juego-de-alquimia-determinado-biologicamente-
Asomandonos-a-los-mecanismos-cerebrales-subyacentes-al-amor

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determinado-biologicamente-Asomandonos-a-los-mecanismos-cerebrales-subyacentes-al-amor

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Introducción

El amor siempre ha sido considerado algo inherente a las motivaciones más


profundas del ser humano y como tal, está ligado al despertar de intensos
sentimientos, y a todo tipo de conductas orientadas hacia la consecución del ser
amado. Esto siempre ha tenido y tendrá una enorme transcendencia tanto para el
propio individuo como para la sociedad en general. Por otra parte, se trata de un
fenómeno humano que se da de manera universal o casi universal (Jankowiak y
Fisher, 1998). Siendo algo de tal importancia, no es de extrañar que se haya
convertido en uno de los principales motivos literarios de la historia, y en uno de
los vectores más importantes que gobiernan nuestra vida. Por todo ello,
últimamente, ha despertado el interés de los investigadores, que tratan de buscar
los mecanismos neurobiológicos más profundos implicados en el amor para poder
comprender mejor un hecho universal y tan determinante en el ser humano.

A continuación, se exponen una serie de trabajos recientes en relación con las


bases biológicas subyacentes al amor romántico (Acevedo et al, 2012; Fisher et al
2010; Fisher et al 2016; Song et al, 2015). En ellos se ha tratado de encontrar
correlatos neurobiológicos en el cerebro, a través de imágenes obtenidas por
Resonancia Magnética Funcional (RMf), de aspectos relacionados con el estado
de enamoramiento y los celos, sus similitudes con las adicciones, y cómo estos
mecanismos neurobiológicos se articulan con teorías como la del apego y otros
conocimientos actuales antropológicos sobre motivaciones muy innatas como la
conservación de la especie. Los tres primeros trabajos pertenecen a un mismo
grupo, encabezado por Helen Fisher[1].

En un segundo apartado, y aunque colateralmente al tema, presentamos un cuarto


trabajo de Brown, Acevedo y Fisher (2013) en el que este grupo ha desarrollado
un modelo que aborda el estudio de la personalidad. A través de un cuestionario
de elaboración propia define cuatro grandes factores comportamentales que se
correlacionarían con cuatro grandes sistemas de neurotransmisión. Estos perfiles
comportamentales tendrían a su vez repercusiones en la elección y
establecimiento de relaciones.
Dentro del primer apartado empezamos en orden cronológico. En el primero de los
trabajos  se estudian distintos aspectos de las bases biológicas del amor/desamor.

Recompensa, adicción, sistemas de regulación emocional asociados con el


rechazo amoroso. Helen Fisher, Lucy L. Brown, Arthur Aron, Greg Strong and
Debra Mashek.J Neurophysiol 104, 2010.

En este artículo, las autoras y autores estudiaron de qué manera reaccionan


determinadas partes del cerebro humano en situaciones de rechazo en una
relación amorosa. Para ello se estudiaron con RM funcional a 10 mujeres y 5
hombres que estaban aún enamorados a pesar de haber sido rechazados por sus
parejas. Se observó que se activaban regiones asociadas con ganancia y
pérdidas, deseo intenso y regulación de las emociones: el área tegmental ventral
bilateral, el núcleo ventral estriado, la corteza orbitofrontal medial y lateral y la
corteza prefrontal y giro cingulado. Determinaron, que estos sistemas
mesolímbicos de refuerzo/supervivencia están comprometidos en la pasión
romántica tanto si uno está feliz o infelizmente enamorado.

Las activaciones en estas zonas se relacionan con un estado caótico emocional,


motivacional y conductual que pudiera tener su valor para la supervivencia y la
reproducción en el intento de ganar a la pareja perdida. Por otra parte, parecen
existir otros sistemas de más alto orden sujetos a la experiencia y al aprendizaje
(sistemas de recompensa cognitiva y basada en la experiencia) que median en la
respuesta al rechazo amoroso como un mecanismo adaptativo (áreas de
aprendizaje por refuerzos). Liu et al (2007) proponen que el núcleo estriado y la
corteza orbitofrontal están asociados en la evaluación de las decisiones tomadas y
así con los ajustes del comportamiento.

