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un poco al azar, pruebo suerte con ustedes y con algunos otros, aun-
que lo que digo en este momento sobre el azar tiene más chances de
llegarles que lo que le confiaría al azar sin hablar de él. ¿Por qué?
Bien, al menos por que estos efectos de azar parecen a la vez produci-
dos, multiplicados y limitados por la lengua.
Pero la lengua no es sino uno de estos sistemas de marcas que
tienen todos como propiedad esta extraña tendencia: acrecentar si-
multáneamente las reservas de indeterminación aleatoria y los poderes
de codificación o sobrecodificación, dicho de otro modo, de control
y autoregulación. Esta concurrencia entre la aleatoriedad [aléa*] y el
código perturba la sistematicidad misma del sistema cuyo juego sin
embargo regula dentro de su inestabilidad. Sea cual sea su singula-
ridad a este respecto, el sistema lingüístico de estas huellas o estas
marcas no sería, a mi entender, más que un ejemplo de esta ley de
desestabilización.
Aquí mismo, entre nosotros, los efectos de desestabilización están
al mismo tiempo multiplicados y limitados (relativamente amor-
tiguados o neutralizados) por la multiplicidad de las lenguas y los
códigos que se cruzan en todo momento en una intensa actividad de
traducción. Ésta no transforma sólo palabras, un léxico y una sinta-
xis (por ejemplo entre el francés y el inglés), sino también marcas no
lingüísticas. Moviliza la cuasi-totalidad del contexto presente y hasta
lo que ya lo desborda. De hecho, el texto que leo debe poder publi-
carse. Ya era consciente de esto cuando lo escribí este verano. Está
destinado de antemano a destinatarios poco determinables o que en
todo caso disponen de una gran reserva de indeterminación respecto
a cualquier cálculo posible. Y esto se debe, intentaré demostrarlo en
un rato, a la estructura más general de la marca. Para probar mi suerte
por sobre sus cabezas me dirijo entonces a destinatarios que ni uste-
des ni yo conocemos. Pero mientras tanto, y de paso, como se dice en
francés, cela tombe sur vous [esto cae en ustedes].
¿Qué quiero decir y qué puedo estar diciendo cuando declaro a
estos “destinatarios” desconocidos para ustedes y para mí? ¿A qué
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significar que se cree en la existencia del azar pero también que, sobre
todo, no se cree, puesto que a toda costa se busca y encuentra en él
una significación oculta.
Desde hace un momento les hablo del azar pero no hablo al azar.
Evaluando mis chances de alcanzarlos con mi palabra, les hablé sobre
todo de la palabra. Hablándoles de azar y de lenguaje creí tener más
chances de ser pertinente, es decir, de tocar mi tema y tocarlos a uste-
des. Esto supone muchos contratos y convenciones entre nosotros,
Lucrecio diría “federaciones”, implícitas o explícitas. Por ejemplo, en
este caso está estipulado que el inglés sea la lengua dominante y todo
lo que diga debe tratar de algo así como la suerte, entre psicoanálisis
y literatura, teniendo en cuenta los trabajos anteriores, los míos entre
otros. Y debo hablar poco más de una hora.
Dentro de estos límites así asignados, lanzaré dos preguntas. Estas
dos preguntas que lanzo, imaginen que sean de golpe dos dados [coup
deux dés]. Aposteriori [Après coup], una vez que hayan caído, intentare-
mos ver, si aún queda algo por ver, cuál es la suma de ambos: dicho
de otra forma, lo que significa su constelación. Y si se puede leer ahí
mis chances, o las suyas.
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2. Ésta será mi única footnote, para decir que este ensayo propone de un cierto
modo una lectura casi silenciosa de la palabra “cae” o “caer” en La carte posta-
le [La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá. México D. F.: Siglo XXI, 2001,
trad., H. Silva y T. Segovia]. Es una de las palabras más frecuentes a lo largo de
los Envíos. Por ejemplo, el 14 de marzo de 1979: “Otro que yo conozco se desataría
enseguida para correr en dirección opuesta. Apuesto a que caería de nuevo sobre
ti, yo caí con suerte, entonces me quedo” (p. 176). O al día siguiente: “Si estuvie-
ras loca hubieras venido a esperarme como una alucinada, hubiera corrido hacia
ti en el andén, a la orilla de la vía, lo hubiera hecho todo con tal de no caer” (p.
