Engelbert Kirschbaum, Las Tumbas de Los Apostoles PDF

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ENGELBERT KlRSCHBAUM, S. J.

LAS TUMBAS DE
LOS APÓSTOLES
Confrontación arqueológica
en los fundamentos de la Cristiandad

LIBRERIA EDITORIAL ARGOS, S. A. - BARCELONA


LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

Primera edición: Abril 1959

Título de la edición original


DIE GRAERER DER APOSTELFDRSTEN

Traducido del alemán por

INGEBORG VON RAABL


y
FLORENCIO SUB/AS

0 Copyright by Heinrich Scheffer Verlag Frankfurt a M. 1957


y e Promotora Editorial y de Librería, S. A., - Barcelona

Depósilo legal: B. 4417 • 1959

IMPRESO EN ESPAflA POR COMERCIAL Y ARTES GRÁFICAS, S. A.


(TALLERES RA[CLAN) A VD. ¡ose ANTONIO, 719 - BARCELONA

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AMICIS
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excavaciones efectuadas bajo la Confessio de la Iglesia de San
L
AS
Pedro no han surgido porque se dudase de la antiquísima tradición
de que allí y sólo allí se venera la tumba del Príncipe de los Apóstoles.
No cabía semejante duda pues nunca se ha dado prueba alguna con-
vincente que pudiera justificarla. Si ningún Papa se atrevió antes a
promover excavaciones tales no fué por temor a no encontrar nada,
sino, precisamente, por la aprensión nacida de la firme convicción de
la cercanía de la tumba. El haber roto con esa costumbre - apren-
sión - medieval constituye, por cierto, una de las más valientes refor-
mas de las muchas llevadas a cabo durante el pontificado de Su San-
tidad Pío XII. El espíritu que, alienta la investigación moderna no ama
solamente los apergaminados documentos de los archivos sino también,
cada vez más, el testimonio de los monumentos que desvela la pala del
arqueólogo. Sabemos por propia confesión de Su Santidad qne desde
que era Cardenal Secretario de Estado y Arcipreste de San Pedro,
había deseado se llevaran a cabo investigaciones en dicho templo con
los medios técnicos de hoy día. Al presentársele la ocasión, siendo
Papa, cargó valientemente con la responsabilidad, sin duda nada fácil,
de ordenar sondeos bajo la Basílica Vaticana. Dicha oportunidad se
le presentó con ocasión de las obras de ensanchamiento y ampliación de
la Cripta de San Pedro, en las llamadas grutas, obras que dirigía en-
tonces Monseñor Ludwig Kaas, Secretario de la Sagrada Congrega-
ción de la Rev. Fábrica de San Pedro.
Una vez alcanzada felizmente la primera etapa de los trabajos, el
descubrimiento de la necrópolis pagana, comenzó la tarea principal. La
dirección de la empresa estaba en manos de Monseñor Kaas, a cuya
tenacidad y destreza se debió en grari parte el éxito de tan dificultosa
empresa, máxime por efectuarse las obras durante la guerra. Tenía
como consejeros y colaboradores en la parte técnica de los trabajos,
especialmente delicada, a los arquitectos de San Pedro, Conde Pietro
/
8 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Enrico Galeazzi y profesor Giuseppe Nicolosi. En asuntos arqueoló-


gicos le ayudaba un grupo de profesores del Instituto Pontificio de
Arqueología Cristiana, aparte del autor del presente trabajo y de los
profesores Bruno M. Apollonj-Ghetti, Antonio Ferrúa S. J. y del
célebre y consagrado maestro de arqueólogos cristianos, Enrico J osi.
Los mencionados investigadores redactaron el resultado de esta di-
fícil tarea, cargada de responsabilidad, en dos tomos en folio que en-
tregaron a S. S. Pío XII, que había ordenado los trabajos, el 19 de
diciembre de 1951.
En la redacción se describe tan sólo la última parte de los sondeos,
es decir, los que se realizaron bajo· 1a C onfessio de San . Pedro. Falta
todavía una publicación sobre toda la necrópolis. Las investigaciones,
por otra parte, no pueden considerarse de ningún modo como termi-
nadas. En 1953 le fué confiada al profesor M. Guarducci la elabora-
ción del material epigráfico, y se encargaron al profesor A. Prandi
las investigaciones topográficas correspondientes.
Donde se había detenido la primera excavación del año 1950, se
pudo seguir excavando con generosa libertad, a pesar de las circuns-
tancias delicadas, especialmente delicadas de este lugar. El resultado
ha sido una nueva y más honda confirmación de la mayor parte de
los resultados obtenidos en la primera excavación. La estructura del
Tropaion y su datación alrededor del año 16o, el carácter cristiano
· del patio o antesala del sepulcro P, y la continuidad cronológica de
los distintos mausoleos que lo rodean, tienen también para Prandi el
significado que les hemos dado.
La postura tomada por el mundo científico en cuanto a nuestras
excavaciones, lejos de ser uniforme ha sido vivamente diferenciada.
La mayoría han reconocido la importancia del trabajo y sus especiales
dificultades, pero no en el resultado presentado. Las opiniones diver-
gen en este punto, yendo desde la casi completa aceptación hasta la \

total repulsa, pasando por la hipótesis. Esto, sobre todo, en lo con- 1


cerniente al descubrimiento de la tumba de Pedro, que constituye -el
resultado de los trabajos realizados.
Esta disparidad de opinión no debe extrañar empero, aunque a pri-
mera vista parezca lo contrario, y a pesar de tener apenas que ver
con prejuicios confesionales. Y es que el descubrimiento de la tumba
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 9

del Apóstol no consiste en el hallazgo de una tumba materialmente con-


servada que se atestigue a sí misma como la de Pedro, quizás por una
inscripción, sino en un dificultoso buscar y encontrar indicios con los
que determinar cierta y exactamente su ubicación. Aquello valdría, en
todo caso, si se tratara de encontrar la tumba original y primera del
Apóstol. Los indicios son por cierto tantos y tan claros que parece
tratarse de una auténtica certeza histórica. Es evidente, sin embargo,
que hechos, dudas, interpretaciones divergentes tanto en lo particular
como en lo general pueden ser defendidos con mayor o menor justi-
ficación, llegando incluso a predominar, teniendo presente sobre todo
que la mayoría de los críticos no ha tenido ocasión de estudiar las ex-
cavaciones personalmente, en el propio terreno, en su interioridad más
profunda, de manera apropiada para una crítica competente. Sólo una
total familiaridad con todos los detalles posibilita enjuiciar en este caso.
Son estos detalles precisamente los que otorgan significado especial . a
este libro.
Hay que señalar que las conclusiones se exponen de forma que
sean accesibles no sólo al estrecho círculo de especialistas sino también
al círculo más amplio de meros aficionados. Al mismo tiempo se da
pie a crítica. Durante la preparación de esta obra, un tiempo de seis
años, se han escrito y publicado muchas cosas útiles sobre nuestros pro-
blemas, que serán tenidas en cuenta. También el colaborador y coautor
del informe de las excavaciones ve algunas cosas bajo nuevas luces
y desde nuevas perspectivas después de transcurridos seis años; ha
de corregirse a sí mismo. La crítica ha señalado los equívocos a que
dió pie el informe de las excavaciones. Hay que esclarecer estos pun-
tos, mientras otros pueden quedar en el olvido o pasar a un segundo
plano. Es preciso contradecir a la crítica, finalmente, donde no tiene
razón, lo que no es raro. Vale la pena, por tanto, una nueva versión,
\ ,f· que puede considerarse necesaria si se quiere evitar que arraigue, sin
1 derecho, el cuadro a. veces alterado que da la crítica en perjuicio de la
verdad histórica.
El múltiple objeto del libro, el círculo de lectores ampliado, la in-
troducción de nuevos hechos y conocimientos, los resultados de la con-
troversia con la crítica especializada llevan a fines e intereses opuestos
nada fáciles de vencer. Por esto hemos diluído lo más posible el estilo
ro ENGELBERT KlRSCHBAUM

de exposicion y hemos colocado gran parte de las controversias cien-


tíficas en las notas. Con el mismo fin de aligerar una materia de suyo
pesada y árida hemos distribuído los resultados de las exploraciones en
la descripción histórica de los sondeos.
La exposición se desenvuelve, por necesidad, cronológicamente in-
vertida y fragmentada. La descripción, por su parte, está llevada cro-
nológica y sintéticamente. Se estudia en ambas el mismo material por
lo que las repeticiones se hacen inevitables. Hemos creído que así con-
seguiría el lector más fácilmente una impresión auténtica de todo ello,
y que podría llegar de esta forma a una opinión personal. La crítica
que se ha hecho de los trabajos críticos en el curso de la exposición ha
sido compilada, por lo mismo, analizándola y enjuiciándola concien-
zudamente en lo esencial.
En las controversias sobre la tumba de Pedro se ha preguntado con
frecuencia por las reliquias de los Apóstoles. La exposición de las ex-
cavaciones es voluntariamente muy comedida en lo concerniente al
caso. El arqueólogo se ocupa de monumentos y no de osamenta, que
no es su competencia. Claro que se ha dado el caso de encontrarse
con huesos, lo que justifica se haya preguntado si puede considerarse,
o no, como reliquias de San Pedro. Pensando en ello se ha compilado
en capítulo aparte la historia de los huesos de los Príncipes de los Após-
toles, ya que generalmente se mencionan conjuntamente los de am-
bos. Por lo mismo, parecía lógico anteponer a la historia de las re-
liquias un estudio sobre la tumba de San Pablo, que sirviera de base
y fundamente, aunque se puede decir muy poco sobre ella en compa-
ración con la de Pedro sin practicar una nueva exploración. Las ex-
cavaciones llevadas a cabo bajo la Iglesia de San Pedro inducen a
posibilidades de comparación con la Basílica de Pablo, en la vía Os-
tiense, e invitan a tomar una postura provisional.

Que sea el fin de este prólogo una palabra sincera de agradeci-


miento para con todos aquellos que han contribuído a la elaboración
de este libro. Merece gratitud, ante todo, el director actual de las
obras de la fábrica de San Pedro, Excmo. Monseñor Primo Principi,
que ha permitido magnánimamente utilizar los croquis, dibujos y fo-
tografías del informe de las excavaciones. También merece especial
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 11

agradecimiento el editor, mi amigo Heinrich Scheffler, que me animó


a escribir y que me ha ayudado y aconsejado de manera extraordina-
ria. Muchas gracias también a todos los amigos no mencionados que
me han apoyado en mi trabajo.
Que este estudio sobre las tumbas de los Príncipes de los Após-
toles contribuya a la veneración de los fundadores de la Cristiandad
Romana.

Roma, 15 de agosto de 1957.

E. K.
REFERENTE A LOS DIBUJOS. - Los editores se sienten obligados a agra-
decer sinceramente al Excmo. Monseñor Primo Principi, Director de la Sa-
grada Fábrica de San Pedro, la gentileza de haber permitido el uso de sus múl-
tiples dibujos. Siempre que se han empleado dibujos procedentes del informe
de las excavaciones, «Esplorazioni sotto la Confessione di San Pietro in Va-
ticano» (1951), su reproducción lleva la seña del número, añadiéndose «s. E.»
(según Esplorazioni) Casi todos fueron revisados de nuevo y completados para
ser utilizados en este libro.
Los tres planos que hay en las guardas (contra cubierta) representan:
Fig. A- Plano total del Vaticano.
Fig. B - Piano horizontal de los patios sepulcrales Q y P, con los mauso-
leos adyacentes.
Fig. C - Corte (oeste-este) a través de la «Confessio», delante de ~an Pedro.
Se han colocado estos planos de forma que sean fácilmente visibles, para
Ia comodidad del lector.
I

LA CIUDAD DE LOS MUERTOS


BAJO LA· IGLESIA DE SAN PEDRO
LAS. TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 15

A región actual del Vaticano constituye sólo una pequeña parte de


L lo que los antiguos romanos llamaban V aticanusn: Se extendía éste
a lo largo de la orilla derecha del Tiber, desde el monte Mario hasta
el J aniculo, y comprendía el mons V aticanus, la colina del Vaticano, la
vallis vaticana, el valle del Vaticano, y el campus oaticanus, prado del
Vaticano, las amplias llanuras de los "Prati". El Vaticano era célebre
en la Antigüedad por sus muchas alfarerías y por algunas edificacio-
nes; también por su vino amargo,1 que le daba mala fama. Allí estaba
la Naumachia, unos jardines con juegos de agua.2 Allí, cerca del Ti-
ber, había una especie de hipódromo, tradicionalmente llamado Gaia-
num (después de Calígula). Más al sur se encontraba el panteón del
emperador Adriano, y en las proximidades ele la actual Iglesia de San
Pedro estaba el Phrygianum, santuario de la diosa Cibeles. En el Ja- Plano .1
nículo, hacia el Tiber, estaban los jardines de Nerón, antes de Agri-
pina, madre de Calígula, con su famoso circo al que pertenecía el obe-
lisco, igualmente famoso, de la plaza de San Pedro. Se ha escrito
mucho sobre todas estas cosas, pero en el fondo es muy poco lo que
se sabe. Se han sacado, por ejemplo, conclusiones importantes sobre la
situación de los jardines de Nerón, cuando en realidad desconocemos
en absoluto. sus dimensiones y situación exacta. Partiendo de la an-
tigua situación del obelisco, la de antes de que fuese trasladado por
Sixto V al lugar que actualmente ocupa, se ha localizado el circo;
pero el circo no ha sido encontrado nunca donde se dice estaba. Por
eso nosotros no abundaremos en afirmaciones y nos atendremos tan
sólo a los hechos.

El Circo de Nerón

El 27 de junio de 1940 se conmemoraba la fiesta de los primeros


mártires romanos, de aquellos que testificaron con su sangre la fe
de Cristo durante la persecución neroniana, algunos, precisamente, en
el mismo circo de Nerón, por ello trágicamente famoso. Todavía no
16 ENGELBERT KIRSCHBAUM

habían comenzado las excavaciones. Se estaba intentando ganar terreno


para ensanchar la cripta de San Pedro que resultaba demasiado es-
trecha. Yo estaba observando a unos obreros que abrían un boquete
con la esperanza de encontrar al otro lado nuevas posibilidades de ex-
pansión. Apareció entonces un muro, ancho, que sin duda debía antes
elevarse más aunque terminara ahora casi exactamente bajo el suelo
de las grutas. Al observarlo con detención se pudo reconocer fácil-
mente su edad. Su espesor, nada común, de más de dos metros, pro-
bablemente pertenecía a un edificio monumental. Entonces prevalecía
en general la opinión de que las naves del sur de ta basílica constanti-
niana habían sido edificadas 3 sobre la parte norte del circo neroniano.
¿ Habíamos encontrado el circo de Nerón buscado durante tanto tiem-
po? Traspasé el muro emocionado. Me sentía en el circo, en aquella
fiesta en que los heroicos cristianos habían derramado su sangre. Pero
desgraciadamente se me pasó pronto el escalofrío romántico y piadoso,
pues se comprobó que lo descubierto no era el muro de Nerón sino
un pedazo de la basílica de Constantino.
Se ha escrito mucho sobre el circo de Nerón, se han diseñado
planos y efectuado exactas reconstrucciones, aunque nada se sabe de su
forma y aspecto.4 Su situación topográfica parece adivinarse algo más,
aunque no mucho, con nuestros descubrimientos. Hay una vieja creen-
cia según la cual el edificio constantiniano se levantó sobre las ruinas
del circo. Esta creencia proviene, en parte, del hecho de que el obe-
lisco que hoy adorna la plaza de San Pedro estaba antes junto a la
pared sur de la Basílica, hasta Sixto V. Plinio debe referirse a este
obelisco cuando señalaba la existencia de un obelisco en el circo, que
construyeron Cayo y Nerón en los jardines de Agripina.5 Que se re-
fieré al obelisco del Vaticano es algo que apenas se puede dudar. Nos
parece menos probable, empero, la opinión de que el obelisco se en-
cuentra todavía en su lugar de origen, sobre la "spina" del circo, a
causa de su inmenso peso. Los muchos obeliscos levantados en Roma
demuestran que los romanos eran más capaces de erigirlos que los ar-
quitectos de Sixto V. La erección de un obelisco no es, de todas formas,
cosa fácil, por lo que uno se siente inclinado a suponer que el obe-
lisco vaticano estuvo en su ubicación original hasta que Sixto V lo tras-
ladó. Actualmente, Toynbee y Perkins han sugerido inteligentemente
tomar en sentido amplio, y no al pie de la letra, las indicaciones ele
Plinio. Según ellos, "in circo" debe traducirse "en las inmediaciones
del circo".6
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 17

Para mejor imaginarse la relación entre la basílica de Constantino


y el circo de Nerón son decisivos dos testimonios encontrados a prin-
cipios del siglo XVII, al procederse a la demolición de la parte este
de la vieja basílica a fin de ganar terreno para la ampliación del nuevo
edificio. El autor del informe oficial sobre estos trabajos, Giacomo Gri-
maldi, reconocido como observador minucioso, mezcló desgraciadamen-
te de manera indisoluble sus notas sobre los elementos del circo en-
contrados con sus opiniones personales y la reconstrucción.7 Sus indi-
caciones sirvieron de punto de partida de distintos ensayos de recons-
trucción que, aunque muy distintos, coinciden en suponer que los muros
sur de la basílica descansan sobre los del nÓrte del circo.8
Las investigaciones rigurosas, exactas que se hicieron por primera
vez durante nuestros sondeos del muro en cuestión, fueron comple-
tamente negativas. Se trata de muros simplemente constantinianos
que se levantan uniformemente del suelo. Su parte inferior, por cier-
to, es toda ella de ladrillo, mientras que a la altura de un metro
por sobre el nivel de los mausoleos se estrechan y alternan en su fá-
brica de ladrillos y adobe. Esta doble técnica en la construcción del
muro ha sido causa de la deducción equivocada de Grimaldi de con-
siderar la parte baja del muro perteneciente al circo y la superior a la
basílica. Después de la época de Grimaldi no se descubrieron rastros
del circo neroniano en la región del camposanto teutónico, ni durante
las obras de la sacristía de San Pedro, ni durante los sondeos reali-
zados por Monseñor Antón de Waal, hechos exprofeso.
Dos eruditos americanos intentaron nuevamente, hace pocos años,
determinar la posición del circo valiéndose de los medios técnicos más
modernos, pero también fracasaron. Mediante pequeñas explosiones
provocaron sacudidas por cuyas características esperaban reconocer si
había, o no, un cuerpo extraño bajo tierra. Pero como toda la región se
encuentra llena de restos de muros que la atraviesan, de pasadizos y
canales de distintas épocas, el encontrar un "muro" no podía signi-
ficar, como es lógico, absolutamente nada. Se trata de un caso en que
sólo la pala del arqueólogo puede dar la solución. Con semejantes an-
tecedentes parece permitido el deducir que es definitivamente negativo
el resultado de las excavaciones efectuadas hasta hoy, es decir, que el
circo neroniano no se encuentra donde los eruditos lo han buscado
hasta ahora.
Sin embargo, hay algunos elementos que pueden ayudar en la bús-
queda del circo. Las excavaciones pusieron al descubierto en la parte

2
ENGELBERT KIRSCHBAUM

Este de las grutas, donde empieza la parte nueva erigida por Maderna,
Fiu. 2 un mausoleo (A) que aun conserva sobre su entrada una inscripción de
su poseedor original. Este feliz descubrimiento permite creer que, a
pesar de todo, el circo debe haberse encontrado en las inmediaciones.
Lám. 2 La inscripción titular contiene, grabada en mármol, la cláusula del tes-
tamento de un cierto Popilius Heracla, cláusula que impone a sus he-
rederos la condición de erigirle un monumento fúnebre "in Vaticano
ad circum".9 El hecho de la existencia del mausoleo prueba evidente-
mente que los herederos cumplieron en lo esencial con el deseo del
testador. Desde luego, no habrían hecho constar públicamente por me-
dio de una inscripción que el finado quería ser sepultado cerca del circo
de no haber satisfecho su deseo, edificando el mausoleo "ad circum".
Puesto que la inscripción se encuentra todavía in situ, esto es, en el
mismo lugar donde originalmente fué colocada, tiene ésta un valor
topográfico indubitable : el mausoleo de Popilus Heracla se encuen-
tra dentro de la región vaticana, en un lugar que se caracteriza por
su proximidad al circo neroniano, lo que también significa, por otra
parte, que el circo se encuentra en estrecha vecindad con la basílica.
El fallecido Vicario General de Colonia, prelado David, durante
años director del camposanto teutónico, en una de sus últimas visitas
a Roma me confió un secreto largo tiempo callado. Me contó, seña-
lándome desde una ventana del camposanto la Via della Sagrestia, que
teníamos enfrente, observando que de todos modos no tendría ya
ocasión de utilizar su secreto, que había visto, durante los trabajos de
reparación de una de las docas, un antiguo muro de sillares ligera-
mente curvados. Tambin se descubrieron entonces fragmentos de esta-
tuas de mármol. El prelado David hizo la observación convencido de
que se trataba de restos del circo de Nerón. Desgraciadamente no he
tenido nueva oportunidad para preguntar en qué sentido se abría
la curva.
Hay que añadir otra verificación de estos últimos años. Al cons-
truirse el Generalato de Santa Mónica, de los padres Agustinos, al Sur
de la columnata berniniana de San Pedro, surgieron, al socavar para
construir los fundamentos, grandes hileras de muros que tan sólo po-
dían pertenecer a una obra imponente. La visita a los muros me con-
venció de que podía tratarse de los muros del circo neroniano, te-
niendo en cuenta en todo caso la disposición de los muros, la técnica
empleada, los fundamentos de ladrillo sobre los que había un muro
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

reticulado. No fué posible, por desgracia, analizar detenidamente este


importante descubrimiento.
Conjugando los dos últimos elementos se podría deducir que el
circo estaba situado, más o menos, entre el camposanto teutónico y el
colegio de Santa Mónica. Tal situación correspondería exactamente a
las indicaciones hechas en el testamento de Popilius Heracla. Sólo que
entonces el obelisco no estaba sobre la "Spina", o había sido tras-
ladado ya en la antigüedad, o las indicaciones de Plinio deben tomarse
en sentido más amplio. No cabe duda de que el obelisco antes de ser
trasladado al lugar que actualmente ocupa, estaba ubicado al Este de
un gran mausoleo circular de 34 metros de diámetro, que fué más
tarde el Oratorio de San Andrés, adosado a la iglesia de San Pedro.
Se ha comprobado por las excavaciones efectuadas que este edificio
circular no pertenece al siglo V como se había creído hasta entonces,
sino a la primera mitad del siglo II.10 ¿ Sería posible que el obelisco
del circo de Nerón hubiese sido, en realidad, levantado más tarde como
adorno frente a esta imponente rotonda de tumbas ?
Resumiendo: El obelisco que había al Sur de la Basílica, lo posi-
tivo de la relación de Grimaldi, la indicación topográfica de la ins-
cripción de Popilius Heracla demuestran, en conjunto, que el circo
de Nerón se encontraba realmente en las inmediaciones de la Basílica.
Quizás las indicaciones del prelado David y los restos que se encon-
traron debajo de Santa Mónica lleven a una descripción más exacta
de su situación. Es de esperar, en todo caso, que ahora que el trecho
a investigar es muy reducido, un hallazgo feliz de los futuros investiga-
dores aclare totalmente este detalle tan importante para la historia
de la Basílica vaticana.

La Necrópolis de los Paganos.

Ultimamente se ha dado en distintos lugares del actual Estado Va-


ticano con restos de sepulcros romanos. Al construirse en I.9()0 el al-
macén de víveres del Vaticano, el "annona", descubrieron tumbas que
según se deduce de las inscripciones, pertenecen al fin del siglo I y al Pla·noA
siglo II.11 En las cercanías, tan sólo algo más al Oeste, se ha llegado
a una nueva necrópolis que se sondeó en parte a principios de este año
20 ENGELBERT KIRSCHBAUM

con ocasión de obras preliminares para una nueva construcción. La dis-


posición de las tumbas data de los siglos I y II. Dos tumbas de servi-
Lám. 1 dores del palacio imperial de Nerón tienen especial interés.12 La forma
de las tumbas nos habla de gente humilde y se asemeja mucho a los
sectores más pobres de la gran necrópolis de "Isola Sacra", junto a
Ostia.13 A los mausoleos más ricos de la "Isola Sacra" se parecen
mucho más las tumbas construídas en la tercera necrópolis del Vati-
cano, que como es sabido, se redescubrieron con ocasión de las exca-
vaciones efectuadas bajo la iglesia de San Pedro. Sus ricos mausoleos
superan a los mejores de Ostia, y todavía más otros más pequeños de
los cementerios del Vaticano. Dado que la tumba del Príncipe de los
Apóstoles, con su corona de tumbas de cristianos prirmtrvos, se en-
cuentra en la zona de la tercera necrópolis, como veremos, conviene
nos detengamos algo en este asunto.
Hace mucho se sabía que bajo la iglesia de San Pedro había tum-
bas paganas. Algunas aparecieron ya cuando la nueva construcción
de la iglesia a fines del siglo XVI y principios14 del XVII,15 junto a
la Confessio y debajo del atrio. En 1.936 se encontraron 16 restos de
otros mausoleo a 9 m. de profundidad, y a unos 40 m. al este del Obe-
lisco de la plaza de San Pedro. Las excavaciones actuales superan en
mucho estos resultados. Se han encontrado dos hileras con un total de
veintidós mausoleos y dos recintos. Se han podido investigar 18 de
ellos, ofreciéndonos un cuadro claro e impresionante de esta necrópolis
vaticana. Las tumbas se extienden en dirección Oeste-Este, en la
pendiente de la colina vaticana, y deben haber formado uno de los
cementerios más grandes de la vieja Roma. La hilera más antigua
de mausoleos está colocada de forma que su pared posterior mira al
Norte y se encuentra. respaldada en la colina, de manera que sólo se
ve por sobre el nivel del suelo su parte superior. La hilera, algo más
reciente, dispuesta paralelamente a la otra, separada por un estrecho
camino, no tiene comunicación directa con la colina y se levanta libre-
mente sobre el nivel del suelo en todas direcciones.
Mm. S Los mausoleos más antiguos de la hilera Norte, como B. D y O,
estaban construídos originalmente tan sólo para urnas cinerarias, mien-
tras que en los más recientes, en la zona más baja, se trata general-
mente de arcosolios para sepultar en tierra y tienen por encima nichos
para urnas cinerarias. Sirven pues, a un tiempo, para las dos formas
de sepultura. La disposición arquitectónica muestra además diferen-
cias fundamentales : la forma más antigua comunica el espacio de la
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 21

tumba propiamente dicha, que está cubierto pero totalmente abierto


en su parte delantera, con una antesala (B. D). Un desarrollo ulterior Lám .. ¡
lleva al cierre total de la tumba por lo que generalmente se suprime
la antesala, aunque queda a veces como demuestran los ejemplos H y O.
Los mausoleos del Sur muestran la última fase de desarrollo, dos
hileras .de tumbas de arcosolio superpuestas, encontrándose sólo excep-
cionalmente nichos con urnas cinerarias en la pared interior. Se refleja
en ellos el cambio de rito sepulcral que se produjo en Roma durante
el siglo II después de Cristo. Mientras en un principio predominaba ge-
neralmente la incineración, fué ésta abolida más tarde casi totalmente
y sustituida por la deposición en tierra.
Puesto que los informes sobre los mausoleos son hasta ahora sola-
mente parciales y muy incompletos será necesario ocuparse detenida-
mente de su instalación interior para lograr una idea de su calidad
e importancia.l" Casi todos exhiben, en una u otra forma trabajos de
pintura o estuco. Ambas técnicas se reunen para lograr un efecto rico
en las bóvedas, que hoy se conservan tan sólo en su: arranque, como
en el mausoleo I. Los entrepaños preparados para ser pintados están
enmarcados con finos recuadros de estuco. También el mausoleo de Lám, 5
los Ceténnios (F). Delicados frisos exhiben, sobse fondo rojo, motivos
decorativos de animales retozones, en estuco blanco. A veces alternan
de forma refinada el rojo púrpura oscuro, en las superficies más pro-
fundas, y un rojo vivo y fuerte, en los puntos de 111ás relieve. El co-
lor ha sido empleado diestramente consiguiendo plasticidad y realce
en las paredes.
También hay pinturas propiamente dichas adornando en calidad
más o menos buena .las paredes de los sepulcros, que van desde mo-
tivos de simple relleno, cargados de sentido, cálices, frutos, flores, pá-
jaros y gacelas, hasta la representación de figuras mitológicas y escenas
completas. Si echamos una mirada a los mausoleos nos encontramos,
en el mausoleo B, y en el estrato de pintura del siglo II ( en la clave de
la bóveda), al rey Sol marchando en su carro. en rápida carrera, ro-
deado de medallones con cabezas que simbolizan las estaciones del
año. A un lado está el mausoleo de L. Tullius Zethus (C) que en
su disposición es el más avanzado. Encontramos en él, entre otras co-
sas, una franja de motivos muy bonitos referentes a .la vida del circo;
un conductor de coche del partido verde, en su uniforme típico, el
signo de la victoria, la palmera y unos cuantos luchadores desnudos.
El mausoleo E pertenece a una familia de libertos de la que formaba
22 ENGELBERT KIRSCHBAUM

'
e

0 e

FifJ. 1. Plano <le la necrópolis vatioano:


LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 23

parte un oficial d e 1 a
provincia belga, llama-
do T. Aelius Tyrannus.
En la parte superior de
la pared oeste están re-
presentados, muy bien
por cierto, dos magnifii-
cos pavos reales, a am-
bos lados de un elegante
cesto de flores. El pavo
real era, en la antigüe-
dad, símbolo de inmor-
talidad, porque se consi-
deraba su carne como
incorruptible. El gran
mausoleo de los ricos
Ceténnios (F) tiene, en MUROS
1m DE CONSTANTINO
el ábside del gran nicho
central, una representa-
ción del nacimiento de
Afrodita, que desgra- MUROS
0 114ODERNOS
ciadamente ha sufrido
mucho. Para poder con-
servarla fué preciso sa-
crificar una pequeña pe-
ro expresiva escena de
caza que había en ~a
pared este. U na escena
probablemente entre el
fallecido y su sirviente,
rindiendo cuentas, que
se encuentra en la veci-
na celda funeraria, nos
lleva a la vida rutinaria
de cada día ; por lo me-
nos este parece s e r e 1
contenido de una pintu-
Q'
ra m u y bien conser-
vada.P Jfig·. 2. Los mausoleos que hay
debajo de San Pedro.
24 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Los temas mitológicos son, naturalmente, muy frecuentes. El re-


greso de los infiernos es una escena que se repite con frecuencia, como
en el caso de Hércules y Alceste, de Orfeo y Eurídice. Las pinturas del
Lám. 6 mausoleo de los Marci, bajo las cuales Hermine Speier descubrió el
juicio de Paris,19 están muy descoloridas. La estrella matutina y ves-
pertina, Lucifer y Vesperus, están representadas en la pequeña cá-
mara de la tumba, de forma muy original y llena de sentido, por un
mozalbete nimbado con una corona de estrellas, y con una antorcha
hacia arriba y otra mirando al suelo. Las pinturas que se conservan
en el mausoleo Z, por lo que se le llama la tumba egipcia, no son,
ciertamente, las más bonitas, pero sí las más extrañas. En medio de la
parte superior de la pared norte hay una deidad egipcia, sobre fondo
rojo, pintada al modo auténticamente egipcio, de planos o superficies.
Lleva una larga vara en una mano, y en la otra el símbolo egipcio
de la vida, el llamado "ankh", señal en forma de herradura con los
extremos unidos por medio de un travesaño. Probablemente se trata
del dios Horus, 20 el de las cabezas de halcón. Otras pequeñas figuras
de parecido estilo y significado no se pueden ya interpretar.
En cuanto a mosaicos, los encontramos sobre todo en el período
del Cristianismo primitivo, en el más pequeño mausoleo de la necró-
lis que trataremos separadamente a causa de su gran importancia. Se
conservan además dos mosaicos más pequeños, uno de los cuales de-
cora la pared exterior del mausoleo de los Marci 4> . Representa la
muerte del rey Pentheus de Tebas por las bacantes.21 El otro mosaico
se encuentra en la pared posterior del mausoleo X, pero está casi to-
talmente destruído. Muchos recintos de la hilera norte tienen el piso
de mosaico. El más interesante de estos está en la cámara de la tumba
Y y contiene una representación muy bonita, en negro, del regreso de
Proserpina de lbs Infiernos.
El magnífico y distinguido mausoleo de los V alerios (H) no tiene
pinturas pero sí, en cambio, trabajos de estuco de igual o mayor ele-
gancia. Tanto los grandes nichos como los pequeños ostentan graciosos
Lám. "/ estucos en su pared trasera. Hay sátiros y ménades tocando y bailando
animadamente, y relieves de gran tamaño de dioses y antepasados. En
el nicho principal de la pared oeste se ha querido reconocer la silueta del
emperador Marco Aurelio, pues la persona que allí se representa lleva
la barba a la moda de aquel emperador.22 La figura central de la pared
norte se ha interpretado, con razón, como una representación de Apolo
Harpocrates,23 También se encuentran en el nicho garabatos, de
Lám. l. Tumba de los criados del emperador Nerón: Nunnius y su
mujer Marcía
Lám. 2. E[ «Tttulus» del mausoleo (A) de Popilius Heracla en el que
se menciona el circo.
Lám. 3. Los mausoleos vistos de este a oeste. A la derecha las rachadas
de los mausoleos del norte.
Lám. 4. El mausoleo B. Vista desde la antesala al interior
Lám, 5. IDl mausoleo (F) de los Caetennios
Lám. 6. Sileno dél mausoleo ( q¡ ) de los Marcí
.}
,)
.;

t
Lám. 7. El mausoleo (H) de los Valerios: vista hacia la pared oeste
Lárn, S. Cabeza de mujer del mausoleo de los Valerios
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 25
1

cuando se sellaron los mausoleos por orden de Constantino, represen-


tando una cabeza de Pedro con torpeza infantil, así como los restos de
una inscripción muy discutida, cuya interpretación nos parece insuficien-
temente documentada. Sobre la cabeza de Pedro hay otras cabezas
con formas parecidas a pájaros, denominadas Christus Phoenix en las
inscripciones que las acompañan,, con ulteriores y raras expresiones
teológicas.é" Alrededor, en las paredes, había unas "hermas" cuyas ca-
bezas diferían mucho, presentando alguna rasgos de severidad arcaica
y otras sentimental patetismo. A la alta calidad de estos relieves de es-
tuco corresponden también dos bustos de mármol en parte rotos, en-
contrados allí, y una cabeza de niño de estuco de mármol dorado. Los
bustos de mármol parecen pertenecer a un matrimonio. El retrato de la
mujer tiene una expresión noble, de belleza austera y contenida tristeza. Lctm. 8
Como se puede suponer, también se descubrieron con ocasión de los
sondeos una importante cantidad de sarcófagos. La mayoría apenas
merece mención especial en una relación como ésta, aunque contengan
piezas de valor. Un pequeño sarcófago de niño, encantador, ostenta
a los lados, aparte de un motivo de guirnaldas algo convencionales, la
figura conmovedora de los padres condolidos. Un sarcófago del mau-
soleo de los Marci exhibe, a los lados, las figuras de los Dióscuros,
acompañantes de las almas en su peligroso ascenso a través de las
esferas celestes hasta el reino etéreo de los -espíritus. Predominan las
representaciones dionisíacas del más allá. Un ejemplar de esta clase,·
de belleza peculiar, también pertenece a la familia de los Marcí.
Se trata de un gran sarcófago, doble, que se hicieron construir en
vida los propietarios del mausoleo, Q. Marcius Hermes y su esposa
Marcia Thrasonis. Sus dimensiones son tan imponentes que tuvo que
haber sido. introducido en el recinto de la tumba antes de que se hi-
ciera la puerta. En su centro está Dionisio joven, coronado de pám-
panos, negligentemente apoyado en el tirso, sosteniendo en su mano
un minúsculo fauno. En la esquina derecha se puede ver a un sátiro
llevando a Dionisio niño en sus brazos ; a la izquierda hay una ménade
tocando la flauta, con sus mejillas hinchadas, bailando y girando con
entusiasmo. En la tapa están los retratos de ambos muertos. Su enmar-
cación en el fondo del mármol y el estilo diferente muestran con cla-
ridad que su ejecución es posterior a la del sarcófago. El sarcófago
debe proceder de fines del siglo II o principios del III, mientras que Lám. 9u
el peinado de Marcia Thrasonis corresponde, más o menos, a la moda
del tercer decenio del siglo III,
ENGELBERT KIRSCHBAUM

Se ha mencionado como ejemplo típico de sarcófago pagano de la


necrópolis, de acabado estilo, el sarcófago de Dionisio que está junto
Lám, 9b al de los Marci, en el mausoleo egipcio. El dios descansa relajadamente
en un coche del que tira un centauro y lleva en sus manos el tirso y
un cántaro. Le rodea su corte: Silano, Pan, sátiros, ménades y amores.
El cortejo, ebrio, despierta a Ariadna que dormía. En la tapa hay
otra procesión báquica en torno a un sacrificio. El estilo es menos ar-
monioso y fino de elaboración, pero, en cambio, es más expresiva su
orgía entusiasta. También este hermoso sarcófago debe pertenecer
a fines del siglo II o principios del III.
Si se sigue el caminillo que hay entre los mausoleos y se contempla
su disposición arquitectónica, a veces amplia, despejada, y su riqueza
artística, entonces se inclina uno a creer que se trata de tumbas de fa-
milias destacadas de Roma; pero no es así. Sólo hay un caso en el que -,
~-'
efectivamente se trata de la clase superior de Roma. En un sarcófago
de mármol, sencillo, exteriormente recostado en la fachada de las sun-
tuosas tumbas de los Cetennios, está sepultada la hija de un "consul
designatus, Ostoris Euhodianus", que se había casado con un funcio-
nario del imperio. Este, Vibius J olaus, ordenó que se le hiciera a su
esposa, Ostoria Chelidon, una inscripción conmovedora, en la que pon-
dera su pureza y amor. Todavía se encontraron en el sarcófago restos
claramente identificables de tela purpúrea e hilos de oro que probable-
mente formaban una redecilla. La púrpura procede de los "clavi", fran-
ja más o menos ancha que llevaban en sus trajes como prerrogativa los
senadores y la nobleza. Todavía tenía la muerta en su brazo una pesada
pulsera de oro macizo con huellas claras de mucho uso. Debía ser un
regalo muy querido y por eso se lo dejaron en la tumba. En cuanto
se supo del hallazgo se comenzaron a publicar en la prensa del día des-
cripciones del mismo, dando a suponer que la hija del senador yacia en
su tumba envuelta en indumentaria de púrpura con una redecilla de oro
en su cabeza. Nada de esto. Se trata de huellas sumamente modestas.25
Aparte de este caso, los mausoleos pertenecen generalmente a fa-
milias de libertos,26 que habían sido esclavos, si no ellos, por lo menos
sus inmediatos antepasados. Los libertos formaban una clase media
burguesa de la que se podía ascender a cargos públicos relevantes y a
gran riqueza. Sus mausoleos constituyen una prueba impresionante de
ello. Nuestras imaginaciones· sobre la condición y destino ele los es-
clavos en la Roma antigua, a veces exageradas, se ven rectificadas
por otro hecho que puede ser objeto de comparación interesante. Entre
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

las tumbas más ricamente instaladas, con inscripciones, hay a veces


nichos sencillos e innominados. Son muy numerosos en las paredes de
las antesalas de los mausoleos P y H. Apenas podemos equivocarnos
si suponemos son lugar de sepultura de los esclavos pertenecientes a la
familia. Se trata ciertamente de urnas sencillas y desprovistas de nom-
bre, pero que sin embargo, están dentro de la sepultura familiar.
Las .tumbas vaticanas reflejan con bastante fidelidad la situación
religiosa de Roma en los siglos II. y III. A los dioses grecorromanos
se suman cultos orientales, y hasta se entremezclan entre sí. Encon-
tramos dioses egipcios de la muerte en la misma tumba familiar en que
se venera a Dionisia. La personalidad de Apollo Harpocrates preside
la tumba de los ricos Valerios, como la figura de Afrodita la de los
Cetennios. Hay un retrato de niño con el rizo de Isis en su occipucio
que atestigua también ese culto en los Valerios. Castor y Polux, los
dióscuros, velan acompañando a las almas en el sarcófago de Marcia
Urbica. Las ideas sobre el más allá también se hallan documentadas
en las representaciones de Orfeo y Eurídice, de Hércules, Alceste y
Proserpina que guiada por Hermes sale de los Infiernos. Pero el que
domina es Dionisio, cuyos placeres paradisíacos se rememoran de
manera múltiple en estos lugares de muerte como esperanza de los
finados creyentes y para consuelo de quienes les sobreviven.27

Cristianos y Paganos

En esta mezcla de ideas helénicas sobre el más allá aparecen tam-


bién de vez en cuando, elementos cristianos. Representan simbólica-
mente la situación religiosa de Roma el mausoleo de los egipcios, en
que además de las representaciones pictóricas referentes a dioses de
muerte egipcios hay dos sarcófagos con representaciones de Dionisio, y Lám. 18b.,
una sepultura indudablemente cristiana de la que se han conservado
solamente las palabras "Anno (s)" y lo decisivo, la palabra "Deposita",
algo mutilada. El empleo de la palabra deponere para enterrar se puede
considerar de hecho como exclusivamente cristiana. Se confía el cuerpo
a la tierra, pero sólo a modo de depósito, es decir, hasta la llamada.
Así se expresa, en esta sencilla palabra, la creencia en la resurrección de
la carne, La forrnulación no abreviada indica proviene de las postri-
ENGELBERT KIRSCHBAUIII

merías del siglo III. Toynbee y


Perkins dicen muy bien en su
libro al respecto: "Horus, Dio-
nisio y Cristo, todos ellos pro-
meten a sus seguidores, aunque
de manera muy distinta, salva-
ción y vida en el mundo invi-
sible. La cámara de la tumba
nos presenta un cuadro vivo de
la praeparatio evangelii en el im-
,perio pagano". 28
También hay cristianos ente-
rrados en el gran mausoleo de
los Cetennios. Frente al nicho
principal, con el cuadro de Afro-
dita nacida de las olas, se en-
cuentra una tumba en el suelo,
sencilla, cubierta con una losa
de mármol. Pertenece a Aemi-
JNg. 3. Lápida de Gorgonia. lía Gorgonia, una cristiana cuyo
esposo pondera su belleza y pu-
reza extraordinarias. Vivió 28
años, dos meses y 28 días.29 Dos palomas con ramos de olivo ador-
nan la simple inscripción de la lápida. En la parte izquierda está repre-
sentada la muerte en forma ruda. Está ella, Gorgonia, delante de una
cisterna cuadrada con un cántaro ventrudo y de esbelto cuello, como una
ll'ig. S botella de Chianti, en su mano. Gorgonia ha sacado agua de la cisterna
o está dispuesta a hacerlo. Una inscripción adjunta nos da el sen-
tido, tan banal en apariencia, de dicha representación: anima dulcis
Gorgonia. Se alude al alma de Gorgonia en su reposo celestial. En el
sur, caluroso, el agua fresca de una cisterna fría es símbolo inequívoco
de revivificación y felicidad. En el lenguaje de la iglesia primitiva el
• cielo es el "refrigerium ", un saciar la sed sufrida en la vida terrena.
Todavía hoy encontramos esta idea en la liturgia de difuntos. Por
modesta que sea esta representación nos ofrece sin embargo, una im-
presión viva y sorprendente de la vida religiosa popular de la cristian-
dad primitiva. También se trata aquí de una forma original y directa
de simbolizar la idea de "refrigerium". Aparte de todo, podemos agra-
decer el hecho de que la adjunta inscripción anima dulcis Gorgonia
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

fija en lo esencial la interpretación de la figura. De lo contrario hu-


biese surgido-seguramente un crítico entendido que, por falta de pene-
tración en el ambiente cristiano primitivo y en su espíritu, hubiese
hecho de la Gorgonia en el cielo una mesonera robusta apoyada en un
mostrador. La botella de "chianti" habría sido una prueba arro-
lladora.
Aun en un tercer sepulcro podemos verificar claramente la infiltra-
ción de cristianismo en la tumba de los Valerios. Un sarcófago del si-
glo III con la representación frecuente de la caza del león, apenas
trasluciría que se trata de una sepultura cristiana, máxime por llevar
una inscripción pagana dedicada a los dioses Manes. Sin embargo, en
la inscripción que Valeria Florentia puso a su difunto esposo, Valerinus
Vasatulus, en la que anota con escrupulosa exactitud su edad, de 21
años,· 4 meses, 10 días y 3 horas, también habla del enterramiento
utilizando la expresión cristiana "depositio".3º El hecho de que se haya
usado la abreviatura de esta palabra nos lleva al siglo IV, mientras
el sarcófago mismo, como está dicho, pertenece aún al siglo III. Quizás
nos encontramos aquí nuevamente con la utilización de un sarcófago
más antiguo que ya había servido. El "dis manibus" era una fórmula
tan gastada que no debía extrañar su uso entre cristianos. La escena
de caza es de suyo indiferente y pudo también ser adoptada por un
cristiano que en general pensase y actuase liberalmente en estas cues-
tiones, haciéndose incluso con personajes de culto típicamente paga-
nos, bautizándolos según Cristo, como Orfeo y Helio. La tumba de los
Valerios nos suministra otro caso de confesión cristiana,' aunque sólo
de principios de la época constantiniana. La sencilla inscripción sepul-
cral de Flavius Statilius Olympius muestra. un torpe pero claro y vi-
. sible monograma de Cristo, a modo de credo corto y claro.
Se podría uno preguntar con razón a qué vienen estas tumbas de
cristianos dispersas en estos mausoleos puramente paganos. En aquella
época - las tumbas proceden de fines del siglo III y comienzos del
siglo IV - había, desde hace tiempo, cementerios cristianos, las ca-
tacumbas. Pero es evidente que a los cristianos no les estaba prohibido
hacerse enterrar cerca de sus familiares paganos. En efecto : hicieron
uso - si bien raras veces - de esta libertad. Aquellos cristianos so-
lamente evitaban temerosamente una cosa: la incineración. Nos lo tes-
tifican todos los sepulcros del cristianismo primitivo. Se trata segu-
ramente de la influencia del cristianismo judío y de la idea, muy
viva, de la resurrección de la carne. Es extraño que no se note la
30 ENGELBERT KIRSCHBAUM

menor vacilación en este oponerse a la incineración, todavía preva-


leciente, dada la inseguridad de principios de aquel entonces.
Mencionamos brevemente más arriba un pequeño mausoleo cris-
tiano (M) y su decoración de mosaico. El descubrimiento de esta tumba
merece especial estudio a causa de su importancia.31
Es evidente que en el transcurso de unas obras de muchos años
no siempre todos aquellos a quienes se les han confiado pueden estar
presentes en el lugar de trabajo, sobre todo cuando se trata de uno de
esos puntos muertos inevitables, de esos en que lo primordial es la
limpieza y el orden y no la investigación. Una de esas tardes en que
sólo unos pocos de nosotros estábamos allí, hicimos sacar y apartar un
sepulcro insignificante que estaba con unas losas de mármol y otros
restos que no hablaban más que del polvo de los siglos.
Sólo quedaba la losa del fondo. Como no molestaba dudamos de
apartarla. Por último nos decidimos, siguiendo un impulso repentino.
Con gran sorpresa comprobamos que había un agujero casi circular,
o boquete, debajo de la losa, en el suelo. ¿ Era un nuevo mausoleo?
Los trabajadores introdujeron la lámpara en la oscuridad y se pudo
discernir un depósito sepulcral, medio lleno de tierra, cal y huesos.
Llenos de curiosidad bajamos con uno de los trabajadores por el es-'
trecho boquete. La primera pared que pudimos reconocer a la luz de
la lámpara mostraba en sombras, pero perfectamente discernible, la
escena en que J onás profeta es echado al mar, motivo del cristianismo
primitivo que nos era familiar. ¡ Un mausoleo cristiano! No se podía
negar: en medio de la necrópolis pagana había un mausoleo pura-
mente cristiano. El J onás que acabábamos de ver no era en absoluto
la representación más hermosa y sorprendente, Pronto verificamos,
cosa que también corroboró el boquete practicado, que este interesante
monumento ya había sido descubierto antes. Entre las muchas noticias
que recogió Tiberio Alfarano en su descripción de la Basílica de San
Pedro hay una que es de especial interés en este caso. Anota que en
el año 1.574 había una pequeña antesala sostenida por pequeñas co-
lumnas frente a la puerta del altar principal, junto al altar de San
Calixto l. Al construir los fundamentos se encontró una bonita tumba,
entre una de las columnas y el altar, frente al altar principal, toda
decorada con mosaicos antiguos, con figuras que parecían representar
caballos. Según Alfarano se trataba de un monumento pagano pues se
parecía a otra tumba con pequeños ventanales y una puerta de ac-
ceso que se había encontrado bajo la entrada del campanario. La
!]
l.'
l
11

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 31

tumba estaba llena de argamasa y tierra y parecía que había esqueletos


más abajo. Por sobre la argamasa y tierra había una losa de mármol
sobre la que yacía un cadáver cubierto de cal.
Al fin, como no se podía comprobar nada más se volvió a tapiar la
tumba sin tocar el contenido. En el ventanal o lucernario de la celda
se encontró una lápida de mármol perforada para dejar pasar la luz,
con la siguiente inscripción :

D.M.

JULIO T ARPEIANO
VIXIT ANN. I MES
VIIII DIEBUS XXVII
f
JULIA ALA TINA ET 1

MAXIMUS PARENTES I,
FEC. LIB. LIBERT. POS-
TERISQUE EORUM 1 i

H. M. H. N. S. (hoc monumentum heredem non se-


quitur) 32

Antes de dar una descripción general de esta cámara sepulcral, de-


bemos hacer constar que no cabía duda sobre su identidad: se trataba
de la tumba mencionada por Alfarano. El sitio es el mismo, el orificio
o boquete mencionado también está, así como los mosaicos antiguos con
las mencionadas representaciones de caballos. Lo único que no coin-
cide con la antedicha descripción es el hecho de que no se encontró la
gran losa de mármol en la que yacía el cadáver cubierto de cal, aunque
Alfarano asegura en otro pasaje 33 que el cuerpo fué dejado tal como
lo habían encontrado. Pero nosotros pudimos comprobar que diversos
mausoleos de la necrópolis habían sufrido mucho daño cuando la cons-
trucción de las grutas bajo la iglesia de San Pedro. En nuestro mau-
soleo, por ejemplo, la puerta fué obstruida por los fundamentos de
una pilastra.
La cámara sepulcral intercepta un pasillo que se había dejado entre
dos mausoleos. El recinto es rectangular y mide 1,97 m. de largo por
r
32 ENGELBERT KIRSCHBAUM

1,63 m. de ancho. El sepulcro es esencialmente más pequeño que los


dos mausoleos contiguos, el L y M, y está situado en la pendiente, algo
más elevado, y su puerta está un poco retirada hacia el norte. Los
muros de los mausoleos vecinos se utilizaron como paredes laterales,
de modo que solamente necesitaron construir la pared norte y la fa-
chada delantera. Sobre la entrada hay un corte horizontal que se en-
. sancha hacia adentro. En él estaba incrustada la lápida o titulus, que
no logramos encontrar. En su lugar encontramos un muro barroco.
La inscripción titular que hoy se puede considerar perdida era pa-
gana. En las losas marmóreas de los lados había dos orificios en forma
de ranura, única entrada de luz hacia el interior del pequeño recinto.
Está cubierto éste por una bóveda esquifada hecha de adobe que co-
mienza en las esquinas, a una altura de 1,67 m. para alcanzar una
altura máxima de 2 m. Del suelo de ladrillos sólo queda una franja
de 56 cm. de ancho que conduce desde la entrada hasta la pared de
enfrente. Debajo del pav:imento hay dos sepulcros a lo largo de las
paredes, a derecha e izquierda.
El pequeño mausoleo, por tanto, se distingue apenas de otros de
la necrópolis vaticana; tan sólo le particulariza su reducido tamaño.
Pero su decoración es de especial importancia. La superficie interior de
la fachada está bastamente revocada. Las otras tres paredes están de-
coradas en su parte baja por una especie de incrustaciones que pre-
sentan un sencillo dibujo a base de rectángulos, rombos y círculos en
negro, rojo y amarillo sobre un fondo claro.
A una altura de 97 cms. siguiendo el perímetro de la cámara, hay
una pequeña cornisa que sólo se conserva en la pared norte, donde eta
quizás más sobresaliente y compacta. Por encima de la cornisa tanto las
paredes como la bóveda están cubiertas de una sola superficie de mo-
saico. Desgraciadamente la decoración se ha desconchado por completo
en el lado oeste; en los otros lados faltan también la mayoría de las
piececitas del mosaico. Sin embargo se ha conservado por suerte una
parte importante del mosaico, y donde se han desprendido las teselas
se han conservado las huellas, claras y visibles, así como el diseño de
las figuras a representar. Toda la superficie está cubierta de exuberan-
tes pámpanos que, verdes, se perfilan fuertemente sobre el fondo ama-
rillo. Ambos colores se dan con varia intensidad.
En el centro de la bóveda, así como en el de las tres paredes, los
pámpanos evolucionan en torno a unas representaciones simbólicas. La
r
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES
33

Fig. 4. El pescador con ei opareto.

pared del fondo exhibe un pescador de caña. De los peces uno ha mor- Fig. 4
dido el anzuelo, mientras el otro huye. La silueta juvenil del pescador
se hace simpática. En la pared este se encuentra la antes mencionada
figura de Jonás. El monstruo marino está engullendo al profeta cuyos Fig. 5
pies - generalmente es la cabeza - ya se encuentran dentro de su
boca. En el barco, que va a toda vela, se ven dos marineros con la
mano derecha levantada. Mientras solo quedan unas pocas piedrecitas
del mosaico del pescador, en esta figura se conserva, en la esquina su-
perior, una estrecha franja del mosaico original y el diseño en color del
resto de la figura.
Se ha desprendido la mayor parte del revoque de la pared oeste.
Pero mediante los restos o reliquias de los trabajos de diseño se puede
ENGELBERT KIRSCHBAUM
34

F'ig. 5. Jonás es arrojado al mar.

reconocer que allí estaba representado un Buen Pastor, flanqueado por


unos corderos. De todo el grupo solamente se conserva el diseño de
la cabeza . del Buen Pastor, que lleva en su espalda "algo", y una parte
de la espalda de uno de los corderos.
La principal representación simbólica se encuentra en la bóveda.
Por ventura el mosaico se ha conservado aquí casi entero, con el brillo
imborrable de sus colores. Nos muestra a Helios en su carro de sol
tirado por caballos blancos. La mano derecha (perdida) está levantada,
quizás como señal de partida; el manto se agita al viento. El dios
está de pie en su coche sosteniendo en su mano izquierda el globo
terráqueo. Un nimbo de rayos rodea su cabeza. Los rayos inferiores
están en forma de T, de cruz, lo que llama la atención pues no se
ve en las representaciones paganas.34
Intentemos determinar la época en que se levantó este monumento.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 35

Por la descripción exterior se ve que es posterior a los monumentos


vecinos, pues utiliza sus paredes laterales. Pero tampoco se le puede
considerar como muy posterior ya que su fábrica apenas se diferencia
ele la de los restantes, y menos aún de los contiguos. Si le situamos
pues en el tercer cuarto del siglo II nos equivocaremos apenas.
La determinación de la fecha contradice, sin embargo, el carácter
de la decoración. El adorno geométrico de la parte baja· de las paredes
se asemeja por completo a la decoración de una tumba del siglo III,
en la "Isola Sacra". La silueta del pescador, que encontramos no pocas
veces en la pintura y escultura de la antigua cristiandad, es más bien
una representación de tipo primitivo. La totalidad de los temas sim-
bólicos de este mausoleo: el Buen Pastor, Jonás, el pescador y Helios,
encuentran su paralelo en las pinturas de las llamadas Capillas Sacra-
mentales de San Calixto,35 y en los sarcófagos de Santa María An-
tiqua 36 y La Gayolle.37 Estas obras artísticas se consideran, empero,
como típicas de los años medios del siglo III.
La diferencia de época del aparejo del muro y la decoración se
explica si se considera ,que la decoración no es original, sino que per-
tenece a una segunda fase de la tumba. Hay que añadir que la super-
ficie interior del frontis no estuvo nunca decorada con mosaicos, ni
muestra las más pequeñas huellas de adorno geométrico, como las que
se ven en las partes inferiores de las otras paredes. La decoración de
la pared consistía en una simple franja roja, aún visible en parte
en la esquina sureste del monumento donde el revoque de la pared
fué levantado para ejecutar una nueva y más rica decoración del
lado este, cuyo enlucido cubre en parte el revoque original. En
la parte inferior del testero o pared trasera se encontró, además, un
nicho oscuro con urnas cinerarias que fué esmeradamente cubierto
por la nueva decoración. Esta observación confirma definitivamente
la existencia de una fase pagana en la historia del mausoleo a la que
pertenece la inscripción del pequeño Julius Tarpeianus, y de una cris-
tiana que ha creado la decoración del mosaico.
El mosaico se puede interpretar sin dificultad por lo que se refiere
a Jonás y al Buen Pastor. Los pámpanos provienen del simbolismo dio-
nisíaco y quieren representar a la Gloria, como en la región de los
Flavios, en la catacumba de Domitilla. El pescador, según Clemente
de Alejandría, puede ser interpretado como Cristo. Encontramos, en un
himno suyo a Cristo, hasta tres símbolos de los empleados en nues-
ENGELBERT KIRSCHBAUM
r
tros mosaicos que se refieren directamente al Salvador: "pastor de
corderos regios" (verso 4), "Pescador de hombres que sacas del mar
de la maldad, Tú que con dulce vida pescas peces de las aguas ene-
migas y los santificas, conduce corderos inteligentes, sagrado Pastor,
conduce, oh Rey, niños inocentes" (versos 23 a 31) "Luz eterna" (ver-
so 36).39 Pero también se podría ver en el pescador una referencia
a Pedro "pescador de hombres" ,4 · tal como lo califica el mismo Cristo.
En todo caso podemos ver en la silueta del pescador una alusión al
bautismo.41
Todo esto prueba el carácter decididamente cristiano de los mosai-
cos del mausoleo. Sólo podría dudarse de este carácter a causa de la
representación de Helios. Pero el sentido del mausoleo, cristiano en
su conjunto, y la modificación introducida en la representación pagana
- los rayos en forma de T del nimbo - apenas permiten una inter-
1
pretación pagana. La aplicación a Cristo en los primeros tiempos 'del
cristianismo del antiguo simbolismo del sol está probada, desde hace
mucho, en la antigua literatura cristiana. Podemos citar aquí la exce-
lente obra de F. J. Dolger (Sol salutis. Rezo y canto en la Edad An-
tigua Cristiana),42 obra de la que extraemos las siguientes citas: "dado
que el primer día de la semana se consideraba y celebraba como re-
cuerdo de la Resurrección de Jesús, la parábola del sol vino a explicar
la liturgia del domingo. Ya a mediados del siglo II el apologeta Justino
expresa así la idea de la fiesta : "el día del sol todos celebramos co-
munitariamente la reunión, porque es el día en que Dios comenzó
la creación del Universo, haciendo de la oscuridad luz y de la ma-
teria prima mundo, y porque es también el día en que Jesucristo nues-
tro Redentor resucitó de entre los muertos". El sol, la oscuridad, la
luz y Cristo están tan estrechamente ligados que la idea de J es6s como
verdadero Sol del espíritu se introduce por sí misma en la explicación
litúrgica. Y esto no se dió exclusivamente en torno al año 150, sino
que venía ocurriendo por lo menos desde 50 años antes. Ignacio de
Antioquía denomina el establecimiento de la fiesta del domingo "prin-
cipio de nuestra vida en o por Cristo". El texto griego se refiere
claramente a Cristo como sol que se levanta de la muerte y de la
tumba. Clemente de Alejandría presenta la resurrección de Cristo más
expresivamente todavía bajó la figura de la aurora. Para señalar la
enérgica llamada a la vida de Gracia hecha por Dios a los hombres,
dice: "el Señor no se cansa de alentar, de llamar la atención, de ame-
r
'l."'
¡,

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 37

nazar, de enseñar. En verdad despierta a los corderos y saca de la


oscuridad a los extraviados". Dice:

"Despierta del sueño,


levántate de entre los muertos
y te iluminará Cristo, el Señor,
el Sol de la Resurrección
engendrado antes que la estrella matutina,
que brinda vida con sus fulgores." 43

La imagen de Cristo-Helios desempeña un papel importante en


las ideas de la cristiandad primitiva acerca de la resurrección y del
bautismo, y es motivo que se desarrolla continuamente en los escritos
los primeros siglos. Este es, sobre todo, el lenguaje de los Padres en
la Pascua. Nadie lo utiliza con tanta fuerza e inspiración en los anti-
guos conceptos como Zenón de V erona. En una alocución tenida la
vigilia de Pascua compara la puesta del sol en el océano y su sem-
piterno salir, rejuvenecido, con el misterio de la Pascua, es decir, con
los sufrimientos de Cristo y su resurrección, que son origen y símbolo
de nuestra muerte mística y de nuestra vida futura. Después se dirige
a los neófitos: "ésto otorga él (el sol de Pascua, el domingo de Pascua)
a nuestros neófitos. Ahora la puesta de sol, que promete felicidad
(alusión al bautismo conferido por la tarde o por la noche), les invita
a sumergirse en la profundidad del océano de blanca espuma (bautismo
por inmersión) para después resurgir renovados con el nuevo día, ra-
diante de luz. En nuestra compañía podrán llegar a conseguir esa fe-
licidad (eterna) en la que uno se diluye para siempre si ha ido por
el camino de la inmortalidad, por la vía celeste ( esta comparación sim-
bólica está sacada de la órbita del sol)". 44
Al hombre antiguo cuyo concepto del mundo provenía del diario
ponerse y volver a salir del sol necesariamente tenía que impresionarle
esta comparación con el Salvador que muere y resucita, y tenía que
ver en ello todo· un símbolo. Y, naturalmente, era en la tumba donde
este simbolismo se daba con mayor elocuencia e insistencia, pues I es
en ella donde se encuentran la muerte y la esperanza en una .resurrec-
ción. Si se añade que el arte funerario pagano ya conocía el carro
del sol- que encontramos en uno de nuestros mausoleos (B), -
ENGELBERT KIRSCHBAUM

maravilla que haya sido tan poco utilizado por el arte cristiano pri-
mitivo.s"
Resumiendo : este pequeño monumento sepulcral nos parece por
tres razones de especial importancia. Este mausoleo es, en primer lu-
gar, el único puramente cristiano de todos los descubiertos hasta ahora
en la necrópolis vaticana; en segundo lugar, nos muestra los mosaicos
más antiguos de contenido cristiano que se han encontrado hasta el
momento; contiene, por último, la representación de Cristo-Helios,
tan importante para la Iconografía del cristianismo primitivo, contra-
punto interesante de Cristo-Orfeo, conocido desde hace ya mucho
tiempo.

Hechos topográficos y cronológicos

Después de este recorrido por la necrópolis conviene al ulterior


desarrollo de nuestra investigación que demos ahora idea justa de la
condición del terreno vaticano por el que se extiende. Los mausoleos
están dispuestos en dos hileras paralelas, que van de este a oeste. La
hilera, doble, tal como se puede ver hoy, se extiende por un trecho
de 70 m. aproximadamente. Debemos incluir las tumbas arriba men-
cionadas que ya habían sido descubiertas con anterioridad. Todas van
Tl'ig. 1 de este a oeste en la doble fila, bajo la Basílica. Podemos suponer que
r
nuestra necrópolis se extendía en línea casi recta ( desde -®) por
un trecho de por lo menos 400 metros.
Este hecho sorprendente se comprendería con mayor facilidad si
los edificios fúnebres se hubieran situado directamente al borde de una
carretera; pero no es éste el caso. Tanto la carretera sur como, 10
que explicaremos más tarde, la Vía Cornelia, que probablemente pa-
saba por el norte, mantenían una distancia demasiado grande para
explicar este caso extraño. Aquí la configuración del terreno tiene que
haber influído de forma que explique esa insistencia en conservar la
alineación. Decir que esta construcción de los mausoleos uno junto al
otro, es la solución más natural del desarrollo constructivo, tampoco
es suficiente. Esto valdría quizás para trechos cortos,· de no contar
con la fuerza determinante de una carretera. Pero, además, tenemos
que p¡;u;:~r cqiwtilf tl hecho, claro, de que no se ha puesto un edificio
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 39

junto al otro. El mausoleo O de los Matucci se construyó al mismo


tiempo, más o menos, que el mausoleo A, y lo mismo sucede con
el B y G, y sin embargo hay una distancia aproximada de 53 m.
entre A y O y la de 23 m. entre B y G, y con todo mantienen la
alineación.
Los mausoleos de la hilera norte están tan metidos en la colina
que su parte posterior, está cubierta casi por completo por ésta. Pre-
cisamente esa ubicación extraña llevó a construir en los mausoleos del
norte - y sólo en ellos - unas escaleras por las que se pudiera tener
acceso a los recintos sepulcrales bajando desde la colina. Cinco mau-
soleos exhiben· estas escaleras que nada tienen que ver ton terrazas
o con algún piso superior. Puede verse ésto con especial claridad en
la escalera de los Valerios, cuyos escalones superiores desembocan en
el terreno abierto entre el mausoleo de los Cetennios y el de los Va-
lerios. Más al oeste, inmediatamente detrás del segundo mausoleo de
la familia de los Cetennios (L) se puede ver, en los fundamentos co-
rrespondientes que están más o menos al mismo nivel que la colina,
un pequeño muro antiguo semicircular que posiblemente defendía el
techo del mausoleo contra el desprendimiento de tierrasI
de la colina.
A la empinada pendiente que tiene la colina yendo de sur a norte,
corresponde, de oeste a este, hacia el Tíber, un declive muy suave.
Algunas cifras lo explicarán mejor. En el trecho que va desde la puer-
ta del mausoleo B hasta la entrada del Clivus, entre S y R. que suma Fig. 22a
unos SS m., el terreno sube 2,6o m., esto es, unos S cm. por metro,
lo que apenas se nota en el primer tercio, hasta el mausoleo de los Ce- !

tennios. Solo a partir de allí se hace más perceptible.


1:
De sur a norte, por el contrario, medimos en el mismo mausoleo F Fig. 22b
de los Cetennios un declive de 4,50 m. por 7 111., es decir, 65 cm. por 11

metro, o sea, un declive mucho mayor que el de la cuesta o pendiente


este-oeste. Por otra parte, los mausoleos de la hilera sur están situados
tan solo un poco más bajos que los de la hilera norte, teniendo un
declive mucho más leve del que hay unos pocos metros más hacia el
norte. Se ve claro que los mausoleos de la hilera norte !,e constru-
lfl
yeron sobre una especie de bancal que hace la colina, que se extiende 1:
de oeste a este a modo de un largo pliegue. El recostarse contra la
colina debió ser considerado como ventaja para la construcción de
los mausoleos. Podemos aventurar el suponer que fueron varias las
circunstancias que influyeron en tal consideración, como por ejemplo,
el menor trabajo en la excavación, el resguardo del norte, y también ¡¡:

1

IH
40 ENGELBERT KIRSCHBAUM

la posibilidad de tener acceso a las tumbas desde el lado de la colina.