Las autoras y autores especulan que la activación en el núcleo pálido ventral


podría estar relacionada con el emparejamiento y los comportamientos de apego
en las parejas monógamas. También se ha observado menor intensidad de la
activación de áreas adyacentes al núcleo pálido ventral conforme va pasando el
tiempo en los sujetos del estudio que habían sido rechazados. Esta última
observación iría en consonancia con el dicho popular de que el "el tiempo lo cura
todo".

Finalmente, concluyen argumentando que este estudio aporta más evidencia que
apoya que el amor romántico es un estado orientado motivacionalmente más que
una emoción específica. Añaden que el patrón de activación cerebral del estado
de enamoramiento tiene muchas similitudes al de la adicción a la cocaína, lo que
apoyaría la hipótesis que entiende el enamoramiento como una forma de adicción.

El segundo trabajo trata de abordar las modificaciones cerebrales en el amor a


través de la evolución en el tiempo de la relación amorosa.
Correlaciones neuronales en una relación de amor intenso de larga
duración. Bianca P. Acevedo, Arthur Aron, Helen E. Fisher and Lucy L.
Brown.Scan, 2012

En este estudio, las autoras y autores tratan de profundizar acerca de cómo


evoluciona el tipo de amor a lo largo de una relación, pasando por Manía
(obsesión), siendo la más característica de los adolescentes, después Eros (amor
romántico) sobre la edad adulta temprana, Storge (amor familiar) y Pragma (amor
pragmático) en los años de madurez, y Agape (entrega total) en las últimas etapas
de la vida (Hendrick and Hendrick, 1992). Así, plantearon dos hipótesis: En primer
lugar, que el amor de larga duración es similar al amor de las primeras etapas y
así, que parejas de más de 10 años de duración, mostrarían la misma actividad
dopaminérgica en las regiones asociadas con la recompensa y motivación (ATV)
como en los estudios sobre el amor en las primeras etapas. En segundo lugar, que
las relaciones de emparejamiento de larga duración comparten los mismos
circuitos que las de padres-hijos según la Teoría del Apego de Bowlby.

Para ello a los participantes se les pasaron cuestionarios como la escala de amor
pasional, la escala de amor basado en la amistad, y también se les preguntó sobre
la frecuencia sexual. Se les mostraba imágenes de su pareja, de un amigo
cercano (para tener un control adecuado de amistad), de una persona altamente
familiar (para tener un control adecuado de familiaridad) y de una persona poco
familiar. Entre las diferentes imágenes se les encomendaba la tarea de contar
hacia atrás para reducir los efectos de las imágenes entre sí. Se analizaron las
regiones de interés que se habían postulado previamente en otros estudios con
amor romántico en las primeras etapas, y el apego maternal.

Encontraron que, en las relaciones amorosas de larga duración, existía al igual


que en las primeras etapas de enamoramiento, activación neuronal en respuesta a
sus compañeros en las regiones ricas en dopamina, importantes para el proceso
de la recompensa y la motivación: área tegmental ventral y núcleo caudado. La
activación de estas regiones fue mayor con la pareja que con el amigo cercano y
el conocido muy cercano. Además, el núcleo estriado dorsal, asociado con el
comportamiento dirigido a un objetivo, también se activa. Esto sugiere que se trata
de un mecanismo por el cual los humanos y otros mamíferos disponen de
comportamientos para mantener y proteger a sus parejas.

Sobre las relaciones amorosas de larga duración y el apego, los resultados


mostraron activación neuronal en regiones como el globo pálido, sustancia negra
bilateral, putamen, tálamo, cingulado posterior, lado izquierdo de la ínsula medial,
corteza insular, rafe dorsal y anterior cingulado. Algunas de estas regiones tienen
una alta concentración de receptores de oxitocina y vasopresina. Ambos
neurotransmisores se han visto jugar un papel crítico en la regulación de los
comportamientos sociales y el emparejamiento monógamo en roedores. La
activación del rafe dorsal, a través de la serotonina, está implicado en la respuesta
del cuerpo al dolor y al estrés. Así la activación del rafe podría regular los
mecanismos asociados al apego, como el sentirse seguro, y reducir el estrés y el
dolor.

