Nahón - Crecimiento y Desarrollo - A Resumir PDF
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El pensamiento latinoamericano
en el campo del desarrollo
del subdesarrollo:
trayectoria, rupturas y continuidades
PRESENTACIÓN
La producción académica en ciencias sociales en América Latina en
las décadas del cincuenta y del sesenta dio como fruto nuevas y origi-
nales corrientes teóricas, que han dejado una impronta significativa en
la economía, la sociología y la ciencia política. El pensamiento latino-
americano en estas áreas del conocimiento aportó innovación, espíritu
crítico y rigurosidad, favoreciendo el avance científico en aspectos nu-
cleares de las mismas, al tiempo que realizó una contribución decisiva
en el diseño y la implementación de políticas públicas en la región.
En este trabajo se argumenta que uno de los aportes sustanciales
de la producción latinoamericana de la época fue su papel en la consti-
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4 La constitución del campo del desarrollo del subdesarrollo coincidió también temporal-
mente con el comienzo de la descolonización de Asia y África, a partir fundamentalmente
de la independencia de la India en 1946. Por ello, una de sus características salientes ha
sido su orientación hacia las acciones y las recomendaciones de política, influyendo tanto
en los gobiernos nacionales como en las instituciones internacionales de desarrollo.
5 Entre otros, esta larga lista incluye a bancos de desarrollo, institutos de investigación
sobre desarrollo, agencias de cooperación internacional para el desarrollo, programas de
desarrollo, conferencias y fondos, en los niveles regional, continental, intercontinental e
internacional. Se destaca, en tal sentido, la fundación de los siguientes organismos es-
pecializados: Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (1944), Fondo Moneta-
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rio Internacional (1944), Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (1946), Banco
Interamericano de Desarrollo (1959), Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (1960), Banco Africano de Desarrollo (1963), Instituto de Investigación de las
Naciones Unidas para el Desarrollo Social (1963), Conferencia de las Naciones Unidas para
el Comercio y el Desarrollo (1964), Banco Asiático de Desarrollo (1965) y Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (1965). Sobre estas cuestiones, ver Schiavone (1997).
6 La CEPAL fue creada formalmente por la Resolución 106 (VI) del Consejo Económico y
Social de las Naciones Unidas en febrero de 1948.
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7 Siguiendo a Krugman (1997) se entenderá por economía del desarrollo a aquella rama de
la ciencia económica cuyo principal objeto de estudio consiste en la explicación de los mo-
tivos por los cuales algunos países son más pobres que otros, así como, derivado de ello, en
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prescribir vías por las cuales los países pobres pueden transformarse en ricos (la distinción
entre países pobres y ricos se establece a partir de los valores adoptados en cada país por la
variable característica de la economía del desarrollo: el Producto Bruto Interno per cápita).
8 Hirschman (1980: 1057) menciona este aspecto como uno de los ingredientes centrales
de la economía del desarrollo, el cual denomina “rechazo de la tesis mono-económica”.
En sus términos esto implica “la concepción de que los países subdesarrollados se separan
como un grupo, mediante varias características económicas específicas comunes a ellos,
de los países industriales avanzados, y que el análisis económico tradicional, concentrado
en estos últimos países deberá modificarse, en consecuencia, en algunos aspectos impor-
tantes, cuando se aplique a los países subdesarrollados”.
9 Se trata de una clasificación propia sobre la base de Fiori (1999), Hirschman (1980) y
Krugman (1997).
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18 En cuanto a esta cuestión, cabe traer a colación una afirmación de Rosenthal: “el traba-
jo pionero de 1949 [CEPAL, 1951] se elaboró después de que América Latina sufriera dos
convulsiones importantes: la crisis económica y la escasez de divisas de la década de 1930,
y la Segunda Guerra Mundial, que se tradujo, entre otras cosas, en graves problemas de
abastecimiento. Ambos fenómenos dieron gran impulso a un proceso de industrialización
basado en la sustitución de importaciones. En el ámbito de las ideas, se abandonaba la
ortodoxia para adoptar la noción de intervención selectiva del Estado en las economías,
basada en las propuestas revolucionarias de John Maynard Keynes. Fue en ese contexto
que Prebisch y su equipo publicaron su histórico documento” (2000: 76).
