Existieron Realmente Los Nefilim

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¿Existieron realmente los Nefilim?

A estas alturas, es bien sabido que una de las tendencias recurrentes de la llamada arqueología
alternativa ha sido la búsqueda de “historia real” en las antiguas mitologías o religiones de muchos
pueblos del pasado. En otras palabras, lo que tradicionalmente se ha interpretado como pura
ficción o creencia, para algunos autores es el fiel reflejo de una realidad muy remota que acabó
distorsionada con el paso de los milenios hasta convertirse en un relato aparentemente fantástico.
Sin embargo, estas interpretaciones, que no dudan en dar vida a dioses, semidioses, ángeles,
gigantes, etc., son rechazadas por la ciencia moderna, que las considera una mera excusa para
vender historias sensacionalistas al gran público, pues –en su opinión– carecen del más mínimo
sentido fuera de su propio ámbito mitológico.

A pesar de esta negación académica, muchos investigadores han querido ir más allá del enfoque
convencional y han buscado pistas de todo tipo que pudieran dar alguna verosimilitud a los mitos.
En este sentido, tenemos un magnífico ejemplo en los diversos estudios acerca de la controvertida
identidad de los Nefilim, unos seres que aparecen en el Antiguo Testamento de la Biblia judeo-
cristiana, concretamente en el sexto capítulo del Génesis. De hecho, son citados dos veces en este
libro de la Biblia, si bien de forma escueta:

«Y aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les
nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para
sí todas las esposas que eligieron.»

«Había gigantes [Nefilim] en la tierra en aquellos días, y también después que entraron los hijos de
Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos: éstos fueron los valientes que desde la
antigüedad fueron varones de nombre.»

Lo cierto es que la discusión sobre ellos es antigua, pero siempre había estado fijada en un plano
religioso. Sin embargo, en tiempos recientes, los Nefilim se han puesto muy de moda gracias a la
intervención del ya fallecido autor de origen judío Zecharia Sitchin, que los identificó con sus
famosos dioses sumerios Anunnaki, protagonistas de toda un saga que daría cobertura a la teoría
del antiguo astronauta, incluyendo el polémico tema de la creación artificial del ser humano.

En fin, dado que en los últimos años se ha hablado mucho –a veces desde el dogmatismo, la
fantasía o la ignorancia– sobre esta controversia, parece oportuno ofrecer una panorámica de las
diversas visiones que se han dado sobre los Nefilim, para que cada cual extraiga luego sus
conclusiones. Así pues, vamos a explorar brevemente la identidad de estos seres mitológicos
revisando y valorando las principales hipótesis planteadas hasta la fecha.

Empecemos pues por la propuesta lanzada por el ya mencionado Sitchin en su libro El duodécimo
planeta (1976), en el cual identificaba a los Nefilim bíblicos con los dioses Anunnaki de la mitología
sumeria, teniendo en cuenta que tal paralelismo no es tan osado como pudiera parecer pues –
según admiten los propios académicos– la tradición hebrea bebió de las fuentes de los antiguos
mitos mesopotámicos. Su argumentación partía de la base de que la traducción del
término Nefilim era completamente errónea. Así, la versión griega de la Biblia había optado por
traducir Nefilim como “gigantes” en vez de emplear la traducción directa del término hebreo, que
debería ser “los que descendieron del cielo a la tierra”, siendo éste precisamente el significado
que él otorgaba también a los dioses Anunnaki. Pero vamos a ir un poco más al detalle.

Para Sitchin, la traducción correcta del fragmento del Génesis sería esta:

«Los Nefilim estaban sobre la Tierra, en aquellos días y también después, cuando los hijos de los
dioses cohabitaban con las hijas de los Adán, y ellas les daban hijos. Ellos fueron los poderosos de
la Eternidad, el Pueblo del  shem.»