También mencionan otro modelo importante implicado, que es el reclutamiento de


sistemas cerebrales que median en el gustar y desear del modelo recompensa. La
dopamina media el "quiero" y el sistema opioide el "gustar". El globo pálido es el
principal sitio para los receptores opioides (es llamado el punto caliente del
hedonismo). Por ello, esta zona juega un importante papel en lo relacionado con la
recompensa y la motivación. En resumen, las imágenes del ser amado de larga
duración fueron asociadas con sistemas cerebrales que han sido identificados
como importantes para el "gustar" en lo relativo a recompensas primarias.

Respecto a la frecuencia sexual, esta se correlacionó positivamente con la


activación neuronal de la región posterior del hipotálamo y la región izquierda
posterior del hipocampo. En concreto, la activación de hipocampo posterior,
correlacionada con la frecuencia sexual, solo se daba con la pareja, no con los
otros controles, lo que está en consonancia con otros estudios que sugiere que la
activación de esta zona se da en el amor romántico pero no en el amor maternal.

El número de años de relación de pareja estaba positivamente correlacionado con


la actividad neuronal en el núcleo accumbens y caudado derecho.

Las autoras y autores concluyen que al igual que en los recién enamorados y
enamoradas[2](), en las parejas de larga duración, también se encontraron
activación en áreas ricas en dopaminas asociadas con la recompensa, motivación
y "querer", por lo que esto sugiere que el sistema de recompensa asociado con el
amor hacia la pareja se debe mantener en el tiempo. Además, los enamorados de
larga duración mostraron activaciones en las regiones cerebrales asociadas al
apego al "gustar" y al placer, como aspectos asociados a la recompensa. En
definitiva, en las parejas de larga duración, se suma el querer, la motivación y la
recompensa sostenida a lo largo de la relación y su coexistencia con el querer y el
placer, que son aspectos de los vínculos de apego.

Avanzando en esta misma línea, publican en 2016 el siguiente trabajo que


repasamos:

El amor romántico apasionado: ¿una adicción natural? Cómo los campos


que investigan el romance y el abuso de sustancias pueden
complementarse. Helen E. Fisher, Xiaomeng Xu, Arthur Aron and Lucy L.
Brown.Frontiers in Psychology, May 2016.

En este artículo abordan las similitudes entre el estado de enamoramiento y las


adicciones. De esta manera, entienden el enamoramiento como una adicción
natural. Estudios que han escaneado el cerebro muestran que los sentimientos de
intenso amor romántico involucran regiones del cerebro del sistema de
recompensa, específicamente los circuitos dopaminérgicos, relacionados con
energía, aprendizaje, concentración, motivación, éxtasis, y craving (anhelo o
urgencia de consumir), tal y como ocurre en regiones asociadas a la adicción a
sustancias, o conductas adictivas, como el área tegmental ventral, el núcleo
caudado y el núcleo accumbens. A este respecto, se enuncia que la adicción es
una enfermedad del circuito de recompensa (Rosemberg and Feder, 2014).

Mecanismos neurobiológicos similares se han descrito en el cerebro de otros


mamíferos monógamos: por ejemplo, en estudios con topillos de las praderas
(roedores monógamos) se ha observado que una vez que un roedor ya ha elegido
una pareja, si se le inyectan antagonistas dopaminérgicos en el núcleo
accumbens, no muestra interés por ella. Si por el contrario, se le inyecta agonista
dopaminérgico, optará por el roedor que esté cerca en ese momento de la
inyección, sea o no con el que estaba emparejado.