177). Si cito este libro es porque figura en el programa de este encuentro: se lo ha
inscrito de alguna manera en su reglamento. Que no se me acuse entonces de ser
“self-centered”, como se dice en inglés. En verdad, siempre soñé con escribir un
texto self-centered, pero nunca lo logré, siempre caigo en los demás, esto se termi-
nará sabiendo.
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* “Échoir”, en francés, junto con “tocar en suerte”, tiene el sentido de “llegar por
azar”, “por suerte” o “en caso fortuito”. Por otra parte, si bien “en partage” puede
significar “lo que recae como herencia”, la edición ha decidido subrayar el senti-
do del reparto, dado el encadenamiento conceptual que el pasaje pone en escena:
distribución, dar, recibir, partición, nomos, nemein, moira. Al respecto, en otros lu-
gares, también pueden consultarse La tarjeta postal (ed. cit., p. 154) o Dar (el) tiem-
po (Trad., C. de Peretti, Barcelona: Paidós, 1995, p. 16) [N. del E.].
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* Aquí, Derrida remite a las líneas del texto de Lucrecio según su notación clá-
sica. Hay traducción al castellano. Cfr., Lucrecio, T., De la naturaleza, trad., F.
Socas. Madrid: Gredos, 2003: “Esto que sigue anhelamos en este punto que tú
también sepas, que, cuando los cuerpos se arrastran por el vacío en derechura
hacia abajo a causa de sus propios pesos, en un momento indeterminado por lo
general y en un lugar indeterminado empujan un poco fuera de su sitio, lo su-
ficiente para poder afirmar que su movimiento ha cambiado” (Libro II, p. 185).
En adelante, en el cuerpo del texto, señalaremos entre corchetes la página co-
rrespondiente a esta edición [N. del E.].
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406, 413); “into uncanniness”, (p. 343); “into the possibility of death” (p. 251);
“into the nothing” (p. 277); “being-with-one-another” (p. 175). Más adelante re-
mitiremos a la traducción de J. E. Rivera (Heidegger, M. Ser y tiempo. Santiago:
Ed. Universitaria, 1997) [N. del E.].
* Cfr., Heidegger, M., La pregunta por la cosa, trad. J. M. García Gómez del Valle.
Gerona: Palamedes, 2009, pp. 108-109 [N. del E.].
** Cfr., Heidegger, M. “Sobre la esencia y el concepto de Physis. Aristóteles, Físi-
ca B, 1 (1939)” en Hitos, trad., de H. Cortés y A. Leyte, Madrid: Alianza Editorial,
2000, p. 222 (pp. 199-250) [N. del E.].
*** Cfr., Heidegger, M., “Aletheia (Heráclito, fragmento 16)“ en Conferencias y artícu-
los, trad., E. Barjau. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1994, pp. 194-195 [N. del E.].