Básicamente lo que el autor judío nos aportaba es una nueva interpretación a partir de dos
conceptos. Por un lado, como hemos apuntado, mantenía el término original hebreo Nefilim en
vez del clásico “gigantes”. Así, Sitchin, buen conocedor de la lengua hebrea, defendía que la
palabra Nefilim  procedía de la raíz semita NFL (“ser lanzado abajo”), lo que en definitiva
significaría literalmente “los que fueron arrojados a la Tierra”. Por otro lado, tampoco reconocía la
traducción convencional de la palabra shem(“nombre”, “renombre”), y en su lugar aplicaba su
propia traducción, que es ni más ni menos que “cohete o nave espacial”.

Entonces, juntando estas piezas bíblicas con la mitología sumeria, Sitchin ofrecía su escenario
perfecto para la intervención de dioses venidos del espacio. Desde su punto de vista, los Anunnaki
(o Nefilim) eran, en efecto, el “pueblo de los shem” (naves espaciales), que habría descendido a la
Tierra a fin de obtener oro, elemento necesario para la protección de la dañada atmósfera de su
planeta original, Nibiru. Como resultado de esta empresa, se hizo necesario disponer de
trabajadores esclavos que llevasen a cabo el duro trabajo de la extracción minera, y sería en este
contexto en que los dioses habrían creado a un “trabajador primitivo” o lu.lu  después de varios
experimentos. Este prototipo exitoso, el primer hombre, habría sido llamado adamu o adapa, el
Adán de la Biblia.

En suma, la historia de los Nefilim según Sitchin nos lleva al típico escenario de antiguos
astronautas que a su vez da pie a la llamada teoría intervencionista,  que considera que el Homo
sapiensno es fruto de un proceso evolutivo natural sino de la ingeniería genética practicada por
unos seres extraterrestres sobre un homínido primitivo. Así pues, Sitchin, tomando elementos del
Antiguo Testamento y sobre todo de las antiguas tablillas mesopotámicas, construyó una historia
que bien podríamos llamar de “arqueología-ficción” en la cual los dioses Anunnaki, o sea, unos
humanoides de carne y hueso venidos de un lejano planeta, habitaron la Tierra durante más de
medio millón de años, establecieron bases permanentes y crearon a la criatura humana para que
trabajase a su servicio. Más adelante, tras el Diluvio universal, los dioses habrían concedido la
civilización a la Humanidad y habrían partido de vuelta a su mundo tras una tremenda guerra
nuclear entre facciones Anunnaki a finales del tercer milenio a. C. (A este respecto, cabe señalar
que otros autores afirman que en realidad los Anunnaki nunca se marcharon sino que permanecen
aún entre nosotros controlando los asuntos humanos.)

La segunda visión sobre los Nefilim procede del investigador británico Andrew Collins, que escribió
un interesante libro sobre los bíblicos Vigilantes y sus descendientes los Nefilim titulado The
forbidden legacy of a fallen race  (“El legado prohibido de una raza caída”). Collins, que se
desmarca de la teoría extraterrestre, plantea en su obra varias cuestiones relacionadas con estos
Vigilantes, unos seres superiores o semidivinos (“Hijos de Dios”), que de algún modo cayeron en
desgracia, así como sus descendientes, los Nefilim. El autor inglés compara las citas bíblicas con el
famoso Libro de Enoc –el libro que habla de los Vigilantes en calidad de “ángeles caídos”– y
comprueba que hay cosas que no acaban de cuadrar y que oscurecen el perfil de los Nefilim.

Por ejemplo, la doble mención del Génesis resulta algo confusa. Para Collins, cuando el texto se
refiere a los  Hijos de Dios, quiere decir ángeles celestiales, siendo el original hebreo bene-ha-
Elohim. En el versículo 3 del capítulo 6, Dios declara de forma inesperada que su espíritu no puede
permanecer en los hombres para siempre, y que puesto que la humanidad es una creación de la
carne, su vida útil en lo sucesivo se reduciría a “ciento veinte años”. Sin embargo, en el versículo 4,
el tono vuelve de repente al tema original de este capítulo, ya que dice: “Los Nefilim estaban en la
tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se juntaron con las hijas de los
hombres, y les engendraron hijos: los mismos valientes que desde la antigüedad fueron los
varones de renombre.”