Esta última razón debió ser muy importante si había, como podemos
suponer y veremos más tarde, una carretera pública en la pendiente
norte de la colina.
Este repliegue, nada regular, no tiene paralelas su parte inferior
y superior. La colina no sigue en la parte trasera de los mausoleos el
lento acceso de su parte delantera. La subida más fuerte, que se inicia
más o menos donde los Valerios (H), sigue la línea posterior y más
elevada más bien con una leve bajada. A los 4,50 m. de subida por
Fig. 22a 7 m. de profundidad del mausoleo F solo corresponde, en el Clivus,
un máximo de 2 m. en la misma profundidad. Así se explica también
Ji'ig. 220 como es posible que el mausoleo M de los Julios, con su insignificante
altura de solamente 2,30 m. aproximadamente ( a los que se han de
sumar todavía 2 m. de cuesta, 85 cm. de sur a norte y 1,15 m. de
este a oeste), se recostase contra la pendiente de la colina. Supo-
niendo el mismo declive de la colina atrás que delante, ésta se habría
levantado por lo menos 1,85 m. por sobre el techo de M, y nosotros,
naturalmente, tenemos que suponer que M, aunque poco, sobresalía
del terreno. ·
Probablemente había en este lugar una pequeña depresión de
terreno que iba de sur a norte, lo que explicaría mejor que se dejara
tanto tiempo sin ocupar este espacio. Se debía utilizar, evidentemente,
como acceso a la colina, o mejor, como acceso desde la colina a esta
parte de la necrópolis. Como quiera que haya sido nos interesa conste
que en esta parte oeste de la colina la línea del terreno que se encuen-
F'ig. 22a tra detrás de los mausoleos no sigue paralela a la que había delante
de ellos.
Aparte de los problemas topográficos se ventila también la cuestión
de las carreteras que en aquel tiempo lo hacían asequible. Hay que
nombrar tres, sobre todo: Aurelia Nova, Cornelia y Triumphalis.
A las tres se las menciona en los textos clásicos como relacionadas
con la tumba de Pedro. La vía Aurelia Nova debe corresponder a una
vía más antigua de la que se han encontrado varias veces huellas .. y
que iba por el sur de la necrópolis vaticana. Debió constituir su acceso
principal, pues todos los mausoleos miran al sur. El mismo sepulcro
del Apóstol estaba situado, según opinión general, junto a la Vía
Cornelia. Por esto nos ocuparemos de .ella con más detención. La Vía
Cornelia aparece mencionada por primera· vez, · asociándola a la se-
pultura de San Pedro, en los famosos itinerarios del siglo VII.48 Los
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 41

peregrinos de aquel tiempo iban a Roma, sobre todo, para visitar


las tumbas de los mártires, que se encontraban generalmente fuera de
la ciudad, en las antiguas carreteras romanas, donde según costumbre
antigua los romanos edificaban sus sepulturas. A los piadosos pere-
grinos que querían visitar la tumba de San Pedro se les indicaba la
Vía Cornelia como camino a seguir para llegar al sepulcro del Apóstol.
El creer que la Basílica había sido construída en parte sobre el circo,
y que la Vía Cornelia conducía al sepulcro del Apóstol se apoyaba en
la suposición unánime de que dicha Vía Cornelia pasaba entre el
circo y dicho sepulcro. Esta vía atravesaba subterráneamente y en
sentido longitudinal la Basílica Constantiniana, entre los fundamentos
sur de la nave central y el sepulcro que estaba situado debajo de la
Confessio.49 Se suponía, por tanto, que la tumba del Apóstol se en-
contraba al borde de la carretera, con otros muchos sepulcros, como
los de la Vía Appia. Pero las excavaciones han venido a demostrar
que tal suposición era equivocada. La Vía Cornelia ni se encuentra
donde indican todos los planos de reconstrucción, ni jamás estu-
vo allí.llO
Podría extrañar, en realidad, que todos los exploradores acepta-
ran arbitrariamente esta reconstrucción topográfica de la tumba de
Pedro, cuando nada conduce a semejante conclusión. Ya sabíamos,
desde hace mucho tiempo, que la tumba de Pedro no estaba aislada
sino que se encontraba en medio de la necrópolis pagana, como acon-
tece con la de San Pablo, el otro Príncipe de los Apóstoles en la Vía
Ostiense. Esto habría podido llevar, al menos, a dudas prudentes sobre
el curso de la Vía Cornelia. Queda fuera de duda, además, que las
indicaciones de los viejos itinerarios no se referían al sepulcro mismo
sino a la Basílica de San Pedro. Lo que se puede inferir es que la
Vía Cornelia pasaba cerca de una necrópolis pagana y, con ello, cerca
también de la tumba del Apóstol. No se ha podido comprobar ni
demostrar, empero, si la referida carretera pasaba al sur o al norte
de los mausoleos o si, quizás, por entre éstos. Hoy podemos afirmar
tan solo que la carretera no iba por dónde hasta ahora se ha venido
creyendo.
Se podría suponer, aventurando una hipótesis, que fa Vía Cor-
nelia no pasaba al sur de la tumba del Apóstol sino al norte, a lo Plano A
largo de la colina vaticana,51 pues muchos de los mausoleos erigidos
en la parte norte, que como hemos dicho están respaldados directa-

11
42 ENGELBERT KIRSCHBAUM

mente en la colina, tienen una pequeña escalera que lleva al techo,


justo hasta donde el mausoleo alcanza el nivel del terreno de la colina.
Si el objeto de estas escaleras hubiese sido tan solo posibilitar la su-
bida a una terraza no se explicaría por qué los mausoleos de la hilera
sur, que no estaban en contacto con la colina, no tienen escalera, ni
el que todas las escaleras, en la hilera norte, llevaran o lleven a la
colina, hacia el norte, y ninguna hacia el sur. La única explicación
aceptable es que las escaleras no servían de acceso a una azotea, sino
para bajar desde la colina a la necrópolis. Pero esto presupone la
cercanía de una carretera desde la cual los mausoleos fueran cómo-
damente asequibles. Y nada nos prohibe suponer que esta carretera
por la que durante siglos los romeros alcanzaron la tumba del Prín-
cipe de los Apóstoles fuera precisamente la Vía Cornelia.
Tras habernos dedicado detenidamente a la configuración del terre-
no sobre el que descansa nuestra necrópolis, es menester decir algo
acerca de los límites temporales de la misma. Según el informe de
las excavaciones no se puede determinar con seguridad la época de
construcción de ningún mausoleo anterior al siglo II después de Cristo.
Sólo para el mausoleo O de los Matucci, o algún otro de su misma
especie, se podría quizás pensar en la primera parte de dicho siglo Il.52
Nos parece que el empeño de querer determinar la fecha con exac-
titud y seguridad máximas es, aquí, ir demasiado lejos; nos lo parece
incluso hablando en términos de probabilidad. Los mausoleos más
antiguos son, sin duda, los de la hilera norte, y entre ellos los A, D,
G y O, y éstos pertenecen, también sin duda, al menos fundamentada,
a la primera mitad del siglo II, siendo A y O del tercer o cuarto de-
cenios aproximadamente. Para la determinación de esta fecha con-
cuerdan los criterios más dispares : técnica en la construcción de mu-
ros, forma estilística, decoración, nombres de los sepultados, y la in-
cineración, forma predominante de sepultura.53
Los sepulcros más recientes deben ser Z y <I>, es decir, los de
"los egipcios" y de los Marcí. La desaparición casi total de la inci-
neración, y sobre todo, el estilo artístico de los sarcófagos inducen
a fijarlos entre el fin del siglo II y principios del III. El desenvolvi-
miento arquitectónico de la necrópolis se da entre estos límites, del
130 al 200,54 según lo descubierto en los sondeos efectuados desde
1940 a 1949.
Al principio tenemos A y O, entre los que se hace difícil decidir
Pig. 2 cual es más antiguo. Al mausoleo A le siguen, en orden cronológico,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 43

los mausoleos B. C. D. E y F. Durante este tiempo, aproximadamente


.cuando la construcción del B, se construyó el G, decorado por el mismo
pintor y que fué construído ciertamente antes que el F. El mausoleo
D a pesar de ser más reciente que A, B y C, presenta, sin embargo,
el tipo antiguo de mausoleo en su máxima pureza ( cámara sepulcral
abierta, antesala y urnas cinerarias), lo que indica que las construc-
ciones debían seguirse unas a otras en corto plazo, pues de lo contra-
rio no resaltaría tan claramente esa indecisión en el pasar de una
forma a otra - tanto en lo concerniente a la planificación del mauso-
leo como al rito de sepultura -. Al mausoleo F le siguen cronológica-
mente L y H.55 Por este mismo tiempo se despliega el grupo de mau-
soleos en torno a O, al que, en primer lugar, siguió probablemente S,
y después R-R' y sólo después las dos antesalas P y Q ;56 siguen, por
último T y U. Más tarde tendremos ocasión de volver a este orden
cronológico de construcción de los mausoleos que giran en torno de O,
después que hayamos estudiado la construcción de Q y P, que contie-
nen elementos importantes para comprobar la continuidad de estas
tumbas.
La hilera sur corresponde al final de esta continuidad temporal,
como lo atestigua, aparte de los indicios arriba mencionados, el que los
mausoleos estén tan sólo divididos uno de otro. Aquí los de la hilera
Sur, se siguen, en oposición a sus precursores del norte, sin espacios in-
termedios dejando tan sólo cada uno de ellos un pasaje libre a
derecha e izquierda. El por qué sólo puede residir en el derecho de los
mausoleos más antiguos a tener acceso libre y sin obstáculos desde el
sur, desde donde toda la necrópolis era accesible por una ,;·:1r~·crera
importante, probablemente la vía Aurelia.
Se ha intentado en distintas ocasiones sacar del hecho de que nin-
guno de los mausoleos excavados puede considerarse del siglo I razón
suficiente para negar la posibilidad de que existan sepulcros más an-
tiguos, en esta forma. Estaban los jardines de Nerón, que desde un
principio debieron imposibilitar tales construcciones.57 Pero es ésta
una afirmación un tanto arbitraria si se tiene en cuenta que no co -
nocemos la situación exacta y los límites precisos de estos jardines.
Sólo sabemos, como ya hemos dicho, que se encontraban en la parte
slr del terreno vaticano - según la antigua topografía. Mientras se
podía suponer que el circo, que estaba situado en estos jardines; se ex-
tendía bajo la Basílica vaticana, cabía en algo tal afirmación' Pero
ahora, después que los sondeos han demostrado que el circo de Nerór
44 ENGELBERT KIRSCHBAUM

jamás estuvo bajo la Basílica, y que tiene\que ser buscado más al sur,
ya no se puede sostener semejante tesis.
Podemos llamar nuevamente la atención en el sentido de que pa-
rece muy aventurado o arriesgado - según los hallazgos del invierno
y primavera de 1957 - el operar y calcular apoyándose en los límites,
desconocidos, de los jardines imperiales. Estos sepulcros recientemente
descubiertos se encuentran tan sólo a unos 300 m. al norte de nuestra
necrópolis, y es evidente que son anteriores a la época de Nerón. Hay
que añadir, además, que los sondeos o excavaciones efectuados en las
hileras de sepulcros no alcanzaron el límite sur, que puede estar todavía
más cerca de nuestra necrópolis.
La necrópolis misma ofrece en sí razones para suponer que se co-
menzó a principios del siglo I y no en el siglo II. Con ocasión de las
excavaciones bajo la iglesia de San Stefano degli Abissini, sita tras
el ábside de la Iglesia de San Pedro, se ha sacado material arqueoló-
gico que indudablemente procede de construcciones sepulcrales del si-
glo I: se trata de inscripciones de la época de Domiciano (Sr a 96),
de algunos trabajos, en mármol, típicos de la época de los Flavios, y
de algunas cabezas de terracota. Un sarcófago que se encontró du-
rante los trabajos de la instalación de la escalinata, delante de la Basí-
lica de San Pedro, puede también adjudicarse al siglo I, y lo mismo
puede decirse de una inscripción sepulcral que apareció en I 586 cerca
del lugar en que se encontraba originalmente el obelisco vaticano, de
la que solamente queda por desgracia una copia.59 Al este de la actual
ubicación del obelisco se encontró, en 1936, un altar de sepulcro que
también proviene del siglo I. 60
También hay pruebas de la existencia de sepulcros del siglo I en
la parte de la necrópolis de la que concretamente nos ocupamos. Allí
se encontraron objetos y accesorios de tumbas de esta época, sobre
los que informaremos detenidamente en lugar más adecuado. En
el muro oeste del mausoleo Z de los egipcios se construyó un ossa-
rius« nada pequeño con la misma técnica empleada en las paredes in-
Lám. J3a teriores de la tumba, lo que indica que es de la misma época. Se puede
deducir con relativa seguridad que al construir nuestro mausoleo a
fines del siglo II retiraron viejas osamentas, que reunieron después
piadosamente _en un osario y las volvieron a sepultar. Esta- manera de
proceder presupone la existencia -de antiguas sepulturas, que sin duda
alguna nos pueden llevar al siglo I.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 45

De todas estas comprobaciones y reflexiones se ha podido con-


cluir la no existencia de objeción seria contra la suposición de que la
necrópolis data del siglo I.
¿ Cuánto tiempo existió la necrópolis?
Una moneda de la época constantiniana, hallada en una urna del
mausoleo T, indica que todavía en esta época se hacían enterramien-
tos.62 Pero es igualmente cierto que los enterramientos cesaron en la
misma época constantiniana, puesto que fué entonces cuando se hizo
la necrópolis lugar adecuado para levantar en él la Basílica. Sobre este
punto nos definiremos más en otro lugar.
Las sepulturas romanas sirvieron a sus propietarios y poseedores
durante 150 ó 200 años aproximadamente. Muchos mausoleos llega-
ron a ser insuficientes. Se aprovechó todo espacio, enterrando incluso
bajo el suelo de mosaico. Más tarde se intentó solucionar el problema
mediante arcosolios, construídos frente al mausoleo, como en B, me-
diante sarcófagos que a veces obstruían el recinto. En último término,
se sepultaba simplemente rodeando los cadáveres con piezas o losas de
mármol, llegando a juntar varios cadáveres como indican las inscrip-
ciones.f" Si se trataba de urnas cinerarias se colocaban las nuevas so-
bre las ya llenas, protegiéndolas por medio de un tabique. En el mau-
soleo E, de Aelius Tyrannus, se utilizaron con este fin dos magníficos
recipientes de alabastro en los que se había enterrado seguramente a un
matrimonio. También se daba el caso de cubrir la nueva urna tosca-
mente, con simple argamasa, garabateando en ella mediante un estilete
el nombre del difunto.64 Otros, más piadosos, actuaban con más es-
mero en estos cambios. La cámara sepulcral B, abierta, fué tapiada
de esta manera en el siglo III. Su decoración original había sido sobre-
pintada, También se nota el transcurso del tiempo en el crecimiento
del suelo, que obligaba de vez en cuanto a levantar el umbral de
la puerta.
De esta manera la necrópolis perdió mucho de su esplendor origi-
nal, sobre todo en su última fase, reinando la pobreza donde antes,
había imperado el lujo y la ostentación. Se puede decir que Constan-
tino enterró una necrópolis en un tiempo venerable y rica, pero que co-
menzaba evidentemente, en su época, a desmoronarse, y que además,
resultaba ya insuficiente por completo.
lI

EN BUSCA DE LA TUMBA DE PEDRO


Lám. 10. Parte posterior de la arqurlla de marfil de Samagher con la
representación del memorial constantiniano del Apóstol de la
""iglesia de San Pedro

Lám. 11. Pared posterior de la Capella Clementina después de descubrirse


el memorial constantíuíano y del altar de Calixto II (arriba). ~
IDn primer plano el altar ele la cripta de los siglos VII y VIII.
Lám. 12a
IDl tropaion. : las losas
que hay entre el: nicho
inferior y el central
vistas desde abajo
( desde 5 m. de pro-
fundidad aproximada-
mente). En el centro,
arriba, la base de la
columnita norte. A la
derecha, arriba, la
placa o losa del se-
pulcro e .

b
Ell pavimento de már-
mol constan tiniano
(abajo, a la derecha)
el extremo superior de
la base sur, de mármol

Rincón con ranuras o


vías para las vallas
que rodeaban el me-
morial constantiniano
del Apóstol
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 49

ha reprochado a los autores del -informe sobre las excavaciones rea-


S E
lizadas bajo la iglesia de San Pedro que hubieran hablado ya, en su
relato, de la "Tumba del Apóstol" antes de que ésta pudiera ser per-
fectamente identificada. Así fué, en efecto, pero solamente al fin de su
labor, cuando el resultado de sus años de trabajo era evidente. Difícil-
mente se dará una excavación que no presuponga la existencia de
aquello que se pretende encontrar. Hubiese sido improcedente y vano
el entretener al lector con una incógnita de la que tenía que surgir,
al fin, la tumba del Apóstol. Lo importante y decisivo es, tan sólo, que
la sepultura designada desde un principio con su nombre presentase o
presente razones suficientes que lo justifiquen. Hay otro reproche es-
condido detrás de éste, y es, que se haya supuesto la existencia de la
tumba buscada no sólo durante la descripción sino durante las excava-
ciones mismas. Esta objeción no es lo acertada y aguda que parece.
Una excavación tiene sentido tan sólo cuando se sabe lo que se busca
y tienen razones suficientes para buscarlo en determinado lugar. La
única posibilidad que había de encontrar la tumba del Príncipe de los
Apóstoles era el buscarlo precisamente, justamente en este lugar, donde
venía siendo venerada desde la época de Constantino, esto es, mucho
antes de que se hicieran las excavaciones. El haber tomado en serio
un lugar de culto famoso desde hace I .600 años es algo que no pre-
cisa justificación.
El lugar por donde debía comenzarse la búsqueda de la tumba
del Apóstol venía determinado principalmente por el Nicho del Bal- Plano O
daquino, que se encontraba debajo del altar actual del Papa. De este
pequeño recinto parte, todavía hoy, ~n pozo, mencionado ya por Gre-
gorio de Tours, el año 90 del siglo VI.1 H. Grisar S. J. había comen-
zado aquí unas investigaciones - hace unos 70 años - pero con me-
dios insuficientes.2 Las opiniones divergían, y, no se sabía casi nada
sobre la profundidad en que podría encontrarse el sepulcro. Tampoco
se tenía idea de las características del mismo, que lo mismo podía ser
una simple urna con reliquias del esqueleto del Apóstol, que una se-
pultura completa e intacta, que un ataúd de bronce de metro y medio
en sus tres dimensiones, como se le describe en el Liber Pontificalis.3
J oseph Wilpert, benemérito arqueólogo silesiano, había intentado una
50 ENGELBERT KlRSCHBAUM

nueva explicación basándose en estas indicaciones según la cual la en-


voltura de bronce tendría que ser de 5 m. de largo, 3,75 m. de ancho
y 3'70 m. de alto, siendo su peso aproximado el de 300 toneladas. Ha-
bía pedido informes técnicos a la Casa Krupp y publicado su malo-
grada reconstrucción." Esta suposición, improbable, ya había sido re-
conocida como tal por el comentador crítico del Líber Pontificalis mon-
señor L. Duchesne.5 Tampoco es exacta seguramente la afirmación de
que el mundo erudito aceptó sin discusión la hipótesis de Wilpert."
Puede decirse, mejor, que sus colegas técnicos silenciaron tan deplora-
ble equivocación crítica . pasándola por alto por respeto a la avanzada
edad del erudito.
No era aconsejable, dada la situación, tocar así, por las buenas,
el muro en el que había valiosas incrustaciones· de mármol. Menos se
podía intentar todavía el trabajar lentamente desde arriba hasta lle-
gar abajo; "arriba" no quiere decir aquí el altar del Papa sino el Ni-
cho del Baldaquino, abierto, directamente accesible desse la llamada
Confessio. Esto hubiera acarreado la destrucción de una de las partes
más importantes y venerables de la Fábrica. Tampoco se hubieran
podido realizar los trabajos sin público, como estaba estipulado. Por
tanto los excavadores se decidieron a intentarlo pasando subterránea-
mente a través del mausoleo S. Al mismo tiempo se abrió práctica-
mente un segundo pozo desde la capilla Confessio que estaba detrás
del, Nicho del Baldaquino, llamada Capella Clementina a causa de su
constructor Clemente VIII (1592-1605), a la que facilitaba acceso una
especie de sótano qué había sido construído bajo dicha capilla por
Giacomo della Porta, arquitecto de Clemente VIII, para protegerla
de la humedad. Se investigó desde la comunicación de ambos túneles 7
sondeando, hacia abajo, el crecimiento de la tierra y, hacia arriba, el
espacio que hay bajo el Nicho del Baldaquino. Después que. se hubo
comprobado que no había restos sepulcrales entre el crecimiento de
tierra y el espacio que hay bajo el Nicho del Baldaquino se volvieron
a cerrar estos dos túneles de profundidad.
Estábamos, pues, seguros de que no quedaba más posibilidad que
la de atravesar las paredes de la Capella Clementina para explorar el
terreno comprendido entre el altar del Papa y el espacio inexplorado
bajo el Nicho del Baldaquino. •
Sería interesante, por cierto, contar la historia de la tumba del
Apóstol desde sus modestos principios tal como la verían los excava-
dores una vez terminadas sus largas y complicadas investigaciones.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

Pero acarrearía la desventaja de dificultar más y más la justificación


de ciertas interpretaciones y afirmaciones. Desde hace años se vienen
publicando en libros y en revistas las más distintas opiniones, que van
desde el más ingenuo entusiasmo hasta el negar radicalmente el re-
sultado de dichas excavaciones. Intentaremos desprender los elemen-
tos esenciales siguiendo a las excavaciones en su orden cronológico,
exponiendo su estructura interior, histórica. Sólo de esta manera, pa-
rece posible comprender y justipreciar críticamente lo que hay y lo
que no, y las deducciones que de ello se siguen.

"Mansio« Regia" de Constantino

Un relato cronológico tendría que comenzar por los trabajos de


Clemente VIII (1592-1605) en la Confessio para llegar a Constantino,
pasando por Calixto II (1u9-1124) y Gregorio el Grande (3o6-337).
Pero nosotros preferimos tratar más tarde estos trabajos menos im-
portantes y principiar por las obras de Constantino, con las que co-
mienzan los resultados decisivos de las excavaciones.
Se despojó a la pared trasera de la Capella Clementina de su de-
coración que consistía en un mosaico de modesto valor artístico re-
presentando a los Príncipes de los Apóstoles, enmarcado en dorados
bastante toscos, y que databa del siglo pasado. Detrás apareció un
muro que procedía, en su parte superior, de la época de Clemente VIII
mientras que la inferior, en su mayor parte, procedía de trabajos rea-
lizados por iniciativa de Gregorio el Grande. Se abrió el muro por. su
centro y apareció en seguida, detrás de él, un revestimiento de mármol
blanco, a base de dos grandes piezas de "paonazzetto", entre las que
había perpendicular un listón de pórfido. Este descubrimiento decidió
la suerte del muro, que fué entonces quitado por completo para poder
averiguar el secreto de estas incrustaciones marmóreas. Apareció en-
tonces un tabique de mármol que tenía 2,35 m. de ancho y que subía,
hacia arriba, hasta el altar de Calixto II, que fue descubierto al mismo
tiempo, y que desaparecía, hacia abajo, tras una ancha franja de
pórfido. Una vez quitado éste, roto, por desgracia, apareció la otra
parte del revestimiento de mármol blanco que debía apoyarse en una
base, a media altura, que no se pudo encontrar.
52 ENGELBERT l<:IRSCI-i:l3AtJM

ALTAR
DE CLEMENTE VIII

Pig. C. El lado oeste de la «contessto», desde la Crivta hasta el altar


del Papa (s. E. 170).

Para poder seguir hacia arriba desprendimos, uno a uno, los trozos
del listón de pórfido que había, perpendicular, entre las placas o pie-
zas de mármol blanco. Quitamos algunos ladrillos de la pared a que
estaba adherido, rota en algunos sitios, y nos metimos como pudimos
por la grieta abierta, de 23 cm. y medio, escalando con cuidado ha-
cia arriba. A través de la fenestrella de un altar viejo que se encuen-
tra en el interior del altar de Calixto II, y del que hablaremos aún
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 53
más tarde, fue posible comprobar que el mármol subía hasta una al-
tura de 2,45 m. aproximadamente. No se podía, de momento, interpre-
tar cosa tan extraña, quizás por estar demasiado sugestionados
por la idea de que debería encontrarse un altar de la época constan-
tiniana debajo del altar medieval del papa Calixto II, que estaba de-
bajo del de Clemente VIII. Se hubiera podido pensar, por ejemplo, que
estas altas piezas de mármol habían estado en su día horizontales, co-
rrespondiendo entonces sus medidas, de 1,06 m. de ancho y 15 cm. de
base, a las medidas de un altar. Claro que un altar de 2,45 m. de
ancho no hubiera correspondido a lo que sabíamos ele altares antiguos
de los que, por cierto, los más antiguos que conocíamos databan tan
sólo del siglo V.
Por tanto, tuvimos que seguir buscando. Se perforaron entonces, a
ambos lados de la pared trasera, unos muros que procedían del fin del
Renacimiento. Apareció, a la sazón, el pavimento constantiniano de
mármol, y apoyados en éste los extremos ele las bases marmóreas que Láin. 1:Zb
salían del muro y que no habíamos encontrado. Ahora sabíamos que
nos encontrábamos en la obra de Constantino.
Fue importante, para los trabajos ulteriores, el hallar acceso al
abrir los muros a derecha e izquierda del revestimiento de mármol.
Aunque estrecho e incómodo lo acogimos con alegría. Este conducto
desembocaba en dos pequeños recintos, hasta entonces prácticamente
inexplorados aunque estuviesen señalados ya en el viejo plano de Alfa-
rano. Estos dos recintos eran restos de los intentos realizados por Cle- Fig. G
mente VIII de descubrir el núcleo central· de aquellas obras, y comu-
nicar, mediante pasadizos laterales, la capilla trasera con el recinto que
había delante de la Confessio. Como indica la fecha, 1615 escrita con
carbón en la pared, se abandonó la tentativa y los recintos se tapiaron
de nuevo.
Desde estos recintos o cámaras se podían ver completamente los
lados del altar de Calixto. Ya no existía debajo del presbiterium el
pavimento que había construído Gregorio el Grande. Bajo el altar
había unos pequeños muros revestidos de mármol con pequeñas pilas-
tras medievales que habían vuelto a ser utilizadas, y que se apoyaban
en el piso constantiniano. Comenzaron a trabajar en la parte sur. Se
desprendió de la zona inferior de la pared, con todo cuidado, la parte Fig.10a
de mármol blanca que procedía de la época en que se levantó San
Pedro. La parte superior rodeada por el altar de Calixto es, desgra-
ciadamente y precisamente por esto, inaccesible, Detrás de la placa
54 ENGELBERT KlRSCHBAUM

o pieza inferior de mármol apareció el aparejo del muro con sus típicos
ladrillos amarillos. Vacilando, abrimos una brecha en este muro poco
interesante para nosotros. Apareció entonces, en primer término, un
Lárn.14a, grueso estrato de argamasa y detrás el aparejo del muro constantiniano
fí'iy.10b y las bases marmóreas del revestimiento de mármol del mismo tiempo.
Las incrustaciones mismas ya no estaban, por desventura, pero sí, por
cierto, las huellas que habían dejado sobre las bases y en el estrato de
argamasa, entre la pared y el mármol. Seguidamente se realizó la
misma operación en la parte norte, bajo las mismas condiciones y con
los mismos resultados, con la única diferencia de que el estrato de ar-
gamasa, que al sur tiene un grosor regular de 11 cm., ofrece aquí, en
el norte, la particularidad de contrarrestar la irregularidad del muro
llegando por ello a medir 17 cm. en el extremo oeste, mientras que en
el extremo este alcanza tan sólo 6,5 cm. Además se ve que el revesti-
miento de mármol deja sitio, en los tres lados, para solucionar los
rincones o esquinas, quizás por medio de bandas de pórfido.
Con todo lo hallado y los hechos comprobados la cuestión de la
interpretación del monumento queda todavía sin respuesta. Al con-
trario, la parte inferior correspondía ahora tan claramente al altar
de Calixto que se encontraba por encima, que la suposición de que
se trataba de un altar constantiniano había más bien ganado en im-
portancia. Para resolver esta cuestión solamente quedaba una posibi-
lidad, que era analizar el material del muro, accesible gracias a la bre-
cha abierta entre las placas o piezas de paonazzetto que están detrás. Si
hubiese habido un altar constantiniano el material del muro tendría
que mostrar una parte superior de técnica medieval y una inferior con
técnica propia del cristianismo primitivo. El muro fué analizado con
especial cuidado a causa de la importancia de la cuestión. El resultado
fue claro: el muro, era aquí, de una sola pieza, sin juntura perceptible.
Más elocuente era todavía el hecho de que el muro no se apoyaba en
Fif!.11 absoluto en el pavimento constantiniano sino que descendía mucho
por bajo de éste, y hasta rebasaba en sus lados las esquinas de nuestro
rectángulo en dirección norte y sur, perdiéndose entre las ruinas,
Puesto que presentaba un revoque rojo, sobre todo en su parte sur,
lo llamamos el muro rojo, para diferenciarle de otros. Así seguiremos
llamándolo.
La altura del muro rojo, donde más nos interesa sobre todo, de-
muestra que nuestro objeto de estudio nunca podía haber sido un al-
t¡i.r - imagínense un altar de 2,5 m. de altura aproxim¡i.damente -. Su
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 55

espina dorsal es un muro de tiempos preconstantianos cuya técnica se


distingue claramente de la empleada en los muros constantinianos late-
rales. Nos encontramos, por tanto, ante un bloque rectangular de por Fig. 7
lo menos más· de 2,50 m. de altura, 2,75 m. de ancho y 1,50 m ..
de grueso.
No era ningún altar. Se trataba de algo que solamente podía ser
considerado como monumento levantado sobre el sepulcro del Príncipe
de los Apóstoles, cosa totalmente nueva en el primitivo Occidente
cristiano. ¿ Habría hecho aquí, el emperador Constantino, como en
sus grandes obras de Tierra Santa, en la tumba del Señor? Allí, había
convertido el sepulcro de simple roca en un monumento revestido de
mármol, y había hecho construir a su alrededor la rotonda Anastasis.8
Se planteaba ahora una nueva cuestión de índole técnica. ¿ A qué
venía esta obra con aparejo de distinta época? Para averiguarlo con-
venía analizar las esquinas o rincones, pues en ellas la construcción
constantiniana topaba con construcciones precedentes. En la construc-
ción noroeste se podía ver sin dificultad que el muro más antiguo,
esto es, el muro rojo, continuaba por algún tiempo, y que durante
los trabajos de Constantino había sido eliminado hasta la altura de
la nueva pavimentación. La solución que se daba a las esquinas o
rincones consistía en una mezcla poco prolija de fábrica remendada
y argamasa. La esquina suroeste era distinta. El muro constantiniano
terminaba en un reborde intacto, liso. No se veía que los muros es-
tuviesen dentados y engranados, y sin embargo, tenía que haber una
juntura. Sólo después que hubimos quitado cuidadosamente y hasta
una cierta profundidad la argamasa que había entre el muro rojo y
la pieza de mármol que había delante, pudimos ver dicha juntura a
través de una angosta brecha.
Aún quedaban cosas importantes por investigar al sur y norte de
la construcción central. Con tal objeto se abrieron las paredes latera-
les de la Capella Clementina para volver a encontrar dos recintos men-
cionados por Alfarano, paralelos a los recientemente descubiertos y que
debían ser más grandes que estos. También lo logramos. En ambos Fig. ¡¡
recintos encontramos restos del pavimento de mármol de Constan-
tino, que mostraba, en ambas cámaras, huellas o impresiones claras,
cuadradas, de algo que estuvo allí y cuya naturaleza dejaremos aún
sin determinar. Las impresiones mismas podían deberse a las pisadas
que los muchos peregrinos fueron dejando aquí precisamente, en las
cuatro esquinas del santuario. En el piso de mármol había sido ern-
""

ENGELBERT KIRSCHBAUM

F-ig. "l. Reconstritcción (del lado oeste) aei memorial de Constantino


(s. E. 118).

potrada en dirección oeste-este, una balaustrada -junto a estas huellas,


de la que todavía quedan pequeños trozos metidos en las estrías que
les servían de soporte. Hacia el oeste, donde termina el piso de már-
mol, las piezas de la balaustrada estaban colocadas en una especie de
rieles apropiados que seguían en ángulo recto el trazado rectangular
Lúm, 12c de la construcción interior. Además, se ven todavía huellas de otra
balaustrada que va de norte a sur, que debió ser instalada posterior-
mente y que era movible. Quizás se inventó entonces el sistema, aún
hoy vigente en San Pedro, de empotrar postes de madera en orificios,
a cierta distancia unos de otros, comunicándolos entre sí por medio de
vallas. Se ve que este sistema movible fué abandonado en la parte norte
no sabemos cuando y reemplazado por piezas de mármol fijas. El
desgaste del piso de mármol es, por consiguiente, mucho menor en este
lado y las huellas, de impresión cuadrangular, bastante más débiles
que en el lado sur. Con ocasión de investigaciones efectuadas en dos
recintos distantes y cerrados, más al este, descubrimos tres zócalos
de mármol cuadrados y las huellas correspondientes a dos zócalos más.
Los zócalos mismos, empero, habían desaparecido. Estos zócalos mues-
tran claramente las medidas de las huellas cuadradas encontradas an-
tes, y no cabe duda de que fueron traídos de allí cuando las reformas
de Gregorio I (590-604) sobre las que hablaremos más tarde. Se evi-
denció entonces que dos de los zócalos están exactamente sobre la línea
de huellas que se encontró más al oeste. Estos zócalos soportaban en
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 57

f
Fig.8. Plano liorizontal. de la «Oonfessio» con la cripta cü·ctilar
(s. E. 123).

su tiempo unas columnas de la Iglesia de San Pedro, las hermosas co- Fig. 8 (3, 4)
lumnas de mármol, antiguas, tan conocidas por testimonios literarios
y pictóricos, y que Bernini volvió a utilizar al levantar la nueva Igle-
sia de San Pedro, colocándolas sobre las pilastras de las logias de la
cúpula. Seis de estas columnas salomónicas de mármol blanco, lujo-
samente decoradas con sarmientos y angelotes, fueron traídas del
Oriente por Constantino para colocarlas en la Confessio de su Iglesia
58 ENGELBERT KIRSCHBAUM

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Fig. 9. Reconstrucción del plano horizontal del ábside constantiniano


con el memorial (s. E. 121).

de San Pedro.9 Podemos señalar el lugar original de cuatro de ellas,


que por cierto, debieron formar un cuadrado de 7 m. de lado que en-
cerraba el monumento fúnebre del Apóstol, sirviéndole de protección
Jfig. 9, 7 y adorno. Había unas vallas de columna a columna a modo de balaus-
trada que, por cierto, rebasaban al oeste el cuadrado de columnas para
dejar un paso libre del monumento, que se encontraba en el lado oeste
del cuadrado.
Una pequeña arquilla de marfíl del siglo V,10 hallada en 1906 en
Samagher, cerca de Pola, nos ayudó mucho a completar la reconstruc-
Lám.10 ción de las partes que faltaban. En la parte posterior de la arquilla hay
representado una especie de acto litúrgico o de culto, frente a una es-
pecie de monumento rodeado ele columnas salomónicas. A derecha e
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 59

izquierda pueden verse dos hombres y mujeres, de pie, en posición


ele orantes. La forma especial ele esta pequeña construcción es dema-
siado alta para ser un altar y deja entrever en su parte delantera,
abierta, un recinto al fondo del cual puede verse una cruz. La aber-
tura por la que se puede ver, arqueada, está cercada por unas vallas
bajas. La forma de las columnas, tan rara en aquellos tiempos, y el
peculiar contenido de la representación de la arquilla de marfíl in-
dujeron a los investigadores a comparar con San Pedro de Roma. El
hecho de que la construcción ele mármol de columnas constantinianas
descubierta en las excavaciones correspondiera en todos sus detalles
al relieve de la arquilla, probó definitivamente que éste representaba
la instalación del ábside ele San Pedro, lo que nos da derecho a re-
construir y completar las partes de San Pedro que nos faltan, basán-
donos en esta antigua representación.
Sabemos en primer lugar, gracias a esto, que las dos columnas
restantes del juego de seis que habían sido colocadas en las esquinas
del ábside fueron reunidas en un conjunto de vallas monumental con
las dos columnas que figuran en el cuadrado del fondo mediante una
viguería que iba por encima. Unos cortinajes recogidos llenaban los
espacios que había entre ellas. Las cuatro columnas dispuestas en un
cuadrado se reunían asimismo mediante una viguería formando un bal-
daquino que se remataba en lo alto con dos arcos que se cruzaban en el
centro. Desde el punto de intersección de los arcos pendía una lámpara Lám. 29
dentro del recinto.
Esta lámpara puede ser la citada en el libro de los Papas (Liber Pon-
tificalis). Dice el Líber Pontificalis que la lámpara tenía forma de co-
rona de oro 11 y que Constantino la donó a propósito para este lugar.
También es exacta la observación de que esta lámpara debió estar col-
gada delante del sepulcro y no sobre él, como se hubiera podido es-
perar. Se nota una irregularidad en toda la instalación que debió tener
razón de ser. Sería justo suponer que la tumba del Apóstol estuviese
colocada en el centro del cimborrio. En cambio, está en el fondo, y el
baldaquino está sensiblemente desviado hacia el este, de forma que
deja un espacio libre de más de 5 m. de profundidad delante de la
tumba. Esto se comprende fácilmente suponiendo que el altar estaba
situado debajo de la lámpara en forma de corona de oro.
En aquel tiempo no se celebraba misa diaria en San Pedro. Sola-
mente se celebraba en las conmemoraciones del Apóstol. Tampoco se
utilizaban en la Roma ele aquellos tiempos altares adosados a la pa-
6o ENGELBERT KIRSCHBAUM

red, como en Oriente.12 Se debía tratar, pues, de un altar portátil,


convenientemente adornado, que se colocaba exprofeso para celebrar.
En el pequeño recinto· interior dibujado en la parte posterior de
la pequeña cajita de marfil istriana, se ve claramente, como men-
cionamos, una cruz. El libro de los Papas, que habla de la lámpara en
forma de corona de oro, habla también de una cruz de oro que dieron
Elena y su hijo Constantino para el Sepulcro del Príncipe de los Após-
toles. Quizás sea ésta la cruz que se ve en el relieve de marfil. Lo que
sabemos es que la cruz de oro llegó a ser célebre y que dió lugar a
una anécdota que nos cuenta Torrigio.v- Cuando las obras promovidas
por el Papa Clemente VIII, en I 594, creían haber visto esta cruz de
oro de Constantino a través de una grieta. La grieta, por orden del
Papa, fué inmediatamente cerrada. Si el relato fuera exacto habría-
mos encontrado la cruz. Desgraciadamente esta valiosa pieza debe
haber sido robada en uno de los saqueos sufridos por San Pedro,
como otras muchas cosas.15
La cruz llevaba una inscripción que daba lugar a diversas interpre-
taciones: Constantinus Augustus et Helena Augusta hanc domwm re-
qalem. simili fulgore coruscans aula circitndat,16 (Constantino Augusto
y Elena Augusta a esta mansión regia para que brille con el mismo
fulgor que el recinto que la rodea). Se aludía al sepulcro del Apóstol
decorado con mármol y pórfido, que constituía el verdadero centro de
la nave transversal y del ábside adornado con similar riqueza.17
Probablemente es la primera vez que se ha logrado hacer asequi-
ble, de nuevo, una obra constantiniana original tan pura y completa.
Esta planificación tan meditada y madura, de contenidos diferentes
en el fondo, como son la construcción de la tumba y el culto de már-
tires, con nave de asamblea, conmemoraciones y fiestas litúrgicas, cons-
tituye una fase de desarrollo que supone unos comienzos más sencillos.
Lo mismo acontece en los edificios conmemorativos judíos, como Je-
rusalén y Belén, y en algunas· iglesias martiriales primitivas de Roma,
como San Sebastián, la original de San Pablo y otras. Esto demuestra
la fuerte originalidad de la arquitectura cristiana primitiva, que en po-
cos decenios sufrió cambios sorprendentes, demostrando con ello una
gran capacidad de adaptación de su liturgia, que se amoldaba a las cos-
tumbres propias del tiempo y a las consecuentes manifestaciones y re-
percusiones en el culto. La solución dada por primera vez a la Iglesia
de San Pedro culmina en esta época e influye entonces definitiva-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 61

mente en la instalación de cruceros o naves transversales en las igle-


sias cristianas.18
En nuestra relación o informe se apunta todavía otra idea aún
más importante: la testificación histórica de la tumba del Apóstol por
las obras de Constantino. Lo que hemos querido esbozar anterior-
mente no ha sido tanto la riqueza y coste del material empleado, como
la confección artística peculiar. Y es que pertenece ésta, en su forma
típica, a los edificios en los que se quería venerar y conservar histó-
ricamente el recuerdo de un hecho local. Así sucedió en Belén, con la
gruta o cueva, y en Jerusalén, con la tumba de Cristo. También la Igle-
sia de San Pedro expresa, con su peculiar construcción, la condición de
levantar en determinado lugar un monumento de envergadura histórica.
Para nosotros se trata de un claro credo de la existencia de la
tumba del Príncipe de los Apóstoles, de un estar convencidos de que
la tumba se encontraba en el lugar. No debe maravillar por tanto que
después de Constantino toda la cristiandad, guiada por este testimonio
monumental, buscase y venerase la tumba del Príncipe de los Apóstoles
en el mismo lugar. Sin embargo, y tomando las cosas con severo rigor
tan sólo está probado, como auténtica verdad histórica, que Constan-
tino mismo y 'su época estaban seguros de poseer la tumba de Pedro
en éste y en ningún otro lugar. Hasta qué punto estaba convencido
Constantino lo prueba el haber sellado la necrópolis y levantado la
Basílica, aún a costa de enormes trabajos.
Pero, ¿ qué significa hoy para nosotros la convicción de Constan-
tino? El emperador era ciertamente un político prosaico y sensato,
todo menos un soñador, y lo mismo en el terreno religioso. Hasta el
momento no se le ha podido probar ninguna equivocación histórica en
sus muchas y diferentes construcciones conmemorativas. Dependemos
del testimonio de Constantino aunque nos falta penetrar en sus ra-
zones. Naturalmente que en todas estas edificaciones se trata de luga-
res sagrados que ya disfrutaban de veneración en la cristiandad de
aquellos tiempos. No es Constantino quien inventa un culto sino que
lo encuentra establecido. Se sabe además con seguridad que las cons-
trucciones imperiales fueron realizadas de acuerdo con la jerarquía
eclesiástica de su tiempo.
Podemos pues afirmar con sinceridad que era la Iglesia misma
quien respondía de la credibilidad de una tradición histórica vinculada
a un determinado lugar. Pero aún así tiene justificación el preguntar
por las razones sobre las que se apoyaba tal convicción, pues quizás
ENGELBERT KIRSCHBAUM

-===---•
o o.so tm.

J!'ig. 10. Plano horizontal del nicho del baldaquino (en gr·iS} fá-
a)
brica de Ole-mente VIII (s. E. 150).
b) Plano horizontal del nicho del bouiaquono (en gris) fábrica de
Constantino.

o o.so tm ~ ~\L,J,l 1
j
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

-====---a
ase ,m.
o
c1 Plano horizontal del nicho del baldaquino (en gris) fábrica de los
siglos II y III (c<tropaionl>).
d) PlM10 horizontal del nicho del bouiaquvno ( en gris) fábrica de
Gregario el Grande .


u u o o.so
'"'·
ENGELBERT KIRSCHBAUM

se trata de razones que bastaban a la conciencia histórica de la época,


pero que son insuficientes para nosotros. Nos parece decisiva la pre-
gunta de si estas razones se apoyaban solamente en una tradición
oral o también en una tradición escrita en la que se precisa con más
o menos determinación el lugar, o si había algo concreto y visible que
señalaba y determinaba de manera inequívoca la tumba del Apóstol.
Es fácil comprender que esto último merece mayor crédito. De ahí que
se tratase de investigar si había todavía entre los restos del monu-
mento fúnebre constantiniano huellas de una obra más antigua.

El Tropaion de Cayo

Comenzamos nuestra investigación por la parte posterior del mo-


numento constantiniano, donde reconocimos el muro rojo preconstan-
Plano O, 10c tiniano al quitar la franja perpendicular de pórfido. Al observar de
cerca se pudo comprobar que el muro abierto pertenecía a un nicho
que se abre, hacia el este, en tal lugar. En su parte superior se en-
cuentra todavía una pequeña superficie mural, de revoque liso, que
va en dirección perpendicular-transversal, y que debe ser el resto de la
apertura de una pequeña ventana que debía haber allí. Es difícil ima-
ginarse otra explicación, aunque parezca ésta extraña, por lo difícil de
averiguar a que venía esa ventanita, en apariencia totalmente inútil.
Partiendo del nicho se encontraron, hacia el interior, esto es, hacia el
este, restos de una placa de travertino fuerte. La impresión general que
ofrece el lugar es algo caótica y testifica muchas destrucciones. En el
nicho se insinúa otro más reciente, superpuesto, cuya parte posterior
abovedada se descubrió en nuestros trabajos. En el interior estaba el
mosaico del Salvador, de tan difícil cronología, que está hoy en el nicho
del baldaquino, y que presenta al dorso leves impresiones de color
que deben pertenecer a la parte inferior del nicho más antiguo.
Tratemos de hacer constar lo esencial : un muro preconstantiniano
en dirección norte-sur que tiene un nicho en su vertiente este, y res-
tos de una placa o pieza de travertino.
La investigación de nuestro recinto sepulcral nos llevó seguida-
mente y de nuevo a la pequeña cámara de su costado sur. Aquí tuvo
que atravesarse el muro constantiniano. Directamente detrás de él se
Lám. 13a
IDl gran osario en el
costado oeste del mau-
soleo Z

b
La inscripción sepul-
cral en el mausoleo Z

e
Los sepulcros y,. (arri-
ba) y t (abajo) des-
de el oeste vistos a
través del muro rojo
a b

e d

Lám. 14a. 1 Lado sur del memorial constantiniano del Apóstol: brecha
tur a través del muro constantiniano. Centro del muro S del
tropaion
b. Lado sur del memorial constantiniano del Apóstol: puede verse
el mármol blanco sobre el muro rojo entre el muro constan-
tiniano y el muro S.
c. Lado norte del memorial constantiniano del Apóstol: muro
grafítico (g) a la izquierda, y el muro rojo a la derecha.
el. Ell sepulcro 'IJ visto desde. el norte (abajo)
Lárn, 15a. La urna de mármol en el altar de Calixto II.

b
Recipiente con re-
liquias de las Após-
toles Pedro y Pa-
blo, ele la urna ele
mármol. El nombre
«Pauli» todavía se
puede leer. A la iz-
quierda, restos ele
un antiguo sello.
Lám. 16a
Lado oeste del memo-
rial oonstantíniano del
Apóstol : vista a tra -
vés del muro rojo que
ha sido abierto. A la
izquierda muro del ni-
cho superior; abajo,
restos de la placa de
tra vertíno ; en el fon-
do, el lado sur del mu-
ro grafítico ; a la de-
recha, la parte pos-
terior del nicho que se
colocó más tarde, con
el mosaico Salvador

b
Vista desde abajo ha-
cia el pozo o túnel de
comunicación que va
al recinto sepulcral
inferior del troptium. :
la pieza reventada
de Aelius Isidorus; en
el centro, el clavo
para el incensario del
Apóstol.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

descubrió un murete bajo más antiguo. Esto nos animó a ensanchar Ftu.10o
el boquete hacia la izquierda primero y luego hacia la derecha. Al prin-
cipio, a la izquierda, no se veía nada más, pero era tal la situación que
se juzgó indicado no seguir trabajando entonces con instrumentos
rudos. Se le encargó a uno de los trabajadores más eficaces el raspar
con un cortaplumas en un determinado lugar que mostraba una for-
mación un tanto inexplicable. Después de un buen rato, el trabajador
dijo, excitado, que comenzaba a aparecer una placa de mármol. Tenía
razón. Habíamos vuelto a dar con el muro rojo, esta vez en su lado
este. Aquí el muro estaba recubierto de mármol blanco, en lugar del
revoque rojo que habíamos encontrado anteriormente. El mármol blan-
co se unía al revoque rojo mediante un canto, revocado, dirigido al sur. Lárn.14b
Se trataba de un descubrimiento importante. El mármol es un
adorno, y sólo se adornan los lugares prominentes, sobre todo en una
arquitectura fúnebre tan reducida. De todos modos y en vista de ello
pudimos proceder con menos cuidado para con la parte constantiniana
del muro, pues lo que se ocultaba detrás de ella era ciertamente más
importante. Nos dedicamos al lado derecho siguiendo con mucha aten-
ción los golpes del escoplo que, animado por el martillo, arrancaba los
ladrillos, trozo a trozo. La atención de los presentes crecía a cada golpe,
esperando el resultado.

Se comprobó por fin que también aquí relucía el mármol blanco de-
trás de los ladrillos rojizos. No se trataba ahora de una placa sino Lárn.11
de una columna estilizada cuyo capitel faltaba por desgracia. Donde
debía encontrarse el capitel, lugar apenas visible, había una áspera
placa de travertino que se encontraba, por atrás, con el muro rojo,
justamente ,por cierto, donde terminaba la placa de mármol blanco.
Inclinados sobre la base de mármol contantiniano intentamos seguir el
curso del murete más antiguo hasta por debajo del pavimento constan-
tiniano, trabajo que en aquel estrechísimo recinto constituía una ver-
dadera prueba de paciencia. Alcanzamos por fin nuestro objetivo a
una profundidad aproximada de 33 cm., comprobando que el murete
se apoyaba en una placa de mármol blanco. Al sur estaba adosado al
revestimiento de mármol del muro rojo, por lo que se vió era poste-
rior a éste.
Descubrimos después la base de la columnita, que era unos JO cm.
más profunda que el murete. Los diferentes estratos mostraban una
continuidad temporal en la que seguramente el muro rojo, la colum-

5
ENGELBERT KIRSCHBAUM

ALTAR D'E CALIXTO lI

. ._,_j
PLACA DE TRAVERTINO

-pa

po
NIVEL DEL SUELO DEL
MEMORIAL DE CONSTANTINO s
·-·····-···········:?.~
!~i!/i/\i!t:
NIVEL DEL SUELO DE
MOSAICO DE P
••....••... '-7. CJO ESCALERA
DEL CLIVUS

DE LA EXCAVACION

F'ig. 11. Oorte de este a oeste a través del memorial constantiniano


(s. E. 90a).
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 67

. --·---- ··--·- .
VENTANA
ALTAR DE CALIXTO n

c=:a--=-·-~-·

fJ

(.

o 050 111t.

F'ig. 12. corte (sur norte) a través del memorial constantiniano


(s. E. 91).
68 ENGELBERT KIRSCHBAUM

nita y las dos placas de travertino que los unían eran lo más antiguo
Fig. ll y constituían, visiblemente, parte de un mismo cuerpo arquitectónico.
Después, con la esperanza en tensión, comenzamos a investigar la
Fig.10c parte norte del monumento fúnebre. El muro constantiniano mostraba
aquí algunos ladrillos inclinados, como si se hubiese comenzado a cons-
truir un pequeño arco, dejándolo luego incompleto dentro de la fábrica
del muro. También aquí encontramos, detrás del muro, otro muro más
viejo de 90 cm. de largo y 45 cm. de ancho aproximadamente.
Este muro nos deparó una nueva sorpresa: estaba totalmente cu-
bierto de garabatos; se trataba de grafitos. Había nombres y más nom-
bres que se superponían unos a otros sin consideración, haciéndose
Ltim, 18 mutuamente ilegibles. Había letras mayúsculas marcadas en el revoque
blanco con algún instrumento tosco, y otras . tan finas que parecían
rayadas con una aguja. También hay escritos nombres de difuntos,
como lo indica la fórmula, añadida, VIVAS IN CHRISTO. El nom-
bre de Cristo está escrito, siempre, según el monograma constantiniano.
Citamos algunos nombres de los escritos: Simplicius, Bonifatia, Víctor,
Gaudentia, Nicasius, Ursianus, Paulina, Venerosa y otros.P
La invocación de Cristo nos prueba se trata de cristianos que eter-
nizaron aquí sus nombres y los de sus muertos. Si no supiéramos
nada de la tumba del Príncipe de los Apóstoles, el hecho de encontrar
un muro tan densamente cubierto de garabatos de peregrinos nos
hubiera llevado a suponer la proximidad de alguna tumba martirial.
Las tumbas de los mártires corresponden, en el Oeste, a los Santos
lugares de Palestina. En el cristianismo primitivo tan sólo el mártir era
considerado como santo, y su tumba venerada. Esta veneración de
mártires florece, sobre todo, mediado el siglo III. Los garabatos de
nuestro muro deben ser poco posteriores a esta época, como indica la
frecuencia del monograma de Cristo, debiendo pertenecer al segundo
y tercer decenios del siglo IV.
Parecerá extraño que en todo el muro cubierto de nombres no se
encuentre ni una sola vez el del Apóstol Pedro ;20 pero es que tampoco
se nombra a ningún otro, a quien poder atribuir la veneración. Es evi-
dente, sin embargo, que lo que ha originado estos síntomas de vene-
ración es el culto a una cierta: personalidad santa. Más abajo tendre-
mos que informar sobre otro grafito encontrado en las más próximas
inmediaciones de la tumba en el que, por cierto, se nombra a Pedro
en especial. Es posible, por tanto, que aparezca, el nombre del Santo
venerado, aunque no es necesario, máxime cuando acostumbran tan
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 6g

sólo a nombrarse a sí mismos o a alguno de sus muertos, utilizando


para ello la fórmula de costumbre.
Hay que situarse en la mentalidad y maneras de un cristiano de
aquella época primitiva. Va a la tumba de un mártir bien conocido por
todos, de quien él es devoto. Si graba su propio nombre en la sepultura
del santo, señala con ello claramente a quién quiere honrar. ¿ Por qué
indicar ante la tumba misma de Pedro que se refiere a Pedro y no,
por ejemplo, a Pablo? Estos garabatos son expresión de una actitud
piadosa, interior, del pueblo sencillo y no pretenden legar un "docu-
mento" a la posteridad.
En la catacumba romana de Priscilla, en la Vía Salaria, nos en-
contramos con un caso parecido. Hay allí un cubículo debajo de la Ba-
sílica de San Silvestre considerado coi;i probabilidad máxima como
tumba del mártir Crescencio. Las paredes están cubiertas de grafitos
de fieles, devotos del santo. Buscar entre ellos el nombre del mártir es,
.empero, cosa vana. Sin embargo, a unos veinte pasos del cubículo se
encuentra citado el nombre del mártir en una imploración grabada en
la pared.
En la controversia sobre la cuestión se ha hablado con frecuencia
de los grafitos de San Sebastián, en la Vía Appia. Los nombres de
los Príncipes de los Apóstoles están grabados allí, repetidas veces, en
la llamada triclia, especie de sala de reunión o asamblea de los cris-
tianos. Se escribe por ejemplo: Paule et Petre petite pro Victore (Pe- Lám. 38b
dro y Pablo rogad por Víctor); Petra et Paulo Tomius Coelius re-
frigerium feci. (Y o, Tomius Coelius he dado un ágape conmemorativo
en honor de Pedro y Pablo).21 Esta clase de invocación es muy elo-
cuente demostrando, precisamente, la diferencia entre el caso de San
Pedro y el de San Sebastián. Es opinión general que los cuerpos de
los Príncipes de los Apóstoles estuvieron temporalmente enterrados en
la Vía Appia. No se ha podido averiguar todavía donde estaban exac-
tamente, pero sí que no estaban donde los grafitos. No había cubículo ni
sepulcro alguno · sino una sala de reunión o asamblea, discretamente
distanciada de la tumba, en la que, según costumbre de aquellos tiem-
pos, se organizaba o daba en honor de los Apóstoles el llamado "re-
frigerium".22 En este caso se comprende se indique la persona home-
najeada, indicando al menos si se trata de Pedro, de Pablo, o de am-
bos. Esta especie de brindis piadoso no se podrá comparar nunca con
una oración en la tumba del mártir. Resumiendo : los grafitos de San
Pedro indican, al mar&en de todo criterio, la veneración ge un mártir
70 ENGELBERT KIRSCHBAUM

y testifican que los devotos, orantes de entonces estaban convencidos


de la presencia de sus venerados en el lugar.
En la faz interior de la pared de grafitos nos aguardaba una sor-
presa. Había una ranura o grieta en la pared por la que se podía
T,árn.18 ver el interior de un espacio hueco, como el de un cajón. Ensanchamos
el boquete con cuidado y comprobamos se trataba de una especie de
fi'ig.12o cajón, arca o cofre, de piezas de mármol delgadas de 77 cm. de largo,
29 cm. de ancho y 31,5 de alto. Estaba vacío, quedando tan sólo- en él
algunas esquirlas insignificantes mezcladas con tierra, algo de plomo,
unos cuantos hilos de plata y una moneda dé los Condes de Limoges
que puede situarse entre el siglo X y XII.28 Era evidente que esta
especie de caja nunca había tenido tapa. Habían excavado el muro para
colocarla.24 El revoque, que había sido lastimado, lo encontramos reem-
plazado por otro que reviste al mismo tiempo los espacios del muro
rojo demolidos en la época de Constantino. Parece acertado por ello
atribuir a esta época la colocación del pequeño recipiente de már- '
mol, algo violenta, en el muro de grafitos. En cuanto a la relación
temporal de los dos muros se puede decir, con certeza, que el muro gra-
fítico, colocado en ángulo recto delante del muro rojo, es posterior a
éste pero· bastante anterior a Constantino. Pero, ¿ qué hay de la ar-
quilla? Por desgracia la vaciaron más tarde. Probablemente la vacia-
ron desde la pared estrecha, donde encontraron la pieza de mármol de
la cajita hundida hacia dentro. Sólo las esquirlas mezcladas con tierra
nos permiten imaginar se trataba quizás de un esqueleto venerado.
En otra relación, más tarde, hablaremos de ello nuevamente.
A través de la abertura de la cajita, engrandecida, se podía reco-
nocer claramente, aunque no sin dificultades, el muro rojo cuyo bri-
llante revoque había sido respetado al colocar el receptáculo de már-
mol. Hasta que se pudo comprobar que el revoque estaba rayado, lo que
hizo suponer se trataba de un grafito. No fué posible entonces acla-
rarlo a causa de su difícil situación. Mucho más tarde, cuando se des-
Lám. 24 prendió por casualidad el trozo de revoque rojo en el que se en-
contraba, pudo ser estudiado, comprobándose con sorpresa se trataba
Fig. 33 del nombre de Pedro, mutilado, grabado en caracteres griegos.25 Cuando
fué grabado en el muro rojo todavía no estaba delante el muro grafí-
tico. Esto, y el uso de la lengua griega, otorgan al grafito gran anti-
güedad, pudiéndolo incluso situar en el siglo II.
En resumen: como en el Sur, también en el Norte se construyó un
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

muro en ángulo recto con el muro rojo. Hay allí grafitos que señalan
la existencia de una venerada tumba martirial, siendo el nombre más
antiguo que aparece el de Pedro.

La tarea que nos propusimos fué el investigar en qué pruebas tes-


tificales pudo apoyarse Constantino para decidirse a situar allí la tumba
del Apóstol. Se trata ahora de algo positivamente aclarado en lo esen-
cial. Constantino se encontró ya con restos de construcciones más an-
tiguas en los que se podía reconocer claramente la veneración a Pedro,
huellas, por otra parte, aceptadas por la jerarquía eclesiástica romana
como pertenecientes a la tumba del Apóstol. Así lo vió y comprendió
Constantino, legando por ello un monumento a la posteridad.
Quedaba sin aclarar todavía la índole de los restos mismos : un
muro rojo con un nicho, una columna, restos de travertino, ¿ qué rela-
ción podía tener todo esto? Seguimos buscando. Con tal objeto abrimos
el pavimento constantiniano en la parte norte del monumento. Lo pri-
mero que apareció fué un sepulcro rodeado por un muro tosco del Fiu.12 (¡,.)
siglo IV que tuvimos que quitar para abrirnos camino hacia lo pro-
fundo por debajo del monumento. Las partes bajas del muro grafí-
tico y del muro rojo se hicieron ahora visibles .. Ambos se abomban
considerablemente en este lugar y están protegidos contra la humedad
Encontramos dos viejos sepulcros ( x,). ), superpuestos, a lo largo del Fig.19
muro rojo. Aquí, en la profundidad, el muro había perdido su vistoso
color rojo y aparecía de un gris amarillento y sucio. El muro grafítico
continuaba su fábrica normal, aunque sin revoque, hasta 60 cm. por
debajo del pavimento. Después comenzaban los fundamentos que con-
tinuaban hacia abajo, encontrándose con un sepulcro ( t ). Por este Fig.12
lado nos estaba cerrado el paso hacia el interior del monumento. En-
tonces nos decidimos a traspasar los fundamentos del muro grafítico,
puesto que en la parte sur había una importante instalación sepulcral,
antigua, de la que nos ocuparemos más tarde, ( '( ) que nos cerraba Fig.13
igualmente el paso, como el muro rojo por el oeste. Tampoco se podía
trabajar desde el este.
Se abrió un boquete por el que pudiera introducirse un hombre,
cerca del muro rojo. Echado de espaldas se podía ver, con la linterna,
el interior de un pequeño recinto totalmente irregular, de 8o por 8o
cm. aproximadamente y de casi igual altura. Lo que llamaba prime- Lám.14b
ramente la atención era el reverso de la placa de mármol reventada
que Grisar ya había visto desde arriba cuando sus. investigaciones.26 Se
ENGELBERT KIRSCHBAUM

SEPULTURA Q

CRIPTA CIRj¡uU
ABSIDE DE LA 1

BASILICA

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SEPULTURA P
MAUSOLEO R

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Ji'ig. 15. Plano Iiorironttü


del «clivits)) (s. E. ,54).

MURO
O 0.50 lm CONSTANTINIANO
1

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 73

CIMIENTOS DE LA COLUMNA
SUD-OESTE DEL 8ALDAQUINO DE BERNINI
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PUERTA DE R' j SUELO
DE MOSAICO DE

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LA CAMARA SEPULCRAL Q

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· ---·---. LJ. 1

·············

O 1 2m

Fig. 16. Corte (sur-norte) a través del «clivus)) (s. E. 56).

pudo comprobar ahora que ostentaba inscripciones en su parte baja. Se Lám.19


trata de una inscripción, como las colocadas en las puertas de los mau-
soleos, que lleva el nombre de P. Aelius Isidorus,27 quien fácilmente Lám. 16b
pudo haber sido el constructor del mausoleo E.28 En el centro de la
lápida hay un boquete rectangular visiblemente hecho desde arriba,
toscamente, y más tarde desde luego. Delante de la lápida, y por cierto Lám. 20c
hacia su rincón noroeste, pendía una pequeña columna, hacia el re-
cinto, que evidentemente estaba aprisionada. La base de la columna
se encontraba tirada, abajo, en el suelo. La cara interior del muro gra-
fítico se presentaba revestida de mármol gris en su parte superior.
Parte de la pared este formaba una sepultura de ladrillo ( r¡ ) mitad
derruída. Por encima del sepulcro había un pequeño travesaño de tra-
vertino en cuyo extremo se apoyaba la base de la columnita de mármol
que se había encontrado al sur, cosa difícil de comprobar en vista de
la extremada estrechez del recinto.
La parte norte del travesaño de travertino había sido derribada,
faltando por completo donde debía estar la columnita que colgaba. Al
sur había paredes superpuestas, de diferente técnica, la inferior de
las cuales ( m1) se había desprendido en gran parte y colgaba ladeada. U,m,. 19
74 ENGELBERT KIRSCHBAUM

-uJ
l H.VROS ROJOS \
,---r-'-- -;
l l
! L--

o.so 11ft.

F'ig. 13. Plano horizontal (de la zona central) del «tropa'ionn (s. E. 88).

A la otra le faltaban algunos trocitos y en su canto superior presentaba


una acanaladura en fa que debía haber antes una tapia o tabique. El
Fig. 12 muro rojo, al que faltaba el revoque, formaba el lado oeste del cuadra-
do, ensanchándose hasta formar un pequeño nicho cuyo lado derecho,
por cierto, aparecía extrañamente destruído. En lugar de la curva había
allí un cuerpo informe de argamasa y ladrillos. Se hacía difícil com-
prender a qué venía. Después de sacar provisionalmente la lápida de
Aelius Isidorus se descubrió otra pieza de mármol blanco en la que ha-
bía un estrato de argamasa grueso. Sobre éste había tres sólidas plan-
Fiu. 40 chas de plomo. Atravesando esta protección habían hecho un túnel rec-
tangular, revistiéndolo prolijamente de pórfido verde. Fué por allí por
donde Grisar intentó explorar la pequeña cámara subterránea. A un
Ldm. J.6b lado del túnel había un clavo fuerte del que pendía, hacia el recinto,
un incensario de oro. 29
1
H

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 75

La parte supe-
rior del muro rojo
que antes había es-
tado recubierta por
la pieza cobró mucho
i n t e r é s. El nicho
s ub t e r r áneo estaba
rematado, en lo alto,
por una obra de la-
d ri 11 os intercalados
entre dos piezas de
mármol que servía
al mismo tiempo de 1

o o.so 1m.
- === > N
piso de otro nicho
11
que estaba exacta-
Fig. 14. Plano horizontal del «tropaion)> mente sobre éste.
1

(reconstruido) (s. E. 99).


Este último, es de-
cir, el nicho prime-
ramente descubierto desde el oeste, y el subterráneo estaban todavía
parcialmente recubiertos de mármol. El piso del nicho central, que
servía al mismo tiempo de techo del inferior, había sido destruído vio-
lentamente en el costado derecho, justo donde lo estaba también el Fiu.12
nicho inferior. No puede ser casualidad que en el mismo sentido y algo
más hacia el este se encuentre la columna sin base y la parte que
faltaba del sepulcro este ( lJ )
Hay que decir que se encontraron por todas partes monedas espar-
cidas, sobre todo en el suelo, por las losas de mármol, y sobre el tra-
vesaño de travertino, etc.30 Al iluminar de nuevo la pequeña columna
que pendía, se vió de repente, en su costado, un brillo como de oro.
Palpé el lugar, echado de espaldas, y tuve en la mano el borde o
arista descubierto de una plaquita de oro que estaba aprisionada entre
la argamasa. Era difícil desprenderla. Los trozos de argamasa que se
caían iban dando en la cara del buscador de oro, quien finalmente se
hizo con ella. Se trataba de una plaquita de oro de 3,5 por 6,1 cms. que
presentaba, sobre un fondo al martelé, una cruz en relieve, agudo,
fuertemente marcado, visible, flanqueada a derecha e izquierda por unos
ojos grandes. Se trataba de un exvoto en el sepulcro de San Pedro
como agradecimiento por una curación de ojos. Es un trabajo que
debe proceder del siglo VI o VII. ·
ENGELBERT KIRSCHBAUM

Al perder su aprisionamiento y equilibrio de siglos, al desprendér-


sele la plaquita de oro, la columnita que colgaba cayó la noche siguiente
al suelo, donde la encontramos por la mañana.
Sólo cuando los trabajos estuvieron muy adelantados pudimos ex-
plorar el interior del nicho del baldaquino, que se encontraba encima,
en el que esperábamos encontrar datos complementarios. Como no po-
dían efectuarse los trabajos sin apartar al público curioso e interceptar
el paso a los peregrinos, se tuvieron que hacer las investigaciones des-
pués de cerrar la Basílica, en dos noches inolvidables, trabajando por
turnos. Y no fueron estas noches inolvidables precisamente por los
sorprendentes descubrimientos, que eran como dijimos más bien de
tipo complementario y de control, sino por el encanto que irradia
la Basílica en la noche. En la oscuridad y en la penumbra se borran
las líneas claras y el inmenso recinto, indefinido, se diluye y pierde
en el infinito. Lo que el reflector abarca fugazmente aparece, como
por arte de magia, irreal, fantástico, y se desvanece de nuevo, en
un momento, perdiéndose en la profundidad de las tinieblas. La está-
tica imponente - y la dinámica plástica - del hermoso recinto se
conjugan en un fluir, en un deslizarse, en un brillar que las convierte,
casi, en un coral inaudible e imponderable.
Se apartaron los dos mosaicos modernos, que, puestos en marcos
Fig. l¡ú metálicos, había a los lados del nicho del baldaquino. A la derecha,
en el fondo, apareció, haciéndose claramente visible, el nicho central,
contrastando con el más reciente del mosaico de Cristo. Este está cur-
vado en este lado de forma aguda e irregular. Al desprender el ligero
abovedamiento metálico apareció la placa sur de travertino. Se veía que
'le faltaba un trozo en este lado, donde no era ya más que un listón. Al
norte se encontraron restos de pintura en un murete medieval ante-
puesto al muro grafítico. Detrás aparecieron, igualmente, partes de la
placa de travertino, considerablemente deteriorada. Era importante cer-
ciorarse de que se trataba, en ambos lados, de la misma placa de
travertino. La pared central debió ser desprendida .a golpe de escoplo
al construir el actual nicho del baldaquino; se trata de la parte com-
prendida entre el nicho central y el superior.
No fué posible desgraciadamente continuar los sondeos hasta el
límite del muro rojo, junto al nicho superior, pues se hubiese tenido
que destruir demasiado poniendo en peligro el equilibrio de lo exis-
tente. Lo descubierto, a pesar de todo, da idea suficiente de la insta-
lación que había antes de la reforma de Constantino, Para mayor
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 77

claridad omitimos los aditamentos posteriores, como los dos muritos


laterales, el revestimiento de mármol, etc., e intentamos tan sólo acla-
rar su estructura original.
El muro rojo muestra tres nichos verticalmente superpuestos, uno Fig.12
de los cuales es subterráneo mientras que los otros dos se encuen-
tran en la superficie. Los dos últimos, aunque en el mismo eje, difieren
en sus dimensiones. El inferior tiene 72 cm. de ancho y el superior
debe tener r,12 m. Las medidas de este último tuvieron que hacerse
por cálculo, pues, como decimos, no se pudo sacar su borde izquierdo.
Esta forma consistente, extraña al mismo tiempo, fué posible gra-
das a la placa de travertino que había entre los dos nichos, separán-
dolos." Esta plancha tenía originalmente r,75 m. de ancho y 0,90 m.
de profundidad aproximadamente. Se metía por atrás en el muro rojo
y se apoyaba por delante en las dos columnitas, como se puede ver
parcialmente todavía hoy. En el suelo había, empotrada en una aca-
naladura, una losa de cierre que por cierto aparecía extrañamente la-
deada. El remate superior del monumento, que tenía dos partes, ha
de considerarse destruído; sobre su índole se pueden hacer tan sólo
suposiciones. Debe haber sido de tipo corriente, esto es, en forma
de frontón.
Para un observador de hoy día, esta construcción se parece mucho
a la de un altar. Pero no es ningún altar sino uno de aquellos monu- Lám. 26
mentos sepulcrales, tan frecuentes, construídos para urnas cinerarias,
que, en nuestro caso, respondía además a un determinado objetivo,
pues fué adaptado a la deposición en tierra. 32
Hemos nombrado en este capítulo el "Tropaion" de Cayo. Es muy
conocido, y citado con frecuencia, el párrafo que nos legó Eusebio, el
historiador eclesiástico, sobre el romano Cayo, que vivió en torno al
año 200. En una controversia con Proclo que acaudillaba en Roma la
secta de los rigurosos montanistas, y que apoyaba su enseñanza en el
testimonio de las tumbas de los Apóstoles, entre los que cuenta, por
cierto, al Apóstol Felipe y a sus hijas dotadas de poderes proféticos,
Cayo le replica, con perceptible sentimiento de superioridad respecto
a la tradición romana, alardeando de poseer las tumbas de los Apóstoles
Pedro y Pablo en el Vaticano y en la carretera que lleva a Ostia
respectivamente, con las siguientes palabras: "pero yo sí puedo mos-
trarte las tumbas de los apóstoles, y si vas al Vaticano, o por la carre-
tera hacia Ostia, encontrarás allí las tumbas de quienes fundaron esta
comunidad".33 Utiliza entonces para expresar "tumba" la palabra
78 ENGELBERT KIRSCHBAUM

"Tropaion", que tiene por cierto un significado ambiguo aunque en la


relación concreta con esta réplica en la polémica con los montanistas
puede significar exclusivamente el concepto de "tumba". El monumento
sepulcral en honor del Apóstol Pedro al que tan orgullosamente se re-
fiere Cayo lo conocemos nosotros ahora; es el monumento fúnebre
que se escondía bajo el revestimiento de mármol constantiniano, y que
después de muchos siglos hemos vuelto a descubrir.
Si afirmamos que Cayo se refiere en su controversia con los monta-
nistas a nuestro monumento preconstantiniano lo hacemos basándonos
en una simple deducción. Nuestro monumento es, sin duda alguna, un
monumento fúnebre y no un monumento profano cualquiera. Ya hemos
indicado su forma sepulcral de la que daremos pruebas convincentes
al hablar de otras cosas. Este monumento fúnebre exhibe un grafito que
proviene, lo más tarde, del siglo III, grafito que por ostentar el nom-
bre de Pedro indica se le veneraba en este lugar. Al tomar auge el culto
a los mártires a mediados del siglo III aumenta también la cantidad
de nombres grabados hasta comenzado ya el siglo IV. En este siglo
el Emperador Constantino toma a su cargo el monumento como tumba
de Pedro, recibiéndolo de los representantes oficiales de la Iglesia. A
principios del siglo III un representante de la Iglesia romana, Cayo,
se refiere con naturalidad a la tumba del Apóstol Pedro, sita en el Va-
ticano.s- Si esta tumba no fuese la que encontramos, entonces tendría
que haber habido en el Vaticano y al mismo tiempo dos monumentos
fúnebres de San Pedro, lo que carecería de sentido.35

Solamente la circunstancia de que el monumento se hubiese cons-


truído posteriormente al testimonio de Cayo justifica la duda. Por esto
se ha de investigar todavía con más exactitud la cronología del pequeño
edificio. Será útil volver a considerar una vez más los mausoleos de la
nano B necrópolis pagana que se encuentran en las inmediaciones. Cronoló-
gicamente hablando el primer mausoleo es, sin duda, el de los Ma-
tucci (O) que pertenece aún a la primera mitad del siglo II. A éste
le sigue el mausoleo contiguo, el S, pues al construirlo se tuvo cuida-
dosamente presente el pasamano de la escalera O.
A este debió seguirle muy pronto R-R'. Ambos se construyeron
con los patios o antesala Q y P seguramente después del O, pero an-
tes del pasadizo que se encuentra ante el recinto denominado clivus,
entre R-R' y S. Todas estas construcciones sin embargo pertenecen a
1

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 79

la misma época, a mediados de siglo, y debieron construirse casi m-


mediatamente una después de otra.
Retengamos lo siguiente: R-R' tiene, en su costado este, un re- F'ig.15
vestimiento impermeable que sube en ascensión desigual y discontinua,
y que baja bastante más allá del pavimento actual del clivus, revesti-
miento que ya fué tenido en cuenta en la fábrica del muro. Más tarde
se construyó el clivus respaldándolo en este revestimiento, con un
canal de agua que iba paralelamente por debajo. El clivus se apoya,
por el este, con su escalera, en el muro rojo, pero de manera que
escalera y muro forman una unidad. El muro se adosó al costado oeste
del mausoleo S que ya existía.
La construcción del muro rojo con las dos antesalas sepulcrales Q Plano O
y P, el clivus con su escalera que lleva hacia Q. el canal que recoge las FifJ.16
aguas de éste pertenecen a un mismo cuerpo de construcción y se
construyeron, por tanto, como una unidad, entre los mausoleos R-R'
y S que ya existían. Delante de la puerta de S se encontraron todavía,
en tierra, restos de la prolongación, en forma tubular, del canal del
clivus que desaparece hacia el este entre O y los mausoleos T y U
que le fueron antepuestos. Estos mausoleos pueden pues haber sido
construídos solamente después del clivus.
Con ello queda fijada la cronología del conjunto. Podemos situarlo
con la seguridad, una vez vistos todos los indicios, a mediados del si-1
glo II, fecha que resulta confirmada y más exactamente delimitada por
el feliz hallazgo de cinco ladrillos sellados que cubren el canal del Lám. 20a
clivus. Estos cinco ladrillos tienen, todos, el mismo sello y provienen
de una alfarería del que más tarde fué emperador Marco Aurelio y.
de su esposa Faustina. En los ladrillos se habla de Faustina Augusta, I' ¡
título éste que recibió Faustina el año 147, mientras que a su esposo
se le nombra todavía como César, lo que indica que aún no era Em-
perador. El título imperial no lo consiguió hasta la muerte de Antonino
Pío, acaecida el año 161. Entre estas dos fechas fueron construídos
y empleados prácticamente los ladrillos en cuestión. Si tomamos por
ejemplo el año 160 como fecha de construcción del canal nos debemos
aproximar todo lo posible a la verdad. Esta es también la edad del
muro rojo que es parte, como el canal, de una misma obra. Y como
el muro rojo pertenece al tropaion de Cayo, al averiguar su fecha
de construcción hemos logrado también la de éste.
Se ha intentado ocasionalmente atribuir la construcción de los ni-
chos del muro rojo a una época posterior.36 Es un error explicable
8o ENGELBERT KIRSCHBAUM

tan sólo por las dificultades e impedimentos que los críticos encontraron
de examinar por sí mismos el lugar correspondiente en el muro rojo.
Puesto que se trata de una cuestión muy importante para el resultado
definitivo de la excavación, se examinó el muro rojo con especial
esmero, pues la explicación de ciertas particularidades se simplificaría
a primera vista si los nichos no se hubieran construído hasta la se-
gunda obra. El muro- rojo sigue aquí en línea quebrada, lo que se.
explica por apoyarse Q en el muro posterior de R' que no va en
ángulo recto. En consecuencia, el muro rojo también se desvió lige-
ramente hacia el oeste en donde pertenece a Q, mientras que la parte
Fig.17 del muro que une Q y S tuvo que adaptarse a éste. El muro rojo es,
a pesar de ello, de una sola pieza así como los dos nichos superiores.
De estos, por cierto, sólo se puede comprobar su borde norte porque
el sur está cubierto por arriba por el altar de Calixto II y por abajo
por la mencionada losa de mármol. Esto basta sin embargo para nues-
tras deducciones. Los primeros 29 cm. de fábrica, al borde norte del
nicho, están sin juntura. Pero en seguida viene el revoque rojo original
del que todavía quedan restos cubriendo el ladrillo que hay, ha-
ciendo esquina, en el borde del nicho. Esta circunstancia excluye total-
mente la posibilidad de que los nichos hubiesen sido excavados más
tarde, garantizando una misma época de construcción para todo el
tropaion y para su espina dorsal, el muro rojo, época que podemos
situar en torno al año 16o, unos 40 años antes de la mencionada
cita de Cayo. Con ello se derrumba la única posibilidad crítica de dudar
de la identidad del monumento preconstantiniano encontrado con el
tropaion de Cayo.
El romano Cayo, que vivía cuando el Papa Ceferino (199-217), se
ha referido a nuestro monumento en su polémica con Proclo. Tanto
para él - como bien podemos percibir en el tono de su dialéctica -
como para toda la comunidad romana de su tiempo, era bien conocida la
tumba de Pedro, príncipe de los Apóstoles.