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one of the loose fragments, slipped, slightly strained [his] ankles”.* Agrega:
“You kept your eyes upon the ground –glancing, with a petulant expression,
at the holes and ruts in the pavement (so that I saw you were still thinging of
the stones), until we reached the little alley […] wich has been paved, by way
of experiment, with the overlapping and riveted blocks. Here you countenan-
ce brightened up, and, perceiving your lips move, I could not doubt that you
murmured the word ”stereotomy” [ciencia del corte o la división], a term
very affectedly applied to this species of pavement. I knew that you could not
say to yourself “stereotomy” without being brought to think of atomies, and
thus of the theories of Epicurus; and since, when we discussed this subject
not very long ago, I mentioned to you how singular yet with how little notice,
the vague guesses of that noble Greek had met with confirmation […]”.**
Hago un corte aquí para sugerir que las últimas confirmaciones a las
que da lugar la ciencia antigua bien podrían ser, como dice Dupin,
junto con “the late nebular cosmogony”, [“reciente cosmogonía de las
nebulosas” (Ibid., p. 349)], junto con la física, la genética, el psicoa-
nálisis, el pensamiento de la escritura o de la literatura. Aunque no
puedo entrar aquí en una interpretación del texto de Poe, insisto en
un elemento de estructura que considero importante. La referencia al
atomismo y al nombre de Epicuro no es más que un átomo minúscu-
lo, un detalle del texto, un incidente, un rasgo literal en la serie que,
sin embargo, parece dar a leer. Pero este incidente se inscribe allí de
forma significante. El propio narrador cuenta como Dupin, “a Bi-Part
Soul”, “a double Dupin – the creative and the resolvent” [“alma doble”, “un
doble Dupin: el creador y el analista” (Ibid., p. 347)], le adivina a él, al
narrador, sus propios pensamientos. Y cómo, allí donde el narrador
cree que el otro adivina su alma, en verdad no hace más que analizar
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síntomas y decir “peri ten psukhen ta sumptômata”, para citar otra vez
la carta de Epicuro a Heródoto. En lugar de adivinar –por suerte, in-
tuición o azar–, calcula con los accidentes en una historia de caída y
sintomatiza la contingencia. Como recordarán, Dupin y el narrador
erran sin rumbo, deambulan al azar. De pronto, Dupin prosigue con
su discurso la ensoñación interior y silenciosa del narrador, como si
hubiera habido transmisión de pensamiento o telepatía. Ahora bien,
el analista Dupin explica cómo calculó en lugar de adivinar. Calculó,
desde luego, pero calculó con incidentes aparentemente azarosos y
muy pequeños, minúsculos, partículas cuasi-atómicas que, curio-
samente, están esencialmente relacionadas con el movimiento de
yección y con el trayecto de la caída. Son casos que Dupin interpreta
como síntomas. El narrador pregunta: “How is it possible you should
know I was thinking of …?’ Here I paused, to ascertain beyond a doubt whe-
ther he really knew of whom I thought”.* Baudelaire traduce cada vez
to know, con o sin razón, como “deviner” [“adivinar”]. Un poco más
adelante, el narrador pregunta: “‘Tell me, for Heaven’s sake’, I exclaimed,
‘the method –if method there is– by which you have been enabled to fathom
my soul in this matter’”** (“dans le cas actuel”, [“en el caso actual”],
traduce Baudelaire). Si tuviéramos tiempo de reconstituir los granos
más minúsculos del cálculo sistrófico y analítico que Dupin expone
entonces en su respuesta, volveríamos a encontrar lo “pequeño”, la
“yección”, la “caída”. Se trata de la “diminutive figure” [“pequeña es-
tatura” (p. 347)] de un muchacho que lo volvía “unfitted for tragedy”
[“le veda los papeles trágicos” (p. 347)]. Se trata de un hombre que
se arrojó sobre el narrador (“The man who ran up against you..”. [“El
hombre que tropezó con usted” (p. 348)]) y a su vez arroja a éste a
un montón de adoquines que hacen pensar en la estereotomía. “The
larger links of the chain run thus –Chantilly, Orion, Dr. Nichols, Epicurus,
Stereotomy, the street stones, the fruiterer” [“Los eslabones principales
de la cadena son los siguientes: Chantilly, Orión, el doctor Nichols,
Epicuro, la estereotomía, el pavimento, el frutero” (Ibíd, p. 348)]. El
nombre de Epicuro no es más que un eslabón de la cadena, incluso
* “¿Cómo es posible que haya sabido que yo estaba pensando en...? Aquí me de-
tuve, para asegurarme sin lugar a dudas de si realmente sabía en quién estaba yo
pensando”. (Ibid., p. 347) [N. del E.].