Establecen paralelismos entre los enamorados y características clínicas de la


adicción (American Psychiatric Association 2013; Hatfield and Sprecher, 1986;
Liebowitz 1983; Meloy and Fisher 2005, Tennov 1998): pico de excitación cuando
están, ven o piensan en él o ella (“high”/subidón); también necesitan estar cada
vez más tiempo y más frecuentemente (tolerancia). Por otra parte, el rechazo
amoroso también activa regiones cerebrales asociadas al craving por drogas, y
cuando la relación se rompe, muestran síntomas análogos a la abstinencia:
insomnio o hipersomnia, ansiedad, llanto, letargo, pérdida de apetito o atracones,
irritabilidad, y sentimientos de soledad. A veces, en intentos de recuperar a su ser
amado, como los adictos con las sustancias, pueden degradarse o realizar
actividades peligrosas (Meloy, 1998; Meloy and Fisher, 2005) o promoverse celos
que pueden terminar en ataques, homicidios o suicidios.

Respecto a la relación que existe entre el enamoramiento y el sistema de apego,


proponen que ambos son mecanismos neurológicos desarrollados para estimular
el que se elija una pareja y que continúe junta el tiempo suficiente para alimentar y
criar como un equipo a sus hijos e hijas a través de su desarrollo (Fisher 2004:
Fisher, 2011; Fisher, 2016). Desde los primeros estudios sobre el apego de
Bowlby y Ainsworth (ver citados en Bowlby, 1979), actualmente se cree que el
sistema de apego se mantiene entre los miembros de la pareja con el propósito de
la crianza de la descendencia (en cuanto a su valor adaptativo desde un punto de
vista evolutivo). En este sentido, se cree que el hecho de la aparición del
bipedismo en los homínidos, podría ser un factor determinante en la evolución del
circuito neurológico en lo referente al emparejamiento, ya que al dejar de tener la
madre la cría a la espalda y pasar a llevarla en brazos, necesitaba del macho para
protegerles y alimentarse. Por otra parte, el ardipitecus al pasar a vivir en zonas
abiertas, ya no podía mantener con seguridad un harem, pero si podía defender y
aprovisionar a una única hembra y su cría. Así que parece que las exigencias
relacionadas con el bipedismo, en conjunción con la expansión del homínido a
espacios abiertos, pusieron al homínido en el umbral de la monogamia a partir de
lo cual se pudieron haber desarrollado los mecanismos neurológicos del
emparejamiento.

Finalmente concluyen las autoras y autores, a modo de resumen, que el amor


romántico parece una adicción natural, un estado normal de alteración, que tiene
el objetivo de motivar al ser humano para emparejase y así poder llevar a cabo un
proyecto reproductivo y asegurar la perpetuación de su ADN en el futuro.

Aunque no perteneciente a este grupo de investigación, el trabajo de Song y cols


(2015) enlaza con la línea argumental del grupo de Fisher, buscando cambios
estructurales en los cerebros de los enamorados más allá de los cambios
funcionales que los estudios previos documentan.

Cambios cerebrales relacionados con el amor: un estudio en estado basal


con resonancia magnética funcional.Hongwen Song, Zhiling Zou, Yang Liu,
LIzhuang Yang, Anna Zilverstand, Federico d´Oleire Uquillas and Xiaochu
Zhang.Frontiers in human neuroscience. Feb 2015.

En este estudio tratan de objetivar cambios estructurales persistentes que se dan


en la arquitectura cerebral en los enamorados. Así, se argumenta, que si bien en
otras publicaciones, la RMf ha encontrado aumentos de actividad en algunas
regiones cerebrales que están relacionadas en el procesamiento de recompensa,
motivación y regulación emociona cuando los enamorados ven fotografías de sus
parejas, no se sabe mucho sobre cómo el amor romántico afecta a la arquitectura
funcional en estado basal (sin la presencia del estímulo del amado). Su hipótesis
de trabajo es que dado que el estado de enamoramiento es un estado
motivacional que afecta psicológicamente y conductualmente a los enamorados,
no sería raro afirmar que este estado afectaría a la arquitectura funcional cerebral
implicada.

Para el estudio, se basan en los conceptos de homogeneidad regional (medida


local de conectividad funcional que define la similitud temporal entre un
voxel[3] dado y sus vecinos, por lo que se da por una medida validada de
funcionamiento cerebral) y conectividad regional (definida como una correlación de
señales espontáneas dependientes del nivel de oxígeno entre regiones
espacialmente remotas, lo que describe la relación entre patrones de activación
neuronal de zonas y circuitos separados anatómicamente).