Un sepulcro debajo del tropaion

Buscando la tumba del Apóstol hemos recorrido un largo camino.


A través de las capas de mármol y ladrillo de fines del Renacimiento,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 81
NAUSOLEUM A
CAMARA SEPULCRAL Q
__ _]
--··········-··-- -·--··--

--···· ... - ··-·--

\
1

CAMARA P
1
11
1

J?ig. 17. Plano horizontal del pat-io semuora; P (s. E·. 77).

de la Edad Media y de la próxima Antigüedad Cristiana hemos ido


penetrando más y más en este misterioso núcleo, objeto de cuidados
y desvelos de Emperadores y Papas. Estas huellas que ;;e han ido
amontonando durante más de un milenio y medio con amor reverente
se dirigen todas, siempre, al mismo objeto y a la misma persona,
esto es, a la tumba de Pedro, Príncipe de los Apóstoles. Pero no
hemos llegado al sepulcro mismo. Nuestra búsqueda tiene que co-
menzar de nuevo.
El monumento del muro rojo se asemeja por cierto, en su forma,
a los construídos en medio de la pared principal de innumerables mau-
soleos. Pero hay un punto en el que se diferencia fundamentalmente
de ellos. Estos están en un recinto cerrado y se repiten a menudo en la
misma o parecida forma, habiéndolos también en las paredes latera-
les, Nuestro monumento, en cambio, se encuentra completamente solo
en el centro del muro rojo,37 en un recinto abierto, con carácter de
patio. Lo limitan, además del muro rojo al oeste, la pared posterior

t
82 ENGELBERT KlRSCHBAUM

Fig.17 del mausoleo S al sur, y por el este, en parte, la pared oeste del mau-
soleo O. No sabemos cómo seguía por el este, pero podemos supo-
ner que debía tener un límite.
Tampoco por el norte se conserva muro protector alguno. Que debió
existir lo indica una como insinuación de esquina que queda ahí, en
su extremo norte. También se ha conservado en este lugar un gran
fragmento de mosaico de piedrecitas verde-oscuras y blancas que de-
coraba el pavimento de este patio sepulcral. Es absurdo suponer un
paso sin protección desde el campo libre y abierto a un cuidado suelo
de mosaicos. Debía haber un muro divisorio aunque hoy, práctica-
mente, haya desaparecido.
La entrada al patio tiene que haber estado también en este lado
norte. Las muchas inscripciones del extremo norte del grafito indican
que los visitantes llegaban por este lado. Pero también resta la posi-
bilidad de que haya existido una entrada por el este. Quizás sea útil
PlanoB mencionar un dato más. El acceso al mausoleo de los Matucci O, al
que como recordamos precede un pasillo descubierto que se abre hacia
el este, fué cerrado, con el tiempo, mediante una puerta instalada ex-
profeso. Antes, a través de este pasillo se podía utilizar libremente la
escalera que había, exterior, en la parte oeste del mausoleo para subir
hacia la colina: Desde allí se llegaba directamente a nuestro recinto se-
pulcral. ¿ Es que los visitantes que venían desde el sur a la tumba del
Apóstol, que seguramente aumentaron considerablemente a fines del
siglo II y principios del III, utilizaban esta entrada abierta, única, que
fué cerrada finalmente por los propietarios?
En la Roma antigua el acceso a las sepulturas se regía por un de-
Fig. 2 recho especial. Si se considera la distribución general de los mau-
soleos, llama la atención que los de la hilera norte se siguen sin inte-
rrupción mientras que los de la sur dejan siempre un espacio libre en
forma de pasadizo. Esto, seguramente, no ocurrió sin razón. Podemos
deducir que estos pasadizos obedecían a una especie de servidumbre
de los edificios más recientes para con los más antiguos, a los que
tenían que permitir libre acceso. Reflexionando sobre la construcción
del clivus, entre los mausoleos R-R' y S, podríamos suponer que este
pasaje único de la hilera norte obedece también a ese respetar el
acceso previsto por la ley a las tumbas que había detrás de R-R' y S,
pues el clivus no es sino la ulterior realización de un pasadizo al cons-
truirse ambos mausoleos. Si esa reflexión fuera justa, lo sería por
haber allí, pretendiendo este derecho, uno o varios sepulcros más an-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

tiguos que R-R' y S. Y en efecto, se puede probar perfectamente la


existencia de sepulcros en estas condiciones detrás de S. Su exis- Fig.18
tencia debió motivar también, probablemente, el que S, caso único
entre los muchos mausoleos de la hilera norte, fuera edificado a lo
ancho y no en sentido de profundidad.
Como estos viejos sepulcros, según hemos visto, están todos ellos
dentro de los límites del patio P, se puede suponer que este patio
les estaba destinado, como lo estaba sobre todo al sepulcro que, con
todo derecho podemos suponerlo, estaba debajo del tropaion. Y como
nos encontramos, en torno, con mausoleos paganos, está justificada la
pregunta de si en este recinto consagrado al príncipe de los Apóstoles
se podían encontrar sepulturas paganas más antiguas, o solamente cris-
tianas. Ambas cosas serían posibles. Pero llama la atención que en un
cementerio ocupado en parte antes de mediar el siglo II, esto es, en un
tiempo en que la incineración era todavía corriente, no se encuentre de
ésta ningún vestigio. Si se observan zonas similares en la necrópolis
de "Isola Sacra", junto a Ostia, donde alternaban ambos ritos, el Lám. 22
hecho resalta y merece consideración. La presencia del tropaion cris-
tiano como monumento central de este cementerio justifica la práctica
exclusiva de sepultura en tierra en esta región, y el que se le consi-
dere cementerio cristiano.
Las sepulturas allí encontradas forman varios grupos. Cerca del
mausoleo S, al sur, hay grandes cajas de mármol. Estas provienen se- Fig.18, 19
guramente de una época posterior, de cuando se construyó la Basí-
lica por encima (a,o, s) También pertenece a estas tumbas un sepul-
cro de índole parecida ( ~) aunque todavía está colocado bajo el suelo
de mosaico del patio P. El resto de una decoración en relieve del muro Fig.19, i
rojo corresponde exactamente a este sepulcro. Está construído en már-
mol y rematado en lo alto por una especie de techo de grandes ladri-
llos. Su contenido ha ido asentándose hasta formar un estrato par-
duzco de pocos centímetros en el que, de vez en cuando, brillan hilos de
oro, que permiten deducir se trataba de un difunto costosamente ata-
viado y, por ende, revestido de una cierta dignidad.38 La misma si-
tuación del sepulcro, en las inmediaciones del monumento del Apóstol,
permitiría suponer se trata, quizás, del viejo sepulcro de algún Papa.
El sepulcro ~ , en todo caso, parece pertenecer todavía a la época
preconstantiniana.
La sepultura µ , sita en la parte norte del monumento, que tuvi-
mos que sacrificar sondeando en busca de sepulcros más antiguos,
ENGELBERT KIRSCHBAUM
r
ESCALERA DEL CUVUS

MUROS ROJOS
~:~---···· . -~-~RA rs:EPU~C:?~::~::::::: :· ·++-· · . .J

1~
TUMllA CENTRAL
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ó
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MAUSOLEO 0
___ ENTERRAMIENTOS PRE·CONSTANTINIAIIIOS

•............ ENTERRAMIENTOS POGT•CONSTANTIHIANOS

Pu), 18. Plano horizontal de la zona de sepulcros del patio semuorci P


(s. E. "19).

pertenece también a enterramientos constantinianos o postconstantinia-


Lám.13,4 nos. Se trata aquí, sobre todo, de dos ataúdes de barro cocido ( x,),. ) su-
perpuestos a lo largo del muro rojo. Su disposición, siguiendo el muro,
Lám.14d el estar colocados debajo de p, y su forma los sitúan en el siglo II o III.
El sepulcro r¡ , mitad destruído, ya mencionado, se puede considerar
perteneciente a mediados del siglo II, o poco antes. Está situado de-
lante del tropaion, debajo de sus columnitas, algo desviado al nor-
deste. El cuerpo íué cubierto únicamente, y en todos sentidos, con
baldosas. Se echó por encima una mezcla de piedras y argamasa, re-
matándolo con una losa de mármol, visible, en el suelo. Sólo queda la
parte sur, sobre una tumba más antigua, 1 , que sobresalía, de la que
hablaremos en seguida. En aquel tiempo, por ello, se debió rellenar en
este lado el hondón, bastante pronunciado. Ya antes se había logrado,
pues, una cierta nivelación del recinto sepulcral P, construído más tarde.
Y el causante de estos trabajos de nivelación debió ser, sobre todo,
r LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 85 1111

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F'ig. 19. Corte (sur-norte) a través de la zona de sepulcros del patio
sepulcral P (s. E. 81).

el mausoleo S, cuyo fondo, limitando al sur, ex1gma tales medidas.


Pero como el sepulcro r¡, que estando debajo de las columnitas del
tropaion debe ser más antiguo que éste, sólo puede haber sido cons-
truído en el corto plazo que hay entre la construcción de S y la del
muro rojo.39 A esta misma época, anterior a ~. x, A, corresponde tam-
bién, probablemente, su forma más sencilla, aunque esto no puede
asegurarse en términos absolutos.
Bajo estos sepulcros preconstantinianos ('IJ,,t,A,~) que nos llevan, con
'tJ a una época anterior al tropaion, hay todavía tumbas más anti-
guas y, 6, t. De entre ellas y es, sin duda, la más interesante. Durante Fig. 20
las excavaciones se topó con ella dos veces. La primera vez se des-
cubrió el ataúd de terracota de y al intentar investigar, partiendo del
mausoleo S, ei subsuelo de la Capella Clementina. Desgraciadamente
tuvimos entonces que partir el ataúd de terracota. El ataúd rojo tiene Lám. 21/J
solamente 1,26 m. de longitud. Probablemente encerraba el cadáver de
un niño. Un conducto libatorio, cilíndrico, desembocaba, más o menos
a la altura del pecho, en la tapa del ataúd, hecha de ladrillo en forma de
techo de dos vertientes. Este conducto se empleaba, según costumbre
86 ENGELBERT KIRSCHBAUM

romana, para introducir vino


o cosas parecidas. Tal con-
ducto o tubo de ladrillo y
parte del sepulcro mismo es-
tán protegidos por una como
torre de I ,70 m. de altura.
La parte superior, que tie-
ne una altura aproximada de
8o cm., es también bastante
basta y está hecha de ladri-
llos. También en ella se dis-
tinguen dos partes. La infe-
rior está todavía hoy recu-
bierta, en sus costados sur
y oeste, por una capa de la-
drillos. La otra parte, cuya
cara norte se caracteriza por
abrirse retirándose, sobresale
libremente del suelo. ¿ Signi-
fican estas placas de ladri-
llos, o baldosas, que esta par-
te sobresalía del suelo? ¿ Que-
rían ser las placas o baldosas
o o.so 1m. un adorno sencillo? ¿ Consti-
tuían quizás una ligera pro-
F'ig. 20. Corte a través del sepul- tección contra la humedad del
cro 1 (s. E. 80). suelo? La solución de e s t a
cuestión interesa para deter-
minar hasta donde llegaba en
aquel tiempo el nivel del suelo y, con ello, para la relación cronológica
de los sepulcros. Al volver a examinar el sepulcro, A. Prandi descu-
brió, en el ladrillo, un sello que data de los años n5-123.40
Esta fecha corresponde exactamente a las ideas extraídas de la re-
lación de I con sus alrededores. El sepulcro I es más viejo que ~, que
se construyó sobre él y no sin perjudicarle. También es más antiguo
Fig.18 que el muro rojo, pues éste pasa por- sobre la parte inferior del se-
pulcro. Y más antiguo que 'tJ por montársele una . de sus esquinas
En aquel tiempo todavía no se había nivelado el suelo, obra motivada
por la construcción de S, Por tanto tiene que ser también más an~
!1

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

tiguo que este mausoleo. Tampoco contradice el hecho, sorprendente


a primera vista, de que la línea que sigue el fundamento de la pared
posterior de S esté más baja que la parte enladrillada de 1 41• Se
explica por el hecho de que S se construyó desde el hondón mismo
mientras que el sepulcro I se construyó ya algo más arriba. Además, Fig.19
el nivel de los fundamentos de la pared posterior no tiene por qué in-
dicar en absoluto el nivel que alcanzaba entonces el suelo en este
lugar. Aquí, al cimentar, no se adosó el muro a la colina, sino que
se le construyó despegado de ella, libre, como en la mayoría de los
mausoleos, rellenando luego el espacio que quedaba entre el muro y
la pendiente de la colina.
Cerca de I siguiendo la línea ascendente de la colina, se encuen- Fig.18, 19
tra otra vieja tumba O . Está completamente paralela a 1 , desviándose Lám. 210
tan sólo al norte y este, de forma que su esquina sudoeste dista 50 cm.
aproximadamente de la parte nordeste de la torre de ladrillo protec-
tora 1, que sobresale del suelo. Por dificultades especiales del lugar se
excavó solamente la parte oeste. Al contrario de I se trata decidida-
mente de un sepulcro de gente humilde. Solamente se puede hablar,
en efecto, de una tapa de sepulcro. Se depositó al cadáver con la ca-
beza hacia el oeste en una simple fosa, en tierra, cubriéndolo con seis
baldosas o placas de ladrillo inclinadas unas contra otras formando án-
gulo o techo, sin protegerlo por los lados y por el fondo. Incluso
utilizaron algunas tejas. En una de <estas hay un sello rectangular:
Stat. Marcius Demetrius. Esto indica que la teja es de tiempos del Lám. 20b
emperador Vespasiano (69-79). Se encuentran en Roma tejas y ladri-
llos con sellos semejantes desde el año 60 hasta el 8o del siglo I.
Esta forma que encontramos de fijar la fecha en los sepulcros po-
bres, innominados, es de especial interés, pues puede servir de clave
para determinar la edad de los sepulcros que están en sus inmedia-
ciones. Cabe preguntarse, pe>r ello, si este ladrillo o teja no fué qui-
tado de alguna otra obra y reempleado aquí.43 En este caso el sello 1

del ladrillo tendría naturalmente muy poco que ver con nuestro se-
pulcro. Para suponer semejante reempleo es menester tener razones
especiales, pues no es lo normal. En nuestro caso el reempleo es muy
improbable por tratarse simplemente de un sepulcro que tiene tan sólo
seis ladrillos, que entonces como ahora tenían un valor tan reducido
que hasta el más pobre podía adquirirlos, sobre todo tratándose de un
sepulcro.44 En obras mayores, en las que el reempleo de material viejo,
adquirido o encontrado en el lugar, abarata el presupuesto y coste de

1
88 ENGELBERT KIRSCHBAUM

la construcción, ten-
dría cierto sentido el
considerar semejante
probabilidad, pero no
en el caso de una po-
bre tumba de seis la-
drillos. Nuestro 1 a-
drillo, además, no
muestra señales d e
haber sido empleado
anteriormente, como
serían restos de ar-
gamasa o similares,
F'ig. 21. Esquema horizontal de la losa del por lo que la fecha
«tropaion« (s. E. 92). de su sello nos indi-
,ca cuando fué em-
pleado en la tumba O.
Esta fecha concuerda, por otra parte, con la situación respecto a 't),
Fig.19 cuya parte destruída estuvo casi un metro por encima de 6 45•
El sepulcro t está formando ángulo recto con 6 . Su esquina sud-
Fig.18 este secciona algunos centímetros el extremo noroeste de 6 . Ambos
se encuentran a una misma profundidad. También t es una simple
fosa carente de protección por el fondo y por los lados, cubierta sola-
mente con ladrillos. Pero esta vez los ladrillos no se apoyan unos· con-
tra otros formando ángulo o techo, sino que descansan horizontales.
Fig. :B!J Así necesitaron tan sólo tres baldosas o ladrillos. La época de cons-
trucción de este sepulcro viene esencialmente determinada por su ve-
cindad con 6 . El muro rojo ya se encontró con t y se construyó par-
cialmente por encima de éste.46
En el costado oeste del muro rojo se encontraron, cuando las más
Fi(l.18b recientes investigaciones de Guarducci-Prandi, restos de una sepul-
tura en las más próximas inmediaciones de la tumba central, (plano
Prandi núm. 28), sepultura que, por estar situada debajo de la esca-
lera, debe pertenecer aún a la primera mitad del siglo II.47 Aparecie-
ron debajo de ella elementos de una instalación sepulcral más antigua,
ya destruída, que indudablemente debía pertenecer al siglo I. Su po-
sición, en cuanto a profundidad, es más o menos la misma que la de
los sepulcros vecinos. Se trata en concreto de restos de huesos, de
cáscaras de huevo y, sobre todo, de fragmentos de lámparas de barro
1
ji.1

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

y recipientes de vidrio. Uno de los restos de vidrio muestra una téc-


nica de polvo aurífero que se conoce como importada de Egipto ex- Fig. 20c
clusivamente durante el siglo I después de Cristo. De la misma época
procede una de las lámparas que todavía conserva en su parte infe-
rior huellas del sello de fábrica. Se trata de un tal L. Munatius Trep-
tus. La existencia de estas lámparas, por lo que parece ser, llega sola-
mente hasta el año 70.
De modo que en torno al tropaion no tenemos solamente un grupo
de tumbas preconstantinianas ((3,x,A ), sino también cuatro sepulcros
que estaban allí antes que el muro rojo, a saber, 't), y, 6 t •
De entre estos, 1,6,t, son seguramente más antiguos que 't) y per-
tenecen todavía a los últimos decenios del siglo I. 6 y t se parecen
por su forma, mientras que y , con su ataúd de barro, s~ parece más
a los sepulcros posteriores x1A. Todo el grupo de sepulcros, desde
las cajas de mármol postconstantinianas hasta las fosas más antiguas,
se encuentra evidentemente en derredor del espacio hueco, rectangu-
lar, que hay debajo del tropaion. Los sepulcros se superponen e in- Fig.18, 19
terceptan sin consideración; ix está sobre (3, (3 y 't) están sobre y, y 't)
sobre fl, x, )..;¡.,. sobre t e t un poco sobre 6. Se ha procurado, sin embargo,
respetar cuidadosamente el recinto que hay debajo del tropaion. Ningu-
no de los sepulcros que se amontonan, unos junto a otros, osa penetrar
en ese ámbito, aunque éste, durante siglos, los atraiga desde todas partes
como un imán. Sobre este mismo lugar el muro rojo desenvuelve su
cubículo de nichos, cuyo pavimento cubre el recinto inferior hacién-
dole accesible. ¿ Es posible que todo esto acontezca sin razón? No.
Pero la razón no puede ser el mismo recinto, vacío, que hoy tenemos
aunque sugiera y recuerde lo que se quiera. Un lugar célebre se se-
ñala y honra levantando en él un monumento, pero no tumbas. Aquí
no se trata de un lugar que recuerde algún hecho digno de venera-
ción, sino de un lugar de sepelios en el que solamente hay sepulcros.
Estos sepulcros sólo podían ser atraídos por otro, sagrado desde luego,
tal como vemos en nuestro caso. El sepulcro, cuyos restos materiales
han desaparecido, estaba en este lugar hoy vacío. Este recinto vacío
es lo que nos ha quedado de la tumba del Apóstol Pedro. Sólo así se
pueden explicar los hechos. Las otras tumbas están tan cerca, en de-
rredor, porque buscaban la cercanía de la tumba del Apóstol. Sólo el
respeto y veneración a esta tumba les contuvo de seccionarla o super-
ponerle otros sepulcros como acontece en todos los otros casos.
Los constructores del muro rojo, que descubrieron parcialmente
ENGELBERT KIRSCHBAUM

Fig.11, 12 el conjunto de sepulcros, estaban tan seguros de poseer aquí la tumba


del Apóstol, que interrumpieron el diseño del fundamento del muro
en este lugar y lo levantaron triangularmente a fin de salvar el "obs-
táculo".48 Sobre este mismo lugar, como hemos dicho, se hizo una aper-
tura rectangular ~n la que todavía hoy pueden verse restos de la aca-
naladura que indica soportaba una losa de cierre, conservando así, evi-
dentemente, la comunicación hacia abajo. Y no sólo esto, puesto que
los viejos sepulcros no forman ángulo recto con el muro rojo, éste se
desvía con ellos I 1° en dirección suroeste, rodeando la tumba central.
La losa sepulcral se desplaza con este mismo ángulo, a pesar de que
Fig. 21 el monumento sufre, con ello y desde un principio, una fea irregularidad.
¿ Es posible expresar con más claridad que la idea que dominaba
Lám. 21a la construcción del tropaion era la tumba que se encontraba debajo,
y que se trataba de un sepulcro y no de un "monumento"? Ahí, bajo
tierra, había algo concreto, de determinada longitud y anchura y en
determinada dirección. Había un sepulcro y no solamente el lugar
conmemorativo de un martirio. Este último no hubiese impuesto una
determinada longitud, una anchura determinada, y menos todavía una
dirección concreta.
Debajo del muro rojo, justo donde su fundamento se interrumpe
Fig.11 parcial y triangularmente, se encontró un montoncito de huesos hu-
manos, escondido en tierra. Profundizaba unos 30 cm. 49 No constituye
Lám. 23 esta osamenta restos recogidos de distintos sepulcros, sino que, según
criterio de los eruditos especialistas, pertenece al esqueleto de una sola
persona, de un hombre, por cierto, fuerte y viejo. Probablemente
nunca podremos averiguar más. Desde el punto de vista arqueológico,
nos interesa, sobre todo, que esta osamenta testifica una vez más el
carácter sepulcral del lugar descrito. En todo caso hay que decir que
la posición de la osamenta no puede ser la original.5º Los huesos,
amontonados, fueron depositados probablemente adrede debajo del
muro. 51 Por esto han llegado a tener una posición más elevada que
la tumba a que pertenecían.52 ·
Ahora hay que detenerse un momento: Nos habíamos propuesto
averiguar si la tumba del Apóstol se encontraba donde había sido ve-
nerada durante siglos, y qué encontraríamos de ella. Encontramos" el
monumento o panteón, casa fúnebre, que hizo construir el primer ern-
perador cristiano. En él se ocultaba, corno una reliquia, el tropaion de
Cayo, en el muro rojo. Este monumento fúnebre del siglo II contiene
y encierra las huellas del sepulcro original del Apóstol. Esto lo testifican
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 91

las viejas tumbas, el monumento mismo, y sobre todo, la losa sepul-


cral, ladeada, y el fundamento, interrumpido, con la osamenta ocul-
ta en él.
Estos indicios se enlazan mutuamente, firmemente, como los esla-
bones de una cadena. Es una cadena de pruebas en la que podemos
confiar por llevarnos a unos tiempos tan antiguos que entonces tenían
que conocerse. Los sepulcros más antiguos, dispuestos radialmente en
derredor del núcleo, legan testimonio desde el siglo I hasta la cons-
trucción del tropaion, poco después de mediado el siglo II. Con este
monumento el testimonio se hace más insistente y se aproxima a la re-
construcción de Constantino. Esta evolución, que va desde el insigni-
ficante testimonio de las tumbas hasta la esplendorosa construcción
imperial, se da en línea ascendente, comenzando lenta, suavemente, y
ascendiendo luego más y más, a medida que crece la veneración a
Pedro, Príncipe de los Apóstoles.
Acabamos de hablar de una cadena de testimonios. No puede, pues,
omitirse voluntariamente ningún eslabón. Sólo todos los indicios jun-
tos permiten deducir que el pequeño recinto que hay debajo del tro-
paion contiene la tumba del Apóstol. Convenimos en que se pueden
interpretar separadamente cada una de las partes, pero no se trata
de esto, sino de explicar la totalidad, auténtica, sin violencia, en una
visión de conjunto. Sólo entonces adquiere categoría de yerdad his-
tórica. En este sentido no importa el que solamente hayamos conse-
guido el emplazamiento de la tumba del Apóstol, y no sus componentes
materiales, baldosas por ejemplo.
¿ Nos habríamos sentido más seguros si hubiéramos· encontrado la
tumba del Apóstol, si hubiéramos dado con un sepulcro, intacto, con
todos sus aditamentos? El resultado hubiese sido el mismo. Nunca
se hubiera conocido en la tumba misma quien estuvo en ella. ¿ No le
pedimos a la investigación histórica lo que no puede darnos y, sobre
todo, no le exigimos a la tumba del Apóstol garantías que a priori no
puede ofrecernos? Desde el punto de vista histórico hay que considerar
a la tumba como si fuera otro sepulcro histórico cualquiera."
Antes de continuar, preguntemos todavía cómo hemos de imagi-
narnos la tumba original del Apóstol. Nada se puede decir con segu-
ridad. Solamente es posible lanzar hipótesis más o menos justificadas.
Tiene que haber sido una 'tumba pobre, un túmulo, fosa, cubierto de úám. g.j
tierra como los sepulcros inmediatos t y 6 . Según el derecho romano,
un ejecutado no tenía, en principio, ni siquiera el derecho de sepultura,
92 ENGELBERT KIRSCHBAUM
r
La ley regía también para el Apóstol Pedro. Por tanto, sólo podemos
esperar una tumba sencilla, de fácil construcción. Deben haber cu-
bierto su fosa unas sencillas baldosas, sin protección por los lados
y en el fondo. No sabemos si el recubrimiento era plano, como en e , o
formando tejado como en fl . Es posible que la elevación triangular
que se nota en el fundamento del muro rojo permita suponer que de-
bajo hacía un tejadillo de baldosas.
El recinto actual corresponde, apenas, a la mitad de la longitud de
una tumba normal. No se puede excluir la hipótesis de que los restos
mortales del Apóstol estuviesen en un estado tal que fuese suficiente
un espacio tan reducido, pero no es lo más probable. Según tradición
sabemos solamente que San Pedro fué crucificado. Nada consta de
mutilación o incineración parcial. Hay, además, algunos síntomas posi-
tivos que indican que la sepultura original era más larga que la de hoy.
Hay que hacer constar nuevamente la tantas veces mencionada irre-
gularidad del fundamento del muro rojo justo en el lugar correspon-
diente. Se descubrió en el sur, por otra parte, el ya también mencio-
nado murete m,1 construído antes que el muro rojo, que fué parcial-
Fig. 12 mente demolido, y que antes continuaba. Pertenece a trabajos pos-
Lám. 19 teriormente efectuados en la tumba del Apóstol. Probablemente se
ideó como defensa contra la elevación del terreno. Lo más exacto es su-
poner que en un principio la tumba del Apóstol tenía una longitud
normal, y que se la acortó al construirse el muro rojo por extenderse
parcialmente hasta lo que después fué el clivus. Esta suposición tiene
la ventaja de excluir la hipótesis, improbable, de que el borde o ex-
tremo oeste de la tumba del Apóstol hubiese coincidido exactamente
con el muro oeste del mausoleo S, por el que venía determinada la
disposición del muro rojo. La construcción del Tropaion y de las otras
partes del edificio quedaría así mucho más justificada por el hecho
de haber quedado la tumba del Apóstol en un pasillo, en posición fran-
camente arriesgada, cuando la construcción de los mausoleos R-R' y S.
También influiría seguramente el auge que iba tomando la venera-
ción de mártires, máxime si eran Apóstoles. El que la tumba se acor-
tase por necesidad no podía en aquel tiempo molestar a nadie, por
tratarse precisamente de protegerla eficazmente. Por otra parte, la ve-
neración de la tumba del Apóstol estaba todavía muy lejos del res-
peto y temor - casi supersticioso - de la Edad Media. 54 Es de la-
mentar, desde el punto de vista del culto, que esta nueva sepultura -
acortada - nos haya llegado destruída, pero no lo es tanto desde el
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 93

punto de vista del investigador. La historia nos habla de muchos cam-


bios en la tumba del Apóstol. Dice la tradición que en el siglo III
se trasladaron los restos mortales del Apóstol a San Sebastián, en la
Vía Appia. No es éste el lugar apropiado para discutir este difícil
problema, al que la ciencia actual ha propuesto soluciones tan dispa-
res.55 La opinión que parece responder mejor a los hechos corresponde
a la vieja hipótesis según la cual las reliquias del Apóstol se trasladaron
provisionalmente, hipótesis a la que nos atenemos por buenas razo-
nes. 59 Si tuviéramos razón, ¿ cómo podría estar intacto el sepulcro del
Vaticano? Se trata, como hacemos constar, de un sepulcro consistente
tan sólo en unas cuantas baldosas de ladrillos de cobertura. Al quitar-
se éstas solamente quedó tierra y huesos. En tal estado encontramos
la tumba de Pedro.
En el siglo IX se nos habla del asalto a Roma por los sarracenos,
en el año 846.57 También entonces fueron saqueadas las tumbas de
los Apóstoles, saco este del que todavía quedan huellas evidentes. La
destrucción de la tumba no es, por tanto, argumento contra su auten-
ticidad. El auténtico sepulcro de Pedro tiene que mostrar las huellas
de esas ingerencias que, con verdad, nos cuenta la Historia.

1,,
III

CRÍTICA DE LOS CRÍTICOS


LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 97

veces en la actualidad han tenido unas excavaciones eco más


P OCAS
amplio y duradero en la opinión mundial que el obtenido por las
realizadas debajo de la iglesia de San Pedro. Esto se explica, en algo,
por el silencio en que los investigadores guardaron los resultados fun-
damentales hasta la publicación en 1951 del informe de los sondeos.
Este silencio respondía a un acuerdo contraído al comenzar las exca-
vaciones de la Confessio para evitar que éstas fueran estorbadas por vi-
sitas molestas, y que se pusiera en peligro la maduración del resultado
total a causa de relatos parciales impremeditados. Sin embargo, y qui-
zás precisamente por eso, la prensa de todo el mundo ha vuelto mu-
chas veces sobre el tema de las excavaciones. Al hablar de la crítica de
las excavaciones no nos referimos a informes típicamente periodísti-
cos, sino, más bien, a escritos y estudios de eruditos y científicos apa-
recidos principalmente en las revistas del ramo, trabajos que reflejan
las más distintas posturas críticas, desde la confirmación, asentimiento
y alabanza hasta la más violenta repulsa. Citaremos solamente los más
importantes de cada región lingüística :1
Italiana: A. M. Colini,2 M. Guarducci,3 A. Prandi.4
Francesa: J. Carcopino,5 P. Lemerle,6 H. l. Marrou,7 J. Ruys-
schaert."
Inglesa: J. B. Ward Perkins,9 J. Toynbee.l" H. Torp.11
Alemana: A. M. Schneider,12 A. von Gerkan,13 Th. Klanser.14
No tenemos la intención de ocuparnos en este capítulo de cada
uno de nuestros críticos y de las muchas y diversas opiniones. Lo ha
hecho de manera ejemplar, con conocimiento del informe de las exca-
vaciones bastante superior al de la mayoría de los críticos, y con co-
nocimiento directo, además, de las excavaciones mismas, José Ruyss-
chaert, en sus artículos publicados en la Revue d'histoire eclésiastique.
Aparte de estos artículos, ha contribuído positivamente a solventar el
problema haciéndonos diversas sugerencias y proposiciones. Desgracia-
damente no se puede decir lo mismo de los otros críticos : algunos no han
podido ver el conjunto a causa de suposiciones infundadas, que hu-
bieran evitado, de conocer mejor el informe de los sondeos efectuados.
No quiero decir con ello que dicho informe no tenga sus errores. Al

7
ENGELBERT KIRSCHBAUM

unificar las relaciones específicas de distintos autores en un informe


de conjunto, se puede fácilmente incurrir en omisiones y en pequeñas
y mayores contradicciones. Una obra de esta índole contiene, además,
gran cantidad de dibujos, croquis y planos que también son, a pesar
de estar hechos y estudiados con escrupuloso esmero y de estar aten-
tamente controlados, origen fácil de equívocos y torcidas interpreta-
ciones y malentendidos. Por desgracia continúa siendo una gran verdad
aquello de humanum est errare. A pesar de lo dicho seguimos pen-
sando, sin embargo, que las pruebas decisivas expuestas en el informe
de las excavaciones no quedan afectadas de ningún modo por la crí-
tica. No es casual que la crítica más acerba sea la de aquellos que no
conocieron por sí mismos las excavaciones, o que las conocieron tan
sólo en visitas breves, mientras que la actitud positiva, como por ejem-
plo el excelente libro de Toynbee-Perkins y los trabajos de J. Ruyss--
chaert antes mencionados, provenga de trabajos que se publicaron tan
sólo luego que sus autores se habían familiarizado personalmente con
el conjunto_ de las excavaciones.

El Terreno

Intentaremos extraer los puntos más importantes de la crítica y


exponerlos examinándolos. Nos limitamos principalmente a los tra-
bajos de Armin von Gerkan y Theodor Klauser que han resumido
muy agudamente cuanto se puede objetar a la relación o informe.
Hay que hablar, ante todo, de la condición y disposición del terreno,
de cuya reconstrucción o estudio quieren deducir los autores arriba
mencionados la imposibilidad de que se construyeran tumbas en el
siglo I. Nuestra relación correspondiente, expuesta en capítulos pre-
cedentes, puede servir ya, en lo esencial, como refutación de estas
opiniones. Sin embargo, consideremos nuevamente el problema. En su
crítica de las excavaciones, totalmente basada en la relación crítica de
Gerkan en cuanto a cuestiones arqueológicas, Klauser presenta la
condición y disposición del terreno como sigue :
"Considerando a fondo el nivel de I se ve que ha sido construí do
cuando el suelo estaba en este sector a 2,10 m. de profundidad bajo
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 99

el embaldosado constantiniano. Esto significa que el sepulcro I se cons-


truyó en un terreno que estaba 0,75 m. más alto que los fundamentos
del mausoleo S, del que distaba solamente 1,50 m., y 1,8o m. más
alto que la fundamentación del mausoleo O del que le separaban
2,8o m., cosa que hay que tener en cuenta, especialmente, en vista
de la subida de este a oeste, y solamente o,6o m. más bajo que el
fundamento de R' que se encontraba a 1 ,50 m. Estas relaciones de
altura impiden situar la tumba y en tiempos anteriores al mauso-
leo S, y O. Si se quisiera suponer, como hacen los excavadores, que
el sepulcro I se construyó en el siglo I, es decir, antes que S y O,
se tendría que suponer lo imposible: que el lugar de la pendiente,
sin resguardo, en que fué introducido el sepulcro tenía entonces una
protuberancia estrecha que hubiese permanecido tal cual hasta des-
pués de mediado el siglo II, para desaparecer entonces rápidamente
bajo tierra. Como el sepulcro i es más antiguo que el muro rojo
no debió ser construído mucho después que los mausoleos O y S.
Quizás el intento de alcanzar tierra firme más allá de relleno y es-
combros llevó a profundizar la tumba y hasta 1,20 m. más abajo
de lo que entonces era el nivel del suelo." 15 Klauser deduce, pocas
páginas después, lo que resultaría, de ser así, para la tumba de Pedro.
"El espacio hueco, bajo la aedícula, que los excavadores ampliaron
0'50 m. hacia abajo, no alcanza todavía la profundidad en que tiene
que haber estado allí la tumba de Pedro. Ni siquiera alcanza el nivel
en que fué colocado el sepulcro y y menos todavía el fondo de dicho
sepulcro. Y eso que en el sepulcro y se trata, como hemos visto, de
una sepultura de alrededor de mediados del siglo II. Una tumba
del año 70 tendría que estar todavía más abajo. Pero, de ser así,
cuanto se puede deducir de la construcción de un "nicho" subterrá-
neo en la pared, donde ésta fué perforada, y del hecho de la menor
profundidad del fundamento del muro rojo resulta nulo, pues desde
un principio se ha partido de imaginar bastante más elevada la su-
puesta tumba de Pedro." 16
La dificultad no se podía formular más clara. Sin embargo, ca-
rece de justificación por olvidar, supuesto básico, la forma ondulada
y accidentada del terreno vaticano. Aún hoy se puede ver en las más
próximas inmediaciones de la Basílica de San Pedro, donde no se
ha construído, la forma característica del suelo, lleno de promontorios
más o menos abruptos. En nuestro sector hay una cuesta que sube
100 ENGELBERT KIRSCHBAUM

suave de este a oeste y se acentúa en el trecho de que ahora nos


ocupamos. A pesar de todo no se puede comparar con la cuesta que
sube de sur a norte, aunque aquí, en nuestro sector oeste, sea ésta
algo más suave. Si se estudia la configuración del terreno demasiado
17
globalmente se puede llegar a la teoría de los terraplenes de Gerkan
y con ello a las conclusiones negativas de Klauser. En favor de la
claridad compilemos de nuevo y en pocas palabras las divergencias de
opinión.
El hecho de que ciertos sepulcros estén más elevados que los ve-
cinos lo explican los excavadores por la forma sinuosa del terreno.
La opinión contraria interpreta la subida de la loma como algo arti-
ficial, esto es, como un terraplén formado cuando la construcción
de las tumbas. En el primer caso no hay dificultad en suponer que
las fosas son más antiguas que los sepulcros. Como esta dificultad
es origen y base de todas las demás=no basta que aludamos a la con-
figuración del terreno antes expuesta. Tenemos que examinar otra
vez la conclusión, comparándola con el lugar que nos interesa. Lo ha-
remos en tres tiempos : primeramente reexaminaremos con brevedad
las medidas indicadas, controlaremos después el curso de la loma
entre los mausoleos y R-R' y, finalmente, reflexionaremos sobre la
teoría de los terraplenes.
· En cuanto a las medidas no necesitamos extendernos mucho,
pero, eso sí, tenemos que corregir las indicaciones hechas por Klauser.
El sepulcro r es 0,70 m. más alto, no 0,75 m., que los fundamentos
del cercano S; dista además 1,70 m. de S y no 1,50 m., y 1,90 m.
de R' y no 1,50 m. Hay que tener presente todavía algo más impor-
tante: cuando se dan medidas en sentido longitudinal este-oeste no
se puede, si se trata de diferencias de altura medir simplemente los
puntos más próximos, sino que se ha de partir del centro, desde
donde efectivamente se puede comprobar cada vez la profundidad
o altura. Entonces cambia la distancia entre r y O, y los indica-
dos 2,8o m. se convierten aproximadamente en 7 m,, y al revés: se
ha de partir de la parte delantera del sur de las construcciones si
se quiere medir la altura o profundidad siguiendo la dirección de
profundidad sur-norte de los mismos, pues su posición viene deter-
minada desde su entrada y no desde su pared posterior. Pero en-
tonces el punto decisivo para el mausoleo S dista 4,60 m. de la tumba
y no 1,70 m. Lo decisivo en todas estas relaciones de medida no son
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 101

las cifras mismas sino el cómo se toman éstas. Tratándose de un


. terreno accidentado se hace esto muy difícil y puede llevar a gran-
des equivocaciones si se aplican al este-oeste las medidas de altura
que corresponden a la subida sur-norte. Esto puede cambiar el cua-
dro, especialmente si, como en nuestro caso, la subida difiere tanto
de una dirección a otra. He aquí, pues, la explicación de las cifras
dadas por Klauser, tan desconcertantes en apariencia.
Llegamos con esto al segundo tiempo, a la peculiar configuración
de este accidentado terreno. Ya hemos descrito antes detalladamente
la existencia en ésta de un repliegue, largo, que va de oeste a este.
Hacemos constar también que la subida de este a oeste es de 5 cm. por
metro, como término medio, en el terreno descubierto por las exca-
vaciones, subida casi imperceptible en la primera mitad de la cuesta, F·ig. 22a
y que se acentúa después. En contraposición, la subida sur-norte es muy
empinada, siendo en su primera mitad de unos 4,50 m. por cada 7 de Fig. 22b, e
profundidad, y en su segunda mitad, donde el clivus, de solamente 2
m. aproximadamente. Estas medidas están tomadas en el primer caso
siguiendo la línea que forman las fachadas de los mausoleos, y en el
segundo la correspondiente a sus partes posteriores. La línea posterior
no tiene por tanto la inclinación de la línea delantera y sigue un curso
casi horizontal. Si añadimos un segundo control entre estas dos líneas,
desde el umbral del mausoleo N, por ejemplo, hasta el punto correspon- Plano B
diente de la pared este de R-R' y del clivus, lo que representa unos
2,50 m., yendo cuesta arriba desde el sur hacia el norte, nos encon-
tramos nuevamente con una inclinación media de 5 cm. por metro.
En este trecho, por tanto, la subida de la colina - este-oeste - se des-
arrolla con regularidad. Hasta la profundidad de 2,50 m. la cuesta
sur-norte es muy suave entre estas dos líneas. De ahí que la pendiente
principal no empiece sino allí, desde donde se va acentuando cada vez
más. A ello corresponde el perfil estilizado del terreno que sigue la
capa de revoque impermeable de la pared este de R-R'. Este grueso
revoque del ladrillo, gris, amarillento, al principio sigue unos 2,50 m.
en línea recta, correspondientes a lo más profundo del clivus, y después
sube repentinamente 0,90 m., hasta el nivel del umbral de R' desde
donde continúa otra vez en línea recta hasta desaparecer bajo la esca-
lera, hacia el patio de sepulcros Q. En la deteriorada esquina nordeste Fig. 15
de R' se puede ver que el revoque antes había subido.18 Más adelante
nos ocuparemos de esto con mayor detención. El terreno, por tanto, su-
I02 ENGELBERT KIRSCHBAUM

b e

Fiu. 22. Reconstrucción dei terreno. a) de este a oeste; b) de sur a


norte (en F-H); e) de sur a norte (en P-0).

bió en un principio un total de 2 111. en un trecho de 6,70 m., después


F'i[J. 29!c de haber recorrido los 2,50 m. del clivus. Que esta configuración de la
colina nos sirve también para la zona P, que linda directamente por
el este, es algo que no necesita especial explicación.
Teniendo esto en cuenta no parece probable la teoría de los terra-
plenes artificiales .. Sin embargo, someteremos todo esto a un último
examen en favor de la mayor claridad de conceptos. No se puede ase-
gurar definitivamente cual de los dos mausoleos, S o R-R', es más an-
tiguo, aunque tendemos a suponer que S. Examinemos las dos posi-
bilidades. Si se construyó antes R-R' sus constructores se encontraron
entonces en este lugar con la configuración natural de la loma. Aún
suponiendo que se encontraban con ciertas determinantes del terreno,
éstas pudieron ser tan sólo muy pequeñas - pequeñas modificaciones
de allanamiento -, pero sin alterar para nada la planificación y estruc-
tura en lo que tienen de esencial. Y lo mismo, suponiendo que S se
construyó antes. Este mausoleo es pequeño y tiene poca profundidad,
por lo que la tierra excavada no puede haber modificado esencialmente
el terreno que había en derredor, máxime cuando por razones fáciles de
comprender, no se tiraría la tierra cuesta arriba, hacia el norte, sino
más bien cuesta abajo, hacia el sur. En todo caso se puede admitir
que una cierta cantidad se echó hacia el oeste y no hacia el este por
estar allí el mausoleo O. La protuberancia producida por la tierra
amontanada en la parte oeste sólo puede haber atañido lógicamente a
R, pero no a R' que estaba, cuesta arriba, detrás de S. Así que si ha
cambiado algo por ello sólo puede haber sido el nivel sur, al ser le-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 103

vantado, viniendo a demostrar con ello que la diferencia de nivel de


sur a norte era en este lugar antes de ·1a construcción de S. mayor que
la que podemos comprobar ahora. En ninguno de los dos casos, pues,
tanto si S se construyó primero, como si R-R', cambió por ello la
configuración del terreno, refiriéndose sobre todo a una elevación arti-
ficial de la parte norte. Pero es esto mismo lo que quiere decir Gerkan
(y con él Klauser) cuando habla de un terraplen.
Von Gerkan escribe : "Antes de contemplar el clivus hay que re-
chazar la opinión de los excavadores según la cual S, R, R', el clivus
y Q pertenecen a una misma obra, siendo por tanto de una misma
época. Que esto es imposible lo demuestra el costado oeste del clivus.
La puerta de R' está en verdad considerablemente más elevada que
el nivel R, pero su umbral, con cuyo borde inferior también coincidía
el revestimiento de ladrillos de R', había estado originalmente en una
especie de terraza perfectamente horizontal que llegaba hasta el ex-
tremo nordeste de R', constituída por un terraplén que formaba parte
del relleno del sector P que en aquel tiempo no estaba aún cerrado.
Este terraplén se hizo al construirse el mausoleo, aunque está en clara
contradicción con los escalones del clivus".19 En el escrito de Klauser
están apuntados estos hechos con más imprecisión "más allá de la
_ tierra de rellenos y escombros" ,20 llevándose a preguntar en seguida
qué entiende por "escombros" en el caso de edificios que se levantaron
uno tras otro en corto plazo. Según lo dicho, R' tendría que haber sido
construí do sobre un terraplén que formaba parte de los grandes "amon-
tonamientos de escombros" de los que más tarde surgió el sector P.
De dónde proceden en último término todos estos "escombros" (o más
exactamente, según Klauser, "escombros de construcción") no nos lo
dicen estos autores. Generalmente se obtienen escombros cuando al le-
vantar un nuevo edificio, se derrumban y quitan restos de edificacio-
nes anteriores y se allana el terreno. Nada de esto puede darse en
nuestro caso. No se ha probado la existencia de algún edificio más
antiguo.
Quedémonos con tierras de relleno. El sepulcro y se cubrió con tie-
rras de esta clase, y de ello habla Klauser en el párrafo mencionado
pero, por cierto, más tarde. Antes de hacer la sepultura no había "tie-
rra de relleno".
Cuán equivocado es querer explicar, mediante terraplenes, las al-
turas o niveles de R' y de Q lo demuestra también el que precisamente
ENGELBERT KIRSCHBAUM

esta parte de terreno sube mucho menos, en comparacion, que el te-


rreno correspondiente más al este. Nosotros calculamos en las páginas
anteriores que en el mausoleo F la subida de sur a norte era de 4,50
metros aproximadamente, habida una profundidad de 7 m. Correspon-
den a ello en el caso del clivus, cuya longitud es de 6,70 m .. nada más
2 m. de subida. Así que se podría suponer aquí que el terreno fué
más bien excavado y quitado que añadido y amontonado, si se insiste
en no querer considerarlo como configuración natural. Solamente en
la parte sur del sector P, y por cierto después de la construcción
/i'ig. 19 de S, se puede hablar de relleno propiamente dicho y de terraplén.
Una equivocación más de Gerkan es que prolonga la terraza sobre
la que descansa R' hasta el extremo nordeste de éste.21 Pero la culpa
de esta equivocación la tiene un error del dibujo correspondiente del
informe de las excavaciones, pues en éste la línea inferior del reves-
timiento de ladrillos se prolonga equivocadamente en línea recta hasta
el extremo.22 Este extremo nordeste de R' fué demolido como el resto !
del gran mausoleo hasta el nivel previsto para la Basílica durante el . 1

reinado de Constantino. Al hacerse la cripta circular a fines del siglo


VI se rebajó el nivel del suelo y se demolieron algo más los muros
correspondientes de R'. Más tarde, en este mismo lugar, se erigió, en
la temprana Edad Media, un altar que todavía hoy se conserva. El re-
voque de ladrillos de la esquina, ligeramente redondeada, termina como
la esquina misma debajo del altar. Con ello el revoque llega todavía hoy
en este lugar a por lo menos 0,50 m. más arriba que el revoque de la-
drillos que hay bajo el umbral d~ R'. Después de lo dicho queda claro
que originalmente el revoque subía más alto, pero dificilmente más de
o' 30 m. como se deduce de lo siguiente :
Para reconstruir la situación del terreno podemos incluir otro ele-
mento más, a saber, la sólida y compacta protección contra el }gua
antepuesta al muro norte de Q. Esta protección es tan sólo unos 0'30
metros más alta que el revoque del extremo nordeste de R' que todavía
se conserva. Por tanto, el terreno formaba aquí, naturalmente, una
terraza y no se dió amontonamiento alguno de tipo artificial, pues, como
vimos, la parte sur de Q está bastante más abajo de lo que se podría
suponer según el curso restante del terreno. Si aquí fuera necesario un
amontonamiento de tierra para explicar la formación del montículo,
también lo sería, aún más, para la restante parte este de la necrópolis,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 10"J

donde la subida es doblemente empinada. Sin embargo, seguramente


nadie lo creería. 23
Suponemos, claro está, un allanamiento de terreno, pero esto es
algo muy distinto a un terraplén de relleno o escombro. No se dieron
de ningún modo cambios de esta índole, pues no se han encontrado es-
combros ningunos durante los sondeos realizados en los parajes de que
se trataba. Se puede probar que hay tierra de relleno, pero sólo al
sur, tal como corresponde a la configuración del terreno.
Con ello se viene abajo esa fundamentación esmeradamente cons-
truída por la crítica, de la que provienen, como consecuencia, otras
muchas objeciones.

Las tumbas más antiguas y el pequeño muro m1

Las objeciones de más importancia son las que se refieren a la


antigüedad de los sepulcros 1 0 y e • Las estudiaremos según la fór-
mula Klauser, quien, como está dicho, apoya su argumentación en
las consideraciones de Gerkan: "pero estudiando detalladamente los
argumentos de los excavadores se ve que no prueban lo que preten-
den. En primer lugar, como ya he demostrado anteriormente, el situar
las tumbas I y 0 en el siglo I es algo que no puede sostenerse. Con
ello, empero, se quita de la trabazón de indicios aquel punto que hu-
biese permitido deducir la época, situándolos en los decenios siguien-
tes a la muerte de Pedro".24 Las pruebas mencionadas contra- el se-
pulcro I ya las hemos citado más arriba.
En cuanto a la época "los decenios siguientes a la muerte de Pe-
dro" no interpreta exactamente lo afirmado en el informe de las ex-
cavaciones, donde se habla del fin del siglo I.25 Es más importante to-
davía el que nuestra reconstrucción del terreno inutiliza la razón fun-
damental de Klauser. Tan sólo por considerar con Gerkan que el te-
rreno es artificialmente accidentado - por acumulación de tierra - se
imagina "que el lugar donde se construyó 1, una pendiente o cuesta
sin defensa, debía tener una estrecha y aguda protuberancia".26 Pero
no se puede hablar de protuberancia sólo por eso, pues también de-
trás de I el terreno · seguía subiendo y, por cierto más que antes.
106 ENGELBERT KlRSCHBAUM

¿ Cómo se ha de entender eso de "cuesta o pendiente sin defensa"?


Se trataba de una cuesta como cualquier otra. Por otra parte, es justa
la observación de que necesita explicación la excepcional profundidad
del sepulcro I Pero no es ésta, el "deseo de llegar a tierra firme a
través de la tierra de relleno y escombros que había acumulada",27
pues no hay escombros y el relleno no cubrió a I sino más tarde,
luego que se construyeron O y, sobre todo e; • El profundizar se ex-
plica mucho más sencillamente por su posición en la cuesta que hace
que la parte posterior estuviese mucho más adentrada que la delan-
tera. La profundidad del sepulcro, como es lógico, vino determinada
por su parte delantera menos protegida contra la tierra. La situación
es tan clara que la misma profundidad del sepulcro confirma su situa-
ción en la pendiente.
Desde este punto de vista no es posible, pues, argüir contra la idea
de que el sepulcro fué construído a fines del siglo I. Y vale la misma
argumentación para su relación con la elevación del umbral de R'. Se
critica que esté solamente "o,6o m. más metido que el fundamento
de R' del que dista 1,50 m.".28 Más aún "en vista de que el terreno
va subiendo de este a oeste".29 Sin embargo, el crítico no debió sentirse
demasiado seguro de su argumentación pues añade cuidadosamente en
una nota : "el problema de por qué la superficie del sepulcro y sólo
puede meterse o'6o m. más que la· fundamentación de la capilla R'
que distaba 1,50 m. queda resuelto si se supone que ahí donde se hizo
el clivus había antes una brecha". 30
No podemos comprender que tenía que ver una brecha entre R' y
1 con la altura de ambos recintos. Tendría que haber sido por lo me-
nos tan ancha como R' para obligar a este recinto a una posición
más baja, pero entonces ya no sería una brecha o estrecha depre-
sión. El error es siempre el mismo, a saber, el de exagerar las dife-
rencias de nivel en la cuesta este-oeste e interpretar, equívocadamente,
la subida de sur a norte como terraplén. Ya hicimos constar más arriba
1que la distancia que separaba el sepulcro de R' no era de 1,50 m.
sino de 1,90 m. Y si recordamos lo reducida e insignificante que es en
realidad la subida este-oeste - un término medio de 5 cm. por metro
aproximadamente - llegaremos tan sólo a conclusiones contrarias a las
de Klauser. Puesto que la tumba y , separada solamente 1,90 m. de
R' está 0'60 m. más metida tiene que pertenecer a un estrato más an-
tiguo y más profundo. Pero como a R' S, y O les separan tan sólo dos
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 107

o tres decenios, y debió cons-


truirse antes que estos mau-
soleos. Basados en esto supo-

.);:§''~ nemos que la diferencia de al-


tura del costado norte de y y
. , el fundamento de R' era muy
pequeña, probablemente d e
/,•
. .' ·. 0'30 m. tan sólo, pues la cues-
i . ·. _. ta en la que se asienta y sube
.• . • 1 · . :! . aquí empinada mientras que el
• . t"' .
. ~- r sitio correspondiente delante
·.: ,. . 1
de R' fué seguramente allana-
.. : !
.. , , do para que sirviese de en-
~--\ .
trada como en el caso de la
',. . "'•• . /,/ ... \\ , .
..,._., 1 . . , •• • • , •• ' e 1
.·· .. ~. · escalera que se construyó más
...• \ ,,.. ,.,, ,/ \ 'I'.
• • ,. \
\
1 ••
tarde interrumpiendo, en este
. '' ;:: . .,· i . . . . ·, '\ . : . .. :; . corto trecho, el curso natural
• 1 • ,' 11. , ••
del terreno. Es imposible com-

·: ;,:'.:l\:~-It~z:J: :' i ·,:_'. ,,i


probar hasta qué punto sube
de nivel con el terreno abierto,
y a qué tiempo corresponden
ciertas diferencias de nivel.
Esto depende tanto de cir-
Fi_q. 23. Reconstrucción del
sepulcro y. cunstancias concretas - de-
clive del terreno, forma del
suelo, vegetación, etc. - , que
ni siquiera es posible hacer un cálculo aproximado. En general se
puede decir que las zonas en que se edificó- varias veces super-
poniéndose unos edificios a otros crecen, comparativamente, con
rapidez a consecuencia de los escombros, y que el terreno abierto,
cuando es accidentado como el nuestro, crece más en los valles
que en las lomas y pendientes. La necrópolis recientemente descubierta
en el Vaticano, con sepulcros de tiempos de Nerón, no está ni siquiera
tres metros bajo la superficie terrestre, lo que significa un crecimiento
inferior a 0,20 m. por siglo.
Lo que nosotros afirmamos es, simplemente, que el sepulcro ,,e C811S-
truyó en una cuesta no afectada sensiblemente por el acumulamiento
de tierras antes que los mausoleos O e;, y R-R'. El descubrimiento en
un ladrillo de un sello que data de los años n5-123, mencionado antes,
I08 ENGELBERT KIRSCHBAUM

confirma definitivamente la cronología. Pues O, el más antiguo de los


Fig. 19 mausoleos del grupo, no se construyó antes de los años 130-135.31

El sepulcro y fué considerado pagano por varios críticos.32 La re-


lación de las excavaciones al referirse a esto no precisa, sino que sim-
plemente notifica que el conducto libatorio de y no es ninguna prueba
contra la posibilidad de que se trate de un sepulcro cristiano.33 Si se
considera toda la situación del sector sepulcral P, con exclusión total
de incineraciones en una época en la que solamente ocurre tal cosa
en sepulturas judías y cristianas, y si se añade, además, el desarrollo
evidentemente cristiano de P, el sepulcro y, mientras no haya claros
indicios en contra, se puede considerar también como cristiano. Pero este
indicio inequívoco no existe puesto que se ha comprobado, fuera de
toda duda, que en el siglo IV había en Roma sepulturas cristianas
provistas de esos conductos de libación.34 Tanto más fácilmente se
comprenderá que los hubiera en tumbas cristianas más antiguas, per-
tenecientes a una época en que todavía no estaba bien definida la
forma peculiar de sepelio cristiano.35 La fantasía popular sobre la vida
de ultratumba se parece mucho, por largo tiempo, a la profana, de
tal modo que no extrañaba a los cristianos de entonces ofrendar vino
y perfumes a los difuntos. Ni siquiera los más cultos de aquel tiempo
tenían ideas claras sobre la espiritualidad del alma. A veces hasta en-
contramos, todavía, el "<lis manibus" pagano en epitafios cristianos. 36
No ha de extrañarnos, pues, que el sepulcro y tenga su parte
superior en forma de altar. No se trata, como algunos han supuesto,
de un altar fúnebre propiamente dicho.37 El estar construído sobre la
tierra le hace aparecer más alto de lo que es en realidad, y es por eso
Fig. 23 mismo por lo que no parece excesivamente profundo. El estar situado
en terreno accidentado trajo como consecuencia que su costado norte
sobresaliera tan solo unos 0,30 m. por sobre el nivel del suelo, mien-
tras alcanzaba, al sur, una altura de 1,75 m. Por esto la parte más
baja de la construcción adicional superior, construída por encima
del nivel del suelo, está rematada por el sur - ya al aire libre -con
una capa de ladrillo, y lo mismo su parte oeste r¡ue también queda
al descubierto.38 También el lado este tiene que haber tenido en un
principio una de estas capas, destruída más tarde al construirse nue-
vas tumbas. Sólo el lado norte careció de este revestimiento de ladri-
llo, pues se encontraba desde un principio metida completamente en
tierra, menos esos 0,30 m. que sobresalían. El aparejo del muro, muy
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

irregular aquí, se apoya en tierra. En este lado, además, el muro se


retira visiblemente al coincidir con el borde superior de la capa de
ladrillos. Esta parte superior del muro, libre, no justifica seguramente
que se le considere altar fúnebre. Es una grave equivocación, además,
negar su carácter cristiano por el hecho de que en esta época sea única
en su especie. Se trata de una de las tumbas más antiguas que tene-
mos. Carecemos por tanto - de punto· de comparación que nos· permita
calificarla de rara y, menos todavía, negar su carácter cristiano."
Parecidamente a y se rechazó también la antigüedad de su vecino
por estar, según se decía, aún más alto que y .39 Si nosotros clasifica-
mos justificadamente el sepulcro y entre los más antiguos, queda
vencida con ello la principal dificultad por lo que concierne al sepul-
cro y . Es inexacto, además, que 6 esté más elevado que y. Sólo es
posible afirmarlo prescindiendo o pasando negligentemente por alto
el declive de la cuesta. Si concebimos el declive, como lo exigen la
antes mencionada disposición de y y la escalera del clivus que está
solamente I m. más al oeste, tenemos que la parte más elevada de 6
se encuentra solamente 40 ó 50 cm. más baja de la correspondiente Fju. 19
parte de y • Los sepulcros como 6 nunca están muy por bajo tierra.
En la necrópolis de "Isola Sacra", junto a Ostia, parte de ellos tienen Lám. 22, 25
su techo de ladrillo totalmente por sobre el nivel del suelo. Pero en
un principio no debió ser este el caso. El viento se ha ido llevando
probablemente, con el tiempo, el suelo arenoso en que descansan. Sea
como fuere, se patentiza lo superficiales que estaban estos sepulcros.
La diferencia de altura, de 40 a 50 cm., entre y y 6 obliga por sí
sola a considerar a O como anterior a y . Recordemos los restos ya
mencionados del sepulcro, con sus lámparas y trozos de vidrio del
siglo I, que apenas se encuentran a 1,50 m. más al oeste y algo más
altos.t" Teniendo esto presente no hay por qué rechazar como fe-
cha del sello del ladrillo los años 69-79, tiempos éstos "en torno a
Vespasiano". Ya nos hemos resistido antes, en el caso 6 , a supo-
ner el reempleo en una época posterior de los ladrillos sellados. No hay
indicios ni razón suficiente para tal suposición. El argumento de la
pobreza es el que menos vale. O es un sepulcro normal entre gente
pobre. Hablar de una pobreza extrema es exagerar,41 un exagerar
además desmentido en el sector sepulcral P por el sepulcro t , y to-
davía más por el sepulcro ~ ,42 no mencionado hasta ahora, y en la
"Issola Sacra "por otros muchos. De todas formas es arbitrario por Fig. 18
completo el deducir de la pobreza de un sepulcro el "que los construc-
110 ENGELBERT KIRSCHBAUM

tores se han procu-


rado ladrillos viejos
o usados".43 Seme-
jante afirmación de-
bería ser válida para
toda clase de sepul-
7 cros pobres. Esta in-
MURO ROJO

¡ -
sinuación sólo pue-
de hacerse partien-

D
1 ~ 1

Fig. 24. Posición del sepulcro.


do, deducción logra-
d a por algún otro
camino ,de que el se-
pulcro '1 no p u e d e
pertenecer a la épo-
ca indicada por el
sello grabado en el
ladrillo. 44
La argumentación empleada para negar antigüedad a la tumba 1
es todavía más absurda. Es ésta, como ya dijimos, un túmulo sencillo
cerrado por tres placas de ladrillos horizontales. A pesar de que en
l•'i[J. Ji) este lugar el terreno, accidentado, subía todavía más, el sepulcro está
a la misma profundidad que O . Su parte norte se desliza visiblemente
Fig. 24 por bajo la capa impermeable que comunica con el muro rojo por éste
su costado este. Por esto en el in forme de las excavaciones se defiende
que este sepulcro tuvo que construirse cuando la construcción del
muro.45 Su posición y forma, sin embargo, llevan a pensar que el se-
pulcro t es más o menos contemporáneo de O .46 Dado que la capa de
ladrillos de t se superpone algo a los ladrillos colindantes de (J , se
puede suponer que se construyó 1 poco después que O . Von Gerkan
afirma que t se construyó después que el muro rojo, pues quitaron
a golpes trozos de la base del fundamento de dicho muro para cons-
truir el sepulcro.47 ¿ Cómo puede uno imaginarse que se destruyeran
adrede trozos de la base fundamental de un muro con el solo objeto
de construir un sepulcro tan sencillo como t, o mejor, solo parte de
éste, que quedaría mitad delante y mitad debajo del muro? Sería
una manera de proceder extraña y sin justificación. El dibujo corres-
pondiente nada tiene que ver con la realidad. Mientras el informe
solo habla de que el borde oeste de t está algo debajo de la capa
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES I 11

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Pig. 25. corte a través del rnuro rojo y del sepulcro t : a) según v.
Gerleam ; b) según la relación de las excavaciones. Nótese la posición
de t en relación al rnuro rojo.

impermeable del muro rojo ("Il lato occidentale di t sottopassa al-


quanto la parte impermeabilizzante del muro rosso").48 El dibujo de
Gerkan 49 muestra que falta la capa por haber .sido eliminada a gol- Fig. 25
pes desde arriba hasta abajo. Por otra parte, ésta continúa junta-
mente con el muro rojo por debajo de t • Se ve, claramente, que t fué
construído estando ya el muro rojo. En realidad no falta nada del
revoque. Tampoco continúa por debajo de t sino que comienza, tan
II2 ENGELBERT KIRSCHBAUM

solo, por encima de éste. El que el muro rojo siga por debajo; más
allá de t , no se basa en ningún dibujo e indicación de la relación
de las excavaciones. Son igualmente incomprensibles las "pruebas" de
Prandi contra una mayor antigüedad de t • Para fijar más tarde la
fecha de construcción del sepulcro. Prandi se vale de las siguientes
razones: 1) que el sepulcro está situado "esattisimamente" paralelo
al muro rojo; 2) no podía estar adosado por detrás a la capa de arcilla
contra la que habían sido construídos los fundamentos del muro rojo,
sin sufrir averías. Según el informe el muro rojo fué construído como
"muro a sacco ", es decir, haciendo una masa a base de argamasa y
piedras y vertiéndola después en una zanja previamente preparada en
tierra. En primer lugar hay que decir, como ya dijimos antes, que 1
no está, de ninguna manera, paralelo· al muro rojo, sino que tiene su
Fiu. 18b parte sur delante del muro y la norte debajo de éste. Prandi mismo
desmiente su segunda razón en sus dibujos 87 y 96. En estos dibujos
se ve claramente que los fundamentos del muro rojo no comienzan
sino sobre las losas de cobertura de t , como en la realidad. Es su-
pérfluo, por tanto, dedicar más tiempo a esta crítica de t • El sepul-
cro t pertenece, con e al grupo de sepulcros más antiguos y puede
pretender, con éste, pertenecer a fines del siglo I.
En el lado sur del recinto subterráneo que hay debajo del tropaion
se encontraba un pequeño muro m1, desgraciadamente perdido por
F'ig. 11, 12 negligencia de un obrero, que fué acortado en su extremo oeste cuan-
Lám. 19 do la construcción del muro rojo. Este trecho de muro angosto es,
por tanto, más antiguo que el muro rojo, pero más moderno que los
sepulcros I y e, y que el sepulcro central por estar más alto que éstos.
Su orientación era la de los sepulcros arriba mencionados. La relación
de las excavaciones dice que este murete es el resto de una obra cuyo
fin era proteger la tumba central contra el lento crecimiento de tierra.P"
Si fué construído al mismo tiempo que el sepulcro 'tJ , como podría en
vista de que tiene su misma altura, o si se construyó antes, no se puede
decir.P Lo que importa es que pertenece al sepulcro central, consti-
tuyendo uno de los elementos de prueba para demostrar la existencia
de éste, y de que éste fué ya objeto de cuidados antes de la construc-
ción del muro rojo y del tropaion.
Con la construcción del muro m1 comienza a existir el espacio
hueco, subterráneo, conservado hasta hoy. No puede extrañarse uno
de que este murete haya incomodado a la crítica. De ahí que podamos
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES II3

leer: "pues la interpretación del resto del muro m1 como últimos ves-
tigios de un muro protector de un sepulcro que debía haber allí no
es obligada, este murete se puede explicar satisfactoriamente conside-
rándolo protección del sepulcro 1, que forma paralela con él, no ha-
ciendo falta - cosa que tienen que hacer los excavadores - afirmar
la existencia de muros que ya no hay".52
Esta protección del sepulcro I puede probar dos cosas. Una, que
el murete tenía como objeto el levantar la construcción - superior -
de I a fin de asegurarla del riesgo de quedar sepultada por posibles
tierras de relleno al construirse S ; pero entonces el murete tendría
que haber continuado en forma de rectángulo o cuadrado en torno
a 1. Podríamos decir lo mismo suponiéndolo entero, hipótesis ésta que
se atribuye al informe de las excavaciones. Sólo que en este caso hay
que tener en cuanta la diferencia de que allí donde los excavadores
suponen la prolongación del muro, hay elementos positivos 53 que per-
miten presumirla, comprobándose además que tuvieron lugar, real-
mente, grandes destrucciones.
Otra de las cosas que puede probar la protección del sepulcro y
es que tenía ésta como objeto atajar la tierra que bajaba desde el
norte. Nuestros adversarios no pueden suponer tal cosa porque sola-
mente ven allí un terraplén. En todo caso, el murete debería tener en-
tonces orientación norte y no la tiene, sino todo lo contrario, pues está
construído contra la tierra amontonada que viene del sur. En ambos
casos se hubiera colocado el murete sobre el muro ya existente de I y
no dentro de la tierra suelta que ya lo había cubierto, colocándolo,
además, unos 0,25 m, al norte de 1, de modo que entre I y el murete,
que sólo tiene de II a 13 cm. de espesor, hubiera más de IO cm. de
tierra. Todo esto prueba con seguridad que m1 nunca fué construído
para I sino como protección del sepulcro central que se encuentra al
lado. La sencilla fábrica del muro era suficiente para mantener des-
pejado, sin tierra, el espacio que quedaba sobre el sepulcro. Segura-
mente no es casualidad que el muro construído más tarde, m2, levan-
tado al mismo tiempo que el muro rojo y que seguramente no tenía
más función que ésta, se encuentre justamente sobre el murete m1
y siga exactamente su misma dirección. No servía, m2, sino para le-
vantar más a m1 a fin de hacer frente a la subida de nivel provocada
por el muro rojo y mantener despejado el espacio que había sobre el
sepulcro central.

8
114 ENGELBERT KIRSCHBAUM

El tropaion

Yerra la crítica al suponer que los excavadores hablan, cuando se


refieren al nicho inferior del tropaion,54 de "atravesar el muro rojo".
En la relación de las excavaciones se dice que los fundamentos son
menos profundos junto al nicho subterráneo, como si hubiesen tenido
que superar un obstáculo.55 Inmediatamente después del nicho el muro
continúa como antes. La crítica declara insuficiente esta explicación
de los excavadores y, a pesar de lo fuerte que es afirmarlo, la con-
sidera "equivocada".56 "Se trata evidentemente de una mala interpre-
tación del hundimiento de O y de no haber caído en cuenta, además,
de que el fundamento llega de todos modos más abajo." 57 Estas de-
claraciones terminantes corresponden a dibujos en los que se "corri-
gen" los del informe de las excavaciones y sus indicaciones corres-
pondientes. Pero los hechos son, exactamente, tal como la relación de
T!'ig. 26 las excavaciones ha intentado describirlos. No se trata en absoluto de
un atravesar el muro rojo y sí de algo que nada tiene que ver con
lo que "los excavadores se imaginaban".58 Ciertamente les atribuyen
fantasías como "en tercer lugar los creyentes han intentado, después
de erigirse el muro rojo, tomar contacto con la parte perdida del se-
pulcro, empujando el muro y atravesándolo".59 Hacemos constar nue-
vamente que en el lugar de que se 'trata no existe ni hundimiento
ni traspaso alguno del muro rojo, sino de que los fundamentos se le-
vantan en forma triangular. Hemos de admitir que los dibujos corres-
pondientes de la relación 60 hubieran podido ser más claros, pero no
son de ninguna manera erróneos. Además, debían interpretarse con-
juntamente con el texto que los acompañaba.
La irregularidad de los fundamentos junto al nicho inferior cobra
más interés por el hecho de que precisamente allí se encuentran, como
hemos dicho, restos de un esqueleto humano enterrados debajo del
muro. Cuando se hicieron los dibujos correspondientes para el in-
forme de las excavaciones sólo se conocían unos pocos restos de esta
osamenta. Más tarde se pudo comprobar que lo conocido era sola-
mente el estrato superior de un montoncito de huesos replegado y
mezclado con tierra que se hundía todavía unos 0,30 m. más. Hay que
Pig. 11 decir que la posición de esta osamenta no puede ser equiparada a la
del sepulcro central al que probablemente pertenecía. La posición de
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES II5

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a) b)
Fig. 26. Corte a través del mitro rojo en el centro del «tropaion»:
a.1 según v. Gerlcan; b) según el informe completado de las excavacio-
nes. Compárese la parte inferior del muro rojo.

estos restos de esqueletos demuestra claramente intervención humana.