Según Collins, los teólogos, para tratar de resolver este tema, habrían optado por la hipótesis de
que los ángeles habrían caído  en desgracia dos veces, primero por el orgullo y luego por la lujuria.
Pero en opinión del autor británico estos dos fragmentos podrían pertenecer a tradiciones y
épocas distintas, y de ahí la confusión entre los bene ha-Elohim  (Hijos de Dios) y los Nefilim. Los
primeros serían un añadido muy posterior, con origen en Irán, mientras que los segundos serían
propiamente los ángeles caídos de la tradición hebrea.

Por otro lado, Andrew Collins concede gran importancia al Libro de Enoc (que en realidad sería
anterior al Génesis), pues vendría a ofrecer un relato bastante revelador en cuanto al origen de los
Nefilim. Según este libro, doscientos de los Erin–“los que vigilan” o Vigilantes– se convirtieron en
ángeles caídos, al descender al mundo terrenal de los mortales y cohabitar con mujeres humanas.
Estos transgresores tuvieron descendencia fruto de esta cohabitación y tales seres híbridos fueron
llamados Nefilim, un término hebreo que puede traducirse como “los que han caído”, y que luego
se convirtió en “gigantes” en la versión griega. Al parecer, los Nefilim se dedicaron en principio a
instruir y civilizar a los humanos, enseñándoles múltiples conocimientos y artes. Sin embargo,
luego, los Nefilim se volvieron contra los humanos, cometiendo toda clase de maldades y
tropelías, tal y como se menciona en el propio Libro de Enoc. Entonces, los
Vigilantescelestiales  escucharon las quejas de los humanos y procedieron a juzgar y castigar
duramente a los Nefilim, empezando por su líder Shemihaza. Así, los rebeldes fueron finalmente
recluidos en una especie de prisión celestial, un abismo de fuego (¿el infierno?).

Estatuilla de la cultura neolítica mesopotámica de el-Obeid o Ubaid

A partir de este punto, Collins apuesta por una investigación a caballo entre la mitología y la
arqueología, a fin de obtener un perfil más terrenal de los Nefilim, que tal vez no serían tan
etéreos como se  podría suponer. Su investigación le lleva a relacionar a los Nefilim con unos seres
(¿chamanes?) medio humanos medio pájaros, considerados por los hombres comodemonios, que
habrían habitado una determinada región de Oriente Medio, más concretamente las montañas de
Media, al noroeste del actual Irán.

Además, la literatura enoquiana y los rollos del Mar Muerto también recogían otra descripción de
estos seres, caracterizados fuertemente por tener el rostro de víbora, lo cual casa con la
iconografía de ciertas estatuillas de la cultura neolítica mesopotámica de el-Obeid o Ubaid (datada
hacia 5.000 a. C.), en las cuales aparecen unas divinidades con rasgos marcadamente reptiloides.
En opinión de Collins, estas efigies derivaban directamente de unas imágenes muy similares de la
anterior cultura protoneolítica de Jarmo (en el Kurdistán), zona supuestamente habitada por los
Vigilantes. Así, Collins especula con la idea de que fueron estos seres los que adiestraron a los
primitivos habitantes de la región en las habilidades agrícolas.

La tercera visión, propuesta por el investigador alternativo holandés L. C. Geerts, se sustenta en


varias fuentes religiosas y trata de situar el tema en la oscura polémica sobre los gigantes,
introduciendo en la controversia un nuevo elemento directamente relacionado con los Nefilim: los
llamados Anakim. Básicamente, lo que Geerts propone es que la confusa dualidad expresada en el
Génesis se debe a la yuxtaposición de dos tradiciones diferentes (como acabamos de ver en lo
expuesto por Collins), pero incorporando la figura de los Anakim bíblicos como descendientes de
los propios Nefilim.