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19 Adicionalmente, se podría identificar una cuarta corriente con un desarrollo teórico con
importantes puntos de contacto con el de la escuela de la dependencia. Se trata de la escue-
la del sistema-mundo fundada por Immanuel Wallerstein (1982), con notable influencia en
los países anglosajones, en particular en EE.UU. Algunos autores asimilan a esta vertiente
de la sociología crítica con la primera corriente dentro de la escuela de la dependencia,
aquella encabezada por Gunder Frank.
20 Asimismo, consúltese Dos Santos (1970) y Marini (1972).
21 Esta primera vertiente es la que se vincula más estrechamente con la formulación reali-
zada por Baran (1957). Para este autor, el subdesarrollo era el resultado directo de un desa-
rrollo capitalista determinado por un sistema internacional fuertemente jerarquizado, que
estaba caracterizado por una importante transferencia del excedente generado en los países
“atrasados” hacia los “avanzados”, proceso que resultaba posible a partir de las alianzas
establecidas con las clases dominantes periféricas. La conclusión final de este enfoque es
que el capitalismo en su fase monopolista terminaría perdiendo su capacidad dinámica y
expansiva y pasaría a bloquear el desarrollo industrial de las naciones subdesarrolladas.
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22 En ese sentido, Fiori (1999) señala que la viabilidad del desarrollo de las fuerzas pro-
ductivas debería ser analizada en cada caso, de acuerdo a las estrategias de ajuste a las
modificaciones internacionales adoptadas por las elites empresarias y políticas de cada
país y, también, en función de la forma de articulación interna entre sus segmentos más y
menos dinámicos desde el punto de vista económico.
23 Para un análisis exhaustivo de todas estas cuestiones, consúltese Dorfman (1967).
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También son oriundos de esta fértil época los aportes del sociólo-
go Medina Echavarría quien, desde el propio ámbito de la CEPAL, des-
tacó la necesidad de incorporar a las teorías del desarrollo económico
variables de índole sociológica y politológica, de forma tal de acceder a
una suerte de ciencia social única del desarrollo latinoamericano. Me-
dina Echavarría (1963: 14) señaló:
Lo elegante científicamente sería una teoría única. Pero si esta fal-
ta, se espera al menos del sociólogo que sea capaz de elaborar una
concepción sociológica del desarrollo, es decir, una teoría desde la
perspectiva de la estructura social en su conjunto. Y así como el eco-
nomista ofrece, o puede ofrecer, modelos de desarrollo que son por
lo menos una pauta clara en las tareas de la práctica, se ha pedido al
sociólogo que ofrezca igualmente modelos de los procesos estructu-
rales que acompañan o preceden al proceso económico mismo.
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26 Antes de continuar cabe incorporar una breve digresión. Si bien durante todo el pe-
ríodo bajo análisis, el estructuralismo de raíz cepalina fue, junto con el marxismo, una
de las corrientes más influyentes dentro de las ciencias sociales latinoamericanas y, por
tanto, el análisis realizado se ha centrado en el mismo, no puede dejar de mencionarse que
existieron –relegados a un segundo plano– ciertos centros de investigación con un enfoque
opuesto. Sin duda, el caso paradigmático lo constituye la Fundación de Investigaciones
Económicas Latinoamericanas (FIEL) creada en Argentina a principios de 1964 con el
apoyo financiero de las organizaciones privadas más representativas del poder económico
del país: la Unión Industrial Argentina, la Sociedad Rural Argentina, la Bolsa de Comercio
de Buenos Aires y la Cámara Argentina de Comercio. Años después, FIEL sería uno de
los principales soportes teóricos de la “contrarrevolución conservadora” que se inició en
Argentina a mediados de los años setenta de la mano de una feroz dictadura militar (ver
más adelante: Agonía y “travestismo” del campo del desarrollo del subdesarrollo).