Sería distinto si todavía se los hubiera encontrado en su posición pri-
mera, esto es, tal cual estaban en la tumba. A pesar de esto lo más
natural es atribuirlos al sepulcro sobre el que descansaban desde an-
tiguo una vez recogidos y colocados más arriba. La misma posición
del sepulcro original no se puede determinar partiendo de la altura
actual de la osamenta. Solo puede fijarse su profundidad teniendo
en cuenta los sepulcros más contemporáneos.
Desde el punto de vista crítico tiene también especial interés la
época de construcción del tropaion, pues, según la crítica, la fecha de
116 ENGEi:..BERT KIRSCltBAtJM

construcción del muro rojo es otra que la del tropaion. Es evidente que
muchos dibujos del informe fueron equivocadamente interpretados, en
este caso con razón, pues se subraya la forma irregular 61 del nicho cen-
tral para probar que fué construído posteriormente en el muro rojo.
Aquí, en el nicho, hay que distinguir dos cosas: el muro y su revesti-
miento de mármol. El dibujante de la relación de las excavaciones se ha
equivocado al representar únicamente, en cuatro de sus dibujos, 62 la for-
ma característica del revestimiento sin señalar la curvatura regular del
muro que está detrás. En otros tres dibujos 63 estos detalles están bien
señalados. No queremos, por cierto, justificar los errores que hay en
la relación de las excavaciones, pero tampoco podemos perdonar a la
crítica, pues leyendo bien el texto, se habría podido comprobar el error
del dibujante. En vez de hacerlo, Gerkan afirma: "Los dihujos más
exactos (figs. 79, 86, 101) permiten reconocer la irregularidad de la
curvatura independientemente de los revestimientos posteriores" .64 Si
examinamos los dibujos en la relación de las excavaciones notaremos,
con sorpresa, que las figuras 79 y 86 ni siquiera representan el nicho
central, sino el subterráneo, que es ciertamente irregular. La figu-
ra 101, por el contrario, es precisamente uno de los dibujos más co-
rrectos, y en él el nicho está representado con su curva completamente
normal, y las piezas de revestimiento claramente destacadas. Tampoco
menciona los otros dos dibujos exactos (figs. 99 y roo). El nicho, en
la actualidad, sólo puede abarcarse completamente desde su borde o
extremo norte, dónde, como ya hemos dicho antes, no hay rastro en
el muro de juntura alguna, como tendría que haber, suponiendo que el
nicho hubiese sido excavado posteriormente en el muro rojo. A tra-
T,ám. 140 vés de una grieta que hay entre el muro rojo y el muro grafítico se
centro, puede percibir perfectamente la continuidad del revoque rojo original
arriba
hasta donde fué desprendido a golpes, es decir, entre el costado sur
del muro grafítico y el borde o extremo norte del nicho. Tampoco
sobre esta superficie del muro, que tiene unos 29 cm. de ancho, hay
huellas de juntura. Los restos del revoque original continúan todavía
por encima de los lad-illos que forman esquina. El nicho central es,
por tanto, el original, y con él las columnas y placa de travertino que
las cubre. El tropaion entero fué construído juntamente con el muro
rojo y tiene su misma fecha de construcción, fecha ésta que podemos
situar en torno al año r6o.
Esto lo admite Prandi, aunque al mismo tiempo intente por todos
los medios demostrar que el muro rojo tiene dos partes distintas,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES II7

a saber, una entre S y Q y la de Q mismo. Se debería suponer que


primero se acabó de construir Q (como "lacus" o cisterna).65 Enton-
ces, según él, se habría vuelto a arrancar el extremo sudeste hasta
una profundidad de 40 a 50 cm. para seguir el muro hasta comunicar
con el mausoleo S.
La grieta que descubrimos es, según ellos, la juntura entre las dos
partes del muro rojo. A pesar de todo consideran el muro rojo poste-
rior, como última parte de toda la obra.66
Todo esto parece muy inverosímil. Hay una cosa que se opone
claramente a este razonamiento, y es, que el extremo sur del muro
rojo está construído contra el extremo noroeste de S sin deteriorar
a éste en lo más mínimo. ¿ A qué venía semejante esfuerzo, inútil en
el caso de Q, si este extremo ya existía? El hecho de que el caracterís-
tico revoque rojo no muestre juntura alguna en el lugar de que se
trata, sino una grieta, y que continúe uniformemente por encima del
muro, tampoco armoniza con las declaraciones de Prandi.
El mismo orden cronológico establecido por Prandi le contradice.
Según él, sigue "inmediatamente" a Q la primera construcción de
la escalera del clivus, e "inmediatamente" después la segunda parte
del muro rojo con el tropaion.67 Se trata pues de partes naturales de
una obra completa y única. Es extraño que Prandi admita esto por
completo sin darse cuenta de que se contradice (véase nota 66).
En la relación de las excavaciones se interpreta el tropaion como
tumba del Apóstol, aunque ciertamente en una etapa ulterior de des-
arrollo. Aquellos que no reconocen como sepulcro original el de de-
bajo del tropaion, lo consideran, consecuentemente, como cenotafio,
como monumento, como algo que sólo pretende recordar el martirio
de San Pedro en el Vaticano.69 El sitio, por tanto, en que se encuen-
tra ahora el tropaion es arbitrario y facultativo. Hubiera podido estar
igualmente en otro lugar, mientras estuviese en el Vaticano y en las
inmediaciones del circo. ¿ Cómo es posible que en unos tiempos de
sospechas y persecuciones contra los cristianos se levantara un mo-
numento público a un ejecutado? Esta teoría olvida hechos impor-
tantes. El tropaion se encuentra sobre los viejos sepulcros y en el
muro principal de un cubículo en el que se continuó enterrando des-
pués de levantado el monumento. ¿ Es que se coloca un monumento
entre y sobre sepulcros? ¿ no hubiese sido más adecuado para ello el
restante terreno vaticano?
Además, el tropaion fué construido, desde un princ1p10, de forma
II8 ENGELBERT KIRSCHBAUM

que se mantuviera abierta y asegurada la comunicación con la parte


de abajo. El recinto subterráneo, al que corresponden exactamente los
nichos del monumento, está revestido y cerrado con una losa. ¿ Ten- .
dría esto sentido si se tratara de un simple monumento? Además, se
apreciaba tanto esta parte subterránea que se respetó y mantuvo su di-
rección desviada, a pesar de sufrir con ello la simetría de la losa que se
puso en el suelo del tropaion. Todo esto sería completamente inexpli-
cable si nuestro monumento sólo fuera un cenotafio, un monumento
cualquiera. Puesto que, lo hemos visto en otro lugar, lo único que ex-
plica. se mantuviera libre el espacio entre los sepulcros y, O, e es, preci-
samente, que fuera destinado a un sepulcro, y el mismo hecho de que
este lugar haya llegado a convertirse en monumento, en tropaion,
sólo puede explicarse considerándole como tumba.

La sucesión apostólica y la tumba de Pedro

Klauser ha intentado meritoriamente esclarecer en su ensayo la


tradición romana sobre Pedro basándose para ello en los resultados
obtenidos por las excavaciones. Llega a la conclusión de que la con-
ciencia de la sucesión apostólica sentida por el Episcopado incitó a
los Obispos a buscar la tumba de Pedro. Pero, puesto que no reconoce
la existencia de un sepulcro original de Pedro, tiene necesariamente
que suponer que se equivocaron, y hasta que cometieron una piadosa
estafa. Escribe sobre esto : hallazgos y deducciones que no podemos
reconstruir, deben haber llevado a considerar el lugar donde se desvía
el muro rojo como el de la tumba de Pedro. Existe la posibilidad, por
ejemplo, de que se hubiese encontrado en este lugar una inscripción
fúnebre, medio destruída, en la que se pretendió ver el nombre de
Pedro. Con qué facilidad la fantasía popular deducía de tales ins-
cripciones lo que deseaba, o lo que su romanticismo exigía, lo muestra
suficientemente la controversia sobre la inscripción damasiana "Hic ha-
bitasse prius".69 Es muy conocida la historia del culto a santa Petro-
nila, a quien los fieles hicieron hija física o espiritual de Pedro porque
su nombre, Petronila, lo recordaba. Con cuanta facilidad, pues, un
nombre medio mutilado como "PETR (ONIUS) sobre una lápida,
donde el muro rojo se desvía hubiera podido llevar a la idea de que
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

allí yacía Pedro. Ante el fracaso de los sondeos realizados en el lugar


habría cabido el consolarse pensando que, de todos modos, los restos
mortales de Pedro se encontraban en las inmediaciones, cerca o lejos,
puesto que allí fué ejecutado. "7º
Antes de enfrentarme con estas declaraciones añadiremos más: "el
único eslabón en la cadena de pruebas testificales que no se puede re-
chazar es que se dejó vacío el cuadrado existente debajo de la aedicula ...
la explicación más probable de esto, puesto que se trata de un cemen-
terio, es ésta: se respetó este espacio al hacer y colocar más sepul-
cros porque ya había uno. Puede haber sido, más o menos, de la misma
época que y y O ••• se trataría por tanto de un sepulcro del siglo II, tan
pobre que nada queda de él sino unos pocos huesos. Sin embargo, los
constructores del tropaion dedujeron de la situación subterránea y di-
rección de los sepulcros r¡, (sic!) y O , que su "tumba de Pedro" no
pudo haber estado precisamente en ángulo recto con el muro rojo sino
que debía estar ladeada. Que ellos pensaron así se deduce de que co-
locaron la losa de "la tumba de Pedro" debajo de la aedicula, en la
misma dirección, extraña, que tenían los sepulcros r¡ ( sic !) 71 y O ".
Aquí Klauser se acerca tanto a la verdad que es increíble que no
haya llegado a buen fin. Ahora tenemos algunas preguntas que hacer.
¿ Creían los buscadores haber encontrado la tumba de Pedro al en-
contrar la central? Klauser no tiene inconveniente en que se la señale
como tal, pues así induce a crerlo la dirección ladeada exprofeso de la
lápida. Habla, por otra parte, de que los investigadores pueden con-
solarse del "fracaso de las investigaciones". ¿ Qué ha querido decir
en el fondo? De no tomarse el sepulcro encontrado como de Pedro,
¿ cómo llegar a concluir que la tumba de Pedro debía tener la misma
posición ladeada? ¿ Por qué, además, respetar precisamente aquellos
"restos especialmente miserables" de una sepultura cuando había otros
que colocar? Klauser contesta: porque era un sepulcro. Pero, enton-
ces, ¿ por qué no se respetaron igualmente los sepulcros e, x, O y y y se
respetó solamente éste?
La hipótesis "(PETRONIUS)" no la podemos calificar de seria.
En un lugar en que no se logró descubrir, excavando, ni el menor ras-
tro epigráfico - todos los sepulcros carecían de inscripción - se pre-
supone, repentinamente, una inscripción que pertenece precisamente a
un tal Petronio, tan mutilada, además, que también permitía se leyera
"Petrus". Eso ya no es una hipótesis. Los ejemplos citados por Klau-
ser nada tienen que ver con nuestro caso por provenir de una época
120 ENGELBERT KIRSCHBAUM

muy posterior que, por cierto, es conocida por su tendencia a leyendas


pías. No podemos aplicar esto a una época tan antigua, aun prescin-
diendo de la gran diferencia intrínseca de los casos. Petronila gozaba
de veneración como mártir, y como tal la recordaba el pueblo. La ins-
cripción damasiana colgaba en San Sebastián, junto a la Vía Appia, y
fué leída muchas veces por los peregrinos. Ahí la posibilidad de que se
creara una leyenda era mucho mayor, máxime cuando en realidad
existía punto de partida. Pero una lápida rota, cuya existencia se in-
venta tan sólo hipotéticamente y que está en cualquier sitio de la co-
lina vaticana, no se puede equiparar a estos casos.
Se podría dar esta semejanza si la existencia de la lápida Petronius.
mutilada, fuera realidad, y si su existencia hubiese arraigado y perdu-
rado en la conciencia de los fieles de aquel tiempo. Esto último es
precisamente lo que no puede suponer Klauser, para quien este lugar
ni siquiera fué cristiano hasta la construcción del tropaion.72 Además,
el sepulcro A, según él, fué construído mucho antes del año 150,73 como
los sepulcros más elevados, 6, r¡ 74 por ejemplo. Ya hemos llamado la
atención antes sobre la imposibilidad de que la fosa r¡ que estaba de
0'80 a 0'90 m. aproximadamente por encima de las otras, pertenezca
a la misma época. Pero como el tropaion, según Klauser,75 se cons-
truyó "a lo más tardar el año 165 ", fecha en la que más o menos se
construyó la tumba central con O y 1 , este sepulcro tendría que ha-
ber sido completamente olvidado una vez pasados 15 ó 20 años, y
debía haber carecido de derecho y protección legal, o de amparo por
parte de algún familiar. Si sumamos ahora las muchas improbabilida-
des que tienen que acumularse para convertir en tesis la hipótesis de
Klauser, se verá claramente que falta aquí algún presupuesto esencial.
Con cuanta mayor facilidad se explican las cosas partiendo de la su-
posición de que la tumba central es la del Apóstol.
Resulta acertada y feliz su ocurrencia sobre la construcción del
tropaion y lo vivamente arraigada que estaba en el Episcopado, a me-
diados del siglo II,76 la idea de la sucesión apostólica. Pero si Klauser
pretende explicar la construcción del tropaion con la búsqueda de la
tumba de los Apóstoles, no podemos, entonces darle la razón. Des-
pués de quedar claramente expresada la idea 77 en la carta de Cle-
mente (95-96), llega a Roma, a mediados de siglo, el cristiano, judío,
Hegesippus de Corinto y logra una lista de los Obispos romanos has-
ta Aniceto. Pero no se habla en absoluto de sepulcros. Sólo a fines de
siglo, cuando el Papa Víctor (189 a 198), el obispo Policrates de Efeso
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 121

habla de ellos - testigos de la tradición 78- en su polémica sobre las


fiestas de Pascua. En el siguiente pontificado, el de Ceferino (199-
217), nos encontramos con la misma polémica que sostuvieron el cé-
lebre montañista Proclo y Cayo.79 La referencia del romano a la tumba
de los Apóstoles es sólo una réplica a Proclo, que se había referido
a las tumbas sagradas de Felipe y de sus hijas, en Frigia. Se trata,
por tanto, de una idea que tuvo su origen en Asia Menor no antes,
como se puede probar, del último decenio del siglo II. Si se siguen
las fuentes de información, sólo se puede decir que fué la conocida
y reconocida existencia de las tumbas de los Apóstoles quien llevó a alu-
dirlas, y no al revés. El tropaion tenía ya 30 ó 40 años de existencia
cuando comienzan a referirse a él. Si pensamos que muy probable-
mente fué Aniceto (155-165) quien erigió el monumento del Vaticano
en memoria de los Apóstoles, es muy posible que hubiera influído la
idea, entonces en vigor, de la sucesión apostólica, aparte de la necesi-
dad completa de construir nuevos mausoleos. Más bien, empero, po-
dría considerarse la actividad constructora de Aniceto como prueba
de que la idea de sucesión apostólica había arraigado con más fuerza.
Echemos de nuevo un vistazo a la ideología de la critica en lo
concerniente a las excavaciones realizadas debajo de San Pedro. Hemos
intentado enfrentarnos con la parte negativa de la crítica, enmendar
suposiciones falsas, afirmaciones gratuitas, refutar deducciones equi-
vocadas. Es evidente que los críticos no conocían suficientemente lo
publicado sobre las excavaciones, hecho que se puede disculpar sólo en
parte por las dificultades y poca claridad del texto del informe. Lo
peor fué la reconstrucción equivocada de la configuración del terreno,
de la que han partido las dificultades esenciales, resultando después
distintas las conclusiones. Describiendo, pues, más detalladamente el
terreno vaticano, donde interesa, habremos probado lo inexacto de
las ideas básicas de la crítica.
Pero como suele acontecer, también en nuestro caso las críticas
más acerbas han producido el mejor de los resultados, pues no sola-
mente han obligado a formular con mayor claridad las pruebas, y a
añadir nuevas, sino también a revisar el propio punto de vista e in-
cluir en él nuevos conocimientos.
Bajando a detalles citemos aquí los siguientes ejemplos: la rela-
ción de las excavaciones considera el mausoleo R-R', el clivus, los pa-
tios sepulcrales Q y P y el tropaion como pertenecientes a una misma
época de construcción. La crítica supone la construcción de R-R' ~n-
12 2 ENGELBERT KlRSCHBAUM

terior a Q. y P, y el clivus, y tiene razón. La relación de las excava-


ciones sitúa la construcción del sepulcro t en la misma época que la
del muro rojo. Pues bien: los motivos y razones presentados como prue-
ba de que el sepulcro t pertenece a una época anterior y más pró-
xima a la construcción de 6 se han reconocido como justificados. Del
mismo modo, el sepulcro t se supuso de una época más tardía, poste-
rior al mausoleo S. Nos parece aun más importante que esta correc-
ción de detalles la descripcción exacta del terreno· vaticano sugerida
por la crítica, y el aclararse, con ella, la situación de los sepulcros y, 6
y la de la tumba central, tanto en sí misma cuanto en su relación con
aquéllas.
Después de tratar de estos detalles, nos preguntaremos por lo re-
ferente, en general, al problema de la tumba de Pedro. ¿ Se encontró
la tumba de Pedro ? Contestamos : se ha encontrado el tropaion, de
mediados del siglo II, pero no la tumba misma del Apóstol, que no
ha sido "encontrada" sino "demostrada", es decir, que su existen-
cia ha sido comprobada por una cadena de indicios aunque no exis-
tan ya las "partes materiales" del sepulcro original. Los ataques de la
crítica han ido dirigidos sobre todo contra esta cadena de indicios. La
crítica no ha logrado eliminar ningún eslabón, tanto en general como
en particular, de esta cadena de pruebas.
Intentaremos sintetizar otra vez en una simple deducción el razo-
namiento cuyos detalles ya conocemos. Transcurridos apenas IOO años
desde la muerte del Apóstol los representantes de la comunidad ro-
mana reconocen un lugar bien definido del Vaticano como tumba de
San Pedro, hecho que queda demostrado por la construcción del tro-
paion. En aquel tiempo todavía debía haber cristianos cuyos padres vi-
vieron en su juventud la persecución de Nerón. ¿ Cómo podían cono-
cer con tanta exactitud el lugar de no estar visiblemente señalado de
alguna manera? En este lugar, precisamente, se encontraron restos de
un muro (m1) que son de la primera mitad del siglo II, y que fueron
ya reconocidos como pertenecientes a la tumba por los constructores
del tropaion, como lo prueba la posición ladeada de su losa. Las per-
sonas que construyeron la protección de la tumba central no dista-
ban más de 70 u 80 años de la época en que se había construído la
tumba. Siguen, después, los sepulcros y, 6, e que ceñían la tumba en
aquellos tiempos tan antiguos tan estrechamente como no se podría
probar ni remotamente de ningún otro caso en aquella zona. Con ello
llegamos a los últimos decenios del siglo I y a los primeros del siglo II,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 123

es decir, a la época de las generaciones que vivieron las espantosas


escenas ocurridas en tiempos de Nerón. ¿ Se podría dudar del testi-
monio de personas que tan cerca estaban de los acontecimientos, sin
negar el valor íntegro, total, del testimonio histórico en sí mismo?
Además, ¿ se puede considerar toda esa serie de cosas relacionadas:
disposiciones de sepulcros, la pared protectora delante del centro, in-
clusión de todo en el tropaion, como simple casualidad? De ser así se
negaría entonces toda posibilidad de prueba por indicios en la que
puede haber, por cierto, una casualidad, pero nunca una cadena de
"casualidades" convergentes. Esta sobria reflexión nos lleva a confiar
en el testimonio de monumentos y vestigios, fundamentados por su
parte en testimonios personales, pues, de lo contrario, la ciencia histó-
rica sería inaplicable a largos períodos. ¿ Cuántos sepulcros históricos
debe haber que se apoyen sobre testimonios como los del sepulcro de
Pedro?

IV

"Y SU TUMBA SERA MEMORABLE" (Js. 11, 10)

¡!
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 127

os hemos esforzado en encontrar las huellas de la tumba del


N Apóstol en la colina vaticana marchando hacia el pasado por
un camino lleno de obstáculos. Donde hoy se levanta la más hermo-
sa cúpula del mundo, de belleza acabada, la tierra conserva en su re-
gazo huellas y restos de una tumba vieja y venerada. Hemos ido encon-
trando innumerables restos y vestigios, atravesando estratos, que la
veneración de siglos ha ido colocando en torno de este tesoro oculto.
El testimonio de los primeros días de la Cristiandad romana era para
el escepticismo del hombre moderno, del cristiano moderno, demasiado
prodigioso y conmovedor para aceptarlo como verdadero. Compren-
siblemente creció rápida la mata espinosa de la duda crítica, quizás
donde la conciencia del significado histórico de los hallazgos era más
viva que en cualquier otro lugar. Hemos intentado apartar estas
"ramas espinosas" y libertar la mirada para mejor comprender los
hechos históricos. Lo inverosímil se hace verdad, y para quién co-
noce la increíble fidelidad de la tradición romana no resulta, al fin de
cuentas, improbable.
Así, pues, el camino estaría abierto para relatar la verdadera his-
toria de la tumba del Apóstol siguiendo una auténtica cronología histó-
rica. Aunque ya hayamos ido conociendo muchos detalles durante nues-
tro recorrido inverso, partiendo del descubrimiento, el auténtico orden
histórico de los acontecimientos resulta nuevo y atractivo. Este nuevo
camino nos llevará a conocer el desenvolvimiento histórico de esta
tumba de la cristiandad occidental, grávida de tradición.
Antes de comenzar tenemos que hacernos cargo de que semejante
empresa nos lleva, casi al peligro de contradicción, pues las tumbas,
por lo general,· no tienen historia y, menos aún, desarrollo. Si las tum-
bas tienen historia es la de su desmoronamiento. Las tumbas no son
como un organismo vivo que partiendo de pequeños principios se
desarrolla y llega a tener gran tamaño y fuerza. Las tumbas son
auténticos símbolos de la muerte. Solamente tienden, como los cuer-
pos que encierran, a descomponerse. Su principio es, al mismo tiempo,
su cúspide, desde la que comienza su descomposición. Esto no vale
solamente para las simples fosas de mortales corrientes y vulgares,
128 ENGELBERT KIRSCHBAUM

que .duran tres generaciones apenas, sino también para las más or-
gullosas tumbas del mundo, para las regias pirámides egipcias y gi-
gantescos mausoleos de la Roma imperial. Estos han sobrevivido mile-
nios, cierto, pero han ido desmoronándose lentamente. De su fulgor
original sólo ha quedado una inmensa sombra.
En este mundo, pocas tumbas han vencido la ley a que están su-
jetas: la de la muerte y descomposición. Y no son éstas las tumbas
de los poderosos sino las de los santos, las de aquellos que aún des-
pués de la muerte siguen viviendo e influyendo eficazmente de manera
inconcebible. Y entre éstas, la de nuestro Apóstol constituye como un
increíble milagro de vida, penetrando e influyendo en los pueblos y
en los tiempos con más fuerza que nunca.

Desde Nerón hasta el papa Aniceto

El martirio y muerte del Apóstol Pedro tuvo lugar en Roma, en


tiempos de Nerón. Se cita a menudo el año 64 como fecha de su
muerte. Otros prefieren situarla entre los años 64-67.1 No tenemos,
pues, ninguna información segura sobre el año en que murió San
Pedro. Hoy día celebramos la muerte de ambos Apóstoles, Pedro y
Pablo, el 29 de junio. Pero esta fiesta está relacionada con la venera-
ción que gozaban ambos Apóstoles a partir de mediado el siglo III,
en la Vía Appia, debajo de lo que hoy es San Sebastián, y nada tiene
que ver con la verdadera fecha de su muerte. Pedro y Pablo fueron
ejecutados en fechas distintas. No fué sino la veneración de tiempos
posteriores quien impuso celebrar un solo día de fiesta.
Muchas veces se ha relacionado el incendio de Roma, acaecido el
mes de julio del año 64, con la persecución de los cristianos ordenada
por Nerón. El emperador incendiario quiso, según cuenta Tácito, des-
viar la opinión pública que le acusaba persiguiendo a los cristianos.2
Tácito relata una gran fiesta popular, celebrada en los jardines im-
periales del Vaticano, en la que gran cantidad de cristianos fueron
quemados en cruz y despedazados y devorados por fieras para diver-
tir al pueblo.8 No sabemos cuándo se celebró esa fiesta. La fecha pro-
puesta, julio del año 64, es insostenible. ¿ Cómo hubiera podido arries-
garse Nerón, habiendo transcurrido tan poco tiempo desde el incen-
Lám. 17. Lado sur del tropciion con la columnita y muro S (abajo,
izquierda)
Lám. 18. Ludo norte del tro paion: el muro grarítíco : abajo, la caja de
mármol coustautíníana puesta eu su íuteríor.
Lárn. 19. Recinto sepulcral subterráneo del tropaio« visto desde el norte.
A la derecha, el nicho inferior; en el centro, los muretes m 1
,· m2 : a la izquierda. las rlestrucctones del lacto norte.
c d

Lám. 20a. E!l clivus: tapa del conducto de aguas con sello (147-171)
b. Sello del ladrillo del sepulcro e de tiempos de Vespasiano (69 a
79 d. Cristo)
c. Lado norte del patio sepulcral P: debajo de la losa de mármol
constantína, restos del pavimento de mosaico del tropaion
d. Ell tropaibn: vista desde abajo hacia la columnita norte: a la
derecha, lado sur del muro grafítico; a la izquierda, el traver-
tino de las columnítas que está roto
Í.,ám. 21a
IDl trovaion: nicho in-
ferior visto desde aba-
jo hacia arriba con la
placa perteneciente al
nicho central, ladea-
da. (11 °). Compárese
la dirección de la pla-
ca Isidorus que está
arriba.

b
IDl sepulcro y : visto
desde abajo dentro del
ataúd de barro con
la desembocadura del
conducto libatorio.

e
El sepulcro e visto
desde el oeste. A la
izquierda, la losa del
sepulcro t
Lám. 22. Necrópolis de Isola Sacra, junto a Ostia, con su mezcla ele
sepultnras de deposición y cinerarias (ántoras) .
Lám, 23. La osamenta debajo del muro rojo
Lám. 24. El grafito-Petrus del muro rojo
LAS TUMBAS .DE LOS APÓSTOLES 129

dio que se le atribuía, a invitar al murmurador pueblo romano a una


fiesta en sus jardines? El mismo relato de Tácito excluye también
esta fecha. El incendio se declaró, según él, el 19 de julio y duró
6 días,5 parando al fin al pie de la colina del Esquilino, volviendo em-
pero a declararse poco después.6 Solo con esto ya llegamos al 26 ó 27
de julio. Pero como los. rumores de que Nerón era el incendiario
tampoco cesaban mientras se reconstruía la ciudad, sin que bastaran
los medios humanos, ni las dádivas imperiales, ni los sacrificios expia-
torios ofrecidos a los dioses, el Emperador trataba de acusar a los
cristianos. Hizo arrestar a algunos, obligándoles a acusar a otros, hasta
reunir una gran cantidad.8 Entonces escenificó la ejecución dramática
de todos ellos. Es evidente, por tanto, que el mes de julio del año 64
no es la fecha indicada. En realidad puede uno preguntarse todavía
si se puede contar con el mismo año 64. Nos parece más lógico supo-
ner el año siguiente." No sabemos, a ciencia cierta, si Pedro fué muerto
con ocasión de esta ejecución en masa, o si se dió ésta más tarde.'?
Carecen, por tanto, de validez cuantas deducciones se hagan basán-
dose en esta fiesta de los parques imperiales sobre la ejecución del
Príncipe de los Apóstoles, y las reflexiones sobre si el cuerpo de
Pedro fué quemado, y sobre si en esta ocasión se pudo sepultar algún
muerto por separado.P Lo que sabemos es que Pedro fué martirizado
y muerto en tiempos de Nerón y que su tumba, en el Vaticano, cerca
de los jardines imperiales, fué conocida desde los tiempos más antiguos.
Puesto que Pedro fué considerado según el derecho romano como
criminal públicamente ejecutado, no tenía derecho a sepelio. Pero las
leyes preveían para estos casos la posibilidad de que se pidiera a las
12
autoridades correspondientes el cuerpo del ejecutado para sepultarlo.
Por estas mismas razones José de Arimatea tuvo que pedir el cuerpo
de Cristo a Poncio Pilatos para poder enterrarlo. La ley, en un caso
así, tenía que tener previsto y garantizado que la persona que pedía,
demostrando interés por los despojos del Apóstol martirizado, no su-
friría castigo por ello. Aunque en aquel tiempo no había todavía ve-
neración de mártires, la personalidad del Apóstol Pedro, como cabeza
de la joven comunidad romana, era lo bastante estimada y venerada
por ella para que gestionara su entierro, como lo harían seguramente
los familiares de otras víctimas de la persecución. Por cierto, las cir-
cunstancias históricas excluyen totalmente la idea de una tumba lujosa.
Sólo podría tratarse de entregar el cuerpo a la tierra, siguiendo un
rito sagrado ancestral.

9
),<

130 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Ahora sabemos que se hizo un simple foso, a media altura de una


de las pendientes del Vaticano que bajara hacia el sur y que se le cu-
Lám. 25 brió sencillamente con baldosas. Probablemente apoyaron tres baldo-
sas, unas contra otras, formando techo, como era costumbre en sepul-
turas sencillas. La arista superior de esta pequeña techumbre de la-
drillos estaba a poca distancia de la superficie, aunque bajo tierra. Se
puede suponer que se puso alguna señal de reconocimiento, quizás una
losa introducida verticalmente en el suelo con o sin nombre, u otra
señal cualquiera, tal cual acostumbraba hacerse en otros sepulcros.
Fué enterrado en un lugar que se extendía hacia el norte y este, en
un terreno destinado al efecto, fuera de los jardines de Nerón que
se encontraban al sur. Un poco más al norte, más allá de .la loma que
se extendía hacia el este, había una necrópolis pagana en la que ya se
enterraba por lo menos desde la época de los primeros emperadores.
A unos 40 m. más al este de la tumba del Apóstol, había un osario en
el que se habían colocado los restos de las viejas fosas al edificar el
mausoleo Z. Es muy posible que alguna de esas viejas fosas todavía
existiera al construirse la tumba del Apóstol.
La fantasía quisiera poder imaginarse cómo fué enterrado el pri-
mer Papa. Pero nada sabemos. Tampoco tenemos ninguna base para
suposiciones. Todo lo que conocemos sobre lo que se acostumbraba
hacer en ocasiones parecidas, pertenece a tiempos posteriores y no per-
mite, por tanto, deducción alguna.14 Ni siquiera sabemos si los que en-
terraron al Apóstol eran cristianos de origen pagano o judío. Según el
caso pudo haber influído una u otra costumbre. De todas formas tiene
que haber influído poco, muy poco. Sólo hay una cosa notable, y es,
que se abrió una fosa según costumbre judeo-cristiana en una época
en la que la incineración predominaba entre los paganos.
El respeto romano a los muertos conocía, desde antiguo, la hermosa
costumbre de guardar memoria de la fecha de la muerte o de la del
sepelio del difunto, y de celebrar junto a su tumba el "aniversario",
acompañado generalmente de un pequeño ágape en honor del muerto
Todavía hoy nos recuerdan esta costumbre venerable y piadosa los
abundantes restos de comida, como huevos de ave, cáscaras de huevo ..
etcétera, que se encontraron cerca de las tumbas. Nosotros sabernos
que los cristianos adoptaron esta costumbre de las familias romanas y
que la siguieron conservando siglos después. Precisamente fué de esta
costumbre de donde surgió, al fin, el celebrar anualmente la fiesta de
mártires y santos tal como hacemos hoy día. El piadoso ágape, en me-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 131

moría del mártir, se siguió celebrando durante mucho tiempo, pero


tuvo que ser prohibido por los muchos abusos que comenzaban a co-
meterse. Es conocido lo que cuenta San Agustín en sus Confesiones.
Habla de cuando su madre Mónica estaba con él en Milán, donde
Ambrosio estaba de Obispo: "Así, pues, como llevase, según solía
en Africa, puches, pan y vino a las Memorias de los mártires y se lo
prohibiese el portero, cuando conoció que lo había vedado el Obispo,
se resignó tan piadosa y obedientemente que yo mismo me admiré de
que tan fácilmente se declarase condenadora de aquella costumbre,
más bien que criticadora de semejante prohibición."
"Y es que no era la violencia la que dominaba su espíritu, ni el
amor del vino la encendía en odio de la verdad, como sucedía a mu-
chos hombres y mujeres, que sentían náuseas ante el cántico de la so-
briedad, como los beodos ante la bebida aguada. Antes ella, trayendo
el canastillo con las acostumbradas viandas, que habían de ser pro-
badas y repartidas, no ponía más que un vasito de vino aguado, según
su gusto harto sobrio, de donde tomaba lo suficiente para hacer aquel
honor. Y si eran muchos los sepulcros que debían ser honrados de
este modo, traía el vasito por todos no sólo muy aguado, sino tam-
bién templado, el cual repartía con los suyos presentes, dándoles pe-
queños sorbos, porque gustaba con ello la piedad y no el deleite."
"Así que tan pronto como supo que este esclarecido predicador y
maestro de la verdad había prohibido se hiciera esto - aun por los
que lo hacían sobriamente, para no dar con ello ocasión de embo-
rracharse a los ebriosos y porque estas, a modo de parentelas, ofre-
cían muchísima semejanza con la superstición de los gentiles -, se
abstuvo muy conforme, y en lugar del canastillo lleno de frutos terre-
nos aprendió a llevar a los sepulcros de los mártires el pecho lleno
de santos deseos y a dar lo que podía a los pobres, y de este modo
celebrar la comunión con el cuerpo del Señor allí, a imitación de
cuya pasión fueron inmolados y coronados los mártires" .15
Aunque el pensar que en aquellos tiempos primitivos en que se
hizo la tumba del Apóstol había un culto de mártires propiamente
dicho sea un anacronismo, como ya dijimos, no va esto, de ningún
modo, contra la costumbre romana, muy arraigada, de celebrar el ani-
versario de sus difuntos. Por esto no incurrimos en improbabilidad
histórica imaginándonos a la comunidad cristiana de Roma reunida
en la tumba del Apóstol celebrando su aniversario, al menos mien-
tras aún vivían los que le habían conocido personalmente. Más tarde
~
I

132 ENGELBERT KIRSCHBAUM

por cierto, poco a poco, se debió ir olvidando la fecha del aniversari~


de Pedro, pues el 29 de junio, que aparece en el siglo III, en el marti-
rologio que se estaba formando, ya no se puede probar sea la fecha
auténtica. Ello no quiere decir, empero, que se hubiese olvidado el
lugar de la tumba del Apóstol. Que no se olvidó lo demuestra el ul-
terior desenvolvimiento de la tumba.
Aunque no podemos indicar fechas exactas, ya en tiempos muy
F'ig. 21 antiguos había tumbas alrededor del Apóstol; todavía se puede compro-
bar la existencia de tres de ellas,16 G, t y y, que la rodean estrecha-
mente por el este, norte y sur. Probablemente O debe ser la primera
de ellas, siendo construída en torno al año 70 del siglo I como pro-
longación, al este, de la tumba del Apóstol, pudiéndose comprobar esto
por el sello de un ladrillo en el que no hay huellas de uso anterior.
Algun tiempo más tarde - no se puede. concretar más la fecha - se
hizo el sepulcro t formando ángulo recto con la tumba central. Mien-
tras que a O lo constituían simplemente una serie de baldosas for-
mando techo por sobre el cadáver puesto simplemente en tierra, t se
hizo en forma de fosa, amoldándola al cadáver, y se la cubrió con
tres baldosas colocadas horizontalmente. El terreno, accidentado, sube
allí por lo que t se encuentra, comparativamente, a gran profundidad.
Esto se explicaría bien suponiendo que se pretenda alcanzar la pro-
fundidad de la tumba central. El sepulcro infantil y fué, de los tres,
el que se construyó en último lugar.
Aproximándose desde el oeste habría sido más fácil buscar la ve- )
cindad de la tumba central. Allí, la configuración del terreno cambió
más tarde al edificarse el mausoleo R-R' y el clivus con el conducto
de aguas. Entonces se superpusieron nuevas obras a los sepulcros más
viejos como se deduce claramente de las afirmaciones de Prandi.17
Si pudiéramos suponer que estos sepulcros ya se encontraban en el
lado oeste de la tumba del Apóstol, antes de construirse el sepulcro,
entonces resultaría más fácil de explicar la forma peculiar de y. Siendo
así, se habría escogido este lugar, en la parte baja de la cuesta, porque
solamente por allí se podía comunicar con la tumba central. Era menes-
ter, para ello, bajar bastante el sepulcro en dirección oeste-este como
en el caso de 9 . A pesar de ello se llegaba cerca de la tumba dei
Apóstol por medio de la alta torre - protección - construída alre-
dedor del conducto libatorio.
Aun suponiendo que la construcción del sepulcro fuese moti-
vada por la posición de los sepulcros antepuestos por el oeste a la
~

LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 133

EB-No." ,.
"'==='

F'ig. '27. Primera fase: y-0-t

tumba central, sigue siendo impresionante el hecho de que lo tres


sepulcros estén así dispuestos en torno a la tumba del Apóstol. Esto
indica que ya en la antigüedad empezaba a practicarse un cierto culto
y veneración, lo que constituye un puente, seguro, hacia el monu-
mento fúnebre que se halla en el muro rojo, donde fué colocado a
mediados del siglo II.
Alrededor del año 30 del siglo II se construyó el gran mausoleo
de los Matucci al este de nuestro grupo de sepulcros. El interior del F'ig. '28
recinto fúnebre estaba preparado solamente para urnas cinerarias.
Delante del frontis que miraba al sur, se hizo un pasillo descubierto
desde cuyo extremo oeste partía una empinada escalera hacia el te-
rreno accidentado de atrás. Puesto que ahí la pendiente de sur a
norte era menos empinada que más allá, hacia el este, esta escale-
ra - hoy destruída en su parte alta - no alcanzaba la techumbre
de la construcción, desembocando probablemente, tras 2 a 3 m. de
subida, en un pasadizo que conducía al campo libre siguiendo el cos-
tado oeste del mausoleo.
Tras una pausa de 10 a 20 años aproximadamente, comenzó en
aquel sector un período de actividad que cambió totalmente, en poco
tiempo, el aspecto del lugar. Se construyeron en corto plazo los mau-
soleos S y R-R', el clivus y las salas funerarias Q y P. No se puede F'i,q. '29
asegurar si R-R' precedió a S, o viceversa. Nosotros tendemos a darle
la prioridad a S,
134 ENGELBERT KIRSCHBAUM


- fJt ••

JJ"ig. 28. Segunda fase: maueoteo O (s. E. 97).

La forma del pequeño mausoleo S, directamente adosado a O por


el oeste, se destaca de entre los otros mausoleos por la escasa pro-
fundidad que tiene en comparación a su anchura. Esto se explica por la
consideración que tuvieron que tener para con el grupo de antiguos
sepulcros que había detrás. Sin embargo, se hubiera podido avanzar
1,70 m. más, consiguiendo con ello un solar más adecuado y normal.
Pero puesto que no se hizo así, podemos suponer, que el sector de
sepulcros P ya era entonces un terreno particular de límites bien de-
finidos. Nos lleva a la misma conclusión el que se dejara un pasadizo
libre entre R-R' y S. Frecuentemente encontramos pasadizos de esta
índole en la necrópolis, pero solamente donde debe quedar libre ac-
ceso a una propiedad más antigua. Nuestro caso debe obedecer a h
misma razón. El grupo de antiguos sepulcros que hay en el campo P
podía disfrutar de ese acceso libre. Se ha de añadir, además, que de
esta manera también se posibilita el acceso a R'. Se trata ele saber
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 135

5!!/:/!/!:-
1
f<' Jii!;;::::::::::::::':::::'::::::::jj//:;)/!!!

IJ'ig. 29. Tercera fase: r¡ -S- R - R'(s. E. 98.

ahora si también R' se habría construído igual, de no haber sido


obligatorio dejar acceso libre por las razones antes mencionadas
Aunque supongamos la construcción de R-R' posterior a :a de S,
no puede haber, de todos modos, mucha diferencia. En el grupo de mau-
soleos R-R' llama la atención la instalación de R', única, con su aljibe. Fig. 2
Mientras el recinto fúnebre más antiguo, R, está orientado al sur como
el resto de los mausoleos, R' lo está hacia el este. Está más elevado
que R a causa de la inclinación del terreno, y sus fundamentos están,
cosa extraña, muy metidos en tierra, Como ya dijimos, se protegió
contra la humedad del suelo toda la parte inferior del muro este de Fig. 15
R-R' mediante un revestimiento impermeable especial. Ya observa-
ENGELBERT KIRSCHBAUM

%\ . ,.,,,,-=-=;c.-,-,.,.
R
1------i.C:=3

o
$·o.so 1 2"'

Fig. 30. Cuarta fase: Q - P- «tropaion» (s. E. II. 106).

rnos que la subida escalonada del revestimiento seguía el curso del te-
rreno, que por su pendiente natural hacia innecesaria la escalera de
acceso hacia la entrada de R'. El grupo sepulcral P sufrió, también,
al construirse los mausoleos O, S y R-R'. En primer lugar, fué li-
mitado en el este por O y al sur por S. Entre la pared trasera de este
mausoleo y la parte más alta de P, había una depresión en forma de
valle, que se iba llenando rápidamente y que, poco a poco, convertía la
parte antes accidentada del terreno en un lugar más o menos llano.
El allanamiento se debió producir en parte por sí solo, al ir depositán-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 137

<lose tierras extraídas en excavaciones, sobre todo al construirse R-R',


pero hay que suponer también un intencionado trabajo de nivelación.
Como consecuencia de la configuración del campo sepulcral P, el
grupo de viejos sepulcros 6, t, 1, colocados alrededor de la tumba del
Apóstol, se iba cubriendo, con el tiempo, de tierras de relleno, llegando
éstas hasta el borde superior de y, cubriéndolo unos 0,50 ó o,6o m. El
sepulcro 0 estaba a 0,90 m. bajo el nivel del suelo y t llegó a estar
enterrado 1 ,20 m. En el extremo sudeste del campo sepulcral, donde se
juntan S y O, se notaba más este amontonamiento de tierra. Aquí, el
pasamanos de la escalera de O fué rebasado por la tierra medio me-
tro aproximadamente, por lo que fué preciso subir el muro. Si se
supone que la tierra estaba allí, originalmente, 1 m. más baja, corres-
pondiendo al nivel de la escalera, se puede uno imaginar la altura
del terraplén en esta parte sur de P. Como todo esto se hizo en 20
años aproximadamente, queda perfectamente claro que el terraplén, de
más o menos 1,50 m., puede haber sido tan sólo muy limitado, y supo-
ne, además, una inclinación natural de la colina.
Estamos casi a mediados del siglo II. En esta época se buscaba
nuevamente sitio para un difunto cerca de la tumba del Apóstol. Se
hizo una fosa en la tierra amontonada de 0,60 a 0,70 m., hasta dar con
la parte superior de y. Evidentemente, la posición de la tumba del
Apóstol estaba señalada tan sólo en la superficie, no pudiéndose pre-
cisar exactamente los límites de la sepultura.
Pudieron suceder dos cosas. La primera, que se buscara la exacta
posición de la tumba del Apóstol y que para lograrlo se la descubriera
en su parte superior, construyendo después, al mismo tiempo que el
sepulcro '1J, un murito de protección, rectangular, bastante liviano, al-
rededor de la tumba central completamente enterrada. Probablemente
se supuso que el costado oeste de '1J sería protección suficiente por este
lado, adosando a '1J sus partes sur y norte. Exponiendo así las cosas
queda, empero, sin explicar el por qué se colocó el sepulcro '1J tan
ladeado ante la tumba central, y el por qué no se subió el murete de
protección hasta el nuevo nivel del suelo. Una segunda posibilidad nos
permite reconstruir la relación de una cosa con otra con mayor vero-
similitud. El pequeño muro de protección m 1 pertenece a una época
anterior a '1J • En aquel tiempo la tierra de relleno había llegado tan
sólo hasta la altura del murito m1. Pero también éste, con el tiempo,
fué rebasado por la tierra de relleno. Cuando comenzó entonces a ex-
traerse la tierra para hacer el sepulcro r¡, se dió con el murete, débil, y
138 ENGELBERT KIRSCHBAUM

se le averió en su lado este. En lugar de repararlo, se colocó el se-


pulcro en su sitio. Como en este caso no se debió continuar excavando
la tumba central, de ahí la posición ladeada de r¡. Asimismo, el estado
del murete donde tocaba a r¡, sitio del que resbaló empero algo más
tarde, hacía suponer más bien una ruptura que un añadido ado-
sado a r¡,18
El mismo sepulcro r¡ es . muy sencillo. El cadáver fué depositado
directamente en tierra como en casos anteriores. A los lados y por
encima se pusieron algunas baldosas. Todo fué recubierto con rocalla,
que servía de base de adherencia de una pesada losa de mármol. Las
huellas de desgaste que muestra esa losa, difícilmente se pueden atri-
buir exclusivamente a la veneración que se le tributaba al muerto
que había debajo, tanto más por no ser accesible seguramente durante
muchísimo tiempo. ¿ Sería arriesgado pensar, en este caso, en visi-
tantes de la tumba del Apóstol, cuya creciente veneración daría lugar
poco después al cambio total de aspecto de todo el campo sepulcral ?10
Parece que una feliz casualidad nos ha conservado el nombre de
uno de esos visitantes de aquel tiempo. En el muro este, exterior, del
mausoleo R hay, garabateada, una inscripción griega. Pertenece al co-
nocido grupo de tituli memoriales, es decir, a inscripciones en que una
persona recuerda a otra. En nuestro caso un tal Paccius Eutychus re-
cuerda a su amigo o familiar Glykon. Está comprobado, que sólo se en-
cuentran inscripciones de esta índole en lugares sobresalientes, bien
por su belleza natural, extraordinaria, o por un culto y veneración espe-
ciales. Esta vieja costumbre todavía hoy tiene vigencia, sobre todo en
los santuarios a los que acuden peregrinos. Como en nuestro caso
no se trata de belleza natural, L. Paccius Eutychus debió sentirse obli-
gado a efectuar la inscripción por motivos de culto; y el único mo-
tivo de culto, allí, era la tumba del Apóstol. Así parece ser, además,
por haber toscamente dibujada, en el grafito, la silueta de un pez
que nos garantiza el carácter cristiano de la inscripción. Distintos ele-
mentos, como la índole especial de la escritura, el uso de la lengua griega
y la forma del nombre, sitúan el grafito en el siglo II.
M. Guarduci, que ha dedicado ya un estudio a este grafito 20 en la
publicación "Esplorazioni"21 se refiere, con razón, a la importancia
de nuestra inscripción, calificándola de testimonio histórico. Puesto
que no se podía llegar a la tumba del Apóstol por el lado ele R-R' a
causa del muro rojo, esta inscripción tiene que ser anterior al muro,
es decir, anterior al año I6o. Esta inscripción de L. Paccius Euty-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 139

chus, testifica indirectamente que se ha venerado en este lugar al


Apóstol antes de construirse el tropaion.
Con la construcción de los mausoleos R-R' y S, la tumba central
cambió de situación. Sin protección ninguna, estaba juntamente con
los otros sepulcros al borde del pasillo, entre las nuevas construc-
ciones sepulcrales, metiéndose incluso en ellas probablemente. Así pudo
ir madurando fácilmente el plan de tomar medidas de protección.
No puede dudarse razonablemente de que los recintos funerarios
Q y P, con su clivus, pertenecen a un mismo plan de construcción. Fig. 80
Su forma, de patio abierto, el hecho de excluirse la incineración, el
muro rojo común, nos lo dicen claramente. Conocemos la cronología
de estas instalaciones por los sellos de los ladrillos empleados en el
desagüe de Q. Se trata de tiempos anteriores al gobierno de Marco
Aurelio; más exactamente de los años 142 al 161. Una doble cons-
trucción tan importante como la nuestra, en "suelo sagrado", donde
se enterró al fundador de la comunidad romana y primer papa, no
pudo surgir de una simple iniciativa particular. Aquí sólo cabe pensar
en un encargo de la comunidad cristiana de Roma con su obispo al
frente.22 Si pensando en ello releemos la vieja crónica de los papas
(Liber Pontificalis) las biografías cortas que contiene, nos encontrare-
mos con que los papas de aquel entonces eran Pius (140-155) y Aniceto
(155-166). Como no parece muy probable que ya los primeros ladrillos
que salieron de la alfarería de Marco Aurelio y de su esposa Faustina.
se emplearan en aquel desagüe, y como la situación general de las ins-
talaciones precedentes a la construcción de la sala parece rebasar la
mitad del siglo, de ahí que estos trabajos se realizaron seguramente
bajo el pontificado de Aniceto. Hay otra nota en el mismo Líber Ponti-
ficalis que confirma esta suposición. En una antigua versión de la
vida de Anacleto (76-88) se dice: "éste construyó el monumento fú-
nebre de San Pedro y un panteón para los obispos".23 El cronista que
cuidaba del Líber Pontificalis en el siglo VI, parece haber repasado
el manuscrito que se le entregó y añadido cosas, haciendo constar es-
pecialmente la fecha de monumentos y hechos memorables.24 ¿ Extra-
ñaría por tanto que, siendo así, hubiese confundido nombres como
Aniceto y Anacleto, tan parecidos entre sí? En todo caso, no hay que
perder de vista el hecho de que los trabajos realizados durante el pon-
tificado de Aniceto son, precisamente, los que el Liber Pontificalis
atribuye a Anacleto.25 Como ya sabemos y veremos todavía detallada-
damente, se construyó, en el muro rojo de la antesala sepulcral P,
ENGELBERT KIRSCHBAUM

un monumento memorial sobre la tumba del Apóstol, el "tropaion",


y unido por el mismo muro rojo se añadió, además, el recinto sepul-
cral Q con seis sepulcros completos revestidos de ladrillo.
Se comenzó por construir el recinto sepulcral Q. Para ello se utilizó,
por ser lo más fácil, el muro de fondo de R'. Pero como este no iba
completamente en ángulo recto, sino que se desviaba algo hacia el
suroeste, también se le dió la misma dirección a la forma rectangular
de Q. Alrededor de una pequeña antesala descubierta, adoquinada con
cubos de basalto, se hicieron, en tres de sus lados, oeste, norte y este,
tres profundos arcosolios. El interior de cada sepulcro se construyó en
forma de nicho, amplio, mirando al patio. Sobre cada sepulcro se hizo
una concavidad no muy profunda en la parte del muro correspon-
diente enmarcando el sepulcro. La parte exterior del muro fué pro-
tegida por el norte contra la humedad mediante un revestimiento más
grueso que de costumbre, mientras por el este, donde se erigió el cono-
cido muro rojo, la protección contra la humedad, aunque menos gruesa,
estaba directamente mezclada con la fábrica del muro. Desgraciada-
mente, nada podemos decir sobre el lado exterior oeste, del que sólo
nos quedan fragmentos insignificantes, pero podemos suponer que
tenía un revestimiento parecido.
Cuando al construir el muro rojo se llegó al extremo sureste
de Q, se tuvo que reconocer que su curso, correcto en cuanto al resto
de los muros de Q, no lo era para unirlo bien respecto al muro oeste
del mausoleo S. Como ya dijimos, esto se debía a que se respaldaba
en el muro trasero de R' que no iba en ángulo recto. Entonces, según
parecer ser, se decidieron a corregirlo, desviándolo hacia el sur. An-
tes de dedicarnos a la disposición del recinto P y de su monumento,
tenemos que seguirle la pista a la construcción del clivus.
Puesto que el recinto Q, por estar descubierto, no quedaba res-
guardado de la lluvia, construyeron un desagüe, canalizando por el
extremo este del costado sur, cerca de la entrada. Las aguas desem-
bocaban en un canal triangular al principio, rectangular después, ex-
trañamente construído, que iba oblicuamente desde el este hasta el
oeste del clivus. Allí, las aguas eran recogidas por un conducto cilín-
drico que las llevaba hasta delante del muro bajo del corredor de O ,
atravesando a lo largo, por bajo tierra, la fachada de S. Aquí se pier-
den las huellas detrás de los mausoleos T y U construídos más tarde.
El clivus estaba cerrado por el muro rojo a todo lo largo de R-R'. La
pendiente quedó recta y suave. En cambio, al final, se construyó una
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

escalera que llevaba median- Fig. 31


te sus seis altos escalones a
la entrada de Q. Esta esca-
lera probablemente estaba ya
terminada antes de que se fi-
jara la altura definitiva del
piso de Q. Lo cierto es que el
suelo de basalto resultó que-
dar más elevado que el es-
calón superior, rebasando in-
cluso en unos 0,10 m. la par-
te inferior del umbral de tra-
vertino, que había sido co-
locado sobre el escalón de
forma sorprendentemente tos-
ca. Al hacer esta reforma no
se tuvo en cuenta la entrada
de R', que llegó a quedar
unos 0,70 m. por sobre el piso
del clivus. Esto trajo como
consecuencia que más tarde
se completara la escalera, aña-
diendo cuatro escalones para
dar acceso a esta puerta. Se
colocó, también, un pequeño
banco delante del muro oeste
de S y del correspondiente
trozo del muro rojo. La en-
Fig. 31. Reconstrucc'ión del «cUvus»
(s. E. 68).
trada del clivus se cerró, qui-
zás más tarde, mediante una
puerta.
Si echamos un vistazo por sobre toda la instalación, es entonces
esa puerta la que nos preocupa. ¿ Por qué se cerró el clivus, cuando
precisamente daba acceso a R' y Q?; ¿ por qué se hizo una puerta,
cuando R' y Q tenían ya la suya propia? Finalmente ¿ por qué se
hicieron bancos en el clivus? Tenemos razones poderosas para con-
siderar cristianos a los propietarios de Q. Pero los de R-R' eran pa-
ganos, como lo demuestra más que suficientemente, con su cínica ins-
ENGELBERT KIRSCHBAUM

cripción,26 el sarcófago de Flavius Agrícola, hallado allí. ¿ Puede uno


imaginarse una fiesta fúnebre cristiana en un lugar de acceso a un
mausoleo pagano ? Pensando así se explicaría la puerta, pero sería
tanto más extraña la falta de grafitos cristianos - u otras señas -
en las paredes, especialmente en el muro rojo, cuyo fragmento más
importante se ha conservado aquí intacto.
[i'ig. 29, 18 Al sacarse la tierra para construir el clivus y su desagüe tuvieron
que topar necesariamente con la tumba central y con los dos sepulcros
¡ y t.
El sepulcro t y la parte superior de la torre de I sólo se adentra-
han unos cuantos centímetros por su extremo noroeste en la línea
proyectada del muro rojo, por lo que pudieron fácilmente ser res-
petados. No sucedió lo mismo con la tumba central, que probable-
mente se metía, por su costado oeste, hasta dentro del clivus. Siendo
así no había posibilidad, entonces, de respetar la tumba, a no ser im-
posibilitando el acceso al propietario vecino, pagano, del mausoleo R'.
Sólo quedaba la solución de acortar la tumba lo indispensable para la
realización del proyecto. Se trataba de suprimir un tercio de la tumba.
Había que quitar dos baldosas y adentrar un poco más el esqueleto,
medida ésta que carecía de suyo de importancia.27
A primera vista, a una persona de hoy le podría parecer extraña
y contradictoria esta modificación carente, en apariencia, del respeto
que se le tenía a la tumba del Apóstol. Tenemos que guardarnos, em-
pero, de aplicar nuestra imaginación y sentimientos actuales, que son
resultado de un culto dedicado a San Pedro durante muchos siglos,
a una época, en la que todavía se desconocía un culto semejante.
A mediados del siglo II, aproximadamente, estamos todavía en los
balbuceos de este culto y veneración. Además, se trataba de una me-
dida impuesta por la necesidad, y que servía precisamente para mejor
conservar y proteger el sepulcro.28 Nos parece más seria otra dificul-
tad, que resulta comprensible, si se tiene en cuenta lo legislado para
cementerios en el derecho romano. Obligaba éste a solicitar permiso
oficialmente para reformar una tumba, e imponía, en este caso, el
sacrificio de un animal.29 Precisamente esta última condición hubiera
significado para los cristianos un obstáculo infranqueable. En nuestro
caso concreto, es fácil comprender, que para una intervención tan in-
significante no se solicitara el permiso oficial y, menos todavía, que
se hiciera el sacrificio. Los cristianos durante casi 300 años nunca pu-
dieron abrir una tumba o trasladar osamentas, a pesar de todos los
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 143

111 ••

•••. A .;-o; ::::il!~~i~!;;_4. . • •


Pig. 32. Los patios sepulcrales en el ábside oonstantiniano (s. E. II, 107).

permisos oficiales, donde regía el derecho romano. Esto, en teoría;


no en la práctica. Nos tenemos que atener a las condiciones en que
encontramos las cosas, y a lo que de ellas se puede deducir. Sólo así
podemos saber lo que ccur+: '. __ 1 ealidad.
Ya hemos hecho constar antes que los fundamentos del muro rojo
se ahuecan triangularmente al pasar por encima de la tumba. Se ha
actuado, efectivamente, con peculiar respeto, y sólo se ha quitado evi-
dentemente lo imprescindible. Por sobre el lugar del sepulcro hay,
hecho adrede, dentro del fundamento del muro, otro nicho construído
con igual tosquedad que la del trozo de muro rojo correspondiente,
parcialmente adosado al terraplén."
Al tiempo que se construía el muro rojo se amuralló por el norte
y este el campo sepulcral P. Tenemos que suponer que la entrada
144 ENGELBERT KlRSCHBAUM
!
estaba al norte o al este, pasando por sobre la escalera de los Matucci.
Nos gustaría, también, suponer que Q y P se comunicaban. No que- J,
dan huellas para demostrarlo, por haber desaparecido las partes
correspondientes del muro rojo. Esta comunicación, de existir, tendría
que haber pasado por encima de uno de los sepulcros de Q, lo que
si bien es posible no es muy probable.
El tropaion, cuya forma ya conocemos, se construyó en el centro
del muro rojo. Queremos llamar la atención nuevamente sobre el cui-
,.
¡'

dado y esmero con que se aseguró la comunicación con la tumba que I. J


Fig. 32 había debajo, poniendo, ladeada, una losa en el suelo.
La forma de este monumento sepulcral, considerada por algunos
como imposible y por otros como frecuente,31 nos recuerda la de un
altar, con sus piezas descansando sobre columnitas. Pero ciertamente
Lám. 26 nada tiene que ver con un altar. Tampoco es extraordinario ni co-
rriente. En Roma se encuentran a veces monumentos parecidos,
como por ejemplo, en la necrópolis que hay junto a San Pablo, en
la Vía Ostiense. Su construcción, empotrada en la pared, los nichos,
la placa saliendo para afuera, todo lo esencial está ahí como en los
Lám. 27 otros casos. Sólo tiene la particularidad de que la placa reposa, libre,
en dos columnitas esbeltas, en lugar de estar adosada al muro. Pero
si se tiene presente que en nuestro caso en la parte inferior del mo-
numento hay, en lugar de un nicho para urnas cinerarias, la losa
movible de una tumba, nuestro tropaion significa una hábil adaptación
de la forma corriente a una nueva finalidad. Ocurre aquí, en pequeña
escala, lo que tantas veces vemos sucede en estos tiempos del cris-
tianismo primitivo, esto es una adaptación de formas paganas a con-
tenidos o funciones cristianas. También la discutida construcción de
la Basílica cristiana, algo posterior, se podría condensar en esta
fórmula.

De Aniceto a Constantino

La historia. de la tumba de Pedro es esencialmente, de ahora en


adelante, durante dos siglos, la historia del tropaion. Lo primero que
tenemos que reseñar son los signos de veneración de esta tumba. A la
derecha del nicho central y en el rudimentario revoque, un visitante
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 145

piadoso grabó una inscripción. Sólo se le puede señalar una fecha


aproximada. Tiene que haberse grabado a fines del siglo II ó princi-
pios del III, cuando el griego todavía se hablaba mucho. Este gra-
fito, descifrado por primera vez por A. Ferrua, no se conserva íntegro Fig. 33
por desgracia. El resto se lee IIETP... ENI... y casi no es posible Lám. 24
dudar que se refiera a Pedro. Pero la otra palabra es enigmática. Se
propuso leerla: EN(E)IPHNH, lo que es perfectamente posible. La
traducción castellana "Pedro en paz" recoge apenas el sentido autén-
J tico. "Paz", en el habla usual de los primeros cristianos, no significa
tanto el estado espiritual de la persona, de tranquilidad, de paz aní-
mica, sino que se refiere a la "Iglesia". Quien muere "en paz" lo hace
descansando en un credo justo, en comunión con los santos, en el re-
gazo de la verdadera iglesia.32 El cristiano o cristiana que grabó estas
palabras en el muro sólo quería hacer constar que Pedro era un cris-
tiano. Quizás interpretarlo como inscripción hecha por algún pere-
grino 100 ó 150 años después de la muerte del santo, sea poco con-
vincente. Uno hubiese preferido encontrarse con otra fórmula, como
por ejemplo "in Deo" o "Vivas in Christo". Pero en el fondo, en
esta clase de grafitos populares todo es posible. Quizás sea lo más
exacto considerar el problema de E N I coíno no solucionado.
¿ No es extraño, en última instancia, que sólo haya un único grafito
en el muro rojo? Sólo se ha encontrado uno, pero sería ir demasiado
lejos el sacar la conclusión de que siempre ha habido uno solamente.
Del revoque original del tropaion nos queda hoy solamente el frag-
mento cubierto por el muro de defensa añadido más tarde, que lla-
mamos muro grafítico. Y de estos restos del revoque sólo se ve una
pequeña parte a causa de la cajita de mármol o arquilla que hay em-
potrada en la pared. Si, pues, en esta minúscula superficie, en relación
con todo el resto, se encuentra un grafito, está justificado suponer que
hemos perdido con el resto del revoque desaparecido, una cantidad
proporcional de ellos. 23
El monumento del Príncipe de los Apóstoles debió ser durante un
siglo o más, centro de veneración, siempre creciente, hasta que se pro-
dujo en su lado derecho, por razones que nos son desconocidas, una
grieta en el muro rojo que lo atravesaba verticalmente. Quizás el blo-
que, consistente y pesado, de la escalera del clivus que llevaba a Q,
. produjo una inclinación en dirección sur, por lo que el muro rojo re-
ventó poco más allá de la entrada de Q, punto débil a causa de las
cavidades de la tumba que allí había.

10
ENGELBERT KlRSCHBAUM

Fig. 33. El grafito IIETP (OS).

Las consecuencias para nuestro monumento fueron catastróficas.


Para protegerlo contra mayores daños construyeron un muro de de-
fensa delante de la grieta sin unirlo al muro averiado. Ni siquiera se
desprendió el revoque rojo. Al construir los fundamentos del muro
de defensa, ya se profundizó mucho, hasta topar con los , se-
pulcros O y t . Se nota el esfuerzo realizado para cuidar el tropaion
lo más posible, en ese colocar el muro de defensa no precisamente
perfectamente delante de la grieta, sino un tanto más hacia el norte.
A pesar de ello resultó inevitable el acortar al norte la gran placa de
travertino y, en consecuencia, desplazar la columnita hacia el sur, Las
averías en la parte baja, aunque menos visibles, eran de mayor im-
portancia. Debió ser entonces, cuando se rompió la parte del viejo
murete de protección m 1, que se encontraba allí. Es la primera inter-
vención de cierta envergadura que se efectuó en la parte norte del
tropaion, que en lo sucesivo sufriría todavía intervenciones más fu-
nestas.
Se intentaba mejorar el deteriorado monumento, con su asimetría
entre columnitas y nichos, que debía molestar mucho, añadiendo de-
Ji'ig. 34,b-b' talles. En las dos superficies murales, ahora desiguales, que había
junto al nicho central, se reemplazó el revoque rojo por piezas de
mármol blanco, recubriéndose también de este mismo mármol, conse-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 147

cuentemente, todo el espacio que había entre columnas y nichos, con lo


que el pavimento vino a quedar bastante más alto que el anterior. Por
esto se produjo un desagradable intersticio entre las columnas, que
estaban más bajas, y el pavimento de mármol, que quedaba más alto.
Probablemente pusieron entonces unos como listones de mármol ade-
cuados (de unos 7 cm. de alto) para tapar el hueco que quedaba en
torno a las columnas. Así parecen decírnoslo las hendiduras practica-
das en las bases de las columnas.34
Las modificaciones en la losa ladeada que había en el suelo del
monumento, se debieron realizar también cuando estos trabajos. Se
quiso, al menos, suprimir este defecto estético. Que con ello - no del
todo a Dios gracias - suprimían uno de los indicios históricos más
importantes de entre los que testimonian la existencia de la tumba del
Apóstol, es algo que no se les ocurrió ni remotamente. Se corrigió
la posición ladeada de la acanaladura sur, poniéndola en ángulo recto
con la pared, y quitando el trozo correspondiente del muro (m2). La Fig. 13
parte norte no se pudo modificar porque, como ya dijimos, el murete
tuvo allí que dar cabida al nuevo muro de defensa que se había cons-
truído. En su lugar se hizo, en la misma pared, una estría en forma
de acanaladura. Aunque se trata de unos trabajos bastante improvi-
sados, delatan sin embargo la conmovedora intención que tuvieron
los 150 ó 200 años que siguieron a la muerte de Pedro, de conservar
el viejo monumento decorosamente. ¿ Qué otra tumba podría vana-
gloriarse de semejantes cuidados?
A pesar de ello, esta reforma del tropaion resultó insuficiente. Fué,
quizás a fines del siglo III - no se puede dar fecha más precisa -
cuando- se emprendió una mejora relativamente lograda ; no se puede
saber por qué causa. Pudo ser motivo suficiente la creciente venera- Fig. 35
ción por el Príncipe de los Apóstoles. Al sur del tropaion se construyó
un estrecho murito (s) sobre el pavimento de mármol y contra el re-
vestimiento marmóreo del muro rojo. Se alcanzaron, con ello, dos
objetivos. El tropaion quedaba ahora cerrado por ambos lados, por
lo menos en su parte más importante, bajo la placa de travertino. Ade-
más, el nuevo murito tenía la misma anchura - por lo menos en su
parte inferior - de modo que ahora quedaba, a la izquierda del nicho,
el mismo espacio libre que a la derecha. La impresión general del
monumento se hizo de este modo mucho más favorable. Por otra
parte, se completó el revestimiento de mármol colocando piezas de
mármol gris en la parte interior de los muros laterales (s y g) y en
ENGELBERT KIRSCHBAUM

,1,: g

:
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••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• .:

o o.so 1m.
N

Ji'ig. 34. Plano horizontal del «tropaion)) después de construido el


-------- -
muro g (s. E. 100).

el nicho. De este modo se logró algo parecido a una lujosa confessio


de mármol blanco y gris. Para completarlo se pavimentó de mosaico
el patio sepulcral P, mosaico del que se conservan sólo algunos frag-
mentos al noroeste del patio. El dibujo presentaba un fondo blanco
con ligeros motivos decorativos en color alrededor de los cuales había
franjas verde-oscuras que iban ensanchándose progresivamente. Para
ello se levantó todo el piso. Por esto se tuvo que hacer un zócalo es-
pecial de mármol por delante de las columnitas del tropaion que, según
el antiguo nivel del piso, quedaban un tanto hundidas.
Hemos llegado a un momento oportuno para hablar de un aconte-
cimiento que dejó marcadas sus huellas en nuestro monumento. Nos
referimos al traslado de algunas partes de huesos a la Vía Appia,
a un lugar que está debajo de lo que es hoy San Sebastián. No vamos
a tratar aquí este difícil problema, estudiado tantas veces sin conse-
guir solucionarlo. Baste ahora lo esencial, pues, por su relación con
otras cosas, nos lo encontraremos de nuevo. La opinión que nos pa-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 149

---------""'!·-··----··"
ROTE MAUER

.
¡
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g
d' d'I\
¡
-'-·········--·······-··········

Fig. 35. Plano horizontal del «tropaion» después de construido el


muro S (s. E. 171).

rece más acertada, es la que supone que se aseguró la osamenta de


ambos apóstoles en la necrópolis de la Vía Appia, ya entonces en
gran parte cristiana, cuando la persecución decretada por Valeriano,
que duró desde el año 257 hasta el 259. El emperador Valeriano cerró
los cementerios cristianos, cosa nunca vista hasta entonces en perse-
cuciones precedentes. Es fácil suponer que temieron entonces por las
tumbas de los Apóstoles, que ya gozaban de veneración. En todo caso,
fuentes históricas legítimas testifican que se celebró una fiesta es-
pecial dedicada a los Apóstoles en la Vía Appia, señalándose como
fecha el año 258.•5 Otras noticias nos dicen que los cuerpos de los
Apóstoles fueron colocados provisionalmente debajo de San Sebas-
tián.36 Aunque en el transcurso del tiempo la leyenda haya velado la
verdad histórica, el fondo del relato es siempre el mismo. En torno
al año 258, se produjo allí una corriente de veneración que se mani-
festó muy pronto por medio de inscripciones en honor de ambos após-
toles. 37 El emperador Constantino construyó sobre este lugar una de
sus primeras Basílicas en honor, por cierto, de ambos apóstoles. Todo
ENGELBERT KIRSCHBAUM

se explica con naturalidad suponiendo que, en realidad, la osamenta de


los apóstoles se depositó allí provisionalmente.
Tenemos motivos, pues, para suponer que en esta época, esto es en
el año 258, se sacaron restos de San Pedro de la tumba; por cierto.
creemos que solamente se sacó el cráneo. Más tarde diremos en qué
motivos se basa tal suposición. Aquí nos interesa tan sólo preguntar-
nos por las repercusiones que estos acontecimientos tuvieron en el
tropaion y en su tumba. Se trata otra vez de intervenciones forzadas
que, como tales tuvieron que hacerse con urgencia, no pudiendo por
ello tener muchas consideraciones para con el monumento. Es notable,
sobre todo, que no quedara ninguna baldosa de las que seguramente
había antes. Podemos considerar que se perdieron ya dos de ellas
cuando la construcción del muro rojo, pero debieron quedar cuatro, o
por lo menos dos suponiendo una cubierta parecida a la de i • No se
podía llegar al esqueleto, sin quitar previamente estas baldosas.
¿ Quién las quitó, de no tener lugar nunca un traslado a San Sebas-
tián ?, ¿ quién, además, escondió los restos debajo del muro rojo,
donde casi hubiera podido pasar desapercibida, incluso a los excava-
dores? Todo esto exige una explicación. No cabe duda de que todo se
da en un orden histórico sorprendente, suponiendo que tuvo lugar el
traslado de huesos de San Pedro a San Sebastián tal como nos
cuentan las fuentes. 38
· Es difícil saber si ya existían la grieta del muro rojo y el muro de
defensa que la cubría. Los grafitos, tan abundantes en la parte norte
de este muro, no muestran, en contraste con los de San Sebastián,
ningún elemento griego. Esto nos lleva a pensar en una época pos-
terior, esto es, a fines del siglo III o principios del IV. De este modo
se puede fechar también el mismo muro de defensa, pues no hay
por qué suponer que los peregrinos y visitantes no lo llenaron de
inscripciones desde un principio.39
Tenemos que hablar todavía de algunas sepulturas que se hicie-
ron cerca de la tumba del Apóstol durante el siglo III y principios
Fig. 18 del IV. Se adosó a la pared oeste de O una sepultura sumamente po-
bre, la ~ , consistente tan sólo en un par de baldosas apoyadas contra
el muro. Al norte del tropaion y a lo largo del muro rojo se enterró
un ataúd de arcilla rojiza x . Sobre éste colocaron más tarde otro
amarillento A .40 Al sur, en ángulo recto con el muro rojo, se cons-
truyó el sepulcro ~, una gran caja de mármol cubierta de baldosas.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

Quedan vestigios insignificantes de la decoración que, para este se-


pulcro, se hizo en el muro rojo.
Los sepulcros que acabamos de describir solo constituyen, empero,
una pequeña parte de los sepelios preconstantinianos del recinto sepul-
cral P. Durante las primeras excavaciones quedó sin explorar, por
razones técnicas, la mayor parte de la mitad norte del campo, a pesar
de que este trecho podía contener las tumbas más antiguas, por no
estar terraplenado. Se encontraron éstas, en efecto, en gran cantidad,
durante las excavaciones más recientes. Basándose en la publicación
provisional y sumaria de Prandi (75-89) sobre el asunto es apenas
posible entrar en detalles, aparte de que no aportan éstos ningún
punto de vista nuevo, sino que solamente ilustran, por la cantidad
impresionante que se da, el auge de la veneración a Pedro en este
siglo preconstantiniano.