** “—En nombre del cielo —exclamé—, dígame cuál es el método... si es que hay
un método... que le ha permitido leer en lo más profundo de mí” (Ibid., p. 348)
[N. del E.].
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existe des destinées fatales; il existe dans la littérature de chaque pays des hom-
mes qui portent le mot guignon écrit en caractères mystérieux dans les plis
sinueux de leurs fronts. Il y a quelque temps, on amenait devant les tribunaux
un malheureux qui avait sur le front un tatouage singulier : pas de chance.
Il portait ainsi partout avec lui l’étiquette de sa vie, comme un livre son titre, et
l’interrogatoire prouva que son existence s’était conformée a cet écriteau. Dans
l’histoire littéraire, il y a des fortunes analogues [...]. Y a-t-il donc une Providence
diabolique qui prépare le malheur dès le berceau ? Tel homme, dont le talent
sombre et désolé nous fait peur, a été jeté [subrayo] avec préméditation dans
un milieu qui lui était hostile”.* Cuatro años más tarde, Baudelaire escribe
otra introducción a Poe. Allí se encuentra el mismo tatuaje “¡no tengo
suerte!”, y la Providencia que “arroja” naturalezas angélicas hacia abajo.
Y buscan protegerse en vano, por ejemplo, cerrando todas las salidas,
¡“acolchando todas las ventanas contra los proyectiles del azar”! Pero
“el Diablo entrará por una cerradura”. Proyectiles del azar: no es sólo
la proyección, la yección, el arrojamiento, el lanzamiento, sino el envío,
todos los envíos del mundo. Y con el envío, el reenvío, el relanzamiento.
Uno “relanza” en el póker, aumentando la apuesta. Se relanza cuando
se sabe jugar con lo que cae para relanzarlo de nuevo hacia arriba, dife-
rir su caída y, en sus altos y bajos, cruzar la incidencia de otros cuerpos:
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* Baudelaire, C. “Nuevas notas sobre Edgar Poe” en Ibid., p. 85 [N. del E.].
** Sobre esto, que remite al poema de Mallarmé “Un golpe de dados jamás abolirá
el azar” [Un coup de dés jamais n’abolira le hasard], Cfr., Derrida, J., “La doble sesión”
en La diseminación. Fundamentos, Trad, J. M. Arancibia, 1997, pp. 263-421; Mallar-
mé, S., Poesía 1864-1897, trad., F. Gorbea. Barcelona: Plaza & Janés, 1982 [N. del E.].
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Pierre Gassendi, a quien dos días antes había oído nombrar en el café
como discípulo de Epicuro. Asombrado el profesor, me preguntó de
dónde lo sabía, y yo di la atrevida respuesta de que hacía tiempo me
interesaba por Gassendi. El resultado fue un diploma magna cum laude
{con mención de distinguido}, pero, desdichadamente, también una
pertinaz inclinación a olvidar en lo sucesivo el nombre de Gassendi.
Creo que mi mala conciencia es culpable de que yo no pueda retener
ese nombre a pesar de mis empeños. Es que tampoco entonces habría
debido saberlo” [p. 34]. Ahora bien, prosigue Freud, para compren-
der esto se debe saber cuánto aprecia él su título de doctor (Freud no
dice: como yo al título de profesor) “y de cuántas otras cosas tiene
este que servirle como sustituto” [ídem.].