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29 Un proceso similar tuvo lugar con el aspecto político, el cual se vio rápidamente in-
corporado a la investigación sobre el desarrollo del subdesarrollo, a través de la reflexión
teórica sobre el tipo de intervención pública propia de cada tipo de Estado (autoritario,
burocrático, totalitario, democrático), así como del tipo de vínculos que este establece
con la sociedad. Se destacan, en este sentido, los trabajos de los investigadores argentinos
O’Donnell (1982) y Portantiero (1977).
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la ilusión del desarrollo propia del campo se atemperó con una visión
realista y crítica respecto a las condiciones estructurales e históricas de
la región, dando como fruto un marco analítico que si bien postulaba
la posibilidad del desarrollo, no dejaba de identificar las difíciles barre-
ras que este proceso debía sortear. Esta mayor crudeza implicó que, en
ocasiones, se catalogara a los científicos latinoamericanos de sufrir una
suerte de “pesimismo estructural”. Sin embargo, más que dar cuenta de
un pesimismo caprichoso, esta perspectiva era resultado de una visión
aguda y compleja acerca de las posibilidades –y las dificultades existen-
tes– para que la región ingresara en un sendero de desarrollo, fruto del
análisis racional y científico propio de quienes habían nacido, se habían
formado y vivían en América Latina.
Otra característica del pensamiento latinoamericano de la época
fue la participación activa y directa de científicos y académicos en la
elaboración e implementación de los planes de desarrollo y crecimiento
nacionales y regionales. Datan de esta etapa la fundación de las prime-
ras agencias nacionales de planificación, la elaboración de sofisticadas
estrategias de crecimiento económico y la compilación de manera sis-
temática de voluminosas estadísticas nacionales, responsabilidades que
asumieron mayoritariamente los técnicos, y también los académicos,
de la región. En particular, la CEPAL ocupó un lugar privilegiado como
asesora de políticas públicas, especialmente en el campo de la econo-
mía. Se identifica, entonces, no sólo una influencia mutua entre ciencia
y realidad, sino, más aún, una intervención directa del conocimiento
técnico en la búsqueda del desarrollo nacional y regional, diseñando,
legitimando y justificando las políticas implementadas.
Por último, un aspecto propio del pensamiento latinoamericano
de la época fue la temprana aparición de la interdisciplinariedad en
las ciencias sociales, en particular en la reflexión sobre el desarrollo
del subdesarrollo. En el ámbito regional, este campo se caracterizó por
la permanente discusión académica entre economistas, sociólogos y
politólogos sobre cuáles eran las políticas necesarias para favorecer el
desarrollo de las sociedades latinoamericanas, así como los factores y
conceptos más apropiados para dar cuenta del atraso de estas socieda-
des. Si bien primó la discusión al interior de cada una de las disciplinas,
la búsqueda de respuestas conjuntas e interdisciplinarias no tardó en
llegar, identificándose debates y trabajos que atravesaban los escuetos
márgenes de las ramas particulares tanto en la trayectoria de la CEPAL
como en las universidades y centros de estudios de Latinoamérica. En
particular, la crítica a la vertiente ricardiana de la economía del desa-
rrollo proveniente desde la sociología, así como desde algunas corrien-
tes de la escuela del desarrollo, favoreció la integración entre las áreas
de conocimiento.
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36 Si bien inicialmente el Banco Mundial y algunos autores como Lal (1983) intentaron
presentar el proceso de desarrollo de los países asiáticos como resultado de la aplicación
de políticas de libre mercado y apertura comercial, numerosos estudios posteriores sobre
los factores explicativos del denominado “milagro” del Sudeste Asiático, específicamente
de Corea del Sur, refutaron esta interpretación. Autores como Wade (1990), Evans (1995) y
Amsden (1989) destacaron la relevancia de la aplicación de activas políticas industriales, la-
borales, financieras, agrícolas y comerciales en la consolidación del desarrollo de este país.