Así pues, el escenario de Geerts es más o menos el siguiente: los hijos de Dios o “Vigilantes” se
habrían unido a las hijas de los hombres, creando así una raza híbrida de gigantes. En este caso, los
Nefilim serían propiamente los mismos Vigilantes (o sea, dos nombres distintos para una misma
estirpe), mientras que su descendencia serían los Anakim, raza de gigantes también citada en la
Biblia. Así pues, los ángeles caídos o Nefilim serían gigantes, al igual que sus descendientes los
Anakim, y no sólo en un sentido físico, sino también por tener capacidades superiores a los
humanos “normales”. Así, aunque estos seres habrían ido decreciendo en tamaño con el paso de
los siglos, habrían sido los responsables de las grandes obras y monumentos de la Antigüedad,
sobre todo los de carácter megalítico, atribuidos (erróneamente, a juicio del autor holandés) a las
primeras civilizaciones conocidas. En cualquier caso, esta raza o razas de gigantes habría caído en
desgracia por haberse rebelado contra la gran autoridad divina y habría sido castigada
consecuentemente, todo ello antes de la aparición del humano moderno (Homo sapiens).

Por otra parte, en la mayoría de escrituras sagradas, todos estos ángeles caídos y razas derivadas
serían denominados con diversos nombres, como gigantes, Anakim,
demonios  y  monstruos,acentuando especialmente su faceta maligna y perversa. Esta tradición se
fundamentaría en el hecho de que estos gigantes se habrían cruzado con diversos animales,
creando así unas criaturas fantásticas (medio humanas medio bestias) que fueron adorados y
temidos al mismo tiempo, y que están recogidos en mitos y leyendas de diversas culturas.

El famoso combate en David y Goliat

En definitiva, Geerts, a partir de los textos religiosos, reconstruye una historia supuestamente real
sobre la presencia de gigantes sobre la tierra antes de que surgiera la raza de humanos actuales.
Estos Nefilim, a pesar de haber sido castigados por sus creadores y de haber estado al borde de la
desaparición a causa del Diluvio universal, habrían pervivido hasta épocas que podríamos calificar
de históricas, según vemos en episodios bíblicos como la lucha de los israelitas contra los últimos
representantes de estas razas.

Finalmente, cabe destacar el trabajo del investigador griego Petros Koutoupis, que se ha centrado
en la cuestión propiamente filológica, descartando que los Nefilim fueran antiguos astronautas o
que pertenecieran a una cultura muy anterior a las conocidas convencionalmente. En su estudio,
Koutoupis parte de la interpretación propuesta por Sitchin y considera que su traducción es
errónea, ya que la palabra correcta hebrea para “descender” es yārad,  que no tendría pues
relación con los Nefilim. En su opinión, la cuestión filológica tiene gran importancia para aclarar
el auténtico origen del mito de los Nefilim. El autor griego aduce que se ha querido relacionar la
palabra hebrea nāfal(“caer”, “sucumbir”) con los Nefilim, pero el plural de este término no puede
ser nefilim  de ningún modo.

Además, observa que en los escritos de la religión judía se aprecia una duplicidad en la escritura
de la palabra Nefilim: NFYLYM / NFLYM. La diferencia entre ambas grafías es que en la primera
tenemos una yod  adicional, que resulta muy excepcional, pues en la gran mayoría de textos
aparece la segunda forma, sin esta yod. El asunto no es menor, pues Koutoupis, basándose en que
la tradición hebrea más antigua no poseía letras para las vocales, cree que los escribas de épocas
más recientes habrían añadido los signos vocálicos para preservar la pronunciación tradicional, y
de aquí la aparición de la grafía Nefilim, tal como se observa en Números 13:33. No obstante, lo
que podría haber ocurrido aquí es una confusión de términos, pues en el Libro de Job (de los rollos
del Mar Muerto), escrito en arameo, hallamos el términonefilā referido a la constelación de Orión,
cuyo masculino sería nāfil  (plural  nefilin),  que se traduce literalmente como “gigante”. Así pues,
pasando del arameo nefilin al hebreo nefilim, ya tendríamos la palabra que se tradujo
normalmente como “gigantes”, y que en realidad podría tener un origen arameo.