Aquel que olvidó el nombre propio del discípulo de Epicuro es
alguien que hace referencia al momento en que él mismo era un discí-
pulo, un estudiante compareciendo delante de sus maestros durante
un examen. Freud no tiene más que citar, reproduce la interpretación
de este discípulo, que olvida el nombre de un discípulo, identificán-
dose lisa y llanamente, sin tomar la más mínima iniciativa en la inter-
pretación, con este discípulo que explica porqué no olvida por azar
el nombre de un discípulo de Epicuro. Exagerando apenas, parecería
que Freud identifica y a la vez transfiere un síntoma que se deno-
minaría: el discípulo de Epicuro y el olvido de su nombre. Dejo que
sigan ustedes. Pero nunca olviden esto: la tradición de Demócrito, en
la cual se inscribe el nombre de Epicuro y de sus discípulos, estuvo
sometida desde su origen y, en primer lugar, por la autoridad vio-
lenta de Platón, a una potente represión a lo largo de toda la historia
de la cultura occidental. Ahora se puede seguir esta sintomatología,
empezando por la desaparición del nombre de Demócrito en los es-
critos de Platón, aun cuando Platón conocía perfectamente su doc-
trina. Probablemente temía que se sacaran conclusiones en cuanto a
la proximidad, incluso la filiación, con algunos de sus filosofemas.
También los dejo que sigan esta pista.
Acabo de nombrar a Demócrito cuando no hice más que hablar de
sus discípulos y los discípulos de los discípulos, Epicuro, Lucrecio,
Gassendi. No obstante, cuarta chance, he aquí al maestro en persona
en el texto de Freud, Demócrito el padre, Demócrito el analista y el
descifrador de síntomas. Esta no es la única razón por la cual voy a
citar este pasaje, al final del capítulo IX de la Psicopatología (“Acciones
casuales y sintomáticas” [pp. 188-211]). En este mismo pasaje, ¿es
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* Freud, S., Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), trad., J. L. Etcheverry. Buenos Ai-
res: Amorrurtu, 1986. p. 284. (trad., ligeramente modificada) [N. del E.].
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* Cfr., Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, ed. cit., pp. 124,
142, 147-148, 187, 191, 307, 417, 427, 459-460, 462 n. [N. del E.].
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* Freud, S., “Tres ensayos de teoría sexual” en Obras completas. Volumen 7, trad., J.
L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 1992, pp. 102-224. Cfr., especialmente el
5° apartado –“Pulsiones parciales y zonas erógenas” (pp. 152-153)– del primero
de los ensayos, “Las aberraciones sexuales” (pp. 123-156) [N. del E.].
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* Cfr., Freud, S., Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), ed. cit, p. 284 [N. del E.].
** Cfr., Freud, S. “Totem y tabú” en Obras completas. Volumen 13, trad., J. L. Etcheverry.
Buenos Aires: Amorrortu, 1991, pp. 1-164 (Especialmente, p. 78) [N. del E.].
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* Cfr., Freud, S. “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci” en Obras completas. Volu-
men 11, trad., J. L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 1991, pp. 59-127 [N. del E.]
** “Hay algo más en el cielo y en la tierra, Horacio, de lo que ha soñado tu filoso-
fía”. Shakespeare, W. “Hamlet. Príncipe de Dinamarca” en Obras completas, trad.,
L. Astrana. Madrid: Aguilar, 1951, p. 1350 [N. del E.].
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* Cfr., Shakespeare, W., “El rey Lear” en Obras completes, ed. cit., p. 1677 [N. del E.].
** Cfr., Freud, S. “El motivo de la elección del cofre” en Obras completas. Volumen 12,
trad., J. L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 1992, pp. 301-318 (Véase especial-
mente, pp. 308 y ss.) [N. del E.].
*** Cfr., Freud., S. “El motivo de la elección del cofre”, ed. cit., p. 313-315, y Heide-
gger, M., “Moira (Parménides VIII, 34-41)” en Conferencias y artículos, ed., cit., pp.
171-190 [N. del E.].
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cio, pruebo suerte con esta cita de una cita de una cita. Cito a Freud
que cita a da Vinci anunciando a Shakespeare. Admiren el juego
de límites y autolimitaciones, de paso los subrayo. Son los golpes y
las chances del psicoanálisis. Me voy a conformar con proponer un
título en inglés para esta cita:
* Freud., S. “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, ed. cit., p.126 [N. del E.].
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* Platón, “Fedro” en Diálogos III, trad., E. Lledó Iñigo. Madrid: Gredos, 1988, p. 340
[N. del E.].
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