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(1990), Fanelli y Frenkel (1990), Ffrench-Davis y Arellano (1983), Frenkel (1990), Iguíñiz
Echeverría (1991), Lora y Crane (1991), Lustig (1991) y Machinea (1990).
44 Vale mencionar que, en este período, en la CEPAL se realizaron algunos estudios particula-
res que restablecieron la discusión sobre la viabilidad de garantizar un proceso de crecimien-
to de largo plazo y de desarrollo en América Latina (Fajnzylber, 1983; 1988).
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45 A partir de la extensión de las críticas a las ideas fundantes de esta perspectiva, se acu-
ñó recientemente el término post-Consenso de Washington para referirse a la situación
actual, en la que conviven dos corrientes de pensamiento. Una de ellas propone profundi-
zar las recetas originales. Es el caso, por ejemplo, de autores como Burki y Perry (1998)
quienes sostienen que las evidencias demuestran la necesidad de mejorar la calidad de la
inversión en desarrollo humano, promover el desarrollo de importantes y eficientes mer-
cados financieros, consolidar los marcos legales y regulatorios (en particular, desregular el
mercado de trabajo y mejorar las regulaciones para la inversión privada en infraestructura
y servicios sociales) y mejorar la calidad del sector público (incluyendo el sector judicial).
La otra línea del post-Consenso de Washington es la enarbolada por Stiglitz, otrora funcio-
nario de los mismos organismos internacionales que impusieron su consenso en el Tercer
Mundo. Al respecto, resultan ilustrativas las críticas que en los últimos años este autor ha
venido realizando al Fondo Monetario Internacional por la forma en que intervino en las
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crisis de algunos países del Sudeste Asiático y, más recientemente, de Argentina. A juicio
de Stiglitz (2000), estas economías entraron en crisis, en buena medida, como resultado
de haber implementado las recomendaciones y sugerencias de los técnicos del FMI, al
tiempo que la forma en que se salió de las mismas (en la generalidad de los casos, con
enormes costos económicos, políticos y sociales) ha estado determinada por la insistencia,
por parte de los equipos al frente del Ministerio de Economía de cada país, en la aplicación
del recetario fondomonetarista. Sobre la base de estas constataciones, Stiglitz reclama
por un urgente y radical cambio en la orientación del FMI, con la finalidad de que retome
una de las principales funciones para las que fue creado a mediados de los años cuarenta,
a saber: proveer de liquidez a aquellos países que necesitan financiar políticas fiscales de
carácter expansionista para superar situaciones de recesión económica. Ello debe ir nece-
sariamente acompañado por un abandono, por parte de los países muy endeudados (como
Argentina), del recetario fondomonetarista como criterio rector prácticamente excluyente
de sus políticas económicas.
46 Similares consideraciones cabe realizar con respecto al caso argentino (Abeles, 1999;
Nochteff, 1999; Levit y Ortiz, 1999).
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47 Desde ya, determinados factores locales condicionaron –en mayor o menor medida,
según el caso– la forma en que se procesaron internamente y se instrumentaron las polí-
ticas neoliberales en cada país. Entre tales factores locales cabe destacar, a simple título
ilustrativo, el tipo de estructura económica y social heredada de la primera oleada de pe-
netración del neoliberalismo en la región, las características de las clases dominantes y su
articulación con el capital extranjero, el grado de permeabilidad del aparato estatal a las
presiones de los distintos sectores, el entramado institucional, etcétera.