La obra de Constantino

Varias veces en el curso de la exposición hemos hablado de cómo


el Vaticano cambió radicalmente de espacio cuando las obras reali-
zadas por el emperador Constantino. Ahora queremos exponer 'ínte-
gro e ininterrumpido el desarrollo de las obras ya que influyeron de-
cisivamente en la historia de la tumba de Pedro.
Como se sabe, durante los siglos XVI y XVII se derribó la igle-
sia constantiniana de San Pedro, reemplazándola por el monumental
edificio barroco actual. El derribo fué tan radical, que nada queda de
ella, salvo pequeños vestigios. Pero a pesar de todo, conocemos perfecta-
mente el aspecto de aquel edificio. Aparte de algunas descripciones an-
tiguas poseemos, sobre todo, la valiosa obra de Tiberio Alfarano, canó-
nigo, en la que describe la iglesia de San Pedro tal como estaba a fines
del siglo XVI. Entonces sólo se había derribado su costado oeste. La Lám. 31
parte este, delantera, todavía se conservaba intacta. Alfarano hasta nos
legó un plano, prolijamente elaborado, en el que se señalan cuantas
cosas había de interés en el edificio. Conocemos, además, el aspecto que
ofrecía la iglesia de San Pedro en la época de transición y reforma
por los muchos dibujos que hicieron entonces varios artistas. El papa
Paulo V ordenó se pintaran algunas vistas o perspectivas del antiguo
ENGELBERT KIRSCHBAUM

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Pir,. 36, [;,;is partes que se redescubrieron de la fábrica canstantiniana


(s. E. 103).
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 153

edificio en las paredes de la nueva iglesia, así como se pintaron en las


grutas capillas y altares célebres. Claro está que todo esto nos ofrece
una idea relativamente fiel del edificio constantiniano y de su decora-
ción medieval, pero no puede consolarnos de la pérdida total de este
monumento.
Durante las excavaciones se pudieron redescubrir, por suerte, par-
tes importantes de la fundamentación de la antigua Basílica: los seis
muros de las cinco naves longitudinales y elementos de la nave trans-
versal y del ábside. Los arqueólogos pudieron comprobar, independien- Fig. 36
temente de lo referido por Alfarano, las medidas esenciales del edificio, Lám. 28
y reconstruir el plano original sobre una base segura. Si pensamos que
se trata en nuestro caso de uno de los edificios más valiosos e impor-
tantes de la iglesia antigua, podemos imaginarnos lo que significan es-
tos descubrimientos para un conocimiento científico de la antigüedad
cristiana.
Los muros encontrados permiten investigar directamente su es-
tructura y fijar su fecha de construcción con independencia de testi-
monios literarios. La Basílica de San Pedro, tenida por obra de Cons-
tantino según distintos informes antiguos e inscripciones que ya men-
cionamos antes, se evidencia ahora como tal en esos muros descubier-
tos cuyas características son típicamente constantinianas. Característi-
cos son, por ejemplo, el espesor de la argamasa y la medida de los la-
drillos. Después de analizar escrupulosamente un muro que pudimos
descubrir hasta el fondo de aguas subterráneas, comprobamos, contra
lo que suponía la tradición ( que los muros constantinianos descansaban
sobre los fundamentos del antiguo circo de Nerón) que eran, los mu-
ros, todos, de una pieza y que formaban unidad, siendo constantinianos
hasta en sus mismos fundamentos. Aparte de que no se logró encon-
trar el circo, se ha podido comprobar el hecho extraño de que el pa-
vimento. de la Basílica estaba, al Sur, al menos en el trozo que descu-
brimos, unos 7 m. más elevado que el nivel original del suelo. Las me-
didas son distintas a causa de lo accidentado del terreno, siendo me-
nor al oeste que al este la diferencia de altura entre el nivel del suelo
y el del pavimento de la Basílica. La antigua iglesia de San Pedro,
pues, descansaba, al sur, en un imponente pedestal.
Por el contrario, los muros del fundamento norte tienen relativa-
mente poca profundidad. Esta forma extraña de construir se explica,
en nuestro caso, sencillamente, por la peculiar configuración del terreno
vaticano, ya descrita detalladamente. El solar con que se encontró Cons-
154 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Fig. 37. Corte transversal (sur-norte) a través de la basílica cons-


tant·iniana y de la necrópolis (s. E. 106).

tantino, además de estar ocupado por una necrópolis pagana, era todo
menos un solar adecuado para construir una gran basílica de cinco na-
ves, nave trasversal y atrium.
Para realizar su plan, grandioso, el emperador tuvo que vencer di-
ficultades extraordinarias. El sepulcro era, según el derecho romano,
un "locus religiosus" y como tal estaba protegido por la ley. Se ha-
cían necesarias las enormes atribuciones de un emperador que osten-
taba al mismo tiempo la máxima autoridad religiosa para obrar en
contra de este derecho. Como se trataba, además, de un sitio de sepe-
lios, en el que las ricas familias romanas habían ido enterrando durante
siglos a sus difuntos, el cerrarlo y convertirlo en solar de construc-
ción, debió topar con una gran resistencia.
A estas dificultades de índole jurídica y moral se sumaban toda-
. vía las de orden material, realmente serias. Para allanar el terreno,
accidentado, a fin de lograr un gran solar apropiado para construir en
él, Constantino se vió obligado a construir al sur, hacia el valle, unos
inmensos fundamentos, y tuvo además, que meterse mucho por el norte
en la colina vaticana para lograr allí el nivel de la parte sur. Es difícil
imaginarse la cantidad de tierra que se tuvo que manejar y trasladar
en tales operaciones, tierra que se echó como relleno en el hueco que
había quedado al construirse los fundamentos sur. Los mausoleos no
fueron, simplemente, cubiertos de tierra. Se descubrieron sus bóvedas
Lám. :es y sus recintos se rellenaron de tierra. Los arquitectos de Constantino,
Fig. 38 al encontrarse ante esta red de cajas destapadas que eran ahora los
mausoleos; añadieron, por prudencia, unos cuantos muros más, par--·
tiendo en dos los espacios demasiado amplios, y construyeron más
muros, y subieron los demasiado bajos hasta la altura de los otros. Así,
el relleno de este como valle artificial se solucionó técnicamente de far-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 155

Ji'-i,g. 38. Plano horizontal de la neceooou« con el amurallamiento


constantino (en gris) (s. E. 107).

ma que evitaron en el futuro deslices o corrimientos de tierras im-


portantes debajo del gran edificio, o que por lo menos fueran estos ino-
fensivos, limitándose a pequeños espacios mediante este "encasilla-
miento". Al mismo tiempo se logró que las tumbas quedaran ilesas
y bien protegidas, aunque inaccesibles, naturalmente, y deterioraron
gravemente, eso sí, la belleza arquitectónica de los mausoleos. Ese res-
petar en algo las tumbas debió menguar un poco la dureza de la con-
fiscación.
Tampoco puede sorprender que en esta ocasión se revisaran al-
gunos sepulcros para ver si contenían enseres de valor. Así, por ejem-
plo, se encontró vacío y sin tapa el gran sarcófago de mármol que
hay en el mausoleo de los Marcios. La tapa, rota, aserrada en partes, Fiu. f
yacía a un lado del mausoleo. También faltaba en el mausoleo <f> la pe-
sada tapa de travertino de su gran tumba central. Parece ser, sin em-
bargo, que sólo se abrieron algunas de las tumbas más conspicuas, pues,
en general, apenas hay huellas de semejante profanación. Entre los
albañiles que trabajaban en las obras de Constantino había sin duda,
cristianos que garabatearon y escribieron en las paredes, como hemos
relatado antes al referirnos al mausoleo de los Valerios (H).
Estos trabajos preparatorios, vista la extensión del terreno a edi-
ficar, debieron durar. muchos años y resultar costosísimos. De ahí que
se plantee nuevamente la cuestión : ¿ por qué el emperador insistía
en un solar tan lleno de dificultades cuando tenía, un poco más al sur
tan sólo, terrenos mucho más ventajosos? Lo único que justifica su
conducta es que la tumba de Pedro se encuentra en esta necrópolis
pagana, y que sobre ella, como centro, se había de levantar la Basí-
ENGELBERT KIRSCHBAUM

lica. El campo sepulcral en el que está el tropaion sobre la tumba del


Apóstol, se encuentra en la pendiente de la colina vaticana, a una altura
que obligó, para poder erigir allí la basílica, a obras de desmonte en
la parte norte de la colina, y a construir un enorme terraplén al sur
de la misma. Hay que añadir, todavía, Otra difícil circunstancia.
Hoy estamos acostumbrados a construir en cualquier sitio una
iglesia y dedicarla a un santo, sin que nos sea dificultad el transpor-
tar reliquias y huesos de un lugar a otro. Pero para Constantino
esto no era posible. En sus tiempos, una Basílica en honor de un santo
- y el santo en los primeros tiempos del cristianismo es el mártir - se
podía construir solamente sobre la tumba del mismo, o en el lugar,
donde había sido martirizado y ejecutado. La tumba misma, según
el derecho romano, y parecer cristiano, era algo sagrado, completa-
mente inviolable. El trasladar cuerpos de santos no era cosa fácil
en aquella cristiandad occidental. La carta de Gregorio el Grande a
la emperatriz Constantina prueba lo que venimos diciendo. Esta le
había pedido reliquias del príncipe de los Apóstoles. El Papa, muy
cortés, rechazó, tajante, la petición. Después de hablar en su carta de
los castigos de Dios que habían acarreado casos semejantes, decía: "Los
romanos y todo el occidente consideran inadmisible y sacrílego el
mero hecho de tocar los cuerpos de los santos. Si alguno osare hacerlo
temerariamente no quedaría sin castigo".38
Si Constantino quería dedicar una basílica al príncipe de los Após-
toles, tenía que hacerlo sobre su tumba. Precisamente la situación de
la tumba de Pedro, tan desfavorable, y las muchas dificultades que
tuvieron que vencerse para poder construir allí, constituyen. para nos-
otros, una prueba de que él no sólo estaba completamente convencido
de que la tumba de Pedro se encontraba en la colina vaticana, sino
también de su especial veneración al Apóstol. En estas circunstancias,
tan difíciles, hubiera podido conformarse con un edificio más sencillo.
como por ejemplo, la Basílica que erigió al Apóstol Pablo en la Vía
Ostiense. La leyenda tiene razón, en lo esencial, al decir, refiriéndose
al respeto que Constantino sentía para con el Apóstol Pedro que se
quitó humildemente su corona imperial y que llevó personalmente,
llorando, doce espuertas de tierra al sitio de construcción.w
Al derribar la parte oeste de la Basílica constantiniana y recons-
truirla en el siglo XVI, Bramante colocó una protección especial alrede-
dor de la Confessio.s? Sólo cuando la cúpula estuvo completamente cu-
bierta, se quitó la protección, en tiempos de Clemente VII (1592 hasta
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 157

16o5) y se procedió a reinstalar la Confessio. Lo mismo debió suceder


al construir la primera iglesia de San Pedro. Sólo después de cubrir el
edificio y dar por terminada su construcción, debió comenzarse la
transformación del tropaion. Mientras en la zona este, más baja, los
mausoleos pudieron conservarse casi hasta la altura de sus techum-
bres, los más altos de la parte oeste tuvieron que ser demolidos hasta
casi sus fundamentos. Sufrieron esta suerte, sobre todo, los muros
norte que cerraban el patio Q y las partes correspondientes de P. El
muro rojo fué derribado a derecha e izquierda del tropaion, hasta sus
fundamentos de la parte norte; en la parte sur, más baja, se conservó
una cantidad considerable de muro. Ciertamente la voluntad del em-
perador, de honrar la tumba del Apóstol, nunca se manifestó tan evi-
dente como cuando el tropaion, desnudo, solitario, aislado, se levan-
taba por sobre la necrópolis sumergida, en el amplio espacio, despe-
jado de la Basílica recién terminada.
Fué entonces cuando se intervino extrañamente en el muro de
defensa que exhibe al norte unos grafitos, excavando en él una como
caja de unos 0,77 m. de longitud, 0,29 m. de profundidad y 0,32 m.
de altura, revistiéndola completamente en su interior con piezas de F'ig. 12, 40
mármol. Sólo faltaba la tapa. La parte delantera se revocó con arga-
masa que aun se conserva sobre donde se cortó el muro rojo. No
puede uno evitar la impresión de que esta pequeña caja de mármol
debe significar algo respecto a la tumba del Apóstol, pues de lo con-
trario no se comprende el por qué hacerla y colocarla precisamente
allí. Más tarde volveremos sobre este asunto.
Al norte y sur se hicieron pequeños muros de refuerzo. Entonces F'ig. 12, h
se desmontó la parte superior del muro grafítico y se la juntó, for-
mando muro común, ancho, al muro antepuesto. Como esta obra se
unía en ángulo recto al muro rojo, se produjo, como consecuencia de
la leve grieta que se abrió en el muro rojo, más o menos hacia el
centro del tropaion, una forma algo irregular que fué compensada
por un estrato de argamasa que, al norte, se ensancha de este a oeste, F'ig. 10, b
como ya dijimos anteriormente. Después se rodeó todo con un zócalo
de mármol de 0,20 m. de espesor, formando una especie de pedestal
bajo. Siguiendo el bloque mural se pusieron bases de mármol, fuertes,
sobre las que se colocó el revestimiento exterior de la pared, de mag-
níficas placas de paonazzeto veteadas en azul y violeta. Hemos de
imaginarnos, en las esquinas, estrechas franjas de pórfido parecidas
a las que exhibe entre dos piezas de mármol, el dorso del monu-
ENGELBERT KIRSCHBAUM

mento. La parte frontal estaba abierta y remataba en lo alto por un


arco. Desde aquí se podía ver el viejo tropaion con sus dos nichos y la
franja de travertino que los separaba. También su interior fué, sin
Lám. 10 duda, adecuadamente decorado. A juzgar por la cajita de marfil
antes mencionada, la parte inferior debía estar cerrada probablemente
por una especie de puerta doble. En la parte superior del ábside se ve
una cruz entre dos figuras.
Ya indicamos se podía tratar de la cruz de oro que habían donado
Constantino y Elena para la tumba de los Apóstoles. En las figuras
que hay a ambos lados de la cruz, se puede ver tanto a Constantino
y Elena, como a los príncipes de los apóstoles Pedro y Pablo
Sería interesante saber cómo era el suelo del interior del mo-
numento constantiniano. Y a vimos como desde un principio se aseguró
Lám. 16, b la comunicación con la tumba por medio de una pieza movible. Donde
estaba la losa se encontró, vuelta hacia abajo, la inscripción de Aelius
Isidorus que probablemente había pertenecido como titulus a uno de
los mausoleos de la necrópolis. Esta losa no pudo emplearse hasta
después de cerrar e inutilizar la necrópolis, y no mucho después. El
empleo de la losa, por tanto, tiene que coincidir con las obras de Cons-
lNg. 40 tantino. El suelo del monumento debía estar entonces unos 0,40 m. más
bajo que el pedestal de mármol. El remate superior del monumento es
conocido gracias al relieve del cofrecito de marfil, así como la dispo-
Lám. 29 sición del cimborio en comunicación con la columnata que había de-
lante del ábside.
Para nuestra reconstrucción ofrece cierta dificultad la posición
de la columnita norte. La del sur estaba oculta en el interior del
monumento. La del norte, empero, había sido corrida hacia el sur a
causa del muro grafítico, por lo que debía ser visible, molestando, si la
parte delantera del monumento era simétrica. Puesto que la irregulari-
dad de los lados de la pared delantera se ha conservado claramente
hasta hoy, tenemos que suponer que tampoco Constantino evitó la asi-
metría que se produjo al incluir el muro grafítico. Por tanto, la parte
derecha del frontis era, seguramente, casi dos veces más ancha que la
izquierda, a fin de conservar la vieja apertura que había entre las dos
columnitas.41 Ya hemos descrito los restos del cimborio encontrados
cuando las excavaciones, y también el por qué aludimos al relieve
de la cajita de marfil.
La exposición de la historia de la tumba del Apóstol no permite
pasar por alto la cronología de las obras constantinianas en San Pedro.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 159

Se trata de un problema que ha ocasionado muchas discusiones; hoy


más que nunca. Ya hemos dicho que la estructura de San Pedro pre-
supone las obras de Constantino realizadas en Palestina. Es difícil
que el emperador pudiera comenzar sus obras de Tierra Santa antes
del año 324, año en que se adueñó del Oriente al vencer a Licinius.
Corrobora el cálculo el hecho de que las ricas fincas que Constantino
dispuso para costear los gastos de la construcción de San Pedro y su
conservación pertenecían, todas, a las provincias del Oriente, sobre
todo a Siria y Egipto. Conocemos hoy estos detalles por las listas
de donativos que nos ha legado el Liber Pontifica/is (la tantas veces 1.
mencionada crónica pontificiaj.s'' Se trata de datos tan exactos que 1

difícilmente se puede dudar de su autenticidad. El cronista tiene que


haber tenido a su disposición, al hacer la relación, los documentos del
viejo archivo de la Iglesia romana. Se ha señalado con acierto el con-
traste con las fincas dedicadas a la fundación lateranense que están
todas en Italia. 43 Hoy es opinión general que Letrán se construyó antes
que San Pedro.
Si en el Oriente sólo se pudo construir a partir del año 324, y San
Pedro es posterior a estas obras orientales, como parece ser con gran
probabilidad, debido al criterio que la inspiró, se puede suponer en-
tonces que la construcción de la Basílica de San Pedro no se. comenzó
hasta el decenio siguiente. Cabe aquí perfectamente la hipótesis de
Seston.44 El emperador Constante promulgó una ley contra la vio-
lación de sepulcros (Violatio sepulcri) el año 349. Llama la atención
que esta ley tuviera efectos retroactivos hasta el año 333. y es que
seguramente la demolición por Constantino de la necrópolis vaticana
debió servir de ejemplo y precedente para nuevas intervenciones de
esta índole, por lo que la ley de Constante, según Seston, tendía a
restablecer la disciplina anterior. El año 33, por tanto, debe ser el
año en que se comenzaron los trabajos del Vaticano. De ser esto así,
coincidiría esencialmente con nuestro razonamiento anterior, con la
sola diferencia de que nos cuesta aceptar la fecha de la ley como la
del comienzo de las obras. Es poco probable que Constante conde-
nara la conducta de su propio padre, quien, en realidad, no había
trascendido sus competencias legales al expropiar la necrópolis va-
ticana. Sólo se puede tratar, pues, de consecuencias que se dejaron
sentir, poco a poco, después de las obras del Emperador. Propone
Marrou 45 la hipótesis, de que el año 333 indique solamente el co-
16o ENGELBERT KIRSCHBAUM

mienzo de la responsabilidad personal de Constante en la administra-


ción, hipótesis que se podría concordar con la de Seston.
Pero, por otra parte, si se sitúa el comienzo de las obras algunos
años antes del ·333, es imposible imaginarse que la Basílica estuviese
terminada antes de la muerte de Constantino, acaecida en 337. Ade-
más, consta en una inscripción que hay en la Basílica, que uno de los
hijos de Constantino terminó la obra del padre. ¿ Se puede tildar de
exageración poética el atribuir al hijo el mismo mérito que al pa-
dre ?.46 No se puede asegurar a qué hijo del emperador se refiere
la inscripción. El último que murió fué Constancio, que reinó sola-
mente desde el 351 al 361.
La inscripción que hay en el mosaico por sobre el arco de triunfo :
Quod duce te mundus surrexit in Astra triumphans hanc C onstantinus
victor tibi condidit aulam 47 no pudo colocarse antes de la muerte del
emperador, pues la decoración del mosaico presupone terminada la
arquitectura del edificio que sólo pudo comenzarse una vez acabados
los enormes trabajos de nivelación. Aun suponiendo que comenzaran
muy pronto, después del año 324, difícilmente hubiera sido posible.
Además, el contenido de la inscripción no lo presupone de ninguna
manera. Constantino fué y quedó como fundador y donante también
después de su muerte. La ya mencionada inscripción de la cruz -le oro
regalada por el emperador y su madre Elena para la tumba del Apóstol,
es algo más difícil de interpretar. En ésta se califica a la tumba de
domus regalis y se dice que está rodeada de un "aula". Puesto que
se menciona a Elena conviene señalar que murió ésta alrededor del
año 330 y que la cruz no pudo hacerse de ninguna manera viviendo
ella, pues alrededor del año 330 no se habla de "domus regalis ., ni
de "fulgore splendens aula". O la inscripción se refiere a proyectos
aun sin realizar, o lo que es más probable, el oro que su hijo y ella ha-
bían donado con esta finalidad, se empleó más tarde para confeccio-
nar la cruz de oro a la que se puso, según deseo de los donantes, la
correspondiente inscripción.
Nuestra opinión sobre la fecha en que se terminó la iglesia de San
Pedro resulta también confirmada por una nota que hay en h crónica
del año 354. En esta compilación de diferentes fuentes históricas hay,
entre otras cosas, un calendario de fiestas, el más antiguo de la iglesia
romana, llamado "Depositio Martyrum". Comienza con la fiesta de Na-
vidad. Siguen después las fiestas de muchos mártires. Para el 29 de
junio encontramos la siguiente indicación, interesante · "III, Cal. Jul.
Lám. 25. Necrópolis de Isola Sacra, junto a Ostia. Sepulturas de depo-
sición a ras de tierra (como ejemplo de como nos hemos de.
imaginar la tumba de San Pedro)
Lúm. 2(;. Recoustruccíón del tropoion (el remate superior es hipotético)
Liim. :¿,_ Necrópclts ele la víu Ostieuse : uua ucd iculu ele urnas. l!~I t1·0-
paton derivó de algo semejante

_.,.f

Lám. 28. Basílica constantíníana de San Pedro: amurallamiento de la


necrópolis (izquierda) ; los fundamentos del arco de triunfo a
la derecha; en el centro el mausoleo (L) de los Oaetennios más
recientes
Lrun. 29. Reconstrucción del meniortal coustnutiníano del Apóstol, eu
San Pedro
Lám. 30a
Orante de un sarcófago
del siglo IV debajo del
pavimento de la viera
iglesia de -San Pedro

b
El sarcófago con los tres
monogramas de Crlsto
(primera mitad del si-
glo IV) : mitad izquierda
con escenas del milagro
de Pedro sobre las aguas,
el anuncio de sus nega-
ciones ( o del Primado J,
la entrega de la ley a
Moisés, el envenenamien-
to del dragón por Da-
niel, la curación del cie-
go, orante y la curación
de la hemorroisa. En la
tapa, arrojo de Jonás al
mar y reposo del mismo
bajo la calabaza.
Lúm. 31. Grabado de fines del siglo X VI: parte este del antiguo templo
,le San Pedro con el obelisco del circo al sur.
Lám. <12. Reconstrucción del presbiterio de la iglesia de San Pedro bajo
Gregorio el Grande
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 161

Petri in catacumbas et Pauli Ostense Tusco et Basso cons".48 Nos-


otros podemos expresarlo más o menos como sigue:: "El 29 de Junio
del año 258, siendo cónsules Tuscus y Basus se celebró la fiesta con-
memorativa de Pedro en San Sebastián ( esto quiere decir en el Ion-
guaje antiguo: ad catacumbas), en la Vía Appia, y la de Pablo en su
iglesia de la Vía Ostiense".
Llama la atención que en este texto ni siquiera se mencione el
Vaticano. La crítica filológica ha completado el texto y declarado se
trata de un simple descuido del escribiente.49 Nos parece que esto po-
dría ser y sería más o menos comprensible, si el cronista sólo hubiese
olvidado la fiesta del Vaticano. Pero tampoco menciona a San Pablo
en la Vía Appia, cuando ad catacumbas se celebró siempre conjunta-
mente la fiesta de los dos Apóstoles. Así podemos comprobarlo unos
cien años más tarde en el gran calendario de fiestas que se atribuía
erróneamente a San Jerónimo, el "Martyrologium Hieronymianum ",
en el que la conmemoración del 29 de junio se dedica a ambos após-
toles en la Vía Appia, a Pablo en la Vía Ostiense y a Pedro en el
Vaticano. 50 No nos convence la teoría del cronista distraído. No se
puede estar tan distraído al escribir. Hay una solución que nos pa-
rece mucho más simple y, por lo mismo, más convincente.51 Si exa-
minamos más detenidamente la situación en el año 354, año a que
se refiere la nota del calendario, de los tres lugares, San Sebastián
en la Vía Apia, San Pablo en la Vía Ostiense y San Pedro en el
Vaticano, resulta lo siguiente : La basílica dedicada a los Príncipes de
los Apóstoles en la Vía Appia es una de las primeras construcciones
de Constantino. Así lo testifican la concordancia de la técnica de los
muros de esta iglesia con la empleada en el circo de Majencio, que es-
taba cerca, y en el sepulcro de su hijo Romulus.52 Proviene esto de
cuando la demolición del viejo lugar de culto que había debajo de la Lám. 38, a, b
Basílica, llamado "Triclia", abandonado cuando la construcción del
nuevo edificio. Entre los numerosos grafitos que cubren sus paredes
no hay, todavía, ni un sólo monograma de Cristo, tan corriente en
la época constantiniana. Se puede añadir, finalmente, que la forma de
San Sebastián corresponde a la primeramente adquirida por las Ba-
sílicas constantinianas de Roma, hecho comprobado por las más recien-
tes excavaciones. 53
No cabe duda, pues, de que hay que considerar a San Sebastián
como una de las primeras construcciones constantinianas que precedió
a las de la Vía Ostiense y Vaticano. Estas dos últimas construcciones

11
ENGELBERT KIRSCHBAUM

debieron comenzarse al mismo tiempo, siempre después del año 324 ya


que la fundación de ambas se sostenía en la riqueza de fincas orien-
tales.P" En la construcción de San Pablo, una Basílica comparativa-
mente pequeña, construída sobre terreno llano, no se debió emplear,
ni remotamente, el tiempo que absorbió la gran obra de San Pedro,
con sus enormes preparativos del solar. En San Pedro no se puede
haber celebrado fiestas en la tumba del Apóstol hasta después de
haberla arreglado un poco, una vez quitados los muros protectores
que le habían construído en derredor. Los muchos monogramas de
Cristo que hay en el muro grafítico nos indican, que el monumento
fué accesible aun bastante tiempo durante el reinado de Constantino,
antes de que este muro quedara cubierto por el que se le antepuso
cuando las obras constantinianas. Todo junto induce a suponer que en
el año 354, cuando el cronista del Depositio Martyrum compilaba las
fiestas conmemorativas más importantes, la iglesia de la Vía Appia es-
taba terminada desde hacía ya bastante tiempo, así como la pequeña
basílica de la Vía Ostiense. Sólo el monumental edificio del Vaticano
no estaba todavía en condiciones para que se celebrara en él, el 29
de junio, la fiesta conmemorativa, oficial, de San Pedro. El culto de
los Príncipes de los Apóstoles se tenía todavía en la Vía Appia, mien-
tras que la festividad de San Pablo se conmemoraba ya, desde hacía
tiempo, en la Vía Ostiense. Así, de la situación provisional del año 354
se deduce la indicación de la fiesta conmemorativa del 29 de junio tal
cual la tradición nos alega: Petri in catacumbus et Pauli ostense.55 De
modo que si nuestro cronista no estaba despistado al escribir su ca-
lendario (o al copiarlo) nos <lió, sin querer, la importante noticia de
que el edificio de San Pedro no estaba terminado todavía a mediados
del siglo IV; en todo caso, no estaba todavía, en condiciones para
celebrar en él la fiesta oficial de San Pedro. 56
Como fin de nuestras reflexiones imaginémonos una visita a la
tumba de los Apóstoles una vez reformada por el primer emperador
cristiano. Cruzamos el Tiber por el puente Aelius que lleva al pan-
teón del emperador Adriano. Desde allí llegamos a la Vía Cornelia,
que seguimos hasta las cercanías del nuevo templo. Subimos por la es-
calinata hasta el Atrium que hay, cual pórtico imponente, delante de
la Basílica. Junto al Cantharus, o fuente, que regala su agua clara
en el centro del patio, nos lavamos las manos, dando con ello a en-
tender que purificamos nuestro corazón del fascinante encanto de la
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

pecadora capital del orbe. El ruido de la calle se va perdiendo en la


lejanía mientras nos aproximamos con recogimiento al portón central
que, de los cinco, es el que da acceso al santuario.
Una luz difuminada, clara, nos permite ver bien el inmenso re-
cinto, festivo y austero a un tiempo. Las filas de columnas, con sus
sombras, las líneas sólidas, duras, de los marmóreos arquitrabes, vi-
gorosos; los amplios entrepaños y las ventanas, formando, una junto
a otra, unas como hileras de perlas, todo, todo, obliga a mirar al
frente, donde el ábside, de gran colorido, enmarcado por un imponente
arco de triunfo, ataja nuestra mirada y conduce nuestros pasos. Al ca-
minar se van abriendo las columnas y nuestra mirada, libre, puede
contemplar las esbeltas naves laterales que se pierden en la pe-
numbra. Desde lo alto del arco triunfal, el emperador, representado
en un cuadro de colores vivos, ofrenda a Cristo la maqueta de la
iglesia en presencia del Príncipe de los Apóstoles. Al llegar al arco
nos encontramos, de repente, en una amplia nave transversal. La
larga nave central nos ha llevado, cual vía sacra, al Santuario. Toda
la fuerza y movimiento del edificio parecen atravesar el espacio y es-
trellarse como una ola en la curva del ábside.
El colorido y fulgor áureo de un imponente mosaico atrae nuestra
mirada a lo alto. Allí está en su trono, en toda su majestad divina,
Cristo, el Señor, entregando su ley al Apóstol Pedro, que la recibe
con las manos veladas en señal de santo temor. En torno al ábside,
formando un cuadrado, hay una balaustrada elegante, con dibujos
varios, en cuyas esquinas unas columnas de mármol blanco se elevan,
en curvas barrocas, hacia lo alto. Sus fustes, ensortijados, están rica-.
mente decorados con anchas franjas de pámpanos y angelotes jugue-
tones. Una viguería lisa, une, por lo alto, esta exuberante belleza.
Dos arcos entrecruzados, de cuyo centro pende una lámpara de oro,
forman airosa techumbre. Abrimos la balaustrada y nos situamos de-
bajo de la lámpara. Tenemos, ante nosotros, una pequeña casita,
esbelta, de mármol. Unas franjas de pórfido rojo oscuro en sus es-
quinas contrastan con la blancura de sus paredes. El frontis está
completamente abierto, cerrado tan sólo en su parte baja por medio
de una sencilla valla. En el nicho, oscuro, destella una cruz de oro.
Abrimos las puertas de la valla y miramos hacia la losa sepulcral,
blanca, que se divisa al fondo y nos arrodillamos ante la tumba del
Príncipe de los Apóstoles.
1&¡. ENGELBERT RIRSCH~AUM

La C onf essio de Gregario el Grande

El lujoso templo de Constantino el Grande fué construido a modo


de panteón sobre los antiguos sepulcros paganos y cristianos. Estos
últimos, sobre todo, fueron atraídos por la tumba del Apóstol. Esta
atracción no cesó una vez construída la Basílica. En la tierra que sir-
vió para rellenar la vieja necrópolis, bajo el pavimento de la nueva
Basílica, hay infinidad de sepulcros que van desde el siglo IV hasta
avanzada ya la Edad Media. Se trata, frecuentemente, de cajas de
mármol sin nombre ni adorno. También encontramos, a veces, valio-
sos sarcófagos de mármol decorados con ricas pinturas. A fines del
siglo XVI se encontró un sarcófago cristiano verdaderamente regio
del prefecto J unius Bassus. Después se encontraron otros muchos. En-
tre los sarcófagos que se descubrieron cuando estas excavaciones, hay
que mencionar, sobre todo, el "sarcófago de los tres monogramas de
Lám. 30, b Cristo", de poco antes de mediar el siglo IV.67 Una valiosa tapa de
sarcófago ostenta la primera representación de la venta de José a
Lám. 30, a los Ismaelitas, y a una extraña Epifanía ante una gran cruz. También
es muy hermoso un sarcófago con una orante en su centro. Está ésta
de pie victoriosa, entre dos palmeras. Se trata de una figura estili-
zada, ricamente ataviada, tocada con un collar de perlas, pesado.
Tiene, a sus pies, un cofre cerrado que contiene las sagradas es-
crituras.
Pasaron más de 200 años. La tumba del Príncipe de los Após-
toles se. fué convirtiendo, más y más, en centro de veneración pia-
dosa. Vino a ser el corazón de Roma, como Roma lo era del mundo
cristiano. Los destellos exteriores de su poderío, sus orgullosos pala-
cios de mármol empalidecían lentamente. Su esplendor fué superado,
eclipsado por la luz espiritual del credo y la gloria de sus mártires.
Los santuarios fueron rodeando la ciudad, ciñéndola, como una corona
de victoria. Llegaban peregrinos de todas partes, ávidos de saciar su
sed en esta fuente de especial riqueza. Conmueve leer las guías de
peregrinos de principios del siglo VII, que explican a los jóvenes
cristianos del norte los vericuetos de Roma, la Ciudad Santa.68 Su
latín es bárbaro y bárbaro es su desprecio para con los antiguos mo-
numentos que se erguían todavía con orgullo. Sólo una cosa atraía el
interés de los peregrinos : las tumbas de los mártires. Iban recorriendo
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 165

la ciudad, calle a calle, agrupados, y descendían a todos y cada uno


de los cementerios, para orar ante las . sagradas tumbas. La tierra
de Roma aparecía ante ellos empapada de sangre mártir.
Poseemos, por suerte, un relato vivo, explícito, de las visitas que
hacían a la tumba de Pedro los peregrinos de aquel entonces, Agiulfo,
diácono del obispo Gregorio de Tours, que vivía en Roma los úl-
timos años del pontificado de Pelagius II, regresó a Tours alrededor
del año 590. Agiulfo contó a su obispo todo su viaje a Roma, descri-
biéndole exactamente la Basílica de San Pedro. Basándose en esta
referencia, Gregorio, por su parte, nos describe la Basílica de Cons-
tantino. 69 Nos habla de sus muchas columnas entre las que menciona,
especialmente, las columnas salomónicas del ciborio. Nos ofrece va-
liosas indicaciones sobre la tumba de San Pedro. Se nota empero, que
no logró un cuadro claro e inequívoco de lo que le contó su diácono.
Es más directa e ingenua la descripción de una visita de peregrinos a
la tumba del Apóstol: "el que quiere rezar abre las vallas de que está
rodeado el lugar y se llega a la tumba. Abre después la pequeña ven-
tanita ( de la Confessio ), mete por ella la cabeza, la inclina, y ora. Se
alcanza lo que se pide mientras se haya rezado bien. Si quiere una
santa reliquia, tiene que introducir un pañuelito, pesado antes en una
balanza. Una vez introducido dicho pañuelito debe rezar, ayunando
y velando, para lograr el favor del Apóstol. ¡Oh, milagro! Si su fe
ha sido firme, recoge el pañuelo lleno de virtud divina. El pañuelo,
entonces, pesará mucho más que antes como prueba de que se ha con-
cedido la gracia que había solicitado. Muchos obtienen llaves de oro
para las vallas de la tumba, y luego que las han hecho bendecir allí,
curan con ellas a sus enfermos. La fe auténtica todo lo puede".6º
En el mismo año 590, año en que Agiulfo regresó de Roma, subió al
trono pontificio el papa, santo, Gregorio el Grande (590 a 6o4). Era
un hombre muy culto y distinguido, hábil administrador y buen diplo-
mático, como descendiente que era de una distinguida familia ro-
mana. Como sacerdote y como monje amaba especialmente el servicio
litúrgico.
En una carta, ya mencionada, que envió a la emperatriz Cons-
tantina, cuenta que su predecesor Pelagius II (579-590) había querido
cambiar la decoración argentea de la Confessio de San Pedro, y que en-
tonces se dieron manifestaciones o signos verdaderamente inquietan-
tes. 61 Cuenta esto para que la emperatriz olvide su deseo de obtener
el cráneo de San Pablo para la ciudad de Constantinopla. De este papa
166 ENGELBERT KIRSCHBAUM

relata la crónica pontificia que hizo celebrar "misa sobre el cuerpo de


San Pedro".62 Pero esto no era nada nuevo y apenas hubiese mere-
cido ser mencionado, pues ya Jerónimo nos cuenta, especialmente, ese
celebrar misa en la tumba de San Pedro. 63 Por otra parte, era cosa co-
rriente, según las costumbres de la época, celebrar esta clase de misas
en las correspondientes fiestas de los santos. El cronista, por tanto,
no tenía la intención de señalar eso. El verdadero sentido de su nota
nos lo da su relación con los hallazgos de las excavaciones. Debería
interpretarse así: "tomó las medidas convenientes y dispuso que se
pudiera celebrar misa sobre la tumba del Apóstol", pues, mirándolo
bien, sólo se había podido celebrar hasta entonces delante de la tumba.
Mientras, la relación entre las ideas, tumba martirial y altar, se había
estrechado tanto que, en realidad, se tenía ya como una sola cosa
la tumba del mártir y su altar. Así se comprende, que la instalación
contantiniana resultara insuficiente.
Nos sorprende ver la veneración y respeto con que procedieron al
disponer este conjunto de tumbas. Puede que influyera el temor, un
tanto supersticioso, que se puede observar en la carta a la empera-
triz Constantina. Este temor, sin embargo, no impidió la reforma fun-
damental del recinto. De las seis columnas blancas del monumento,
las cuatro traseras, que cerraban a modo de valla monumental el re-
Fiy. 39 cinto del ábside, fueron colocadas junto a las dos delanteras del ci-
borio. Las seis columnas salomónicas quedaban ahora en una misma
hilera. El pavimento que había en torno del monumento fué elevado,
exceptuando su parte delantera, tanto, que la parte superior del mo-
numento quedó, respecto al nuevo pavimento, a la altura de un altar.
Por delante, unos escalones conducían al elevado presbiterio. En la parte
superior oeste del monumento se hizo una apertura en forma de túnel
que se revistió de pórfido, logrando así una especie de fenestrella con-
fessionis, esto es, una "ventanilla" por la que se podían ver las reli-
quias y tocarlas con un paño, con el llamado brandeum. La fenestrella,
pues, quedó en el costado oeste, impidiendo el acceso a la Confessio que
constituía el espacio que quedaba entre altar y tumba. En el suelo de
la Confessio había otra abertura, que comunicaba directamente con la
tumba por un pozo rectangular. El revestimiento marmóreo del mo-
numento constantiniano se conservó en la pared del fondo. No así a los
lados, donde fué quitado y reemplazado, en su parte superior, vi-
Lám. 32 sible, por piezas distintas. Por sobre este nuevo altar, que ahora que-
daba realmente sobre la tumba del Apóstol, se construyó un costoso
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

O 5 10m.

P.iy. 39. Plano horizontal de la «Oonfessio,> de Gregario el Grande


(s. E. 136 o).

ciborio, con cuatro columnas recubiertas de plata.64 En cuanto a la


parte delantera e interior sólo se puede decir algo, hablando en tér-
minos de probabilidad, sobre todo, en cuanto a su cronología. Algunas
reformas se hicieron ya, quizás, en tiempos de Constantino. Ya se
había colocado una pieza de mármol más finamente grabada, con una
abertura rectangular en el centro, sobre la que llevaba la inscrip- Fig. 40
ción de Aelius Isidorus. A través de esta abertura rectangular se in-
tentó más tarde grabar otra inscripción en la placa que había debajo,
que se quebró a consecuencia del intento. La pieza o losa superior,
que cerraba, fué revestida de plata, como lo debieron estar por algún
168 ENGELBERT KIRSCHBAUM

.-;LTAR DE
.CUIXTO 111

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·······~·-···., .....•...•.. i

oso tm.

Fig. 40. Corte transversal a través del nicho del baldaq·u·ino y del
altar de Oalixto II (s. E. 154),

tiempo todas las paredes interiores. Sólo se conserva ahora un pe-


queño residuo en el costado norte. Muchas cosas inducen a pensar
que esa decoración de plata es obra de Pelagio II, mencionado por
su sucesor Gregorio el Grande. 65 Las distintas reformas realizadas es-
tán relacionadas de forma tal, que se puede suponer pertenecen a una
sola obra. Sobre la placa de mármol antes mencionada, se puso un
estrato de argamasa de 16 cm., conservando la apertura que tenía la
placa (25 por 19 cm.) Más arriba de este estrato, se quitó el reves-
timiento de plata. Sobre la argamasa se colocaron tres placas de plomo,
con la misma apertura rectangular.66 En los lados sur y norte se cons-
Ftg. 40,s', g' truyeron unos estrechos muritos por sobre las placas de plomo, que
se apoyaban en los viejos muros correspondientes del tropaion pre-
constantiniano, es decir: s y g. Estos muretes servían de apoyo a las
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

partes sobresalientes de la placa de travertino del antiguo tropaion que


había sufrido un recorte en el centro, y sobre la que se apoyaba una
pequeña bóveda de cañón. De este modo, el nicho central del tropaion
fué peraltado un poco, y el superior suprimido.
Si consideramos que la parte superior del tropaion, que había
sido rodeado por el monumento constantiniano, tenía que servir de
altar, comprenderemos entonces muy bien las razones fundamentales
que motivaron estos trabajos. La apertura delantera del monumento
hubiese quedado por todo lo alto y ancho en la parte delantera del
nuevo altar, impidiendo reconocerlo como tal. Por esto la apertura
original tenía que separarse del altar, que estaba por encima, y tenía
que ser convenientemente achicada. Por tanto, podemos, con mucha
probabilidad, atribuir la reforma practicada en el interior de la Confes-
sio, al papa Gregorio.67 La cripta circular hecha debajo del nuevo pres-
biterio pertenece, sin duda, a obras de Gregorio. Para construirla se
bajó el pavimento constantiniano hasta poder construir un pasadizo, si-
guiendo la curva del ábside debajo del presbiterio, que había sido Fig. 41
elevado. Desde el centro de este pasadizo se podía alcanzar, por una
especie de túnel, la pared posterior del viejo monumento. A cansa de
su baja posición, este lugar era el que más cerca estaba de la tumba
del Apóstol. Esta primera cripta circular en la historia de la arqui-
tectura cristiana fué consecuencia necesaria de una determinada si-
tuación y circunstancia : para respetar el monumento constantiniano se
tuvo que levantar el pavimento · para disponer de un altar sobre la
tumba; aunque con ello se limitaba la posibilidad de que se acercaran
a la tumba veneranda los peregrinos, se conseguía sin embargo apro-
vechar mejor el recinto subterráneo que había debajo del presbiterio y,
también, hacer una entrada a la tumba más impresionante que nunca.
El buen éxito que tuvo esta manera de solventar el problema se evi-
dencia por las muchas copias que se hicieron en otros lugares, aún
sin necesidad. 68
Nos habíamos propuesto relatar la historia de la tumba de Peoro
desde sus principios hasta la reforma de Gregorio el Grande, que
se conservó, en lo esencial, hasta que el templo fué derribado por Bra-
mante. Los grandes éxitos arquitectónicos de lo siglos XVI y XVII nos
son tan conocidos en sus rasgos fundamentales que no interesa nos
ocupemos de ellos. 69
A la hilera de seis columnas de mármol, salomónicas, que Constan-
tino ordenó traer probablemente <le Asia Menor, y que Bernini, corno
170 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Fi,r¡. 41. La cripta circular de Grecorio el Grande (s. E. 141).

se sabe, reempleó decorando con ellas las pilastras de la cúpula, se


añadió otra también de seis columnas, sorprendentemente parecidas
a las anteriores. Estas valiosas columnas de mármol,7º que regaló el
Exarca de Ravena al papa Gregorio III (731-741) formaban, con las
J1'iu. 39,41 séis constantinianas, una doble valla o columnata monumental delante
de la tumba del Apóstol.
El segndo hecho que queremos relatar es, por completo, de otra
índole. El Conde Adalberto de Toscana, que se encontraba en Cór-
cega en el año 846, había advertido al papa Sergio II (844-847) que
se aproximaba la flota de los sarracenos. Llamó la atención sobre el
peligro que corrían, especialmente, los santuarios de los príncipes de
los Apóstoles Pedro y Pablo, indefensos ante las murallas de la ciu-
dad. 71 No sabemos si los romanos pasaron por alto la advertencia, o si
fueron demasiado débiles. Lo cierto es que los sarracenos desembar-
caron y saquearon ambos santuarios y sus correspondientes tumoas.P
Por aquel tiempo fueron trasladadas al interior de la ciudad, sobre todo
a la capilla de Letrán, que se conoce hoy con el nombre de "Sancta
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 171

Sanctorum",73 las reliquias más importantes, como los cráneos de los


príncipes de los Apóstoles y de algunos otros mártires especialmente
venerados, entre los que cabe mencionar a San Lorenzo. Lo que no sa-
bemos, por desgracia, es si los romanos efectuaron el traslado cuando
la advertencia del Conde Adalberto, o luego que hubieron atacado los
sarracenos para evitar mayores males. Lo verdaderamente importante
es que los sarracenos no se limitaron a saquear la tumba y llevarse
sus tesoros, sino que violaron, además, brutalmente, la tumba infe-
rior, esto es, el sepulcro mismo. Fué entonces cuando rompieron la parte
derecha del pesado travesaño sobre el que reposaban las columnitas
del tropaion, destrozando también la parte correspondiente de 1a t, •m-
ba 'IJ. Al avanzar hasta el muro rojo hicieron añicos, sin motivo, la
parte derecha del mármol que había entre el nicho inferior y el
central.
Todavía hoy pueden comprobarse claramente · todos estos destro-
zos, testigos del odio y de unas ganas brutales de destruir. No cabe
duda de que las huellas de la invasión sarracena son del año 846.74 Los
antiguos sacos de Roma no hacen al caso, pues la tradición no nos
relata ningún destrozo de las tumbas de los Apóstoles y, además, se
puede probar que esta irrupción es posterior a las obras de Gregorio
el Grande. Recordemos que la columnita norte del tropaion se en-
contró sin base, sostenida tan sólo por un estrato de argamasa que
había sobre el revestimiento de mármol y por un pequeño murito cons-
truído más- tarde (g'). Tanto el estrato de argamasa como el murito g' Fiu. 40
se pueden considerar con razón pertenecientes a las obras de Gregorio
el Grande. Por tanto, la base debió estar allí antes de que se pusieran
el estrato de argamasa y el murito, y sólo pudo haber sido destruída
después. .
Hay que mencionar otra circunstancia. Entre la columna y el mu-
rito, como ya dijimos, había una chapa de oro, aprisionada, con una
cruz entre dos ojos. El hecho de que se haya conservado esta pla-
quita y otros pequeños restos de oro en este lugar completamente
invisible y escondido, así como el que falte todo objeto de valor y
moneda de oro entre los centenares de monedas antiguas que había
esparcidas por todo el recinto subterráneo, provenientes de todos los
países europeos, demuestra claramente que fueron los sarracenos quie-
nes los buscaron y encontraron.
Al restaurarse la tumba, después de asaltada y saqueada, se qui-
taron todos los restos de las piezas rotas y sepulcros deteriorados,
172 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Probablemente entonces se quitaron también los restos que habían


quedado de la perforada losa de mármol de Aelius Isidorus, pues de lo
contrario la hubiéramos tenido que encontrar. No es nada imposible
que con motivo de esta restauración del recinto de la tumba se quita-
ran los restos de las baldosas originales de la tumba del Apóstol, no
reconociéndolas entonces como tales, y desconociendo, además, en aquel
entonces, el incalculable valor que tenían para nosotros.
El tercer hecho es la nueva disposición del altar gregoriano, obra
F'ig. ,¡o, 54 del papa Calixto II (1119 a 1124).76 Para revestir el monumento gre-
goriano se empleó mármol blanco de la misma clase que el empleado
por Constantino. No se modificó la forma d~l antiguo altar. El nuevo
revestimiento está directamente colocado alrededor del antiguo altar.
Al ponerlo, por cierto, desapareció la apertura en forma de túnel, re-
vestida de pórfido, practicada al oeste por Gregorio. Este detalle me-
rece ser mencionado por encontrarse en el interior del altar una urna
de mármol con reliquias, que exigía un túnel de aproximación parecido
al de la Confessio. Pero llegamos ya a una cuestión de la que nos ocu-
paremos más tarde.
Con la mención de estos tres hechos no está dicho, naturalmente,
cuanto hay que decir sobre las modificaciones y reformas que se han
venido practicando en la tumba del Apóstol a través de los siglos. Se
renovó el ciborio 76 que cubre el altar y se añadieron otros valiosos
regalos 77 que conocemos por la crónica pontificia. El historial, único,
de esta única tumba parece no tener paz. Los más importantes ar-
tistas del Renacimiento y luego los del movimiento barroco quisieron
embellecerla: Rafael, Bramante, los Sangallos, Miguel Angel, Vignola,
Lám. 33, s1 Della Porta, Bernini y su rival, verdadero genio, Borromini. A estos
siglos de arte les tocó crear toda una sinfonía de formas, hasta las más
exuberantes. A nuestro siglo, más dado a la ciencia que al arte, le ha
cabido el mérito de una penosa investigación en el lugar para establecer
la historia de la tumba.
V

LA TUMBA DEL APOSTOL DE LAS GENTES


LAS TUMB;'\S DE LOS APÓSTOLES 175

\.
El incendio de julio de 1823

En la madrugada del 16 de julio de 1823 se corrió por Roma con


la ligereza del viento una triste noticia. La magnífica y vetusta iglesia
de San Pablo ,en la Vía Ostiense, se había incendiado durante la noche.
Por más de 1 -4O0 años había resistido tempestades y asedios bélicos
de toda especie. Ahora, la simple negligencia de unos obreros la había
abatido. Dejaba de existir la última de las tres grandes basílicas de la
Roma Imperial. San Pedro había sido víctima del afán constructor
del Renacimiento, lo mismo que Letrán, más tarde, del barroco.
Sólo había quedado San Pablo testificando la fe del primer emperador
cristiano. ¿ Qué romano no había rezado en la tumba del apóstol Pa-
blo, sobre todo en los años santos? Sólo quedaba un montón hu-
meante de escombros. La techumbre, caída, formaba una masa caótica.
No había más que un conglomerado de brasas, de vigas ardiendo, de
columnas de mármol caídas y calcinadas.
Pronto se tuvo la noticia consoladora de que había quedado en pie
su impresionante crucero y, con él, la tumba del Apóstol, bajo el Lám. 37
precioso baldaquino construído por la mano maestra de Arnolfo di Fig. 42
Cambio. Sin embargo, en el Vaticano estaban todos consternados y no
sabían qué hacer. El cardenal Consalvi, Secretario de Estado, debía
comunicar la triste noticia al Papa. No se atrevía. Pío VII, precisa-
mente, estaba gravemente enfermo. La noticia podía acarrearle la
muerte, pues "San Pablo extramuros" era su patria. Fué allí donde el
hijo del Conde había tomado, a los 16 años, el hábito benedictino.
La noticia tuvo un eco parecido, unánime, en el mundo entero,
probado al comenzarse la reconstrucción. De todos los países llegaron
a Roma donativos y regalos. La Rusia cismática envió unas valiosas
placas de malaquita, y hasta los Khedives de Egipto regalaron cua-
tro preciosas columnas de alabastro. De este modo la basílica de la
tumba del Apóstol de las gentes resurgió, pletórica de nuevo esplen-
dor ,y pudo ser nuevamente consagrada el IO de diciembre de 1854
por el Papa Pío IX.
176 ENGELBERT KIRSCHBAUM

El nuevo templo de San Pablo, con su bosque de brillantes co-


lumnas graníticas, conserva, en lo esencial, la forma y estructura de
la antigua basílica. La luz al penetrar por los ventanales es filtrada
por unas piezas de alabastro finamente veteado que la difuminan, sua-
vizando así la fría claridad del festivo recinto, dándole además un ca-
rácter solemne. Quien ha visitado a San Pablo en la hora del cre-
púsculo jamás olvidará el cuadro maravilloso que ofrecen en la tumba
del Apóstol aquella multitud de pequeñas llamas que centellean como
luces fátuas en los fustes, lisos como espejos, pulidos, luces que apenas
se divisan en la oscuridad y que parece atraviesan el recinto como
pequeños duendes luminosos, apoderándose del reino en nombre del
Apóstol.
El esplendor de la nueva Basílica no puede consolarnos, empero,
de la pérdida del antiguo templo, el último que nos quedaba. A pesar
de sus muchos años debía conservar mucho de su belleza original. La
grandeza de su estructura continuaba siendo la misma. Al contemplar
las láminas de la única obra que nos pueden dar, aún hoy, una ima-
gen acertada del viejo templo de San Pablo se siente, siempre, la pro-
funda tristeza de haber sufrido esta pérdida irreparable. Nos referimos
a la erudita descripción de la Basílica de San Pablo, de gran riqueza
epigráfica, que Niccola M. Nicolai dedicó al papa Pío VII en 1815,
ocho años antes del incendio.
Sabemos por esta obra lo ruinosa que estaba la Basílica. Así, por
ejemplo, al hablar del atrium,1 que era lo que más había sufrido, dice
que ya Panvinio 2 lo había encontrado muy ruinoso, así como Seve-
rino 3 y Ugonio.4 El texto que cita de este último, escrito en 1593,
dice: "Esta iglesia tenía, como entrada principal, un bonitísimo cuadri-
porticus (patio con columnas en sus cuatro costados) del que se de-
rrumbaron completamente dos lados. Del lado que da a la calle quedan
en pie, todavía, cinco columnas, y la entrada por la fachada de la iglesia
se conserva aún completa, con sus diez columnas".5 Y sigue Nicolai:
"Pero ahora, transcurridos dos siglos y medio desde que lo vieron
Panvinio, Severino y Ugonio, y después que han añadido un nuevo
portal a la fachada es muy difícil encontrar el más mínimo rastro de
aquel amplio y antiguo claustro"." Cuenta algo parecido del artesonado
que en su tiempo, cantó por vez primera el español Prudencia. No
maravilla esto, puesto que el artesonado fué renovado varias veces en
el transcurso de 1.400 años. A pesar de todo, la basílica se conserva
bien hasta la noche fatal de julio de 1823 ..
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 177

o o o o

• •

Fig. 42. La instalación de la «Oonteseto» de San fabla antes del


incendio de 1823.
ENGELBERT KlRSCHBAUM

Si se observan los grabados de la época que nos muestran el estado


en que quedaron las naves longitudinales después de la catástrofe, se
tiene la impresión de que se hubiera podido reconstruir el templo, de
haber tenido los medios técnicos de hoy día. sin necesidad de demo-
lerlo por completo. Es evidente que entonces no se podía cosa seme-
jante, pues de lo contrario lo habrían intentado. Nos interesa saber
que cuando la reconstrucción de la Basílica se realizaron también
cambios de importancia en su confessio. En la antigua iglesia de
San Pablo la confessio estaba detrás, no delante como hoy, del al-
Fig. 42 tar fúnebre.8 Esta innovación se llevó a cabo probablemente por es-
tar así, delante, en la iglesia de San Pedro. Esta antesala pertene-
ciente a la confessio, abierta, más baja, se logró aquí bajando el pa-
F'ig. 52 vimento en vez de subirlo como en San Pedro. Con las obras se llegó,
en San Pablo, muy cerca de la tumba del Apóstol. El arquitecto que
dirigía las obras, Virgilio Vespignani, viendo la situación pidió per-
miso para investigar más detenidamente la tumba misma del Apóstol.
Pero el permiso le fué denegado, siguiendo el criterio medieval sobre la
inviolabilidad de estos lugares sagrados, criterio con el que ya nos
encontramos en el caso de San Pedro. Aprovechando la ocasión Ves-
pignani hizo, por suerte, algunos esbozos. Poseemos la pequeña li-
breta de notas en la que los recogió, libreta que nos ayudará mucho
en el curso de nuestro estudio.9 Estos esbozos son, por desgracia, bas-
tante superficiales e inexactos y están hechos sin plan alguno, pero
se pueden corregir algo con las medidas que adjunta su autor .. Las
notas son de 1838, pero las obras debieron comenzar antes.
Nos ayudan también en nuestra investigación los socavones he-
chos en 1850 para fundamentar y colocar las cuatro grandes colum-
nas de alabastro que llegaron de Egipto. Se hizo con ellas, idea poco
acertada, un nuevo baldaquino por sobre el baldaquino gótico de Ar-
nolfo de Cambio. Este baldaquino de alabastro se quitó más tarde.
Los socavones - no excavaciones - llevaron a descubrir el ábside del
primer templo fúnebre del Apóstol. Por razones topográficas se ve
que la obra de Constantino no era muy grande. Estaba situada, como
veremos más tarde, entre dos carreteras públicas. Por esto se construyó
a fines del siglo IV la gran Basílica que se conservó, en lo esencial,
hasta 1823.
Parecerá osado utilizar estos escasos elementos combinados con lo
que se sabe por otras fuentes históricas ·y algunos hallazgos para fun-
damentar una hipótesis sobre la tumba y primera Basílica del Apóstol
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 179

de las gentes. Pero es que el intento no carece de interés, y ni siquiera


es tan osado y estéril como puede parecer a simple vista. La instalación
fúnebre en la que se colocaron los restos del Apóstol ha ido determi-
nando la forma y estructura de las nuevas obras realizadas allí, in-
cluso la de las actuales. Estudiando bien los pocos hallazgos del siglo
pasado se ve dicen más de lo que parecia.l'' El hecho mismo de en-
contrar tumbas paganas en las inmediaciones de la Basílica y el com-
parar con San Pedro nos justifica y alienta en nuestro intento.

La necrópolis de la Vía Ostiense

Quien pasa hoy por la puerta de San Pablo y camina a lo largo


de la Vía Ostiense, junto a la pirámide de Cestius, hacia San Pablo
extramuros se pasea un buen rato entre casas insignificantes de
suburbio y pasa por debajo de un viaducto ferroviario, entre las
prosaicas instalaciones del mercado principal de Roma y las no me-
nos prosaicas chimeneas de la fábrica de gas de la ciudad, hasta
llegar a ver el campanario que hay, aspecto por cierto no muy alen-
tador, detrás del ábside de la iglesia de San Pablo, que construyó
en el siglo pasado el arquitecto Poletti. Antes de alcanzar la Basílica
pasa junto a una especie de cobertizo que hay en el centro de la calle.
A través de unas rejas puede ver, a dos o tres metros de profundidad, Lám. 35a
un importante sector de la vieja necrópolis romana.
Los mausoleos, grandes y pequeños, están unos junto a otros en
orden difícilmente discernible, bien conservados en su mayoría. A pe-
sar de las rejas se puede visitar la instalación de las tumbas. Bajamos
una estrecha escalera y vemos, a la derecha, un antiguo columbario,
cubículo sepulcral con muchos nichos para urnas cinerarias. En el
centro de la pared posterior, y también en el de las laterales, hay una
aedícula con una losa parecida a. la superficie de una mesa que sobre-
sale mucho y que nos recuerda el tropaion de San Pedro. Desde la
escalera arranca, hacia la derecha, un angosto pasadizo flanqueado
por cubículos.
Se trata casi siempre del mismo cuadro típico de los antiguos
columbarios, con sus aedículos especiales de dos o tres pisos. En el
centro de la pared trasera las entradas son a veces tan bajas que ha
ENGELBERT KIRSCHBAUM

de inclinarse· uno para poder pasar. De vez en cuando las inscripciones


nos dan el nombre de los propietarios y difuntos. Queda poco de pin-
tura y decoración. Lo mejor y más valioso se lo han llevado a los
museos.
Retrocedemos un poco, hasta la escalera de entrada, y subimos por
otra pequeña escalera a una pared desde la que bajamos a un gran
mausoleo cuya situación es especialmente profunda. A esta profundi-
dad corresponde la antiquísima fábrica del muro ( opus reticulatum),
obtenido por pequeños conos de toba enlazados formando una especie
de red rómbica. Debió ser una sala funeraria, o algo así, en la que se
fueron construyendo, uno tras otro, varios monumentos algunos de
los cuales tienen una forma bastante caprichosa. De esta instalación
arranca otra escalerita hacia otro columbario menos interesante. Nues-
tro recinto sepulcral, por el contrario, nos ofrece un largo desenvolvi-
miento. Puede ser de tiempos de la República, esto es, de una época
anterior al nacimiento de Cristo.
Estos columbarios de la Vía Ostiense son tan sólo parte de la
necrópolis recién descubierta. Se extiende ésta más hacia el sur,
siguiendo la carretera, y sube, hacia el este, por la colina.P También
allí se encontraron mausoleos de forma más reciente que se parecen
más a los de la necrópolis vaticana. Ahora están sepultados, en su ma-
yoría, bajo la Vía Ostiense. Algunos, que remontan la colina por el
este, se ven todavía hoy detrás de la Basílica. También allí aparece la
técnica mural tan característica de muchos mausoleos de San Pedro.
Se frotaban cuidadosamente los ladrillos acentuando su color rojizo y
se les colocaba metiendo argamasa entre las ranuras practicadas, y
se les estucaba en blanco. De todos modos, si comparamos esta necró-
polis de San Pablo, redescubierta, con la excavada en San Pedro, nos
parece aquélla, la de la Vía Ostiense, más antigua, aunque también
más pobre. La disposición de sus mausoleos es más irregular y menos
determinada por la carretera que la de los del Vaticano. Esto llama
mucho la atención, pues la necrópolis de San Pablo se encuentra al
borde mismo de la carretera, mientras que la de San Pedro, como
hemos visto, se encuentra a respetable distancia de ésta. Aquí se de-
muestra una vez más que lo determinante es la configuración del
terreno. Conviene señalar un hecho: en ambos casos la tumba del
Apóstol está en una necrópolis pagana. Dicho de otra manera, para
los escépticos : los descubrimientos de los últimos siglos han demos-
trado que los lugares que ha venido señalando la tradición mediante
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 181

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Fig. 43. Esbozos de Vespignani de la excavación para la «GonfessiOl>


de 1838,
182 ENGELBERT KIRSCHBAUM

IN5CRIPC10N .PJ.ULO" ~

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1
1
SUELO DE lA
. ,__ _
BASILICA DE LOS TRES EMPERADORES

SUELO DELOS
SARCOFAOOS SUELO DE LA
8A51LICA DE CONSTANTINO

DO SUELO DEL
COLUMBARIUM
CON LA TUMBA DELAPOSTOL

Fig. 44. Otra versión del esbozo de Vespignani según la corrección


efectuada conforme a las medidas dadas. (F'igs. 43 y 45,)

monumentos y escritos como los de las tumbas de los Apóstoles son


necrópolis paganas. El origen, pues, de la tradición debe ser muy an-
tiguo. Anterior, desde luego, a las catacumbas cristianas que se co-
menzaron iniciada ya la segunda mitad del siglo II. La gente de
épocas posteriores habría buscado las tumbas de los Apóstoles en ce-
menterios cristianos. Estas tumbas, por tanto, esto es, los lugares
venerados como tales, ya debían conocerse a lo más tardar antes de
mediado el siglo II. Al hacer estas reflexiones prescindimos de los re-
sultados de las excavaciones de San Pedro, que confirman completa-
mente, por cierto, estas reflexiones nuestras.
Nuestra suposición de que la necrópolis de la Vía Ostiense se
extendía también, en su tiempo, por debajo de lo que es hoy. la Ba-
sílica ha sido confirmada por los descubrimientos. En las excavacio-
F'ifJ. 43, 45 nes de 1850 se encontró un columbario pagano en las inmediaciones
de la tumba del Apóstol.12 Los dibujos de Vespignani ofrecen, en este
sentido, ciertas dificultades, Hay dos hojas de su libreta de notas muy
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

importantes para nosotros. Se trata. de los dibujos de lo descubierto


bajo lo que es hoy el altar principal, al excavarse en su extremo oeste,
en enero de 1838. Estos dibujos se publicaron en diversas ocasiones,
pero no fueron bien aprovechados hasta ahora por no reconstruirlos
corrigiéndolos según las medidas indicadas. Son, desde luego, muy
superficiales y confusos.
Llama la atención, en primer lugar, la reja horizontal a la que,
dice Grisar,13 se refirió el abad de San Pablo, F. L. Zelli, contándole
recuerdos personales, al decirle que durante los trabajos realizados
después del incendio había visto el monumento sepulcral de San Pa-
blo (primo edificio del sepolcro de San Paulo) rodeado de una reja
de hierro antiquísima, sobre todo en las esquinas. ¿ Podemos, pues, de-
cir que la verja rodeaba la tumba por tres de sus costados? Parece
debe excluirse el costado posterior si se examina el segundo dibujo
de Vespignani, que está, debajo del que acabamos de mencionar, pues
vemos en él un rincón mural "reticulado" bajo una placa de mármol m«. 43
en la que está escrito el nombre de "Paulo". Esta placa constituye
todavía hoy la mitad del fondo de altar fúnebre. La completa una se-
gunda pieza de mármol con el resto de la inscripción "Aposto lo mart
(yri) ". Nos ocuparemos aún de ambas piezas en otras ocasiones.
La primera pieza, la que ostenta el nombre de "Paulo", tiene una
apertura hacia un túnel circular y dos cuadrados. No puede, por tanto, Lám. 36a
dudarse de que se trata del lugar en que se veneraba, en los tiempos
más antiguos, la tumba de San Pablo. El dibujo está tomado de lado Fig. 48
(fianco) en el esbozo superior de Vespignani, y también en él en-
contramos señalada esta pieza con el nombre de Paulo. Detrás de esta
pieza, pues, hay otra construcción, a la que se le antepuso la tumba
rodeada ele rejas.l! Desgraciadamente, Vespignani se olvidó de indi-
car en todos sus dibujos de que lado se trataba. Sus apuntes eran de
uso personal exclusivamente. Pero del análisis del dibujo y de su rela-
ción con los otros se deduce que sólo puede tratarse del costado norte.
Llegamos con esto a la primera afirmación: la tumba enrejada
está adosada al costado oeste de un edificio que, estando situado en una
necrópolis, puede ser solamente una sepultura. La técnica del aparejo,
"reticulado ", nos permite situarla entre la segunda mitad del siglo I y
primera del II. Parece ser que la construcción del sepulcro es ante-
rior a la de la tumba que tiene adosada. Si examinamos bien el dibujo,
descubrimos unas rayas irregulares a la derecha de la reja, que se
podrían muy bien interpretar como mezcla de tierra y restos de la fá-

"
\
ENGELBERT KlRSCHBAUM

brica de cuando las excavaciones de la época, habida cuenta de que el


costado sur no ha sido todavía puesto al descubierto. No hay ningún
dibujo de Vespignani que se refiera a este costado. Según el dibujo
en cuestión sólo aparece puesta al descubierto la reja, que se hinca en
los escombros por su extremo sur. Pero poseemos un esbozo del ex-
tremo izquierdo, norte, que nos permite deducir el aspecto que debía
Fig. 45 ofrecer la esquina sur correspondiente. En la primera página de la
libreta, fechada en 18 de enero de 1838, encontramos la esquina iz-
quierda bastante bien dibujada. Sobre una base de tosco aparejo hay
una especie de zócalo macizo formando esquina que ostenta la ins-
cripción "salus populi". Sobre este zócalo descansaba una estrecha
pilastra de la que sólo quedan restos. Esto hace suponer que la tumba
enrejada estaba, en su tiempo, arquitectónicamente enmarcada.
Además, llama la atención en nuestro dibujo que en el esbozo su-
Fig. 43, 44 perior hay dibujados, abajo, dos rectángulos que parecen para ins-
cripciones de urnas cinerarias. En lo alto de esta parte inferior, a la
altura de la reja, hay una placa de la que parten dos líneas perpen-
diculares hacia abajo. Las medidas de este recinto son de 7 palmos y
medio, es decir, de r,68 m. Su lado derecho, si podemos confiar en
Vespignani, resulta perforado por la reja. Parecen poder distinguirse
dos fases : al principio debía haber un monumento de 1 ,68 m. de
ancho, al que pertenecen las dos losas propias para inscripciones de ur-
nas cinerarias. Puede tratarse de la pared posterior de un antiguo
columbario modificado más tarde. En todo caso su anchura sería ade-
cuada. Pero quizás se trate tan sólo de una aedícula respaldada en un
mausoleo ya existente.
Si nuestra interpretación de los dibujos de Vespignani es correcta
en lo esencial, y si podemos, en consecuencia, aventurar una hipótesis,
podríamos decir lo siguiente: las rejas que la rodean corresponden a un
sarcófago de arcilla, corriente en cuanto a lo alto y ancho, de 35,5 cm.
de alto y r,90 m. de largo. Las dos cajas de arcilla x. y ).. que hay a lo
largo del muro rojo del patio sepulcral P, debajo de San Pedro, tienen
las siguientes medidas: x tiene r,6o m. de largo y 0,30 m. de ancho;
).. tiene r,70 m. de largo y 0,35 de alto. Se puede suponer, pues, que la
tumba del Apóstol Pablo debía ser un sarcófago parecido. Como está
colocada a flor de tierra, esto es, sobre la parte inferior de un monu-
mento sepulcral provisto de inscripciones propias de urnas, el sarcófago
de arcilla no debe de haber estado nunca bajo tierra, cosa corriente
entonces. Quizás por esto el cadáver del Apóstol fué depositado en un

I
LAS TUMBAS. DE LOS APÓSTOLÉS 185

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Fig. J¡fj. Esbozos de Vespignani de la .excavación para la« OonfessiOll


de 1838.

columbario ya existente o en una aedícula. En todo caso sólo- pueden


explicarse las diferencias de nivel entre las dos losas de inscrip-
ciones rectangulares y el fuerte zócalo que hay encima con el bloque
de la esquina con su inscripción, así como el hecho de que las me-
didas de la parte superior sean más anchas, considerándolos obra de
distintas épocas.
186 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Ahora se nos presenta la cuestión de cómo hemos de interpretar


la instalación más antigua: ¿ Se trata del sepulcro original del Apóstol
o de los restos de ulteriores modificaciones hacia un "tropaion", como
en San Pedro? El romano Cayo, en su polémica con el montanista Pro-
clo, también citaba, lo recordamos, un tropaion como tumba del Após-
tol Pablo, sito en la carretera a Ostia. Sólo podremos intentar res-
ponder a esta cuestión cuando hayamos examinado la relación que
tiene la tumba del Apóstol con la Basílica construída por Constantino.
Resumiendo: debajo del actual altar mayor de la iglesia de San
Pablo, se encontró en 1838 un sepulcro enrejado que se puede con-
siderar, por su situación, como tumba del Apóstol, como lo hicieron
entonces, en 1838, según declaración de testigos visuales (F. L. Zelli O.
S. D.) Este sepulcro descansa sobre un zócalo y exhibe huellas de an-
tiguas formaciones arquitectónicas (pilastra). Parece le precede una
instalación más antigua y angosta. En la pared posterior de la tum-
ba quedan todavía restos de otro mausoleo cuyo aparejo pertenece
a la segunda mitad del siglo I ó a la primera del siglo II. Todo pa-
rece indicar que la antigua tradición que sitúa la tumba del Apóstol
de las gentes bajo el altar pontificio de San Pablo tiene razón, como
la tiene en el caso de la Basílica de San Pedro.

