Narrativa Documental - Alejandro Cock
Narrativa Documental - Alejandro Cock
Narrativa Documental - Alejandro Cock
El estudio
narrativo en diálogo con el sistema poético, retórico y la teoría documental puede dar
opciones interesantes de investigación que aun están por profundizar.
Considerado como uno de los precursores del documental con su película Nanook de
1922, Robert Flaherty sentó muchas de las bases narrativas del naciente género. Él,
quien además de explorador era un entusiasta de la literatura y el cine, conocía las
leyes de la dramaturgia y las aplicó de manera magistral en sus películas. Helen Van
Dongen, colaboradora de Flaherty, asegura que al igual que un director de ficción,
siempre empezaba a filmar con un story line cristalizado: “los hechos eran
interpretados y adaptados por él y modelados en elementos de un mundo creado por
él, un mundo enteramente suyo” (Barsam. 1976:213).
Grierson y Paul Rotha, los dos mayores teóricos del movimiento documentalista
británico, identificaban en el documental una oposición: 1) El documental debe
distinguirse de las películas de ficción pues se interesa en la “actualidad” y se refiere a
un mundo observable, no a uno imaginario. 2) Debe distinguirse de las simples
“películas de hechos”; las películas documentales son “creativas”, no simplemente
reproductivas, en su interpretación de la realidad” (Guynn,1990:20).
Para muchos exponentes del cine observacional, el documental era algo sin
manipulación, una representación transparente de la realidad. Sin embargo,
inevitablemente debido a la alta relación de material filmado en la mayoría de
películas observacionales, los editores descartan mucho más material del que es
ofrecido en las películas finales. Y ya de por sí la cámara ha descartado la mayoría del
material de la realidad, pues la cámara no graba en tiempo real ni graba todos los
eventos que suceden a su alrededor al mismo tiempo. Ello indica que la observación
de la realidad contiene una selección implícita de ella.
No obstante, “desde finales de los años ochenta, bajo ambas presiones externas y la
inevitable reacción contra la ortodoxia estilística, nuevos métodos de edición han
estado influyendo los documentales de televisión, tales como cortes de edición más
rápidos, más extravagante uso de la música, alteración de los colores de los fondos
durante las entrevistas, disposición para emplear reconstrucciones y actuaciones, y
una estructura narrativa más flexible, juguetona, interpretativa y experimental”
(Liosos,2003:36)..
Los documentalistas han dado un giro, desde una adherencia automática a las
austeridades del estilo observacional hacia una libertad expresiva mayor. Según el
antropólogo visual Peter Liosos, el realismo observacional se ve, por lo menos en el
momento, en problemas. “Yo propongo que lo que estamos viendo es una reacción en
varios niveles (jóvenes cineastas, productores, audiencias jóvenes) contra ambas; la
predictibilidad del observacionismo naturalista y el “estilo plano” realista”
(Liosos,2003:36).
Las decisiones éticas y estéticas tienen que ver cada vez más con las imposiciones del
mercado, desmeritando la calidad. Inclusive en las televisiones públicas se ven
presiones narrativas que pueden afectar los productos finales. Lo que entienden los
programadores por “buena televisión” usualmente requiere el moldeamiento de las
grabaciones en story lines familiares y en ritmos de edición “contemporáneos” que
imitan el estilo de los videoclips musicales. El producto inevitable de esta demanda es
un estilo narrativo muy particular: una voz occidental con autoridad establece la
locación de la película, introduce el grupo cultural (ocasionalmente algunos
individuos) y guía al espectador por algunas de sus rutinas diarias. Aunque este patrón
de organización no es diferente a la etnografía escrita la etnografía televisada difiere
en que no hay mucho espacio para el análisis, y hay una alta dependencia en
descripciones visuales evidentes por sí mismas. Así, la etnografía narrativa “realista
clásica” frecuentemente es usada como excusa para mostrar en pantalla una sucesión
de imágenes “interesantes” o “espectaculares” (Wright,1992:275).
Los documentales que están siendo seleccionados por las grandes cadenas son
aquellos que cuentan con personajes muy fuertes, historias con una estructura
dramática clásica y temas que permitan clímax televisivos. De esta manera los
predadores y animales peligrosos en los documentales de historia natural, el conflicto,
la miseria en los documentales sociales y los comportamientos extraños y tabú en los
documentales antropológicos, parecieran ser los únicos temas posibles hoy. Se exige
rodar en inglés pero sobretodo rodar con la gramática cinematográfica
norteamericana.
“Aunque los documentales ahora son hechos por gente en cada esquina del planeta,
éste evolucionó inicialmente en Europa y Norteamérica, y muchas de sus
convenciones reflejan códigos culturales que fueron inicialmente específicos a ese
mundo” (…) Las convenciones cinematográficas, en otras palabras, llegan con
connotaciones culturales construidas, de las cuales no siempre se es consciente. Se
pueden confirmar o contestarlas. En contextos inter-culturales, es crucial estar
conciente de ellas hasta donde se pueda” (Barbash;Taylor,1997:17).
Así, si en el documental queda claro que siempre se expresa el punto de vista de los
realizadores, la objetividad no existe. Frente a esta premisa, largamente discutida y
prácticamente aceptada hoy por todos, queda como alternativa la honestidad; un pacto
honesto con la verdad. La cual solo se logra con un profundo conocimiento del tema,
basado en una buena investigación documental y de campo, en la familiaridad con los
temas lugares y personas que se irán a tratar, en la asesoría con expertos y en la
participación de las personas documentadas en el producto final.
De esta forma, el conocimiento del tema y la investigación son prioridades éticas para
abordar una narración audiovisual. Estos dos elementos darán las bases para dirimir la
mayoría de problemas éticos inherentes al documental. La verdad, la objetividad, la
calidad, el riesgo, la puesta en escena, la dramaturgia, no pueden ser abordados más
desde la improvisación y la ignorancia. El documentalista basado en estos principios,
podrá desviar o, si se quiere, abortar la temática de su producción según los resultados
de las investigaciones. Se interesará en lo que de fondo está sucediendo frente a su
cámara y no en acomodar los hechos para sustentar su propia visión de la vida, o para
armar un relato sensacionalista y tergiversado que sea más comercial.
En este sentido es importante una gran solidez ética, pues el mercado documental,
cada vez más fuerte en EUA y Europa (con marcada tendencia etnocéntrica,
imperialista y comercial), incita a mostrar lo que el público quiere ver, lo que se
vende, pero muchas veces lo que se vende no es lo que se encuentra al filmar. La
subjetividad y las elecciones narrativas deben ser concebidas desde un conocimiento
previo de la temática. De esta forma el punto de vista, los encuadres, los personajes, la
edición, la estructura narrativa, buscan la esencia de las cosas, sus puntos más
significativos, pudiéndose acercar más a la “verdad” desde una actitud investigativa y
poética que por medio de la llamada objetividad. Así mismo, el estudio de alternativas
creativas garantizará que el documental siga vivo como género artístico y que las
producciones nacionales y locales no pierdan su identidad.