48 Como destaca Anderson (1995: 8-9): “El viraje hacia un neoliberalismo perfilado co-
menzó en México, en 1988, con el arribo del presidente Carlos Salinas de Gortari. Y se
prolongó con la elección de Carlos Menem [en Argentina] en 1989 y con el comienzo, ese
mismo año, de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez en Venezuela; finalmente,
con la elección de Alberto Fujimori a la presidencia del Perú en 1990. Ninguno de estos go-
biernos hizo conocer a la población, antes de su elección, el contenido de las políticas que
habrían de aplicar. Por el contrario, Menem, Pérez y Fujimori prometieron exactamente
lo opuesto a las medidas antipopulares que aplicaron en el curso de los años noventa. En
cuanto a Salinas, es de conocimiento público que no habría sido elegido si el Partido Re-
volucionario Institucional (PRI) no hubiera organizado un fraude electoral masivo. De las
cuatro experiencias, tres han conocido un éxito inmediato sobre la hiperinflación –México,
Argentina, Perú– y una fracasó –Venezuela. La diferencia es importante. En efecto, las
condiciones políticas necesarias para una deflación (la desregulación brutal, el aumento
del desempleo y las privatizaciones) se han hecho posibles gracias a la existencia de ramas
ejecutivas del poder estatal que concentran un poder aplastante. Este siempre ha sido el
caso en México, gracias al sistema de partido único del PRI. Al contrario, Menem y Fuji-
mori debieron innovar, instaurando legislaciones de urgencia, reformas constitucionales
u organizando el autogolpe de Estado. Este tipo de autoritarismo político no ha podido
aplicarse en Venezuela”.
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49 Estas reformas derivaron, en los hechos, en una notable transferencia de poder eco-
nómico a un núcleo sumamente acotado de grandes actores económicos que desde en-
tonces pasó a detentar un poder regulatorio decisivo en términos de la configuración de
la estructura de precios y rentabilidades relativas de estas economías y, por ende, de la
determinación de variables de crucial significación como la competitividad y la distribu-
ción del ingreso.
50 Según estimaciones de la CEPAL, entre 1990 y 2000, la deuda externa total de los países
de la región se incrementó, en promedio, un 64,5% (pasó de cerca de 450 mil millones de
dólares a aproximadamente 740 mil millones de dólares). En ese desempeño agregado
cabe destacar los casos de Argentina (en el período de referencia, el endeudamiento exter-
no creció un 135%), de Colombia (101%), de Chile (96%), de Brasil (91%) y de Paraguay
(66%). Ver <http://www.eclac.cl/badestat/anuario/index.htm>.
51 En cuanto al desempeño de las economías del subcontinente bajo la hegemonía del “pen-
samiento único”, puede consultarse <http://www.eclac.cl/badestat/anuario/index.htm>.
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54 “Para ello [...] se plantean dos conjuntos de políticas: a nivel micro, para ayudar a las
empresas a aprovechar las mejores prácticas y tecnologías disponibles y, a nivel meso u ho-
rizontal, para permitir la difusión y asimilación masiva de las mejores prácticas, facilitar el
acceso a todas las empresas a un mercado de capitales y un sistema bien estructurado de
capacitación” (Sztulwark, 2003: 85).
55 Sobre estas cuestiones, consultar, CEPAL (1996b; 2002); Chudnovsky et al. (1999); Fa-
nelli y Frenkel (1996); Ffrench-Davis (1996; 1999); Ffrench-Davis y Ocampo (2001); Katz
(1996; 1999; 2000); Katz y Hilbert (2003); Kosacoff (1998 y 2000); Ocampo, Bajraj y Martín
(2001); Peres (1998); Peres y Stumpo (2002) y Stumpo (1998) entre otros.
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56 Prueba de ello lo constituye el hecho de que durante el decenio de los noventa, pari
passu la aplicación de medidas inspiradas en los postulados básicos del neoliberalismo, en
gran parte de los países de la región se verificó un incremento significativo en los grados de
concentración de la producción y el ingreso.
57 En particular, la forma en que la evolución económica de los noventa impactó sobre
las grandes firmas y sobre las pequeñas y medianas empresas y los trabajadores del sub-
continente, revela la estrecha articulación que existe entre el pensamiento ortodoxo y las
fracciones más concentradas del sector empresario o, en otros términos, la funcionalidad
que la implementación de políticas neoliberales ha guardado en relación con el proceso de
acumulación y reproducción ampliada del capital del establishment latinoamericano. Al
respecto, ver Schorr et al. (2002).