La iglesia constantiniana de San Pablo y su monumento al Apóstol

Durante las excavaciones realizadas para colocar las columnas de


alabastro que sostienen el baldaquino, enviadas por el Khedive Mo-
hamed Alí en 1850, los obreros toparon, de repente, con un ábside
directamente situado al oeste de la tumba del Apóstol, visiblemente
construído para ésta. El arquitecto romano Paolo Belloni cuenta lo
referente al caso en un escrito: (Sulla grandezza e disposizione della
primitiva Basílica Ostiense stabilite della sua abside rivenuta nell'anno
1850, Roma 1853). Se excavó partiendo del "pavimento attuale" y
se bajó a más de 6 m. de profundidad a fin de explorar el ábside.
Llegamos, con ello, a la primera duda sobre cómo interpretar el texto
de Belloni: ¿ Qué significa "pavimento attuale"? Se refiere al "suelo
actual", pero entonces, como ahora, había cuatro pavimentos distin-
tos. Habría que pensar, ante tocio, en el nuevo pavimento construído
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

para la Confessio abierta, en cuyo ámbito se encontró el ábside. Pero


entonces resulta que el ábside constantiniano quedaría a un nivel impo-
sible. La línea que une fundamentos y muro propiamente dicho hu-
biese estado todavía, de ser así, 2,50 m. más baja que el nivel alcan-
zado en las excavaciones de 1838. Sólo puede referirse, pues, al suelo, Fig. 4'2
elevado, del crucero que se adentraba algo en la nave central. Asi-
mismo el nivel de los fundamentos del ábside vendría a quedar, tal
cual se puede suponer, mucho más abajo que el pavimento de la Fig .. ',',
Basílica.
Pero estudiaremos primeramente lo que nos dice Belloni sobre el
ábside constantiniano. Dice que el diámetro del ábside era de 7,594 m.15
y de él deduce, duplicando el diámetro, la longitud de la nave que,
según él, era de 15,188 m. Sin más motivos supone se trataba de un
edificio de tres naves y atrio. También deduce, por lo que conoce del
ábside, la anchura de la nave central. Se trata de hipótesis muy sen-
satas, pero de simples hipótesis. Deben ser muy exactos los puntos
de partida, que en este caso son las dimensiones del ábside. Y esto es,
precisamente, lo que nos falla. Belloni no parece haber comprendido
qué parte del ábside tenía ante sus ojos. Creía realmente haber en-
contrado el punto en que el ábside, de un grueso de 1,563 m., se di-
vide en dos mitades. Una de las partes continúa hasta la techumbre
y la otra forma la bóveda absidal. Tiene que haberse imaginado que
el ábside mismo se encontraba todavía completamente sepultado, lo
que no se comprende si se piensa que debía estar enterado de los des-
cubrimientos de 1838. Según su reconstrucción la tumba del Apóstol
vendría a caer bajo el abovedamiento del ábside. El contrasentido re-
sultante nos lleva a dudar de que su referencia haya sido correcta-
mente interpretada, aunque no se ve cómo pueda interpretarse de
otra manera.16 El no distinguir Belloni, en el ábside, el muro propia-
mente dicho y el fundamento que se adelanta, le llevó a tomar el re-
salto como punto de arranque de la bóveda y, con ello, a sus equivo-
caciones ulteriores. Al· calcular la anchura del ábside hay, natural-
mente, que restar el fundamento, que constituye en nuestro caso la
mitad del espesor del muro. El muro del ábside, por tanto, no tiene
1,56 de espesor, sino solamente 0,78 m., medida ésta perfectamente
normal para un muro absidal, .corno se puede ver comparándolo con
el de otras basílicas romanas. También el diámetro del ábside es mayor
que el calculado por Belloni. No es de 7,59 m. sino que hay que
añadir, a ambos lados, el espesor del resalto del fundamento, que . es
188 ENGELBERT KIRSCHBAUM

de 0,78 m. El ábside, pues, debía tener 9,15 m. de ancho, anchura


que corresponde a la de otros ábsides de las Basílicas romanas, como
por ejemplo la del ábside de Santa Cecilia de 9 m. de diámetro, la
de Santa Agata dei Goti de 9,20 m. y la de Santa Balbina de 9,30 m.17
Nos encontramos, por tanto, ante una Basílica normal, ni grande ni
pequeña. Queda excluído, de todos modos, el pensar en una instala-
ción preconstantiniana o, menos aún, en un monumento memorial del
Apóstol del siglo I, como se ha propuesto.18 Con mayor seguridad
podemos excluir semejante suposición ahora que podemos comparar
con San Pedro. Tratar de establecer más detalles de esta obra cons-
tantiniana, como ha intentado Belloni.P no parece lo más indicado. Lo
mismo puede haber sido una iglesia de tres naves que una simple sala,
amplia, como Santa Balbina. Se puede suponer que la nave seguía la
dirección de la Vía Ostiense por uno de cuyos lados era accesible.
Resulta decisiva aquí la cuestión del atrium, cuya existencia no afir-
mamos ni negamos; en todo caso, la iglesia constantiniana de San Pablo
no era tan insignificante como para dudar de que Constantino fuese
su fundador, ni tan grande que no se pudiera ver claramente que daba
más importancia a la de San Pedro, en el Vaticano. La diferencia entre
ambas Basílicas es evidente y llevó, ya a fines del siglo IV, a una
nueva construcción por iniciativa de Teodosio (379-395), Valentinia-
no II (383-392) y Arcadio (395-408).
Antes de ocuparnos de este gran edificio hemos de contest¡u a dos
preguntas: ¿ A qué profundidad se encontraba la Basílica constantiniana
que había debajo de la actual? ¿ Qué pasó con la tumba del Apóstol
en este tiempo? Cuando los socavones de 1838 apareció una respeta-
/l'ig. 45 ble cantidad de sarcófagos de tamaño-vario. En la primera página de
su libreta de notas Vespignani anota que los sarcófagos marcados con
las letras I, M, E, F, G, H, estaban todos debajo del escalón del
altar, a una profundidad de 1,99 m. (predella). Sólo es posible que to-
dos estos sarcófagos tuvieran un mismo nivel, si a 1,99 m. estaba el
suelo. Esta profundidad corresponde exactamente al arranque del zó-
calo que hay esbozado en el mismo dibujo de Vespignani perteneciente
al monumento sepulcral que analizamos en el capítulo anterior. Esta
coincidencia, completa, no puede ser casual y sólo se explica si supo-
nemos que el suelo constantiniano estaba a una profundidad de 1,99 m.,
Fig. 44 profundidad que corresponde a los niveles de -los otros pisos con que
ésta ha de compararse. El pavimento constantiniano, por tanto, debía
estar 40 cm. por sobre el nivel de la tumba original - en San Pedro el
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

grueso zócalo del monumento memorial constantiniano descansa direc-


tamente sobre el piso de mosaico del tropaion, estando por ello sola-
mente 0,30 m. más alto que éste - a unos 0,40 m. debajo del pavi-
mento de la nave central de la Basílica, y a 1,40 m. debajo del piso
del crucero actual.
Así se· explica la relación entre la forma antigua y la más reciente
de los restos de la tumba de Pablo, tal como aparecieron en 1838 y
como los fijó superficialmente Vespignani en su libreta de notas. Los
elementos más recientes, que sobresalen más, como el zócalo y pilas-
tras, deben pertenecer, pues, a la versión constantiniana de la tumba
del Apóstol.
Esta interpretación se completa y confirma con otro elemento más :
la ya mencionada y conocida inscripción "Paulo apostolo mart (yri)".
Se la había tenido siempre como -la losa que había en el suelo de la
Confessio, debajo del altar. Antes del incendio se podía ver, tan solo,
a través· de la reja del altar, las grandes letras - caracteres antiguos -
del nombre de "Paulo". También se veían tres orificios, dos cuadra-
dos y uno circular, que parecían estar malamente hechos en la losa Lám. 36, a
de mármol, deteriorando incluso las letras. La inscripción no quedaba
frente a los visitantes (hacia el este), por lo que se dedujo que ins-
cripción y altar debían estar antes en otra posición.
Continuando .los trabajos de reconstrucción de la Basílica, orde-
nados por el papa León XII,2º el papa Gregorio XVI hizo restaurar
el baldaquino gótico de Arnolfo di Cambio.21 Fué entonces cuando se
encontró, al quitar lo que había sido hasta entonces el altar principal,
la segunda parte de la inscripción de Pablo, con las palabras "Apos-
tolo mart" en una losa que había detrás de la primera. El nuevo altar
se colocó en conformidad con la nueva Confessio descubierto o abierto
hacia el oeste, de modo que fuese accesible por el este.
Si hoy se abre la reja de la Confessio, la fenestrella, se puede ver
debajo del altar, completamente en la penumbra, la vieja inscripción
que está ahora dirigida hacia el peregrino. Consiste de dos fragmen-
tos grandes y dos pequeños. Añadiendo los fragmentos pequeños ·se
logró igualar las losas, añadiéndolos, se entiende, a la losa más corta
que era la que llevaba el nombre de Paulo. Sus medidas son actual- Ji'ig. 47
mente y en total 1,27 m. por 2,12 m.22 Pero estas tampoco son las
medidas legítimas, las originales. Hoy, como entonces, una parte de
la pieza está cubierta por el añadido que se le hizo al altar principal.
Vespignani pudo, por suerte, ver libremente las losas de la inscrip-
190 ENGELBERT KIRSCHBAUM

),7, pi~~/~:~~ 7 -1
\
Fig. 46. Esbozo
de Vespignan·i de
la inscripción
«Paulo Apostoio
Mart» con
indicación de las
medidas.
1 -Q ~ . _"
3

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F'ig. 41.
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de las medidas )
originales de las
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inscripción.

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1
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e:,

rl" APOSTOlOMARi
1------------------ ------------- J
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

ción al trabajar en el altar principal, siéndole entonces posible com-


probar exactamente su tamaño. Las medidas están dadas en dos esbo-
zos (hojas 7 y 11) en palmos, onzas y minutos, medidas romanas que F'ig. 46
todavía se utilizaban el siglo pasado. Si se las convierte, se deduce que
las piezas, juntas, tenían originalmente una anchura de 1.86 m. Eran,
23
además, iguales, de modo que cada una tenía un ancho de 0,93 m.
Así desaparece la molesta asimetría de la inscripción, y las letras que-
dan en el centro de las piezas.
Una vez comprobado esto tenemos derecho a dudar también de
la longitud original de la pieza que lleva las palabras "Apostolo mart".
No puede ser que la letra T, sin terminar, constituya el borde de la losa.
Así como la inscripción Paulo está en el centro, también ésta debió
estarlo. Para completar lo que falta deberíamos saber si la palabra
"mart", como está hoy, está realmente abreviada, o si originalmente
estaba completamente escrita, esto es, si se escribió "martyri" en lugar
de "mart". El estar las letras muy apiñadas parece indicar que se
abrevió desde un principio. De ser así, la losa debía tener una lon-
gitud de 2,40 m. aproximadamente. La losa Paulo, más corta, sólo
tiene, en cambio, una longitud de 1,92 m. Ambas piezas, pues, eran Fig. 41
en un principio igualmente anchas, pero distintas en su longitud.
Se ha dicho se trata de la inscripción sepulcral conservada, por
cierto, en su posición original.24 Difieren las opiniones sobre si es o
no del siglo IV. Algunos eruditos la· sitúan en tiempos de la segunda
basílica, a fines del siglo IV,26 pero sus pruebas no son convincentes y,
además, confunden el problema de la cronología con el de la posición
o situación original y primera de la inscripción. Pesa mucho para nos-
otros el que los dos eruditos más competentes de la epigrafía cristiana,
G. P. de Rossi 26 y A. Silvagni,27 hayan atribuído la inscripción, por
su forma, texto y letra, a la época constantiniana.
Pero nos parece que no se puede considerar su posición actual
como la primera. La longitud, desigual, de ambas partes, y sobre todo
la circunstancia de estar hecha en dos piezas, habla en contra de una
tal suposición. El completar la losa de Paulo con dos pequeños frag-
mentos en su extremo izquierdo, y el acortar la otra pieza en su ex-
tremo derecho, evidencia que se han adaptado posteriormente los dos
trozos a una nueva situación no prevista desde un principio. La can-
tidad de pequeños agujeros de taladro que hay en la losa que lleva el
nombre de Paulo, siguiendo sobre todo su borde inferior, indica que
se le habían puesto clavitos o pequeños ganchos para colgar joyas en
ENGELBERT KIRSCliBAUM

ellos. Por tanto, las losas debieron estar antiguamente perpendicula-


res y no, como ahora, horizontales. Su anchura denota que estaban
una junto a otra y no superpuestas. La irregular distribución de las
letras de la palabra "Paulo" deja grandes márgenes, mientras que las
palabras "Apostolo mart (yri)" están muy juntas y llenan casi toda
la placa, probando con ello, de nuevo, que las partes no formaban una
sola pieza, como sucede, por ejemplo, en la inscripción que hay sobre
un portal, siguiendo como una franja. Llama la atención lo altas que
son las placas en comparación a la letra. La desigualdad de. las letras
y el que suban un poco permite suponer que la inscripción se hizo
cuando las placas de mármol ya estaban colocadas. El uso del caso da-
tivo excluye fuera una inscripción sepulcral, pues tendría que haber
estado en nominativo. Se trata, por tanto, de una dedicatoria que ca-
racteriza una obra hecha en honor de San Pablo Apóstol.
Volvamos ahora a reflexionar sobre la forma de la tumba cons-
tantiniana del Apóstol. El estudio de la inscripción nos puede ayudar.
Ya hemos hecho constar que el pavimento de la Basílica constantiniana
estaba a unos 2 m. de profundidad debajo del viejo escalón del altar
(predella). La inscripción estaba algo más baja, pero r,75 m. más ele-
vada que el suelo constantiniano. Aunque los esbozos de Vespignani no
indican las fechas se puede creer, comparando con el monumento me-
morial constantiniano de San Pedro, que también las distintas alturas
de San Pablo se explican por circunstancias similares. Queremos decir
con ello que también San Pablo debía tener en el centro del ábside
una especie de mausoleo en el que se conservaban los restos de la
vieja tumba del Apóstol. A esta especie de mausoleo debían pertenecer
el pesado zócalo con el resto de la inscripción "Salus populi" y los
arranques de las pilastras laterales. Le calculamos una anchura apro-
F'ig. 43 ximada de 2,80 m. (con el zócalo). El esbozo que hay a un lado de la
hoja 15 de la libreta de Vespignani, en la que se puede ver el resto
de un columbario, permite inferir una profundidad de más o menos
el doble de la anchura ele la placa que lleva la inscripción "Paulo" es
decir, de unos 2 m. Las medidas del monumento memorial de San
Pedro son, más o menos, 2,70 m. por r,65 m. (sin el zócalo). Se ex-
plica fácilmente el hecho de que San Pablo sea más ancho en los lados
si se tiene en cuenta el resto del columbario que, según el esbozo de
Vespignani, comunica con la tumba del Apóstol, circunstancia ésta
que no se da en San Pedro. Las medidas de la hipotética construc-
ción de la tumba de San Pablo concuerdan indubitablemente con las
[;
11
1

t.As TUMBAS DÉ tos APÓSTOLES l93

de las losas de la inscripción, de forma tal que la losa "Paulo", con


su r,92 m. de longitud, corresponde al lado más corto, y la otra, con
sus 2,40 m., ó 2,80 según la reconstrución, corresponde a la parte más
ancha delantero-posterior del monumento.
Todo lo señalado justifica el suponer que había un monumento,
como el de San Pedro, en el ábside de la Basílica constantiniana de
San Pablo. En ambos casos dicho monumento debió de estar exacta- F'ig. 48
mente bajo el arco del ábside. Hay que imaginarse que la inscripción
"Paulo Apostolo mart" ocupaba, en su parte alta, los cuatro costados
del revestimiento marmóreo del monumento. Todos los detalles de la
inscripción se explicarían así con toda facilidad. Hay que suponer que
la completaban dos piezas más, correspondientes a los otros dos lados
del monumento, con palabras como "Constantinus Aug.-fecit", por
ejemplo, o algo parecido. Estos otros fragmentos debieron eliminarse
seguramente cuando las modificaciones efectuadas en el monumento,
probablemente a fines del siglo IV, con el consiguiente reempleo de
dicha inscripción.
Esta hipótesis, por seductora que sea, deja muchas preguntas sin
respuesta. ¿ Cómo imaginarnos, por ejemplo, la parte delantera del mo-
numento? ¿ Nos lo hemos de imaginar como el de San Pedro? ¿ Tenía
el monumento un baldaquino, con sus cuatro columnas? El espacioso
ábside de San Pedro lo exigía y lo exige a fin de ampliar el monu-
mento; pero no son estas las circunstancias de San Pablo. También hay
que tener presente que el singular enrejado del monumento paulino
no se da en San Pedro. Las rejas están al dorso del monumento.28 Si
se considera que esta parte quedó sepultada cuando la construcción
de la Basílica, a fines del siglo IV, por los tres emperadores, hasta que
se la redescubrió en 1838, apenas se puede dudar que la reja proviene
de la basílica de Constantino. El ataúd del Apóstol Pablo - no sucede
así en el caso de San Pedro - estaba sobre la superficie, visible, por lo
que tuvo que ser protegido. Quizás esto explique la misteriosa descrip-
ción del Liber Pontificalis sobre la "envoltura de bronce" con que
Constantino, se dice, rodeó las tumbas de los Apóstoles.29
Antes de concluir este capítulo tendremos que responder a la cues-
tión del tropaion del Apóstol Pablo, también mencionado en la polé-
mica habida entre Cayo y Proclo. Como en los dibujos de Vespignani
solamente se pueden apreciar dos versiones de la tumba del Apóstol,
consideramos la primera de ellas como la original, y la segunda su trans-
formación en tiempos de Constantino. No es probable una tercera ver-

13
194 ENGELBERT KIRSCHBAUM

sion de mediados del


siglo II.80 El Liber
Pontificalis nos habla
de la transformación
de la tumba de Pedro,
pero nada dice de la
de Pablo. La tumba
d e Pablo, ciudadano
romano, fué, desde un
principio, mejor que
la de Pedro, que era
de barro. Estaba en la
superficie, visible, y ...>. ,::_... :
. ~ ..,.,
esto podía muy bien
satisfacer plenamente . : '' '.
. '

las pretensiones del si- •,,•·

glo II. Que existía es .. ,


cierto, pu e s to que
. •.:· ...
Cayo pudo mencio-
narla como conocida. JJ'ig. 48. Reconstrucción del ábside constantino
Se ha visto compen- con el memorial de San Pablo.
sado ese c a m i n a r
nuestro por el penoso
sendero que va a través de los esbozos, apuntes y medidas del Conde
Vespignani y las referencias del arquitecto Belloni. En muchas oca-
siones se pisaba terreno todavía virgen. A pesar de todo ha sido
posible - con seguridad unas veces, otras con probabilidad - ir es-
bozando el aspecto que ofrecía la Basílica constantiniana que guardaba
el monumento fúnebre del Apóstol de las gentes. Lo que tenía de
común y de singular con San Pedro refleja fielmente lo igual y lo
distinto que ambos apóstoles tienen en su martirio y culto.

La gran Basílica de los tres Emperadores

Ya hemos hablado varias veces de la iglesia de San Pablo cons-


truí da a fines del siglo IV por los emperadores Valentiniano II, Teo-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 195

dosio y Arcadio, en sustitución de la Basílica constantiniana, relativa-


mente pequeña. Constantino, que sepultó una gran necrópolis pagana
para construir la iglesia de San Pedro tuvo también, para construir
San Pablo, que confiscar parte de las tumbas que había donde San
Pablo estaba enterrado. La tumba del Apóstol se encontraba no sólo en
la Vía principal a Ostia sino que por añadidura, tenía cerca . una
carretera secundaria que llevaba hacia el Tiber desde la Vía principal.
La iglesia de San Pablo quedó determinada en un principio por esta
su peculiar situación. Constantino no desplazó la carretera secun-
daria. En las excavaciones de 1850 se volvió a encontrar la vieja carre-
tera junto a. la parte posterior del ábside constantiniano,31 sepultada
unos 4 metros bajo el suelo de aquel entonces.32
La iglesia de San Pablo estaba situada en un terreno pantanoso,
frecuentemente inundado por las aguas del Tíber. Esta circunstancia
pudo influir, aparte de la veneración siempre creciente y del estímulo
de la magnífica iglesia de San Pedro, en ese ir madurando un plan
de sustitución del templo, aún no viejo, por otro nuevo y mejor que
pudiese competir con San Pedro y que, al mismo tiempo, estuviese
mejor protegido contra las inundaciones del vecino Tíber. Lo que no
hizo Constantino lo ordenaron en el año 386 los emperadores 33 a Sa-
lustio, entonces prefecto de la ciudad de Roma: desplazar la vieja ca-
rretera que había detrás de la iglesia a fin de conseguir el terreno nece-
sario para la nueva obra.34 El prefecto tuvo que consultar detenidamen-
te al clero y, sobre todo, al papa mismo. Siricius 35 (384-389). Pero sólo
importaba respetar dos cosas: la tumba del Apóstol y la Vía Ostiense,
necesaria para el tráfico. Por esto el nuevo templo tuvo que colocarse al
revés, es decir, con el ábside hacia la carretera a Ostia y con la fa-
chada hacia el oeste, en dirección al Tíber. De no hacerlo así habrían
tropezado con la misma dificultad, pues la distancia entre la tumba y
la carretera principal no hubiese permitido el ampliar. La Basílica, de
cinco naves y crucero se dispuso de modo que éste fuera desde la
carretera hasta la tumba, y que la nave central fuera desde la tumba ha-
cia el oeste. Así, la tumba del Apóstol aparecía, al visitante que en-
traba - desde el atrium - en la Basílica, inmediatamente detrás del
imponente arco de triunfo que separaba nave y crucero, enmarcada
por él y por el ábside que había al fondo. El problema creado por la F'iu. 4.'2
carretera fué genialmente solucionado : las dos partes del gran edificio Ltim, 37
convergen en el monumento fúnebre tan acertadamente que se puede
decir que esta solución supera incluso a la de San Pedro.
196 ENGELBERT KIRSCiUlAUM

En la antesala norte hay todavía una esbelta columna de una de


las naves laterales. En su parte alta lleva escrita una dedicatoria al papa
Siricius. Hay una base que pertenece a esta columna en la que se
dice que ésta se colocó el año 390.36 Podemos deducir de estos datos
el ritmo, rápido, de las obras, aunque se concluyeran éstas bajo el
imperio de Honorio (395-423). Así nos lo notifica, al menos, la ins-
cripción que hay sobre el arco de triunfo.37 Las obras duraron de
20 a 30 años.
Se podría suponer que en las magníficas obras imperiales, como
la que nos ocupa, utilizaban solamente materiales nuevos; pero es ésta
una costumbre que los últimos emperadores romanos no conocían. Co-
gían, sin escrúpulos, las más hermosas columnas de viejos monumen-
tos para emplearlas en una nueva construcción, como sabemos hicieron
con varias columnas de mármol de la nave central de San Pablo. Ad-
quirió fama, sobre todo, un juego de columnas estriadas, de mármol
blanco veteado en azul y violeta que, según se dice, procedía del mau-
soleo o panteón del emperador Adriano, en lo que es hoy el castillo
de Santangelo.38 Semejantes expolias se consideraban como tesoros y
eran altamente admirados.
En las órdenes que, en forma de carta, dieron los tres empera-
dores a Salustio, prefecto de la ciudad, se dice especialmente que la
F'ig. 44 nueva basílica debería estar más elevada que la antigua. El suelo de las
naves longitudinales se elevó unos o' 40 m. Más alto todavía - alre-
Fiu. l¡9 dedor de I m. - se dispuso el crucero, que ya entonces debía tener
su posición actual.39 Cinco escalones conducían desde la nave cen-
tral al crucero. Se elevó, pues, un total de 1,40 m. El memorial cons-
tantiniano del apóstol quedó un tanto sepultado. Quisiéramos suponer
fué entonces cuando se desprendieron las losas que llevaban dedica-
torias y, con ellas, las dos más importantes, esto es, aquellas cuyo
texto era: "Paulo Apostolo mart", poniéndolas entonces donde se en-
cuentran hoy. La parte superior del monumento constantiniano se de-
bió transformar en altar, como hizo en San Pedro Gregario el Grande
200 años más tarde.
Sobre la losa se debió construir una especie de altar, como una
caja vacía, cuyo asiento era la inscripción reconstruída. Cubriendo el
altar se puso seguramente un baldaquino, siguiendo la costumbre y,
también, a fin de otorgar prestancia al lugar.
Las losas con la inscripción estaban dispuestas en el suelo del al-
tar de la confessio de tal forma que sólo se podía leer la inscripción
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 197

mirando desde el este. De ahí se deduce que era por allí por donde se
llegaba al altar. El Santo Sacrificio de la Misa se celebraba, pues, mi-
rando al pueblo, como se acostumbró durante mucho tiempo en las
Basílicas romanas. Los peregrinos también venían desde el este a ve-
nerar la tumba del Apóstol. Por esto se había establecido ya al cons-
truirse el altar una comunicación tubular, que partía de una aber- Fig. 4-í
tura circular que había en la losa del suelo, con la tumba del Apóstol
que estaba debajo. El agujero practicado en la placa que llevaba el
nombre del Apóstol se hizo de forma que las letras quedaran intactas. Lám. 36, a
Después, al hacer dos nuevos agujeros, cuadrados, ya no se tuvo este
cuidado. Los tres agujeros pertenecían a unos canales perpendiculares
que comunicaban entre sí, de los cuales empero solo el más antiguo,
el circular, llegaba originalmente hasta muy cerca de la tumba del
Apóstol. Más tarde también éste fué cegado. Pusieron una tapa me-
tálica que se podía abrir, de la que todavía quedan huellas.
Toda esta instalación obedece al culto que entonces se daba a los
muertos, a los que, como ya dijimos, se les echaba líquidos, aromáti-
cos sobre todo. Tenemos muchas pruebas de que este culto se practicó
también con los mártires. Prudencia, que se encontraba en Roma en
los años 402-403, y que por cierto alabó la iglesia de San Pablo, es-
cribió, refiriéndose a la tumba de Hipólito mártir, sita en la carretera
de Tivoli, los siguientes versos, muy explícitos para nosotros: "Oscula
perpicuo figunt impressa metalla, balsama def undunt, fluetibus ora ri-
gant. ".40 Los creyentes, pues, cubrían ele besos la placa metálica que
cerraba el pozo que conducía al sepulcro, dejando huellas impresas y,
llorando, echaban bálsamos. Estos conductos servían, además, para
bajar pañitos a la tumba, convirtiéndolos así en reliquias. Esta última
costumbre desplazó con el tiempo a la primera. Recordemos el relato
de Gregario de Tours sobre los pañitos que aumentaban su peso.41
Gregario el Grande, en su carta a la Emperatriz Constantina,42 tam-
bién atestigua esta forma de honrar a los mártires.
Un alto funcionario de la Roma Oriental, llamado Rufino, pidió
reliquias en el año 394, esto es, pañitos bajados a la tumba del Após-
tol, obteniéndolos.43 ¿ No quiere esto decir que entonces se podía llegar
a la tumba de los Apóstoles mediante estos conductos? El que fué más
tarde emperador Justiniano, envió el año 519 una embajada al papa
Hormisdas (514-523) para solicitar reliquias de los Apóstoles, rogando
que los paños fueran depositados en el segundo pozo.44 Este segundo
198 ENGELBERT KIRSCHBAUM

pozo, evidentemente, debía ser el más cercano a la tumba del Após-


tol, considerándolo además, prerrogativa de pocos.
La historia de la Basílica de los tres emperadores cuenta ya en
tiempos antiguos con un incendio parecido al de 1823. Durante el pon-
tificado de León Magno (440-461) cayó, así lo cuenta la crónica pon-
tificia, "fuego divino" en la Basílica, es decir, que cayó un rayo ave-
riando seriamente el edificio.45 La restauración debió ser importante,
pues se puso una inscripción especial en el arco de triunfo, en la que
Gala Placidia, hermana del emperador Honorio, expresa su admiración
y contento por la obra realizada por León.46 Cuando la reconstrucción
efectuada después del incendio de 1823 se pudo comprobar que el Papa
había reforzado el arco agrietado mediante uno nuevo que se apo-
yaba en unas gigantescas columnas. La noble señora debió ganarse
esta mención honorífica prestando al Papa su generosa ayuda. El mo-
saico mismo, en cuyo borde inferior están los versos, tiene que ser
también de entonces.47 A pesar de haberse estropeado con desacertadas
restauraciones todavía ofrece un aspecto imponente.
León I hizo todavía más en favor de la tumba del Apóstol. El 31
de mayo del año 455 se esparció por Roma la noticia de que los ván-
dalos habían desembarcado en la desembocadura del Tíber. El pueblo
fué presa del pánico, y el emperador Máximo, en su huída, fué muerto
por éste. Cuando Geserico apareció ante las puertas de la ciudad con
sus hordas, el papa León se entrevistó con él y le rogó respetase las
cosas. Se le concedió la inmunidad a cambio de la entrega de los teso-
ros de la Iglesia. Se respetaron los santuarios y las vidas.48 Panvinio
cuenta que los "godos" entraban en la iglesia de San Pablo y que
salían sin molestar a nadie.49 Cuando cuatrocientos años más tarde vol-
vieron de nuevo invasores - esta vez eran sarracenos - no hubo en
Roma ningún León el Grande que los detuviera.

Desde Gregario I (590-604) hasta Gregario XVI (18p-1846)

En el escrito del papa Gregorio a Constantina, tantas veces men-


cionado, leemos que la emperatriz solicitaba del Papa la cabeza de
San Pablo u otra reliquia para la Iglesia dedicada a San Pablo en
ª
Constantinopla. En su hábil y diplomática respuesta lª "tranquillissi-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 199

ma Domina" dice el Papa, para convencer a la emperatriz de que su


petición es improcedente, que él mismo hubiera ordenado excavar en
la tumba del Apóstol a fin de "mejorar" su instalación. El "praeposi-
tus loci ", que debía ser entonces el general de los frailes que desde
Gregorio tenían allí convento, encontró algunos huesos fuera de la
tumba del Apóstol y los trasladó a otro lugar. Poco después, dice,
murió repentinamente entre signos espantosos. 60
Bajo el pretexto de "mejorar" la tumba del Apóstol, el Papa hizo
una cripta en la iglesia de San Pablo, como había hecho en San Pedro.
Durante mucho tiempo no se supo nada con seguridad sobre esta am-
pliación subterránea de la confessio de San Pablo. Por una inscripción
del papa León III (795-816) se atribuyó la cripta a este Papa, a
pesar de que dicha inscripción habla solamente del embellecimiento de
la entrada.51 No cabe duda de que fué Gregorio quien la construyó.P
Era difícil imaginarse estas obras por las descripciones de fines del
siglo XVI de Panvinio 53 y Ugonio.54 Solo después que S. Pesarini
logró encontrar las notas conservadas de Onofre Panvinio en la biblio-
teca vaticana, entre las que había dos esbozos y una descripción, se Fig. 53
pudieron comprender estas obras. En torno a la tumba del Apóstol
había un presbiterio que iba desde los escalones del crucero al cen-
tro, abarcando todo lo ancho del arco de triunfo. Cuatro escalones
conducían, por el sur, a una especie de podio elevado. Al este estaba
colocada la cátedra pontificia. El altar del Apóstol y el baldaquino que-
daban en el centro. Alrededor había una elegante pérgola con veinte
columnas de pórfido. Una escalera, por detrás de la cátedra. conducía Fig. 50
a la cripta subterránea.
Esta extraña instalación, que emergía como una isla santa en el
amplio espacio del crucero, quizás fuera debida a la gran distancia
que quedaba entre la tumba del Apóstol y el ábside, distancia que
excluía una solución como la de San Pedrci. Merece alabanza, sin
embargo, este solucionar el asunto metiendo un templo dentro de otro.
El aislamiento acentuaba la santidad del lugar, y su posición elevada
aumentaba la visibilidad de la tumba santa, que podía ser vista de
los visitantes por todas partes. Quedaba, eso sí, inaccesible.
No podemos sino admirar al gran papa y a sus maestros de obras
que supieron solucionar dos casos tan semejantes y tan distintos, como
son las tumbas de los Apóstoles, de manera tan particular, tan ele-
gante y convincente al mismo tiempo.
Después de esta importante modificación de la tumba del Apóstol
200 ENGELBERT KIRSCHBAUM

ALTURA DEL SUELO

l!'ig. 49, Reconstrucción de la «Oonfessio» de la basil-ica de los tres


]J)mperadores.

ALTUR ••• DEL sutto

Pir¡. 50. Reotmetruccicn. lle l<f «Oonfcssio>i rle Greaorio el Granüe,


Lám, 33. Vista actual del nicho del baldaquino (la desigualdad de los
lados proviene de cuando se instaló el muro grafítico en el
tropaion). En el centro, el arca de oro en la que se guardan
los palios de la tumba del Apóstol
Lárn. 34. Vista de la cúpula de Miguel Angel tomada desde el nicho del
baldaquino, a través del baldaquíuo ele Bernini
l,üm. 35a. Necrópolis de la vía Ostíonse cercann a la iglesia de Sílu Pablo

b. Dos medallas del Papa de los años lG26 y 1633 (Urbano VIII,
1623 a 1644), con proyectos del nicho del baldaquino ele San
Pedro. La inscripción habla ele la t11111lrn rle n mhos Prtncípes
ele los Apóstoles Pedro y Pablo
La losa «Paulo Apóstolo Mart» en el suelo del altar mayor
ele San Pablo: agujeros ele los tres conductos. IDl más antiguo,
a la izquierda, algo avanzado
h. Mesa del altar de «partícíón de la osamenta de los Após-
toles» con la vieja pieza de pórfido incrustada.
Lám. 37. E<l altar mayor de San Pablo que hay sobre la tumba del
Apóstol con el ciborio gótico ele Amolro di Cambio ", la
«Confesslo» abierta clel siglo pasado.
/
/ /
.. l.
Lám. 38a. Reconstrucción de la «trtclíu» de la vía Appí a (según P. Styger

b
Grafito de la «triclía» con invocacio-
nes >1 ambos Apóstoles
Lám. 39a, Grabado de los relicarios del Lateruno, ele! siglo XIV, con
reliquias ele ambos Apóstoles
b. Los relicarios actuales en la cámara ele reliquias del cimborrio
del altar mayor ele la iglesia del Laterano.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 201

B H OUEF{HAUS

Fig. 51. Reconstruccióqi


de la «Oonteeeio» abier-
ta de Sixto V.

0 H OUERHAUS

Pig. 52, Corte a tra,i;~s ae la, <<Gon¡essio,) act,ual (Gre1,1orio X F I),


202 ENGELBERT KIRSCHBAUM

ºº'' c.;' = e, o •

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Íl'ig. 53. Esbozo del plano horizontal de la iglesia de San Pablo con
la «oontessio, de Gregario el Grande según Panvinio.

la historia de la Basílica sólo nos cuenta hechos de menor importancia.


La crónica pontificia tiene siempre embellecimientos e innovaciones
que contar, de más o menos importancia.56 Indudablemente, el papa
León III (795-816), cuyas obras en la cripta ya hemos mencionado,
debió ser un gran devoto y bienhechor. Muchas y reiteradas veces se
citan en su "vita" de la crónica pontificia nuevos donativos a la iglesia
de San Pablo, consistentes en oro, plata, perlas, telas preciosas, cá-
lices, cruces y candelabros, etc., regalos que en su mayor parte caye-
ron, apenas medio siglo más tarde, en manos sarracenas, cuando sa-
quearon las tumbas de los Apóstoles en el año 846.
Hay dos regalos que merecen especial mención. El papa León
construyó sobre el altar un gran baldaquino, decorado en plata, que
pesaba unas 415 libras,58 parecido al que Gregorio el Grande colocó
sobre el altar de San Pedro.59 Dió, además, dos incensarios de oro, uno
de los cuales, hay referencia expresa.s? fué bajado a la tumba misma.
Esta "turabula apostolata" ya la encontramos en San Pedro. En la
vigilia de la fiesta de los príncipes de los apóstoles el papa entraba en
la confessio y sacaba el incensario de oro del pozo de la tumba, donde
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 203

había estado colgado durante el año. Las cenizas del incienso y del
carbón se repartían entre los fieles. El papa, hecho esto, ponía nuevo
incienso y colocaba nuevamente el incensario sobre la tumba del
Apóstol.
En el siglo XII el artesonado del crucero amenazaba ruina. Por
esto durante el pontificado de Inocencia II (u30-u43) se construyó
un muro de apoyo por el centro del crucero que descansaba sobre
unas arcadas. Aunque la tumba del Apóstol no perdía con ello, sí
perdía el crucero su espléndida espaciosidad. Fué una suerte que se Fig. 42
pudieran eliminar estos muros cuando los trabajos de reconstrucción
efectuados después del incendio de 1823.
El abad del convento de los bartolomeos de San Pablo se hizo
merecedor de gratitud eterna al construir en 1285, sobre el altar prin-
cipal, el famoso baldaquino gótico. Ya dijimos que esta obra maestra,
salida de manos del florentino Arnolfo di Cambio y de su compañero Lám. 37
Petrus, sobrevivió al incendio de 1823 y que adorna todavía hoy, como
una corona, la tumba del Apóstol.61
Hasta el pontificado de Sixto V (1585-1590) no se efectuaron nue-
vos cambios en la confessio. Sixto V hizo poner la cátedra pontificia
en el ábside a fin de disponer, en casos especialmente festivos, de es-
pacio suficiente, para por ejemplo, la llamada Cappella Pontificale a la
que también asistían cardenales. Se cerró la entrada a la cripta que
había debajo del ábside. Para que el altar pontificio quedara visible
se derribó la parte trasera del presbiterio gregoriano, con sus colum-
nas de pórfido y la vieja cátedra. Según lo cuenta Ugonio 62 habría
que suponer que el resto quedó como estaba.63 Pero Ugonio escribe
en 1588, cuando seguramente las obras todavía no se habían termi-
nado. El hecho es que Nicolai en 1815 menciona, describiendo la basí-
lica de San Pablo, una confessio abierta, como la de San Pedro, en
lugar de la cripta gregoriana. No es posible saber cuándo se hizo.
Se la supone relacionada con las obras de Sixto V. Quien conoce las Fig. 51, 42
intervenciones artísticas, realizadas en las iglesias romanas de su tiem-
po, de este papa emprendedor no puede juzgarle mediocremente como
lo hace Pesarini. Sixto V no era hombre para mediocridades.
Tampoco esta solución fué la última en la accidentada historia de la
confessio del Apóstol de las gentes. La catástrofe acaecida en la noche
de julio de 1823 dió pie a una transformación radical de la confessio
bajo el pontificado de Gregario XVI (1831-1846). Se cerró la coníessio
204 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Fiy. 5íe y se abrió en el lado opuesto, llegando con ello al término que hoy
conocemos del· desarrollo constructivo y de la evolución del culto.
El peregrino que camina hoy por la carretera de Ostia hacia la
tumba del Apóstol Pablo nada encuentra que le hable de la Basílica
de los tres emperadores, a no ser los mosaicos del arco de triunfo.
Pero la idea que la creó sigue viva entre los desperfectos sufridos con
el tiempo. Como el dios del sol, nimbada su cabeza de rayos, aparece,
imponente, el Kyrios, con el cetro de la cruz 64 en la mano. Sobre él
flotan en el espacio extendidas silenciosamente sus alas, los misterio-
sos personajes del Apocalipsis. Conducidos por dos ángeles se acer-
can, por los lados, los 24 patriarcas para ofrendar sus coronas al
Eterno.65 Esta liturgia celeste nos habla del retorno triunfante del
Señor sobre la tumba del Apóstol de las gentes.
VI

LOS HUESOS DE LOS PRINCIPES DE LOS APOSTOLES


,,,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 207 1

A arqueología no se ocupa generalmente de las osamentas al investi-


L gar las tumbas antiguas. Sólo en el caso de una tumba histórica
importante que todavía se conserva intacta e inviolada desde un prin-
cipio puede la arqueología asumir la responsabilidad de su contenido.
Por desgracia en los dos casos aquí tratados no se cumple esta con-
dición. Tengamos presente que en el caso de San Pablo sabemos que
su cabeza se encuentra en el Letrán. Nada conocemos del resto. El
caso de San Pedro es distinto. También su cabeza se encuentra en
San Juan de Letrán, pero conocemos más exactamente la dispo-
sición de la tumba. Debajo del nicho más bajo del muro rojo había Lám. 23
un mantoncito de huesos. Se encontró en el ámbito del viejo sepulcro
central, que reconocimos como el del Apóstol, habida cuenta de que
su posición actual, claramente modificada, se encuentra más elevada
de lo que pudo estar la tumba. En toda esta zona que hay debajo del
nicho del baldaquino no se han encontrado huesos dispersos.
Se podía pensar que un día recogieron los huesos dispersos y que
los pusieron debajo del muro rojo. La investigación anatómica hubiera
concluído entonces que la osamenta pertenece a distintos esqueletos.
1
Pero el examen médico fué, precisamente, contrario, esto es, que los
huesos encontrados pertenecen a una misma persona, a un hombre
viejo y fuerte. Falta la cabeza. Queda con ello probado tan solo que
quienes un día que no conocemos exactamente trasladaron la cabeza
a Letrán consideraban esta osamenta como la del Apóstol. ¿ Se
equivocaron ? Sólo podemos decir que alguien quitó la osamenta de
la tumba que hoy llamamos de San Pedro, y que este esqueleto es de
un hombre viejo. Y Pedro, cuando murió, era un hombre viejo. Pesa
indudablemente una gran responsabilidad sobre quien hace pasar una
osamenta encontrada como la de Pedro. Pero también implica una
responsabilidad no menor al dejar a un lado, sin hacerles caso, los
auténticos despojos del príncipe de los Apóstoles, caso de que exis-
tieran. Decir algo terminante sobre el asunto no es posible en vista
de las circunstancias. Sin embargo, hay que hacer constar el hecho
- que da mucho que pensar - de que dentro de la zona sepulcral
del Apóstol se encontró la osamenta de un hombre viejo, reconocida
r
ya hace mil años como la de San Pedro al trasladarse su cabeza a
Letrán. ¿ Es posible imaginarse seriamente que en este lugar donde,
como hemos visto, el culto creció más y más desde un principio, se
pusiera una osamenta que pudiera un día llevar al error? Dejemos
esta pregunta sin responder y dediquémonos ahora a lo que nos dice
la historia sobre la osamenta del príncipe de los Apóstoles.
1 ' • • • • • '
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Pedro y Pablo en la Vía Appia

La "reina de las carreteras", la Vía Appia romana, tiene, ante las


puertas de la ciudad, donde la campiña romana se extiende encanta-
dora y los viejos acueductos corren como ciempiés por el accidentado
terreno y la rotonda fúnebre de Cecilia Metella descansa como una
soberbia corona, un antiquísimo santuario de los Apóstoles. Hay allí
un edificio, San Sebastián, que enriqueció barrocamente Scipione
Borghese (16n), edificio que debía ser probablemente una de
las basílicas romanas más antiguas.1 Se llamaba Basilica Apos-
tolorum, es decir, iglesia de los Apóstoles Pedro y Pablo. Debajo' de
este templo hay un lugar en el que antiguamente se celebraba culto
Lám. 38, a cristiano, descubierto en las excavaciones realizadas a principios de
siglo.2 Consiste en un tejadillo, llamado "triclia" por los excavadores,
y de un recinto parecido, de construcción extraña, cuyo significado es
todavía incierto. Los restos, mutilados, ofrecen el aspecto de una gran
cátedra revestida de mármol. Probablemente debía tratarse de una
aedicula. Entre ambos recintos hay un patio. Las paredes de la "tri-
clia" están llena de grafitos, los ya famosos grafitos de San Sebastián.3
Lám. 38, b Son obra de los peregrinos, que también se reunían aquí muchas veces
- era costumbre - para celebrar el ágape o refrigerio en honor del
Apóstol. Pueden situarse alrededor del año 258.
Este viejo "santuario", que alrededor del segundo decenio del
siglo IV fué cubierto por la basílica de los Apóstoles ya mencionada,
había cerrado el acceso a varios recintos sepulcrales más antiguos. De-
bajo de esta instalación se encontraron sobre todo, aparte de los se-
pulcros murales corrientes, tres mausoleos que habían sido construídos
en los primeros decenios del siglo II partiendo de una hondonada que
hacía el valle. Estas cámaras sepulcrales de origen pagano presentan
r LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

ya elementos cristianos primitivos. Junto a ellas se fué desarrollando,


aproximadamente desde el siglo III, una catacumba cristiana. En este
cementerio cristiano se enterró, a comienzos del siglo IV, el mártir
San Sebastián. Esta catacumba tiene un significado especial. Está si-
tuada en un lugar antiguamente denominado, en griego, "Kata Kym-
bas ( x ex " ex x v µ ~ ex cr ) " es decir "junto al hondón o depresión del
valle". Por ser el único conglomerado de tumbas cristianas primitivas
fué siempre visitada, y siguió siendo popular cuando todas las otras
habían caído en el olvido. De ahí que su nombre se transfiriera, con
el tiempo, a todos los cementerios subterráneos, viniendo éstos, por
ello, a llamarse catacumbas.
Pasando por alto los restos de viviendas, columbarios romanos
y de tumbas cristianas que se encontraban aquí en cantidad no fre-
cuente, nos preguntamos : ¿ Qué significa ese culto a los príncipes de
los Apóstoles junto a la Vía Appia? Los eruditos lo discuten desde
hace medio siglo, llegando siempre a nuevas hipótesis. Para compren-
der sus explicaciones debemos recordar las costumbres y tradiciones
más antiguas, algunas de las cuales ya hemos mencionado. Recorda-
remos las más importantes: el cronista del año 354 nos habla de una
fiesta en honor del Apóstol Pedro, tenida junto a la Vía Appia en el
año 258, fiesta que continuó celebrándose después.4 En la Basílica de
los Apóstoles sita junto a la Vía Appia se encontró una inscripción
del papa Dámaso (366-384) que informa al piadoso peregrino de que
en este lugar "habitaron" 5 Pedro y Pablo. Este "habitaron" lo inter-
pretan generalmente en sentido sepulcral. Al fin del siglo IV San
Ambrosio afirma, en un himno, que ambos apóstoles fueron vene-
rados en Roma en los "tres caminos".6 Sólo puede referirse, aparte
de la Vía Cornelia en cuanto a San Pedro y de la Vía Ostiense en
cuanto a San Pablo, a la Vía Appia, donde se debía celebrar conjun-
tamente en honor de ambos apóstoles.

También el martirologio, erróneamente atribuído a Jerónimo,7 nos


cuenta que en el siglo V se celebraba conjuntamente en la Vía Appia
la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo. El documento del siglo V,
lleno de fantasía, cuenta la historia de San Sebastián y dice que el
cuerpo del mártir fué enterrado en lo que es San Sebastián iusta ves-
tigia Apostolorum, es decir, junto a las "huellas" de los Apóstoles.8
Cuenta la crónica pontificia, en el siglo VI, en la vida del papa Cor-
nelio (251-253), que este papa había trasladado los cuerpos de los

14
210 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Apóstoles desde la Vía Appia al Vaticano y a la Vía Ostiense, donde


están hoy.9 A fines del mismo siglo VI Gregorio el Grande escribe
a la emperatriz Constantina que los cuerpos fueron robados por los
orientales después del martirio y escondidos temporalmente en la Vía
Appia. Sigue diciendo que los rayos y truenos les asustaron de tal
forma que abandonaron el proyecto de trasladarlos a otra parte. Dice
finalmente que los romanos trasladaron de nuevo los despojos a sus
sepulcros originales.l" Pocos decenios más tarde, en un itinerario de
la época de Honorio I (625-638), se dice que los cuerpos de los Após-
toles estuvieron durante 40 años en la Vía Appia.11 Por estas noti-
cias se ve claramente el lento trabajar de la fantasía del pueblo que,
poco a poco, va adornando un cierto núcleo o hecho histórico.
Pero ¿ en qué consiste, al fin y al cabo, el "núcleo histórico", y
dónde comienza la leyenda? Es un hecho que desde mediado el si-
glo III se celebraba en la Vía Appia culto en honor de ambos após-
toles, como también lo es el que ya existía anteriormente un culto en
sus tumbas del Vaticano y de la Vía Ostiense. Así lo testifican los
monumentos y, alrededor del año 200, el romano Cayo. Esta venera-
ción y culto en · las tumbas mismas no fué abandonado, ni mucho
menos, al celebrarse en la Vía Appia, como lo atestiguan el tropaion,
junto al Vaticano, la historia de la iglesia 12 y la Teofania 13 de Eusebio
de Cesárea. Este hecho, precisamente, dificulta la comprensión del
cómo y del porqué del culto a los Apóstoles en la Vía Appia.
La hipótesis de un traslado provisional de los cuerpos de los Após-
toles a la Vía Appia partió del hecho de que el culto que había en
esta Vía estaba relacionado con el año 258, año de las persecuciones
de Valerio, en que se cerraron, por vez primera, los cementerios cris-
tianos, y también de la inscripción damasiana de lo que se ha oído
del traslado de la osamenta.l" Se afirma que la osamenta estuvo allí
desde la persecución valeriana hasta los tiempos de Constantino. Se
propuso una variante de la hipótesis del traslado, apoyándose en lo
que cuenta el Liber Pontificalis de la vida de Cornelio, según la cual
los Apóstoles fueron enterrados después del martirio en dicha Vía
Appia.15 Una nueva interpretación descartó la idea del traslado por
sus dificultades jurídicas, admitiendo, eso sí, un cierto culto, aunque
sin la presencia de los cuerpos de los Apóstoles.16 Hasta se intentó
afirmar que el templo de los Apóstoles de la Vía Appia era un lugar
donde celebraba sus cultos la secta novatiniana anatematizada más tarde
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 2II

por la Iglesia, partiendo de determinadas fechas del martirologio


romano.
En todo este teorizar se ha derrochado agudeza y erudición, quizás
demasiada. Todas esas interpretaciones tienen su punto débil y nin-
guna de ellas responde a todos los hechos y testimonios. No conven-
cen plenamente. Sintetizando se podría decir, por ejemplo, que los
eruditos, en cuanto a la cuestión del culto a los Apóstoles en la Vía
Appia, se dividen en dos campos : suponen unos el traslado de los
cuerpos de los Apóstoles, los otros niegan cualquier clase de traslado.
Contra los del primer grupo podemos objetar que hasta el momento
no se ha encontrado lugar alguno bajo la iglesia de San Sebastián
en la Vía Appia que parezca indicar se enterraron allí los cuerpos
de los Apóstoles. Es poco probable que no hayan quedado huellas.
Cabe decir, contra los del · segundo grupo, que es muy difícil imagi-
narse en la antigua Roma cristiana un lugar de culto alejado de la
tumba de los Apóstoles o de donde estos fueron martirizados. El culto
a mártires se sujeta normalmente a la tumba misma del mártir o al
lugar por el que corrió su sangre. Roma, con sus muchos lugares de
culto martirial, no presenta ningún caso en contra de la costumbre.
Se trata de un argumento que pesa mucho. De ahí que la mayor parte
de los investigadores del cristianismo primitivo se hayan decidido por
la hipótesis del traslado. Hay que decir, sin embargo, que la hi-
pótesis contraria está ganando terreno últimamente. Enrique J osi
propuso, en una conferencia que <lió en Roma hace dos años, una
nueva versión, interesante, de la hipótesis del traslado, versión, la
suya, que evita bastantes más dificultades que la anterior.18 Según
un texto de Julius Paulus, jurista romano del siglo III,19 la tumba
que tiene derecho a ser considerada como la legítima es aquella en que
está la cabeza.P" Josi deduce entonces que los consejos legales que
recibieron los cristianos durante las persecuciones valerianas pudie-
ron motivar un traslado legal de los sepulcros amenazados, en el Va-
ticano y en la carretera a Ostia, llevándose simplemente las cabezas
a otro lugar. Un traslado de esta índole era seguramente más fácil que
un traslado total. Así se puede comprender también que no queden
huellas del pequeño lugar de la Vía Apia en que escondieron las
cabezas.
En la hipótesis presentada por J osi se sigue aludiendo a la caja
de mármol puesta por Constantino 21 en el muro grafítico del tro-
paion vaticano. Estas afirmaciones están totalmente justificadas mi-
2 12 ENGELBERT KIRSCHBAUM

rando la devolución ; no tanto en cuanto al traslado de las cabezas.


Las huellas demuestran que allí se enterró osamenta humana. 22 Por
otra parte, se trata de un lugar en el que ningún particular pudo cons-
truir depósito alguno. Tenemos que considerar la obra que se hizo
en el muro como "depósito oficial", hecho allí antes de que se tapiara
el muro grafítico. Todavía se ve en el muro un como arranque de
arco, interrumpido ya cuando se estaba construyendo. ¿ Se quiso, como
fuera, mantener accesible aquel lugar? Constantino consideró el muro
grafítico como perteneciente a la tumba y, por ello, se atuvo a su
forma irregular. Podemos dar otro importante punto de partida que
favorece la hipótesis del traslado de la cabeza.
Todo se explica fácilmente suponiendo que se hizo el depósito del
muro grafítico para guardar las reliquias de los Apóstoles traídas desde
la Vía Appia. Como en este primer traslado se trajo, según nuestra
hipótesis, una parte, la cabeza sobre todo, se comprende el por qué
dejaron el resto de las reliquias debajo del muro rojo.
Nuestras suposiciones tienen - hay que volver a decirlo - el va-
lor de hipótesis, pero con la ventaja sobre las otras de que tienen en
cuenta los recientes descubrimientos logrados en las excavaciones efec-
tuadas debajo de San Pedro, que son un punto de partida bastante
más seguro que los textos desfigurados por la leyenda.

Dos altares de reliquias

Hartmann Grisar ha supuesto, en su estudio sobre la estancia de


las cabezas de los Apóstoles en Letrán, que el traslado de las re-
liquias del Vaticano y de la Vía Ostiense a la capilla particular de los
papas en el Laterano se debió a la invasión sarracena 23 del 846. Es
una suposición, pues no se puede probar nada. Sólo se puede probar
la estancia de las cabezas en Letrán desde los últimos años del
siglo XI. El diácono Juan, que nos cuenta estas cosas en su "Libellus
de Ecclesia Lateranensi", escribió en tiempos del papa Alejandro III
(1159-1181). Hace constar que repite tan sólo lo que se dice en el
"Libellus de Sanctis Sanctorum", que es por lo menos de tiempos de
Gregorio VII (rn73-rn85). Probablemente es más antiguo todavía.24 La
invasión de los sarracenos debió dar á los papas motivo suficiente
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 213

para tomar estas medidas excepcionales. Si Grisar tiene razón esto


supondría una prueba decisiva contra la posibilidad que acabamos de
señalar de relacionar la separación de las cabezas de los Apóstoles con
el traslado de las reliquias a la Vía Appia. Se podría buscar un punto
de partida que justificara la suposición de que se separaron las ca-
bezas de los Apóstoles del resto de las reliquias ya antes de la in-
vasión sarracena.
A. de Waal propuso esta tesis en su ensayo sobre las cabezas de
los· Apóstoles.25 De Waal quiere ver el traslado de la cabeza de los
Apóstoles a la luz del "movimiento de traslado" del siglo VIII. El que
las tumbas de los mártires se encontraran en las afueras de la ciudad,
indefensas en las catacumbas, y el lento desmoronamiento que se ini-
ciaba en estas, indujeron al papa Paulo I (757-767) a trasladar, con-
tra costumbre, las reliquias de los mártires, sacándolas de sus an-
tiguas tumbas y llevándolas a las iglesias de la ciudad.26 Semejante
traslado de reliquias de mártires se hizo costumbre en el siglo si-
guiente, costumbre que se extendió luego por todo Europa. En primer
lugar, se trasladaron a la ciudad cuantos cuerpos de mártires se
pudo y, si hemos de creer lo que indican las viejas inscripciones, se
· repartieron abundantemente entre las iglesias titulares de Roma. Des-
pertó, entonces, la piadosa avidez de poseer reliquias de mártires en
las abadías carolingias que iban tomando gran auge en los países que
había al otro lado de los Alpes. Se enviaban embajadas y donativos
a Roma a fin de obtener algo de estos sagrados tesoros, no parándose,
para conseguirlo, ni ante el soborno. En poco tiempo se organizó el
traslado a tierras carolingias de verdaderos cargamentos de osamentas
de mártires romanos, legítimas o falsas.
Los comienzos de esta costumbre son anteriores al pontificado de
Paulo I. Llama la atención que sólo hayamos llegado a tener noticia
de traslado de cabezas. Sabemos que Honorio I (625-638) se llevó al
Laterano la cabeza de Santa Inés. Allí se conservaban junto a las ca-
bezas de los Apóstoles, las de Santa Inés y Eufemia. Así lo cuenta
Juan el Diácono.27 También se dice que Honorio, al trasladar los restos
de San Pancracio a la Basílica que tenía dedicada el Santo en
la Vía Aurelia, restaurada por el mismo Honorio, se llevó entonces
su cabeza a Letrán.28 En el siglo IX trasladaron al centro de la
ciudad las cabezas de San Sebastián y San Lorenzo. La idea de tras-
ladar debió comenzar a esparcirse con cautela, poniéndose a salvo
214 ENGELBERT KIRSCHBAUM

solamente, en un principio, la parte más preciosa de los mártires más


celebrados, es decir, su cabeza.
¿No resulta raro que comenzara esta costumbre pocos decenios
después de escribir Gregorio el Grande su carta a Constantina en la
que dice tan enérgicamente que no se podía dividir el cuerpo de los
Santos?
Tanto Grisar 29 como De Waal 30 citan la carta de Gregorio para
descartar la teoría de la división de los cuerpos de los Apóstoles en
aquella época. Pero en esta carta sólo se dice que no se puede tocar
la osamenta de los mártires. La posibilidad de que existiera ya una
reliquia, la cabeza del Apóstol, nada tiene que ver con esto. No hay
que querer deducir demasiado de esta carta del papa. El intento de
Gregorio de disuadir a la emperatriz de su deseo, puesto que no quería
permitir se llevaran a Bizancio una reliquia tan preciosa a fin de
no provocar el descontento del pueblo romano, es una obra maestra
de diplomacia. El mismo papa que describe los horrores y peligros con
que son castigados los que se aproximan a las tumbas, ordenó, como
hemos visto, excavaciones alrededor de las tumbas de Pedro y Pablo,
y construyó una cripta subterránea, y modificó toda la instalación d~
la confessio.
¿No se podría, más bien, deducir de la petición de la empera-
triz que la cabeza ya estaba separada del resto de la osamenta? Tal
suposición no es, de ningún modo, injustificada. En la iglesia de Pablo
había, a la derecha de la entrada principal, un altar donde, según tra-
dición, se "volvió a encontrar" la cabeza de San Pablo. Pesarini, que
nos cuenta lo de Panvinio, añade que este altar fué dedicado a San
Gregorio, pues se puede comprobar que existía ya en el siglo VIII.31
También Ugonio habla de este altar de Gregorio "bajo el cual se en-
contró la cabeza de San Pablo".32 Severino añade que la matrona
Lusina, a quien la leyenda atribuye la sepultura de San Pablo~ se-
gún la vida de Cornelio que relata el Liber Pontificalis no antes de que
la cabeza fuese trasladada desde la Vía Appia - debió enterrar se-
paradamente la cabeza donde hoy está el altar de San Gregorio.83 Fie-
ravante Martinelle nos habla de una inscripción en la que se men-
ciona especialmente el caso.34 N. Nicolai, que describe la iglesia de
San Pablo, dice también, aunque no parece conocer el altar de Gre-
gorio, que la cabeza se encontró en este lugar. Nos da el texto de la
inscripción : "Hic inventum fuit caput S. Pauli Apostoli". Aquí se
encontró la cabeza del Apóstol San Pablo,35
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 215

Aún prescindiendo de la leyenda nos queda el hecho de que un


viejo altar, de por lo menos el siglo VIII según Pesarini, relaciona
la cabeza de San Pablo, separada de su correspondiente esqueleto. con
la tumba de Gregorio el Grande. Esto incita a preguntar : ¿ Es que
Gregorio guardó realmente la cabeza de San Pablo en un altar pro-
pio ? ¿ estaba la cabeza, ya antes, separada del cuerpo? Según su
carta no parece fuera él quien la separara. Las noticias llevan a
pensar que ya en el siglo VIII - edad comprobada del altar - la ca-
beza se guardaba separadamente.
Esta suposición se ve reforzada por otra noticia que nos comu-
nica sucedió algo parecido con la cabeza de San Pedro. El itinerario
"Notitia ecclesiarum urbis Romae", de tiempos del papa Honorio I
(625-638), tiene un suplemento en el que se describe la iglesia de
San Pedro. Según Rossi, que publicó los itinerarios más antiguos, en
su famosa obra "Roma sotterranea", el suplemento sobre San Pedro
no se pudo escribir antes de la segunda mitad del siglo VIII.36 En
esta descripción se conduce al peregrino de altar en altar a través de
San Pedro, y en lugar de mencionar la palabra "altar" se men-
ciona simplemente el Santo a quien el altar está dedicado. Dice sola-
mente: "Por la izquierda te recibe el papa León, que te devuelve
a la Madre de Dios con cuya ayuda llegas, por fin, a través de la
cripta, a la cabeza de San Pedro, príncipe de los Apóstoles, y desde allí
al Altar Mayor y la Confessio".37 A veces se ha interpretado este texto
pensando que San Pedro debía estar con la cabeza dirigida a la cripta
fúnebre. Aparte de que ni hoy ni entonces se conocía cómo yace San
Pedro en su tumba, esta interpretación carece de sentido, partiendo
de la relación entre una cosa y otra. Sólo se trata de altares y, por lo
tanto, sólo pueden querer decir que en la cripta había un altar deno-
minado el de la cabeza del príncipe de los Apóstoles. Sólo puede esto
significar que la cabeza del Apóstol estaba, como reliquia, en el al-
tar. El altar de la cripta de .San Pedro, en efecto, data de los siglos
VII y VIII, y encierra, debajo de la "mensa" del altar un relica-
rio relativamente grande (20 por 30 cm. y 23 cm. de profundidad).
En él sólo se encontraron restos indefinidos de polvo de reliquias, lo que
indica que las trasladaron.38 Podemos apenas dudar, en vista de los
hechos - y en ellos incluímos el inusitado tamaño del relicario del
altar 39 - que· este altar se llamaba altare ad caput B. Petri, porque
en él se guardaba la cabeza del Príncipe de los Apóstoles. De lo con-
trario, se daría el absurdo de un altar en la cripta de San Pedro, lla-
216 ENGELBERT KIRSCHBAUM

ruado el altar de la cabeza de San Pedro, en el que se guardaron res-


tos de un Santo innominado.
Hay, por tanto, razones poderosas para suponer que tanto la ca-
beza de San Pablo como la de San Pedro estaban, ya en el siglo VIII,
en sus respectivas basílicas, en altares especiales, separadas del resto
de las reliquias. Después, el altar de la cripta de San Pedro nunca más
se llama alfare ad caput B. Petri. Esto, con el relicario vacío, permite
deducir que el traslado de las cabezas a Letrán tuvo lugar en el
siglo IX, cuando la invasión sarrecena, tal como señala Grisar.
Sin embargo, también De Waal tiene razón al suponer que las
cabezas debieron separarse ya antes. ¿Cuándo? La separación de las
cabezas de Santa Inés y de San Pancracio, poco después de Gregorio
el Grande, se comprendería fácilmente de haberse efectuado siguiendo
el ejemplo de lo hecho con las cabezas de los Apóstoles. El mismo
culto rendido a las cabezas, como reliquias, se comprendería mucho
mejor de contar con el precedente de un culto otorgado a las cabezas
de los Apóstoles.
Volvamos ahora al depósito de las reliquias practicado en el muro
grafítico. Suponiendo que la cabeza del Apóstol Pedro se guardó en
él, obrando conforme al derecho de aquel tiempo, después de haber
sido escondidas en lo profundo de las tumbas cristianas de la Vía
Appia, al sacarla de la tumba de debajo del tropaion por estar ésta
expuesta al saqueo cuando la persecución valeriana, todo se explicaría
mucho mejor. Quien no acepte esta argumentación debido al carácter
hipotético de cada uno de sus eslabones, se ve ante la difícil tarea de
tener que explicar verosímilmente a qué viene ese depósito de osa-
menta instalado en el muro grafítico, y el que hubiese altares con
las cabezas de los Apóstoles en el siglo VIII.

Las dos cabezas en el ciborio de Letrán

La iglesia romana de Letrán, ostenta el venerable título de "Ma-


dre y cabeza de todas las iglesias". Fué construída por Contantino,
una de sus primeras Basílicas, y entregada al papa. Para construirla,
el emperador hizo demoler el cuartel de los Equiies Singulares que, con
Majencio, habían luchado contra él, y el distinguido palacio de los
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 217

Plauti Laterani, que Fausta, su desgraciada esposa, había regalado a


la Iglesia. El recuerdo de los años siguientes al Edicto de Milán, del
313, edicto que trajo a la Iglesia la paz con el Estado romano, n0
armoniza mucho con la monumental fachada barroca, fría, por la que
se entra hoy en el templo. A primera vista sorprende, decepciona casi.
El conocer su construcción e historia nos había hecho creer encontra-
ríamos uno de aquellos recintos del cristianismo primitivo que impo-
nían respeto, en cuyo ámbito se sentía palpitar la historia a través
de los siglos. Por la majestuosa fachada adivinábamos un interior de
decoración barroca ostentosa. Pero no fué eso lo que encontramos.
San Juan de Letrán no es ni lo uno ni lo otro. El genial Borro-
mini, desgraciado rival de Bernini, supo conservar, en su transfor-
mación barroca, toda la severidad, las formas austeras y serias del
templo primitivo.
Nos resulta muy familiar el ver en este digno recinto eclesiástico
un alto ciborio gótico sobre el altar mayor que sirve como de
puente hacia el pasado. Ordenó su construcción el papa Urbano V
(1362-1370) al regresar de Avignon, donde los papas residieron des-
de 1309 hasta 1377.40 Su forma no es usual. Tiene dos pisos y se le- t.c«. 40
vanta a una altura que dobla la normal. Y es que este baldaquino en-
cierra, como flotando sobre el altar, un relicario con las dos mejo-
res reliquias de Roma. Allí están, tras artísticas rejas de bronce, las Lám. 39, b
cabezas de Pedro y Pablo.
Ya sabemos se puede comprobar que las cabezas están en Le-
trán desde, por lo menos, el siglo XI, y que suponemos las pusie-
ron allí en el siglo IX. Pero no estaban entonces en la iglesia sino en
el cercano palacio Laterano, residencia pontificia de la Edad Me-
dia, en la capilla, por cierto, consagrada a San Lorenzo, que aun hoy
conserva el nombre de Sancta Scnctorum. que la relaciona con su te-
soro de reliquias. Allí estaban las cabezas de los Apóstoles, metidas
en un altar para el que Inocencio III (II98-1216) hizo construir una
puerta de bronce en cuyas hojas había representadas las cabezas de
los Apóstoles.t! El hecho de que se tratara de las cabezas de los
Apóstoles, de las que cuidaban los papas personalmente, permite su-
poner no se dió el caso de falsificación, fuera ésta o no voluntaria.
Ambas cabezas de los Apóstoles constituían, en aquellos siglos de
piedad, un tesoro muy venerado por la iglesia y por la ciudad de
Roma. Cuando Honorio III (1216-1227) tuvo noticia de la llegada de
los cruzados a Tierra Santa, organizó una procesión de rogativas desde
218 ENGELBERT KIRSCHBAUM

San Juan hasta Santa María la Mayor, en la que fueron llevadas so-
lemnemente las cabezas de los príncipes de los Apóstoles.42 En el
año 1241, cuando el emperador Federico II marchaba sobre Roma ame-
nazándola, y los romanos estaban ya pensando en abrirle las puertas
de la ciudad, el papa Gregorio IX (1227-1241) trasladó las cabezas de
los Apóstoles a la Basílica de San Pedro, y arengó a los romanos
congregados a que opusieran resistencia a fin de proteger estas ca-
bezas que les eran tan preciadas.43
El traslado desde la capilla del palacio Lateranense al nuevo ci-
borio de la iglesia de San Juan, tuvo lugar el 15 de abril de 1370, que
era lunes de Pascua. Urbano V había hecho renovar los relicarios de
las Santas Cabezas que, en un principio, eran simples recipientes de
plata.44
Las reliquias fueron metidas en unos valiosos bustos de metal
que representaban a los Apóstoles Pedro, con las llaves, y Pablo, con
la espada. No se ahorraron ni el oro ni la plata ni las perlas y pie-
Ltim, 39, a dras preciosas. El rey Carlos V de Francia y su hermana Juana die-
ron importantes sumas.45
Las alhajas, con su pedrería, valían tanto que en 1438 se produjo
un robo. Según cuenta Soresinus, beneficiado de Letrán, ocurrió
como sigue :46 Un rico veneciano se estaba muriendo y, en su agonía,
pidió le ayudaran los Santos Apóstoles. Tenía una preciosa perla y pro-
metió donarla si curaba. Curó el veneciano, y envió la perla a Roma
para que adornaran con ella el relicario de los Apóstoles. Descubrieron
entonces que habían robado doce perlas y una gran cantidad de pie-
dras preciosas, entre las que había dos rubíes de 47 y 48 quilates, un
zafiro y tres diamantes muy grandes. Lo extraño fué que se dieron
cuenta de que la gran perla del veneciano tenía que haber pertene-
cido, precisamente, al tesoro del Apóstol, pues faltaba en él. Por ahí
se encontró prontamente a los ladrones. Se trataba de un cierto Do-
menico Capocciola y de un tal Giovanni Garofalo. Cometieron el robo
el mismo día de la fiesta del Apóstol y escondieron después su botín
en casa de su tío Nicola Andreuccio de Perugia. El castigo fué cruel,
típico de la Edad Media. Primeramente se les degradó en la Iglesia
de Santa María, en Araceli, y se les exhibió después dentro de una
jaula de hierro, en una plaza que todavía existe, campo dei Fiori, en
la antigua ciudad romana. Luego se les llevó desde el Capitolio hasta
Letrán, atravesando la ciudad. Nicola iba montado en un burro
y llevaba sobre su cabeza una mitra de papel, mientras se arrastraba
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 219

a Domenico y a Giovanni atados a la cola de un caballo. Una vez en


Letrán les cortaron a los dos la mano derecha. Después, los que-
maron vivos. A Nicola, como a simple encubridor, se le trató con
"menos dureza". Primero lo martirizaron con tenazas incandescentes;
después le ahorcaron. Seguramente el castigo no habría sido tan te-
rrible de no haber robado precisamente las joyas de las Cabezas de
los Príncipes de los Apóstoles, tan apreciadas por los romanos.
También en otra ocasión indujo al robo el valor de los relicarios.
Sufriendo Roma, en 1799, la ocupación de las tropas francesas, se
llevaron los relicarios, dejando en Letrán, por suerte, las reli-
quias mismas por considerar que nada valían.47 El 3 de julio de 18o4,
Pío VII pudo comprobar que los sellos de Urbano V estaban todavía
intactos. Cuando pusieron las reliquias en unos nuevos y costosos re-
licarios, cosa que hizo el papa personalmente, se comprobó que no
quedaba ya mucho de las venerables cabezas; algunas vértebras, las
mandíbulas con los dientes, algunos de los cuales estaban casi des-
hechos, y una parte del cráneo.48

Partición de los cuerpos de los Apóstoles.