Por otro lado, tomando las propias fuentes bíblicas y comparándolas con los relatos de otras
culturas, vemos que el perfil de estos gigantes no está nada claro. Por un lado, serían los héroes de
gran renombre, portadores de la cultura y la civilización, mientras que por otro se los presenta
como seres demoníacos y malvados. ¿Cómo casamos ambas visiones? Koutoupis recurre a otra
fuente, el Libro de Jasher (una obra compilada justo después del exilio judío en Babilonia), para
tratar de esclarecer esta cuestión. En este libro se habla de Enoc como rey de la Humanidad pero
no hay mención alguna a los Hijos de Dios ni a los Nefilim. A juicio del autor griego, en realidad no
hay conexión entre los hijos de Dios, los Nefilim y la corrupción de la Humanidad. Además, si los
Nefilim eran responsables de esta corrupción, no queda nada claro cómo es que aparecen “sobre
la Tierra en aquellos días y después de eso” (¿el Diluvio?). En vez de considerar que los gigantes
Nefilim volvieron de alguna manera a la Tierra tras el Diluvio, sería mas adecuado considerar que
nunca llegaron a ser barridos o apartados de ella

Gilgamesh

Siguiendo esta pista, el autor cree que es más correcto ceñirse a la mitología mesopotámica, que
nos habla del héroe semidivino Gilgamesh, en dos tercios divino y en un tercio humano, y que
tendría todo el aspecto de un gigante. En efecto, los semidioses de la mitología sumeria –que
habrían existido antes y después del Diluvio– presentan un perfil que coincide básicamente con el
de los Nefilim y son representados en un tamaño superior al de los humanos. Así pues, estos
antiguos gigantes serían propiamente los “héroes de renombre”, guerreros y capaces de grandes
gestas, pero no propiamente “demonios”.

Koutoupis concluye su propuesta apuntando a que en algún momento la tradición hebrea tomó el
término arameo nāfil,  y que eso pudo suceder en el periodo del post-exilio, bajo la fuerte
influencia persa.  La historia de la corrupción de la Humanidad por obra de los Nefilim habría sido
pues una interpretación adquirida en época tardía por inspiración de la religión zoroástrica, que
tenía un Dios supremo (Ahura Mazda) y unos demonios o ángeles caídos (daevas). De este modo,
la religión judía habría adoptado un enfoque dualístico en que cualquier deidad que no fuera el
único y buen dios Yahveh sería necesariamente malvada. Aquí el autor especula con la idea de que
los escribas judíos no pudieran concebir que los hombres hubieran optado por el mal de forma
libre, sino que hubieran sido inducidos al mal por fuerzas malignas superiores, lo cual hubiera
hecho recaer todas las culpas sobre los gigantes semidivinos, pasando de ser héroes a ser
demonios.

Concluyendo, hemos visto varias interpretaciones sobre la figura de los Nefilim, que se mueven en
los pantanosos terrenos del mito y la religión, pero con algunos ecos que podrían conectar con un
remoto pasado que podríamos situar en un contexto histórico-arqueológico. De todas formas, con
los datos disponibles hasta el momento no es posible validar ninguna de las teorías, pero no
podemos descartar que tantas referencias –y tan semejantes– a estos seres que convivieron con
los humanos en un pasado muy remoto pudieran tener algún sustrato de verdad. En todo caso,
para adentrarnos en esta controversia conviene tener la mente despejada y abierta a todas las
opciones, porque bien podría ser que algún día –a la luz de nuevas pruebas– los mitos se
mostrasen más verdaderos que las interpretaciones de nuestra actual ciencia ortodoxa.

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