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59 En relación con esta última cuestión, y a modo de síntesis, cabe traer a colación el muy
interesante paralelo que realiza Rosenthal (2000) entre la propuesta de la transformación
productiva con equidad de la década del noventa con las de la institución en los años
cincuenta: “Primero, se vuelve a explorar la manera en que los países de América Latina
y el Caribe habrán de insertarse en la economía internacional; la propuesta de los años
cincuenta frente a la relación asimétrica entre el ‘centro’ y la ‘periferia’ era la industrializa-
ción; la propuesta de los años noventa frente a la globalización de la economía es la com-
petitividad internacional. Segundo, el progreso técnico sigue siendo un tema de enorme
importancia para la institución, hoy con un enfoque de carácter más sistémico que antaño.
La consigna no se limita a elevar la productividad en un sector, sino a incrementarla en
todo el sistema productivo. Tercero, la preocupación por la equidad es otra constante,
dado el carácter concentrador y excluyente del desarrollo latinoamericano […] Cuarto, se
continuó impulsando la idea de la integración económica, en el sentido más amplio del
compromiso de la CEPAL con la cooperación intrarregional […] Quinto, tal vez porque la
CEPAL es una institución al servicio de los gobiernos, la preocupación por la política pú-
blica y el rol del Estado constituye otra constante en su agenda temática, en aras de buscar
sinergismos en la interacción entre agentes públicos y privados” (Rosenthal, 2000: 79).
60 No puede dejar de mencionarse que a pesar del ostracismo al cual se las relegó, fueron
numerosas las instituciones académicas latinoamericanas que durante toda la década del
noventa plantearon propuestas –más o menos– alternativas al “pensamiento único”. Entre
otros centros de estudio, cabe destacar los casos de CLACSO (presencia regional), CIEPP
(Argentina), CERES (Bolivia) y FLACSO (regional); y, con matices y excepciones, CEDES
(Argentina), UNICAMP (Brasil), CEBRAP (Brasil), CIEPLAN (Chile), CIDSE (Colombia),
UNAM (México), CENDES (Venezuela) y FACES (Venezuela).
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REFLEXIONES FINALES
El huracán neoconservador que arrasó América Latina en el último
cuarto de siglo ha dejado un verdadero tendal en materia económica,
política, social y científica. En ese marco, las ciencias sociales de la
región se encuentran frente a un enorme –y sumamente estratégico– de-
safío que, según sea la manera en que se lo encare –y eventualmente
resuelva–, sentará las bases para revertir, o no, la muy crítica situación
en la que se hallan inmersas.
Ello se encuentra estrechamente vinculado con la (re)construcción
de un pensamiento social de la región, que no asuma como propios mo-
delos que, elaborados en sociedades muy diferentes de las latinoameri-
canas, se suelen presentar como los mejores –y, en no pocas ocasiones,
como los únicos– posibles. Si bien se trata de una tarea sumamente
compleja (varias décadas de predominio –si no de hegemonía– del “pen-
samiento único” dificultan sobremanera la concreción de los objetivos
mencionados), no caben dudas de que es necesario encararla si a lo
que se aspira es a colocar a la región en un sendero –genuino y soste-
nido– de desarrollo que tenga un sentido nacional y regional y que esté
asociado a crecientes niveles de inclusión económica y social.
Como se desprende del conjunto de los desarrollos previos, du-
rante la prolongada égida del neoliberalismo, las ciencias sociales lati-
noamericanas quedaron presas del argumento de que la estabilidad de
precios y la macroeconomía sana son una condición necesaria, y prácti-
camente suficiente, para asegurar el crecimiento económico y que este,
a su vez, es una condición necesaria, y prácticamente suficiente, para
asegurar la mejora en las condiciones de vida de la sociedad. En otras
palabras, el crecimiento económico desplazó al desarrollo socioeconómi-
co como una de las principales –si no la más importante– ideas-fuerza
del pensamiento social regional. Si se consideran los nefastos impactos
que sobre los países de la región ha tenido la aplicación del recetario
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