La veneracion conjunta de las cabezas de los Apóstoles en el


Letrán, tiene un paralelismo sorprendente en San Pedro y en San
Pablo de raíces y sentido espiritual remotísimos. Cuando las exca-
vaciones, se hizo un pequeño descubrimiento que ilustra el caso.
Estaban comenzando las investigaciones debajo de la confessio de
San Pedro. Las primeras zanjas y pozos no habían dado sino resul-
tados insignificantes. Nació entonces la idea de buscar la tumba del
Apóstol, o sus reliquias, en el interior del actual y complejo nicho
del baldaquino y sus altares.49 Intentamos, como dijimos, encontrar
un camino subiendo 50 desde el lado posterior del memorial constan-
tiniano, a través de la grieta de, 23,5 cm. del listón de pórfido. Una tar- Lám. 15, a
de, poco antes de cerrar la basílica, apareció, muy arriba, en el altar de Fig. 40, 5.l
Gregorio el Grande (y de Calixto II), una urna de mármol blanco.
No cabía duda de que allí estaban las reliquias del Apóstol. Se dió no-
ticia del descubrimiento, sin tocar la urna, pero la investigación re-
sultó decepcionante. La urna de mármol contenía solamente dos pe-
queñas cajitas de plata, antiquísimas, exteriormente forradas de tela,
220 ENGELBERT KIRSCHBAUM

/ e n 1 a que, escritas
-~.
:;:_11: con tinta roja, ha-
Lám. 15, b
bía, en letra uncial,
J : algunas palabras. En
una de las cajas leí-
mos : "Salvatori e t
Sanctae Mariae ( re-
'j,
¡¡'l
liquiae) ; en la otra '.
¡¡1
·u
"Sancti Petri et
•• ·.-.,¿--·::,.• .:___;::·~ Sancti Pauli (re I i-
quiae)" .51 Por la ca-
O lm. ligrafía este escrito
puede atribuirse a los
Greoorio I y Oaueto II.
Fu). 54. Plano horizontal de los altares de años que van de 650
al 750.52 Después de
u n a minuciosa in-
vestigación se vió que
estas mismas palabras estaban también escritas en el metal, debajo de
la tela, con tinta negra y en mayúsculas.53 Quedaba claro que los pe-
queños relicarios eran más antiguos que la letra uncia! y que, por tan-
to, podían ser de tiempos de Gregorio el Grande, que había construído
el altar donde se encontraron. La presencia de estas reliquias explica,
además, el que se hiciera en la parte superior oeste del altar una peque- .
ña apertura de confessio revestida de pórfido que se debió hacer, tam-
bién, en tiempos de Gregorio. En el interior de las cajitas se encontra-
ron tan sólo pequeñísimos trocitos de tela. Tres de ellos, por cierto,
en la llamada "Salvatori et Sanctae Mariae", y dos en la que llevaba
el nombre de los príncipes de los Apóstoles.54 Se trata, no podemos
suponer otra cosa, de "reliquias de contacto", puestas allí en tiempos
de Gregorio el Grande.
Tiene su importancia el haber comprobado que ya a principios de
la Edad Media - suponemos justificadamente que se trata de tiempos
de Gregorio el Grande, fines del siglo VI - las reliquias de Pedro y
Pablo se encontraban juntas en el altar de la iglesia de San Pedro.
El cuidado con que se las forró de tela más tarde y el hecho de haber
puesto una nueva inscripción testifican el aprecio en que se las tenía.
El papa Calixto lI las adoptó también como reliquias para su nuevo
altar, que consagró el 25 de marzo de 1123.57 Se sabe con seguridad,
por cierto, que en esta ocasión comprobaron la presencia de las reli-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 221

quías (a las que se podía llegar con facilidad) y supieron a ciencia


cierta que las reliquias de Pedro y Pablo estaban reunidas. Que se
trataba de reliquias de tela, es algo que no debieron saber en el
siglo XII.
Nos parece esto importante a causa de una extraña tradición de la
que oímos hablar por primera vez, precisamente, a principios del siglo
XII. Se tenía la convicción de que los cuerpos de los Apóstoles esta-
ban mitad en San Pedro y mitad en San Pablo. Puesto que esto se
creyó oficialmente durante más de medio siglo, resultaría interesante
aclarar su origen.
La primera noticia que tenemos de esta creencia la encontramos
en San Pablo, en el sarcófago de las musas, donde se enterró a Pe-
trus Leonis (Pierleone). En la tapa del sarcófago hay la siguiente
inscripción :56 "Te Petrus et Paulus (con) servent, Petre Leonis. Dent
animam coelo, quos tam devote amasti: Et, quibus est idem tumulus,
sit gloria tecum", esto es, Pedro, hijo de León, que te protejan y
conduzcan al Cielo Pedro y Pablo, a quienes tu amaste tan respe-
tuosamente; a ellos, que yacen en la misma tumba, se les rinda honor
contigo.
Pierleone era nieto de un rico judío que al bautizarse había reci-
bido el nombre de Benedictus Cristianus. La riqueza y el poder de los
Pierleone era tan grande que podían competir con los Frangipani de
Roma. Petrus Pierleone, biznieto de Benedictus e hijo de Petrus
Leonis, llegó a ser cardenal en 1120 y después, con el nombre de Ana-
cleto II (1130-1138), se opuso a Inocencio II, que tuvo que huir a
Francia para defenderse.57
El viejo Pierleone debió morir en torno al año r 128. El cardenal,
su hijo, debió presenciar, en marzo de 1123 la consagración del altar
de Calixto II o, por lo menos, debió tener noticia de esta urna que
contenía reliquias de los santos Pedro y Pablo. Se podía muy bien
suponer que en la basílica de San Pablo había reliquias parecidas
de Pedro y Pablo, sobre todo si se piensa que las dos cabezas estaban
en Letrán, la gran basílica romana. Quizás había algo parecido
en el altar de San Pablo. En la inscripción o epitafio de Pierleone no
se dice nada sobre la suerte que corrieron más tarde las dos mitades
de los cuerpos santos; se habla tan sólo, poéticamente, de una "tumba
común". Por ello, debamos quizás pensar que la solemne consagra-
ción del altar, en r 123, debió ser el punto de partida u origen de esa
leyenda que más tarde arraigó tan profundamente.
222 ENGELBERT KlRSCHBAUM

Una tradición de los siglos XII y XIII relacionó el reparto de


las reliquias con una antigua fiesta, la Divisio Apostolorwm (División
de los Apóstoles), y con un altar consagrado a ambos Apóstoles que
hay en las inmediaciones de la confessio de San Pedro. Pero el sentido
de la fiesta de la Divisio Apostolorum era muy otro. Se con-
memoraba en ella la separación de los Apóstoles, allá, en Jerusalén,
cuando marcharon a predicar el Evangelio por todo el mundo.
Los comentaristas de la liturgia medieval del siglo XII, al expli-
car esta fiesta la interpretan en un sentido completamente nuevo. En
una obra que se publicó el año 1165 se añade, al significado co-
rriente, uno nuevo, con las palabras "nonnulli vero putant" (pero
según opinan algunos). Se trata, pues, de una separación de las osa-
mentas de ambos apóstoles, que estaban mezcladas, efectuada por el
papa Silvestre, cuando quería trasladarlas a la capilla sepulcral re-
cién construída. Dijo el cielo, a quien se había acudido mediante ora-
ciones y ayunos, que la osamenta más grande pertenecía al predicador
(Pablo) y que la más pequeña era la del pescador (Pedro,). Así, pues,
no se hablaba todavía de una división en partes iguales. 58
Escasamente cien años más tarde, Bartolomé de Trento nos habla
de la división en dos partes iguales de las reliquias de los Apóstoles.
Habla también de la historia del secuestro de los cuerpos de los Após-
toles y de su ocultamiento en la Vía Appia, conforme a lo que cuenta
el Liber Pontificalis de la vida de Cornelio.59 A fines del siglo (I286-
1291) encontramos de nuevo esa misma noticia en los escritos del li-
turgista Durando, en los que cuenta, una tras otra, las versiones de
Beleth y de Bartolomé de Trento, como si se tratara de acontecimien-
tos que se siguieron en corto plazo. Añade que el papa Silvestre pesó
escrupulosamente las mitades en una balanza."
Se nota aquí, ya lo mencionamos, la influencia del altar de San
Pedro. Se cuenta, en una descripción del altar de San Pedro del
año l 192, que la osamenta de los Apóstoles se pesó en dicho altar.v'
En el Caeremoniale Romanum, de 1271 hasta 1276, se dice lo mismo,
aunque faltan en éste las palabras "ut dicitur" (como se dice).r.2 Por
esto arraigó la idea. Este altar, que representa una garantía de la
veracidad de lo dicho sobre la división de las reliquias apostólicas, se
venera mucho. En el centro de la mesa del altar, que todavía se con-
serva, hay una pequeña losa de pórfido respetuosamente protegida
Lúm, 36, b por una reja,63 ya que fué sobre esta losa donde el papa Silvestre di-
vidió las reliquias.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 223

Las fuentes romanas apenas acusan influencia de la tradición. co-


rriente en el norte, de la separación de los cuerpos de los Apóstoles.
Prevalece aquí desde un principio la idea de la división en dos partes
iguales, que encontramos insinuada en el epitafio de Pierleone. En las
Mirabilia Romae de principios del siglo XIII se afirma claramente, al
describir las basílicas de Pedro y Pablo, que hay la mitad de cada
uno de los cuerpos bajo los correspondientes altares.64 Hemos inten-
tado seguir la pista al desenvolvimiento de esa leyenda que se impone
con tan extraña insistencia. El tener dos basílicas distintas tiene que
frenar, más que entusiasmar, en cuanto a la aceptación de esa idea.
La leyenda, sin embargo, ha conseguido arraigar, y es impresionante
investigar las fuentes históricas sobre lo concerniente al caso, que van
desde el siglo XIV al XIX.65 Su pista puede seguirse también en las
medallas que oficialmente sacan los papas cada año. La inscripción
de las medallas de los años 1626 y 1633, en la que está representado el
baldaquino que construyeron Bernini y Borromini sobre la tumba de
San Pedro, dice: "Tumba de los Apóstoles Pedro y Pablo". Hizo falta Lá1n. 35, b
la agudeza histórica de Baronius para que no se reconociera en ella
más que la leyenda.?" Todavía a principios del siglo XVIII, Conrado
Janningus,67 bolandista, defendió esta leyenda con afán y habilidad.
Este libro no se escribió hasta fines de siglo. El mismo libro, empero,
terminó, poco a poco, con la leyenda.68
Sólo se comprende la existencia de esa leyenda sobre las reliquias
de los Príncipes de los Apóstoles que hay en sus respectivas basílicas,
si se tiene en cuenta el clima espiritual de Roma. Para Roma y los
romanos Pedro y Pablo son inseparables. Ambos les dieron su fe y
ambos fundaron esa su posición privilegiada en el mundo cristiano.
Ambos Apóstoles derramaron su sangre en Roma, y en Roma tie-
nen, desde tiempos remotísimos sus tumbas. Su fiesta se celebra el
mismo día. Donde está Pedro está también Pablo; y donde está Pablo
está Pedro. Basándose en esta idea, profundamente cristiana e igual-
mente romana, todo se deduce por lógica intrínseca: sus cabezas, lo
más noble de sus restos mortales, constituyen el tesoro de Letrán,
iglesia madre de la Cristiandad. Las mismas mitades de los restos de
sus osamentas son orgullo y fama de los otros dos importantes relica-
rios romanos : las basílicas de San Pedro y de San Pablo.
El que haya celebrado alguna vez en Roma la fiesta de los prín-
cipes de los Apóstoles, el 29 de junio, sabe lo que Pedro y Pablo
significan todavía hoy para el pueblo romano. Desde la madrugada
224 ENGELBERT KIRSCHBAUM

hasta muy entrada la noche, jóvenes y viejos, ricos y pobres, visitan


la iglesia de San Pedro. Es un continuo ir y venir. Miles de hombres
besan, con amor y veneración, el pie de la vieja estatua de bronce
de San Pedro, en la que está éste sentado en su trono, pontificalmente
ataviado. Las pilastras están cubiertas de damasco rojo, y una infini-
dad de candelabros derraman su luz y festivo brillo. En 1a profundidad
de la confessio, cuyas puertas de bronce, grandes, pesadas, están abier-
tas, arden las llamas de las velas. Dn antiguo icono, en el que están
representados ambos Apóstoles, adorna la entrada al pozo sepulcral.
Cubriéndolo todo jubilosamente. perfectamente, la magnífica cúpula
de Miguel Angel. Se deja oír el viejo himno de los Apóstoles que
llega cálido, potente, a los corazones:

O Roma felix quae duorum Principum


Es consecrata glorioso sanguine
H orum cruore purpurata e et eras
Excellis orbis una pulchritudines.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

TABLA CRONOLOGICA

Desde la tumba de Pedro hasta la demolición de la vieja iglesia

Entre 64, y 67. Tumba de San Pedro.

Alrededor de 69- 79. Sepulcro G.


A continuación sepulcro t .

Alrededor de 115-123. Sepulcro r.


Alrededor de 125-135. Mausoleo O.
Mausoleo S.
Primer relleno y muro de defensa m1•
Seguidamente mausoleo R-R'.
Segundo relleno y sepulcro r¡ .

Alrededor de 150. Grafito de L. Paccius Eutychus.

Alrededor de 160. Los patios sepulcrales Q y P con el muro rojo,


el Clivus y el Tropaion.
A fines del siglo II y principios del III el grafito
"Petr( os)".

258. Traslado de la cabeza del Apóstol a la Vía Appia.

Siglo IU. Derribo del muro rojo y construcción del muro


de apoyo g. Primera restauración del tropaion:
traslado de la columnita norte, acortamiento de
la placa de travertino, revestimiento de mármol
blanco. Los sepulcros ½, :x. y ).... Después con·
tinua con la restauración del tropaion: cons-
trucción del murete sur S, incrustaciones de
mármol gris, pavimento de mosaico.

15
226 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Finales del siglo 111. Y principios del siglo IV el muro grafítico g.


Sepulcro ¡3 •

En torno al 330. Comienzo de las obras de Constantino. Se relle-


na la necrópolis, se tapian los mausoleos, se
nivela el terreno accidentado.
Se coloca la caja de mármol en el muro grafí-
tico, y se efectúa el traslado de las cabezas des-
de la Vía Appia. Se rodea de muros el tropaion.
Los sepulcros. a, e, o, µ .

Después del 354. Se termina la construcción de la iglesia de San


Pedro y se traslada la fiesta oficial del 29 de
junio a la Basílica de San Pedro.

Entre los años 594 y 604 Transformación de la Confessio por Gregorio


el Grande. Instalación del altar mayor con reli-
quias y cripta circular.

En el siglo VII. (¿Gregorio el Grande?) Construcción del altar


para la cabeza de San Pedro, en la cripta.
731-741. Se añaden 6 columnas a las 6 constantinianas,
846. Saco de la Confessio de San Pedro por los sa-
rracenos, antes, o después, traslado de la cabeza
a San Juan de Letrán.

1123 Consagración del nuevo altar mayor de Ca-


lixto II.

1503 Comienzo de los trabajos de demolición de la


parte oeste de la Basílica de San Pedro por
Bramante.
NOTAS
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

LA CIUDAD DE LOS MUERTOS BAJO LA BASILICA DE SAN PEDRO

1 Los testimonios clásicos se encuentran en Toynbee-Perkins, 17, nota l.


2 Compárese con el total: Explorazioni, 9-21 (Pág. 232, Nota 1) Toynbee-
Perkins, 3-23 (Pág. 232, Nota 10; A. Woschitzky, relación de la exploración,
topografía de Roma: Anzliger für die Altertumswissenschaft, 10 (1957), 17-19.
3 H. Lietzmann, Pedro y Pablo en Roma, 1927, 207-208.
4 Compárese G. Nicolosi, Questioni nuove intorno alla Basílica constantiniana
in Vaticano: 11 Vaticano ne! 1944, 201-207.
5 Plinius, Nat. hist., 36, 11 (ed. Teubner, 1897): Tertius (Obeliscus) est Romae
in Vaticano Gai et Neronis principum circo ...
6 Toynbee-Perkins, 21, nota 34 (3).
7 El relacionar circo y Basílica ya se hizo antes de Grimaldi. En Maffeo
Vegio (citado en Bonanni, Numismata Summorum Pontificum Templi Vaticani
fabricam indicantia, Romae, 1700, 17). La nota interesante de Grimaldi dice:
«Dum fundaretur haec altera pars Templi, ispectum est circi longitudinem fuisse
pedum 540. Qui sunt palmi 720, latitudinem pedum 372 semis, qui sunt pal-
mi 230. lncipiebat ab infimis gradibus Basilicae, desinebat ubi nunc est Ecclesia
Sanctae Marthae retro novam absidem ad occasum, Viam Triumphalem, nunc
Sancti Spiritus apperlatam respiciebat. Obeliscus erat in medio, qui locus nunc
est retro Sacellum Sixti IV. Brevi demoliendum pro novo ibídem Choro aedi-
ficando. Basilicae ejusque atrii pars illa, quae ad meridem vergit cum Palatio
Archipresbyteri in summo Graduum posito fundata erat supra tres memoratos
parietes. Ad aedes ipsas Archipresbyteri circa finem, ve! caput fuisse docet
hodie murus ex quadratis lapidibus fabrefactus ab ea parte in semicirculum
vergens. Altis utrinque parietibus cinctus erat, termis ab una parte super qui-
bus exstabant naves Sanctissimi Crucifixi, et Sancti Andreae, et ternis ab altero
in loco, ubi nunc est Coemeterium Campi Sancti. Hi se in longum trahentes
lateritii, sustinebant olim arcuatos fornices, in quibus dicta sedilia extabant pro
Spectatoribus. lnter utrunque parietem Spatium latum pedum 32 semis, qui
sunt palmi 42 semis. A capite adpedes nullum impedimentum, sed ambulatio-
nes et, curritoria e ruinis ibsis hactenus conspicitur. Horum siquidem parietum
postremun in circum respicientem, dum terra fundamenti chori egeretur, men-
surandum curavi. Altus erat paries ibse ab area pedes 31 qui sunt palrni 41 se-
mis latus palmis 44 fundatus pal. 30» (Bonanni, l. c. 18).
230 ENGELBERT KIRSCHBAUM

8 Compárese Nicolosi, 201-203.


9
Compárese F. de Vischer, A. propos d'une inscription nouvellement decou-
verte sous la Basilique Saint-Pierre: L'Antiquité classique, 15 (1946), 117-126.
1
º Esplorazioni, 26. Von Gerkan considera evidentemente esta cronología «equi-
vocada puesto que el aparejo de ladrillo de la fachada se repite desde el siglo H.
Y porque el terreno no fué terraplenado también fuera de la iglesia. Los gra-
bados y la maqueta de la vieja Basílica de San Pedro permiten reconocer cla-
ramente, en su costado sur, su antiguo nivel» (estudios críticos de las excava-
ciones efectuadas en Roma bajo la iglesia de San Pedro: revista de Trier 22
(1954) 29). La afirmación de que el aparejo de la fachada no ha cambiado
desde el siglo II es falsa, pues, prueba lo contrario la misma necrópolis va-
ticana. Toynbee-Perkins tienen en su obra una tablilla que instruye mucho
sobre el problema (Pág. 269-270). Además, se puede objetar con razón que no
se puede comparar los muros circulares de un mausoleo redondo con el aparejo
que tiene un fachada. Por los grabados de la vieja iglesia de San Pedro se
puede comprobar que el lado sur de la Basílica estaba mucho más elevado
que el suelo, pero también demuestran éstos con la misma claridad que el
nivel del suelo ya no era, en absoluto, el del siglo IV. En todos los grabados
los fundamentos del obelisco quedan completamente hundidos en tierra, así
como la parte inferior de la rotonda de tumbas que hay detrás. Compárese con
ello el dibujo de M. Van Heemskerk en las Esplorazioni (Fig. 4) según Lám. 3.5
de H. Egger, Homische Vedutem. Seguramente no se puede objetar nada si
se supone que el mausoleo se construyó en el siglo 11. Véase, contra el con-
cepto de Gerkan, a Toynbee-Perkins, 11 y 20, nota 30.
11 Esplorazioni, 20c21.
12 F. Magi lo comunica por primera vez en una conferencia que dió el 27 de
junio de 1957 ante la Pont. Accademia di Archeologia,
13 Véase G. Calza, la necrópolis del Porto di Roma Nell'Isola Sacra, Roma,
1940.
14 Esplorazioni, 25. Ya. Maffeo Vegio había legado a la posteridad el descu-
brimiento de un mausoleo pagano con urnas cinerarias (T) al oeste de San
Pedro (M. Vegii, De Basilica Vaticana, IV, III, Edid. Janingus, AA. SS. iun.
VII append. p. 72. Según Esplorazioni 25 nota 1). El canónigo Tiberio Alfa-
rano informa en su famosa obra sobre la vieja iglesia de San Pedro (De Ba-
silicae Vaticanae antiquissima et nova Structura, et M. Cerrati, Studi e testi, 26
(1914), 154) los descubrimientos, en 1574, del mausoleo M delante del confes-
sio, y del mausoleo 6 en el pórtico de San Pedro (L. c. 151).
15 Giacomo Grirnaldi notifica en su relación sobre las obras de la iglesia de
San Pedro llevadas a cabo bajo el pontificado de Pablo V (1605-1621) el des-
cubrimiento, en 1616, del mausoleo E, en el atrium (Cod. Barb. Lat. 2.733,
f. 273v, según Esplorazioni, 25, nota 3). Describe también muchas inscripciones
sepulcrales paganas que se descubrieron durante las obras, que nos testifican
la existencia de más tumbas. (Cod. Barb. Lat. 2.733, ff. 277-278, y Vat,
Lat. 6.438, ff. 42-43v y 51, según Esplorazioni, 25 Anm, 4).
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 231

í6 Esplorazioni, 25.
17 En los Esplorazioni sólo se publicó parte de los mausoleos. El único com-
plemento son los capítulos referentes al caso de la relación de Toynbee-Perkins,
en la que se tratan detalladamente los problemas generales de la necrópolis,
y especialmente los mausoleos B, F, Z.
18 Así Toynbee-Perkins, 77 a 78, refiriéndose a la tarjeta postal correspondiente
de las series vaticanas.
19 Speier, las nuevas excavaciones bajo la iglesia de San Pedro: legado del
arte antiguo (R. Herbig), 1950, 205.
20 Véase Toynbee-Perkins, 54 a 55, y otras obras, 61, nota 36.
21 Véase Toynbee-Perkins, 72.
22 M. Guarducci, Cristo e San Pietro in un documento preconstantiniano della
necrópoli vaticana, 1953, 11-13. En cambio Toynbee-Perkins, 85.
23 Toynbee-Perkins (83) duda· de esta interpretación.
24 Al considerar los garabatos de las paredes que M. Guarducci publica en el
libro que acabamos de mencionar, hay que distinguir lo siguiente: 1) Los dos
dibujos de las cabezas y su interpretación. 2) El texto de la invocación a Pedro.
3) El texto de los términos teológicos. 4) La cronología. Ad 1: la cabeza de
Cristo Phoenix y la de Pedro están identificadas como tales por inscripciones
adjuntas. Ad 2 y 3: la interpretación de ambos textos, sobre todo el de Pedro,
es menos segura. Ad 4: la cronología que lo sitúa a fines del siglo 111 es in-
exacta. Se trata de garabatos hechos cuando se rellenaron los mausoleos en
tiempos de Constantino. Coincidimos en esto con Ruysschaert (8-18), Toynbee-
Perkins (14-17), Por lo que concierne a la interpretación de los textos mis-
mos, véase Toynbee-Perkins, 22-23, nota 39.
25 Así se explica la descripción equivocada de Toynbee-Perkins (106) «her em-
balmed body was found intact, wrapped in purple, covered with a fine veil
of gold ... ». La muerta no estaba embalsamada. Tan solo queda su osamenta.
26 Véase esto en Toynbee-Perkins, 105 a 109, y la lista explícita 254-261 apen-
dix. A.
27 Más detalles sobre conceptos del más allá en Toynbee-Perkins, 109-117.
28 l. c., 57.
29 Véase el texto latino en Toynbee-Perkins, 47.
30 El texto latino, l. c., 91.
31 Véase: E. Kirschbaum, S. J., un mausoleo del cristianismo primitivo bajo
la iglesia de San Pedro: la catedral (1948-1949) 400-406. Esplorazioni, 38-42.
O, Perler, los mosaicos del panteón de 19s Julios en el Vaticano, 19S3,
232 ENGELBERT KIRSCHBAUM

32 Cerrati, 154. La inscripción no es la de Alfarano sino la de Grimaldi, C. l.


L. VI, 20, 293. Compárese Esplorazioni, 40.
33 Cerrati, 168.
34 Compárese Perler, 45-46. Así como a Toynbee-Perkins, 117, y Klauser, 107.
35 G. Wilpert, Le pitture della catacombe romane, 1903, láms. 26-27.
36 G. Wilpert, I sarcofagi cristiani antichi, 1929-1936, lám. 1, 2.
37 L. c. lám. 1, 3.
3 8 Klauser (Pág. 232, nota 15) Gerkan, 35, fija el mosaico al principio de h
época de Constantino. En vista del carácter general de los temas iconográficos,
resulta ser demasiado tarde. Perler lo fecha a mediados del siglo 111 (l. c. 46-47).
3 0 El educador, 3, 101, 3 (Staehlin, biblioteca de los padres de la iglesia, 2.ª
edición, tomo 8, 1934, 222-229, Perler, 9.
40 Lucas, 5, 11.
41 Compárese con esto a Perler, 9-12.
42 Investigaciones litúrgico-históricas, cuaderno 4-5, Muenster, i. W. 1925.
43 l. c., 364-365.

44 Perler, 14-15. Zenón era obispo de Verona y murió alrededor del 372. El
texto latino es como sigue: «Hoc (munus futurae beatitudinis) nostris quoque
competentibus praestaturus, quos nunc invitat felix occasus, ut sacri oceani lac-
teo profundo demersi, surgentes inde novello novelli cum die, sua luce radian-
tes, novis cum possint immortalitatis per aerium tramitem cursu servato ad
repromissionis tempus, ubi in perpetuum quis oritur, pervenire» (Lib. 11, 47;
Migne, P. L., 503-504). Véanse textos ulteriores en Perler, 16-19 y Doelger,
371-373.
45 Wilpert ha intentado relacionar las representaciones de Helios del Cristia-
nismo primitivo con escenas de la vida del profeta Jonás. Pudo fundamentarse
en un pequeño grupo de pinturas de las catacumbas. En vista del mosaico
que descubrimos representando a Helios, parece debe revisarse esta interpreta-
ción (catacumbas, 30).
Una de las escenas enumeradas por Wilpert se encuentra en la catacumba
Domitilla. Aparece Helios junto a Jonás, que yace en tierra (l. c., lám. 56).
La relación entre el sol que secó la calabaza, bajo cuya sombra descansaba el
profeta, y Jonás, es evidente. Pero esto nos parece mucho menos claro de lo
que Wilpert piensa, Se trata de un tríptico que pertenece a un arcosolio de la
catacumba de Pedro y Marcelino. A la izquierda, Jonás descansa bajo una
calabaza. En el centro, está Helios en el carruaje del sol. A la derecha, se en-
cuentra el reparto de alimentos por Jonás {l. c. lám. 160). Siguiendo al mo-
saico de Heiios que hay en el Vaticano también aquí la representación de He-
lios nos parece independiente, teniendo presente su lugar y enmarcación, Ade-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 233

más, la relación entre el simbolismo de la resurección y Jonás, engullido y de-


vuelto, y el sol, que se pone y vuelve a salir, explica muy bien que las dos
escenas se encuentren juntas, aunque independientes. No se exige, de ningún
modo, como conclusión lógica el que se fundan sus contenidos en una re-
presentación única.
4& Esplorazioni, 10-12; también indica las fuentes correspondientes.
47 l. c. 12.

48 Así, por ejemplo, en De Locis Sanctorum Martyrum: «Primum Petrus in


parte occidentali civitatis juxte viam Corneliam ad miliarium primum in cor-
pore requiescit ... » (De Rossi, Roma sotterranea, 1, 141).
49 En Esplorazioni 153, not. 1, hay una compilación de los autores más im-
portantes.
50 En la figura 1 A De Forma Urbis Romae, de R. Lanciani, la Vía Cornelia
está mal dibujada, corno si se hubiese encontrado parcialmente debajo de la
basílica.
51 Esta opinión ya la habíamos defendido antes (Gli scavi sotto la Basilica di
S. Pietro: Gregorianum, 29 (1948), 554-556). Opinan lo mismo: J. Carcopino,
Etudes d'histoire chretienne, 1953, 141 ff; Von Gerkan, 30-31; Klauser, 84-85.
Esplorazioni, 26, y Toynbee-Perkins, 7, parece piensan que los restos de ca-
rretera encontrados al sur de la necrópolis se pueden considerar como perte-
necientes a la Vía Cornelia, pero dejan el problema sin resolver.
52 Esplorazioni, 27.
53 Von Gerkan, 35, supone que nuestros mausoleos son contemporáneos de O
de por el año 120. Igualmente Klauser, 93. Ahora incluye en su cronología al
mausoleo O a continuación de los de la hilera sur, en lo que seguramente está
equivocado. Toynbee-Perkins, 32-33, fechan a O alrededor del 130, lo que
nos parece más excto.
54 Klauser, 39, supone aproximadamente, aludiendo a Von Gerkan, 32-35, el
155 como final (excluyendo a Q y P). Pero seguramente es demasiado pronto,
aún sin tener en cuenta que el orden cronológico de construcción de los mau-
soleos está equivocado. Según él, R es posterior a Z y <I) • Las fechas de H
son imposibles. Torp, The Vatican excavations and the Cult of St. Peter.
Acta Archaeologica, 24 (1953), 27 a 66; sobre todo 45. Compárese con las ex-
celentes observaciones de Toynbee-Perkins 268-270 y también las dudas de
Klauser, 39, en las que coincidimos mucho, sobre la aplicación equivocada
de Torp de los métodos para la datación de los muros de Van Deman.
55 Compárese Toynbee-Perkins, 34.
56 Esplorazioni, 104, dice lo contrario: supone a R y R' contemporáneos de
Q y P. Compartimos la opinión de Von Gerkan, 36-37 y de Toynbee-Perkins,
59, nota 7. Pero si Vo11 Gerkan, 361 afirma que el informe de las excavaciones
234 ENGELBERT KIRSCHBAUM

incluye a S en la misma obra, se equivoca. Compárese Esplorazioni, 104, donde


se dice expresamente lo contrario (invece anteriore a questo complesso e certa-
mente el mausoleo orientale S ... ). En cuanto a R-R', en especial, según los
resultados de Prandi, R', con su algibe, fué transformado más tarde - entre
147 y 161 - en mausoleo. (Prandi, l. c. 30-33).
57 También así Von Gerkan, 35, Klauser, 39.

58 Los elementos del siglo I de la necrópolis vaticana fueron compilados y ana-


lizados por primera vez con agudeza por M. Guarducci, documenti del primo
secolo nel!a Necropolis Vaticana: Rendiconti della Pont. Accademia Romana
di Archeologia, 29 (1956-1957) 1-27.
59 l. c. 19.

60 l. c. 17.

61 l. c. 21-27.

62 Esplorazioni, 148.

63 Por ejemplo, en el mausoleo de los Cetenios (F).


4
6 Igualmente en el mausoleo de los Cetenios (F).
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 235

11

EN BUSCA DE LA TUMBA DE PEDRO

1 Gregario Turón in Gloria Martyrum, 27, P. L. 71, 728-729.

2 H. Grisar S. J., Anacleta Romana, (Le Tombe Apostoliche al Vaticano ed


al!a Vía Ostiense) 1899, 259-306, sobre todo 274-286.

3 Lib. Pont., 176: Eodem tempore Augustus Constantinus fecit basilicam bea-
to Petro Apostolo im templum Apollinis, cuius loculum cum corpus sancti Pe-
tri ita recondit; ipsum loculum undique ex aere cypro conclusit, quot est inmo-
bile; ad caput, pedes V; ad pedes, pedes V; ad latus dextrum, pedes V; ad
Iatus sinistrum pedes V; subter, pedes V; supra, pedes V; sic inclusit corpus
beati Petri apostoli et recondit.
4 G. Wilpert, La tomba di S. Pietro: Rivista di archeologica cristiana, l3
(1936) 27-41.
5 Lib. Pont. 194, nota 62.

6 Klauser, 33.
7 Esplorazioni, 121-122. Compárese también Esplorazioni 11, lám. 52 a. Ger-
kan no estaba al corriente de estas afirmaciones, por lo que pudo afirmar, 55.:
«si la tumba que se buscaba está realmente donde se suponía con tanta cer-
teza en tiempos de Constantino, habría que buscarla, por lo menos, a la pro-
fundidad en que se encuentra el sepulcro y , o quizás todavía algo más abajo,
es decir, otros dos metros más abajo que el «fondo attuale» alcanzado por
los excavadores, que supusieron precipitadamente suelo natural».
8 La polémica sobre si la Anastasis estaba cerrada, desde un principio, o no,
aquí no nos interesa. La analogía consiste en el conservar y decorar las tum-
bas como centro imaginario de una enmarcación arquitectónica. Compárese con
E. Wistrand, la iglesia de Constantino en la Sagrada Tumba de Jerusalem, se-
gún los testimonios literarios más antiguos. Goteborgs Hogscolas Arsshuft,
58, 1952.
9 Lib. Pont. 176. «Et exornavit supra columnis purphyreticis et alias colum-
nas vitineas, quas de Gredas perduxit.» Sobre el significado de estas columnas
véase el estudio de J. W. Perkins. Toe Shrine of St. Peter and its Twelve
Spiral Columns: Journal of Roman Studies, 42 (1952), 21-33. Sobre las cuatro
columnas de pórfido, que se mencionan junto a las columnas salomónicas, véa-
se Ruysschaert, 49-51. En realidad resultan un tanto misteriosas y difíciles
236 ENGELBERT KIRSCHBAUM

de emplazar. R. propone se vea la decoración de las esquinas del monumento


memorial constantino. Pero queda aún por ver si esto resulta comprobado por
el material del edificio. Además, como ya se sabe, no puede uno fiarse siempre
de los datos del Liber Pontificalis, y es muy posible que estos detalles no se
tomaron muy en serio. Precisamente la Vita Silvestri contiene algunas indi-
caciones equivocadas, como por ejemplo, las fantásticas explicaciones sobre cJ
recubrimiento de bronce de la tumba del Apóstol.

10 Publicado por A. Gnirs, La Basilica ed il reliquario d'avorio di Sarnaghe¡


presso Pola: Atti e Memorie della Societá istriana di Archeologia e Storia pa-
tria, 1908, 1, 48. Vgl. dazu G. Wilpert, Le due pin antiche rappresentazioni
della Adoratio Crucis: Atti della Pont. Accademia Romana di Archeologia,
2 (1928), 144-215. En Klauser, 111-114 tenemos una descripción e interpre-
tación, breve y acertada, clel significado de la cajita.
11 Lib. Pont. 176: <Fecit autem ... coronam auream ante corpus qui est farus
cantharus, cum delfines L, qui pens. Lib. XXXV•

12 J. Braun, S. J. el altar cristiano, I, 1925, 69, opina que ya debió haber un


altar fijo en la iglesia de San Pedro de Constantino. Pero el que esté indicado
su peso no prueba nada. Sólo hay pruebas de altares fijos, en occidente. a par-
tir del último cuarto del siglo IV. En realidad, no se ha encontrado todavía,
en occidente, un altar de la época de Constantino. El altar de San Alejandro,
en la Vía Nomentana, de Roma, se considera con razón el más antiguo de los
descubiertos y pertenece a principios del siglo V.
13
Toynbee-Perkins, 208, cuentan con la posibilidad de que ya se colocara,
para celebrar, un altar portátil en la nave central de la Basílica, y hacen cons-
tar que esto mismo hacían, más o menos, en tiempos primitivos, en las basí-
licas del norte de Africa y en las de las regiones de la costa adriática. Pero
entonces difícilmente se puede explicar el por qué el monumento memorial
no está en el centro del cimborio. Ruysschaerr, 47-48 (Pág. 232, nota 8) pro-
pone, para el problema del altar, otra solución: la placa de travertino que se
conserva en el tropaion. Dejando a un lado el que el recinto hubiese sido
probablemente demasiado estrecho, resultaría todavía más incomprensible la
posición del memorial, al fondo del cimborio. Aparte, es difícil de compren-
der lo que cuenta el Líber Pontificalis sobre Gregorio el Grande, pues afirma
que el papa había tomado medidas para celebrar misa sobre el cuerpo del
Apóstol. (Hic fecit us super corpus beati Petri missas ce!ebrarentur, Lib. Pont.
312.) Puesto que como veremos más tarde hizo realizar grandes cambios con
este objeto, esta posibilidad no debía existir antes. Las modificaciones arqui-
tectónicas del memorial constantino llevadas a cabo por Gregorio para conse-
guir dicho objetivo, reseñadas en el Líber Pontificalis, demuestran que la frase
de San Jerónimo contra Vigilantíus no hace al caso. Escribe: «Male facit ergo
Romanus episcopus, qui super mortuorum horninum Petri et Pauli, secun-
dum nos ossa veneranda, secundum te vílem pulvisculum, offert Domino sa-
crificia, et túmulos eorurn Christi arbitratur altaria?» (Contra Vigilantium, 8;
P. L. 23, 361-362). El recinto enmarcado por el cimborrio constantino res-
ponde sufü;ientemc,mte a la retórica de Jerónimo
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 237 -

l4 Grisar, Anacleta Romana, 287-299, anota el informe de F. M. Torrigio


sobre la gente que lo había oído, aunque no fueran, ellos mismos, testigos
oculares. Según esto, Giacomo della Porta, descubrió un agujero durante las
obras en el confessio por el que se pudo ver la tumba (Monumentum) del
Apóstol. Se informó al papa, que vió, con algunos cardenales, como brillaba,
a la luz de las antorchas, la cruz de oro de la tumba del Apóstol. No quere-
mos decir que todo fuera pura invención, pero las indicaciones están tan defor-
madas que de nada nos sirven. Una vez conocidos los resultados de las exca-
vaciones, tampoco pueden quedar en pié los intentos de explicación de Grisar.
15 Las indicaciones, exactas, sobre la caligrafía, «ex litteris nigellis» (nota 16),
permiten suponer que la cruz, en todo caso, existía todavía en el siglo IV,
cuando la compilación del Líber Pontificalis. Por tanto, lo más probable es
pensar que desapareció cuando la invasión sarracena del 846.
16 Todo el texto dice: «Fecit autem et cameram basilicae ex trimma auri ful-
gentem et super corpus beati Petri, super aera quod conclusit, fecit crucen ex
auro purissimo, pens. Lib. CL, in mensurae locus, ubi scriptum est hoc: Cons-
tantinus Augustus et Helena Augusta hanc domum regalem simili fulgore co-
ruscans aula circumdat, scriptum ex litteris nigeris in cruce ipsa» (Lib. Pont.
176). La inscripción de la cruz de oro, que a primera vista parece incompleta,
se entiende perfectamente si se supone, como hace Wilpert (la tomba di S. Pie-
tro: Riv. di Archeol. Cristiana, 13 (1936), 27-41) que las palabras Constan-
tinus Augustus et Helena Augusta están en los brazos de la cruz, y las res-
tantes en el tronco.
17 Con Ruysschaert, 56, nota 2, rechazamos al interpretar, con Carcopino,
«aula» como Basílica, y «Domus regalis» como ábside. También nos parece
demasiado artificioso el interpretar «aula» como ábside, como quiere Ruys-
schaert. Nosotros hemos traducido «aula» por crucero y ábside, pues sólo así
nos parece corresponde al término y a la impresión concreta del espacio.
1s Hasta ahora la única basílica con crucero considerada más antigua que
la de San Pedro era la de Letrán. Pero hoy se puede decir, casi con segu-
ridad, que esta iglesia no tenía crucero en tiempos primitivos. Un ensayo
de uno de mis alumnos sobre el origen del término «arcus triumphalis» para
el arco que hay entre la nave central y el crucero, ensayo todavía inédito,
ya entonces me hizo sospechar que esto era así. Todos los arcos de triunfo
que hay en las iglesias romanas, hasta los carolingos, se mencionan en el Liber
Pontificalis, a excepción del de la Basílica de Letrán, aunque ésta figure
más que las otras por ser la iglesia del papa. Parecía un verdadero «argumen-
tum ex silentio» contra el antiguo origen del crucero del Laterano. También
W. N. Schumacher llega a este mismo resultado analizando agudamente en su
tesis, desgraciadamente sin publicar, los viejos dibujos de Letrán; el cru-
cero de la iglesia constantiniana de San Pedro, Friburgo, 1943, 191-192.
Exámenes recientes de las características de la construcción confirman ahora
esta opinión. Toynbee-Perkins, 206, señala como posible época de construcción
del crucero las obras de restauración realizadas bajo el pontificado del papa
Sergio 111 (904-911). En cuanto a esto véase también a R. K.rautheimer, 11
2 38 ENGELBERT KIRSCHBAUM

transetto nella basilica paleocristiana, in Actes du Ve Congres International


d'Archéologie chretienne, 1957, 283-290.

19 Esplorazioni, 129-130. M. Guarducci ha preparado un ensayo fundamental


sobre estos grafitos, cuya publicación es inminente, del que se esperan resul-
tados sorprendentes.

20 Según comunicación oral de la profesora M. Guarducci, el nombre de «Pe-


trus» se puede comprobar repetidas veces, bajo clave, en los grafitos. Habrá
que esperar, para verificarlo, el trabajo arriba mencionado.
21 P. Styger, panteones de mártires romanos, Berlín, 1935, 34.

22 Sobre el sentido y significado del refrigerium, véase también Toynbee-Per-


kins, 189-190, nota 56.
23 Esplorazioni, 162.
24
Klauser, 57, nota 102, cree, refiriéndose a Von Gerkan, 49, que la caja de
mármol ya fué colocada cuando se construyó el muro. No se han dado cuenta
ambos de que es imposible construir un muro sobre un espacio hueco, de 29 cm.
de ancho y 77 cm. de longitud, sin base alguna que, entretanto, sirva de apoyo.
Un muro romano, como se sabe, no está construído a base de ladrillos, sino
que llevan, entre éstos, argamasa y pequeñas piedras o fragmentos de ladnllos,
que, naturalmente, necesitan de apoyo. La descripción, en Esplorazioni, 162;
pero dice claramente que no pudo existir tal base. No sirve, pues, para negar
la posibilidad de la obra el que hubiera una apertura hecha en el muro ya
existente, que recibió apoyo por otro lugar mientras se le construía. Cualquier
albañil sabe cómo arreglárselas en caso parecido.

25 Este importante grafito lo descubrió Antonio Ferrua S. J. cuando las Es-


plorazioni estaban ya en impresión, y se publicó aparte. (La storia del sepol-
ero di San Pietro: La civiltá cattólica, 103, 1952, 25, fig. 3 y Scoperte fatte nell
hazio e nell' Italia meridionale: Actes du V Congres International d'Archéolo-
gie chretienne (Aix-en-Provence, 13-19 Septembre 1954) 1957, 153, fiig. 5)
Debemos a su amabilidad la fotografía y el dibujo del grafito.
26 Grisart, Anacleta Romana, 277-281.
27 Esplorazioni, 195-196.
28 l. c. nota 1
29 l. c. 200

80 l. c. 225-244.

31 Von Gerkan, 45, Marrou (Cabrol-Leclerq, Dictionnaire d'Archéologie chre-.


tienne et de liturgie, 15,2 (1953), 3342) y Klauser, 51, exigen, en lugar de una
placa de travertino, una viguería abierta, pero no se trata, por cierto, de su-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 239

poner lo que debía de haber habido según las leyes de construcción sino de
lo que hay realmente. Si se quiere considerar el estado actual como poste-
rior, para lo que no hay indicios hay que preguntar entonces por qué fué
posible en el siglo III lo que no lo había sido años antes. Si Klauser, 51, nota
85, reprocha a los excavadores que no hayan tenido suficientemente presente
que el nicho superior es 40 cm. más ancho que el inferior, olvida, en primer
lugar, que precisamente este hecho constituyó un motivo más para que los ex-
cavadores reconstruyeran la placa como de una sola pieza y, segundo, que,
considerando seriamente este hecho, él contradice su propia teoría de una
viguería abierta, pues en tal caso el contraste de las medidas distintas de
los nichos hubiese resultado arquitectónicamente insoportable, inexistente.
32 Por eso encontramos poco conveniente la comparación con la pequeña aedí-
cula Sabinus Tauris en Isola Sacra, junto a Ostia (Toynbee-Perkins 163, y
Klauser 109 lám. 10), y con la de los Volumnios de Monselice (Klauser 109,
lám. 11). La comparación reseñada en las Esplorazioni (138 nota 1) parece
más indicada en nuestro caso.
33 Para establecer la relación con el texto antedicho citamos, por ser buena
traducción, a Klauser, 18, nota 17 (prescindiendo de los testimonios griegos)
«Bajo su imperio, el de Nerón, fueron muertos en Roma, como se cuenta,
Pablo y Pedro, decapitado aquél, crucificado" éste.» Este relato está confir-
mado por los nombres que reciben allí Pedro y Pablo, nombres que han
permanecido usuales hasta hoy. También lo confirma un eclesiástico llamado
Cayo, que vivía en tiempos de Ceferino, obispo de Roma. Sostuvo éste una
polémica escrita con Proclo, que pertenecía a la secta frigia, sobre los luga-
res en que estaban enterrados los santos despojos de los apóstoles, y dice en
ella lo siguiente: (Eusebius, Hist. Eccl. 2, 25, 5-7; E. Schwartz, 176-177). Sobre
la cuestión del Tropaion, compárense las excelentes observaciones en Klauser,
17-21, que terminan con una traducción libre, muy acertada, del texto que
nos interesa, realzando su verdadero sentido: «Pero yo puedo mostrar las
tumbas triunfales de los apóstoles. Si tuvieras la bondad de molestarte e ir
al Vaticano o a la carretera de Ostia, encontrarás allí las tumbas triunfales
de quienes fundaron esta cornunidad.s
35 H. Torp, 1 c. (47-48) niega, por su cronología equivocada, rechazada de-
tenidamente por Toynbee-Perkins, 268-270, y de forma breve por Klauser, 49,
que nuestro monumento y el tropaion de Cayo eran una misma cosa.
El lo relaciona, extrañamente, con el sepulcro r¡
36 Klauser 48, nota 80; von Gerkan 43.
37 Sólo se ha comprobado un pequeño resto de decoración, perteneciente, pro-
bablemente al vecino sepulcro (3
38 Esplorazioni 111.
39 Compárese Ruyschaert, 603.
40 C. I. L. XV 1220 a, Compárese Prandi 40.
ENGELBERT KIRSCHBAUM

41
Compárese von Gerkan, 41, y Klauser, 45. Von Gerkan lamenta que la
tumba fuese destruída. Pero no fué destruída sino cortada por el medio.
42
Esplorazioni, 115 fig. 84 C. I. L. XV 1237 a (aetatis fere Vespasiani).
43 Esta opinión la comparte von Gerkan, 42, Klauser, 46, y también, pro-
bablemente, Toynbee-Perkins, 183, nota 7.
44 Basta pensar una vez en ello para comprender lo improbable de esta
manera de proceder. Al fin y al cabo la Roma imperial no era un campo de
ruinas, como en la Edad Media.
45 Es difícil comprender como Klauser, 93, atribuye ambos sepulcros a la
misma época habiendo entre e y r¡ esta diferencia de nivel.
4
6 Esplorazioni, 115-116, se supone que t sea de la misma época que el
muro rojo. Tiene más razón Ruyschaert, 29-30. La afirmación de que se quitó
el revestimiento del muro al construir el sepulcro t , como consta en von
Gerkan 41 y en Klauser 46, es errónea (véase fig. 25 b) Toynbee-Perkins, 183,
nota 8, encuentran difícil de comprender que t sea más antiguo que el muro
rojo pues hubiese tenido que sufrir desperfectos al construirse. Pero es mucho
más difícil de comprender el por qué el sepulcro t - supongamos que al cons-
truirse el muro rojo o después - fué parcialmente metido en éste. Tal como
está situado el sepulcro t sólo puede uno suponer que se le trató con gran
cuidado, como a la tumba central, al socavar la tierra para construir el muro
rojo.

47 Compárese con todo esto el ensayo de M. Guarduccí, documenti del l.º secolo
nella necropoli Vaticana 21-27, del que sacamos nuestra descripción, pues tam-
bién allí se justifican las fechas.
4
8 Este importante hecho fué malísimamente interpretado por Klauser, 52, y
Gerkan, 43, (compárese pág. 108-110).
49 Los dibujos correspondientes de las Esplorazioni (90 y también 91) no per-
miten reconocer todo esto. Deben de ser adecuadamente completados.
50 La forma sepulcral judía, tal como la propone Cecchelli (en el periódico
romano 11 templo del 30 de agosto de 1953, cita, según Ruyschaert, 603, nota
1), resulta, por esto, insostenible. Además, se basa esta proposición en la su-
posición equivocada de que debía de haber antes un agujero en el muro rojo,
como en Gerkan y Klauser.
51 Tuvieron que desplazarlos temporalmente para poder fotografiarlos.
52 Por ello, tampoco se pueden establecer relaciones de nivel a base de la
posición de la osamenta para probar la imposibilidad de que estuviese allí la
tumba del apóstol.
53 Nos parece que la cita de E. Peterson (Schweizer Rundschau 1952, 331), a
la que se refiere Gerkan, 45, es un tanto equívoca; al fin tenemos que con-
venir con la sabia formulación de E. Peterson: «La arqueología no ha resuelto
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

el problema de la tumba del apóstol. Ahora, como antes, hace falta creer en la
tumba. La arqueología ayuda a reconocer la verdad de la tradición.» ¿Qué sig-
nifica aquí la palabra creer?
Véase, por ejemplo, la conocida carta de Gregorio el Grande a la Emperatriz
5-1
Constantina, (Epist. 4,30, Migne, P. L. 77,701,-702)
55 Compárese pág. 199-204.
56 Compárese pág. 202-204.
57 Compárese Lib. Pont. II, 101,106.

16
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 243

III

CRITICA DE LOS CRITICOS

1 Pasamos por alto las diferentes publicaciones de los cuatro autores del in·
.forme de las excavaciones: B. M. Apollonj-Ghetti, A. Ferrua S. J., E. Josi, E .
Kirschbaum S. J. Esplorazioni sotto la Confessione di San Pietro in Vaticano
eseguite nelli anni 1940-1949, Cittá del Vaticano, 1951.
2 A. M. Colini 11 sepolcro di san Pietro: Capitolium 27 (1952, 1-16)

.3 M. Guarducci Cristo e San Pietro in un documento preconstantiniano della


necropoli vaticana, 1952.
4 A. Prandi La zona archeologica de la Confessio vaticana. - I monumenti
del secondo secolo, 1957.
5 J. Carcopino Les fouilles de Saint Pierre: La revue des deux mondes, (1952)
588-610; 77-93; 213-245; 412-428. - Etudes d'histoire chrétienne. Le cristia-
nisme secret du carré magique. Les fouilles de Saint Pierre et la tradition, 1953.
6 P. Lemmerle, La publication des fouilles de les Basiliques vaticanes du tom-
beau de Saint Pierre: Revue historique, 76 (1952), 205-227.
7 J. Ruyschaert, Réflexions sur les fouilles vaticanes, le rapport officiel de
la critique. Données archéologiques. Données épigraphiques et littéraires. Re-
vue d'hístoíre ecclésiastique, 48 (1953) 573-631 y 49 (1954), 5-58. ·
9 J. B. Ward Perkins, The shrine of St. Peter and ist twelfe spiral columns:
journal of roman studies, 42 (1952) 21-33 véase nota 10.
10 J. Toynbee, The shrine of St. Peter and its setting; Journal of roman stu-
dies 43, (1953). 1-16.J Junto con J. B. Ward Perkins, The shrine of St. Peter
and the Vatican Excavations, 1956.
11 H. Torp, The Vatican excavations and the cult of St. Peter: Acta archaeolo-
gica 24 (1953) 27-66.
12 A. M. Schneider, Dast Petrusgrab im Vatikan: Theologische Literaturzeitung
77 (1952) 321-326.
13 A. von Gerkan, die Forschung nach dem Grab Petri. Evangelisch Luthe-
rische Kirchenzeitung, 6 (1952), 379-382. Kritische Studien zu den Ausgra-
bungen unter der Peterskirche in Rom. Trierer Zeitschrift 22 (1954), 26-55 .
244 ENGELBERT KIRSCHBAUM

14 Th. Klauser, Die rornische PetrusTradition im Lichte der Neuen Ausgra-


bungen unter der Peterskirche; Arbeitsgemeinschaft für Forschung des Landes
Nordrhein-Westphalen, Heft, 24, 1956. - Si no mencionamos especialmente
en este estudio a K. Heussi y a sus escritos (El origen y formación de la tra-
dición romana de Pedro: Revista literaria de la Friedrich Schiller-Uníversitat
Jena, 1952-1953, 63-78), es porque no queremos abandonar los límites pro-
pios de un ensayo arqueológico. Además, negar la estancia y muerte de San
Pedro en Roma es considerado, en los estudios de H. Lietzmann, Pedro y
Pablo en Roma, 2, 1927, y de O. Cullman, Pedro-discípulo, apóstol y mártir,
1952, como punto de vista superado, hasta en los círculos protestantes. Com-
párese también K. Aland, Pedro en Roma, Historische Zeitschrift, 183 (1957),
497-516.
15 Klalser, 45, según von Gerkan, 41.
16 l. c., 53-54.
17 Von Gerkan, 37, 39, 41.
18 Véase pág. 9.
19 Von Gerkan, 36-37.
20 Klauser, 45.
21 Von Gerkan, 37.
22 Esplorazioni, fig. 56.
2
8 También Prandi ha olvidado en su reconstrucción del terreno accidentado,
estudiando los detalles, la relación decisiva con lo esencial. En sus excava-
ciones detrás del mausoleo O, en la esquina sudeste del patio sepulcral P,
detrás del mausoleo S, aparecieron restos de tierra pisada, mezclada con arga-
masa y fragmentos de ladrillo (Prandi, 12-15). Hasta hay detrás de O, dos
estratos de estos restos superpuestos, uno de los cuales está a 40 cm. por
sobre el nivel de los fundamentos de O (6,55 m. bajo el suelo actual de la
Basílica) y el otro a 1,50 m. sobre el primero (de cuya existencia, empero,
dudamos mucho). El terreno correspondiente detrás de S está tan sólo un
poco más alto que su fundamento y sube a lo largo del costado oeste de O,
hasta más o menos la altura del «camino superior» que hay detrás de O. La
configuración general del terreno accidentado, pero sobre todo la que hay
alrededor del patio sepulcral P - piénsese en la escalera de O y en la del
clivus -, muestra claramente que el terreno subía considerablemente antes de
comenzar a construir. Por tanto, en «el abrir caminos» hallado por Prandi,
no puede tratarse sino de huellas de trabajo, como, por ejemplo, de que los
albañiles hicieron durante su trabajo una especie de sendero, a fuerza de pisar
siempre y continuamente en el mismo lugar y dirección, lugar que, además,
se iría cubriendo, poco a poco, de argamasa y fragmentos de ladrillo. Deducir
de estas huellas pertenecientes a un simple proceso de trabajo del que, posi-
blemente, había estratos de relleno, formando terraplén, es algo que no puede
sostenerse debido a la clara- configuración del terreno accidentado. La idea de
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 245

unos terraplenes artificiales se ve ahora que es absurda, pues, de ser así, el


terreno de detrás del mausoleo O hubiera subido artificialmente 1,50 m. en
los pocos años comprendidos entre la construcción de S y O, y 1,50 m. más en
el tiempo abarcado entre las construcciones de S y Q, que también es poco.
Eso significaría que en un espacio de tiempo que, también según Prandi, es
sólo de 20 a 30 años se habría logrado un terraplén de 3 m. de altura. En-
tonces, naturalmente, se tendrían que explicar también de la misma manera
las diferencias de altura entre las partes delantera y trasera de los otros mau-
soleos. Además resulta completamente incomprensible el fin que se perseguía
al construir estos inmensos terraplenes. Así que no podemos sino referirnos
a nuestra reconstrucción de la configuración del terreno, rechazando como injus-
tificada toda consecuencia extraída de las teorías de Prandi sobre la crono-
logía de las tumbas centrales.
24 Klauser, 54.
25 Esplorazioni, fig. 134.
26 Klauser, 45.
27 1. c.
28 l. c.

29 l. c.
so l. c., nota 75.
31 El intento de Schenider es totalmente extraño (Theologische Literaturzei-
tung, 1952), 324, así como el de von Gerkan (Evengelisch Lutherische Kirchen-
zeitung, 1952, 389), de aplicar al aparejo de y el conocido criterio cronológico
de E. B. von Deman (Methods of determining the date of roman concrete mo-
numents: American Journal of Archeology, 16 (1912), 230-251, 378-432). Apar-
te de que las medidas de los ladrillos fueron tomadas de los correspondientes
dibujos de las Esplorazioni que no están dibujados según una escala exacta.
Carece, pues, totalmente de interés el que von Gerkan afirme más tarde en
un ensayo (Trierer Zeitschrift) «el añadido del altar, su revestimiento y el nivel
de los estratos de ladrillo, de 5 cm., sacados del dibujo, podrían ser también
de una época posterior, pues los ladrillos flavios ya tienen un grosor, sin la
ranura, de 4,5 cm. En realidad, los niveles de los estratos del aparejo corres-
ponden bastante exactamente, según las medidas que Deman ha indicado, a
los tiempos de Nerón. Pero los excavadores no han aludido nunca al método
de clasificación de fechas de Deman, pues conocían por experiencia la limi-
tada posibilidad de aplicarlo, sobre todo tratándose de fachadas y, en general,
de muros de poca envergadura. El querer aplicar ese método a la pobre fábrica
de y sería, por tanto, una grave equivocación. Compárese con ello también
las indicaciones de Toynbee-Perkins, 268-269, H. Torp, que también ha llegado
a una cronología absurda por basarse erróneamente en el método de Deman,
a:i Von Gerkan, 42; Klauser, 46; Ruysschaert, 610¡ Toynbee-Perkins, 148;
ENGELBERT KIRSCHBAUM

33 Esplorazioni, 113.
34 Esplorazioni, 113, 1, compárese también A. Ferrua, La Civiltá Cattólica, 103
(1952), 18-20.
35 De manera parecida se expresa G. P. Oeconomus en su estudio «De pro-
fusionum receptaculis sepulcralibus inde ab antiquíssimis temporibus usque ad
nostram fere aetatem usitatis»: Bibliotheca Societatis Archaelogicae Atenarum,
21 (1921), 53: «Ceterum temporibus Cristianorum vetustioribus, cum mores
et ritus pagani novum aspectum nondum acceperant idenque immutati innato
populi sensu ex traditionis tenore firmati in novam religionem immisebantur,
praeter choephoriam, etiam paganae illae cenae ferales hic memorandae sunt,
quae, nihilo minus quam profusiones, mundo Cristiano. alineae atque abhorren-
dae viderentur nisi eas prisca consuetudo consecravísset».
36 Compárese con ello la inscripción de Valerinus Vasatulus del mausoleo de
los Valerios (M. Guarducci, Cristo e S. Pietro in un documento preconstan-
tiniano, 22).
37 Von Gerkan, 41; Klauser, 46; Toynbee-Perkins, 184, nota 10 (altarlike su-
perstructure).
38 Tonybee-Perkins, 145, suponen que habían previsto un revestimiento mar-
móreo para la parte superior de y. Pero nosotros creemos que el revestimiento
de ladrillo lo excluye.
39 Compárese Klauser, 46.

40 Es característico de la manera de trabajar de Prandi, el omitir este hallazgo


en su relación. Como ya demuestra el título de su obra, no quisiera clasificar
ninguna tumba como perteneciente al siglo 1, y clasificar especialmente las del
patio sepulcral P como construídas a mediados del siglo 11. Por esto tiene tam-
bién que declarar dudoso, sin fuerza, el sello de 9 de la época de Vespasiano
y el de y a un cuarto de siglo más tarde, entre los años 115 y 123; sólo per-
mite que valgan para establecer una cronología, los sellos de ladrillos pos-
teriores.
41 Klauser, 46.
42 Compárese Esplorazioni, 114, fig. 62.
4& Klauser, 46.

44 Oponiéndose a conceder una fecha antigua a la tumba 0 se refiere Prandí


a dos sepulcros más modernos encontrados en la proximidad de 0 (Prandi, 85).
El hecho de que dos sepulcros estén a una misma profundidad, no permite,
sin embargo, juzgarlos de igual edad, pues no hay ninguna regla que deter-
mine a qué profundidad se ha de colocar un sepulcro. Es, por tanto, muy
posible que un sepulcro más reciente esté a la misma profundidad que uno
más antiguo. Sólo se pueden sacar conclusiones cuando un sepulcro está ver-
ticalmente símado sobre otro, como ocurre con 'IJ que está sobre 6 o x y 'IJ
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 247

sobre t . Prandi no tiene en cuenta en absoluto este factor, cosa extraña, al


considerar los sepulcros· que hay a lo largo del muro rojo, que están super-
puestos: t, x, y y¡ (según Prandi sepulcros 9, 10, 11) por ser solamente un
poco más antiguos (poco posteriori), pág. 82, que t , el que supone arbitra-
riamente que pertenece al siglo 111 (Pág. 93). Compárese pág. 107, J. Fink
ha intentado probar que la tumba 0 es la original del Apóstol en un estudio
muy interesante y original(Archeologie des Petrusgrabes. Theologische Revue,
50 (1954), 81-102). Si nosotros - desgraciadamente - no podemos compartir
su opinión es debido, sobre todo, a las siguientes razones: en primer lugar, él,
influenciado por la crítica, ha encontrado dificultades no justificadas al interpre-
tar lo expuesto en el informe de las excavaciones. Pero con ello falla ya su
intento, pues constituye la base. En segundo lugar, los monumentos a que se
refiere para comparar, son tan pocos y se distinguen tanto, en cuanto a la
época y situación del nuestro, que no pueden convencer. En tercer lugar, no
ha tenido en cuenta los hechos fundamentales: el ladeamiento de la losa se-
pulcral que hay en el pavimento del tropaion y la elevación triangular del
muro rojo en el mismo sitio, lo que, de seguir su criterio, carecería completa-
mente de sentido. Finalmente, el desarrollo ulterior que sufrió la aedícula bajo
Constantino y Gregorio el Grande, son argumentos en contra, a no ser que
se quiera suponer que un hecho tan importante y conocido, también por Fink,
se olvidó tan pronto o se interpretó mal, porque Constantino que, lleno de
respeto, incluye y conserva hasta el muro grafítico, no construye ninguna
aedícula sino un mausoleo, excluyendo el sepulcro 0 . Gregorio el Grande que,
como aun veremos, realiza cambios de consideración a fin de construir un
altar sobre la tumba del Apóstol, no sabe nada de 6 y, por el contrario,
determina sus obras por el cuadrado situado al oeste de 6 •
45 Esplorazioni 115.
46 Esta relación de Ruysschaert, 29-30, es aceptada por Fink, l. c. 96. No
podemos suponer, sin embargo, como se las arregla Ruysschaert para que la
ligera desviación del muro rojo, en dirección norte, sea debida a considera-
ciones para con t • Esta desviación se explica, más bien, por el hecho de
que así lo exigía el muro de fondo de R', anterior a Q. Tampoco podemos,
pues, reconocer que la construcción de los sepulcros x y 11 sea anterior al
muro rojo.
47 Von Gerkan, 41. Algo más tarde, 47-48, hasta expresa la posibilidad de
que sea más reciente que el tropaion. Sin embargo t está debajo de la parte
norte del tropaion, lo que excluye la posibilidad arriba mencionada. A pe-
sar de todas las otras pruebas en contra, también Kauser, 46, clasifica la ins-
talación del sepulcro t ,igual que Gerkan, como posterior al muro rojo. Su
formulación parece un tanto más insegura, cuando dice: «se ha observado
en la tumba que la base del fundamento del muro limítrofe en que se apoya
ésta, fué eliminada a trozos, golpeándola•.
48 Esplorazioni 115.
49 Von Gerkan, fig. 6b, e igualmente Klauser, lám. 18b.
ENGELBERT KIRSCHBAUM

5o Esplorazioni, 135.

51 En Esplorazioni, 135; se piensa en la posibilidad (si potrebbe dunque pen-


sare) de que m! y 'll• sean de la misma época. Von Gerkan, 47, y después Fink, 96,
llaman la atención, con razón, sobre la desviación hacia el este que sufre rnt,
y deducen de ella que 'IJ es más reciente. Nos inclinamos por esta opinión,
pero la prueba formulada no es contundente, pues 'IJ no es una «caja de
barro», como opina von Gerkan, 46, sino que está hecha de baldosas suel-
tas (compárese Esplorazioni, 114). Estas baldosas se han desquiciado y des-
plazado mucho de su posición original, lám. 14d, lo que bastaría para expli-
car resbalase hacia abajo.
52 Klauser, 54, según von Gerkan, 47.
53 Esplorazioni 120,121.
54 Klauser, 52.

55 Esplorazioni, 120 «qui le fondazioni del muro rosso cessano ... » y 139• ...
si sia avuto tanto riguardo per questa tomba da interrompere, sorpassandola, le
fondazioni del muro rosso ... •.
56 Von Gerkan, 42.
57 l. c. 43.

ñ8 Klauser, 53, nota 93.


59 l. c. 53.

60 Así lo dicen Von Gerkan, 43, Klauser, 78. Para otros autores véase Ruyss-
chaert, 583, nota 2. Este caso es un ejemplo característico de la «genealogía» de
las críticas.
01 Esplorazioni, fig. 90a y b.
62 Esplorazioni, fig. 77, 88, 92, 116.
63 1. c. fig. 99, 100, 101.
64 Von Gerkan, 43.

65 La suposición de Prandi, 57, 60, de que el patio sepulcral Q no sirvió desde


un principio para sepultar, no se ha comprobado. El ver en él un aljibe es algo
que ni el mismo Prandi parece tornarlo en serio. Sería el cuarto aljibe o cis-
terna, (después de las tres que Prandi ha querido ver debajo de R'). No nos
queda sino dejar la instalación de Q tal como la hemos expuesto en el informe
de las excavaciones, aunque tampoco queden muy claras algunas cosas.
66 Prandi, 63: «fu !'último, in ordine di tempo, fra tutti quei muri eretti con
programa unitario ... ».
67 1 c. 93.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 249

68 Así opina Schneider, 332, Cullman, Petrus-discípulo, apóstol, mártir, 146-


152, Peterson Schweiger Rundschau, 328-329; Marrou, Dict. d'Arch. et Liturgie
chretienne, 3344-3345. El punto de vista de Gerkan ha evolucionado mucho
a pesar de su crítica ruda e insistente, pertinaz. En la revista eclesiástica evan-
gélico-luterana, 6 (1952) 379-382, el tropaion sólo figuraba como cenota-
fio. Más tarde, en la revista de Trier, 55, acepta la posibilidad de que sea la
tumba, cosa que había negado todavía radicalmente en 1941. En una carta
publicada en los Theologische Jahrbücher, 9 (1941) Halle, cuaderno 4, 90-93
de Gerkan a W. Bienert, desde Roma, termina con las siguientes palabras:
«Pero si se descubriera la tumba misma, nada se habría ganado, aunque
hubiese inscripciones que así lo atestiguaran, pues este sepelio no dataría de
una época más antigua que la constantina y aún sería posible que se tratara
de una ficción. Es que no hay material arqueológico. Siempre nos reduciría-
mos a la tradición que por cierto, ya existía en tiempos de Constantino».
69 La famosa inscripción Damasus dice, entre otras cosas, que los Apóstoles
procedían del Oriente, pero que se habían convertido, por su martirio, en ciu-
dadanos romanos. se· tradujo mal el latín, creándose entonces la leyenda, de
que los orientales habían venido a robar los despojos de los Apóstoles.
10 Klauser, 71-72.
71 l. c. 55. Conviene hacer constar brevemente que las dos veces que men-
ciona a 'll relacionándolo con esto, debe tratarse de un error, pues precisa-
mente 'll no corresponde de ninguna manera a la dirección ladeada. Segura-
mente se quería referir a 'Y·
72 l. c. 46.
73 l. c.

74 1, c.

75 1. c. 93.
76 1. c. 71.
77 La primera carta de Clemente, 44, 1-2 (L. A. Winterswyl Zeugen des Worts,
27 (1940), 44): «y también nuestros Apóstoles supieron (anticipadamente) por
Nuestro Señor Jesucristo que se lucharía por la primacía (nombre u oficio) entre
los Obispos. Por eso los nombraron, porque lo sabían exactamente por ade-
lantado, y ordenaron después, que al morir, tomaran su oficio o cargo otros
hombres experimentados.
78 Eusebius, Historia Eccles. 5, 24, 1-8 (Ed, Schwartz, 490-492).
79 1. c. 2, 52, 6-7 (E. Schwartz 176-178).
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 251

IV

« ... Y SERA GLORIOSA SU MORADA• (IS 11, 10)

1 K. Bihlmeyer H. Tüchle, Historia de la Iglesia, I, 1951, 57: «El año de


su muerte está entre el 64 y 67.
2 Tácito es el único que nos lo relata (Anales 15, 44, ed. Teubner, 347-348).
Suetonio, por ejemplo, no está enterado (Vita Neronis, 16, 2; 38, ed. Teub-
ner, 231; 247-248) Esta cuestión se presta a muchas controversias. A Profumo
se opone a Tácito en su gran obra «Le fonti ed i tempi dello incendio nero-
niano» 1905.
3 Klauser, 13 nota 6, ha recogido más fuentes y textos.
4 Klauser, 13, adopta la expresión plástica creada por Thmommsen «ejecu-
ción en la fiesta popular» que fecha en julio del 64.
5 Fuere qui adnotarent XIIII Kal, sextiles príncipiurn incendii huius or-
tum. (15, 41; Teubner 346). - Sexto demum die apud imas esquiliaes finis
incendio factus prorrutis per inmensum aedificis... (15,40; Teubner, 345).
6 Necdum possitus metus aut redierat plebi spes: rursum grassatus ignis pa-
tulis magis urbis locis, eoque strages hominum minor ... Plusque infamiae id
incendium habuit quia praediis Tigellini Aemilianis proruperat... (l. c.).
7 Sed non ope humana, non largitionibus principis aut deum placarnentis dec-
cedebat infamia, quin jussum incendium crederetur. Ergo abblendo rumori
Nero subdidit reos ... (15, 44; Teubner, 347).
s Igitur primum correcti, qui fatebantur, deinde indicio eorum multitudo in-
gens haut proinde in crimine incendii quam odio humani generis convicti
sunt (l. c.).
9 Compárese a Bigelmaier, dice. teolog, eclesiástico, 7, 489 (Nerón).
10 Klauser (11-14) basa su suposición, de que Pedro murió, en la fiesta dada
en los jardines de Nerón en la primera carta de Clemente y en el pasaje de
Tácito en que se habla de ella. En la carta de Clemente se dice (6, 1-2), des-
pués que se ha estado hablando de Pedro y de Pablo: «A estos hombres (Pedro
y Pablo) que llevaron una vida santa, se les añadieron gran cantidad de ele-
gidos, que sufrieron humillaciones y martirio por gente de mala intención,
y que llegaron a ser modelos entre nosotros. Las mujeres fueron persegui-
das con torcidas intenciones y horriblemente maltratadas, como danaidas _ '/
-
ENGELBERT KIRSCHBAUM

dirkas; pero siguieron su cam!no firmes e? la fe, obtenien_do el premio, ellas,


las físicamente débiles». (Segun L. A. Wmtenswyl), la pnmera carta de Cle-
mente 1940, 13-14); cuenta Tácito que se vistió a los cristianos con pieles de
animales ya que se hizo que los perros los despedazaran (15:44). En ello ve
Klauser repetido el mito del Aktaion, a quien Artemis convirtió en venado,
muriendo así herido por sus propios perros de caza. Pero Clemente no men-
ciona, precisamente, nada de esto. El hecho de que las mujeres mencionadas
fueron también martirizadas en forma de representación mitológica, permi-
tiría apenas suponer que ambos martirios mitológicos ocurrieron en esta eje-
cución en masa ordenada por Nerón. Menos todavía se puede aplicar a la eje-
cución de los Apóstoles. Klauser ha escrito sobre el tema aunque quizás con
demasiada seguridad: (13-14): «Clemente no habla tan sólo, simplemente,
de la muerte como mártires de Pedro y Pablo, sino que además insinúa el
tiempo y lugar de su martirio. Ocurrió en Roma, en julio del 64, al orga-
nizarse, por cierto, como espectáculo popular, las ejecuciones en masa. Cierta-
mente, se menciona en la carta de Clemente que las mártires romanas, las
Dirkas (Dirkas, esposa del rey Lykos de Tebas, fué amarrada a un toro y
arrastrada hasta morir para castigar así su crueldad) y las Danaides (las cin-
cuenta hijas del rey Danaos, de Argos, tuvieron que trabajar, en los infiernos,
vertiendo agua en un barril agujereado como castigo por haber asesinado a
sus maridos). A estos hombres, es decir, a Pedro y Pablo, él añadió «toda
esta gente». Ahora bien, Klauser mismo tiene que convenir en que eso no puede
referirse a Pablo, que, por ser ciudadano romano, no podía estar entre las víc-
timas ejecutadas en los jardines de Nerón. Pablo fué «decapitado por medio
de espada según las leyes del imperio romano». (Klauser 14). Quedó con ello
aclarado que la intención de Clemente no es la de mencionar el día del mar-
tirio sino tan sólo de señalar el hecho del martirio y el que, con los apóstoles,
dieron también su sangre mujeres romanas. No podemos, pues, determinar
exactamente la fecha de ejecución del apóstol Pedro, aunque ciertamente no
tuvo lugar en julio de 64.