En este estudio se compararon con RMf, 100 personas de las que se obtuvieron
datos relacionados con la homogeneidad regional y la conectividad funcional
divididas en 3 grupos: enamorados en ese momento, pareja rota (que acababan
de terminar una relación romántica y ya no estaban enamorados) y solteros
(nunca enamorados). Los resultados mostraron que (1) la región dorsal anterior
cingulada del córtex izquierdo estaba significativamente aumentada en los
enamorados en comparación con los otros dos grupos, y que (2) esta activación
estaba positivamente correlacionada con la duración del enamoramiento, mientras
que al contrario, estaba negativamente correlacionada con la duración desde la
ruptura en el grupo amor acabado. (3) Respecto a la conectividad funcional, se
encontró que estaba significativamente aumentado en los enamorados en
comparación con los otros grupos en los siguientes lugares: circuito de
recompensa, motivación y regulación emocional (corte dorsal anterior cingulado
izquierdo, ínsula, caudado, amígdala y núcleo accumbens), también el sistema de
cognición social (unión temporo-parietal, corteza cingulada posterior, corte
prefrontal medial, inferior parietal, precuneus y lóbulo temporal). (4) En la mayoría
de las regiones dentro de ambos sistemas, la conectividad funcional, estaba
positivamente correlacionada con la duración del amor en los enamorados pero
negativamente correlacionada con el tiempo transcurrido desde la ruptura en el
grupo de amor acabado.

En resumen, encontraron aumento de actividad en las áreas homogéneas de la


región dorsal anterior de córtex cingulado y aumento de la conectividad funcional
dentro de las regiones de recompensa, motivación y regulación emocional así
como en la red de cognición social. También encontraron disminución de las
regiones homogéneas del núcleo caudado bilateral relacionadas con el fin de la
relación amorosa.

A la luz de estos resultados, concluyen que este estudio da evidencia empírica por
primera vez de las alteraciones que se dan en la arquitectura cerebral en los
enamorados.

Por último, también relacionado aunque con un enfoque más abarcativo, nos
parece interesante incluir en esta reseña el trabajo del grupo de Fisher en el que
postula cuatro dimensiones del temperamento medibles en un cuestionario
(Fisher’s Temperament Inventory, FTI, o Cuestionario del Temperamento de
Fisher, no validado en Español hasta donde nos consta) que enlaza con cuatro
sistemas de neurotransmisión cerebrales.

Correlatos neuronales de las 4 amplias dimensiones temperamentales:


Probando predicciones para una novedosa construcción de la
personalidad.Lucy L. Brown, Bianca Acevedo, Helen E. Fisher. Plos One. Nov
2013.

En este estudio, las autoras sugieren que el temperamento y los sistemas


neuronales implicados, pueden constituir los mecanismos fundamentales en la
estructura de la personalidad y jugar un papel en las relaciones amorosas por
cuestiones de compatibilidad. Querían además observar si este patrón
comportamental se mantiene estable en el tiempo.

Partieron de que cuatro conjuntos de rasgos del comportamiento habían sido


asociados con cuatro amplios sistemas neuronales: sistema dopamina y
norepinefrina (noradrenalina), serotonina, testosterona, y sistema de oxitocina y
estrógeno. Se pasó el cuestionario FTI (Fisher Temperament Inventory) de 56
items, que desarrollaba la definición de cuatro dimensiones temperamentales que
asociaban esos rasgos comportamentales y sistemas neuronales. El cuestionario
fue usado para sugerir la compatibilidad de los enamorados. Se pasó el
cuestionario FTI a los participantes en estudio de imagen con RMf en los que
promovían sentimientos de amor y apego. Este experimento se realizó con dos
poblaciones diferentes: individuos que llevaban felizmente casados una larga
duración (media 21 años) e individuos en una relación que aún era de corta
duración (media 4 años). Los resultados mostraron que la dimensión Curioso-
energético, se correlacionó con la activación de la sustancia negra, consistente
con la predicción de que esta dimensión reflejaba actividad del sistema
dopaminérgico. Para la dimensión de Prudente-obediente con las normas sociales,
correlacionado con la corteza prefrontal ventrolateral, se relacionó con el sistema
serotoninérgico. Puntuaciones para la dimensión Analítico-tenaz, se correlacionó
con actividad en las cortezas occipital y parietal, asociadas con la agudeza visual y
el pensamiento matemático, rasgos asociados a la testosterona. La testosterona
contribuye además a la arquitectura cerebral en esas áreas. Puntuaciones en la
dimensión Prosocial-empático se correlacionaban con actividad en regiones del
giro frontal inferior, la ínsula anterior y giro fusiforme. Estas regiones están
asociadas a las neuronas espejo o la empatía, rasgos asociados al sistema
estrogénico-oxitocínico, y donde los estrógenos contribuyen a la arquitectura
neuronal.

Los resultados sostienen la hipótesis de que las cuatro dimensiones


temperamentales medidas por el FTI están asociadas con sistemas neuronales
separables. Al encontrarse los mismos hallazgos en dos grupos de edades
diferentes, esto sugiere que las características asociadas a esos cuatro
temperamentos se mantienen estables en el tiempo. Finalmente, los resultados
sugieren que podría haber una única firma neural para cada temperamento
asociada a la relación amorosa.

Comentario

La comprensión de un fenómeno tan complejo como el amor resulta un reto desde


la definición misma, y son múltiples las limitaciones metodológicas y de tamaño
muestral que pueden observarse en los distintos trabajos, aunque ha de
reconocerse el mérito en cuanto a los diseños empleados.

Diversas autoras nos han ilustrado sobre la creación intersubjetiva del rol de
género (Benjamin, 1996; o Dio Bleichmar, 1997) y su incuestionable influencia en
cuanto a la configuración del ideal del amor, o del rol a desempeñar por la mujer
en las relaciones amorosas. La psicología social ha abordado también
extensamente el concepto de amor. Y Esteban y Távora en nuestro medio han
estudiado el papel del amor romántico y la subordinación social de las mujeres
(Esteban y Távora, 2008)

A su vez, se hace difícil extrapolar estos trabajos (con un modelo de relación


tradicional heterosexual subyacente de forma implícita) a los nuevos modelos de
relación o de autodefinición de identidad de género (género queer o el género
líquido).

El interés principal radica en los paralelismos que encuentran con estados


cerebrales como los de las adicciones, en cuanto a las áreas cerebrales que se
activan en momentos concretos.

Es sugestivo pensar en algunas relaciones, denominadas tóxicas coloquialmente,


en términos de las analogías señaladas en estos trabajos con las adicciones.
Igualmente, estados como el “enamoramiento del amor” en el que algunas
personas están en permanente búsqueda de ese estado anhelado, adquieren otra
perspectiva a la luz de estas investigaciones. O la experiencia común en contextos
terapéuticos con mujeres víctimas de violencia de género, quienes establecen con
frecuencia relaciones de pareja posteriores a una de maltrato en que se dan
características abusivas.

Se abren otras incógnitas, el fenómeno de la colonización emocional, ¿induce


modificaciones funcionales y estructurales análogas a las planteadas?

Las personalidades dependientes, ¿comparten estos rasgos? (la dependencia


suele estar centrada en una relación, frecuentemente de pareja pero no
exclusivamente). Más aún, si en alguno de los estudios analizados el desamor, o
el paso del tiempo desde el rechazo correlacionaban negativamente con la
activación de estas zonas, ¿cómo puede traducirse la terapia en personalidades
con rasgos dependientes a nivel del funcionamiento de estas áreas cerebrales?

Frente a los fenómenos transferenciales-contratransferenciales se no presentan


otras preguntas. Un vinculo de apego seguro, prolongado en el tiempo y con
características de intimidad y cuidado ¿puede ser considerado una forma de
adicción? ¿Cómo ponerse a salvo de la misma? ¿Cuál es la forma adecuada de
deshabituación? ¿Sigue acaso un patrón más similar al de las relaciones
paterno/materno-filiales? Y no pensemos solamente en los casos de erotización
en el vínculo transferencial-contratransferencial.

Quizá tras estas y otras preguntas nos queda una dimensión añadida a la hora de
intentar aprehender un fenómeno tan complejo como el amor.
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