11 Klauser, 70: «Es más razonable suponer, que todas las víctimas del espan-
toso día pasado en los jardines de Nerón, fueron enterradas en una fosa co-
mún, practicada en los terrenos adyacentes, quizás después de haber sido
quemadas.
12
Véase para ello las observaciones de V. Capocci Gliscavi del Vaticano.
Alla ricerca del sepolcro di S. Pietro e alcune note di diritto funerario ro-
mano: Studia et Documenta Histoiriae et Juris, 18 (1952), 202-204. Sul!a con-
cessione e sul diritto di sepoltura nel mondo romano ai condannati a pena
capitale: Studia et Documenti Juris, 22 (1956), 266-310.
1
3 Klauser, 70, nota 137, opina que la comunidad romana no utilizó su de-
recho de pedir la entrega del cuerpo del mártir ejecutado, porque no se men-
ciona en ninguna parte donde están enterrados los mártires romanos famo-
sos, como Ignacio, Telesforo y Justino. Se olvidaron esas tumbas por la sen-
cilla razón de que no había todavía un culto a los mártires. El hecho de que las
tumbas no sean positivamente mencionadas en las fuentes históricas, no cla
LAS TUMBAS DE LOS A_PÓSTOLES 253

pie a concluir, simplemente, que no han existido nunca. Al apóstol Pedro,


sobre todo, fundador de la comunidad cristiana de Roma, no se le puede
situar al nivel de otro mártir cualquiera, por famoso que sea, teniendo en
cuenta, precisamente, la conciencia de esta misma comunidad.
14 Compárese con ello A. C. Rush C. S. S. R. Death and Burial in christian
Antiquity: The Catholic University of America, Studies in Christian Anti-
quity, 1, 1941.
15 Augustinus, «Las Confesiones». Ed. crítica y anotada por el padre Angel
Custodio Vega, O. S. A., B. A. C., texto bilingüe, tomo 2.
16 Los importantes vestigios neronianos encontrados debajo del sepulcro 28
(según la denominación de Prandi) se pueden relacionar con esto solamente,
después de conocer una descripción detallada y aclarar si son de origen pa-
gano o cristiano. En cuanto al tiempo, ese sepulcro puede que estuviere allr,
ya antes que la tumba central, pues la lámpara con el sello de L. Munatius
Treptus difícilmente pudo fabricarse después del año 70, pero sí antes.
17 Según el plano de Prandi (fig. 18 b) se encontraron, debajo de la escalera,
cuatro instalaciones sepulcrales: 27, 28, 29, 30. 27 y 28 tienen que ser anterio-
res a la escalera. Hay que mencionar aún los restos de la tumba que hay
debajo de la 28, de tiempo de Nerón (nota 16).
1s Esplorazioni, 135 no comparte esa opinión.
19 Compárese Ferrua, Storia del sepulcro di San Pietro: La Civiltá Cattolica,
103 (1953), 23, nota 5.
20 Esplorazioni, 103, P. XVI a.
21 «Un'iscrizione greca della necropoli vaticana> Este discurso de M. Guar-
ducci pronunciado en el tercer congreso de epigrafía greco-latina, Roma, 1957,
será publicado con las memorias del Congreso. Nos atenemos, en lo esencial,
a lo expuesto por la profesora Guarducci, quien, amablemente, nos ha dejado
su manuscrito y los dibujos correspondientes.
22 Klauser, 49, nota 81, opina: «La aedícula era tan reducida, porque quienes
la construyeron, no tenían medios para hacer un monumento mayor. De ello
se deduce, naturalmente, que quien la construyó no fué la comunidad como tal
sino que debió construirse por iniciativa particular». Cabe responder que este
monumento tenía sin embargo tres metros de alto. Klauser olvida evidente-
mente que la parte superior del tropaion con su amplio nicho pertenece en lo
esencial al monumento, aún teniendo en consideración la teoría de Gerkan,
según la cual el nicho inferior fué construído más tarde. No sabemos com-
paginar esa iniciativa particular con las ideas de sucesión que Klauser tenía
y expresaba de la siguiente manera (71): «la comunidad romana necesitaba
por tanto dos tumbas como garantía visible de continuidad en las dos ramas
de apostolado. Se comprende, pues, por qué al fortalecerse la idea de sucesión
apostólica, a mediados del siglo II, comenzaron a buscar ansiosamente en
2 54 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Roma las tumbas de Pedro y Pablo». Aquí Klauser contradiciéndose se re-


fiere a la comunidad romana y no a la iniciativa particular.
23 Lib. Pont. 54. «Hic memoriam beati Petri construxit et cornposuit ubi epis-
copi reconderentur.»
2 4 Compárese con esto R. Vielliard, Les titres romains et les deux edicions du

Liber Pontificalis: Rivista di Archeologia Cristiana, 5 (1928), 90-92.


25 Ruysschaert (21-37) ha intentado mediante una ·hipótesis genial tomar en
serio el texto de Anacleto y declarar que las tumbas del patio sepulcral P son
tumbas de los primeros papas, y atribuir con ello la forma original del recinto
a este Papa. El seguir la pista a sus sutiles investigaciones llevaría demasiado
lejos. A pesar de que sus observaciones dan en el clavo en algunos detalles
no llegan sin embargo a convencer en conjunto. La siguiente., entre otras, me
parece una seria objeción contra su intento: ni siquiera conocemos todavía
todas las tumbas del patio sepulcral P. Su cantidad, por tanto, probablemente
rebasa al número posible de Papas. De haber habido un cementerio especial
para los Obispos de la primitiva Roma habría sido éste, según él, exclusivo,
como lo fué en el siglo 111 el panteón de los Papas de la catacumba de Calixto.
Contra la tesis de Ruysschaert y a favor de lo dicho sobre la confusión de
los nombres de Anacleto y Aniceto (compárese E. Kirschbaum, S. J. Das Pe-
trusgrab, Stimmen der Zeit, 77 (1952), 331, véase también Toynbee-Perkins,
262-266. Klauser, en la nota 81 antes mencionada, también se declara contra
Ruysschaert, pero demuestra no haber comprendido su hipótesis al escribir:
«el intento audaz, interesante, de coger la noticia que el Líber Pontificalis atri-
buye a Anacleto (1, 54, Duchesne): memoriam beati Petri construxit» y apli-
carla a la construcción del tropaion debería fracasar, aparte de todos los otros
inconvenientes, considerando lo insignificante que es el monumento. No se
debe sobrevalorar la potencia financiera de la comunidad romana del año 165,
pero tampoco se le deben atribuir unos medios tan pobres». La hipótesis de
Ruysschaert no se apoya en la cita de la vida de Anacleto sino en lo que
omite (et compusit ubi episcopi reconderentur); tampoco se ocupa del tropaion,
sino de lo que ocurrió antes, bajo el pontificado de Anacleto (76-78). La frase
final sobre la capacidad financiera de la comunidad romana del año 165 nada
tiene que ver, por tanto, con la teoría de Ruysschaert y decididamente se con-
tradice con su propia hipótesis sobre esa iniciativa privada por la que se pagó
el «mísero» tropaion.
26 Compárese Toynbee-Perkins, 58, nota 4-6; Esplorazioni, 87.
21 No es necesario recordar que aquí se expone sólo una hipótesis, ya que nada
se encontró de esa parte de la tumba. Pero nos parece es la hipótesis que mejor
responde a los hechos en conjunto.
2 8 Resulta extraño que von Gerkan (42) apele al sentimiento más primitivo de

piedad para justificar una contradicción que se ve muy clara en la disposición


de las tumbas y, 6 '() y t ». No es difícil, pues, comprender que se trata aquí
de dos cosas completamente distintas.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 255

29 Compárese Capocci, Gli scavi del Vaticano, Alla ricerca del sepulcro di
San Pietro et alquune note di diritto funerari Romano: Studio et Documenta
Historiae et Juris, 18 (1932), 209-210.
30 Esplorazioni, 120, insinua que el nicho inferior del muro rojo se instaló
más tarde, mientras que Esplorazioni, 37, supone que los tres nichos se cons-
truyeron a un tiempo. El aparejo de este nicho es efectivamente tan crudo
que permite justificar las dos opiniones. La contradicción en las Esplorazioni
se debió a que sus autores sólo llegaron a reconocer poco a poco que el
tropaion y el muro rojo se construyeron al mismo tiempo. Así resulta que la
página 120 contradice la opinión anteriormente expuesta, que quedó en el libro.
31 Sobre el tropaion dice von Gerkan, Evangelisch Lutherische Kirchenzeitung,
1952, 381: «por fin se reconoce que en la época severina no había formas
arquitectónicas tan anormales ... » Lemerle, Revue Historique, 1952, 217, afirma
lo contrario. «On échappe difficilement a l'idée de ce que nous avons au Va-
tican, conserve, de facón grossiére et probablement tardive, le schéma d'un type
de monument funeraire banal», Klauser, 51, comparte la opinión de Gerkan,
«la reconstrucción presentada por los excavadores no se parece a los paralelis-
mos, tanto, que aún se conservan. La forma propuesta sería totalmente única».
32 Compárese con esto L. Hertling, S. J. Communio y Primat: Xenia Piana
Miscellanea Historiae Pontificae, 7), 1943, 3-5.
33 Véase también J. M. C. Toynbee, Besprechung (B. Carcopino, De Pytha-
gore aux apótres, 1956) in Gnomon, 29 (1957), 267.
34 Von Gerkan también aquí tiene a mano otra explicación, más que impro-
bable, si se consideran las huellas que hay y las que no hay. Opina, 45: se
puede suponer, además, que el empotrar por pares en su base es original, y
aunque no estén esmeradamente trabajadas, testifica que se las quiso protejcr
con una reja, que no llegó hasta el muro rojo, sino que se extendía, no po-
demos comprobar cuánto, hacia el lado. Y es esta reja, a la que hay que
atribuir el que el muro rojo no tenga garabatos. Desde el punto de vista ar-
quitectónico, creemos absurda esta proposición y la consideramos como tal,
concretamente, por carecer totalmente de sentido el colocar esa reja. Von Ger-
kan ha olvidado, además, que el muro rojo tiene un grafito. Allí además, donde
la reja, cree él se extendía hacia el lado, protegiéndolo, ya no hay muro rojo.
También supone Klauser (59), refiriéndose a von Gerkan, que había vallas
(Transennae) y deduce (nota 110): «estas transennae pueden explicar el porqué
sólo se encontraron grafitos en la parte norte del muro G» se le escapa, em-
pero, que las vallas supuestas por von Gerkan, también hubieran evitado los
grafitos en la hilera norte de g y que en el lado sur no hay grafitos por estar
revestido de mármol y no como el norte, de revoque blando.
35 La llamada «depositio martyrum» en la crónica de 354 y en el martirolo-
gio de Jerónimo, de mediados del siglo V.
36 El papa Damasus puso una inscripción con los versos introductorios, que
han dado pie a muchas controversias: Hic havitasse prius sanctos cognosce-
ENGELBERT KIRSCHBAUM

res debes-nomina quisque Petri pariter Paulique requms. (Ferrua, Epigrammata


Domasiana, 1942, 142-144). El Liber Pontificalis (I, 150-151), La Passio Pe-
tri et Pauli, 66 (Libsius, 1, 174-176) y Gregorio el Grande (Epist. 4,30, Migne
P. L. 77, 703). Cuentan lo mismo a su manera, aunque deformado ya por
diferentes leyendas.

37 Esta fecha se confirmaría magníficamente . interpretando un grafito cono-


cido ya de manera distinta, esto es, situándolo en el año consular 260. (R. Ma-
richal, La date des graphites de la Basilique de Saint Sebastién a Rome: La
nouvelle Clio, 5 (1953), 119; y «Les dates des graffiti de Saint Sebastién: Aca-
demie des Inscriptions et Belles Lettres: comptes rendus (1953, 60-68) Esto
lo contradice, con razón M. Guarducci, due presunte date consolare A. S. Se-
bastiaco: Renduconti della Pont. Accad. di Archeologia, 28 (1955-1956), 190-195.
38
No es exacto, por tanto, lo que dice Klauser, 73 sobre el particular: «Las
hipótesis que tratan de explicar la existencia de un segundo lugar de culto en
la Vía Appia, suponiendo un traslado único, o efectuado dos veces, de la osa-
menta de San Pedro, se encuentran con que el resultado de las excavaciones
les contradice». Su argumento principal es el de que falta un «recipiente de
reliquias», que tendría que haberse encontrado en caso de traslado. Nuestra
suposición - que justificaremos más tarde - de que trasladaron la cabeza, de-
jando el resto de los huesos anula la argumentación de Klauser.
39
También aquí tenemos que oponernos a Klauser. El hecho de que la fór-
mula «Vivas in Christo» aparezca tanto en las tumbas de los mártires como
en las de particulares - en sentido distinto naturalmente - le permite consi-
derar seriamente la posibilidad (58-59) de «que el patio sepulcral P siga ex-
tendiéndose colina arriba por el norte y noroeste, y que el muro limítrofe
supuesto por los excavadores se apoya en indicios muy débiles, no existiendo
todavía al construirse el muro grafítico, pues en la parte inferior del patio
no hay sepulcros - no se han encontrado hasta hoy - a los que pueda re-
ferirse el grafito. Se ha de replicar: seguramente había un muro en el norte,
por lo menos en la época en que se hizo el pavimento de mosaico. Pero como
los grafitos son ulteriores - según Klauser son del segundo decenio del si-
glo IV - el muro seguramente estaba allí antes. Además, es inconcebible la
idea de que grafitos pertenecientes a una tumba particular se encuentren a
muchos metros de distancia de dicha tumba, en un lugar cualquiera. ¿Cómo
suponer entonces relación alguna entre tumba y grafito? Serían muchos, en el
caso que tratamos, los que habrían tenido la idea de escribir el nombre de sus
familiares ya enterrados en ese mismo lugar, tan distante. Pero tendrían que
tener más razones, que sólo podrían ser el que había un lugar privilegiado.
Llegamos, entonces, después de recorrer un camino superfluo, al mismísimo
punto que Klauser ha pasado por alto. La explicación no la necesitan, en par-
ticular el grafito y sus múltiples aplicaciones; lo que hay que explicar es
que se encuentren en un mismo sitio tantísimas inscripciones. Esa explicación
puede sólo consistir en que se trate de un lugar venerado, y venerado el lu-
gar mismo, por cierto, y no una cualquiera de las tumbas que había en
derredor.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

"u No podemos asentir al intento de Ruysschaert, 30, de considerar esas tum-


bas anteriores al muro rojo.
41 Por ejemplo, en la Vita de Silvestre del Liber Pontificalis, 176.
4
2 Gregorius M. Epist. 4, 30, Migne P. L. 77, 700-701: «Narn corpora Sane-
torum Petri et Pauli apostolorum tantis in Ecclesis suis coruscant miraculis at
que terroribus, ud neque ad orandum sine magno illuc timore possit accsedit
connoscat autem tranquillisima domina, quia romanis consuetudo non es, quan-
do sanctorum reliquias dant, ut quidadque at sacratissima corpora sanctórum
ponitur... in Romanis namque ve! totíus Occidentis partibus omnino intolera-
bile est adque sacrilegum si sanctorum corpora tangere quisquam fortasse vo-
lueri. Quod si praesumpserit, sertum est quia haequ temeritas impunita nullo
modo remanedi».

43 B. Mombritius, Sanctuarium seu Vitae Sanctorum (Neudruck París 1910)


II 513.
44 Esplorazioni, 205, 207.
45 Por eso se desviaron correspondientemente hacia el sur, el nicho de de-
trás de las columnas, a fin de restablecer la simetría entre las partes delantera
y posterior. No podemos asentir a lo que se escribe en Esplorazioni (170-171)
si suponen que la columna norte fué cortada por Constantino para que des-
apareciera tras el pavimento, elevado, de la Basílica. Correspondientemente,
reconstruyeron la apertura del monumento memorial, haciéndola simétrica y en
el centro. (Esplorazioni, fig. 170 y lám. H). La columna primeramente fué
rota y quitaron su parte superior después de colocar delante, al sur del muro
grafítico, un muro, el G', que seguramente es constantiniano, y del que pronto
hablaremos. Las huellas de la parte superior de la columnita todavía se pueden
ver perfectamente en el muro. (Esplorazioni II, Lám. 78 b)
46 Lib. Pont.; 177-178.
47 El Toynbee-Perkins, 196.
48 W. Seston, Hypothese sur la date de la Basilique Constantinienne de Saint
Pierre de Rome, Cahiers archéologiques, 2, (1947) 153-159.
49 H. J. Marrou, Dictiounaire d'Archeologie et de Liturgie chretienne, 15,
(1953), 3.327.
50 G. B. de Rossi, Inscritiones christianae urbis Romae, 2, 1888, 21, n. 10.
Justitiae sedes fidei domus aula pudori
Haec est quam cernis, pietas quam possidet omnis;
quae patris et filii virtudibus indita gaudet
Anctoremque suum genitoris laudibus aecquat.
51 l. c. 20 n. 6.
52 H. Lietzrnann, Die drei altesten Martirologien (1911) 3.

17
ENGELBERT KIRSCHBAUM

53 Klauser, 22, opina que la investigación probó hace mucho, que la mencio-
nada introducción al calendario de 354 está mutilada, pero tiene que admitir
(nota 25) que un buen especialista, como L. C. Mohlberg O. S. B., pasa por
alto lo incompleto del texto que nos ha sido legado.
54 G. B. de Rossi-L. Duchesne: Acta Sanctorum, noviembre 2, 1 (1894), 84.
55 Nosotros propusimos antes esta solución en: «Petri in catacumbas» Misce-
llania liturgica in honorem L. Cuniberti Mohlberg (Biblioteca «Ephernerides Li-
turgicae», 22) 1948, 1, 221-229.
56 Vgl. G. Mancini, San Sebastiano fuori le mura: Le chiese di Roma illustrate,
N. 21, o. j. 15; F. Fornari, San Sebastiano «extra moenia». 1934, 5.
57 z. B. con S. Pietro e Marcellino, S. Agnese y S. Lorenzo. Todavía faltan
los informes correspondientes.
58 Lib. Pont. 157-159.
59 Nuestra solución evita la objeción de Klauser, 22, contra la interpretación
tradicional de la nota del cronista, pues ya está probado en un himno atri-
buído a Ambrosio, (399) dedicado a la veneración de los dos Apóstoles, en
el que se mencionan «tres carreteras» en las que fueron venerados los Após-
toles. (Vía Cornelia-Vía Ostiense-Vía Appia). También nosotros opinamos que
poco después del 354 se celebran ya en el Vaticano las fiestas oficiales de San
Pedro.
60 Ruysschaert, 19-20 menciona una cita interesante. del escrito de Eusebio de
Cesarea «la teofania» (4, 7), del 333 aproximadamente, que conservamos sola-
mente en lengua siria, y sugiere constituye un obstáculo contra la creencia de
que la Basílica de San Pedro se terminó tarde. El texto, en la edición de H.
Gressman (1904, 175) dice: ... de modo que su recuerdo, hasta ahora es más
fuerte en los romanos que en quienes les precedieron, y hasta le destinaron
una preciosa tumba delante de la ciudad, a la que afluyen miles y miles de
hombres del imperio romano, como hacia un gran templo de Dios». Ruys-
schaert deduce del texto una iglesia de San Pedro ya terminada. Pero nos
parece que a quien el texto se refiere, precisamente, es al tropaion, al que
llama retóricamente tumba magnífica, y al que compara con un lugar ~a-
grado y con un templo a causa de los muchos peregrinos. No dice «hacia un
gran templo de Dios» sino «como hacia un gran templo de Dios». En otras
palabras: son tantos los que vienen a este sepulcro que parece un gran san-
tuario. Eusebio, por tanto, no parece conocer siquiera la construcción de la
gran iglesia de San Pedro al escribir estas líneas. Este texto sería más bien
una prueba de que las obras de San Pedro se comenzaron tarde. Lo mismo
parece sugerir otro texto mencionado por Ruysschaert. En su escrito adversus
galileos escribe Julián el Apóstata. que el Apóstol Juan había tenido noticias
de la veneración secreta que se otorgaba a las tumbas de Pedro y Pablo (Ci-
rilo Alex., contra Julianum, 10 Migne P. G. 76, 1004, 1003). Difícilmente
quiere Julián aludir aquí a las Basílicas construídas sobre las tumbas de los
Apóstoles. Se refiere más bien a los monumentos fúnebres que las prece-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 259

dieron, y les atribuye gran antigüedad, puesto que él no nació antes del 332.
Esta alusión da mucho que pensar e iría muy bien con nuestra hipótesis
del amurallamiento del tropaion.
61 Compárese E. Stommel, contribuciones a la iconografía plástica de los sar-
cófagos constantinianos (Theophaneia 10) 1954.
62 Véase G. B. de Rossi, Roma sotterranea I (1884) 134-143.
63 Gregor. Turón. De gloria martyrum, 28 C. Migne P. L. 71, 728-729
64 l. c.: «sed qui orare desiderat, reseratis cancellis, quibus locus ille ambi-
tut, accedit super sepulcrum; et sic fenestrella parvula patefacta, inmisso in-
troirsum capite, quae necessitas promit efflagitat. Nec moratus effectus si pe-
titionis tantum justa proferatur oratio. Quod si beata aufferre desiderat pig-
nora, palliolom aliquod nomentana pensatum yacet intrinsecus deinde vigi-
lans ac ieiunans, devotissimme deprecatur, ut devotionis suae virtus aposto-
lica suffragetur. Mirum dictu! Si fides homini praevaluerit, a tumulo pallio-
lum elevatum ita imbuitur divina virtute, ut multo amplius, quam prius pen-
saberat ponderentur; et tune scit qui levaverit cum eius gratia sumpsisse quod
petiit. Multi enirn et claves aureas al reserandos cancellos beati sepulchri fa-
ciunt, cui ferentes pro benedictione priores, quibus infrimitates tribulantum
mendicatur. Omnia enim fides integra paestat».
65 Gregorius M., Epist. 4, 30 (Migne P. L., 77, 701): « ... dum beatae recor- ll ,
dationis decessor meus, quia argentum, quod supra sacratissimum corpus beati
Petri Apostoli erat longe tamen ab eodem corpore fere quindecirn edibus mu-
tare voluit, signum ei non parviterroris apparuit».
66 Lib. Pont., 312: «Hic (Gregorius) fecit, ut super beati Petri missas cele-
brantur». 11

67 Hieronymus, Contra Vigilatium, 8 (Migne P. L., 23, 346). (Véase texto pá- :¡
gina 229, nota 13.)

¡
1
68 Lib. Pont., 312: «(Gregorius) ... fecit beato Petro apostolo syburium cum
columnis IIII, ex argento puro».
69 Véase nota 61, y lo mismo en Lib. Pont., 309: «(Pelagius investivit corpus
beati Petri apostoli tabulis argenteis deauragis». 1

11

70 Difícilmente podemos admitir la suposición expresada en Esplorazioni, 198


de que las planchas de plomo debían revestir también las paredes laterales.
Las pruebas que se dan son demasiado débiles para justificar una suposición
tan poco probable.
71 Esplorazioni, 193, considera las obras de la confessio como realizadas por
Pelagio II y su sucesor Gregorio el Grande, mientras Ruysschaert, 39-49, las
atribuye solamente a Gregorio. Las Esplorazioni basan su opinión de lo dicho
por...•Gregorio sobre los trabajos de su predecesor. Pero estas indicaciones, como
dice Ruysschaert con agudeza, se pueden también, fácilmente, interpretar de
260 ENGELBERT KIRSCHBAUM

otra manera. Son importantes, en este aspecto, los informes de Gregorio de


Tours y la carta de Gregorio el Grande a la emperatriz Constantina. Gregorio
de Tours muere el 594. Agiulfo no regresa antes del 590. Debió escribir su
informe por estas fechas. En este informe - no siempre claro - se describe,
en lo esencial, la situación constantiniana. La mayor dificultad es, para nos--
otros, que menciona cuatro columnas en el altar, aparte de las cuatro del
ciborio. Ruysschaert dice que «altare» en Gregorio de Tours puede significar
crucero. En efecto, se encuentran dos columnas en cada uno de los extremos
del crucero de San Pedro. Esta interpretación de Ruysschaert nos parece justa,
sobre todo porque Gregorio el Grande no menciona todavía sus propias obras
en la carta que escribió el 594. Estas obras debieron comenzarse poco después.
Entre la opinión de Esplorazioni y la de Ruysschaert hay solamente, en el
fondo, la diferencia de unos pocos años.

72 Véase esto en Toynbee-Perkins, 243. Klauser, 65, nota 125, opina (refirién-
dose a J. Braun, Der Christliche altar, 1924, I, 568-571). «También en los
siglos VI y VII se construyeron criptas circulares como ésta en otras tumbas
de mártires romanos.» La misma cripta circular de San Pedro se construyó en
los últimos años del siglo VI. La primera cripta que se construyó después
fué la cripta circular de San Pancracio, en Roma, construída bajo Honorio I
(625-638). Pero quizás se pueda dudar de esto. En todo caso, no hay más crip-
tas circulares en Roma anteriores al siglo IX.

73 Los nuevos conocimientos logrados en las excavaciones están escritos en


Esplorazioni, 205, 222.
74 Lib. Pont., 417.

75 Lib. Pont., II, 99: « ••• ud certarent liberare beati Petri apostoli et Pauli
thesauros ecclesiarum, et, si fieri potuísset, ipsorum apostolorum corpora intro
inferrent Roma»,

76 l. c., 101: « ••• ecclesiam beati Petri apostolorum princípis nefandissimis


iniquitatibus praeoccupantes invaserunt». Estas noticias fueron completadas
por una nota en los Anuales Prudentii Trecensis relativas al año 846 (EMG:
Scriptores, 1, 1826 (G. H. Pertz), 442): «Mease Augusto Sarraceni Maurique
Tiberi Romam aggressi, basilicam beati Petri apostolorum principis devastan-
tes, ablatis cum ipso altari quod tumbae memorati apostolorum principis su-
perpositum fuerat omnibus ornamentis adque thesauris ... ». Véase también cl
razonamiento de Toynbee-Perkins, 227-229.

77 Compárese con esto H. Grisar, Le testi dei SS. Apostoli: La Civilta Catto-
lica, 58, 3 (1907, 457).
78 Klauser, 73, nota 143 opina al respeto: «no ha habido, en absoluto, ni
violación ni apertura de la tumba misma», quizás si sólo se consultan los
textos, pero no si se consideran las verdaderas huellas.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 261

79 Esplorazioni, 192, y, como fuente histórica (según Esplorazioni, 192, nota 1).
Liber anniversariorum basilicae vaticanae, ed. Egiri, pág. 290.
so Por ejemplo, bajo León III (798-816). Lib. Pont., 2, 27.

81 Honorio I (625-638) regaló un revestimiento nuevo, de plata (Lib. Pont.,


333), Inocencio HI (1198 a 1216) hizo renovar el mosaico del ábside e hizo
colocar en la Confessio una reja dorada (Esplorazíoni, 199).
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

LA TUMBA DEL APOSTOL DE LAS GENTES

1 N. Nicolai, della basílica di S. Paulo, 1915, 12.


2 O. Panvinio, Le sette chiese principali di Roma, 1570, 94.
3 G. Severano, memorie sacre delle sette chiese di Roma, 1630, 387.
4 P. Ugonio, Historia del\e Stationi di Roma, 1588, 234.
5 L. c.
6 l. c.
7 Pridentii Carm. Perist. XII. (CSEL 61 Bergman) 422.
s Nicolai, lám. l.
9 Se encuentran en la biblioteca del Instituto d'Archeologia e di Storia dell'
Arte, en el palacio Venecia. Las hojas más importantes fueron publicadas pri-
mero por R. Lanciani, delle scoperte fatte nell 1838 e 1850 presso il sepokro
di Paulo Apostolo: nuevo bulletino di archeologia cristiana 23 (1917), 7-27.
10 Nombramos ahora algunos trabajos sobre los dibujos de Vespignani, pero
sin ir más allá de lo que dice Lanciani P. Styger, Romische Mártirergrüfte, 1935
67-74. G. Belvedere, Le tombe apostoliche nell Eta pareocristiano 1948, 197-
206. C. Cecchelli, La tomba di S. Paolo: Capitolium 25 (1950) 115-131.
11 G. Lugli, Roma, vía Ostiense: scavo di un sepolcreto romano presso la
basilica di S. Paolo: Notizie degli scavi di antichita, 1919, 285-354.
12 E. Stevenson, Osservazioni sulla topografia della Vía Ostiense e sul cimítero
ove fu sepolto l'Apostolo S. Paolo: Nuevo Bull. Arch. crist. 3 (1897) 319.
13 Grisar, Anacleta Romana 290-291 nota. 2.
14 Lanciani (L. c. 14) Hace constar que ha averiguado del mismo Vespignani
que se trata de un columbario en el que algunas inscripciones estaban to-
davía en su sitio original.
15 l. c. 9.
16 l. c. 9. « ••. » questo muro, come vedesi delineato in profilo alla fig. IH e
grosso metri 1,563; e doveva giungere fino all'imposta del catino, ne! qual
punto, continuando soltanto per la metá, arrivava fina alla gronda del tetto».
ENGELBERT KIRSCHBAUM

1
7 El ábside de Sta. Inés en la Vía Nomentana mide 7'66 m. y el de San Cle-
mente solamente 7'50 m.
1
8 G. Belvedeti, Le tombc apostoliche nell'eta paleocristiana (Amici della ca-
tacombe 12) 1958, 204-206.
1
9 En la sesión de la «Societa per le conferenzie d'Archeologia cristiana» del
1 de abril de 1917, S. Pesarini se opone a interpretar la reconstrucción de Be-
lloni, que dedujo de una puerta que se volvió a encontrar en las cercanías de
lo que es hoy el ábside, que había un acceso a las galerías - como, por ejem-
plo, en Sta. Inés -. De esto se hubiera podido deducir la existencia de una
instalación de tres naves. Pesarini dijo que esta puerta era la puerta de en-
trada a la cripta circular de San Pablo, que nos testifica ya en el año 1452
un hombre de la Corte del Emperador Federico III, llamado Nicolo Maffei
(Resconto del!e adunaze tenute nella societa per le conferenze d'archeologia
cristiana: Nuevo Bull. di. Arch. Crist. 23 (1917), 105-106).
20 Compárese Sanctissimi Domini Nostri Leonis divina providentia Papae XII,
Epistola Enciclica ad omnes Patriarchas, Primates, Archiepiscopos et Episco-
pos «ad plurimas easque gravissimas» del 25 de enero de 1825.
2
1 En aquel tiempo se escribió el estudio de L. Moreschi Descrizione del Ta-
bernacolo che orna la confessione della Basilica di San Paolo sulla via Os-
tiense salvato dall'incendio deII anno 1823, Roma 1840.
22 Así, según Grisar, Anacleta Romana, 261. Se midieron expresamente dando
por resultado 1'30 m.: 2,135 m.

23 En la hoja 11 Vespignani dibuja ambas placas igualmente anchas. Da un


ancho total de 7'10 1/2 palmi (I 75'91 cm). A la placa «Paulo» le da 3'11
palmi (0''875 m.). Las medidas de la otra placa son 2 más 11/12 más 1 y
1/12 palmi (08936) m.). Pero hay que tener en cuenta que la altura de las
letras medidas en el lado izquierdo son de 11/ 12 palmi y que los espacios li-
bres están a la derecha. Pero en este lado las letras son unos 3'6 cms. más gran-
des, de modo que todo el ancho es de 0'93 m. Si ahora se añade el dibujo más
exacto de la placa de «Paulo» que hay en la boja 7, encontramos que Ves-
pignaní había liberado otro trozo más de placa, dándole ahora una anchura
total de 4 2/ 12 palmi (0'93 m.). De modo que ambas partes de la inscripción
son igualmente anchas.

24 Así lo dice Stevenson l. c. 307-308. Grisar, Anacleta Romana 259-264.


2
5 Contra el que sea de la época de Constantino están, por ejemplo, Lanciani 1.
c. 26 nota l. Styger Rornische Martyrergrüfte 70 Belvederi, Le tombe apos-
toliche, 182-184.
26 G. B. de Rossi Bull. Arch. Crist. 1883, 153.
21 A. Silvagni (G. B. de Rossi) inscripciones cristianae urbis Romae septimo
saeculo antiquiores, Nova series II, 1935, (4775) 129: <Descripserum de Rossi
et Grisar, qui absque ulla dubitatione titulum votivum ad aetatem Constanti-
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

nianam retulerunt; monumentum igitur exstat verterrimae basilicae a Constan-


tino imperatore conditae» 28.
2s Los dibujos de reconstrucción de Belvederi desgraciadamente no se púe-
den utilizar (201 y 203). No considera las medidas de Vespignani y cree que
el esbozo de la hoja 15, de un lugar de excavación, es del este y no del oeste.
29 Lib. Pont. 176 y 178. Aquí se hace referencia a que Constantino hizo,
para Pablo, lo mismo que para Pedro. La costumbre de atribuir las mismas
cosas a las dos tumbas explicaría fácilmente que se atribuyeran a ambas To
que en realidad valía sólo para una. El recordar esta peculiaridad de la tumba
de Pablo podía quedar vigente, fácilmente, también después de desaparecer
ésta al reconstruirse la Basílica y adoptar en el curso de los siglos una forma
legendaria que repercutió en la crónica pontificia.
so l. c. J 25. Compárese con esto pág. 131 f, nota que nosotros intentamos
atribuir al Papa Aniceto.
31 Belloni, l. c. 7 y Stevenson l. c. 305, que se refiere también al testimonio
de P. Zelli O. S. B.
32 Lanciani, l. c. 21--22.
33 La fecha de 386 quizás haya de corregirse por la de 384. Compárese con
esto Lietzmann l. c. 211-212, nota 3.
34 Mencionamos las partes decisivas de la carta: «Desiderantibus novis con-
templatione venerationis, antiquitus iam sacatae basilicam Pauli Apostoli pro
Sanctimonia religionis ornare, pro quantitate conventus amplificare et pro stu-
dio devotionis attolere gratum fuit tuae sublimitatis officium... Ac si pla-
querit tam populo quam Senatui iter vetus, quod basilicae praeterit dorsum
_quodque ripae Tiberini amnis adjacet, in-novari ita ut praesens via spatio
futuri operis applicetur, aetenus per arcbitectos culturae basilicae diriget for-
mam, quatenus se planieties extructioni amica praetulerit, ne ulla inaequa-
litas splendorem fabricae amplificentioris oblimet, ... » (Epistulae Imperatorum
Pontificum aliorum, ep. 3, CSEL 35, (Guenther) 46-47.)
35 El texto correspondiente véase en Lietzmann, l. c. 2/13 nota l.
36 Véase más detalles en Lietzmann l. c. 213-217.
37 «Theodosius coepit perfecit Honorius aulam doctoris mundis sacratem cor-
pore Pauli», (E. Diehl, Inscriptiones latinae Christianae veteres, 1176 1.).
38 Así era en C. Fea. - A. Bonelli, nuova descriptione di Roma antíca e mo-
derna, 1820 III 621, y en G. Moroni, Dizionario di erudizione storico-ecle-
siatica, 1841, 12, 217.

s~ Nicolai, 307.
40 Prudentii carm. Perist. XI (CSEL 61, Bergman) 418.
ENGELBERT KIRSCHBAUM

41 Véase pág. 158.


12 Véase pág. 240, nota 38.
43 Grisart, Anacleta Romana, 272.
44
Dice literalmente « ••• si fieri potest ad secundam cataractam deponere» (Sp.
legatorum ad Hormisdam Papam. Migne P. L. 63,474) véase Grisart l. c. 271.
Se ha tratado a menudo ver qué interpretación se podría dar a este segundo
pozo. Tratándose de la tumba de Pablo podría pensarse en una apertura cua-
drada, pero se puede dudar con razón que existiese entonces. Es aún más
difícil en la tumba de Pedro, pues seguramente nunca hubo en ella un se-
gundo pozo. Por eso quizás convenga tomar el sentido de la palabra pozo (ca-
tarata) en sentido más amplio, pues el pozo propiamente dicho desembocaba
en un espacio relativamente estrecho, sobre la misma tumba, de cuya posi-
ción nada se sabe definitivamente, pero que se supone más bien profunda
que superficial. El primer pozo sólo parece ser una comunicación hacia el
segundo, es decir, hacia el espacio que hay directamente sobre el sepulcro.
45 Lib. Pont. I 239 ... et (basilicam) beati. Pauli post ignem divinum renovavit.
46 «Placidiae pia mens operis decus omne paterni gaudet pontificis studio
splendere Leonis.» (Dyehl, 1761 b).
47 Véase J. Wilpert, Die rornischen Mosaiken und Malereien, II, 1917, 555.
48 Compárese A. Cartillieri, Weltgeschichte als Machtgeschichte, 1927, 37.
49 O. Panvinio, Le siette chiese principali di Roma 95.
50 Greg. M. Ep. 4,30 (Migne P. L. 77-701)
51 La inscripción decía: «Leo gratia Dei 111. Episcopus hunq ingressum sanctae
plebi Dei miro decore ornavit, citada según Panvinio l. c. 96. También en
Panvinio encontramos la mejor descripción de otra cripta que estaba en el
ábside, separada de la de Gregorio. Tiene que tratarse de una cripta circular
(compárese nota 19) y no está claro en qué época fué construída. La cripta
se llamaba oratorio de San Julián y contenía muchas reliquias. Aparte de Pan-
vinio véase también Pesarini, la basílica de San Pablo sulla Via Ostiense prima
delle innovazioni del sec. XVI: Etudi Romani 1 (1913) 408-409.
52 Aparte de la carta constantiniana también queda esto demostrado por lo que
se dice en la crónica pontificia de uqe el Papa había hecho en San Pablo lo
mismo que en San Pedro. (Lib. Pont. 312).
53 L. c.
54 P. Ugonio, Historia delle stationi di Roma, 1588, 237-238.
55 Pesarini l. c. 409-416. Los dos esbozos de Panvinio de San Pablo están
en el cot. vat. lat. 1781, folio 417-418.
56 Compárese con esto Moroni, dizionario eccles. 12, 208-209.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

57 Lib. Pont. II, 1-34.


58 L. c. 11, 13. También a éste le robaron los sarracenos, pues León IV (847-
855) regaló un nuevo baldaquino con 946 libras de plata (Nicolai 19).
59 l. c. I 312.
60 l. c. 11, 18 compárese con ello Grisar, Anacleta Romana, 270.
61 Compárese con ello L. Moreschi, descripzione del tabernacolo che orna la
confessione della basílica di S. Pablo sulla Via Ostiense salvato dall'incendio
dell anno 1823, 1840, sobre todo 87-95. Moreschi quisiera probar que el ayu-
dante Petrus era el gran pintor Pietro Caballini 101-111.
62 l. c. 237.
63 Pesarini, l. c. 415 interpreta la frase de esta manera.
64 Convirtieron la cruz original en un barrote al restaurarla torpemente.
65 Apoc. 4, 6-11.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

VI

LOS HUESOS DE LOS PRINCIPES DE LOS APOSTOLES

1 Véase pág. 154.


2 Hay mucha literatura sobre San Sebastián. J. P. Kirsch ofrece una buena
selección hasta 1933, Le catacombe romane (Coll. Amici delle catacombe 1),
1933, 244-245. Desde entonces se puede mencionar a F. Fornari, San Sebas-
tiano «extra moenia» (Coll. Amici della catacombe IV), 1934; P. Styger,
Romische Martyrergrüfte, 1935, 15-43; A. Prandi, La Memoria Apostolorum in
Catacumbas 1936; F. Tolotti, Memorie degli Apóstoli in catacumbas (CoJJ.
Amici delle catacombe XIX), 1953.
3 Véase pág. 202-203-246 nota 17.
4 Véase pág. 158.
5 Véase pág. 147 y nota 32.
6 Véase pág. 241, nota 55.
7 Véase pág. 159.
8 Acta Sanctorum, Jam. 2, 278.
9 Lib. Pont. 150.
10 Greg. M. p. 4, 30 (Migne P. L. 77, 703)
11 De Rossi, Roma sottoterranea, I, 138-140.
12 Eusebio Hit. Eccles., 2, 25, 5-7, Schwartz, 176-177). Véase pág. 76, nota 32.
13 Euseb., Die Theophanie, 4, 7 (Gressmann, 175). Siehe, S. 241, Anm., 56.
14 L. Duchesne, en la introducción al Líber Pontificalis (1886), I, CVII, y
H. Lietzmann, Pedro y Pablo en Roma, 122-126. G. Belvederi, Le tombe apos-
toliche nell'etá paleocristiana, 53. Suponen que el traslado a la Vía Appia
ocurrió en tiempo del Papa Cornelio (251-253).
15 P. Styger, Romische Martyrergrüfte, 48. Defiende la misma idea - basado
en nuevas excavaciones - Tolotti, Memorie degli Apostoli in catacumbas. El
escritor no se expresa con claridad; lo más aproximado véase en pág. 111-114
y 200. Compárese con esto A. M. Schneider, Die Memoria Apostolorum an
270 ENGELBER.T KIRSCHBAUM

der Via Appia: Nachrichten der Wissenschaften in Gottingen, Phil.-Hist. Klasse,


1951, 3, lff., y P. Testini, Noterelle sulla «Memoria Apostolorum in catacum-
bas»: Riv. di Arch. crist., 30 (1954), 209-231.

16 H. Delehaye, Les origines du culte des martyres, 1933, 267-268.


1
7 L. C. Molhberg, Historisch-kritische Bemerkungen zum Ursprung der sog.
«Memoria Apostolorum» an der Appischen Strasse: Colligere Fragmenta, Fest-
schrit Alban Dold, 1952, 52-74. H. Chadwick, St. Paul in Rome: The problem
of de Memoria Apostolorum ad Catacumbas: The Journal of Theological Stu-
dies, 8 (new series) 1 (1957), 31-52, defiende la hipótesis de que el culto a los
Apóstoles en Vía Appia, era un culto particular, popular, que probablemente
tuvo su origen en el descubrimiento de reliquias, por medio de revelación
especial, del 29 de junio del 258. Dicen que la Iglesia suprimió más tarde este
culto. En realidad, el culto que había en la Vía Appia dió paso, con el
tiempo, al del Vaticano y de la Vía Ostiense. Pero esto se explica mucho
mejor como consecuencia del traslado de las reliquias que habían sido escon-
didas provisionalmente en la Vía Appia:
1s Conferenze della Societá dei cultori di archeologia cristiana: Riv. di Arch.
crist., 29 (1953), 94-95.
19 Sobre Julianus Paulus véase W. Kunkel, Herkunff und soziale Stellung der

rorníschen Juristen (Forschungen zum romischen Recht, 4. Abhandlung), 1952,


244-245.

20 Corpus iuris civilis, I. (P. Kreuger, Th. Mommsen), 1877, D. XI, 7, 44:
«Cum in diversis locis sepultum est, uterque quidem locus religiosus non fit,
quia una sepultura plura sepulchra efficere non potest: mihi autem videt illurn
religiosum esse, ubi quod est principale conditum est, id est caput, cuius imago
fit, inde cognoscimur, curn autem impetratur, ut reliquiae transferantur, desi-
nit locus religiosus esse»,
21 P. Testini, Le presunte reliquie dell'apostolo Pietro e la traslazione «ad

catacumbas»: Actes du V< Congrés International d'Archeologie Chretienne


(Aix-en-Provence, 13 hasta 19 septiembre 1954), 1957, 529-538.
22 Esplorazioni, 162.

23 H. Grisar, Le teste dei SS. Apostoli Pietro e Paolo: Civíltá Cattólica, 58


(1907), 456-457.
24 l. c., 444-445.
25 A de Waal, Die Haupter Petri und Pauli im Lateran: Rom. Quartalschríft,
5 (1891), 340-348.
26 J. c., 345, lib. Pont., 464.
27 l. c., 342. Se menciona allí el texto correspondiente.
28 l. c., 346.
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 271

29 l. c., 454.
30 l. c., 344.
31 Pesarini (La Basílica di S. Paolo nella Via Ostiense prima delle innovazioni
del sec. XVI: Studi Romani, I (1913), 402-403.
Panvinio: «11 quarto (altare) finalmente esisteva a pie' della nave maggiore, a
destra entrando dalla porta di mezzo, fra questa e la portavicina di esso il
Pavinio non dice il titolo, ma nella pianta. A viene indicato col home di
S. Paolo, a cosi pure lo designa ne! libro a stampa, per la credenza che vi
fosse stato rivenuto iI capo dell'Apostolo: dal Serrano pero e dall'Ugonio sap-
piamo che era dedicato a S. Gregorio, anzi la porta vicina dicevasi appunto
di S. Gregorio, come anche il nostro Autore ricorda accenando ad essa».
«Questo altare era antichissimo, avendosene memoria fino dal secolo VIII».

32 P. Ugonio, Historia delle sette Stationi di Roma, 238.


33 G. Severano, Memorie sacre delle sette chiese di Roma, 1630, 385. El re-
lato acerca del sepelio por separado, también lo menciona: G. Vasi, Tesoro
sacro e venerabile, cioe le basiliche, le chiese, i cimiteri, e i santuari di Roma,
1778, 339.
34 F. Martinello, Roma ex ethnica sacra, 1668, 275.

35 Nicolai, Della Basílica di S. Paolo, 37.

36 Roma sottoterranea, 1, 1864, 144-145.


37 l. c., 140: «En cujus latere sinistro te Leo papa accipiet, reddit: iterum
eidem genetrici dei, cuius auxilio tandem, pervenies per cryptam ad caput beati
Petri principis apostolorum, et exinde pervenies ad altare majus ejusque conf ... »
compárese con ello las cortas observaciones de Grisar (Anacleta Romana, 301-
302), que coinciden casi por completo con nuestro concepto.

38 Esplorazioni, 178-181.
39 Las tumbas con reliquias de los altares que se construyeron al mismo tiempo
o poco más tarde en Cimitile (cerca de Nola, en Italia del Sur) son consi-
derablemente más pequeñas. De los dos altares de la llamada basílica de los már-
tires, uno tiene una tumba con reliquias de 11 cm. por 15 cm, y 10 cm. de
profundidad, y el otro unos 11 cm. por 15 cm., pero de 22 cm. de profundidad.
La tumba del altar llamado Calionius tiene forma de cruz, y sus brazos mi-
den 19 cm. de longitud y tienen una anchura de 7 cm.
40 Grisar, Civ. Catt., 58 (1907), 448. Véanse también allí las notas ulteriores.

41 l. c., 445.

42 l. c., 446.
43 1. c.
44 l. c., 450.
ENGELBERT KIRSCHBAUM

45 l. c., 449.
46 J. M. Soresinus, De capitibus Sanctorum Apostolorum Petri et Pauli in sacro
santa Lateranensi Ecclesia asservatis, 1673, 53-59.
47 Grisar, l. c., 451.
4
8 El texto italiano es el siguiente: «vertebra, mandibole con denti, vari dei
quali sciolti e porzione di cranio» (l. c.).·
4
9 Debido a estas circunstancias salió el artículo de C. Respighi, La tomba
apostólica del Vaticano e le recenti esplorazioni nella «confesione beati Petri»:
Riv. di Archeol. crist. 19 (1942), 5-27.
50 Véase pág. 49.
51 Esplorazioni, 189-190.
52 l. c., 190.
53 J. c.
64 J. c.

55 Liber Anniversariorum Basilicae Vaticanae, ed. Egidi, 290, Esplorazioni, 192.


56 Véase E. Kirschbaum, S. J., Die Reliquien der Apostelfürsten und ihre
Teilung Miscelanea Historiae Pontificiae, 10 (1943), 51-82.
57 Nicolai, Della Basílica di S. Paolo, 273-286, trata explícitamente sotre el
sarcófago y persona de Pier Leone.
58 Divinorum officiorum ac corundem rationum brevis explicatio (Migne, P. L,
202, 143): «Sed ad fidem christianam converso imperatore Romano, et christia-
na religione magis ac magis crescente, utrique apostolo suam peculiarem aedi-
ficaverunt ecclesiam et cum vellent corpora separare, dubitarentque quaenam
ossa Petri, et quae Paulí essent, illis orantibus, jejunio peracto, responsom est
coelitus, majora esse ossa praedicatoris, minora vero piscatoris. Atque ita sane
seorsim a sese mutuo ossa fuere separata, et in suis ecclesiis posita».
59 Debo la alusión a la frase correspondiente del Liber Epilogorum de Barto-
lomeo de Trento a la amabilidad del Dr. A. Wendehorst.
60 Gulielmus Durandus, Rationale Divinorum officiorum, lib. VU, c. 15, Ve-
netiis, 1577: «Verum procedente tempore cum Constantinus Jmperatur in ho-
norem urtiusque Ecclesias construxisset, Romanus Pontifex vellet corum cor-
pora separare, et dubitaretur, quae cujus ossa forent: divinitus responsum est.
Majora ossa sunt Praedicatoris, minora Piscatoris, et sic adinvicem separata
sunt, et in propriis Ecclesiis collocata. Post modum vero Silvester Papa, vo-
lens ecclesias ipsas consecrare, tam parva, quam magna ossa ex aequa lance,
cum summa reverentia ponderavit, et unam medietatem in una Ecclesia, et
aliam in alia Ecclesia collocavit»,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

61 Canonicus Romanus añade, al comentar la obra de Pedro Malleus, las pa


labras: «Ante aditum, qui intrat confessionem Beati Petri, est Altare Aposto-
lorum Petri et Pauli» y las palabras «ubi eorum ossa pretiosa, ut dicitur, pon-
derata fuere» Acta Santorum, Jun., VII, 48).
62Migne, P. L., 78, 1120: En lugar de praenudate, como dice el texto de
Migne, tiene que decir, es evidente, ponderatae.
63 La mesa del altar era de pórfido, según antiguas fuentes, aunque sólo queda
incrustada una pequeña pieza de esta piedra. Por esto la mesa era difícil de
encontrar. Nuestra observación sobre su pérdida, en pág. 78 del estudio sobre
las reliquias de los Príncipes de los Apóstoles y su reparto (véase nota 56)
está, por eso, equivocada.
64 G. Partley Mirabilia romae, 1869, 50.
65 1362-70. Nicolaus Processus en el Codex Miscellaneus de la época del pon-
tificado de Urbano V (Acta Sanctorum, Jun., VII, 125).
Alrededor de 1450. John Capgrave, Ye solace of Pilgrims. A description of
Rome, alrededor de A. D. 1450, editado por C. A. Milis, London, 1911, 63.
1452. Nikolaus Muffels, descripción de la ciudad de Roma, editado de W. Vogt,
Stuttgart, 1876, 23.
1496. 99, La peregrinación del caballero Amoldo von Harff desde Colonia a
través de Italia, Siria, Egipto, Arabia, Etiopía, 'Nubia, Palestina. La
Turquía, Francia y España realizada en los años 1496-1499, descrita
y explicada con dibujos. Editado por el Dr. E. von Groote, Koln, 1860, 2.2.
1543. Andrea Fulvio, Delle Antichita della Citta di Roma, e delle edifici me-
morabili di quella, Vinegia, 1543, 26; 84.
1548. Lucio Fauno, Delle Antichitá della Citta di Roma, Venezia, 1548, 23.
1558. Lucio Mauro, Le antichitá della Cittá di Roma. Venezia, 1558, 54.
1570. Onofrio Panvinio, Le sette chiese principali di Roma, Roma, 1570, 51,
69; 87.
157 5. M. Attilius Serranus, De septem urbis ecclesiis, Romae, 157 5, 21.
1575. Dr. Jacob Rabus, Rom. Eine Münchner Pilgerfahrt im Jubeljahr, 1575.
Editado por K. Schottenloger, München, 1925, 29; 47.
1588. Fra Santi Solinori, Stationi delle chiese di Roma, Venezia, 1588, 27;
29; 74.
1588. Pompeo Ugonio, Historia della stationi di Roma, Roma, 1588. 101 r,
103r, 228v, 230r, 238v.
1591. Tiberius Alpharanus, De basilicae Vaticanae antiquissima et nova struc-
tura. Publicato per la prima volta dal Dott. D. Michele Cerrati, Studi
et testi, 26 (1914), 35.
1600. Flaminio Prima da Colle, le cose meravegliose dell'alma Cittá di Roma,
Roma, 1600, 7.
1615. Pietro M. Felini, Trattato nuevo delle cose maravigliose dell'alma citta
di Roma, Roma, 1615, 13; 17.

IS
274 ENGELBERT KIRSCHEAUM

1625. Ottavio Pancirolli. I tesori nascoti dell'alma citta di Roma, Roma,


1625; 524-525.
1630. Giovanni Severano, Memorie sacre delle sette chiese di Roma, 1630,
110, 400. (Expon e ambos puntos de vista.)
1638. Francesco Maria Torrigio, Le sacre grotte vaticane, Roma, 1638,
49, 233.
1644. Francesco Maria Torrigio, i: sacri trofei Romani del Triornfante Pren-
cipe degli Apostoli San Pietro Gloriosissimo, Roma, 1644, 134-136.
1650. Antonio Bosio, Roma sotterranea, Roma, 1650, 203 (expone los dos pun-
tos de vista.)
1668. Roma antica e moderna. A spese di Federico Franzini, Roma, 1868,
14, 20.
1687. Carlo Bartolomeo Piazza, Efemeride Vaticana per o pregi ecclesiastici
d'ogni giorno dell'Angustissima Basilica de San Pietro in Vaticano, Roma,
1687, 377, 382.
1694. Cario Bartolomeo Piazza, Hieroxinia Overo Sagra Pellegrinazione alle
sette di Roma; Roma, 1694, 40, 113.
1696/1700. Philippus Bonanni S. I., Numismata Summorum Pontificum tem-
pli vaticani fabricam indicantia, Romae, 1696 et 1700, 28; ll3;134.
1703., Fioravante Martinelli, Roma di nuovo esattamente ricercata ne! suo
sito, Roma, 1703, 12.
1778. Giuseppe Vasi, Tesoro e Sacro e venerabile cioe le basiliche, le chiese, i
cimiteri e santuari di Roma, 1878, 168. E
J 820. Giuseppe Mazzolari, Diario sagro. T. IV. Le sagre basilíche, Roma,
1820, 108.
6G El concepto crítico de Baronius sólo consta en informes orales escogidos
por Grimaldi en Cerrati, Tiberii Alpharani De Basilicae Vaticanae antiquis-
sima et nova structura (Studi e Testi 26), 1914, 35.
67 Acta Sanctorum, Jun. VII., 122-124.
68 St. Bcrgia, Vaticana Confessio Beati Petri Principís Apostolorum chronolo-
gicis tam veterum .:¡uam recentiorum scriptorum testimoniis inlustrata, 177 6.
INDICE ALFABETJCO
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 277

INDICE. ALFABETICO

(Los números arábigos son de paginas, pero cuando van precedidos de


cifras romanas remiten a las notas del capítulo correspondiente.)

Abside Atrium
- Basíl. rom. 187 - San Pablo, 176
San Pablo, 179, 186, 193, 203 - San Pedro, 154, 162
- San Pedro 59, 153, 163, 166,
193-11, 17
Adalberto de Toscana, 170, 171 Bartolomé de Trento, 222
Adriano, 15 Bautismo, 37
Aelius Isidorus, 73, 74, 158, 167, 172 Beleth, J. 222
Agiulfo, 165 Belloni, P. 186, 194
Agustín, San 131 Belvederi, G.-V, 10, 18, 28-VI, 14
Aland, K. III, 14 Bernini, 57, 169, 172, 217, 223
Alejandro III, 212 Borgia VI, 68
Alfarano, Tib. 30, 53, 55, 151 Borromini, 172, 217, 223
Altar, 54, 59, 217 Bramante, 156, 169, 172
Braun, J. II, 12- IV, 72
(San Pedro)
Buen Pastor, 34, 35, 36
- Gregorio el Grande, 166, 202 y
220
- Calixto JI, 51, 172, 220
- Clemente VIII, 53 Cabezas (de los Apóstoles), vid. Pe-
- de la cripta, 104, 215 dro y Pablo.
(San Pablo) Cajita de marfil, 58, 60, 158
Caja de mármol, 70, 145, 157, 211
- Gregorio el Grande, 214
Calixto II, 51, 66, 67, 80, 172, 220
- Mayor, 178, 18?, 189, 196, 202 Calza, G. I, 13
Anacleto, 139 Cambio, A. di, 175, 178, 189, 201
- II, 221 Camposanto teutónico, 17, 18, 19
Aniceto, 120, 121, 139, 144 Capocci, V. IV, 12, 29
Annona, 19 Cappella Ciernen. 50, 55, 85
Antonino Pío, 79 Carcopino, J. 97 -1, 51 -11, 17 -
Apollonj-Ghetti, B. M. 8 - III, 1 III, 5 - IV, 33
Arcadio, 188, 195 Carlos V de Francia, 218
ENGELBERT KIRSCHBAUM

Cayo, 77, 78, 80, 90, 121, 186, 193, Cruz de oro, 60, 158, 160, 163
194, 210 Cullmann, O. III, 14, 68
Cecchelli, C. II, 50 - V, 10
Ceferino, papa, 80
Chadwick, H. VI, 17 Dámaso (inscripciones) 118, 209 -
Christus-Helios, 37 IV, 36
- Orpheus, 38 Delehaye, H. VI, 16
- Phoenix, 25 Demetrio, 87
Ciborio (baldaquino) Deman, E. B. van, I, 54- 111, 31
- Letrán, 217 Depositio Mart. 160
- San Pablo, 175, 178, 189, 203 Derecho de entrada, 82
- San Pedro, 59, 158, 172, 193 - de sepultura, 129, 142, 154, 156
Circo de Nerón, 15, 41, 43, 117, 153 y 159
- de Majencio, 161 Dionisio (culto de), vid. sarcófago,
Clemente de Alejandría, 36, 120 27, 35
- VIII, 50, 51, 53, 60, 156 División de los Apóstoles, 150, 207,
132, 133 136, 139, 141 212, 219, 222
133, 13~ 139, 141 Dolger, F. J. 36
Colini, A. M. 97 - III, 2
Duchesne, L. 50 - VI, 14
Columnas, 57, 58, 144, 146, 158 y Durandus, G. 222
171
Conducto libatorio, 108, 132, 197
Confessio
Enterramiento, 20, 26, 29, 42, 83,
- San Pablo, 178, 189, 199, 203 y
106, 130
214
Escaleras
- San Pedro, 51, 53, 57, 157, 165,
- Clivus (vid.)
202, 214, 215, 219, 224
Consalvi, card. 17 5 - Mausoleos, 39, 42
Constancio, 160 -'--- H (Val.) 40
Constante, 159 - F. (Caet.) 40
Constantina, 156, 165, 198, 210, 214 - o, 78, 82, 133, 137
Estucos
Constantino, 25, 45, 51, 55, 60, 61,
62, 70, 71, 78, 91, 151, 172, 188, - Bóvedas de I y F, 21
193, 211, 212, 216 - Mausoleo H, 24
Cornelio, 209, 210, 214, 222 Esplorazioni, I, 2, 10, 17
Cripta circular, 57, 104, 169 II, 7, 46, 49
Crucero, 61 III, 51, 55
- Letrán 11, 18 IV, 30, 45, 70, 71, 73
- San Pablo, 187, 195, 203 Eufemia, Santa, 213
- San Pedro, 60, 153, 154, 163 Eusebio de Cesarea, 77, 210
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES 279

Fausta, 217 Hertling, L. IV, 32.


Faustina, 79, 139 Heussi, K. III, 14.
Federico II, Emp. 218 Hipólito, 197.
Ferrua, A. 8, 145 - II, 25 - III, 1, Honorio (Emp.) 196, 198.
y 34 Honorio I (Papa) 210, 213, 215.
Fiesta de los Apóst, (29 junio) 132, - III 217.
160, 202, 209, 222, 223 Hormisdas, 197.
Fink, J. III, 44, 46, 51
Fornari, F. IV, 56 - VI, 2
Galeazzi, E. P. 8 Incineración, 20, 29, 83, 108, 130,
Gala Placidia, 198 133.
Gnirs, A. II, 10 Inés, Santa 213.
Gerkan, A. von 97 - 118, - I, 10, Informe, vid. Exploraciones.
51, 53, 56-II, 7, 31, 41, 48. Inhumación, 20, 29, 83, 109, 130.
53,-IIJ, 13, 31, 47, 51, 68- Inocencio II, 203, 221.
IV, 28, 31, 34 - III, 217.
Gorgonia, Aemil, 28 Isola Sacra, vid. Tumbas, 20, 35, 109.
Grafitos, 68, 69, 70, 71, 78, 82, 150
- Muros (San Pedro) 68, 71, 76,
116, 157, 158, 211 Jonás, 30, 33, 34.
- catac. de Priscila, 69 Josi, E., 8, 211, - III, l.
- San Sebastián, 69, 150, 161, 208 Juan Diac., 212, 213.
- Petr. 78, 118, 145
Gregorio el Grande (o Magno) 51,
53, 56, 63, 156, 165, 196, 197, Kaas, L., 7.
198, 214, 215, 220. - IV, 42, 65, Kirch, J. P., VI, 2.
y 71 Kirschbaum, E., 1, 31 - III, 1 - IV,
Gregario VII, 212 2-VI, 56.
- IX 218. Klauser, T., 97 a 123 - I, 24, 38,
- XVI 189, 201, 203. 51, 53, 54-II, 23, 30, 31, 32,
Gregorio de Tours, 49, 165, 197. 33, 35, 43, 44, 45 - III, 14, 47
Grimaldi, G. 17-I, 7, 15, 32. -IV, 10, 11, 13, 22, 25, 31, 34,
Grisar, H. 49, 71, 74, 183, 213, 214, 39, 53, 59, 78.
-II, 2, 14, 55, - V, 13, 22, 60 Krautheimer, R. II, 18.
-VI, 40.
Guarducci, M. 8, 97, - 1, 22, 24,
-III 3 Ladrillos ( estampillas).
- Clivus, 79, 139.
- Tumba (theta), 87, 107, 132.
Hegesippus de Corinto, 120. Lemerle, P. 97,-III, 6,-IV, 31.
Helena, 60, 158, 160 León el Grande, 198, 215.
Helios, 29, 34, 36, 37, 38. - III, 199, 202, - VI, 51.
Heracla, vid. Popilius. - XII, 189.
!I
ENGELBERT KIRSCHBAUM

Letrán (vid. Ciborio y Crucero), 159, - O (Matucci), 20, 21, 39, 42, 43,
175, 207, 208, 212, 213, 217, 223 X, 102, 78, 79, 82, 99, 100, 102,
Líber Pontificalis, 50, 60, 139, 159, 106, 107, 108, 114, 133, 134, 136,
193, 202, 210, 214, 222. - 11, 137, 140, 150, - I, 51, 53
3, 9, 11, 16 - IV, 23, 28, 75. - - R-R', 39, 43, 78, 79, 80, 82, 83,
V, 29, 45.
92, 99, 100, 101, 102, 103, 104,
Licinius, 159
106, 107, 121, 132, 133, 134, 135,
Lietzmann, H. I, 13 - III, 14, - IV,
136, 138, 139, 140, 141, - I, 56
52, - VI, 14
- T, 45, 79, 140
Lorenzo, San, 213, 217
Lugli, G. V, 11 - U, 79, 140
-r (Gamma), 38, - I, 14
- E (Epsilon), I, 15
Mancini, G. IV, 56 - Z (Zeta-Egipcios), 24, 42, 44, 130,
Marichal, R. IV, 37 - I, 17, 54
Marco Aurelio, 24, 79, 139 - E) (Theta), 3 8
Marrou, H. I, 92, 152, - IT, 30 - - q> (Phi-Marcios), 24, 25, 42, 155.
III, 7, 68, - IV, 49 - I, 54
Mártires (veneración), 61, 68, 69, 90, - X (Ji), 24
130, 131, 147, 156, 164, 183, - (Vía Ostiense), 179, 180, 182
210, 213 Medallas, 223
Martirio Miguel Angel, 172
- de San Pedro, 15, 92, 117, 128, Molberg, L. C., VI, 17
209 Monedas, 75, 171
- de San Pablo, 15, 128 Mónica, Santa, 131
Más allá (repres. del), 25, 27, 108 Mosaicos
Mausoleos - Mausoleo M O (Phi), 24
(San Pedro), 20, 38, 41, 99, 180
- mausoleo X (Ji), 24
- conjunto, 25, 44, 154, 159, 195
- mausoleo M, 32
- A, 18, 39, 42, 43
- San Pedro, 163
- B, 20, 21, 39, 43, 45 - 1, 17
- del Salvador, 64, 76
- e, 21, 43
- D, 20, 21, 42, 43
- San Pablo, 198, 204
- E, 21, 43, 45, 73 Moreschi, L., V, 21, 61
- F (Caetenn.), 21, 23, 26, 28, 39, Muertos (culto), 130, 138, 142, 197,
40, 43, 104, - 1, 17, 60, 61 209
- G, 39, 42, 43 Muros
- H (Valer.), 21, 24, 27, 29, 39, - g, 146, 147, 168, 171
40, 43, 155, - III, 36 - ml, 73, 92, 112, 122, 137, 146,
- I, 21 - III, 51
- L, 32, 39, 43 - s, 147, 168
- M (Jul.), 30, 32, 40, - 1, 14 - rojo, 54, 64, 70, 75, 77, 79, 80,
- N, 101 81, 88, 89, 90, 92, 99, 110, 111,
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES
\
112, 114, 116, 117, 122, 140, 143, - Cabeza, 150, 216, 223
150, 207, 212. Pelagio, 11, 165, 168
Perkins, J. W., 11, 9 - III, 9
Perler, O., I, 34, 38, 41, 44
Nerón Pesarini, S., 214, - V, 19, 51, 55,
- Circo (vid. Circo) 63, - VI, 31
- jardines, 15, 43, 128 Peterson, E., II, 50, - III, 68
- persecución, 122, 128 Petronila, Santa, 118
Nicolai, N., 176, - V, 1, 8, - 35, Pierleone, 221
57 Pinturas
Nicolosi, G., B, - I, 4 - mausoleos (B Dios-sol), 21
Nicho, 49, 50, 64, 71, 75, 207, 219 - (mausoleos (B, Dios-sol), 21
- (C, escena de circo), 21
- (E, pavos), 21
Obelisco, 15, 16, 19 - (F, Afrodita, cacería), 23
Oeconomus, G. P., III, 35 - (G, rendición de cuentas), 23
Ojos (placa votiva), 75, 171 - (O, juicio de París), 24
Osario, 44 - (U, luceros), 24
Ostoria Chelidon, 26 - (Z, deidad egipcia), 24
Pío VII, 219
- IX, 175
Pablo, San - XII, 7, 8
- Basílica, 144, 156, 161, 162, 186, Plinio, 16, 19
195 Policrates de Efeso, 120
- Tumba, 10, 41, 77, 178, 184, 189, Popilius Heracla, 18, 19
192, 194, 197, 199, 214, 223 Porta, G. della, 50, 172
- Cabeza, 214, 217, 223 Prandi, A., 8 - VI, 2
- Inscripción, 183, 185, 189, 196 Principi, P., 10
Panvinio, O., 176, 199, 214, - V, Proclo, 77, 80, 121, 186, - II, 33
2, 51, 55
Patio sepulcral P, 43, 78, 79, 83, 84,
102, 103, 104, 121, 133, 134, 136,
Rafael, 172
137, 143, 151, 157, - I, 56, -
Reliquias, 150, 216, 219
IV, 25, 39
- Q, 43, 78, 79, 80, 101, 103, 104, - culto, 165, 197, 207
117, 121, 133, 145, 157, - I, 56 Respighi, C., VI, 49
Paulo, I, 213 Rossi, G. B. de, 191, - I, 48, - VI,
- V, 151 46, 58
Pedro, San (vid. Tropaion) Rush, A. C., IV, 14
- Basílica, 16, 17, 41, 45, 57, 61, Ruysschaert, J., 97, 98, - I, 24, -
91, 104, 151, 162 II, 9, 13, 17, 46, - III, 8, 46,
- Tumba (vid. Tumba) 60, - IV, 25, 40, 60, 71
ENGELBERT KIRSCHBAUM

Salustio, 195, 196 Torp, H., 97, - J, 54, - II, 35, -


Sarcófagos III, 11, 31
- (S. Pablo), 188 Torrigio, F. N., II, 14
- (S. Pedro), 25 Toynbee, J., III, 10, - IV, 33
- Baco, 26 Toynbee-Perkins, 16, 28, 97, 98,
- 3 Monogr., 164 I, 1, 2, 6, 10, 17, 18, 20, 25, 27,
- Flav. Agríe. (R.), 142 53, - II, 13, 18, 22, 46, - m,
- Joseph (egipc.), 164 10, 31, 38, - IV, 25, 72, 76
- Jonius Bassus, 164 Traslación, 69, 93, 148, 156, 210
- Niños, 25 Triclia, 69, 161, 208
- Marcios, 25 Tropaion, 64
- Orante, 164 - San Pablo, 77, 186, 193
- Ostoria Chelid., 26 - San Pedro, 64, 75, 88, 89, 90, 91,
- Valerinus Vas. (H), 29 92, 112, 114, 115, 116, 117, 118,
- Pierleone, 221 140, 144, 146, 147, 148, 149, 156,
Sarracenos, 93, 170, 198, 216 157, 169, 171, 179, 210, - H,
San Calixto (capillas), 35 33, 34
Schneider, A M., 97, - III, 12, 31, Tumba e,: (alpha), 83, 89
68 - ~ (beta), 83, 85, 86, 89, 150, -
Schurnacher, W. N., II, 18 II, 37
Sebastián, San, 60, 69, 93, 120, 128, - y (gamma), 71, 84, 85, 86, 87,
149, 161, 208, 209, 213 89, 99, 100, 105, 106, 107, 108,
Sergio II, 170 109, 112, 113, 119, 120, 132, 137,
Seston, W., 159, - IV, 48 142, 150, - II, 7, 41, - III, 31,
Severano, G., V, 3, - VI, 33 38, 71, - IV, 28
Silvagni, A, 191, - V, 27 -a (delta), 83
Silvestre, papa, 222, - é (épsilon), 83
Sixto V, 15, 16, 201, - I, 30 - ~ (zeta), 106, 107, 109, 150
Siricius, 195, 196 - '(l (eta), 73, 75, 84, 85, 86, 88,
Sol (símbolo), 36, 37 89, 112, 120, 137, 138, - II, 45,
Soresinus, I. M., 218, - VI, 46 - III, 51, 71, - IV, 28
Speier, H.,' 24, - I, 19 - E) (theta), 85, 87, 88, 89, 91, 92,
Stevenson, E., V, 12 105, 109, 11 o, 112, 119, 120, 132,
Stommel, E., IV, 61 137, 146, - II, 45, - III, 45,
Styger, P., II, 21, - V, 10, - VI, - IV, 28
2, 15 t (iota), 71, 85, 88, 89, 91, 92,
Sucesión apostólica, 118, 120 105, 109, 110, 111, 112, 119, 132,
137, 142, 146, - II, 46, - III,
46, 47, - IV, 28
Tácito, 128, - IV, 10 - x (kappa), 71, 84, 85, 89, 119, 150
Testini, P., VI, 15, 21 - ). (lambda), 71, 84, 85, 89, 120
Teodosio, 188, 194 - µ (my), 83, 89
Tolotti, F., VI, 2, 15 r-- de Crescencio en cat. Priscila, 69
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

- central ~je Pedro), 40, 49, 68, Vía


71, 80, 112, 117, 118, 120, 122, - Appia, 41, 93, 120, 148, 149, 161,
130, 137, 142, 156, 171, 207, 216, 162, 208, 209, 210, 211, 212, 213,
223 214, 216, 222
Tumbas - Aurelia N., 40, 213
- en el clivus, 133 - Cornelia, 38, 40, 41, 162, 209
- al Norte, 150 - Ostiense, 10, 144, 179, 195, 209,
- Isola Sacra, 20, 83, 109 210, 212
- Triumphalis, 40
Víctor, I, 120
Ugonio, P., 176, 214, - V, 4, - Viellard, R., IV, 24
VI, 32 Vignola, G., 172
Urbano V, 217, 218, 219 Visscher, F. de, I, 9

Valentiniano II, 188, 194 Waal, A. de, 17, 213, 214, - VI, 25
Valeriano, 149, 211 Wilpert, J., 49, - I, 35, 36, 45, -
Vaticano, 15, 19, 20, 38, 117, 159 II, 4, 10, 16
- topografía, 38, 43, 98, 101, 102, Wistrand, E., II, 8
121, 154 Woschitzky, A., I, 2
Vegio, M., I, 7, 14
Vespasiano, 87, 109
Vespignani, V., 178, 181, 182, 185,
192, 193, - V, 10, 14, 23 Zelli, F. L., 183
LAS TUMBAS DE LOS APÓSTOLES

INDICE

PROLOGO ... 7

Cap. l. - LA CIUDAD DE LOS MUERTOS BAJO LA IGLESIA


DE SAN PEDRO ... 13
El circo de Nerón. - La necrópolis de los Paganos. -
Cristianos y Paganos. - Hechos topográficos y cronoló-
gicos.

Cap. II. - EN BUSCA DE LA TUMBA DE PEDRO ... 47


«Mansión Regia» de Constantino. - El Tropaion de
Cayo. - Un sepulcro debajo del Tropaion.

Cap. III. - CRITICA DE LOS CRITICOS ... 95


El terreno. - Las tumbas más antiguas y el pequeño
muro mt, - El Tropaion. - La sucesión apostólica y la
tumba de Pedro.

Cap. IV. - Y SU TUMBA SERA MEMORABLE (Js., 11, 10)... 125


Desde Nerón hasta el Papa Aniceto. - De Aniceto a
Constantino. - La obra de Constantino. - La Confessio
de Gregorio el Grande.

Cap. V. - LA TUMBA DEL APOSTOL DE LAS GENTES . .. 173


El incendio de julio de 1823. - La necrópolis de la
Vía Ostiense. - La iglesia constantiniana de San Pablo y
su monumento al Apóstol. - La gran Basílica de los tres
Emperadores. - Desde Gregorio I (590-604) hasta Gre-
gorio XVI (1831-1846).
286 ENGELBERT KIRSCHBAUM

Cap. VI. - LOS HUESOS DE LOS PRINCIPES DE LOS APOS-


TOLES 205
Pedro y Pablo en la Vía Appia. - Dos altares de re-
liquias. - Las dos cabezas en el ciborio de Letrán. -
Partición de los cuerpos de los Apóstoles.

TABLA CRONOLOG[CA ... 225

NOTAS 229
Al Cap. I 235
Al Cap. 11 243
Al Cap. III 251
Al Cap. IV 263
Al Cap. V 269
Al Cap. VI 275

INDICE ALFABETICO 279


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